Fredy Cauich es un personaje que sin duda no puede pasar desapercibido. Ni en su persona ni en la forma de narrar sus historias, orales o escritas. Lo digo por experiencia. Lo conocí sin que él me conociera, pues viajamos en el mismo avión de la Ciudad de México a San José de Costa Rica. Él iba en el asiento de adelante y no dejó de hablar a la desconocida sentada a su lado, víctima de la exposición que días después asistiríamos y yo mismo escucharía. No obstante, en ese momento no sabía los alcances de su investigación, tema que comencé a conocer mientras se lo hacía saber a su improvisada compañera de viaje. Así conocí que Fredy, con su apariencia de Mejican Indiana Jones y quién expondría sobre un proceso que desde el avión me pareció fascinante, al cual denominaba Hongmen Chee Kung Tong, producto de una ardua investigación de años que derivó, finalmente, en el texto que a continuación comento: Hongemen Chee Kung Tong. Migración, xenofobia y masonería china en la Ciudad de México 1880-1947.
Sin miedo al equívoco, Fredy es uno de los inauguradores de los estudios del Chee Kung Tong en México, y quizás en el mundo. El epicentro de su investigación versa en desentrañar el fenómeno de esta organización secreta, de la cual, precisamente por esta secrecía, y por formar parte de un taller masónico de origen chino, casi nada se sabe. Así, Fredy se da a la tarea de reconstruir, de manera obsesiva, la historia de esta sociedad secreta de migrantes ultramarinos.
El libro está dividido en tres capítulos, una introducción, un índice, unas conclusiones, y un apéndice de cuadros y muchas fotografías, a lo largo de 229 cuartillas, publicado por la excelente editorial Palabra de Clío. Con una narrativa sutil y cargada de información veraz y precisa, Cauich conduce al lector, capítulo por capítulo, por el mundo y contexto de esta organización mutualista.
La pregunta que le obsesiona suena obvia, pero solo con su respuesta uno cae en cuenta de su complejidad: ¿Qué es una sociedad secreta como esta? De ahí se ramifica un conjunto de otras preguntas que le darán sentido al libro: ¿Se refiere a las triadas? ¿A la mafia china? ¿A alguna especie de sociedad iniciática o de arte marcial inspirada en el daoísmo o el budismo? Para comprender la repartición del texto, uno debe aunar su respuesta al conjunto del libro. Uno se pregunta cómo un grupo de origen cultural y ontológico, como es el de las triadas chinas o los tongs, pudo asociarse a otra tradición de corte occidental. Para responder esto, Fredy recorrió un arduo camino tanto académico como iniciático, pues desde hace por lo menos treinta años, comparte mesa con los hermanos masones.
La identificación entre los tongs de origen chino y la masonería, se debió a que los migrantes de ultramar cuando fundaron sus primeras comunidades en San Francisco, California, en 1850, sufrieron una escisión al entrar en contacto con la sociedad norteamericana. Esto lo explica Cauich en el hecho de que a pesar de tratarse de un grupo que a lo largo de su historia ha sufrido diversas variantes, supieron conservar su tradición de triada y sociedad secreta. El reconocer que los masones eran una sociedad secreta, les proporcionó a los migrantes una estructura, si bien no igual, sí organizada en jerarquías, cargos y rituales específicos. Del mismo modo, los masones vieron en los tongs una gran oportunidad de colaboración, la cual sin duda resultó en una ayuda mutua. Los masones prestaron su estructura a los tong para adaptarse a este nuevo mundo, el cual los recibía con odio, sinofobia, rabia y racismo. Su defensa fue, precisamente, el operar bajo esta estructura secreta con rituales particulares traídos de China, pero que se combinaban con los hermanos masones, dando como resultado una de las asociaciones más importantes con características globales y trasnacionales, y que vio su esplendor a principio del siglo pasado: el Chee Kung Tong. Un fenómeno de una globalidad muy importante, pues su huella se ha encontrado en los archivos masónicos de varias partes de América, entre ellos México, al que está dedicado este excelente trabajo, pero también se han detectado en el Caribe, en el Sudeste de Asia, en África y Oceanía. Su éxito dependió de varios factores. Primero, que esta sociedad les permitía la secrecía, luego la protección que les brindaba a los familiares de los descendientes, aunado a que les ofrecía una base política, social, económica y cultural. Esto sin duda permitió contrarrestar la sinofobia que se fue extendiendo peligrosamente desde Norteamérica hacia Latinoamérica, lo cual Fredy analiza de manera magistral a lo largo de este libro.
No obstante, la razón a la que se debe su texto es ver el desarrollo de esta sociedad, pero en México, y particularmente en la Ciudad de México, a partir de una reconstrucción histórica profunda y con documentos de primera mano. En efecto, gracias a esas eventualidades de la vida, un joven Fredy Cauich, o sea hace mucho tiempo, junto a dos jóvenes más, encontraron en el edificio de la logia Augusto César Sandino una caja con un montón de documentos llenos de moho, hongos y carcomidos por las ratas. Les había sido comisionada la tarea de una limpieza profunda y de deshacerse de documentos inservibles. No obstante, el joven inquieto aprendiz de historiador, tuvo la suficiente percepción como para darse cuenta de que esa gran cantidad de expedientes, papeles, fotografías, registros, estandartes, recibos, direcciones y nombres, no se trataban de “basura”, sino de algo mucho más profundo, pues todo eso estaba registrado con caracteres chinos o en idiomas diversos. Ahí fue donde descubrió que un término se repetía en varios de los documentos que, a vuelo de pájaro, alcanzaba a ver: Chee Kung Tong. Fredy se decidió inspeccionar con mucha más entereza este archivo y ver de qué se trataba. Al comentarle a sus superiores que quería reservarse los documentos, le permitieron su conservación. Tres años tardó en restaurar, limpiar y purificar dicho archivo, esfuerzo que no resultó para nada en vano, pues Fredy ha aprovechado y analizado cada uno de estos documentos y, uno de los resultados más importantes de esta aventura histórica, es el libro Hongmen: Chee Kung Tong. Migración, xenofobia y masonería china en la Ciudad de México 1880-1947.
Una conclusión importante saca el autor de esta navegación en un archivo que, como hemos visto, estuvo a punto de ser carne de las ratas: que esta agrupación comenzó sus actividades en la Ciudad de México en 1880 y concluyó en 1943 al transformarse en otra sociedad denominada Min Ching Tang o Partido Democrático Chino, la cual respaldó y apoyó económicamente al movimiento nacionalista chino.
A lo largo del trabajo veremos precisamente cómo el autor va analizando la documentación y dividiéndola por diferentes rubros, todo agrupado en dos grandes ejes que descansan en la organización de este trabajo: a) el origen de las migraciones ultramarinas chinas que datan de los siglos XVIII y XIX; b) la llegada y los primeros contactos de la sociedad secreta Chee Kung Tong con el gobernador de Sonora, Ramón Corral. La importancia que encuentra el autor en esta reunión es que lograron llevar a cabo uno de los primeros traslados de ciudadanos chinos al estado para obtener así mano de obra barata y calificada, ya que fueron ocupados tanto para labores de agricultura como de minería. En este sentido, resulta interesante destacar el esfuerzo metodológico que tiene el trabajo, un trabajo que el autor define como “multiespacial”, pues para su análisis toma como referente el espacio biohistórico que comprende China y México, como emisor el primero y receptor el segundo. Por ello, se enzarza en una digresión histórica sobre los factores contextuales de las dos partes, es decir, las razones políticas, sociales y económicas que China vivía para expulsar mano de obra, y de igual manera, qué sucedía en México que les interesó, en un momento dado, recibir mano de obra china. ¿Cuáles eran sus condiciones económicas y sociales que le permitió requerir a estos migrantes? Ahora bien, de aquí se desprende un tema paralelo generado por una pregunta central: ¿Cómo, si estas economías requirieron mano de obra barata, derivó todo en una sinofobia que les costó la vida a muchos paisanos? Las razones son varias y las respuestas a este planteamiento se encuentran entrelazadas con la misma historia de los migrantes ultramarinos. Sin embargo, adelantemos que la sinofobia tuvo que ver, más que nada, con las políticas xenófobas de Estados Unidos, que al verse rebasado por la cantidad de migrantes chinos y dado que muchos de ellos se habían convertido en trabajadores independientes con negocios propios en lugar de ser mano de obra barata, comenzó una campaña de desprestigio en su contra, la cual, como la peste, se fue expandiendo hacía los lugares donde llegaban. Así, los migrantes se vieron obligados a seleccionar lugares para desarrollarse mucho más al sur, y su mirada la pusieron en México y algunas regiones de Latinoamérica.
Ahora bien, las raíces mutualistas y masónicas del Chee Kung Tong tienen en parte que ver también con esta protección. De hecho, este tema está magistralmente estudiado en los capítulos III y VI. Ahí mismo estudia estas campañas de desprestigio y la criminalización de los migrantes, una política que, aunque han pasado varios años de ello, hoy vemos cómo este tipo de pensamiento regresa preocupantemente, pero en esta ocasión con todos los migrantes.
Desde mi punto de vista, nunca se había hecho una memoria de este grupo con tanta profundidad. Si bien Cauich no es el primero ni será el último en hablar del taller masónico Chee Kung Tong, sí es el primero que lo hace con tal profundidad histórica y desde un punto de vista objetivo. Sin duda, el libro que nos presenta Fredy no es desde ningún ángulo un prurito diletante, ni mucho menos un acercamiento periodístico. Se trata de un trabajo de rescate de la memoria, una verdadera arqueología de archivo sobre el recuerdo que significó un grupo que había pasado desapercibido para historiadores y científicos sociales. El autor cierra su trabajo con un análisis contundente:
…el uso de las sociedades secretas tradicionales, las cuales, con su funcionamiento del tipo clánico, Huigan-Hongmen o del Tong protegieron a los miembros de las comunidades ultramarinas, de acuerdo con sus ordenamientos patrilineales, cimentados en la obediencia irrestricta a una estructura lineal. Lo más llamativo de estas operaciones fue que algunas de estas agrupaciones habían sufrido una simbiosis con otras de carácter occidental, como lo fue el caso de la sociedad Chee Kung Tong Hongmen Society, la cual se hizo llamar “logia masónica” … (págs. 171-172).
En este cierre contundente, nos parece que el autor deja hilos analíticos que abren puertas a nuevos temas de investigación, como el antropológico, donde logra reconocerse que estas sociedades no solo eran jerárquicas, sino que seguramente respondían a una terminología de parentesco que desconocemos, y que su reproducción social dependía de los valores propios de este sistema.
¿Cómo se llamaban? ¿Hermanos, primos, sobrinos? ¿De qué tipo de sistema estamos hablando y cómo se relacionaban entre ellos? Y no solo eso, ¿sabemos de las guerras que existían entre diferentes bandos de migrantes chinos? ¿Bajo qué organización parental hacían la guerra? Este trabajo está aún por hacerse. Por el momento, podemos solo decir que el libro de Fredy Cauich es imperdible para los especialistas sobre temas de migración. Es, sin duda, la recuperación de una historia que no se había escrito, de una memoria que estaba esperando su descubrimiento, de una arqueología que buscaba ese eslabón que la vuelve real y de un lector que pudiera con asombro entender la complejidad que significó la migración china. Nos deja claro que al migrar no solo llegan personas, llega todo un capital de conocimientos y ontologías que reparten su universo social y espacial en categorías culturales que no hemos alcanzado a comprender del todo pero que, sin duda, se vislumbran y están ahí. Felicidades, mi querido y escandaloso Fredy.