Introducción
Entre las causas que aportan a la variedad de situaciones que presentan las tierras ocupadas por los grupos rurales, tanto criollos como indígenas en la región NOA, se encuentran las distintas tradiciones agrícolas o extractivas específicas llevadas a cabo por cada grupo, por la presencia más o menos intensiva del turismo y también por diferencias en los procesos históricos de ocupación de estas tierras. Sin embargo, a modo general podemos decir que los grupos asentados en la denominada zona de transición de Salta presentan como aspecto fundamental de sus economías la relación con las ciudades aledañas, sus habitantes y sus comercios.
En los últimos años han surgido en Argentina y en la región distintos enfoques de gestión e investigación orientados al estudio acerca de la necesidad de generar distintas estrategias para el desarrollo socioeconómico de las regiones y comunidades menos favorecidas del país, así como el bienestar de los grupos humanos que conforman el mismo. Si bien desde la década de 1950 el pensamiento latinoamericano produjo contribuciones relevantes al estudio del desarrollo social, como el paradigma del estructuralismo de la CEPAL y las teorías sobre la dependencia (Sonntag 1988), lo cierto es que cada vez es más fuerte la subordinación del sistema de conocimiento actual a la lógica del mercado, donde el desarrollo tecnológico se encuentra estrechamente ligado a la concentración del capital, convirtiendo de esa manera el conocimiento en un instrumento de poder y dominación. En este contexto surgen en nuestro país en los últimos años una serie de proyectos destinados a mejorar las condiciones de vida de grupos rurales en la mayoría de los casos, los cuales se encuentran en situación de marginalidad económica, política y social y no son alcanzados por los planes o programa de asistencia pública. En este sentido, surgió la posibilidad de presentar un proyecto estratégico para desarrollar tecnologías sociales orientadas a la inclusión social en sectores desfavorecidos del NOA, buscando articular los saberes de las comunidades locales con los conocimientos técnicos con el fin de que dichos grupos humanos lograran integrarse a circuitos de intercambio
Experiencias de la diversidad
Históricamente nuestro país ha invisibilizado y no se ha hecho eco de las necesidades de las comunidades rurales, la mayoría de las cuales viven en condiciones extremas, no obstante lo cual se dedican con sacrificio cotidiano a la búsqueda de beneficios y mejoras para sus comunidades. La dificultad que suele presentarse con los planes y proyectos de ayuda destinados a estos grupos es que no tienen en cuenta la lógica que las propias comunidades rurales ponen en práctica para tomar decisiones en relación a la productividad, lógica que difiere de la racionalidad característica de la economía globalizada y capitalista actual, sedienta de lucro. Creemos que es justamente por esta razón por la que los proyectos orientados a fomentar el desarrollo de los grupos rurales no logran alcanzar el impacto esperado. Por este motivo, desde el comienzo de este proyecto planteamos la necesidad de tener en cuenta la lógica económica de los grupos rurales, sus saberes y técnicas, todo lo cual aportaría a una mejor comprensión de los parámetros empleados por los campesinos para tomar decisiones productivas en conjunto.
Durante la investigación transitamos por distintas aldeas en las proximidades de Tartagal, Yacuy y Piquirenda y viajamos también con personas de esos lugares para otras áreas ya fuera en la misma provincia, como fuera del país. Esta posibilidad de cruzar las fronteras locales nos permitió reconocer una variedad en los estilos de organización de las actividades y de las relaciones en el seno de los grupos de parientes. Ciertamente también pudimos reconocer algunas continuidades, lo que nos llevó a considerar que los mismos problemas en relación a la economía doméstica podrían estar siendo tratados de diferente manera de acuerdo los diversos estilos locales o personales de abordar esas situaciones .
Frente a esta diversidad encontrada, en este espacio enseñamos los obstáculos que se nos presentaron a partir de una investigación en la cual nos propusimos la posibilidad de implementar un proyecto social de mejora para los grupos campesinos de la provincia de Salta. Entre las características que presenta el área se encuentran una diversidad de municipios rurales que presentan escasa infraestructura, destacándose la falta de red de gas natural, la precariedad del tendido eléctrico y la falta de manutención de las rutas y vías que comunican el territorio. En relación a la precariedad eléctica, las estimaciones de la ONU indican que en todo el mundo casi una de cada cinco personas no tiene acceso a servicios de electricidad modernos y aproximadamente tres mil millones dependen de la biomasa tradicional para cocinar y calentarse. Por esto y por otras cuestiones, la energía resulta fundamental para el desarrollo sostenible , siendo un desafío contar con fuentes de energía, con lo cual se hace necesaria la investigación de proyectos que consideren no solo la política energética en relación a las actividades desarrolladas en estas comunidades, sino en relación al ahorro energético.
En el plano sociopolítico esta población presenta, además, altos niveles de pobreza. En este sentido, la disponibilidad y el acceso a la energía en zonas rurales es clave para asegurar el bienestar de las familias rurales. Además, contribuye para mejorar la calidad de vida y el desarrollo productivo en los territorios. Gran parte de los grupos rurales de esta zona, zona de transición, se dedican a la diversificación de los cultivos, es decir que no se abocan solo a la ganadería o el algodón sino que también plantan, en algunos casos, árboles frutales . A pesar de esta diversificación, las actividades no alcanzan para que las comunidades lleven una vida sin apremios y una dieta alimentaria equilibrada. Justamente para hacer frente a esta situación el proyecto original buscaba diseñar alternativas que permitieran incrementar el volumen de los cultivos que las comunidades llevaban adelante para lograr un excedente y destinarlo para el intercambio y complemento alimentario. Se pensó para ello la realización de viveros, la plantación de flora exótica o nueva, así como la ampliación de la plantación de árboles frutales, algo que ya se venía realizando en algunos casos . Solo la última opción, la introducción de más árboles frutales a los sistemas productivos tuvo éxito. La estrategia entonces, era introducir frutales en todos los casos como una alternativa a las sequías, lluvias o inundaciones y a los altibajos en los circuitos de intercambio locales. Cabe aclarar que la construcción de alternativas para alcanzar el objetivo propuesto, teniendo en cuenta la sustentabilidad social y económica, representó una negociación no exenta de conflictos. Una vez superada la primer etapa estábamos convencidos que esta estrategia era buena y conveniente para los distintos colectivos de gente. Sin embargo con el tiempo nos dimos cuenta de que para aquellos que no tenían árboles de antemano, estos eran considerados más bien como adornos que como un componente que diversificara su productividad.
Heterogeneidades presentes
Como adelantamos previamente, pudimos observar cierta diversidad en la forma de organización al interior de los grupos, algo que en la mayoría de los proyectos no es tenido en cuenta, más bien se consideran a los colectivos rurales como un todo homogéneo. En cuanto algunos grupos de parentesco pudimos observar que tendían a organizar sus actividades sobre el modelo de la familia extensa, con una forma centralizada de producción y consumo concentrado en el matrimonio de más edad. Por otro lado, otros grupos de parientes actuaban de manera diferente, donde los miembros más adultos de la comunidad no tenían el “peso” que sí tenían en otro lugar. En otros casos, donde grupos más numerosos conformaban algunas aldeas, estas se encontraban organizadas política y económicamente en torno a un líder que, entre otras cuestiones, controlaba las actividades económicas, la distribución de los recursos y la mediación con otros sujetos de la sociedad salteña de las ciudades más importantes de la zona. Esta estructura se nos hacía más evidente cuando nos encontrábamos en contextos menos extensos de parentesco e incluso, entre los grupos que tenían estas características la circulación entre las áreas y la residencia en distintos lugares aparecía como una estrategia bastante difundida.
En relación a esto, para reflexionar sobre los resultados de esta experiencia debemos tener en cuenta que las distintas comunidades rurales con las que entramos en contacto en el NOA, en su mayoría, hace años que han diversificado sus cultivos para intentar aprovechar las oportunidades productivas. Con estos grupos pudimos jugar un rol motivador, a diferencia de lo que nos ocurrió con aquellos que no lo habían hecho, ya que nos encontramos con la dificultad del sentido que los árboles tenían para ellos, del significado que les otorgaban. En este último caso, el interés en los árboles solo surgió al momento de la maduración de los mismos. Casi en paralelo tuvimos que hacer frente a un obstáculo que no habíamos contemplado, que eran los conflictos familiares presentes. En las comunidades en las cuales existían conflictos muy marcados, fue sumamente difícil programar actividades y capacitaciones en el manejo de los recursos pues la trama de los conflictos internos inundaba todo tipo de actividad que se quisiera desarrollar . Al mismo tiempo, no tuvimos en consideración el peso del acceso a fuentes de energía, ya que habitualmente cuando se habla del empleo de la energía se suele hacer referencia a los beneficios ambientales de su uso y se desestima cómo contribuyen con el desarrollo rural, particularmente en lugares con infraestructura deficitaria, como el caso estudiado.
Estas situaciones nos llevaron a replantearnos el abordaje del proyecto, necesitábamos darle un giro a nuestra propuesta, en la que habíamos invertido tiempo, capacidad técnica y dinero, para lograr el interés y la participación de las personas al proyecto. El reto consistía en buscar una manera lo suficientemente flexible para llevar adelante el proyecto y para ajustarse a los cambios en los intereses de los distintos sujetos de las distintas comunidades rurales . Era fundamental el capital social para construir una base de confianza y facilitar la acción colectiva. Buscamos entonces contribuir al fortalecimiento no solo en el planeamiento de las estrategias o alternativas, sino también en la toma de decisiones a nivel colectivo y en garantizar en la medida de lo posible, la generación de beneficios extra por sobre los riesgos que se asumían.
Con esto aprendimos que poner en marcha distintas alternativas en pro del desarrollo rural y la sustentabilidad socioeconómica significaba que debían estar consensuadas con los beneficiarios, previamente negociadas, para que no fueran consideradas una imposición de afuera, un modelo a seguir ideado por los técnicos o el equipo de investigadores, más allá de buscar el bienestar de las comunidades . Por el contrario, la alternativa a implementar debería ser aquella que surgiera de la negociación entre el equipo y los beneficiarios, donde se ponderaran las propias capacidades y conocimientos locales, sin ser dejados de lado en detrimento de modelos predeterminados. Finalmente, como veremos a continuación, en aquellos lugares donde se dio una participación activa de las comunidades locales y donde se tuvieron en cuenta y se aprovecharon sus propios saberes y técnicas, se generaron oportunidades más enriquecedoras para pensar y diseñar alternativas al contexto de marginalidad social en el que se encuentran estos grupos campesinos.
En el caso de algunos grupos indígenas podíamos observar que sus cultivos y en algunos casos aquellos que incorporaron frutales, los mismos se encontraban bajo los cuidados de alguna familia o de alguien a quien le “gustara plantar”, presentando por lo general una producción bastante restringida. En algunos casos, esta producción estaba destinada al cacique, y en otros casos donde los grupos eran más numerosos, eran destinadas a la comunidad. En estos casos se presentaban distintos problemas, por un lado la falta de interés de participar de redes informales de intercambio, ya que trabajaban para el sustento de sus propias familias nucleares, y por otro lado, los que no vivían en comunidades mayores no encontraban interés en trabajar de forma comunitaria.
Transformar un problema en una posible solución
Entre las características principales de esta investigación se encuentran el hecho de constituirse en un estudio exploratorio, descriptivo e innovador cuyos resultados parciales nos hicieron hacer un alto en el camino y darle un giro al proyecto inicial, tal como estamos volcando en este espacio .
Para relevar los datos de primera mano nos valimos de la observación participante y de la realización de entrevistas a distintos actores sociales. De la misma manera realizamos un relevamiento de información en distintos medios de comunicación local así como en instituciones públicas. Al momento de realizar el análisis de todo el material relevado, fuimos conscientes que abordar la situación de las comunidades rurales asentadas en el departamento de San Martín de la provincia de Salta, implicaba dejar de lado una perspectiva unilineal o unidireccional. Por el contrario, era necesario tener en cuenta distintos puntos de vista para entender las distintas formas de desarrollo de estas comunidades, marcadas por coyunturas históricas, sociales y políticas específicas y al mismo tiempo configuradas en una trama de negociaciones constantes entre los distintos actores involucrados a nivel local y regional. Al respecto era menester tener presente que esta zona geográfica del Norte de nuestro país se caracteriza por condiciones climáticas extremas a lo que hay que agregarle la falta de infraestructura para el tendido eléctrico, como mencionamos previamente, y el acceso limitado a fuentes de energía tradicionales. En este contexto entonces se volvía necesario capacitar a los grupos rurales no solo en la plantación de los nuevos frutales y demás especies, sino también en el aprovechamiento de la energía, que hacía posible que se extendiera la vida productiva del día más allá del atardecer, resultando en un mejoramiento de la calidad de sus productos.
Al mismo tiempo, el interés, gusto diferenciado o la habilidad entre las distintas personas en relación a los frutales y a la posibilidad de expandir sus cultivos, se traducía en una variedad en la organización de las prácticas. Por esta razón creemos que las formas de construcción del “desarrollo” rural y lo que se entiende por dicho concepto son el resultado de la interacción de una diversidad de actores entre los que podemos mencionar a los sujetos sociales, al ambiente, las costumbres culturares, los saberes locales, las instituciones gubernamentales, entre otros. Como mencionábamos anteriormente, buscamos redefinir nuestra propuesta desde un enfoque dinámico y flexible que pusiera en foco la existencia de esta pluralidad de sentidos y significados que adquirieron los distintos procesos de desarrollo de las comunidades rurales para los actores involucrados muchas veces con intereses y estrategias de acción con lógicas diversas. Buscamos orientar a lo largo del proyecto una serie de estrategias, ideas, técnicas que no entraran en contradicción con ninguna de las lógicas involucradas, sino que nos permitiera aprovechar al máximo las voces y experiencias previas de los actores para contribuir a la expansión de las actividades productivas de los grupos locales que en definitiva significaban una mejora en la calidad de vida de todas las familias involucradas.
La selección de la estrategia que consistía en la plantación y diversificación de frutales se realizó en el marco metodológico de lo que implica una investigación cualitativa, donde pusimos primer plano el sentido propio de los actos, vínculos y de las estructuras sociales. Creemos que los instrumentos de la investigación cualitativa presentan la ventaja de poder ser continuamente ajustados a las finalidades de la investigación, corregidos y readaptados durante el proceso del trabajo de campo, por lo que su empleo exige una actitud de apertura y flexibilidad, la capacidad de observación y de interacción con los actores sociales envueltos y el esfuerzo teórico de fundamentación presente en cada etapa (Minayo, 2004). Este enfoque nos permitió recuperar la relevancia de las distintas formas de ver y entender el mundo para los grupos rurales, priorizando los puntos de vista emic, es decir, los significados que la realidad tiene para los individuos y la manera en que estos se relacionan con las prácticas observadas.
La comunicación adquirió un papel fundamental en tanto instrumento de reproducción y producción del mundo social (Vasilachis de Gialdino, 2008), de acceso a las representaciones e interpretaciones locales. Para abordarla empleamos el clásico procedimiento de entrevistas y diálogos espontáneos. Si bien con una pequeña dosis de estructuración a partir de una guía que facilitara la apertura de las personas, nos permitió llegar a una posterior profundización, contribuyendo a desentrañar el punto de vista de los campesinos de San Martín, sus valores frente a los hechos, alternativas y riesgos a asumir. La entrevista abierta, al posibilitar una cierta libertad para el diálogo nos permitió obtener información sobre acontecimientos pasados y presentes así como rescatar la experiencia de los actores y su punto de vista. Lo interesante de este método es que la información que surge a partir del diálogo es producto de esa interacción, en palabras de Ocampo y García, no existe de antemano ni yace en algún rincón escondido, esperando a que un arqueólogo de la memoria la descubra. La experiencia surge como información en la medida que el entrevistador y el entrevistado la crean a través de la relación que entablan durante una entrevista (Ocampo y García, 1987). Los diálogos espontáneos en distintos momentos y espacios nos permitieron además, tender puentes entre mundos culturales contrapuestos, el diálogo nos permitía activar con las preguntas o comentarios los recursos culturales locales, los sentidos de las prácticas (Sanmartín Arce 2000) .
En este punto, acercarnos a los puntos de vista de nuestro “objeto de estudio” nos puso cara a cara con la naturaleza de la interpretación así como con la frontera de la arbitrariedad, nuestra propia subjetividad presente en la relación dialógica nos hizo pasar por alto el hecho de que los informantes no nos estaban dando datos “rasos”, sino que en esa relación estaban comprometidos con nosotros en un vínculo subjetivo y asimétrico, donde el investigador muchas veces es visto como dominante en esa relación. Al hacer un alto y reflexionar sobre lo que estaba sucediendo, pudimos darnos cuenta que la situación de entrevistas implicaba cierta vulnerabilidad en el sentido de Makowski Muchnik (2000), es decir, que el contexto en el que se desarrollaba la conversación es problemático per se, ya que se constituye a partir de la confrontación de dos universos culturales diferentes. Solo cuando pudimos entender lo que ocurría y transformar así esa asimetría en una situación de diálogo de verdadera interacción, se creó un espacio compartido por ambos interlocutores.
Si bien como se puede observar, los cambios en la concepción y metodología del proyecto fueron introducidos sobre la marcha, de ninguna manera esto puede traducirse como falta de previsión, sino como expresión de versatilidad y capacidad de adecuar la estrategia a las experiencias sistematizadas en el camino para ser así más eficaces en lograr los objetivos del proyecto. Esta metodología de trabajo desarrollada “sobre la marcha” estaba empezando a dar sus frutos cuando entre los productores de granos se generó un interés por incorporar árboles, como lo estaban haciendo otros sujetos.
Para no concluir
En el análisis de la experiencia y de los obstáculos con los que nos encontramos, debemos considerar el rol que ocupan la multideterminación y la dimensión de los fenómenos sociales (Martín-Baró 1986, Quintal de Freitas 1994, Landini, Long et al., 2014), entre ellos el contexto particular de algunas comunidades rurales de Salta que influye de manera decisiva sobre el proceso de desarrollo rural de la región. Por esta razón nos pareció de particular relevancia tener en cuenta las representaciones, interpretaciones, formas de entender y conocer el mundo de estas comunidades, las cuales influyen de manera directa en las prácticas de intervención del ambiente, en la organización social y económica de la comunidad, así como en el funcionamiento de sus redes de intercambios. La principal conclusión de este trabajo es la necesidad de dar un giro a la propuesta técnica inicial llevada a las comunidades, ya que podemos decir que no alcanzó solamente con familiarizarnos con el potencial de los sistemas de producción locales, así como con sus limitaciones y con las lógicas de los productores para que se aceptara la oferta del proyecto. Sino que fue necesario que los productores se apropiaran, gradualmente, de los objetivos del proyecto, de las acciones e interpretaciones. Esto fue lo que permitió que empezaran a aportar sus propios saberes e ideas para experimentar sobre las propuestas ofrecidas. En este sentido, creemos que los frutales fueron asimilados en los sistemas de producción y economía del hogar por múltiples razones: abaratar costos de producción o consumo, obtener ingresos adicionales, diversificar sistemas de producción, manejar los riesgos del clima y mercado, conservación de recursos, valorización de la tierra, entre otros.
Aunque para la mayoría de las familias los árboles siguen siendo complementarios y secundarios a la producción de granos básicos , un escenario generalizado es la tendencia de sembrar árboles cerca de las casas por su valor de cambio, por la seguridad que significan frente al temor al robo, y no menos importante, por el goce de la sombra y frescura sobre todo en verano. Si bien la tendencia de los pequeños productores no se limitaba solamente a tomar decisiones que redujeran los riesgos climáticos, cuando los beneficios (no) esperados resultaban elevados, esos mismos productores se mostraron más dispuestos a aumentar el abanico de posibilidades productivas en relación a la plantación de frutales.
La intervención externa, como agente motivador y de revalorización de los conocimientos y técnicas locales, puede tener un papel importante si logra ser aceptada por los grupos rurales. Este papel puede enriquecerse en aquellos casos en los que pueda mejorar las condiciones de vida, las actividades de los grupos beneficiarios a largo plazo, una vez que el proyecto finaliza pero las innovaciones, las estrategias, los nuevos conocimientos quedan en el lugar y los beneficiarios pueden seguir implementándolos. Por esta razón, otra lección aprendida es que desde la perspectiva de la sostenibilidad del cambio tecnológico en el campo no hay que preocuparse u ocuparse tanto por la adopción de tecnologías sino por la capacidad de los campesinos para tomar decisiones adecuadas y experimentar, innovar y adaptar en el marco de sus propias lógicas culturales. Asimismo creemos que es necesario ofrecer distintas posibilidades de alternativas a seguir, entre las cuales se pueda elegir según la conveniencia a cada caso en particular, donde el acceso a la energía se vuelve un factor fundamental.
En definitiva debemos decir que este trabajo no busca solamente constituirse en una descripción de la experiencia, sino que busca recoger e incorporar la perspectiva de los sujetos sociales como actores participantes en el proyecto y la importancia de contar con fuentes de energía para generar electricidad, en este caso fuentes tradicionales de energía ya que los proyectos para implementar energías alternativas se encuentran con obstáculos en su realización e implementación. Intentamos dar cuenta de los obstáculos encontrados, así como de los intereses y puntos de vista de los actores, sus motivaciones, intereses, expectativas y lógicas de acción al participar de la experiencia.