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Revista Electrónica Educare

On-line version ISSN 1409-4258Print version ISSN 1409-4258

Educare vol.17 n.3 Heredia Sep./Dec. 2013

 

La implementación de habilidades  para la vida en el adecuado abordaje de los conflictos en hombres: Una perspectiva  desde  las nuevas masculinidades

Implementation of skills for life for an appropriate approach to men's conflicts: a view from the new masculinities

Wilbert Porras Quirós1*

*Dirección para correspondencia:


Resumen

El escrito trata el tema de la implementación de habilidades  para la vida en el adecuado abordaje de los conflictos en hombres: Una perspectiva desde las nuevas masculinidades. El objetivo es evidenciar el aporte que puede brindar la implementación del enfoque de habilidades para la vida en el desarrollo de alternativas propiciadoras de la prevención, el abordaje y la resolución adecuada de conflictos por parte de la población masculina. En el escrito se abordan  los principales preceptos de  masculinidad, resolución  de  conflictos y habilidades  para  la vida. Se concluye, haciendo  un llamado a la implementación de las habilidades para la vida en el fortalecimiento de masculinidades conscientes de la importancia de la equidad e igualdad de género como parte de la autorrealización.

Palabras claves: Masculinidad, resolución de conflictos, habilidades para la vida, habilidades sociales, habilidades cognitivas.

Abstract

This paper  refers to the implementation of skills for life for an appropriate approach to men’s conflicts: a view from the new masculinities. The objective is to understand how the implementation of the  skills for life approach  can contribute to find alternatives  that  would promote prevention,  as well as an appropriate approach  to conflicts and conflict resolution by male population.  It studies  the  main canons  of masculinity, conflict resolution,  and  skills for life. It concludes  calling attention to the implementation of skills for life in the strengthening of masculinities raising awareness  of the importance of gender  equality and equity as part of self-fulfillment.

Keywords: Masculinity, conflict resolution, skills for life, social skills, cognitive skills.

El  presente artículo  tiene  como  objetivo  evidenciar  el aporte  que  puede  brindar  la implementación del  enfoque  de  habilidades  para  la vida, en  el desarrollo  de  alternativas propiciadoras de la prevención, el abordaje y la resolución adecuada de conflictos por parte de la población  masculina. Enfatiza en la perspectiva  de las nuevas masculinidades, considerada como  una  respuesta a las implicaciones  generadas por  los cambios  sociales propios  de  la actualidad, los cuales han  ocasionado  que  los varones  vivencien un proceso  de cambio  de sus creencias  y actitudes  acerca del significado de ser hombre, y ha dado, como  resultado, mayor apertura  a la inclusión, la equidad, la igualdad y el cumplimiento  de los derechos  de las personas por igual, sin importar su género.

Antecedentes del estudio de la masculinidad

Cabe destacar  que los estudios  de la masculinidad  emergen de la corriente  feminista y movimientos de liberación gay. Fueron enfocados, en un inicio, en el conflicto y su relación con la masculinidad, las relaciones de poder, el género, la subordinación de la mujer, principalmente (Hernández, 2009). Estos primeros acercamientos al estudio de la masculinidad se vinculan, de manera  directa,  con la incapacidad  del hombre  del resolver conflictos adecuadamente, así como  con el uso inadecuado del poder  por parte  del varón. Concuerdan  con la definición de masculinidad  tradicional, la cual se enfoca en un análisis parcial del hombre, en los que se resaltan aspectos  meramente patriarcales  como violencia contra otros hombres, violencia contra  mujeres  y otras  poblaciones   vulnerables  y,  finalmente,  violencia  contra  sí mismo (Kaufman, 1989).

La masculinidad  tradicional  patriarcal, desde  su concepción,  genera  en  el hombre  el deber  y necesidad  de  ser fuerte,  de  ser siempre  viril (Hardy y Jiménez,  2001). Asume una postura  rígida, con  poca  apertura  al diálogo. Esta situación  se intenta  modificar  desde  el nuevo paradigma  de las masculinidades, en donde, concordando con Montesinos  (2007), se presenta la importancia por establecer “. . . un vínculo con la identidad, las relaciones sociales, la interacción entre los géneros y, simbólica y discursivamente, propicia la emergencia de nuevas identidades masculinas” (p. 147).

Partiendo de una nueva percepción del hombre, propia de las nuevas masculinidades, se cree en su capacidad  para el desarrollo de herramientas que le permitan  la búsqueda de una adecuada resolución a sus problemas, mediante el fortalecimiento y la propiciación de canales de comunicación en donde pueda expresarse libremente, sin tener que cumplir con un estricto rol social de figura de “poder”, visto este como control total de sí mismo y de quienes le rodean. Esta circunstancia  genera  en el hombre  la desmitificación de muchas  creencias, como lo ha sido deber proyectar una imagen de absoluta seguridad y mantener control sobre todo y todas las personas, barreras generadas desde  el patriarcado, las cuales dificultaban la construcción de procesos  integrales  para enfrentar, de una  forma creativa constructivista,  los obstáculos presentados en su cotidianidad  (Boscán, 2008).

Rivera y Ceciliano (2004) mencionan que  la masculinidad  se visualiza desde  un perfil tradicional, caracterizado  por  una  posición  machista  y reflexiva: es la parte  más  pura  del patriarcado  en la sociedad. Asimismo, se resalta un perfil moderno de la masculinidad, el cual privilegia la igualdad  de género, implica respeto  a la mujer y su papel activo en la sociedad, brinda  un espacio  de responsabilidades compartidas en el hogar  y la fidelidad, entre  otros. Además, sobresale  uno llamado en tránsito, que si bien su posición no es tan clara como las anteriores, presume  el cambio de una masculinidad tradicional hacia una más moderna.

Por su parte, las nuevas  masculinidades se caracterizan  por ser una filosofía en donde se visualiza al hombre  como un ser integral, capaz de reconocerse y reconocer  a las demás personas como seres humanos  libres de derecho, con sus propias necesidades e intereses. Este surge a partir de la modernización de la sociedad en temas de género y de las transformaciones que en ella se han dado en los últimos tiempos, producidos  por la incorporación  de la mujer al campo  laboral, mayor  independencia de  los sexos, incorporación  del  padre  al cuidado integral de sus hijas e hijos y de sus progenitores, posibilidad del hombre de ser más expresivo, incorporación   a  profesiones  y ocupaciones   estereotipadas para  mujeres,  cambios  en  las jurisdicciones políticas, entre otros muchos eventos de la actualidad.

Partiendo  de  lo mencionado, se puede  decir que  las masculinidades están  en  pleno proceso de cambio, o sea, no es un concepto construido, sino que responde a la sensibilización y concienciación experimentados por los seres humanos, lo cual está transformando la visión de mundo tenida (Boscán, 2008).

Para  fines conceptuales, las nuevas  masculinidades se  conciben  y se  enfocan  en  la construcción  de una sociedad fundamentada en principios de igualdad y equidad  de género. Pero esto no se construye  solo evaluando  el impacto negativo  de la acción de los hombres: se tiene que forjar con base en el esfuerzo conjunto de instituciones y en el trabajo de los varones por cambiar los patrones depositados por el machismo  en la sociedad. Estos patrones no le dan prioridad a la formación integral y a la búsqueda de estrategias critico-constructivas de un manejo del conflicto como una posibilidad de crecimiento y no precisamente de tener un estatus superior sobre las demás personas o de subsanar las heridas narcisistas y el egocentrismo.

Un mundo  androcentrista, lejos de  favorecer  al hombre, le ha  generado una  carga emocional bastante compleja, que le ha obstaculizado la posibilidad de desarrollar habilidades para la resolución adecuada de conflictos. Como parte  de la construcción  de un mundo  con equidad  e igualdad de género, se hace necesario fortalecer estas habilidades en el varón.

La concepción de masculinidad ante el conflicto

Es importante resaltar que la masculinidad es parte de una construcción  social afectada por el proceso educativo en el que se forman las personas (Hardy y Jiménez, 2001). Por lo tanto, desde  esta visión, la mujer y el hombre  se han visto afectados, ya que se han delegado roles específicos según cada sexo, los cuales, en una gran mayoría de casos, provienen del patriarcado y generan relaciones de poder  en donde  a la mujer se le asigna un “estatus de sumisión” y al hombre  se le delega “un rol de supremacía,  de ser fuerte y viril, de no mostrar emociones  ni sentimientos”, lo que afecta el desarrollo de habilidades generadoras de adecuadas estrategias para la resolución de conflictos.

Ahora bien, aunque  el conflicto desde su génesis tiene una connotación de crecimiento, su manejo  inadecuado ha repercutido en una desigualdad de géneros, en donde  a la mujer y al hombre  se le han reprimido derechos  y deberes  fundamentales para la sana convivencia humana. Todo ello con base en una cultura estereotipada, con roles y, prácticamente, estilos de vida definidos para cada género. La masculinidad desde esta concepción, mantiene una postura rígida, meramente patriarcal, con poca disposición al desarrollo de procesos de comunicación y con una postura ególatra ante la resolución de conflictos.

Si bien es cierto, por un asunto de cultura, se ha hecho toda una connotación de la postura femenina y masculina ante el conflicto, en donde el hombre es caracterizado por su capacidad de control e inhibición emocional y las mujeres por su sentido de empatía  y sensibilidad ante las demás personas (Valor-Segura, Exposito y Moya, 2009), no es algo que se pueda generalizar, ya que los conflictos pueden ser abordados de forma óptima –sin importar el género–  a partir de las habilidades desarrolladas a lo largo de la vida por cada ser humano, marcando  cambios en posturas de masculinidad tradicional.

Cabe  resaltar  que  la  historia  universal  del  ser  humano   sobre  la  tierra  ha  estado acompañada de diferentes  conflictos, algunos  tan cotidianos  como elegir los zapatos  que se van a usar durante el día o tan trascendentales como los generados entre  una nación y otra por una  diferencia  en la definición de sus fronteras. En ellos, el detonante para resolverlos adecuadamente no ha sido una cuestión de género, sino de las habilidades desarrolladas  por cada ser humano para tal fin. No se trata de creer que la masculinidad o la feminidad –de forma unísona–  tienen  mayores  oportunidades para  dar un abordaje  adecuado de  los conflictos, sino que es la educación  integral recibida, así como las competencias desarrolladas  por cada persona, las que marcan las pautas  para alcanzar una visión del conflicto como posibilidad de crecimiento.

También,  existen   conflictos  intrapersonales,  interpersonales,  grupales,  religiosos, entre  otros, algunos  de  los cuales  han  generado toda  una  revolución  de  los patrones de comportamiento e interacción humana,  en donde  los hombres, al igual que las mujeres han sido  participantes protagónicos de  este  proceso;  sin embargo, ambos  han  ocupado roles distintos, fundamentados en una sociedad  patriarcal, en la cual, usualmente, se da el uso de la violencia como parte de la obtención de un poder  coercitivo sobre las otras personas  y el contexto  en general, con carentes  estrategias para la resolución de los conflictos de la vida cotidiana  (Cascón, 2001). Estos, apoyados  en construcciones sociales de lo que  debe  ser la masculinidad y la feminidad, han marcado todo un prototipo del papel que hombres y mujeres desempeñan en ellos.

En la actualidad, con las nuevas concepciones de masculinidad se quiere una postura más integradora de la visión de mundo  del hombre  para resolver adecuadamente sus conflictos. Hoy, hablar de masculinidad, lejos de hacer referencia exclusivamente  a una visión de ensimismamiento o concepción  de mundo androcentrista, debe hacer alusión a concepciones de convivencia humana en donde el hombre tiene la capacidad de raciocinio, de sentir, pensar, vivenciar sentimientos como el enojo y la frustración con un manejo adecuado y acorde con óptimos procesos de resolución de conflictos.

Ahora  bien,  al  hablar  de  nuevas  masculinidades  se  hace  alusión  a  que  existen diferentes manifestaciones de ella, claro está, aún existen grupos en los cuales se conserva todo  un modelo  patriarcal; sin embargo, ello no implica dejar de reconocer  los avances realizados en la materia de equidad  e igualdad de género, en donde ya se hacen evidentes los resultados  generados en la sociedad;  pero  dejando  entrever,  a su vez, la necesidad de  fortalecer  procesos  de  educación  integral,  en  los cuales  se  generen herramientas para dar resolución adecuada a los conflictos, basándose en el desarrollo de habilidades potenciadoras de la empatía  y la comunicación.

Recapitulando, si bien es cierto, en la historia se parte de un modelo patriarcal para definir masculinidad, ya se hace evidente un cambio social, el cual es necesario seguir reforzando con habilidades para la vida en todos los seres humanos, para fortalecer masculinidades ajustadas a una sociedad con un enfoque  de género  basado en la equidad  e igualdad con normas básicas de convivencia humana,  cuyo fin sea lograr calidad de vida y la autorrealización  de todas las personas por igual.

Si bien, existen muchos  avances en la sensibilización del rol del hombre  en torno  a la resolución de conflictos, todavía quedan muchos retos por abordar relacionados con la temática, como lo es la resistencia al cambio de ciertos sectores conservadores, los cuales aún  tienen  un  modelo  de  convivencia  meramente patriarcal. En ellos es donde  aún  es más urgente el desarrollo de procesos de educación  integral basados  en habilidades para la vida que sigan fortaleciendo  la construcciones de nuevas masculinidades y una visión positiva del conflicto.

Tipología del conflicto asociado a las masculinidades

Cabe  resaltar,  según  Moore,  mencionado por  Delgado  (2002), que  algunas  de  las causas centrales  del conflicto son las necesidades e intereses  percibidos por las partes como incompatibles, es decir, el hombre dentro de la historia del patriarcado se creó como necesidad (por los patrones sociales establecidos),  el alcance  de  un  poder  desigual  por  medio  de  la subordinación de la mujer; algo que se viene a replantear dentro  del enfoque  de las nuevas masculinidades, en donde se rescata el reconocimiento de sí mismo y de la otra persona, ambos como seres con potencial propio para funcionar a plenitud, pero que se pueden complementar mutuamente.

Otra  causa  generadora de  conflictos  son  las  relaciones  de  poder  y los  problemas estructurales (Delgado, 2002), los cuales constituyen estructuras  opresivas manifestadas en el patriarcado  y que, desde  el posicionamiento de las nuevas  perspectivas  de la masculinidad, son rechazadas; pues lo fundamental debe ser la búsqueda continua de la igualdad y equidad, como ejes promotores de las acciones del hombre  en miras a la obtención de calidad de vida, así como a la equidad  e igualdad de género.

También, se adjuntan los conflictos de valores y principios (Delgado, 2002), los cuales son constituidos  por las creencias delegadas con el transcurso  del tiempo  a la vida cotidiana del hombre  y la mujer, donde  prevalece  el calificativo de  bueno-malo, justo-injusto, a las acciones y roles asignados para cada sexo dentro de la dinámica social, partiendo de patrones de comportamientos machistas. En la actualidad, la nueva perspectiva  de las masculinidades refleja lo negativo  que estas acciones han sido para el desarrollo integral del hombre  y de la mujer, pues  genera  un conflicto interno  entre  lo que “se quiere  y se debe  hacer” según  los patrones de comportamientos establecidos  por este tipo de sociedad (Montesinos, 2004).

Otro  de  los agentes generadores de  conflicto  son  los problemas   de  comunicación (Delgado, 2002), donde  prevalece la unilateralidad  y la poca o nula asertividad, aspectos  que se intentan abordar  desde  las nuevas  masculinidades –con  la desmitificación  del hombre como ser con poco raciocinio y quien se basa en la fuerza física para manifestar  acuerdos  o desacuerdos–. Se abre, así, la posibilidad para el surgimiento de varones sensibles, conscientes de  la necesidad  de  generar  procesos  de  escucha  activa que  enriquezcan el desarrollo  de alternativas  para  abordar  diferentes  problemáticas. Finalmente, Moore, citado  por Delgado (2002), enfatiza que el conflicto de relaciones se basa en emociones  negativas, estereotipos, dificultad en los procesos de comunicación y conductas negativas o repetitivas.

Desde una visión de nuevas masculinidades, así como desde  un desarrollo en habilidades para la vida en los hombres, los conflictos deben  representar una oportunidad de crecimiento, en donde  se puede  expresar  flaquezas, fortalezas, la expresión  de emociones  y la construcción  de procesos adecuados de comunicación  que rijan la sana convivencia humana. Por ende, resulta de trascendental importancia trabajar en la generación de procesos de formación integral en los seres humanos, en aras de fortalecer competencias personales  e interpersonales que promuevan una panorámica de masculinidad congruente con el bienestar propio y colectivo.

Las habilidades  para vida en la resolución de conflictos

El hombre, al ser partícipe de una sociedad machista, ha adquirido patrones de conducta que  le han  dificultado  o  imposibilitado  el desarrollo  de  herramientas adecuadas para  la resolución de conflictos, situación que se puede  modificar si, desde  las primeras etapas  del desarrollo, se da la implementación de habilidades  para la vida y se promueve un cambio en  los estilos  de  crianza, fomentando la búsqueda de  alternativas  factibles  para  afrontar positivamente los conflictos que se generen.

Las habilidades para la vida, son definidas como:


. . . Estrategia de “empoderamiento” o fortalecimiento de la capacidad  de los niños, niñas y jóvenes  para transformarse  a sí mismos y al mundo  que  los rodea. La adquisición  y práctica de estas  destrezas  psicosociales les permite  aprender a procesar  y reaccionar activamente a las influencias  sociales  y ambientales sobre  el comportamiento, y de muchas  otras formas de modelar y transformar  las circunstancias de [la vida]. (Mantilla,
2002, p. 25)

Es fundamental rescatar  que  el desarrollo  de  habilidades  para  la vida, como  agente favorecedor  de nuevas estrategias para la prevención  y resolución adecuada de conflictos, es obviamente una herramienta capaz de ser utilizada tanto  por hombres  como mujeres, pues ambos  tienen  la misma posibilidad de superarse  integralmente y romper  con estereotipos y realidades  existentes. Partiendo  del enfoque  de habilidades  para la vida, se puede  generar en  el hombre  el empoderamiento para  transformar  muchas  conductas machistas  que  le imposibilitan hacer acciones tan fundamentales y básicas como la expresión oportuna de sus emociones  y sentimientos, además  de posibilitar la generación de cambios  en los patrones sociales establecidos, los cuales  entorpecen el desarrollo  e implementación de  adecuados canales de comunicación que favorezcan el manejo apropiado de los conflictos.

Para Castro y Llanes (2009) “. . . el ´desarrollo de las habilidades para la vida´ es el proceso educativo que resulta en una capacidad  de percibir, de acatar normas, de moldear actitudes  y tener conductas de afrontamiento que nos permitirán evitar los riesgos o salir de las situaciones de riesgo exitosamente . . .” (p.  3). Trabajar en la potenciación de habilidades  para vida en los hombres  posibilita la prevención  de problemáticas sociales como la violencia intrafamiliar (la cual es tan preocupante en la actualidad por los altos índices de muerte que produce  y por las repercusiones socioemocionales resultantes en las personas involucradas), pues se favorece el desarrollo de mecanismos  capaces de propiciar la concienciación de la situación emergente y permite la búsqueda de alternativas para resolver el conflicto de una manera satisfactoria para las partes involucradas.

Los niveles de manejo  inadecuado de los conflictos en el hombre  se comprueban con los índices de femicidios en Costa Rica, en donde  durante el año 2008 hubo 18, en el 2009 se dieron 15 y en el 2010 se atendieron 10 casos; además, los índices de violencia se mantienen muy altos y, en su mayoría, son hombres  quienes  los protagonizan (Hsieh, 2012). Por ende, el fortalecimiento de habilidades para la vida, basado en un enfoque de género, es una necesidad evidente  para abordar esta temática.

Lo anterior muestra, ciertamente, una realidad: un porcentaje alto de hombres carece de métodos adecuados para manejar los problemas y conflictos; sin embargo, también representa un  cuestionamiento a  las estrategias utilizadas  en  los sistemas  de  educación  formales  y familiares. Ante esta  panorámica,  es necesario  darle mayor énfasis a fortalecer, en el varón, habilidades  que  le permitan  ser más consciente  de los beneficios  que  se obtienen,  si se da apertura  a una nueva imagen del hombre, la cual se caracterice por tener mayor capacidad  de escucha y asertividad, en donde  se favorezca tanto  el bienestar  y respeto  por sí mismo, como por las demás personas  y, a su vez, se busque  desmitificar la concepción  social tradicional de la masculinidad.

La implementación del enfoque  de  habilidades  para  la vida dentro  de  la resolución adecuada de conflictos es importante que  se aplique  en tres ejes prioritarios, los cuales se convierten  en  alternativas  propiciadoras  de  las sanas  relaciones  humanas   basadas  en  el enfoque  de género:

1. La prevención:  no se trata de evitar los conflictos, sino de verlos como algo positivo y parte implícita de las relaciones humanas (y no de un género en específico) que demanda el desarrollo de habilidades para resolverlos adecuadamente.

2. El abordaje: conlleva el fortalecimiento  de habilidades que promuevan la comunicación, la empatía y el reconocimiento de sí mismo.

3. La resolución adecuada del conflicto: buscar la mejor alternativa al acuerdo posible.

Si bien es cierto, algunos  autores  agregaran otros ejes como prioritarios, en el presente escrito se pretende hacer una representación lo más simple posible de la temática, por ende, se proponen estos en específico.

Alternativas al manejo adecuado de los conflictos

Como alternativa  para la prevención,  abordaje  y resolución adecuada de los conflictos por  parte  de  la población  masculina,  es  importante contemplar la necesidad  de  generar procesos  de  educación  y reeducación en  los  hombres, en  aspectos   claves  como  son  el desarrollo de competencias psicosociales, correspondiendo estas a la capacidad  tenida por los seres humanos para atender, de una manera adecuada, las exigencias y desafíos de la vida. Ello nutre la posibilidad de mantener un estado  de bienestar  mental, posibilitando  la vivencia de un comportamiento positivo y adaptable con su relación intra e interpersonales, así como con su entorno  (World Healt Organization [WHO], 1994).

Para continuar reforzando una masculinidad más sensible y consciente de la necesidad de trabajar en el autodesarrollo y la resolución alternativa de conflictos, es importante profundizar desde  las primeras etapas  del crecimiento humano  en el desarrollo de habilidades  como una forma de hacer prevención y de ayudar a mejorar la calidad de vida del hombre.
 
Algunas de las habilidades que es necesario reforzar, son las psicosociales, clasificadas por la OMS y mencionadas por Mantilla (2002):

Conocimiento de sí mismo (a):

Comunicación efectiva

Toma de decisiones

Pensamiento creativo

Manejo de sentimientos y emociones

Empatía

Relaciones interpersonales

Solución de problemas  y conflictos

Pensamiento crítico

Manejo de tensión o estrés


Cada una de ellas se relaciona entre sí y marca aspectos básicos de la convivencia humana.


También, están las llamadas habilidades cognitivas y sociales. Estas últimas constituyen, según Caballo (2007): un “. . . conjunto de conductas emitidas por un individuo en un contexto interpersonal que  expresa  los sentimientos, actitudes, deseos, opiniones  o derechos  de ese individuo de un modo adecuado a la situación, respetando esas conductas en los demás . . .” (p. 6). Este mismo autor agrega que esto ayuda al individuo a trabajar los problemas  en el “aquí y ahora” y contribuye a su prevención en el futuro.

Con el fortalecimiento  de las habilidades  sociales, se puede  lograr un entrenamiento sucesivo  de  alternativas  adecuadas para  actuar  en  la sociedad, se favorece  el desarrollo  e implementación de  estrategias que  promuevan alternativas  viables para  el manejo  de  los conflictos, de tal modo que las personas involucradas logren desarrollar opciones  pertinentes a sus problemas  específicos de la manera más acertada posible.

Las habilidades  sociales, a su vez, se componen de habilidades  de comunicación,  las cuales posibilitan expresar de manera  clara y apropiada las ideas, sentimientos y necesidades particulares  (WHO, 1994). La comunicación  es más que  las palabras, es todo  un proceso  en el cual las personas  manifiestan  lo sentido  sobre sí mismas y el entorno  que les rodea. Si los hombres  tienen la posibilidad de ser conscientes  de sus emociones  y sentimientos, de poder comunicarlas, además  de ser partícipes  de procesos  adecuados de comunicación,  en donde esta sea bilateral, con una escucha activa, acorde con los intereses y necesidades de todas las partes  involucradas, existe más oportunidad de que se dé un avance en su espiral del saber, lográndose construir soluciones más satisfactorias para las partes involucradas.

Dentro  de  las  habilidades   sociales,  se  encuentran  las  habilidades   interpersonales. Estas permiten   construir, dialogar  e  interactuar  con  los demás  individuos  y favorecen  el reconocimiento de  barreras  que  afectan  el progreso  propio  (WHO,  1994). Las habilidades  interpersonales posibilitan, en los individuos, construir sus propias conceptualizaciones de la realidad que viven y reconstruir  aquellas ideas preconcebidas capaces  de afectar su relación armoniosa y constructiva con el contexto  y con quienes habitan en él.

Las habilidades interpersonales promueven, en los seres humanos, ser conscientes  de la diversidad social existente, de su riqueza y del compromiso  social adquirido  por el bienestar propio y el de las otras personas; en un proceso lleno de diferencias que van a generar conflictos; pero los cuales, a su vez, se deben  abordar buscando la discusión como algo provechoso y no mediante el uso de la fuerza o la violencia.

También, dentro  de las habilidades sociales se encuentra la empatía. Esta corresponde a la habilidad de situarse en lo vivenciado por la otra persona. Beneficia la comprensión entre los seres humanos  y favorece la asertividad dentro de las relaciones que se generen (WHO, 1994).

Una persona  empática  posee  la capacidad  de situarse  en las particulares  de los otros individuos, tener  una  visualización integral  de ellos, así como  de desarrollar  la sensibilidad y las competencias necesarias  para crear alternativas  en situaciones  adversas, con el fin de buscar el bienestar  propio y colectivo. Es necesario  que el hombre  desarrolle la habilidad de poder  situarse en “el lugar” de la otra persona,  con el fin de contrarrestar ideas machistas de la visión de la masculinidad y promover el auge de una cosmovisión capaz de permitir verse y ver a las demás personas  como sujetos que merecen  respeto, necesitan  de la comunicación  y comprensión de su subjetividad  dentro  de la resolución adecuada de sus conflictos, en busca de fortalecer la horizontalidad.

Por su parte, las habilidades cognitivas, según Krauskopf (1997),  “. . . se refieren al análisis de la realidad  que  contribuye  en la solución de problemas  . . .” (p.  185). Estas habilidades, dentro del estudio de las nuevas masculinidades, demandan toda una revisión de los modelos tradicionalistas de crianza y educación, con el fin de fortalecer la criticidad de la realidad vivida, su influencia en los hombres  y en sus respuestas ante diferentes  situaciones, particularmente dentro  de la resolución  de conflictos; permite  criticar el rol que  ocupa  y su impacto  en la sociedad. Las habilidades cognitivas se vinculan con los procesos de educación  y aprendizaje de las personas, y se relaciona directamente con la toma de decisiones.

Trabajar las habilidades  cognitivas, propiamente en  procesos  de  toma  de  decisiones, permite  la identificación del problema,  sus causas y alternativas  de solución; la búsqueda de soluciones colectivas a los problemas  sociales y de la comunidad; así como poder pedir ayuda en momentos de necesidad  (WHO, 1994), aspectos  claves de una masculinidad  responsable con el bienestar  propio y colectivo.

Es importante resaltar  que  las habilidades  para  la vida favorecen  el desarrollo  de  las potencialidades del hombre, algo que coincide plenamente con la perspectiva  de las nuevas masculinidades;  sin embargo, haciendo  referencia a Menjívar y Alvarado (2009) es necesario rescatar que:

A) La violencia  hacia  las mujeres  y muchas  formas  de  violencia  hacia  [los mismos] hombres son aprendidas, por lo tanto, pueden desaprenderse. Esto se logra dándonos cuenta de las formas de ser hombre que promueven la violencia.


B) Al mismo tiempo que se desaprende la violencia, se pueden aprender formas pacíficas de  relacionarnos  con  las otras  personas, formas  con  las cuales, estas  personas  y nosotros mismos, crezcamos como seres humanos  (p. 12).


Los autores  antes  mencionados continúan diciendo  que  en el proceso  de crecimiento humano  es a los mismos hombres  a quienes les corresponde propiciar espacios de fortalecimiento de sí mismos, partiendo de la promoción, es decir, involucrando a la comunidad, a sus habitantes y las instituciones  del Estado en la búsqueda de una transformación  social; y a su vez, trabajando en la prevención,  lo que  implica reforzar potencialidades personales  y colectivas (es decir, habilidades para la vida) favorecedoras  de la no violencia.

En fin, las alternativas  para  trabajar  en  una  visión positiva  del conflicto mediante  el fortalecimiento de las habilidades para la vida existen, lo importante es reconocerlas y dar énfasis al desarrollo de políticas educativas que impulsen constantemente el abordaje  de la temática como una estrategia  para lograr una generalización  de masculinidades comprometidas con la igualdad y equidad  de género  como estilo de vida.

Conclusiones

Se considera que la formación de las nuevas masculinidades demanda todo un proceso de reconstrucción social, en donde  es necesario desmitificar la figura del hombre, trabajando arduamente en un proceso de educación y reeducación,  en el cual se profundice en esfuerzos capaces  de  permitir  una  revaloración  del  aparato   social  imperante  y el  avance  en  una formación integral de calidad, donde se fomente la construcción de habilidades para la vida en la población masculina.

Si bien  es cierto, muchos  hombres  todavía  llevan implícitos aspectos  del patriarcado, también  existen otros que  han dado  un giro a esta  realidad, por lo cual se deben  articular mayores esfuerzos en ver los logros tenidos  en la construcción  de nuevas masculinidades, y en crear estrategias viables para la sensibilización y la concienciación  de la importancia  de mecanismos de resolución de conflictos en la creación de una sociedad más justa e igualitaria para todas y todos.

La violencia se puede  prevenir, el hombre  puede  y debe  hacerse  consciente  de  las consecuencias que tienen sus actos tanto para sí mismo como para la sociedad en general; sin embargo, si se quiere realizar un cambio positivo a nivel micro y macro, es fundamental que la familia y los centros educativos  formen alianzas que posibiliten el desarrollo de herramientas  capaces  de promover  una cultura de paz, de equidad  e igualdad  entre  hombres  y mujeres, mediante la implementación de mecanismos  como las habilidades  para la vida, en donde  se busca nutrir a la persona  en ser responsable de su propio ser y de las consecuencias, tanto positivas como negativas, de sus actos.

Resulta fundamental fomentar una comunicación  activa, relaciones interpersonales adecuadas y el desarrollo de empatía en los hombres, ya que esto puede conducir, definitivamente, a un impacto positivo en la disminución de las estadísticas de violencia y femicidios que tanto agobian a la sociedad actual. Además, el hombre es un ser humano y, como tal, puede aprender y modificar sus conductas; por lo tanto, puede fortalecer prácticas que le posibiliten calidad de vida y armonía consigo mismo y con las demás personas, y visualizar, así, el conflicto como lo que es: “una posibilidad de superación y crecimiento”.

Cabe resaltar que la masculinidad  comprende elementos simbólicos, de percepciones, comportamientos y actitudes, los cuales influyen en los modos  de convivencia humana;  sin embargo, estos no son imperecederos, sino que pueden variar con los procesos de educación integral recibidos por cada ser humano. Por ello, la necesidad  de fortalecer la promoción  de las habilidades  para la vida en los hombres, en aras de reforzar todos  aquellos aspectos  que beneficien un adecuado manejo de los conflictos.

Todas y todos nacimos en una sociedad donde impera el patriarcado, pero eso no es una justificación para dejar de luchar por crear una sociedad donde  impere la igualdad y equidad de género, ello beneficiaría tanto  al hombre  como a la mujer; les posibilitará autorrealizarse como seres integrales, sin tener que cumplir todo un protocolo social exclusivo a su género.

A nivel personal profesional, cada vez que atiendo casos de violencia, donde son hombres los que están involucrados, se me reconfirma la necesidad  de fortalecer sus habilidades para la vida como estrategia para prevenir este tipo de situaciones. Generalmente el hecho violento se presenta como mero mecanismo  aprendido para solucionar sus problemas, pues carecen del conocimiento de diferentes alternativas para la resolución adecuada de conflictos.

Como hombre, ser partícipe del proceso  de construcción  de nuevas masculinidades es todo  un reto que demanda mucho  autoconocimiento, así como satisfacción personal, al no tener que cumplir como prototipos impuestos  desde el patriarcado.

Queda  aún  mucho  trabajo  para hablar  generalizadamente de una  visión del conflicto como  algo inherente al crecimiento;  por ello, la necesidad  de  empoderar al hombre  en la vivencia de masculinidades fortalecidas con la implementación de habilidades para la vida, que les permitan  la promoción  de una cultura de paz basada  en la equidad  e igualdad de género, continúa siendo un reto.

Referencias

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*Correspondencia a:
Wilbert Porras Quirós. Bachiller en Orientación en la Universidad Nacional de Costa Rica. Orientador en el Colegio Técnico Profesional del Valle la Estrella, Ministerio de Educación Pública. Colegio Técnico Profesional del Valle la Estrella Ministerio de Educación Pública Limón, Costa Rica willrony@yahoo.es
1. Bachiller en Orientación en la Universidad Nacional de Costa Rica. Orientador en el Colegio Técnico Profesional del Valle la Estrella, Ministerio de Educación Pública. Colegio Técnico Profesional del Valle la Estrella Ministerio de Educación Pública Limón, Costa Rica willrony@yahoo.es

Recibido 29 de agosto de 2012 • Corregido 09 de abril de 2013 • Aceptado 19 de junio de 2013

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