Introducción
La idea central de este ensayo es exponer la pintura que no entra en el parámetro de pintura erótica ni de pintura pornográficas, sino que por sus cualidades, estéticas y teóricas, entra en el término de la pospornografía, to mando a algunos artistas contemporáneos como como John Currin, Lucian Freud y Till Rabus. Analizando algunos antecedentes teóricos sobre este tér mino, se desea mostrar cómo se ha plasmado el cuerpo dentro de la pintura bajo el termino de la pospornografía, a partir del análisis de la definición de dicho término, con lo cual se demuestra que en el arte contemporáneo hay más caminos de análisis que los conocidos.
El fenómeno de la pospornografía surge en la década de 1970 cuando se observa al sexo como un negocio lucrativo que se podía ver y reproducir en una pantalla de televisión. Como lo dice Giménez Gatto “El correlato formal de la eyaculación -que funciona como significado único del porno, alfa y omega- es el primer plano” (2011, p. 98). La pornografía observa el cuerpo, la piel, sus fluidos y sus orificios en un sentido de lo obsceno y de lo abyecto y, es en este terreno, donde se empiezan a fraguar nuevas opciones sobre su discurso, en la pospornografía la idea del placer ya no surge solamente por el puro goce corporal sino por su placer estético, encontrando así una diferencia entre el erotismo y la pornografía, un lugar alterno a estos dos tópicos donde se localiza la pospornografía.
Giménez Gatto dice que la visión de la pospornografía ya no es solamen te observar la pornografía por su presentación primaria, sino por su repre sentación explícita y metafórica de lo sexual. Encuentra lo nuevo dentro de lo ya establecido, lo inclasificable dentro de lo clasificado para generar nuevos términos y nuevas visiones, ya no solo enfocándose en lo fálico, sino en dife rentes placeres y corporalidades.
Dentro de la pospornografía se expone el proceso creativo del artista, donde se cuenta con un argumento que sustenta el trabajo y utiliza un sin número de medios visuales y conceptuales para la realización y descon textualización de lo ya conocido, creando así cuantiosas posibilidades de significados y significantes que sobrepasan a la pornografía. Giménez Gatto menciona que:
En el porno, el sexo no miente, es enfático y directo confiesa todos sus secretos a travésvde erectilidades, penetraciones, fluidos, secreciones, dilataciones, ge midos y eyaculaciones, verdad eréctil y eyaculatoria, donde el éxtasis del sexo coincide con el éxtasis de lo real (2011, p. 100).
La pospornografía es usar y penetrar otras partes del cuerpo que no sean genitalizadas con representaciones sobreentendidas en lo sexual. Barthes definió al erotismo como una pornografía alterada, fisurada (2009, p. 86) por donde, a través de estas fisuras, pueden entrar otras miradas y planteamientos sobre la idea primaria. Partiendo de esta premisa se crea y se analiza la pos pornografía como hoy se conoce.
Laura Milano pone en contexto a la pospornografía “como un término que nace al calor de las luchas del movimiento queer, la reivindicación del trabajo sexual en los movimientos Pro-Sex de los años 80´s y el pos-feminismo” (2014, p. 11), donde el artista crea tácticas nuevas en relación con lo sexual y lo político tomando como punto de partida su propio cuerpo, rompiendo con los estereotipos en cuanto al género, el sexo y la sexualidad, al igual que los cánones sociales y lo normativo reproducidos no solo en el porno, sino en la vida misma, en donde se anhela una mayor libertad desde la discrepancia y se erigen nuevas representaciones de la sexualidad. El artista tiene una rela ción con el discurso y con las condicionantes de reproducción para este, las cuales son restringidas por lo que el cuerpo puede hacer y por sus alcances:
Dentro del discurso hay otros discursos, la pospornografía es el fenómeno de reconocimiento del discurso pornográfico bajo ciertas condiciones sociales de terminadas (que en este caso remiten la emergencia del movimiento queer, a la confrontación Pro-sex, y otras coyunturas socio-políticas) (Milano, 2014, p. 20).
El sentido del contexto artístico pospornografico dentro del arte puede cambiar en relación con las distintas circunstancias a la que la obra dirija al artista, en la dirección a lo que signifique. En este sentido, Milano apunta que:
El posporno intenta provocar ciertos efectos de sentido en sus consumidores, incitando a la indignación y experimentación sexual desprejuiciada, es imposible saber a priori que pasara con el producto posporno, lo cual puede servir para entender la pospornografía desde distintos ámbitos (la academia, el arte, el acti vismo queer etc.) (2014, p. 21).
Para entender el término “pospornografía”, antes se debe tener claro el concepto de “pornografía”. La palabra pornografía etimológicamente procede del griego porné (prostituta) y grafía (descripción) (Real Academia Española, 2000, p. 323); es decir, “descripción de una prostituta” y, por extensión, la descripción de sus actividades.
Una definición más contemporánea sobre la pornografía es la que propo ne María Llopis en su libro El posporno era eso, donde explica también lo que significa y de dónde viene el término pospornografía. Dicha autora menciona lo siguiente:
El discurso de la pornografía es una pedagogía del género, no solo de las per versiones, de la patogenización de las perversiones, sino también de la norma lización de la masculinidad. La masculinidad contemporánea no se entiende sin toda la pedagogía de la erección, de la eyaculación, del placer, etc. En ese sentido, me parece que tenemos ahí un útil de análisis y de trabajo político en la pornografía enorme, y, además, fue dejado de lado precisamente porque ha sido tan criticado por el feminismo que parecía que era una cosa intocable. No podías tocar la pornografía porque te manchabas de opresión, de dominación de las mujeres, de algo horrible. Parte de esta línea pospornográfica, tiene que ver con el movimiento queer (vocablo que aglutina opciones sexuales gays, les bianas, transexuales…) que, precisamente, lo que va a hacer es trabajar con aquellos objetos que parecían intocables hasta ahora en el ámbito político. ¿Eso que habíamos abandonado porque estaba totalmente cargado de dominación...? No. Eso también puede convertirse en un instrumento de producción de nuevas subjetividades (Preciado citado por Llopis, 2010, p. 45).
Actualmente, se entiende como el conjunto de materiales, imágenes o reproducciones sexuales cuyo fin es provocar y excitar al receptor. Es así entonces que podemos definir a la pospornografía con lo que sucede “des pués” de la pornografía y los encargados de ese cambio, por medio de un planteamiento teórico, técnico y conceptual, donde, muchas veces, son los propios artistas. La pospornografía produce una mutación hacia lo que se co nocía como “triple X”; al hacer un cambio en los códigos, signos y simbología que representa al sexo, realiza un recorrido por nuevos lineamientos dentro de los dispositivos pornográficos. Así, la pospornografía se convierte en una nueva forma de apreciar la pornografía desde lo artístico.
El arte erótico tiene cabida en la historia desde tiempos inmemoriales, donde las cuestiones sexuales son representadas para infligir placer al ser observadas desde Oriente hasta Occidente. Desgraciadamente, las leyes re guladoras de todos los tiempos han impedido que se aborde con libertad la sexualidad, y más aún dentro del arte. Este hecho hace que las publicaciones y dibujos de contenido erótico sean vitales y, al mismo tiempo, prohibidas.
Así, a lo largo de distintas épocas, se ha visto el erotismo y la sexualidad den tro del arte como un tabú y ha estado dentro de la clandestinidad.
Desde la Venus de Willendorf, del periodo paleolítico, la cual se trata cla ramente de un objeto idealizado que celebra la sexualidad y la fecundación femenina, hasta el primer plano de las partes íntimas de una adolescente, en El origen del mundo de 1866 pintado por Courbet, pasando por el escándalo sexual de la obra de Balthus con La lección de guitarra, obra realizada en 1934, o las acuarelas de George Emmanuel Opitz, realizadas entre 1820 y 1840, donde se plasma el acto sexual entre más de dos personas, el artista, de una manera personal y subjetiva, ha tenido la necesidad de estampar en el lienzo sus deseos sexuales y carnales con una mayor libertad.
La posmodernidad rompe con todo lo conocido dentro de la modernidad, y esto pasa también en la historia del arte, el tema en la obra es obsoleto y da cabida a la experimentación; es en la postmodernidad cuando surgen movimientos dentro de la sociedad como revolución sexual y el feminismo, así como el voto a la mujer y la raza negra, la cultura de masas y la reproductibili dad mecánica. Un ejemplo de esto en la historia del arte es cuando Warhol en 1962 reproduce, en serie, ya no a la Virgen Madonna, sino a Marilyn Monroe, un símbolo sexual y sensual alejado del canon de la mujer pura y abnegada, donde la mujer virgen deja de ser el modelo a seguir y da lugar a la mujer co mún como un icono de liberación de la sexualidad y, de igual manera, se em piezan a analizar las cuestiones artísticas desde otras perspectivas estéticas.
Ya en la segunda mitad del siglo XX, el performance abre puertas dentro de las libertades sexuales, artistas como Annie Sprinkle, quien es una de las pioneras de la pospornografía en la década de 1970, o Bob Flanagan, que hace de su enfermedad (fibrosis quística) un juego sadomasoquista dentro del performance, utilizando su cuerpo sexuado para dar un argumento dentro del arte. Es precisamente Sprinkle, estrella porno feminista, la primera en utilizar el término “pospornografía” para nombrar lo que estaba haciendo dentro de sus acciones.
¿Qué sucede en la segunda mitad del siglo XX con la pornografía y el arte, específicamente la pintura? Aunque abarcar las consecuencias implica algo más externo, en este ensayo se hace un pequeño planteamiento a partir de tres artistas europeos como representantes que, bajo la premisa anterior, em pezaron creando un nuevo tipo de arte sexual y erótico. Como han sido apro piados y se han transformado los estereotipos que reproduce la pornografía, por la mano del artista, un rasgo propio de la misma parece ser su carácter obsceno y al mismo tiempo estético; una falta de pudor y una capacidad inherente para pegar en la sensibilidad del espectador de la obra. Cuando llega el posporno a la esfera artística, el cuerpo es dejado de ver como una imagen cosificada y se apuesta por su entendimiento y su libertad. Se crea un nuevo género crítico y espectacular de representación del sexo donde hay una mutación entre lo obsceno, lo bello, lo kitsch y lo cómico. Alterando y trastocando la construcción de identidades, de fantasías y de sexualidades, de este modo, reivindicando la creación de una nueva pornografía hecha para ser observada, cuestionada y admirada. Creando nuevos cuerpos y, por con siguiente, nuevas obras. Esto se logra gracias a una aproximación multidisci plinaria al sexo explícito dentro del arte.
A partir del uso del concepto de pospornografía citado por diferentes crí ticos, filósofos y artistas, se escoge en este ensayo a la pintura como tema de estudio, pues se conoce mucho más de la pospornografía dentro del per formance, la fotografía y el video, por ser el cuerpo del artista el que más se adapta a este lenguaje. No obstante, la pintura también plasma al cuerpo en una línea donde la pornografía y el erotismo no encajan, el cuerpo dibujado o pintado también puede estar en la disyuntiva de no entrar dentro del erotismo o la pornografía, y encuentra un lugar en la pospornografía. Las prácticas pospornográficas desde la mirada y el pensamiento artístico deben ser rede finidas y reconceptualizadas para que su función no sea un tabú dentro del arte, utilizando a la pintura para que, como medio de creación, a partir del tema planteado se conciba como artista dentro de esta práctica.
Después de la posmodernidad el panorama artístico cambia, se rompen las viejas estructuras y dentro del arte surgen voces nuevas con ideas dife rentes y voces viejas que poco a poco están llegando a un acuerdo con ellas. La pornografía, tal como se entiende en la actualidad, se limita a una trans formación del erotismo en mercancía y después de la posmodernidad el arte también se convirtió en mercancía.
Ahora, lo conveniente es mostrar el trabajo de tres artistas contempo ráneos donde el termino pospornografía se adapta de buena manera a su obra pictórica. Estos artistas son John Currin, (1962), quien se apropia de pornografía danesa de la década de 1970, Lucian Freud (1922-2011) y sus desnudos carentes de pudor y Till Rabus (1975) y el cuerpo sexual consu mista, muchas veces influenciado en sus escorzos por tomas del cine porno, creando una argumentación entre la imagen y la pospornografía. El estudio se enfoca solamente en la pintura, pues es donde no se han explorado a fondo todas las vertientes y posibilidades dentro del posporno. Sabemos que el posporno no es porno, pero lo lleva dentro como una historia, como el ADN familiar, muy diferente a las pinturas eróticas que conocemos desde la antigüedad, aunque, también en estas sin conocer aún el término, se podría hacer una clasificación y diferenciación entre la sutil barrera entre el erotismo y lo pornográfico.
La pintura pospornográfica empieza a ser vista como un fenómeno revolu cionario que se apropia de los códigos del porno tradicional, y rompe con los estereotipos de una sociedad determinada. Esta llega a la radicalidad por medio de la mano del artista y busca la variabilidad dentro del género y las prácticas sexuales; también, incluye a los “otros” cuerpos, aquellos que salen de la estética de belleza conocida en otra época. Umberto Eco en su libro Historia de la fealdad, hace un tratado sobre esos cuerpos y esas distintas bellezas que, aunque han existido a lo largo de toda la historia del arte, se empiezan a observar y a disfrutar a partir del arte moderno. En palabras del autor “El concepto de fealdad, igual que el de belleza, depende no solo de las distintas culturas, sino también de las épocas (2007, p. 421).
Con el riesgo de parecer ofensiva, la pintura pospornográfica provoca una liberación de las costumbres estéticas y sociales que retoma el uso del sexo explícito creando una nueva belleza. En estas obras solo se plasman, por medio de una propuesta y un fundamento, distintas prácticas que permiten romper con los tabúes en cuanto a los nuevos sentidos en torno al género y las sexualidades, desde un lenguaje artístico, crean una reflexión, un gozo y un placer acerca de las distintas sexualidades, las identidades y las corpora lidades no convencionales del ser humano.
Empezando con la obra de John Currin, conocido como un artista clásico-contemporáneo, con un dominio y una habilidad de la técnica, su obra tiene ciertos toques grotescos llenos de una extrañeza que se enfatiza en los ojos completamente negros de sus personajes. Con un toque vulgar y humorístico, poco tiene que ver con los ideales pictóricos del pasado. La intemporalidad y diversidad de sus recursos temáticos, que pueden dar un inesperado salto de escenas mitológicas a retratos de la burguesía norteamericana actual o de un fino desnudo del siglo XVI a una chica playboy con excesos de atributos físicos. En su obra hay una mezcla de erotismo y pornografía, ganando alguna de estas más cabida en alguno de sus cuadros, creando una sensación de belleza y repulsión.
Sus obras muestran situaciones muchas veces censuradas, lo que pasa “al cruzar” la puerta de la habitación privada; hombres y mujeres envueltos en actos sexuales que no siempre van a la par de las políticas del arte contem poráneo, y eso que en el arte contemporáneo, está permitido “todo”. Su obra, gracias a la limpieza del color y a la forma trabajada de una manera magistral, llena la obra de un aura etérea que se rompe al ver lo puntual del tema a tratar formando así un equilibrio.
Muchas de las obras de Currin muestran retratadas a las chicas de re vistas al estilo playboy, llevando una vida de ensueño, donde se trabaja y se divierte, sin problemas ni conflictos exteriores. Beatriz Preciado habla de la revista Playboy como
algo que no se encasilla solo en lo erótico, sino que forma parte del imaginario arquitectónico de la segunda mitad del siglo XX. Play boy es la mansión y sus fiestas, es la gruta tropical y el salón de juegos subterráneos desde el que los invitados pueden observar a las Bunnies bañándose desnudas en la piscina a través de un muro acristalado (2010, p. 15).
Esto Currin lo utiliza en sus desnudos, con una doble influencia, por un lado, de la cultura popular y de las modelos de revistas para caballeros, y por otro, exclusivamente en técnica, de clásicos como Cranach, Courbet y Fragonart. En su pintura el desnudo y lo sexual toman el primer plano de la obra. Currin entra en la categoría de la pospornografía por los primeros planos que plasma sobre el acto sexual, donde la estética se encuentra en sus poses muy parecidas a los cánones del movimiento del romanticismo y a la fuerza de su pincelada.
En la obra Mechanicsburg (ver Imagen 1) pintada al óleo en el año 2008, Currin cruza esa barrera entre lo erótico y lo pornográfico dentro de la pintura. Este le da un sentido artístico, pero también le da un sentido teórico a lo que se conoce como obsceno, pues hay elementos que se pueden estudiar den tro del posporno como la manera en que la obra alude a imágenes románticas pero donde se muestran los genitales y la penetración en primer plano y es por eso por lo que entra dentro de la categoría de pospornográfico; se plasma una circunstancia que pudo salir de una página de contenido sexual explícito del apartado FFM. El mismo Currin dijo que el artista borra cualquier manifes tación, sosteniendo que hay tales cosas como malo o enfermo. Sus pinturas juegan con las formas de cuerpos eróticos exagerados, donde no hay ningún veto al mostrar penetraciones.
En el cuadro titulado The Teenagers (ver Imagen 2), realizado en óleo en 2007, Currin muestra la otra parte del amor. No el amor idealizado como se muestran en la mayoría de las pinturas que los artistas conocemos en el camino de nuestra formación teórica, y que este tipo de amor es el que se plasma mayormente antes y durante el arte moderno. Tampoco, el amor erótico que solo muestra una parte del todo, donde menos es más para que sea la imaginación la que haga el resto de la escena, sino el amor que se da a partir del coito y del orgasmo. Dicho autor muestra, a partir de su trabajo, que el coito también puede ser bello y estético, analizándolo con diferentes estéticas que no están en el parámetro de lo clásico.
Por último, en la pintura Deauville (ver Imagen 3) creada en el 2007, mues tra otra vez, el gozo y el placer al que puede llevar el orgasmo sin reservas ni fingimientos, y sin importar lo que la sociedad considera como lo bien visto, esto también, dentro del mundo del arte. La disposición de los personajes a ser vistos y disfrutados. Visibiliza la cara oculta del acto sexual, y lo hace de una forma accesible y limpia, nunca amenazante, con un encanto que no teme seducir al espectador.
Diversos críticos de la representación y del lenguaje pornográficos como John Berger, Laura Mulvey o Linda Williams coinciden en señalar que el verdadero centro de la representación pornográfica es precisamente el ojo (la mirada y la subjetividad) masculino, que paradójicamente nunca forma parte de la imagen. No obstante, el ojo masculino deja su marca -indicio de su poder de fabricar imágenes- para así completar el marco que ha tenido la sagacidad de abando nar justo antes de la toma fotográfica (Preciado, 2010, pp. 69-70).
No obstante, en esta obra queda abierto a quien va dirigida la mirada, pues a diferencia de la pornografía, la pospornografía es incluyente.
Considerado como uno de los artistas figurativos más importantes del arte contemporáneo es un representante de la escuela neofigurativa inglesa. Flirteó en su juventud con el surrealismo y con los pintores alemanes de la llamada Nueva Objetividad, como Otto Dix o Georg Grosz, dejándose contagiar por el morboso sentido físico, carnal y existencial de Francis Bacon.
La pintura de Lucian Freud debe su original singularidad a la manera como supo abordar la figura humana, en esencia desnuda y haciendo siempre cons tar su turbadora densidad carnal por medio de la plasticidad materia del óleo.
En su interpretación del desnudo, Freud unió la característica visión forzada con que el pintor Degas observaba los desnudos femeninos para obtener un punto de vista diferente y un sentido matérico que les daba una fuerza táctil, muchas veces con un resultado turbador. Freud quería que la propia pintura tuviese una densidad elástica, como la de la carne.
Una de sus obras más importantes, Desnudo con las piernas para arriba (ver Imagen 4), muestra a un hombre, de una edad media, sin mayor atractivo físico -que es ahí en donde también radica la fuerza de su obra, en no buscar la belleza estandarizada del ser humano-, con las piernas levantadas en una habitación que bien puede ser un lugar de paso, un “no lugar” sin historia, como el cuarto sucio de un hotel cualquiera, muestra sin reparo su pene flá cido y descansado hacia el mismo lugar que todo el descansa, sin importar ser observado por la mirada curiosa y voyerista del espectador. Los cuerpos que pinta Freud son cuerpos muchas veces decrépitos o flácidos, sin ideali zar la figura sino mostrándola tal cual, así hace también con los genitales, los muestra en un estado de descanso, con un gesto casi grotesco o cómico.
La pintura Mañana soleada a ocho piernas (ver Imagen 5), realizada en óleo sobre tela del año 1997, es una obra que esconde varios secretos. Otra vez, como es una constante en su obra, se observa a un hombre desnudo, mostrando sus genitales sin vergüenza y sin apuro, al foco dentro de una habitación sin identidad. Pero el título nos dice más: amanece y contamos las dos piernas del hombre, las cuatro del perro y las dos escondidas, son ocho piernas que jugaron en ese dormitorio toda la noche, juega con nuestra mente para imaginarnos que es lo que tuvo que suceder horas antes para que hayan quedado tan agotados, qué relación pueden tener estos tres per sonajes y por qué uno de ellos yace en el suelo, debajo de la cama. Es una pintura animada que, paradójicamente y de una manera deliberada, muestra a los modelos liberados de toda teatralidad, en donde aparecen en una pose de descanso, con una profunda libertad humana. Al final habitan el lugar y gracias a la paleta de color, son parte de dicho espacio.
En la pintura Inspectora de salubridad durmiendo (ver Imagen 6), óleo so bre lienzo de 1995, Lucian Freud juega con esa “otra” belleza, poco admirada y sobrevalorada: una mujer descansando, en una posición erotizante, donde su corporalidad y el movimiento de sus curvas es enfatizada con la maestría en la técnica del artista. La imagen de la mujer es maximizada y dramatizada para el disfrute del ojo observador, se da generosa como un regalo, sin pudor de mostrar su cuerpo. No hay retorno a lo reprimido, los servicios de inspectora de salubridad terminaron por ese día, dando pie a la mujer dormida de pose renacentista, pero sin cubrir su cuerpo. Lo que ella muestra son cosas que pertenecen a lo íntimo personal, a lo familiar, el espectador al ver su cuerpo desnudo, de cierta forma, ve también su vida desnuda.
Para culminar tomaremos algunos ejemplos de la obra de Till Rabus, artista contemporáneo suizo que, además de su inclinación por el realismo, tiene preferencias por los temas donde la cultura de masas y la globalización actual están presentes. Artista que tiene un buen ojo para la organización de los objetos inanimados creando con estos, provocaciones en el público. Combina estas habilidades en sus extrañas obras, donde los objetos ordina rios se encuentran en composiciones misteriosas que juegan con la simetría y colores saturados. Sus pinturas son objetos dispuestos en intrigantes es tructuras para crear sus paisajes oníricos surrealistas desechados.
En la obra Venus (ver Imagen 7), óleo sobre tela del año 2013, el artista recrea la pintura de Sandro Botticelli, El nacimiento de Venus de 1484, pero en un concepto contemporáneo y cotidiano. Muestra a una mujer, casi adolescente, con el vello púbico bien recortado y la línea del bikini sin asolear. Ya no es la Venus erótica y mística que se recuerda del Renacimiento, sino una Venus híper sexualizada y dispuesta, entregada sin tapujos, saliendo de una concha de fibra de vidrio en un ambiente kitsch y popular que, aunado a la maestría de la técnica, el deseo de esta adolescente infunde en el público es mera mente sexual, colocando al erotismo en un segundo término.
Otro de los trabajos de Till Rabus es Patchwork hotel n° 2 (ver Imagen 8), obra realizada al óleo en el año 2012. Una obra donde se funden distintos cuerpos amorfos en una orgía, en la cama de una habitación, donde pode mos identificar, por la maraña de cuerpos unidos y mutados, las medias de una “Lolita” dispuesta a descubrir el sexo.
Till Rabus transita en lo kitsch y Beatriz preciado hace una referencia ci tando a otros autores a este término, que puede encajar perfectamente en la obra de Rabus y ayuda a entender no solo el tema sino su técnica:
Para Calinescu, el Kitsch caracteriza la forma de la experiencia estética en la sociedad de masas. El efecto kitsch, según Calinescu, supone siempre una “falsa conciencia estética”: lo especifico del Kitsch es operar bajo la lógica de la imitación, de la tradición, el contrabando o el engaño estético. Pero mientras la imitación busca hacerse pasar por original, el Kitsch exhibe y celebra su condi ción de falso. Para Hermann Broch, Adolf Loos o Clement Greenberg, el Kitsch, signo de la degradación estética y moral que el mercado y la reproducción me cánica introducen en el objeto artístico, es el mal en el sistema del arte. Kitsch pasa así rápidamente, de ser un concepto estético, a convertirse en una catego ría política e incluso moral. Para Adorno, el Kitsch es una forma de producción intrínsecamente moderna que no traiciona, sino que responde a los modos de producción y consumo de la producción capitalista (2010, p. 190).
Y, por último, en la obra al óleo Cropping n°5 (ver Imagen 9) de 2010, regresamos al comienzo, “al origen del mundo”, remasterizado y descontex tualizado, al primer plano de la vagina de Courbet, pero ya no es la vagina sino el culo lo que se muestra. El extra en la obra es que atrás se encuentra lo que queda del arte moderno o como se le conoce, la obra dentro de la obra. Pintura profética que abre las puertas y las piernas a una nueva manera de ver la misma pintura, por medio de una nueva vertiente, que se muestra así, sin más: la pospornografía. En este cuadro, la mujer permanece en secciones pasiva y desafiante, prensil, de un sinfín de historias y reinterpretaciones, esperando ser penetrada.
En conclusión, es entre la segunda mitad del siglo XX cuando el término pospornografía empieza a inmiscuirse en los procesos del cuerpo y de alguna forma todavía no bien definida -digo no definida, porque aún no hay quien se aventure a involucrar estos dos términos y analizar lo trabajado en ellos-, tam bién, en los estudios pictóricos, es un tema que puede convertirse en priorita rio si se investiga a fondo, y para esto se necesitan ahora a los artistas, para que, a partir de su trabajo, puedan redefinir la historia del posporno pictórico.
En medio de la interminable e inherente transformación de lo artístico, en relación con lo contemporáneo, nuevas formas de ver y analizar el cuerpo en la pintura empiezan a fraguarse, y este es un buen camino para empezar a transitar, ya sea en la cuestión teórica o como artista en lo pictórico. Un camino plagado de nuevos códigos y nuevas experiencias estéticas donde el cuerpo plasmado y el cuerpo del artista puedan ser los protagonistas del movimiento posporno.
Así como los antecedentes de esta corriente y su lugar dentro del arte contemporáneo actual no han sido aún determinados, pues el artista va ca minando a tientas entre lo erótico, la pornografía, el concepto y el proceso de creación, investigando y recreando, ya no nada más a partir del cuerpo, sino accionando el propio cuerpo en el acto de pintar para crear un nuevo lenguaje. Poco a poco la pospornografía, no ya solamente dentro del performance, la fotografía o el video performance, donde el cuerpo es el mayor exponente del sentir y del deseo, para con este llegar a la creación de códigos y significantes más allá del propio porno, sino en la pintura, donde el cuerpo del artista plas ma el cuerpo, pinta al cuerpo y sus representaciones. La pintura dentro de la pospornografía ha llegado con paso firme para crear nuevas experiencias y nuevos conceptos teóricos y plásticos dentro del arte; es la pospornografía un movimiento relativamente nuevo que hace que se voltee a ver este arte con nuevos ojos, donde se esperan aun transitares al por mayor.