Albert Einstein
El planteamiento es la parte más importante de la solución de un problema
La velocidad con la que se acumulan datos en el mundo es vertiginosa;1 esta revolución informática está generando avances impensables en el campo de la salud; grandes bases de datos compartidos a nivel global, están permitiendo conocer diferencias genéticas en poblaciones, datos estadísticos útiles para los planificadores de políticas de salud o identificando poblaciones en riesgo de enfermarse.
El “aprendizaje de las máquinas” (learning machine) está reemplazando habilidades que a los médicos les tomaba décadas de acumular experiencia; por ejemplo, las radiografías de tórax o las imágenes con resonancia magnética, son complementadas con información clínica y anatomopatológica; de forma que, mediante programas incorporados en los equipos, en cada nuevo caso, proveerán también una aproximación a la estirpe histológica de una masa o de una lesión, su respuesta a la terapia, etc.2 Mediante las redes neuronales artificiales (“deep learning”), que permiten a las computadoras descubrir patrones complicados en grandes conjuntos de datos, se exploran campos complejos como la visión por computadora, el modelado de lenguaje y la robótica.
Con un sencillo electrocardiograma, se puede predecir el sexo y la edad, la fracción de eyección y hasta quiénes están en riesgo de muerte súbita cardiaca.3-5 Relojes “inteligentes” llevan registros detallados de diversos parámetros cardiovasculares en tiempo real; y en un futuro, serán capaces de vigilar los niveles de distintos biomarcadores, con los cuales se podrá predecir si el individuo está próximo, por ejemplo, a una cetoacidosis diabética; solo con un selfie podemos obtener el valor de la presión arterial6 o incluso, saber si tenemos fibrilación atrial.7
A pesar de esta avalancha de progresos técnicos, desde el punto de vista clínico, todos ellos siguen siendo solo herramientas. Desde los tiempos de Hipócrates, recopilamos datos mediante la historia clínica y los exámenes complementarios; también los recopilamos y analizamos en las “bases de datos” y en los ensayos clínicos, desde hace décadas; como su nombre lo dice, se trata de datos que complementan a la impresión diagnóstica, elaborada por nuestro pensamiento,
memoria, juicio y raciocinio; y en muchos casos, será la heurística, la intuición juiciosa u otras formas de pensamiento -y hasta la prudencia-, la que nos lleve por la senda del diagnóstico o un buen tratamiento-, incluyendo los casos en que es mejor no hacer nada;8 esto no lo logran algoritmos complejos que existen desde la década de los 70´s, ni la inteligencia artificial, tan mentada hoy en día.
Además, existen varios riesgos. El estudiante de medicina, que ha crecido con una tablet quizás antes de aprender a hablar, puede creer que todo lo hará el aparatito o sus programas; el tiempo que los médicos internos, residentes, enfermeras pasan frente a una pantalla, es cada vez mayor al que están frente al paciente;9 y es que el “big data” significa money. Los médicos corremos el riesgo de terminar en una precarización de nuestra profesión, digitando datos y ejecutando las indicaciones que el software nos ordene; esto con- lleva a la proliferación de burócratas, al aumento absurdo de los costos de salud9,10 y a la competencia inútil por generar datos y publicar“papers” que al final, nadie lee.11 La privacidad de los datos, por ejemplo, genéticos, puede generar discriminación; datos mal procesados o programas de inteligencia artificial mal diseñados, pueden proveer hallazgos inexactos o no reproducibles; tan grave como lo que acaba de suceder a propósito de la pandemia de COVId-19, cuyos datos, mane jados y publicados por empresas ajenas a los centros médicos, fueron erróneamente reproducidos por revistas médicas prestigiosas;12 el abuso de algunos gobiernos, justificándose con la pandemia, con los datos privados de las personas, la desinformación médica a la población a través de las redes sociales,13 entre otros.
Al menos en la próxima década, tal como lo enunció Einstein, todavía será necesario el concurso del pensamiento médico, la estimación del riesgo/beneficio con cualquier intervención -desde recomendar una aspirina hasta un bypass coronario-, la atención personalizada y la conversación educativa o compasiva con el paciente.14