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Revista Electrónica Educare

On-line version ISSN 1409-4258Print version ISSN 1409-4258

Educare vol.18 n.1 Heredia Jan./Apr. 2014

 

Un camino hacia el cambio en el aprendizaje: La expedición como recurso pedagógico en el ámbito universitario

A way to change learning: Field trips as a University Pedagogical Resource

Érika Vásquez Salazar2*

*Dirección para correspondencia
:

Resumen

Este artículo representa la sistematización de diferentes experiencias con expediciones pedagógicas en educación superior, las cuales se desarrollaron entre los años 2005 y 2012 en la División de Educación Básica (DEB) en la Universidad Nacional. La expedición fue utilizada como un recurso pedagógico para el desarrollo de actitudes y aptitudes con estudiantes de varias carreras de educación. La autora señala la expedición pedagógica como una de las posibles estrategias que se pueden utilizar para promover  la innovación en la educación  superior y lograr un cambio positivo en el abordaje de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Se presenta la expedición  como una herramienta que le brinda al estudiantado una oportunidad que le permite  concretar  su plan de estudios de una forma más significativa, participativamente y en contacto  con la realidad educativa; además de que le humaniza y le ayuda a reinventarse  como persona y como futuro docente.

Palabras claves. Expedición pedagógica, gira, educación superior, formador de formadores.

Abstract

This article represents the systematization of different experiences  related to educational field trips in higher education taking place between 2005 and 2012 within the Primary Education Division (DEB) at Universidad Nacional, Costa Rica. Field trips were used as an educational resource  to develop attitudes and aptitudes in students from various education majors. The author proposes pedagogical field trips as a possible strategy to promote innovation in higher education and achieve a positive change in teaching and learning processes. Field trips are presented as a tool that allows students to complete their coursework in a more significant and participative manner being in contact with the educational reality and to become humanized and to reinvent themselves as persons and future teachers.

Keywords. Educational field trips, higher education, trainer of trainers.

La Expedición Pedagógica  es un viaje. En ella somos viajeros, somos [sic] Expedicionarios, pero en esencia somos  maestros  con  capacidad  de  reflexionar  y de recibir los nuevos vientos que surcan los aires y traen con ellos experiencias, movimiento, cambio, apertura y asombro. (Adalgiza et al., 2005, p. 4) Ver figura 1

El contexto  universitario se circunscribió, por mucho tiempo, al espacio áulico, dejando de lado muchos  otros escenarios  que  ofrecen  opciones  muy variadas para la formación del estudiantado, las cuales correctamente implementadas pueden ayudar a lograr el éxito en la educación superior, en ese sentido, el Ministerio de Educación de Ciencia y Tecnología [MECT] y la Organización de los Estados Americanos, Agencia Internacional para la Cooperación  y el Desarrollo [OEA-AICD] (2005),  afirman que:

De lo que se trata, entonces, es de ensayar y poner a prueba  otros modos de formarnos, de transformarnos, sin anticipar caminos seguros a prueba  de desgracias escolares, sino abriendo  paso a un sendero  sinuoso y estimulante, colmado de desafíos y de preguntas, que pongan en posición de pensar qué les pasa a los docentes con esto que pasa en la formación y en las escuelas, sin que ello implique resignarse  a lo que hay o renunciar a producir  otros  efectos  de  sentido  en  las trayectorias  de  formación  y de  desarrollo profesional de los docentes. La intención es abrir, redefinir, recrear y maximizar el trabajo pedagógico que tiene encomendado el abanico  complejo, heterogéneo y singular que presentan las instituciones formadoras de docentes. (p. 14)

De acuerdo con lo anterior, en los formadores de formadores recae la responsabilidad de abrir caminos que lleven al estudiantado por horizontes antes no explorados. Se debe repensar el acto  educativo  y llevar más allá del tradicionalismo  –que  hoy se ha tratado  de  renovar mediante las tecnologías  y otras  metodologías,  pero  se ha olvidado  de  incluir el contexto y la realidad  del mundo  que  nos  rodea–.  Es imperante el poder  brindar  las herramientas al estudiantado para que  pueda  mirar el mundo  de una  manera  diferente, y que  lo pueda transformar por medio de su relación con el entorno  (Ver figura 2).

En ese sentido  Torío, Peña y Fernández  (2010, p. 249) comparten que  se debe  “formar a un estudiante activo mediante el desarrollo  de  una  actitud  participativa  y no  meramente pasiva y receptiva,  para que  pueda  comprender y enjuiciar con más profundidad la materia que  estudia”. Lo anterior, enfatiza  diferentes  características  deseables en el alumnado, tales como participación y capacidad  crítica y surge la interrogante de cómo lograr desarrollar estas y otras actitudes  a través de los diferentes  cursos que se imparten  en un plan de estudios (ver figura 3), y que contribuyen a la búsqueda de la calidad, entendiéndola, tal como lo cita Muñoz (2005), como: “la calidad no se reduce a un criterio de eficiencia cuantificable, sino que abarca la profundidad del compromiso  humano  hacia el presente y el futuro de todas las personas” (p. 27), sobre todo si se habla de la formación de personal formador, el cual, posteriormente, será el encargado de guiar los procesos de enseñanza y aprendizaje  de las nuevas generaciones. El mismo autor señala que:

Desde el punto  de vista de los valores que  motivan  el aprendizaje  y que  son básicos para procurar  una  educación  de calidad (como lo son las competencias para vivir en democracia  y para ejercer una ciudadanía  activa), se hace necesario  determinar cuáles son las necesidades de los y las [sic] estudiantes y de los y las maestras (sujetos todos de aprendizaje)  y de qué forma se deben  realizar los ajustes requeridos  para solventar las deficiencias en los y las [sic] escolares. (Muñoz, 2005, p. 28)

Está claro, entonces, que  para  lograr desarrollar  las competencias para  vivir, se debe replantear la forma en  que  la enseñanza y la transmisión  de  conocimientos se ha venido asumiendo:  ya no basta  con la teoría, si esta  no se adapta  a la realidad  del estudiantado; y tampoco basta  si el estudiante y la estudiante no  pueden ser capaces  de  confrontar  lo aprendido con la realidad y adaptarlo a las especificidades del entorno. La formación docente es, pues, un reto que demanda procesos que lleven al estudiantado a lograr mirar, reflexionar y ser; en cuanto a lo que se les propone, se necesita más que memorizar teorías o repetir ideas ajenas, que construyan, innoven, transformen y sean. En relación con la formación docente, Flores (1994), citado por Cárdenas (2011), resalta lo siguiente:

El  concepto de formación,  desarrollado  inicialmente en la ilustración, no es hoy día operacionalizable ni sustituible por habilidades y destrezas  particulares ni por objetivos específicos de instrucción. Más bien los conocimientos, aprendizajes  y habilidades  son apenas  medios para formarse como ser espiritual. La formación es lo que queda, es el fin perdurable; a diferencia de los demás seres de la naturaleza, “el hombre  no es lo que debe ser”, como decía Hegel, y por eso la condición de la existencia humana  temporal es formarse, integrarse, convertirse en un ser espiritual capaz de romper con lo inmediato y lo particular, y ascender  a la universalidad a través del trabajo y de la reflexión filosófica, partiendo de las propias raíces. (p. 2)

Asimismo, Lépiz y Dengo (1999, p. 37), en relación con la filosofía de la educación  de Vicenzi (1940), enfatizan en que se debe “darle al maestro una ‘concepción total de la vida’, sin la cual no está en condiciones para ‘transmitir cultura y acrecentarla y dirigirla”; en ese sentido, por lo tanto, brindarle al estudiantado experiencias educativas fuera del aula es imperante en una búsqueda del mejoramiento, ya que estas son necesarias para que pueda lograr una concepción total de la vida a través de su formación educativa y que no la perciba solamente como un hecho que ocurre artificialmente en los libros de textos y los relatos docentes.

Cárdenas (2011) refuerza  la  postura  planteada  en  los  párrafos  anteriores   sobre la formación de formadores y formadoras, y menciona  diferentes  aspectos   que  no  pueden desligarse de esta:

Formar  personas  requiere  compromisos  éticos, políticos, sociales, culturales  y esto  es posibles [sic] desde el amor el cual crea seguridad y abre futuro. Cuando un docente vive su profesión no como un saber que le crea un poder- dictador de clase- o como una obligación que tiene que cumplir –trabajo–, sino como un proyecto de vida donde  todos los días se aprende, se mejora y se descubre  ayudando a reconocer  las capacidades, habilidades  y destrezas para la vida, está dando sentido a su misión, está educando, está ayudando a “ser”, está humanizando. Y este debe ser el sentido de la formación docente. (p. 5)

Es así como la autora agrega matices fundamentales en la formación de personas formadoras, mencionando términos tales como el amor, vivencia, aprendizaje  continuo y humanización. Y en este punto, es importante recalcar que no se puede desarrollar en el estudiantado lo anterior, si no se modela y se da el ejemplo cuando se asume el acto educativo. En la misma línea, L. E. Flores,  G. A. Flores,  Jiménez, Madrigal y Perearnau (2009) plantean que:

Asumir el nuevo  paradigma  significa situarse  en  una  pedagogía alternativa, en una biopedagogía del aprendizaje con visión cósmica que nos relaciona con la totalidad. En el paradigma emergente se concibe la educación como opción emancipadora y hay una ruptura con el concepto mecanicista del aprendizaje. (p. 19)

Por lo anterior, al valorar opciones para una nueva propuesta educativa que logre ampliar las estrategias utilizadas en la educación  superior, se deben  buscar actividades que propicien en el alumnado  un encuentro consigo mismo, donde  tenga  la opción de ser partícipe de su proceso  de enseñanza y aprendizaje, y ser parte  de la aventura  de aprender y ejercer así su derecho a “ser” (ver figura 4). En esta línea, Muñoz (2005) menciona:

Una educación neutra o al servicio de otras necesidades, [sic] no puede  desarrollar la personalidad respetuosa a los derechos humanos, porque esa neutralidad es potencial y actualmente convalidadora de desigualdades. Por eso sostenemos, con Freire, que la educación constituye un espacio de libertad para el ejercicio y el aprendizaje de todos los derechos, responsabilidades y capacidades humanas. (p. 16)
 
El espacio de libertad del cual se habla, tal y como se había mencionado anteriormente, no se puede lograr sin docentes que propicien estrategias de enseñanza y aprendizaje tendientes a despertar en el estudiantado el gusto  por la docencia, la pasión por la profesión y, sobre todo, el deseo de descubrir su entorno y así resignificarse como personas únicas y valiosas. Al respecto, Vicenzi (1940), citado por Lépiz y Dengo (1999), afirma que:

El docente “no enseña como quien entierra bloques de piedra. Anima. Si no es animador, no es un maestro: es una máquina sin vida” y agrega que sin proceso, sin fuerza, sin acción, no hay pedagogía posible, ya que el conocimiento no podría existir sin ritmo. (p. 49)

Por lo tanto, se puede  rescatar la importancia  de plantear  nuevas formas de enseñanza que le den, a la labor de aula, la fuerza y acción necesaria para animar a cada uno y cada una de los estudiantes y las estudiantes que han escogido ser formadores y formadoras como opción de vida. Es momento de reflexionar sobre los resultados obtenidos, haciendo lo que siempre se ha hecho y empezar a soñar con los posibles resultados, si nos atrevemos a ir por nuevos caminos y trazar otros rumbos cuando acompañamos al estudiantado en su proceso de enseñanza y aprendizaje.

Contextualización teórica

Luego de un repaso  de diferentes  posturas  sobre características  deseables a lograr en la formación  de formadores  y la búsqueda de respuestas para la urgente necesidad  de un cambio en la forma en que se desarrollan las clases en las aulas, se propone la expedición como herramienta pedagógica, ya que brinda las condiciones  para lograr formar futuros docentes con características como las mencionadas en el apartado anterior (ver figura 5). Al respecto, Laverde (s. f.), citada por Suárez (2003), menciona  lo siguiente:

Y me pregunté aquel día qué era la escuela. Acaso, ¿es el cuarto frío y oscuro del que me han hablado algunas veces? O tal vez … ¿es eso que algunos describen como una puerta sin salida, como una constante máquina  de repetición? ¿Qué es entonces?  No sé, ya me he aburrido  un poco con tantas  visiones, ya me han cansado  las palabras  de aquellos que no quieren que yo la descubra. Por eso quiero encontrar  su verdadero significado, su verdadero sentido, ese sentido perdido, ese sentido de escuela, esa realidad de las que no nos enteramos. Y sin más espera, he salido a recorrer los pasos que no percibo, los pasos de aquellos que se encuentran en ese desconocido espacio. (p. 185)

En las palabras  citadas, se retrata  la realidad  y se propone un cambio: el viajar, el conocer  otras realidades  educativas, otros  contextos  y, así, descubrir, de primera  mano, los secretos  que  han  tratado  de  ser  contados durante las sesiones  de  clase; pero  los cuales, por su condición teórica, no han podido ser vivenciados. El viaje es la esencia de la propuesta. A esto, el pensamiento de Unda (2008, p. 1) aporta  elementos importantes, al mencionar  que viajar va más allá de los conceptos de recreación, ocio, turismo o trabajo, “en la Expedición Pedagógica  son  diferentes, se conectan con  el pensamiento, con  el asombro, con  la posibilidad  de  experimentar otras  miradas  sobre  nosotros  mismos, de ver, de nombrar  aquello que no había sido visto ni nombrado”, es decir, se convierte en el acto que le da vida a lo que muchas veces no tenía significado y le brinda al estudiantado opciones  de crecimiento en muchas áreas de su persona, que posteriormente le serán de utilidad al ejercer la profesión docente.

En la misma línea, Rodríguez y Forero (2011), comparten que “viajar implica anticiparse, moverse, salir del sitio, emprender una acción; viajar reclama goce, disfrute, placer” y agregan lo siguiente:

Solo viajando  se conoce  y se reconoce  [sic] los territorios, los sujetos, los saberes, las realidades. Se habla de viajar como un desplazamiento que es físico y de pensamiento. Se viaja físicamente para tener una percepción cercana con todos nuestros  sentidos  de los acontecimientos pedagógicos y viajamos con y por [sic] el pensamiento para flexibilizarlo y dar lugar a comprender cuantas  diferencias, riquezas, dolor, esfuerzo, se encierran en nuestra geografía y en nuestras escuelas. Las prácticas se deben  incorporar a un acto de pensamiento, ya que esta se valora como experiencia cuando es reflexionada. (p. 2)

Lo anterior refuerza el planteamiento de que la expedición pedagógica brinda muchas posibilidades para lograr un cambio cualitativo en los procesos  de formación en la educación superior, abriendo un abanico de opciones para que el estudiantado conozca el entorno, se humanice, crezca en libertad y logre llevar a cabo procesos autónomos de pensamiento y, sobre todo, brinda un espacio para reinventarse y, de esta manera, lograr resignificarse como  personas y futuros docentes (ver figura 6). Al respecto, Hernández (2009) indica que:

Con las expediciones se realiza un viaje en el cual se descubre, se recorre y se transita por la cotidianidad del maestro y de la escuela convirtiéndose en un escenario para hablar de realidades re-significando el que-hacer docente y a su vez la producción de conocimiento, a través de las prácticas educativas exitosas que muestran la diversidad sobre los recursos utilizados para ese hacer por los docentes en el desarrollo de sus actividades individuales y colectivas que tienen dentro y fuera de sus aulas en los centros escolares así como en otros contextos. (p. 7)

Este viaje debe  llevar a despertar en el estudiantado el asombro, la pasión y guiarlo a asumir la responsabilidad de ser y existir y todo lo que  esto  conlleva; es imperante que  se conozca el entorno, se estudie, se observe, se mire, se viva y se palpe. No debe  bastar  con escuchar sobre otras realidades, es responsabilidad de los formadores de  formadores  de exponer al estudiantado a estas realidades y proveer oportunidades de conocer más allá de si mismo. El futuro docente debe ser capaz de comprender que el acto educativo está compuesto por innumerables variables, pero que el contexto  es una de las prioridades  por atender, para poder lograr con éxito los objetivos propuestos en el salón de clases. Sobre lo anterior, Adalgiza et al. (2005) afirman que:

Viajar  significa abrirse a nuevos mundos, es llegar y encontrar cosas diferentes; es desplazarse, es movimiento de sentimientos, de  acción y de pensamiento; es tomar decisiones  en cuanto a dónde, cómo, cuándo y con qué y con quién hacer el viaje; es encuentro con quienes viajas y con quienes vas a encontrar; es enriquecimiento porque aprendes del conocimiento de otros y otras; es sorprenderse ante la expectativa  creada y lo encontrado; es  aventura  porque  propicia nuevos  encuentros; es reconocerse y diferenciarse de otros y con otros, en fin viajar invita a SER. (p. 4)

Lo  anterior  se  refuerza  con  las  palabras de Rodríguez y Forero (2011), quienes contribuyen a comprender un poco más el significado real de viajar y lo que  puede aportar  a la labor docente:

La idea de viaje invita a mirar a ser mirado a través de las experiencias del otro y de lo otro, es reconocer, recorrer, escudriñar, sorprenderse frente a lo que aparentemente se muestra como  cotidiano, pero  que  en los ojos y en el sentir  de  los maestros  expedicionarios adquiere  otros sentidos. (p. 3)

Es importante hacer notar que la colectividad aporta muchas ventajas al viaje individual que se hace durante el proceso de formación, y mucho más porque  al presentarle al grupo de aprendientes una experiencia  de aprendizaje  diferente, la cual se desarrolla en un contexto ajeno y que permite  que surja la incertidumbre, puede  lograrse la trasformación  personal  a través del trabajo grupal (ver figura 7). Al respecto, Suárez (2003) comenta:

Estamos  aquí,  a  las puertas del espacio, para  el encuentro, para el intercambio  de experiencias, para  un  diálogo  de  saberes;  se  trata  de  aprender haciendo, de  hacer preguntando, de preguntar sonriendo, de sonreír entendiendo, de entender escuchando, de escuchar haciendo. (p. 91)

La expedición nos brinda tantas oportunidades de crecimiento, que luego de experimentarla, se vuelve imprescindible  como  herramienta pedagógica en el aula. Resulta impresionante la transformación que puede provocar en  la mayoría  del  estudiantado, y observar los logros que, en ocasiones, no se pueden alcanzar luego de todo  un semestre  de clases. Es una oportunidad de transformación  personal  para el docente y la docente, quien también  se reconstruye  durante el viaje y se reinventa  junto con el estudiantado. Asímismo, Luna (2011) comparte que la expedición:

Es poner nuestros saberes en un proceso de construcción colectiva permanente y crítica sobre lo que cada uno produce, enriqueciéndolo y transformándolo pero dejando  que cada uno conserve los sonidos propios de su voz, sus colores, matices y riquezas propias. Porque no se trata de homogenizar ni de unificar unas prácticas; por el contrario, es dar paso a la pluralidad de ideas a nuevas, otras formas de construir tanto en lo individual como en lo colectivo. (p. 3)

Es un proceso en el que cada persona aporta y el colectivo se enriquece de la experiencia, se conocen  las fortalezas  y debilidades, se reconocen habilidades  que  no  se conocían  en  los participantes y las participantes, y se comparte la esencia misma de la persona en relación con otros. En esa misma línea, es importante también resaltar lo que Rodríguez y Forero (2011) mencionan:

El viajero en expedición  no es un simple explorador, es un maestro  investigador  que constantemente está en viaje por el pensamiento, el conocimiento y la escritura. Es un viajero que explora el territorio hacia adentro  es decir continuamente está reflexionando sobre  su quehacer Pedagógico y mediante la interacción con otros  maestros  viajeros, reconoce  otras prácticas y visibilizar otros modos de ser maestro. (p. 5)

Las experiencias que se vivirán nunca serán iguales, ya que cada estudiante las abordará de acuerdo con su forma de ver e interpretar el mundo y las procesará de forma diferente que los otros (ver figura 8). En cuanto a ello, Rodríguez y Forero (2011) comparten que:

Cada viajero traza su ruta, aunque  se vaya por el mismo sendero que otros, no hace el mismo recorrido, aunque el camino sea compartido, cada  expedicionario  determina su trayecto  con lo que tiene  en sí, mira las cosas según  sus posibilidades, mirada que conjuga intereses, percepciones, y emociones. (p. 5)

Y aunque  al final todos llegan al mismo lugar, el recorrido y transformación  del individuo es único, cada persona descubrirá lo que estaba destinado a descubrir, cada una tendrá  una historia única que contar y se transformará en aquellas áreas donde era necesario que lo hiciera. El colectivo  se conformará  también  un  una  entidad  con  características  propias, que  luego aportará  a las partes un cúmulo de experiencias inolvidables, ya que no podemos ser sino lo que somos en relación con los demás y, durante las expediciones  pedagógicas, es primordial el vínculo que se crea en el grupo y la dinámica que se forja conforme la experiencia se desarrolla.

Estrategia metodológica: la expedición pedagógica

La expedición pedagógica surge como una inquietud durante mis primeros pasos como docente universitaria, luego de conocer pioneras en esta labor, quienes, mediante el modelaje y la generosidad de compartir los secretos que guarda el viaje como experiencia de formación en la educación superior, me encantaron con la idea y me dieron  el impulso para empezar a practicarla de una  manera  rústica al inicio, para luego  poder  aplicarla de una  forma más organizada, metódica  y con objetivos y metas claras.

Es importante recalcar que, al igual que cualquier intento de innovar y de asumir que es necesario ampliar el horizonte  que tenemos cuando se tiene la responsabilidad de educar, la expedición  es una actividad que demanda mucha  organización,  requiere  que cada etapa sea asumida de forma programada y que el estudiantado participe en los eventos  previos y posteriores a esta.

No se puede  asumir como una experiencia que no tiene antes ni después, ni tampoco dejar de involucrar a la totalidad de participantes, ya que de esto depende gran parte de que logremos  el crecimiento y transformación  colectiva e individual. En relación con esto, Unda (2008) comparte lo siguiente:

La preparación de los viajes no es una tarea menor. Pasa por identificar condiciones de lugar, de tiempo, recorridos, itinerarios, actividades a realizar y funcionamiento logístico, pero se dedica especialmente a la formación de los expedicionarios:  viajeros, anfitriones y organizadores. Es una preparación para el encuentro, para el intercambio, para la observación, para sentir, escuchar y amplificar las voces de quienes no han sido oídos, las voces de maestros y maestras, de niños y niñas, jóvenes, hombres y mujeres que, desde sus territorios, hablan de sus mundos, los problematizan y adelantan propuestas inusitadas de actuación. (p. 1)

En esta línea, cada una de las experiencias vividas a partir del 2005, como parte  de la labor docente y de extensión realizada como académica de la DEB, y cuya sistematización lleva a la construcción  del presente artículo, se desarrollaron  con el objetivo  de brindar al estudiantado y cuerpo docente, experiencias de aprendizaje donde la realidad asume un papel preponderante en la formación académica. Esto, debido a que el participante y la participante deben interrelacionarse reflexivamente en contextos ajenos a su convivencia cotidiana, con el fin de que logren enriquecerse con los conocimientos que les aporta  esta vivencia y los que construya a partir de su análisis reflexivo, buscando, durante cada una de las etapas, que las siguientes metas fueran alcanzadas:

1. Ofrecer espacios de formación y desarrollo profesional a partir de la vivencia y convivencia entre miembros de comunidades educativas de diferentes lugares.

2.Propiciar encuentros académico-formativos entre actores sociales vinculados a la educación e inspirados en experiencias educativas  innovadoras donde se favorece  la formación para la vida

3.Favorecer el intercambio académico entre futuros educadores, de manera que se aprovechen los escenarios naturales del ejercicio profesional, para generar  aprendizajes significativos e innovación en los centros escolares y comunidades.

4.Promover transformaciones en el ejercicio profesional a partir del intercambio.

5.Implementar ideas a partir de las experiencias vividas.

Las expediciones pedagógicas se realizaron a diferentes comunidades ubicadas en zonas rurales costarricenses. Los participantes y las participantes de las diferentes experiencias desarrolladas  fueron en total ciento sesenta  y cinco estudiantes y docentes de las diferentes carreras que oferta la DEB.

A inicios del 2013, se aplicó un cuestionario  en línea a las personas  participantes, con la finalidad de valorar la expedición pedagógica a partir de su propia vivencia. Es importante enfatizar que solamente se obtuvo  respuesta de treinta y siete participantes, por lo tanto, los hallazgos están basados en los participantes reales.

Resultados más relevantes derivados de esta experiencia

En relación con los aspectos  que más impactaron positivamente su forma de percibir la realidad, el 88% de los estudiantes y las estudiantes mencionan que el enfrentarse a situaciones diferentes  a las de su vida diaria; el 76% del estudiantado agrega  que las condiciones de las comunidades que se visitaron; seguidos por un 72% que señala  como  mayor  impacto, la interacción con los niños y las niñas y, por último, un 68% indica la interacción con la comunidad.

De los datos derivados de los participantes de la experiencia, más de un 81% mencionan que después de la experiencia vivida, consideran que las expediciones son muy importantes en relación con los siguientes aspectos, tal y como se observa en la figura 9:

Lo anterior refuerza lo planteado al inicio, en cuanto a que la expedición pedagógica brinda herramientas al estudiantado, fortalece su proceso de enseñanza y aprendizaje, y ensancha sus horizontes como personas y como futuros docentes y futuras docentes. Enfatizan en aspectos tales como la oportunidad de desarrollar herramientas para adaptarse al cambio, visitar otros contextos de aula, asumir retos que se presentan y resolverlos entre otros. Muchas veces la teoría por sí sola no podría llevar a cabo estos procesos en el estudiantado, o requeriría muchísimo más tiempo del que disponemos para lograr que desarrollen ciertas habilidades deseables solamente con clases que se imparten en el aula universitaria; por lo tanto, el brindarles oportunidades de crecimiento como las que la expedición provee es una responsabilidad de los formadores y las formadoras. El lograr que los aspectos  mencionados puedan alcanzarse no es tarea fácil, pues requiere  de un esfuerzo extra por parte de los docentes y las docentes; pero ese esfuerzo no solamente trae ganancias  en cuanto  al logro de objetivos  propuestos en un curso, sino que también contribuye a mantenernos “vivos” como educadores y educadores, aporta energía vital a nuestra labor docente y nos transforma como profesionales y como seres humanos.

Los participantes y las participantes de la experiencia, detallan  lo anterior mediante las siguientes afirmaciones acerca de la experiencia:

“El conocer diversas realidades de las cuales no se está acostumbrado  interactuar, el ir más allá de la teoría de las cuatro paredes que no permiten conocer la realidad de muchos pueblos, crecer como persona y profesional valorando lo que se tiene y tener el gusto de llevar a cabo la labor docente de la mejor forma posible teniendo presente aprendemos junto a nuestros estudiantes, sus familias y contexto, aspecto que se aprende en gran medida en estas giras pues ampliamos la visión de queso estudiantes no son en singular sino en un sentido plural pues es un ser integral que cuenta con una realidad e historia de vida las cuales estarán presentes durante todo su vida y por ende en sus procesos de aprendizajes”.

En relación con otros aspectos mencionados en las respuestas del instrumento, relacionados con la organización y el trabajo en grupo, se observa que lo que más se valora de la experiencia vivida, por parte del estudiantado, es:

“El crecimiento como persona, la sensibilidad que se desarrolla al compartir con personas que llevan un estilo de vida muy diferente al mío, los lazos de confianza que se establecieron con las y los [sic] compañeros de curso y la habilidad de organizarse que se requiere previa a la gira, tomando en cuenta que todos(as) tenemos gustos y hábitos distintos”.

Además, en otras respuestas, se retoman aspectos  de crecimiento profesional, enriquecimiento de las relaciones  interpersonales, la adquisición  de herramientas diferentes para  hacerle  frente  a  distintos  problemas   o  situaciones  y el  conocimiento  de  diferentes contextos  educativos.

En cuanto a la meta de ir más allá del aula universitaria como espacio físico para realizar el acto de enseñanza y aprendizaje, responden que:

“Aprende uno muchas cosas como persona y docente, se obtienen muchos conocimientos, es una experiencia realmente increíble, hace falta hacer algo diferente a leer un libro, se aprende mejor de manera constructiva”.

La totalidad   de  estudiantes  que  se  encuentra  laborando, (35%) manifiesta que la experiencia vivida durante la expedición pedagógica les ha ayudado  en su labor docente. De esta forma, agregan  que los aspectos  que más les han aportado de las expediciones a su labor son las planteadas en la tabla 1.

En los aspectos mencionados por las personas participantes de la experiencia, se puede  visualizar cómo, desde  su perspectiva, la expedición pedagógica es un recurso viable y valorado, que aporta  no solamente a su crecimiento profesional, sino también  personal, y les brinda un aprendizaje innovador y significativo que impactará a futuro el rol docente que desempeñen.

Reflexiones  finales

Los cambios en  los paradigmas educativos muchas veces son difíciles, conllevan  un esfuerzo extra en nuestras labores cotidianas, tal y como lo comentan Torío et al. (2010):

En suma, el reto del cambio metodológico nos obliga a revisar concienzudamente muchas de las dinámicas y formas de organización y de trabajo de la institución universitaria, a la vez que nos ofrece interesantes posibilidades desde el punto de vista pedagógico y didáctico. (p. 251)

La expedición   pedagógica  se  ha  convertido   en  una  experiencia   única  desde   la perspectiva estudiantil, pues después de cada experiencia vivida señalan que les aporta nuevos conocimientos que inciden en su crecimiento  personal  y profesional. Se puede  decir que el objetivo y metas  propuestas se lograron, y se pudieron  establecer  las ventajas que brinda la herramienta como parte del proceso de enseñanza y aprendizaje en el ámbito universitario.

Los resultados  obtenidos en el presente estudio sugieren que la expedición pedagógica podría representar un impacto significativo en la forma de conceptualizar la labor docente por parte del estudiantado, por lo que se debe  enfocar la mirada en las posibilidades  que ofrece y avanzar, tal y como lo mencionan Flores et al. (2009), quienes  señalan  que una manera  de estimular la existencia y poder trascender es mediante la resignificación de la vida y la historia, lo cual es una responsabilidad intrínseca a la labor de la docencia, donde se debe mirar siempre hacía adelante y resignificar la vida junto con el estudiantado.

En esta  línea, el estudiantado menciona  que  lo vivido en este  tipo de experiencias  le ayudó a ver la vida de forma diferente, a poner  en práctica todo  lo que aprende y a hacerlo cada vez mejor. Enfatizan, además, que a nivel de grupo aprenden a convivir más y conocerse, aceptándose unos a otros.

Se debe  entender que  la expedición  pedagógica es  una  herramienta que  debe  ser utilizada de forma organizada,  con objetivos y en conjunto  con muchas  otras estrategias de enseñanza y aprendizaje. De ser implementada con éxito, le dejará al estudiantado, en palabras de los participantes y las participantes “un sabor de compromiso, motivación y positivismo”.

Finalmente, quisiera mencionar  las palabras de Withman (2012), quien nos reta a crecer cada día un poco más, a soñar y perseverar; a ser protagonistas de nuestra vida con orgullo y sin miedo, afirmando que no hay que permitir que la vida pase sin ser vivida.

Al respecto, a los lectores  y lectoras  les insto a ser partícipes, con el cuerpo  y con el pensamiento, de la aventura de enseñar y aprender, de explorar nuevos horizontes y conquistar territorios inexplorados. Nuestra responsabilidad como formadores de formadores es inmensa y debemos honrarla  cada  vez que  creamos  conocimiento con  el estudiantado durante las sesiones  de  clases. Viajemos, entonces, llevemos  la universidad  a otros  lugares  y, con ello, disfrutemos de los tesoros que se esconden más allá de los linderos del campus.

Citas

1 Todas las fotografías que ilustran el texto son propiedad de la autora y fueron tomadas  durante las diferentes expediciones pedagógicas realizadas. Talamanca, 2007.

Referencias

Adalgiza L., Ramírez, M., Beltrán, P., Barraza, A., Pardo, O. L., Órdoñez, N. y Luna, R. E. (julio, 2005). ¿Para qué se hace una red? Para pescar, para fortalecernos y para producir conocimiento. Trabajo presentado para el IV Encuentro Iberoamericano de Colectivos Escolares y Redes de Profesores que hacen investigación en sus escuelas, Porto Alegre, Brasil. Recuperado de http://ensino.univates.br/~4iberoamericano/trabalhos/trabalho285.pdf         [ Links ]

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*Correspondencia a:
Érika Vásquez Salazar: Académica en la División de Educación Básica del Centro de Investigación y Docencia en Educación de la Universidad Nacional, Costa Rica. Máster con especialidad en Pedagogía de la Universidad Nacional. Bachiller en Ciencias de la Educación I y II ciclo concentración Inglés de la Universidad Estatal a Distancia. Licenciada en Docencia de la Universidad Estatal a Distancia. Actualmente es gestora de la carrera de Enseñanza del Inglés para I y II Ciclos.Universidad Nacional División de Educación Básica,Centro de Investigación y Docencia en Educación Heredia, Costa Rica, erika.vasquez.salazar@una.cr
2. Académica en la División de Educación Básica del Centro de Investigación y Docencia en Educación de la Universidad Nacional, Costa Rica. Máster con especialidad en Pedagogía de la Universidad Nacional. Bachiller en Ciencias de la Educación I y II ciclo concentración Inglés de la Universidad Estatal a Distancia. Licenciada en Docencia de la Universidad Estatal a Distancia. Actualmente es gestora de la carrera de Enseñanza del Inglés para I y II Ciclos.Universidad Nacional División de Educación Básica,Centro de Investigación y Docencia en Educación Heredia, Costa Rica, erika.vasquez.salazar@una.cr

Recibido 30 de abril de 2013 • Corregido 5 de agosto de 2013 • Aceptado 11 de setiembre  de 2013

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