Introducción
La casa, el exilio y la hospitalidad son temas centrales en la literatura de Tolkien. Desde los comienzos de El Silmarillion (1977 / 1984) se describe a un pueblo exiliado en busca de un hogar. El Hobbit (1937 / 1990) cuenta la historia de una ida y un regreso a casa, y remarca el deseo de ella cuando se está en la intemperie. El señor de los anillos (1954-1955 / 2007) inicia con la descripción tanto de la casa como de la Comarca, de las vivencias domésticas, y culmina con el regreso a casa, la reconstrucción del habitáculo y el entorno, así como con la partida hacia un nuevo hogar, o el hogar antiguo de los elfos, antes de que se fueran a la Tierra Media.
Y es que la casa es espejo de la vida, el cuerpo en el que habita el cuerpo. La espacialidad como rito de morada, el abrazo de las pertenencias y de los visitantes. En palabras de Hugo Mujica: “La casa es algo así como la cosmografía de nuestra extensión. Es ella, y no el cuerpo, la que experimentalmente marca el afuera de nuestro ser, de nuestro estar” (2014, p. 342).
La casa es albergue de la carne y expansión del alma. Da calor y brinda alimento, pero también constituye el sentido de belleza o afirma la belleza como sentido en la decoración, en el adorno. Como afirman Deleuze y Guattari: “El cuerpo prospera en la casa” (2022, p. 181). Estos autores lo hacen con referencia a la obra de arte, y no están lejos de pensar la casa como un horizonte estético que se abre, incluso a puerta cerrada.
La casa es interioridad abierta cuando se traduce en hospitalidad: “Interioridad que abriéndose no deja de ser interioridad: se enriquece intimidad, la intimidad que la hospitalidad abre cuando la casa se abre. Cuando cobija” (Mujica, 2014, p. 351). La casa, si es hospitalaria, se abre al otro y se transforma en el lugar donde recibimos, acogemos, tomamos cuidado del que viene. Cuando se está afuera, desde el lugar del forastero, toda casa abierta es signo de salvación, allí se cuida y protege al vulnerable, se expande el instante de la vida cuando amenaza el peligro.
La casa no es un espacio del todo cerrado. Hay una relación entre el adentro y el afuera en el hogar. Ella comunica con el paisaje a través de una ventana, incluso el espejo es una forma de abrir y traer luz. Las puertas son apertura, pues, como afirman Deleuze y Guattari, “la casa más cerrada se abre como un universo” (2022, p. 182). La casa resguarda al morador y, al salir de ella, se transforma en habitante del mundo, ese universo que tiene su propio percepto, entendido por los filósofos franceses como “el paisaje de antes del hombre, en la ausencia del hombre” (Deleuze y Guattari, 2022, p. 170).
La imagen del percepto en relación con la casa es un material teórico fundamental para comprender a Tolkien. En su libro ¿Qué es la filosofía?, Deleuze y Guattari se detienen a observar el arte, en especial la literatura, a partir de los afectos y de los perceptos. Los afectos son los devenires no humanos del hombre, constituyen una zona de indeterminación en la cual se disuelve la idea de humano, de ser (2022, p. 175). Los perceptos son “los paisajes no humanos de la naturaleza” (p. 170), el mundo que crea la obra de arte a partir de una ambientación, el fondo capaz de disolver las formas, de “imponer la existencia de una zona de estas características en las que ya no se sabe quién es el animal y quién es el humano” (p. 175). Deleuze y Guattari (2022) señalan que es la novela el modo del arte que alcanza con más fuerza el percepto, como los perceptos oceánicos de Melville o los perceptos urbanos de Virginia Woolf: no solo es la ciudad o el océano, son los espacios vitales en los que los personajes se transforman. En el caso de nuestra investigación, podríamos hablar del percepto fantástico en Tolkien, quien considera que la fantasía no es propiamente un género literario, sino el país de los cuentos de hadas, “la región o el reino en el que las hadas tienen su existencia” (2002, p. 19). Tolkien crea primero el espacio, la ambientación, el mapa, el reino, la casa, y después muestra el devenir de sus personajes en la obra.
Partiendo de esta propuesta teórica, vemos a Tolkien como un creador de perceptos y de afectos. -No solo los crea en su obra, sino que hace a sus lectores y lectoras devenir con ellos. Así, nos adentramos en la casa como el lugar del devenir y el resguardarse, la intemperie como una forma de habitar el mundo y transformarse, y la hospitalidad como la característica fundamental de acogida en El señor de los anillos, obra que estudiaremos con detenimiento.
Gran parte de la trama de El señor de los anillos se construye en torno a la comida y la bebida, en especial cuando el relato exige a los personajes salir de casa, exponer se a la intemperie, dejar las comodidades del hogar para abrirse al mundo, para devenir mundo.
Melanie Vargas Abarca. Nombre de la obra: “El punto de vista de J.R.R Tolkien” Técnica: Técnica seca
Si se observa con atención, en El señor de los anillos alternan la casa y la intemperie: de la casa a la intemperie y de la intemperie a la casa, siempre mediados por la hospitalidad. Los habitáculos reflejan una estructura de solidaridad que es la que permite a los personajes cumplir con su misión. La labor se lleva a cabo porque hay seres que acogen y alimentan, dan cobijo, protegen, sanan y resguardan, cuentan historias y cantan canciones para llenar de sentido a los peregrinos que buscan librarse del peligro. La tríada casa-intemperie-hospitalidad es uno de los grandes temas en la novela de Tolkien.
La Casa
Una de las palabras clave en El señor de los anillos es “home” (2007, p. 132). Esta es entendida como el lugar emocional en el que se pueden refugiar los viajeros cuando están en peligro, o como el lugar físico al cual llegan, al hogar de otro, para sentirse protegidos en un tramo de su camino.
Como lugar emocional, hay recurrentes menciones a la casa en tanto espacio de retorno. Así aparece en boca de Gimli cuando piensa en las cuevas de los enanos y dice a Legolas que desearía estar en casa (p. 714). El hogar es el espacio donde se quiere retornar para estar a salvo y para salvar. Es el lugar donde se reside y se recibe al otro, y los amigos de razas diferentes (antes rivales) se hermanan al ofrecer la casa como espacio de acogida.
Como lugar físico, la obra de Tolkien es generosa en la descripción de habitáculos. Una de las características fundamentales de su obra es la construcción de casas y castillos. David Day se refiere al propio autor como un conocedor de la arquitectura: “Tolkien era un maestro de diseño visual e incluso de arquitectura” (2021, p. 210), pues fue capaz de crear de forma literaria una ciudad de siete alturas como Minas Tirith, o ciudades subterráneas como Nartohrond, Moria y Erebor, con todos los detalles de su funcionamiento. Según Day (209), en las obras de Tolkien se encuentra el mundo más completo y mejor desarrollado de reinos con castillos y bastiones de la literatura moderna. Pero las moradas sencillas no son menos significativas, pues están cargadas tanto de detalles como de ornamentos que dan valor de hogar a los habitantes y a los huéspedes.
La arquitectura descrita por el autor británico presenta una integración entre naturaleza e invención humana. En esto se destacan los hobbits, quienes viven en smials (Tolkien, 2007, p. 9), las cuales se caracterizan por ser “long, low, and comfortable” (p. 9). Estas son descritas como habitaciones amplias en la tierra, bajo las cumbres de las montañas, con ventanas y puertas redondas. Construcciones inspiradas en la arquitectura regional del campo inglés, según nos cuenta el ilustrador de Tolkien, Alan Lee (2020, p. 15). Dentro de las descripciones de las smials, es particular la de Bilbo, llamado Bag End (Tolkien, 2007, p. 33), una de las viviendas más lujosas de la Comarca, descrita con jardines con flores rojas y doradas, así como con la construcción interna para el deleite de sus habitantes, Bilbo y su sobrino Frodo (p. 33). Sin embargo, como lo hace notar Day, “incluso las mansiones más grandes de los hobbits estaban muy integradas en la naturaleza, y no sobresalían en el paisaje” (2021, p. 235). Esta forma de construir ofrece invisibilidad ante los foráneos y comodidad interna, como una naturaleza abierta a un devenir, un percepto preparado para los afectos.
También otros pueblos destacan por su arquitectura. Los elfos hacen de los espacios naturales una integración de hogar. Así es Rivendel, ciudad entre montañas y acantilados, refugio secreto en un paisaje agreste (Lee, 2020, p. 36). Se caracteriza por ser un espacio de erudición que conserva bibliotecas y reliquias, por lo que investigadores como Day (2021, p. 229) lo asemejan a la Universidad de Oxford. También aparece Lothlórien (Tolkien, 2007, p. 441), un bosque encantado de árboles mellyrn, con corteza de plata y hojas doradas (p. 434), un lugar de descanso y curación que causa tanto inquietud como miedo a quienes no lo conocen, incluso a los pueblos de Gondor y de Rohan. Este espacio, menciona Day (2021, p. 172), está inspirado en la antigua tradición celta de bosques encantados y gobernados por “damas blancas”, como Galadriel.
Moria, conocida como Khazad-dûm, representa la gran construcción de los enanos. Es una mansión bajo la tierra, que contiene minas de mithril, “el acero de plata” (Day, 2021, p. 221). Los enanos se relacionan con la arquitectura bajo la característica de la excavación y la posibilidad de crear hogares adentro de la tierra. Es un espacio que protege la belleza, la hace íntima, particular de este pueblo tan encerrado en sí mismo.
En las construcciones de los hombres se destacan las ciudades de Rohan y de Gondor, en especial, Edoras, el Abismo de Helm y Minas Tirith. La trama de Las dos torres se desarrolla en espacios abiertos, en su mayoría. Edoras se describe como la construcción elevada sobre un valle, en donde sobresalen los techos de las casas. En medio, hay un palacio que relumbra dorado con la luz del sol (Tolkien, 2007, p. 661), allí está el trono de Théoden. El Abismo de Helm es una ciudad anclada a las montañas. Es descrita por Tolkien (2007, p. 687) como una fortaleza integrada a la base de un acantilado, situada sobre un peñón de roca desnuda que se eleva en la estribación. Allí acontece la batalla de resistencia, en la que el pueblo de Rohan, con la ayuda de Aragorn, Legolas y Gimli, combate contra los Uruk-hai de Saruman. Según Ian Miller (en Day, 2021, p. 275), la batalla allí descrita se asemeja a un mar embravecido que choca contra un rompeolas local.
La otra gran ciudad de hombres es Minas Tirith, “La torre de la guardia”. Se trata de la fortaleza más grande de Gondor (Tolkien, 2007, p. 978), construida sobre una colina de siete niveles, con siete muros concéntricos y siete puertas, cada una mirando hacia un lado diferente. Su materia prima es, ante todo, la piedra blanca. Según Day (2021, p. 215), Minas Tirith es comparable a la imaginaria Ciudad del Sol, descrita por el filósofo renacentista Tomasso de Campanella (1568-1639), según el cual la ciudad estaba construida sobre una alta colina, en forma circular formando siete anillos o círculos, que llevaban el nombre de los siete planetas hasta entonces conocidos. Minas Tirith, ciudad y torre blanca, contrasta con Baraddûr, la torre de Mordor, testimonio del mal y amenaza a la estabilidad. Para Tolkien, la belleza arquitectónica es también reflejo del deseo de vivir en paz entre los pueblos. Cuando cae Barad-dûr, la torre de la guardia ilumina con fulgor.
En la obra de Tolkien, los pueblos y personajes caracterizan su arquitectura por el aprovechamiento de los recursos y su apertura a estos. Hacen de las montañas casas, de las rocas murallas protectoras, y tanto de los ríos como de los árboles un habitáculo que despliega practicidad y belleza. La casa en Tolkien representa un lugar de reposo y alegría, de protección frente a lo extraño, de nostalgia, como ocurre a los hobbits cuando sueñan con su espacio vital al estar lejos. Por esto mismo, quienes viajan, como Bilbo, Frodo y Sam, son vistos como personajes extraños dentro de su cultura, pues abandonan la comodidad y la protección de casa, y se abren a lo incierto de la intemperie.
La interperie
La oposición a la casa es la intemperie. Se da en la experiencia de Frodo y Sam, de Merry y Pippin, como un exilio forzado debido a que la amenaza de la muerte (el anillo) se introduce en la Comarca y ellos deben combatirla al llevar el anillo a su destrucción. Al respecto, dice Irene Breuer, alineada con Heidegger, que la intemperie “es la experiencia existencial límite de la inhospitalidad, que conlleva la alienación del ser, no sólo en un mundo extraño, sino en el mundo de origen propio” (2022, p. 69). Y convoca a Edward Said, cuando afirma:
El exilio (…) es la cesura incurable que ha sido forzada entre un ser humano y su lugar nativo, entre el sí mismo y su hogar verdadero: su tristeza esencial no puede ser jamás superada. Y mientras que es verdad que la literatura y la historia contienen episodios heroicos, románticos, gloriosos y aun triunfantes en la vida del exiliado, éstos no son más que esfuerzos que pretenden dominar la tristeza paralizante de la alienación. Los logros del exilio están permanentemente socavados por la pérdida de algo que ha sido dejado atrás para siempre. (2001, p. 173).
En Tolkien, la intemperie impulsa los peligros y se manifiesta en la aparición de seres extraños. Ya en la primera noche fuera de casa para Frodo y Sam, se menciona la acechanza de los Nazgûl (Tolkien, 2007, p. 91). Salir de casa implica el riesgo, el cual a su vez está simbolizado -como en la literatura clásica- en la amenaza de seres desconocidos: centauros, brujas, lestrigones, demonios, asaltantes, duendes, trasgos, orcos. En la intemperie no solo se pone en riesgo el regreso a casa, se juega la vida.
Pero también la intemperie ofrece la maravilla de lo desconocido, lo bello oculto en los bosques, como los primeros elfos, comandados por Gildor, que encuentran Frodo y Sam (Tolkien, 2007, p. 103). Estos se muestran amistosos ante los errantes, y comparten con ellos comida y música en un claro del bosque (p. 107), lugar de reposo y meditación en medio de la incertidumbre del camino enmarañado. Los viajeros asumen que la intemperie es una experiencia original de abrirse al mundo y solo en esta apertura pueden devenir en otros seres, al encontrarse con la alteridad, la cual desafía lo que pensaban una identidad fija.
El bosque es uno de los lugares de intemperie en El señor de los anillos. Así lo describe Tolkien cuando se refiere al Bosque viejo como un ambiente extraño (queer) (2007, p. 145). Al dotar de personalidad a los árboles, el narrador los ve inhospitalarios, que buscan, como el viejo sauce, devorar a los viajeros (p. 149). No es que Tolkien califique a estos árboles desde una perspectiva moral, sino que, según menciona, existen por ellos mismos, sin límites sobre lo bueno y lo malo (p. 162).
También aparece el bosque de Fangorn, una intemperie que se manifiesta como casa del universo. En este lugar habitan los Ents, conocidos como “pastores de árboles”. En una de sus cartas, cuando le preguntan a Tolkien por el origen de los Ents, responde que “deben su nombre a la expresión eald enta geweorc del anglosajón” (Carpenter, 1993, p. 955) y que aluden a la leyenda inglesa del caminante verde, un poema acerca de un gigante vegetal. Enta en anglosajón significa gigante. Está relacionado con la leyenda de hombre verde (origen celta del Ent), se entiende este como un espíritu celta de la naturaleza y un dios arbóreo que representaba las fuerzas del mundo vegetal sobre las fuerzas del hielo y las heladas. Era especialmente benévolo, pero podía ser destructivo (Day, 2021, p. 176).
En el bosque de Fangorn, las raíces y los Ents conservan la memoria de los años, existen antes de que muchos seres vivos llegaran a la Tierra Media. Este es uno de los lugares fundamentales en los que la obra de Tolkien genera un bloque de sensaciones en un devenir vegetal, pues -como afirman Deleuze y Guattari (2022, p. 170)- si los perceptos son los paisajes no humanos de la naturaleza en la obra de arte, los afectos son los devenires no humanos en la obra. En Tolkien, los afectos evocan la transformación de los personajes. Esto es evidente en el devenir animal de Beren y Luthien en El Silmarillion (1984, p. 201), y, de algún modo más sutil, el devenir vegetal de los hobbits Merry y Pippin que crecen más de lo normal cuando beben el agua de Fangorn (2007, p. 620). La intemperie es el escenario propicio para las transformaciones.
Los lugares de intemperie suelen ser hostiles en El señor de los anillos. Tolkien no describe los paisajes naturales con una intención de bondad, aunque tampoco los ve siempre como enemigos. Se trata de parajes inhóspitos y difíciles en los que se necesita de la habilidad y de la solidaridad de los personajes para sobrevivir, en especial si se considera que la naturaleza en Tolkien está viva y tienen sus propios caprichos, como el pico de Caradhras (2007, p. 376), que no permite a la comunidad del anillo cruzar su espalda al enviarles una tormenta de nieve.
La casa deshabitada es también un espacio de intemperie y de peligro. Tal es el caso de Moria. Esta construcción bajo la piedra, que en otro tiempo fue morada de los enanos, ahora está invadida por orcos y seres de la oscuridad, y también por un Balrog (p. 385). Moria es un mundo subterráneo, una intemperie interna que simboliza un viaje hacia adentro donde se descubren seres tenebrosos e incontrolados. Es la imagen de una casa que se viene abajo y no cumple con su función de acogida, sino de rechazo, incluso de tumba. En esta zona yace Balin, personaje de El Hobbit y primo de Gimli (p. 416), también es el lugar de la caída de Gandalf (p. 431). Una casa abandonada deja de acoger y puede ser el sepulcro de todas las memorias.
Otro lugar de intemperie es el río Anduin. Después de salir de Lórien, la comunidad se ve asediada por seres de la noche, por cientos ojos que los observan y los amenazan con la mirada (Tolkien, 2007, p. 502), pero también por las propias tentaciones y los miedos, hasta el punto de que la comunidad se disuelve toma rumbos diferentes. Es de subrayar la relación entre la casa, la intemperie y los ojos, pues la casa protege de los ojos agresivos, de miradas inoportunas y amenazantes, tanto en el plano de lo militar como en lo sexual, así ocurre con el ojo de Sauron en El señor de los anillos o con el ojo de Morgoth en El Silmarillion, lleno de codicia violenta al ver danzar a Luthien (1984, p. 206). Sin casa, no hay protección ante la mirada de quienes buscan hacer daño.
Es precisamente en este río Anduin, ante las Cataratas de Rauros, donde es llevado Boromir, después de su caída moral y física, al querer arrebatar el anillo que porta Frodo y ser derribado por los orcos. Sus amigos acentúan la caída con un funeral al estilo de los pueblos germánicos (López Verísimo, 2020, p. 142), al despidir a quien testifica el descenso con sus armas y las de sus enemigos vencidos, en honras de una imagen natural de la caída.
Rohan es descrita como una tierra abierta a la cual le cuesta ser hospitalaria con los cazadores de orcos. Aragorn, Legolas y Gimli pretenden rescatar a los hobbits secuestrados por los orcos (Tolkien, 2007, p. 561), pero los jinetes de Rohan los rechazan al inicio, cuestionan su estadía en sus tierras y deben ser convencidos de que han de ayudar a los viajeros. Esto se debe a que la guerra aumenta la desconfianza e impide la hospitalidad.
También la hostilidad acontece en Mordor, la tierra por excelencia de lo inhospitalario. Este es el reino montañoso de Sauron, lugar donde el Señor Oscuro forja el anillo en los fuegos volcánicos del Monte del Destino y reúne ejércitos para dominar a los seres de la Tierra Media. Mordor es la imagen del abandono y las pocas posibilidades de vida, ya que hay muy pocos recursos de agua y alimentos. Mordor es un espacio de intemperie y de inhospitalidad, como también de vigilancia día y noche, ante el ojo inquisidor de Sauron. Desde el comienzo se sabe que el territorio es casi impenetrable (Tolkien, 2007, p. 835). El mayor encierro que ofrece, a pesar de ser un espacio abierto, es la sensación de que es imposible regresar a casa.
Al observar estos lugares de intemperie, es destacable el contraste que se establece entre los paisajes: la comarca tranquila, con la pipa y el té, frente a la soledad de los desiertos de hielo y fuego, donde no hay posibilidades de sobrevivir. La obra de Tolkien no se reduce a una simple narrativa de aventuras o a la creación de un mundo desbordando en lo naciente. Se trata de la funcionalización de la realidad interior vivida por las personas que están lejos, expuestas al peligro del afuera, sin ninguna seguridad de un retorno.
La Hospitalidad
Paul Ricoeur (2021, p. 110) habla de la casa como lugar de acogida al extranjero. Tal acogida sucede en tres situaciones: cuando se acoge al extranjero como visitante, cuando se lo acoge como inmigrante y cuando se le acoge como trabajador foráneo que reside en un país que no es el suyo. En el caso de El señor de los anillos, es claro que el extranjero es un exiliado de la guerra, pero no pasa para quedarse, siempre quiere volver a casa. Ningún hospedador pretende acoger a los viajeros, pues no está advertido del contenido de su misión; y, si lo está, es dudoso que pretenda recibirlos sin prejuicios, con excepción de Rivendel.
En el mundo creado por Tolkien, los hobbits son los personajes más hospitalarios: “They were hospitable and delighted in parties, and in presents” (Tolkien, 2007, p. 2). En La Comunidad del anillo se cuenta de la hospitalidad que tiene Bilbo con respecto a Gandalf (2007, p. 32), como lo fue también en El Hobbit (1990, p. 16), cuando Bilbo fue hospitalario con Gandalf y los trece enanos a la cabeza de Thorin, y esto generó una aventura en la que desembocó el primer libro de Tolkien en torno a la Tierra Media. En El señor de los anillos se presenta a Gandalf visitando el smial de Bilbo. Ambos disfrutan de la estancia interna y del jardín (2007, p. 33). Esta reunión preludia el cumpleaños de Bilbo, el cual consiste en que el festejado organiza su propia fiesta, así esta es una forma de hospitalidad ante los invitados, en la que se ofrecen juegos y bailes, además de comida y bebida en abundancia (p. 35).
Cuando hay hospitalidad, la intemperie puede asumirse como extensión de la casa, cuando los moradores llevan su hogar a aquel terreno. Como señalan Deleuze y Guattari, “el territorio no se limita a aislar y a juntar, se abre hacia unas fuerzas cósmicas que suben de dentro o que provienen de fuera, y vuelven sensibles su efecto sobre el morador” (2022, p. 188). La hospitalidad permite que los viajeros descansen y se transformen, se vinculen a nuevos territorios y reciban de ellos fuerzas naturales extraordinarias, como el poder sanador de la naturaleza y de los cuidadores de ella.
En el afuera, la primera muestra de hospitalidad ante los hobbits la ofrece el granjero Maggot (Tolkien, 2007, p. 199), un hobbit que vive en el campo y tiene perros feroces que defienden sus cultivos de los extraños. Este, junto a su esposa y sus animales, en lugar de atacarlos, los protege, les brinda tanto cobijo como alimento, y ayuda a Frodo, Sam y Pippin (Merry todavía no se ha unido al viaje) a partir seguros, lejos de las acechanzas de los Nazgûl (p. 125).
Después de pasar por la casa de Maggot, Frodo, Sam y Pippin son recibidos por Merry en Los Gamos, quien les ofrece refugio y alimento, incluso una tina para bañarse con agua caliente (p. 132) y, por supuesto, hoja de tabaco para fumar en pipa. La imagen del hobbit Merry es el símbolo de lo hogareño que acoge a los viajeros en medio del campo, en contraste con la guerra que se avecina. La hospitalidad brinda descanso, es una estancia para continuar con el cambio de espacios en la trama.
Una casa de hospitalidad es la de Tom Bombadil, quien, junto a su esposa Goldberry, ofrece refugio a los hobbits en el bosque viejo (Tolkien, 2007, p. 162). Dentro de la casa, se describe un cuarto bajo con un techo, paredes de piedra, cubierto con plantas verdes, que dan refugio a los hobbits (p. 163). En este lugar hay una fuerte interacción entre la naturaleza y la construcción hecha por los seres que allí habitan, donde son posibles los devenires y transformaciones. Tom Bombadil y Goldberry hablan a los hobbits de una mitología más antigua que estos desconocen, con ello los instruyen en un mapa histórico dentro de la lógica del relato, con lo cual amplían su relación con el mundo, no solo en el espacio geográfico, sino también en la historia. De modo que este pasaje muestra una profunda dimensión que tiene la hospitalidad para Tolkien. No solo consiste en brindar cobijo y alimento a los viajeros, también en el arte de contar historias, entretener, enseñar y advertir a los huéspedes, de abrazar con las palabras.
Otra gran casa de hospitalidad es Rivendel, donde abundan la música, los libros y las leyendas orales (p. 287). Esta ofrece a Frodo la posibilidad de recuperarse de la herida que le provocaron los Nazgûl, y allí se reencuentra con Gandalf y Bilbo, a quien no veía desde hacía nueve años. Rivendel es un territorio seguro, custodiado por las armas y los hechizos de los elfos, donde el herido puede sentirse seguro. Cuando Frodo se recupera, puede disfrutar de la comida y la bebida, de la música y también de un elemento indispensable para Tolkien de la hospitalidad y el bienestar: el escuchar y contar historias (story-telling) (p. 293). Esta fortaleza élfica no solo acoge a Frodo, sino también a los peregrinos que llegan para congregarse en torno al concilio de Elrond, donde se explica el sentido de los acontecimientos que viven los hobbits, con lo cual se aclara su comprensión del mundoy se decide la destrucción del anillo. Aquí se conforma la comunidad del anillo que tiene como misión destruir la joya de Sauron (p. 354).
Otra casa de hospitalidad es Lothlórien. Al comienzo, se presenta como un ambiente hostil, en especial por su oposición a recibir al enano Gimli entre los viajeros (p. 447). Pero después, al ser aceptado Gimli por la insistente solidaridad de sus compañeros de camino, se transforma en una casa de consolación para la comunidad que ha perdido a Gandalf y necesita recuperarse de las heridas para continuar su camino. Lórien marca un contraste con Moria, caverna mencionada en el capítulo anterior. Aquel es un bosque cerrado, pero lleno de luz, rodeado de aguas y belleza. La dama Galadriel ofrece a los viajeros regalos que les permiten seguir su camino hasta finalizar la misión, entre los que se cuentan los mantos para protegerlos del frío y el pan de lembas para fortalecerse. Lothlórien es un refugio y un alimento que se expande a lo largo del viaje, una forma de hospitalidad que continúa luego de que los viajeros salen de allí.
En Las dos torres, una vez hecha la liberación de Théoden, Edoras se transforma en un espacio de hospitalidad. Allí, la muestra de agradecimiento por parte del rey es regalarle a Gandalf el caballo gris de la raza de Valinor, Shadowfax (p. 681). A los acompañantes del mago se les ofrece refugio y alimento, y la posibilidad de descansar para continuar buscando a los hobbits. Theóden los llama “my guests”, y con ello les da un estatus de acogida en su reino. Como señal de bienvenida les da los cascos, escudos y pertrechos que deseen (p. 682). Al comienzo, este lugar se muestra hostil a los viajeros. La clave para entender si se es hospitalario o no es el estatus de amigos o enemigos de la casa.
Una casa de suma protección es el Abismo de Helm (p. 687). Este refugio alberga al pueblo de Rohan ante el ataque de Saruman. La batalla que allí acontece es descrita bajo una tormenta (p. 694). De modo que protege del peligro militar, pero también del natural. Este es un espacio de protección y misericordia, donde se mantiene encendido el fuego de la esperanza en medio de la guerra.
Otro lugar de hospitalidad es Fangorn, pero también lo es de intemperie. La hospitalidad del bosque les hace percibir a Merry y a Pippin que la intemperie puede ser también una casa cósmica. El bosque de Fangorn, imagen de una intemperie hostil a los extraños, como se demuestra con su avance para destruir Isengard, se convierte en un lugar hospitalario para los hobbits perdidos (p. 601). Ellos aprenden allí que la apertura y la cerrazón conllevan claros de bosque, lugar del devenir y la transformación. Este bosque primario, natural y milenario, que conserva la memoria de una mitología que muchos humanos y seres vivientes de la Tierra Media ahora desconocen, hace sentir a los personajes que los lugares que transitan los anteceden y que siempre hay una historia más antigua, la cual da sentido al paso por la tierra (p. 519). La intemperie también protege.
Pero la hospitalidad no sólo la ofrecen personajes que detentan casas, bosques o castillos. Frodo y Sam en su viaje a Mordor también son hospitalarios, aunque no tengan recursos. Esto sucede cuando incorporan a Gollum a su peregrinaje para que los guíe, incluso le ofrecen lembas como alimento (p. 813). Este, sin embargo, rechaza el pan de los elfos y se dispone a la cacería de conejos tanto para su alimentación como para la de la los hobbits (p. 853), de manera que responde a la hospitalidad con el aporte de recursos.
Frodo y Sam son acogidos (y capturados) por Faramir, bajo una figura de hospitalidad ambigua. Este los toma prisioneros en la intemperie y los lleva presos a un refugio, pero también los alimenta y les da protección (p. 884). Además, quiere cazar a Gollum y es tentado por el anillo. Desde la perspectiva de Tolkien, lo que podría ser entendido como una tragedia, culmina ayudando para bien a los caminantes. Aquí se evidencia el rito del partir el pan como la expansión de casa, aunque esta se encuentre lejos de los palacios de Gondor, y sea una integración tanto de agua como de roca, con cobijo y fuego.
Cuando Frodo, Sam y Gollum se adentran en las escaleras de Cirith Ungol, logran alimentarse con los insumos que les da Faramir y cuentan historias, incluso ríen (p. 932). Esta podría considerarse la última cena juntos, antes de separarse completamente de Gollum, quien cumple la función de traidor.
Como en el caso de Faramir, aparecen personajes que, con casa o sin esta, son hospitalarios. Es el caso de Aragorn, en quien la hospitalidad en la intemperie se da en forma de guía. Él acompaña a los hobbits hasta Rivendel, por encargo de Gandalf. Su cuidado consiste en proveer alimentación durante el trayecto y, cuando Frodo es apuñalado por los Nazgûl, lo cura con plantas silvestres (p. 259). La intemperie, cuando es hospitalaria o hay seres hospitalarios en ella, ofrece la herida, pero también la curación. El peligro que ofrecen los seres desconocidos puede ser mitigado por seres o elementos que se hallan en el reino del afuera.
En El retorno del rey aparece Minas Tirith como una casa amenazada (p. 978), una ciudad que pide ayuda. Una de las primeras imágenes que ve Pippin cuando llega es la de las almenaras (p. 978). Estas han de ser encendidas para que Rohan acuda en favor de sus vecinos. Esta casa, a pesar de la belleza, marca siempre la apertura, la grieta y la necesidad. Es un espacio que, en lugar de ofrecer ayuda, clama por ella. La historia de Tolkien se enfoca en mostrar cómo la ciudad puede ser auxiliada por otros, por Gandalf, por Rohan y por el rey venidero, Aragorn. El lugar de auxilio necesita de la ayuda de otros pueblos.
Sin embargo, Minas Tirith, también es hospitalaria. La hospitalidad que ofrece Denethor a Gandalf y a Pippin es escasa, pero suficiente para sustentarlos. Cuando ellos llegan a la ciudad para auxiliarla, son auxiliados también. Se les ofrece un escaso alimento (p. 990). Pero el guardia Beregond es quien se muestra más hospitalario. Ofrece alimento y cobijo para Shadowfax, el caballo de Gandalf, en los establos reales (p. 997), y le brinda cariño.
Desde la perspectiva de Tolkien, a pesar de la escasez, la marca para identificar a los personajes buenos es la hospitalidad.
Después de la batalla a las puertas de Minas Tirith y de la desaparición de Denethor, la ciudad se convierte en un refugio hospitalario. Tolkien dedica un capítulo a describir las casas de sanación (p. 1123) y el modo en que los héroes heridos son curados, entre ellos Merry, Éowyn y Faramir, heridos en batalla. Aragorn, previo a coronarse rey, se da a conocer porque es quien sana con las plantas de la intemperie. Desde la perspectiva de Tolkien, el rey y su ciudad se muestran como el espacio donde se curan los enfermos. También allí llegarán Frodo y Sam a reponerse de sus heridas, después de haber cumplido con la misión en El monte del destino.
La Comarca, que al comienzo era la imagen segura de la casa y que funcionaba como ese espacio emocional de libertad, hacia el final de El retorno del rey se presenta como un territorio saqueado (p. 1307). Aquí pinta Tolkien un escenario de posguerra en el que el proceso de industrialización tabacalera aplasta la concepción idílica del campesino del comienzo de la obra. Saruman, a quien Gandalf dejó marchar en Las dos torres, se ha apoderado de la zona y ha esclavizado a los hobbits a producir hoja de tabaco. Ahora, la misión de los hobbits que estuvieron en la guerra es limpiar su casa y volver a transformarla en un lugar de refugio. Esto lo logran con la ayuda del viejo Cotton y de otros campesinos, y se adentran en la reconstrucción de la casa como símbolo de la reconstrucción del habitar el espacio después de una guerra.
La Comida Y Los Insumos
La casa es el lugar donde se parte el pan, donde se cuece y se come. De allí que la comida sea un elemento indispensable para comprender la dimensión del hogar y del refugio. El compartir la comida, el partir el pan es liturgia de encuentro y acogida, aún en medio de la desconfianza, y teje una amistad que se purifica en el fuego. En palabras de Hugo Mujica:
Un partir el pan que abre los corazones, que nos permite sondearlos; un hacerse eco de las risas de unos y callar la gravedad de otros y, así, adentrarse, en la mutua confianza festiva de una mesa extendida, en los corazones abiertos, abiertos y entregados, receptivos y expresivos, a través de esas risas o esas gravedades, de esos días y esas noches. (2008, p. 24).
Tolkien describe a los hobbits como seres con costumbres hogareñas (2007, p. 2). Desde el inicio de El señor de los anillos se mencionan sus particulares gustos: “A laugh they did, and eat, and drink, often and heartily, being fond of simple jests at all times, and of six meals a day (when they could get them)” (p. 2). Dentro de las descripciones se acentúa su interés por la buena comida, se menciona el “buen vino” tomado de los viejos viñedos (p. 89) y se describe su gusto por el tabaco. En el prólogo con que se abre La comunidad del anillo, Tolkien dedica un capítulo entero a la descripción del tipo de tabaco y del modo de fumar de los hobbits (pp. 10-11).
Una descripción de la comida de la comarca se da en The prancing Pony, donde los hobbits se refugian (p. 195). El señor Butterbur, dueño de la posada, ofrece habitaciones a los hobbits y alimentos, entre los que se destacan las preparaciones de la ciudad de Bree: “There was a hot soup, cold meats, a blackberry tart, new loaves, slabs of butter, and half a ripe cheese” (p. 201).
A lo largo de la novela se mencionan momentos en que los personajes se detienen y reciben alimentos por parte de sus hospedadores, o las hallan como celebración de un festín en medio de la guerra. Se destacan, por ejemplo, los insumos que aparecen en las ruinas de Isengard, cuando la comunidad se encuentra con Merry y Pippin, después de que estos participaran de la derrota de Saruman (p. 731). Los hobbits reciben a sus amigos con la mejor comida de los graneros de Saruman: cerdo salado, miel y mantequilla, vino, cerveza, y hoja de tabaco. Ante las ruinas de Orthanc, la comunidad se reúne en torno a la mesa en una torre en ruinas a contar las historias de su periplo, pues la narrativa, el contar y el cantar construyen la amistad. Después fuman en silencio, espacio que disfrutan con hondura quienes están juntos.
En Minas Tirith, antes de la llegada de Aragorn, hay una muestra de hospitalidad mezquina por parte de Denethor ante Gandalf y a Pippin, a quienes ofrece unos frugales alimentos. Pero cuando el hobbit juramenta como paje del rey, recibe una gran cena en bandejas de plata y torta blanca, bajo la condición de que cuente sus historias al rey y le demuestre qué ha pasado con su hijo Boromir (p. 991).
En el trayecto de Frodo y Sam rumbo a Mordor hay pocas ocasiones de una comida satisfactoria, ya que es una tierra desierta. En uno de los tramos, junto a una floresta, Gollum caza dos conejos, y Sam los prepara con las recetas de la Comarca y la caja de especias que lleva consigo para adobarlos (p. 853). Con esto no solo se evidencia el valor de comer juntos como señal de amistad, sino, ante todo, el cocinar para otros en situaciones de penuria. Pero este momento de intimidad en torno a la comida es interrumpido por los vigías de Faramir, de modo que los viajeros son llevados prisioneros, sin poder disfrutar a plenitud de su mesa en la intemperie (p. 860). Junto a Faramir también se come, entre dudas y desconfianza. Ante los acantilados, Faramir les ofrece un vino amarillo, pan con mantequilla, carnes saladas, frutas secas y queso rojo (p. 884). La comida trae la sensación de hogar, aún bajo amenaza.
En la medida en que se adentran los personajes a Mordor, se descubre una de las preocupaciones fundamentales de la novela de Tolkien: la escasez. Si al inicio del libro hay abundancia de comida, hacia el final, mengua hasta acabarse. Ya desde Las dos torres se describe cómo a Sam le preocupa la comida para el viaje de regreso (p. 852). En su caminar se hacen cada vez más escasas las fuentes de agua y se desciende a la plenitud del hambre (p. 913 y p. 1203). Anhelan y recuerdan la comida de la comarca, el sabor de las fresas en primavera y la pipa con tabaco, pero no tienen cómo abastecerse (p. 915). Así van del bosque y las montañas al desierto, y se encuentran con la hostilidad de Mordor, territorio de hambre y vigilancia. Los hobbits saben que no tienen comida para regresar y que probablemente van a morir de hambre en el intento: “There could be no return” (p. 1221).
Cuando se da el giro narrativo y los hobbits logran destruir el anillo, la obra culmina con muestras de festines y celebración, con una hospitalidad generosa, después de que se ha vencido a Sauron. El narrador dedica páginas a la descripción del reencuentro, a la sanación de los heridos, a la comida y la bebida, a las bodas como muestra de victoria (p. 1251). En el camino de regreso, hallan hospitalidad en Rivendel (p. 1301), también en The Prancing Pony (p. 1305) y esperan celebrar en la comarca. Después de vencer la oposición de quienes se apoderaron de su tierra, los personajes vuelven a reconstruir sus casas, y a celebrar el placer de la comida, la be bida, la pipa y el contar historias junto al fuego (p. 1337). En esta reconstrucción de la comarca se esparcen las semillas que dio Galadriel a Sam y en medio de Hobbiton crece un árbol de Lothlórien que conserva la memoria de Valinor, la casa de los Valar y de muchos Elfos (p. 1339).
Conclusiones
Hemos podido observar que la tríada de casa, intemperie y hospitalidad ocupa un lugar central en la trama de El señor de los anillos. Tolkien, un gran arquitecto narrativo, describe los hogares fundidos en espacios naturales como casas en las que los habitantes y los huéspedes devienen naturaleza, se vinculan a los elementos del entorno y potencian su creatividad. Estos personajes, aún en medio de las amenazas de la guerra, y de la hostilidad de enemigos ocultos y ojos vigilantes, logran acoger a viajeros y les brindan la posibilidad de avanzar poco a poco hacia el cumplimiento de sus objetivos. En el fondo, la hospitalidad permite que la trama avance y que la Tierra Media sea salvada de los intentos de la oscuridad por destruirla. Tal hospitalidad expande la casa de los hospedadores y hace sentir en el hogar a los huéspedes, mediante el recurso a la comida, la acogida, el fuego, el contar historias, las dádivas y regalos; además, transforma los parajes de la Tierra Media en un hogar de seres que pueden devenir con la naturaleza y celebrar la vida