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Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña

On-line version ISSN 1659-4223

REHMLAC vol.5 n.2 San Pedro, Montes de Oca Jan./Apr. 2014

 

"El padre Coloma y su novela Pequeñeces. Noticia breve acerca de algunos personajes"

Ricardo Serna Galindo1*


Resumen

Hemos tratado de anotar algunas características definitorias de personajes que aparecen, jugando un papel fundamental, en la novela Pequeñeces del padre Luis Coloma. En esa obra se desarrollan varios argumentos en paralelo, y uno de ellos atañe directamente a la Masonería. Hacemos hincapié en la importancia de esa zona argumental porque en dichas tramas encontramos precisamente todo lo que de misterioso encierra esta singular y entretenida novela del sacerdote jesuita.

Palabras clave: Pequeñeces, padre Coloma, Masonería, argumentos, personajes

Abstract

This paper is aimed at writing down some defining features of the characters that play a key role in the novel Pequeñeces written by Father Luis Coloma. In that work several plots are developed in parallel, and one of them concerns Freemasonry directly. We stress the importance of that plot because in such storylines all that is unique and mysterious can be found in this Jesuits' entertaining novel.

Keywords: Pequeñeces, Father Coloma, Freemasonry, plots, characters
Sobre argumentos y personajes

En Pequeñeces, la célebre novela del padre Coloma, se desarrolla un eje argumental básico centrado en la vida social de la aristocracia española del Madrid de la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, van naciendo de dicho argumento troncal ciertos ramales que se apoyan y alimentan en el principal, y que van creciendo literariamente al socaire de su sombra. Uno de ellos hace referencia a la Masonería.

Si resumiéramos aquí y ahora la estructura de la pieza, veríamos que se nos ofrece esencialmente en el libro la etopeya y supuestas acciones de Curra Albornoz, aristócrata y personaje principal de la obra, quien junto a media docena más de personajes notables, se convierte en el quicio que hace girar la maquinaria compacta y bien engrasada del libro.

Los indiscutibles protagonistas de la novela del padre Coloma son Currita Albornoz y Jacobo Téllez-Ponce. Ella, condesa de Albornoz, se nos presenta como la esposa infiel de Fernando Villamelón y amante de Jacobo. El autor de la novela nos la dibuja como una mujer hiperactiva, dominante y astuta, diríamos casi perversa, capaz de maquinar cualquier intriga imaginable, por inmoral o deleznable que ésta fuese, con tal de lograr sus objetivos.

Por el contrario, la sutil pluma del jesuita nos dibuja el personaje de su esposo como el típico varón pusilánime que deja hacer a su mujer al verse dominado por ella y por su indómito carácter. Y Jacobo, diplomático casado años atrás con la marquesa de Sabadell, separado de ella y hombre libertino, se nos muestra en el libro como miembro de la Masonería. Apreciamos en este personaje un factor bisagra, porque Coloma lo inserta en un juego permanente que invade los espacios creativos articulares ubicados entre el eje central de los argumentos de salón —que protagoniza la dama— y los argumentos puramente masónicos y en paralelo, cuyo peso queda claramente sustentado por Jacobo.

Resulta indudable, y no nos cansaremos de repetirlo, que esta obra no habla de Masonería como tema nuclear, sino solo de forma lateral a los asuntos centrales que desarrolla. El argumento masónico de la novela se inicia cuando Coloma habla de los motivos que movieron a Jacobo, el amante de Curra, para iniciarse en la orden del compás y la escuadra. Después continúa con la referencia que se hace de Garibaldi y de las logias italianas, y sigue a través de la descripción que el novelista nos ofrece de los sellos masónicos de lacre estampados en los sobres con documentos secretos de la corte de Víctor Manuel, enviados a la corte española de Amadeo por mediación de Jacobo. Coloma nos enseña que Jacobo Téllez-Ponce, intrigado durante el viaje por el contenido de dichos sobres, arranca los sellos, los abre y consigue información política de importancia que guarda para sí pensando en  aprovecharse de ella de alguna manera en un futuro más o menos cercano.

Este personaje tiene una buena dosis de sagacidad y una inteligencia inclinada a veces a la conspiración y a los asuntos oscuros de la política. Jacobo, pues, no entrega los sobres encomendados a su contacto masónico en España. Hace obsequio de los sellos de lacre al tío Frasquito, noble segundón amigo suyo, coleccionista de sellos diplomáticos y personaje rastrero, mezquino y poco apreciado por el mismo novelista, quien se mofa de su propio personaje por medio de los retratos literarios que lo describen en varias oportunidades a lo largo del libro. Habría que añadir que a Frasquito le desaparecen estos sellos un mal día de su álbum, y pasado algún tiempo Jacobo recibe uno de ellos por correo. Desde ese instante, el marqués teme la venganza de la Masonería por su antigua traición. De este episodio, cualquier lector de la época sacaría una imagen poco positiva de los masones y de sus métodos. Hemos de reconocer que el padre Coloma tuvo una especial facilidad para hilar argumentos diferentes y valerse de ellos con buen tino literario en el momento más adecuado.

Queda claro que el escritor propone otras líneas de argumento que vienen a desarrollarse de manera complementaria. Vemos que sucede igual en obras bien conocidas de Galdós o de Pereda, a quien por cierto admiraba el padre Coloma. Es habitual, por otra parte, que el narrador intente descargar la tensión argumental de la línea básica para hacerla reposar con naturalidad en otros pilares constructivos, jugando así con los personajes secundarios y obteniendo mayor extensión aparente de la columna vertebral del relato. En Pequeñeces, el argumento masónico es uno de esos pilares colaterales en los que el padre Coloma se apoya para introducir en su prosa factores de intriga, misterio y hasta esoterismo.

Queremos señalar que emprender la lectura de Pequeñeces sin conocer el pensamiento de Coloma ni saber de sus hechos de vida es, en nuestra modesta opinión, quedarse a medias. Para leer esta obra, lo mismo que en la lectura de otros libros y autores, lo ideal sería tener nociones elementales de la biografía del escritor; desde luego, en este caso convendría mucho, porque la comprensión del libro y de sus columnas fundamentales está muy vinculada al propio escritor y a su peripecia biográfica. En nuestro libro Masonería y literatura1 ya vinimos a poner de relieve en su día la muy estrecha relación entre la vida del jesuita y determinados argumentos especiales de esta interesante novela.

Luis Coloma empezó a editar Pequeñeces en enero de 1890, aunque la gestación de la novela fue laboriosa2. En esta ficción, la Masonería aparece siempre involucrada en actos de violencia, una violencia que deriva indefectiblemente de intrigas políticas. En Pequeñeces, intuimos a los masones a modo de sombras, como amenazas permanentes, como algo siniestro que no deja de enturbiar la vida de ciertos personajes, en especial la del propio Jacobo Téllez, quien recibió la luz años atrás en las logias milanesas y al que descubrimos en estado de sueño3 dentro del contexto argumental de la obra.

Resulta muy curioso comprobar que la novela, como género literario, no fue bien vista siempre por el padre Coloma, pues en 1884 escribe que "es perjudicial en todas sus manifestaciones. Las novelas —prosigue el jesuita—, aun las buenas, las verdaderamente morales... fomentan un falso idealismo, contrario a la prosaica realidad. Quédense, pues, para aquellas personas superficiales"4. Cuando su colega José María de Pereda leyó semejante juicio, escribió a Coloma diciéndole que lamentaba su opinión acerca del género de la novela, y que a pesar de todo lo creía de los pocos autores del momento capaces de escribir "literatura sin catecismo", cosa que Coloma nunca llegó a conseguir plenamente. Opinamos que tampoco en Pequeñeces, donde se halla lejos de lograrlo a pesar del indiscutible peso literario de la novela, contemplada en su conjunto.

Galería de protagonistas

En Pequeñeces aparecen un total de 474 personajes con su nombre correspondiente. De ellos, muchos responden a existencia real, es decir, son retratos literarios enmascarados de la sociedad de su tiempo. Y los hay de todo tipo y condición, pues aparecen autores clásicos, artistas plásticos, escritores, políticos, reyes, músicos, clérigos, personajes mitológicos y hasta animales5. Sin embargo, dado que se trata de una novela, los personajes con más relevancia dentro de los argumentos son, en su mayoría, fruto de la invención del autor. Algunos críticos de la época de Coloma y aun actuales, han creído descubrir en ciertos protagonistas del libro determinadas claves, que señalan características precisas de personas vivas de aquel momento.

Los personajes esenciales en la obra son nueve: Curra Albornoz, Villamelón, Butrón, Jacobo Téllez, marquesa de Sabadell, María Villasís, Diógenes, Frasquito y el padre Cifuentes. Solo con ellos, pensamos que la novela podría mantener un porcentaje muy alto de actividad argumental, al menos un sesenta por ciento del total. Los nueve personajes citados, que son esenciales en la obra, suponen el 1,8% del total de nominados. Entre religiosos y sacerdotes, hemos contabilizado un total de nueve. Y de ellos, al menos cuatro son jesuitas.

Los personajes vinculados a la Masonería son siete, lo que supone el 1,4% del total. Uno de ellos está integrado en el grupo de los principales. Son Jacobo Téllez, Manuel Ruiz Zorrilla6, Prim7, Garibaldi, Francisco Javier Pérez Cueto, Cassanello y el rey Víctor Manuel.

Se desprende de los argumentos de la novela que Víctor Manuel II de Italia fue masón, igual que su hijo Amadeo, duque de Aosta y Rey de España. Un lector atento se debe preguntar por qué otra razón, si no, la Masonería italiana intentaba apoyar al gabinete que sostenía en España el gobierno de Amadeo. En la novela de Coloma vemos que Jacobo Téllez es portador de unos documentos cuyo destinatario parece estrechamente ligado a la monarquía de la casa de Saboya en España. Como esos documentos no son entregados a su destinatario, Jacobo Téllez se siente perseguido más tarde por los propios masones, ya que éstos no parecen dispuestos a pasar la paleta y olvidar la traición8. La historia desmiente a veces la imaginación de los novelistas, y nos hallamos, justamente, ante uno de esos casos. Porque el profesor italiano Aldo A. Mola, uno de los historiadores de mayor solvencia en cuestiones relacionadas con la casa de Saboya, y que también ha estudiado la trayectoria de la Masonería italiana, aseguró al que suscribe que se equivocan los que afirman que Víctor Manuel II y Amadeo fueron masones. Afirma el doctor italiano que no es cierto en ninguno de los casos9. De Humberto I, en cambio, sí apunta Mola la posibilidad de que fuese iniciado en la Masonería.

Hay otro personaje masón, al que no se cita con nombre propio, con el que también habría que contar. Es el italiano acompañante de Cassanello10.

Resumiendo, hacemos a continuación una sucinta relación de los personajes y argumentos masónicos más sobresalientes de la novela.

Libro Primero

Manuel Ruiz Zorrilla

Aparece este personaje histórico en la primera parte de la obra. Político y masón destacado. Las biografías de Sagasta y de Ruiz Zorrilla (1833-1895), ambos masones, tienen puntos interesantes de natural coincidencia. Como es bien sabido, Práxeses Mateo Sagasta (1825-1903) fue parlamentario con anterioridad a 1863. Participó en la intentona revolucionaria de los sargentos de artillería del cuartel de San Gil, que lideró Ruiz Zorrilla, y como éste, fue también condenado a muerte, por lo que, igualque él, hubo de ir al exilio. Se puso en contacto con un
grupo de conspiradores manejado por Prim, quien le envió a Londres para negociar con Cabrera y los carlistas. Partió con Prim y Ruiz Zorrilla hacia Gibraltar y Cádiz. En octubre del 68, Sagasta recibió la cartera de Gobernación, cargo en el que le pilló el asesinato de Prim. Y también formó parte, integrado en el Partido Radical (en el que era cabeza visible Ruiz Zorrilla), del primer gobierno de coalición del reinado de Amadeo de Saboya. Al producirse la restauración de los borbones, se adaptó camaleónicamente, dedicándose a organizar el Partido Unionista y a reagrupar la Masonería española, pues había sido elegido Gran Maestre del Grande Oriente de España.

Libro segundo

Jacobo Téllez-Ponce Melgarejo

Surge este personaje en la segunda parte de la novela. Ministro plenipotenciario español en Constantinopla tras el asesinato de Prim. Casado doce años atrás con la marquesa de Sabadell, es iniciado por Garibaldi en las logias de Milán con el sobrenombre masónico de H° Byron. Introducido por Prim en el complot inglés contra la corona española11. Acaba muriendo asesinado por los masones. Sietemesino, vicioso, jugador, libertino y amoral. Este personaje —a decir del narrador de la novela— tiene cierto parecido físico con el poeta británico lord Byron. Curiosamente, el literato inglés aludido, además de aventurero y político, sufrió exilio y colaboró en Italia con los carbonarios. Los paralelismos son considerables con Jacobo Téllez, quien, una vez en Italia, es iniciado en las logias por Garibaldi12.

Juan Prim

Personaje histórico. Conde de Reus. Militar y político. En Pequeñeces parece clara la relación establecida por Coloma entre el asesinato de Prim y el complot masónico. Antonio Pedrol Ríus aborda la cuestión en su conocida obra Los asesinos del general Prim.

Giuseppe Garibaldi

De nuevo se encaja en esta segunda parte de la novela otro personaje histórico más. Giuseppe Garibaldi (Niza 1807-Caprera 1882). En 1836 se conoció su afiliación al movimiento de la Joven Italia y hubo de exiliarse. En 1848, el militar regresa a Italia y combate contra el ejército austriaco. Como es sabido, organizó una legión especial con la que luchó en contra de Francia. Cuando Roma cae, se retira a la región del Piamonte con dos mil hombres y posteriormente embarca para América. En 1854 se retiró a la isla de Caprera. Años más tarde, aprovechando el descontento popular en Sicilia contra la dinastía de Saboya, organiza la expedición de los camisas rojas. El movimiento nacionalista se extendió, dando alas a Garibaldi para haber proclamado una república italiana. Sin embargo, el revolucionario se mantuvo fiel a Víctor Manuel II, a quien escoltó en su entrada en Nápoles. La historia de este personaje sorprende por la febril actividad que desplegó a lo largo de su vida, de la que no estuvo ausente tampoco su actividad masónica. En 1870 ofreció a Francia sus servicios, acabando como diputado para la asamblea de Burdeos en 1871. También fue elegido diputado del parlamento italiano cuatro años después, en 1875.

Luis Coloma lo introduce en la novela a modo de gran mito de las ideas revolucionarias y masónicas. Recordamos otra vez que Garibaldi, en persona, es quien inicia en la Masonería a Jacobo Téllez.

Vittorio Emmanuele

El padre Coloma inserta en sus argumentos a este personaje histórico. Monarca italiano. Mucho se ha rumoreado acerca de si ciertos miembros de la casa de Saboya estuvieron adscritos o no a la Masonería, entre ellos Víctor Manuel II y su hijo Amadeo, pero las afirmaciones de algunos investigadores proclives a creerlo se contraponen desde tiempo atrás a las de otros que niegan la posibilidad de tal hipótesis, no habiendo pruebas certeras que vinculen definitivamente a los susodichos personajes con la Masonería.

Se citan los puñales de las logias. El padre Coloma, quien me temo era poco conocedor de los rituales y dinámica de los talleres y templos, habla de los puñales vengativos de la Masonería (págs. 205-206 y 537-538) como aquel que, habiendo escuchado campanas, no sabe dónde. Probablemente, algún rumor acerca de los ritos iniciáticos produjo en el jesuita un aumento de inspiración literaria, lo que le vino muy bien —dicho sea de paso— para formalizar una trama misteriosa en la novela, trama que tiene la función de empapar a ciertos personajes, otorgándoles así más carisma e interés frente al lector del libro.

La aparición de puñales, dagas o espadas rituales en ceremonias masónicas de iniciación es tradicional, no solo en la realidad de esos mismos rituales, sino también en algunas obras narrativas aparte de Pequeñeces. Como señala Pérez Ruiz, "cuando una costumbre se convierte en ceremonia, con unas reglas establecidas, se comunican los signos, los toques, las palabras y las instrucciones ocultas. El rito es la tradición de un lenguaje ancestral"13.

No obstante, la actividad política de las logias en esa época fue grande, y es claro que la discreta influencia masónica se dejó sentir con frecuencia en la España de la restauración.

Libro Tercero

Jacobo recibe uno de los sellos masónicos regalados al tío Frasquito (págs. 212-213, 357¬358, 541 y 604-605). Se relaciona a Jacobo Téllez con los planes para llevar a cabo el asesinato del general Prim en la calle del Turco de Madrid, fruto de un supuesto complot masónico (págs. 359 y 605). Este pasaje es interesante. En él se dice que también "entonces había vislumbrado en aquello14  la mano de los masones, y él, ¡oh!, él sabía bien a qué atenerse. Por eso tuvo que huir a toda prisa...". Se hace evidente que Coloma desea integrar a su personaje, sin el menor género de dudas, en el complot a resultas del que muere asesinado el prestigioso militar. El padre Coloma juega con el personaje de Jacobo Téllez, convirtiéndolo en el aventurero sin escrúpulos, vividor y libertino, que lo mismo conquista el amor voluble de Curra como es capaz de atentar contra una vida humana.

Otros acontecimientos relacionados con la Masonería: Jacobo se pregunta si la Masonería le reclama los documentos que le fueron encomendados tiempo atrás (págs. 360 y 606). Jacobo siente miedo ante el poder oculto de la Masonería (págs. 360-361 y 606). Jacobo interroga al tío Frasquito, donatario de los sellos masónicos, acerca de si aún los tiene en su poder. Los sellos han desaparecido misteriosamente. Éstos vienen a ser el eje, en apariencia banal, sobre el que descansa la intriga de la novela, muy bien llevada por cierto (págs. 366 y 608-609). Jacobo cuenta al tío Frasquito parte del asunto de los masones. Se describe el temor del viejo (págs. 367 y 609). Una broma postal de Diógenes es tomada por el tío Frasquito como amenaza de los masones. Jacobo le sigue la corriente y lo deja en la ignorancia por conveniencia propia (págs. 370 y 610). Jacobo intenta averiguar quién ha robado los sellos al tío Frasquito. Se convence de que las logias están inmersas en el turbio asunto (págs. 371 y 611).

Libro Cuarto15

Desde Italia, Jacobo escribe al viejo Frasquito tranquilizándolo de su miedo hacia los masones (págs. 405 y 625). Jacobo visita a Garibaldi en Caprera. Se disculpa por la pérdida de los antiguos documentos. Garibaldi le ofrece cartas comendaticias para los venerables de Milán y de España (págs. 407 y 626-627). Jacobo se tranquiliza y cree, erróneamente, que ya no corre peligro por lo que a la Masonería respecta (págs. 408 y 627). Jacobo, tras ser aceptado por Alfonso XII como Grande de España, recibe por correo el segundo sello masónico, estampado en lacre rojo (págs. 441-442 y 642).

Francisco Javier Pérez Cueto

Aparece este interesante personaje en la cuarta parte de la novela. Se trata de un fabricante de algodón. Hombre de paja de un gran personaje, fallecido entonces. Masón destacado de sobrenombre H° Neptuno. A él van dirigidas las cartas de recomendación escritas por Garibaldi (en esos días ya fallecido), y entregadas a Jacobo en Italia.

Jacobo decide excusarse de una vez por todas, a fin de eludir los posibles peligros masónicos. Espera ser nombrado ministro (págs. 443-444 y 642-643.). De ser así, él será quien ría de burlas y amenazas de masones. Escribe a Pérez Cueto. Se nos habla del plan de Jacobo para engatusar al H° Neptuno y probar su inocencia en el caso de los documentos secretos (págs. 444-445 y 643). Jacobo ve por las calles de Madrid a dos masones italianos, uno de ellos llamado Cassanello (págs. 447 y 644). Se esconde en la iglesia del Carmen, junto a la calle de la Montera. La escena nos trae a las mientes una de las brillantes greguerías de Ramón Gómez de la Serna, esa que define el Madrid de su tiempo diciendo: "Madrid es que haya siempre iglesias abiertas y a mano para asilo y confesión"16.
 
Cassanello

Se introduce otro nuevo personaje masónico. Es un masón italiano conocido de Jacobo. Se conocieron en Milán y luego se vieron en Caprera, en casa de Garibaldi.

Jacobo vuelve a tener miedo de la Masonería. La venganza masónica es un tema recurrente en el argumento de Coloma. En la novela, Prim es muerto por masones tras un complot instigado por la venganza. Y ahora, la Masonería vengativa quiere acabar con Jacobo Téllez —y acaba con él efectivamente al final de la obra— por saldar su traición de años atrás. El novelista ha querido dejar bien sentado que la Masonería tiene buena memoria, pues Jacobo traiciona la confianza de la Orden bastante tiempo atrás de estos sucesos. El argumento, en este punto, está muy bien llevado (págs. 448 y 644).

Rarísima carta de respuesta para Jacobo del H° Neptuno. Le propone cita para hablar (págs. 449 y 645).

Se expresa aquí la extrañeza de Jacobo Téllez ante la carta de citación (págs. 451 y 646). Observamos una cierta burla del ritual de los masones. Los bulos acerca de extraños ritos celebrados en las logias, hizo daño a la imagen de la Masonería decimonónica17. En la expansión de las falsedades del ritual masónico, la prensa tradicionalista ha tenido un lamentable papel18. La Masonería posee un método singular expresado a través de símbolos y ritos que, con el paso del tiempo, se han convertido en ceremonias de carácter más bien testimonial19.

Jacobo acude a su cita con el H° Neptuno, pero allí no llega nadie. Curra lo sigue celosa, en el convencimiento de que Jacobo va a encontrarse con alguna dama (págs. 455 y 648).

Jacobo le cuenta a Curra Albornoz el asunto de los masones y ella se espanta. Según la idea que parece contagiar la novela de Luis Coloma, la Masonería ha de infundir miedo a todo cristiano bien nacido. Incluso a quien, siendo bien nacido, no es tan buen cristiano, como le sucede al personaje de Curra. Se supone que la secta atenta contra la religión, el orden social establecido y la justicia. Ese parece ser el mensaje subliminal que encierra la novela en relación a la Masonería. Es natural que así sea, sobre todo si tenemos en cuenta que Coloma, mero transmisor de la doctrina jesuítica, es conocedor de la encíclica Humanum genus, sobre la que escribe un artículo en El Mensajero en 1884. Al final, los dos personajes se marchan juntos del lugar (págs. 456-457 y 648).

Los masones asesinan a Jacobo Téllez cerca del Ministerio de la Guerra, en el centro de Madrid, mientras caminaba en compañía de Curra Albornoz, que huye aterrada del lugar del crimen. La causa del asesinato, como ya hemos dicho, es la traición. El masón Jacobo Téllez es perseguido por los masones por una antigua culpa que ha de pagar aunque sea tarde. Él les había fallado en el pasado al no entregar al gabinete de Amadeo de Saboya los documentos secretos confiados a su persona por las logias de Italia. Y en el fondo, Jacobo Téllez sabe que esa justicia especial ha de llegarle en algún momento. Esa peculiar justicia masónica literaria se extiende así de tal forma que el traidor acaba pagando, como le ocurre a Jacobo Téllez, aun después de pasar años y años del hecho causante (págs. 458-459 y 649).

Se identifica el cadáver de Jacobo y se hallan en su ropa dos cartas de Garibaldi dirigidas al H°Neptuno (págs. 460 y 650).

Las investigaciones policiales no avanzan. Se rumorea que los masones andan mezclados en el asunto del asesinato, igual que en el caso del general Prim, amigo del difunto Jacobo Téllez (págs. 462 y 651).

Dos periódicos fieles a la secta de la Masonería, publican en contra de los tribunales y la justicia (págs. 462-463 y 651).
 
A modo de conclusión

Esta novela del padre Coloma conserva, incluso para el lector de hoy, un tirón especial del que carecen, por lo general, las obras narrativas del siglo XIX, salvo honrosas y notables excepciones, que las hay. Pequeñeces —viene a decirnos Shaw— es, en más de un sentido, un apéndice de La Montálvez de Pereda. La novela, sermón en términos narrativos, toma como tema la corrupción de la alta sociedad madrileña que tolera como meras pequeñeces lo que para la Iglesia son pecados mortales.

El enorme éxito de Pequeñeces se debió solo en parte a sus méritos intrínsecos, pues de un lado coincidió con un resurgimiento de la influencia religiosa, considerada de buen tono durante la Regencia y, de otro, proporcionó el insólito espectáculo de un clérigo escribiendo en una vena seminaturalista. También se sospechó y se dijo que los argumentos reproducían, a través de los personajes, personas y situaciones de la vida real, aunque Coloma lo negó; quizá sea significativo que en 1891 se publicara un nuevo ataque contra la sociedad elegante —La espuma, de Palacio Valdés— y que, en esa misma corriente, surgieran más tarde Gente conocida (1896) y La comida de las fieras (1898), dos de las primeras creaciones benaventinas.

Como primera y esencial conclusión, señalaremos que Luis Coloma pudo colocar a la Masonería en el telón de fondo de los argumentos de Pequeñeces por dos motivos principales: bien por atacar a la Orden, siguiendo así el dictamen de la Compañía y de la misma dirección de El Mensajero, cosa que nos parece muy poco verosímil, o bien porque guardaba de la Masonería ciertos recuerdos oscuros que no digiere dentro y los exterioriza en el relato. Es posible que le moviesen ambas razones a la vez, u otras que no somos capaces de atisbar ahora. Estamos convencidos de que, si bien Coloma da una visión más bien negativa de la Masonería, tampoco escribe contra ella de manera abierta, cosa que podría haber hecho perfectamente de haberlo deseado. Es más, esa hubiera sido la postura cómoda para el jesuita. De ahí que nos inclinemos a pensar que Coloma tuvo contactos de algún tipo con la Masonería, máxime teniendo presente el hecho de que en su vida se dan varias curiosas coincidencias o paralelismos con algunas situaciones planteadas en la obra de ficción.

Analizando el asunto de la calidad del libro desde el punto de vista del atractivo argumental, deberíamos definirla como un trabajo digno de la mejor pluma de finales de siglo. Si, por el contrario, contemplamos la novela desde la óptica del estilismo, del esmero lingüístico, de la adjetivación, de los ritmos narrativos, la novela dejaría que desear.

Otra conclusión a la que podemos llegar atañe a esa dosis notable de doctrina católica, de sermón enfoscado, de intención moralizadora que tiene la novela, si bien hay que reconocer que el autor sabe colocar en su debido sitio esas pinceladas tan comprometedoras como peligrosas para una pieza narrativa. La obra no llega a parecerse a una fábula moral cristiana propiamente dicha gracias a la delicadísima y especial manera que Coloma tiene de enfocar el mensaje último, la enseñanza útil.

En definitiva, Pequeñeces es una novela muy entretenida, con carga de misterio, con elementos activos más que sobrados para la buena ejecución de la trama, con personajes inolvidables y bien trazados —hay etopeyas verdaderamente brillantes en el relato—, con una magnífica ambientación que deja al descubierto la segunda mitad del siglo XIX ante nuestros ojos atónitos, y con ese aire especialísimo del que no carecen nunca las obras de categoría. Merece una mención especial la muy notable construcción de los personajes, en su mayoría magníficos por su diseño, y tan útiles en el desarrollo de las tramas argumentales.

1 Ricardo Sern, Masonería y Literatura. La Masonería en Pequeñeces, novela emblemática de Luis Coloma (Madrid, Fundación Universitaria Española, FUE, 1998).

2 Se editó inicialmente por entregas en las páginas de la revista El Mensajero. Comenzó a salir en enero de 1890. A la hora de estudiar y analizar esta obra, conviene confrontar al menos dos ediciones distintas de Pequeñeces. Desde el principio de esta dilatada investigación, que iniciamos allá por 1997, utilizamos la 5a de Ediciones Cátedra (Madrid, 1987), que cuenta con un estudio introductorio de Rubén Benítez, y la incluida en la 4a edición de las Obras Completas de Luis Coloma, de Editorial Razón y Fe, S. A. (Madrid, 1960), con estudio biobibliográfico del jesuita Rafael María de Hornedo. Por el manejo hecho de ambas, nos consta que la citada de Razón y Fe es una edición especialmente bien hecha y cuidada, y aunque a la más reciente de bolsillo de Cátedra nada se le pueda objetar, nos quedamos con la primera. La décima edición de la novela fue la última corregida por Coloma. Conviene decir que la Compañía de Jesús ha procurado siempre —cosa que nos parece la mar de natural, por otra parte— estar al tanto de las nuevas ediciones de la obra, de modo que el texto se respetase al máximo en toda su original pureza.

3 Como es sabido, recibir la luz equivale a ser iniciado en una logia. Y el estado de sueño o de reposo es el resultado de la solicitud de una plancha de quite por parte de un masón. Pedir plancha de quite equivale a solicitar un diploma o título que certifica la baja, voluntaria y provisional, de un masón en su logia. Desde ese momento, el individuo pasa a lo que se llama estado de sueño, pudiendo calificársele de durmiente.

4 Parece que Coloma, en este juicio, ve en la novela algo pecaminoso per se, igualando la novela buena con la novela cristiana moralizante. No tiene en cuenta, sin embargo, el valor literario del género.

5 El oso Bruin y el perro Tock.

6 Recordemos que Manuel Ruiz Zorrilla (Burgo de Osma 1833-Burgos 1895) formó parte, tras la revolución del 68, del gobierno presidido por Serrano. Con Amadeo I fue jefe del partido progresista y presidió el gobierno (julio a octubre de 1871 y junio 1872 a febrero de 1873). Aparece retratado y referenciado como masón, por ejemplo, en Rivista Massonica LXVI, no. 4 (1975): 244.

7 Juan Prim es citado a veces por Coloma como Conde de Reus. A finales de 1842 trató de organizar algunas partidas de insurrectos en la comarca de Reus. Derrocado Espartero, obtuvo los títulos de conde de Reus y vizconde de Bruch.

8 Pasar la paleta es una locución que viene a significar, en términos profanos, perdonar o reconciliarse con el ofensor de manera pública en el transcurso de una tenida.

9 Fax de fecha 10.IV.1997. Véase Aldo Mola, Storia della Massoneria italiana dalle origini ai nostri giorni (Milano, Bompiani, 1994), 881-885. En esta obra, Mola escribe textualmente al respecto de Víctor Manuel: «Nessuna prova abbiamo di una qualsiasi iniziazione massonica di Vittorio Emanuele II. Indubbiamente egli crebbe circondato da grandi iniziati, quale Cesare di Saluzzo, che gli donó la spada di Napoleone: gesto emblematico, che illumina la figura del suo precettore non meno che il suo spregiudicato allievo, per il quale calcolo politico e progresso liberale marciarono di conserva: ma, ancora una volta, non stanno a indicare identitá iniziatica» [p. 882]. Y en relación con Amadeo, Mola señala: «Né iniziato risulta l'Amedeo asceso a re di Spagna, ove fu accolto da un corteggio massonico, come ricorda José Antonio Ferrer Benimeli ripubblicando gli Episodios nacionales de Pérez Galdós (Madrid, 1982), ma presto indotto ad abbandonare la partita e morto quarantacinquenne appena tra pratiche devozionali e opere di caritá in un' epoca nella quale la Massoneria era anticlericale e statalistica» [pág. 883].

10 Aparece en un par de ocasiones, especialmente en el Libro IV, Cap. VI. Si utilizamos la edición de Rubén Benítez, hallamos el susodicho fragmento en las págs. 446-447 (Madrid: Cátedra, 1987).

11 Coloma quiere poner en relación directa a su personaje Jacobo Téllez con las intrigas y contactos que tuvieron lugar en Londres entre Ruiz Zorrilla y otros colaboradores de Prim con los dirigentes carlistas, a fin de derrocar el gobierno en España.

12 Hacemos un señalamiento de páginas doble. El primer número refiere la página de la edición de Cátedra; la segunda, la de Razón y Fe. Véase nota 2 de este ensayo.

13 Mario Pérez Ruiz, Masonería. Una introducción al tema (Barcelona: Enrique Marín, 1996).

14 La cursiva es del propio escritor.

15 Esta última parte de la obra es la que más contenido masónico aporta.

16 Ramón Gómez de la Serna, Greguerías (Madrid: Cátedra, 1983), 241.

17 Véase Philippe Langlet, Des Rites magonniques. Vécu initiatique et Franc-magonnerie (Paris : Éditions Dervy, 1996).

18 Francisco López Casimiro, "Crítica y mofa de las ceremonias masónicas", en: Masonería, prensa y política (Badajoz, 1875-1902) (Universidad de Granada y Universidad de Extremadura, 1992), 221.

19 Sobre el sentido y significado de los símbolos puede acudirse al clásico libro de Jean Pierre Bayard, Le Symbolisme Magonnique Traditionel (Paris: Prisme, 1974).

Bibliografía

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1. Español. Licenciado en Filosofía y Letras (Historia) y Diplomado en Estudios Avanzados de Literatura Española por la Universidad de Zaragoza (España). Máster en Historia de la Masonería Española, por la UNED. Miembro del CEHME (Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española, Universidad de Zaragoza) y escritor. Correo electrónico: ricardoserna54@gmail.com

Fecha de recibido: 27 mayo 2013 - Fecha de aceptación: 8 junio 2013

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