Introducción
15 de septiembre del año 2022, el Museo de Arte Costarricense (mac) inauguró la exposición temporal Configuraciones espirituales: Sistemas de creencias y corrientes intelectuales en el arte
costarricense1. La muestra hacía un recorrido a lo largo del arte nacional, considerando los vínculos que la producción cultural del país ha tenido con corrientes esotéricas y movimientos alternos a las instituciones religiosas hegemónicas. Los tres sistemas más representativos fueron la masonería, el espiritismo y la Sociedad Teosófica. En el ámbito de los objetos que en la muestra se vincularon a la masonería, los curadores de la exposición lograron dar con un peculiar cuaderno de notas (fig.1), perteneciente a una colección privada costarricense, y atribuido al andaluz Tomás Povedano de Arcos (1847-1943), pintor, educador e intelectual, tanto masón como teósofo, y figura fundamental para el desarrollo y transformación de las artes en Costa Rica. La exposición del mac fue la primera vez que se mostró dicho cuaderno, el cual está comprendido por una compilación de apuntes y dibujos sobre disímiles fuentes, la gran mayoría de ellas masónicas. En el presente artículo quisiera concentrarme en este cuaderno (de ahora en adelante escrito entre comillas, “cuaderno” o “cuaderno de notas”), entendido como un objeto que posibilita la discusión al respecto de la cultura material y simbólica de la masonería, y que pone sobre la mesa el valor de lo religioso, lo simbólico, lo ritual, la tradición, el estudio, y el secreto dentro del contexto de las logias masónicas.

Colección Privada.
Fig.1. Portada de Cuaderno de Notas atribuido a Tomás Povedano, finales del siglo xix-principios del siglo XX.
Este caso de estudio es peculiar en la producción académica sobre masonería, aún más en lo que refiere a masonería en Costa Rica o Centroamérica. No ha sido común tener acceso a cuadernos de apuntes u objetos personales de este tipo que provienen de un posible masón. Significa entonces que estamos en un territorio poco explorado, y que debemos tomar en consideración aproximaciones distintas, como los estudios en el ámbito de la cultura material, especialmente, los estudios de religión material2. Podemos comprender la cultura material como aquellas entidades físicas que de alguna manera impactan comunidades humanas. Principalmente, en este caso, hablamos de cosas que el ser humano ha encontrado, creado, seleccionado, adaptado, y estilizado para su uso3. Estudiar estas cosas desde el punto de vista histórico, en tanto que elementos propios del diario vivir del ser humano en el pasado, nos puede dar luces en diversos aspectos a los que la aproximación historiográfica a la fuente escrita no tiene acceso normalmente. Incluso la revisión de fuentes escritas por los historiadores ignora en muchos casos el soporte sobre el cual están las palabras, y las implicaciones culturales de este en tanto que su producción, manipulación, ubicación, desecho, etc.
En el campo de la religión material, nos interesa el estudio sobre las maneras en que objetos religiosos invitan a acciones de tipo religioso. ¿Qué es lo que la materialidad de diversas prácticas dentro de una comunidad con un sistema claro de rituales y creencias, nos dice sobre mundos de devoción, autoridad, iniciación, imaginación y acción divina; y sobre las estructuras comunales que se configuran alrededor de dichas prácticas materiales? Es con estas preguntas en mente que queremos acercarnos al “cuaderno de notas”: ¿Qué nos dice un cuaderno de este tipo sobre la masonería en sí misma, y sobre los individuos que la conforman? ¿Qué nos dice sobre su autor y la comunidad a la que perteneció, sus contenidos y la selección de estos?
La masonería tiene mucho que ofrecer en el contexto de la cultura y la religión material, más con la amplia riqueza material histórica que las logias nos proporcionan. Si bien la masonería no ha ser considerada una religión, podemos entenderla dentro del campo de las instituciones cuyas bases y carácter están en parte definidos por lo religioso. Esta afirmación es eco de lo que el masón estadounidense Albert G. Mackey (1807-1881), autor ampliamente citado en nuestro objeto de estudio, nos dice sobre los vínculos de lo religioso con la conformación de las logias4. El sistema de iniciación, los grados, los rituales, los símbolos, los disímiles usos de elementos provenientes de diversas corrientes religiosas e intelectuales, en fin, la sistematización de una forma de proceder que está vinculada a la mejora del ser humano y a una idea de un ser trascendental, nos permiten servirnos de aproximaciones teóricas propias de los estudios religiosos como lo sería la religión material.
El “cuaderno” nos concede a su vez la posibilidad de acercarnos a un tipo particular de materialidad, una que está diseñada para ser intervenida, y que, en cuanto a la función predispuesta por los creadores del cuaderno, su objetivo es que sea intervenida. Por supuesto un cuaderno de notas puede servir de muchas cosas, incluso puede ser un objeto decorativo o el reflejo de un simple coleccionismo de cuadernos, pero normalmente nos encontramos con algo que termina siendo rayado, o bien, que su compra es para introducir marcas específicas sobre su superficie, marcas que son del interés para su comprador o eventual dueño del cuaderno. La intervención sobre las hojas de un cuaderno hace de este uno distinto a cualquier otro, y rayarlo es de alguna forma una técnica cultural5, un objeto cuyo uso lo distingue de otros cuadernos y a su vez distingue a su usuario de otros usuarios. Dichos actos de distinción son también actos de transformación. El uso del cuaderno transforma al individuo y la información que está manejando o decide que necesita preservar. El escribir, anotar, dibujar, no es solo una práctica cognitiva, social o cultural, sino también material6. Es sobre algo que registramos pensamientos, ideas, fuentes, garabatos, posibilidades, etc.
Es mi argumento, haciendo resonancia de lo expuesto por Cydney Alexis sobre la cultura material de la escritura, que el “cuaderno” puede ser una especie de repositorio y reflejo de la identidad del individuo, una posesión material intervenida que proyecta fragmentos identitarios que la persona ha alcanzado o desea alcanzar7. Esto no significa de forma alguna que lo que logremos elucidar dirá algo sobre el verdadero autor del libro, sino en relación a los posibles intereses de un individuo en cuanto a una serie de temas en particular, y el consumo de cultura impresa que pudo haber permeado parte de las logias en la época. Estamos frente a un cuaderno de notas que sigue una temática más o menos unitaria, a diferencia de otros cuadernos con apuntes sumamente heterogéneos, por lo que podemos reconstruir con mayor facilidad los posibles intereses de un masón en ciertos temas y fuentes. La toma de notas, el registro y manejo de información, la organización y restructuración de conocimiento existente a partir de los posibles intereses de quien toma apuntes; son algunos de los elementos presentes en la utilidad del cuaderno. El objeto puede ser entendido, entonces como el sitio de almacenamiento de algo considerado lo suficientemente valioso para anotarlo.
Hay una serie de aseveraciones previas que debemos hacer sobre el objeto de estudio. La atribución del “cuaderno” a Povedano no es una pista fácil de seguir, ya que por las condiciones privadas del “cuaderno” esto no es algo que podamos asegurar con certeza. Ahora bien, es bastante probable que el “cuaderno” en efecto le perteneciera al maestro andaluz, ya que el objeto fue dado al coleccionista junto con cartas de Povedano vinculantes a la masonería, y encontramos sus iniciales por lo menos en una de las páginas (f. 18r) (fig. 2)8. Podemos, sin embargo, tomar distancia sobre dicha atribución por ahora, ya que el énfasis del presente texto no es sobre las relaciones que se pueden establecer entre Povedano en su calidad como masón y el “cuaderno”, sino los contenidos del “cuaderno” mismo9. Sea como sea, el “cuaderno” da evidencias suficientes para entenderlo como la pertenencia de un masón, o bien, de alguien sumamente interesado en la masonería, y que dicha persona es buen dibujante. Además, por la clase de fuentes que está citando, es un objeto que fue utilizado para tomar apuntes por lo menos entre finales del siglo xix y principios del xx. En resumen, me abstengo de que el análisis del “cuaderno” gire en torno a la figura de Povedano, manteniendo sin embargo la atribución que se le ha dado hasta el momento, y me concentraré en el hecho de que un posible masón fue en efecto el dueño y autor del documento. Me serviré, por lo tanto, de los sustantivos entre comillas “cuaderno” y “Povedano”, para referirme al objeto de estudio y al autor de este.

Colección Privada.
Fig. 2 Detalle inferior derecho de f. 18r. del Cuaderno de notas atribuido a Tomás Poveda- no, finales del siglo xix-principios del siglo XX
El artículo se estructura de la siguiente manera: primero me refiero al “cuaderno” en cuanto objeto físico y hago una breve introducción de sus contenidos. De seguido detallaré los contenidos de cada una de las transcripciones a través de tres temas principales que pudieron haber sido de interés para “Povedano”, a saber: el interés por el origen común de lo divino, la philosophia perennis o tradición del conocimiento de la que la masonería es heredera, y el valor de los símbolos en tanto significado y uso en el espacio ritual. Esto me permitirá ampliar más sobre ciertos contenidos puntuales del objeto y la forma en que son expuestos. Finalmente me concentro en elucidar qué nos permiten saber estos contenidos y el “cuaderno” mismo sobre aspectos puntuales de la masonería, tales como la importancia de la imprenta masónica, el factor religioso en la masonería, el valor del estudio de los símbolos, la tradición, el ritual y el secreto.
El “cuaderno” y sus contenidos
El “cuaderno de notas” es un típico cahier francés, de la marca Gallia (fig. 2)10. Se compone de cuarenta y nueve folios, trece de los cuales quedaron en blanco. Los demás folios están rayados ya sea con escritura o con imágenes. Tiene apuntes en grafito, en lápiz de color rojo, en tinta negra y tinta roja. No hay un razonamiento claro al respecto de estas diferencias, por lo que podría ser perfectamente una cuestión del instrumento de escribir a disposición de “Povedano”. Tipográficamente hablando los apuntes son hechos en cursiva. En algunos casos no se inclina la letra, normalmente para mencionar alguna fuente o para una nota al pie de la fuente que el autor quiso conservar. Los dibujos son en su mayoría sencillos en su producción, sin mayor detalle que lo suficiente para que se entienda la referencia visual.
En cuanto a su contenido, el “cuaderno” se compone de transcripciones procedentes de diversos libros probablemente revisados por “Povedano”, y de distintas copias a dibujo de imágenes que en su mayoría forman parte de alguno de los libros en cuestión11. Contamos también con traducciones que el autor hizo de las fuentes. Es importante anotar que “Povedano” no siempre hizo transcripciones fieles, sino que en algunos casos cambió palabras y compuso párrafos distintos al de la fuente original. También es valioso comentar que en varias ocasiones no pude detallar cuál edición del libro utilizó el autor ya que él mismo, con momentos escasos, puntualiza de dónde obtuvo la información. En el apéndice del presente artículo se muestran los contenidos completos del cuaderno. A continuación menciono brevemente las fuentes donde “Povedano” transcribió parte de los textos y dibujos encontrados en ellas:12
1. (ff. 2r-4v): Primeras páginas del Libro vi, Tomo ii, de Storia Antica del Messico. Cavata da’ Migliori Storici Spagnuoli, E Da Manoscritti, e Dalle Pitture Antiche Degl’Indiani: Divisia in Dieci Libri, e Corredata di Carte Geografiche, e di Varie Figure: e Dissertazioni Sulla Terra, sugli Animali, e sugli abitatori del Messico, tratado escrito por el clérigo jesuita criollo novohispano Francisco Javier Clavijero y Echegaray (1731-1787), y primeramente publicado en 1780.
2. (ff. 5r-6r): Fragmento del Capítulo iii, Parte iii, Libro i, de La clef des grands mystères suivant Henoch, Abraham, Hermès Trismégiste, et Salomon, tratado del escritor ocultista francés Éliphas Lévi (Alphonse Louis Constant) (1810-1875), primeramente publicado en 1861.
3. (ff. 18v-20r): Fragmentos del artículo “El Pectoral de Aarón”. Escrito por el masón cubano Andrés Cassard (1824-1894), publicado en El Espejo Masónico, Tomo ii, 1867. El Espejo Masónico era una revista sobre masonería cuyo editor era el mismo Cassard.
4. (ff. 21r-24v): Fragmentos del artículo “La Palabra Inefable”. Escrito por el masón estadounidense
5. (ff. 25r-39v): Posiblemente Liturgias de los treinta y tres grados de la verdadera mazoneria o Rito Antiguo-Aceptado Escoces, escrito por Viriato Alfonso de Covadonga, alias del médico cubano Vicente Antonio de Castro y Bermúdez (1809-1869), primeramente publicado en 1859.
6. (ff. 41v-49v): Fragmentos y dibujos varios de An Encyclopedia of Freemasonry and Its Kindred Sciences, escrito por Mackey, primeramente publicado en 1873. Las ediciones que contienen los presentes dibujos inician a partir de 1887, en una nueva versión ampliada del documento.
Algo peculiar es que entre la transcripción sobre Lévi y el texto de Cassard es donde encontramos una gran cantidad de páginas en blanco. Es difícil de saber el motivo por el cual “Povedano” pudo haber dejado tantas páginas vacías. Podríamos especular que el “cuaderno” estaba dividido en temas: por un lado, como veremos más adelante, el ocultista francés abandonó la masonería, y Clavijero no tuvo relación alguna con las logias masónicas; por el otro, los libros de ambos no son en particular sobre masonería. En cambio, del texto de Cassard en adelante, todas las fuentes son masónicas.
Temas recurrentes en el “cuaderno”
Para analizar los contenidos del “cuaderno”, recurriré en gran medida a las fuentes mismas de las que el autor tomó los fragmentos, ya que dan posibles motivos por los cuales el apunte se hizo en un principio. Al ver los aspectos que está tocando “Povedano”, este pareciera interesado en tres temas principales estrechamente relacionados entre sí: 1) la idea de un solo Dios común a todos a través de la historia, 2) por lo tanto la preservación de una philosophia perennis13, y 3) el velo sobre la verdad que los símbolos producen. La masonería, en efecto, comparte con otras corrientes esotéricas una philosophia perennis, donde la transmisión del conocimiento representa la continuidad del verdadero conocimiento (gnosis) a lo largo de la historia14. Dicho conocimiento es, en principio, propio de aquello divino trascendental (i. e. G. A. U.). Por otro lado, “Povedano” muestra interés en cómo develar misterios, y qué nos dicen la tradición y la literatura al respecto, de tal manera que el autor dedica varias páginas a los símbolos utilizados por los masones y los espacios donde se utilizan, sus conexiones con el ritual y con lo trascendente. Pasaremos a discutir estos temas a partir de cada una de las transcripciones.
El monoteísmo del México precolombino según Clavijero
En la primera transcripción del “cuaderno”, “Povedano” reproduce las páginas iniciales del libro que Clavijero dedica a la religión del México precolombino15. El jesuita novohispano se refirió a cómo el ‘mexicano’ tenía la idea de un ser supremo, carente de figura que lo representase, invisible, entendido como Tcotl, que fue lamentablemente oscurecido, o disfrazado, por la superstición de la religión que llevó a la creación de un panteón divino. Es decir, el ‘mexicano’ tiene en su sistema de creencias primigenio, según Clavijero, una creencia monoteísta, pero a la que se le impusieron veladuras, y llevaron a creer en una especie de politeísmo decadente16. El monoteísmo adquiere un papel central en el “cuaderno” desde su primera transcripción, además de los valores positivos y negativos de la configuración de símbolos como herramientas capaces de ocultar la verdad.
La advertencia de Levi sobre la ignorancia y lo oculto en el símbolo
La segunda transcripción continúa de alguna forma la preocupación de Clavijero sobre los símbolos, pero más en quiénes los utilizan y la desinformación y peligro que pueden causar si son mal leídos. La transcripción de La clef de Lévi tiene una parte escrita en francés original, y le sigue una parte traducida seguramente por el autor del “cuaderno”17. “Povedano” dedicó atención a un capítulo en el que Lévi se refiere a los misterios de las alucinaciones y evocación de espíritus. El fragmento expone a un hombre polaco que asistió a una de las sesiones espiritistas de un tal señor Home, quien colocó un lápiz sobre un trozo de papel en el suelo, y solicitó una señal de presencia del espíritu que se supone estaba en esos instantes con ellos. Poco tiempo después, el lápiz fue arrojado sin ninguna ayuda externa al otro extremo de la habitación. El caballero recogió el papel y vio tres signos cabalísticos cuyo significado desconocían los que participaban de la sesión, excepto el señor Home, que al verlos evidenció cierto espanto, pero se negó a explicar la naturaleza y significado de dichos signos. Los testigos guardaron los signos y los llevaron al ‘profesor de alta magia’ ‘profesor de alta magia’ (professeur de haute magie) al que el señor Home le tenía distancia18. El profesor era, por supuesto, Éliphas Lévi. Los signos estaban dibujados con un trazo fuerte, al punto que el lápiz casi había cortado el papel, y fueron colocados sin ninguna disposición lógica. Lévi les reveló brevemente a los participantes el significado de cada uno de ellos. La clef dedica, posteriormente, varias páginas a las implicaciones de estas señales visuales dentro del ocultismo. En el “cuaderno” encontramos traducida la explicación de los primeros dos signos, y esto es lo último que “Povedano” transcribe de Levi. El primero era el
que los iniciados egipcios ponían ordinariamente en la mano de Tifón. Una tau de doble trazo vertical abierta en forma de compas, una cruz ansata (crux ansata)19 teniendo en lo alto un anillo circular; y bajo del anillo un doble trazo horizontal, bajo el doble trazo horizontal un doble trazo oblicuo en forma de V invertida.
El segundo:
representa una cruz de gran hierofante con tres travesaños gerarquicos (sic). Símbolo que se remonta a la alta antigüedad y es ahora el atributo de muchos soberanos pontífices, y termina la extremidad superior de su bastón pastoral20.
Para contextualizar un poco más el punto que estaba haciendo Lévi al referirse a este caso, y para dar posibles respuestas al interés de “Povedano” en transcribir este pasaje, continúo con lo que La clef expone. El tercer signo, de acuerdo con Lévi, es lo que los masones llaman la “cruz filosófica” (croix philosophique): “una cruz con cuatro brazos iguales con un punto en cada ángulo.. Pero, en lugar de cuatro puntos, sólo había dos, colocados en los dos ángulos derechos, otro signo de la lucha de separaciones y negaciones.”21 Lévi posteriormente proporciona revelaciones preliminares de los tres signos: el primero tiene una naturaleza infernal, en tanto que firma de Satanás; el segundo representa el pensamiento humano y la extensión progresiva de la forma, pero contiene una bifurcación que invita a la duda y el antagonismo; y el tercero es una forma corrompida del símbolo de la naturaleza, los cuatro elementos, y las cuatro letras del tetragrámaton, es decir, la fórmula que expresa el arcano mayor G∴ A∴ Al suprimir los dos puntos izquierdos, se expresa la negación de la misericordia y del amor22.
Las revelaciones del profesor de la alta magia se muestran como una advertencia para el público de no jugar con fuerzas y procesos que pueden ser más grandes y peligrosos de lo pensado. La crítica de Clavijero a la tradición politeísta mexicana se expresa en cómo la proliferación de diversos seres míticos, y en todo caso simbólicos, ocultaron un verdadero origen monoteísta. En el caso de Lévi, el problema estaba en personajes que se atrevían a producir vínculos con lo oculto, o con el mundo espiritual, sin conocer los verdaderos significados de los símbolos, ni las implicaciones de sus actos. El señor Home no era otro que el popular médium Daniel Dunglas Home (1833-1885), quien era objeto de diversos ataques que Lévi hizo en la prensa23 a los espectáculos públicos del espiritismo. Lévi desafiaba los actos de este médium, y de la tradición americana del espiritismo en general, comparándolos de forma peyorativa con su alta magia (haute magie)24. Home le tenía terror a Lévi, esto de acuerdo con el ocultista, quien se perfilaba como un cabalista reconocido en el mundo de las ciencias ocultas25: “Este terror de los hombres de prestigio, en presencia de verdaderos iniciados de la ciencia, no es un hecho nuevo en los anales del ocultismo.”26
El 14 de mayo de 1861 Lévi es iniciado como masón en la logia La Rose du Parfait Silence. Al parecer, el ocultista se esforzó por convencer a sus hermanos masones que el simbolismo de la masonería derivaba de la Cábala27. En la perspectiva de Lévi, la cábala era una llave universal que nos podía ayudar a entender los secretos de todas las tradiciones religiosas y filosóficas. Como bien explica Wouter J. Hanegraaff:
la cábala es el reflejo directo de “la Palabra”: el Logos que ha creado el mundo, según la introducción del Evangelio de Juan. Este Logos, según Levi, se manifiesta en el nivel más elevado de la creación como un simbolismo de números; y sus significados y dinámica pueden servir de clave hermenéutica universal en todos los niveles ontológicamente inferiores de la realidad, según la lógica de las correspondencias o analogía universal28.
En Dogme et Rituel (1854-1855), Lévi proponía una sola doctrina esotérica que se podía identificar a lo largo de la historia y provenía de los inicios de los tiempos. La masonería era, en esta ruta de transmisión, una manifestación tardía de dicha tradición, y la Cábala era la que le había dado forma29. Para Lévi la masonería había perdido la tradición y conocimiento de ciertos signos y emblemas utilizados por las diversas logias. No es de extrañar, que tiempo después el ocultista francés abandonara la masonería30.
El valor de la Cábala como llave hermenéutica sobre la verdad de los símbolos, unido a la crítica de las lamentables prácticas espiritistas alrededor del mundo simbólico y su vínculo con lo trascendental, ubican a “Povedano” en el interés por encontrar formas adecuadas de comprender los símbolos. Como veremos a continuación, la tradición judaica empieza a adquirir cada vez más valor, aunque, por supuesto, debemos tener claro que la Cábala de Lévi está sumamente alejada de lo que en principio era la tradición cabalística judaica desarrollada en tiempos medievales31.
La religión material del judaísmo y su relación con la ma- sonería
En la masonería los símbolos no solo se han de ver, decodificar y comprender, sino que también se materializan, se portan y se utilizan, y eso se lleva a cabo en el rito masón, en la indumentaria, y en los disímiles objetos que se encuentran en el espacio ritual. La primera fuente masónica que el “cuaderno” transcribe es “El pectoral de Aarón”, artículo que Andrés Cassard publica en la revista El Espejo Masónico, de la que él era editor y frecuente contribuidor32. Recordemos que esta transcripción sucede varias páginas después del texto de Lévi. Como anotamos brevemente páginas atrás, a partir de este artículo las publicaciones transcritas son por entero masónicas, lo cual indica que las páginas en blanco anteriores pudieron estar destinadas a otros temas. Otra posibilidad es que “Povedano” tuviese la intención de continuar la transcripción de Lévi, ya que como vimos, el “cuaderno de notas” se detiene en la explicación del segundo signo cabalístico.
En su artículo, Cassard se proponía explicar el origen y forma del pectoral de Aarón, en el cual están basados los pectorales de los Grandes Pontífices del grado diecinueve del Rito Antiguo Escocés Aceptado, así como el del Sumo Sacerdote del grado siete del Rito de York33. El vínculo con el judaísmo y la masonería se fortalecen, y el correcto uso de los símbolos en el rito masón implica el conocimiento de sus orígenes, de la tradición que justifica su presencia material en las prácticas masónicas. Las conexiones entre las culturas antiguas se amplían con el lazo que se establece entre el judaísmo y los misterios egipcios. “Povedano” nos da indicios del valor de una philosophia perennis, y es en este contexto que se lee, en clave masónica, el pectoral judaico con bases egipcias.
El “cuaderno” posee una transcripción libre de diversos fragmentos del artículo. Encontramos a su vez los primeros dibujos, uno que muestra una representación del sumo sacerdote judaico (fig. 3), y otro que es un esquema del pectoral que portan los sumos sacerdotes (fig. 4). Estos dibujos también se encuentran en Cassard (figs. 5-6), y son derivados del tratado Historical Landmarks and other Evidences of Freemasonry, publicado en dos volúmenes (1844-1846), escrito por el masón y escritor inglés sobre masonería George Oliver (1782-1862). Al mismo tiempo, Oliver tomó, de acuerdo con Cassard, el grabado del pectoral de Calmet’s Great Dictionary of the Holy Bible,, versión en inglés del diccionario del monje benedictino francés Augustine Calmet (1572-1757), editado por Charles Taylor, y cuya publicación inicia en 1797.

Colección Privada.
Fig. 3: ff. 18v-19r del Cuaderno de Notas atribuido a Tomás Povedano, finales del siglo xix-principios del siglo XIX.

Colección Privada.
Fig. 4: ff. 19v-20r del Cuaderno de Notas atribuido a Tomás Povedano, finales del siglo XIX- principios del siglo XX.

Fuente: Andrés Cassard. Publicado en el tomo II del Espejo Masónico (Nueva York: Imprenta el Espejo Masónico, 1867).
Figs. 5: Grabados del artículo “El Pectoral de Aarón”.
“Povedano” transcribe Éxodo 28:15-23 tal y como está en Cassard, donde Jehová habla sobre el pectoral de Aarón. Posteriormente el “cuaderno” procede a referirse a la teoría de Lord Prudhoe, el almirante Algernon Percy, iv duque de Northumberland (1729-1855), sobre Urim y Tumim supuestos objetos vinculados al pectoral del sumo sacerdote y que implican un instrumento para la interacción con lo divino. Urim, de acuerdo con Prudhoe, derivaría de los dos áspides o basiliscos Urei, emblemas de los reyes de Egipto34: “‘El Pectoral del Juicio’ de los egipcios, añade, estaba engastado en piedras preciosas de varios colores, así como la plancha de los Sumos Sacerdotes Judíos.”35 Esta información proviene de fragmentos de Historical Landmarks de Oliver, que Cassard traduce al español36.
Como bien explica Oliver sobre los procesos relativos a los grados veintitrés y veinticuatro de la masonería, llamados respectivamente Jefe y Príncipe del Tabernáculo, estos se forman a partir de los oficios de los sacerdotes judaicos. La asamblea del grado veinticuatro se le llama jerarquía, y en ella hay tres guardias, el primero ubicado en el sur, el segundo en el oeste y el tercero en el norte. Estos oficiales de la jerarquía representan a Moíses, al sumo sacerdote Aarón, y a Bezaleel y Aholiab, los artífices del tabernáculo. El candidato al grado veinticuatro representa a Eleazar, sucesor de Aarón como Sumo Sacerdote37. Oliver muestra las vestimentas sacerdotales, las cuales son diez piezas, número que indica perfección y simboliza los cielos38. La lectura que hace Oliver de la vestimenta sacerdotal es como una prefiguración de la vestimenta que tendría el Mesías, es decir: se lee la vestimenta judaica a partir del hijo de Dios. Entre estas piezas está el pectoral. Las piezas se evidencian en la ilustración que el autor del “cuaderno” copia de Cassard. Las piedras en el pectoral son doce, y aluden tanto a las doce tribus de Israel como a los doce apóstoles de Cristo. Es sobre estas piedras que Cassard dedica la mayor parte del artículo, describiéndolas y aludiendo a su significado39. El dibujo del pectoral del “cuaderno”, basado en el de Cassard, muestra un poco más esquematizada la explicación que se muestra en la imagen perteneciente al libro de Oliver. El dibujo del “cuaderno” muestra además una breve descripción de cada una de las piedras, con los nombres de las tribus de Israel, y con el nombre de la piedra que los representa. En otras palabras, “Povedano” hace un resumen de la información proveída por Cassard por medio del dibujo. Nos explica Oliver:
El pectoral del Sumo Sacerdote de un capítulo del Real Arco es una imitación de aquel en el que estaban grabados los nombres de las doce tribus, y que llevaba el Sumo Sacerdote de Israel; y está destinado a enseñar a su portador que debe tener siempre presente su responsabilidad para con las leyes y ordenanzas de la institución, y que el honor y los intereses de su Capítulo y de sus miembros deben ser objeto de su más preocupada atención40.
Las cuatro líneas de piedras preciosas del pectoral significaban las virtudes cardinales, y las tres piedras en cada uno a las virtudes teológicas. Las doce piedras en total implicaban las doctrinas del cristianismo promulgadas por los doce apósteles. El Urim y Thumim, la vitalidad de dichas doctrinas, se encuentra en Cristo “quien lleva su Iglesia al trono de los cielos, como el sumo sacerdote llevaba sobre su pecho aquel oráculo místico.”41
La inclusión de los dibujos sobre las prendas de los sumos sacerdotes, y los vínculos entre el judaísmo, el cristianismo, el rito egipcio y la masonería, aunado a que son objetos y símbolos directamente vinculados a la interacción con lo trascendente, complejizan el valor del símbolo y de la tradición en el “cuaderno”. El anotar, o bocetear los significados en el “cuaderno” invita a visualizar la ‘anotación’ como un ejercicio para el discernimiento y, como veremos más adelante, la revelación. El aparente interés de “Povedano” por comprender o tener claridad sobre lo que oculta el lenguaje simbólico masón empieza a adquirir una dirección más clara, dirigida a la tradición judeocristiana y lo que se oculta detrás de esta, bajo la bandera de una clara creencia monoteísta, crucial en la perspectiva masónica sobre lo trascendente.
La “palabra inefable” de Mackey: el origen común del nombre divino
Las ideas de Clavijero sobre el monoteísmo en el México antiguo, y el conocimiento de herramientas de Lévi para descifrar los verdaderos significados de los símbolos, además del énfasis en la indumentaria rabínica judaica de Cassard, son elementos que de alguna forma se hacen presentes en la cuarta transcripción del “cuaderno”, a la cual “Povedano” le dedicó varias páginas. En esta transcripción, “Povedano” empieza a darle mayor presencia a las representaciones gráficas de los términos y símbolos. En “La Palabra Inefable”, Albert G. Mackey reflexionó sobre el tetragrámaton y sus verdaderos orígenes. La palabra inefable es aquella que “por el número de sus letras, se llamaba el ‘tetragrammaton’, o el nombre de cuatro letras, y por su sagrada inviolabilidad, ‘el nombre inefable’ o que no podía pronunciarse.”42 Las cuatro letras hebreas que componen el nombre de Dios no eran, en efecto, pronunciadas, por lo que el judío no podía articular las vocales de dicha palabra, esto hizo que la pronunciación se perdiese43:
Había una persona (según se decía) que estaba en posesión del sonido propio de las letras, y esta era el Gran Sacerdote, que recitándola de su predecesor conservaba el recuerdo del sonido, pronunciándola tres veces, una cada año, el día de la propiciación, cuando entraba el Santo de los Santos del tabernáculo del Templo44.
Son protagonistas la tradición por transmisión oral (lastimosamente perdida), las palabras, caracteres, símbolos, y su aplicación en el ritual para hacer referencia a lo trascendente e inefable. “Povedano” prosigue la transcripción con la referencia que hace Mackey a los misterios brahmánicos de Hindostán, sobre la pronunciación de nombres y palabras sacras, tales como AUM. Lo mismo sobre los ritos persas, donde el nombre inefable era comunicado45. El conocer dichos nombres por parte de los candidatos iniciados en las diversas corrientes era un paso fundamental en su acercamiento a los misterios de sus sistemas de creencias. Mackey insinúa, el “cuaderno” nos dice, que el nombre inefable tiene un origen común o, mejor dicho, es uno solo. Pone de ejemplo a los pitagóricos y el tctk»ctys, cuya referencia visual se encuentra en el “cuaderno” (fig.7). Dicha figura, y la palabra que la define, era “equivalente en un sentido a “tetragrámaton,” y sobre ella prestaba el aspirante el juramento.”46 Así sucesivamente, Mackey y “Povedano” ejemplifican el origen común por vía de los escandinavos, los cabalistas judíos47 y los druidas. La búsqueda por los orígenes comunes en todos los sistemas de creencias nos permite ver bajo el mismo lente el interés que “Povedano” pudo haber tenido por la supuesta religión de los antiguos mexicanos, mencionada ya con anterioridad.

Colección Privada.
Fig. 7: f. 23r del Cuaderno de Notas atribuido a Tomás Povedano, finales del siglo xix-principios del siglo XX
Posteriormente “Povedano” se concentra en el fragmento de Mackey que hace referencia a la postura del orientalista italiano Michelangelo Lanci (1779-1867), sobre el verdadero significado del tetragrámaton, y cómo en la antigüedad se entendía la divinidad como bisexual o hermafrodita48. Esta inclusión de principios masculinos y femeninos son, según el masón, parte de la doctrina universal de toda religión antigua. De dicha doctrina se desarrollaron tanto los símbolos del phallus como del cleis para los griegos, y el lingam y yoni para oriente. De ahí se derivó el emblema masónico del punto dentro del círculo49, el “cuaderno”, y que es “otra prueba de la analogía existente entre la Francmasonería y los misterios antiguos.”50 De esta forma, Mackey fortalece el vínculo de transmisión entre la masonería y la antigüedad, y cómo la masonería se vuelve el lugar actual de la preservación de la tradición sobre el origen común de un solo Dios. En el contexto de “La Palabra Inefable,” si regresamos a Éliphas Lévi, el ocultista francés sentía que la masonería había perdido el verdadero significado de los símbolos, y que la cábala era la respuesta; en Mackey pareciera que lo que el masón necesita es estudiar más sobre cómo las rutas de transmisión y las analogías demuestran los vínculos de las logias con el pasado.
El valor simbólico y espacial del ritual
La quinta transcripción es a la que “Povedano” dedicó más páginas en el cuaderno. Aunque no podemos definir con certeza la fuente, lo más cercano que se pudo encontrar es el libro Liturgias de los treinta y tres grados de la verdadera mazoneria o Rito Antiguo-Aceptado Escoces, escrito por Vicente Antonio de Castro y Bermúdez bajo el pseudónimo de Viriato Alfonso de Covadonga. “Povedano” procede a escribir sobre el grado noveno, Elegido de los Nueve, y el grado décimo, Elegido de los Quince, ambos del Soberano Capítulo de Rosa Cruz. Las dos transcripciones son del momento de juramento en los grados. El autor del “cuaderno” da énfasis en extraer los fragmentos relativos a los significados del ritual y el vínculo de este con sistemas de creencias particulares de la Antigüedad. El Sapientísimo Maestro procede a dar, como parte de la juramentación, un discurso a los recién iniciados en el grado. Elegido de los Nueve era como se titulaba al ministro proveniente de “la raza sacerdotal de la India y el Egipto”51. El Sapientísimo Maestro reafirma, además, el vínculo de la iniciación del grado nueve con la forma en que los antepasados lo hacían, dividiendo la iniciación en Pequeños y Grandes Misterios:
En los primeros enseñaban la moral y algunas artes mecánicas (…) y la interpretación histórica de la Mitología o del Olimpo, lleno de mortales divinizados por sus virtudes. En los segundos, que solo se comunicaban á los que adquirían instrumentación sólida y profunda, se explicaban las alegorías y se derrocaba el Politeísmo. Formar ciudadanos virtuosos y útiles á sus semejantes era el fin de los pequeños Misterios, y legisladores sabios el de los Grandes52.
Encontramos una vez más, gracias a esta cita, el monoteísmo como origen común el cual ha sido disfrazado por una configuración simbólica politeísta, y cómo el saber la verdad sobre el origen del nombre común divino se volvía uno de los elementos más importantes del secreto masón53. Estos antepasados de la masonería se encuentran, prosigue transcribiendo “Povedano”, en diversas culturas y temporalidades:
Los misterios de los Bramines de la India, los de Isis en el Egipto, los de los Cabiras fuera y dentro de la isla de Samotracia, los de Eleusis, Ceres y Orfeo, los Judaicos y los del Cristianismo primitivo, son todos masónicos, y por consecuencia astronómicos54.
Finalmente, la ciencia, la verdad y la virtud se esconden en estas culturas, y estas, al mismo tiempo están estrechamente vinculadas a la masonería55. En el último párrafo tanto de la transcripción del “cuaderno” como del discurso del Sapientísimo Maestro, se nos dice, entre otras cosas:
Leed la historia y comparad nuestra Institución á la de los Magos de Persia, los Bramines de la India y los Druidas de los Galias; comparadla á la del Egipto, y veréis como ellos aspiramos á la Educación universal por el sendero de la Virtud, la Verdad y la Ciencia56.
De esta manera continua, a lo largo de las transcripciones a partir de Cassard, el discurso de la masonería como el heredero por excelencia de una philosophia perennis compartidas por las grandesculturas de la antigüedad. Por su lado, en la transcripción del fragmento sobre Elegido de los Quince, el Sapientísimo Maestro explica lo sucedido en el ritual, los símbolos y alegorías involucrados en el grado, y el conocimiento adquirido por el neófito. Aquí es fundamental el papel crucial que tiene la decodificación, comprensión y experimentación de los símbolos en la masonería:
Os rasgo con la mano poderosa de la Ciencia el velo impenetrable con que hasta el día de hoy la filosofía simbólica ha encubierto las verdades que enseñaba a sus adeptos. Cada símbolo, cada sujeto es la imagen más ó ménos palpitante de una verdad obscura, o la representa de un modo positivo; y el inteligente sabe hallar estudiándolos la historia de los conocimientos humanos, de las religiones, de los cultos, de la moral, la legislación, artes, ciencias é industrias57.
Después de la quinta transcripción vienen dos dibujos, del primero (f. 40r) (fig. 8) no tenemos una referencia exacta, y del segundo (f. 41r) (fig. 9) no tenemos referencia alguna. Ambos siguen el tema del rito, pero ahora en cuanto al espacio donde el mismo sucede. Respecto del primero, pareciera que el grabado original (fig. 10) del que deriva pertenece a The Book of the Ancient and Accepted Scottish Rite of Freemasonry, texto escrito por el masón estadounidense Charles T. McClenachan (1829-1895), originalmente publicado en 1858. McClenachan introduce una serie de grabados que representan la forma en que la cámara de la logia era decorada de acuerdo con algunos grados, entre ellos el “Grado 14. Cámara del Gran Elegido y Perfecto Masón,” que es lo que el “cuaderno” muestra. El segundo dibujo representa, de acuerdo a lo escrito en la hoja, el Grado 18. La Cámara Roja58.

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Fig. 8 f. 40r del Cuaderno de Notas atribuido a Tomás Povedano, finales del siglo xix-principios del siglo XX.

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Fig. 9 f. 41r del Cuaderno de Notas atribuido a Tomás Povedano, xix-principios del siglo XX.
Una forma enciclopédica de acercarse a los símbolos
La sexta y última fuente anotada es también una de las más amplias. “Povedano” realizó una serie de transcripciones y copió aproximadamente treinta y ocho dibujos de An Encyclopedia of Freemasonry and its Kindred Sciences, escrito por Mackey. En el recorrido que hemos tenido sobre el valor de la tradición, la adecuada transmisión de símbolos, el uso de los mismos en el espacio ritual y los vínculos de la práctica ritual con respecto a una philosophia perennis, este último documento se muestra como el recurso definitivo de “Povedano”: un manual que establezca de forma clara el significado de cada uno de los símbolos que Mackey, ya un autor ampliamente mencionado en el “cuaderno”, considera necesario aprender. Interesantemente, “Povedano” copia en muchos casos solamente los símbolos, y no registra su significado. Podríamos suponer que la imagen se volvió un recurso mnemotécnico, que permitía recordar, comprender y reflexionar sobre los disímiles significados o ideas que estaban cruzando el interés de “Povedano”.
Si bien esta guía masónica sale a la luz en 1873, las ediciones que contienen los dibujos que “Povedano” reproduce pertenecen a una versión ampliada por una adenda del ya mencionado Charles T. McClenachan. Algunos de los dibujos tienen títulos que los identifican, otros no. Es bastante probable que el “cuaderno” derivara la información de la edición de 1900 de dicho libro, ya que en folios más adelante (f. 45r) aparece esta edición explícitamente referenciada. Por desgracia, no contamos con esa edición, por lo que utilizaremos una de 1887. Para efectos de espacio y fluidez en la narrativa del texto, no me detendré en todos los dibujos, sino en aquellos que nos permiten continuar con las líneas temáticas que se han ido desarrollando. Por otro lado, como ya fue mencionado, son muchos los dibujos que no tienen explicación adjunta en el “cuaderno”, por lo que nos serviremos de lo que dicen Mackey o McClenachan al respecto.
Mackey planteó la enciclopedia como una colección de material que podía permitirle a “todo masón que consultara sus páginas los medios para adquirir un conocimiento de todas las cuestiones relacionadas con la ciencia, la filosofía y la historia de su Orden.”59 La enciclopedia se vuelve así una ayuda para los grados, vistos como pasos por medio de los cuales el candidato debe ascender de una condición menor a una mayor de conocimiento60. En el caso del “cuaderno”, encontramos el interés de “Povedano” por escudos de armas, símbolos de la antigüedad cristiana, talismanes, cruces, triángulos, emblemas, imágenes de joyas, símbolos cristianos, banderas, inscripciones, motivos de dioses griegos, mandiles, alfabetos, motivos de dioses egipcios, jeroglíficos, y significados antiguos relativos a los peces61.
Hallamos la persistencia en aquellos símbolos que permiten unir disímiles corrientes y tradiciones religiosas. “Povedano” muestra el dibujo de una palmera con los caracteres hebreos Alef (א) y Tav (ת) (f. 41v) (fig. 11). Este se ubica en Mackey bajo la entrada de la enciclopedia “Tree Worship”, donde McClenachan se refiere a la palmera y a los árboles en general, como elemento sacro desde la antigüedad y en disímiles culturas y religiones, entre ellos los judíos, los cristianos y las derivaciones que estos mismos pudieron haber sacado del zoroastrianismo y los egipcios. Los cristianos erigieron una especie de travesaño en la palmera y colocaron sobre el mismo un Alfa y una Omega (fig. 12)62, el cual es cambiado en “Povedano” por los equivalentes hebreos.

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Fig.11. ff 41v-42r del Cuaderno de notas atribuido a Tomás Povedano, finales del siglo xix-principios del siglo XX.

Fuente: Albert G. Mackey, An Encyclopaedia of Freemasonry and Its Kindred Sciences (Filadelfia: L. H. Everts & Co, 1887).
Fig. 12 Grabado “Palma con cruz”.
En el juego de la transmisión, otro dibujo (f. 42r) (fig.11) es el “rebis”, copia de un grabado procedente del Azoth Philosophorum (1613) del filósofo hermético Basilio Valentino (c. siglo xv-xvi). Mackey utiliza dicho grabado (fig.13) para la entrada en la enciclopedia de “Talisman”, donde el masón se refiere a los talismanes gnósticos, y cómo los símbolos de los alquimistas, astrólogos y rosacruces provienen de dicha tradición. La transmutación de talismanes gnósticos a símbolos masones es una ruta de transmisión que sucedió, de acuerdo con Mackey, por vía de la alquimia, el rosacrucismo y la arquitectura medieval63. Si bien, de acuerdo con Mackey y “Povedano”, el grabado muestra un diseño hermético, está también lleno de simbolismo masónico64. Dos elementos fundamentales son el compás sostenido por la mitad masculina que “representa el principio generativo masculino, y la escuadra sostenida por la figura femenina, el principio femenino reproductivo. La interpretación posterior que se dio a la escuadra y el compás combinados fue la transmutación del talismán hermético al símbolo masónico.”65 Estos aspectos masculinos y femeninos nos recuerdan al valor de lo hermafrodita en el ente divino que Mackey mencionaba, a partir de Lanchi, en “La Palabra Inefable”. “Povedano” termina esta nota dejando claro que la imagen viene del dzoth Philosofihokum, filósofo hermético, y con un texto aparte que solo dice “Alquimia Rosicrusiana.”66

Fuente: Albert G. Mackey, An Encyclopaedia of Freemasonry and Its Kindred Sciences (Filadelfia: L. H. Everts & Co, 1887).
Fig. 13 Grabado del “Rebis”
Se empiezan a evidenciar conexiones con otros apuntes del “cuaderno”. El dibujo de la trimurti india67 (f. 45r) (fig. 14) tiene su equivalente en Mackey bajo la entrada de la enciclopedia “Triangle, Triple”. El triple triángulo hace alusión a la triple esencia de la deidad cristiana, y es uno de los elementos a los que más se alude en la masonería. En el caso de la India vemos tres triángulos concéntricos y, a lo interno, el nombre sacro, de acuerdo con Mackey, para los hindúes: AUM (fig. 15). El triángulo interior implica a Brahma, Vishnu y a Shiva; el del medio la creación, la preservación y la destrucción; y el exterior la tierra, el agua y el fuego68. Debajo de este triángulo está, en el “cuaderno”, el tetractys, mencionado con anterioridad, y que tiene su propia entrada en la enciclopedia69, en la que Mackey repite, hasta cierto punto, lo dicho en “La Palabra Inefable”:
Esta figura era en sí misma, como un todo, emblemática del Tetragrámaton, o nombre sagrado de cuatro letras, (porque tetractys, en griego, significa cuatro,) y fue indudablemente aprendida por Pitágoras durante su visita a Babilonia. Pero las partes que lo componen eran también símbolos cargados. Así, el primer punto era un símbolo del principio activo o creador, los dos puntos del principio pasivo o materia, los tres del mundo que procede de su unión, los cuatro de las artes y ciencias liberales, que puede decirse que completan y perfeccionan ese mundo70.

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Fig. 14 ff. 44v-45r del Cuaderno de Notas atribuido a Tomás Povedano, finales del siglo xix-principios del siglo XIX.

Fuente: Albert G. Mackey, An Encyclopaedia of Freemasonry and Its Kindred Sciences (Filadelfia: L. H. Everts & Co, 1887).
Fig.15. Grabado de la “trimurti india”.
Otro ejemplo es el término “Lá iláha ill’ Alláh” (ff. 45r-v) (figs. 14 y 15), que “Povedano” anota y que es discutido por McClenachan bajo la entrada de la adenda “Allah”, donde explica que el término nos habla de que hay solo un Dios (fig. 17)71. Esta idea se repite en el dibujo y transcripción de la entrada de la enciclopedia “Egyptian Hieroglyphs” (f. 48v) (fig. 18). “Povedano” transcribe parte de las demonstraciones que el masón Thomas Pryer hace para acertar que los egipcios tuvieron una creencia monoteísta previo a los días de Abraham. Es una lectura de una serie de jeroglíficos que dice “Que tu alma alcance a Khnum, el Creador de toda la humanidad.”72 (fig. 19).

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Fig.16. ff.45v-46r del Cuaderno de notas atribuido a Tomás Povedano, finales del siglo xix-principios del siglo XX.

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Fig. 17 Detalle del libro An Encyclopaedia of Freemasonry and Its Kindred Sciences, escrito por Albert G. Mackey (Filadelfia: L. H. Everts & Co, 1887).

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Fig. 18 ff. 48v-49r del Cuaderno de notas atribuido a Tomás Povedano, finales del siglo xix-principios del siglo XX.

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Fig. 19 Detalle del libro An Encyclopaedia of Freemasonry and Its Kindred Sciences, escrito por Albert G. Mackey (Filadelfia: L. H. Everts & Co, 1887).
La codificación de los misterios prosigue en los alfabetos, como por ejemplo el alfabeto árbol (f. 47v) (figs. 20-21), definido por McClenachan como un alfabeto utilizado en secreto por persas y árabes. La copia muestra los equivalentes entre el alfabeto árbol, el alfabeto latino, y lo que se llama el alfabeto de Hermes o Mercurio73. La última entrada que se transcribe (ff. 49r-v), y la última del cuaderno, está dedicada al dios pez Oannes (figs. 18 y 22)74, figura oscura en la iconografía tradicional religiosa, entendido como el “primer instructor del hombre en letras, ciencias y artes, especialmente en arquitectura, geometría, botánica y agricultura, y en todos los demás conocimientos útiles”.75 Este dios es visto como el primer Hermes y el primer fundador de los Misterios, que son al fin y al cabo, el elemento central tanto en la masonería como en el “cuaderno”.

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Fig. 20 ff.47v-48r del Cuaderno de notas atribuido a Tomás Povedano, finales del siglo xix-principios del siglo XX.

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Fig. 21 Detalle del libro An Encyclopaedia of Freemasonry and Its Kindred Sciences, escrito por Albert G. Mackey (Filadelfia: L. H. Everts & Co, 1887).

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Fig. 22 Detalle del libro An Encyclopaedia of Freemasonry and Its Kindred Sciences, escrito por Albert G. Mackey (Filadelfia: L. H. Everts & Co, 1887).
Reflexiones en torno al “cuaderno” y su dueño: el secreto masón, la cultura impresa masónica, el valor del estudio y la aproximación al símbolo
El interés que “Povedano” toma por los significados de los símbolos y las implicaciones de estos dentro de los espacios rituales masónicos, provoca preguntarse sobre la manera en que la masonería distinguió entre lo que se podía y no se podía conocer sobre su propio mundo. Las logias masónicas continúan teniendo un aspecto esotérico, pero si la evidencia nos dice que son muchos los elementos que los masones están dispuestos a revelar, entonces ¿cómo funciona el secreto masón? ¿y cómo podríamos percibir la existencia del “cuaderno” a la luz de esto?
Muchas de las fuentes de las que tenemos anotaciones provienen de libros dedicados a homogenizar el significado de una gran diversidad de signos y procesos rituales masónicos. Es decir, hay una información que el mundo editorial masón decidió podía ser exotérico, por vía de manuales y enciclopedias que permitiesen reconocer una serie de códigos, de claves diseñadas para acceder a conocimientos y comprender procedimientos, comportamientos corporales, y las formas de leer lo visual dentro del mundo provisto por las logias. Las anotaciones del “cuaderno” se pueden ver entonces en el contexto de la masonería de finales del siglo xix, cuyo interés pareciera haber estado no en conciliar el significado de los códigos, signos o imágenes, sino al contrario: que se conocieran de forma clara ya que eso permitía herramientas de posible acceso al objetivo masón. Mackey, de hecho, dedica unas páginas en su enciclopedia al tema de las publicaciones masónicas, ya que al parecer era una discusión entre las logias sobre qué tanto se debía publicar sobre masonería. Se analizaba el peligro de estar dando información que la persona no iniciada no necesariamente debía de saber. Para Mackey, en cambio, se debía publicar lo más posible respecto de la filosofía, historia, ciencia y simbolismo de la masonería. De hecho atribuye al trabajo editorial masón la posición tan elevada que la masonería alcanzó en la segunda mitad del siglo XIX76.
Jossianna Arroyo nos habla del consumo público del ‘secreto’ masón que se desarrolló en el siglo xix, y el valor que la prensa masónica estadounidense tuvo para la divulgación de las logias y sus miembros. Ciertamente los masones mantenían la percepción del secreto a partir de sus rituales esotéricos, literalmente procesos que no debían ser por entero conocidos sino por vía de la iniciación, y esto no significó un problema para la gran industria impresa que los masones realizaron por vía de la publicación de revistas, periódicos y libros. De esta manera la masonería ofrecía visibilidad en tanto que organización universal, y al mismo tiempo retenía un proceso invisible, o bien, velado (oculto) por medio del valor que el ritual tenía a puerta cerrada77.
Se podría argumentar entonces que revelar los significados de símbolos propios de una enseñanza y seguimiento adecuados del ritual y vida masónicos, no hacía al lector o estudioso de estos libros un verdadero conocedor de lo que implica ser masón. En la masonería sigue siendo clave la iniciación, y esta involucra la transmisión del conocimiento esotérico en la práctica, por lo tanto el carácter esotérico del misterio solo se da de maestro a discípulo, y se convierte en algo personal de cada iniciado. La gnosis, por lo tanto, no es en sí un conocimiento intelectual o simbólico, como lo serían los diversos símbolos, tradiciones, prendas, espacios o prácticas que “Povedano” nos comparte. Eso sería solo una parte de lo que se entendería por la transmisión de una tradición, pero es a través de la iniciación que una dimensión experiencial y psicológica aparece, y no puede ser transmitida: dicha dimensión se vuelve el secreto. El signo, así, es llave, pero el secreto solo se da por vía de la experiencia78: “Así pues, se puede interpretar que los transmisores de la gnosis transmiten la parte intelectual de la gkosis, o los medios para la dimensión experiencial de la gnosis.”79 La experiencia de vivir los ritos de iniciación, los cuales son comúnmente secretos, no se puede comunicar con ningún lenguaje conocido, lo que hace que lo experimentado sea secreto, haciendo del secreto masón la experiencia de vivir el ritual80, y que no exista un peligro en la revelación, comprensión y estudio de los símbolos, ya que el necesario uso de los mismos solo puede tener sentido dentro de un proceso práctico, material y masónico.
En resumen, cualquier imagen o ritos ceremoniales no tienen valor alguno si no se comprende el simbolismo detrás de los mismos. Comprender, sin embargo, no es solo conocer o memorizar, sino experimentar. Es una labor colaborativa. Los que se quedan en el aprendizaje superficial de ceremonias y signos ven al final la masonería como “una voz vacía sin sentido - un árbol de espléndido follaje, pero sin un solo fruto.”81 Así, la tradición tiene una parte que se puede aprender, y otra que solo se puede vivir, por lo que al masón le es posible ver más allá dentro de las rutas de transmisión evidentes en las fuentes recolectadas, por ejemplo, en el “cuaderno”.
La apertura editorial y la relación con el aspecto esotérico de la masonería nos permite acercarnos a los posibles motivos por los que “Povedano” hizo los diversos apuntes, es decir, el porqué de la existencia de un cuaderno de este tipo. Una forma de entenderlo es a través de la importancia del estudio en la masonería, entendido en parte como una práctica material, y el valor que adquiere un objeto como un “cuaderno de notas” para un cierto proceso de aprendizaje. El masón debía, de acuerdo con José Julio García, estar en un estudio constante de los símbolos:
Esa investigación debe llevar al adepto a buscar lo que está más allá de su aspecto material y sensible, debe ser capaz de encontrar la correspondencia entre el objeto y lo que éste manifiesta en su dimensión más elevada y trascendente. De este modo, retornando a una concepción de nuevo masónica, los símbolos se transforman en vehículos de la edificación a la vez del “templo interior” -esto es, la progresión personal del individuo por medio de un mejor conocimiento de sí mismo- y del “templo exterior” -el progreso general de la Humanidad-82.
Para figuras como Mackey, que de alguna forma hacen eco de lo que al ya mencionado Lévi le preocupaba, había un problema en la masonería de segunda mitad del siglo xix: se estaba olvidando el significado de los símbolos, es decir, se realizaba el ritual y la práctica masónica sin estar sumergido en el mundo simbólico, necesario para experimentar el secreto masón. Mackey nos dice que el estudiante:
Sin extender sus estudios más allá de lo que se enseña en las breves conferencias de la Logia, nunca podrá apreciar adecuadamente el fin y la naturaleza de la Francmasonería como ciencia especulativa. Las conferencias no constituyen más que el esqueleto de la ciencia masónica. Los músculos, nervios y vasos sanguíneos, que han de dar vitalidad, belleza, salud y vigor a ese esqueleto sin vida, deben encontrarse en los comentarios que sobre ellos han dado al estudiante masónico el saber y la investigación de los escritores masónicos.83
“Povedano” fue más allá, y puede que haya asumido una actitud que la masonería de Mackey hubiese aplaudido. Anotó sobre fuentes que no son masónicas, como lo ejemplifican Clavijero y Lévi84, pero que de alguna forma se vinculaban al estudio de una fihilosofihi» fickckkis. Y es que estudiar el simbolismo no era quedarse con lo que los autores masones proponían, ya que la idea del iniciado masón era que fuese un investigador, y que, a pesar de la gran estructura ritual masónica, su revelación del secreto masón se diera tanto de forma individual como, posteriormente en su vida como masón, comunitaria. Los procesos simbólicos, rituales y centrales de la masonería, pretendían entonces:
una enseñanza formativa de carácter autorreflexivo, no dogmático (…) La interpretación de los símbolos, si llega a abordarse en su totalidad, es responsabilidad de cada masón, y es en este proceso de asimilación personal -y de la observancia de los principios que rigen la vida de cada cual- donde radica realmente la actividad “mistérica” del Oficio de la masonería85.
Es decir, si perfilásemos a “Povedano” como un masón en constante estudio, entenderíamos la búsqueda por reflexionar sobre los símbolos, y estudiar, bajo su propia responsabilidad, sus implicaciones, asimilándolos de tal manera que fuesen funcionales dentro de la vida como masón, puntualmente en dirección al secreto masón. La enciclopedia, artículos, explicaciones del rito y demás textos, no son recetas que se deban seguir al pie de la letra, sino que han de ser estudiados para conjeturar, asimilar y proceder acorde a la actitud especulativa de la logia.
Por otro lado, ¿qué nos terminan diciendo los temas que encontramos recurrentes en “Povedano”? La masonería, sabemos, buscó las formas de hacerse heredera de una tradición, pero también de una misión, que tiene en parte un objetivo religioso. Mackey reconoció que la tendencia de la masonería es hacia la religión, su progreso se vincula directamente con lo trascendente: “sus sublimes ceremonias, sus profundos símbolos y alegorías, -todos inculcando la doctrina religiosa, ordenando la observancia religiosa y enseñando la verdad religiosa”86 En “La palabra inefable”, por ejemplo, el valor del nombre de Dios se posa en que es “un símbolo de la Verdad Divina, cuyo descubrimiento debe ser el objeto de la incesante tarea de los Masones.”87 Por otro lado, “Povedano” nos muestra, entre los disímiles fragmentos, cómo la herencia se podía demostrar, desde buscar respuestas fuera del discurso masón como Clavijero, y analizar las advertencias del ocultismo cabalístico de Lévi sobre la verdad detrás de los símbolos, hasta encontrar declaraciones puntuales y sistematizadas en la literatura masónica. La cuna de los misterios, los primeros velos, es, de acuerdo con Mackey, Egipto88, y son los masones, y solo ellos, los que han preservado hasta el día de hoy los modos de enseñanza de la ciencia misteriosa del simbolismo egipcio. McClenachan nos dice que:
El grado de paralelismo entre los innumerables jeroglíficos de las tumbas y monumentos de la India y Egipto y los símbolos y emblemas de la Francmasonería, junto con su interpretación esotérica, ha hecho que muchos masones bien intencionados crean en un origen indio o egipcio de nuestra institución especulativa actual89.
De esta manera, la preservación de la verdad de los misterios les pertenece a las logias, y ellos mismos llegan a contribuir en cómo los símbolos y los emblemas pueden ser entendidos dentro del qué hacer masón. ¿Cómo podemos comprender, entonces, los símbolos masones en el contexto de lo que “Povedano” copió? En la página del título de su enciclopedia, Mackey escribió: “El aire está lleno de signos, el cielo de señales, el suelo de memorandos y firmas; todos los objetos están cubiertos de indicios que hablan inteligiblemente al inteligente.”90 El masón estadounidense veía una necesidad en saber “leer” el mundo, y para ello se debía de entender el valor de los símbolos. El símbolo termina siendo “toda representación de una idea mediante una imagen, tanto si esa imagen se presenta inmediatamente a los sentidos como una sustancia visible y tangible, como si solo se presenta a la mente mediante palabras.”91 Ni las fuentes del “cuaderno”, ni el “cuaderno” mismo, sustituyen la realidad, ni la forma textual o visual por la que están presentes (o que representan); proveen, más bien, información y ‘acceso mental’, material y práctico a dicha realidad. Así, los signos transmiten información sobre la realidad que representan, y el cuaderno transmite información, seleccionada puntualmente por su dueño, sobre la realidad textual y visual que representa. Dicha realidad textual y visual a su vez provee información sobre un complejo entorno de ideas en común que solo se pueden entender en el contexto de la masonería. El signo ritualizado, integrado a un sistema simbólico, solo tiene sentido y es posible experimentarlo dentro de dicho contexto, conocimiento y estudio simbólico y ritual. Y esto es, por lo menos desde las fuentes mencionadas, lo que la masonería pretendía, y el “cuaderno” así lo evidencia con el valor que le da al símbolo y a su transmisión y tradición desde el pasado a la luz del contexto ritual masón, y en aras de comprender cómo dicha estructura simbólica está vinculada explícitamente a un componente trascendental92.
Los rituales masones son, para Kristianne Hasselmann, catalizadores de procesos individuales de autotransformación, donde la performatividad y lo simbólico une dicho evento en el iniciado con el imaginario colectivo de la logia. Las explicaciones simbólicas e investigaciones sobre la tradición masónica están haciendo algo similar. El “cuaderno” se puede entender aquí como un puente material, donde se obtiene de diversas fuentes elementos que resultan relevantes para el estudioso masón o aspirante a masón, y que posibilitan el diálogo dirigido a la unión con el imaginario colectivo que la logia puede tener. Los ritos masónicos facilitan una configuración mental particular, una especie de hábito masónico que surge y se consolida por vía del ritual. Este hábito que el cuerpo realiza, aprende y repite en el ritual, marca los inicios de un aprendizaje individual en la colectividad que está acompañado de diversas imágenes, símbolos y metáforas93. “Povedano” y las fuentes que anotó en el “cuaderno”, agregan el hecho de que el aprendizaje no solo se da por vía de la experiencia ritual, sino por la comprensión, inquisitiva y autorreflexiva, de lo que los símbolos y metáforas implican para el ritual y para los procesos de transmisión y herencia de una tradición verdadera, primigenia y cuyo origen es trascendente. De esta manera, el iniciado va gradualmente aprendiendo el significado experiencial, individual, secreto, de dichas imágenes y metáforas, al lado del significado intelectual de estas. El aprendizaje es un acto que se sirve de elementos y prácticas materiales, entre los que aquí presenciamos la lectura asidua de disímiles textos, y la anotación de aquello que fuese considerado valioso. El objetivo es que al vivir dichos ritos de paso, con la interpelación de un entramado visual metafórico, se generen procesos asociativos en el diario vivir del masón, donde pueda ‘ver’ por vía de su realidad ritual proporcionada como miembro de la logia94. Si bien no se puede decir que este fuese el objetivo de “Povedano” con su “cuaderno” y las fuentes que recolectó, podemos ver un cierto indicio de coherencia con respecto a los datos, principalmente a la luz de la transcripción final, después de estar anotando diversas fuentes relativas a los significados adecuados de las cosas y los signos, y las rutas de transmisión que implican estas, justificadas en un entramado histórico, perenne, que inicia en un conocimiento primigenio, trascendental y propio de un solo Dios.
Conclusiones
Este breve análisis del “cuaderno de notas” permitió conocer aspectos prácticos, vivenciales, y materiales, de lo que pudo ser un masón o aspirante a masón entre finales del siglo xix y las primeras décadas del siglo xx. Como bien fue mencionado en la introducción del artículo, no es común encontrar este tipo de objetos personales en el estudio académico de la masonería. Por esa misma razón, tampoco es sencillo elaborar, en un solo artículo, un examen exhaustivo de las implicaciones de este “cuaderno” para el contexto de la masonería decimonónica y de inicios del siglo xx, y menos sobre el desarrollo de la masonería ya fuese en América Central o Costa Rica. Esto me llevó a enfocarme en aspectos más puntuales, propios de lo que el “cuaderno” ofrecía, e intentar leer estos a partir de coincidencias temáticas que los disímiles apuntes y dibujos evidencian. Esto no significa, de forma alguna, que los temas tratados aquí, respecto del monoteísmo, la philosophia perennis, y el valor de los símbolos, así como consecuentemente la reflexión en torno al secreto masón, la producción impresa masónica, el estudio en la masonería y la implicación del símbolo en todo esto; sean lo único que existe en el “cuaderno” ni lo que el “cuaderno” en sí mismo significa. El objeto, su valor material y parte de sus contenidos, nos permitió explorar por vía de sus heterogéneas fuentes puntos en común que son posibles de contextualizar dentro del quehacer práctico, material e histórico de las logias, así como posibilitarnos una breve aproximación al potencial modus operandi y los intereses del individuo histórico masón. Esto nos lleva a ampliar la discusión en torno al estudio académico de la masonería, contemplando así el valor del individuo histórico no como un agente pasivo que recibe y consume la estructura simbólica masónica, sino como un ente activo que busca recolectar, construir, comprender, y experimentar de disímiles formas dicha estructura.
El presente trabajo abre y continúa disímiles líneas de investigación, valiosas tanto para el estudio de la masonería como del esoterismo. Con lo dicho hasta el momento, podemos, por ejemplo, empezar a contextualizar la producción y existencia de un cuaderno de este tipo en los disímiles movimientos histórico culturales, políticos, espirituales e ideológicos a los que el “cuaderno” perteneció, tanto en lo que refiere a América Latina como el Caribe95. Por otro lado, la aplicación de métodos interdisciplinarios en el ámbito del estudio académico de la masonería, por lo menos en lo que refiere a Latinoamérica, se encuentra en desarrollo. En este caso me refiero al análisis de los objetos desde el punto de vista de la cultura material96, que llevan a la elaboración de preguntas nuevas sobre la parafernalia que tenemos a nuestra disposición, en cuanto a archivo, cultura impresa y objetos culturales, y considerar temas como el valor de lo cotidiano (ego-documentos y paratextos), las prácticas y los rituales en el estudio de la masonería latinoamericana, puntualmente la centroamericana.