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Revista Electrónica Educare

On-line version ISSN 1409-4258Print version ISSN 1409-4258

Educare vol.17 n.2 Heredia May./Aug. 2013

 

Tras las huellas alimentarias de nuestros ancestros "Sembrando el pasado y cultivando el presente en armonía con la Madre Tierra"

In the footsteps of food left by our ancestors: "Sowing the past, cultivating the present in harmony with Mother Earth"

Oscar Leiva Morales1*, Rigoberto Díaz Leiva2*

*Dirección para correspondencia:

Resumen

Los pueblos  indígenas  han  enfrentado problemas alimentarios  en los últimos años. La rápida  destrucción  de  los recursos  naturales, la carencia  de  incentivos  para  los productores, la globalización y los tratados de libre comercio han creado, en el pensamiento indígena, un desarraigo a la tierra. Además, ha sido difícil establecer una adecuada interrelación entre las prácticas agrícolas tradicionales  y la  asesoría  técnica,  para  encauzar  la  economía  de  la  comunidad con  nuevas alternativas que fortalezcan los conocimientos  que dejaron nuestros abuelos en cuanto al cultivo y consumo  de productos  agrícolas, en armonía con la naturaleza. Esta realidad, presente  también  en Boruca, ha traído como consecuencia,  problemas económicos, sociales y culturales, aunados  a una amenaza cuyos indicios ya se atisban: la pérdida de soberanía alimentaria.

Palabras  claves. Comunidad  indígena  Boruca,  soberanía  alimentaria,  reconversión  productiva, alimentos autóctonos, Revista Electrónica Educare, Costa Rica.

Abstract

Indigenous peoples have experienced food shortages in recent years. The rapid destruction of natural resources, lack of incentives for producers, globalization and free tradeagreements have caused  an uprooting from the land in the native mind. Moreover, it has been  difficult to establish an adequate relationship  between traditional  farming practices and  technical  advice to put  the community economy on the right track with new ways to strengthen the knowledge inherited from our grandparents on the  cultivation and consumption of agricultural products, in harmony with nature. This reality, which affects the  Boruca indigenous region, has led to economic, social and cultural problems, coupled with an evident threat: loss of food sovereignty.

Keywords.  Boruca  indigenous   community,  food  security,  productive reconversion,  ative  food, Educare Electronic Journal, Costa Rica.

Introducción

Boruca es un pueblo indígena que se ubica al sur de Costa Rica. La mayoría de su población es indígena. Actualmente  cuenta  con organizaciones y líderes comunales  que realizan esfuerzos para implementar  el conocimiento agrícola ancestral, para lo cual desarrollan  intervenciones  en cuanto a seguridad  alimentaria  y nutricional,  para  propiciar  alternativas  de vida alimenticia  y saludable para esta población. Es urgente aplicar nuevas  estrategias  con el fin de rescatar el modo de vida productivo tradicional, pues la seguridad alimentaria autóctona  es una necesidad para el buen vivir en la comunidad. Se necesita del compromiso de cada habitante para revitalizar el conocimiento de la agricultura legado por los ancestros y para avanzar en la construcción de estrategias agrícolas acordes con las particularidades de la comunidad y del contexto que la rodea.

Tras las huellas alimentarias de nuestros ancestros

Por muchas generaciones, las personas de la comunidad han cultivado la tierra, sembrando diversos productos agrícolas saludables para las familias y la comunidad, y han compartido los productos entre los habitantes del pueblo.


No podemos  olvidar que antes  los suelos eran muy fértiles y siempre  se aseguraba una buena alimentación. Se trabajaba  la tierra de acuerdo con los conocimientos  que se transmitían oralmente. Ahora, con el paso del tiempo, surgen nuevos problemas  para los que trabajan  la tierra con sus propias manos y de forma artesanal.

Los medios de comunicación  y el comercio nos presentan la alimentación  de una forma fácil. Hacen pensar que es mejor comprar los productos que sembrarlos y producirlos, pues esto implica muchos costos, desde el momento en que se prepara el terreno hasta la cosecha de los productos que nutren las familias.

Esto permite  ver y pensar que la alimentación  de un pueblo  no es simple, más bien, es un conjunto  de elementos complejos. Las estrategias  inadecuadas de poder  se manifiestan  a través de políticas económicas –incluidas las agrícolas y alimentarias– que acarrean profundas fragmentaciones sociales, las cuales son semilla del individualismo, del consumismo despiadado, de la soledad  y de la incomunicación  consigo  mismo y con las personas  que  nos rodean, en tiempos de la tecnología de punta.

El alimento y la comunidad

Para  los  pueblos  indígenas   lo  significativo de  los  alimentos   no  es  el  número   de ingredientes o la calidad de ellos, sino su capacidad de vincular a la población entre sí, al vecino y a toda la población, a la colectividad. Es la capacidad  de comunicar, intercambiar  productos, compartir  momentos importantes para  la  familia y para  el pueblo,  como  las tamaleadas  y chichadas. Antes, una labor no se podía  realizar sin que mediara  el intercambio  de trabajo  y de comida entre  familias, parientes  y amigos. Su sentido  y significado están en relación con la interpretación del trabajo comunitario y compartido. Al igual que la comida, la música y la fiesta formaban parte de las actividades más relevantes.

Desde una perspectiva histórica, se piensa “que en tiempos precolombinos, la cosmovisión brunca  reflejaba  una  relación de reciprocidad  entre  el ser humano  y la madre  tierra y que se expresaba  en  forma similar a la de  otros  pueblos  indígenas” (Instituto de  Estudios de  las Tradiciones Sagradas de Abia Yala [IETSAY], 2001, p. 16).

El alimento de todos los días implica una relación directa con la tierra, porque de ahí es de donde se adquiere. Su obtención tiene un profundo sentido humano  y espiritual para nuestro pueblo, pues muchos conocimientos  del cultivo y producción  de los granos  y semillas tiene raíces ancestrales: estas se deben fortalecer para las generaciones futuras.

No solo del pan diario que nos da la tierra con que nos nutrimos y vivimos. También la sensación de los pies desnudos sobre la tierra, de la lluvia que hace crecer los cultivos sembrados; la visión de la montaña que da el aire puro y fresco que respiramos, del sol que nos alumbra, de la luna que nos dice que es momento de sembrar y recolectar las cosechas, del río y el arroyo como fuentes de vida, del paisaje y los pájaros que cantan; la vivencia del ritual del baile de los diablitos, de la conversación con las personas mayores sobre las leyendas y tradiciones de nuestros antepasados…

No por ello el régimen alimenticio de cada pueblo deja de tener una base terrenal concreta. El rancho de palma y la troja que sirven para la recolección de frutos y semillas son la combinación  de trabajo y meditación, propicios para la comunicación y el intercambio, por la complementación comunitaria, el trueque entre  pueblos y familias. Hoy, en algunos casos, todavía se practican estas actividades. Por ejemplo, cuando escasea la comida, si alguien tiene cosecha, invita a otras personas a la chagua (terreno cultivado con diferentes productos agrícolas de la zona) y les ofrece parte de lo cosechado para llevar a su casa, lo que luego compartirán con su familia.

Además, la alimentación  juega otro papel, así “(…) un pueblo que sabe comer, pone  sus platillos en el arte y en las manifestaciones populares  más diversas (Amador, 2008, p. 59).

La visión y forma de pensar del indígena es apegada a la tierra y a los recursos naturales, porque  aquí se encuentra el potencial alimenticio, con sus particularidades y esto constituye una manera de enfrentar la vida cotidiana, una situación compartida entre cada uno de nuestros pueblos.

Desde la conquista  hasta  la actualidad,  no se han suprimido  nuestros  ricos y variados platillos  alimenticios  ancestrales  como:  el cubrív3, el oscua4,  el cubújgua5.  Sin embargo,  la sociedad de poder jerarquizó las costumbres  alimentarias y el trigo pasó a representar  la cima del poder; mientras que el maíz y nuestra chicha representaban la ignorancia y la pobreza. Una visión muy reducida  por parte  del invasor, pues para ellos solamente eso es lo que  sabemos comer,  a pesar  de  la existencia  de  una  dieta  diversificada  complementada con productos  autóctonos que depara la madre naturaleza.

Es importante destacar que el régimen alimentario de cada pueblo indígena es inseparable de su visión del mundo (cosmovisión y cosmovivencia) y de los modos de compartir. Era la única forma de sobrevivir y siempre, hasta la actualidad, se siguen venciendo los obstáculos sociales y culturales.

El maíz para nuestros antepasados era la principal fuente alimentaria. Se le daba múltiples usos. Lo comían cocinado cuando estaba tierno, cuando estaba endureciendo lo comían asado al fuego. Se hacía atol, tortillas, tamales con carne y con frijoles. Entre sus principales usos estaba fabricar la chicha. Se le ha dado  una  utilidad particular  a la chicha en  el pueblo  de  Boruca, especialmente para compartir  en los eventos  y actividades importantes como: la Fiesta de los Diablitos, la Mura6, las Juntas, los cumpleaños. El consumo  de  estas  bebidas se realizaba  de manera restringida, cuando la comunidad necesitaba  socializarse para desarrollar algún evento importante.

Actualmente  son  muchos  los problemas  que  se  enfrentan  en  la producción  agrícola.  Los bruncas no estamos exentos  de ellos. Se necesita  asistencia técnica en el campo agrícola para un mejor aprovechamiento de los suelos, para producir más, con menos  costos  y responder  a las necesidades de la población, así como mayor apoyo  a las actividades  agrícolas que  son solamente para el autoconsumo.

Por esta  zona,  hay temporadas en  que  algunos productos  se vuelven  relevantes, como  el café  y  el tiquizque.  Sin embargo los agricultores  mencionan  que  los costos de  mantenimiento  son  tan  altos,  que  al final de  la cosecha  no  se puede  recuperar  la inversión. En ocasiones  se siembra ayote, y cuando el agricultor desea venderlo, hay una sobreoferta del producto  que resulta pagado  a menor precio, con menos ganancias para el productor.

Los altos costos de los abonos y químicos que se utilizan en la producción  de los granos básicos ocasionan el abandono de la agricultura  por parte  de los indígenas; se crea, así, más dependencia de los productos vendidos en los supermercados y pulperías.

Además,  la alimentación  juega  otro  papel,  así “un  pueblo  que  sabe  comer,  pone  sus platillos en el arte y en las manifestaciones populares  más diversas (Amador, 2008, p. 59).

Fortalecer la estructura interna de los pueblos

La  educación  en  las áreas  rurales  es  una  herramienta para  que  la población  pueda fortalecer sus estructuras organizativas y comunales, y contribuir en la construcción de su propio desarrollo social y cultural, superando las desigualdades  sociales con nuevas alternativas para mitigar la pobreza en las zonas más olvidadas socioeconómicamente.

Revitalizar la estructura  interna, en lo referente  al sustento  diario, como la economía de la convivencia. Las formas de organización familiar y comunal, sus sistemas de valores trasmitidos oralmente  en  su  propia  lengua,  sus  formas  de  comunicación,  solidaridad  y  convivencia comunitaria  contribuyen con el desarrollo  de las prácticas agrícolas autóctonas. Por su parte, es importante considerar  las formas de tenencia  y cultivo de la tierra de las familias y grupos agrícolas, con la aplicación de estrategias  adecuadas para el manejo de los recursos naturales y del medio ambiente. Fortalecer la estructura  interna entre los pueblos indígenas y su régimen alimenticio, en el presente, significa crear una soberanía alimentaria específica y asegurar  una vida próspera para nuestros niños y jóvenes.

Alimentación y salud
 
(…) La gente  era saludable  muy pocos  se enfermaban y si se enfermaban, se curaban  con  medicina  natural  (…) (IETSAY, 2001, p. 24)
 
La buena  alimentación  significa salud preventiva  y curativa.  Cada pueblo  trata  de dar respuesta a las enfermedades y es heredero de un pensamiento milenario por la adaptación a la naturaleza. Es parte de la sostenibilidad alimentaria y de convivencia con la naturaleza: no cansar la tierra, dejarla descansar, rotar los cultivos, no cortar los árboles, solo los que se necesitan, no cazar la venada, no pescar en tiempos  de reproducción  y mucho menos  envenenar los ríos, no cortar los árboles en luna nueva porque se secan, sembrar en menguante porque hay más abundancia en la cosecha.

Los tiempos de buena cosecha

Un día un grupo de campesinos comentaban en el pueblo de Boruca acerca de las tierras fértiles que había en la zona. No había necesidad de abonar ni fumigar para alcanzar una buena  producción de los granos básicos. Todas las verduras, hojas, semillas y frutas que se comían eran saludables, pues no llevaban ningún químico considerado como veneno para nuestro cuerpo.

Ahora es más difícil sembrar  la tierra que  está  cansada, además  del poco respaldo  que tienen los que la cultivan.

En la actualidad, el mundo  rural se caracteriza  por una reducción  del empleo  agrícola, paralelo a una mayor presencia  de actividades tradicionalmente vinculadas al medio  urbano, como el comercio y los servicios, una apertura a la industria (Aguilar et al., 2003).

A los que  siembran  el maíz y frijol les cuesta  salir adelante por los altos costos de  los insumos agrícolas. Si los campesinos  logran una  buena  cosecha  de  arroz, el Estado importa arroz de otros países y tienen que venderlo barato para no perder la producción. Si se viene un temporal o una sequía, se pierden los cultivos y quedan con muchas deudas y las familias sufren mucho.

En una conversación informal, los campesinos expresaban acerca de la situación actual de la crisis económica que viven diariamente las familias ¿Qué pasaría si tuviéramos un presidente o un ministro de agricultura que haya tenido que trabajar bajo el sol en el campo, que sepa lo duro que es trabajar la tierra? La vida en el campo es dura, para sobrevivir con la familia, hay que trabajar con poco apoyo del gobierno.
 
Pérdida de la soberanía alimentaria
 
Un fenómeno  fundamental  que  se genera  como  efecto del sentido  de  participación  y de  integración, es que  la comunidad convence de que sus problemas no van a resolverse desde afuera. (Castro, 2007, p. 25)
 
En el ámbito  nacional, los pequeños  productores pueden  vender sus cosechas  gracias a iniciativas de algunos medios de comunicación, al menos una parte, otro resto se comercializa a través de iniciativas de comercio solidario. Sin embargo, pareciera que la política del Ministerio de Agricultura es la de acabar  con la producción campesina  rural. Para los gobernantes son importantes  los  agronegocios  basados   en  monocultivos,  repletos  de  agroquímicos   y  de negativos impactos ambientales y sociales.

Por ejemplo, el frijol que  se importa  de  otros  países  tiene  un precio  más bajo  para  el consumidor  que el frijol producido por un pequeño  agricultor. Esto, debido a las políticas de comercio exterior que favorecen la importación de productos traídos de otros países del mundo.

Hay impactos consecuentes, como la desaparición de las familias campesinas que cultivan productos  agrícolas autóctonos,  para  ser consumistas  de los alimentos  que nos venden  las cadenas  de comercio. Si los agricultores no son eficientes y de calidad, es porque  hace falta el apoyo necesario para producir.

Vamos hacia un camino de pérdida de la seguridad  alimentaria autóctona, si no se educa a nuestra niñez y juventud. Estamos en el momento oportuno para recuperar la producción de alimentos en pequeña escala y basados en la diversidad, pero también del control, como pueblo agrícola, sobre nuestra alimentación y políticas gubernamentales que favorezcan la agricultura.

Hoy en día se aprueban  tratados de libre comercio con otros países. Se siguen inventando argumentos para equilibrar los efectos  negativos  de los tratados. Sin embargo, la producción nacional va desapareciendo lentamente. Ante esta  situación  es importante que  en el campo aparezcan  redes  de  hombres  y mujeres,  para  la promoción  de  una  economía  solidaria  y la comercialización  de  lo producido  basado  en  la biodiversidad.  Es  necesario  proteger  las microempresas de familias y agrupaciones, y realizar nuevas propuestas para apoyar al pequeño agricultor.

“El problema  es que nosotros  vemos  en el gobierno  solo contrapresión  actúa; debería darles vergüenza tener al agro tan abandonado, nunca se ha visto una crisis así y no es por un asunto  de plagas o terreno  (…)” (Campos, citado en Lanzas, 2012, Sólo contra presión actúan, párr. 1); es por la falta de voluntad política para aplicar la salvaguarda. Dentro de la producción agrícola el campesino rural queda por fuera, pues las grandes empresas tienen la posibilidad de sembrar grandes extensiones de terreno, ya que tienen sus propias fincas y ayuda gubernamental (Campos, citado en Lanzas, 2012).

La participación femenina desde un enfoque de género

Aquellas  mujeres  que  vivían en  el  campo,  comunes   y corrientes, eran como hombres  también. Ellas se daban  a la tarea de ayudarle al hombre  a cosechar(…) uno de los trabajos era el pilado de arroz. (Amador, 2008, p. 95)


En el campo, la participación femenina  es evidente  y decisoria. Queda demostrado  que las mujeres no solo pueden apoyar y participar en los procesos de desarrollo, sino que además poseen capacidad e interés en la aplicación de diversos proyectos.

Hay mujeres en la comunidad con terrenos familiares, donde siembran productos agrícolas y se ayudan  entre  sí, se comparten los trabajos, y conocimientos para enseñar, mantener y asegurar la alimentación  con productos originales, entre los que se destacan el frijol boruca, el ñame, el banano, la yuca, el plátano. Practican la rotación de cultivos de granos básicos. Además incorporan la crianza de animales domésticos  y aves de corral.

Socialización la agricultura para el futuro

Nuestros abuelos  y líderes comentan que es importante  proporcionarles  a los niños y jóvenes las herramientas necesarias para la agricultura, preparando y convirtiendo el terreno de cultivo en un verdadero laboratorio, donde adquieran conocimientos relacionados con el cultivo de la tierra, como lo hacían nuestros ancestros.

De las prácticas  surge  el conocimiento y si los siembros  se trabajan  utilizando  técnicas orgánicas, los niños y niñas aprenderán a producir de una forma más sana, segura y amigable con el ambiente, y tendrán experiencias que aplicarán a lo largo de toda su vida productiva.

Los grupos  de docentes, el alumnado  y los padres  y madres  de familia deben tomar  en cuenta  algunos factores para que los individuos logren el éxito en el campo agrícola, cultural y académico. Como experiencia demostrativa, deben usarse cultivos de siembra directa para que sea fácil trabajar, además, deben buscarse cultivos de ciclo corto como el maíz, el frijol, la yuca, el frijol de palo para que puedan ser cosechados durante el ciclo escolar.

Debe tenerse  en cuenta  la participación  de los alumnos  y las alumnas  en actividades como: preparación, siembra, abonado, riego, cosecha y consumo de los alimentos cosechados.

El estudiantado debe aprender a preparar algún tipo de abono y plaguicida orgánico para el manejo de plagas y enfermedades de mayor frecuencia en la agricultura orgánica, de manera más sana y de la mano con el medio ambiente.

Es importante consuman alimentos  que se siembran  en el huerto  escolar y lleven a sus casas una  muestra de los productos  cosechados ahí, para proporcionar, así, a las familias el conocimiento  de los productos autóctonos y la seguridad  alimentaria  que este  conocimiento  conlleva.

Por lo tanto, debe realizarse una reconversión  productiva  para nuestro  pueblo, es decir, obtener una mayor dinámica en el crecimiento  de los productos  autóctonos para la seguridad  alimentaria. En ello se debe tener  siempre presente que nuestros  ancestros  gozaban  de una buena  alimentación, basada  en  la práctica  de  consumir  productos  agrícolas cultivados  por ellos mismos en la comunidad. Esto también  generaba que ciertos productos  se vendían en los pueblos cercanos a la costa pacífica, lo cual generaba recursos económicos a las familias y creaba una independencia  alimentaria.

Conclusión

Hace años los trabajos  eran compartidos, se laboraba  en forma solidaria a través de las juntas  o mediante un sistema llamado mano vuelta que, según  los indígenas, figuraba como un sistema  productivo  de  reciprocidad  que  consistía en  trabajar  “hoy con usted  y mañana conmigo”. Todos tenían  arroz, maíz, cerdos y gallinas para el consumo. No había comerciante que los comprara, pero se compartían  los alimentos, si alguien carecía de ellos.

Todavía hoy los amigos y vecinos del pueblo comparten comidas tradicionales como iguana, pescado, camarones, productos  derivados del maíz, frutas, semillas, hojas, hongos, y en las actividades escolares y comunales, colocan en las mesas de reuniones  comidas del tiempo  pasado  para recordar  la tradición  de  compartir  y convivir de manera  armoniosa entre vecinos.

Hace algunas  décadas, en la comunidad boruca, nuestros  ancestros  se alimentaban con productos autóctonos y libres de  contaminación,  siguiendo  reglas  ancestrales,  aseguraban el uso racional de los productos sin causar daños  al medio  ambiente y mantenían una dieta alimenticia muy saludable, situación que se debe poner en práctica nuevamente.

Con la llegada  de la electricidad  y el intercambio, fueron adquiriendo  otra  tradición culinaria, que complementó los productos  alimenticios propios basados en el maíz, el frijol, el cacao, el pejibaye y el banano.

La amenaza de los nuevos modos productivos obliga a la comunidad de Boruca a actuar, a partir de su propia identidad, para recuperar la soberanía alimentaria. Esta gestión requiere del concurso de todos los sectores comunitarios, incluyendo mujeres y jóvenes, para determinar, en conjunto, nuestro propio porvenir.

Referencias

Aguilar,  M. E., Angulo,  L., Cerdas,  Y., Céspedes,  E., Monge,  M. E., Ovares,  S., Solano,  J. y van Kampen, P. (2003). Un acercamiento a la educación general básica de las zonas rurales de seis países centroamericanos. Un estudio exploratorio. Heredia: EFUNA.         [ Links ]

Amador,  J. L. (2008).  Historia  y tradición en Potrero Grande. Un pueblo costarricense de origen chiricano-panameño. San José, Costa Rica: EUNED.         [ Links ]

Castro, O. O. (2007). Autogestión de las organizaciones locales. Una herramienta para el desarrollo comunitario. Comayagua, Honduras: Universidad Nacional.         [ Links ]

Instituto  de  Estudios  de  las Tradiciones  Sagradas  de  Abia Yala  (IETSAY).  (2001). Narraciones bruncas: Boruca y curré. San José, Costa Rica. Fundación coordinadora de pastoral aborigen.         [ Links ]

Lanzas, M. S. (3 de mayo de 2012). Arroceros preparan  marcha. Diario Extra. Recuperado de http://www.diarioextra.com/2012/mayo/03/nacionales18.php.         [ Links ]

Citas y Notas

3  Maíz y frijol tierno con carne, cocinado.

4  Hongo blanco en forma de oreja, comestible.

5  Atol de maíz sancochado y molido

6  Los diablitos recuerdan  la guerra entre españoles  e indígenas. Se celebra cada año, del 31 de diciembre al 2 de enero. En esta festividad, el toro representa  el invasor español y los diablitos representan los indígenas. Al final matan al toro como representación heroica: los indígenas  vencen a los españoles. La fiesta de La Mura se celebra todos los años, los días 7, 8, 9 de diciembre en alusión a la Virgen Purísima. Cuentan los mayores que esta celebración hace referencia a unos negros que llegaron a Boruca con un tambor y un pito con el cual bailaban. Tenían acento jamaiquino, poco entendible. Esta tradición quedó  para recordar el acontecimiento y por eso en ella los participantes se pintan de negro.

*Correspondencia a:
Oscar Leiva Morales. Docente de idioma Boruca. Ministerio de Educación Pública de Costa Rica. Licenciado en Educación Rural y egresado de la Maestría en Educación Rural Centroamericana, Universidad Nacional de Costa Rica. Ministerio de Educación Pública San José, Costa Rica. shidiraleiva5@gmail.com
Rigoberto Díaz Leiva. Docente del Ministerio de Educación Pública de Costa Rica. Licenciado en Educación Rural y egresado  de la Maestría en Educación Rural Centroamericana. Universidad Nacional de Costa Rica. Ministerio de Educación Pública San José, Costa Rica. moren_diaz@yahoo.es
1. Docente de idioma Boruca. Ministerio de Educación Pública de Costa Rica. Licenciado en Educación Rural y egresado de la Maestría en Educación Rural Centroamericana, Universidad Nacional de Costa Rica. Ministerio de Educación Pública San José, Costa Rica. shidiraleiva5@gmail.com
2. Docente del Ministerio de Educación Pública de Costa Rica. Licenciado en Educación Rural y egresado  de la Maestría en Educación Rural Centroamericana. Universidad Nacional de Costa Rica. Ministerio de Educación Pública San José, Costa Rica. moren_diaz@yahoo.es

Recibido 25 de mayo de 2012. Corregido 07 de febrero de 2013. Aceptado 13 de marzo de 2013

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