Introducción
Los estudios sobre esoterismo, es decir, la esoterología —término que José Ricardo Chaves propone utilizar por practicidad en lengua española para referirse a la disciplina académica conocida internacionalmente como western esotericism— 1se han desarrollado aceleradamente en las universidades europeas y norteamericanas desde 1994, año en que aparece el texto fundacional en inglés: Access to Western Esotericism de Antoine Faivre2. A la luz de los libros, artículos y debates que han construido este campo es posible ubicar la obra de Olin con mayor exactitud y salir de los calificativos “raros”, “surrealistas” o “difíciles” que la crítica suele atribuir a su obra. Conocer algunas de las claves esotéricas permite entender la profundidad de su lectura del mundo, de la potencialidad infinita que le atribuyó a la inteligencia humana y la construcción de su propia identidad. Al mismo tiempo, posibilita completar el contradictorio ambiente modernista en el que estaba inscrita, donde coexisten apuestas religiosas, científicas, socialistas, comunistas, raciales, vanguardistas y feministas. A partir de la labor de las teósofas Madame Blavatsky y Annie Besant o algunas médiums con nombre y apellido, el estudio de la presencia femenina no sólo simbólica dentro del campo esoterológico se desarrolló fundamentalmente desde principios del siglo xxi en inglés3. Sin embargo, en las academias hispánicas este fenómeno es mucho más reciente y no siempre se inscribe dentro de los estudios esoterológicos, por lo que se presenta como un terreno a explorar4. En el presente texto se apreciará el lugar complejo de Nahui Olin en la esoterósfera5 del México posrevolucionario, pues si bien alude a varias corrientes esotéricas —un cierto ocultismo teosófico, algunas nociones del espiritismo trincadista o racionalista, el uso puntual de un imaginario “azteca” diferente al teosófico y al vasconceliano—, estas se ven desplazadas debido al conocimiento de su “yo” femenino-espiritual, revelado en experiencias visionarias. Es decir, el caso de Nahui Olin obliga a incluir un eje más a la idea de desplazamiento de la presente convocatoria, pues no es la geografía, ni la raza, ni su nacionalidad, lo que orienta el saber esotérico, sino su género.
La imagen muda de Carmen Mondragón
Como señalaba Alejandra Osorio en 2004, la cultura mexicana retoma la figura de Olin en términos de una industria que “interpreta, altera y resignifica la historia de los veintes según su conveniencia y utilidad en el momento, y donde las figuras emergentes, como Olin, deben adaptarse y ponerse en referencia con eventos, conceptos y artistas ya establecidos6”. No sólo se romantizan o demonizan las vidas de los personajes históricos, sino que en pos de una sola imagen de lo revolucionario, científico y socialista, a lo Kahlo y Rivera, se han elidido otros aspectos, sin duda relevantes y que, afortunadamente, se comienzan a visibilizar, tal es el caso de lo esotérico7.
María del Carmen Mondragón Valseca nació en la Ciudad de México el 8 de julio de 1893. Su padre, Manuel Mondragón, fue un importante general porfirista, diseñador de artillería, que tras la Decena Trágica se exilia en Europa, en donde muere. Carmen vivió entre Europa y México durante su infancia y juventud. En 1913 se casó con Manuel Rodríguez Lozano (1897-1971) y ya casados vivieron en Francia y luego en España, acompañando a la familia Mondragón en su exilio. Como señala Osorio, en esa época:
ocurren los años más oscuros de Carmen: se dice que tuvo un hijo y que lo asfixió cuando se dio cuenta de que Lozano era homosexual, que el niño murió poco tiempo después de nacido, e historias similares. Una vez que regresan a México en 1921, Carmen quiere divorciarse, Manuel también, y la pareja se separa frente al escándalo de ambas familias8.
También en 1921 conoce al jaliciense Gerardo Murillo (1875-1964), conocido como Dr. Atl, el nombre que le había dado Leopoldo Lugones (informado en espiritismo y teosofía)9. Del relato que hizo Dr. Atl en su novela Gentes profanas en el convento (1950) sobre su apasionada relación, los “biógrafos asumen que Carmen emerge como la mujer mítica que tanto dio qué hablar” bautizada como Nahui Olin, el cuarto movimiento del sol en náhuatl: “Atl, agua como fuente de vida y Nahui Olin como el movimiento renovador de los cielos del cosmos10”. En Gentes profanas aparecen las cartas que supuestamente Nahui Olin escribió a su amante durante los cinco años de su relación, pero es importante aclarar que no se conservan los documentos originales de esas cartas, por lo que Nahui es reflejada a través de los ojos de Dr. Atl como una mujer bella, inteligente, talentosa, pero también como una “vampireza” que le succiona la vida11.
Las fotografías más famosas de Olin fueron realizadas también durante la década de los veinte; por un lado, el fotógrafo norteamericano Edward Weston, pareja de Tina Modotti, realiza sus retratos; mientras que el fotógrafo mexicano Antonio Garduño prefiere los desnudos. La sensualidad de las poses en estos últimos, y la angustia de la mirada en los retratos conforman la dupla de la imagen muda de Olin. Las interpretaciones a partir de esas imágenes también se bifurcan en dos posturas: o bien es una musa inmortal o bien la conducen a la locura y a la soledad, porque Nahui Olin murió en la pobreza, olvidada por sus contemporáneos, en 1978 en la Ciudad de México.
La voz de Nahui Olinn
No obstante, durante dos décadas Nahui Olin se expresó por todos los medios posibles; no solo posaba, sino que participaba con su cuerpo y con la mirada en las fotografías; se aprecia, además, un estilo propio en sus pinturas, y, por supuesto, una voz fuerte y agente en su literatura.
Hasta hace una década, lo más conocido de su producción había sido la pintura catalogada como de tendencia naif. En 2011, Patricia Rosas Lopátegui reeditó sus obras escritas y comenzaron a aparecer más artículos y tesis sobre su literatura, a pesar de que solo publicó cinco textos. El primero fue el poemario Óptica cerebral: poemas dinámicos (1922)12, que, a decir de Álvarez García, “no fue considerado como poesía respetable y la gente solo asoció el libro de Nahui Olin con el nombre del Dr. Atl […]. Los que relatan su vida en entrevistas y comentarios, entresacados por sus biógrafos, refieren su poesía como ‘extraña’ y ‘rara’, pero nunca como perteneciente a una escuela o vanguardia. Le faltó al libro y a la autora afiliarse a los estridentistas, formar parte de un grupo que le ayudara a canalizar teóricamente todas [sus] inquietudes.”13 A pesar de estar cercana al estridentismo —pues el Dr. Atl aparece en el directorio del primer manifiesto Actual no.1 de Manuel Maples Arce14—, ella no fue considerada parte del grupo por lo que Álvarez la considera “una vanguardista solitaria” o “estridentista sin filiación” por el uso intrincado del lenguaje y la actitud iconoclasta.
Es cierto que sus acciones sociales comparten ese impulso revolucionario y rupturista de la vanguardia mexicana, y, por otro lado, está pendiente un análisis esoterológico de todo el movimiento ultraísta, pues en el “Manifiesto Ultraísta Vertical” de Guillermo de Torre aparece una alusión a la alquimia15; pero una razón de su aislamiento es que su obra no se puso al servicio de lo literario, de la belleza poética o la ruptura conciente de ella, ni siquiera de la claridad filosófica, sino a la transmisión de sus intuiciones espirituales. No quiso encasillarse en ningún programa literario, tal como se advierte en una entrevista de 1923: “Yo no soy literata; detesto la ortografía y la literatura y escribo caprichosamente en un lenguaje personal que es una ‘clave’ transmitiva de mi pensamiento”.16 El estilo de Olin es redundante, como si realmente se presenciara el movimiento de irradiación de las ideas:
La amargura esencialmente humana subió a mis labios en una noche, y en una noche escribí: “La amargura esencialmente humana está en el excesivo pensar” […] Y la meditación hizo subir a mi boca la amargura esencialmente humana, y bebí su jugo amargo en una noche.17
En una reseña lúcida, José Gorostiza advertía no solo estos aspectos estilísticos, sino la extraña vertiente espiritual:
El libro tiene dos aspectos equívocos. Parece, por la forma, ultramodernista; por los asuntos, teosófico. Y no es ni una ni otra cosa. Está escrito espontáneamente, sin prejuicios retóricos. (Así debiera ser el ultramodernismo, si los autores no cayeran irremediablemente en la retórica de su espontaneidad). Y las ideas de Nahui Olin son resultado de una observación directa y sencilla, ajena a la torcedura de una previa ilustración teosófica. Óptica cerebral es un libro puro donde no cayó la semilla de otros libros18.
Acertado en lo fundamental, a Gorostiza le falta un documento con el que nosotros sí contamos y que apunta a una dirección teosófica más clara, como se verá más adelante. En 1923 publicó su segundo poemario, Calinement je suis dedans (Tierna soy en el interior) 19, un poemario más autobiográfico en el que asume con alegría su sexualidad y dedica un poema a explicar su arte de posar en términos también espirituales:
cuando poso aporto siempre una nueva cosa que es mi espíritu derramado en micuerpo saliendo por mis ojos20
En otro poema podemos encontrar una explicación de cómo se siente conectada con el sol, pues su nombre elegido alude justamente al movimiento de ese astro, en un acto ritual y un juego de refracción:
corté la mitad de mi cabello para dar un poco de oro de mi cuerpo al SOL que viene de lejos hasta mí para amarme y mi tesoro el oro del cabello que me corté regresa de lejos al SOL hasta mí para amarme21
Un año más tarde aparece A dix ans sur mon pupitre (1924),22 un libro que surge, como su nombre indica, de pensamientos realizados a los diez años cuando estudiaba en un colegio de monjas francesas en la Ciudad de México; un texto del que sorprende a todos los lectores el nivel de conciencia de sí misma y de la tradición:
Tú amas, tú crees amarlo todo y nada te basta. Quieres sumergirte en los pensamientos de Pascal, Voltaire, Renan, Platón y Aristóteles para saciar tu razón, para practicarla, para engendrarla, […] para demostrarle que el pensamiento humano es infinito […]
la vida no ha sido hecha para mí, porque soy una llama devorada por sí misma y que nada puede apagarla. […] ¿para qué ser tan comprensiva, tanto, si se me obliga a vivir primero bajo la tutela rigurosa de mis padres y luego la de un marido? Así la mujer se convierte en un problema social bien resuelto para la conveniencia de los gobiernos y de las costumbres23
En 1927, poco después del fin de su relación con Dr. Atl, la autora decide quedarse con el pseudónimo, pero, en un ejercicio de apropiación, publica justamente una plaquette titulada Nahui-Olin24 sólo ocho páginas pagadas por ella con su sueldo de maestra de pintura en donde “además de autodefinirse, critica la deshumanización de las sociedades utilitarias”25que imponen un número a los seres y les imposibilita descubrir quienes son. Ella escapa de esa fatalidad al cultivar su inteligencia y reconocer que
Mi nombre es como el de todas las cosas: sin principio ni fin, y sin embargo sin aislarme de la totalidad por mi evolución distinta en ese conjunto infinito, las palabras más cercanas a nombrarme son NAHUI-OLIN. Nombre cosmogónico, la fuerza, el poder de movimientos que irradian luz, vida y fuerza. En azteca, el poder que tiene el sol de mover el conjunto que abarca su sistema, pero, sin embargo, hace siglos que existe mi sustancia sin nombre alguno y va evolucionando y hace siglos y ahora mismo que no tengo nombre y voy marchando sin descanso alguno en un tiempo sin fin y soy en una faz distinta el sin principio ni fin de todas las cosas26.
Se advierte esta convicción trascendental en algo esencial en el ser humano que no muere con el cuerpo, puede ser el alma o el espíritu, pero ella la llama “sustancia sin nombre”. Pero sorprende de la plaquette al mismo tiempo que no dedique páginas a justificar de forma exotista el nombre “azteca”, algo parecido a lo que si hará Dr. Atl en Un grito en la Atlántida: “En la leyenda Atlántea de Platón solo hay una verdad tangible: los vocablos Atlántico y Atlántida pertenecen a la lengua náhuatl”27. Nahui-Olin lo utiliza como una herramienta para desautomatizar el castellano impuesto socialmente, pero no dentro de una cosmovisión de raigambre prehispánica.
Diez años después aparecerá su último libro, Energía cósmica28 bajo el sello editorial Botas, dato relevante pues esta editorial apoyaba la publicación de obras esotéricas, ya que Salvador Botas era un reconocido espiritista. Se trata de un ensayo libre, cercano a un tratado o un libro de aforismos, en donde la autora lanza sus reflexiones desde el inicio y solo al final las justifica a partir de una experiencia de muerte que se analizará más adelante. Si bien se publica en 1937, sus estudiosos señalan que fue escrito entre 1923 y 1928,29 porque comparte algunas temáticas con Óptica cerebral, pero el relato que aparece al final indica los cambios operados después de una década de experiencias.
Si se toman en cuenta las características de una “escritura femenina” de acuerdo con Helene Cixous30. toda su obra cumple con algunas: no hay un orden racional, ni un solo género literario, son textos híbridos, mezcla de poemas, ensayo, fragmentos aforísticos, pasajes de un diario; discursos generados a partir de impulsos vitales que desafían la lógica de las tradiciones literarias, filosóficas y hasta esotéricas, sin renunciar a ellas por completo.
Entre el influjo del espiritismo racionalista o trincadista y la New Age científica
Entre los que han mencionado aspectos cercanos a lo que se trabaja en la actualidad como esoterismo, además de la breve reseña de José Gorostiza sobre su proximidad con la teosofía, destaca la tesis de Álvarez García, quien analiza aspectos espiritistas en Óptica cerebral a la luz, sobre todo, del libro El espiritismo y la creación poética de Jon Aizpurua, un reconocido divulgador español del espiritismo31. Sin embargo, no hay una introducción histórica, ni diferenciación suficiente entre los distinos espiritismos, tal como se estudian en la actualidad desde la esoterología; es decir, entre el temprano espiritismo o espiritualismo norteamericano y la reforma espírita del francés Allan Kardec a mediados del siglo XIX, la que, de acuerdo con José Ricardo Chaves, más hallamos en tierras mexicanas32. Se limita a señalar que sus biografos no lo han documentado y, a partir de los textos poéticos compilados por Aizpurua, establece paralelismos con el poemario de Olin vía los temas del amor, la evolución del alma, la creación como necesidad espiritual básica o la igualdad que nos otorga el origen compartido de la vida. De nuevo, ninguno de estos aspectos aparece contextualizado ni explicado en términos intertextuales, lo cual imposibilita saber si los paralelismos están influenciados por el espiritismo o se deben a coincidencias derivadas de otras fuentes comunes: como el hermetismo, el neoplatonismo, la cábala o el misticismo. Hay al menos dos términos clave en la obra que nos pueden ayudar a iniciar la exploración de esas corrientes esotéricas subterráneas: el éter y el Simoun.
El éter se consideraba un fluido invisible, sin peso y elástico, que llenaba todo el espacio y constituía el medio transmisor de todas las manifestaciones de la energía. El término proviene de Aristóteles y fue utilizado en la alquimia desde la Antigüedad: “Aristóteles complementa el esquema cuádruple [de fuego, aire, tierra, agua,] con un quinto elemento, la […] ‘quintaesencia’ o ‘éter’, que constituye los cielos y las estrellas. Este ‘éter’, también conocido como spiritus, y como pneuma por los neoplatónicos, regula la mezcla correcta de los elementos sublunares, al formar las cosas terrestres a partir de la prima materia”33. Esta teoría prevaleció hasta el siglo xx, y en las corrientes más importantes del ocultismo, es decir, en los discursos esotéricos del siglo xix como el espiritismo y la Sociedad Teosófica, aparece resemantizado a partir de la influencia de la teoría del magnetismo de Atanasius Kircher (Magnes sive de arte magnetica opus tripartitum, 1643), de la “teología de la electricidad” de Friedrich Christoph Oetinger (1696-1765), de la Naturphilosophie de Johann Wilhelm Ritter (1776-1810) y, sobre todo, del magnetismo animal de Franz Anton Mesmer (1734-1815). En el concepto de “Fohat” de la Doctrina Secreta de Madame Blavatsky, la fundadora de la influyente Sociedad Teosófica, se pueden apreciar reunidos estos sentidos de la tradición esotérica occidental mezclados con sus características fuentes orientalistas y lo describe “como el ‘poder vital eléctrico oculto’, ‘el poder vital eléctrico personificado, la Unidad trascendental vinculante de todas las Energías Cósmicas, tanto en los planos invisibles como en los manifestados’”34. Además, aparece como el segundo orden de la jerarquía de los Poderes Creadores, junto al fuego (Estancia VII. “Los padres del hombre en la tierra”) y es entendido como el quinto de los siete Elementos Cósmicos, semimaterial, en un nivel entre los cuatro físicos y los dos alejados por completo de la percepción humana35.
El éter aparece en El libro de los espíritus de Allan Kardec a través de la noción de “principio vital” que “reside en un fluido especial, universalmente distribuido y del cual cada ser absorbe y asimila una parte durante la vida, así como vemos a los cuerpos inertes absorber la luz. Este sería entonces el fluido vital que, conforme a ciertas opiniones, no sería otro que el fluido eléctrico animalizado, designado también con los nombres de fluido magnético, fluido nervioso, etc.”36 El gran quiebre de esta teoría es el generado a partir de los planteamientos de Albert Einstein: quien escribió contra el éter electromagnético y propuso un éter gravitatorio37
En Olin, el éter no está jerarquizado junto con otros elementos, ni aparece la frase “fluido universal” de Kardec; tampoco se advierte una complejidad orientalista como en Blavatsky, aunque sí es relevante que utilce el mismo término de “energía cósmica” para el título. Aunque el éter está vinculado con el magnetismo y la electricidad, también tiene una capacidad de unión o comunión con el otro de manera radical por lo que considero que su propuesta se halla influida por el trincadismo, esto es, una corriente esotérica hispánica, derivada del espiritismo kardeciano, compuesta por las obras del electricista español emigrado a Argentina, Joaquín Trincado, fundador de la Escuela Magnético Espiritual de la Comuna Universal o, por sus siglas, emecu. Como ha estudiado Alejandra Galicia, el trincadismo llegó a México en 1923 vía una asociación espiritista, el Centro Familiar Espírita “Unión Fraternal” de la Ciudad de México, aunque un año después, debido a diferencias con la Federación Espírita Mexicana, se adhiere a la emecu directamente y, a partir de entonces el trincadismo, también llamado espiritismo racionalista, circula en el país de manera acelerada38. En Buscando a Dios y Asiento del Dios Amor, Joaquín Trincado decía en 1931:
Yo os digo aquí como Jesús dijo: “Si os entendéis hablad como queráis”. Llamad espíritu, fluido universal, éter, substancia cósmica y si queréis materia; una es la substancia, viva por esencia y activa por naturaleza, de cuya actividad proviene el movimiento; del movimiento, las infinitas combinaciones, y de éstas, por consiguiente, las infinitas formas. El átomo, unido a otros átomos forman la molécula, las moléculas afines, se atraen, se unen y forman los cuerpos; de este principio, (ley física) con sus leyes de atracción y afinidad, se formó el insecto, la flor, la piedra, la montaña, los mares, los continentes, el planeta entero y el hombre39.
Mientras que en Energía Cósmica de Nahui Olin puede leerse:
El movimiento que existía en el éter en electricidad en el frotamiento de los átomos de la materia, produjo en algunos de ellos mejor acondicionados que otros, la energía eléctrica, que se convirtió en un dínamo portentísimo el sol, que convierte su energía eléctrica en energía mecánica y la envía en sus rayos, el calor, la luz, el movimiento en innumerables sentidos, en diversas intensidades de fuerzas que han sido la causa del Universo40
Se advierte de inmediato un léxico compartido: referencia a átomos, movimiento, materia y energía eléctrica como explicación universal. Sin embargo, en Nahui Olin aparecerán además especulaciones provenientes de la radioactividad y de la relatividad general que critica, no en sus postulados básicos, sino en su falta de integración de la subjetividad, pues, para ella: “acaso podríamos imponerle una medida de relatividad o de absolutismo a una totalidad inabarcable para la cual no existe medida de tiempo o espacio y que las fuerzas inconscientes emanantes de ella producen movimientos diferentes son conocimientos de ningunas matemáticas ni ley de relatividad”41. Es decir, lo infinito no puede ser estudiado por la ciencia porque excede sus parámetros, solo puede ser comprendido a partir de una característica básica del esoterismo en tanto visión de mundo: el principio de analogía entre lo cósmico o más bien macrocósmico y lo humano o microcósmico.
La analogía también se encuentra en el segundo término para vincular de manera más contundente a Olin con la Escuela de Trincado, el de Simoun, vocablo quizá de origen árabe que alude a un viento seco y abrasador proveniente de África. Aparece con esa acepción en el “Manifiesto Ultraista Vertical” de Guillermo de Torre en 1920 ya citado; pero Olin no lo utiliza así, sino en un sentido esotérico en el capítulo “El infinito de los infinitos”:
mi imaginación fantástica remonta para pensar en la increíble creación […] La invención que la impaciencia de mi satisfacción me exige es larga a buscar, pero no imposible, y científicamente, positivamente, yo quiero una transformación material […] porque no somos otra cosa que esto, somos átomos perfectamente equilibrados en un simoun continuo, sin átomos susceptibles de transformación y nuestro corazón que está hecho de grandeza, se ha vuelto polvo de un simoun maldito. Inventar el infinito en cada átomo y la perfección en sus ínfimos de felicidad renovados de cosa continuamente creada y la humanidad sería una divinidad jamás cansada en una eternidad42.
En el Código de la Ley Fundamental de La Comuna de Ley y Amor se establece la fundación de la emecu debido a que Trincado presenció un momento astrológico propicio: el nacimiento de la segunda luna, dada a luz por un misterioso ser, nombrado Simoun; relato que evoca una mitología quizá emanacionista43.
En Buscando a Dios, el Espíritu de Verdad, a través de un médium, señala los efectos de este acontecimiento:
la malicia de los supremáticos [es decir los poderosos, materialistas descreidos] ha prejuiciado a los espíritus, llevándolos a la impotencia; pero el simoún tronará formidable y hará despertar a los dormidos, cayendo con valor sobre los que se han desnaturalizado y arrollarán y pisotearán sus falsos principios, enarbolando como bandera, el amor; único principio44.
Aunque faltaría un estudio más amplio, este tipo de cosmovisión y su lectura crítica de la Iglesia católica45 permitiría clasificar la obra de Trincado como gnóstica en el sentido acotado que puede encontrarse en las escuelas de los primeros siglos de la era común46, o como ha propuesto llamarlas Michael Allen Williams: tradiciones demiúrgicas47, debido a los relatos que establecen la creación del mundo material proveniente de un demiurgo o falso dios que en ocasiones adquiere la imagen del dios judeocristiano. En este caso el Simoun funciona como un dios verdadero que dio a luz a un ser salvador de la humanidad, la segunda luna de Jacob, que la ayudará a salir de la ignorancia y la maldad por medio del amor y de su mensajero en la tierra, Trincado.
A la luz de estos significados, lo que parece transmitir el fragmento antes citado de Nahui Olin es el reconocimiento del simoun microcósmico (entendido como el constitutivo del hombre, es decir, su espíritu o el pneuma en el esquema neoplatónico) como continuidad del simoun macrocósmico que se menciona en los textos trincadistas, siguiendo justamente una cosmovisión emanativa: “somos átomos perfectamente equilibrados en un simoun continuo.”48
Sin embargo, Energía cósmica de Nahui Olin va más allá de la base gnóstico-mitológica judeocristiana de Trincado, porque, como menciona en el mismo párrafo: “científicamente, positivamente, yo quiero una transformación material”. El libro es un diálogo con los planteamientos científicos de su época con el objetivo de encontrar respuestas a sus intuiciones trascendentales: “La relatividad del espacio y del tiempo que Einstein ha comprobado matemáticamente y físicamente, y que ha dejado satisfechos a los sabios y que yo aplaudo con entusiasmo pero que difiere de mi modesto modo de pensar”49 que podría resumirse en las siguientes palabras:
Mi sensibilidad ha bebido, ha chupado los dolores que forman el infinito y yo he hablado al Universo no desesperado, pero aplastado bajo una apariencia de resignación que es la impotencia […] la cualidad del infinito comienza a ser una luz para descubrir el porqué de este nosotros que me intriga, por esta vez yo creo que la energía desconocida que mueve todo se ha equivocado creándome, porque todo parece estar dormido en la sumisión, excepto yo que no dejo de pensar tan inmensamente cómo puede ser el infinito y que quiere encontrar un medio de volverse más fuerte en mi carne50.
Así, con estas palabras hemos dado una vuelta a la espiral, porque sus especulaciones regresan constantemente a su cuerpo y a su voz, a su conciencia e identidad: Nahui Olin, el movimiento solar va más allá de la circunstancia terrenal Carmen Mondragón.
Lo dicho hasta ahora permite afirmar que los planteamientos en este tratado parecen hallarse a medio camino entre una explicación ocultista de entre siglos y los planteamientos New Age de la segunda mitad del siglo xx. Aunque todavía se está revisando la pertinencia del uso del término en la academia51 me parece que puede ser útil para ubicar a la autora sobre todo en la que se ha catalogado como su vertiente científica pues, como ha estudiado Wouter Hanegraaff tienden a utilizar la ciencia contemporánea como explicación de nociones cósmicas espirituales52. De la Torre y Gutiérrez Zúñiga en su genealogía de la Nueva Era en México ubican a Nahui Olin justamente como “precursora del sentido holístico del universo”53. Olav Hammer señala que una diferencia entre las propuestas New Age y los planteamientos blavatskianos responde únicamente al estado de la física en los años productivos de Blavatsky, 1870 y 1880; pues la propia Blavatsky señalaba que era cuestión de tiempo para que surgiera un nuevo tipo de ciencia que rescate la sabiduría de los antiguos sabios indios, despreciada por los intolerantes. “El holismo, una visión del cosmos como un todo interdependiente, obtendrá, según Blavatsky, el reconocimiento tardío de los astrónomos y filósofos modernos”54. Nahui Olin podría ser un eslabón latinoamericano de ese esfuerzo por coordinar física y eternidad.
El concepto clave, por supuesto, es el de energía. Algunas propuestas de la nueva era recuperan la visión del cuerpo humano en términos teosóficos, pero a menudo no necesita sistemas complejos, como señala Lisbeth Mikaelsonn, la energía puede entenderse como:
un “patrón de encarnación” que consiste en el cuerpo de una persona, sus recuerdos y disposiciones mentales, sus relaciones con otras personas, el lugar en el que vive y trabaja, y su participación en la realidad última. El cuerpo individual se concibe como una parte integrada de un todo mayor al que afecta y por el que se ve influido. A su vez, el patrón del “cuerpo amplio” puede modificarse mediante el uso de técnicas de manifestación. Según este punto de vista, el ser humano individual es un nodo energético compuesto en una red holística de intercambio de energía, implicado en interacciones y procesos continuos con todas las capas de la existencia, desde el mundo de los átomos hasta el universo circundante55.
En la obra de esta autora se nota claramente una voluntad de afirmación de sí misma, no como un ser cotidiano, sino como un ser cósmico y espiritual cuya mayor ambición era adquirir la comprensión de todo lo que pudiera, no solo a través de lecturas, sino a partir de sí misma, de su cuerpo, de su mente, de lo cerebral, de sus poderes cósmicos y radioactivos que explica en Energía cósmica, pero que provienen de experiencias visionarias como las que examinaremos a continuación.
Estados alterados de conocimiento: dos relatos
Desde los orígenes de la esoterología se ha mantenido presente la discusión de los límites entre lo que se considera mística o misticismo y lo esotérico, sobre todo en uno de sus términos clave: la gnosis, palabra griega que designa un conocimiento trascendental. Faivre las separa tajantemente, más como un ejercicio de posicionamiento frente a la ya entonces larga tradición de estudios místicos en la academia francesa56, que definen la mística como una experiencia de unicidad con Dios o lo absoluto, presente en todas las religiones. Kocku von Stuckrad, con una palabra —enredo [entanglment]—, ofrece una herramienta de interpretación discursiva: “Un discurso místico puede estar enredado con uno esotérico, si las pretensiones de conocimiento se derivan de las narraciones místicas. Un discurso gnóstico se enreda con uno esotérico, si las nociones de salvación están vinculadas a las pretensiones de conocimiento perfecto”57. Hanegraaff opta por hablar de “estados alterados de conocimiento”58 para dejar clara la distancia con los “estados alterados de conciencia” estudiados por la mística con un enfoque psicológico59.
En la obra de Nahui Olin encontramos dos narraciones que describen experiencias de este tipo. La primera aparece en unas hojas sueltas fechadas alrededor de 1922 por Patricia Rosas Lopátegui, en franca conexión con el poemario Óptica cerebral, pues aparece esa misma frase. Se trata de un sueño en el que se le presenta un ser extranjero, de piel bronce y ojos negros grandes con el que sintió una conexión magnética, “la comunicación de nuestras fuerzas fue automática”60. En dicha comunicación le dice: “eres un eterno presente, [le] dijo tu nombre es infinito o Piriti y desapareció silenciosamente”61.
El término que subrayo es el que puede sustentar la apreciación de José Gorostiza sobre la naturaleza teosófica de Óptica cerebral, pues podría tratarse de dos palabras en sánscrito: la primera opción es “prîti”, definida en el Glosario Teosófico de Blavatsky como “alegría, gozo, contento; placer, gusto; afecto, amor, amistad”62; ya que el texto de Olin avanza en esa dirección:
Un extranjero se presentó donde yo vivía. Como por medio de adivinación el color era de bronce y los ojos de carbón […] No tenía vellos, esa juventud extraña, sólo en su sexo parecía un reptil que encantaba con sus músculos elásticos como caricias antiguas heredadas, pero nuevas por una nueva fuerza. Yo misma arranqué mis ropas, los espectadores se quedaron mudos y como absortos dentro de una contemplación que les es particular. Por un mismo impulso nos arrojamos al agua los dos y se oyó a lo lejos una música sorda, de cuerdas […]. El choque de dos cuerpos en el agua y se encontraron las carnes enlazadas, suaves por el agua, y el agua secundaba las caricias de las pieles, nadando como bestias los sexos se encontraron63.
La segunda opción es el vocablo que Blavatsky remite a la primera raza dentro de su antropología astrológica, “Pitris”, que apareció “bajo la protección del Sol (o más bien de Urano, que místicamente lo representa) […] fueron denominadas Raza de los Dioses, hijos del Yoga […]. Son formas enormes, filamentosas, proteicas y etéreas, […] Ninguno de estos seres podía morir […]. El fuego era su elemento.64 Precisamente el extranjero le dice que Piriti es “infinito”, por lo tanto, encaja con esta definición de un ser eterno; además, se debe recordar que el nombre Nahui Olin alude al movimiento renovador del astro solar: “En azteca, el poder que tiene el sol de mover el conjunto que abarca su sistema”65.
Más allá de la teosofía se pueden entender otros dos elementos. El primero es la descripción exotista del personaje, pues el apelativo “bronce” nos marca un desplazamiento del indio teosófico hacia el indígena prehispánico. Este aspecto racial podría perfilar una postura parecida a la de José Vasconcelos, secretario de Educación Pública de 1921 a 1924, en la que la raza latinoamericana, al ser un crisol de razas, sería la más evolucionada, ya que en el texto breve de Olin vemos un rechazo de su propia ascendencia europea, mientras que exalta al extranjero por su superioridad espiritual:
No era ciertamente autóctono de una raza, pasó con una velocidad que sólo la atmósfera con fuerza vibrante dejó como la dinámica de un espíritu ya evolucionado en misterios del más allá. Eran unos ojos aun enormes, de un brillo magnético y en espacios alargados con la fijeza de la absorción y el bronce brilloso como de ungüentos extraños […] Esto fue sol, luz y era la luz de México. Mis ojos verdes se reconcentraron con voracidad, lo único desarmonizante era mi traje europeo; todo estaba reinado dentro de una totalidad de colores y de masas de una voluptuosidad pavorosa; estaba yo en la realidad o en una leyenda de tradición misteriosa con un lujo exorbitante que sólo puede tener un príncipe que desconoce lo europeo66.
Es cierto que la denominación es anterior, pues ya el modernista Amado Nervo la utiliza para exaltar a Benito Juárez, en su poema “La raza de bronce” de 190267 y es luego empleado en un sentido indigenista en la novela homónima del boliviano Alcides Arguedas, publicada en 1919. Aunque la narración de Olin está fechada alrededor de 1922 y el ensayo más temprano sobre los aspectos raciales de Vasconcelos apareció en 192568, puede ser que las ideas de Vasconcelos ya circularan desde 1921 por su posición en la Secretaría de Educación, pero, lo más probable es que solo sea reflejo del contexto cultural de la época que fundamentaba la reconstrucción del país tras la guerra civil en la homogeneización del pasado vía la raza de bronce y que se puede apreciar visualmente en el muralismo mexicano. No obstante, hay en Olin un cambio de perspectiva, desde este texto de inicios de la década de los veinte, hacia la década siguiente, pues en su plaquette Nahu-Olin, de 1927, cuando explica el sentido que ella da a su nombre escribía: “Hijos de princesas y de esclavos de razas diversas qué me importan vuestros padres si ellos son un factor inconsciente de producción por medio de los cuales pasasteis a la vida, […] para mí los humanos no tienen más nombres que los que son en fuerza cerebral, y sólo existe entre ellos la distinción del vulgo por la superioridad de la inteligencia”.69 Esto se refuerza en sus pinturas “indigenistas” de 1934, de las que comenta Tomás Zurián: “Pinta al indio verdadero, que siente dignidad por su raza, con sus grandezas y miserias y no hundido melancólicamente en el ancestral trauma de la conquista, de su cultura pulverizada, de raíces destruidas donde el pasado pierde su esencia en favor de un pesado sincretismo70. A pesar de no defender un discurso esotérico-racial en el mundo consciente, puede haber dos opciones de interpretación de este rasgo en el relato: en una lectura émica convenimos que el maestro esotérico sí adquirió la forma y figura de un ser de otra raza, fundamentando sin querer las ideas esotéricas de la época; o bien desde una lectura ética la aparición de este personaje es un reflejo inconsciente del imaginario de la época.
El segundo elemento es una mención fundamental sobre mundos intermedios: “mi imaginación creía esperar nuevas ideas de algo que vaga por el espacio de centros que el mundo llama de ocultismo, pero sentí que mis pensamientos se renovaron, prepararon mi materia y mi óptica cerebral para una revelación de placeres nuevos, cósmicos”71. Este rasgo es uno de los criterios decisivos que se suele rastrear para distinguir un discurso místico de uno esotérico, pues el primero busca una experiencia sin mediación72. Es curioso cómo, al parecer, dentro de su experiencia visionaria su mente se adelanta y espera contemplar esos mundos esotéricos y en cambio obtiene una experiencia más parecida a la de los místicos, expresada en paradojas: “en mi sueño en la noche oí una voz, vi un color, un silencio que profundizaba cosas que parecían irrealizables”. No obstante, la idea de una revelación de placer cósmico exige pensar en otras posibilidades.
Hugh Urban ha estudiado la magia sexual en las corrientes esotéricas, desde alusiones en la cábala y la alquimia renacentistas, hasta prácticas sistematizadas de, por ejemplo, el norteamericano rosacruz Paschal Beverly Randolph (1825-1875), de la Ordo Templis Orientis (O.T.O.) fundada a finales de 1890 por Theodor Reuss y Carl Kellner, y del Thelema de Aleister Crowley (1875-1947)73. Aunque es necesaria una investigación detallada de la liberación sexual de Nahui Olin a la luz de estas propuestas de magia sexual que circulaban en la época, al menos en este texto breve no aparecen alusiones a prácticas mágicas, sino que el sexo se vuelve una forma de transmisión de conocimiento cósmico, por lo que puede ser más acertado pensar en un hermetismo, quizá intuido. Al contemplar al ser de bronce menciona: “Ni una palabra entre ambos, sus ojos eran maravillosos, hablaban y la boca roja carnosa, como un corazón marcado, pero ancho, sensual, parecía una nueva máquina de placer y de silencio sabio como el infinito”74. Tras el choque de los cuerpos, Olin escribe, sin ninguna acotación a lo que viene ni ninguna explicación extra: “Y la humanidad era una enorme totalidad y realidad y la humanidad hizo desaparecer el mundo, los mundos cósmicos”75. El relato termina así: “Y aquel espíritu que era la única representación que yo he conocido del antes de nacer, del antes de vivir, empezó lo que no había tenido principio76 Como señala Hanegraaff, en el tratado hermético Asclepius, el amor “se entiende, pues, en términos sexuales y eróticos, como el misterio último del nacimiento o la creación: no es el agapē (‘caridad’) del lenguaje cristiano, y tampoco exactamente el erōs platónico, sino el poder mismo de la vida.”77.
Por último, es necesario resaltar el lenguaje con el que transmite los aspectos sensoriales y los efectos cognitivos del encuentro. En primer lugar, en tanto experiencia visionaria, hace referencia a lo observado: “En mi retina fue una cosa del silencio; para el mundo está fuera de la comprensión de hechos de la vida y lo escribo porque nadie puede entender que esto es el hecho de una revelación de un futuro, de un punto de colocación en la atmósfera.”78 Es una aparente sinestesia, pues el silencio no se puede ver, pero quizá alude al movimiento reflejo de abrir más los ojos cuando se quiere escuchar mejor en la oscuridad. En otro fragmento señala: “Parecía que siempre había visto su espíritu y porque no me había él robado desde mi cuna, un tanque de mosaico del tiempo a la conquista azul, azul, el agua verde, verde y un inmenso jardín estaban en su propio país dentro de otro país.”79 Aquí se recurre a la repetición de adjetivos-colores con una intención superlativa, como una forma de representar lo vívido del sueño; también aparece una imagen arquitectónica de espacios superpuestos, algo que parece posible en otros planos de realidad.
Con respecto a este último aspecto, hay otros fragmentos en los que se percibe el trastocamiento del espacio-tiempo: “Los días se llevaron la impresión de esa aparición vertiginosa”; “Las horas transcurridas desde ese instante fueron como una serie de momentos de rotaciones diversas que me elevaban en planos más sensibles a las distancias desconocidas”.80 El viaje dibuja una espiral en ascenso, experimentado en instantes alargados donde incluso el olfato se ve afectado: “Fuertemente invadía de perfumes que no sé de dónde serían porque eran suaves, eran fuertes, que parecía que los poros temblaban de sentirlos y mi ser se convirtió en olfato y mi sexo era imperiosamente descubierto y envuelto en olor que era un desmayo semejante a la muerte”.81
Olin no describe el despertar del sueño, pero sí interrumpe la narración en el momento que otros seres se integran al encuentro: “Comenzaron las pieles vibrantes de los eunucos con caricias imperceptibles, como pensamientos, y tan sabias, pero estaban hechas para la incontinuidad de los seres, para mí no, que soy la continuidad que mata, necesito la soledad de los dos, que era la infinidad de los dos, para que empezara el verdadero movimiento cósmico sexual”.82 No sorprende que exista una continuidad entre lo corporal y lo mental, el sexo transmite la gnosis, las caricias son pensamientos sabios, lo que sí es extraño es que Olin rechace el connato de una orgía y prefiera un encuentro heterosexual entre dos infinitos, lo cual también podría evocar unas bodas alquímicas, pues estas se refieren a la unión de dos principios usualmente representados como el rey y la reina83, pero, de nuevo, la imagen cósmica ratificaría desde mi perspectiva la visión hermético-erótica del texto.
Ahora bien, el hecho de que sea justamente en medio de la experiencia que su personalidad, fuerte y decidida, pueda reconocer sus límites e interrumpa el momento gnóstico, desde el punto de vista de una iniciación es un error, porque el ego se está imponiendo cuando debería atenuarse para dar paso a la enseñanza, pero en su caso es imposible no pensar en la dimensión sociocultural: una mujer que se conoce a sí misma y puede poner límites. Esta transgresión esotérica, vista así desde la tradición patriarcal, se vuelve una ventaja en la tradición femenina moderna, pues solo ejerciendo su voluntad y libertad puede seguir alineada con su camino esotérico. Al mismo tiempo, el caso de Olin también cuestiona la representación de prácticas femeninas hipersexualizadas en el esoterismo, como es el caso de la diosa Babalon en el Thelema de Aleister Crowley, “la sacralización del impulso sexual”84, ávida y violenta. Como señala Amy Hale la mayoría de las prácticas y discursos esotéricos de mujeres poco tienen que ver con ese imaginario fundamentalmente masculino durante el siglo xx:
Aunque el esoterismo se asocia a menudo con la transgresión, el tabú y la heterodoxia, las mujeres perfiladas en este volumen demuestran las múltiples formas en que las normas y los valores se enmarcan dentro de los contextos esotéricos. El lector moderno o posmoderno podría sentirse frustrado ante la aparente contradicción de que muchas de las mujeres aquí retratadas se considerasen progresistas para la época y, sin embargo, la lente a través de la cual estas mujeres filtraron la mayor parte del mundo apenas es radical para los estándares actuales y, en la mayoría de los casos, reforzó normas categóricas.85
Olin mantendrá esta firmeza en sus convicciones no sólo a riesgo de interrumpir el conocimiento esotérico, sino a pesar de pagar el precio de la soledad durante el resto de su vida.
El segundo relato aparece en Energía cósmica, justo en el último capítulo titulado “Relación de continuidad entre la vida y la muerte o el más allá”, a partir de la muerte de un gato llamado Menelik:
En una noche del 11 de julio a las 12 y cuarto, rápidamente se le opacaron los ojos a la luz de esta vida para ver más allá en lugar indefinible, en mis manos expiraba después de manifestarme con su run-run que estaba contento conmigo al momento de evaporarse su fuerza que mantenía su carne, sentí un choque imposible de traer a las sensaciones con su mismo espíritu de él y pude tener doble vista, le vi sufrir, su cuerpo del abandono de su fuerza y le vi embriagarse al mismo tiempo de una satisfacción de vivir en la verdad de los hechos sin sexos ni especies, crecer y marchar en infinitos con velocidades, otras de las velocidades conocidas de la vida de los hombres y fui con él con un temor porque yo no había muerto y los restos de vitalidad orgánica me hacían cobarde86.
Al inicio del capítulo había definido la vida y la muerte en términos de “continuidad evolutiva”, es decir, antes y después de vivir se produce un salto en el que toda la energía acumulada de “cualidades sensitivas” se extiende hasta el infinito; dicha energía bien podría ser el alma pero Nahui Olin pone mucho cuidado en no utilizar esa terminología, en cambio, la define así: “yo la llamo poder de fuerza sin ley de atracción, sino que por su propia energía de carácter de fuerza maravillosa para ser infinitos en ella misma y salirse de ella misma a vivir otros infinitos sin dejar de vivirse con su personalidad”87. Esta forma de conceptualizar lo que está más allá de la vida orgánica posibilita la experiencia:
yo viví un milésimo de segundo, pero se lastimó mi organismo al grado de sentir un aniquilamiento cuando volví a la vida en dos días y caminé como sonámbula debilitada para controlar mi fuerza mecánica […], vi el misterio, lo vi y sentí saltarse mi inteligencia hambrienta y por más que ella quiso quedarse, mi cuerpo la arrastró a la vida como si una obligación oculta de una misión que ahora espero definitivamente para irme ya de aquí, pues gocé tanto tanto en el más allá en ese milésimo de segundo que ansiosa espero el choque de dolor y de goce que es la muerte de esta vida para otra más intensa, es decir, infinita88.
Descubre el poder de transmutación de la materia, el accidente que somos en este plano de existencia, algo que ha manifestado en otros trabajos es explicado aquí a partir de un relato gnóstico:
En una noche en que un ser que yo había penetrado su misterio […] nos encontramos los dos disfrazados de distintas cosas, yo era una mujer y él un gato negro con dos ojos, inmensidades verdes, sólo por allí se veía su fuerza y nos amamos en todas las formas intensas de cualidades que podían desarrollar nuestro espíritu, si en un milésimo de segundo ese gato de nombre Menelik, se hubiese convertido en individuo conservando su personalidad, inmenso misterio para todos, excepto para mí, conscientes él y yo de saber que no podríamos actuar con la potencia de nuestro cerebro, de nuestras fuerzas ocultas, nos matábamos a la vez para sentir juntamente la satisfacción de extendernos sin límites89.
Ha tenido una experiencia no sólo de conocimiento de una verdad oculta, sino que ha adquirido real sabiduría porque decide callar y aceptar las cosas cual son: “ya no puedo ocultar que para mí no existe el misterio y no me es permitido decir más, no por temor a nada, pero porque veo necesario lo existente tal como es para existir.”90
¿Sería esta sabiduría y decisión de callar lo que llevaría a Carmen Mondragón a dejar de escribir? Porque estas fueron parte de sus últimas palabras publicadas. La definición de Hanegraaff, “estados alterados de conocimiento”, me parece más acertada para la forma de expresarse de Olin, ya que resalta lo intelectual, la sabiduría, lo cerebral. Pero, aun siendo el elemento principal, no es el único; así que en términos de Stuckrad podríamos afirmar que estas dos narraciones experienciales son esotéricas porque nos transmiten una idea de conocimiento totalizador, pero, al menos en el primer caso —cuando dice que lo observado está fuera de toda comprensión— está enredada con la afasia que acompaña la tradición de experiencias místicas: “El místico es alguien que sabe que la verdad real, la verdad significativa, no puede expresarse completamente con palabras”91. En el segundo caso vemos una actitud más esotérica pues ella elige callar, no es que no pueda o le falten palabras; dice claramente: “todo ya me es sabido, conocido, nada me es ignorado”92. A diferencia del primer relato en el que interrumpe el encuentro erótico cuando detecta algo que no es para ella, en este se advierte la alegría de transmitir su estado gnóstico por medio de un lenguaje fluido, una libertad quizá mayor a la que podría evocar a través del léxico sexual, ya que es un factor importante el que la unión se dé con un ser de otra especie (aunque después ambos puedan transmutarse en otras especies). Es un texto sincero en el que no le importa ser clara o quien le entienda; todo ello ayuda a reflejar su idea de continuidad, de no distinción entre ella y el cosmos:
—estoy viviendo como dentro de una realidad increíble— esos minutos multiplicados conmigo mismo hasta el infinito mi humanidad con todos los seres, las cosas, los elementos, las atmósferas, las sensaciones, las evoluciones […] si yo me hubiera encontrado un milésimo más allá o menos acá del movimiento que preferí seguir de los múltiples que me rodean y eso me permite vivir de infinitas maneras con todos los humanos, los objetos, los elementos, las sensaciones de tan infinita manera como me dé la gana pues cada movimiento desarrollado hasta el infinito es un mundo de sensaciones, de posesiones, de espasmos, de creaciones93.
A pesar de este importante centro gravitacional, el de la experiencia del más allá, el libro Energía cósmica está catalogado por sus estudiosos como un texto científico por la terminología elegida para nombrar sus capítulos: gravedad, matemáticas, relatividad, electromagnetismo, por ejemplo, y se cita continuamente la audacia de Olin para descartar la teoría de Einstein, pero no se ha destacado con justicia el vector semántico de la obra como fundamentalmente esotérico, tal como espero haber fundamentado en este trabajo.
Conclusiones: movimiento continuo hacia sí misma
El imaginario mexicano que rodea como un aura su vida y obra, específicamente algunas palabras en náhuatl, desde el nombre que adopta, Nahui Olin, hasta el poema en clave feminista al volcán Iztatzihuatl94 permiten su inclusión en un volumen dedicado a estudiar las lógicas de integración de otras coordenadas del saber; sin embargo, en Olin este es un aspecto equívoco porque no conduce a un discurso que exalte necesariamente razas o nacionalidades. La distinción entre los hombres se establece en razón de si hacen caso o no a su infinito interior, por decirlo en sus términos, o entre quienes están dormidos o despiertos en léxico gnóstico. No dispone una cuna del saber esotérico en alguna geografía o raza privilegiada, ni clásica (egipcia o india) ni nueva (americana), sino que trasciende todas, incluso la distinción entre especies.
Su obra marca el inicio de la agencia femenina en el México moderno de manera contundente, quizá desde los albores con Sor Juana Inés de la Cruz, no sólo en la literatura, sino frente al abrumador número de voces masculinas en la historia del esoterismo95; si bien es cierto que se suma a las excepciones iniciadas en la Sociedad Teosófica, con la fundadora Madame Blavatsky y su sucesora Annie Besant; y también con Alice Bailey, quien, salida de las filas teosóficas, funda la Escuela Arcana y se considera la madre de la Nueva Era en su sentido acotado, referente a la interpretación apocalíptica y astrológica del mundo96. Y, como ellas, mujeres con privilegios: blanca, de familia adinerada y con formación en Francia. Nahui Olin está en un lugar mucho más modesto, pues no funda ninguna asociación, pero sí se considera pionera de una forma de escritura libre que no sólo se apropia de su erotismo, sino, sobre todo, de su capacidad intelectual y espiritual. Es esa confianza la que le permite descartar maestros iniciados y volverse ella misma la fuente de su conocimiento esotérico.