Introducción
Desde la segunda mitad del siglo XX, se han difundido, con alcances globales, al menos dos narrativas sobre Costa Rica. Por un lado, se promociona como un ejemplo de políticas de sostenibilidad por la abundancia y exuberancia de sus Áreas Silvestres Protegidas; por otro, es uno de los mayores consumidores de agroquímicos de Latinoamérica con consecuencias socioambientales de alto alcance. Ambos discursos forman parte de la realidad de las poblaciones rurales cuyas dinámicas sociales están sumidas en los entresijos que suponen estos discursos en su vida cotidiana.
El caso de la Península de Osa, ubicada en el Pacífico Sur del país, resulta interesante porque ilustra de manera muy particular esta contradicción. En este espacio, mayormente ocupado por el Parque Nacional Corcovado (PNC), la Reserva Forestal del Golfo Dulce (RFGD) y la Reserva Indígena de Osa Ngöbe Buglé, los campesinos y campesinas1 son actores fundamentales para que existan estas áreas de reserva; sin embargo, enfrentan constantes retos en un país que parece debatirse entre la agroindustria y la conservación.
El trayecto al sur del Pacífico costarricense es un recorrido que deja claro cómo se instaló el proyecto nacional agrícola en la región. En la década de los noventa se observaba cómo grandes extensiones de bosque y pastizales pasaron a formar parte de la agroindustria con la expansión de piñeras en la zona de Buenos Aires, cultivo que se instaló en la zona entre 1977 y 1978 (León, 2020), además de la paulatina transformación de bananeras a campos de palma aceitera en Parrita. Pero, al entrar al camino que lleva al interior de la península, desde la comunidad de La Chacarita en la carretera Interamericana Sur, el panorama iba cambiando: era un camino que avanzaba entre montañas cortando la selva en dos hasta encontrar el Golfo Dulce; luego, una carretera casi plana muy cerca de la costa se abría paso, poco a poco, entre cultivos de arroz, maíz y pastizales; en tanto que, desde el oeste se mantenía el bosque de la cuenca alta del Corcovado. A partir del año 2000, conforme se mejoró la infraestructura vial, estos pastos y zonas de cultivo también se convirtieron en monocultivos de palma aceitera, traspasando lo que parecía la última frontera de la agroindustria en el país.
Para comprender este territorio y sus procesos históricos, este documento se compone de cuatro apartados. Luego de la introducción, se presenta la descripción del proceso metodológico desarrollado, y posteriormente, se profundiza en el enlace entre los procesos de territorialización y el campesinado, así como la propuesta de proyectos territoriales, una categoría de análisis con la que se reflexiona sobre las diferentes dinámicas que se suceden en el espacio. El enfoque conceptual desde la noción de territorio da pie a estudiar la complejidad de las relaciones entre múltiples escalas. Por esto, los resultados se dividen en dos subapartados: en el primero, se muestran las características históricas (1920-2000) del desarrollo social y económico de la Región Brunca de la cual la Península de Osa es parte; mientras que, en el segundo, se abordan las experiencias de OSACOOP, detallando aspectos históricos que han enfrentado las personas campesinas.
Las secciones están entrelazadas por la narrativa de uno de los asociados de la cooperativa, cuya historia de vida permite ilustrar el proceso de poblamiento, desplazamiento y asentamiento de los campesinos en los poblados actuales, aunque se retoman, además datos de otras entrevistas y de fuentes secundarias. Cada una de las etapas se discute a la luz del proyecto territorial agrícola, que refiere a los procesos de territorialización de la agroindustria y la agricultura campesina.
Las conclusiones permiten ampliar la discusión sobre los diferentes ajustes históricos del proyecto territorial agrícola, que han permitido reconfigurar las tensiones existentes entre la agroindustria y la agricultura campesina para sostener la permanencia de esta última en el territorio. Asimismo, se resalta la importancia de reflexionar los procesos territoriales en términos de la especificidad de sus escalas.
Metodología
Este artículo es parte de una investigación cualitativa que hace un acercamiento retrospectivo al territorio. Para ello, se realizó una aproximación con actores clave que dieron cuenta de los procesos históricos que han configurado los proyectos territoriales conservacionistas y agrícola. Los primeros incluyen las acciones de conservación ecológica y las actividades productivas asociadas, como el turismo, en este artículo se hace énfasis en los proyectos territoriales agrícolas, que incorporan las actividades agroindustriales y de agricultura campesina.
El trabajo de campo se realizó entre marzo y julio de 2021, utilizando técnicas de observación participante y no participante en espacios de trabajo de cada organización y el espacio comunitario, y se definió como actor central a las personas campesinas que integran la Cooperativa de Comercialización de los Productores de Palma Aceitera de la Península de Osa R.L. (OSACOOP R.L.), ya que es la única cooperativa activa en el territorio conformada por personas campesinas que realizan tanto actividades de agroindustria, relacionadas con la palma aceitera, como actividades propias de la agricultura campesina, por ejemplo, la diversificación de cultivos, que incluye: cacao, plátano, tubérculos y otros productos de subsistencia.
El acercamiento a la zona de estudio y organizaciones comunitarias permitió identificar que, si bien estos modelos agroindustriales representan algunas tensiones como los límites entre la producción agrícola y la conservación, la instalación de este cultivo no se ha dado solo como resultado del acaparamiento de tierras por parte de la empresa Palma Tica, sino también como parte de las estrategias de organización de los campesinos para garantizar la reproducción de su vida en este territorio.
El objetivo de este artículo es analizar la configuración del proceso socio productivo en la Península de Osa entre 2000 y 2021. Para ello, se hace un recorrido por la configuración histórica del territorio que da cuenta del contrastante entramado territorial que da sentido a las relaciones y paisajes2 actuales de la zona de estudio.
Como punto de partida, se retoman los datos de la revisión de fuentes bibliográficas y de cuatro entrevistas a profundidad, en las que se usan seudónimos para hacer referencia a las personas entrevistadas con el fin de resguardar su identidad. Dos de estas narraciones son el elemento central para desarrollar una descripción de la configuración del proyecto territorial agrario diferenciando dos escalas territoriales: regional y local, para las cuales se definen las periodizaciones que permiten reconocer sus divergencias y convergencias (tabla 1). Además, se recuperan los datos recolectados en 30 encuestas a 28 unidades domésticas en las que se registraron 51 personas de las 106 afiliadas a la cooperativa para 2021. La muestra se seleccionó de manera aleatoria, fue un insumo sustancial para la observación y definición de informantes claves.
Contextualización del territorio
A partir de la conceptualización de Mançano (2013), se distinguen tres tipos de territorio para comprender las disputas por el control. El primer territorio se define desde la escala nacional, se trata de las formas de gobernanza del Estado y se estructura a partir de una división política y administrativa. El segundo alude a las diferentes formas de propiedad en la escala local y a las diversas maneras de hacer uso del espacio y obtener recursos de este; se reconoce que estas formas podrían ser privadas o colectivas y distingue formas capitalistas y no capitalistas de propiedad. El tercer tipo de territorio es el relacional, se trata de un espacio donde de forma material o simbólica interactúan los otros tipos de territorio y se traslapan las escalas.
Esta propuesta reconoce que se ha denominado “Osa” a diferentes porciones geográficas del Pacífico Sur de Costa Rica dependiendo de los intereses institucionales y organizativos. En este sentido, es necesario reconocer que existen diferentes zonificaciones de administración territorial, que coinciden con el concepto de primer territorio.
Desde el Ministerio de Planificación Nacional y Política Económica (MIDE-PLAN), Osa es parte de la Región Brunca y está compuesta por tres distritos (Sierpe, Bahía Drake y Puerto Jiménez) de dos cantones (Osa y Golfito)3. Mientras que, visto desde el Sistema de Áreas de Conservación, es parte del Área de Conservación Osa. Por el Instituto de Desarrollo Rural, se le identifica como el Territorio Osa, desde 2017.
Agregado a lo anterior, se pueden considerar las formas en cómo el Estado administra el espacio: Áreas Silvestres Protegidas PNC, RFGD y Zona Marítimo Terrestre (ZMT4), que constituyen el Patrimonio Natural del Estado5. También son parte del primer tipo de territorio: la Reserva Indígena de Osa Ngöbe Buglé, cuya administración está en manos de la Asociación de Desarrollo Indígena; y los asentamientos campesinos, administrados por el Instituto de Desarrollo Rural.
A nivel de las formas de propiedad de la tierra (el segundo territorio, como conceptualiza Mançano 2013), existen propiedades privadas en pleno orden jurídico, que se encuentran mayoritariamente en las zonas que no están administradas por el Estado. Por otra parte, tanto en la RFGD como en la ZMT, la propiedad adquiere diferentes manifestaciones dado que una gran cantidad de la tierra constituye el patrimonio natural del Estado, pero también se admiten diferentes formas de tenencia u ocupación. Es decir, hay tierras que poseen titulación y escrituras, algunas de ellas ocupadas por campesinos; mientras que otras han sido vendidas a nacionales o extranjeros, quienes las utilizan para actividades turísticas o residencias privadas. Además, algunas se han constituido como reservas privadas, incluidas las que pertenecen a Organizaciones No Gubernamentales.
Partiendo de las reflexiones que se presentan más adelante sobre el territorio y los procesos de territorialización en este texto se propone el concepto de proyectos territoriales, que permite un recorte metodológico para analizar la configuración histórica del territorio, la dinámica social entre los actores a nivel multiescalar y su materialización en actividades productivas. Se ha definido una delimitación del territorio Península de Osa que se muestra en el Mapa 1, con el objetivo de enfocarse en su particularidad histórica y geográfica mediante un estudio de caso.
Fuente: Instituto Geográfico Nacional, 2022; MOCUPP, 2019/ Datum: CROS/ Proyección CRTMOS/EPSG:5367 / Elaborado por: Ana María Araya Castro y Geanina Amaya-Rodríguez, 2022.
El mapa ubica las principales localidades del estudio de caso. Se marcan las Áreas Silvestres Protegidas (ASP) para distinguir algunas formas de territorialización gubernamental, dando una primera ilustración de las diferentes representaciones del territorio y la presencia de plantaciones de palma aceitera.
Resultados
La agroindustria como centro del desarrollo socio productivo de la región Brunca
Si bien en la geografía se emplearon como palabras sinónimas espacio, región, paisaje, lugar y territorio (López y Ramírez 2012) cada uno de estos términos hace particular énfasis en algún aspecto de la relación de los grupos humanos con el espacio que habitan. En este caso, se utiliza el concepto territorio, que es polisémico e interdisciplinario y hace referencia a diferentes procesos económicos, sociales, culturales e históricos (Mançano 2012 y 2013 y Haesbaert 2013); es así como se alude al análisis de las formas de apropiación y transformación del espacio (Giménez 2001 ), igual que a las interacciones de los grupos sociales con el entorno natural y social en distintas escalas. A partir de estos elementos se plantea la idea de proyecto territorial en el plano metodológico para identificar los diferentes elementos que confluyen en la apropiación, tal como se verá más adelante desde el estudio de caso que se plantea.
De manera que, para comprender el desarrollo del monocultivo de la palma aceitera dentro de la Península de Osa, es necesario revisar el proceso histórico de transformación de la agroindustria en la Región Brunca. En síntesis, se puede afirmar que la agroindustria es parte de la política de desarrollo agrario del país en la que el papel de las empresas transnacionales fue fundamental (Royo 2004, 2009). Se dio un proceso de instalación del monocultivo del banano en la región del Pacífico Sur, seguido por la crisis de la producción bananera en la que jugó un papel relevante la ocupación de tierras6 por parte de los sindicatos de trabajadores de las plantaciones, apoyados por el Partido Comunista Vanguardia Popular (PCVP)7. Lo anterior decantó en la reconversión de la producción de banano a palma aceitera que tuvo como principal característica la incursión de cooperativas bananeras y palmeras locales8 en la producción agroindustrial. Este amplio proceso se presenta a manera de síntesis en la tabla 1, retomando los aportes de estudios al respecto.
Dichas cooperativas buscaban administrar la producción de los cultivos agroindustriales mientras posibilitaban el acceso a la tierra para la producción campesina, permitiendo generar un ingreso para sustentar la vida en forma no precarizada, cuestión que no lograban con la producción de granos básicos debido a la falta de incentivos y medios de comercialización. Además, a estas organizaciones las caracterizó su vinculación con Vanguardia Popular y las organizaciones sindicales, aunque no fueron “solo ex obreros bananeros los que se lanzan a las tomas de las tierras, si no, pequeños comerciantes, empleados de oficina y contratistas de obras de construcción quienes participan” (Cordero y Oreamuno 2012, 198).
La creación de la Cooperativa Agroindustrial de Productores de Palma Aceitera R. L. (COOPEAGROPAL), en 1986, responde a la decisión de personas que fueron parte de las tomas de tierra y que se incorporan a la agroindustria en un proceso con tensiones, ya que se trataba de integrarse a un cultivo que no conocían y con el cual surgían muchas dudas. La historia de COOPEA-GROPAL, recopilada por Cordero y Oreamuno (2012)9, muestra cómo las cooperativas se adaptaron a los condicionamientos definidos por la empresa, como la conversión de cultivos.
La decisión por la palma es otro de los grandes elementos que está presente prácticamente en todas las historias aquí presentadas. Aparece como una especie de fe. La incertidumbre inicial en las posibilidades de la palma era expresada por los no partidarios de este producto, como acechanzas naturales vinculadas con la palma, tales como serpientes, arañas, enraizamientos egocéntricos y esterilizantes, (…) la propia compañía la que le aconsejó el dedicarse a la palma. La dura realidad como pequeños productores de granos básicos, parece que le va facilitando el camino a la palma (Cordero y Oreamuno 2012, 199).
La creación y crecimiento de esta cooperativa en Coto Brus supuso un cambio en la forma como los campesinos se incorporan a la agroindustria, pues conllevó modificaciones en las formas de operar de la empresa, que pretendían trasladar los costos de producción a los pequeños productores definiendo sus propias condiciones de compra. En las historias de vida de los participantes de las tomas de tierra y los miembros fundacionales de COOPEAGRO-PAL, se evidencia que la incursión en la agroindustria implicó asumir los riesgos de la incursión en la agroindustria y la expectativa de los campesinos de “estructurar su propio mercado”. (Cordero y Oreamuno 2012, 200).
Todo ello tuvo impacto en la manera como se instalaron las plantaciones de palma aceitera en la zona y las formas de trabajo que se dieron, en las que destaca la subcontratación de personal, cambiando los marginales beneficios que la población percibía anteriormente. Esta es una de las características del modelo económico de la producción de banano, la empresa desarrollaba obras de infraestructura como parte de los compromisos de concesión de tierras y frente a los proyectos estatales. En general, las personas que trabajaron con la bananera, tanto en el Caribe como en el Pacífico, desde 1920, relatan que al cambiar este modelo de contratación con las cooperativas o migrar para conseguir sus propias tierras, se perdieron los beneficios de aceptar las precarias condiciones laborales a cambio de tener acceso a infraestructura y servicios.
Al respecto, es posible ilustrar con el relato de vida de Pepe, campesino de 65 años, asociado de OSACCOP, productor de palma aceitera, quien migró desde el Caribe con su padre y hermano. Ocuparon lo que actualmente es el sector Llorona dentro del Parque Nacional Corcovado. Se instalaron en esta zona debido a que es la mayor planicie del territorio y tiene la menor cantidad de ríos, lo cual favorecía la creación de pastizales.
Yo vivía en Llorona desde el año 69-70, con unos 12 años. Era una zona totalmente marginada de todos servicios, montaña total. Era tierra de la Osa (Compañía Forestal Osa Productos Forestales) y luego ya pasó a ser patrimonio del Estado. Veníamos de Limón. Mi papá, muy inteligente, trabajador y honrado, se decidió a hacer la finca. Él llegó con la idea del oro, pero nuca fue orero, se dedicó a la finca ganadera (Pepe, La Amapola, 1 de septiembre de 2021).
De manera que, frente a las características de aislamiento de la Península de Osa, los servicios ofrecidos por la empresa bananera se interpretaban por parte de los habitantes y trabajadores no solo como una acción de asistencia social sino como una ventaja, ya que se valoraba su eficiencia en relación con los servicios estatales. En estas prestaciones incluían no solo la disponibilidad de viviendas para trabajadores y los correspondientes servicios, sino también caminos, acueductos, escuelas e incluso atención en salud, beneficios con los que no se contaba al interior de la península.
Entonces, la historia de esta región está profundamente relacionada con el desarrollo del monocultivo del banano y el proceso de conversión a palma aceitera. Sus impactos sociales, económicos, culturales y ambientales han sido ampliamente estudiados (Clare 2005 y 2011 y Royo 2004 y 2009). Una periodización distinta permite reconocer las diferencias con la escala local del territorio, como lo muestra la comparación de los periodos a nivel regional y local en la tabla 1.
Con el uso de territorio como concepto central en esta propuesta, se busca reconocer que el espacio geográfico peninsular (mapa 1) en sí mismo presenta procesos históricos particulares que repercuten en la configuración de las relaciones sociales y su interacción con el entorno natural. A partir de esto, se espera “dimensionar las transformaciones particulares que se desarrollan en un contexto determinado” (López y Ramírez 2012, 38).
Retomando la propuesta de Giménez (2001), el territorio es un espacio apropiado y valorizado por un grupo social para asegurarse su reproducción y la satisfacción de sus necesidades vitales. Para este autor, no es una expresión exclusivamente material, también incorpora aspectos simbólicos y culturales que forman parte de los procesos de identificación de las poblaciones humanas entre sí y con el entorno. La incorporación de ambas dimensiones varía de acuerdo con el valor que los actores sociales le dan al espacio a partir de las interacciones entre ellos, las cuales se materializan definiendo un sistema territorial (Raffestin 2013). El territorio implica la existencia de tramas, redes y límites que permiten la interacción entre actores y escalas, a partir de la cual se definen los espacios de incidencia y las diferentes formas de reproducirlo. La convergencia de diferentes procesos de territorialización (Haesbaert 2013) y la naturaleza relacional del territorio (Mançano 2012) implican que los conflictos son parte fundamental del territorio, como se ilustra adelante para el caso de estudio.
En primera instancia, el territorio Península de Osa se descartó para el cultivo del banano debido a “las condiciones topográficas irregulares y un mosaico de suelos aluviales, regasoil10 e hidromórficos tipos dispersos a lo largo de las tierras bajas de Corcovado” (Vaughan 2012, 60), lo que hacía que fuera poco rentable para este tipo de cultivo, ya que favorecía la prevalencia de enfermedades. En la escala local del territorio, estas condiciones permitieron un proceso de regeneración natural del bosque húmedo tropical que atrajo otro tipo de intereses como los cultivos forestales y algunas iniciativas que pretendían especular con tierras para un turismo incipiente en la costa del Golfo Dulce, desde la década de 1930 (Vaughan 2012).
Las particularidades del proceso de territorialización se pueden sintetizar en las cinco etapas (tabla 1), las cuales permiten visualizar el proceso de poblmiento y asentamiento de la agricultura en el territorio de estudio en relación con la región. Las características de la tenencia de la tierra, así como el desarrollo económico y social de la Península de Osa están mediados por la poca presencia del Estado y la implementación de estrategias de concesión de tierras a empresas forestales extranjeras (Royo, 2004 y 2009). Si bien la migración de familias campesinas fue promovida por el Estado, desde la década de 1930, como una estrategia para ampliar las fronteras agrícolas y la búsqueda de nuevos capitales (Viales 2000), la inversión para desarrollar bienes y servicios que permitieran satisfacer necesidades básicas se concentró en el Valle Central del país, mientras las regiones periféricas o más inaccesibles estuvieron en manos de la inversión privada.
Aunado a lo anterior, la crisis bananera en la región repercutió en la Península de Osa, territorio al cual se habían traslado personas que escapaban de las condiciones generadas en las comunidades dedicadas al cultivo del banano. Las personas asociadas que se encuestaron tienen en promedio 27 años de vivir en la zona (de acuerdo con los datos recolectados en la encuesta, migraron 10 en el período 1975-1985, 6 entre 1990 y 1998 y 7 de 2004 a 2013) y la mayoría proviene de otras localidades de la región. Son extrabajadores de bananeras, palmeras o desplazados por la creación de Áreas Silvestres Protegidas.
Este proceso ilustra cómo la construcción social de un territorio requiere de interacciones mediante las cuales un grupo social, en este caso los campesinos de la región, se relaciona con otros actores sociales y con el entorno en términos multiescalares y multidimensionales (geográficos, económicos o políticos), a esto se le denomina territorialización (Haesbaert 2013). De manera que, si en un mismo espacio geográfico interactúan distintos grupos sociales, se dan varios procesos de territorialización materializando una multiterritorialidad. Haesbaert (2013) parte del principio de que existe un binomio indivisible entre el poder11 y el territorio, dinámica que se da de manera continua y configura lo que el autor denomina procesos de desterritorialización12 y reterritorialización13.
Por otra parte, para Mançano (2012, 2013), un elemento central en la comprensión del territorio es la existencia de una intencionalidad que define las formas de apropiación del espacio, de manera que la multiterritorialidad se expresa según el actor social que se apropia, delimita y controla el espacio.
Estas expresiones de multiterritorialidad se manifiestan en la Península de Osa en el marco de las actividades socio productivas que han tenido lugar en esta. Si bien nos centramos en las actividades agrícolas, lo cierto es que el asentamiento de los campesinos pasó por distintas prácticas. En sus relatos sobre su llegada a la zona es frecuente escuchar que en un principio el objetivo era extraer oro. Para entonces, ya se había hecho la primera concesión en Río Tigre.
No obstante, la gran mayoría de las personas entrevistadas nunca llegó a incursionar en esta actividad, pues la zona tenía características que hacían posible la creación de áreas amplias de pastizales, actividad que en ese entonces era rentable. Entre 1950 y 1973, la extensión de pastos se duplicó como resultado de la demanda de carne del mercado estadounidense (Picado y Botella 2020).
Región Brunca | Península de Osa | ||
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Periodo | Caracterización | Periodo | Caracterización |
1920-1942 | Instalación del cultivo del banano (Musaceae Musa Eumusa balbisiana) en la costa del Pacífico Sur por parte de la Compañía Bananera de Costa Rica (CBCR), subsidiaria de la United Fruit Company (UFCo). | 1836-1944 | Ocupación de tierras con migraciones espontáneas desde Panamá y otros lugares del territorio costarricense este territorio fronterizo estaba controlado por la Compañía Bananera. |
1942-1971 | Experimentación e implementación de cultivos de palma aceitera en Costa Rica tras la creación de la División Palmera de la Compañía Bananera. | 1945- 1973 | Conflicto con la compañía forestal Osa Productos Forestales (OPF), compañía forestal estadounidense que compró más de 40.000 hectáreas en la Península de Osa, que estaban ya en uso o bien fueron ocupadas por campesinos, incluyendo las llanuras de Corcovado para la producción a gran escala de madera, especialmente de melina (Gmelina arborea). |
1972-1984 | Crisis de la producción bananera. | 1974 -979 | Creación de modalidades de conservación. |
1984-2000 | Proceso de reconversión de la producción de banano a palma aceitera y creación de cooperativas bananeras y palmeras locales. Implementación de propuestas para el desarrollo socio económico de la región Brunca. | 1980-1999 | Reinstalación de campesinos en nuevos asentamientos fuera de ASP y en la RFGD. Conflictos por la deforestación, minería, caza, conflicto con compañía forestal Stone Forestal, subsidiaria de la compañía papelera Stone Container Corporation, que desarrolló parcelas productivas gmelina arborea e infraestructura portuaria bajo el régimen de zona franca. Su avance fue detenido con la participación de campesinos de la zona y de actores de la escala nacional, como fue la Asociación Ecologista Costarricense (AECO), ONG coordinadora de la campaña contra los planes de la Ston Forestal. |
2000-2021 | Ampliación de las zonas de cultivo de las cooperativas. Creación del Consorcio Industrial de Palma Aceitera (CIPA). | 2000-2021 | Consolidación de las actividades turísticas. Creación de OSACOOP. |
Elaboración propia a partir de: Clare 2005 y 2011; Fernández 1989; Morera 2001; Quesada y Ramírez 1989; Royo 2004 y 2009; Román y Angulo 2013; y Van den Hombergh 1999.
Sobre este tema, Pepe destaca las ventajas de desarrollar la ganadería en la zona, sobre todo frente a la alternativa de explotar el oro, que no era parte de sus conocimientos como campesinos.
Mejor fue tener ganado, porque no se podría de otra manera, agricultura era solo para el gasto. Porque es que no se podía sacar, era muy difícil. Entonces, nosotros producimos (sic) mucho chancho (cerdo). Llegamos a tener unos 150, los sacábamos para San Pedrillo arriados (caminando). Era casi un día entero porque eran chanchos gordos porque se usaba mucho la manteca, sacábamos cada tres meses 60-80 chanchos y se llevaban a vender y se traía mercadería para vender, mi papá hacía de todo. Fue muy rápido para comenzar a desarrollarnos y comprar sierras y comenzar a apiar (talar) bosque y meternos con ganado, la idea era transformarnos de chanchera a ganadería total. (Pepe, La Amapola, 1 de setiembre de 2021)
Este relato ilustra el proceso de toma de decisiones que la familia enfrentaba, de acuerdo con las oportunidades que reconocían una vez instalados en la zona. No todas las familias que comenzaron a poblar la zona en la década de 1970 tenían las mismas condiciones. Al respecto, Pepe recuerda que personas con dinero valoraban la posibilidad de invertir en la creación de pastizales por su potencial para el desarrollo de la ganadería, para lo que se contrataba a jornaleros que cortaban el bosque y sembraban pastos. Por lo tanto, había quienes acaparaban tierras pues tenían capital para pagar mano de obra y luego vender las fincas ganaderas. Mientras que otros solo denunciaban pequeñas parcelas, pues su objetivo era instalarse en la zona y trabajar para los inversionistas ganaderos.
Este relato coincide con la lectura de Picado y Botella (2020) sobre la expansión de zonas de pastizales en el país. La ocupación de tierras en el Pacífico Sur corresponde con la tendencia de la ganadería a nivel nacional, la reducción de la cobertura forestal y continuación de la concentración de tierras en pocas manos. En este contexto, la ambiguedad en los procesos de declaración de predios y concesiones se tradujo en un conflicto por la tenencia de la tierra.
De acuerdo con el testimonio de Pepe, hay una contradicción en el discurso oficial de lucha, apoyado por el PCVP, el cual declaraba que el conflicto por las tierras en este territorio se disputaba entre la empresa forestal y los pequeños propietarios campesinos. Es importante señalar que el partido comunista retoma las demandas de los campesinos, aunque en Costa Rica estas demandas no se traducen en una reforma agraria propiamente dicha, en su lugar se crea en 1961 el Instituto de Tierras y Colonización (posteriormente el Instituto de Desarrollo Agrario y luego el Instituto de Desarrollo Rural) como una estrategia estatal para la distribución de tierras a campesinos. Aunque la tierra no estaba siendo ocupada de forma equitativa, quienes vivían en la zona sí eran mayoritariamente campesinos que trabajaban para otros inversionistas y quienes enfrentaron a la OPF.
En principio, la empresa representaba los intereses del Partido Liberación Nacional (PLN)14, mientras que los campesinos estaban respaldados por el PCVP. Van den Hombergh (1999) divide estas alianzas como la alianza desarrollista (empresa-Estado) y la alianza social (campesinos-partido comunista), a las cuales se enfrentaba la alianza conservacionista15 (científicos y ecologistas).
Pepe relata que los campesinos ocupantes de la zona mantenían comunicación con el PCVP porque les había apoyado en los enfrentamientos con la OPF; sin embargo, este apoyo no fue suficiente y más bien ayudó a erosionar las pocas posibilidades organizativas que tenían. Cuenta que el mayor problema fue la diferencia entre los propietarios de fincas. Mientras que algunos estaban invirtiendo en la zona, otros habían ocupado pequeñas parcelas de tierra y no tenían capital, ni mayores expectativas de asentarse. Fue el caso de su familia que había invertido mucho tiempo y dinero en la zona y no tenía otros lugares para irse.
En este sentido, puede afirmarse que existían ocupantes que querían invertir en la zona y para quienes la indemnización era una forma de recuperar el capital y retirarse; pero para los campesinos que tenían otro perfil: trabajaban por jornadas, no poseían ahorros u otras tierras, la mejor opción fue negociar la adjudicación de tierras. Es así como 47 personas lograron que se les adjudicaran tierras en la zona que actualmente se conoce como Asentamiento Juanito Mora.
Con la creación de parques nacionales, el Estado tenía el objetivo de contener la expansión de pastizales, la concentración de tierras y la creciente conflictividad social que derivaba de la desigualdad en la distribución de tierras (Picado y Botella 2020). Aunado a ello, se establecieron asentamientos campesinos como solución a los conflictos de toma de tierras y de la ocupación precaria de estas.
Una vez constituidas las ASP, comenzaron conflictos por la deforestación que se asocia con la reubicación de los campesinos en las zonas altas de la Reserva Forestal del Golfo Dulce. En esta área, hasta ese momento, se asentaban pocas familias, pero debido a los desalojos del parque nacional y la poca claridad sobre la administración de las nuevas áreas silvestres protegidas, junto con el conflicto con la compañía forestal Stone Forestal, varias familias cambiaron su residencia para allá.
De esta manera se manifiesta una multiterritorialidad que, en términos de las actividades productivas permite, con base en la concepción de territorio ya enunciada, proponer el concepto de proyecto16 territorial, que en esta propuesta hace referencia a la materialización de varios procesos que se suceden y superponen en un mismo espacio geográfico, en el que varios grupos sociales conviven e interactúan para apropiarse de los recursos disponibles, definiendo dinámicas sociales que pueden ser colaborativas, confrontativas o competitivas, dependiendo de los intereses y los recursos materiales y simbólicos que detenten; al mismo tiempo, permite realizar un recorte metodológico para el análisis puntual de los procesos, como se presenta en este trabajo.
De manera que aludimos al plural, proyectos territoriales, para incorporar las expresiones materiales de procesos de apropiación que, si bien son promovidas por un actor social desde una escala particular, implican la integración de varios actores sociales a diferentes escalas de acuerdo con las cuotas de poder que cada grupo social detenta en un momento determinado.
La síntesis de estos períodos en ambas escalas muestra cómo el Estado buscaba la concesión de tierras a empresas agroforestales y agroindustriales como principal estrategia de territorialización. En el marco de este proceso, los campesinos se movilizaron a la Península de Osa en busca de tierras que les permitiera mayor autonomía; sin embargo, no ocurre y la conflictividad por la tenencia de la tierra persiste. Esto, aunado a las características del suelo, los procesos organizativos y el escaso desarrollo de infraestructura repercutió el proceso de territorialización de los campesinos.
Esto sentó las bases para un proceso de reterritorialización que le da características particulares a la configuración de la agricultura en la Península de Osa. Entre ellas podrían enlistarse: ambiguedad en la tenencia de tierras, incorporación de actividades de conservación (reforestación, monitoreo de cazadores, oreros y madereros en sus parcelas y comunidades), incursionar en actividades relacionadas con los servicios: habilitar espacios en sus parcelas para el turismo local comunitario, capacitarse como guías, trabajar en servicios de hospedaje, alimentación y transporte, incursionar en prácticas agroecológicas, colaborar con organizaciones no gubernamentales o con experimentación de cultivos con instituciones públicas, rotar cultivos y ganadería en espacios reducidos frente a las restricciones en el cambio del uso del suelo.
En este proceso la creación de cooperativas a nivel regional jugó un papel importante que vino a ser una especie de negociación entre el mencionado proyecto agroindustrial impulsado por el Estado, y las necesidades y propuestas de los campesinos.
La convergencia de la agricultura campesina y la agroindustria en la Península
En esta zona donde parece que se manifiestan dos tensiones principales: por un lado, la incompatibilidad de las actividades agrícolas y la conservación; por otro, la necesidad de distinguir la agroindustria y la agricultura campesina como prácticas que podrían definir territorios diferenciados. En ambas tensiones, el actor central del análisis son los campesinos.
El campesinado ha sido conceptualizado desde diferentes perspectivas clásicas a partir de su relación con la urbanidad y los mercados. Al respecto Wolf (1955) hace una clasificación que retoma las discusiones clásicas campesinitas en las que reconoce, para el caso latinoamericano, la diferencia entre campesinos y granjeros en relación con su incursión en los mercados agroindustriales y la propiedad de la tierra, y se determine como aspecto central para la definición del campesinado la economía familiar de subsistencia.
Para poder retomar la compleja situación de los campesinos en la actualidad y en el territorio de estudio, parto de las reflexiones de Edelman (2022), comprendiendo el concepto de campesino desde la heterogeneidad de los individuos y grupos sociales a los que se refiere, incluyendo aspectos de su proceso de identificación y las dinámicas familiares de trabajo y convivencia. De esta manera, la definición de campesino debe abarcar a las personas que habitan espacios rurales con o sin propiedad de la tierra y que realizan actividades productivas expresadas tanto en la agricultura a pequeña escala, como en la empresa agrícola y agroindustrial. En este sentido, se retoma la noción de Van der Ploeg (2010), en la que la condición campesina se particulariza por tener como objetivo la reproducción autosuficiente de la familia y la lucha por la autonomía. De esta forma, los campesinos, sin hacer agricultura empresarial, logran implementar patrones de cooperación para adaptarse a contextos en los que las prácticas agrícolas se marginalizan.
Esta definición permite comprender las acciones diversas que las personas campesinas realizan en el espacio rural y superar los discursos que las confrontan con las zonas protegidas. Además, con esta postura se reconoce que:
las lecturas de las realidades particulares de nuestros países latinoamericanos dan cuenta de sujetos que se transmutan y resisten conforme a los contextos cambiantes, desde sus tradiciones, sin omitir las influencias del mundo contemporáneo. La pretensión de sometimiento de esos sujetos del mundo rural que se vislumbra en algunas políticas públicas neoliberales no ha logrado su desaparición, pues expresan resistencias colectivas, que aún con dilemas, logran sobrevivir (Franceschi 2012, 218).
Partir de esta premisa, reconoce la centralidad de los actores en la escala local para revisar la configuración de este territorio. Asimismo, permite construir una narrativa desde la que los conflictos en la zona no son resultado de las formas de vida de las personas campesinas, ya que estas se adaptan constantemente a las condiciones ambientales y sociales del entorno. Por lo tanto, es necesario reconocer las múltiples relaciones que dan lugar a dichas tensiones.
Pepe cuenta que los campesinos tenían pocas posibilidades y poca capacidad organizativa frente a las condiciones que tenía la península desde que se crea el Parque Nacional Corcovado hasta la década de 1990. La reubicación de los campesinos que poblaban estas zonas, la poca infraestructura, dificultades para el transporte de insumos agrarios y comercialización de productos, son parte de los elementos, pero él asocia la poca organización de los campesinos con la pérdida de credibilidad de representación que, a partir de los 80, tuvo el PCVP y a experiencias corruptas asociadas a las cooperativas.
Para el caso de la península, el mayor proceso organizativo se articuló para la toma de tierras de la empresa Osa Productos Forestales entre 1960 y 1974 (Van den Hombergh 1999.). Pero la desaparición del partido comunista en la década de 1980 y los procesos de desplazamiento de la población con la creación de las áreas protegidas devino en una desarticulación de las organizaciones sociales en la península, en donde el pasado productivo, que fue caracterizado por grandes propiedades ganaderas y pequeños agricultores de subsistencia, no acumuló una fuerza laboral organizada en sindicatos que sí fue fundamental en el resto de la región.
Respecto a la posibilidad de que la creación de asentamientos campesinos fuera una solución para la distribución de la tierra, Picado y Botella (2020) señalan que, en lugar de resolverse los conflictos en el campo, se generaron nuevas estrategias de concentración de tierras. Por ejemplo, el cultivo del arroz fue desarrollado por grandes propietarios con capacidad para la compra de la maquinaria necesaria y la contratación de mano de obra.
En el caso de Pepe, a pesar de que el arroz fue sembrado en grandes extensiones en la península, mediante técnicas mecanizadas, su familia decidió no depender de un solo cultivo:
Yo sembré arroz, maíz, cacao. Se vino el boom del sembrar maíz que es una agricultura muy rápida y manual para personas pobres porque se produce sin necesidad de abono. Se produce mucho y el Consejo Nacional de Producción (CNP)17 lo compraba, el precio era bajo, pero el costo era bajo. Hoy es precio bajo pero el gasto es muy alto. Por eso se va desapareciendo el campesino agricultor (…) En el 78 sembré cacao, 20 ha. Todo se perdió. Ahora tengo una hectárea para ver si pega, a mí me gusta mucho. (…) Luego sembramos plátano lo sacábamos solo, sin cooperativa. Nos fue bien por el plátano se vendía bien teníamos un camioncito, una lancha y otro camión en Golfito vendíamos en Cartago y luego lo que quedaba en CENADA (Centro Nacional de Abastecimiento y Distribución de Alimentos, mercado mayorista que garantizaba la compra de producción agrícola), pero con la guerra en Nicaragua se vino el precio abajo. (…) En el 90, sembré 5000 mil matas de vainilla que vendí en EE. UU. y se vendió bien. Pero el campesino vive esperando las desgracias, vino un hongo que se llamaba fusarium y se llevó la vainilla se perdió toda. (…) Luego de eso pasé a pasto para el ganado. Volvimos, pero dejé un pedacito para agricultura: yuca, ñame, siempre para el gasto. Como siempre se ha tenido la vaca para la leche. Así nos fuimos hasta el 2000 mil que sembré palma. (Pepe, La Amapola, 1 de setiembre de 2021).
Esta experiencia retrata cómo, desde la creación del parque (1975) hasta su incursión en el monocultivo de la palma (2000), pasaron más de dos décadas en las que se dieron varias experiencias productivas. Una vez reubicados, tuvieron que desarrollar diferentes actividades agrarias, las cuales estaban limitadas por el escaso y lento desarrollo de infraestructura, lo cual disminuyó sus posibilidades de comercializar mediante canales autónomos o colectivos. Algunas vivencias de cooperativas agrícolas y forestales fallidas retratan la dificultad para los sectores productivos de la época, ya sea porque no fueron promovidas por las personas de la comunidad, porque se dieron situaciones de corrupción al interior de estas o porque, si bien se consiguieron las condiciones y recursos para la producción, no se lograron garantizar los medios de comercialización oportunos.
De manera que, el principal impulso para la creación de OSACOOP vino de los extrabajadores de una Organización no Gubernamental (ONG) y del Estado, sobre todo del CNP, que para el año 2000 ya tenía una estructura y financiamiento erosionado, como resultado de la implementación de políticas socioeconómicas neoliberales, como parte de la implementación de políticas neoliberales que reducían el aparato estatal y sus funciones; lo cual repercutía en la ausencia de programas y proyectos estatales que apoyaran a los campesinos con capacitación, financiamientos y comercialización. A esta iniciativa, se sumaron campesinos que habían tenido situaciones insatisfactorias con cooperativas productivas o que siempre trabajaron de manera individual, pero decidieron apostar por un mercado con mejores condiciones si lo hacían en colectivo.
Siguiendo la experiencia COOPEAGROPAL, en 2000, se creó OSACOOP al interior de la Península de Osa, como una alternativa para la organización de campesinos para la producción y comercialización de palma aceitera, lo que evidencia que el territorio peninsular se incorporó al monocultivo casi veinte años después que el resto de la región. Más allá de la convergencia de las escalas, la creación de la cooperativa permitió que los campesinos de la península encontraran en la agroindustria una posibilidad para generar los recursos necesarios para reproducir la vida.
De acuerdo con la información brindada por la cooperativa, en el año 2000, iniciaron 26 asociados, con 166 hectáreas. Se trataba de pequeños productores beneficiarios por el Instituto de Desarrollo Rural, en diferentes comunidades de los distritos de Sierpe, Osa y Puerto Jiménez. El proceso de creación implicó capacitación técnica para la producción, el mejoramiento de las plantaciones (drenajes), el financiamiento y la comercialización de fruta fresca, así como asesoría en control de plagas y enfermedades. Contaron con un financiamiento del CNP que asignó fondos para la reconversión productiva de la zona.
La vinculación con COOPEAGROPAL, que cuenta con una planta de recolección en La Palma, dentro de la península y una planta procesadora en Laurel, en la Región Brunca, ha permitido que la producción de palma aceitera se mantenga y crezca la participación de pequeños productores desde 2000. Esto se debe a que garantiza el acceso al mercado internacional, en una cadena productiva que va desde los pequeños productores hasta la venta del crudo a la empresa Palma Tica. Al respecto, la cooperativa es una organización que coincide con lo que Franceschi (2008) denomina un cambio en las organizaciones campesinas y que caracteriza por su interés en desarrollar actividades empresariales.
Cabe destacar que algunos campesinos que lucharon contra las empresas forestales no se vincularon con la cooperativa hasta que se diversificó, pues nunca “creyeron en la palma” (Roberto, Puerto Escondido, 6 de junio de 2021). Su ingreso fue después de 2015, cuando la cooperativa de comercialización de palma aceitera cambia su estatuto por acuerdo asambleario y pasa a ser una cooperativa de servicios múltiples, lo que permite incorporar otros cultivos, pero además otras actividades, como el turismo. Esta decisión se da por la negociación con agricultores que querían ingresar, pero no cambiar sus cultivos, y debido a la baja de los precios internacionales de la palma entre 2013 y 2015 aproximadamente. El acuerdo evidencia que la economía diversificada de los campesinos es central para la toma de decisiones.
Para 2016, eran 97 personas asociadas. Se identifican dos grandes grupos: palmeros y cacaoteros. Ya en el año 2021, cuando se realizó el trabajo de campo, había 106 personas asociadas y 644 hectáreas de plantación de palma aceitera.
Según los datos de la RFGD, para 2018:
se estima que la RFGD está habitada por 4.000 personas. El censo catastral de zonas ABRE (BID-Catastro) realizado en el año 2012 indica que está compuesta por 4.085 fincas o predios de los cuales el 13.2% (540) no cuenta con título de propiedad, el 3.2% (131) está inscrito a nombre del Instituto de Desarrollo Rural (INDER), que por razones legales o administrativas aún no ha sido adjudicado o trasladado al SINAC y el 1.25% (51) es propiedad del SINAC. En resumen, el 98,75% de las tierras de la RFGD tiene algún tipo de ocupación humana (5).
De las personas asociadas que se entrevistaron, 29% hace uso de las tierras de la reserva en calidad de pobladores18. En total, las personas asociadas tienen ocupadas por bosque 1010.05 has (376,15 has de las personas encuestadas), lo cual muestra la importancia del campesinado en el cuidado del bosque.
Las personas entrevistadas ingresaron en diferentes periodos, aunque predominantemente lo hicieron para formar parte del crédito de la Junta de Desarrollo del Sur (JUDESUR) que se implementó entre 2011 y 201319. Estos fondos fueron resultado de un proyecto que la cooperativa presentó con el acompañamiento técnico del CNP para la ampliación de las parcelas cultivadas. Para ese momento, ingresaron nuevas personas y se ampliaron el número de hectáreas de palma de miembros antiguos.
En general, la principal motivación para unirse era la visualización del cultivo de la palma aceitera como opción productiva en pequeña y mediana escala. También había otros aspectos relevantes para ingresar: las posibilidades que representa trabajar en grupo (más fuerza para obtener beneficios y hacer denuncias); la oportunidad para producir y comercializar otros productos como cacao, plátano; y porque representa un espacio idóneo para organizar el trabajo de toda la familia. Los cambios en la cooperativa evidencian lo que Franceschi (2008) identifica como una influencia de nuevos enfoques en las organizaciones campesinas tradicionales que las lleva no solo a asumir procesos de comercialización y a incorporarse en la agroindustria, sino también a incorporar dimensiones ambientales en sus actividades.
Aunque el proyecto territorial conservacionista se basa en la restricción de las actividades campesinas entendiendo que su economía depende de la explotación de los recursos naturales y la transformación de los ecosistemas, la cooperativa ha decidido tomar un papel protagónico en las discusiones de diferentes espacios de participación social en espacios vinculados con ambos proyectos territoriales, representando a los campesinos. En palabras de Pedro, asociado de OSACOOP, campesino de 35 años, con formación en educación superior, hijo de campesinos también asociados a la cooperativa:
Empezamos el proceso de trabajar con otras organizaciones aquí por ahí del 2014. Era complejo porque al final de cuentas tenías que pararte enfrente de un montón de ONG, forestales, biólogos, ecólogos que tenía una idea muy radical del tema de manejo de recursos naturales y nosotros que éramos agricultores, los que producimos la tierra tenemos una visión muy diferente del manejo del recurso tierra. (…) Al final cuando empezamos a discutir temas y nos dimos cuenta de algo muy básico. La mayoría de las personas que estaban cuestionando, escribiendo y haciendo… no sé... de alguna forma interponiéndose en el desarrollo de la agricultura porque atentaba con el tema turístico ecológico y ambiental, esas personas son personas que no eran de la zona. Personas que no tenían bosques, personas que alquilaban una casa en la zona. Entonces cuando empezamos a preguntar: ¿ustedes quiénes son? ¿Por qué usted me dice que estamos destruyendo el bosque, por qué usted dice … con qué autoridad? ¿Cuánto bosque tiene usted? Yo tengo 60 hectáreas de bosque, primario, conservado, y por las 14 hectáreas que hay dentro de la finca (de palma) podemos conservar eso. El costo de conservar 60 son las 14 de palma (Pedro, La Palma, 28 de abril de 2021)
Esta incursión en discusiones ambientales es parte de la misma motivación que llevó a la creación de la cooperativa. Frente a la avanzada de la empresa Palma Tica que incursiona en el territorio peninsular desde 1997 (Solórzano 2019), quienes integran la cooperativa desde sus distintas clases y procedencias comparten la intención de: “no perder la península”.
Los resultados permiten reconocer, desde una perspectiva histórica y multiescalar la configuración del territorio. En la escala regional se manifiestan un proyecto territorial agrícola en el que la agroindustria es el centro, mientras que la escala local manifiesta las formas de territorialización de la agricultura campesina. Se muestran los desfases históricos que existen, debido a la tardía incursión de la agroindustria en la Península de Osa, esto no es solo resultado de las características del entorno natural de este territorio, sino también de las distintas tensiones que se dieron en el proceso de ocupación de este territorio y los actores sociales que en este confluyeron.
Conclusiones
Considerando el panorama histórico en la península, se expresan diferentes procesos de territorialización que se pueden asociar a olas migratorias, personas que llegan o abandonan el territorio de acuerdo con las diferentes actividades productivas (agricultura, ganadería, forestería (teca y melina), minería, agroindustria (palma de aceite) y servicios (turismo, transporte, comercio). Las movilizaciones de las familias al interior de la península o en la Región Brunca representan procesos de desterritorialización y reterritorialización. En este marco, la creación de la cooperativa ha sido un elemento que ha permitido a las personas campesinas ser parte del proyecto territorial agrícola desde el nivel local. Puede afirmarse que desde 2000, de forma paulatina, estas actividades son reintegradas por OSACOOP a partir de la diversificación de actividades de manera que se impulsa un proceso de territorialización campesina.
La cooperativa es un espacio de articulación de la escala local con la escala internacional que se concreta en la comercialización de un cultivo agroindustrial y, a su vez, en la posibilidad de reproducir una economía campesina. La principal actividad productiva de estas familias es la agricultura y la mayoría de los cooperativistas se identifica como agricultores. En tanto que el trabajo de servicios se realiza mayoritariamente dentro de la cooperativa con servicios de transporte, seguridad, administración y mantenimiento.
Además, las personas que trabajan como jornaleros agrícolas, lo hacen en fincas de otros asociados y su pago es monetario o con intercambio de trabajo. Esto evidencia que la cooperativa es una alternativa productiva para las unidades domésticas, por lo que conviene tener más personas asociadas para gestionar los gastos y ganancias que devengan del cultivo de la palma aceitera y el cacao que venden a través de esta organización.
En el plano local y cotidiano de las familias campesinas, ser parte de la cooperativa les ha permitido satisfacer necesidades básicas. Se hace en condiciones que reconocen la adaptabilidad al medio y la capacidad de tener un proceso reflexivo para negociar e integrar varias formas de reproducir la vida, dependiendo de las características que se presenten en cada unidad doméstica.
Esta afirmación se sustenta en la recolección de datos sobre las unidades domésticas mediante encuestas. Estas permiten afirmar que la totalidad de las personas asociadas tienen: acceso a servicios básicos en sus viviendas, a la educación y la atención médica. Además de que en su mayoría trabajan en actividades agrícolas en la comunidad y no se ven obligados a desempeñar labores en otras comunidades. También de que pueden tomar decisiones autónomas sobre sus cultivos: cantidad de insumos empleados y la periodicidad de la aplicación, intensidad del trabajo manual de acuerdo con los precios de mercado, contratación de mano de obra de la familia o la comunidad, incorporación de cultivos diferentes a la palma o desarrollo de otro tipo de actividades productivas (turismo, otros servicios).
En las escalas nacional e internacional, se ha propagado una narrativa que argumenta que el conflicto por las tierras en la Península de Osa se trata de enfrentamientos entre los campesinos. Al respecto, Franceschi (2006) distingue al campesinado de acuerdo con sus características como pequeños productores agropecuarios y de servicios ecoturísticos, ella parte de reconocer que dichos actores tienen necesidades e intereses diferenciados, por lo que hacen uso distinto de los recursos naturales y esto podría ser un aspecto conflictivo. No obstante, en la experiencia de OSACOOP, se muestra que los asociados se dedican a varias actividades y esta división no es necesariamente permanente.
La noción interescalar permitió dar cuenta de que los actores sociales de las escalas internacional, nacional y regional se asocian de manera exclusiva a algunos proyectos territoriales que corresponden con sus intereses en el marco de procesos estructurales (económicos y políticos). Mientras que en la escala local, estas diferencias son más difusas y la asociación con proyectos territoriales se muestra más integrada.
Por otra parte, las situaciones conflictivas entre actores locales dedicados a la agricultura o al turismo tienen que ver con una percepción de desigualdad en el trato que les dan instituciones y otras organizaciones (Franceschi, 2006); esto se evidencia en el acceso diferenciado a recursos para hacer parte de estrategias como el Pago por Servicios Ambientales, por ejemplo. Al respecto, se valora que estas dinámicas implican una relación de tensión entre la escala local (familias campesinas y organizaciones locales) y otras escalas territoriales.
En este sentido, se crean formas de control como la definición de las áreas protegidas, sus correspondientes planes de manejo y los procesos administrativos que harían posible que los agricultores desarrollen actividades en áreas como el RFGD, de acuerdo con la zonificación que define diferentes formas de intervención humana. Existen regulaciones en el uso de maderas y la apertura de caminos, así como en el acceso a servicios básicos como luz y electricidad, de manera que para obtener dichos permisos también existen mecanismos institucionalizados que posibilitan u obstaculizan el desarrollo de actividades productivas y reproductivas en sus tierras.
Asimismo, para formar parte de los procesos de territorialización, es necesario entrar en dinámicas de diálogo, lo que muestra, una vez más, la relevancia de espacios organizativos diversificados como OSACOOP.
Se aborda de manera específica el proyecto territorial agrícola que incluye la agricultura campesina y la agroindustria, que en la actualidad está directamente vinculado con OSACOOP, el cual es un actor central para definir este proyecto territorial. Es una iniciativa de campesinos que buscan en la palma una manera de financiar otras actividades agrícolas incorporando la palma aceitera, por lo que es un proceso de reterritorialización.
Es posible afirmar que existe una expresión inacabada y en constante cambio del territorio, que implica que en la escala local se manifiesten distintas actividades socio productivas con el objetivo de sustentar diferentes formas de vida, que presentan paisajes diferenciados y que permiten reconocer la presencia de diferentes procesos de territorialización. Reconocer los diferentes proyectos territoriales permitió dar lugar a las diferentes expresiones materiales de las actividades productivas en el territorio, más allá de los paisajes que configuran, para reconocer las relaciones socio territoriales que las sostienen; además de observar cómo los campesinos han construido un proceso de reterritorialización a partir de la negociación con proyectos territoriales impulsados por otros actores sociales.
La forma como se instaló el monocultivo de la palma aceitera en el pacífico sur coincide con el análisis que hace León (2020) al referirse al cultivo de la piña como un megaproyecto producido y regulado por el Estado moderno (114) que se transforma en el marco de la implementación de políticas neoliberales. En este caso, la palma aceitera es resultado de una economía heredada de la producción bananera, pero que requiere nuevas inversiones por parte de las empresas para experimentar y desarrollar las características necesarias para que las plantas se ajustaran a las condiciones de la zona. También fue necesaria una transformación en el modelo de empresa y las formas de gestionar los conflictos derivados en la ambiguedad en la tenencia de la tierra que generó la concesión por parte del Estado y la creación de nuevas zonas protegidas.
Por otra parte, los ajustes que los campesinos hicieron para permanecer en la península, como realizar actividades que también sean compatibles con las zonas en conservación, es una manifestación de procesos de reterritorialización de los campesinos desplazados. Este proceso se traslapa con la implementación de un modelo de desarrollo sostenible que se consolida hacia la década de 1990 (León 2020).
Contrario al discurso dominante en el que los campesinos han sido una figura asociada a la invasión de tierras en conservación y la deforestación, desde una narrativa en la que ser campesino es incompatible con los procesos de conservación promovidos por el Estado y las organizaciones no gubernamentales, su relevancia en la vida económica es resultado de su capacidad para adaptarse a los diferentes procesos de territorialización que se han traslapado en la zona. La cooperativa ha sido una oportunidad para ser parte del campo social (Roseberry 2022) agroindustrial sin renunciar a las características de la economía campesina. En este sentido, el tamaño de la parcela palmera, los insumos que se utilizan, los tiempos de cosecha y el pago de la mano de obra es una decisión que cada campesino toma de acuerdo con los ingresos que pueda obtener y el balance de esta actividad con las otras actividades que realizan.
Sin referentes organizativos como los sindicatos, los campesinos de este territorio han pasado de considerarse tomadores de tierras a guardianes del bosque. Ya sea por su vínculo con la tierra o porque reconocen el valor monetario que representa. En todo caso, su capacidad de adaptarse a los condicionamientos de los procesos de territorialización impuestos por actores nacionales e internacionales ha permitido su permanencia en el territorio, pero más importante aún, esto le ha permitido posicionarse desde una narrativa distinta a la depredación en el territorio. De esta manera, se puede afirmar que los campesinos de OSACOOP están en el proceso de integrar actividades diversas en una pluriactividad que en el sentido general busca consolidar proceso de autonomía, autosuficiencia y “producción del ser humano y la naturaleza vida” (Van der Ploeg 2010, 37).
Los relatos retomados permiten reconocer cómo las vivencias de los campesinos y sus familias están conectadas con las coyunturas locales, regionales y nacionales, estudiadas. De esta manera, se dilucidó cómo los campesinos han logrado negociar con diferentes proyectos territoriales convirtiéndose en un actor social que ha configurado el proyecto territorial agrario. Se ha presentado la tensión entre campesinos y conservación como el elemento central que promovió la desterritorialización; sin embargo, esto ha propiciado una reterritorialización de los campesinos que han definido nuevas formas de interactuar con el entorno.
La historia agraria del país ha favorecido conflictos por la tenencia de tierras debido al papel regulador que el Estado ha jugado en favor de empresas privadas. Esto se muestra en la figura de las concesiones de tierras a empresas forestales o agroindustriales y la desprotección de los campesinos debido a la falta de incentivos y políticas de protección, así como a la ambiguedad que prevalece respecto de la estabilidad jurídica de ocupantes de zonas protegidas.
La agroindustria es un proyecto territorial de la escala global-internacional que ha sido impulsada por el Estado históricamente y ha favorecido a la empresa privada bajo el discurso de que es capaz de atender las demandas globales de los productos. La experiencia de OSACOOP inicia como un proceso mediante el cual las empresas pretenden desplazar los costos de producción a los campesinos; pero, aunque existen vulnerabilidades al relacionarse con el mercado internacional, se ha dado un proceso mediante el cual existe un margen de acción de los campesinos que logran instrumentalizar el cultivo agroindustrial para sus intereses. Parece ser que lo más importante es sostener que la territorialización campesina no es igual a la territorialización de la empresa y esto los lleva a reivindicarse pues “no han perdido la tierra”.
La incursión de campesinos en actividades distintas a la agricultura (turismo y conservación) se debe a esta ambiguedad y a los procesos de adaptabilidad de los campesinos, que modifican sus formas de vida con el objetivo de continuar ocupando lo que consideran sus tierras. En estas decisiones prevalece un sentido de pertenencia que compensa las dificultades materiales que enfrentan.