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Diálogos Revista Electrónica de Historia

On-line version ISSN 1409-469X

Diálogos rev. electr. hist vol.12 n.2 San Pedro Sep. 2011

 


Iglesia y política en Córdoba: la busqueda de una sociedad católica

Sara Alejandra Moyano

*Dirección para correspondecia


Resumen

El propósito de este artículo es analizar las relaciones entre el gobierno provincial de la dictadura de 1966-1973 (conocida como "Revolución Argentina") y la Iglesia Católica de Córdoba, durante el período 1969-1973. Este trabajo busca matizar las interpretaciones tradicionales sobre la relación entre la institución eclesiástica y la política, que han sostenido que existió una legitimación de esta institución a los gobiernos de facto. Si bien se considera que dicha legitimación existió, aquí se busca aportar algunos elementos que contribuyan a aclarar las formas en que se llevó a cabo y los intereses que la promovieron. Esto implica incluir las divisiones y tensiones en el interior del campo católico cordobés a partir del surgimiento de corrientes renovadoras, ligadas al Concilio Vaticano II.

Palabras claves: Iglesia, gobierno, catolicismo, clero, relación cristianismo-socialismo

Abstract

The purpose of this paper is to analyze the relationship between the provincial government of the dictatorship of 1966-1973 (known as "Revolución Argentina") and the Catholic Church in Córdoba during the period 1969-1973. This paper seeks to qualify the traditional interpretations of the relationship between the institutional church and politics, who have argued that this institution legitimized de facto governments. While we believe that there was legitimation, here we attempt to contribute some elements that help to clarify the ways in which it took place and the interests that promoted it. This means including the divisions and tensions within the Catholic field in Córdoba,since the emergence of renovating currents, linked to Vatican II.

Keywords: Church, government, Catholicism, clergy, Christian-socialism relationship



El presente trabajo está centrado en la relación entre Iglesia y política en la ciudad de Córdoba durante la dictadura militar de 1966-1973, denominada por sus propios protagonistas "Revolución Argentina". En este sentido, se aborda la cuestión de la presencia eclesiástica en la sociedad durante el período de decadencia del gobierno militar, período que se inicia con el levantamiento popular conocido como Cordobazo, a fines de mayo de 1969 y culmina con la salida electoral que lleva al peronismo al poder, en 1973. El objetivo que perseguimos en esta investigación es profundizar sobre un tema que no ha sido muy trabajado para este período en Córdoba, a pesar de que para otros momentos existe una gran cantidad de material acerca del vínculo entre la institución eclesiástica y los principales actores políticos que se disputaban el poder.

Así, en el presente artículo se analiza el modo en que la Iglesia –tanto la jerarquía eclesiástica como el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo1-intentó sostener una primacía de la institución en la sociedad, es decir, lograr una sociedad católica, apoyándose en la política. En este sentido, rescataremos tanto las acciones del clero como sus discursos, con un mayor énfasis en estos últimos, a fin de intentar comprender las distintas estrategias utilizadas para reforzar la presencia del catolicismo.

Partimos de la idea de que es posible analizar a la Iglesia de Córdoba, tomándola como campo, esto es, como espacio de conflictos entre diferentes agentes con diversos intereses, posiciones, representaciones y objetivos, más que como institución -categoría que, creemos, resalta más su aspecto pretendidamente monolítico. Del mismo modo, tomamos la definición propuesta por Bourdieu para delimitar el campo político. A pesar de que encontramos que este enfoque presentaba limitaciones para nuestro objeto de estudio, sostenemos el análisis de la relación Iglesia-política desde la perspectiva de los campos ya que esto enfatiza más sobre el carácter heterogéneo de la Iglesia que sobre su institucionalidad, mostrando que la institución es también un espacio de tensiones.

Entre la bibliografía y fuentes utilizadas podemos mencionar: el diario Los Principios, al que tomamos como medio de difusión del pensamiento de la Iglesia, el Boletín Oficial del Arzobispado de Córdoba, en donde están contenidos las cartas pastorales, disposiciones oficiales, mensajes al clero/laicado, entre otros, comunicados de sacerdotes tercermundistas y algunos documentos de la Iglesia. Además, nos basamos en algunos aportes bibliográficos, entre los más importantes podemos destacar a Di Stéfano y Zanatta, Morello, Ghio y Touris.

La primera cuestión a considerar en este tema, es la relativa a los cambios producidos a partir del Concilio Vaticano II, la conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín, y el surgimiento en Argentina del movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, ya que a partir de este momento se redefinen las relaciones entre la Iglesia y el mundo moderno, entre el clero y el laicado, e incluso dentro de la misma institución. En este sentido, Morello sostiene que el Concilio realizado entre 1962 y 1965 (comenzado por Juan XXIII y finalizado bajo el pontificado de Paulo VI), modificó la teología dogmática a través de la reflexión histórica, posibilitó un mayor dialogo con otras religiones, renovó las estructuras eclesiales de acción y significó una mayor preocupación por los problemas sociales, como expresa el autor, "más que hablarle al mundo se trató de escucharlo"2 Esta renovación inédita dentro del catolicismo estaba en estrecha correlación con el contexto histórico mundial en el cual surgió y se desenvolvió el Concilio. La década del sesenta es escenario del surgimiento de amplios movimientos sociales, en el seno de un mundo dividido por la Guerra Fría. Esta división entre capitalismo y comunismo significa para los países occidentales la adopción de una doctrina según la cual es necesario defenderse no sólo del enemigo externo, representado por ese mundo comunista, sino también del enemigo interno, esto es, la infiltración comunista en los países capitalistas. Un hecho radical que reforzará esta concepción –Doctrina de la Seguridad Nacional- es la Revolución Cubana, la adopción del comunismo en América. La influencia de esta Revolución será fundamental, ya que promueve el surgimiento y la propagación de la guerra de guerrillas, tanto en América Latina como en Asia y África, que caracteriza a la última parte del siglo XX en los países del tercer mundo, y que en algunos casos adquieren un protagonismo central. Pero los conflictos sociales no se limitan a estos países, sino que el Primer Mundo también se ve afectado: el hito fundamental en este sentido lo constituyen los disturbios de mayo de 1968 en Francia. Asimismo, este gran incremento de la movilización popular se enfrenta a los recurrentes intentos por limitarla.

A esto se suma la emergencia de numerosos movimientos sociales: entre los más importantes podemos mencionar el movimiento feminista, que busca romper con la organización patriarcal que había caracterizado a la sociedad occidental hasta ese momento; los movimientos de descolonización de los países de África, que intentan romper con la dominación colonial europea sobre este continente; los movimientos de la población negra en EE.UU., que reclamaban por sus derechos dentro de una sociedad en la que eran discriminados y el movimiento hippie, como contracultura frente a la sociedad capitalista occidental.

Ahora bien, partir de la influencia de este contexto, y sobre todo del Concilio, se producen dentro de la Iglesia movimientos renovadores en América Latina, que buscaban dar respuesta al problema del Tercer Mundo, de los pueblos "subdesarrollados". Esto se manifestó en la recepción de la encíclica Populorum Progressio, que tuvo como consecuencia la aparición del Mensaje de los 18 obispos para el Tercer Mundo y en la conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín, que buscaba aplicar el Concilio en Latinoamérica.3

Si doy comida a los pobres, me llaman santo . Si pregunto por qué los pobres no tienen comida, me llaman comunista .

Esta frase del obispo brasileño Helder Cámara resulta ilustrativa del pensamiento tercermundista y renovador del clero Latinoamericano. La necesidad de hacer frente al problema de la explotación y la pobreza, posibilita el diálogo del catolicismo con el marxismo y el socialismo, ya que se argumenta que estas ideologías buscan el bienestar y dignidad del hombre –algo que también constituye un objetivo del catolicismo-, y por lo tanto, están lejos de ser contradictorios o incompatibles con la doctrina cristiana. A través del socialismo, la Iglesia podría promover el bien común y combatir las injusticias sociales.

"El ejemplo y la enseñanza de Jesús, la situación angustiosa de millones de pobres en América Latina, las apremiantes exhortaciones del Papa y del Concilio, ponen a la Iglesia Latinoamericana ante un desafío y una misión que no puede soslayar y al que debe responder con diligencia y audacia adecuadas a la urgencia de los tiempos"4

A partir de esta idea, una buena parte del clero buscó estrechar las relaciones con los trabajadores y los sectores populares en general. En Argentina se forma así el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Como señala Touris, este es un movimiento heterogéneo que tuvo vinculaciones tanto con el marxismo como con el peronismo. En particular, el tema del peronismo constituye un elemento de importancia fundamental a la hora de comprender al clero renovador en Argentina, no sólo por el debate que suscitó entre los curas tercermundistas, sino también por su preeminencia dentro del movimiento obrero y como elemento central de lo que Mónica Gordillo denomina una "cultura de resistencia". En la medida en que "el pueblo era peronista", en que el debate político pasaba por el problema del peronismo, en que una gran parte de la militancia estaba marcada por el peronismo y en que muchos veían a éste como la vía al socialismo, gran parte de la relación entre el clero y el laicado estuvo mediada por dicha cuestión, y el debate sobre la adhesión o no al peronismo originó diferencias y discusiones en el interior del movimiento. Como sostiene Touris, dentro del MSTM: "podemos identificar tres subgrupos: uno socialista no peronista y otros dos, favorables al peronismo desde una postura popular-revolucionaria y desde una postura nacional-popular, respectivamente".

Un punto que nos interesa resaltar aquí, y que desarrollaremos a continuación, es el interés del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo por reforzar la presencia católica en la sociedad. Los sacerdotes tercermundistas difieren así con la jerarquía en cuanto a los modos en que la sociedad debe ser católica y practicar el catolicismo, pero ambos sectores coinciden en este interés fundamental, y creemos que esto puede explicar el hecho de que no existe una ruptura entre el clero renovador y la jerarquía eclesiástica cordobesa.

El Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo buscó con bastante éxito unirse con el movimiento obrero, apoyando sus luchas y promoviendo la participación católica de las bases. Los sacerdotes acompañaron desde la acción y desde el discurso, no sólo fue frecuente el trabajo en villas, sino que además muchos de ellos participaron activamente en protestas y se expresaron a favor de los trabajadores.

El cristianismo en diálogo con el socialismo es, sostienen, el camino de la liberación de los oprimidos y la valorización justa del trabajo del hombre. Así, en donde el marxismo promueve un ateísmo militante y el peronismo una salida centrada en torno a la figura del líder, el clero católico propone al mensaje evangélico como fundamento de la lucha por el bienestar común, a la acción de los sacerdotes como portadores de dicho mensaje –y como actores fundamentales que promueven y guían ese movimiento-, y reivindican la participación del pueblo y del movimiento obrero en el catolicismo como el camino a seguir para alcanzar una mayor justicia social . De este modo, se sustenta la ideología socialista en el pensamiento cristiano, como sistema que mejor expresa el mensaje evangélico y se encauza la participación política hacia el cristianismo, se afirma que el objetivo a alcanzar constituye el modelo cristiano de sociedad ideal (destacando como uno de sus elementos principales la justicia social). La siguiente cita, que creemos conveniente reproducir en extenso, ejemplifica con claridad esto:

"Nosotros, hombres cristianos y sacerdotes de Cristo que vino a liberar a los pueblos de toda servidumbre y encomendó a la Iglesia proseguir su obra, en cumplimiento de la misión que se nos ha dado nos sentimos solidarios de ese tercer mundo y servidores de sus necesidades. Ello implica ineludiblemente nuestra firme adhesión al proceso revolucionario, de cambio radical y urgente de sus estructuras y nuestro formal rechazo del sistema capitalista vigente y todo tipo de imperialismo económico, político y cultural; para marchar en búsqueda de un socialismo latinoamericano que promueva el advenimiento del Hombre Nuevo; socialismo que no implica forzosamente programas de realización impuestos por partidos socialistas de aquí u otras partes del mundo pero que sí incluye necesariamente la socialización de los medios de producción, del poder económico y político y de la cultura"5

En este fragmento se defiende en primer lugar la misión de la Iglesia como institución promotora de la obra de Cristo, y se resalta a los sacerdotes en su calidad, justamente, de clérigos, de cristianos y de protectores de la misión asignada por Cristo. Antes de socialistas son cristianos, y adoptan el socialismo no como programa en sí mismo, sino como sistema que permite la realización de su misión. Lo central en este planteo es que el hombre que encuentra a Cristo puede alcanzar su liberación de la servidumbre (en su dimensión económica, pero también en un sentido espiritual), de modo que se defiende a la religión como fuerza que llevará a una sociedad mejor, por oposición a la imagen de "opio de los pueblos", que impide la emancipación, sostenida por Marx. El mismo papel tiene el peronismo, como medio para defender los intereses de las clases trabajadoras, subordinado a la misión de la Iglesia. Del mismo modo, se cuestiona a la violencia institucionalizada de los opresores, como algo contrario al espíritu cristiano, y por tanto, como una acción que termina por generar una respuesta de violencia por parte de los oprimidos. Si bien se establecen matices y se afirma que el objetivo último es la paz se afirma que los estallidos de violencia (el caso más conspicuo es el Cordobazo) son expresión de la "cólera de los pobres", una reacción ante la situación de pecado que implica la injusticia y la marginación6.

Por otra parte, los sacerdotes tercermundistas se apartan del estrecho verticalismo que sostiene la jerarquía, y restan importancia a los ritos. En consonancia con los cambios operados a partir del Concilio, democratizan la participación cristiana, intentando acercarla al pueblo y se muestran críticos hacia la jerarquía y hacia el gobierno: esto los aparta de los actores políticos centrales (a excepción del peronismo, aunque en esto hay desacuerdos entre los mismos sacerdotes) y los vincula con una religiosidad popular y con actores que disputan con el gobierno militar dentro del campo político. Esto les valdrá el rechazo del gobierno: Onganía expresa en una entrevista, al referirse a los conflictos y levantamientos que ocurrieron durante su gobierno que

"no se debieron a causas sociales sino a manifestaciones concertadas en el campo ideológico conectadas a la vez con situaciones similares en otros países. Todo empezó, dijo, ‘con los curas del Tercer Mundo, sus guitarras y sus actitudes de protesta"7

La postura de la jerarquía

No sorprende esta afirmación a pesar de ser emitida por un ferviente católico; por el contrario, la relación ente éste y los Sacerdotes para el Tercer Mundo es conflictiva, muestra de ello es el rechazo del clero tercermundista a su decisión de consagrar el país a la Virgen en noviembre de 19698. Los dichos de Onganía se vinculan con la postura que adoptará la jerarquía frente al clero renovador, teniendo en cuenta que, como afirmamos anteriormente, ambos persiguen el mismo objetivo, una sociedad católica. Pero allí donde los sacerdotes tercermundistas buscan acercar el cristianismo al pueblo, dejando de lado elementos rituales y más vinculados al funcionamiento de la institución, e intentan movilizar a la sociedad para el cristianismo, la jerarquía buscará una sociedad católica respetando las estructuras eclesiales y de acuerdo a ellas. Rescatando el proceso de transformaciones sociales que describimos anteriormente, es necesario recordar que la Iglesia transita durante este período por un proceso de adaptación al mundo moderno, poniendo en cuestión muchas de las doctrinas que hasta este momento habían sido intocables y posibilitando un nuevo diálogo con las ideas de la modernidad. En este sentido, podemos ver que la adopción de estos cambios por parte de la jerarquía católica cordobesa no es algo automático ni exento de conflictos. Por el contrario, se intentará definir una interpretación particular del Concilio, que permita sostener aspectos tradicionales del catolicismo, enmarcando los cambios promovidos desde el Vaticano en dichos aspectos. Se plantea así una disputa por el monopolio de interpretación del catolicismo, de la doctrina teológica y de los postulados del Concilio. La jerarquía intenta erigirse en el actor decisivo acerca de la participación católica y para ello, los lazos con los actores políticos preeminentes serán una estrategia fundamental. En este sentido, es necesario destacar que a pesar de que acordamos con la idea de legitimación que sostienen la mayoría de los estudios sobre la Iglesia, consideramos importante establecer algunos matices, ampliar y profundizar el estudio sobre las características más específicas del vínculo jerarquía-dictadura, prestando especial atención a las formas particulares en que se legitimó, y tratando de argumentar sobre los motivos de esta legitimación.

El hecho de que el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo se aparte de las rígidas tradiciones y el verticalismo de la institución, implica un problema, ya que, si bien se alcanza el fin aspirado, los nuevos modos de participación ponen en cuestión su posición dominante dentro del campo, y por consecuente su ideología: paradójicamente, la deseada participación católica de la sociedad debilita a la Iglesia en el plano institucional. Así la jerarquía cuestiona al Movimiento e intenta reafirmarse como representativa del "verdadero catolicismo". En los discursos se sostienen las posturas políticas basándolas en el mensaje evangélico; la disputa implica una crítica hacia la interpretación que del Concilio han hecho los tercermundistas, afirmando que se ha puesto demasiado énfasis en las cuestiones sociales, descuidando otros aspectos igualmente importantes. En una síntesis de una conferencia pronunciada por el Arzobispo, se afirma que

"El concilio fue una revolución en el genuino concepto de la palabra (…) A partir de 1965 comienza la segunda época de este cambio, que se caracteriza por la difusión de los documentos conciliares; época de mentalización en que junto con la constante doctrina del magisterio eclesiástico, comienzan a proliferar las interpretaciones individuales y parcializadas del Concilio, del que se usó y abuso según los propios y diversos criterios, muchos documentos se difundieron con exceso, mientras que otros tan trascendentes como los primeros apenas tuvieron mención".9

Aquí se debe señalar un elemento importante, a saber, la crítica hacia las interpretaciones excesivamente libres y que parten de la individualidad, en la medida en que no respetan a las voces autorizadas para decir qué debe entenderse en los documentos. Al revertir el orden vertical en el que deben circular las interpretaciones, los sacerdotes del Tercer Mundo "desvirtúan" el mensaje del Concilio, y el evangélico en general e impiden una correcta difusión de la doctrina en la sociedad. El corolario de esto, es que, entre las consecuencias de esas erróneas visiones sobre el Concilio, se ubica la relación catolicismo-socialismo.

En una de las cuestiones en donde se ve una mayor unión entre la jerarquía y la política, así como las oposiciones dominante-dominado en ambos campos, es en relación al tema de la violencia política. Una de las aristas de la participación política tercermundista es, como ya mencionamos, la condena de la "violencia oculta" y la explicación de los conflictos y levantamientos como manifestaciones de la cólera de los pobres. Incluso algunos sacerdotes adhieren a la opción de la vía armada al socialismo y apoyan a grupos guerrilleros.

Por el contrario, la jerarquía y el gobierno militar condenan absolutamente estas manifestaciones de violencia. La ideología del gobierno se apoya en la Doctrina de Seguridad Nacional que prevenía contra el peligro del enemigo interno comunista; en este esquema los grupos guerrilleros son vistos como amenazas a la estabilidad y orden dentro de la sociedad. La jerarquía, por su parte, muestra un relativo apoyo a los reclamos del pueblo, su postura hacia los sindicatos no es crítica y se reconocen desde el arzobispado los problemas sociales. Sin embargo, se marcan límites, tanto a la acción política de los sacerdotes tercermundistas, como a la acción de los laicos: en este caso es la violencia. Aunque se pueda criticar al sistema económico y reconocer la opresión, se argumenta que toda protesta o reclamo debe llevarse pacíficamente, que debe buscarse la paz como vía de solución de conflictos. El Arzobispo afirma al referirse al Cordobazo:

La persona humana se encuentra hoy sujeta a esclavitudes de diverso tipo, que imposibilitan su pleno desarrollo según el plan de Dios.
No se puede aceptar una sociedad en la que los intereses de grupos dominen sobre el bien común, en la que ciertos sectores del pueblo, por su afligente situación social, no logran plenamente ser gestores de su propio destino, y, en la que la juventud no puede cumplir su misión en el desarrollo y maduración de historia nacional. (…)
No creemos que la presente situación pueda ser resuelta dentro de un clima de violencia, de cualquier parte que ella proceda. Por ello exhortamos con la misma angustia a quienes ejercen el poder y a quienes tienen el derecho de expresar sus ideas, a no dejarse arrastrar al juego de radicalización de la violencia.10

Entendemos esto como una preocupación de limitar la política a aquellos actores autorizados, aquellos a quienes les corresponde el manejo de los asuntos públicos, un intento en fin, por preservar las estructuras tradicionales de participación frente a la renovada religiosidad popular y frente a los cuestionamientos al orden social (ya que estos conllevan un cuestionamiento del lugar de la Iglesia como actor político).

De este modo, si bien hay coincidencias con los diagnósticos realizados por el MSTM, las vías propuestas son diferentes, y se basan en un modelo ideal de sociedad cristiana. A partir de la elaboración del modelo de una sociedad ideal, desde la jerarquía se enfatiza la necesidad de alcanzarlo. Este modelo se refuerza con la reafirmación de un "nosotros", mediante el cual la Iglesia se identifica con el conjunto de la sociedad católica. Este nosotros es resaltado en sus aspectos positivos, homologándose a un proyecto que aparece como algo anhelado, como el fin al que es necesario aspirar. Es de destacar que estas configuraciones discursivas pueden entreverse a partir tanto de las cartas pastorales, como de notas y editoriales de Los Principios acerca de la realidad cultural, social y política contemporánea.

Este nosotros discursivo es contrastado con la construcción de un "ellos", un sujeto discursivo al cual se identifica con el "enemigo". Y si el nosotros define todo aquello considerado positivo, lo que se quiere conservar, el ellos aparece justamente como el polo opuesto: se lo asimila a todas aquellas características negativas que constituyen una amenaza, actual o potencial, para la sociedad. Estas construcciones discursivas, creemos, buscan fomentar un sentido de identidad entre la sociedad, los católicos, la Iglesia, y el gobierno militar (en tanto autoridades encargadas de mantener el orden), reforzar la idea de pertenencia a un grupo (definido desde y por el discurso) cuya existencia es amenazada por enemigos externos. El discurso, como los enemigos que se construyen a través de él- no es el mismo a lo largo de todo el período: con relación a sus variaciones en el tiempo pudimos apreciar que los sacerdotes del Tercer Mundo aparecen como una cuestión central para la jerarquía en 1969-1970. Posteriormente, sobre todo a raíz del surgimiento de Montoneros, la preocupación se traslada hacia el tema de la guerrilla. La jerarquía coincide así con el gobierno militar en un enemigo común, esto es visible sobre todo en las descripciones que el diario Los Principios realiza sobre los guerrilleros, calificándolos de terroristas y marcando los efectos devastadores de sus prácticas, a la vez que se resalta el papel de las fuerzas del orden, aquellos que institucionalmente tienen el monopolio de la violencia.

La relación con el gobierno está marcada además por una presencia simbólica y una coincidencia ideológica, en la cual el catolicismo proporciona un fundamento espiritual a la sociedad. En este vínculo se afianza una legitimación mutua: por una parte el gobierno refuerza la idea de orden con la presencia de la Iglesia, que cumple una función moral, y por otro lado, la Iglesia ve reforzada su preeminencia como institución y puede conseguir una mayor presencia del catolicismo en la sociedad. Esta legitimación que la Iglesia obtiene opera fundamentalmente en el plano simbólico: al igual que el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, la jerarquía se mantiene –así intenta mostrarse- al margen de la actividad partidaria. La participación política se circunscribe fundamentalmente al espacio público: un elemento destacado en este sentido es la frecuente aparición del arzobispo en actos públicos. Monseñor Primatesta aparece junto a altos mandatarios en ceremonias y actos públicos, fundamentalmente en las festividades católicas, aunque no es esta la única situación. En todas estas apariciones el componente ritual está muy presente, como también el vínculo entre la religión y la institución castrense. Sostenemos que las apariciones públicas del Arzobispo buscan reforzar las cuestionadas estructuras jerárquicas eclesiales: al aparecer en una ceremonia junto con el gobernador,el Arzobispo está remarcando su posición dentro de la Iglesia Cordobesa y reafirmando el carácter público de esta institución. Asimismo, la importancia de estas apariciones públicas radica en que se muestra al lado de una autoridad, es decir, el apoyo pierde su carácter "personal" o partidario y se convierte en un apoyo de la figura del gobernador.

En relación con los intentos de destacar el papel de la Iglesia y del catolicismo en la vida social, también es conveniente tener en cuenta que el discurso de la jerarquía es abundante en referencias a la base católica de la sociedad, como sustento fundamental de la misma. A lo largo de este período –y creemos que esta aseveración vale también para un ámbito temporal más extenso- se sostiene sistemáticamente al catolicismo como fuente, como base de la construcción social. Así, se postula discursivamente la conformación de una matriz católica, que subyace al entramado social, y sin la cual no puede pensarse la comunidad. Este catolicismo tiene raíces históricas profundas, una prolongada tradición que refuerza aún más su centralidad; es un componente fundamental de la comunidad y le da su cohesión, su identidad como tal. Como ejemplo conviene destacar este mensaje en el día de la patria, para mostrar las conexiones que el discurso establece entre las ideas de Nación y catolicismo,

"Cuando se quiso dar sentido de esta comunidad de que es la nación Argentina, se señaló un camino en el preámbulo de la constitución (…)
Un pueblo que busca construir la unión, afianzar la justicia, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, asegurar la libertad y una tierra libre para los individuos, para los hombres del mundo, para la posteridad... "
Un pueblo que busca construir la unión "y la unión se logra por la paz: la dura lección de las luchas de la independencia y de las guerras intestinas había enseñado que todo se pierde por la guerra y todo se puede ganar por la paz.
La paz que no es mero compromiso político, sino que "se basa en la igualdad natural de los hombres, hijos de Dios; que supone un orden moral, ideal y superior (…)"11

Vemos que se resalta el hecho de que la sociedad ideal, el orden ideal, es algo definido desde la religión, y sobre este orden se basa la construcción de la Nación. Se advierte además, la condena a la violencia, al destacar la paz como condición necesaria para la existencia de la Nación; asimismo, la paz aparece como un elemento que surge a partir del orden ideal de Dios, de esta idea se desprende que la violencia no va sólo en contra de la Nación, sino también en contra de la doctrina católica.

Recalcamos esta idea por dos razones. En primer lugar, porque las ideas de Nación y Patria son un punto crucial sobre el que enfatizan tanto eclesiásticos como militares, motivo por el cual la defensa de la patria y del catolicismo constituye un elemento de legitimación mutua entre Iglesia y gobierno militar. Ambos sectores refuerzan su imagen como defensores legítimos de aquello a lo que postulan como los más altos valores, por lo que la unión de ambas ideas conlleva una comunión lógica de intereses. Es decir, si las Fuerzas Armadas se ven a si mismos como los más acérrimos defensores de la patria (por lo tanto protectores de la comunidad) y si la Iglesia Católica se concibe como portavoz de la voluntad divina, encargados de la defensa del cristianismo en la sociedad, entonces, la idea de la nación católica, en tanto comunidad imaginada que posee una base indiscutiblemente cristiana es el punto en el que confluyen la misión eclesiástica y la castrense.

En segundo lugar, resaltamos esta idea ya que, teniendo en cuenta el carácter vertical de la Iglesia, el reconocimiento de la sociedad como eminentemente cristiana, la centralidad de este componente identitario, conllevan un papel protagónico de quienes se encuentran en la cúspide de la institución, y son los intérpretes más legítimos del mensaje cristiano. La sociedad católica lo es no sólo en sus fundamentos ideológicos o morales, sino que debe serlo también en la vida cotidiana y su orden debe ser coherente con la organización eclesiástica. Esto podemos entenderlo como estrategias tendientes a la ortodoxia por parte del sector dominante del campo católico cordobés, buscando su legitimación e intentando reforzar su posición en la tradición católica de la sociedad, aunque no es éste el único mecanismo empleado para lograr dichos objetivos.

La construcción de la sociedad ideal implica solucionar aquellos problemas considerados centrales por el discurso católico. Podemos ver una fuerte insistencia alrededor de los temas pobreza y violencia; sin embargo, como ya mencionamos, lo que se busca es que se mitiguen los efectos de la primera; por otra parte se descuidan las críticas a las condiciones en que se origina la segunda de estas problemáticas. En este sentido, el modelo de sociedad ideal se construye a través de reformas económicas y sociales que atenúen la pobreza, sin eliminar las diferencias sociales y sin subvertir profundamente las diferencias estructurales. El problema de la violencia se resuelve en parte con estas reformas, pero fundamentalmente halla solución a través de un cambio ideológico profundo: es necesario ver a la violencia como contraria al espíritu católico, y por tanto, abandonar este camino como vía de resolución de cualquier conflicto. Claro está, estas preocupaciones deben ser comprendidas en el marco del proceso de radicalización posterior al Cordobazo y del surgimiento de organizaciones armadas.

En el discurso eclesiástico pueden hallarse entonces, tanto los elementos considerados necesarios para alcanzar ese modelo, como aquellos que atentan contra la prosecución de este objetivo. Se construye de este modo un diagnóstico,contrastado con el modelo ideal. Junto a estos elementos aparece un diagnóstico de crisis, que afecta a la Iglesia, y consecuentemente, a la sociedad en su conjunto. Un aspecto destacable de esta crisis, es que se sostiene que tiene su origen en el hecho de que el cristianismo no ocupa el lugar que le corresponde dentro de la sociedad. Esto podemos vincularlo a lo que sosteníamos anteriormente acerca de la base católica de la sociedad, que es, según esta postura, frecuentemente olvidada. En ese sentido, podemos ver que en muchos casos se identifica a la crisis nacional con una crisis mayor:

¡Es cierto que hay una crisis! Pero ¿acaso la iglesia es una isla en medio de un mundo en crisis? Es necesario mantener a un prudente equilibrio para no jugar con criterio más benévolo las manifestaciones de la misma en otras regiones que entre nosotros: no somos ni mejores ni peores que los demás, simplemente podrán variar algunos aspectos, pero estamos en el fenómeno general."12

Consideramos que los debates en torno a cómo la sociedad debe ser católica están ligados a una disputa renovación- tradición, entre la juventud y las generaciones mayores. Durante la década del sesenta se revaloriza el ideal de juventud, el imaginario colectivo considera que ésta tiene un papel protagónico en los movimientos de cambio, y así, en buena medida, lo asumen los mismos jóvenes13. En Córdoba, esta nueva concepción sobre los jóvenes debe convivir con la preponderancia de los sectores más conservadores, que constituyen además sectores dominantes, quienes pugnan por mantener el peso de la tradición.

Conclusión

El argumento central que tratamos de defender en este trabajo es que los vínculos entre la jerarquía eclesiástica y los principales actores políticos, especialmente el gobierno, están definidos por un interés de sostener una primacía de la Iglesia en la sociedad, de lograr una sociedad fuertemente católica y practicante; este interés está acompañado por la pretensión de la jerarquía de erigirse en la "verdadera Iglesia", ante el surgimiento de una corriente renovadora que promueve modos alternativos de practicar el cristianismo, que rompen con la estructura vertical de la Iglesia. Sostenemos que el problema aquí no es sólo la modernidad y los cambios en el pensamiento, sino también el hecho de que se reinterpreta el cristianismo, es decir, que el problema a solucionar no es el de una sociedad descristianizada, sino el de un cristianismo nuevo, que es indiferente a muchos de los ritos, tradiciones, y sobre todo ideas sostenidos por la Iglesia "oficial".

La Iglesia plantea un orden basado en el cristianismo, cuya fuente última de legitimidad es Dios, y que constituye parte de un orden mayor (toda la comunidad católica). Este orden es la base de la nación y este argumento es el que permite dotar de legitimidad a las pretensiones eclesiásticas de reforzar la presencia e incidencia de la institución en la sociedad, homologando los intereses del catolicismo a los de la comunidad en su conjunto. En este marco el rol de los gobernantes está definido en virtud de esta base, de esta identidad cristiana que da sustento a la comunidad nacional y que debe expresarse en prácticas y comportamientos acordes a las normas morales promulgadas por el catolicismo. La política viene así, en el discurso eclesiástico, a constituir una dimensión de la sociedad que se halla a disposición de las necesidades de funcionamiento del orden social, y por lo tanto, está moralmente ligada al catolicismo. Es fundamental destacar que se refuerza la importancia de lo moral, como base última y primordial de la sociedad, lo cual viene a legitimar al clero como actor social encargado de una misión indispensable para la constitución y el mantenimiento de dicho orden.

De este modo los conflictos dentro del campo político se entrecruzan con el campo religioso. El clero constituye en este momento un actor que legitima o critica a los diferentes agentes del campo político, y su participación, en tanto componente simbólico-ideológico e igualmente en la acción concreta, adquiere una relevancia central para el campo político. Del mismo modo las tensiones en el campo católico generan estrategias por parte de los actores en disputa, estrategias que incluyen reforzar los vínculos y la legitimación mutua con los actores políticos, aunque de ningún modo se limitan sólo a estas acciones.

La disputa entre clero renovador y jerarquía se expresa en la oposición de un catolicismo basado en la figura de Cristo como liberador de los oprimidos, frente a un catolicismo basado en la tradición y en el respeto a las estructuras tradicionales, ambos reivindicando la pretensión de ser el "verdadero catolicismo". La fuerza que caracterizará a ambos sectores del clero tiene que ver con la importante presencia del catolicismo y de la Iglesia en Córdoba, avalada por una larga tradición, y que coexiste con el vigor de los movimientos sociales renovadores.


Bibliografía

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Fuentes

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2 Archivo Histórico del Arzobispado de Córdoba, Los Principios, 1969-1973

3 II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Documentos finales de Medellín septiembre de 1968.

Citas y notas

1 En adelante MSTM

2 Morello, Gustavo. 2007. "El Concilio Vaticano II y su Impacto en América Latina: a 40 Años de un cambio en los paradigmas en el catolicismo". Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, XLIX, 199, enero-abril 2007: 81-104.

3 Morello, Gustavo. 2007. "El Concilio Vaticano II…

4 II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Documentos finales de Medellín septiembre de 1968.

5 Documento. Coincidencias Básicas. 1º y 2º de mayo de 1970. Citado en: Mangione, Mónica. 2001. El Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Buenoss Aires, en: http://www.mioruro.com/libros/religion/Monica%20Mangione/Movimiento%20de%20Sacerdotes%20para%20el%20Tercer%20Mundo.doc. Subrayado propio.

6 Rossi, J.J., director. 1969. Iglesia Latinoamericana ¿Protesta o Profecía?, Avellaneda, Ediciones Búsqueda.

7 Los Principios, 9 de noviembre de 1971, P. 8

8 Touris, Claudia. Mayo 2004. "Neo-integralismo, denuncia profética y Revolución en la trayectoria del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM)" ponencia en la UNQui, Programa de Historia Intelectual, Jornadas "Católicos en el Siglo".

9 Archivo Histórico del Arzobispado de Córdoba, Boletín Oficial del Arzobispado de Córdoba. 1970. "La Iglesia en argentina y su situación", s/d.

10 Archivo Histórico del Arzobispado de Córdoba, Boletín Oficial del Arzobispado de Córdoba. 1969. "Declaración ante los hechos del 16-31 de mayo de 1969", s/d.

11 Archivo Histórico del Arzobispado de Córdoba, Boletín Oficial del Arzobispado de Córdoba. 1970. "En el día de la patria", s/d.

12 Archivo Histórico del Arzobispado de Córdoba, Boletín Oficial del Arzobispado de Córdoba. 1970. "La Iglesia en argentina y su situación", s/d.

13 Pujol, Sergio. "Rebeldes y Modernos. Una cultura de los jóvenes", en James, Daniel, director. 2003. Nueva Historia Argentina, Volumen: IX. Violencia,Proscripción y Autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, pp. 281-328

*Corresponcia a: Sara Alejandra Moyano. Profesora en Historia, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Correo electrónico: sara_hcs@hotmail.com. Tel: 0054 0351 153 216 281. Estudiante de la Licenciatura en Historia, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Adscripta al

Programa Estructuras y Estrategias Familiares de ayer y de hoy, Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba.
Profesora en Historia, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Correo electrónico: sara_hcs@hotmail.com. Tel: 0054 0351 153 216 281. Estudiante de la Licenciatura en Historia, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Adscripta al Programa Estructuras y Estrategias Familiares de ayer y de hoy, Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba.


Fecha de recepción:24 de junio de 2011 - Fecha de aceptación:22 de setiembre de 2011

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