1. Introducción
La presente investigación analiza la construcción identitaria de la lengua y su función en la literatura, enfocándose en el estudio crítico de dos textos de escritores argentinos, “¿Existe la novela argentina?”, de Ricardo Pilgia y Vivir entre lenguas de Silvia Molloy. Esta relación ha sido estudiada en diversos planteamientos y debates de la crítica literaria con el propósito de comprender el desarrollo de una literatura nacional.
La escogencia de los textos se debe a las siguientes razones. Ambos estudios apelan al eje central que esta investigación propone analizar. Además, reconocen una serie de perspectivas que son trazadas con la finalidad de continuar y ampliar el debate en torno a la lengua literaria y su correlación con la identidad nacional. Las dos dimensiones, para el caso argentino, se manifiestan desde las primeras décadas del siglo XIX y han mantenido una importante vigencia en el siglo XX y en el primer decenio del XXI, tal como lo ejemplifican los textos seleccionados. Esto debido a que, tanto la noción de lengua y de identidad, se constituyen y organizan a partir de la definición que se brinda de estos, a partir de la producción de un determinado discurso (Süselbeck y Mühlschlegel, 2008, p. 12-13). De esta forma, en los textos seleccionados se identifican ciertos parámetros acerca de la constitución de la identidad nacional y su vínculo con la tradición literaria argentina. Asimismo, con el análisis de los textos, se pretende reconocer algunas propuestas que cuestionan el proceso de formación identitaria de la lengua, mediante el reconocimiento de factores desequilibrantes o desestabilizadores que brindan nuevas perspectivas para repensar el rol de la identidad de la lengua en la literatura.
El texto de Piglia aborda la conexión histórica entre una determinada lengua y una literatura menor dentro de la tradición literaria argentina. Mientras que el de Molloy, desde un acercamiento autoficcional, reflexiona sobre la lengua y el multilingüismo, recalcando los aspectos en los cuales se crean representaciones de identidad literaria.
Por su parte, con la finalidad de entender el eje central investigativo desde una óptica integral, el trabajo propone y aborda una serie de categorías y conceptos clave, relacionados con la identidad y la lengua: nación, memoria e identidad, exilio literario e identidad, multilingüismo y herencia.
Ahora bien, la perspectiva teórica de la concepción de lengua se comprende desde los postulados teóricos de Klaus Zimmermann. El autor plantea la categoría de lengua histórica, en la cual se establecen una serie de características ligadas con el fenómeno de la identidad. Así, el proceso identitario de la lengua histórica alcanza a entenderse, según este autor, desde varios elementos. Entre los cuales destacan los siguientes: su capacidad comunicativa, su funcionalidad de transmitir y almacenar experiencias y su sentido de pertenencia a un determinado grupo social (Zimmermann, 1991, p. 8). De igual manera, la concepción histórica refiere a cómo la identidad, ya sea individual o colectiva, se construye socialmente, por tal razón, no está exenta de sufrir alteraciones. En tal caso, dichas modificaciones están representadas en las formas de desequilibrio analizadas (Zimmermann, 2008, p. 21). Por consiguiente, a raíz de este escenario, se elabora una contextualización histórica sobre la construcción de la identidad, desarrollada a través de la lengua literaria, enfocándose en el caso argentino.
El trabajo se divide en tres apartados. En el primero se abordan una serie de antecedentes históricos que exponen el desarrollo de la identidad y la lengua literaria argentina, desde el siglo XIX. En el segundo se estudia la correlación de la lengua extranjera con la identidad literaria de un estado-nación, estudiando el caso del escritor polaco Witold Gombrowicz, a partir de las propuestas de Ricardo Piglia. Finalmente, en el último apartado se examinan las propuestas identitarias del texto de Silvia Molloy.
2. Nación, identidad y lengua: Perspectivas históricas argentinas
En el siguiente apartado se investiga el proceso histórico argentino sobre la construcción de la identidad por medio de la lengua literaria, acaecido desde el siglo XIX, como consecuencia del desarrollo de diversos debates en torno al afianzamiento de un proyecto de identidad nacional. Para realizar este análisis, se parte de la concepción sociohistórica de una nación como una comunidad imaginada (Anderson, 2013) y su ligamen con la lengua y la literatura. Esta interpretación permite identificar la reiterada postulación de discursos de carácter fundacional que legitimaron el proyecto propuesto, y que, a la vez, fueron debatidos en diversos momentos. Empero, la evocación de la funcionalidad identitaria de lengua se presentó como una constante. En tal sentido, el historiador Eric Hobsbawm (1992) refiere a la disposición de una lengua estandarizada y homogeneizada como uno de los requisitos fundamentales en la creación y consolidación de un Estado nacional.
Con los procesos de independencia y emancipación de las colonias americanas surgieron diversas manifestaciones discursivas, relativas a la conformación de la lengua como creadora de identidad. Es importante indicar que, en esta coyuntura, la lengua española no representó un conflicto. La idea de los movimientos políticos fue la de buscar una independencia de carácter intelectual, manteniendo la lengua heredada (Bravo, 2010). Sin embargo, desde la década de 1860, la construcción lingüística de la identidad americana fue asumida por diversos intelectuales que reivindicaron la lengua como un factor de cohesión americano, de unidad y afinidad, a través del establecimiento de ciertas particularices lingüísticas, lo que conllevó a la existencia de posturas sobre si la lengua española americana debería ser purista o criollista. (Bravo, 2010, pp. 83-84). Indudablemente, Argentina no se vio exenta de este escenario. Por consiguiente, en la segunda mitad del siglo XIX y en las tres primeras décadas del XX, los asuntos de la lengua local y de lengua extranjera tuvieron una correlación importante con la literatura (Sarlo, 1997, pp. 269-287).
Décadas después de la Revolución de Mayo, se manifestaron las primeras discusiones en torno a la identidad literaria de la lengua. Con la llamada Generación del 37 1se iniciaron esas polémicas. Los intelectuales que la conformaron consideraron que la fundación de una nación implicaba la creación de una literatura que la legitimara. Para Marianao Oliveto, la intelectualidad del 37 estaba convencida de que el desarrollo de una revolución cultural debería ir de la mano de la ya lograda revolución de 1810 (2014, p. 25), y de este modo, establecieron un espacio relevante a la lengua y la literatura para conseguir ese objetivo.
Asimismo, en la construcción del Estado nacional argentino, uno de los procesos fundamentales para la modernización sociopolítica fue el de la inmigración, y a partir del decenio 1880, se acrecentó. No obstante, se trató de una inmigración selectiva y excluyente, como consecuencia de que no se toleró la heterogeneidad hispano-criollo- indígena y, por consiguiente, la inmigración europea se afianzó a partir de los postulados de la modernización estatal decimonónica. Este aspecto, a su vez, planteó nuevas discusiones alrededor de la conformación identitaria de la lengua. De esta manera, de acuerdo con Oliveto, a partir de esta década se presentó una modernización literaria conformada y nutrida de otras lenguas literarias (2014, p. 27).
Iniciando la década de 1920, la representación discursiva en torno a la lengua demandó de una presencia significativa con respecto a su especificidad literaria (Oliveto, 2014, p. 22), esto conllevó a que, bajos las condiciones socio políticos y culturales analizadas en los párrafos anteriores, se desplegara la promoción “las lenguas extranjeras no hispánicas como lenguas de letrados que, a su vez, deberían con sus obras agregar a la nación incipiente aquello que toda nación posee: una literatura nacional” (Sarlo, 1997, p. 271).
Con los aspectos analizados en páginas anteriores se debe señalar que el proceso histórico de la conformación de la identidad argentina, a través de la lengua, mantuvo un vínculo trascendental en la alineación simbólica que definió y fomentó factores de homogeneidad en el marco del desarrollo de una comunidad política imaginada. De este modo, se marcaron pautas de diferenciación con respecto a la lengua literaria. Sobre este escenario, Beatriz Sarlo indica que se establecieron dos tipos de lenguas extranjeras. Por un lado, se constituyeron las lenguas escritas y leídas por letrados y por el otro, las lenguas escritas y leídas por la masa emigratoria. Ahora bien, en este punto habría que establecer una diferenciación por parte de quienes asumieron un bilingüismo con un español bien adquirido (letrados) y la masa inmigratoria que asumió uno con perspectivas alejadas del proyecto nacional, uno referido como “precario, bárbaro y deformado por acentos-exóticos” (Sarlo, 1997, p. 275). Este último punto resulta fundamental, ya que hace alusión al surgimiento de propuestas literarias marcadas e influenciadas por esas pautas, además indica un punto de convergencia que muestran los textos seleccionados. Es decir, ambos apelan a mostrar cómo esa diferenciación de la lengua, con respecto a la legitimada, influyó en la creación de identidad literaria.
Por otro lado, hay que tomar en consideración el factor de cruce de lenguas, debido a que, tal como lo pretende demostrar esta investigación, este provocó una especie de cosmopolitismo que estuvo legitimado (desde un ámbito letrado) y otro que pasó desapercibido en la construcción del proyecto de unidad literaria nacional. Este cruce sociocultural hace replantear la idea de literatura argentina unificada, ya que: se “fractura y, desde entonces, es improbable hablar de una sola cultura” (Sarlo,1997, p. 275).
Antes de finalizar este apartado, resulta conveniente insistir en la temática de la inmigración con el objetivo de contextualizar uno de los textos que es eje central de análisis. La escritora Silvia Molloy lo destaca desde el ámbito familiar, recalcando la existencia del cruce de lenguas en la infancia. En el capítulo titulado: Novela Familiar se lee lo siguiente:
Mi abuela, la madre de mi padre, como muchos inmigrantes ingleses de su generación, hablaba mal español. Le costaba decir tetera y decía (para gran hilaridad de su hijo) una tetata de té. Se desesperaba de que yo no hablara inglés, de que hubiera aprendido a hablar primero en español […] El inmigrante y el hijo del inmigrante se piensan en términos de lengua, son su lengua (Molloy, 2016, p. 10).
La cita anterior propone una interpretación y una pregunta importantes para el desarrollo de la investigación. Primero: la construcción identitaria del lenguaje está directamente vinculada a la historia familiar de cada individuo, sujeta, evidentemente a la historia política de cada nación. Segundo: ¿En qué idioma debe escribir un autor que está relacionado con factores de bilingüismo o, para el caso de Molloy, de multilingüismo?
Con respecto al multilingüismo y su relación con la tradición literaria argentina, Sarlo detalla que esta configuró, en rasgos profundos, la cultura intelectual argentina del primer tercio del siglo XX (Sarlo,1997, p. 283). Empero, esa influencia puede rastrarse desde décadas anteriores. Ricardo Pilgia destaca al escritor francés Paul Groussac (1848-1929), quien vivió en Argentina y adoptó el español en sus escritos. Para Piglia, el escritor francés definió por primera vez: “las normas del estilo literario en la Argentina” (1990, p. 53) y lo calificó como el Conrad argentino.2
3. El caso Gombrowicz y la novela argentina
En este apartado se estudia el rol de una lengua extranjera en la continua conformación de una tradición literaria, en este caso haciendo énfasis en la perspectiva novelística. Además de cómo influyó en la creación de identidad literaria. Para lograr esto, se analiza la trayectoria literaria del escritor polaco Witold Gombrowicz, durante su estancia en Argentina y su posterior reconocimiento dentro de la literatura de ese país.
Las ideas desarrolladas buscan una posible respuesta a las dos interrogantes finales puntualizadas por Ricardo Piglia en su ensayo “¿Existe la novela argentina?”, cuando, a partir del caso Gombrowicz, se pregunta si: “(después de todo) ¿se puede hablar de una novela argentina? ¿Qué características tendría?” (1990, p. 57).
El escritor Witold Gombrowicz (1904-1969) nació en Polonia y, desde el año de 1939, se asentó en Buenos Aires en donde produjo gran parte de su obra narrativa. Su estancia en Argentina se dio debido a la ocupación nazi en Polonia.3 Es decir, su paso por Argentina debe comprenderse desde la lógica de un escritor exiliado. Por ende, existe un primer elemento a considerar, su exilio. Este factor se integra como uno de los ejes que pone en discusión su influjo en la construcción de la lengua literaria argentina. Surge la pregunta: ¿de qué manera este condicionamiento pudo influir cómo un factor de desequilibrio que rompió con el esquema de legitimación de una lengua literaria, el cual le permitió situar, en un primer momento su producción novelística y, posteriormente el reconocimiento dentro de la tradición argentina? Este punto resulta clave en el análisis de Piglia.
De acuerdo con un estudio de Cristian Cardozo (2012), cuando el escritor arriba a Argentina ya contaba con cierto renombre dentro de la literatura polaca, junto a los escritores Bruno Schulz y Stanisław Ignacy Witkiewicz, debido a la publicación, en el año de 1937, de su novela Ferdydurke. No obstante, durante su trayectoria literaria en Argentina, que se extiende desde los años 1939 a 1967 y en la que produce su gran corpus narrativo, el reconocimiento y consagración dentro del medio local, fue limitado (Cardozo, 2012, p. 3). Empero, siguiendo lo señalado por Piglia en su artículo, a pesar de estar marginado en el medio local, se puede determinar la funcionalidad de la literatura menor dentro de la tradición argentina, considerando que la memoria y el exilio, desempeñaron un lugar esencial. A propósito de esto, Matamoro, indica lo siguiente:
Es curiosa la relación de este escritor polaco con un país en que recalcó por poco tiempo para quedarse durante décadas, cuyo idioma desconocía y hubo de aprender compulsivamente, sin pertenecer jamás a su literatura, en tanto la patria de origen se diluía en engaños de la memoria y se cerraba al retorno, convirtiéndose en la dulce pesadilla del exiliado (1989, p. 272).
Rescatando la interrogante de párrafos anteriores es claro que, para el caso del escritor polaco, la dualidad identidad-exilio se conformó como un elemento trascendental no solo para percibir su visión de Argentina, sino también para la construcción identitaria de su narrativa. Sobre esto, Matamoro (1989, p. 271-272) plantea que su fijación literaria se exteriorizó por medio de la representación de dos patrias imaginarias: el lugar de origen y el lugar de llegada. En ambas se fortalece un cruce cultural que retrató en sus escritos. Por ejemplo, su novela Trans-Atlantico, publicada en el año de 1953, es ejemplificadora para distinguir esta fijación. En esta se narra una “visión caricatural de ciertos aspectos de la vida argentina (la riqueza comercial de la calle Florida, los bailes populares, la estancia de la oligarquía ganadera, el preciosismo de los salones eruditos, etc.) y la vida polaca en la inmigración” (Matamoro,1989, p. 272). Incluso, el propio Gombrowicz, cuatro años después de haber publicado su obra, se refería a ella en los siguientes términos:
¿Cuáles hubiesen debido ser, según ustedes, mis sentimientos en semejante momento? ¿Destruir el pasado? ¿Entregarse al provenir… Muy bien…, sólo que no me proponía ofrecer mi ser a ninguna forma futura…, quería ser superior y más rico que aquella forma. De ahí resulta la comicidad de Trans-Atlantico. Ésta fue la aventura de la que nació una obra grotesca, tensa entre el pasado y el porvenir (Gombrowicz, 1957, p. 8).
Retomando algunas ideas del primer apartado, se puede aludir al hecho de que la funcionalidad identitaria y simbólica de la lengua ha establecido diferencias importantes que sirven de base para la creación de unidad nacional. Las lenguas han marcado estos aspectos de diferenciación hacia el exterior, creando una homogeneidad hacia interior (Süselbeck y Mühlschlegel, 2008). Por lo tanto, ¿qué sucedió con el caso particular de una lengua polaca que se adentró e irrumpió con esa homogeneidad propuesta e influyó en la creación de una identidad literaria nacional? Ricardo Piglia parece tener una respuesta.
Ricardo Piglia parte de dos preguntas relevantes: ¿qué pasa cuando uno pertenece a una cultura secundaria? Y ¿qué pasa cuando uno escribe en una lengua marginal? (1990, p. 50). Para responderlas, recurre al clásico ensayo de Jorge Luis Borges, titulado “El escritor argentino y la tradición”, publicado en el año 1932. De acuerdo con Piglia, la tesis central del artículo de Borges se centra en determinar que las literaturas marginales o secundarias, desplazadas de las grandes tradiciones, poseen la posibilidad de un llamado manejo propio irreverente (1990, p. 50). La referencia a esa literatura de carácter marginal y secundaria se concibe desde el planteamiento de literatura menor, aportado por Deleuze y Guatarri (1978): “Una literatura menor no es la literatura de una lengua minoritaria, sino aquella que una minoría realiza dentro de una lengua mayor” (López, 2006, pp. 77-78). En tal sentido, el caso de Witold Gombrowicz es esencial para entender esta argumentación, es decir la literatura menor estaría representada por la obra de Gombrowicz. Este escenario, según Piglia, se dinamiza a través de:
Pueblos de frontera, que se manejan entre dos historias, en dos tiempos y a menudo en dos lenguas. Una cultura nacional dispersa y fracturada, en tensión con una tradición dominante de alta cultura extranjera [...] este lugar incierto permite un uso específico de la herencia cultural: los mecanismos de falsificación, la tentación del robo, la traducción como plagio, la mezcla, la combinación de registros, el entrevero de filiaciones. Esa sería la tradición argentina (Piglia, 1990, p. 51).
Tal como puede observarse, la cita anterior agrupa algunos ejes correspondientes a la relación existente entre la lengua, la asimilación de nuevas culturas (desde lo incierto o extraño) y la puesta en escena de identidad literaria. Esto incita a vislumbrar el tratamiento de la lengua “extraña” y su posicionamiento en la tradición literaria desde una propuesta desestabilizante que rompe con los esquemas tradicionales de la construcción identitaria de la lengua. El desequilibrio se contrapone con la tradición legitimada a partir de exploración de lo nuevo, lo extraño, lo desconocido, lo incierto y lo asimilable. Todos estos factores intervienen en la búsqueda de una identidad propia y, a su vez, influyen en la formación de identidad en la literatura a través de la lengua. Por consiguiente, el carácter nacional de su producción se constituye desde la divergencia (López, 2006, p. 78.) De este modo, la interpretación de Piglia cuestiona la conformación de un canon literario a través del manejo propio e irreverente y, por ende, marca una pauta importante en el entendimiento de la forma en que la homogeneidad interior de la lengua literaria puede ser cuestionada y desplazada desde lo ilegítimo y lo inestable.
Por ejemplo, tomando en consideración el rol de lo extraño y asimilable, Matamorro alude a que Gombrowicz convirtió esto en fuente de identidad creativa, ya que: “En el exilio, el escritor polaco con vocación existencial de exiliado asume lo que el mundo retrata en sus contornos como si fuera una elección. Se convierte en sujeto de su destino, identificándose con el lugar provisorio y efímero del peregrino” (2015, p. 272).
En análisis de Piglia permite expandir el estudio de otros casos de la literatura argentina, en relación con la temática de cómo la identidad lingüística retoma factores percibidos como desequilibradores. Junto a Gombrowicz estarían Macedonio Fernández y Roberto Arlt. Con ellos la percepción de la cultura literaria se contempla a partir de la diferencia y, por ende, como una tradición fragmentada y en disputa con la dominante, ya que, para esta, en términos de estilo su literatura se interpreta desde lo extraño e ilegítimo: “Para esa tradición los estilos de Arlt y Macedonio son lenguas extranjeras” (Piglia, 1990, p. 51).
Sobre Arlt, en el año de 1984, Piglia mencionó que su estilo se cimenta en cruces lingüísticos que mantienen una relación desplazada con su lengua y su cultura, los cuales incentivan a formar una lengua literaria asociada con la identidad:
Es un estilo mezclado, diría yo, siempre en ebullición, hecho de restos, con desechos de la lengua. Arlt hablaba en lunfardo con acento extranjero, ha dicho alguien tratando de denigrarlo. Creo que ésa es una excelente definición del efecto de su estilo. Hay algo a la vez exótico y muy argentino en el lenguaje de Arlt, una relación de distancia y extrañeza con la lengua materna […] (Piglia, 2017, p. 20).
El señalamiento entre la lengua menor y su uso deslegitimador con el canon fue una de las principales ideas desarrolladas por Piglia no solo a través de sus artículos. En su primera novela, Respiración artificial, podemos encontrar su visión narrativa-ensayística por reivindicar este aspecto. En el segundo capítulo, el alter ego del autor, Emilio Renzi, explica al personaje Marconi, cómo desde cuando el estilo literario de la tradición novelística argentina se definió a partir de la idea de “escribir bien”, haciendo alusión a muchos de los elementos que ha sido estudiados en esta investigación:
La autonomía de la literatura, la correlativa noción de estilo como valor al que el escritor se debe someter, nace en la Argentina como reacción frente al impacto de la inmigración. […] Para las clases dominantes la inmigración viene a destruir muchas cosas, ¿no?, destruye nuestra identidad nacional, nuestros valores tradicionales, etc. En la zona ligada a la literatura lo que se dice es que la inmigración destruye y corrompe la lengua nacional. En ese momento la literatura cambia de función, digamos, específica. Una función que, sin dejar de ser ideológica y social, sólo la literatura como tal, sólo la literatura como actividad especifica puede cumplir. La literatura, decían a cada rato y en todo lugar, tiene ahora una sagrada misión que cumplir: preservar y defender la pureza de la lengua nacional […] (Piglia, 2001, p. 135).
Por consiguiente, la oposición a ese buen uso del lenguaje, descrito por Renzi, fue desarrollado por la literatura menor, posicionándose con fragmentos y mezclas de ese lenguaje nacional.
Por otra parte, con los postulados de Borges y Piglia se puede establecer cómo el despliegue de las características desequilibradoras supone una determinación en la necesidad de renovación y ruptura. Esta, a su vez, refuerza la identidad cultural legitimada desde lo “menor”. Por tanto, en una y otra explicación el proceso de identificación y caracterización de los “desvíos de la lengua”, se define en el desarrollo comparativo de distintas poéticas y en la forma en que se posicionan dentro de un esquema de lectura, y en la orientación en la cual un escritor se coloca en relación con la propia literatura.
Una vez que Gombrowicz regresó a Europa, la crítica comenzó a describirlo como una figura significativa que compartió espacio con otros escritores renombrados, y su reconocimiento y el estudio de sus obras comenzó a presentarse de manera paulatina. Resulta interesante mencionar que este proceso se presentó en dos vertientes. La primera responde a cómo, paralelamente a la acogida de su obra, se creó una especie de leyenda en torno a la figura del escritor, la cual se constituyó en “una representación mental en el imaginario del lector” (Freixa, 2008, p. 15). La segunda se refiere a la recepción crítica que investiga el posicionamiento de Gombrowicz en la literatura contemporánea argentina, recalcando su influencia y legado en importantes escritores como Juan José Saer, César Aira, Luis Gusmán y por su puesto Ricardo Piglia (Kobylecka, 2012), quien a partir de la publicación de su novela Respiración Artificial, rescata el legado intelectual de Gombriwicz en Argentina, con la representación del personaje Tardewski (Freixa, 2008). Evidentemente, ambas perspectivas incitan a estudiar su rol dentro del canon literario argentino, tomando en cuenta su difusión dentro de la perspectiva de la literatura menor, junto a la proyección que establece de una reorganización del canon, por medio de una identidad literaria lingüística.
Asimismo, de acuerdo con un estudio de Cristian Cardoso al final de su trayectoria en Argentina, comenzó a generarse, desde París, un reconocimiento de sus obras que coadyuvó para que se presentaran las condiciones óptimas de la recepción de su literatura (Cardoso, 2012, pp. 1-2). En este punto, habría que señalar la existencia de traducciones al español que son asimiladas en Argentina. Sobre este aspecto, se puede examinar el manejo de la literatura menor por medio de un cruce lingüístico. Piglia señala lo siguiente en su texto: “De la relación de Gombrowicz con las dos lenguas, del cruce entre el polaco y el español, nos queda la traducción de Ferdydurke publicada en 1947” (1990, p. 52). Con la ayuda del escritor Virgilio Piñera, se crea una traducción con matices porteños y es saludada por Piglia como la mejor contemporánea de su país (López, 2006, p. 79). En este cruce se desarrolla una propuesta desestabilizante y problemática con el idioma. Existe, aun así, una apropiación identitaria de la lengua a la que se traduce la novela:
Un escritor que escribe en una lengua que no conoce apenas y con la que mantiene una relación externa y fascinada. O si ustedes prefieren: un gran novelista que explora una lengua desconocida, tratando de llevar del otro lado los ritmos de su prosa polaca (Piglia, 1990, p. 52).
En consecuencia, puede entreverse como el reconocimiento de Gombrowicz en tradición novelística argentina, estuvo sujeta a las características analizadas en los párrafos anteriores (cruce de lenguas, rol de la literatura menor, lo extraño y lo asimilable). Así, Piglia expresa que: “La novela argentina sería una novela polaca: quiero decir una novel polaca traducida a un español futuro [...] Toda verdadera tradición es clandestina y se construye retrospectivamente y tiene la forma de un complot” (1990, p. 57).
4. Lengua, multilingüismo e identidad
En las secciones predecesoras se ha reflexionado en torno a cómo la lengua históricamente, para el caso de la literatura argentina, ha construido identidad. En el siguiente apartado, se plantea el análisis de cómo la identidad se construye a partir de la lengua, centrado en el texto Vivir entre lenguas, de la escritora argentina Sylvia Molloy. Para realizar este examen se incluyen los planteamientos referidos de los conceptos de multilingüismo y herencia, ambos sujetos a la interrelación entre lengua e identidad.
En términos generales, la obra Vivir entre lenguas, publicada en el año 2016, aborda la temática de la lengua, el bilingüismo y el multilingüismo, desde dos claros ámbitos: una parte autoficcional4 y otra ensayística. Para el caso de la primera, interesa rescatar la concepción de herencia, examinada por Gina Saraceni en su libro Escribir hacia atrás: Herencia, lengua y memoria. Esto permite reconocer el uso de la memoria y su relación con el desarrollo de la identidad. La importancia de traer a colación el análisis de Saraceni obedece a que, en su propuesta teórica, se analizan una serie de obras literarias contemporáneas5, las cuales abordan el tema de la memoria como un campo que trasciende la particularidad anecdótica del recuerdo, aspecto esencial que propone la disposición narrativa autoficcional.
De acuerdo con Saraceni, la concepción de herencia es entendida como una forma de memoria que: “[...] conecta el pasado con el presente al establecer una continuidad entre las generaciones y al otorgarle al heredero un relato identitario a través del cual inscribirse en una genealogía” (2008, p. 16). Como puede observarse, la herencia puede proyectar un relato de identidad, y en tal caso, la memoria colectiva e individual resultan fundamentales para construirlo. Ahora bien, Saraceni indica que tanto la memoria individual y colectiva, están constituidas por: “tradiciones, saberes, lugares, fechas rituales, relatos, afectos de que un colectivo comparte” (2008, p. 16). De este modo, en el texto de Molloy, la concepción de herencia es fundamental, ya que conforma una narración en la que:
No se trata de relatos que, a la manera de la ficción histórica, apuestan por la recuperación de hechos en su exactitud documental y cronológica, sino que vuelven hacia atrás6 para mostrar el contenido afectivo, emocional y subjetivo implicado en la experiencia del pasado y para expresar cómo los procedimientos estéticos y literarios que se utilizan para referirse a esa experiencia tienen su propio lenguaje capaz de construir una perspectiva crítica y política sobre lo ocurrido (Saraceni, 2008, p. 26).
La información de la cita anterior permite delimitar la forma en las temáticas abordadas en el texto de Molloy, responden e integran a un contenido afectivo-emocional que recurre al pasado. Consecuentemente, en los diversos capítulos que componen el libro, la categoría de herencia se concibe desde la recuperación de una memoria individual-colectiva que apela a la definición de una identidad personal, cultural, familiar y narrativa, enfatizando el rol de la lengua en la creación de estas.
El tema de la lengua funciona como eje central y de ahí se derivan varias sub-temáticas que la engloban. La presentación del tema central, la describe Molloy desde su posicionamiento como multilingüe.7
Para simplificar, a veces digo que soy trilingüe, que me crié trilingüe […] La adquisición de los tres idiomas no ocurrió simultáneamente sino de manera escalonada y cada idioma pasó a ocupar distintos espacios y a teñirse de afectividades diversas, acaso encontradas. Hablé español primero, luego a los tres años y medio mi padre empezó a hablarme en inglés. También cuando tenía tres años y medio nació mi hermana: en lugar de echar los platos por la ventana […], adquirí otra lengua (Molloy, 2016, p. 9, énfasis agregado).
Como puede colegirse de la descripción anterior, la adquisición y aprendizaje de esas lenguas, está delimitado por espacios en donde la herencia rescata contenidos de pertenencia emocional y afectivos. En tal caso, comienza a entrelazarse una identidad lingüística que es expuesta a lo largo de todo el texto.
Otro de los temas esenciales descritos en el libro es el bilingüismo. Para la escritora, este se concibe desde la lengua en la que: “uno se aposenta primero […] aquella en la uno se reconoce” (2016, p. 23). Desde esa representación, para Molloy, es necesario encontrar un punto de apoyo con la finalidad de relacionarla con la otra. Con esta relación, la autora señala la existencia de mezcla o cruce de lenguas, entendida no como un bilingüismo, sino como “un efecto bilingüe” (2016, p. 21). Igualmente, Molloy considera que el bilingüismo posee una noción de otredad, comprendida, desde la posición que asume la que se aposenta primero y la exaltación que se realiza de la otra. Sobre esto, en el capítulo titulado O calvo o de dos pelucas, la narradora menciona lo siguiente:
Quienes oyen hablar al bilingüe en la lengua de ellos no siempre saben que también habla en otra., si se enteran, lo consideran algo así como un impostor o también, por qué no, un traidor. Esta percepción no es ajena a la que el sujeto bilingüe tiene de sí. Esconde la otra lengua que lo delataría: busca que no se le note y, si tiene que pronunciar una palabra en esa otra lengua, lo hace deliberadamente con acento, para que no crean que se ha pasado al otro lado (Molloy, 2016, p. 62).
Con esta cita se puede observar la forma en que la lengua marca pautas de diferenciación con respecto a la adquisición de otras. Ese factor se desprende a partir de un sentido de pertenencia que produce formas desplazamiento8. En términos literarios, este proceso refleja la necesidad de algunos escritores, quienes cambian su lengua materna por la que predomina en una determinada tradición, con la finalidad de continuar con el desarrollo homogeneizador de la lengua identitaria.
Asimismo, un proceso esencial abordado en el texto es el de la jerarquización y territorialidad de la lengua. A partir de la exposición de esta temática, podemos entrever cómo en la conformación de una lengua se les da énfasis a componentes de carácter geográfico (Videla, 2018, p. 97). Delueze y Guatarri (1978) señalan los fenómenos de territorialidad y la desterritorialización9. En el capítulo Territorio se describen varios espacios simbólicos de representación y reproducción de la lengua. Así, por ejemplo, en términos de jerarquía se relata lo siguiente sobre el colegio:
El colegio de mi infancia se divide en dos mitades, inglés por la mañana, español por la tarde. Es, por ende, un colegio bilingüe. Pero se lo llama un “colegio inglés”, sin duda por el prestigio que connota el término, pero también por la ley que impera (Molloy, 2016, p. 18).
En este caso, el inglés sería la lengua que se legitima desde un espacio y se sobrepone al español: “si una alumna habla en español durante la mañana y no en inglés, y la pesca una maestra, es castigada […] Por la tarde la escolaridad es en español. Si alguien habla inglés a nadie le importa. No hay castigo” (2016, pp. 18-19).
Del mismo modo, el hogar es un espacio de reproducción identitario de la lengua, en donde, al igual que en el ámbito escolar, también se conciben jerarquías: “La casa reproduce las divisiones en la novela familiar: español con la madre, inglés con el padre. Mezcla (cuando no te oyen) entre hermanas, como una suerte de lengua privada” (2016, p. 19).
Está claro que la territorialidad se asume por medio de la extensión del dominio que establece la lengua en determinados espacios. Por su parte, aunque se exponga la asimilación territorial, la desterritorialización también se desarrolla. Es decir, la lengua se ve afectada por el ambiente sociocultural en que se encuentra (Lerman, 2014). Por ende, se pueden distinguir los componentes desestabilizadores que afectan a ese desplazamiento de una lengua por otra.
La relación inmigración y lengua es tratada en varios capítulos, y al igual que se ha analizado en esta investigación, se le atañe con la identidad. En el texto se consideran dos interpretaciones sobre este aspecto. La primera se refiere a la existencia de una identidad generacional ligada a la lengua del inmigrante: “El inmigrante y el hijo del inmigrante se piensan en términos de lengua, son su lengua” (Molloy, 2016, p. 10). La segunda es entendida desde el olvido y la asimilación cultural. En el capítulo Pictures of home, se examina el caso de los inmigrantes chinos, quienes asumen un inglés con mayor soltura cuando se les muestra fotografías de paisajes representativos estadounidenses: “para sentirse cómodo, incluso locuaz, en otro idioma se necesita la inmersión total en lo extranjero y el olvido”. (Molloy, 2016, p. 33). Por consiguiente, se trata, nuevamente de un proceso en el que la desterritorialización influye en el actuar de la lengua. Además, la inmigración puede crear un idioma intermedio, al no existir un bilingüismo íntegro y con ello se da la construcción identitaria de la lengua. Para el caso de la inmigración salvadoreña destaca lo siguiente:
Si José es algo bilingüe, sus hermanos y compañeros lo son menos. Eso ha dado origen un idioma intermedio, donde la sintaxis es española pero el vocabulario técnico, sobre todo el que se refiere a materiales de construcción desconocidos en El Salvador, es un inglés o algo que se le asemeja. Así coexisten el martillo y el taladro con el shirra, que pronto aprendí era el sheetrock, con el toile por toilet, el rufo, el trim, el besmen y la boila. (Molloy, 2016, p. 38).
En el capítulo No quiero ser otro, se puede interpretar el proceso de homogenización de una determinada lengua hacia el interior. En este caso, haciendo hincapié en el monolingüismo y la estandarización del inglés:
Pese al multiculturalismo del que se jacta, el país en el que vivo es resueltamente monolingüe. La superioridad aparente que esa limitación da a sus habitantes suele volverse indulgencia tonta y burlona hacia los otros idiomas que importan palabras. Así esa amiga mía que se ríe de los week-end y pique-nique que oye en boca de franceses. (Molloy, 2016, p. 30).
Aparte de retomarse el tema de la jerarquía, la homogenización de una lengua puede presentarse desde la incorporación de palabras o frases que se establecen como propias del idioma, cuando, por el contrario, se trata de una forma de adaptación: “Me canso de decirle también que el inglés, como todo idioma, pide prestado y saludablemente adapta […] Para el monolingüe no hay sino una lengua desde donde se piensa un solo mundo” (Molloy, 2016, pp. 30-31).
Ligado a lo anterior, el texto rescata la forma en que la lengua, dentro de un proyecto nacional, desempeña un rol a partir la exclusión y la construcción selectiva, tal como aconteció en el desarrollo histórico de la nación argentina. Para ello la autora describe el ejemplo de República Dominicana:
En un intento de limpiar el país de indeseables, el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo determinó en 1937 eliminar a los haitianos que casi a diario cruzaban la frontera por razones de trabajo […] El tamiz por el cual se hacía pasar al presunto haitiano era lingüístico. Se lo detenía, se le hacía decir la palabra perejil (o, dicen otros, tijera colorada) y si la pronunciaba con erre gutural del francés y con la jota trabajosa, se le negaba la entrada y, en más de un caso, se lo mataba (2016, p. 35).
Queda claro que los últimos dos capítulos comentados, hacen alusión al tema de la lengua y su vínculo con la identidad nacional. Lo mismo sucede en Mansiones verdes y tierras purpúreas, pero además la discusión se amplía a lo literario. En dicho capítulo se analiza el rol de la traducción, ejemplificando la obra del escritor Guillermo Enrique Hudson, quien nació Argentina, pero su carrera literaria la hizo en Inglaterra. A Hudson, dentro del proyecto nacional se le considera un autor argentino. La narradora cuenta que en la escuela: “[…]se lo leía en la escuela, en traducción, aunque no se mencionaba este detalle […] incluso se traducía su nombre: no era William Henry, sino Guillermo Enrique” (2016, p. 54). En este caso la traducción crea elementos identitarios ligados al imaginario de lo nacional y lo autóctono: “El traductor recurre a un español agresivamente local, agauchado, que supera de lejos los textos nativistas que le son contemporáneos (2016, p. 54).
Para concluir con el análisis de las diversas temáticas abordadas en Vivir entre lenguas, se debe explicar la influencia e injerencia del multilingüismo, como elemento identitario en la escritura. Es posible interpretar que dicha influencia se intensifica dentro de la frase “estar entre”, es decir, asumir la escritura de su ficción y lo ensayístico, desde tres idiomas. Además, en ese “estar entre”, se entrelazan elementos de identidad, que se ven reflejados en sus textos:
Pero, quería saber yo, ¿en cuál de mis idiomas? Escribía fragmentos, con algo de culpa, en los tres: recuerdos, escenas, a veces una cita de un texto que estaba leyendo que disparaba la escritura, una frase bien hecha o una parodia tonta […] Tenía la idea de que esas anotaciones me serían útiles algún día y por cierto lo fueron. Entretejí muchas de ellas en mi primera novela., también en la segunda (2016, p. 75).
5. Conclusiones
El análisis realizado en esta investigación ha propuesto una serie de interpretaciones que se destacan a continuación con la finalidad de entender la problemática central desde una perspectiva global.
En primer lugar, a partir del análisis de los textos, se han podido comprobar la existencia de ciertos parámetros que funcionan para el estudio de la conformación de la identidad nacional y de la identidad presente en la escritura, a través de la lengua literaria. En el primer apartado sobre antecedentes históricos, se pudo examinar cómo para el caso de la construcción del estado-nación argentino, la lengua literaria desempeño un rol esencial en torno al desarrollo y consolidación de este proyecto. Es decir, la lengua literaria creó identidad. Está marcó importantes pautas en torno a la diferenciación del desarrollo lingüístico, estableciendo un modelo de unidad y homogeneidad hacia el interior de la nación. En ese sentido, el rol de la lengua estuvo supeditado a la formación de cohesión, la cual intervino en la construcción de la identidad nacional.
No obstante, a pesar del proceso de homogenización y estandarización de la lengua, con el estudio de los textos se reconocieron propuestas que alteraron y que cuestionan al proceso de identidad homogenizada, por medio de planteamientos desestabilizadores los cuales replantean su exposición unitaria e incentivan a determinar nuevas formas de creación identitaria.
Los planteamientos de Piglia evidenciaron la forma en que la producción narrativa de Gombrowicz, vinculada con el desarrollo de una literatura menor, se contrapone a un canon legitimado, explorando en la extrañeza y en lo incierto una búsqueda de identidad propia que posibilita la reorganización de la tradición novelística argentina y que influyó en la formación de identidad literaria mediante la lengua, contribuyendo en la inclusión de temáticas identitarias relacionadas con el exilio y lo asimilable. A fin de cuentas, se articuló un proceso de desterritorialización de la lengua que quebrantó el sentido de pertenencia tradicional.
En ese sentido, existe un punto de convergencia en los textos que se refiere a los procesos de desestabilización, ya en la obra de Molloy, la narración rescata algunas formas en que la lengua crea formas de desplazamiento por medio de la jerarquización, la desterritorialización y el cruce lingüístico, los cuales están supeditados al contexto sociocultural en el que se expone una lengua menor.
Por otra parte, a partir de la utilización de la categoría teoría de herencia, se pudo corroborar cómo las temáticas descritas en la obra de Molloy convergen en una perspectiva literaria y ensayística que permite identificar reflexiones en torno a la construcción de la identidad personal, familiar y de la lengua literaria, desde una visión multilingüe. Asimismo, con la categoría de herencia se pudo comprender que lengua encarna dentro de la memoria individual y colectiva un resguardo identitario que interviene en la reproducción de la identidad nacional, en la jerarquización de espacios, en la forma que se posiciona al “otro”, en la asimilación sociocultural de otras culturas y en su influencia como elemento de identidad en la escritura autoficcional.
Ambos textos, por otra parte, posibilitan ampliar el estudio de la llamada literatura Intercultural. La exposición del rol de la literatura menor, el del manejo borgeano irreverente, la desterritorialización, el multilingüismo, la inmigración, el exilio y la traducción, invitan a analizar cómo se forma una identidad alrededor de la literatura de autores que tienen a su disposición el manejo de varias lenguas y exponen una visión desde el cruce de estas. Esta investigación incita a continuar con los estudios sobre el desarrollo la lengua literaria y su vínculo con la identidad, en otras latitudes de Hispanoamérica, ya que podrán encontrar algunas semejanzas con el caso argentino y ciertas diferencias en el desarrollo identitario.