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InterSedes

On-line version ISSN 2215-2458Print version ISSN 2215-2458

InterSedes vol.20 n.41 San José Jan./Jun. 2019

http://dx.doi.org/10.15517/isucr.v20i41.38807 

Artículo

Los retos de la educación superior de México en el siglo XXI

Challenges of university education in Mexico

Javier Orozco-Alvarado1 

Patricia Nuñez-Martínez2 

Melchor Orozco-Bravo3 

1Mexicano. Doctor en Economía Internacional y Desarrollo Económico. Catedrático Universidad de Guadalajara. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Email: orozcoalvaradoj@yahoo.com.mx

2Mexicana. Doctora en Ciencias para el Desarrollo Sustentable. Catedrática Universidad de Guadalajara. Email: patrician33@yahoo.com.mx

3Mexicano. Doctor en Gestion de Destinos Turisticos. Catedrático Universidad de Guadalajara. Email: melchor.orozco@academicos.udg.mx

Resumen

Hoy en nuestro país estamos frente a la presencia de un modelo educativo centrado en la internacionalización, en la flexibilización curricular, en el sistema de créditos, en diseños curriculares por competencias y en la autonomía universitaria.

En este trabajo analizamos la manera en que la educación universitaria busca el cómo resolver la disyuntiva entre formar profesionistas con un enfoque nacionalista o profesionistas que piensen globalmente pero que sean capaces de atender los problemas localmente.

Se cuestionan también algunos mitos entre educación y globalización y se identifican algunos de los efectos negativos de las deficiencias del sistema educativo nacional y su impacto en la vida económica, social y política contemporánea.

Palabras clave: Educación; Universidad; Globalización; Estado; Políticas públicas;

Abstract

In this paper we analyze the way in which university education seeks to solve the dilemma between training professionals with a nationalist approach or professionals who think globally but are able to address problems locally.

Key words: Education; Globalization; State; Public policies; University;

Antecedentes los nuevos modelos educativos

Sin dejar de reconocer que actualmente el Estado induce institucionalmente el modelo educativo que requiere el país o que en algo tienen que ver los nuevos escenarios internacionales; lo cierto es que cada universidad viene adoptando aquél que más corresponde a su contexto y sus circunstancias históricas. En lo particular, identificamos en nuestro país básicamente tres modelos educativos por los que hemos transitado las universidades mexicanas en nuestra historia moderna.

La primera etapa se refiere al Modelo Socialista, un modelo educativo impuesto por el Estado en el periodo 1934-1946, bajo la reforma constitucional del 13 de diciembre de 1934, en la que se señalaba: “la educación que imparta el Estado será socialista y, además, de excluir toda doctrina religiosa combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la juventud un concepto racional y exacto del universo y de la vida social. De esta manera, el Estado no sólo afirmaba su derecho absoluto sobre la educación, sino que, además, creía poseer la verdad.

El desarrollo posterior del país propició las condiciones para la adopción de un Modelo Nacionalista, un modelo estructurado en escuelas y facultades, conocido también como modelo napoleónico. Este modelo educativo, producto del fuerte crecimiento económico, industrial y urbano en las décadas de 1950-1970, mostró sus limitaciones a finales de la década de los setenta, mismas que se reflejaron en expresiones y movilizaciones sociales en las que los estudiantes universitarios fueron los principales protagonistas del cambio en el modelo educativo.

Hacia la década de los ochentas, en el contexto de lo que se ha dado en llamar globalización, las instituciones educativas se vieron en la necesidad de adoptar un nuevo modelo que permitiría al país adquirir mayor capacidad para participar en el avance científico mundial y, sobre todo, que nos permitiera participar activamente en los procesos de integración económica, cultural y tecnológica.

Dado lo anterio se adopto el modelo Departamental que solo algunas universidades públicas han adoptado como es el caso de la Universidad Autónoma Metropolitana, Universidad de Guadalajara, la Universidad Autónoma de Nayarit, entre otras.

Este modelo departamental es integrador de las funciones sustantivas, orientado a la optimización de recursos humanos y materiales que favoreciera el desarrollo y consolidación del trabajo académico, según se estipula en el documento Modelo ducativo siglo 21 de la Universidad de Guadalajara (2007).

Asi pues tenemos que los departamentos (Modelo Educativo siglo 21. 2007, p.8) son la célula básica de la estructura académica, la flexibilidad curricular y sistema de créditos como estrategia para la formación universitaria y el diseño de un sistema de información y administración que facilita la gestión y administración de todos los procesos.

El valor de la educación

La responsabilidad social de las universidades ha sido la de promover modelos educativos que estén centrados en la Ética como eje orientador de la formación profesional y la generación de buenos ciudadanos. Por eso los nuevos modelos educativos buscan el cómo resolver la disyuntiva entre formar profesionistas con un enfoque nacionalista o profesionistas que piensen globalmente pero que sean capaces de atender los problemas localmente.

De hecho, tal como lo señalaba Fernando Savater (2003) hace más de diez años en su libro intitulado “El valor de educar”, “la sociedad prepara a sus miembros de la manera que le parece más conveniente”. Es decir que, según el mismo autor, “la sociedad los prepara para su conservación, no para su destrucción; busca formar buenos socios, no enemigos ni singularidades antisociales”.

Al respecto, desde finales del siglo XIX, sociólogos como Durkheim observaban cómo la educación se venía transformando; pues de ser una educación con todos los caracteres de una institución social, se fue convirtiendo en un servicio público que tendía a colocarse cada vez más directamente bajo la inspección y la dirección del Estado, para que esta no se convirtiera en medio de dominación, exclusión o discriminación social. Durkheim, apreciaba que la educación se separaba, cada día más, no sólo de sus fines, sino de las condiciones locales o étnicas que la particularizaban antes; y que sus principios se hacían cada vez más generales y más abstractos.

Hoy las universidades están frente a la presencia de nuevos modelos educativos; modelos educativos que responden a nuevos contextos, que presentan no sólo una nueva organización administrativa y académica distinta, sino hasta política.

La educación y los mitos de la globalización

Hace más de tres décadas se puso de moda el tema de la “globalización”, lo cual era visto por muchos como un fenómeno económico, social, político, cultural y tecnológico, que terminaría por imbuirnos y arrastrarnos ineludiblemente al atraso o hacia mayores estadios de desarrollo. Se decía que era la oportunidad para los países pobres para salir del atraso o del subdesarrollo; que era la oportunidad para mejorar nuestras capacidades competitivas.

Muchos expertos consideraron que se trataba más de un discurso mediático o una ideología que buscaba convencer a los gobiernos y a los ciudadanos del mundo sobre sus bondades. Se le llegó a interpretar también como el surgimiento de un nuevo paradigma, una teoría o hasta un nuevo modelo de desarrollo. La realidad es que las expectativas que se tenían de este proceso distan mucho de lo que estamos viviendo casi en todo el planeta.

Tanto en las universidades, como en los medios de comunicación o hasta en el discurso político, el concepto se empleó abusiva e irresponsablemente, haciendo creer a los ciudadanos que participando en ese proceso algún día incursionaríamos al primer mundo; que tendríamos las mismas capacidades para competir con los mejores del mundo. A los alumnos se les decía en las aulas que en el “mundo global” tendrían que competir contra los norteamericanos, los europeos o los japoneses; como si todos los ciudadanos del mundo y de todas las nacionalidades fueran a concurrir al mismo mercado de trabajo.

La realidad es que los individuos no compiten en el supuesto “mercado global” por un puesto de trabajo; ni vamos a ir ni van a venir los norteamericanos, ni los europeos, ni los japoneses a disputarnos nuestros precarios y miserables puestos de trabajo. En los mercados mundiales se compite con productos elaborados con mano de obra, pero con mano de obra cualificada, con avanzados sistemas para el mejoramiento de la productividad como la educación, el conocimiento científico, las nuevas tecnologías, el equipamiento, la infraestructura, el sistema político entre otros.

Es un mito, pues, que con la globalización y sus bondades, podremos competir en los mercados de trabajo donde concurren todas las economías del mundo. Para empezar, muy pocos se desplazarán a trabajar de un país a otro; a menos que lo hagan como braceros, porque en las condiciones en que se encuentra nuestra fuerza laboral y nuestros jóvenes, lo más lejos a donde pueden llegar es a las cárceles de los Estados Unidos o a morir en la frontera.

En fin, una cosa es lo que dicen los ideólogos de la globalización y otra lo que dicen los datos más recientes de la OCDE, (2013), en cuanto al mejoramiento de nuestras capacidades humanas; pues según el Panorama de la Educación 2013, en México el 64% de la población cuentan con un nivel educativo inferior a la educación media superior (preparatoria o bachillerato).

Según el mismo organismo, nuestro país tiene una de las tasas más bajas de matrícula de jóvenes entre 15 y 19 años de edad, de apenas un 56%; muy por debajo del 84%, que es la media de países miembros de la OCDE, o de otros países como Argentina, Brasil y Chile.

En general, sólo el 12% de nuestros jóvenes entre 20 y 29 años de edad participan en la educación. En 2011, cerca del 30 % de estos jóvenes en general no estaban ni empleados ni estudiando; el porcentaje de mujeres representó un 47% dentro de este grupo.

Esta es nuestra cruda realidad frente a la globalización, es el lugar que ocupamos en el concierto de naciones; estamos en el lugar 27 de 33 países que integran la OCDE y otros países del G20 (los económicamente más poderosos) en materia de inversión en educación superior. Solo un 26% de los jóvenes que aspiran a cursar una carrera universitaria tienen oportunidad de cumplir sus sueños; así nunca podremos competir con los profesionistas ni en los grandes mercados del mundo.

Por eso, la globalización, aunque para muchos es una oportunidad, no deja de ser un mito de quienes creyeron que la globalización y la mano invisible del mercado nos conduciría al primer mundo, mejorarían los niveles de empleo, de ingreso, las posibilidades de desarrollo educativo y cultural, los niveles de bienestar y todo; todo aquello que no hemos visto por ningún lado. Pues la realidad es que la mal llamada globalización lo que ha traído consigo es el malestar social en todo el mundo, miseria, exclusión social, guerras, delincuencia, desempleo, concentración del ingreso y empobrecimiento de las grandes mayorías de la población.

Razones estructurales de la reforma educativa en México

La polémica que ha desató la Reforma Educativa del presidente Enrique Peña Nieto en México, es comprensible si tomamos en cuenta que con su implementación se verán afectados algunos intereses particulares, sobre todo aquellos relacionados con el poder que los sindicatos de trabajadores de la educación tenían para incidir en procesos políticos y electorales, en el control de privilegios, prebendas y canonjías que favorecían a algunos de los privilegiados dirigentes del magisterio.

Aunque los motivos que dan origen a esta reforma son muy amplios y complejos, la realidad es que, por lo menos, podemos ubicar tres vertientes. En primer lugar, es una respuesta del Estado para contrarrestar el poder de los sindicatos y su influencia en la planeación, diseño, métodos y contenidos de la educación pública, en aras de retomar la rectoría del sistema educativo; en segundo lugar, el Estado mexicano busca dar respuesta a las presiones y compromisos internacionales que tiene nuestro país con algunos organismos como la OCDE, la UNESCO y; en tercer lugar, encontrar mecanismos para aminorar nuestras marcadas desigualdades económicas y sociales.

Por principio de cuentas, hay que reconocer que nuestro país fue catalogado por la OCDE como un país de reprobados en la última evaluación del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA); pues, según ese organismo, a pesar de que el país ha mejorado relativamente el presupuesto, la realidad es que de ese presupuesto, el 93.3% se destina a la remuneración de personal en su conjunto y, prácticamente, nada a la creación de infraestructuras o equipamiento.

La falta de oportunidades educativas para niñas, niños, jóvenes y el deterioro en la calidad de la educación se ha traducido al cabo de unos años en falta de oportunidades laborales, en delincuencia y en deterioro de la calidad de vida de la gente en nuestro país.

Desde la Declaración Mundial de 1990, de la UNESCO, conocida también como Declaración de Jontiem; se viene recomendando a todos los países del mundo la necesidad de garantizar la EPT (Educación para Todos). Por eso esta reforma no obedece ni a caprichos políticos ni voluntades partidistas; es una exigencia objetiva y estructural que desde hace años requiere el país para mejorar sus sistemas educativos.

Aunque esta reforma puede parecer dolorosa, es necesario considerar que se requiere hacer un esfuerzo social y político por mejorar nuestros estándares educativos en cobertura y calidad; pues los datos más recientes muestran que en materia de gasto en educación preescolar México ocupa el lugar 31 de 32 de entre países de la OCDE; el lugar 33 de 34 en educación primaria y el 32 de 34 en educación secundaria.

Desde principios de la década de los ochentas en el siglo pasado, muchos teóricos de la economía mundial han venido enfatizado en que el gasto en educación es un instrumento estratégico para promover una adecuada distribución de la riqueza, para mejorar el ingreso per-cápita y mejorar las condiciones económicas y de vida de la población. Desde entonces, se ha dicho también que la formación recibida en las aulas es fundamental para el mejoramiento de las capacidades humanas y para mejorar la competitividad de la economía, de las empresas y de los países que participan en el comercio internacional.

Mientras tengamos sistemas educativos obsoletos, sindicatos que promueven el cochupo entre sus líderes en detrimento de los derechos sindicales de los trabajadores o que sigamos teniendo instituciones educativas que sirven más para propósitos políticos que para cumplir con su responsabilidad social de formar mejores ciudadanos; seguiremos pagando el costo de nuestra descomposición social, de nuestro atraso económico y de nuestro propio futuro como nación soberana.

Al igual que en la economía, hay que tener muy claro, que ni todo el control al Estado, ni todo el poder al mercado; asimismo, ni todo el poder al Estado, ni todo el control a los sindicatos. Es el Estado quien debe asumir la rectoría de la educación y la economía para mantener los equilibrios económicos y sociales que hagan de México un país más justo.

Importancia de la buena educación

En su libro sobre “El valor de educar”, Fernando Savater (2003), sostiene que la educación tiene un doble valor; porque para educar hay que tener el valor y porque el gasto en educación es un valor. Pero también se requiere valor para brindar un tipo u otro de educación a nuestros hijos. Por eso Savater sugiere que para evitar la discriminación entre un tipo de educación u otra, es necesario universalizar la educación. Una educación que contemple no sólo los problemas locales o nacionales, sino los problemas que hoy aquejan a toda la humanidad.

Por eso, en un documento titulado “Modelo educativo siglo 21” (Universidad de Guadalajara, 2007), podemos constatar que se están impulsando nuevos modelos educativos centrados en la universalización del conocimiento, en la internacionalización, en la flexibilización curricular, en el sistema de créditos, en diseños curriculares por competencias y en la autonomía universitaria.

Estos nuevos modelos buscan dar respuesta a las exigencias que plantean el fenómeno de la mundialización y la interdependencia económica, política y cultural. La adopción de este nuevo modelo no significa dar la espalda a las localidades, a lo nacional, sino apostar por estar en y con el mundo; por pertenecer cabalmente a la sociedad del conocimiento y la información, por aprovechar las experiencias académicas y culturales que en otras latitudes y comunidades se generan, y por hacer llegar nuestras aportaciones a todos los rincones del país y al resto del mundo (Universidad de Guadalajara, 2007).

La realidad es que actualmente las universidades se enfrentan a fuerzas internas y externas que impulsan su internacionalización como estrategia para ampliar su capacidad de cobertura, mejorar la calidad de sus programas, ser más competitivas, interactuar en el ámbito del conocimiento avanzado y formar parte de la geopolítica educativa en materia de cooperación, intercambio y difusión mundial del conocimiento.

Frente a estas circunstancias, se puede decir que las universidades han tenido que transitar de sistemas educativos rígidos, controlados por el Estado, a otros más o menos flexibles, en el que las comunidades académicas comienzan, relativamente a participar en diseños educativos que nos permitirán romper con esquemas de educación clasista y centrada exclusivamente en visiones unilaterales con criterios, o de carácter global, o con criterio local.

Por ello, la participación de las comunidades locales seguirá siendo fundamental para mejorar la calidad y el rumbo de la educación en el futuro.

Entre algunos de los factores que han influido en la necesidad de impulsar estos modelos basados en la internacionalización de las universidades, podemos destacar, según la ANUIES, lo siguiente:

  • Creciente demanda de educación superior en el mundo

  • Surgimiento de un conocimiento cada vez más avanzado

  • Influencia geopolítica, cultural y de cooperación

  • Necesidad de crear nuevas fuentes de ingreso

  • Incremento de comercio de servicios basados en telecomunicaciones e internet.

  • Transformar un sistema cerrado de educación pública en uno abierto con redes de cooperación e intercambio.

  • Lograr un mejor aprovechamiento de los recursos materiales y humanos (mejora administrativa).Garantizar condiciones apropiadas de trabajo e infraestructura para cuerpos académicos.

  • Realizar un seguimiento sistemático de las actividades institucionales (incluida la evaluación externa).

  • Acelerar la innovación educativa de las universidades públicas.

  • Impulsar la movilidad nacional e internacional de los estudiantes. (Propiciando la flexibilidad de los programas de estudio). Acelerar el crecimiento de la oferta pública de educación superior. (Fortalecer las modalidades de educación abierta y a distancia).

  • Atender el problema de sobre-saturación de las carreras de mayor demanda.

  • Claridad de compromisos entre instituciones, gobierno federal, estatal y en local.

  • Aplicación de nuevas fórmulas de equidad y desempeño en la asignación del presupuesto a las universidades públicas.

  • Conformar un sistema nacional que permita la carrera académica de los profesores a nivel nacional, de tal forma que puedan tener movilidad interinstitucional sin perder la antigüedad alcanzada en una institución en particular.

El derecho a la educación

Hoy en nuestro país estamos atravesando por una severa crisis que se manifiesta en la inestabilidad económica, en la inestabilidad política, en la seguridad, en la falta de credibilidad en las instituciones y en las deficiencias de nuestro sistema educativo. Y es que desde hace por lo menos dos décadas nuestro país perdió el rumbo de cómo educar adecuadamente a nuestros niños, nuestros adolescentes y nuestros jóvenes.

La realidad es que a partir de las evaluaciones que se hicieron a los estudiante de educación básica (primaria) mediante la prueba ENLACE en el 2013, casi la mitad de nuestros niños estaban reprobados en ética y civismo; lo cual, paralelamente con la pésima educación que damos la mayoría de los padres a nuestros hijos, los estaremos condenando al sufrimiento y al fracaso a lo largo de sus vidas.

Existe una opinión casi generalizada entre sicólogos, sicoanalistas y neurólogos; que no estamos preparando adecuadamente a nuestros niños para que en su edad adulta sean capaces de enfrentar y superar las adversidades. Especialmente porque, hasta ahora, nos hemos preocupado más por enseñarles aptitudes que actitudes ; es decir, que sólo les hemos enseñado habilidades y destrezas sin habilitarlos con las herramientas que se requieren para la gestión de las emociones y la interacción social.

Es lamentable que en una sociedad en crisis como en la que vivimos hoy en día en México, nos estemos preocupando más por enseñarlos a competir que a cooperar ; hemos formado personas “competitivas”, pero poco cooperativas. Hemos dejado que el mercado y el individualismo se apoderen de sus conciencias y que el egoísmo se sobreponga al humanismo, a la bondad y a la solidaridad que debe existir entre la especie humana.

Los hemos abandonado a su suerte, sin inculcarles valores, principios éticos y morales que le permitan la convivencia social sana, la creatividad, la salud mental y las relaciones interpersonales constructivas. La falta de cercanía, de atención, de comprensión, de apoyo, de estímulo y de convivencia familiar ha hecho de nuestros niños infantes autistas, hiperactivos o agresivos; hemos hecho de nuestros jóvenes personas aisladas, inseguras, incapaces o frustradas, en el mejor de los casos. Pero también hemos formado jóvenes arrogantes, egoístas, narcisistas, pendencieros, irresponsables, alcohólicos y farmacodependientes.

Los expertos en salud mental coinciden en que un niño que no ha recibido durante su infancia y adolescencia una educación adecuada, al llegar a la educación superior muy poco podremos hacer por ellos; sobre todo si no se cuenta con un sistema de educación superior que priorice el desarrollo, no sólo de la inteligencia intelectual sino de la inteligencia emocional .

En fin, son tantas las deficiencias de nuestros sistemas educativos que, mientras no pongamos la debida atención en la manera en que educamos a nuestros niños, en la formación que estamos brindando a nuestros jóvenes, así como la relación que los padres establecemos con nuestros hijos; estaremos generando analfabetas emocionales.

Importancia de la educación privada en México

Todos sabemos que la reciente Reforma Educativa en México ha desatado en algunas regiones del país grandes movilizaciones de algunos sectores del magisterio, sobre todo, en aquellos relacionados con la educación básica. La realidad es que esta reforma obedece a los compromisos que asumieron, desde hace más de dos décadas ante la UNESCO, todos aquellos países que, como el nuestro, enfrentan enormes rezagos en cobertura universal y calidad educativa en todos sus niveles.

Si bien es cierto que las causas de nuestros bajos estándares de calidad educativas son polémicas y complejas, basta con observar la importancia que ha cobrado la educación privada en nuestros sistemas educativos básicos, a causa de la corrupción, la ineficiencia, la falta de planeación, la baja calidad y el insuficiente gasto en educación pública; pues de hecho, según estadísticas de la SEP, entre 2009-2010, el gasto privado en educación representó el 13.6 % en el nivel de preescolar , en primaria 43% y en secundaria 18.1% del total nacional.

Podremos no estar de acuerdo con estas reformas, por mantener una postura política opositora, pero el sistema educativo nacional necesita transformarse desde arriba para poder introducir innovaciones a nivel institucional y local (desde abajo). La realidad es que nuestro sistema educativo ha quedado obsoleto frente a los grandes cambios que se están dando a nivel mundial ante la compleja transición entre el siglo XX y el XXI.

Por ello, en nuestro país, la falta de oportunidades educativas para niñas, niños y jóvenes, así como la baja calidad de la educación, se ha traducido al cabo de unos años en falta de oportunidades laborales, delincuencia y deterioro de la calidad de vida de los mexicanos. Ya desde 1990, en la Cumbre Mundial de Jomtiem, Tailandia, se hacía énfasis de que en el mundo había más de cien millones de niños e incontables adultos que no lograban completar la escuela primaria y que de los más de cien millones de niños que no tenían acceso a la educación primaria, el 60% eran niñas.

En realidad, no se entiende el por qué a los mexicanos nos indigna más una reforma educativa para mejorar la calidad y la cobertura educativa, que el bajo gasto en educación o los resultados de las evaluaciones de nuestros educandos. Seguramente, nos sentimos satisfechos con ser un país de reprobados, según el último informe del sistema de Evaluación de Alumnos (PISA) de la OCDE; o con los resultados que arrojó la prueba ENLACE (Evaluación Nacional de Logros Académicos en Centros Escolares, 2013), en donde se muestra que el 78.1% de nuestros estudiante de Secundaria tienen un formación “Insuficiente y Elemental” en Matemáticas o que el 54.6% de los de Primaria tienen una formación Ética y Cívica “Insuficiente y Elemental”.

Sin lugar a dudas, todos tenemos que hacer un esfuerzo, no sólo social o político, por mejorar nuestros estándares educativos en cobertura y calidad; pues los datos más recientes muestran que en materia de gasto en educación preescolar México ocupa el lugar 31 de 32 de entre países de la OCDE; el lugar 33 de 34 en educación primaria y el 32 de 34 en educación secundaria .

Tendríamos que indignarnos, no por lo que sucede con los maestros, que están en su derecho de exigir mejores condiciones salariales y laborales; sino por aquello que nosotros mismos no hacemos por la educación de nuestros hijos o porque no exigimos un mayor gasto en educación a nuestros gobiernos federal o estatal.

Los padres de familia también somos corresponsables de la educación de nuestros hijos; nos corresponde a nosotros inculcarles valores familiares, buenas costumbres, pero sobre todo, a ser buenos ciudadanos.

Conclusiones y recomendaciones

En casi todos los países del mundo, en particular en los menos desarrollados como el nuestro, existe cierta preocupación por el futuro de la educación universitaria para el siglo XXI. Especialmente si tomamos en cuenta que las crisis económicas recurrentes, la inestabilidad política, la inseguridad, el daño medioambiental, la pérdida de valores y el deterioro de la cohesión social tienen que ver con el fracaso del modelo educativo que se viene instrumentando desde hace más de tres décadas en la mayoría de los países del mundo.

Las universidades se volvieron funcionales al sistema, porque para recibir mayores presupuestos tuvieron que eficientar sus recursos para mejorar su “productividad”; así comenzaron los controles de calidad, que posteriormente se tradujeron en aparatosos sistemas para la simulación y burocratización de la educación. Ahora, los profesores e investigadores en lugar de enseñar; dedican gran parte de su tiempo en trámites, llenado de formularios, reportes financieros y de todo tipo para participar en los humillantes programas de estímulos a la productividad para complementar los deplorables salarios universitarios.

La vida universitaria se ha convertido para profesores e investigadores un tortuoso camino para conseguir ingresos adicionales; frente a la privilegiada burocracia universitaria que se esfuerza cada vez más por hacer más engorroso el vía crucis que tiene que atravesar cada día los profesores para conservar sus ingresos y su permanencia en las aulas.

Y a medida que pasa el tiempo la Universidad sigue avanzando funcionalmente a hacia el E-learning, para ampliar la oferta, mejorar la eficiencia educativa y favorecer el ahorro público en educación: más egresados con títulos universitarios, pero sin aulas, con menos costos y con menos profesores frente a grupo. Esto es, el virtuosismo del autoaprendizaje en línea, sin profesores, sin aulas y sin esfuerzo.

No sugerimos desechar los avances tecnológicos, pero tampoco estamos de acuerdo en menospreciar el intelecto humano. No se trata de encerrarnos en unas aulas, pero tampoco que echemos a los jóvenes masivamente a las calles.

La verdadera educación debe consistir no sólo en el desarrollo de aptitudes o destrezas, sino también en el desarrollo de habilidades interpersonales, actitudes y valores para lograr un mundo mejor; con conciencia humana, social y ambiental. Pues la crisis que vive el mundo, nuestro país, no es más que el producto de nuestro retroceso en la educación, en la cultura y en la convivencia humana. Hemos enseñado a la gente a competir, no a compartir, a dividir no a cooperar, a destruir y no a construir y convivir.

Bibliografía y fuentes

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Recibido: 05 de Julio de 2018; Aprobado: 10 de Enero de 2019

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