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Revista Rupturas

On-line version ISSN 2215-2989Print version ISSN 2215-2466

Rev. Rup. vol.13 n.2 San Pedro de Montes de Oca Jul./Dec. 2023

http://dx.doi.org/10.22458/rr.v13i2.4899 

Reseña

La desigualdad como realidad histórica y vivencia social y humana: De Thomas Piketty a Alec MacGillis y Matt Taibi. Reseña y análisis crítico de cuatro libros

Luis Paulino Vargas Solís1 
http://orcid.org/0000-0001-9503-9802

1Costarricense. Economista, catedrático universitario, profesor e investigador del Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo (CICDE), de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) de Costa Rica. Ha publicado 12 libros y obtuvo el Premio Nacional Aquileo Echeverría 2010, categoría ensayo. Correo electrónico: lvargas@uned.ac.cr

Resumen

Se ofrece aquí, una referencia crítica de cuatro libros de tres distintos autores: “El Capital en el Siglo XXI” y “Capital e Ideología”, del economista francés Thomas Piketty; “La brecha” y “Estados Unidos de Amazon: la historia del futuro que no es espera”, cuyos autores son, respectivamente, Matt Taibbi y Alex MacGillis, ambos periodistas estadounidenses. Se busca mostrar lo que tienen de común las cuatro obras, en cuanto el tema central que preocupa a sus autores es la desigualdad social. Desde ahí, el objetivo central de este artículo o reseña bibliográfica es demostrar la relación de complementariedad que hay entre las dos obras de Piketty, y los trabajos de MacGillis y Taibbi. En el primer caso, el abordaje es científico: se apoya en una enorme riqueza de fuentes y evidencia empírica, a la vez que aporta una amplísima perspectiva histórica, sociológica y política, más que solamente económica. Los otros dos autores asumen un enfoque periodístico, en mayor grado narrativo y anecdótico, gracias a lo cual logran aportar lo que está ausente en la obra de Piketty: la concreta dimensión humana de la desigualdad, la cual a menudo asume características lacerantes y sumamente dolorosas.

Abstract

A critical reference to four books by three different authors is offered here: "Capital in the Twenty-First Century" and "Capital and Ideology", by the French economist Thomas Piketty; "The Divide: American Injustice" and "Fulfillment. Winning and Losing in One-Click America", whose authors are, respectively, Matt Taibbi and Alex MacGillis, both journalists, citizens from the United States. The purpose of this paper is to show what the four books have in common, as the central theme that concerns their authors is social inequality. From there, the central objective of this bibliographic review, is to demonstrate the relationship of complementarity that exists between the two works of Piketty, and the works of MacGillis and Taibbi. In the first case, the approach is scientific, it is based on an enormous background of sources and empirical evidence, while providing a very broad historical, sociological, political and economic perspective. The other two authors assume a journalistic approach, or, in other words, a narrative and anecdotal approach, thanks to which they give us, something that is absent in Piketty's work: the concrete human dimension of inequality, which often assumes lacerating and extremely painful characteristics.

Thomas Piketty: “El capital en el siglo XXI”

En 2013, se publica la primera edición en francés de “El capital en el siglo XX”, obra del economista francés Thomas Piketty (Piketty 2014)1, lo cual constituyó un hito sumamente importante. El libro logró lo que raramente logra ningún libro de economía: convertirse en un éxito de ventas a nivel mundial, traducido, en muy poco tiempo, a muy diversos idiomas. Pero, sobre todo, esta obra encendió el debate alrededor del tema de la creciente desigualdad económica, o sea, acerca de los abismos abiertos, entre los diversos estratos sociales, en relación con el nivel de ingreso o renta y el acervo patrimonial de cada persona u hogar. Paralelo a ese debate, de inevitables matices políticos, también tuvo lugar un debate teórico, que cuestionó algunas falencias en este trabajo.

En este libro, Piketty centró su atención en algunos de los países, económicamente más ricos y avanzados: Francia, Reino Unido, Estados Unidos y Alemania, los cuales fueron estudiados con especial meticulosidad, especialmente los tres primeros. En menor grado, también fueron objeto de atención Canadá, Australia, Japón, Suecia, Italia, España y Dinamarca. Solo marginalmente hubo mención a otros casos. Se hizo evidente, y esa fue una crítica recurrente, la ausencia de los países del sur, o de las potencias en ascenso, en especial China.

Desde lo teórico, Piketty postuló dos así llamadas “leyes fundamentales del capitalismo”. La primera, y más importante, quedo planteada de la siguiente forma:

α = r x β

Donde β representa la ratio entre el acervo del capital total en la sociedad, respecto del flujo anual del ingreso. Por su parte, r corresponde a la tasa de rendimiento promedio anual del capital. Por lo tanto, α nos indica la participación del capital en el ingreso nacional anual. En la medida en la que tasa r sea superior a la tasa de crecimiento de la economía (crecimiento del ingreso nacional o del producto interno bruto), una proporción creciente el ingreso irá al capital, y, por lo tanto, tenderá a crecer la desigualdad, en detrimento de los grupos que no poseen ningún acervo de capital o tan solo tienen uno muy reducido.

La “segunda ley fundamental del capitalismo” fue formulada por Piketty de la siguiente forma:

β = s/g

Como ya se indicó, β designa el cociente o ratio entre el acervo de capital y el flujo anual de ingresos; s es la tasa de ahorro y g la tasa de crecimiento del ingreso (o tasa de crecimiento de la economía). Básicamente esta fórmula sintetiza un hecho empírico: el acervo de capital, como proporción del ingreso, tenderá a crecer conforme mayor sea la tasa de ahorro y menor el crecimiento de la economía. De donde resulta que un mayor crecimiento de la economía podría contribuir a paliar las tendencias hacia la desigualdad, aunque ello también depende de las tasas de rendimiento sobre el capital y la tasa de ahorro.

Dichas fórmulas son válidas con arreglo a las definiciones que el propio Piketty elaboró, donde el concepto de capital queda formulado en términos descriptivos y hace referencia a cosas muy heterogéneas: los medios de producción, las acciones de una empresa, bonos de un gobierno u otras formas de patrimonio, incluso el patrimonio inmobiliario o formas intangibles de activos, como los comprendidos dentro de la categoría de propiedad intelectual (patentes, secretos industriales, derechos de autor, entre otros).

Este concepto de capital fue uno de los que, en mayor grado, atrajo la crítica teórica (véase mi trabajo: Vargas Solís 2015), sobre todo en virtud del carácter difuso y descriptivo que el concepto adquiere en la formulación de Piketty. Desde el marxismo, se apeló al concepto de capital como “relación social”, el cual, a su vez, da lugar a una relación de explotación. También se hizo ver que Piketty omitió (o quizá no comprendió) un aspecto importante del “debate de los dos Cambridge” sobre el carácter tautológico del concepto de capital en la teoría neoclásica. Por su parte, pareciera claro que Piketty enfatiza una aproximación pragmática; o sea, opta por un concepto operacionalizable, que le facilitaría el ejercicio de medición, y un deslinde relativamente claro entre los ingresos provenientes de la propiedad (o sea, del capital) y los provenientes del trabajo. Desde ese punto de vista, el concepto marxista, muy abstracto, no resultaba operativo, y, por consiguiente, no era útil de acuerdo con sus objetivos de investigación, en tanto que Piketty lograba eludir la crítica del Cambridge inglés (Joan Robinson, Piero Sraffa, etc.), ya que en ningún momento se interesó por proponer o calcular ninguna función de producción, sino tan solo por la medición de los ingresos derivados de la propiedad, y la medición misma de esta último, lo cual implicaba un afán teóricamente poco ambicioso, aunque políticamente más relevante y polémico.

De cualquier forma, el aporte de Piketty fue enorme. Ciertamente no fue el primero -el propio Piketty reconoce que Anthony B. Atkinson fue, no solo su antecesor, sino también su maestro- como también hay otros autores contemporáneos que han trabajado el tema de la desigualdad. Pero, aun así, Piketty no únicamente pudo poner el tema en la discusión pública a un nivel no logrado por nadie más antes de él, sino que, entre sus aportes científicos, destaca su capacidad para desplegar una mirada de muy largo plazo, que a veces se prolonga más de dos siglos hacia atrás, así como un nivel de detalle y profundización en el dato estadístico, realmente formidable, en muchos sentidos pionero. Y si bien sus dos “leyes fundamentales” podrían sugerir un enfoque más bien mecanicista, debe reconocerse que, en el contexto general de su investigación, ese aspecto queda considerablemente atenuado, ya que el planteamiento de Piketty reconoce la importancia del conflicto social, los procesos políticos y, en particular, los grandes acontecimientos cataclísmicos -las dos guerras mundiales y la Gran Depresión de los años treinta- como factores de incidencia decisiva en la deriva más o menos igualitaria o desigualitaria que los países y sociedades del capitalismo rico, vivieron a lo largo del siglo XX y hasta el segundo decenio del siglo XXI. En todo caso, sí debe indicarse que el abordaje de la faceta sociopolítica del problema, en este libro, queda más que nada sugerida, y no es profundizada con el detenimiento que habría sido deseable.

Thomas Piketty: “Capital e ideología”

Esta segunda gran obra de Piketty, cuya primera edición en francés aparece en 2019, es, en muchos sentidos, una respuesta a las críticas que atrajo “El capital en el siglo XXI”. Cuando, por otra parte, si ya esta última era ambiciosa en sus pretensiones (más de 660 páginas en su edición en español de 2014, publicada por el Fondo de Cultura Económica), en “Capital e ideología” Piketty entrega un monstruo de 1250 páginas (edición en tapa dura de Editorial Planeta).

Esta segunda obra es mucho menos económica, en el sentido convencional del término, y mucho más historiográfica y sociológica. La categoría “ideología”, reelaborada por Piketty de acuerdo con sus objetivos de investigación, desempeña un papel central en su trabajo, y es como al modo de un hilo que atraviesa transversalmente todo el libro. En especial, la noción de “ideología propietarista”, que Piketty introduce, y que trata de describir y sintetizar los discursos, narrativas y simbologías que, mutando y adaptándose en diferentes momentos históricos, intentan justificar los regímenes de propiedad dominantes y, en especial, las desigualdades -traducidas por Piketty como regímenes desigualitarios- que rigen en cada momento o período histórico.

Se asume una perspectiva histórica amplia y muy rica, a la hora de abordar las sociedades estatamentales que Piketty designa como “sociedades ternarias” u “orden trifuncional”, en referencia al hecho de que es un orden social organizado en tres grandes estamentos: nobleza, clero y pueblo llano. La discusión está centrada en la Europa medieval, pero incorpora elementos sobre la India, Japón u otras sociedades no occidentales, de forma de dejar sentado como, también esos otros contextos, se asientan regímenes desigualitarios trifuncionales, parapetados de una determinada ideología que los justifica. Con la Ilustración y la Revolución Francesa, viene lo que Piketty llama “la invención de las sociedades propietaristas”, que marca el paso de las sociedades estatamentales del Antiguo Régimen, a las sociedades burguesas y propietaristas, y, con estas, la ideología que promueve una protección absoluta de la propiedad privada.

En esa ideología propietarista, Piketty identifica raíces rígidamente patriarcales, así como una dimensión dual: respecto del viejo orden es, en muchos sentidos, emancipatoria, aunque comporta nuevas formas de dominación en cuanto sacraliza la propiedad y, por lo tanto, las desigualdades. Este orden propietarista presenta, asimismo, dimensiones racializadas, que son inherentes a los imperios coloniales europeos, pero que igualmente están presentes en la construcción y evolución de la economía, la sociedad y el orden político de los Estados Unidos.

En el vasto recorrido histórico que Piketty despliega, hay, asimismo, un esfuerzo por superar las dimensiones europea y occidental, y por examinar y comprender otras realidades. Aparecen, entonces, casos diversos: Brasil, Argelia, India, Sudáfrica, Isla Reunión, Martinica, Sudáfrica, Irán, China y Rusia. Se les presta considerable atención a los regímenes desigualitarios de China y Rusia. El caso de Haití es explorado con singular detenimiento, a fin de ilustrar cómo la ideología propietarista justifica la imposición de una onerosísima compensación, como resarcimiento para los propietarios esclavistas franceses, una vez que se decretó la abolición de la esclavitud en ese país caribeño. Aunque Piketty no lo dice, ahí seguramente están las raíces que explican la terrible y persistente pobreza que se sufre en Haití.

En su vastedad y en la enorme riqueza de las fuentes a las que se recurre y la evidencia empírica que se aporta, el libro hace un recorrido por todo un caleidoscopio de temas y problemáticas, incluyendo los regímenes electorales censitarios, donde el derecho al voto estaba condicionado por factores de género (las mujeres quedaban excluidas) y de propiedad (solo los hombres suficientemente ricos votaban). Se estudian, asimismo, las experiencias socialdemócratas europeas en el período de la segunda posguerra mundial, así como la emergencia del hipercapitalismo neoliberal, a fines del siglo XX y hasta la actualidad. Al examinar estos casos, se analizan la recomposición de las alianzas políticas en Estados Unidos y Europa, y se identifica un viraje con arreglo al cual los viejos partidos de izquierda y centroizquierda, pasan de ser los partidos de las clases trabajadoras -cuyo voto tiende a virar ahora hacia la derecha populista- y pasan a ser partidos que atraen el voto de estamentos sociales altamente educados y de ingreso algo más elevados, lo que, como ha ocurrido con el Partido Demócrata en Estados Unidos, les imprime un carácter elitista, no obstante que sus planteamientos incorporen, en grados variados, elementos relativamente progresistas. Lo anterior hace inevitable introducir aquí una breve digresión, en relación con el hecho de que, aunque con diversos matices y diferencias, es posible que algo de eso se haya vivido también en Costa Rica, respecto de los partidos Liberación Nacional (PLN) y Acción Ciudadana (PAC), como también es claro que el ascenso de Rodrigo Chaves a la presidencia en 2022 concreta una oscilación de los estamentos de clase trabajadora y de los grupos víctimas del desempleo, la informalidad y la precarización hacia una opción neoliberal, derechista y populista.

En el devenir de la discusión, reemergen temas que ya había sido estudiados en “El Capitalismo en el Siglo XXI”, que incluyen la hiperconcentración patrimonial y las agudas desigualdades en la distribución del ingreso y las grandes inequidades patrimoniales. También respecto de los regímenes tributarios, los cuales, al moverse de un perfil altamente progresivo hacia otro cada más inequitativo, no solo debilitan financieramente los Estados de bienestar y profundizan la desigualdad, sino que incentivan los comportamientos especulativos por parte de una clase gerencial-ejecutiva sobrepagada. Todo esto cae dentro de la categoría de “neopropietarismo” que Piketty plantea.

Al explorar posibles opciones que superen la desigualdad y polarización inherentes a estos “regímenes neopropietaristas”, Piketty estudia los casos de cogestión empresarial, con participación de las personas trabajadoras en la conducción de sus empresas, los cuales ya existen, con grados diversos de desarrollo, en Alemania, Austria, Noruega, Suecia y Dinamarca. Luego avanza hacia la propuesta de lo que él llama “socialismo participativo”, concebido mediante los siguientes conceptos y principios generales: “…una nueva perspectiva igualitaria de alcance universal, basada en la propiedad social, en la educación y en compartir el conocimiento y el poder”, lo cual requiere “…nuevas formas de propiedad social y el reparto de los derechos de voto y de participación en la toma de decisiones en las empresas. También requiere reemplazar la noción de propiedad privada permanente por la de propiedad temporal, a través de un impuesto altamente progresivo sobre los grandes patrimonios capaz de financiar una dotación de capital universal con la que organizar una circulación permanente de los bienes y la riqueza” (1145).

Tanto en “El Capital en el Siglo XXI” como en “Capital e ideología”, Piketty elude las áridas y estériles discusiones teóricas, abstractas y carentes de cualquier relevancia económica, tan del talante de la corriente mainstream de la economía (la teoría neoclásica). Su decisión es elaborar una reflexión teórica menos formalizada, y esencialmente enraizada en la indagación histórica y empírica, enriquecida por muchos elementos sociológicos y antropológicos. Al ser eso cierto en general, también es verdad que, en el segundo libro, Piketty prescindió de las pocas formalizaciones de teoría económica (sus dos “leyes fundamentales del capitalismo”) que había postulado en el primer libro, las cuales tuvieron un lugar importante en los debates y críticas que su libro suscitó. En “Capital e ideología” la categoría de ideología -sociológica más que económica- ocupa un lugar central, sobre todo en su papel como herramienta de poder, cuyo objetivo es justificar los regímenes desigualitarios de propiedad. Pero, asimismo, es claro que para Piketty, la desigualdad en la distribución del ingreso y el control de la riqueza y el patrimonio, es, en lo fundamental, un problema político, que comporta relaciones de poder y conlleva conflicto, lo cual lo mismo tenía vigencia en las sociedades estatamentales trifuncionales del Antiguo Régimen que en los imperios coloniales, los sistemas esclavistas, los sistemas electorales censitarios, las sociedades socialdemócratas europeas o el actual régimen neopropietarista del hipercapitalismo neoliberal.

La desigualdad como vivencia humana y realidad política: los libros de Taibbi y MacGuillis

Me refiero aquí a dos publicaciones tituladas: “La Brecha” (Taibbi 2015) y “Estados Unidos de Amazon: la historia del futuro que nos espera” (MacGuillis 2022). Sin que en ninguna de las dos obras se mencione el nombre de Thomas Piketty, resulta, sin embargo, que ambas están estrechamente interconectadas con el planteamiento del famoso economista francés, y, en especial, con la preocupación que lo anima e inspira. El cometido es muy similar, si bien los niveles de la realidad en que se mueven son distintos, siendo, sin embargo, la misma realidad. Ambas son obras voluminosas (la primera sobrepasa las 430 páginas, la segunda va por encima de las 530) y en ambos casos los autores son periodistas: Matt Taibi2 y Alec MacGuillis3, respectivamente. Y, en efecto, el abordaje es, en ambos casos, esencialmente periodístico, centrado en la anécdota y desplegado como al modo de una narración literaria, pero, justo es resaltarlo, sustentado, en ambos casos, en una vasta y laboriosa investigación.

Ambas obras comparten una misma característica central: se mueven como en dos planos: distintos entre sí, lejanos el uno del otro, y, sin embargo, vinculados de múltiples formas, a través de hilos que, aunque invisibles, son muy robustos. Hay un plano superior, o más elevado, que, en el caso de Taibbi, son los grandes bancos y aseguradoras, los fondos de cobertura y, en general, el mundo opaco y despiadado de la especulación financiera a escala global; y en el MacGuillis es el de los grandes monopolios tecnológicos, en especial uno de estos: Amazon, el gigante del comercio detallista en línea. Y hay, lo que podríamos llamar el plano inferior, que es tal, esencialmente, porque se refiere al mundo cotidiano de la gente de a pie; pero, en especial, el de quienes, por diversas razones, viven situaciones de mayor vulnerabilidad y carencia. Entre ambos planos se inserta la política: el gobierno federal y el Congreso de los Estados Unidos, los gobiernos y congresos estatales, las alcaldías de las ciudades, el Poder Judicial y las cortes de diverso nivel, la policía y los organismos reguladores.

Ambos autores coinciden, entonces, en un objetivo central: demostrar de qué modo el sistema político queda atrapado en las telarañas que le tejen los muy ricos y poderosos. Los protege, los rescata y los prodiga con generosísimas concesiones, incluyendo subsidios, masivas compras públicas y dispendiosos privilegios tributarios. Les da un trato evidentemente privilegiado, que contrasta con el atropello, la persecución, el desprecio y la humillación reiterada, que son los rasgos que marcan la relación entre el sistema político y las personas y grupos sociales más pobres y marginados.

Con Taibbi vemos la forma como el Estado interviene y moviliza recursos públicos para salvar al sistema financiero, y, en especial, a los megabancos, de la catástrofe que sus irresponsables juegos especulativos provocaron. Y, de su mano, y a través de una narración fluida, rica en detalles, generalmente entretenida, podemos constatar el tratamiento especialmente condescendiente y benigno que las autoridades, y los propios tribunales, conceden a estos pillos elegantemente trajeados.

Con MacGuillis hacemos un recorrido muy similar, el cual dibuja, en tonos similarmente complacientes, tolerantes y desprendidos, el trato que reciben por parte del Estado, los gigantes tecnológicos: Google, Facebook, Apple y, con especial profundidad en el análisis y el detalle, Amazon. La situación que aquí se plantea, es, sin embargo, distinta en un aspecto particular: no se trata de la colosal crisis financiera provocada por un puñado de bancos y especuladores, sino de una práctica sistemática de abuso y explotación por parte de Amazon, la cual permanece astutamente oculta a la mirada de la gente.

En ambos casos, el contraste queda planteado desde las realidades de las poblaciones negras e hispanas, las mujeres migrantes, los muchachos negros y los obreros blancos desempleados. Y, en general, las poblaciones pobres y carenciadas, dentro de un panorama cuya sordidez se ve agudizada por la violencia cotidiana, y el escapismo mediante los opiáceos, la depresión y el suicidio. Las instituciones encargadas de darles algún auxilio les mira con desprecio y desconfianza; la policía les considera números para cumplir una cuota y objetivos vulnerables a la persecución y el maltrato; para los tribunales, son un trámite que deberá despacharse con rapidez y sin piedad.

Pero con MacGuillis nos asomamos a otra realidad que de exclusión y empobrecimiento, que se superpone y entrecruza con aquella otra ya mencionada: la de las ciudades y regiones que fueron emporios industriales, y que, empujadas por la desindustrialización asociada a la globalización neoliberal y a la emergencia de las nuevas industrias tecnológicas, son arrastradas a la decadencia y el retroceso. Ello marca nuevos contrastes a escala regional, asimetrías en proceso de profundización. De un lado, centros florecientes y opulentos: Nueva York, Silicon Valley, Seattle en el estado de Washington, o la misma capital, Washington, en el Distrito de Columbia, entre otros. Y, frente a esto, ciudades y comunidades como Baltimore, St. Louis o Kansas City, Columbus y Nelsonville en Ohio, York en Pensilvania, empobrecidas y en proceso de despoblamiento.

Recordemos lo que ya anticipé: MacGuillis y Taibbi son periodistas, no teóricos ni investigadores de las ciencias sociales. Por lo tanto, no cabe esperar de su trabajo una problematización más profunda, en términos teóricos. Ambos tienen claro que las ideologías racistas, misóginas, antisindicales, antidemocráticas y de desprecio a las personas pobres, así como los procesos de desarrollo desequilibrado y asimétrico, son cuestiones que subyacen al panorama de violencia y exclusión que pintan.4 Todo eso funciona al modo de un criterio, a la vez analítico y sintético, que, subterráneo más que explícito, articula y unifica su planteamiento. Pero la discusión teórica en profundidad, o el manejo de evidencia empírica sistemática y masiva no es lo de ellos: no es el propósito que los anima, lo cual no resta mérito al trabajo que ofrecen; sus libros se justifican y son valiosos por ellos mismos, por la riqueza de la información que aportan y su capacidad para desnudar ante nuestros ojos, realidades sociales y humanas lacerantes, y contrastes que, de tan abismales, constituyen un insulto y una afrenta.

Conclusión

Con Piketty, y con base en una evidencia histórica y empírica abrumadora y esfuerzos de reflexión teórica de ambicioso alcance, podemos entender los problemas de la desigualdad en su dimensión más amplia: como fenómeno, proceso y realidad que cruza la historia, a lo largo de siglos, y que se transfigura, y adquiere formas y manifestaciones diversas, en distintos lugares y regiones y en múltiples contextos históricos, socioculturales, políticos y económicos; enconchada; y a veces blindada, detrás de poderosas ideologías propietaristas; siempre parasitando del sistema político, el cual, dentro de un entramado complejo de relaciones de poder y conflicto, es como al modo de un núcleo central en el cual confluyen fuerzas diversas, que intentan preservar y proteger los regímenes propietaristas y desigualitarios vigentes en un momento o una época particular, o que intentan, alternativamente, modificarlos. Una advertencia surge, muy clara, de los trabajos de Piketty: la desigualdad constituye una seria amenaza para la democracia y la vigencia de los principios republicanos, precisamente porque coloca en manos de muy pocos, un enorme poder e influencia sobre los sistemas políticos, los cuales tienden entonces a sesgarse en favor de las grandes corporaciones y los individuos y familias más ricas, y en contra de la gente de a pie.

Con MacGillis y Taibbi, tenemos la posibilidad de vivenciar la desigualdad en sus manifestaciones humanas y sociales concretas, y en toda lo aberrante de sus expresiones al nivel del sistema político. Confirman así, sin proponérselo, la sugerencia que ya Piketty había dejado planteada, en relación con las consecuencias políticas de la desigualdad. Nótese: ambos autores, MacGillis y Taibbi, se centran en las realidades de Estados Unidos: el país más poderoso del mundo, y, todavía, la primera potencia económica. Pero, no por casualidad, el país rico más desigualitario, como el propio Piketty se ha encargado de demostrar de forma contundente. El más desigualitario, sí, y también aquel donde el Estado social y los sistemas de seguridad social son más débiles y limitados. Esto último tampoco es casualidad.

Los trabajos de Piketty resultan agobiantes por la riqueza de la evidencia empírica, la abundancia de fuentes y la amplitud de la mirada histórica e, incluso, por el alcance geográfico que -sobre todo en “Capital e Ideología”- él trata de darles. Los aportes de Taibbi y MacGuillis son también agobiantes y abrumadores, pero por una razón distinta: pintan, con rasgos que casi se pueden tocar con la mano, el enorme dolor humano, las vidas destruidas, y, en fin, todo el sufrimiento acumulado, en una sociedad terriblemente desigualitaria.

Bibliografía

MacGillis, Alec. 2021. Estados Unidos de Amazon. La historia del futuro que nos espera. Barcelona: Ediciones Península. [ Links ]

Piketty, Thomas. 2014. El capital en el siglo XXI. México: Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Piketty, Thomas. 2019. Capital e ideología. Barcelona: Editorial Planeta S.A. [ Links ]

Taibbi, Matt. 2015. La Brecha. Madrid: Capitán Swing Libros. [ Links ]

Vargas Solís, Luis Paulino.2015. «Reseña: ¿Hacia Un Capitalismo Rentificado Y Patrimonializado? A propósito Del Libro “El capital en el siglo XXI ” De Thomas Piketty». Revista Rupturas 5 (2):125 Al explorar posibles opciones que superen la desigualdad y polarización 43. https://doi.org/10.22458/rr.v5i2.884. [ Links ]

Recibido: 10 de Junio de 2023; : 20 de Junio de 2023; Aprobado: 11 de Junio de 2023

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