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Actualidades Investigativas en Educación

On-line version ISSN 1409-4703Print version ISSN 1409-4703

Rev. Actual. Investig. Educ vol.13 n.2 San José May./Aug. 2013

 

Violencia escolar, un problema que aumenta en la escuela primaria costarricense

School violence, an increasing problem in costarrican elementary schools

Hannia Cabezas Pizarro1*, Melania Monge Rodríguez2*


*Dirección para correspondencia:

Resumen

En  este  artículo  se  compararon  los  datos  de  investigaciones  previas,  sobre  la  presencia  del matonismo escolar en muestras costarricenses, con los  datos obtenidos en   un estudio reciente, cuyo fin fue el de determinar si este fenómeno había aumentado en el país. Para ello se seleccionaron de forma intencional, 34 grupos de niños y niñas cuyas edades se  encontraban entre los 8 y 15 años quienes cursaban estudios de tercero a sexto grado, en diferentes centros educativos, para un total de 1155 estudiantes. Una vez contabilizadas las preguntas  y transformadas a porcentajes de respuestas, se compararon con los porcentajes obtenidos en estudios realizados en Costa Rica por Cabezas (2007, 2010) en grupos similares, hallándose  diferencias significativas que hacen presumir que ésta es una realidad, que va en aumento en el país.

Palabras clave: Maltrato Entre Iguales, Incremento De Violencia, Bullying, Sistema Educativo, Costa Rica

Abstract

This article compares previous results with those from a recent research on bullying  among school children in Costa Rica to determine if this undesirable behavior had increased in  the country. We selected, intentionally, 34 groups of elementary students, third through sixth  grade, ages 8 through 15 years old, from different schools. The total of students participating was 1155. They were given the same survey and once the tally was converted to percentages of responses, they were compared with results obtained from previous studies done in different regions of Costa Rica by Cabezas (2007, 2010), under similar circumstances. This new results show  significant differences that make us presume that bullying is a reality and is increasing in Costa  Rican schools

Key  words: Bullying, Aggression Among Equals, Abuse Of Power, Educational  System, Costa Rica

1.    Introducción

Las investigaciones realizadas en países como los Estados Unidos y Noruega (Nansel, Overpeck, Ruean, Simons, y Scheidt, 2001) indican que en cada uno de ellos, la presencia del acoso escolar tiene características propias que responden a las diferencias históricas y culturales de cada país. Como lo plantea Monclús (2005) “la violencia en la escuela es, en efecto, reflejo de la  sociedad” (p. 4); sin embargo, es necesario hacer distinción entre la violencia  en  general  y  el  acoso  escolar,  porque  también  existen  criterios  claros  que determinan las diversas formas de violencia.

En el perfil de las víctimas y los victimarios, así como en los porcentajes de maltrato escolar   hallados   en   las   muestras   costarricenses,   no   se   encontraron   discrepancias significativas, ya que estos estudios realizados en los años 2007 y 2010 reflejan, también, las características propias del bullying, tanto en la forma de maltrato como en la prevalencia del fenómeno.

En promedio, la presencia de conductas agresivas en el salón de clases, en forma general,  según Olweus (1993), se estima en un 15%, sin embargo este porcentaje varía entre los estudios realizados por Craig y otros (2009) en países del Norte de Europa y países Bálticos donde se encuentran discrepancias que van desde 8.6% al 45.2% en el caso de los varones y de un 4.8% a 35.8% en el caso de las mujeres.

En Costa Rica de acuerdo con Cabezas (2007, 2010, 2013) el 10.2% de los y las estudiantes encuestadas manifestaron agredir a sus iguales, mientras que un 12% dijo haber sido víctimas, tornándose en una situación preocupante  donde las figuras de autoridad en los centros  educativos deben prestar especial    atención y actuar de manera inmediata, explorando estrategias que permitan brindar un abordaje integral desde el punto de vista educativo y el de salud.

El bullying en el aula crece, en primer lugar, porque el docente, sin proponérselo, puede estimular la presencia de conductas agresivas entre sus estudiantes al no reconocer que el maltrato  entre iguales es real, y los actos llevados a cabo por las alumnas y los alumnos pueden estar  siendo reforzados por la tolerancia, la pasividad, la ausencia en la toma de decisiones y el no establecimiento de reglas claras dentro del salón de clases.

En el trabajo realizado por Cabezas, (2007) se encontró que en un 59.5% de las veces en  las  que  el  estudiantado  fue  sometido,  con  la  intención  de  causarle  daño,  quienes agredieron  no  recibieron  ningún  castigo  por  parte  de  las  personas  con  investidura  de autoridad, lo que refuerza el hecho al no darse una corrección inmediata sobre las conductas agresivas que manifestaron los y las estudiantes en el aula.

Otro factor que incide en el aumento del bullying es el social, donde la exclusión, la discriminación, la inseguridad, la iniquidad económica, la insatisfacción personal, así como los  niveles de pobreza, además del entorno, pueden convertirse en desencadenantes de comportamientos aprendidos en el hogar o en la comunidad, que se trasladan al salón de clases.

2.    Marco Referencial

Maltrato escolar y población costarricense

Las acciones violentas se manifiestan de diversas formas y en muchos escenarios del quehacer costarricense. En las carreteras, por ejemplo, es posible observar la conducción temeraria de algunas personas en distintos tipos de vehículos. De igual forma, en los sitios de trabajo se  experimentan diversas maneras de abuso de poder, tales como, acoso o discriminación; sin  dejar  de lado los asaltos, la invasión a la propiedad en las distintas comunidades y la agresión física y emocional presente en muchos hogares.

En ese sentido, la violencia no solo se manifiesta con los golpes, sino bajo condiciones más  dañinas que involucran palabras humillantes, el temor, la indiferencia, el abuso de poder, la hostilidad, la exclusión u otros modos menos evidentes que llevan al sometimiento.

De acuerdo con Menesini y Nocentini (2009), un 20% de la población estudiantil está involucrada en el acoso escolar; esta forma de violencia no solo se manifiesta a través de los golpes, también se presenta como  acoso verbal y en particular el acoso homofóbico, hacia los compañeros y compañeras. "Estos comportamientos, de tipo verbal, físico sexual e indirecto, tienen una fuerte interconexión con el acoso escolar, puesto que a menudo, en la primera fase de la adolescencia, las primeras experiencias de citas tienen lugar al interior del grupo y la calidad de la relación con la pareja sufre fuertemente los efectos de la calidad de las relaciones de amistad y sociales en el grupo referencia" (Menesine y Nocentini, 2009,
p.10).

Investigaciones realizadas por Currie, Gabhainn, y Godeau (2008), con niños, niñas y adolescentes  europeos,  indican  que  la  proporción  de  quienes  son  víctimas  de  sus compañeros es de un 20.6%, y específicamente en España, el porcentaje alcanza el 23.7%,
datos que sobrepasan la media dada por Olweus en (1993), pionero en el tema,   porque  reflejan que este fenómeno ha ido en aumento con el paso del tiempo, no solo en nuestro país, sino también en países europeos como España. Algunos indicadores que nos permiten hacer comparaciones son los aportados por Cid, Díaz, Pérez, Torruella y Valderrama (2008), quienes  encontraron que, en Chile, el 45% de los estudiantes, con edades entre 10 y 13 años, manifestaron haber sido agredidos por sus iguales.

Por su parte, Ng. W.Y. y Tsang (2008), también hacen referencia a los porcentajes que se  mantienen a través de diversas investigaciones, como es el caso del “17% en Australia; 19% en Inglaterra; 15% en Japón; 14% en Noruega y 16 % en los Estados Unidos” (p.  4).  Estos  estudios   fueron  realizados  con  víctimas  de  agresión  escolar,  quienes manifestaron haber experimentado el maltrato una o dos veces en los últimos cuatro meses, cuando se llevaba a cabo el estudio.

En trabajos más recientes, Nansel, Overpeck, Pilla, Ruan, Simons-Morton y Scheidt (2001) reportaron que alrededor de un 30% de los estudiantes habían estado involucrados en situaciones de maltrato escolar, ya sea como víctimas o como victimarios.

Los  aportes  costarricenses  con  muestras  de  niños  y  adolescentes  evidencian indicadores  que  sobrepasan  la  media  europea.  Los  datos  obtenidos  en  los  estudios nacionales varían desde el 19.1% (Cabezas y Monge 2007), 14.3% (Cabezas, 2010) hasta
20.35% (Cabezas, 2013).

Las investigaciones nacionales describen, a la vez, los diversos calificativos empleados por las personas que victimizan a sus iguales, entre los que sobresalen:  “tontas”, “débiles,” “fáciles de manipular”, que coinciden con la aportada inicialmente por Olweus (1993), quien anotó,  además,   como  una  característica  del  fenómeno  del  bullying,  que  existe  un desequilibrio de poder,  condición  necesaria para calificar al acoso entre iguales,  y que también se encuentra presente  en los  estudios costarricenses.    Cuando los  victimarios identifican a sus compañeros y compañeras como personas “tontas, débiles o fáciles de manipular”, estos calificativos apuntan a que las víctimas oponen poca resistencia ante sus agresores, que su ánimo cede fácilmente por la insistencia de otros, o se ven como personas frágiles e indefensas convirtiéndose los niños y niñas en presa fácil para los victimarios.

Si  un  niño  o  niña  se  maltrata  o  avergüenza  delante  de  sus  iguales,  los  efectos negativos se hacen patentes a corto o largo plazo, porque la violencia conlleva un daño
moral y psicológico, que deja secuelas que perduran por muchos años. Al respecto, Clarke y Kiselica (citados en Aluede, Adeleke, Omoike, Afen-Akpaida, (2008) mencionan que los sentimientos de soledad y la baja autoestima parecen mantenerse hasta la edad adulta.

De hecho, la transición de la niñez hacia la adolescencia es una época esencial en la vida de todo ser humano, es una etapa de autoafirmación que prepara a la juventud para la vida adulta.  Si la seguridad y autoestima se ven debilitadas en el ser humano, también se debilita la capacidad  para tomar decisiones en relación con la escuela y los amigos, y podrían  repetir,  a  través  de  su  vida,  un  rol  que  les  ha  sido  impuesto  (Olweus,  1993; Kumpulainen y Räsänen, 2000).  De acuerdo con los mismos autores, en la adultez tanto el agresor como la víctima muestran  dificultades para establecer relaciones interpersonales sanas y positivas, ya que “las condiciones en las que una persona atraviesa la infancia y la adolescencia  determinarán  características,   capacidades  y  habilidades  personales  que tendrán influencia en sus relaciones vinculares, sus  posibilidades de inserción social y su rendimiento laboral, entre otros aspectos de la vida adulta” (Pincever, 2008, p. 102).

Asimismo, las interacciones sociales que las niñas y niños establecen con sus pares, y personas adultas significativas en el ámbito escolar, van a influir de manera directa en la percepción  que  desarrollen  de  sí  mismos,  así  como  en  la  calidad  de  las  relaciones interpersonales, la motivación hacia el aprendizaje y el rendimiento académico. Si la persona experimenta vivencias negativas, como la violencia escolar, generalmente, las repercusiones en su desarrollo podrían ser nefastas.

En  esta  dirección,  los  agresores  o  victimarios  suelen  presentar  desajustes  socio- emocionales de tipo crónico.  Algunas de las características que pueden darse son: la falta de empatía, la ausencia de arrepentimiento, la mala regulación emocional o la  manifestación de conductas agresivas e impulsivas, conductas delictivas y drogadicción,  afectando a los niños y a las niñas, en su entorno inmediato y en su comportamiento en el aula (O´Brennan, Bradshaw y Sawyer, 2009).

En   ese   sentido,   Sourander,   Jensen,   Rönning,   Niemelä,   Helenius,   Sillanmäki, Kumpulainen, Piha, Tamminen, Moilanen, y Almqvist (2007b), encontraron que existe una relación entre edad y frecuencia en la manifestación de las conductas de maltrato escolar, lo que significa que entre más temprano se desarrollen dichas conductas y la reiteración con que se presenten, mayor  es el riesgo que tiene la persona de manifestar desórdenes de
personalidad y conductas delictivas en la edad adulta.

Por  lo  anterior,  este  estudio  tiene  vital  importancia,  porque  permite  comparar  los índices de acoso escolar en diferentes muestras costarricenses, en las que se evidencia que el maltrato entre iguales, lejos de ser un fenómeno que desaparece con el tiempo, aumenta de manera significativa en escolares costarricenses.

3.    Objetivo

El objetivo general de esta investigación fue determinar la situación del acoso escolar en Costa Rica, partiendo de estudios previos realizados en el país, y del análisis comparativo con datos actuales.

4.    Metodología

Este  es  un  estudio  cuantitativo  tipo  encuesta,  donde  la  información  se  recolectó, aplicando un instrumento, que también fue administrado en estudios previos (Cabezas y Monge,  2007; Cabezas, 2011; Paredes, Lega, y Cabezas, 2011), a un nuevo grupo de estudiantes matriculados en los niveles de tercero a sexto grado en varios centros educativos costarricenses. Al realizar el estudio, los alumnos y las alumnas  correspondieron a distintas escuelas localizadas en  Escazú, San José, Alajuela, Desamparados, Moravia, Tirrases de Curridabat, San Rafael de  Montes  de Oca, Cartago y Guadalupe, en la provincia de San José, Costa Rica.  Cuando se administraron los instrumentos se les explicó qué era lo que se pretendía con el estudio; además, se les motivó para que brindaran las respuestas sin temor, indicándoseles que debían responder el cuestionario en forma individual y anónima, lo que facilitó que las respuestas fueran sinceras.

El cuestionario que se administró consta de preguntas abiertas y cerradas, donde se incluyen los criterios establecidos a nivel mundial para determinar la presencia del bullying en el aula.  La construcción teórica del documento fue revisada por expertos, quienes le dieron validez tanto de  construcción como de contenido.    El instrumento se ha comportado de manera consistente en las diversas muestras seleccionadas, reflejando su validez.

Para efectos de esta investigación, el cuestionario se administró a 34 grupos de niños, niñas y adolescentes con edades entre los 8 y 15 años, que cursaban estudios de tercero a sexto grado, como se dijo, en diferentes centros educativos del país, para un total de 1155
instrumentos aplicados.

Una  vez  contabilizadas  las  preguntas  y  realizadas  las  conversiones  de  los  datos arrojados por las respuestas, en porcentajes, los resultados se compararon con estudios previos  realizados en Costa Rica por Cabezas, durante el 2007 y el 2010, con grupos similares.  Para el año 2007, la muestra seleccionada fue de 371 estudiantes; y en el 2010 de  916.  Los  resultados  obtenidos  en  estas  investigaciones  se  anotaron,  compararon  y analizaron posteriormente con los datos obtenidos en el año 2012 (Ver Tabla 1).

5.    Análisis de la Información

Para  una  mejor  comprensión  de  los  resultados  en  las  frecuencias  obtenidas,  se convirtieron a porcentajes de respuesta.  Se elaboraron tablas y gráficos, donde se anotaron los  indicadores que se pretendían medir y comparar, acompañados de los porcentajes de respuestas obtenidos en cada uno de los estudios realizados en los años: 2007, 2010 y el más reciente estudio correspondiente a 2012. (Ver Tabla y Gráfico 1).

Comentario

Como puede observarse, tanto en la Tabla 1 como en el Gráfico 1, el acoso escolar va en aumento. Esta realidad afecta a los estudiantes de muchos países del mundo, y Costa Rica no está exenta.

El aumento del bullying podría relacionarse con la problemática social del país y las manifestaciones de conductas agresivas del entorno donde se desarrollan los niños y las niñas.

En la Tabla 1 también puede apreciarse la significativa diferencia de edad entre el estudiantado. Es importante resaltar que estas diferencias de edad se encuentran dentro de un mismo salón de clases, debido a que algunos niños y niñas han venido repitiendo el año escolar en varias ocasiones, situación que los va convirtiendo en líderes del grupo.

Al ser mayores que el resto de sus iguales, físicamente más grandes, y al acumular experiencias de años anteriores, se establecen relaciones desiguales con los más pequeños, de modo que la diferencia de edad se convierte en un elemento más que debe controlar el docente y en un  factor desequilibrante que perturba el ambiente del aula, ya que genera conflictos.

Además, podrían sumarse al aumento del bullying en el aula, otros factores como: los pocos límites que tiene la población infantil y el pobre abordaje que se hace del tema en la escuela,  por  lo  que  podría  deducirse  que  la  violencia  también  se  extiende  a  diversos ambientes de convivencia diaria, como el laboral, el recreativo y el familiar.

Otro lugar a tomar en consideración es la escuela, porque es un sitio de convivencia donde  hay diversidad de pensamiento y donde se suman las diferencias en la formación familiar, las características sociales propias de cada educando, además de la gran cantidad de estudiantes  matriculados por sección. Todos estos factores ayudan a que el recinto escolar  se  convierta  en  un  lugar  propicio  para  que  afloren  las  controversias  entre  el alumnado y se manifieste una  lucha de intereses, donde prevalece la voluntad del más fuerte, quien abusa mediante la fuerza de sus compañeros y compañeras, les intimida con un lenguaje amenazante e insulta; además,  tiende a mostrar un comportamiento agresivo con el que somete a las víctimas atemorizándolas y  obligándolas a hacer cosas que no desean.

Los  datos  obtenidos  a  través  de  los  estudios  costarricenses  pueden  compararse también con investigaciones realizadas en países desarrollados como los Estados Unidos, de las que se desprende que un 24% de la población encuestada ha victimizado de una u otra forma a sus compañeros o compañeras (Nansel et al., 2001).

Si se toma en consideración que quienes intimidan a los iguales no han desarrollado empatía  hacia ellos, por lo que no pueden imaginar la angustia que experimentan, podría interpretarse que la ausencia de esta conciencia, aunada al poco abordaje que se da en el aula de esta  problemática,  conlleva a una mayor probabilidad de que aumente el acoso escolar con consecuencias cada vez más nocivas.

Es interesante resaltar que los datos que se representan en la Tabla 2 y Gráfico 2 difieren, en gran medida, de los brindados por las víctimas para las mismas investigaciones.

Comentario

El estudio realizado por Cabezas, durante el 2007, muestra que un 17.1% de las personas participantes agredieron a sus iguales, mientras que un 32.6% de las personas de ese  mismo grupo indicó haber sido víctima.    En el segundo estudio, realizado en el año 2010,  un  14.3%  de  la  población  estudiada  anotó  haber  agredido  a sus  compañeros  o  compañeras, mientras que un 29% de esa misma población señaló haber sido víctima de ellos.    En la última investigación, solo un 20.35% dijo haber maltratado a sus iguales, mientras que para ese mismo grupo etario un 41% manifestó haber sido victimizado por sus iguales.

El aumento de un 29% a 41% en estudios similares es preocupante, ya que el salón de clases puede convertirse en un lugar atemorizante, que puede afectar el desarrollo social, emocional y moral del estudiantado. Al comparar los datos de referencia con los obtenidos en el 2012, se desprende que la violencia física y los apodos son las formas utilizadas con mayor frecuencia por niños y niñas para agredir a sus iguales.

Los niños y las niñas también aprenden de la interacción diaria. Con esta convivencia se  fortalecen  las  actitudes,  se  manejan  emociones  y  se  desarrolla  el  autocontrol.  Los acontecimientos en el aula forman parte de la cotidianeidad del estudiantado que influye en la personalidad de cada uno.

La evidencia muestra que los niños y niñas que han sido víctimas de sus iguales o que han   agredido  a  sus  contrapartes  podrían  manifestar  consecuencias  emocionales  que marcan sus vidas a corto, mediano y largo plazo.  Los efectos de la violencia escolar en la salud mental de la población estudiantil tiene un impacto negativo, sobre todo, en la víctima, ya que transgrede el derecho a la dignidad y seguridad.

El sometimiento físico y psicológico, de forma reiterada, crea un patrón de miedo, culpabilidad e inseguridad en la víctima. Los índices de agresión que se manifiestan en los tres  estudios  costarricenses  muestran  que  la  escuela  podría  convertirse  en  un  lugar inseguro,   donde  probablemente  no  se  están  tomando  las  acciones  adecuadas  para mantener la integridad de los alumnos y alumnas que asisten a ellas.

Las formas de agresión entre iguales más frecuentes se caracterizan por los golpes, las amenazas y los insultos.  Estos datos pueden observarse, a continuación, en la Tabla 3 y en el Gráfico 3.

Comentario

Se  han  encontrado  tres  formas  de  maltrato  entre  iguales,  que  presentan  mayor frecuencia. En primer lugar, se ubican aquellas que conllevan al maltrato físico, dentro de las que pueden citarse: los puñetazos, las patadas y jalar el cabello.  En segundo lugar, están las burlas, destacándose los insultos, los apodos, los gritos y, por último, las amenazas con un factor agregado que es el uso de arma de fuego y arma blanca. Todos estos factores llevan a las víctimas al aislamiento y al retraimiento social.

Como puede apreciarse, la violencia se presenta con mayor agresividad, ya que el uso de armas, como pistolas, cuchillos y navajas en el recinto escolar agrava más la situación. El dominio de unos sobre otros, a través de la fuerza, pareciera ser la forma preferida de un sector de la población estudiantil para intimidar al resto de sus pares.  Si bien es cierto son los menos quienes lo han hecho, podría aumentar el porcentaje si el grupo social lo imita, convirtiéndose en un problema  mayor para el ambiente de aula.    A la vez, el temor que genera  en  muchos  estudiantes  el  maltrato  en  la  escuela,  les  puede  llevar  a  creer, erróneamente, que el uso de armas de fuego les protegerá ante la intimidación de otras personas, o que les permitirá controlar al resto del grupo de manera eficaz.

En diversas ocasiones, los diarios y otros medios de comunicación nacionales han informado  del enfrentamiento entre estudiantes en los que ha mediado el uso de navajas o pistolas,  por  lo que  el dato encontrado  en  esta  investigación  no es  sorpresivo para la administración  escolar u otras figuras de autoridad. Este hecho ha llevado a implementar medidas de seguridad en diversos centros educativos, como la revisión de mochilas antes de que los alumnos y alumnas ingresen al recinto escolar.

Entonces, podríamos decir que la violencia se ha incrementado, y que se muestra como reflejo de la sociedad en la que vivimos.

Son muchas y variadas las razones que llevan a los niños y niñas a agredir a sus iguales, las que van desde la diversión, el querer defenderse, por simple gusto o porque les cae mal la víctima escogida, tal y como se puede apreciar en la Tabla 4.

Comentario

El sentimiento de malestar, por parte de quienes agreden a sus víctimas, se detectó en los tres  estudios mencionados. Pareciera que la cultura de intimidación está establecida hacia quienes  destacan o se diferencian del resto del grupo.    Dentro de las principales características halladas se encontraron: la pasividad, la debilidad, el miedo, la estatura o buenas  calificaciones;  sin  embargo,  estas  condiciones  que  aparecen  en  los  estudios caracterizando  a  las  víctimas,  no  eximen  a  quienes  no  las  poseen,  ya  que  cualquier estudiante puede ser  intimidado en uno u otro momento por racismo, por tener menor capacidad cognitiva, por alguna necesidad educativa especial, o por poseer una diferencia física que le aleja del restos de iguales.

Desde  el  punto  de  vista  socio-emocional,  el  perfil  de  las  víctimas  tiende  a caracterizarse  por  niveles  altos  de  ansiedad,  baja  autoestima,  inseguridad,  fragilidad emocional, depresión, exclusión social, ausentismo escolar, trastornos psicosomáticos, o ideas suicidas.

Algunas de las manifestaciones más comunes en la salud física de las víctimas se traducen en dolores de cabeza, trastornos alimenticios, acné, ataques de pánico, sudoración, temblor, trastornos    de    sueño,    enuresis,    dolores    estomacales,    aceleración    en    las palpitaciones, soriasis, úlceras, entre otras.

Si el maltrato escolar se presenta en poblaciones de adolescentes y, sobre todo, si las víctimas son mujeres pueden desarrollarse trastornos alimenticios y sentimientos negativos con  repercusiones  en otros ambientes y contextos y, a nivel escolar, se manifiesta con el ausentismo, el bajo rendimiento académico así como el aislamiento.  Como puede apreciarse en la Tabla y Gráfico 3, en los tres estudios se evidencia a una persona que ejerce un doble rol de víctima y victimario.   Este rol se presenta como respuesta a una agresión previa, y responde a la intimidación defendiéndose, pero debe tenerse especial cuidado hacia ellas, ya que se considera la población más propensa a manifestar conductas agresivas, porque muestran más  dificultad para  regular  sus  emociones,  baja  autoestima,  condiciones  que motivan, en algunos casos, a reacciones imprevistas, porque no logran controlar el enojo y la ira.

De acuerdo con el estudio realizado, las víctimas que responden a sus victimarios, se muestran muy reactivas y contestan ante cualquier acto agresivo aunque no sea intencional, mostrando inseguridad y poco apego por el centro educativo.

Otro aspecto que se investigó en este estudio fue el de si los acosadores o acosadoras en el momento de agredir a sus iguales se encontraban solos o acompañados.  Estos datos pueden apreciarse en la Tabla y Gráfico 5.

Comentario

Como puede apreciarse, existe una tendencia de la persona victimaria de intimidar a sus  iguales, acompañándose de otros, como una forma de diluir la responsabilidad, para que, en caso de ser descubierto, el peso del castigo no recaiga sobre él (ella), sino que la culpa sea repartida.  De esta manera, se diluye la responsabilidad del hecho, acción que probablemente disminuiría los efectos de la sanción aplicada. Esto podría interpretarse  de forma que,  mediante  el acto  de  agresión,  la  persona que maltrata,  además  de  buscar intimidar  de  manera  intencionada,  busca,  a  la  vez,  reafirmar  un  rol  social  dominante, conducta que se ve reforzada por los pares que lo presencian.

Este tipo de agresor completa su necesidad de llamar la atención y de mantener su estatus de popularidad entre el grupo, por medio de la manifestación de conductas violentas contra aquellos compañeros y compañeras que son percibidas como más débiles.

También, la presencia de los espectadores se convierte en un refuerzo positivo para que la conducta agresiva siga manteniéndose, ya que ante los ojos de los iguales la persona que maltrata queda como “el/la más fuerte”, o como “quien tiene el control de la situación”, lo que podría generar, en quienes observan la situación, sentimientos de respeto y temor, y en las víctimas el de humillación y baja autoestima.

En la intimidación entre compañeros y compañeras se perciben las características individuales, como reflejo del texto social de cada niño y niña, que se contrapone con el ambiente que se vive en la escuela.

Los observadores juegan un rol fundamental, porque algunos incitan a la agresión y apoyan al victimario, reforzando los actos que ejerce, pero también están aquellos que solo observan y no hacen nada para defender a las víctimas.

Es importante anotar que los observadores no siempre son los niños o las niñas, también  pueden  ser  docentes  u  otros  miembros  de  la  comunidad  estudiantil  donde  se desarrollan  los  hechos.  Al  no  intervenir,  de  igual  manera  están  validando  las  acciones cometidas, volviendo a las víctimas más vulnerables, y postrándolas en una total indefensión, ya que se supone que quienes deben defenderles no lo hacen.  Al existir negligencia, por parte del personal docente o de las  instituciones en general, la escuela se convierte en responsable de los hechos y debe asumir las consecuencias que conllevan estos actos.

El nivel de conciencia social que ha de desarrollarse en los centros educativos, para no permitir que estos actos degradantes formen parte de la cotidianidad de los estudiantes en las relaciones  de  aula, es una labor apremiante, que requiere del esfuerzo conjunto que involucre a la familia, a la escuela y a la comunidad.

En muchos casos, cuando los niños y niñas denuncian los hechos, la intimidación no termina, pero puede disminuir como se aprecia en los porcentajes que se presentan en la Tabla 6.

Comentario

Si bien algunos estudiantes denuncian los hechos, no siempre los actos vandálicos hacia  ellos disminuyen, porque aumenta su vulnerabilidad, al quedar expuestos ante las personas acosadoras, quienes al ser descubiertos dirigen los ataques hacia sus víctimas con mayor hostilidad. En los centros educativos se ha instalado “una ley del silencio”, y es por ello que un porcentaje alto de la población estudiantil victimizada, no denuncia los hechos,
por lo que familiares y docentes ignoran la situación que se está presentando.

Otro factor que incide en este silencio es aquel en el que existe un porcentaje muy alto de  victimarios que no reciben ningún castigo, hecho que es conocido por las víctimas, quienes prefieren callar antes de sufrir mayores agresiones, vandalismo o aislamiento.

6.    Conclusiones

El acoso escolar en la escuela costarricense es un fenómeno que va en aumento, como se  percibe a través de los diferentes estudios realizados, por lo que, no solo debe verse como un fenómeno generado entre el alumnado, sino como una situación integral que involucra a la familia, a la escuela y a una sociedad, problema que, a su vez, tiene  graves consecuencias en el desarrollo  socio emocional que, además, incide en la  salud de  la población involucrada.

Entre algunas de las causas que podrían estar aumentando el acoso entre iguales en la  escuela costarricense podrían mencionarse el deterioro de la situación económicas de muchos hogares, lo que lleva a una desigualdad social en los habitantes, así como la crisis de valores existente entre la población estudiantil matriculada en el sistema educativo.

La diferencia de un 6% en los años 2010 y 2012 de las personas que dicen victimizar a sus compañeros, es un indicador al que debe prestársele especial atención;  sin embargo, el porcentaje  anotado  por  quienes  manifiestan  ser  víctimas  de  sus  compañeros  es  más alarmante aun, ya que de acuerdo con los datos obtenidos creció de un 29% en el 2010 a un
41% 2012.

Estos datos llevan a la siguiente interrogante: ¿es la población estudiantil más agresiva conforme transcurre el tiempo?, o, ¿ha pasado la violencia a ser parte de la cultura de la población estudiantil costarricense?

De ser así, pareciera que el maltrato entre iguales se está convirtiendo en una parte importante en la convivencia entre los niños y las niñas, quienes se unen entre ellos en  los centros  educativos,  buscando  identidad,  o  para  pertenecer  a  grupos  bajo  reglas  que respetan,   siguiendo  normas  que  rigen  sus  comportamientos,  convirtiéndose  éstas  en creencias sobre las que actúan.

Los datos encontrados muestran la existencia de víctimas y victimarios, además de otros actores como los observadores, identificados y aceptados como parte de la dinámica escolar. Al establecerse esta mecánica en los salones de clase, se confirma que los pares juegan una función instrumental en la intimidación de otros, haciéndoles creer a quienes agreden, que su conducta es positiva, y la mantienen como una forma de fortalecer el estatus.

En  general,  la  población  costarricense  muestra  rechazo  y  se  conmueve  ante  las publicaciones en los diarios nacionales de hechos acaecidos sobre el acoso en el aula, pero, paralelo  a  ello, también hay evidencia sobre la falta de límites por parte de figuras de autoridad para guiar los comportamientos de sus estudiantes, tanto en el aula como en el hogar, convirtiéndose este aspecto en un factor desencadenante del fenómeno del bullying en el aula.

La posibilidad de que los niños y las niñas reproduzcan patrones aprendidos en el hogar,  como los gritos, comentarios nocivos, las burlas y hasta los golpes, o los asuman como normas  de  comportamiento, es muy alta, por lo que el control de las conductas amenazantes debe trabajarse primero en el seno familiar y después retomarse en la escuela, por lo que ha de realizarse  una labor conjunta escuela-hogar, donde se concientice a las madre y a los padres respecto a que los hijos y las hijas no viven en forma aislada, sino que son parte de un sistema social donde deben desarrollarse.

Es de vital importancia fomentar el asesoramiento a padres y madres, sobre todo, en aquellas  personas que utilizan el castigo físico, los gritos, los insultos o la indiferencia al educar, creyendo que son los parámetros idóneos para corregir a los niños y a las niñas, por lo que debe enfatizarse al respecto para que se puedan cambiar los patrones de crianza.

Por los datos obtenidos, puede apreciarse que existe en la escuela costarricense un problema de inseguridad que afecta el aprendizaje de la población estudiantil, ya que al    no poder desarrollar plenamente sus habilidades, debido al clima de temor y desesperanza que viven  los  y  las  estudiantes,  que  les  lleva  a  retraerse,  aislarse  o  a  sucumbir  ante  los victimarios, cayendo en estados de depresión injustificables desde edades tempranas, donde la única misión de la niñez es la de gozar de libertad y seguridad, con un solo objetivo, ser feliz.

Recomendaciones

Brindar asesoramiento e instrumentar con programas al personal docente en servicio para que puedan ser implementados en el aula, de tal forma que les permitan  abordar el bullying en los diferentes niveles del sistema educativo, iniciando en  Preescolar, Primaria y terminando en Secundaria.

Si bien es cierto el fenómeno del acoso escolar tiende a disminuir en los niveles superiores, debe darse seguimiento tanto a las víctimas como a los victimarios, así como a sus familias, para un mejor control de la situación, desde los niveles iniciales.

Debe hacerse conciencia entre los padres y madres, así como en figuras de autoridad acerca  de que los niños y las niñas, como personas, no solo se desarrollan en el seno familiar, sino que forman parte de una comunidad que, en algunos casos, les protege, pero que también les excluye dependiendo de los comportamientos, y habilidades que adquieran para convivir en ella.

Incluir en los talleres formativos evidencias que le permitan reconocer al docente la problemática del acoso escolar, saber que es un fenómeno real que está afectando a un porcentaje muy alto de los niños y las niñas costarricenses.

La actitud y buena voluntad por parte del y la docente para resolver las situaciones conflictivas en el aula no son suficientes para resolver las conductas agresivas en el aula, porque el abordaje de esta temática debe desarrollarse a través de programas estructurados que le brinden  capacitación, acerca de la teoría existente, así como de diferentes formas para abordar el fenómeno.


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*Correspondecia a:
Hannia Cabezas Pizarro: Docente   de   la   Escuela   de Orientación   y   Educación   Especial,   Facultad   de Educación,    Universidad  de  Costa  Rica.  Maestría    en    Rehabilitación    Integral; Licenciada   en   Administración Educativa;   Bachiller   en   Retardo    Mental   de   la Escuela de Orientación y Educación  Especial,  todos  los  títulos  de  la  Universidad de  Costa  Rica. Dirección electrónica: hanniac@gmail.com
Melania Monge Rodríguez: Docente de la Escuela de Orientación y Educación Especial, Facultad de Educación, Universidad de Costa Rica. Doctoranda en Neuropsicología Clínica de la Universidad de Salamanca, Maestría en Problemas de  Aprendizaje de la Universidad Estatal de Iowa, Bachiller en Educación  Primaria de la Universidad de Costa Rica.   Dirección electrónica: melania.monge@ucr.ac.cr
1. Docente   de   la   Escuela   de Orientación   y   Educación   Especial,   Facultad   de Educación,    Universidad  de  Costa  Rica.  Maestría    en    Rehabilitación    Integral; Licenciada   en   Administración Educativa;   Bachiller   en   Retardo    Mental   de   la Escuela de Orientación y Educación  Especial,  todos  los  títulos  de  la  Universidad de  Costa  Rica. Dirección electrónica: hanniac@gmail.com
2. Docente de la Escuela de Orientación y Educación Especial, Facultad de Educación, Universidad de Costa Rica. Doctoranda en Neuropsicología Clínica de la Universidad de Salamanca, Maestría en Problemas de  Aprendizaje de la Universidad Estatal de Iowa, Bachiller en Educación  Primaria de la Universidad de Costa Rica.   Dirección electrónica: melania.monge@ucr.ac.cr

Artículo recibido: 18 de octubre, 2012. Aprobado: 20 de mayo, 2013

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