SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.11-12 issue2-1Responsabilidad penal del profesional en medicina en casos de esterilizaciónEl suicidio en la población femenina en Costa Rica. 1983-1993 author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Medicina Legal de Costa Rica

On-line version ISSN 2215-5287Print version ISSN 1409-0015

Med. leg. Costa Rica vol.11-12 n.2-1 Heredia May. 1995

 

Evaluación médica de testimonios de tortura y partitipación de los médicos en la tortura 1
 
 
Hans Draminsky Petersen* ,  Ole Vedel Rasmussen**
 
Abstract

Today, torture is used in more than 90 countries, In most of theses countries, the authorities try to conceal the use of torture. Therefore torture methods which do not leave marks are more often selected.

Consequently, appraisal of statements of torture is mostly based on interviewss with exprisoners. The statement of torture is compared with the description of symptoms found after the prison period and with the results of the cinical examination, which is often normal.

In the evaluation of the validity of a statement reservations often have to be madre for minor disagreements between the single elements of the examination, for example because of impaired concentration during the examinaiton and loss of concluousness during the torture. Furthemore, the statement may be incompelte because of psychological inhibitions and imperfect interpretation. Assessment of allegations of medical involvemnet in torture is also bases on information given by the ex-detainee.

The presumed doctor´s examination techniques and the treatment carried out and prescribed by him, are compared with the context in which he acted. Only very rarely do torture victims have marks from e. G. Injections or suturing which can be related to medical treatment in torture centres. The critical evaluation of data collected during in-depth interviews with torture victims is the core of documentaiton of torture and medical involvement in torture. The national medical asociations share the responsability of ensuring that their country´s doctors comply with the ethical rules and do not in any way participate in or omit to report torture.

Keywords

Human rights, torture, testimony, physicians role.

Reference

DRAMINSKY-PETERSEN, Hans and VEDEL-RASMUSSEN, Ole, Medical appraisal of allegations of torture and the involvement of doctors in torture, Medicina Legal de Costa Rica, vol. 11, N° 2, 1994; vol. 12, N° 1, 1995, pp. 20-28.
 

Resumen

Hoy en día, se practica la tortura en más de 90 países. En la mayoría de ellos las autoridades tratan de ocultar el uso de la tortura, por lo que a menudo eligen métodos que no dejan rastros.

En consecuencia, la evaluación de los testimonios de tortura se basa principalmente en entrevistas con ex prisioneros. Las denuncias de tortura se comparan con la descripción de los síntomas posteriores al período de encarcelamiento y con el resultado del examen clínico, el que con frecuencia es normal.

A menudo hay que proceder con cautela al evaluar la validez de una declaración, por si hubieran mínimas discrepancias entre los elementos de un examen simple, debido por ejemplo, a falta de concentración durante el examen o pérdida de conciencia durante la tortura. Además, puede ser que el testimonio sea incompleto a causa de inhibiciones psicológicas e interpretación imperfecta. La evaluación de las denuncias formuladas sobre participación médica en la tortura, también se basa en informaciones de ex detenidos. Las supuestas técnicas utilizada por el médico y el tratamiento efectuado y recomendado por él, son comparados con el contexto dentro del cual éste actuó. Sólo muy rara vez las víctimas de tortura tienen marcas que puedan asociarse a tratamientos médicos en centros de tortura, tales como inyecciones o suturas. La evaluación crítica de los datos recolectados durante entrevistas en profundidad con víctimas de tortura, es la esencia de la documentación sobre la tortura y la participación médica. La asociación médica nacional, debe compartir la responsabilidad de asegurar que los médicos de sus países cumplan con las normas éticas y no participen de ninguna manera en la tortura u omitan informar sobre ella.

Palabras clave

Derechos humanos, tortura, testimonio, médicos.

Referencia

DRAMINSKY-PETERSEN, Hans y VEDEL-RASMUSSEN, Ole, Evaluación Médica de testimonios de tortura y participación de los médicos en la tortura,, Medicina Legal de Costa Rica, vol. 11, N° 2, 1994; vol. 12, N° 1, 1995, pp. 20-28.
 

Introducción

Hombres, mujeres, y también niños, son sometidos a tortura en por lo menos un tercio de los países del mundo (1). En la mayoría de ellos, el uso de la tortura está prohibido por la ley y por las declaraciones internacionales firmadas por sus representantes. Muchos de estos países, son económica y políticamente dependientes de las relaciones con el resto del mundo.

Las relaciones internacionales deberían cambiar conjuntamente con las revelaciones sobre graves violaciones a los derechos humanos. Por lo tanto, la publicación de estas violaciones es una forma de detener tales crímenes, y es por esta razón que deben estar bien fundamentadas.

En algunos casos, la comprobación de la tortura puede ayudar a las personas a obtener asilo, y en los menos, compensación. En tales casos, los médicos suelen apoyar la validez de las denuncias sobre aplicación de tortura (2-3).

El presente estudio describe un método para sustentar la validez de testimonios de denuncias de tortura y algunas consideraciones que deben hacerse relacionadas con dicha evaluación. Durante casi 15 años, este método ha sido utilizado por un grupo médico danés. También se describen otros aspectos médicos relevantes para la documentación sobre tortura y la participación de los médicos en la misma.
 

Epidemiología y propósito de la tortura

En algunos países, la tortura se utiliza contra numerosas personas que han sido arrestadas. Amnistía internacional (AI) estima que durante los últimos 10 a 12 años, más de cien mil personas fueron sometidas a tortura en Turquía (4). En 1987, Al reportó 17 muertes por tortura en dicho país (5). Estas cifras indican que la tortura se practica en forma casi rutinaria, pero que también las muertes son una excepción, probablemente causadas por un mero accidente o por errores de apreciación en cuanto a las condiciones físicas de la víctima. En otros países, como en España, todavía se usa la tortura, pero generalmente solo contra grupos altamente selectivos, detenidos en aplicación de la ley antiterrorista (1). Los métodos utilizados allí, según AI son. Golpes, sofocamiento, aplicación de descargas eléctricas e inmersión de la cabeza de la víctima en agua contaminada. En los cuarteles de policía españoles, no se ha informado de ninguna muerte entre 1987- 1988 que pueda relacionarse con certeza a la tortura, a pesar del hecho de que los métodos utilizados sin duda implican el riesgo de muerte para la víctima (5). Las pocas muertes en países como España y Turquía, claramente indican que la tortura se practica bajo control, y que los torturadores han sido entrenados para el mal trato, o que los médicos participan como asesores o supervisores.

Cuando la tortura se utiliza contra delincuentes comunes el propósito es obtener confesiones e información. Cuando se usa contra oponentes políticos, o (presuntos) terroristas, el propósito es solo quebrar al máximo posible a individuos disidentes (7,8) o desalentar cualquier oposición. Respecto a los males tratos de este último grupo en particular, los relatos bastante frecuentes de procedimientos completamente absurdos, da la idea de que se practican intencionalmente.

A lo anterior debe agregarse el deseo de provocar un efecto preventivo, lo que no se contrapone con el temor que tienen las autoridades en cuanto a que la información sobre tortura se publique. La comunidad local y ciertos subgrupos deben estar al tanto de que la tortura se aplica pero no se publica, o que es relativamente fácil descartar una publicación en la prensa especializada de un subgrupo, tildándola de difamación política. En general es muchísimo más fácil convencer al público sobre violaciones a los derechos humanos si una víctima de la tortura tiene signos físicos de violencia. Sin embargo, muchos de los métodos usados actualmente, como los mencionados en el caso de España, no dejan huellas físicas, y éste es otro indicio más de que la tortura es utilizada deliberadamente y por funcionarios entrenados. Además la tortura generalmente ocurre durante los primeros días de arresto y cualquier herida superficial en la piel es probable que ya haya desaparecido para cuando la víctima salga de custodia. También existen frecuentes relatos sobre los torturadores, que envuelven trapos alrededor de las muñecas de la víctima antes de esposarla, o de los garrotes, para prevenir lesiones que puedan utilizarse para documentar el maltrato (9,10).
 

Ejemplos de formas de tortura

La tortura que hoy se practica en muchas partes del mundo es altamente compleja. Existen frecuentes descripciones de procedimientos que implican agotamiento psíquico y físico tales como privación del sueño, de alimentos y bebidas, quizá combinado con trabajos forzados o plantones (posición forzada de pie), durante horas o días. Se limita la libertad de movimiento entre interrogatorios mediante el confinamiento en espacios sumamente reducidos. La percepción es restringida, cubriendo por ejemplo los ojos, o exponiendo a la víctima a constantes sonidos estridentes. Se intenta destruir su autoestima restringiéndole la higiene personal, no dándole facilidades para ir al baño, desnudándola y agrediéndola verbalmente. Estos procedimientos van acompañados de amenazas y golpes, así como de otros métodos muchísimo más sofisticados de tortura, tales como descargas eléctricas os sofocación mediante bolsas de plástico sobre la cabeza de la víctima.
 

Secuelas de tortura

Los síntomas que con mayor frecuencia describen las víctimas de tortura son mentales. Ansiedad, depresión, insomnio, pesadillas, inestabilidad afectiva, pérdida de memoria o de concentración.

El recuerdo de la tortura también puede estar presente, manifestándose en cambios de interés en varios aspectos de la vida y en las emociones y reacciones, que son algunos de los síntomas que definen el estrés post traumático. A menudo sufren de jaquecas y dolores en los músculos y articulaciones. Localizados generalmente en los lugares donde se aplicó la tortura (7, 9, 11-13). Sin embargo, no siempre hay una clara relación entre la naturaleza de la tortura y cualquier otra secuela crónica; las formas físicas de tortura pueden derivar en secuelas físicas, y viceversa (11). A esto habría que agregar, que muchos de los síntomas que se detectan en víctimas de tortura, se encuentran también en personas que han sufrido otras formas de alteración grave, como el exilio (14-16), la guerra (17-19), persecuciones (20-21), o catástrofes (22-23).

Una cantidad sustancial de publicaciones describen la salud de las víctimas de tortura (2, 9, 10-15). Son pocas las que incluyen exámenes a grupos de control y casi todas se han efectuado en países en los que aún se practica la tortura, o en el país de exilio. De acuerdo con lo anterior, además de la tortura, casi todas las víctimas sometidas a estos exámenes han sufrido otras alteraciones que pueden ocasionar síntomas no específicos, idénticos a aquellos causados por la tortura. Por lo tanto, la sintomatología de una víctima de la tortura comúnmente multiexpuesta, es de origen heterogéneo.
 

El examen clínico

Un grupo médico danés ha estado examinando a víctimas de tortura desde 1974 (11, 24). Estos exámenes se han realizado en el país de origen de la víctima, en Dinamarca y en terceros países. El objeto de ellos era describir las secuelas y documentar la práctica de la tortura.

Los exámenes incluían cinco elementos:

A) Descripción de la salud, incluyendo la presencia o ausencia de síntomas crónicos o recurrentes antes de la tortura infligida.
B) Descripción de los métodos de tortura que, según el examinado, se utilizaron en su contra.
C) Descripción de reacciones, síntomas y lesiones sufridas durante la tortura e inmediatamente después.
D) Síntomas en el momento del examen.
E) Examen clínico.

Dos médicos realizaban e examen utilizando formularios de entrevistas, generalmente con la ayuda de un intérprete. La duración de estos exámenes fluctuaba entre dos y hasta casi siete horas. En principio, el procedimiento era que el entrevistado daba una descripción espontánea complementada con preguntas detalladas.

A) Para averiguar claramente la primera aparición de cualquier síntoma crónico relacionado con episodios de tortura, se hace necesaria una profunda descripción de los antecedentes previos del estado de salud. Además, debe describirse la evolución de síntomas crónicos o recurrentes ya existentes, en relación con la tortura denunciada.

B) Se obtiene una descripción detallada de los métodos de tortura denunciados, incluyendo el uso de instrumentos y la duración de las sesiones y procedimientos individuales. Estas descripciones deben compararse con otros testimonios de tortura, practicada por la misma fuerza policial o en el mismo país. Generalmente, los testimonios coincidentes e interpretarán como una prueba de su veracidad, así como el uso sistemático de la tortura. En algunos casos, las denuncias coincidentes sobre la aplicación de métodos rara vez descritos, pueden dar curso a consideraciones tales como que la práctica ha cambiado en el cuartel de policía en cuestión, o es un indicio de que se trata de una difamación planeada por las autoridades del país. En ciertos casos, particularmente en relación con el mal trato a prisioneros políticos, a veces se describen formas absurdas de uso de la fuerza o de la violencia. Esto puede interpretarse como un signo de que las autoridades pretenden destruir la autoestima del individuo y quizá provocar su aislamiento psicosocial una vez en libertad, ya que la víctima tendrá la clara sensación de ser mirada con suspicacia si llega a contar estos detalles absurdos.

C) La propia descripción del examinado sobre los síntomas inmediatos causados por la tortura, incluyendo la descripción de lesiones graves, se valida en estrecha relación con la descripción de la tortura. Se efectúa en un análisis para verificar si los tipos de tortura descritos concuerdan con los síntomas denunciados y si las reacciones y heridas no se basan acaso en un conocimiento fisiológico y traumatológico general. Por otra parte, también se evalúa si es factible la ausencia de reacciones y lesiones producidas por la aplicación de distintas formas de tortura física particularmente graves o especiales descritas por el examinado. La ausencia de marcas después de, por ejemplo, quemaduras graves, es un fuerte indicio de que lo descrito es falso.

El examinar a víctimas de tortura puede tomar a menudo varias semanas/meses o años después de que la tortura denunciada y las observaciones de las lesiones del propio examinado ode su familia (como la aparición de lesiones que según el denunciante fueron causadas por corriente o falanga), lleguen a constituir un elemento importante para la base de datos de la evaluación global.

Deben compararse las descripciones de síntomas inmediatos al examinar a varias víctimas de tortura que hayan sido detenidas al mismo tiempo, en la misma comisaría, o que se conozcan. Puede llegar a inferirse, ante la presencia de reacciones extrañas en más de un individuo, que los relatos sobre la tortura infligida y los síntomas posteriores han sido previamente acordados y no son ciertos (25).

D) Al presentarse síntomas durante el período de duración del examen, se describe el carácter, localización, intensidad y posible fluctuación. Se evalúa si aquellos constituyen síntomas no específicos comunes, descritos con frecuencia por víctimas de tortura, o pueden estar relacionados a uno o más métodos de tortura a los que el examinado fue sometido. La localización y el carácter de uno u otro síntoma no especifico puede respaldar fuertemente la validez de una denuncia de tortura, tal m}como dolor en el pie a causa de tensión excesiva en una persona joven que denuncia que ha sido sometida a falanga. Por otra parte, son numerosas las víctimas de tortura que no declaran ningún síntoma en una entrevista en profundidad, meses o años después de haber sido sometidos a tortura (11). No obstante, la ausencia de síntomas no excluye la posibilidad de que la persona haya sido objeto de torturas.

E) El resultado del examen clínico se compara con la descripción de la tortura y se analiza si las marcas tienen relación con la misma, de acuerdo con lo revelado por el examinado, o si la ausencia de marcas corresponde al tipo de tortura infligida. Algunos hallazgos clínicos característicos, frecuentemente determinadas marcas epidérmicas, constituyen la prueba más evidente de aplicación de tortura. Como se mencionaba anteriormente, a menudo los torturadores tratan de evitar el dejar huellas físicas en sus víctimas y el reconocimiento generalmente se practica semanas o meses después de haberse aplicado la tortura. En ese momento las heridas superficiales ya han desaparecido por completo. Por otra parte, la mayoría de las víctimas de tortura mencionadas en la literatura (sobrevivientes) carecen de marcas causadas por la tortura, o las que tienen son muy pequeñas y se hace imposible determinar su antigüedad.

En pocos casos se encuentran marcas muy características después de la tortura, como por ejemplo, cicatrices por desgaste (26).

Azotes: los azotes pueden dejar cicatrices largas, angostas, asimétricas, no del todo paralelas, tal vez curvas, especialmente donde ha pegado la punta de un látigo flexible (Fig. 1). Los golpes a corta distancia, con látigos duros o varillas, probablemente dejen marcas más lineales (Fig. 2), en ángulos determinados por la dirección de aplicación de los golpes y los posibles movimientos de la víctima durante la sesión de tortura. Las estrías se parecen en algunos aspectos a aquellas marcas, pero éstas son simétricas y más paralelas (Fig. 3).

Quemaduras: luego de una quemadura con cigarrillo, se pueden apreciar cicatrices circulares pequeña su ovaladas. Generalmente tienen de 5 a 10 mm, manchas con los centros descoloridos y relativamente oscuros y con los bordes tal vez hiperpigmentados (Fig. 4). Al usar, por ejemplo, objetos metálicos calientes, se traspasan grandes cantidades de energía a la piel. Las cicatrices de ese tipo de quemaduras pueden profundizarse debido a lapérdida de tejido y generalmente se encuentra un borde puntiagudo con una orilla angosta hipertrófica o hiperpigmentada. Estas cicatrices lucen como marcas ocasionadas por pequeños abcesos (Fig. 5). Las quemaduras aplicadas a la matriz de la uña, la que se ve delgada. Si la uña también se ha arrancado, puede haber un crecimiento excesivo del tejido desde el nacimiento de la uña y sobreponiéndose a ésta.

Tortura con electricidad: generalmente las lesiones que produce este tipo de tortura son quemaduras superficiales, milimétricas en tamaño, de color café rojizo, frecuentemente cubiertas de una costra durante los primeros días. Pueden confluir, aparecer como hileras de perlas, o agrupadas (Fig. 6). Muy a menudo, estas lesiones desaparecen a las pocas semanas. Quemaduras más profundas, ocasionadas por aplicación de electricidad en un mismo punto, pueden dejar pequeñas cicatrices superficiales o descoloridas por un período prolongado.

No específicas: en algunos casos hay cicatrices que no son específicas, pero que compradas con las descripciones de tortura sustentan la denuncia. Por ejemplo, una persona que buscaba silo en Dinamarca afirmó que en su país de origen había sido torturada, entre otras cosas, apretándole uno de sus dedos en una puerta, reiteradas veces. El examen clínico mostraba una cicatriz transversal sin tejido pulposo debajo, en el dedo en cuestión. Fue interpretado como secuela de una necrosis del tejido ocasionada por la situación descrita.

Suspensión-colgamiento: las marcas que deja la suspensión por las muñecas esposadas puede dejar extensas cicatrices circulares o semicirculares luego de una profunda excoriación. Se ha dicho que, por ejemplo, la presión prolongada de una cuerda apretada fuertemente alrededor del fémur, deja permanente alopecia en una estrecha zona circular (27).

La aparición de lesiones epidérmicas rara vez prueban la aplicación de tortura. Por otra parte, la localización de cicatrices puede muy a menudo sustentar una denuncia de tortura. Un latinoamericano afirmó (28) que lo habían suspendido entre dos murallas, como una hamaca, de espaldas. En esta posición fue reiteradamente pateado, especialmente en la espalda. El examen clínico realizado dos meses y medio después, reveló un total de 11 cicatrices superficiales irregulares, hiperpigmentadas, de 2-4 cm, en la espalda y en la parte superior posterior de los muslos. Las marcas eran muy poco características ya que fueron provocadas con una violencia brutal, pero su ubicación en la espalda, región que no está sujeta normalmente a traumas diarios, claramente indicaban que fueron ocasionadas por la violencia y coincidían con esta muy peculiar forma de tortura.

Además, tenía una cicatriz en forma de estrella en una muñeca, que según afirmó, se debía a una herida relacionada con la suspensión. Se infirió que esta cicatriz se produjo por la presión que ejerció sobre la muñeca, uno de los nudos de la cuerda.

Falanga: Se ha descrito frecuentemente la falanga (aplicación de repetidos golpes sobre las plantas de los pies) en Grecia durante la junta militar, y en el Medio Oriente, hoy en día (11,29). Las graves secuelas visibles pueden ser hematomas y/o edemas. Es extremadamente raro que se originen hematomas en las plantas de los pies debido a traumas diarios, por lo que estas secuelas evidencias fuertemente la aplicación de falanga. Una secuela posterior, demostrada radiológicamente, puede ser necrosis aséptica al hueso (11,30) o
 
 

 
derivar en fracturas. Además, la destrucción de la almohadilla plantar puede producir pérdida de elasticidad, lo que debe comprobarse mediante palpación. La aponeurosis de la planta puede también perder elasticidad y tensión, lo que puede posiblemente provocar la hiperextensión, principalmente, del dedo gordo del pie. La aponeurosis al palparla debe ser delicada y áspera (G. Skylv, comunicación personal).

Fracturas: Además de los cambios dermatológicos, entre las secuelas demostrables más comunes posteriores a la tortura, se encuentran la pérdida o fractura de los dientes. Sin embargo, pueden ocurrir por supuesto, todo tipo de fracturas.

Lesiones en las articulaciones: Es probable se produzcan lesiones crónicas en las articulaciones como consecuencia de, por ejemplo: la suspensión palestina (suspensión de las muñecas o de los tobillos con las manos atadas a la espalda) con hiperextensión forzada de la articulación del hombro (31,32). Es probable que los hallazgos clínicos sean: suavidad al palpar y patrones anormales de movimiento en las articulaciones lesionadas.

Lesiones a los nervios: Se producen lesiones periféricas menores a los nervios (11,33) y, rara vez (en los sobrevivientes), síntomas de lesiones en el sistema nervioso central (11).

Pérdida de la audición: Es bastante frecuente la pérdida crónica de la audición descrita luego de golpes en las orejas (¨teléfono¨-golpes simultáneos con las palmas de las manos sobre ambos oídos) (11).

Atrofia testicular: Se han descrito pocos casos de atrofia testicular unilateral luego de una fuerte tortura genital (34).

Es probable que personas con marcas muy peculiares inventen historias de tortura basados en la apariencia y localización de las cicatrices para desacreditar a las autoridades por razones políticas, (35) o para obtener asilo (10). Sin embargo, en nuestra experiencia, las víctimas de tortura con frecuencia atribuyen la presencia de cicatrices a otras causas, y no a la tortura. Por ejemplo, una persona afirmó que había sido objeto de torturas pero atribuyó las cicatrices redondas a pequeños abscesos y no a quemaduras con cigarrillos (Fig. 5).

Los sobrevivientes de la tortura a veces tienen pequeñas marcas no específicas cuando son examinados, otras veces no (11,13). En tales casos, esta parte del examen no sustenta el testimonio de tortura, pero por otra parte, no lo contradice, amenos que se hayan descrito métodos de tortura que claramente dejen lesiones graves, tales como quemaduras de tercer grado. Por supuesto que los procedimientos de tortura pueden hacer peligrar la vida de la víctima al no quedar ningún rastro en su piel (6).

Los síntomas psicológicos y las reacciones observadas durante una entrevista pueden incluir: reserva, actitud taciturna, inhibición y también, desconfianza, derramar lágrimas y llorar abiertamente. Tales síntomas a menudo desaparecen durante la entrevista a medida que el examinado se va sintiendo más en confianza con los examinadores, pero vuelven a producirse cuando se discuten temas sensibles. El estado de alerta es tal vez prominente, por ejemplo, exceso de sudor y/o estremecimiento causado por ruidos externos o por situaciones que pueden parecerse levemente a la tortura, como por ejemplo, un examen neurológico. Otros síntomas psicológicos observados a menudo son: pérdida de memoria y falta de concentración. Algunos síntomas psicológicos pueden también interpretarse como falta de credibilidad (ver más abajo).
 

Evaluación global de testimonios de tortura

El testimonio de tortura es comparado con información ya existente sobre el país en cuestión. Los síntomas manifestados son comparados con la sintomatología de sobrevivientes de tortura descrita en la literatura. Se determina la idoneidad de las reacciones inmediatas descritas y los síntomas, en relación con la tortura relatada. Se determina también la compatibilidad entre los últimos síntomas posteriores a la tortura, el resultado del examen clínico y la descripción de la tortura. Se estima la validez del testimonio con base en el mutuo acuerdo entre los elementos individuales del examen, con base en patrones de tortura locales coincidentes y con base en la muy conocida sintomatología de los sobrevivientes de tortura.

Durante una entrevista en profundidad, una persona que afirma haber sido torturada puede contradecirse, en mayor o menor grado generalmente en la descripción de los síntomas que indica se presentaron inmediatamente después de haber sufrido la tortura. Por ejemplo, que una descripción de secuelas inmediatas producto de la inmersión en agua, no coincida con la descripción del recipiente utilizado, habiéndose afirmado que tenía un borde de cemento áspero encima. La víctima afirma haber sido arrastrada de manera tal que su cara pudiera ser introducida en el recipiente (entrevista con una víctima de tortura). Sin embargo, no describe síntomas de dolor localizado frente al tórax. Para poder evaluar este testimonio es preciso saber si la víctima estaba vestida , y si acaso le era posible defenderse con las manos.

Si luego de preguntas suplementarias pertinentes, aún persisten contradicciones en el testimonio, debe considerase lo siguiente:

Complejidad: la situación de tortura es compleja. Es probable que al experimentar que la vida está en peligro por asfixia, se subestime completamente un pequeño trauma torácico, el que quizá en esos momentos ni siquiera se notó.

Durante la tortura, mientras la víctima casi siempre se encuentra en estado de agotamiento físico y mental, es sometida a una gran cantidad de acciones completamente desconocidas y anormales/perversas, cuyo sentido no siempre puede interpretarse. La práctica de la tortura con frecuencia contiene elementos de desorientación, como por ejemplo, vendar los ojos. Por lo tanto, durante el proceso, los detalles pueden percibirse en forma equivocada.

Amnesia: Puede producirse amnesia por un corto período después de perder la conciencia a raíz de una conmoción cerebral o asfixia. Generalmente las víctimas de tortura mencionan la pérdida de memoria, pero a menudo recuerdan formas bien definidas de tortura. Las personas que han quedado inconscientes normalmente tienen una clara imagen de todas las formas de tortura anteriores a esta situación. En una serie, víctimas de tortura fueron examinadas dos veces por dos equipos diferentes de examinadores con un intervalo de cuatro semanas entre cada examen.

Las descripciones individuales de tortura de las víctimas eran idénticas en casi todos los casos (13). Es probable que los síntomas inmediatos y las reacciones a la tortura se recuerden con menos detalle que las formas de tortura.

Falta de concentración: La falta de concentración, común en víctimas de tortura, puede dificultar el determinar la validez de un testimonio. Las preguntas detalladas de los entrevistadores pueden ser mal interpretadas y muy a menudo se obtienen respuestas a preguntas que no se han efectuado.

Intérpretes: Si se necesita un intérprete, es natural que se incrementen los problemas de comunicación entre examinados y examinadores. Cuando se utiliza un intérprete, por lo general los examinadores desconocen el idioma del examinado y por lo tanto no son capaces de juzgar directamente la calidad de la interpretación. Puede lograrse una impresión, juzgándolas habilidades del intérprete en el lenguaje del examinado, o comparando el tiempo que usa el examinado para entregar su testimonio, con el tiempo que usa el intérprete para traducirlo. Además, se nota la necesidad del intérprete de reformular preguntas y se actúa cuando dialoga con el examinado más que como un intermediario lingüístico. Previamente describimos los problemas de traducción en relación con los exámenes de salud y concluimos que las respuestas imprecisas e incomprensibles pueden deberse a una interpretación deficiente (36), lo que conlleva a la imposibilidad de analizar el estado mental del examinado y la validez del testimonio, o puede invalidar esta evaluación.

Ansiedad: La ansiedad es un síntoma relevante en víctimas de tortura. Es bien sabido que situaciones que evocan formas de tortura pueden provocar profunda ansiedad en las víctimas (37). Una entrevista que incluya muchas preguntas de control, en algo se asemeja a un interrogatorio. Por lo tanto, la entrevista provoca ansiedad y confusión, reduciendo de esta forma la exactitud de las respuestas que se dan. Tales consideraciones son particularmente importantes si el examinado se encuentra en una situación de incertidumbre social, por ejemplo, buscando asilo, y la entrevista constituye la base para un pronunciamiento médico sobre el que se fundamentará en parte la decisión de garantizar dicho asilo. El examinado puede ver en los examinadores a inspectores del país que brinda asilo, que están buscando que se contradiga y quieran utilizar este elemento para negárselo.

Autocensura: Las víctimas de tortura pueden experimentar situaciones de tortura que consideran tan absurdas (38) o humillantes (39,40) que por temor a ser considerados poco veraces, por vergüenza, o por miedo a perder el control de sus sentimientos, autocensuran sus testimonios de aplicación de tortura, especialmente los métodos más ingeniosos/grotescos (41). Se sabe por la psicoterapia de víctimas de tortura, que temas íntimos, como problemas sexuales, no se les exponen al terapista sin que antes se haya creado una relación de confianza y luego de varias sesiones (39). Es probable que dichos problemas se multipliquen si el intérprete es un pariente. Un intérprete profesional que pertenezca a un grupo étnico diferente, puede producir el temor en el examinado de que la traducción sea censurada o distorsionada, o que el intérprete pase por alto el relato que retransmite al examinador.
 

Testimonios de la participación de los médicos en la tortura

La participación directa o indirecta de los médicos ha sido descrita en una gran cantidad de revelaciones de tortura (8, 11, 28, 42-44).

La Declaración de Tokio somete a los doctores y a otros funcionarios de la salud a la particular obligación de abstenerse a participar en torturas. Ampliamente interpretada, esta declaración significa que la profesión médica también tiene una obligación en cuanto a prevenir que sus miembros participen en actividades de tortura. Como una forma de prevención general, la participación en la tortura debería ser sancionada y el tema publicado. Para establecer procedimientos, la documentación sobre la participación de los médicos en la tortura, debe ser sometida alas asociaciones médicas locales, las que deben instaurar procedimientos profesionales en algunos países (45, 46). Si la asociación médica declara públicamente que uno de sus miembros ha participado en la tortura, es difícil para el sistema legal no establecer procedimientos contra el médico en cuestión, así como también, contra los torturadores involucrados. De esta manera, la documentación sobre la participación de los médicos en la tortura, puede ser un catalizador en cuanto a la instauración de procedimientos contra los torturadores.

Así como en el análisis de la validez general de un testimonio, la evaluación de una denuncia de participación médica en la tortura debe basarse en primer lugar, en la información entregada por el examinado.

La descripción de la apariencia y de las actividades de la persona que se presume es un doctor, es comparada con la descripción del contexto en el que actuó, es decir, la supuesta función del doctor.

    El rol del doctor puede ser:

    - Evaluar la salud de los prisioneros, esto es, si es apto para la tortura en general y para formas  específicas en particular.
    - Tratar lesiones de tortura y así reponer al prisionero.
    - Tratar contusiones con el fin de prevenir la formación de marcas visibles, o tratar lesiones y    enfermedades para evitar que las víctimas sean transferidas a hospitales públicos, esto es, encubrir las actividades de tortura.
    - Proporcionar los primeros auxilios en caso de accidentes, es decir, prevenir muertes.
    - Hacer un seguimiento de los procedimientos de tortura, especialmente con el propósito de evitar accidentes, muertes y lesiones que puedan utilizarse como evidencia de aplicación de tortura.

El papel concreto de un supuesto doctor en un centro de tortura es clasificado de acuerdo con estos ítemes y comprado con la descripción de la conducta del médico, las actitudes, el uso de términos técnicos, el contenido de las preguntas, las técnicas de examen, el uso de instrumentos y cualquier tratamiento realizado, por ejemplo, inyecciones intravenosas o infusiones, sutura de heridas, o recetas médicas. A la luz de estos antecedentes, y desde el punto de vista profesional, se analiza la racionalidad de las actividades del supuesto doctor. Sin son racionales, es posible o factible que la persona sea efectivamente un doctor o que al menos tenga algún entrenamiento. Tal como en el caso de otros datos del examen, deben hacerse algunas reservas. Ciertos procedimientos psicológicos tienden a confundir a la víctima y a desestabilizar su resistencia. Tal procedimiento lo expone a un ambiente extremadamente cambiante. La víctima es llevada desde una sesión de tortura a una habitación limpia, tal vez tipo habitación de clínica, en donde una persona comprensiva y compasiva pretende hacerse cargo de su problema y le da consejos con respecto a la actitud que debe tomar con sus interrogadores (39). Esta persona compasiva puede por ejemplo pretender ser un doctor para realzar su autoridad. Este rol no requiere de conocimientos sobre la práctica médica y es relativamente fácil que lo asuma cualquier persona con conocimientos sobre tortura. Además, la cautela que pueda aplicarse a la declaración de la víctima en general, también se aplica a esta parte del relato.

La evaluación de la autenticidad el médico es una evaluación global basada en datos existentes. La mayoría de los aspectos individuales del rol del médico (como tomar la presión sanguínea, prescribir un tratamiento local a lesiones superficiales, administrar inyecciones) son sencillos y pueden efectuarlo personas que hayan asistido a un simple curso de primeros auxilios. Mientras más crítica es la situación durante la detención, mayores son las habilidades profesionales que se le exigen a la persona que está administrando el tratamiento. Por lo tanto, la mejor prueba de que la identidad de la persona corresponde a la de un doctor, en tales circunstancias, son las conductas racionales. Mientras mayor es el respeto que la persona imponga a los torturadores, mayor es la probabilidad de que sea u n médico o una persona en posición superior. Es muy raro que exista evidencia visible de actividades médicas en centros de tortura.

Ejemplo:

Un hombre de 32 años afirmó (47) que durante algunos años previos a su arresto, había sufrido de mediana hipertensión y ocasionalmente ataques de hiperventilación. Los síntomas descritos eran falta de aire, una sensación de aceleración del ritmo cardíaco y sensación de hormigueo alrededor de la boca. Dio la siguiente descripción de las primeras 24 horas de su arresto: Muy poco después de haber llegado al centro de interrogatorios, le pusieron una cuerda alrededor del cuello y se la apretaron levemente. Esto provocó una sensación de falta de aire, palpitaciones y una pronunciada ansiedad. Se le tomó el pulso y la presión. Se le permitió un corto descanso. Durante las próximas 24 horas fue interrogado en varias ocasiones y mal tratado, entre otras cosas, con métodos de asfixia con una bolsa plástica. El presunto doctor se hallaba presente durante todos los interrogatorios en los que se aplicó sistemáticamente la tortura. Este presunto doctor asesoraba a los torturadores, y por ejemplo, les prohibió usar electricidad. En algún momento, cuando estuvo a punto de quedar inconsciente, fue nuevamente examinado por el ¨doctor¨. Encontró que la presión le había aumentado levemente y le administró algunas píldoras. Después de unas 24 horas de interrogatorio, sólo interrumpidas por cortos períodos de descanso en una pequeña celda, decidió tratar de poner fin y que lo llevran a unhospital para hacerle un tratamiento. En la celda encontró una lámpara de globo y una ampolleta. Se efectuó numerosos cortes en el abdomen y en ambas muñecas –primero con los pedazos de la ampolleta rota–, pero como esos cortes no lo hacían sangrar demasiado, continuó con los pedazos de globo. El doctor se negó a transferir al prisionero a un hospital y él mismo le curó las heridas.

El examen clínico reveló numerosas cicatrices lineales y otras más irregulares en el abdomen y en ambas muñecas (Fig. 7), muchas tenían marcas de suturas.

Comentarios:

Se estimó que el relato era válido. La apariencia y ubicación de las heridas eran completamente coincidentes con el testimonio entregado. Las actitudes y la conducta del ¨doctor¨ lo describían como profesional. Desempeñó casi todas las siguientes funciones:
 

    (i) La evaluación de las condiciones de salud en general y de la disposición frente a procedimientos  específicos en particular, ej., descargas eléctricas.

    (ii) Restauración de las condiciones físicas después de las sesiones de tortura (administración de píldoras).

    (iii) Prevención del tratamiento en un hospital público de estas peculiares heridas, esto es, intentar el encubrimiento.

    (iv) Seguimiento del proceso de tortura, en parte para asegurarse que se cumpliera con las restricciones impuestas y en parte para dar un tratamiento en caso de una situación crítica.

Desde un punto de vista profesional, el rol del ¨doctor¨ fue racional en todos los aspectos. Las exigencias en cuanto a su habilidad profesional fueron fuertes (suturar) y prescribió un tratamiento médico. Se debe asumir por lo tanto, que efectivamente se trataba de un médico.

Tanto nacionalmente, por ejemplo en Uruguay (46), Afganistán (48), Paquistán (49), Argentina (50), Turquía (51) y Filipinas (52), como internacionalmente (53, 54), existe un creciente interés en prevenir a los médicos de participar en torturas. En 1987 se creó un grupo internacional (55) y éste decidió en su última reunión (56) que deberían instaurarse tribunales internacionales para escuchar casos contra médicos acusados de participar en torturas.
 

Exámenes paraclínicos

En ciertas circunstancias, las descargas eléctricas producen cambios histológicos específicos en la piel de los cerdos (57, 58). En un caso, se encontraron cambios similares en una víctima torturada con electricidad (59). Sin embargo, el método involucra algunas dificultades. Por ejemplo, debe tomarse una biopsia de una parte del cuerpo en donde se sabe han aplicado descargas eléctricas, esto es, piel con marcas visibles. Sin embargo, estas marcas desaparecen relativamente rápido y la experiencia de exámenes en humanos s e limita a un caso.

Recientemente se ha descrito que scintigrafía de los huesos puede mostrar un incremento de la actividad en huesos traumatizados, meses después de a tortura. Se están realizando nuevos estudios para confirmar este hallazgo (60).

No existen otras pruebas de laboratorio para acreditar la tortura. El scanner al cerebro (CT) ha mostrado atrofia cerebral en víctimas jóvenes (6). Sin embargo, se ha usado de manera diferente para refutar alegatos de tortura. Ex prisioneros que afirmaron haber sido golpeados en la cabeza durante su detención en un cuartel policial, fueron enviados a realizarse un scanner. El argumento era que las personas que falsamente han informado haber sido golpeadas de esa forma, es probable que no vayan a efectuarse el examen por miedo a que descubran su fraude. En otras palabras, la no comparecencia podría interpretarse como falta de veracidad.

Sin embargo, es frecuente que sea muy desagradable para las víctimas de tortura recordar situaciones relacionadas con aquellos episodios (39). Ellas saben que el recuerdo les provocará ansiedad y depresión. La mayoría desean olvidar, lo más pronto posible, todo lo que tenga que ver con dicha experiencia. Generalmente, las víctimas de tortura no tienen mayor confianza en las autoridades de un país que practica la tortura.

El hecho de participar en un examen cuyos resultados se usarán contra las fuerzas de seguridad que aplicaron la tortura, inspira en muchas víctimas, un miedo justificado a represalias de las que puedan ser objeto.

Estos factores los desalientan a participar,. No puede llegarse a una conclusión respecto a la validez de un testimonio con base en la no comparecencia a un scanner o a cualquier otro examen o entrevista.
 

Conclusión

Sólo muy rara vez un examen clínico a un sobreviviente de la tortura revela cicatrices o marcas características relativas a la misma, entre otras cosas, debido a que los exámenes se llevan a cabo mucho tiempo después de la aplicación de tortura. En la mayoría de los casos, la evaluación médica de un testimonio se basa en la información entregada por el examinado, preferentemente complementada, entre otras fuentes, con información sobre la situación del país, la provincia y la fuerza policial en cuestión. Por tanto, es importante que la entrevista sea extremadamente completa y que los datos se analicen meticulosamente. Los examinadores deben estar familiarizados con la tortura y sus efectos en la salud. La evaluación de la validez de un testimonio debe tomar en consideración una serie de factores, tales como las dificultades de concentración del examinado y la pérdida de matices lingüísticos cuando se recurre a un intérprete.
 

Referencias

1. Amnesty International, Report 1990. Amnesty Internaitonal Publications, London, 1990.         [ Links ]

2. L.. Cathcart, P. Berger and B. Knazan, Medical examination of torture victims applying for refugee status. Can. Med. Assoc. J., 121 (1979) 179-184.         [ Links ]

3. H.D. Petersen, The controlled study of torture victims. Scand. J. Soc. Med., 17 (1989) 13-20.         [ Links ]

4. Amnesty International, Report 1988, Amnesty International Publications, London, 1988.         [ Links ]

5. Amnesty International, Reprot 1988, amnesty International Publications, London, 1988.         [ Links ]

6. H. D. Petersen and p. Jacobsen, Life-threatening torture without visible marks. Scand. J. Soc. Med., 13 (1985) 87-88.         [ Links ]

7. F. E. Somnier and I.K. Genefke, Psychotherapy for vitims of torture. Br. J. Psychiatry (1986) 323-329.         [ Links ]

8. F. Bendfeldt-Zachrisson, Torture as intensive repressionin Laitn America: The psychology of its methods and practice. In. J. Health Serv., 18 (1988) 301-309.         [ Links ]

9. F. Allodi, G. Randall, E.L. Lutz et al., Physical and psychiatric effects of torture: Two medical studies. In E. Stover and E.O. Nighhtingale (eds.), The Breaking of Bodies and minds. WH Freeman & Co., New York, 1985, pp. 58-78.         [ Links ]

10. E. Domovitch, P.B. Berger, M.J. Wawer, D.D. Etlin and j.C. Marshall, Human torture. Description and sequelae of 104 cases. Can. Fam. Physician, 30 (1984) 827-830.         [ Links ]

11. O. V. Rasmussen, Medical aspects of torture. Dan. Med. Byll., 37 suppl. 1 (1990) pp. 1-88, Thesis.         [ Links ]

12. H.D. Petersen, U. Abildgaard, G. Daugaard, P. Jess, H Marcussen and M. Wallach, Psychological and physical long-term effects of torture. Scand. J. Soc. Med., 13 (1985) 89-93.         [ Links ]

13. H.D. Petersen and p. Jacobsen, Psychical and physical symptoms after torture. A prospective controlled study. Forensic. Sci. Int., 29 (1985) 179-189.         [ Links ]

14. P. Thorvaldsen, Torturfolger blandt latinamerikanske flygtninge i Danmark.Legeforeningens Forlag, Kobenhavn, 1986, pp. 1-100, Thesis.         [ Links ]

15. H. P. Hougen, J. Kelstrup, H.D. Petersen and O.V. rasumussen, Sequelae to torture. A controlled study of torture victims living in exile. Forensic Sci. Int., 36 (1988) 153-160.         [ Links ]

16. H. B. M. Murphy, Migration, culture and mental health, Psychol. Med., 7 (1977) 677-684.         [ Links ]

17. H. C. Archibald and R.D. Tuddenham, Persistent stress reaction after combat. Arch. Gen. Psychiatry, 12 (1965) 475-481.         [ Links ]

18.  S. Futterman and E. Pumpian-Mindlin, Traumatic war neuroses five years later. Am. J. Psychiatry, 108 (1951) 401-408.         [ Links ]

19. T. Van Putten, W.H. Emory, Traumatic neuroses in Vietnam returnees. Arch. Gen. Psychiatry, 29 (1973) 695-698.         [ Links ]

20. F. Hocking, Psychiatric aspects of extreme environmental stress. Diseases of the Nervous System, 31 (1970) 542-545         [ Links ]

21. U. Venzlaff, Mental disorders resulting fron racial persecution outside of concentration camps. In. J. Soc. Psychiatry, 10(1964) 177-183.         [ Links ]

22. R. L. Leopold and h. Dillon, Psychoanatomy of a disaster. A long term study of post-traumatic neurosis in survivors of a marine explision. Am. J. Psychiatry, 119 (1963) 913-921.         [ Links ]

23. B.L. Green, J.D. Lindy, M.C. Grace et al., Buffalo Creek survivors in the second decade: Stability of stress symptoms. am. J. Orthopsychiatry, 60(1990) 43-54.         [ Links ]

24. O.V. Rasmussen, K. Helweg-Larsen, J. Kelstrup, P. Carlé and l.A. Rehoff, The medical component in fact-finding missions. Dan. Med. Bull., 37(1990) 371-374.         [ Links ]

25. Amnesty International, Report of an Amnesty International Mision to Spain, 3-28 october 1979, Amnesty International Publications, London, 1980.         [ Links ]

26. E. Gordon, A.K. Mant, Clinical evidence of torture. Examination of a teacher from El Salvador. Lancet 1 (1984) 213-214.         [ Links ]

27. L. Danielsen and p. Berger, Torture sequelae located to the skin. Acta Derm. Venereol. (Sstockh.), 61 (1981) 43-46.         [ Links ]

28. H.D. Petersen, Torture in a democratic country, 1989. Medical aspects. Dan. Med. Bull., 37 (1990) 556-559.         [ Links ]

29. F. Bro-Rasmussen and O. V. Rasmussen, Falanga torture. Are the sequelae of falanga torture due to the closed compartment syndrome in the feet and is this a common clinical picture? Ugeskr, Laeger, 140, (1978) 3197-3201.         [ Links ]

30. F. Bro-Rasmussen, O.B. Henriksen, O.V. Rasmussen et al., Aseptic necrosis of bone following falanga torture, Ugeskr, Laeger, 144 (1982) 1165-1166.         [ Links ]

31. G. Skylv, I. Bloch and l. Hihne, Muscle tension and articular dysfunction in torture victims. Journal of Manual Medicine, 5 (1990) 158-161.         [ Links ]

32. S. W. Turner, T. Landau, J. Hinshelwood and h. Bamber, Torture of Turkish Kurds. Lacet 1 (1989) 1319.         [ Links ]

33. P. W. Richmond, L.J. Fligelstone and E. Lewis, Injuries caused by handcuffs, Br. Med. J., 297 (1988) 111-112.         [ Links ]

34. G. Daugaard, H.D. Petersen, U, Abildgaard et al., Sequelae to genital trauma in torture victims. Arch. Androl, 10(1983) 245-248.         [ Links ]

35. R. Jandoo, Human rights abuses and the medical profession. Forensic Sci. Int., 35 (1987) 237-247.         [ Links ]

36. L.R. Marcos, Effect of interpreters on the evaluation of psychopathology in non-English-speaking patients.Am. J. Psychiatry, 136 (1979) 171-174.         [ Links ]

37. E.F. Roth, I. Lunde, G. Boysen and I.K. Genefke, Torture and its treatment, Am J. Public Health, 77(1987) 1404-1406.         [ Links ]

38. E. Forest. Onintze en el país de la democracia, nueva narrativa Española, Madrid, 1985.         [ Links ]

39. J. Ortmann, I.K, Genefke, L. Jakobsen and i. Lunde, Rehabilitacion of torture victims: an interdisciplinary treatment model, Americna Journal of Social Psychiatry. 7(1987) 161-167.

40. A. E. Goldfeld, R.F. Mollica, B. H. Pesavento and s.v. Faraone, The physical and psychological sequelae of torture. Symptomatology and diagnosis. JAMA, 259 (1988) 2725-2729.         [ Links ]

41. Y Fischman and J. Ross, Group treatment of exiled survivors of torture. Am. J. Orthopsychiatry, 60(1990) 135-142.         [ Links ]

42. P.B. Vesti, Extreme man-made stress and anti-therapy. Doctors as collaborators in torture. Da. Med. Bull., 37 (1990) 466-468.         [ Links ]

43. M. G. Bloche, Uruguay´s military physicians. Cogs in a system of state terror. JAMA, 255 (1986) 2788-2793.         [ Links ]

44. Amnesty international, Involvement of medical personnel in abuses against detainees and prisoners. Amnesty Internaiconal Publication, London, 1990.         [ Links ]

45. E. Stover and E.O. Nightingale, The medical profession and the prevention of torture. N. Engl. J. Med., 313 (1985) 1102-1104.         [ Links ]

46. G. Martinera, The medical profession and problems arising from the implicaiton of physicians in acts of torture in Uruguay. Dan. Med. Bull, 34(1987) 194-196.         [ Links ]

47. Amnesty International, Venezuela. Reports of arbitrary killings and torture: February/March 1989, amnesty internaitonal Publications, London, 1990.         [ Links ]

48. M.A. Dadfar, Afghan torture doctors to be excluded. International Newsletter on Treatment and Rehabilitaionof Toprture Victims, 2(1990) 5.         [ Links ]

49. M. Mehdi, Doctors in Pakistan realize that torture is a ´problem¨. International Newsletter on Treatment and Rehabilitation of Torture Victims, 2 (1990) 6.         [ Links ]

50. D. Kordon, L Edelman and D. Lagos, Doctors and repression in Argentina. International Newsletter on Treatment and Rehabilitation of Torture Victims, 1 (1990) 4-5.         [ Links ]

51. V. Lok, Turkish doctos act against their tortureer colleagues, Report outlined by the Rurkish Medical Assocation’s Human Rights Section. International Newsletter on Treatment and Rehaiblitation of Torture Victims, 1 (1990) 5-6.         [ Links ]

52. Medical Action Group, The effects of total war on the duty to rreat anbody. International Newsletter on Treatment and Rehabilitation of Torture Victims, 1 (1990) 7-8.         [ Links ]

53. The Danish Medical Assocation and the International Rehabilitation and Research Centre for Torture Victims, Doctors, ethics and torture. Dan. Med. Bull., 34 (1987) 185-216.         [ Links ]

54. British Medical Association, The Torture report. British Medical Association, London, 1986.         [ Links ]

55. O.V. Rasmussen, O. Espersen, J. López and P. Udsen, Physicians in the face of ethics and torture. Lancet, 1(1988) 112.         [ Links ]

56. O.V. Rasmussen and k. Smidt-Nielsen, International symposium on torture and the medical profession. International Newsletter on Treatment and Rehabilitation of Torture Victims, 2 (1990) 1-4.         [ Links ]

57. H. K. Thomsen, Electrically induced epidermal changes. FADL’S Forlag, Copenhagen, 1984, pp. 78, Thesis.         [ Links ]

58. T. Karlsmark, Electrically induced dermal changes. A morphological study of porcine skin after transfer of low-moderate amounts of electrical energy. Dan. Med. Bull., 37(1990) 507-520, Thesis.         [ Links ]

59. L. Danielsen, T. Karlsmark, H.K. Thomsen et al., Diagnosis of electrical skin injuries. A review and description of a case. Am. J. Forensic Med. Pathol., 12(1991) 222-226.         [ Links ]

60. V. Lok, M. Tunca, K. Kumanlioglu, E. Kapkin and G. Dirik, Bone scintigraphy as clue to previous torture. Lancet, 337 (1991) 846-847.         [ Links ]

61. T. S. Jense, I.K, Genefke, N. Hyldebrandt et al., Cerebral atrophy in young torture victims. N. Engl. J. Med., 307(1982) 1341.         [ Links ]
 

*Grupo Médico Danés, Amnistía Internacional, Dyrkob 3, DK-1166, Copenague, Dinamarca

**International Rehabilitation,Council for Torture Vicitms (IRCT), Borgergade 13, P.O. Box 2107, DK-1014, Copenhagen, Dinamarca

1. Traducido de Forensic Science Internacional 53 (1992) : 97-116 y reproducido con autorización

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License