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Revista Reflexiones
On-line version ISSN 1659-2859Print version ISSN 1021-1209
Reflexiones vol.93 n.1 San Pedro de Montes de Oca Jan./Jun. 2014
De Sur a Norte: barrio y clase en La Ultra Morada
From South to North: class and neighborhood in La Ultra Morada
*Dirección para correspondencia:
Resumen
Este ensayo explora algunas dinámicas desarrolladas por La Ultra Morada (Barra organizada de aficionados, fundamentalmente jóvenes, seguidores del Deportivo Saprissa, creada en abril de 1995), las cuales hacen referencia a la organización-estructuración de esta. Además, otras dos dimensiones importantes en este colectivo juvenil son retomadas; a saber, la condición barrial y cierta especificidad clasista: permeadas por juegos hedónicos y lúdicos. Los y las jóvenes integrantes de la barra no renuncian a la crítica y reflexión de sus cotidianidades; al contrario, las referencias al barrio y a la diferenciada posición material perfilan la construcción de subjetividades reflexivas desde posicionamientos extáticos.
De igual forma, es importante señalar que el trabajo de campo del cual se desprende este artículo se realizó de 2003 a 2006 (como parte de una investigación modalidad tesis intitulada: “Entre cánticos y graderías: la construcción de un colectivo juvenil del ámbito futbolístico costarricense. El caso de La Ultra Morada”), lo cual pudiera implicar que muchas de las dinámicas del colectivo juvenil aquí descritas y reflexionadas se hayan “resignificado” o bien, tomado matices diferenciados.
Palabras clave: barras de fútbol, colectivos juveniles, Ultra Morada, clase, barrio, hedonismo, organización.
Abstract
This paper explores some dynamics developed by La Ultra Morada (group amateur organized mostly younger supporters of Deportivo Saprissa, created in April 1995), which refer to the organization, structuring it. Also, two other important dimensions in this youth group, namely, the condition of neighborhood and some class specificity. Permeated by hedonic games and playful, the young members and do not give up their criticism and reflection of their daily, on the contrary, the references to the neighborhood and the differentiated economic position, outlined the construction of reflexive subjectivities from ecstasy positions and vice versa.
Finally, it is important to note that the field which follows this article, was conducted from 2003 to 2006 (as part of a research thesis form entitled: "Between songs and stands: the construction of a youth group of Costa Rican football field's. The case of La Ultra Morada"), which could mean that many of the dynamics of the youth group and reflected described here are either re meaning, taken nuances differentiated.
Keywords: football soccer’s followers, youth groups, Ultra Morada, class, neighborhood, hedonism, organization.
Introducción
El presente ensayo intenta acercarse a la realidad vivida por un conjunto de jóvenes pertenecientes a La Ultra Morada en un tiempo específico (del 2003 al 2006). Se rescatan dos elementos fundamentales en la interacción cotidiana de esta agrupación: la condición de clase y la trascendencia de lo barrial dentro del colectivo juvenil.
Ambos componentes (la clase y lo barrial) establecen ciertas rupturas y contradicciones con la imagen de grupo homogéneo y sin conflictos internos que, quizás, proyecta el colectivo juvenil con sus cánticos y dinámicas dentro de las graderías de los estadios de fútbol en Costa Rica. De esta manera, los y las jóvenes de la barra lejos de expresar ideas, dinámicas y perspectivas similares, manifiestan una postura crítica hacia afuera, pero también hacia adentro. El colectivo posee un carácter heterogéneo: factores como la diferenciada conciencia de clase de los jóvenes que lo integran y su heterogénea procedencia geográfica-barrial perfilan diversas lógicas que alejan la posibilidad de monocaracterizaciones y, consecuentemente, las muy instrumentalizadas generalizaciones evocadas, fundamentalmente, desde los medios de comunicación.
Es importante acotar que La Ultra se divide en Peñas. Las Peñas son subagrupaciones desprendidas de la dirigencia central de La Ultra Morada, una especie de descentralización de la agrupación original. Esta subdivisión se debe, según conversaciones informales con dirigentes de La Ultra, a la magnitud demográfica alcanzada por el colectivo juvenil, lo cual, según ellos, hizo necesaria la delegación de obligaciones en otras figuras de líderes alternativos, los cuales, en teoría, deberían de respetar las disposiciones generales de la dirigencia central
Para la investigación de la cual se desprende este texto, se realizó un abordaje cualitativo con la implementación de un trabajo de campo etnográfico: un convivio intenso con los y las integrantes de La Ultra Morada y demás actores interpelados. En este sentido, se realizaron algunas entrevistas y diversas jornadas de observación participante en distintos escenarios y contextos, como estadios del fútbol nacional, fiestas y reuniones de las peñas en los distintos barrios (Los Guido, Desamparados, Guararí, etc.), aunque también se acompañó a los y las jóvenes en muchos de sus desplazamientos (por ejemplo, el trayecto que sigue la agrupación cuando Saprissa juega en Alajuela; en esas ocasiones, un sector importante de La Ultra se reúne en los alrededores del Parque Morazán para, desde ahí, dirigirse al Estadio Alejandro Morera Soto, casa del equipo y barra archirrival, Liga Deportiva Alajuelense y La Doce).
De esta forma, como se mencionó arriba, este escrito intenta discutir sobre las dimensiones de clase y barrio construidas por los y las integrantes de La Ultra, esto es: ¿cómo se posiciona el barrio dentro de las controversias intersubjetivas del colectivo? ¿Qué significa el barrio para los integrantes de La Ultra Morada? y ¿qué tiene que ver el barrio con cierta alusión clasista prefigurada por las narrativas juveniles?
Colectivos Juveniles: algunos referentes conceptuales
Los colectivos juveniles (Reguillo, 2000) son agrupaciones en las cuales el joven confía su imagen, espacios donde se tiene la posibilidad de ejercer un nuevo anonimato con un sentido de identidad colectiva incorporado, donde se crea un sentido de pertenencia a algo que está restringido para muchos otros. En estas agrupaciones hay conciencia de grupo y la formación de su identidad se logra, en gran medida, por la negación del Otro (barras organizadas de otros clubes, policías y algunas instituciones encabezadas por adultos, en algunos momentos, el mismo Deportivo Saprissa S.A.). En otras palabras, el joven barrista se siente incorporado, respaldado y perteneciente al colectivo (Rodríguez, 2006).
Estos colectivos juveniles están incididos por la pasión, por la emotividad, que es otra cualidad importante en la conformación-consolidación de estas agrupaciones. Existe en estas asociaciones un principio de emotividad inherente que es el motor principal en la configuración-estructuración de estas barras; es decir, existe una lógica extática que anima, cada día, con fuerza renovada, al cuerpo social (Maffesoli, 1996). Lo hedónico es trascendental en estas agrupaciones, o en palabras de Michel Maffesoli (2001), la atracción apasionada, categoría que se expresa especialmente en las nuevas generaciones. Es ese principio de emotividad el que en última instancia mueve a los jóvenes a integrarse a estos grupos: una nueva sensibilidad/subjetividad emergente en estas corporalidades juveniles.
Este espíritu lúdico sugiere una especie de desintegración de lo individual que da paso a un renacimiento de lo colectivo. El desvanecimiento del individuo (en ciertos momentos de escenificaciones grupales) en un sujeto colectivo, en lo que Maffesoli (2006) llama la orgía, o siguiendo a los alquimistas, el glutinum mundi o pegamento universal. El colectivo juvenil afronta, en ocasiones, intereses colectivos más que individuales.
La puesta en escena o la espectacularización grupal en el estadio (la orgía) está impregnada de “instantes eternos”, como los entiende Michel Maffesoli (2001); son momentos cargados de pasión, llenos de sentido, los cuales son efímeros en su duración, pero que trascienden en la memoria, precisamente, por su relevancia.
En este punto, es necesario aclarar que estos colectivos juveniles están directamente relacionados no sólo con el fenómeno fútbol y con una identidad grupal específica, sino que se deben ver articulados con el entorno social, aquello que llamamos sociedad:
Un enorme artilugio que hace precisamente eso; “sociedad” es el nombre del acuerdo y la participación, pero también el poder que confiere dignidad a lo que se ha acordado y es compartido. La sociedad es ese poder porque, como la misma naturaleza, estaba aquí mucho antes de que cualquiera de nosotros llegara y seguirá aquí mucho después de que nosotros hayamos desaparecido (Bauman, 2001, 12).
El colectivo juvenil deviene de esa estructura superior, más aún, reproduce ciertos comportamientos de ese espacio sociocultural macro, ese tejido socio-histórico… sintetizando, ese correlato define ciertas posturas y conductas de los jóvenes, esto de ninguna manera aleja la posibilidad de la experimentación de situaciones contrapuestas a esa gran estructura social.
Se podría decir que se suscita una “negociación-tensión” (Reguillo, 2000) entre esa cultura dominante –la cual asigna papeles en la sociedad- y la perspectiva subjetiva de sujetos quienes llevan a cabo una internalización o introyección diferenciada de los esquemas culturales vigentes.
En otras palabras, al no haber espacio de desenvolvimiento en las capas adultas, y sus instituciones, y en consecuencia, alejada la posibilidad de identificación con éstas, el joven es seducido y atraído por la barra, hacia el colectivo juvenil, en este caso La Ultra Morada, creándose así, un sentido de pertenencia, el cual le es muy difícil de adquirir en las instituciones primarias de identificación.
En síntesis, uno de los elementos el cual hace que estos jóvenes integren este tipo de agrupaciones es la promesa de experimentación de placer (emociones), en la recreación y expresión colectiva de una identidad que los hace pertenecientes a un algo en lo cual pueden depositar su confianza y credibilidad. Así, la identidad se crea y se recrea en el colectivo juvenil, al permitir al individuo sentirse adscrito a algo, en donde fluyen, claro está, emociones y sentimientos, los cuales lejos de ahuyentar a la masa, la “encadena”, la nutre, la seduce, la atrae.
Ahora bien, la seducción y el hedonismo no son las únicas manifestaciones subjetivas de estos individuos; en las barras, como se verá, también hay disputas y contradicciones (algunas lúdicas y otras no tanto) las cuales posibilitan pensar en sujetos reflexivos y críticos que no se agotan en una experimentación extática de sus vivencias. La organización y estructuración de La Ultra nos dice mucho al respecto.
Organización y estructuración de La Ultra Morada
La estructura jerárquica de La Ultra Morada, para el momento de la investigación, estaba conformada por un líder general y un conjunto de sublíderes que son los dirigentes de las peñas.
“Siempre, siempre hay un capo, que es el que habla, el que rinde cuentas; habladas y mentiras de la prensa, entonces se necesita a alguien que siempre esté al frente de todo, tal como nosotros somos líderes de un grupo, tenemos que estar al frente de nuestro grupo” (Maki, líder de Los Verdugos, comunicación personal, 17 de mayo, 2005).
Esta perspectiva sobre el liderazgo es tomada de una estructura mayor: la sociedad. En efecto, el comportamiento dirigencial del colectivo juvenil tiene su respaldo práctico en el mismo sistema social, el cual está estructurado con base en jerarquías y sus consecuentes cuotas de poder subyacentes.
Además de este corpus dirigencial básico (líder general y líderes de peñas), existía otro conjunto de muchachos o dirigentes alrededor de este líder general. La metáfora aplicable en este caso es la de la antigua orden de caballería; diríamos entonces que son ocho los “caballeros”, quienes, en teoría, brindan un apoyo incondicional al rey (líder general de la barra); siete de esos caballeros provienen de las tierras del norte (Los del Norte: sectores ubicados al norte de la ciudad capital, por ejemplo: Guadalupe, San Pedro, Moravia, Tibás, etc., con un nivel económico estable -clase media y alta-. Es importante acotar que dentro de este grupo de “Los del Norte”, existen peñas como “Los de Abajo”, “Los de San Pedro”, “Los de Tibás” y otras más, que juntas conforman la llamada “gente del norte”), mientras que uno de ellos proviene de los suburbios de las tierras del sur (Los del Sur: sectores ubicados al sur de la ciudad capital, son los denominados barrios del sur, por ejemplo: Sagrada Familia, Paso Ancho, Hatillos, San Sebastián, etc. Al igual que la gente del norte, esta gente del sur esta conformada por distintas peñas como “Los de Paso Ancho”, “Los de Desampa”, “Los de Hatillo”, “Los de San Rafa”, y otras más). De esta manera, la mesa redonda del “Rey” está completa. En un escalafón más abajo en la torre jerárquica se encuentran los líderes de peñas, quienes serían, respetando el margen literario de la metáfora precedente, los escuderos y, aún más abajo de estos, se ubican el resto de integrantes de La Ultra o bien, los vasallos del reino imaginario recién descrito.
Estos dirigentes o “caballeros de la mesa redonda” tenían, al momento del trabajo de campo etnográfico, responsabilidades ineludibles que devienen de la trascendencia del puesto que desempeñan, se encargan, entre otras cosas, de organizar, a veces con semanas de anticipación, cada una de las actividades de la barra durante los encuentros futbolísticos en que participa su equipo; velar por la seguridad de sus subalternos en los momentos del partido; actuar con autoridad en momentos de desatención o explosión hedónica colectiva; y, en teoría, resguardar y servir de soporte al líder soberano de la agrupación; es decir, reproducir el sistema de dominación.
Estos “caballeros” se ubicaban en las graderías de los estadios, alrededor del líder general, que en aquel tiempo era Marco Sánchez, de la misma manera que los escuderos o líderes de peñas y más periféricamente los vasallos o demás integrantes del colectivo. Con esto se quiere recalcar la intrínseca tendencia jerárquica expresada en la misma distribución simbólica espacial a lo interno de La Ultra Morada, como lo establece Balandier (1969): “el poder político organiza la dominación legítima y la subordinación y crea una jerarquía que le pertenece. Es sobre todo una desigualdad más fundamental lo que expresa “oficialmente”: la que la estratificación social y el sistema de las clases sociales establecen entre los individuos y los grupos”.
El poder está representado por esta pequeña cúpula a la cual se ha denominado metafóricamente “la mesa redonda”, aunque pequeñas cuotas de este se viertan, a manera de descentralización, sobre los líderes de peñas.
Clasismo y conflicto dentro de La Ultra
Uno de esos ocho dirigentes era el representante de los barrios del sur de la capital de nuestro país y, a su vez, era el líder de la peña de “Los del Sur”, el grupo más numeroso de La Ultra Morada.
“Eso es como una empresa, hay un líder o presidente, el cual está respaldado por un grupo de líderes o directivos como lo llaman en el periódico, realmente no hay una junta directiva específica… Ese es el líder absoluto de la barra, esa es una voz de mando. Igual hay que llegar a consenso porque no es que se hace lo que él dice, sino que se hace lo mejor para el grupo y nosotros le transmitimos eso a los demás, o sea, la voz de mando es de varias personas: de Marco en primer lugar y de la contra que sería yo en este momento, o sea la contra, el que le pone hincapié a Marco. Con el pasar de los años, mi persona ha tomado mucho liderazgo, mucho poder en la barra… más que todo por el grupo al cual dirijo que se podría llamar la mitad de La Ultra… “Los del Sur”… es una zona muy extensa… desde Pavas hasta Curridabat. Estos muchachos tienen una línea de pensamiento un poco parecida a la mía, no igual, pero un poco parecida, por ahí va la cosa. Una línea de pensamiento de que las cosas son o no son. Por ejemplo, Marco está dirigiendo la barra y alguien amigo o casi que desconocido de él, no le gusta algo que él está haciendo o como lo está haciendo y es un poco blando con las cosas; no quiero decir que sea malo, nada más quiero decir que no es mi línea de pensamiento… y yo soy diferente… las cosas son como yo digo porque tengo un grupo de muchachos que me está respaldando para hacer ciertas cosas” (Pibe, líder de Los del Sur, comunicación personal, 6 de junio de 2005).
Este testimonio expresa, para el momento del trabajo de campo, una especie de fraccionamiento dentro de La Ultra Morada, a saber, el “Sur” versus el “Norte”, con dos actores principales que serían “Pibe” y Marco Sánchez respectivamente. Segundo, existe una especie de respaldo colectivo en las palabras de “Pibe”, pareciera que su poder dentro de la agrupación está concedido por la magnitud demográfica reflejada en los integrantes del colectivo juvenil provenientes de las zonas más desprotegidas en términos económicos y sociales de la ciudad capital. Tercero, las palabras de este joven son fehacientes a la hora de ubicar el contrapeso del poder del líder general en su persona, a pesar de que reconoce la vigencia jerárquica del primero. Por último, queda la sensación de una dinámica de concertación interna en la agrupación; es decir, las decisiones sobre qué hacer o qué no hacer ante determinada situación no son tomadas unilateralmente, sino que existe un proceso de disertación colectiva que precede a cualquier decisión grupal. Sin embargo, existe una especie de autoritarismo en la expresión “las cosas son como yo digo”, a pesar de ser una situación que él mismo censura por su supuesta inconveniencia para el desenvolvimiento de la barra.
Las palabras del joven expresan cierto concepto de democracia que se torna ambiguo. En primera instancia, el líder general no debe expresar su poder autoritariamente, sino que debe de tratar de concertar con su grupo de “caballeros”, para que las decisiones sean las más pertinentes para la barra y sus integrantes, lo cual agregaría una cuota de participación a ese régimen democrático; sin embargo, su discurso está cargado de expresiones autoritarias. Parece haber un doble juego, el cual se resume en la emergencia de una lucha por el poder.
Existía, entonces, por aquel tiempo, una especie de disidencia dentro de La Ultra Morada, y esto obedece, precisamente, a esa relación entre el líder general y el líder de “Los del Sur”:
“Entonces, si eso es lo que el pueblo está pidiendo, si eso es lo que la gente que estoy dirigiendo está pidiendo, diay, tengo que ser condescendiente con ellos, en cambio Marco es diferente… él es más condescendiente con los policías o con los dirigentes que con los que está dirigiendo y eso ha llevado un poco a bajarle el “raiting” diría yo, en la barra. Es un buen dirigente, lo que pasa es que le está cayendo mal a mucha gente… por la línea de pensamiento… quizás por el sector donde él vive, donde ha vivido toda la vida, no tiene la cultura que tenemos los que vivimos del otro lado de la ciudad de que hay cosas que son delito y hay cosas que no, o sea, tomarme una cerveza enfrente de una escuela eso sí está mal hecho, pero tomarme una cerveza en un bus que vamos en una excursión para Sámara, no está mal hecho, entonces ¿por qué un policía me la tiene que decomisar?, ¿por qué un policía se tiene que subir a un bus?, ¡no! (…)” (Pibe, líder de Los del Sur, comunicación personal, 6 de junio, 2005).
“Pibe” establece una diferenciación entre ese “Nosotros” sureños y ese “Ellos” norteños. No es una diferenciación superficial; es decir, “Ellos” son más condescendientes con la policía y “Nosotros” no; más bien, pareciera ser una discrepancia de clase: un “Nosotros” desprotegidos, excluidos, pobres, etc., y ese “Ellos” protegidos, incluidos, adinerados. “Pibe” entonces, según estos testimonios, representaría al líder del pueblo o de la clase popular, Marco, por su parte estaría en el otro lado de la acera, en una disputa que pareciera ser clasista. Este joven hace alusión a su propia condición de clase y la de sus dirigidos, mientras que mira al dirigente general como el portavoz de la clase social contraria.
“Algunos me ven como alguien muy positivo en la barra, como alguien muy importante, pero hay gente, que igual, discrepa mucho de lo que uno hace, tal vez es la forma de ser de ellos, más a los problemas, más a la violencia, pero como le digo, el mando lo he llevado yo, o sea, siempre he tenido problemas durante casi 7 años de estar dirigiendo la barra con esas personas, siempre llegan y te piden tu entrada, te compran la entrada, igual piden, exigen, reclaman, te comen, pero igual son parte del montón, (…) yo he tenido muchos problemas con mucha gente, la misma barra, la misma organización por mi forma de ser, por mi forma de pensar, por mi forma de ver las cosas, me he echado mucha gente encima (…)” (Marco, líder general de La Ultra Morada, comunicación personal, 25 de mayo, 2004).
Para Marcos Sánchez, las discrepancias con su función provienen de un grupo más inclinado hacia una línea que tiene como eje principal la violencia, esa forma de ser, según las palabras del líder, es la culpable de las disidencias que se presentan a lo interno del grupo. La discursiva del dirigente parece tomar matices políticos también: en un régimen democrático la “mayoría” es la que tiene la posibilidad de elegir, aunque una “minoría” quede descontenta.
Dicha discursiva política parece legitimar el papel de liderazgo de Marco Sánchez dentro de La Ultra Morada, la cual es validada desde un marco más grande: la sociedad:
La estratificación social se aprehende como un sistema esencialmente dinámico; aparece una correlación verificable entre la amplitud de las desigualdades que mantiene y la intensidad de los dinamismos internos de la sociedad de la cual es el armazón. Esta constatación explica por razón de las características que parecen contradictorias, pero que toda estratificación posee. Es un instrumento de cohesión social, instaurando unas jerarquías, un orden, refiriéndose a los valores fundamentales y a las “ideas” que los justifican. Pero ella se define, sin embargo, por las rupturas que establecen entre los individuos y los grupos sociales desiguales. Por ella se mantienen y se reproducen la explotación económica y la dominación política. En este sentido asegura la organización de los intereses antagónicos y es generadora de antagonismos. La lucha de clases es la forma extrema que éstos toman (Balandier, 1975, p. 126-127).
Si bien la estratificación pareciera ser vital para el ordenamiento social (de corte funcionalista), no excluye la posibilidad de conflicto social, engendrado por la misma desigualdad en la canalización del poder. La estratificación, entonces, asegura la conciliación de intereses disímiles, pero, y a su vez su contradicción más irrenunciable, los reproduce. La apreciación de Balandier esquematiza ese modelo que se observa en el colectivo juvenil.
Del conflicto ideológico a la agresión física
Las divergencias ideológicas y de clase dentro de La Ultra, en ciertas ocasiones, han traspasado el debate, para reproducir, según los testimonios, comportamientos tendientes a la confrontación física entre los sectores del Norte y del Sur de La Ultra Morada:
“Hay gente del Sur que conocen al “Pibe” como líder de La Ultra y no a Marco y la vara no es así. Hubo un tiempo hace dos o un año que la gente del sur se quería agarrar con nosotros con la gente de Los de Abajo por el dominio de La Ultra (…) Por cierto, hace poco ellos, ¡ellos diay!, ¡se van!, “Pibe” dice: “No, dejemos esta picha botada” y se fueron todos, y dejaron el hueco donde estaban ellos; o se iban y cantaban por otro lado en la norte, pero fue cuando Marco dijo: “No, no, si ahí llega una barra que no sea La Ultra en el otro sector, vamos y los vergaseamos”, porque nada tenían que estar yendo ahí a la norte (gradería)… obviamente todo el mundo está en contra de los sureños porque son los que han llegado a cagarse en la barra, diay, solo delincuentes llegan ahí del sur, Dios guarde irse en un bus con ellos a Chepe porque es un desmadre… Ahora están más unidos (“Pibe” y Marcos, los dos bloques de poder) que antes, pero uno sabe que es hipócritamente…” (Martín, miembro de Los de Abajo, comunicación personal, 18 de mayo, 2005).
La lucha por poder parece ser un fenómeno que atraviesa la conformación misma de La Ultra. Esto demuestra una especie de fraccionamiento en la organización jerárquica de la barra; por un lado, un líder de las clases populares y; por otro, un líder que cuenta con el apoyo de una clase económicamente estable, que a su vez, para el momento del trabajo de campo recibía el apoyo institucional del Deportivo Saprissa. Esto demuestra una especie de intervención formal, por parte del club, a lo interno de la barra, el cual, reformula la propia estructuración del colectivo juvenil. Sin embargo, pareciera existir un interés por conservar las respectivas cuotas de poder, de ahí la “fingida” o “hipócrita paz” –según “Martín”- que en ese momento se vivían en la agrupación.
En este testimonio de “Martín”, se puede apreciar cómo se tejen diferentes solidaridades dependiendo de la filiación de clase. Los Ultras del Sur se agruparán ante determinado conflicto interno para luchar contra los intereses de los Ultras del Norte. Además, las palabras de este actor denotan una visión prejuiciada en torno al comportamiento social de las personas provenientes de los barrios del sur de la ciudad capital, la connotación de “delincuentes” da la apariencia de una estigmatización interna devenida por una condición inherente, casi biológica o darwiniana, de la delincuencia en los sectores del sur.
Sabemos entonces que la “mesa redonda” de La Ultra Morada está conformada por ocho “caballeros” y un “rey” (aunque pareciera emerger paulatinamente una especie de virreinato); de estos ocho “caballeros”, siete son de los sectores del norte y solamente “Pibe” (virrey emergente) procede del sur, precisamente, el líder de los sectores sureños de la capital y el estandarte, junto con Marco Sánchez, de la disputa clasista de la que se ha venido haciendo referencia.
De esta forma, la figura de “Pibe” fue tomando mucha fuerza a lo interno de la agrupación (al punto de convertirse años después y según conversaciones informales con integrantes de la barra, en líder general, por encima de Marco Sánchez), la cual no poseía años atrás; uno podría pensar que esto se debe, en primer lugar, a la oposición que este actor manifiesta hacia la dirigencia general de la barra, específicamente, hacia Marco Sánchez, o también podría pensarse que esa ascendencia jerárquica obedece a la posición de líder generalísimo de “Los del Sur”, grupo demográficamente importante dentro de La Ultra que brinda un respaldo a la figura de líder que ejerce “Pibe”. Ambas parecen ser razones que justificarían la posición privilegiada de “Pibe”. Sin embargo, estas apreciaciones dejan de lado la posibilidad de maniobras “invisibles” de la cúpula (rey y demás caballeros a excepción de “Pibe”) que pudieron también operar en ese ascenso plebeyo; entonces, resulta sugerente preguntarse si esa integración paulatina de “Pibe” en la dirigencia central de la barra, ¿obedece a una política específica por parte de los del norte (entre ellos Marco Sánchez) para mantener su poder sin brotes de violencia interna que de alguna manera desestabilizarían la “paz” –o más bien el rango- de ciertas figuras de autoridad?
El testimonio de este oficial de policía es sugerente al respecto:
“Es por lo mismo de poder… porque yo no sé si vos has visto que Marcos con su grupito sale al extranjero, Alarcón [Gerente del Saprissa en aquel momento] les consigue los pasajes, y todo eso, no totalmente pienso yo, seguro un porcentaje les ayuda para que La Ultra vaya a Honduras, vaya a Estados Unidos a apoyar a Saprissa, y entonces me imagino que de ahí es donde viene el poder, que los líderes... “¿Por qué sólo Marcos y nosotros no vamos?”, entonces me imagino que ellos ahí; y también darse a conocer ellos, porque Marcos es el único que sale en la prensa, Marcos aquí, Marcos allá, es el único que llaman y ellos se sienten mal (…)” (Teniente de la Unidad de Intervención Policial, comunicación personal, 26 de abril, 2005).
Las voces oficiales, como vemos, están enteradas de esa ruptura que se da a lo interno del colectivo juvenil y parecen ser conscientes de esa diferenciación clasista y cierta hegemonía establecida por el líder general y sus inmediatos seguidores. Para el oficial de la UIP, la lógica operacional de la dirigencia de La Ultra adquiere matices pocos solidarios con el resto de integrantes de la barra, lo cual genera conflictos a nivel interno, al dar la apariencia de una democracia interna desgastada. Pareciera ser que la conflictividad se suscita por un vacío representativo; es decir, según lo externalizado por el oficial y otros testimonios anteriores de ultras, un porcentaje bastante representativo de La Ultra no se siente identificada con el tipo de liderazgo acaecido en la figura del líder general; por tanto, no se sienten representados por su líder. A su vez, los que en ese momento se encontraban alrededor de Marco Sánchez, a excepción de “Pibe”, no se hubiesen sentido representados con una eventual emergencia al poder de este último personaje, según lo referido por “Martín”.
“(…) tenemos ahí, la peña del sur, todo lo que es la peña del sur es totalmente violenta, o sea, no sé, cuál es, por qué son así ellos, tan violentos, no sé si es porque vienen de barrios marginales, que eso los hace a ellos, no sé, ser tan violentos, que son, desplazados, eso es lo único que yo pienso (…)” (Teniente de la Unidad de Intervención Policial, comunicación personal, 26 de abril, 2005).
Este fraccionamiento del que habla el oficial de la UIP adquiere un significado altamente relevante. Primero, la división que hace entre “pacíficos” y “violentos”: en la cual se da la impresión de que un grupo es el “culpable” de ciertas situaciones acontecidas en las que ha participado La Ultra Morada; es decir, no se descalifica a La Ultra Morada, sino a una parte de ésta, precisamente, los muchachos de zonas marginales y excluidas. No obstante, quizás lo fundamental es percatarse de ese juego policial de la búsqueda de la amenaza, al punto de ubicarlas en una especie de mapa social-geográfico y asociarlas inexorablemente con situaciones de desventaja socio-económicas. Es decir, pareciera que la lógica es “donde hay pobreza y miseria hay violencia”, al utilizar una irreflexiva ecuación que tiende a confinar a la escena de lo “delincuencial” las acciones de determinado grupo por su posición socioeconómica.
Esta formulación instrumentalista guarda estrecha relación con el imaginario representado por distintas esferas del aparataje social; es decir, los sectores policiales, o algunos de ellos, no son los únicos en manifestar este tipo de posturas económicamente deterministas, es bien conocido la relación que, por ejemplo, hacen los medios de comunicación, entre pobreza, delincuencia, violencia y en consecuencia, inseguridad.
La Ultra Morada no está excluida de ese modelo que ha servido para construir cartografías de exclusión; esto no significa que se esté obviando la relación existente entre conflicto social, situaciones de exclusión y marginalidad, no; pero sí hay que puntualizar en el hecho de que, en estos procesos, participa la sociedad entera y no existe grupo social que pueda abstraerse de estas situaciones.
El culpabilizar pareciera ser un ejercicio tentador cuando el culpabilizador se auto-sustrae de su propia cuota de participación en ese proceso excluyente. La violencia y la delincuencia no son condiciones que devienen monocausalmente, aunque efectivamente estén presentes en el colectivo juvenil.
“Mucha gente dice, piensa que La Ultra son todos maleantes y no, la dirección de La Ultra gracias a Dios es de gente culta (…) para manejar un grupo tenés que tener un grupo que mande, sea cual sea la necesidad, que sea el grupo que tome las decisiones, que vaya al frente en este caso que se encargue de todas las cosas, porque donde son 2.000-3.000 personas vos decís 1.000 personas pueden ayudar y hacer más grande, pero preferimos mantener ese grupo de control, para muchas cosas; sin ese grupo de control La Ultra no sería lo que es ahora, ni tendría el tamaño actual, ni habría alcanzado los logros que tiene (…) Con “Los del Sur” lo que pasa es son los que están más reacios al cambio, por su clase social (…)” (Hugo, miembro del grupo dirigencial de La Ultra Morada, comunicación personal, 17 de mayo, 2005).
Además de la visión elitista y etnocéntrica de “lo culto”, queda la impresión de un destino augurado como profecía para quienes dirigen la barra, casi una exaltación metafísica: “sin ese grupo de control, La Ultra no sería lo que es ahora”... “preferimos mantener ese grupo de control” decía Hugo en el anterior extracto: carácter autoritario ligado a una ideología patriarcal-hegemónica muy a la usanza de las contemporáneas sociedades neoliberales.
Estos colectivos juveniles a pesar de que son vistos como disonantes y contrastantes en relación con la sociedad hegemónica (fundamentalmente, por los medios de comunicación y ciertos sectores de la opinión pública), reproducen la lógica societaria; es decir, en apariencia se oponen a lo instituido, pero casi de manera compulsiva retornan a dicho ordenamiento para finalmente legitimarlo.
El barrio y La Ultra Morada
“Muchos de los conflictos fueron por las líneas de pensamiento. Hubo un tiempo en que eran muy frecuentes los enfrentamientos con los muchachos de La Doce, de la policía y La Garra, que inclusive entre semana se hacían grupos para pelearse entupidamente… misiones… cuando llegaba Marco el sábado a la reunión se le cagaba a todo el mundo, “eso está mal hecho, eso aquí, eso allá”, pero él no lo entendía, por que él no tiene que cruzar por el sur de la capital donde también hay muchachos de La Doce que tienen rencillas personales… él no entendía por qué muchachos de Hatillos se reunían para ir al Rancho Guanacaste a esperar a que saliera el bus de la Liga de La 15 (Barrio 15 de Setiembre), él no lo entendía, él decía que andaban tirando piedras… entonces, Marco y la gente de allá nunca han vivido eso, porque de ese lado no se viven esas rencillas, porque de ese lado no se atreve la gente a hacer ciertas cosas. (…)” (Pibe, líder de Los del Sur, comunicación personal, 6 de junio, 2005).
Este líder sureño hace referencia a una condición barrial que parece ser trascendental en la conformación de La Ultra Morada. La posición de clase y la filiación barrial son elementos altamente significativos en la evolución y desarrollo del colectivo juvenil. Existe una clara preeminencia de lo barrial movida por los intereses de clase por encima de la propia agrupación. Esto demuestra que el desenvolvimiento social y cultural de lo barrial alcanza matices que trascienden la propia conformación de otros colectivos. Esa historia y solidaridad de las personas que habitan determinado barrio ocupa un lugar revelador en las acciones que cotidianamente realizan los integrantes de La Ultra Morada; es decir, los muchachos y muchachas son primero de San Sebastián, de La Carpio, de Moravia o de Guadalupe antes que de La Ultra Morada. Esto implica, en consecuencia, una apropiación diferenciada del rol de Ultra.
“Porque somos los que ponemos aguante, los que ponemos la cara por La Ultra más que todo, así en las broncas, porque Los Cruzados esos maes se van para Guadalupe, esos maes no se van para San José… San Pedro, Tibás, esos maes se quedan largo, nosotros llegamos a San José, sacamos jacha, si están los maes ¿ya?, y si no están, cada quien va para su casa, pero si hay bronca, hay bronca (…) Los del Sur, Los del Sur son La Ultra…” (Gonzo, integrante de Los del Sur, comunicación personal, 19 de mayo, 2005).
En este testimonio, la condición barrial del colectivo juvenil es más evidente, tanto así que la frase “El Sur es La Ultra” expresa una negación directa a los jóvenes de La Ultra que no provienen de los barrios del sur de la capital; es decir, los barrios del sur son La Ultra Morada y el resto no ingresa dentro de esa categorización.
Esta dinámica “barrializada” adquiere una fuerza tal que parece definir un eje transversal en la construcción de la barra. Los Otros no son solamente los integrantes de las otras barras, la policía o la prensa y demás agentes externos, sino que surge otro tipo de otredad a lo interno de la misma barra: ultras -del sur- siendo construidos como Otros de parte de otros ultras –del norte- y viceversa, dinámica acontecida por estos códigos clasistas y barriales.
En efecto, la alteridad ha sido buscada fuera de las culturas juveniles, lo cual a mi parecer, no es más que otra forma de exclusión, el Otro puede estar también “dentro” como se muestra en esta barra de fútbol.
Si bien es cierto que en La Ultra opera una lógica de exclusión interna expresada principalmente por los muchachos sureños, no se puede obviar que ellos mismos establecen ciertos mecanismos de exclusión y autoexclusión dentro de La Ultra; por ejemplo, en la frase “el Sur es La Ultra”, esto posibilita una lectura que dicta que desde la heterogeneidad también se construye identidad y pertenencia.
Conclusiones
Los y las jóvenes que integran La Ultra Morada configuran un colectivo juvenil cuya organización no difiere de la establecida por la sociedad hegemónica; esto por cuanto la mayoría de las referencias fundamentalmente mediáticas y públicas hablan de sujetos ubicables fuera de la construcción societaria, precisamente, por las manifestaciones de violencia ejercidas por dicha agrupación.
Esta cercanía con la lógica instituida sugiere, entonces que los integrantes de La Ultra y demás barras del fútbol nacional no son sujetos “sacados” de realidades alternativas que buscan “esparcir el mal” (como lo manifiesta cierta información mediática); las barras son, más bien, síntoma de lo sistémico, esto, consecuencia de una serie de procesos ubicables en la misma sociedad, aunque esto no quiere decir que estos muchachos y muchachas carezcan de poder de decisión y reflexión (agencia).
Otra de las ideas planteadas a lo largo del texto intenta recalcar que la construcción de la otredad en La Ultra Morada no se funda solament, en la configuración de Otros externos, como la policía u otras barras del contexto futbolístico. Las discrepancias de clase y las contradicciones formuladas desde lo barrial, narradas por diversos integrantes de esta agrupación, hacen pensar en problemáticas internas significativamente acentuadas que evidencian la emergencia de otredades dentro de la misma agrupación: los ultras de los barrios del sur se imaginan diferente a los ultras de los barrios del norte y viceversa, ante lo cual se reproducen rencillas que tienden a separar internamente al colectivo.
Estas diferencias barriales y de clase referida en las narrativas juveniles e institucionales que llaman la atención sobre un posible malestar colectivo generador de rupturas advierten sobre la imposibilidad de observar a las culturas juveniles como entes homogéneos que persiguen los mismos fines y quieren las mismas cosas; esto es la interrelación subjetiva hace que colectivos como La Ultra Morada devengan heterogéneos y, en consecuencia, bajo una multiplicidad de explicaciones que no se reducen a visualizaciones simplistas e irreflexivas (jóvenes delincuentes, violentos, drogadictos, etc.).
El barrio, como criterio de pertenencia a un contexto objetivo, es trascendental en estas agrupaciones: los criterios y reflexiones de los muchachos retomados en el presente texto hablan de un panorama sugerente: el barrio se convierte en emblema que se antepone a la misma configuración barrista, la adscripción barrial trasciende la propia pertenencia a la barra.
Esta formulación implica la necesidad de desarrollar abordajes sobre culturas juveniles provenientes de los barrios urbano-populares, clase-medieros y altos del contexto nacional que den cuenta de estas pertenencias juveniles contextualizas en espacios geográficos específicos.
Finalmente, lo dicho hasta acá sugiere la presencia y participación social de sujetos juveniles que ven en lo hedónico y extático dimensiones sobre las cuales pueden desplegar sus estancias en este mundo; sin embargo, como se ha visto, su propuesta no se agota en un hedonismo efímero; los criterios de clase y adscripción barrial hablan de individuos reflexivos que desarrollan, a la vez, posturas lúdicas y críticas sobre sus realidades cotidianas; no existen imperativos deterministas, las barras son más bien un collage de situaciones y vivencias con sentidos multicausales que de igual forma generan diferenciadas manifestaciones de sus andares por este mundo imposible.
Referencias Bibliográficas
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Fuentes primarias de información (entrevistas)
25-05-04 Entrevista con Marcos Sánchez dirigente general de La Ultra Morada y ex miembro de “Los de Abajo”. Realizada en las inmediaciones de la Facultad de Economía de la Universidad de Costa Rica.
26-04-05 Entrevista con Rigoberto Fernando Pictor, teniente de la Unidad de Intervención Policial (UIP). Realizada en las instalaciones de la Fuerza Pública en Sagrada Familia.
17-05-05 Entrevista con “Maki” miembro de La Ultra Morada y líder de “Los Verdugos”. Realizada en los alrededores del Liceo de Costa Rica.
17-05-05 Entrevista con Hugo miembro de la dirigencia de La Ultra Morada. Realizada en el café y cine “El Semáforo” en San Pedro de Montes de Oca.
18-05-05 Entrevista con “Martín” miembro de La Ultra Morada y de “Los de Abajo”. Realizada en el Laboratorio de Etnología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica.
19-05-05 Entrevista con “Gonzo” miembro de La Ultra Morada y de “Los del Sur”. Realizada en los alrededores de la cancha de Derecho de la Universidad de Costa Rica.
06-06-05 Entrevista con “Pibe” Dirigente de la peña de “Los del Sur” e integrante de la dirigencia de La Ultra Morada. Realizada en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica.
*Correspondencia a:
1. Profesor-Investigador, Escuela de Antropología, Sede Rodrigo Facio, Universidad de Costa Rica. oneboticario@gmail.com