Área de estudio
En la Figura 1 se puede apreciar la distribución geoespacial de aparentes fenómenos: I. Lumínicos, II. Sónicos y III. Mixtos, siendo, contenidos en narrativas ligadas con: Reportes (A), Relatos (B) y Leyendas (C). Todo lo anterior se presenta agrupado en tres grandes áreas geográficas de Costa Rica: Litoral Pacífico, Área Central y Litoral Caribe.
Características generales
Ubicación geográfica y breve descripción de aparentes fenómenos lumínicos asociados
La observación de manifestaciones lumínicas se reportó, en las cercanías de las coordenadas CRTM05: 581544 longitud O y 964726 latitud N, próximas con la población de Golfito, provincia de Puntarenas. Donde, específicamente, Solano (2021), indica que el terremoto de Golfito del año 1983 provocó destellos denominados como: “Luces de Terremoto”.
Adicionalmente Solano (2021), indica que el vulcanólogo Guillermo Alvarado describe las precitadas luces de terremoto como:
fenómenos que solo algunos sismos logran generar y recordó que, siendo estudiante de Geología, cuando ocurrió el terremoto del Sábado Santo de 1983 en nuestro país, él y otros compañeros detectaron destellos en el horizonte similares a los observados en México este martes. Ese terremoto fue de 7,4 y se originó 15 kilómetros al noreste de Golfito el 2 de abril de 1983, a las 8:50 p. m. Aquella vez, al menos 15 compañeros le comentaron al profesor de Sismología de la Universidad de Costa Rica, Luis Diego Morales, haber visto ese fenómeno en diferentes sectores (Solano, 2021, s.p).
Sumado a lo anterior, la RSN (2021b), menciona que durante ese terremoto ocurrió un fenómeno de luminiscencia en el cielo, el cual pudo ser observado desde distintos sectores del Valle Central en dirección de la cordillera de Talamanca.
Aparentes fenómenos lumínicos fueron descritos en las coordenadas CRTM05: 388634 longitud O y 1146413 latitud N con 660 m.s.n.m, en los alrededores del cerro Pelado en Cañas, Guanacaste. Donde Salguero (2007) menciona un relato de un vecino, de edad avanzada, el cual le contó que en “La Gotera”, a corta distancia del Cerro Pelado, lo siguiente:
Cuenta mi mamá, que es una viejita muy viejita que una noche volvieron a ver el Pelado y estaba todo prendido; se veía fuego por todas partes. ¿Una Quema? No, ¡No qué va!, si era puro invierno, octubre. Eso era lava, una erupción que baño toda la montaña (Salguero, 2007, p. 521).
Otras personas sostienen que los aparentes incendios se deben a que “existen manifestaciones de fumarolas y que las chispas incendian el zacate” (Salguero, 2007, p. 522). No obstante, Salguero (2007) y Alvarado (2008), concluyen que desde la visita del doctor Von Seebach el 29 de diciembre del año 1864, quedó suficientemente claro que el precitado cerro no tiene ninguna manifestación volcánica, al menos, geológicamente reciente.
Sumado a lo anterior, Alvarado (2008) y RSN (2022a), indican que el Cerro Pelado es un volcán extinto desde hace varios millones de años, además RSN (2022a) agrega que el mismo está fuertemente erosionado y caracterizado por fuentes pendientes, donde se puede visualizar el esqueleto del volcán a modo de un cuello volcánico.
Aparentes manifestaciones lumínicas fueron observadas en las coordenadas CRTM05: 516986 longitud O y 1087930 latitud N en un sector denominado como el Rincón de Paraíso, Cartago. Según Sanabria y Bonilla (2021) un relato importante para esta área geográfica lo conforma la experiencia personal narrada por una testigo, vecina de la zona, llamada M. Coto (comunicación personal, 10 noviembre de 2015), hoy día de la tercera edad, relata que un día del mes de octubre de 1964 a las 5 a.m. aprox. a 900 m al NO del denominado como: “cerro o volcán” Santa Lucía (Figura 2), y en compañía de otras mujeres, que se aprestaban a ir recolectar café, lograron observar características semejantes con los fenómenos descritos en el libro de Prado (1921).
También la testigo M. Coto (comunicación personal, 6 de enero de 2021), describe la presencia de luces semejantes a llamas difusas, siendo como un tipo: “resplandor”, a una altura máxima de 10 m aprox, caracterizado por colores amarillos y rojizos/naranjas, logrando iluminar el cielo a baja altura, prácticamente de forma directa sobre las copas de los árboles. Lo anterior fue observado desde el oeste a una distancia, en línea recta, de 300 m aprox., lo cual las hizo creer, a todas las mujeres presentes, que podría tratarse de un incendio forestal; no obstante, esto fue totalmente descartado al pasar por el sitio, ya que no había ni siquiera evidencias de algún tipo de incendio tal como cenizas, humo o aromas asociados
Cabe indicar que el sitio mencionado, corresponde con un sector geográfico (Figuras 2, 3.a y 3.b) de posible correlación neotectónica con la traza de la falla Navarro (FN) (Denyer et al, 2009) y con un fuerte alineamiento de apariencia tectónica (A.1); no obstante, no se reportó de forma verbal o documentada, antes, durante o después de las manifestaciones algún tipo de sismicidad, lo cual pudo haberse hecho, imperceptible al caminar, además se debe tomar en consideración que en el catálogo sísmico instrumental disponible inició tiempo después, a partir de la década de los años 70 del siglo pasado.
Varias leyendas asociadas con este Supuesto “cerro/volcán” se localizan en las coordenadas CRTM05: 517426 longitud O y 1086807 latitud N y 1208 m.s.n.m. Donde Prado (1921), indica textualmente que:
El Cerro viene a ser como la última depresión, por ese lado, del gran macizo cuya cúspide domina el Irazú. (…) también me decían con cierta malicia un viejo descendiente de Ujarrás que me contó la historia en una de mis vistas a las pintorescas ruinas (…) que una mañana, cuando el Padre Guardián terminaba el santo sacrificio de la misa, al volverse al pueblo para dar la bendición, vio que el Cerro que esta frente a frente de una derruida iglesia, se alcanzaba en llamas (…) Muchos ujarraceños habían visto las llamas. Pronto estuvieron lo más con el Padre Cura. A medida que aumentaba el fuego, aumentaba el temor en las sencillas gentes. El Padre Guardián trato de tranquilizarlas, sin conseguirlo, proponiéndoles, entonces, subir con ellos al Cerro para bautizarlo, pues estaba sin cristianizar y no cabía duda de que a esto se debía su furor (…) se acercaron lo más que pudieron a las llamaradas (…) el Padre bendijo el Cerro en todas sus direcciones, empezando por el lugar de la erupción que roció bastante con agua bendita. En estos momentos el Cerro empezó a temblar que daba miedo y, tragándose las llamas reventó en cuatro fuentes. El Cerro, que también llaman volcán, recibió el nombre de Santa Lucía, porque en tal día se celebraba la fiesta de esta santa. (Prado, 1921, p.17)
De forma complementaria Zeledón (2018), en la leyenda del “Espantajo Azul” ubicada a los pies del supuesto “cerro/volcán” Santa Lucía, describe que:
Es una noche obscura y fría del mes de octubre (…) Allá por el año 1885 (…) al pasar por la Hacienda de Dionisio Quesada, mi papá, finca que colinda con las ruinas de Ujarrás, (…) salí corriendo, me brinqué el río que estaba crecidísimo, la tranquera y al llegar a las carretas caí sin conocimiento. Mis compañeros me recogieron y dicen que los bueyes, todos asustados corrieron cuesta arriba (…) dicen que La Hacienda toda se veía quemándose, pero de color azul (Zeledón, 2018, p.258).
Cabe destacar que Sanabria y Bonilla (2021), descartan la presencia de vestigios de estructuras y actividad volcánica reciente e “in situ”, más en cambio sugieren una fuerte influencia neotectónica en el área asociada geoespacialmente con la traza de la Falla Navarro (Denyer y otros, 2009), también con un fuerte y aparente alineamiento tectónico (A.1) el cual se relaciona también con el sector de los relatos del Rincón de Paraíso (B5) (Figuras 2, 3.a y 3. b).
Ubicación geográfica y breve descripción de aparentes fenómenos sónicos asociados
Reportes sobre aparentes manifestaciones sónicas se ubicaron en las cercanías de las coordenadas CRTM05: 519544 longitud O y 1079094 latitud N, en las montañas que conforman el borde sur del valle de Orosi (Figura 1). De acuerdo con la RSN (2003), durante junio del año 2003 se presentaron cuatro sismos entre los días uno al tres de junio, específicamente al sureste de Orosi, Paraíso, Cartago muy cerca del poblado de Purisil. Si bien estos eventos fueron leves, se reportaron fuertes retumbos, que alarmaron a la población del área mesosísmica (área de mayor intensidad).
Por otra parte, 10 años después para este mismo sector geográfico de Orosi, RSN (2003), en la noche del 7 de junio del 2013, muchos pobladores describieron dos sismos, de Mw: 2.8 y 3.1, caracterizados por un fuerte “retumbo” seguido por el respectivo movimiento.
Aparentes fenómenos sónicos fueron incluidos dentro de reportes cercanos a las coordenadas CRTM05: 536550 longitud O y 1049926 latitud N, en la localidad de Buenavista de Pérez Zeledón. Para Mora y Peraldo (2011), durante y después del terremoto de Terremoto de Buenavista, del 3 de julio de 1983:
Los retumbos y otros sonidos son identificados por los testigos de la manifestación sísmica de Pérez Zeledón, en julio de 1983. El retumbo previo al sismo principal, debido a su origen somero, fue percibido en 25 localidades. En algunos casos es descrito como detonaciones o bien, como un ruido proveniente desde la profundidad de la Tierra (Mora y Peraldo, 2011, p.49).
Los reportes asociados con aparentes manifestaciones sónicas fueron ubicados en los alrededores de Matina, Limón, en las coordenadas CRTM05: 579076 longitud O y 1109227 latitud N. Según González (1910) en una nota del 22 de febrero del año 1798, el comandante de Matina mencionaba, lo siguiente:
Anoche entre las 7 y las 8 dio esta mar un bramido que ciertamente nos dejó a todos los habitantes de este paraje en un todo sorprendidos, y con diferencia de 6 a 8 minutos comenzó a estremecerse la tierra, que sin la más leve ponderación duró un cuarto de hora; y lo que más nos acongoja es que hasta hoy día de la fecha, que serán las 8 de la mañana, se han mantenido en un continuo balanceo, esperando por minutos la muerte. Á eso se agrega que desde la hora en que empezó a temblar se picó la mar en tanta manera que parece que ya se nos vino encima. (González, 1910, p.16)
Relatos asociados con aparentes fenómenos sónicos se localizaron en los alrededores de las coordenadas CRTM05: 504875 longitud O y 1085546 latitud N, en la población denominada como: Volcancillo de San Isidro del Guarco. Según el sacerdote católico y connotado historiador M. Benavides (comunicación personal, 30 junio de 2020) existen frecuentes relatos, en este sector, que se han inducido a la población a señalar un aparente vulcanismo al sur de la provincia de Cartago, específicamente hacia el sur de la entrada de la población de Higuito en San isidro del Guarco, donde los aparentes sucesos sónicos han llegado al punto que existe una calle y población pequeña que le ha llamado como: “El Volcancillo”. Adicionalmente existe cercanamente un tajo de extracción de materiales de construcción contiguo a la ruta interamericana con el nombre de “Volcancillo”.
Relatos sobre aparentes fenómenos sónicos fueron localizados en los alrededores de las coordenadas CRTM05: 498512 longitud O y 1071018 latitud N con 2056 m.s.n.m, estos fueron asociados específicamente al Cerro de la Trinidad o de la Cruz, San Marcos de Tarrazú.
Para Informe 11 (2021), el cerro de la Cruz (Fig. 4.a y 4.b), comprende dos relatos importantes, el primero se remite a la escucha de estruendos que venían de esta montaña, recurriendo a la fe para evitar una erupción pasara en caso de existir un volcán; no obstante, la construcción de la cruz evitó que eso sucediera a principios del año 1900.
Por otra parte, Informe 11 (2021) también menciona la existencia de un segundo relato, situado finales de los años 1800, donde los pobladores le comunicaron al sacerdote de la comunidad que la montaña estaba creciendo, por lo cual el sacerdote opto por la colocación de la cruz para detener el aparente levantamiento de la montaña. Finalmente, la Municipalidad de Tarrazú (2020) indica que la actual Cruz del Cerro La Trinidad fue inaugurada y bendecida por el cura párroco Manuel Quirós, el 19 de noviembre del año 1947, esto con una misa celebrada en la cúspide del mismo cerro.
Aparentes manifestaciones sónicas fueron descritas en varios relatos localizados cerca de las coordenadas CRTM05: 448337 longitud O y 1082912 latitud N con 1768 m.s.n.m, estando estas asociadas, geoespacialmente, al denominado “volcán” o cerro Turrubares o Herradura. Para Alvarado (2008), pese a que el cerro Turrubares constituye una mole de rocas basálticas, cuyo origen se remonta al fondo oceánico, el cual posee más de 40 millones de años inactivo, las personas que viven los alrededores hasta hace poco hablaban “de los retumbos del volcán Turrubares o Herradura”, siendo el cerro al que más se le ha clasificado como un volcán.
Además, Alvarado (2008), citando textualmente el arribo desde el mar a Costa Rica en 1853 de Marr (1863) transcribe lo siguiente:
Un volcán que ruge nos saluda al entrar (al Golfo de Nicoya): La Herradura. Las gentes del pueblo dicen que esa montaña se encoleriza siempre que se acercan a Punta Arenas (sic) barcos europeos; porque no solo ruge y envía a larga distancia sus retumbos sonoros cuando aparecen pabellones extranjeros. Entonces el volcán se pone muy bravo. (Alvarado, 2008, p. 304)
No obstante, según Montufar (1934), también basado en lo descrito por Marr (1863) agrega textualmente que:
Y así en efecto: entra en manifestación en la estación seca o sea en la temporada comercial; pero este socarrón no se acuerda de nosotros los blancos y guarda silencio durante la estación lluviosa, aun cuando un gran barco de guerra profane las aguas del golfo… (Montufar, 1934, p. 122)
Las leyendas asociadas a este sitio geográfico se localizan en las coordenadas CRTM05: 447850 longitud O y 1115101 latitud N con 1095 m.s.n.m. en las cercanías de la ciudad de San Ramón de Alajuela. Según Quesada (1995), la leyenda de este sitio está inicialmente basada en una aparente cueva hacia el este del cerro; no obstante, para Zeledón (2018), la tradición describe que en cierto momento el cerro comenzó a crecer, por lo cual el temor comenzó a apoderarse de los pobladores de San Ramón, los cuales temían que el mismo se convirtiera en un volcán.
Además, se indica que:
Con un terremoto que hubo, desapareció la cueva y en adelante solo se oían fuertes retumbos. Nuestros primeros colonizadores tuvieron temor de que el cerrito se convirtiera de pronto en un volcán, y estando tan cercano a la ciudad, una erupción la cubriría de lava desapareciendo así el pueblo. Pensaron en ofrecerlo a la Virgen del Tremedal y bautizarlo con su nombre, por lo que se llamó Cerro del Tremedal y bautizarlo con su nombre, por lo que se llamó Cerro del Tremedal. Los ruidos desaparecieron y el temor del volcán también. (Quesada, 1995, p. 226)
Ubicación geográfica y breve descripción de aparentes fenómenos mixtos (sónicos/lumínicos), asociados
Existe una conocida leyenda asociada con este cerro localizado en las coordenadas CRTM05: 455456 longitud O y 1115181 latitud N con 1363 m.s.n.m. Donde Alvarado (2008), transcribe textualmente de Salguero (1984) que:
El cerro del Espíritu Santo es un legítimo orgullo de los naranjeños. Sobre él se han tejido leyendas numerosas (…) Además, se dice que una vez el fuego y los retumbos anunciaron que se formaría un volcán en dicho cerro, en las primeras décadas del siglo pasado. Ese orgullo por la montaña llevó a los vecinos de Naranjo, a iniciar la construcción de un gran monumento a Cristo rey. (Alvarado, 2008, p. 304)
Otra narración, de Zeledón (2019), describe lo siguiente:
Todos en Naranjo hemos oído desde pequeños la leyenda del volcán. Cuando esta población era apenas un grupo de casitas dispersas, sus habitantes vieron un día con horror, que de lo alto del cerro empezaban a salir llamas, que un volcán con todas sus características empezaba a formarse con grave amenaza para la incipiente aldea. Como los retumbos no cesaban y los ruidos subterráneos menudeaban, se reunieron todos los habitantes en la pequeña ermita y desde allí salieron en peregrinación, acompañados de unos “misioneros” que habían llegado, y entonces “bautizaron” el cerro. Y termino el volcán. Eso dice la leyenda. Lo cierto es que no hay ningún indicio geológico que pudiera dar lugar a la suposición del que el cerro fuera volcán en algún tiempo. (Zeledón, 2019, p.235)
Complementariamente, aunque Salguero (1984) señala que los cimientos de dicha capilla inconclusa fueron levantados entre los años 191617, Alvarado (2008) sugiere que la primera piedra fue colocada el 1° de abril de 1929.
Por otra parte, sobre su origen se indica que:
El Cerro Espíritu Santo está formado por basaltos y andesitas, en buen estado y solo alterados en superficie como se pudo constatar en terreno y que muestran su relativa juventud. Por ello es muy probable que el volcán Espíritu Santo estuviera activo durante el Pleistoceno inferior. (Bergoeing y Masis, 2013, p.141)
Sin embargo, Alvarado (2008), indica que este actual cerro fue protagonista, pero hace varios millones de años de una manifestación volcánica muy limitada. (Figura 5.a, b).
Varias leyendas han sido ubicadas en las coordenadas CRTM05: 340742 longitud O y 1120461 latitud N con 370 m.s.n.m, en las inmediaciones del denominado: Cerro del Encanto o de las Cruces, Nicoya, Guanacaste (Figuras 6.a y 6.b). En este sector Zeledón (2019), describe textualmente, sobre la leyenda, que:
Tía Chica regresaba (…) de donde su compadre que habitaba en el Cerro del Encanto. En realidad, eran bien fundados los recelos de las gentes, pues cuando aquella mujer se ausentaba se veían luminarias extrañas sobre la cumbre del cerro que esta al sur del Valle de Nicoya, a la vez que parecían desatarse de su entraña retumbos espantosos que estremecían como fuerte cataclismo la planta del poblado. (Zeledón, 2019, p. 95)
En otra parte de la leyenda se menciona que: “El pánico y la angustia se apoderó de las gentes, al ver que un ronco trueno del centro del Cerro del Encanto sacudía casi sin cesar la tierra como un temblor violento” (Zeledón, 2019, p.95).
Finalmente, según Zeledón (2019), destaca el hecho que la calma llego al pueblo una vez que el primer cura párroco arribo a la villa de Nicoya, el cual bendijo el precitado cerro y con una misa, además hizo colocar tres cruces donde le bautizo también con el nombre: “Cerro de las Cruces”. Por último, de acuerdo con Chavarría (1982) hay una versión de esta leyenda ligada con una gran serpiente oculta bajo el cerro, la cual se mantenía en calma si cada año se bendecía el cerro en medio de una gran romería.
Marco teórico
Antecedentes internacionales sobre manifestaciones sónicas y/o lumínicas del tipo “EQLs” vinculadas con eventos sísmicos
Para Whitehead y Ulusoy (2015), las luces de terremoto o también llamadas en inglés como: “Earthquake Lights” o “EQLs” por sus respectivas siglas en inglés, son principalmente destellos de luz o resplandores vinculados con terremotos, pero que debido a su naturaleza transitoria ha sido tratados con escepticismo por los científicos. Por otra parte, según Tsukuda (1997), los reportes sobre los “fenómenos luminosos” (Byerly, 1942), han acompañado a ciertos terremotos que fueron mencionados y documentados desde la antigüedad.
Para Thériault et al, (2014), estos fenómenos ya se encuentran descritos por Robert Mallet, el fundador de la sismología, dentro de los “Tratados de Mallet” los cuales abarcan el estudio de un espacio temporal desde los años 1606 a. C. hasta 1842 d.C. Por otra parte, Fidani (2010) y Thériault et al, (2014), agregan que Ignazio Galli, un sacerdote italiano licenciado en ciencias naturales, publicó a principios del año 1900 un catálogo de 148 eventos sísmicos asociados con diferentes tipos de luminosidades desde el año 89 a.C. hasta el año 1910 d.C.
Adicionalmente varios autores han publicado informes sobre este tipo de manifestaciones, tal como St-Laurent (2000) en ciudades de Canadá, también Araiza & Hernández (1996) en México, Enomoto & Zheng (1998) en Japón, seguido de Soter (1999) en Grecia, Lira (2008) en Perú, Fidani (2010) en Aquila en Italia y Whitehead & Ulusoy (2015) en Christchurch o Darfield en Nueva Zelanda, Lira (2021) en Ecuador y más recientemente Santillán (2021) en México.
Posibles mecanismos naturales y contextos geográficos, geológicos y sismo/tectónicos vinculados con la generación de fenómenos sónicos y/o lumínicos
Sobre la formación de los fenómenos sónicos cabe señalar que: “estos retumbos son normales y suceden cuando los hipocentros son superficiales, ya que la energía sísmica de alta frecuencia, que viaja en forma de ondas elásticas, se transforma en ondas sonoras al pasar a la atmósfera” (RSN, 2003, p.1). Para Zheng (1986), estas manifestaciones sónicas pueden ser catalogadas como “geosonidos” precursores de grandes terremotos, los cuales han sido reportados en China y otros lugares del mundo, además de forma cosísmica en otras áreas como en la zona de la falla de San Andrés en Estados Unidos siendo de dos a tres segundos previo al inicio del terremoto.
Además, para Tosi et al, (2000), las manifestaciones sónicas o “los sonidos de terremoto” se escuchan durante o inmediatamente antes de un evento hasta varios kilómetros alrededor de la zona epicentral. Además, señalan que las manifestaciones sónicas es un fenómeno complejo e íntimamente relacionado con la fuente del evento, el suelo, el aire; la presencia de objetos y factores humanos (umbral de audibilidad y ruido antrópico).
Fidani (2010), menciona que los fenómenos lumínicos se deben a la recombinación de cargas, y de los siguientes efectos físicos ligados con: potencial de transmisión, efecto piezoeléctrico, vaporización de poros de agua y roturas como por cargas eléctricas localizadas. Por otro lado, sobre las luces de terremoto Theriault et al, (2014), señalan que la denominada teoría de: “los huecos positivos de electrones” (electrones portadores de cargas altamente móviles), podría explicar no solo las luces de terremoto, sino también otros fenómenos asociados con la actividad sísmica. Lo anterior es similar a lo expresado por Florinsky (2016), el cual menciona que, durante los procesos de preparación de los terremotos, el aumento de los esfuerzos litosféricos locales y regionales pueden conducir a fenómenos de naturaleza mecánico/eléctrica.
Además, para Ouellet (1990), estos controvertidos fenómenos han sido vinculados a las características geológicas y procesos tectónicos subyacentes a la manifestación sísmica de los terremotos. Adicionalmente para Florinsky (2016), las luces sísmicas (“EQLs”) pueden ocurrir en la atmósfera sobre las áreas del epicentro de los terremotos, así como en las fallas adyacentes antes y durante los terremotos. Así mismo Thériault et al, (2014), sugieren un modelo tectónico orogénico interplaca de tipo: entorno andino con la zona de subducción es un contexto geológico y tectónico relativamente cercano de la costa es un ambiente propicio para la formación de estos fenómenos, cabe señalar que este es muy similar al de Costa Rica (Figura 7).
En este modelo de Thériault et al, (2014). (Figura 7), las cargas pueden ser inducidas por el estrés (S) tectónico, siendo generadas antes y/o durante un sismo, cabe señalar que el área de la fuente de estrés (S) está generalmente ubicada dentro o adyacente a una zona de subducción o sector antearco (región A), y/o bien tierra adentro dentro de un sector tras arco, en presencia de estructuras tectónicas extensionales tipo: paleorift, graben o depresión tectónica (región B).
Por su parte para Persinger y Deer (1985) y (1990), Florinsky (2010) y (2016), las luces de terremoto se observan con frecuencia cerca de fallas tectónicas activas y valles de ríos también controlados por fallas durante eventos sísmicos menores (Mw < 2) algunos casos con días o meses antes de un terremoto más fuerte. Además, Thériault et al, (2014), indican que la posible presencia de fallas subverticales profundamente penetrantes, parecen formar una característica tectónica común, ocupando un papel, pasivo o activo, en la propagación la formación de “EQLs”.
Finalmente, Thériault et al, (2014), también indican que estas cargas, causantes de los posibles fenómenos lumínicos, mientras se propagan lejos del hipocentro, estarán sujetas a dispersiones y/o bien a lo largo de su camino, eventualmente llegarán a ser preponderantes en áreas de alto relieve topográfico o adyacentes a fallas subverticales (Figura 7).
Descripciones y clasificaciones de manifestaciones lumínicas del tipo: “EQLs”
Fidani (2010), identifico y catalogo en su vasta investigación: luces difusas de colores rojizos, serpentinas de un color rojizo oscuro o amarillo, vapores luminosos de color amarillo, violeta y/o rosa sobre las crestas de las montañas, bolas de fuego centimétricas hasta de un metro (meses antes del terremoto), nubes luminosas de diferentes colores, grandes y pequeños destellos también cercanas a áreas montañosas, descargas eléctricas, finas tiras de luz, columnas de fuego también documentadas por Galli (1910) en la misma área geográfica que en el año 1461, además de flamas de hasta de 10 m de altura por cinco a veinte segundos sin producir ruido alguno.
Por otra parte, para Tsukuda (1997), las fuentes luminosas asociadas con sismicidad se pueden clasificar, mediante su morfología, en cuatro seudoformas de: “relámpago”, “escudo”, “abanico” y “cinturón”.
Construcción de narrativas como parte de la interpretación sobre sucesos naturales históricos
Para Vitaliano (2007), en el pasado se han invocado mitos para explicar los procesos geológicos en particular aquellos que se manifiestan con violencia, como terremotos, erupciones volcánicas e inundaciones. Por otra parte, para Florinsky (2016), los mitos y leyendas locales pueden contener información verificable sobre eventos geológicos reales del pasado, esto permite realizar investigaciones que combinan experiencia y métodos de geología, historia, arqueología, antropología y otras ciencias.
Además, para Chavarría (1982), las leyendas muchas veces relatan hechos que han ocurrido en tiempos remotos y que la fantasía los ha alterado hasta que adquieren un carácter maravilloso. Donde los móviles de esos relatos son, principalmente, de corte religioso o histórico. Adicionalmente para Masse et al, (2007) existen categorías de mitos se basan sobre la observación de determinados fenómenos naturales y eventos relacionables tanto en el espacio como en el tiempo, presentando varios tipos de evidencia física de un evento histórico. Finalmente, Florinsky (2016), menciona que las “EQLs” son conocidas en todas las culturas, donde la percepción e interpretación subjetivas de las mismas dependen de los estereotipos religiosos, culturales de un individuo y una sociedad. Conformando los sitios de observación de “EQLs” muchas veces lugares posteriores de culto, iglesias y monasterios; involucrando aspectos de interpretación “espirituales” (Derr y Persinger, 1989).
Marco metodológico
En una primera etapa metodológica (I) se realizó un estudio sobre principales investigaciones asociadas con manifestaciones sónico y lumínicas del tipo “EQLs” a nivel mundial, seguidamente se identificaron y establecieron las principales características asociadas con sus respectivos contextos geográficos, geológicos, y sísmico/tectónicos (Fig.8).
También, para esta etapa inicial (I), se procedió a una búsqueda exhaustiva y compilación de narrativas ligadas con fenómenos sónico/lumínicos en Costa Rica, lo cual comprendió un total de 13 narrativas a nivel nacional. En una segunda etapa (II) se procedió a una clasificación del tipo de narrativas en: reportes (A), leyendas (B) y relatos (C), seguida de una subclasificación por el tipo de manifestación descrita entre: sónicas, lumínicas o mixtas.
La tercera etapa (III) implicó la implementación de Sistemas de Información Geográfica (SIGs) con software libre: QGIS, y el uso capas de información vectorial e imágenes georreferenciadas, para la identificación los relieves geográficos asociados, así como una agrupación geoespacial de las narrativas en tres extensas zonas geográficas de Costa Rica: Litoral Pacifico, Área Central y Litoral Caribe (Fig. 1). También de los contextos geológico y sísmico/tectónicos asociados por cada sitio de narración, lo cual en conjunto fue un insumo para ser realizar las respectivas correlaciones e inferencias geoespaciales asociadas con las respectiva discusión y conclusiones obtenidas.
Resultados
A continuación, se presenta una tabla resumen (Tabla 1), con la clasificación de las diferentes narrativas y respectivos lugares investigados, así como su aparente tipo de manifestación asociada.
Clasificación de narrativas | Narrativas identificadas | Tipo de aparente manifestación |
---|---|---|
Reportes (A) | valle de Orosi, Cartago, años 2003 y 2013 (A1) | I. Sónica. |
Golfito, Puntarenas, año1983 (A2) | II. Lumínica | |
Buenavista, Pérez Zeledón, San José, año 1983 (A3) | I. Sónica. | |
Matina, Limón, año 1798 (A4) | I. Sónica. | |
Relatos (B) | Volcancillo de San Isidro, Cartago (B1) | I. Sónica. |
Cerro de la Trinidad San Marcos de Tarrazú, San José (B2) | I. Sónica. | |
Cerro Turrubares o Herradura, San Pablo, San José (B3) | I. Sónica. | |
Cerro Pelado, Cañas, Guanacaste (B4) | II. Lumínica | |
El Rincón, Paraíso, Cartago (B5) | II. Lumínica | |
Leyendas (C) | Cerro del Espíritu Santo, Alajuela (C1) | III. Mixta |
Cerro/Volcán Santa Lucía, Cartago (C2) | II. Lumínica | |
Cerro del Encanto o de las Cruces, Nicoya, Guanacaste (C3) | III. Mixta | |
Cerro del Tremedal, San Ramón, Alajuela (C4) | I. Sónica. |
Elaboración propia.
Correlación entre la ubicación geográfica y el contexto geológico asociado a cada narrativa
En el mapa de la Figura 9, se puede apreciar la correlación geoespacial entre la ubicación de las narrativas y respectivos sus contextos geológicos (Figura 9).
En el mapa anterior (Figura 9), se aprecian la correlación geoespacial entre los materiales geológicos y cada narrativa identificada, siendo estos material asociados con α3: Vulcanismo Mioceno (7 - 5 Ma), P-co: Sedimentos del Plio-Plistoceno, α3: Vulcanismo del Mioceno (7 -5 Ma), β2: Basaltos Toleíticos (140 a 88 Ma), β3: Basaltos Toleíticos (70-40 Ma), α3: Vulcanismo del Mioceno (7 - 5 Ma), α2: Vulcanismo Mioceno (29 - 7 Ma), α2: Vulcanismo Mioceno (29 - 7 Ma), α2: Vulcanismo del Mioceno (29 -7 Ma), α9IV: Vulcanismo del Pleistoceno (<0.2 Ma), β2: Basaltos Toleíticos (140 a 88 Ma), γ3: Intrusivos del Mioceno (11.5 - 9 Ma) y α9IV:
Vulcanismo del Pleistoceno (< 0.2 Ma), además de la ubicación de cuerpos volcánicos y aparentes relictos (Ortiz & Montoya, 2014). Cabe señalar que es posible apreciar, preliminarmente, una mayor preponderancia de materiales volcánicos conformando los contextos geológicos asociados con cada narrativa.
Correlación geoespacial entre el contexto tectónico y la ubicación de cada narrativa investigada
En el mapa de la figura 10, es posible visualizar la correlación geoespacial entre las principales estructuras tectónicas cuaternarias (neotectónicas) así como terciaras, y la ubicación geográfica de cada narrativa investigada.
Es evidente la correlación geoespacial entre las narrativas y el Cinturón Deformado del Centro de Costa Rica (CDCR), el cual concentra una mayor presencia de fallamiento tectónico cuaternario o geológicamente reciente (neotectónico). El restante de narrativas se localiza cercanos al Cinturón Deformado del Norte de Panamá (CDNP), dentro de la Placa Caribe, misma que es subducida por la Placa del Coco, todo lo anterior al NE de la zona de subducción localizada en el fondo del Océano Pacifico de nuestro país.
Correlación geoespacial entre el registro sísmico histórico y la ubicación de cada narrativa investigada
En el mapa de la figura 11, es posible visualizar la correlación geoespacial entre los principales sismos históricos documentados entre los años: 1638-2014 y la ubicación geográfica de cada narrativa investigada (Figura 11).
En la figura anterior, se visualiza una alta correlación geoespacial entre sismos históricos documentados y las diferentes narrativas investigadas.
Correlación geoespacial entre el registro sísmico histórico y la ubicación de cada narrativa investigada
Seguidamente se presenta el registro sísmico instrumental de la Red Sismológica Nacional (RSN, 2021a) entre los años 1975-2017 (Figura 12), para Costa Rica.
En el mapa anterior (figura 12), se observa una alta correlación geoespacial entre las narrativas investigadas, las principales estructuras tectónicas del territorio nacional y la densidad de actividad sísmica (Mw: 3-7.7) asociada.
Conclusiones
Desde el punto de vista geográfico se infiere que la gran mayoría de las narrativas investigadas se localizan en el Litoral Pacífico y el Área Central de Costa Rica. Particularmente en relieves topográficos positivos vinculados con elementos orográficos tales como: cordilleras, montañas, cerros, colinas o bien en sectores con fuertes contrastes del relieve local relacionados con la proximidad de valles, también relacionados con la proximidad de fallamiento o alineamientos neotectónicos. Además, es notorio la relación con regímenes tectónicos extensionales como: el valle de Orosí o bien la llamada “depresión tectónica de Ujarrás” (Montero et al, 2016). La restante cantidad de narrativas se vinculan con fuertes transiciones del relieve montañoso hacia áreas costeras (ej. Matina y Golfito).
Complementariamente existe un vínculo señalado por Thériault et al, (2014) y Freund (2019), sobre la correlación de fallas tectónicas propias de entornos de “rift o “graben”, caracterizados por una tectónica extensional y las “EQLs”, lo cual podría potenciar la formación de posibles inestabilidades plasmáticas vinculadas con la aparición de fenómenos lumínicos “EQLs”. También Persinger and Deer (1985) y (1990) hacen hincapié en la relación de la cercanía geoespacial del fallamiento tectónico y las luces de terremoto.
Un aspecto de suma importancia es la configuración tectónica del territorio nacional la cual se adapta al modelo tectónico y de sísmico, de la figura 7, planteado, teóricamente, por Thériault et al, (2014), como un entorno propicio para la formación de “EQLs”. Que en el caso de Costa Rica se relaciona con esfuerzos tectónicos ligados al área de subducción (Litoral Pacífica) así como también por el fallamiento cortical local a lo interno del país (Área Central y Litoral Caribe), el cual posee, entre otros, esfuerzos tectónicos extensionales formadores de relieves negativos (valles, calderas, cuencas de extensión, etc.).
Cabe destacar que en esta investigación se descarta, en todos los sitos de narrativa, cualquier actividad volcánica cercana o en in situ, geológicamente reciente, incipiente y/o de magnitud reducida que haya logrado ser documentada y que pudiera sustentar científicamente alguna de las interpretaciones seudocientíficas sobre alguno de los tres tipos de fenómenos descritos (lumínicos, sónicos o mixtos) dentro de las narrativas.
A lo anterior se suma que en los casos de erupción o inicio de una, existió una gran cantidad de testigos oculares, sumados a los registros documentales formales, donde fueron muy comunes las comunicaciones dirigidas a autoridades políticas y religiosas, ejemplos de esto se observa en varios reportes de afectación por amenazas naturales compilados por González (1910).
Respecto a lo anterior, son los volcanes: Irazú y Turrialba, las únicas estructuras volcánicas más cercanas, a las narraciones investigadas, que han presentado manifestación volcánica en tiempos geológicos recientes (<10 000 años); sin embargo, ambas están alejadas, como mínimo, 15 km de cualquier narrativa.
La totalidad de narraciones fueron agrupadas en tres grandes áreas geográficas que poseen una fuerte correspondencia geoespacial con estructuras tectónicas regionales, siendo un alto porcentaje de estas narraciones relativas al Área Central de Costa Rica y asociables geoespacialmente con el Cinturón Deformado del Centro de Costa Rica (CDCCR). Las ubicadas en el Litoral Caribe con el Cinturón Deformado del Norte De Panamá (CDNP) y la mayoría de las localizadas en el Litoral Pacífico asociado con la proximidad de la zona de subducción de placas Cocos-Caribe.
Adicionalmente, cabe señalar que la configuración geográfica de Costa Rica permite que una gran porción del país, y por tanto de la mayor cantidad de los sitios de las narrativas, se encuentren relativamente cerca (< 100 km), de la zona de subducción tectónica de placas Cocos y Caribe, aspecto importante y observado en muchos casos sobre fenómenos de “EQLs” como los documentados por Thériault et al, (2014).
En la totalidad de narrativas sobre manifestaciones sónicas se comprueba lo señalado por Tosi et al. (2012), acerca de que la generación de sonidos cercanos la zona epicentral de los sismos es un resultado de la propagación de ondas de aire producidas, debido al fuerte movimiento del suelo, donde influye la radiación producida por fuentes secundarias tales como la existencia de frentes montañosos.
Además, existe una marcada correlación geoespacial de todas las narrativas con respecto a la cercanía de estructuras tectónicas locales por fallamiento cuaternario o neotectónico (< 10 000 años), con un 69.3 % de la totalidad de narrativas con separaciones iguales o menores de 1 km y para un 30.7% restante con distancias menores a 6 km.
También, se aprecia que la distancia mínima (km) de las narrativas de los epicentros de sismicidad registrada históricamente (terremotos) fue menor a 10 km en ocho narrativas, no superando los 16 km en las restantes. Además, en el registro instrumental de sismos de la RSN, entre los años 1975-2017, se puede observar que las distancias mínimas de los epicentros fueron menores a los 2 km de separación. (km) respecto a los sitios de narrativas investigadas para sismos con Mw > 3.5
Otro importante resultado, usando información geológica de Krushensky (1972), Denyer y Arias (1991), Aiazzi et al, (2004), Denyer y Alvarado (2007), Alvarado (2008), Denyer et al, (2014), Huapaya y Rojas (2012) y Sojo et al, (2017), revela que los materiales geológicos superficiales e identificados para la totalidad de las narrativas, corresponden en un 7.7% con rocas magmáticas, un 7.7% con rocas y sedimentos volcánicos, otro 7.7% con rocas sedimentarias y un 7.7% con sedimentos cuaternarios, siendo un mayor porcentaje (61.5%), con rocas volcánicas (basaltos y/o andesitas), concordando con Thériault y otros (2014) respecto a la preponderancia de rocas ígneas volcánicas, con composiciones preferentemente máficas (ej. basaltos) y ultramaficas. como las rocas de mayor potencial para la producción de “EQLs”.
Un aspecto de interés es que si bien se comprueba que existe un relativo grado de correspondencia geoespacial entre los epicentros de sismicidad histórica e instrumental y los sitios de las narrativas sobre posibles “EQLs” investigadas; sin embargo, no en todas las narraciones se logró percibir o documentar algún tipo sismicidad. Lo anterior puede corresponder con lo descrito y ejemplificado por Ouellet (1990) para Saguenay (Canadá) en el año 1989 acerca de la influencia lejana de epicentros y bajas magnitudes sísmicas (casi imperceptibles), pero que implicaron reportes de “EQLs”. De igual forma Tosi et al, (2012), señalaron lo mismo para casos de manifestaciones sónicas, donde no necesariamente se logró percibir la sismicidad asociada, por parte de testigos.
Por otra parte, cabe mencionar que, según la literatura, se identificó un factor que podría influir en la imposibilidad de poder establecer, reportar o describir, de forma frecuente, manifestaciones sónicas y/o lumínicas del tipo “EQLs” previo, durante o después de actividad sísmica, y es que este tipo de procesos naturales pueden darse de forma desfasada durante períodos de días, semanas y hasta meses antes de un sismo o terremoto que cumpla con condiciones especiales en su contexto, como consecuencia de acumulaciones o descargas parciales escalonadas de esfuerzos en la corteza terrestre.
También se debe de considerar que el poco registro documentado y sistemático de manifestaciones: lumínicas, sónicas o mixtas vinculadas con actividad sísmica y/o en áreas geográficas de contextos tectónicos particulares, puede deberse a la poca compresión sobre su origen, ya que en una buena parte de las narrativas los fenómenos observados fueron interpretados como una potencial actividad volcánica, también implicando culturalmente y en un plano metafísico, una posible condición de castigo o amenaza como consecuencia de pecados realizados por parte de los testigos. Este último aspecto está asociado según Mora y Peraldo (2011), con el concepto de la fenomenología especulativa, la cual puede explicarse como la intención de abstraer un evento para así obtener su información medular o esencia a partir de hipótesis extraídas de las vivencias cotidianas que construyen percepciones.
Por lo tanto, la interpretación negativa de fenómenos sónico, lumínico o mixtos, bajo una óptica negativa asociada con el miedo, la culpa o la vergüenza podría haber causado la separación del registro oral y/o escrito de una gran cantidad de narrativas, siendo entonces “rescatadas” aquellas, como en la mayoría de las recabadas, donde el aspecto negativo asociado con la interpretación del fenómeno (ej. una erupción volcánica), es evitado o superado por la fe, expiación o misericordia divina.
Lo anterior puede verse reflejado, según el historiador y párroco M. Benavides (comunicación personal, 30 de junio de 2020), en el hecho de que en varios sitios donde se han reportado aparentes fenómenos lumínicos y/o lumínicos exista una evidente correspondencia con cimas de cerros, montes o montañas de Costa Rica, y donde: “Por lo general en todos ellos se colocó una cruz”.
Entre otras principales razones que podrían haber favorecido el no reporte y/o subregistro de manifestaciones sónico/lumínicas están: la carencia de testigos presenciales debido a lo puntual y breve de las manifestaciones naturales, que son asociables a “eventos inusuales y transitorios de espacio-tiempo” (Persinger y Lafreniere, 1977), también por el aislamiento geográfico de las mismas (zonas montañosas), la hora en que suceden (ej. madrugada), o bien que fueron de día donde y no se lograron apreciar ciertos tipos de “EQLs”.
Además, otras causas pueden ser el corto periodo y carencias en el registro humano, tanto oral y escrito, comparativamente con el tiempo de los procesos geológicos locales, regionales y planetarios. La posible aparición de fenómenos lumínicos y sónicos en momentos históricos con densidades demográficas, implicando menos presencia de testigos. Por último, también suma la electrificación de cada vez mayores áreas geográficas del territorio nacional lo que pudo haber favorecido la confusión de las manifestaciones sónicas y/o lumínicas con averías, explosiones y daños eléctricos simultáneos debido al movimiento de sismos y terremotos.
Finalmente se logra establecer una fuerte correspondencia de los fenómenos lumínicos, sísmicos y de naturaleza mixta para las narrativas investigadas con otros documentados histórica y científicamente, en diferentes lugares del planeta, los cuales han sido registrados como parte de manifestaciones naturales de origen sismo/tectónico, esto a pesar de que el tema de las “EQLs” han permanecido en un área poco investigada o “oscura” de la sismología (Derr, 1973).
Todo lo anterior sugiere la necesidad de registrar, profundizar, sistematizar y depurar toda la información derivada de narrativas que incluyan manifestaciones sónico/lumínicas como las aquí investigadas, las cuales podrían coadyuvar con una mejor compresión científica de la tectónica y actividad sísmica derivada en nuestro país