SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.53 issue1Dr. Alfonso Acosta Guzmán: una mente brillantePrevention: The Most Effective Strategy to Improve Health author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Acta Médica Costarricense

On-line version ISSN 0001-6002Print version ISSN 0001-6012

Acta méd. costarric vol.53 n.1 San José Jan. 2011

 

Obituario

Mis recuerdos del Dr. Rodrigo Gutiérrez Sáenz


Hace mucho tiempo que no leo la revista Selecciones, ni siquiera sé si aún se publica. Pero en mi juventud, como el lector voraz que era, no podía dejar de consumir cualquier número que cayera en mis manos. La sección que más disfrutaba era “Mi personaje inolvidable”, en la que el ensayista de turno, uno que otro famoso y las más de las veces no tanto, perfilaba en unas pocas líneas la historia y figura de una persona que tuvo un impacto indeleble en su vida. No me cabe la menor duda de que si me correspondiera hacer lo mismo, mi personaje inolvidable sería Rodrigo Gutiérrez Sáenz. Él representó la influencia más determinante en mi evolución profesional y política durante mis años universitarios, en la década de los setenta, y fue además un amigo entrañable, con quien pude compartir los momentos más difíciles y las alegrías más grandes de esa etapa turbulenta de mi vida individual y del mismo país.

Lo conocí personalmente cuando junto con una treintena de afortunados jóvenes que habíamos sido seleccionados para formar parte de la XI generación de la Escuela de Medicina de la UCR en 1971, inicié mis estudios de carrera. Recibimos una cálida bienvenida de parte de nuestro decano, el Dr. Gutierrez Sáenz, uno de los líderes universitarios más destacados en la escena nacional. En realidad, había tenido mi primer contacto con el pensamiento social de Rodrigo ya desde 1968, como estudiante de bachillerato en el Colegio La Salle, donde leí por primera vez su lúcido análisis de la realidad nacional del país: ¨La Costa Rica que no conocemos¨, un documento que mostraba en toda su crudeza las estadísticas de la insalubridad, la marginación social y la pobreza que aquejaban al país. Como académico y médico comprometido con la justicia social, Rodrigo desnudaba la injusticia estructural de la democracia costarricense. Este análisis lo condujo a hacer un llamado para la profundización de las reformas sociales y políticas, a inicios de los años setenta, al ser firmante del “Manifiesto democrático para una revolución social”, conocido como el “Manifiesto de Patio de Agua”. Como consecuencia de su posición cada vez más radical frente a la injusticia social reinante en el país, y lo que él consideraba la pusilanimidad de los partidos tradicionales para enfrentar sus causas más profundas, comenzó su camino de encuentro con el movimiento popular y político, democrático y revolucionario de Costa Rica, y con los movimientos de liberación de Centroamérica y América Latina.

La presencia de Rodrigo entre los estudiantes de la Escuela era constante y cercana: en poco tiempo pudimos llegar a apreciar su sencillez en el trato, su sincero interés en nuestro bienestar y en nuestras humildes apreciaciones críticas sobre el programa académico de la carrera. Su mirada cálida y su fácil conversación hacían que entabláramos con mucha facilidad el diálogo. Ya desde entonces compartía con nosotros su perspectiva de una formación médica más ajustada a la realidad nacional, que acercara al futuro médico en una manera integral, a la práctica médica basada en el perfil epidemiológico y social del país. Una de las anécdotas que nos contaba era cómo al regreso de su formación como profesor de fisiología médica en la Universidad Estatal de Louisiana, impartía en los primeros años de la Escuela, en el curriculum modelado sobre la base de esa universidad norteamericana, un curso sobre la fisiología de los vuelos espaciales… ¡se reía al recordar la diligencia con que en esos momentos le explicaba a sus alumnos los fundamentos de una medicina espacial que muy poca relevancia podría tener para la atención de los pacientes de carne y hueso en el terruño costarricense!

A finales de 1971 tuvo lugar una de las más prolongadas huelgas médicas en la historia del país. Durante varias semanas los servicios de atención de la Caja y de los hospitales nacionales se interrumpieron y dejaron a la población sin cobertura, salvo para las emergencias más serias. Los médicos pedían un aumento importante en su ingreso salarial, que de aprobarse habría tenido consecuencias serias para la solvencia económica del sistema de salud. Los estudiantes de Medicina de primer año de la carrera “veíamos los toros desde la barrera”, con posturas diversas en pro y en contra del movimiento gremial. Una prueba de cómo el pensamiento crítico de nuestro Decano estaba calando en nosotros, la constituye el manifiesto que un grupo de dieciocho compañeros redactamos, firmamos y publicamos como campo pagado en La Nación, el 4 de noviembre de 1971. En él recordábamos a nuestros futuros colegas que las demandas salariales del gremio tenían que balancearse con las necesidades económicas de la gran mayoría de la población que vivía por debajo, o en el borde de la pobreza, en el país. Les pedíamos que su movimiento planteara objetivos más nobles y de mayor compromiso con las necesidades costarricenses. Entre los firmantes del campo pagado estaban futuros gerentes de la Caja y del Colegio de Médicos, jefes de Servicio de los mejores hospitales y galenos que le han servido mucho al país. El pensamiento de Rodrigo nos había inspirado, pero los estudiantes firmantes fuimos los únicos responsables de preparar y publicar el manifiesto. Sin embargo, como puede suponerse, la reacción de la mayoría del gremio médico ante “el grupo de los 18”, como se nos llegó a conocer, fue la del ostracismo y el escarnio. Nuestras fotos fueron exhibidas en los quirófanos de los hospitales, en carteles que denunciaban a los supuestos protocolegas traidores. No obstante, en medio de la polémica, Rodrigo se pronunció en nuestro favor, declarando que la postura de sus estudiantes de primer año era la más digna que grupo alguno hubiera tenido durante la crisis. El partido estudiantil de la Medicina Social había nacido, y Rodrigo era nuestro guía y mentor.

Al año siguiente Rodrigo emprendió un proyecto ambicioso y visionario: renovar y transformar el currículum de estudios de la carrera de Medicina. Contó con la asesoría de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que se preciaba de tener cuadros técnicos progresistas y de gran experiencia en el campo de los recursos humanos, como el argentino Juan César García y el ecuatoriano Miguel Márquez. Rodrigo emprendió un proceso muy participativo, en el que tanto profesores como alumnos trabajamos arduamente para revisar de manera crítica el programa de estudios. En ese momento, la Universidad de Costa Rica y su Facultad de Medicina se colocaban en la vanguardia del movimiento de reforma de los planes de estudio de la carrera de Medicina en el continente. Las discusiones entre profesores y alumnos fueron más que animadas, a veces antagónicas, ya que un grupo importante de prominentes maestros y algunos alumnos, cuestionaban la necesidad de cualquier cambio, y en particular, uno tan radical. También había reacciones encontradas frente a los ajustes que Rodrigo puso en marcha en cuanto a los criterios para la admisión a la Escuela de Medicina, orientados a democratizar el ingreso a la carrera, mediante el análisis del nivel socioeconómico de los aspirantes, para que los estudiantes de menores ingresos no se vieran tan perjudicados por las desventajas propias de su situación social.

En consecuencia, un grupo de docentes resistentes al cambio emprendieron la creación de la primera universidad privada y escuela de medicina, la UACA, hoy encarnada en la UCIMED, como una reacción de rechazo al nuevo currículo que eventualmente se estableció. Casi treinta años después, la calidad de la enseñanza y el programa de estudios de la Escuela de Medicina de la Universidad de Costa Rica (UCR) siguen siendo de los más avanzados en América Latina, y los mejores del país. Rodrigo supo ver el futuro de la enseñanza de la Medicina, y a pesar de las disidencias, logró su cometido como Decano: dejar las bases para una institución universitaria pública avanzada en los terrenos docente y de investigación médica nacional.

El proceso de revolución democrática en Chile y el golpe de Estado pinochetista contra Salvador Allende en 1973, marcaron a nuestra generación de jóvenes universitarios progresistas. Nuestro grupo de la medicina social le propuso a la Asamblea de Estudiantes de Medicina que se dedicara una flamante sala de estudios recién inaugurada en el edificio de la Escuela, a la memoria del Presidente mártir. La reunión fue tumultuosa, como era de esperarse; afloraron las divisiones políticas del continente en nuestro pequeño mundillo estudiantil. Después de largas disquisiciones, finalmente se encontró un punto de acuerdo en el que los de derecha, los de izquierda y los de centro, pudimos coincidir: el salón fue denominado con el nombre de nuestro Decano, que contaba con el respeto consensuado de todos nosotros, por sus dotes de líder académico, maestro y amigo.

En 1973 Rodrigo se había afiliado al recién fundado Partido Socialista Costarricense (PSC), y algunos de sus estudiantes lo acompañamos en el proyecto. Junto con Álvaro Montero Mejía, Francisco Bulgarelli, los gemelos Salom Echeverría, William Reuben y Mario Devandas, Rodrigo fue candidato al primer puesto de diputado por San José, por el PSC, en las elecciones nacionales. Durante la fase más intensa de la campaña, a finales de 1973 y en enero de 1974, los estudiantes Roberto Alvarado y un servidor, a la par de nuestras esposas y algunos amigos, formamos un grupo musical partidario: Punta de Lanza. Acompañamos a Rodrigo y a los demás candidatos del flamante partido por todo el país, tomando parte en hasta tres eventos por noche, a veces sufriendo agresiones de los contrincantes, pero la más de las ocasiones, disfrutamos de un contacto estrecho y fraternal con las distintas comunidades del país. Rodrigo era incansable como candidato; se llenaba de energía al interactuar con el público, que por curiosidad acudía a conocer y escuchar los planteamientos de La Hormiga, que era como se nos llamaba. El resultado electoral no fue muy halagüeño para las fuerzas progresistas, pues la izquierda se presentó en forma desunida, pero lo disfrutamos enormemente, y Rodrigo se creció y perfiló como líder de la izquierda y el futuro candidato que lograría encabezar la gran coalición de partidos progresistas, Pueblo Unido, en elecciones sucesivas.

Después de completar mi año de internado, inicié el servicio social médico sanitario en Siquirres, en 1976. Rodrigo me llamó un día para proponer que me presentara a hacer el programa de Maestría en Medicina Social de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, con el objetivo de regresar y asumir un cargo docente en el nuevo programa de Salud y Sociedad, establecido en el nuevo currículum. Con su aliento y esfuerzo se consiguió el apoyo de la OPS y de la UCR, así como del Ministerio de Salud, y completé el programa de postgrado, que fue enormemente innovador y formador para mi futuro profesional como salubrista y cooperante internacional, y me reintegré al equipo docente de la Escuela de Medicina, en 1978. Me sentía muy orgulloso de ser profesor y de colaborar con quien tanto había hecho por mi educación profesional y humana. Así como lo hizo conmigo, también propició que varios colegas jóvenes, entre ellos, en forma destacada, el recordado Herman Vargas, se prepararan en Medicina Social en México, Brasil y Francia, y sentó las bases para la creación de la Escuela de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UCR.

Poco tiempo después de haber regresado al país, la revolución sandinista contra la dictadura de Somoza entró en su etapa más compleja. Rodrigo se había involucrado de manera muy cercana con la lucha sandinista, no solo por su compromiso político con la causa liberadora, sino también porque su entonces compañera de vida, Isabel Turcios, era nicaragüense y sandinista, lo que lo vinculaba personalmente con la lucha del pueblo vecino. En los primeros meses de 1979 Rodrigo demostró ser por completo consecuente con sus principios: pidió un permiso temporal a la Universidad y junto con algunos colegas, entre ellos mi compañero musical y mejor amigo, Roberto Alvarado, estableció y comandó con el auspicio de la ONG británica Oxfam, un campamento médico en el sur de Honduras, en procura de proporcionar apoyo médico y logístico al Frente Norte en Nicaragua. Durante el tiempo que estuvo al frente de este, me solicitó que atendiera su consultorio médico en Guadalupe, para no dejar a sus pacientes sin supervisión.

El detalle de haber atendido el consultorio de Rodrigo durante su ausencia en el Frente Norte, revela un rasgo trascendental de su persona. Él desempeñó muchos papeles a lo largo de su vida, pero ante todo fue un médico de pueblo, preocupado por sus pacientes, visitador de los enfermos en sus casas y servidor, a lo largo de los años, de varias generaciones de las familias que le encomendaban su salud. Sin importar las tareas políticas, académicas o familiares que tuviera entre manos, siempre atendió su consultorio en Guadalupe. Ese contacto diario y permanente con el pueblo fue sin duda una fuente de inspiración y de reafirmación de su compromiso con los más necesitados.

En 1981 salí a trabajar con la OPS en Belice y no tuve oportunidad de seguir colaborando tan directamente con Rodrigo en sus luchas políticas y sus proyectos académicos.

Seguí de cerca sus actividades, y cuando visitaba el país procuraba llamarlo y mantener el contacto, aunque en el transcurso del tiempo este se volvió más esporádico de lo que hubiera querido. Pude ver a Rodrigo por última vez, en su casa, unos pocos meses antes de su partida. Estaba debilitado por su enfermedad, pero con la mente lúcida, regando las palabras fuertes con los dichos y chistes que hacían de conversar con él, un gran placer y disfrute. Mi hijo Camilo me acompañó y le expliqué porqué era importante que lo hiciera. Camilo estudia Medicina ahora, en San José, y me hace feliz compartir los mismos ideales que tanto admiré y pude ver ejemplificados en Rodrigo. Era imprescindible que él conociera a Rodrigo, porque mucho de lo bueno o útil que haya podido recibir de mí, se lo debemos a que tuve el honor de conocer, admirar y querer emular a mi amigo y maestro, el Dr. Rodrigo Gutiérrez Sáenz.

En él se evidenció, en la forma más pura, el pensamiento del padre de la Medicina Social, Rudolph Virchow, quien en 1848, en medio de las revoluciones democráticas de Europa, postuló que ¨la Medicina es una ciencia social, la política no es sino la Medicina en gran escala.¨ Esta fue la esencia de la enseñanza de Rodrigo, y por ello sigue vigente en la vida de quienes lo conocimos y tuvimos el privilegio de ser su amigos, sus alumnos y sus compañeros. Lo extrañamos mucho, trataremos de seguir abriendo los caminos que él anticipaba con tanta claridad, y ¡ojalá podamos representar para las nuevas generaciones, aunque en pequeña escala, algo del guía y del maestro que Rodrigo supo encarnar tan bien para nuestra generación!

Dr. Juan Antonio Casas Zamora

Director, División de América Latina, Depto. Cooperación Técnica, Organismo Internacional de Energía Atómica, Viena, Austria.

Correspondencia: j.a.casas-zamora@iaea.org

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License