Introducción
La masonería utiliza un lenguaje simbólico basado en el mundo de la construcción y en la tradición hermética e iniciática, pues abundan los referentes alquímicos y cabalísticos, algunos del Antiguo Testamento y, en menor medida, incluso de los Evangelios. A la escuadra, el compás, la piedra bruta y la tallada, la llana, la plomada, el cincel, la maza y un largo etcétera, se añadieron otros tan esenciales como el Templo de Salomón, sin olvidar el pitagorismo. Lo común a todos ellos es que están escritos y se presentan en un lenguaje simbólico. Así pues, la orden masónica es la depositaria de una herencia múltiple, aunque su origen y existencia hasta la actualidad debe enmarcarse en la espiritualidad judeocristiana y el humanismo occidental.
Es importante señalar que el hilo conductor de este artículo proviene de una enunciación desde la literatura masónica, o si se prefiere, desde su doctrina y tradición, específicamente las del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (reaa). En ese sentido, se hace referencia a textos históricos de la sociabilidad iniciática, pero el análisis se fundamenta en la tradición exegética de la masonería, con el objetivo de comprobar nuestra hipótesis sobre una posible “pérdida de sentido”. Así pues, el presente texto aborda un enfoque interpretativo de la historia, o si se prefiere, constituye una reflexión filosófica sobre la transformación de la Orden de la escuadra y el compás, en cuanto a la interpretación de sus contenidos simbólicos.
El corpus iniciático de la masonería
En la masonería tradicional (llamada en el mundo masónico “regular”), no se pueden realizar los trabajos en el templo sin que en él figure una Biblia abierta, o cualquier otro libro revelado de una religión histórica, como el Corán o los Vedas. Muchas de sus palabras sagradas y de paso son hebreas, y se pronuncian en esa lengua, puesto que si se traducen pierden fuerza, tanto en el plano sonoro como en el sutil, tal y como afirman los masones que defienden la tradición antigua. Pero las palabras sagradas y de paso no son los únicos elementos de la cábala hebrea original en la masonería.
El pitagorismo también está muy presente, pues la geometría sagrada y la metafísica de los números forman parte de muchos de los principios y doctrinas de la orden. El delta pitagórico está en todas las logias, con el ojo de Dios o la letra G en su centro. Es la versión masónica de la tetraktys pitagórica.
La alquimia la encontramos, en primer lugar, en el llamado “gabinete de reflexión”, donde el candidato medita y hace su testamento filosófico. Lo hace ante el azufre, el mercurio y la sal, los tres principios básicos de las doctrinas y la praxis alquímicas, y el acrónimo alquímico VITRIOL (Visita Interiora terrae, rectificando invenies occultum lafiidem).
La piedra bruta y la pulida, que están siempre presentes en el templo masónico, también proceden de la alquimia. La exégesis cabalística hebrea enseña que, en la Escritura, la piedra es el Dios en el hombre, y las obras de hermetismo leen la Biblia en clave alquímica.
Como veremos más adelante, en muchos casos estos elementos han sido devaluados o bien se obvia su significado primero, iniciático o hermético, y se le dan interpretaciones morales, psicológicas o sociales. Nos estamos refiriendo siempre al reaa, el que adoptaron la inmensa mayoría de las logias españolas hasta la Segunda República.
La dramatización de los misterios iniciáticos en la masonería actual proviene de las antiguas iniciaciones egipcias y griegas, las llamadas religiones mistéricas. Mystes en griego significa ‘iniciado en los misterios’, del griego misterios, ‘iniciación’, palabra que empleó Heródoto al referirse a los rituales practicados en las escuelas iniciáticas de los sacerdotes egipcios1.
¿Qué hacían las hermandades pitagóricas en sus templos? Lo mismo que los sumerios y los egipcios: otorgar una iniciación a través de una muerte y una resurrección en la vida nueva. La masonería continúa haciéndolo.
La pluralidad de escuelas, ritos y divinidades que conformaba el mundo iniciático de la Antigüedad esconde sin embargo una unidad esencial, huella innegable de la mano secreta de los sabios, que las instauraron a fin de que, como escribió un antiguo comentador de Homero, la vida de los hombres no discurriera “estúpidamente, privada de voz”2.
Llámeseles sabios, filósofos, profetas u otro nombre, toda la sabiduría antigua yla que ha sobrevivido hasta la modernidad afirma que el mundo iniciático, los textos sagrados y las religiones a las que dieron vida son fruto de esos hombres superiores, enviados por Dios para esa función. Desde esta perspectiva, negarlo implica vaciar de trascendencia e inmanencia la humanidad, es desacralizar el mundo y el ser humano; a esa tarea se ha dedicado el ateísmo anticlerical en Occidente en su lucha contra el catolicismo y las religiones en general3.
Los masones del XIX y del primer tercio del XX reivindicaban con orgullo sus orígenes antiguos e iniciáticos, pero pocas veces añadían que esos misterios eran de naturaleza netamente espiritual, iniciática, como lo muestran las fuentes documentales que han sobrevivido.
El descrédito del pensamiento analógico y del lenguaje simbólico tradicional al que está estrechamente vinculado, supone crear un vacío ontológico en la cultura y el saber de Occidente, pues el lenguaje simbólico -que es el propio de la masonería- forma parte medular del acervo cultural y sapiencial de la humanidad letrada.
Se acusa de mítico y subjetivo el saber simbólico, pero -especialmente en las ciencias humanas- cuando un investigador actual comienza su trabajo, ha escogido una parte o aspecto de la realidad en la que se inscribe el tema, ha seleccionado un instrumental, además de trabajar a partir de un posicionamiento intelectual e incluso ideológico. La propia mirada modifica la realidad presente o histórica. Todo ello convierte en subjetiva o parcial su investigación y, por lo tanto, sus resultados. Podemos escapar a la mentira, pero no a la subjetividad.
Como escribió Michel Foucault, “lo propio del saber no es ver ni demostrar, sino interpretar”4. El investigador interpreta los datos objetivos comprobables, visibles, pero no puede evitar su filtro personal, subjetivo, y no por ello deja de ser válido el resultado de su trabajo. El pensamiento antiguo parte de relaciones invisibles para establecer, por ejemplo, una relación esencial entre la mujer, el agua, la Luna y el espejo. E interpreta que la realidad confirma su afirmación, la cual permanece en la medida de su utilidad. El pensamiento iniciático original sigue esta línea - digamos- de subjetividad espiritual útil, pues es la única ciencia que lleva al conocimiento del Ser Supremo y del Sí mismo.
Las fuentes medievales
Veamos en primer lugar las llamadas Old Charges (Antiguos Deberes), los cuales nos muestran abiertamente que, en su origen medieval, los misterios de la masonería no sólo eran morales o filosóficos, sino también corporales, físicos, es decir, verdaderamente iniciáticos, puesto que la moral o los valores humanos son para este mundo, y la realidad a la que accede el verdadero iniciado es el mundo divino.
Veamos dos ejemplos. En el manuscrito Dumphries se pregunta: “¿Dónde reposa la llave de vuestra logia?” Y se responde: “En una caja de hueso recubierta de pelo erizado.”
El mismo manuscrito dice más adelante: “¿Cuál es la longitud de vuestra cuerda?”
Y se responde: “Es tan larga como la distancia que existe entre el lugar de mi ombligo y mis cabellos más cortos.”5
En el manuscrito Trinity College (de finales del siglo xvii) se dice que dos maestros se saludaban presionándose mutuamente la columna vertebral y colocando la rodilla entre las del otro hermano6. He aquí un ejemplo más de esa alusión a los puntos “espirituales” del cuerpo, a su anatomía sagrada.
Otro texto de la masonería antigua explica que dos hermanos se daban la Palabra de Maestro estrechándose mutuamente la mano derecha, mientras los dedos respectivos de la mano izquierda presionaban fuertemente las vértebras cervicales7. De esas prácticas proceden sin duda los “cinco puntos de perfección”, método corporal de reconocimiento entre maestros masones.
Podemos deducir de estas enseñanzas que la antigua masonería se jactaba de conocer que el secreto se esconde en el hombre y está íntimamente relacionado con misterios de carácter físico.
Para cierto sector de al interior de la masonería, esta ha sufrido de una “contaminación profana”. Pese a ello, una parte sustancial de los ritos y doctrinas masónicos recuerda que la transformación del iniciado no es solamente moral, sino también efectiva, tangible, pues la purificación interior lleva a la nueva vida, a la recuperación y a la restauración de la Palabra perdida que le sigue. Todo ello forma parte de una verdadera metamorfosis secreta, interior, idea que pervive en algunas fuentes documentales y hasta cierto punto, en la tradición oral propia de la masonería más cercana a las formas tradicionales.
El lenguaje simbólico
El lenguaje simbólico es el propio de la masonería, pero también lo es el de los textos revelados, el de la Ilíada y la Odisea, que eran la Biblia de los griegos, y que la modernidad ha convertido en simple literatura8. Es también el propio de la cábala y de la alquimia.
Respecto al símbolo, es una palabra de origen griego: symbalô, cuyo significado es unir las partes de un objeto que ha sido partido en dos y que casan perfectamente. Ello nos remite a una idea fundamental para el pensamiento antiguo, que Platón expresa en el Banquete (189e-193d), cuando dice que el paradigma del símbolo es el hombre, pues antes de ser expulsados del cielo éramos andróginos e inmortales, un ser que “era a la vez macho y hembra”9. Pero víctimas de un inmenso orgullo, nos rebelamos contra los dioses, y como castigo, Zeus nos separó en dos partes y nos expulsó a este mundo de exilio, “por lo que ese nombre (‘andrógino’) yace en la ignominia”. Por esa razón, todo ser humano busca su mitad perdida, la que casa perfectamente con él. Y esta mitad perdida que ha quedado en el cielo se recupera gracias a la iniciación efectiva, que restaura la antigua naturaleza humana y la reintegra al mundo de los inmortales, al mundo de la Unidad. Así lo afirman la filosofía griega y la cábala hebrea, pero también, veladamente, las Escrituras de las tres religiones del Libro. No obstante, sin el conocimiento de la hermenéutica antigua y de sus métodos exegéticos, es muy difícil descubrirlo.
Por lo general, los símbolos masónicos se refieren a realidades espirituales que aluden siempre
-directa o indirectamente- a este misterio. Así pues, el masón representa al verdadero iniciado que ha recobrado la unidad perdida y se ha unido a la divinidad.
No creemos que sea casual el hecho de que la masonería antigua y la del siglo xviii escogiera esos símbolos y doctrinas, pues todos tienen un incontestable carácter iniciático, es decir, espiritual, y para comprender su significado y la intención con la que fueron escogidos, deben interpretarse en clave hermética y/o cabalística. Sin embargo, el pensamiento moderno, progresivamente secularizador y antirreligioso, ha devaluado, distorsionado o simplemente suprimido los significados originales de muchos de ellos, lo cual ha afectado seriamente a la masonería, como veremos.
A ese estado de cosas colaboraron, de alguna forma, los nuevos principios de la lingüística, que postulaban la arbitrariedad de toda relación entre significante y significado, culminando así un proceso que venía del siglo XVII, como lo demostró Michel Foucault, cuando las palabras se separaron de las cosas10. Consecuentemente, todo símbolo podía ser reinterpretado sin limitación alguna, pues estaba separado de la idea o concepto que pretendía representar, era una creación arbitraria.
En el presente trabajo pretendemos poner de manifiesto que, en la masonería moderna, existe un problema epistemológico y hermenéutico muy importante. Una de sus causas radica en que los métodos exegéticos antiguos, que nacieron para comentar e iluminar los textos sagrados, de los que se ha nutrido y se nutre la masonería, se han olvidado o no se les presta importancia, pues lo que impera en la modernidad es explicar muy bien lo que pensamos del saber tradicional y sus textos, pero no siempre se intenta comprender cómo lo interpretaban los antiguos, es decir, su significado original. Es necesario, pues, recuperar el significado original de las doctrinas y los símbolos de la masonería si queremos conocer su sentido primero y, por lo tanto, poner de relieve la naturaleza prístina de la Orden.
Otro aspecto de este fenómeno es la banalización de lo sagrado. Circula por internet un bloguero que afirma lo siguiente: Steve Jobs creó el iPhone gracias a una inspiración divina -parece ser que él mismo lo dijo-, lo cual da pie al bloguero a confirmar su discurso, en el que pone en el mismo plano una inspiración humana, propia de los genios de este mundo, con la revelación de origen divino y los textos sagrados de la humanidad. Esa confusión que vulgariza lo sagrado forma parte del caos hermenéutico contemporáneo. Ello hace posible que cualquier persona más o menos hábil e inteligente pueda crear sin rubor alguno su propio sistema espiritual, aumentando así la legión de “maestrillos con su librillo”. Muchos de esos autores ofrecen discursos anestesiantes en los que cada individuo puede crear fácilmente su propio sistema espiritual y modificar la realidad, e incluso su destino.
En nuestra opinión, tal estado de confusión tiene su origen en la segunda mitad del siglo xix, época en que asistimos a un proceso de reinterpretación inédito en el mundo iniciático, particularmente en la masonería. El significado original de las doctrinas, los símbolos y los principios masónicos verán seriamente alterados sus contenidos iniciáticos -sean éstos de naturaleza bíblica, cabalística o alquímica- y a menudo suplantados por otros en lo que se alteran o se suprimen esos significados.
En el caso francés, por ejemplo, los ocultistas y el mundo esotérico en general del último tercio del siglo XIX y primeros del XX ignoran a la masonería11, pues en esa época el Gran Oriente de Francia (y con matices también la Gran Logia de Francia) estaba volcado en su lucha contra la Iglesia, en la que el movimiento librepensador, creado por masones (al igual que en España, Portugal e Italia) se convertirá en un instrumento básico de esa lucha, tanto a nivel social como ideológico12. Además se implicó abiertamente en la política partidista13, y ese fue el modelo de masonería que imperó en la Europa latina y en particular en España hasta la Segunda República.
Víctimas, más que protagonistas
A lo largo del siglo XVIII, el pensamiento científico olvida progresivamente, o abandona, las reglas de la hermenéutica antigua14, de manera que ésta pasa al ámbito del mundo marginal y esotérico, lo cual ha generado un sinfín de incomprensiones y, de ahí, el desprecio por el discurso legendario y tradicional de la masonería, pues -por ejemplo- ya no se comprende el sentido hermético, cabalístico o iniciático de que Adán sea el primer masón15. Pesaba mucho el prejuicio contra la “oscura” Edad Media, pues consideraban que los masones medievales eran gente simple, sin cultura y víctima de las supersticiones religiosas; y este y otros pasajes de las Constituciones de Anderson eran considerados una herencia medieval anacrónica.
El cambio de paradigma se consolidó a lo largo del siglo xix, y penetró en el seno de la masonería latina, que aspiraba a convertirse en la gran defensora de las libertades, del laicismo y del progreso social de la humanidad.
Consecuencia de todo ello fue que la masonería se vio intensamente influenciada por una modernidad que perdió el respeto a la tradición, a la que siempre había apelado la orden, y vivió este abandono del pensamiento antiguo como una gran emancipación. Se había, por fin, liberado de un yugo anacrónico, de una herencia incómoda. Esta transformación tendrá consecuencias muy importantes, pues a partir de ahora, los símbolos, los principios y las doctrinas masónicas podrán ser discutidos, cambiados e incluso eliminados. El nuevo paradigma permitirá que todo pueda ser reinterpretado de forma más acorde con los nuevos tiempos. Estamos ante un fenómeno de alteración, de ocultación y de abandono de los significados iniciáticos de muchas doctrinas y símbolos masónicos.
Esta transformación no tuvo su origen en la masonería, sino que, influenciada por la sociedad profana, cayó en la tentación de abandonar o reinterpretar sus propios misterios y doctrinas antiguas al ritmo secularizador de la sociedad europea16. He aquí un ejemplo en el mundo de la arquitectura, estrechamente vinculado a la masonería. A partir de 1779 la Academia de Ciencias de París no admitió más memorias sobre la cuadratura del círculo. Es cierto que algunos de esos trabajos probablemente no tenían la solidez y calidad necesarias, pero sobre todo ocurría que un tema como éste, tan impregnado de metafísica, ya no se consideraba apropiado a los nuevos tiempos, el de las Luces y la razón17.
Ante la presión social, cultural y política, y a fin de no quedar relegados en el camino hacia el progreso y la libertad, los masones introdujeron los valores profanos en la orden, en lugar de leer iniciáticamente la realidad circundante e intervenir en ella en sentido masónico. Así, se hicieron interpretaciones nuevas de los símbolos y las doctrinas masónicas tradicionales, presuponiendo -por contagio del mundo profano- que lo moderno era siempre superior a lo antiguo.
El resultado fue una distorsión y una amputación del legado esencial de la orden, de sus símbolos, sus rituales y sus doctrinas, que seguían siendo expresados en un lenguaje hermético muy próximo al de la cábala y la alquimia. Esos significados originales derivaron hacia el campo de una filosofía teñida de esotérica, elaborada con una mezcolanza de diferentes escuelas, autores y épocas, que disimulaba mal su contenido mayoritariamente profano.
Por su parte, la masonería inglesa del siglo xviii fue eliminando o reformando sus contenidos claramente católicos y/o cristianos a fin de dar a la orden un carácter más abierto y ecuménico, entre otras razones para integrar a los diferentes cristianismos bajo la égida de la tolerancia religiosa, y también por la presencia, cada vez mayor, de judíos en las logias18.
Influenciados también los masones por la preocupación que experimentaba el laicismo anticlerical -cuando no anti religioso- de crear una moral desvinculada de todo atisbo espiritual y religioso, asumieron lo que se llamó “moral natural”, sin comprender ni el alcance de esa adscripción, ni tampoco el sentido iniciático de la moral. Estaban convencidos de que lo masónico era negar todo origen trascendente de la moral humana, pues era posible ser moral fuera de la religión, de manera que la masonería se convirtió en un instrumento del proceso secularizador de las sociedades latinas europeas. Es cierto, desde luego, que la inquina permanente de la Iglesia católica contra la masonería favoreció decididamente esa deriva, de manera que el combate entre Roma y la Orden corrió paralelo a la lucha por la secularización completa de las sociedades.
En marzo de 1909 (unos meses antes del estallido de violencia antirreligiosa en Barcelona, la llamada “Semana Trágica”), el Boletín Oficial del Gran Oriente Español (goe) elogiaba las campañas anticlericales en el país: “Es digna de todo encomio la valiente y constante campaña anticlerical de la Asociación profana denominada ‘La Prensa Libre’ y no debe pasar desapercibida para la Francmasonería”19. Inevitablemente, por ese camino la orden penetró en la vida política, siguiendo, con matices y variantes, el modelo francés.
El Gran Oriente de Francia (gof) ha sido considerado por los historiadores como la escuela de cuadros de los políticos de la Tercera República, y también la “Iglesia” de la República. Su implicación en la política fue abierta y completa, sirviéndose, también, de la lucha anticlerical y la secularización de la sociedad francesa. Siendo primer ministro Émile Combes (de 1902 a 1905), masón del gof, las congregaciones religiosas fueron expulsadas del país, y se prohibió la enseñanza religiosa. Se propuso la redacción de un catecismo de moral laica y republicana; y los numerosos parlamentarios masones introducían en la Cámara de Diputados, para ser discutidas, las resoluciones de los Conventos masónicos20.
Consecuencia de ello fue que las obediencias inspiradas por el gof, como el goe y la Gran Logia Española, también descendieron al campo de las luchas políticas profanas y nadie se preocupó en remontar a los orígenes para descubrir por qué no se debía intervenir en la política de los estados y en qué se diferenciaba la moral profana -tan diversa según las culturas y las épocas- y la moral iniciática.
El goe se declaró republicano desde su fundación, en 1889 (España era una monarquía constitucional), y pronto será la obediencia hegemónica en el país. Al poco de ser fundado, su Boletín Oficial celebraba la revolución de septiembre de 1858, como “la más gloriosa revolución antimonárquica que jamás han visto los pueblos (…) y donde se proclamó para siempre en España la libertad y la igualdad entre todos los hombres”21.
Un caso extremo lo tenemos en la organización masónica fundada en Barcelona por el masón catalanista, republicano y filántropo Rossend Arús. En 1885, la Gran Logia Simbólica Regional Catalana Balear declaró el positivismo científico filosofía oficial de la Obediencia y, consecuentemente, suprimió el Gran Arquitecto del Universo de sus principios, como lo había hecho el Gran Oriente de Bélgica en 1872, y el gof en 1877. Para ser masón ya no era necesario creer en Dios y en la inmortalidad del alma; se abría así la puerta -también en esta obediencia- a la desacralización de todos los contenidos iniciáticos de la Orden, en clara sintonía con el combate laicista y anti religioso en los países latinos de Europa.
La mayoría de obediencias latinas se empeñaron en dar un sentido ético, astronómico, moral o psicológico a los contenidos iniciáticos de la Orden, y se afanaron con ahínco en disimular o borrar las trazas de espiritualidad de muchos de sus símbolos y de sus doctrinas. Así, en los inicios del siglo xx, sólo una minoría de masones españoles recordaba el significado primero de su corpus doctrinal.
Por su parte, el abanderado de la tradición, René Guénon, denunciará que la modernidad había confundido psicología con espiritualidad22. Todo ello formará parte de un proceso de alteración de significados, y probablemente de lo que Guénon llamó la “contra iniciación”23.
En España, el ateísmo comienza a invadir las logias y el movimiento librepensador, creado generalmente por masones, será en la Europa del Sur uno de los instrumentos fundamentales en su lucha por la completa secularización de la sociedad. El caballo de Troya24 de la política había invadido la masonería, a la vez que se devaluaban o edulcoraban las doctrinas iniciáticas originales.
En 1900, el goe y la G. L. Regional Catalana Balear fueron invitadas por la logia Cosmos de París a participar en una tenida magna internacional, con el objetivo de debatir el problema de la guerra, de la paz y el patriotismo. La crónica que hizo de la tenida el representante de la obediencia catalana decía que:
la Masonería francesa está dispuesta a luchar enérgicamente contra la peste nacionalista e imperialista que ha amenazado con llevarse al pueblo francés. (…) La Masonería ha abierto francamente las puertas al dreyfusismo y al socialismo. (…) Allí no hay miedo al internacionalismo, siendo de notar que la recepción que en dicha tenida se dio a los delegados alemanes fue significativamente cordial.25
En la Asamblea de 1915, el gran maestro del GOE, Miguel Morayta, leyó un mensaje en el que proponía lo que se debía hacer una vez derrotada Alemania:
resurgimiento de Polonia y a la rectificación de las fronteras de Francia, Rusia, Turquía y Estados pequeños del centro de Europa, y la anexión del vasto imperio colonial alemán, hoy en poder de los aliados; y se exigirán cuantiosas indemnizaciones de guerra y de los daños causados (…) y se fijarán las subsiguientes relaciones económicas de los pueblos beligerantes y de los neutros. (…) los aliados tienen de su parte la inmensa fuerza de cuantos factores constituyen la causa del progreso26.
No es preciso comentario alguno sobre la politización de la masonería francesa y de la española.
En el caso español se acentuó durante la Segunda República. Una muestra de ello es la vinculación del goe en la creación de secciones y comités de la Internacional Universitaria, que tenía su sede en Ámsterdam y cuyo ideario era combatir el fascismo desde un socialismo radical próximo al Partido Comunista. De hecho, el comunismo encontró en la lucha antifascista una forma muy eficaz de influir en las políticas europeas de los estados democráticos de aquellos años27.
Destacados masones del goe como Marcelino Domingo, Alejandro Lerroux, y Fernando de los Ríos estaban afiliados a la Internacional Universitaria. Esta obediencia -hegemónica en España- creó su propia organización antifascista, llamada Comité Español de Lucha contra la Guerra y el Fascismo, al que estaban adheridos Luis Jiménez de Asúa, Ceferino González y Fernando Valera, todos masones del goe y activos en el campo político28.
El Grande Oriente Español también colaboró en la creación del Frente Antifascista, en marzo de 1933. La sede del goe en Madrid sirvió de local a dicho Frente, y a él estaban adheridos el Partico Comunista de España, la Unión de Escritores y Artistas Proletarios, el Socorro Rojo Internacional, un sector de la Unión General de Trabajadores y numerosos grupos radical socialistas de toda España28. La influencia del Partido Comunista es evidente, a pesar de que el grueso de la nómina masónica española era republicana o socialista, y en muy escaso número comunista29.
A continuación expondremos algunos ejemplos de esa resignificación sistemática a la que fueron sometidos los símbolos, doctrinas y principios de la Orden en la masonería latina. Me centro en la masonería española.
La moral iniciática
Al tiempo que se debilitaba lo iniciático, la orden potenció al extremo el sentido moral de sus símbolos y doctrinas, en detrimento de los contenidos esotéricos. Puesto que la naturaleza religiosa de la moral ya no gozó de veracidad y fue puesta en duda, se hizo manifiesta la urgencia de ser morales, la necesidad del discurso ético, pues había que demostrar que la bondad era posible fuera de la religión. Por esta razón, desde el siglo xviii y sobre todo a lo largo del xix, los masones se empeñaron -como el socialismo y el anarquismo- en crear una moral natural, laica unos, y masónica otros, que debía reemplazar a la religiosa. Hegel ya predijo en su día que, en el futuro, toda metafísica se transformaría en una moral30.
Sin embargo, según algunas tradiciones espirituales e iniciáticas afirman que el sentido moral es innato y le viene al hombre del hecho de poseer un alma inmortal, que es de origen divino, a pesar de que los seres más degradados, más malvados y animalizados actúen como si carecieran de este principio divino. Así pues, es el Dios en el hombre (el alma, el ángel, la piedra) quien le da la consciencia, y también la mala consciencia cuando sus actos y su vida no se ajustan a la moral, es decir, a lo justo, a la virtud, al bien y a lo bello. En este sentido, la ética es un instrumento de la conciencia y una estrategia para la supervivencia que obliga al hombre a escoger entre el ángel y la bestia, por lo que su libre albedrío tiene un componente moral. Por ello, la inclinación natural del hombre es ser moral antes que consagrarse a una ascesis de tipo filosófico o iniciático, de ahí que su empeño consista en querer reformar o perfeccionar el mundo y a sí mismo mediante la ascesis moral o de cualquier otro tipo.
Además, al insistir todas las obediencias masónicas en la moral y la moralidad, ofrecían a sus miembros un valor que todos podían entender, asimilar e intentar aplicar en sus vidas particulares, lo cual era del todo necesario, evidentemente. También lo era la secularización de la sociedad. Así, junto con esos loables avances penetró el ateísmo, que desde el siglo xix fue divulgado por las élites intelectuales y políticas entre las clases populares. Éstas, particularmente en las ciudades, fueron rápidamente descristianizadas y a cambio se les ofreció nuevos mesianismos secularizados sin Dios e incluso contra Dios, como el socialismo marxista y el anarquismo, que prometían a las clases trabajadoras un paraíso terrestre donde reinarían la igualdad, la libertad, la fraternidad, la paz y la felicidad perfectas. Consiguieron, eso sí, lo cual no es poco, la dignificación del proletariado y mejorar enormemente sus condiciones de vida.
Pero en la masonería el discurso moral -y también el moralismo- se habían introducido ya en sus inicios ingleses, hasta el punto que se acabará definiendo la orden como un sistema de moral y no como una orden de tradición iniciática. Esa tendencia a lo moral como sustituto de lo iniciático fue general y se mantiene en gran parte en la actualidad. El masón inglés Samuel Hemming (1757- 1828), dijo que la masonería era un “bello sistema de moral velado por símbolos”. Esta afirmación pasa hoy por ser una definición de lo que es la masonería.
En la Inglaterra pre-moderna, los gremios medievales celebraban una versión particular de autos sacramentales sobre temas bíblicos, llamados mysteries, es decir, ‘iniciaciones’. Posteriormente, en el siglo xv, surgió otro tipo de representación parecida (muy divulgada entre 1500 y 1550), pero de contenido únicamente moral: eran las Moralities, en las que a un personaje (el everymen) se le iban apareciendo diferentes cualidades y vicios personificados por sendos actores. Estas piezas teatrales moralizantes fueron muy utilizadas por los protestantes para la edificación del pueblo31.
La Gran Logia Unida de Inglaterra recogió e hizo suyo el concepto profano de moral, y lo perpetuó hasta la actualidad, al igual que lo han hecho el resto de obediencias masónicas, sean o no de filiación inglesa.
En cuanto al concepto iniciático de la moral, debemos acudir a la República de Platón (I, 353a y subsecuentes), donde se enseña que la virtud (en griego αρετή, areté), y por extensión, la moral (en griego ήτική, etiké) provienen del alma inmortal, y es ésta la que dota y predispone al ser humano a obrar éticamente. Aristóteles, aquí siguiendo a Platón, dirá que la virtud en el hombre procede de Dios, y que la virtud humana “es la del alma”. Dice también que el premio a la virtud lo otorga la divinidad (Ética a Nicómaco 1102a y 1099b). Y como moral y virtud provienen de Dios, la meta final de toda moral es Dios mismo, es decir, alcanzar la salvación y la unión con la divinidad, la verdadera perfección.
Esa es también la meta de la filosofía, tal como la entienden los presocráticos, los pitagóricos, Platón y los neoplatónicos. Este concepto de moral es el que podemos calificar de masónico, en tanto que iniciático y no profano. Por esa razón el mismo Platón escribe en Alcibíades (131b) que “la sabiduría moral es conocerse a sí mismo”. “Conócete a ti mismo” sigue siendo una divisa masónica esencial hasta la actualidad, pues quien se conoce a sí mismo es el verdadero iniciado, es decir, el filósofo, el sabio. Por eso Platón afirma que la ciudad debe ser gobernada por los más sabios, los reyes-filósofos (Refiública 473d).
El Gran Arquitecto del Universo
En España, desde el último tercio del siglo xix y hasta la Segunda República, un sector importante del pensamiento masónico intentó vaciar de contenido trascendente al principio creador del hombre y del Universo, denominado Gran Arquitecto del Universo. En la actualidad sigue siendo así, de manera que se propone que cada hermano le dé el significado que mejor le parezca, con lo cual la divinidad no significa absolutamente nada. Esta actitud está muy en sintonía con la espiritualidad alternativa, al margen de las religiones, que es el movimiento New Age, creado por los teósofos anglosajones en el siglo xix, pero que sigue colonizando espiritualmente Occidente hasta la actualidad. En él caben absolutamente todos los sistemas, doctrinas y técnicas -preferentemente orientales-, de manera que cada individuo puede crear su propio corpus doctrinal; es una nueva espiritualidad fuertemente individualista, a la carta, como la ha llamado Frédéric Lenoir32. La masonería, pues, sigue siendo más víctima que protagonista.
Sustituir la Biblia por las Constituciones de Anderson fue una opción adoptada por ciertas logias, y lo sigue siendo en la actualidad por aquellos que huyen de todo contenido espiritual y religioso.
En el Congreso masónico peninsular celebrado en Lisboa, el mes de junio de 1905, uno de los ponentes -el portugués A. Fortes- propuso que se aprobara esta declaración:
“La Masonería debe combatir todas las ideas religiosas, incluyendo la del G.A.D.U. (...) Yo desearía que la masonería tuviera el valor de decir que Dios no existe, que sólo es un mito.”
Otro de los representantes del sector antitradicional argumenta que la orden debe admitir a los ateos, puesto que entre ellos “existen muchos hombres honrados” y que la Biblia debe desterrarse de la masonería33.
En los años treinta, las páginas del Boletín Oficial del goe incluyen un artículo en el que se propone suprimir la Biblia de los templos. Lo que argumenta este hermano es lo que sigue:
“Los francmasones tienen su Biblia: Las Constituciones de Anderson. Es este libro el que debe colocarse sobre el altar y sobre el que podría exigirse el juramento o promesa34.”
Las Constituciones de Anderson no fueron publicadas en español hasta 193535, tal vez por eso los masones desconocían que, en dicho texto, se afirma que el “Gran Arquitecto del Universo” es Jesucristo36.
El pentágono y la pentalfa
El número áureo tiene una presencia destacable en los pentágonos regulares y en los pentagramas. Cada intersección de partes de un segmento se interseca con otro segmento en una razón áurea. Además, el pentágono es la figura que corresponde a un cuerpo humano con los brazos y las piernas abiertos, tal como lo dibujó el arquitecto romano Vitrubio37, por lo que se pone en evidencia que el número del hombre es el cinco, en particular del hombre “universal”, es decir, regenerado.
Para los egipcios, una estrella de cinco puntas significaba Dios y el número cinco38. La tradición de Occidente siempre ha asimilado el número cinco al hombre regenerado y ha tomado de Vitrubio el modelo iconográfico; así lo hicieron Leonardo da Vinci y alquimistas como Agrippa: un hombre con los brazos extendidos y las piernas abiertas forma la figura de una estrella de cinco puntas, una pentalfa. Es uno de los significados que debería darse a la estrella flamígera de la masonería. El hombre-estrella de fuego es el hombre divinizado, pues Dios es fuego.
Las interpretaciones contemporáneas de dicho grado ignoran el sentido hermético o iniciático de la pentalfa y de las artes liberales, dándoles un significado concordante con el pensamiento científico profano, más que con los antiguos secretos iniciáticos que motivaron su inclusión en el corpus doctrinal de la orden.
En una edición actual del Ritual de Comfiañero del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (Gran Logia de España) se dice que la “marcha de Compañero” representa “la marcha del Sol”. Más adelante se le pregunta al candidato cuál es el “significado moral” de la escuadra, el nivel y la perpendicular.
Lo mismo ocurre en el grado de Maestro. En el mismo ritual citado, se dice que “considerado como Rito Solar, el drama de Hiram puede referirse a la marcha aparente del Sol: los tres asesinos serían los tres últimos meses del año…” Y esos tres asesinos encarnan la “Ignorancia”, el “Fanatismo” y la “Ambición”. Y también -afirma el ritual- “puede sugerir que quienes trabajan por el progreso de la Humanidad tienen adversarios y deben resistir a sus amenazas”. Y más aún. Se pregunta: “¿Con qué designio ha sido constituido el Grado de Maestro?” Y se responde: “- Para combatir los prejuicios que se oponen al desarrollo de los conocimientos humanos, para romper el yugo de la Ignorancia, del Fanatismo y de la Ambición desordenada, y para establecer el reino de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad”. Y se pregunta: “¿Se proponen el mismo fin los Primeros grados de la Masonería?” Respuesta: “-Sí, sin duda…”
La edición posterior sigue exactamente la misma línea y dice que puede considerarse el Grado de Maestro “como el resumen completo de los conocimientos sociológicos más al alcance del hombre”39. En cuanto al mito de Osiris (Hiram), “comprenderemos que es el drama social desarrollándose a nuestra vista”.
No hay que indagar mucho para comprobar que estos rituales provienen del goe de finales del siglo xix y primer tercio del xx. Y que a su vez eran traducciones -a menudo defectuosas- de los del Gran Oriente de Francia.
Respecto a la leyenda de Hiram, en 1730 se publica en Londres la obra Masonry Dissected, que divulga el ritual masónico donde figura Hiram Abif. Como constructor del templo de Salomón figura en las Constituciones de Anderson, en las dos ediciones (1723 y 1738). En la primera no consta su muerte ni que fuera asesinado por los malos compañeros40, y en la de 1738 se dice que Hiram murió repentinamente y que sus restos fueron enterrados en la logia contigua al templo “según los usos antiguos”41. Ninguna referencia a mitos solares.
En el Régulateur du Maçon, editado en 1801, se dice que Hiram fue asesinado por malos compañeros, que el rey Salomón ordenó que fuera enterrado y en su tumba se incrustara un triángulo de oro con el Tetragrama. Ausencia de referencias a elementos astronómicos o a Osiris42.
Unos años más tarde (1813), Delaulnaye, en su obra ffiuileur des trente-trois degrés de l’Écossisme, incluye a Osiris. En ella afirma que el significado iniciático de la muerte y resurrección de Hiram es la misma que la de Osiris y Cristo. Ignora completamente las interpretaciones astronómicas de su muerte y resurrección43.
La interpretación astronómica y solar de la leyenda de Hiram la encontramos posteriormente, por ejemplo, en Albert Pike, en su obra Moral y Dogma del Rito Escocés Antiguo y Acefitado. Caballero de la Serfiiente de Bronce y Príncifie de Merced, publicada en 1871. Toda su exégesis de la leyenda es de carácter astronómico, lo cual no tiene nada de iniciático, es decir, de masónico44.
Por su parte, el Diccionario Enciclofiédico de la Masonería (edición de 1891, voz “Hiram”) sigue la misma línea interpretativa que Pike, aunque le añade elementos propiamente iniciáticos. Pero concluye que la palabra reencontrada “alude evidentemente al renacimiento del Sol. Tal es la alegoría del grado de Maestro que, como se ve, se halla íntimamente relacionada con la de todos los mitos solares de la Antigüedad”.
Nada queda de iniciático en tales rituales y doctrinarios, salvo algunas alusiones aisladas sin una conexión clara entre ellas. En el Ritual del Maestro Masón, editado por el goe en 1905, se dice que el simbolismo de la leyenda de Hiram “es interesantísima por su hermoso simbolismo y tiene para el Maestro Masón distintas interpretaciones”. Se relaciona la muerte y resurrección de Hiram con la de Osiris, gracias a su esposa y hermana Isis, y ambos simbolizan el Sol. Y continúa el ritual en la línea del significado astronómico que hizo Albert Pike en su obra:
La marcha de Hiram para escapar a los golpes de sus asesinos, es la misma que sigue el Sol (Osiris) en el último mes del año. (…) El segundo Compañero le hiere con una escuadra de hierro, símbolo de la última estación, figurada en las intersecciones de dos líneas rectas que dividiesen en cuatro partes iguales el círculo zodiacal (…) La interpretación astronómica de los instrumentos usados por los tres falsos Compañeros, puede expresarse como sigue: el Sol, en el solsticio de verano, inspira a los seres reconocimiento y gratitud…45
En la versión de 1920, se dice:
Los tres infames Compañeros que hirieron a Hiram (…) representan los tres meses de invierno durante los cuales el Sol se aleja, del mismo modo que los nueve Compañeros, que después de haber encontrado al Respetable Maestro le conducen de nuevo coronado de flores, simbolizan los otros meses del año (…)
Los dioses y los héroes, las castas superiores del Olimpo, han sido reemplazadas por un plebeyo, Hiram46.
El personaje bíblico de Hiram Abif (Hiram en hebreo significa ‘vida elevada’) nada tiene que ver, en el ámbito iniciático, con la marcha del Sol ni con la moral o la inteligencia común. El constructor del Templo (en el hombre) procede del cielo y se encarna en nosotros, lo cual implica una «muerte» y una «resurrección». Queda sepultado en el hombre carnal, y parece muerto, pero finalmente, mediante la iniciación del Tercer Grado, resucita (en nosotros), como Cristo resucita y como Osiris resucita también, gracias a la fuerza celeste, representada por su esposa Isis47. Y si a esta leyenda se le da una interpretación “egipcia”, los tres malos compañeros son los que se vinculan a Seth, el asesino de Osiris48, y se trata del hombre carnal, que mantiene a su Dios Osiris como en una tumba, hasta que su esposa Isis llora sobre él con sus lágrimas de plata, disuelve lo que le aprisiona y su esposo resucita. El Templo es reconstruido49.
Cabe decir, no obstante, que el Rito de Emulación conserva el carácter y el contenido propios de una Orden iniciática, en los que están presentes la divinidad y el significado espiritual de sus símbolos y doctrinas, pero no siempre el propiamente iniciático.
Respecto al trinomio Libertad, Igualdad y Fraternidad, nunca fue la divisa de la Revolución francesa, ni siquiera en la época de la Convención y el Terror, sino de la Revolución socialista de 1848. El trinomio fue adoptado por el Gran Oriente de Francia en 1849, un año después que el gobierno francés lo impusiera como divisa nacional. En España, lo adoptó el Gran Oriente Español desde su fundación, en 1889 y, en general, las obediencias y logias del mundo masónico latino más próximas al gof 50.
La piedra
La piedra es un símbolo recurrente en las doctrinas masónicas, tiene un origen universal, antiguo, religioso, alquímico e iniciático. La piedra bruta simboliza el aprendiz, que debe trabajar para pulir su rudeza original, propia de la vida profana y de la imperfección de la naturaleza humana. Brutus en latín significa “animal”, pues la divinidad sepultada en el ser humano sufre los efectos de la caída en este mundo de exilio. A la manera que lo concebían (y conciben) los alquimistas, el hombre nuevo está encerrado en la cárcel del cuerpo51 y es una piedra bruta e informe que debe ser convertida en piedra cúbica y posteriormente en piedra piramidal. El Evangelio dice que esta piedra es Cristo; la alquimia cristiana también lo afirma, pues la Piedra Filosofal corresponde, en el plano teológico, al Mesías. “Aclamemos la roca de nuestra salvación”, se dice el Salmo 95, 1.
La piedra sigue siendo, en el siglo xix y xx, el símbolo del masón, pero se insiste en la perfección moral de éste, en el que debe crecer la bondad, la ética, etc., ignorando, por lo general, su sentido espiritual. En los rituales no se dice que la piedra es el alma inmortal en todo ser humano, lo cual no deja dudas si se leen los textos revelados y los alquímicos, de donde procede dicho símbolo.
Y la religión griega aporta otro aspecto complementario a lo dicho, en la figura de la diosa Cibeles52. Su nombre en griego es kubélê (Κύβέλη), nombre compuesto de kubos (κύβος), ‘cubo,’ y laas (λαας), piedra, lo cual significa ‘piedra cúbica’. Esta diosa era representada por una piedra cúbica de color negro53.
Por otra parte, la Kaaba de La Meca (en árabe , ةبعكلا al-ka’ba), significa “dado” o “cubo”, y es una construcción en forma de cubo de color negro. No pueden negarse, pues, los orígenes religiosos y alquímicos de la piedra de los masones54.
El Delta
Como en muchos casos ya no se comprende el significado primero del Delta masónico, se disuelve este en conceptos más o menos esotéricos, normalmente hechos a base de elementos dispersos, tomados de la cábala o la alquimia, y cuyo resultado es un sincretismo confuso y vago. Sin embargo, es evidente su origen pitagórico, pues la Tetraktys (“fundación de cuatro”) era representada con un triángulo Δ (la letra delta en mayúscula) y significaba la divinidad en estado de Verbo encarnado y, por lo tanto, era también el oráculo. El pitagórico Hierocles de Alejandría dice que es “el Demiurgo, el creador, el número de los números, fuente del orden eterno del Universo”. Y también es “la potencia de la década (…) causa de las causas, el dios inteligible.”55 Es la década sagrada del pitagorismo: 1+2+3+4: 10. En la gran mayoría de rituales del siglo xix y del xx no queda nada o muy poco de ello, aunque la masonería sea una de las herederas del pitagorismo histórico.
Conclusión
A pesar del abandono de las interpretaciones iniciáticas de los símbolos y las doctrinas masónicas, existe en la actualidad una importante corriente dentro de las logias -especialmente en Francia, pero también en España- que labora para volver a los orígenes y recuperar las doctrinas verdaderamente iniciáticas, ajenas al mundo profano y sus valores. Pero los ideales y principios iniciáticos se encuentran amenazados por la actual destrucción/ausencia de valores, por el presentismo y el revisionismo imperante, que arrasan con el pasado, la Antigüedad y la Tradición espiritual de los pueblos. Además, es sabido que, por lo general, la juventud se aleja de la religión y de la espiritualidad. Pero la masonería -argumentan esos sectores-, siempre sobrevive porque es portadora de ciertos gérmenes iniciáticos que hoy podrían actuar como regeneradores sociales y espirituales del mundo contemporáneo occidental.