Introducción
“Cualquiera que sea la libertad por la que lucha mos, debe ser una libertad basada en la igualdad”. Judith Butler
Esta investigación tiene como objetivo evidenciar que en la novela Tocar a Diana (2019), de Anacristi na Rossi, publicada por la Editorial Alfaguara, el per sonaje2 principal de este texto, Diana Tazio, rompe con los paradigmas conductuales que le impone la familia de su época3 para ejercer el disfrute sexual de su cuerpo. También se busca explicar cómo las figu ras masculinas utilizan a la mujer, en la trama textual, como un medio para satisfacer su hedonismo exa cerbado. No obstante, cuando ellas añoran cumplir sus deseos sexuales, son censuradas mediante un discurso moralista que solo aprueba la sexualidad femenina en la figura del matrimonio heteronorma tivo, que esté encarrilado para fines reproductivos específicamente. Otras prácticas eróticas4 que reali ce la mujer fuera de este patrón son reprobadas por completo. Esta investigación está imbuida dentro de un enfoque que busca reivindicar la figura femenina como un ser independiente que goza de su cuerpo y que, por siglos, ha estado prisionera de un paradigma patriarcal que la ha llevado a reprimir sus deseos en torno a lo erótico. Por lo que se analizará cómo el personaje femenino enfrenta a su sociedad y estable ce sus propias reglas para construir su perspectiva del placer sexual.
Cabe destacar, que esta novela de Anacristina Rossi está construida desde la óptica de una Bildungsro man feminista, que Carmen Gómez (2009) explica como las representaciones literarias de un personaje, a partir de su adolescencia hasta su madurez, cuyo propósito es lograr la consolidación del individuo en su ámbito social. Este proceso de crecimiento de la protagonista puede evidenciar el conflicto entre sus anhelos, como sujeto deseante, y los intereses con trarios de la sociedad en la cual le correspondió edu carse. Al igual que en los Bildungsroman masculinos, los finales son variados y, al tratarse de un género so cialmente condicionado, el éxito o fracaso de los pro tagonistas de estas narrativas hay que interpretarlo a la luz del contexto social en el que se desarrollan. Lo relevante, de este tipo de género literario, descansa, principalmente, en el proceso de autoformación que tuvo la heroína en su vida cotidiana ante un sistema-mundo patriarcal autoritario en constante conflicto con sus intereses personales y anhelos existenciales.
Sara Cisneros (2016) agrega que, en la Bildungsroman femenina, las mujeres confrontan las normas sociales impuestas por su familia, las cuales las obligan a se guir un papel de sumisas, obedientes y resignadas al matrimonio como único vehículo para satisfacer to das sus necesidades corporales. Esto es lo que busca la familia de Diana: recluirla dentro del paradigma conservador del himineo para que no se regocije con otras prácticas que la lleven a transgredir lo normado para el disfrute carnal, en una sociedad costarricen se que está gobernada por los hombres, los cuales no desean que les cambien las reglas del juego para nada y seguir perpetuando su estructura patriarcal en el sistema socio-cultural e ideológico nacional. Con cluye Cisneros (2016) que, desde tiempos remotos, el género femenino en la sociedad ha tenido un gran trato de desigualdad. Las mujeres no solo son vistas como seres inferiores, sino que han sido reprimidas por la misma sociedad que las presiona a seguir un rol específico y de vasallaje ante la figura masculina. Así que, tradicionalmente, nacer mujer es crecer con ideologías ya impuestas por una sociedad que im planta y guía al sexo femenino a ser obediente, sumi so y servicial, como la imagen del “ángel del hogar”.
A pesar de que, en el contexto socio-histórico actual en Costa Rica, existe una aceptación sobre otras vi vencias sexuales que las personas efectúan en su ám bito social (Doris et al., 2020), aún perviven tabúes inmóviles ideológicamente, por parte de los grupos sociales hegemónicos que no aprueban que existan otros hábitos para disfrutar del placer coital (eso sí, nunca fuera del esquema binarista establecido como el auténtico, amparado en la palabra del Dios cató lico y legitimado por la sociedad patriarcal). Cabe destacar, que las figuras masculinas en esta novela costarricense ultracontemporánea son las que condi cionan y establecen el discurso sexual, fortaleciendo, de primera mano, el dominio del hombre sobre el cuerpo de la mujer. Esto se evidencia en la imagen del padre de Diana Tazio, Carlos Tazio, que no acep ta que su hija no esté casada y subyugada, ideológi camente, dentro de un matrimonio heteronormativo consuetudinario.
Siegfried Jäger (2003) señala que los discursos ejer cen el poder y que son capaces de crear otros dis cursos para estructurar y controlar a la sociedad. Esta diatriba censuradora recae sobre el núcleo familiar de Diana Tazio; el cual, de acuerdo con Jäger (2003), está regido por prácticas discursivas que están acom pañadas de conocimientos que solamente se dedican a perpetuar el poder que ha mantenido, a lo largo de los siglos, la estructura heteropatriarcal. Gracias a la familia de la protagonista es que la efigie masculi na, como ente regulador a nivel social, programa a la mujer para establecer su goce sexual a una rela ción que debe estar vinculada con la reproducción de la especie y sin provocar desenfrenos sociales que atenten contra la mirada censuradora de la sociedad; por lo que se le impone a la protagonista el ámbito nupcial como la única opción “válida” para asumir su sexualidad.
Por lo general, señala Carmen Gómez (2009) estos personajes femeninos contestarios son calificados como locos, pero, sobresalen, a nivel social, por sus dotes intelectuales, como lo denota Diana, en la tra ma de la novela, al ser una lectora voraz desde muy niña y, que posteriormente, obtiene una maestría, con notas sobresalientes, en Geografía social, du rante su estadía en Francia. Sin olvidar que es una extraordinaria escultora en su tiempo libre. Agrega también Carmen Gómez (2009) que la familia termi na siendo el catalizador de los códigos de conducta prescritos por el orden social, y es en su seno, donde la niña aprende las nociones básicas de lo permitido en su grupo social. Sin posibilidad de manumitirse de ese régimen que la domestica para que sea dócil y recatada hasta el día de su muerte.
Lo anterior provoca cualquier rechazo hacia un su jeto femenino que desafíe estos parámetros, instau rados por una entidad familiar conservadora y se xualmente timorata y retraída. La familia de Diana se adjudica una descendencia europea, blanca, cuyos antepasados tuvieron cargos políticos destacados en Costa Rica (como Manuel del Cid-Hernández, el tatarabuelo de Diana); por lo tanto, la mujer no puede extralimitarse con sus placeres en público, ya que esto dañaría el prestigio social de su apellido de abolengo.
Es fundamental el estudio académico que realiza la psicóloga Graciela Madrigal (2020), único artículo que se ha elaborado en torno a la novela Tocar a Diana (2019). La autora plantea el tema de la mirada como un mecanismo, por parte del hombre, para po der juzgar y controlar la sexualidad femenina. Agre ga además que en la novela de Anacristina Rossi se manifiestan una serie de prácticas sexuales que no se encuentran sujetas a la normatividad y hegemonía de la época (década de los noventa en Costa Rica). Esta mirada patriarcal es la que acosa a Diana; pero ella lucha y transgrede las normas para establecer su propio paradigma de conducta sexual, que está pro tagonizado por su goce corporal.
Sabemos que el discurso sobre la sexualidad huma na es un constructo social, y, por lo tanto, está sujeto a diversas transformaciones de índole cultural. No obstante, si se exponen prácticas disidentes como el sexo anal, el sexo lésbico, la exposición de diferen tes fluidos corporales5 durante el coito, el sadomaso quismo, el sexo grupal o la masturbación femenina en un ambiente social conservador, esto implica que existen otros hábitos de convivencia sexual no am parada en postulados estrictamente heterosexuales y comandada por una figura masculina6. Esto nos lle va a pensar que la literatura ultracontemporánea en Costa Rica está sirviendo como una plataforma ideo lógica para mostrar otras maneras de deleite sexual, que desencadenan serias invectivas contra la estruc tura del poder patriarcal. Así también, de acuerdo con Elizabeth Duval (2021) para la ciencia europea y la estadounidense se considera el binarismo como la norma aceptada. Las demás preferencias sexuales se patologizan y se les aparta del ámbito social para que no atenten contra la armonía que el canon he terosexual otorga a la comunidad. Justamente, es lo que realiza Diana Tazio: exponer otras maneras disi dentes de acercarse a la sexualidad femenina.
Pero, a pesar del modelo represivo impuesto por la familia, en la trama de la novela, se exhibe un dis curso pospornográfico, liderado por Diana Tazio, cuyo comportamiento dista mucho de ser obediente y sumiso ante lo que opine el sistema patriarcal ins taurado en la sociedad costarricense de su contexto histórico. Ella se deleita con prácticas que fracturan la noción impuesta por su familia de cómo debe dis frutar de la sexualidad la mujer en su existencia co tidiana.
Alonso Brenes (2018) apunta que el discurso pos pornográfico7 produce un replanteamiento político y estético sobre las prácticas sexuales femeninas, que no siempre están en armonía con la institucionalidad heteropatriarcal, donde la mujer emplea su cuerpo como un lugar de lucha para que se reconozca su derecho al goce sexual en vida. Indica también este autor que las propuestas pospornograficas lo que buscan es ofrecer otros paradigmas sexuales median te una deconstrucción de los cuerpos femeninos sin que medien ontonormas que limiten las posibilida des de una libre expresión del placer de estas corpo reidades. Las tecnologías del poder que han regido “la normalidad” en Latinoamérica por años, solo se han encargado de perpetuar ese contrato hetero sexual que imposibilita acceder a otras prácticas que desacralizan la noción de sexualidad y derrumban los mitos que solo, en la genitalidad, se alcanza un disfrute completo de la manifestación corporal del placer sexual.
La pospornografía, de acuerdo con Alonso Brenes (2018), va a cuestionar la noción de cuerpos toni ficados, estilo de vida opulento, escenas sexuales hiperrealistas y un falso ideal de vigor sexual que se percibe en la pornografía tradicional; lo que se bus ca, más bien, en esta propuesta estética es crear una micropolítica deconstructiva, performativa y proteica de la identidad femenina. Se constituye en un mode lo que no desea fetichizar ningún cuerpo, sino más bien, evidenciar otras maneras para el disfrute de la sexualidad humana, sin ataduras ideológicas esta blecidas por la pornocultura capitalista heterosexual que rige el ámbito sexo-político actual en el orbe.
Hacia finales del siglo XX, en diferentes produccio nes artísticas como el cine, la literatura, la música, la moda o la publicidad, se viene resemantizando un nuevo enfoque de pensamiento, donde las construc ciones de las subjetividades, en el ámbito sexual, no están adheridas a esquemas de tecnologías del bio poder, que solo provocan represión y dominación para la mujer. En esta misma línea de análisis del discurso pospornográfico, Édgar Rodríguez (2010) expone que la pospornografía8 viene a ofrecer una enunciación alternativa de lo sexual, principalmen te despolitizar el cuerpo femenino y que pueda ac tuar según sus deseos y contextos. La pospornografía explica Rodríguez (2010) puede asumirse como un vector decolonial, si en su ejercicio se enfoca en in volucrar formas distintas que nacen como expresio nes plásticas que reiteran la libertad de las personas en imaginar sus propios tiempos y espacios para sus cuerpos. Laura Milano (2016) aclara que la pospor nografía permite que los individuos se apropien de las herramientas discursivas del porno y lo puedan subvertir, habilitando otras representaciones disiden tes. En este sentido, lo que se promueve a partir de estas prácticas artísticas son otras lecturas de las cor poralidades no normativas y nuevas formas de agen ciamientos sexo-afectivos.
Finalmente, Francisca Pérez (2019) destaca que el posporno, si bien es un discurso sobre lo erótico, no está enfocado en hiperbolizar la hegemonía que tie ne, en la pornografía tradicional, evidenciar la geni talidad desmesurada como el último eslabón para al canzar el goce sexual entre los individuos; más bien, este discurso pospornográfico pretende visibilizar minorías que han estado relegadas al no cumplir con los cánones que la postura patriarcal y, la pornografía mainstream, ha inculcado en los grupos sociales.
La novela Tocar a Diana (2019) indaga a fondo cómo está representada la sexualidad en una fami lia de clase media que vive a partir del imaginario impuesto por el abolengo que deben “respetar” de su abuelo materno: Sergio Tazio. Esto lo explica muy bien Michel Foucault (1999), el cual señala que el discurso que trate sobre sexo es cuidadosamente vigilado para que no cause disturbios o cambie el modo tradicional de concebir las prácticas coitales del colectivo. Los sistemas de dominación procuran moldear cuidadosamente este discurso sobre el sexo para continuar manejando a sus anchas a las diver sas clases sociales. Diana Tazio fractura ese discurso consolidado sobre su propia sexualidad, llevándolo a desacralizar y cuestionar ideológicamente los pa radigmas implantados por un régimen9 heterosexual ineluctable: donde solo predomina el goce masculi no y se niega la posibilidad del disfrute sexual de la mujer, dejándolo solo como un componente inmanente del núcleo conyugal. Observemos el prototipo ideológico que emplea el sistema social, en la novela de Anacristina Rossi, para instaurar la heteronorma tividad como la única opción viable para el disfrute del placer sexual del individuo:
De acuerdo con lo que nos indica el esquema del modelo lacaniano del régimen de visibilidad en la sociedad, de Kaja Silverman (2009), los grupos de poder establecen esa mirada heterosexual rígida (ins taurando un binarismo categórico e incuestionable regido por el hombre) para que sea el prototipo con ductual que deben seguir las mujeres y llegar a ser “exitosas y aceptadas” en el sistema socio-cultural de su entorno. Mientras tanto, en la pantalla, la familia de Diana es la que instaura, entre sus miembros, este modelo heteropatriarcal como el único legítimo para gozar de “una sexualidad sana” y que armonice con los valores cristianos que la Iglesia católica demanda, sin poder tener accesibilidad al mundo real (con un espectro mayor y contrahegemónico de prácticas se xuales). Diana, su madre Coralia, Sergio, los herma nos de Diana: Vanessa, Renato y Daniel, como su jetos sociales, se les encasilla dentro de ese modelo patriarcal para que lo reproduzcan constantemente en sus relaciones y lo transmitan, posteriormente, de generación en generación, a sus hijos. Diana Tazio es la única que escapa de esta pantalla y construye su propio paradigma de goce sexual mediante formas disidentes que desafían a los Aparatos Ideológicos del Estado.
otro camino que el matrimonio para que una mu jer se realice en sociedad y alcance “la felicidad su prema”: obedeciendo a su marido y dedicada a la crianza de sus hijos; la narradora, a través del uso del estilo indirecto libre, señala lo que piensa el padre de Diana sobre cómo se deben comportar las féminas en su núcleo familiar: “(…) le parecía que las muje res no debíamos estudiar, solamente ser bellas y estar calladitas” (Rossi, 2019, p. 58). No obstante, Diana disfruta de encuentros sexuales contrahegemónicos con sus parejas de turno desde el inicio de su ado lescencia: con su primo Sergio, los compañeros de trabajo de Sergio; posteriormente, en su etapa adulta, con su amante inglesa Katell, Shoan (hijo adoptivo de Katell), sus amistades; y, por último, con Felipe: otro amor fugaz de temporada. Así ella no toma un rol pa sivo en estos encuentros sexuales y, más bien, busca deleitarse con otras maneras de asumir su sexualidad y de ser antónima de la conducta que deben seguir las mujeres en sociedad. En consecuencia, su primo Sergio la tilda de prostituta: “Estoy cansado de ser el objeto de amor de esta mocosa que pareciera instrui da en un burdel. Es la hembra más caliente que he conocido” (Rossi, 2019, p. 90).
Sin embargo, Sergio, hipócritamente, sí goza de esa sexualidad alejada de los preceptos establecidos por una familia tradicional: “(…) ¿qué iba a contestar si para mí es todo lo contrario? Yo me doy a Diana -y lo disfruto, cómo lo disfruto-” (Rossi, 2019, p. 90). Ese discurso moral anquilosado patriarcal es el que so mete a Sergio a la hora de perpetuar la vida matrimo nial, heteronormativa y cuyo objetivo sexual radica en la reproducción de la especie para generar mano de obra barata para las industrias capitalistas. Mien tras tanto, Diana asume su sexualidad de una forma contestataria ante los prototipos establecidos por un sistema heteropatriarcal, de larga data, enclavado en el imaginario familiar costarricense.
Desde que arranca la trama de la novela, la narrado ra intradiegética nos abre una puerta hacia el mundo del comportamiento sexual disidente que presenta la protagonista del texto literario. El lector va a ir aden trándose en un ámbito donde el cuerpo de Diana será el artefacto biopolítico, que Anacristina Rossi utiliza para mostrar, también, que existe un férreo discurso del poder que aún subyace en la sociedad costarri cense actual -instaurada en el ámbito familiar-, y que continúa coartando las preferencias sexuales en un sujeto femenino.
En este caso en particular, la familia conservadora de Diana Tazio ejerce el control para que las personas no descarríen su vida a través de los placeres munda nos que lleven a disolver una relación heterosexual establecida y que es la aprobada por el sistema-mun do familiar. Teun A. Van Dijk (2009) expone que el abuso de una estructura de poder detenta contra la integridad de los individuos, conduciéndolos a pa decer desigualdades e injusticas de orden social y económico. Es imposible, entonces, pasar por alto que el cuerpo sexuado y el poder están completa mente yuxtapuestos para articular la construcción de un individuo en su contexto socio-cultural particular.
Diana es producto de esa mancuerna entre el poder patriarcal y las enseñanzas aprendidas en su reducto familiar.
Foucault (1999) explica que el matrimonio está aso ciado a penitencias cristianas como la vida monástica y la renuncia radical al mundo; esto se relacionaba con mantener un comportamiento sexual decoroso y que no manchara la reputación familiar. Pero Dia na fisura toda regla sexual establecida y goza de su cuerpo sin mostrar arrepentimiento por ningún tipo de discurso heteropatriarcal implantado desde el ám bito familiar. Diana, asimismo, no desea ser madre, otro factor que la aleja de la noción típica que debe cumplir una mujer dentro del sistema social hegemó nico: engendrar vástagos.
Por último, hay que acotar que el discurso religioso está fuertemente ligado al núcleo familiar, con el fin de establecer como pecaminosa cualquier práctica que atente contra lo establecido por el patriarcado. Se da una triangulación muy interesante, donde la pareja heterosexual convive en familia y su cuerpo sexuado está sometido a un orden reproductivo com pletamente: (pareja heterosexual monógama + fami lia = propagación de la especie).
Representaciones De Prácticas Sexuales Disidentes
Analizaremos, algunas de las situaciones conductua les, en la novela Tocar a Diana (2019), en torno a las prácticas sexuales que se manifiestan en la trama narrativa y que congenian con esa perspectiva pos pornográfica: que el cuerpo femenino goza de una forma global e integral cuando ejerce su derecho al placer carnal.
Para iniciar, examinaremos una escena que acontece en la finca llamada Santamaría, ubicada en Limón, de los padres de Diana, y que demuestra que algunos hombres también les gusta el sexo anal; pero, que, producto de la mojigatería y las represiones morales instauradas por el patriarcado, en muchas ocasiones, se niegan a aceptar como una práctica válida en su vida sexual cotidiana. Diana exhibe una práctica di sidente y completamente vetada por la sociedad he teropatriarcal: el goce anal del hombre. Ella disfruta de ver gozar a su primo Sergio y ser la promotora de dicho acto:
(…) Sergio se puso de cuclillas y me pidió que le pasara despacito la lengua por el ano. Después fui y hundí el pulgar en un bote de vaselina y se lo metí en el culo10, allí donde los varones sien ten placer. Sergio gritó: “¡Sí, sí!”. (Rossi, 2019, pp. 85-86
De acuerdo con Javier Sáez y Sejo Carrascosa (2011) el culo es el gran lugar de la injuria, del insulto. La penetración anal en un sujeto pasivo está en el centro del lenguaje, del discurso social, como lo abyecto, lo horrible, lo malo, lo peor. Todas estas expresiones traducen un valor primordial, unánime, generaliza do: ser penetrado es algo indeseable, un castigo, una tortura11, un acto odioso, una humillación, algo dolo roso, la pérdida de la “hombría” es algo donde jamás se podría encontrar placer. Aquí Diana le ofrece un goce anal a su amante de turno; él disfruta a raudales, pero ese estigma en torno a convertirse en un sujeto pasivo lo aterroriza sin cesar. Es interesante destacar, el papel del autor implícito, que, de alguna forma, se observa en la siguiente cita de la novela, en relación con la noción de mujer ideal para que se desenvuelva en el sistema social, donde la que osa disfrutar de su cuerpo es inmediatamente clasificada como una me retriz desenfrenada: “La frase que me estaba saliendo no era mía, pero de esa hora en adelante en ella me reconocí: «Si solamente las putas lo hacen yo debo ser puta, porque me gustó. Pero no podría hacerlo si no te quisiera»” (Rossi, 2019, p. 77). Diana Tazio anuncia, que disfrutó sin temor a represalias, con su primo Sergio de sus varios encuentros sexuales en la finca en Limón, pero, que siempre está presente, a nivel cultural, un prejuicio vetusto que engloba a las mujeres que añoran gozar de su sexualidad con li bertad y, por ende, se les agrupa como prostitutas, al regodearse con su corporeidad, la cual debe mante nerse siempre regida por la castidad que establece un matrimonio temeroso de las leyes divinas.
El autor implícito12 está detrás de este juicio de va lor, por cuanto Diana lo menciona, como una no ción social aceptada de perogrullo, pero, en ningún instante, se hace alusión a ningún personaje de su familia que la haya empleado directamente, lo cual nos permite intuir la presencia de un autor implícito, por cuanto se estigmatiza, en la cita textual, si una mujer disfruta del sexo, se le considera una meretriz. Curiosamente, Diana se entrega a Sergio por convic ción sentimental. Lo que haya hecho con él, en la intimidad, es una muestra de que, en el discurso pos pornográfico, los sujetos femeninos disfrutan de sus encuentros coitales como una unidad socio-afectiva y no de manera fragmentada, como es usual en el discurso pornográfico de corte tradicional heteronor mativo, donde lo que predominada es la ostentación genital.
Por otro lado, la voz de la narradora, en relación con el despertar sexual de la protagonista, añade que fue desde una época muy temprana: a sus catorce años. Estando en la casa del tío Arnoldo, Sergio acaricia los senos de Diana y esto le provoca un enorme placer; desde el punto de vista ideológico, la figura mascu lina es la que se encarga de iniciar a la mujer en su vida sexual. Esto se convierte en un precepto del pa triarcado para ejercer su poder sobre las mujeres de la familia: “Puse el libro en el sofá y traté de cruzar los brazos para ocultar los pechos porque Sergio se había detenido. Pero lo que obtuve al rozarme los pechos fue un ramalazo quemante. Levanté la vista y me topé con sus ojos” (Rossi, 2019, p. 14).
Paulatinamente, esta relación amorosa que surge entre Diana y su primo segundo se irá incrementan do hasta que él, en un desvarío etílico, comienza a seducirla para mantener relaciones coitales. Diana sucumbe a este escarceo y termina perdiendo la vir ginidad de una forma alborozada, sin remordimiento alguno por todas esas enseñanzas patriarcales de las que fue sometida desde su niñez. Diana goza a ca balidad de su placer sexual, la llena integralmente: “(…) me besaba interminablemente y el cuerpo ya no me pertenecía. Pero Sergio continuó y continuó. No se detenía ni siquiera al ver que me faltaba el aire y que sin decirlo yo me había puesto a gritar. Nunca había probado algo así” (Rossi, 2019, pp. 43-44). La hecatombe sexual que asimila Diana es una expe riencia maravillosa, cargada de nuevas sensaciones, que la llevarán luego a gozar más con otros amantes, y así, emanciparse ideológicamente de tantos tabúes que le fueron impuestos por su familia para que es tuviera cautelosa ante los placeres “cochambrosos” de la carne.
Sin embargo, Diana termina dándose cuenta de que por más que fue complaciente con Sergio, él nun ca iba a dejar de establecer el contrato nupcial con su novia de toda la vida, Magda. Diana se desanima un poco, ya que ella se entregó en cuerpo y alma a Sergio y este la abandonó para seguir sus creencias y formar un hogar con una mujer recatada y temerosa de Dios: “¿Cómo podía ser yo tan estúpida de darme a él de ese modo? ¿Cómo podía yo entregarme total mente a un hombre que iría el lunes a la joyería más cara a comprar su anillo de boda?” (Rossi, 2019, p. 52). Las prácticas sexuales, fuera del matrimonio, el hombre las toma como una aventura, algo pasajero que solo sirve para saciar su impulso; pero, al final, impera ese paradigma de consolidar un núcleo fami liar para seguir fomentando las posturas patriarcales a las nuevas generaciones que nazcan.
Diana Tazio, en otro orden de cosas, disfruta de la acción sexual y expone un tabú socio-histórico de si glos: el goce anal de los hombres heterosexuales du rante un encuentro sexual. Sin embargo, él abando na sus encuentros eróticos con Diana para continuar obedeciendo su programación patriarcal aprendida. Diana está emancipada de los cánones heteronor mativos13; en cambio, Magda es la mujer ideal para conformar un núcleo familiar que enorgullezca a los progenitores de Sergio.
Seguidamente, hay un acontecimiento en donde Diana Tazio, que está enamorada perdidamente de su primo Sergio desde su infancia, logra intimar se xualmente con él, pero de una forma que se sale del patrón establecido por el discurso social hegemóni co que instaura el patriarcado:
Sus dedos me tocaron hasta ponerme a gemir, dieron la vuelta, los sentí en las nalgas. Sergio abrió las piernas, se chupó un dedo y con dulzu ra rodeó mi ano. El esfínter14 cedió, se abrió para él. Cuando sentí su lengua caliente en esas partes que se habían dilatado tanto que no me hubiera sido posible levantarme y caminar; cuando sentí su dulce y hábil lengua dándome un placer in menso, me convertí en otra. Me disolví. Me fui. (…) Sergio olvidó definitivamente dónde estába mos porque mucho me besó y lamió y chupó y mordió y gimió. Quitó con el dedo la sangre del himen roto que manchaba su pene y la saboreó. (Rossi, 2019, pp. 43-44)
Según lo que indica George Didi-Huberman (1997) el fenómeno de ver no está relacionado con el pen sar o el sentir, sino con el tocar. Es un juego entre ver-tocar en relación con lo que leemos. Notemos que Diana está disfrutando mucho de lo que Sergio le está practicando. Su cuerpo responde ante esas ca ricias corporales y se explicita cuando su esfínter se abre por completo y esto le impide caminar. Sin em bargo, es un goce pleno de su cuerpo como una en tidad integral, sin focalizarse en la genitalidad como epítome del pináculo sexual. Diana aprende que su cuerpo le puede generar una multiplicidad de expe riencias placenteras que no solo radican en compla cer al hombre. Cabe mencionar, que la pérdida de la virginidad de ella no se manifiesta como un hecho violento, sino como una sensación gustosa, de la cual se perfilan aspectos socioafectivos vinculantes entre los personajes que ejecutan la escena sexual.
Analicemos otro pasaje de la novela, donde está pre sente este discurso pospornográfico:
Mucho se hablaba de Francia de las famosas par touzes, todos andaban con la palabra en la boca, pero caer en una el día de Navidad…Claro que no fue exactamente una partouze, donde se su pone que todos cogen con todos: Ellos no habían hecho el amor entre ellos. Solo conmigo. Enton ces, partouze exactamente no fue. Pero coger en forma colectiva estaba de moda. Debe haberlos desconcertado el que yo la iniciara. El que yo me diera sin pedirles un acto homosexual. (Rossi, 2019, p. 125)
En este comentario de Diana Tazio, se muestra una conducta disidente en torno al acto sexual: por tomar la iniciativa de empezar ella a entablar el coito con Shoan y sus amigos, en la casa de Katell. A nivel del heteropatriarcado, el hombre es el que adopta la pos tura hegemónica siempre y el que lidera el momento de practicar encuentros carnales, asumiendo la mu jer, un rol pasivo únicamente; por otro parte, se veta la idea de que cuando se manifiesta sexo colectivo entre hombres y mujeres, en el ámbito social, solo los hombres están en capacidad para ejercer la pe netración. Ellos tienen prohibido, por interdictos del sistema machista patriarcal, deleitarse con personas de su mismo sexo. Notemos que el hombre es el ser activo en todo instante. En caso de que sea penetra do, lo transforma, a nivel sociocultural, en mujer, lo afemina completamente. Diana expone con preci sión el estigma homofóbico que continúa existiendo en la sociedad costarricense sobre los encuentros ho mosexuales, aunque, en los espacios íntimos, existan parejas que disfrutan de encuentros con personas que exhiben su misma preferencia sexual.
Con respecto al punto anterior, Ana Lombardía (2022) señala que, a los hombres, por un asunto cul tural, se les ha dado mayor libertad en el ámbito se xual. No obstante, se les impide saciarse con prácti cas homosexuales. Eso no le importa a Diana, ya que ella disfruta de una sexualidad libre al tener parejas sexuales de diferentes géneros, edades y clases socia les. Diana disfruta de su encuentro con Shoan y sus amigos, lo que deparó en sensaciones multiorgásmi cas al saber que su amante femenina Katell estaba observando lo que ella hacía con su hijo adoptivo, Shoan y sus camaradas: deleitándose enormemente con el sexo grupal.
En torno al orgasmo femenino, Silvia Ons (2018) ex plica que la mujer puede ser “multiorgásmica”, y con ello, se indica que no implica un cierre total de su goce sexual, donde también lo socioafectivo juega un papel trascendental en la relación. A diferencia de lo que ha implantado, en el imaginario social he teronormativo, el discurso pornográfico tradicional, que, en el caso particular del varón, cuando logra la eyaculación, alcanza el punto máximo del placer se xual, sin que intervengan sentimientos de por medio, y el placer radica, principalmente, en la genitalidad. Este punto en torno al orgasmo y el goce se cumple en la medida en que Diana anhela oír a Sergio cuan do le reitera que la ama y que se casará con ella muy pronto.
La manifestación del orgasmo de una manera evi dente en una mujer reta esas posturas patriarcales que la familia de Diana concibe como inmorales y que pueden desestabilizar la paz de un “hogar decente”. Lo anterior lo explica bien Gayle Rubin (1989) cuando indica que la representación sobre el sexo, a nivel social, implica una noción pecaminosa, pero que puede redimirse en el matrimonio para pro pósitos reproductivos y que los aspectos más placen teros sean comedidos; esta percepción se convirtió en una idea fija y con vida propia en la sociedad, que ya no depende de la religión para su supervi vencia. Rubin señala que en Occidente (1989) en las sociedades modernas existe un sistema jerárquico de valor sexual que está liderado por los heterosexuales reproductores casados. Seguidamente, continúan los heterosexuales no casados y ubicados en parejas; en tercer lugar, las parejas estables de lesbianas y gays. Por último, entre los más desprestigiados socialmente están los transexuales, los sadomasoquistas, las pros titutas y los fetichistas.
Este tipo de paradigma es el que pervive en el ima ginario de la familia conservadora a la cual pertene ce Diana Tazio, donde la perspectiva heterosexual y monógama es considerada la aceptada y al resto de las prácticas se les condena completamente, porque no concilian con el paradigma de sexualidad con el que debe regirse una mujer en una sociedad patriar cal hegemónica.
Analicemos otra representación sexual disidente pro tagonizada por Diana:
(…) Ligarme las trompas fue un esfuerzo heroi co. Si lo hubiera dejado para más adelante no hubiera podido en Costa Rica no se permitía a una mujer joven, soltera, ligarse las trompas sin una razón esencial de salud. En el hospital de París, antes de someterme a la intervención tuve que contestar preguntas: ¿Por qué quería ligarse las trompas de Falopio una mujer de treinta años, sin hijos? Justamente porque no quería tener hi jos, respondí. Lo aceptaron. No tenía ganas de procrear. Sabría que nunca tendría ganas. Y me nos tomar esa mierda de anticonceptivos. (Rossi, 2019, p. 129)
En este episodio, Diana decide no obedecer las nor mas impuestas por su familia tradicional y solo de sea gozar de su sexualidad, sin que medien facto res como la reproducción de la especie dentro de la estructura matrimonial. Ella repudia la idea de que su cuerpo esté obturado por fármacos para poder te ner relaciones sexuales con el que se le ponga de frente. Además, observamos que es aceptado, de buena manera, lo que realizó Diana en Francia al ligarse sus trompas de Falopio por convicción propia, situación, que, en la Costa Rica de su época, sería, por un lado, un craso delito legal; y, por otra parte, una contundente bofetada ideológica a la estructu ra heteropatriarcal, que solo busca que la mujer esté aprisionada en su hogar, como una ama de casa y sin extralimitarse a nivel de su expresión sexual. Ella desafía a su familia y no será parte del paradigma sexual que impide que la mujer goce de su sexuali dad a sus anchas, libre de esquemas que la castran y la ubican solo para cuidar al esposo y a sus hijos en un ámbito familiar, regido por la figura masculina en todo momento.
Curiosamente, de acuerdo con Mara Viveros (2016), es mediante la institución del matrimonio que se bus ca la dominación sexual por parte del hombre hacia la mujer. Así la constitución de una familia viene a reprimir todo tipo de prácticas sexuales que no cum plan con la normatividad heteropatriarcal.
También, Jean Baudrillard (2005), explica que en las sociedades contemporáneas existe un desenfreno por un hiperrealismo del goce, donde el sexo se ha liberado de sus ataduras moralistas y aparece por todo el macrocosmos social, menos en la sexualidad misma (lo que notamos en la sexualidad emancipa da de Diana). Esto nos lleva a pensar que el auge incontrolable de mostrar el cuerpo humano explícito se ha convertido en un espectáculo de índole consu mista que degrada esa vivencia espiritual que provo ca lo erótico en los individuos. Ochy Curiel (2017) explica además que la heterosexualidad es la que ha sido impuesta por los grupos de poder para dominar a los distintos grupos étnicos; destacando el binaris mo de género como los únicos discursos posibles y socialmente aceptados. En este tipo de relaciones heterosexuales, las mujeres sufren opresión, domina ción y explotación por parte de los hombres. No se les permite gozar de su cuerpo según sus apetencias, sino por las normas establecidas por las élites que detentan el poder social.
A través del tiempo esta posición heterosexual hege mónica es la que ha perdurado y eso lo observamos en los objetos culturales como la literatura ultracon temporánea costarricense. Lo anterior les sigue per mitiendo a las estructuras patriarcales, que asumen el control social, continuar promoviendo su paradigma conductual y evitar que se difundan otras sexualida des que atenten contra la normatividad establecida. La disidencia que aflora Diana, a lo largo de la nove la, es una postura férrea de oponerse a lo que el pa triarcado le ha exigido obedecer como lo “correcto, sano y normal”.
Para concluir, Foucault (2016b) reafirma que al hedo nismo sexual se le relacionó con el pecado y se le en casilló mediante una moral censuradora drástica. Sin embargo, y aunque la Grecia clásica tuvo una mayor amplitud en relación con lo sexual -como el consen timiento de la homosexualidad explícita-, siempre se propuso, al igual que el cristianismo, instaurar una moral con reglas tajantes para controlar la actividad sexual humana. A Diana no le interesa compaginar con estereotipos machistas y patriarcales; ella con fronta a sus progenitores y a sus amantes masculinos para establecerles que la noción de placer sexual es un asunto muy suyo y que no le interesan que le im pongan límites de ningún tipo para gobernar su vida sexual dentro de la sociedad costarricense puritana en la cual le tocó nacer.
Conclusiones
Cada vez, con mayor frecuencia, las producciones literarias ultracontemporáneas en Costa Rica buscan socavar paradigmas culturales (mediante el empleo y manifestación de géneros literarios como el Bildungs roman femenino). También, estos escollos patriarca les ideológicos aún perviven en el sistema cultural de nuestro país, donde abordar el tema de la sexualidad y el discurso pospornográfico desestabiliza el para digma moral en las universidades y en el sistema edu cativo nacional (primaria y secundaria), el cual está cimentado bajo esa mirada escrutadora de la familia heteropatriarcal como un dispositivo gubernamental para controlar con rigor a la sociedad. Es necesario y fundamental estudiar estos textos literarios que cues tionan y deconstruyen los paradigmas heteronorma tivos en la sociedad costarricense actual.
Asimismo, hay que señalar que, dentro de la trama narrativa de la novela de Anacristina Rossi, el patrón conductual sexual está erigido desde una mirada an drocéntrica que sigue manteniendo vigencia dentro de los grupos sociales que conviven en nuestra so ciedad posmoderna; pero, que la literatura ultracon temporánea se ha encargado de evidenciar otras for mas de acercamiento al placer y que sean expuestas como válidas y aprobadas, por el conglomerado so cial, para el goce femenino. Así pues, novelas como Limón Blues (2002) y Limón Reggae (2007), de esta misma autora son otras producciones literarias que manifiestan descontento ante los roles masculinos que han opacado el placer sexual femenino, provo cando desigualdades tajantes que continúan invisi bilizando la figura erótica de la mujer en el ámbito social.
Igualmente, la última novela de Catalina Murillo, Eloísa vertical (2022), que relata la historia de una mujer con problemas psiquiátricos que se enfrenta al poder masculino desde diferentes coyunturas socio culturales. Otra novela costarricense ultracontempo ránea que promueve un discurso pospornográfico es Bajo la lluvia Dios no existe (2011), de Warren Ulloa. Aquí el personaje de María Belén detenta el poder sobre las figuras masculinas y se apropia de su cuer po, manifestando que le gusta fornicar y que no le importa lo que los demás le ordenen, mediante re glas hipócritas que le coarten su goce carnal.
Tocar a Diana (2019) nos permite conocer que, ine vitablemente, el discurso pornográfico atraviesa la sexualidad humana en la actualidad, y que ha crea do modelos fantasiosos sobre cómo alcanzar el pla cer; sin embargo, a partir de las distintas luchas femi nistas, la mujer se ha posicionado en la sociedad y ahora reclama sus derechos para vivir su goce sexual sin ataduras coercitivas patriarcales. Esto viene a per mitir que el discurso pospornográfico se establezca, como un enfoque estético y biopolítico, que puede permitir acercarse a la literatura costarricense ultra contemporánea desde una óptica menos castrante y que proporciona una emancipación a la mujer en su contexto sociohistórico cotidiano.
Este texto literario de Anacristina Rossi busca derri bar esos monolitos conservadores que han domina do por décadas los paradigmas sexuales y, que aún hoy en día, continúan oprimiendo a las personas que gustan de ejercer otras prácticas disidentes para lo grar el placer sexual en sus vidas.
Ya es tiempo de que se tome en cuenta esta narrativa de naturaleza pospornográfica como parte de la his toriografía literaria en Costa Rica y, no seguir ocultán dola o etiquetarla de perversa o abyecta. Asimismo, promover más los Porn studies en cursos de grado y posgrado en las universidades públicas; donde, por ejemplo, en Europa y Estados Unidos, sí se imparten seminarios, se redactan tesis y artículos que buscan entender el fenómeno socio-cultural de la pornogra fía, en sus diferentes variantes como lo es el discur so pospornográfico; sin relegarlo al olvido perpetuo, erradicarlo completamente de los pénsums académi cos o catalogarlo como un tema burdo que no aporta nada novedoso a los estudios culturales o literarios.
xualidad humana explícita y su fuerte influencia en la literatura escrita, por mujeres, en las últimas décadas en nuestro país. Existen, actualmente, propuestas ar tísticas contraculturales pospornográficas en internet, como blogs, textos hipermediales, plataformas que comercializan material sexual como Only fans, fo ros, redes sociales para citas amorosas como Tinder, películas pospornográficas amateurs -como Las hijas del fuego (2018), de la cineasta argentina Albertina Carri- , chats eróticos; entre otros espacios comuni cativos y de reflexión ideológica, que se oponen rara dicalmente a esos modelos añejos heteropatriarcales, sobre el goce sexual, que continúan deteriorando la libre expresión carnal de las mujeres en la sociedad posmoderna costarricense