En el artículo "Lista actualizada de aves dañinas en Costa Rica (2012)"; elaborado por Monge (2013) se expo ne una lista de aves que el autor ha considerado dañi nas para el país e incluso otras áreas en el Neotrópico, según la metodología de revisión bibliográfica y la expe riencia del autor. Nuestro objetivo no es invalidar dicho esfuerzo, el cual nos parece importante para conocer aves que causan daños a cultivos vegetales o animales. No obstante, dada la incoherencia de ciertos argumen tos, consideramos inoportuno que la lista de Monge (2013) incluya ciertas especies. Tampoco concordamos con el concepto de dañino con que se titula ese artícu lo, debido a la importancia que muchas aves proveen en forma de servicios ecosistémicos, incluso para los culti vos mismos (Şekercioglu et al., 2004; Wenny et al., 2011; Şekercioglu, 2012).
Además, si bien el autor aclara que un ave conside rada "dañina" puede afectar la salud humana y las edi ficaciones, se excluyen algunas especies de esta índole del listado, al enfocarse solamente en aves que afectan directa o indirectamente la producción agropecuaria-acuícola. Nuestro objetivo es aclarar a qué debería hacer referencia la lista que ofrece Monge (2013), justificando cuáles especies o familias deben estar fuera de ese lista do o fueron omitidas. Adicionalmente señalamos cuáles conceptos están confusos dentro de ese artículo y que repercusiones negativas podrían traer sobre las aves.
¿Existen aves dañinas para el ser humano y sus actividades?
Sí, ciertas especies producen daños sobre la salud hu mana, infraestructura, actividades agropecuarias, pes quería o sus sobre sus animales domésticos; e incluso sobre otra vida silvestre. Uno de los casos más claros es la paloma de Castilla (Columba livia), la cual está exclui da de la lista de Monge (2013). Irónicamente, esta espe cie contiene al menos 60 tipos de parásitos y es capaz de transmitir algunos de ellos a los humanos (Haag-Wackernagel & Moch, 2004), animales domésticos o vida silvestre; e incluso es tratada como ejemplo de especie con impactos negativos en Monge (2007).
Sin embargo, usar el concepto "dañino" sin indicar quién o qué sería el afectado puede resultar engañoso.
Por ejemplo, no significa que si una especie es dañina para un cultivo sea dañina para un ecosistema del cual es nativa (o viceversa). Un ave es considerada "dañina" porque afecta las actividades agropecuarias o acuícolas según Monge (2013). Sin embargo muchas veces es el humano el invasor del hábitat del ave obligándola a abandonar el área, afectando la población o llevándola incluso a la extinción local (Sodhi, Brook & Bradshaw, 2009); o a explotar sistemas de producción. El concepto "dañino" usado en Monge (2013) sería homólogo a decir que el jaguar es una especie dañina por cazar ocasional mente ganado. El jaguar, por ejemplo, es una especie en peligro de extinción (IUCN 2014) y clasificarla como "da ñina" implicaría un grave problema para su conservación y la del ecosistema, debido a que serviría de excusa para tomar medidas contra la especie (eg. cacería, persecu ción, envenenamiento). Bajo esta lógica, consideramos que lo que existen son aves causantes de problemas le ves, medianos o mayores a las actividades productivas humanas, no dañinas.
Las condiciones del ambiente y alteración del mismo en beneficio accidental a una especie por parte del pro pio ser humano, afectando sus intereses económicos o salud, es lo que conoce como plaga (Monge, 2007). Pero que una especie explote un recurso de forma excesiva en un sitio no implica que sea plaga en otros, cosa que incumple la lista de Monge (2013). Por ejemplo, el sapo de la caña (Rhinella marina) que fue introducido en Australia es una plaga sin duda (Phillips, Brown, Webb & Shine, 2006). Sin embargo, este sapo es nativo en Costa Rica, y en la zona urbana más bien presenta una severa disminución en sus poblaciones (Acosta-Chaves, 2013). Por ende, que un ave sea común, e incluso plaga de un cultivo, en un país Neotropical no implica que la misma condición se presente en Costa Rica. Monge (2013) ex plica que aunque una especie aparezca en su lista no necesariamente es una plaga, con cual concordamos to talmente, pero tampoco implica que sea "dañina".
Especies que no calificarían actualmente como "plaga" "dañinas" o "potencialmente dañinas" según Monge (2013) para la producción agrícola, pecuaria y acuícola en Costa Rica:
Piche careto (Dendrocygna viduata: Anatidae). Está posiblemente extinto del país desde hace décadas sin re gistros en la actualidad (Stiles & Skutch, 2007).
Zoncho y gallinazo (Coragyps atratus y Cathartes aura: Cathartidae). Los zopilotes brindan importantes servicios tanto en ecosistemas prístinos como alterados por su función de consumidores de carroña (Markandya, Taylor, Longo & Murty, 2008). Su aparición en botaderos de basura a cielo abierto no indica que sea problemá ticos per se, sino que responde a un mal manejo de los desechos sólidos por parte de las comunidades (obs. pers). El caso expuesto por Monge (2013) sobre su de predación en monocultivos de palma africana y banano podría obedecer a situaciones de adaptación debido a la pérdida de hábitat o exceso de recurso alimenticio. Dichos cultivos, junto a la piña, son de los más nocivos históricamente para el ambiente por el uso de agroquí-micos y fragmentación del hábitat en las zonas húmedas en Costa Rica (Maglianesi, 2013).
Paloma collareja (Patagioenas fasciata: Columbidae). Es una especie históricamente amenaza da por la cacería deportiva (Stiles & Skutch, 2007). Según Monge (2013) es plaga de cultivos de arroz, arvejas o tri go en Sudamérica, pero en Costa Rica el arroz es un culti vo de zonas bajas y el trigo es importado (Cortés, 1994). Ninguno de estos cultivos estaría en riesgo de ser afec tado, pues la paloma habita en las zonas altas del país (Stiles & Skutch, 2007). Las arvejas tampoco son un cul tivo de importancia económica en Costa Rica (Gutiérrez-Arroyo & Saucedo-Vaca, 2000).
Águila pescadora (Pandion haliaetus: Pandionidae).
En Latinoamérica se le encuentra asociada a estanques de piscicultura durante el período de migración. Sin embargo, a pesar de que Costa Rica es un país de alta producción piscícola, así como un punto importante du rante la migración de esta ave, la información disponible es deficiente (López-Arévalo, Morales-Jiménez, Carmona & Escobar, 2003). No obstante, se sabe se le caza en zonas de acuicultura (obs. pers.) e incluso se matan individuos jóvenes de aguilucho penachudo (Spizaetus ornatus) o de águila viuda (S. melanoleucus) por confusión, siendo rapaces residentes más amenazadas (Stiles & Skutch, 2007) y de complicado restablecimiento en el ecosiste ma por sus requerimientos de hábitat (Acosta- Chaves, Granados & Araya, 2012).
Gaviotas (Laridae) y Correlimos (Charadridae, Scolopacidae). Monge (2013) excluye a la mayoría de dichas aves marinas, aunque podrían afectar cultivos de peces o camarones sobre todo en los meses de migra ción (obs. pers.). La situación es diferente para garzas, rascones y jacanas (Ardeidae, Rallidae y Jacanidae), pues según Stiles & Skutch (2007) son solitarios o se reúnen en grupos pequeños, por lo que el daño que causen en estanques de peces no podría considerarse masivo. La concentración de dichas especies, incluidas algunas de las más raras en el país, en sitios de cultivo acuícola responde en parte al déficit (o mala condición) de humedales naturales o artificiales no productivos que hay en gran parte del país, por ejemplo en el Gran Área Metropolitana (Acosta-Chaves, 2013).
Gavilán pollero (Buteo platypterus: Accipitridae). La producción de aves de corral en Costa Rica se realiza ac tualmente en instalaciones que impiden el acceso a aves rapaces u otros depredadores (Ministero de Agricultura y Ganadería, 2005). Las rapaces o similares no causarían mayores daños, a excepción de casos aislados en áreas rurales a escala doméstica.
Carpinteros (Melanerpes formicivorus, M. chrysausen y Dryocopus lineatus: Picidae). M. formicivorus ha bita zonas altas en Costa Rica (Stiles & Skutch, 2007); por tanto, no consideramos que pueda ser una importante plaga para el maíz a esa altitud, pues éste suele cultivarse a menos de 800 m.s.n.m. y en zonas altas sólo durante el mes de mayo (Bonilla-Morales, 2009). Por otro lado, Monge (2013) menciona que M. crysauchen se presume mas no se considera dañino para la producción de bana no. Mismo es el caso de D. lineatus, cuyo daño en plan taciones de maíz en México se menciona como mínimo. Los carpinteros son fundamentales en el agroecosistema por dejar agujeros que otras especies, algunas amenaza das, colonizan para anidar (Sekercioglu, 2006).
Passeriformes. El daño que Monge (2013) les atri buye a varias especies hacia los cultivos sería mínimo u ocasional. Por ejemplo, menciona a Thamnophilus dolia- tus, principalmente insectívoro, a Pitangus sulfuratus y a Saltator coerulescens, cuya dieta es muy amplia, (Stiles & Skutch, 2007) o a Psilorhinus morio (daña apenas el 0,2% del cultivo). Otras de las especies que Monge (2013) ex pone se consideran poco comunes, accidentales o ra ras en el país (Stiles & Skutch, 2007). Este es el caso de Passerina ciris, Dolichonyx oryzivorus, Xanthocephalus xanthocephalus, Sicalis luteola, Emberizoides herbicola y Chondestes grammacus, que no calificarían para ser po tenciales plagas por su limitada presencia o distribución.
Conclusión
Proponemos que lo que Monge (2013) presentó debe ser un listado de aves que pueden generar pérdidas de distinta magnitud a la producción agrícola, pecuaria y acuícola en Costa Rica y el Neotrópico. El 7% de las es pecies del país que Monge (2013) calificó en su lista estaría lejos de ser el porcentaje real según los argumen tos que presentamos. Se requiere más que una revisión bibliográfica para establecer esa lista completa, sino la comprobación de campo en situaciones ambientales, es paciales y temporales específicas por región.
La aplicación de un enfoque no integral puede con llevar a colocar a muchas aves en situaciones específicas dentro de una única categoría de "especie nociva para el ser humano o sus actividades" a organismos que sim plemente son comensales ocasionales, raros o no repre sentan un verdadero potencial de plaga. Algunas de las especies de la lista de Monge (2013) sufren de pérdida de hábitat, cacería, extracción o tráfico (Stiles & Skutch, 2007) por lo que habría que categorizarlas más minucio samente en vista de las actividades agrícolas humanas a gran escala (Pimm & Askins, 1995; Gregory et al., 2005; Bolwig, pomeroy, Tushabe & Mushabe, 2006). Así se evi taría llegar a una situación de alarma injustificada entre los productores nacionales, en perjuicio evidente hacia las poblaciones de aves mencionadas; por ejemplo, con la utilización de técnicas agrícolas nocivas para estos or ganismos (Boatman et al., 2004; Skórka, Lenda, Morón & Tryjanowski, 2013). Dichos estudios, junto a los que re comienda Monge (2013), deben ser llevados a cabo en conjunto por profesionales de las ciencias biológicas y agronómicas para lograr establecer estrategias de mane jo eficientes en caso de ser necesarias.