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Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña

On-line version ISSN 1659-4223

REHMLAC vol.11 n.2 San Pedro, Montes de Oca Jan./Jun. 2020

http://dx.doi.org/10.15517/rehmlac.v11i1.39534 

Reseña

La Masonería en la Independencia de América. Tres siglos de fundación de la masonería simbólica (1717-2017), editado por Diana Elvira Soto, Miguel Ángel Puig-Samper y José Pascual Mora-García

Valeria Aguiar-Bobet1 

1Universitat Jaume I, España.

-

Tal y como aparece señalado desde el título elegido, la monografía reúne varios artículos en torno al complejo fenómeno de la masonería y su relación con la independencia de los países americanos, acontecimiento histórico cuyas facetas han sido estudiadas en numerosas ocasiones a ambos lados del Atlántico. Es más, es uno de los hechos históricos más discutidos tanto en los contextos en los que primó esta tesis por parte de la propia masonería y de los sectores antimasónicos, como por la historiografía de las últimas décadas. La conmemoración del tricentenario de la institución (2017) que con mayor ahínco ha abogado por la fraternidad entre personas y pueblos, y los aniversarios de los líderes de las revoluciones latinoamericanas a comienzos de este siglo, no han hecho sino reavivar una llama candente que, como bien ha reiterado el profesor Ferrer Benimeli en esta ocasión y en otras posteriores, aún sigue en debate, aún sigue abierta, mitificada, distorsionada y presente en los imaginarios colectivos. Eso sí, según la posición geoespacial, las mitificaciones en torno a la masonería presentan contrapuntos dispares.

En las costas españolas, el mito viene definido por la antítesis de la masonería, esto es, por el (ab)usado contubernio judeo-masónico-comunista, especialmente promulgado durante el periodo franquista. Y digo "especialmente pues incidió de forma tenaz en las mentalidades de los españoles hasta el punto de que aún hoy, la orden de los Hijos de la Viuda, continua servida con el apelativo de “secta”, “religión”, de una especie de “poder en la sombra” en la que los políticos y empresarios están inmersos y controlan todas las estructuras de la sociedad. En el mejor de los casos, esta representación morbosa de lo que es y de lo que pudo haber sido queda encumbrada por un halo de ignorancia permanente que ningún historiador ha podido traspasar, y lo peor es que ninguna publicación seria y contrastada ha sido lo suficientemente divulgativa o interesante—o convincente—para desterrar los mitos y el morbo mistérico, o para desplazar la imagen de la ficción literaria y fílmica que el Código Da Vinci y sobre todo los cuarenta años de repetición complotista por parte de la dictadura, supieron sembrar. Ya lo han dicho muchos autores, los mayores logros del franquismo fueron sus discursos. Y su bastante historiada manía a la masonería, fue uno de estos éxitos.

La historiografía actual, inversamente proporcional a la sobredimensión de la orden, ha subordinado su papel a un cierto olvido, a una cierta inexistencia que, con todo, no hace sino encumbrar a sus apologizadores, o bien que sean otros individuos, especialmente militantes de la masonería o sus detractores, quienes rellenen tales espacios. En el caso latinoamericano, como no podía ser de otro modo, parte de la literatura histórica también ensombrece o no advierte apenas su justo papel en la historia. Pero la antimasonería y los mitos en torno a esta sociedad transcurren en este contexto por diferentes derroteros. Y es que en el continente vecino, el mito presenta otras particularidades ajenas a la influencia del franquismo pero intrínsecamente asociadas al discurso antimasónico: la relación e incluso, la responsabilidad—desde un punto de vista tanto positivo como negativo (según cada suscriptor)— de la masonería (mejor masonerías) con los procesos de independencia de los países latinoamericanos. De nuevo desde la orilla del Viejo Continente, el “desastre” del 98, incluyendo Cuba, Puerto Rico y Filipinas, encumbraron, por así decirlo, el protagonismo absoluto de los masones y de la institución en los fenómenos independentistas aun sin tener en cuenta la diversidad de masonerías existentes en cada uno de los territorios (no solo española) y su presencia cronológica, y aun sin apreciar que, los individuos a título individual no representan en ningún caso—salvo que esté certificado por la logia—a la institución.

Tampoco la literatura americana es menos proclive a la deformación de la masonería como sujeto histórico, especialmente dejada en manos de sectores contrarios a la orden o de sus propios militantes, quienes desde el siglo XIX se han encargado de sobredimensionar su papel, especialmente el de sus patrióticos líderes, dentro de la institución. Y lo más importante de este punto es la ausencia de pruebas y la refutación de las fuentes históricas, esenciales en cualquier estudio histórico, es decir, la misma base que lo sustenta. Esta simple confusión en muchos de los casos, ha llevado a encumbrar y enaltecer el papel de la orden como primer motor y primer aval de la emancipación del yugo español en América, y con ello a sus máximos representantes. Por ejemplo, José Martí, Simón Bolívar, San Martín, Miranda y Mejía Lequerica, Joaquín Infante y otros muchos de cuya muestra este libro es partícipe. Una lista de próceres similares se confunden y difuminan en torno a sociedades patrióticas, logias que poco o nada tienen que ver con la masonería, y otras asociaciones e instituciones. El mito, por tanto, desde esa orilla, viene determinado precisamente por tal premisa: la sobrevaloración y sobredimensión del papel de las masonerías y los masones en las independencias, aunque no con el cariz demonizador con el que se criticó en su contemporaneidad por España, sino por la exaltación tanto positiva como negativa que se realizó con posterioridad por propios militantes de la masonería en la causa. Una adulación que, del mismo modo que el otro mito más español (el complot), ha sido repetida por sus congéneres, por sus descendientes e, incluso, por parte de cierta historiografía en los últimos años. A veces sin pruebas, otras con no la suficientes, se perpetúan los tópicos y las mitificaciones. Y la verdad es que las masonerías en América latina fueron más bien una consecuencia de las independencias que una causa1.

La introducción de la obra y el primer artículo abordado por el Ferrer Benimeli, este último pionero de estos estudios en España pero de gran reconocimiento para la historia de la masonería internacional, extralimitan los caracteres conceptuales, históricos y teórico-metodológicos del paradigma que se cierta sobre esta afirmación y mitificación. En la presentación, “Controversias sobre la masonería en la independencia americana”. Diana Elvira Soto Arango, Miguel Ángel Puig-Samper, José Pascual Mora-García, remarcan precisamente la escasa concordancia entre los investigadores de todo el globo sobre el papel real de la masonería en el proceso de emancipación americana, la repetición de los mismos tópicos, la confusión entre sociedades secretas de carácter político, patrióticas, literarias, etcétera; la escasa documentación conservada o de difícil acceso (pues pertenece a los organismos masónicos privados); sin olvidar las consecuencias inherentes de la propia persecución en la época del absolutismo. Los próceres, de este modo, sin mor de que estuviesen ligados a la masonería de manera individual o que se ligaran a ella a través de redes y contactos, no puede extrapolarse a las verdades absolutas ni relativas que supone el binomio masonería-independencia. Si bien es cierto que este tipo de sociedades y otras en las que convivieron simultáneamente diversos criollos excelsos fueron protagonistas de la difusión de ideas, sobre todo las de libertad, e identificadas finalmente con el republicanismo, no se puede caer en simplismos injustificados sin pruebas cotejadas. Y he ahí la finalidad de la presente monografía.

El primer capítulo, autoría de José Antonio Ferrer Benimeli, con la denominación “Masonería e independencia de Hispanoamérica: Miranda y las logias de Lautaro”, presenta, como continuación a la disertación inicial de la obra, un discurso general sobre la masonería en América latina y otras sociedades patrióticas, así como los próceres de la independencia a lo que se les relaciona, fuese esto comprobado o no, con la masonería. En este sentido, el autor nos induce a reflexionar sobre la verídica participación de los líderes patrióticos en la orden masónica y en otras sociedades político-culturales en boga tanto en Europa como en América, sin dejar de reseñar los problemas metodológicos y teóricos que presentan gran parte de los estudios al respecto. El error, repite el autor, “radica en la simplificación”, en la confusión de los fines, reglamentos de las diferentes sociedades, esto es, las pruebas documentales, sustituidas por cierto afán terminológico, lingüístico o semántico. Para desarrollar tal fin, se centra en las célebres logias Lautaro, no sin añadir numerosos ejemplos históricos de los prohombres y el tratamiento bibliográfico ofrecido. Francisco de Miranda, el héroe y patriota revolucionario de Venezuela que más obtiene su atención en estas páginas, es una muestra representativa de este paradigma, pues en ningún caso se ha encontrado su participación masónica ni tan siquiera la posibilidad de alguna iniciación fuera del país. Por el contrario, la participación de este prócer y otros en sociedades secretas y no secretas se debe a otro tipo de logias, especialmente políticas, con finalidades distintas a la masonería. Y con ello demuestra— una de tantas veces más— que es un error acogerse solo a formalidades externas e incluso anecdóticas. En una publicación más reciente, Ferrer Benimeli establece, además, las etapas posibles de la vinculación general de los líderes de las revoluciones e independencias americanas, con su clásica y amena escritura, tan favorecedora para conocer sucesos complejos y multiformes:

…se podrían plantear dos períodos históricos en América latina. Uno que abarca grosso modo el primer tercio del siglo XIX en el que todavía no hay masonería pero se habla y debate mucho sobre ella. Y una segunda mitad de siglo en la que la masonería y los masones son en muchos casos protagonistas conocidos o no de esa historia. [sic] En los dos casos, aunque en el primero sea por atribución más gratuita que real, la masonería, sobre todo en ciertos autores que se ocupan de este asunto, va a quedar identificada en Iberoamérica con los libertadores y la independencia y con una forma de hacer política al ser portadora y difusora de principios y valores como el liberalismo, la república, la federación, la soberanía, la igualdad, los derechos individuales…y la secularización del espacio público. [sic] Sin embargo, para la mayoría de los historiadores la masonería o es ignorada o no pasa de ser un hecho marginal o anecdótico más propio de las ciencias ocultas que de las sociales.2

Ferrer Benimeli, “Mito, olvido y manipulación de la historia de la masonería”, 9.

En este sentido, el libro que reseñamos aquí presenta las dimensiones del paradigma centrándose en casos concretos, cada vez más estudiados y perfilados, con el objeto de desacreditar tan sagrada pero irreal vinculación, adaptándose en cada caso a su complejidad histórica. Fernando Campo del Pozo en “Diego Francisco Padilla y la masonería”, presenta el caso del agustino Padilla, consultor del Santo Oficio, de quien sin estar probada su afiliación a la masonería, se conoce su relación con algunos masones y judíos que perseguían la independencia de Colombia. Sus escritos reflejan aportes muy valiosos sobre los presos en España por este motivo y su manera de regresar al territorio colombiano, pero también su ambivalencia respecto a la masonería, cuya posición oscilaría desde la adversidad, la colaboración o simpatía y, por último, su cierta abjuración, tal y como sucedería respecto a Simón Bolívar. Un hecho nada alejado de la legislación canónica vigente a finales del siglo XVIII que condenaba irremediablemente a la institución.

Por otro lado, José Pascual Mora-García abarca el atractivo tema de Juan Germán Roscio, el masón y civilista—y redactor—de los procesos de independencia de Venezuela. Se trata de un documentado trabajo que presenta al criollo y a sus escritos ideológicos y constitucionales desde el prisma determinante de su mestizaje, de las ideas religiosas e ilustradas (tanto españolas como francesas) reflejadas en su pensamiento emancipador. La principal muestra del estudio centra sus bases en la contribución de este pensador en la construcción de la nación venezolana, utilizando con pulcritud las fuentes documentales y ofreciendo un muestrario bastante completo y complejo—dentro de los cánones de la prosopografía y la interdisciplinariedad—, de temas poco tratados por la historiografía—y la historia—tradicional. Respecto al bagaje masónico de Roscio, sin denostarlo, el autor asume la falta de pruebas documentales para ciertos periodos pero afirma, a través del análisis de su obra, que se puede admitir cierta vinculación, sin olvidar las fuentes que mencionan tal condición, provenientes tanto de la Gran Logia de la República de Venezuela como de la historiografía masónica. No obstante, una vez más, parece anecdótica esta interrelación, solo realzada por las posibles redes que la orden pudo haberle proporcionado y por la inherente difusión de las ideas de la modernidad y de la Ilustración europea que se cernían a través de ella.

El cuarto capítulo, cuyo autor es Jairo Solano Alonso, presenta dos personajes ligados sin titubeos a la masonería—a la logia cartagenera “Las Tres Virtudes Teologales”—, como fue el caso de los intelectuales y próceres en la formación de la nación colombiana, José Fernández Madrid y Juan Fernández de Sotomayor. En ellos analiza la posible participación e inspiración del primero en la “conspiración de los Soles y Rayos” de Bolívar y, del segundo, la influencia de su instrucción como profesor en el vicariato de Mompós, instrucción que llevaría a los próceres y soldados del lugar a defender la revolución momposina y al levantamiento colectivo del 5 de agosto de 1810 contra la regencia de España y Cartagena. En los dos casos, la disertación ofrecida por el autor se sitúa en el protagonismo de ambos líderes como constructores de la Primera República y promotores de un pensamiento libre para los americanos, protagonismo que estaría ligado a los contactos con logias jamaiquinas que se encontraban en Cartagena a través del taller Las Tres Virtudes Teologales, a la que también pertenecerían los futuros líderes de la independencia de Cartagena (José María García de Toledo, Manuel Rodríguez Torices, etcétera). De este modo, el autor sitúa los éxitos y fracasos de José Fernández Madrid y Juan Fernández Sotomayor, próceres del proceso independentista en Bogotá y en Cartagena y miembros de toda una generación de intelectuales americanos, en los estrechos lazos que la masonería ejercía “aún entre contenedores”. Ambos concibieron instituciones para una sociedad liberal, democrática y culta con una visión temprana de los conceptos de ciudadanía, opinión pública, educación ilustrada para la prosperidad y felicidad de la nación que emergía.

Carlos Paladines Escudero, quien cierra el debate del monográfico en su artículo “Facetas insospechadas de José Mejía Lequerica”, ofrece una disertación pormenorizada de este criollo, que fue uno de los más importantes oradores del parlamento ecuatoriano, además de un reputado científico, explorando las múltiples dimensiones de su pensamiento y obra. Se trata de un estudio que también ha estado guiado de las investigaciones recientes de María Helena Barrera-Argawal, donde se ha aportado nueva información sobre Mejía, en especial su vinculación con el “éxodo de 1811”, la coyuntura clave en que San Martín y otros patriotas (como Francisco de Miranda y Simón Bolívar) abandonaron Europa para entregarse a actividades revolucionarias en América y que se coronaron con la independencia de Argentina, Chile y Perú. En cuanto a las facetas insospechadas, tal y como matiza el autor, se encuentra la relación de Mejía con Wellington en la campaña contra las fuerzas bonapartistas, y con otros próceres como el mexicano fray Servando de Mier, los argentinos José de San Martín, el venezolano Domingo Caicedo y Santa María y de Matheu, Miranda, etcétera. No obstante, la aportación esencial del capítulo radica en la influencia y la presencia de Mejía en procesos de carácter internacional y no solo latinoamericano, local o individual. En otras palabras, se ubica más allá de las fronteras que la historiografía tradicional había delimitado hasta el momento.

En definitiva, en cualquiera de los casos propuestos y discutidos en la obra, estos próceres de la independencia, más allá de la afiliación, la simpatía o no hacia la masonería u otras sociedades, se representan como símbolos incuestionables de la orientación de los pueblos americanos en la educación, la democracia, la libertad, la república, etcétera, con una dimensión que trasmuta al propio sujeto y a su propia región. Y es ahí donde se circunscriben estos estudios, independientemente de sus posibles vinculaciones con la masonería. Eso sí, dentro del complejo entramado histórico que protagonizaron. Un entramado complejo que vislumbra, de modo transversal, la importancia de las redes que pudo proporcionar o incentivar la masonería, fuesen partícipes o no de la orden los criollos protagonistas, así como las propias redes de influencia entre los líderes, políticos e intelectuales de la época. Redes incluso de ideas y pensamientos que, con todo, no hacen sino situar a la orden como un medio de conexión y expansión; y es esa su verdadera importancia o su verdadero significado dentro de los propios límites de cada sujeto y de la propia institución.

Por último, el libro incluye dos anexos: la reseña del historiador Diego Eduardo Naranjo Patiño sobre el IX coloquio de historia social y de las ciencias “La masonería en la Independencia Americana”, coloquio del que parte esta misma obra, como citamos más arriba; y otra reseña histórica sobre la “Gran Logia Nacional de Colombia, con sede en Cartagena de Indias y su influencia en el medio social”, de manos del doctor Ildefonso Baldiris Silva. En el primer caso, el autor incide en la superación de la tradición historiográfica por parte de los autores del monográfico, tal y como hemos señalado aquí. Y en el segundo, se condensa un resumen de los acontecimientos e importancia de dicha logia de Nueva Granada de manos del Ser.: Gr.: Maestro de Masones, que pone en valor cómo se vislumbran los hechos históricos desde dentro de la masonería, cómo han construido sus imaginarios de pertenencia y cómo se siguen perpetuando tópicos, y el propio papel protagonista o, en su defecto, influyente, de las ideas y prácticas fraternales, concienciadas social y culturalmente en la sociedad que les acoge. En todo caso, la disertación incluye datos relevantes sobre la pertenencia a la masonería de diferentes clérigos durante el siglo XVIII que pone en valor la relación de la orden con el clericalismo y el anticlericalismo, un ápice bastante debatido por la historiografía y que muestra, claramente, la complejidad y las contradicciones de los discursos construidos.

La obra, en definitiva, contribuye con este estado de cosas, imaginarios y mitificaciones, ahondando más en las vidas y obras de los próceres de la independencia pero, sobre todo, en la importancia o no que pudo tener el fenómeno masónico en las construcciones de la identidad nacional de los países hispanoamericanos emancipados y en las construcciones históricas de este mismo proceso. Sin embargo, el libro también es confidente de aquello mismo que critica, cuando en ciertas ocasiones se reitera y sobredimensiona el papel de las masonerías o de los criollos masones comprometidos con las ideas de Libertad, Igualdad y Fraternidad, y que sitúan como decisivas en el ideario de la independencia. Es más, repitiendo tales tópicos en torno a la vida y obra de los próceres, las conclusiones, siempre favorecedoras, no llegan a esclarecer el debate inicial planteado por Ferrer Benimeli. Centrados en los personajes parece que, más allá de hacer una justicia histórica, el mito se perpetúa por la sobredimensión con la que se le caracteriza, y el último anexo ejemplifica la contrariedad en este punto de partida al incluir una síntesis de la vida-obra de la Gran Logia, en la que se refleja fielmente cómo el mito vive, se retroalimenta y sigue funcionando. Quizás, más allá de luchar contra la corriente deberíamos plantearnos desde el debate historiográfico por qué “sigue funcionando”. En cualquier caso, la obra es un fiel reflejo de este paradigma y de las preocupaciones sociales y universitarias por explicar y comprender la realidad de los protagonistas de los procesos históricos, y la realidad de una institución tan mitificada y con tanto poder en el imaginario colectivo. Para bien o para mal, el mito—los mitos—continúan, lo que significa, a grandes rasgos, que aún los necesitamos. El “culto a los héroes”, directamente relacionado, es más de lo mismo. Siguiendo la opinión de Carlos Paladines en su contribución a este monográfico, “representan lo mejor de nosotros mismos”, son “como un espejo” en el que “vemos proyectados nuestros sueños, ilusiones y esperanzas”. Habría que ver cómo encajan en ello las mitificaciones de la masonería.

1José Antonio Ferrer Benimeli, “Mito, olvido y manipulación de la historia de la masonería”, REHMLAC+ 11, no. 1 (mayo-noviembre 2019): 1-11, https://www.revistas.ucr.ac.cr/index.php/rehmlac/article/view/36976.

2Ferrer Benimeli, “Mito, olvido y manipulación de la historia de la masonería”, 9.

Recibido: 15 de Junio de 2019; Aprobado: 02 de Septiembre de 2019

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