Esto no es una
elegía.
Poética y economía de la clase media costarricense en el
siglo XX.
George
I. García*
Licenciado en Filosofía y
profesor en las Escuelas de Filosofía y de Estudios Generales de
la Universidad de Costa Rica; egresado de la maestría
académica en Historia de esta institución.
La commedia
è finita!
R. Leoncavallo,
I Pagliacci
Dirección de correspondencia.
Abstract
Through
a periodization related to
the history of world capitalism, this essay deals about the discoursive
changes regarding social differentiation in Costa Rica, and
particularly the topic of the middle class, along the twentieth century.
Keywords: Middle class, social
classes, ideologies, economy, poetics
Resumen
A
partir de una
periodización referida a la historia del capitalismo mundial,
este ensayo aborda los cambios discursivos en torno a la
diferenciación social en Costa Rica, y particularmente al tema
de la clase media, a lo largo del siglo XX.
Palabras claves: Clase media,
clases sociales, ideologías, economía, poética
El tema de la
desaparición
de la clase media lleva ya varias décadas de generar ansiedades
en las sociedades latinoamericanas1. En Costa Rica, que a lo
largo de
la segunda mitad del siglo XX ha construido su imagen de nación
ligada con el predominio de la clase media, este asunto convoca hoy
problemas de identidad nacional y respecto a los proyectos de sociedad
hacia el futuro. El título de una mesa redonda convocada en el
año 2006 por el Centro Cultural Español en Costa Rica,
“¿Desaparece la clase media?”, es sintomático de la
preocupación que implicaría una respuesta afirmativa a
esta pregunta: de ser así, la sociedad costarricense se
encontraría cada vez más fracturada y polarizada;
eventualmente, incluso confrontada.
El análisis
histórico
de la clase media costarricense nos permite avanzar algunas
hipótesis acerca de su porvenir. En este sentido, intentamos a
continuación elucidar, a partir de un enfoque de larga
duración, las condiciones que han generado los discursos sobre
el desarrollo y supuesta decadencia de la clase media costarricense.
Para ello, planteamos a continuación un bosquejo de
periodización de las formulaciones sobre diferenciación
social en Costa Rica, prestando especial atención a los cambios
en las coyunturas económicas del período en
cuestión. Intentamos con ello, como sugiere Charles Tilly,
reeconomizar la historia social2, y en particular la
historia de las
ideologías y los discursos.
I
Las
conceptualizaciones sobre la
diferenciación social son parte de los propios conflictos
históricos de la división del trabajo y la propiedad. En
este sentido, son producidas desde distintos lugares sociales, por lo
cual su dinámica es la de la confrontación entre
diferentes ideologías que, como señala Jameson, luchan
dentro de la unidad general de un código compartido que permite
el surgimiento y la inteligibilidad de esas ideologías entre
sí. Las ideologías son estrategias de contención,
soluciones simbólicas de conflictos históricos
concretos3; como plantea Žižek, la ideología tiene
como su
fundamento último la represión del antagonismo, en
particular de la lucha de clases4. Por ello, la historia no
es otro
texto, sino la causa ausente que pone en marcha los procesos de
simbolización.
Las
ideologías se articulan
mediante ideologemas, cada uno de los cuales es, según Jameson5,
“una formación ambigua, cuya característica estructural
esencial podría describirse como su posibilidad de manifestarse
ya sea como una pseudoidea –un sistema conceptual o de creencias, un
valor abstracto, una opinión o prejuicio–, o ya sea como una
protonarración, una fantasía de clase última sobre
los ‘personajes colectivos’ que son las clases en oposición”. Un
ideologema se refiere, luego, tanto a conceptos sociales como a las
formas narrativas mediante las cuales éstos se articulan.
Al código
común
compartido por las ideologías antagónicas de un
período lo denominamos en adelante como imaginario social6; para
el período que analizamos en esta presentación, tratamos
con discursos sobre diferenciación social basados en criterios
socio-económicos: ya desde antes de la era republicana este
imaginario tendía más a referirse a clases sociales, y ya
no a castas o estamentos. Dicho de otro modo,
para dicha coyuntura, el
lenguaje sociopolítico se ha modernizado, y las
ideologías en conflicto parten de esa base imaginaria
común.
II
En Costa Rica, la
época
tradicionalmente llamada liberal (aproximadamente de 1870 a 1930) se
caracterizó, a nivel cultural, por las luchas y negociaciones
entre las culturas populares y el proyecto “civilizador” de las
élites, encaminado a legitimar su hegemonía y formar una
fuerza de trabajo eficiente7. En este proceso, el Estado
generó
instituciones de control social mediante la alfabetización, la
higienización, la beneficencia y la policía, entre otros
mecanismos8, conformando un régimen liberal de
bienestar9 que
promovió el surgimiento de sectores medios asalariados
(profesionales y burocracia) ligados al Estado.
A grandes rasgos,
Iván
Molina10 plantea que este período se caracteriza en
Costa Rica
por “una economía poco diversificada, dependiente, y en la cual
el crecimiento de tipo intensivo se basaba en la incorporación
parelela de más tierra y fuerza de trabajo, sin un cambio
tecnológico de peso. El ascenso social era en extremo limitado y
la brecha que separaba a la burguesía de los sectores medios y
populares tendía a ampliarse”.
Los discursos de los
sectores
hegemónicos insistieron en el mito de la igualdad costarricense
–la medianía– y la armonía entre clases sociales, que
circulaba ya a fines de la época colonial11.
Prevalece en estos
textos una concepción de las clases que puede denominarse,
según Juan Francisco Fuentes, minimalista,
esto es, que designa
las clases a partir de los grupos socio-ocupacionales o a estratos de
ellos. Este autorseñala que esta concepción “resiste muy
bien el tránsito a la sociedad burguesa”12; no es
aventurado
plantear que con esta formulación se conservan sedimentaciones
de significado13 propias de la época colonial, en
particular del
papel que en ella jugaron las agrupaciones gremiales.
Esta
formulación, que
aparece con más insistencia en los periódicos de los
partidos encabezados por los líderes del Olimpo, tendía a
invisibilizar el conflicto social, al visualizar a la sociedad como un
todo funcional en el que cada oficio está en relación de
dependencia con los demás. Así, en mensajes
presidenciales de esta época se habla, entre otras, de la clase
militar, la clase sacerdotal,
clase popular, clases altas, clases
pensadoras, clase artesana14 y de clases pobres15. Esta
concepción recurre a un modelo cómico de la historia,
donde “se plasma la imperfección del hombre y del mundo pero
también la posibilidad de una superación de las
limitaciones y debilidades; hecho que se revela en la solución
feliz de la problemática expuesta o incluso en la
demostración de su inexistencia”16. El contexto
histórico
es según esta narrativa funcional, lo cual garantiza que las
acciones individuales lleven a su actor a buen puerto, toda vez que no
exceda los límites normativos del orden social.
La otra
formulación de la
élite fue la de que la movilidad social en Costa Rica
posibilitaba el progreso de cada individuo según su voluntad y
empeño. Esta tesis fue sostenida, entre otros, por el tres veces
presidente de la República, Ricardo Jiménez, en un ensayo
que apareció inicialmente en una revista académica, y del
cual aparecieron algunas semanas más tarde varios extractos en
un diario capitalino17. Allí, Jiménez retoma
el motivo
del self-made man18
para atacar al socialismo y al paternalismo
económico. En este caso, el modelo narrativo gira alrededor del
héroe individual que aprovecha las ventajas de su medio y
confronta las adversidades con base en sus habilidades y esfuerzo;
corresponde con una narrativa satírica19, en la cual
el orden
social es visualizado como un conjunto de fuerzas hostiles entre las
cuales se desenvuelve un actor siempre amenazado por su entorno20.
Esta
narrativa, empero, no fue utilizada en las campañas del partido
del tres veces candidato, por lo cual es de suponer que no gozaba de
una buena recepción en el electorado costarricense.
Lo común de
ambas posiciones
–la concepción minimalista y la centrada en la movilidad
individual– radicaba en su negación de que en Costa Rica
existieran luchas de clases, optando por visiones en las que las
contradicciones sociales se diluían en asuntos ya bien gremiales
o estrictamente individuales. “En Costa Rica no existe lucha de
clases”, planteaba un autor bajo pseudónimo en el Diario de
Costa Rica, reiterando una vez más en 1919 un viejo lugar
común de los sectores dominantes. Este ideologema será,
sin embargo, cada vez más cuestionado, hasta que la coyuntura
que inicia con la década de 1930 exija una reformulación
de las ideologías de la burguesía costarricense.
A la tercera
formulación la
podemos llamar binaria-agonística: planteaba una sociedad
dividida en dos clases opuestas y en conflicto. Está presente
sobre todo en la Hoja obrera
y en La prensa, órgano
del Partido
Reformista, pero aparece de distintos modos en otros periódicos
de la época. El carácter del conflicto que estructuraba
la oposición variaba, pero la forma era la misma: rico / pobre,
clase política / sociedad civil, urbano / rural, capitalista /
proletario, sociedad / pueblo puro, levita / chaqueta. Todas estas
oposiciones se refieren a asimetrías sociales que, aunque
distintas en su énfasis, apuntaban hacia marcadas diferencias en
cuanto a poder y estatus económico; el ideologema de la
medianía era atacado constantemente desde estos discursos.
Las narrativas de
esta
ideología eran fundamentalmente trágicas, y se enfilaban
hacia el cambio de las relaciones sociales. En este caso, se trata de
un sujeto colectivo que tiene una superioridad moral sobre sus
oponentes, pero que debe enfrentarse con un medio social que le es
adverso21. En las narrativas trágicas se vislumbra la
posibilidad de una mediación entre clases sociales a
través de la acción estatal, u orientan su horizonte
utópico hacia la revolución. En ambos casos, se trataba
de llamar a la lucha contra un status
quo injusto.
Esta
ideología fue propia de
los sectores populares, aunque también hubo quienes, sin
pertenecer a ellos, intentaron sacar provecho de ella. Félix
Arcadio Montero, Máximo Fernández, Carlos María
Jiménez y Jorge Volio son ejemplos de políticos que
recurrieron a los discursos binarios-agonísticos para tratar de
captar las simpatías del electorado, aunque en rigor no
podría afirmarse que sus programas políticos –tal vez con
excepción de Volio– fueran, según la tipología de
Hayden White, radicales22.
Durante este
período, que se
cierra a principios de los años treinta, las menciones sobre la
clase media son marginales: aparecen casi siempre en artículos
provenientes del extranjero, y aún cuando aparece en textos de
autores nacionales no cumple funciones de interpelación
política. Clase media
era un sintagma comprensible por la
población, pero, aunque ya para esa época habían
sectores que podríamos hoy identificar como propios de una clase
media, esa expresión no era usada para convocar
políticamente a ningún sector de la sociedad; a
diferencia de otros países con historias de mayor desigualdad
social, como El Salvador, Perú o Brasil23, no
cumplía
función significativa alguna en el seno de las ideologías
de ese tiempo24.
III
Tras la crisis de
1929, los
referentes ideológicos se reconfiguran, en medio de un clima
intelectual y político que Álvaro Quesada
caracterizó como “la premonición del caos”. Con las
políticas económicas keynesianas en ciernes, las
concepciones sobre la diferenciación social entran en una
época de producción de nuevos discursos. Así, las
décadas de 1930 y 1940 son una conflictiva antesala para la
instauración del neocapitalismo de la posguerra25,
que en Costa
Rica se institucionalizará a partir de 1950.
A pesar de que
durante el
período liberal la educación secundaria y profesional fue
promocionada a través de becas para los jóvenes de
escasos recursos más prometedores, solamente a partir de los
años treinta esos sectores empiezan a producir una identidad
propiamente de clase media. La política económica del
Estado durante los treintas y cuarentas se vuelve más
reformista, asumiendo el gobierno funciones más activas como
empleador26. Aparecen entonces con más insistencia
las alusiones
a la clase media, tanto entre los intelectuales como entre los
recientemente formados partidos de izquierda: en particular, el Partido
Socialista, siguiendo la línea del APRA, se enfiló a
captar el apoyo de esta –supuesta– clase social, convocándola
directamente como actor entre las clases populares.
Del mismo modo, el
Partido
Comunista intentó integrar en su seno las luchas de los
pequeños y medianos productores cafetaleros, así como la
huelga de pequeños comerciantes de licor de 1935. Este tipo de
conflictos no eran nuevos, pero adquieren nuevas explicaciones durante
los años 30: son vistos ahora como parte de una lucha entre la
pequeña propiedad, como un sector no proletario, frente al gran
capital. “Hemos defendido siempre, con igual ardor, los intereses del
proletariado como los de las clases medias arruinadas”, afirmaba en su
primera plana Trabajo, el
órgano del PCCR en 1935.
A pesar de que el PS
y el PC
consideraban ahora a la clase media como un sector distinto al
proletariado rural y urbano, la integraron al lado del proletariado y
el campesinado, contra el capital y el imperialismo. De este modo,
concibieron a la tercera clase como parte de un conflicto
binario-agonístico, en una narrativa trágica.
El texto de Mario
Sancho, Costa
Rica, Suiza Centroamericana, escrito entre 1932 y 1935, es una
referencia importante para la recuperación de la clase media
dentro de una ideología que concibe las clases sociales como
parte de un todo funcional; no está de más recordar que
Sancho venía de vivir durante más de ocho años en
los Estados Unidos. En el planteamiento de este autor se puede ya
hablar propiamente de una concepción ternaria de las clases
sociales, la cual, como advierten Foucault27 y Duby28,
es conservadora:
el fantasma que desvela a Mario Sancho es el de la anomía, que
pone en peligro a la debida marcha de la sociedad costarricense.
Durante los 30s y
40s, diferentes
sectores sociales e ideologías intentan apropiarse del
significante clase media,
dándole funciones distintas entre
sí; aún cuando su significado era básicamente el
mismo, su lugar dentro de cada ideología le confería un
lugar diferente en las narrativas socio-políticas de la
época.
IV
A partir de la
década de los
50s, tras la Guerra Civil del 48 y la Constituyente del siguiente
año, se institucionaliza el llamado Estado benefactor, con
mecanismos sociales que protegían a la población, a la
vez que servían como un “colchón” económico contra
las fluctuaciones de la economía internacional, los ciclos
depresivos del capitalismo29. Junto a una fuerte
política de
sustitución de importaciones30, aparecen nuevos
servicios
sociales estatales, como la electricidad, telecomunicaciones y la
banca, y se fortalecen los ya existentes, como la educación y la
salud pública. No en balde este período es el que ha
acaparado la atención de quienes estudian la clase media
costarricense; es la “edad de oro de la clase media” en este
país31, que coincide con el mayor auge de la
economía
capitalista mundial en el siglo XX.
A partir de esta
década se
impone la ideología desarrollada en los cuarentas por el Centro
de Estudio para los Problemas Nacionales: una narrativa cómica,
en la cual la clase media, debido a sus propias limitaciones, garantiza
la medianía y el equilibrio entre las clases sociales.
Decía uno de los miembros del Centro en 1943 que “por el
momento, sólo existen un naciente proletariado y una naciente
burguesía, ocupando los extremos de la gran clase media que
forma el grueso de nuestra nacionalidad. También
está el
campesinado, que en Costa Rica tiene mentalidad de clase media, ya que
no vive tan miserablemente como en otros países”32.
De este
modo, la nueva ideología hegemónica, que emergía
victoriosa tras las confrontaciones ideológicas de las
décadas de 1930 y 1940, se apropió además de la
imagen del labriego sencillo –otro referente central del imaginario
costarricense–, convirtiéndolo en estandarte de una clase media
en la que no figuraba antes de la gran Depresión.
“Lo que
encontramos en Costa
Rica es una gran clase media que prácticamente cubre a todo el
pueblo costarricense. [...] En nuestro país, por lo tanto, la
forma de hacer evolucionar la sociedad no es fomentando la lucha de
clases, que en realidad no existe, sino, al contrario, tratando de
formar un frente único, que represente a obreros, campesinos,
clase media, pequeños capitalistas, etc., para realizar
así una lucha común contra el enemigo común: el
imperialismo. El pequeño propietario capitalista, el
pequeño comerciante, intelectuales y empleados, forman esa gran
clase media de Costa Rica, cuyos intereses ataca el imperialismo”33.
Al haber estado
prohibidos los
partidos de izquierda durante la mayor parte de este período,
resulta difícil hallar fuentes de tal orientación
política que disientan de la concepción oficial de este
período sobre diferenciación social. Los discursos de la
derecha neoliberal, por su parte, volvían a las formulaciones
satíricas de un individualismo al modo de Ricardo
Jiménez, pero sin una base social que les permitiera en ese
momento contrarrestar la hegemonía socialdemócrata34.
Ha sido la
concepción del
Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales –la de una clase
media como componente mayoritario de la población– la que ha
permitido que se identifiquen como integrantes de clase media tanto un
habitante de los Hatillos como uno de Rohrmoser35. Esta
identidad de
clase media es fruto del desarrollismo propio del crecimiento
neocapitalista, y es precisamente con el agotamiento de ese modelo
económico, a partir de inicios de los años 80, que surge
el cuestionamiento acerca de su desaparición.
V
Con la crisis de los
ochenta y el
ascenso del capitalismo de acumulación flexible36,
cuyo
referente ideológico es el neoliberalismo, empieza un nuevo
período de luchas y redefinición de los esquemas de
diferenciación social en Costa Rica. El nacionalismo
económico fue una consigna del modelo de sociedad y Estado
costarricense de la IIa República; con la dinámica de la
acumulación flexible de capital –simbolizada en este país
por la apertura de las primeras zonas francas– reaparece con más
fuerza el conflicto entre los sectores limitados a la economía
nacional y los ligados directamente a las trasnacionales, y del mismo
modo aparecen discursos contradictorios entre sí. La lucha de
clases en Costa Rica está atravesada trasversalmente por el
conflicto entre capital nacional y trasnacional, y ese es precisamente
el factor que desgarra a los sectores medios.
La
reivindicación de las
condiciones de vida de clase media es hoy hecha desde los sectores
menos favorecidos de esos sectores, aquellos que no se han integrado en
la economía transnacional: empleados de gobierno,
pequeños productores para el mercado nacional, pequeños
comerciantes. Así lo planteaba en 1989 un dirigente de los
empleados del MOPT, quien justificaba sus peticiones de ajuste salarial
debido a que el gobierno no mantuvo el equilibrio entre las exigencias
del Fondo Monetario Internacional y los sacrificios que le pedía
a la clase media. “Los partícipes de este movimiento son
básicamente, seguidores del Partido Liberación Nacional
que conforman, según [el dirigente] Harbolte, esa clase media
tan lacerada actualmente”37. Esta concepción ternaria
de la
sociedad se ha justificado reiteradamente a sí misma por el
ideologema de la solidaridad, buscando a menudo el retorno a la Arcadia
tropical de los años setenta. Pero ya resulta imposible sostener
una narrativa cómica para el futuro de esta clase social.
Por su parte, los
sectores de la
clase media favorecidos por la transnacionalización apelan,
siguiendo el ideologema de la eficiencia, a una concepción
satírica, al modo del Olimpo decimonónico, en la que las
imágenes prevalentes son la del ganador eficiente frente al
perdedor ineficiente, y la del “pulseador” frente al“vagabundo”38.
El
individualismo posesivo, como afirma Molina, es el fundamento del mundo
de este sector de la clase media, en el cual prevalece una competencia
feroz, condicionada por su desplazamiento del mercado laboral
público al privado39.
Siguiendo las
indicaciones de la
prensa de los sectores político-empresariales en el poder, este
sector de la clase media se distancia además del sector
empobrecido: lo ven como una suma de grupos de presión que temen
perder sus “privilegios”. La inserción en la
globalización neoliberal es vista por los sectores medios
transnacionalizados como prioridad nacional, frente a la cual deben
sacrificarse algunos intereses –por supuesto, no los suyos propios–,
como lo recordaba un editorial de La Nación en 1995: “La
mayoría de los compromisos suponen sacrificios para sectores
específicos, sea porque se eliminaran empleos, se reducen
beneficios y privilegios o se establecen límites a la
discrecionalidad de los funcionarios... Pero también en la
democracia existe el derecho –y más todavía, el deber– de
que el Gobierno y los partidos políticos actúen en
función de objetivos nacionales, no de intereses y aspiraciones
sectoriales.”40
La utopía de
estos sectores
no es más viable que la de sus contrapartes en crisis: la plena
integración en el mercado mundial llega con el costo de una
economía casi totalmente dependiente de los vaivenes del mercado
no sólo de productos, sino de la fuerza de trabajo
internacional, así como la pérdida de la soberanía
anunciada por acuerdos como el CAFTA.
VI
Esto no es una
elegía por la
clase media costarricense. Ciertamente, es el fin del relato
cómico de la historia socialdemócrata; la
ideología mesoclasista de mediados de siglo XX está
agotada, junto con el modelo de desarrollo con el cual surgió.
No podemos pretender que el andamiaje institucional costarricense
vuelva por sí solo a esa coyuntura de crecimiento de los
sectores medios.
Como hemos podido
observar a
través de las anteriores notas, los cambios del país en
la configuración del capitalismo mundial han condicionado la
producción de ideologías en Costa Rica, dentro de las
cuales la formulación de los criterios de diferenciación
social y sus narrativas han jugado un papel fundamental. Por supuesto,
hemos dejado de lado las mediaciones entre lo económico y lo
ideológico: las sociabilidades y políticas concretas de
las clases en este período, las cuales han sido estudiadas sobre
todo a partir de 194841. Por razones de espacio no hemos
abordado
aquí esas mediaciones, imprescindibles para comprender la
dinámica de las clases sociales.
En este sentido,
nuestro
interés ha sido sobre todo el de plantear la vigencia y
necesidad de retomar una concepción totalizante de la historia,
a partir de la cual comprender la dinámica social como una
articulación compleja, y no como un mero agregado de
prácticas dispersas. Disipado el estupor que caracterizó
política y académicamente a la década de los
noventa, es hora de abandonar las pequeñas
historias42 de los
enfoques fragmentarios de inspiración posmoderna, y retomar el
estudio de las totalizaciones sociales, sus contradicciones y
particularidades.
Es desde este tipo
de perspectiva
que planteamos la necesidad, tanto de pensar nuevas estrategias
respecto a la economía mundial, como de imaginar otras formas de
concebir las relaciones entre clases sociales en la Costa Rica actual,
más allá de las ideologías de conciliación
de clases y del individualismo posesivo.
¿Será
hora de retomar
la combatividad de la poética trágica?
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Diario de Costa Rica, 6 de
diciembre de 1919, Pp. 3.
Meléndez
Chaverri, Carlos,
Mensajes presidenciales. 6
vols. San José, Comisión
Nacional de Geografía e Historia, 1981-1989.
Montero, Bernardo,
“Por los
maestros y los obreros”, en La prensa
libre, 30 de setiembre de 1913,
Pág. 1.
Rodríguez
Vega, Eugenio,
“Clases y lucha social en Costa Rica”, en Surco, no 42 (1943).
Citas
y notas
* Licenciado en
Filosofía y
profesor en las Escuelas de Filosofía y de Estudios Generales de
la Universidad de Costa Rica; egresado de la maestría
académica en Historia de esta institución. Agradezco a mi
asistente y amigo Francisco Víctor Aguilar por su ayuda con el
formato de este texto.
1 Jiménez,
Michael, “The
elision of the middle classes and beyond: history, politics and
development studies in Latin America’s ‘Short twentieth century’”, en
Adelman, Jeremy (ed.), Colonial
legacies. The problem of persistence in
Latin American history. Nueva York-Londres, Routledge, 1999.
2 Cit. en
Viales Hurtado,
Ronny, “La historia económica costarricense: principales
tendencias y resultados en la transición entre dos siglos,
1992-2002. Bases para un relanzamiento”, en Molina Jiménez,
Iván, Enríquez Solano, Francisco y Cerdas Albertazzi,
José Manuel, Entre dos
siglos: la investigación
histórica costarricense, 1992-2002. Alajuela, Museo
Histórico Cultural Juan Santamaría, 2003, pp. 99.
3 Jameson,
Frederic,
Documentos de cultura, documentos de
barbarie. Madrid, Visor, 1989, Pp
94.
4 Žižek, S, El sublime objeto
de la ideología. México, Siglo XXI, 1992. Pp. 36.
La
lucha de clases no es un significante último que da sentido a
todos los fenómenos sociales, sino “un cierto límite, una
pura negatividad, un límite traumático que impide la
totalización final del campo social-ideológico”. Žižek,
S. El sublime objeto,…, 214.
A raíz de este trauma aparece la
fantasía ideológica, cuya función “es proveer a
hombres y mujeres de una secuencia escénica fantaseada de la
posibilidad de su propia condición social. En síntesis,
la ideología proporciona una visión idealizada de una
‘sociedad’ que realmente no puede existir” Elliott, Anthony,
Teoría social y
psicoanálisis en transición.
Sujeto y sociedad de Freud a Kristeva. Bs. Aires, Amorrortu,
1995, Pp.
242
5 Jameson,
Frederic,
Documentos de cultura,..., Pp.
71.
6 Este
imaginario es en
sí mismo un producto histórico de luchas de poder, que se
instituye a través del lenguaje y de las prácticas
sociales que le dan coherencia, tal como planteaba Nietzsche en su
Genealogía de la moral,
tratados 1 y 2.
7 Molina,
Iván y
Palmer, Steven, El paso del cometa.
Estado, política social y
culturas populares en Costa Rica (1800/1950). San José
Porvenir,
1994.
8 Palmer,
Steven.
“Adiós laissez-faire:
la política social en Costa Rica
(1880-1940)”. Revista de historia de
América, no. 124, 1999.
9 Viales H., R. El Colegio de
farmacéuticos…,.
10 Molina,
Iván, “Del
legado colonial al modelo agroexportador, 1821-1914”, en Botey, Ana
María (ed.), Costa Rica. De
las sociedades autóctonas
hasta 1914. San José, Ed. de la Universidad de Costa
Rica, 2000,
Pp. 521.
11
Acuña,
Víctor Hugo, “La invención de la diferencia
costarricense, 1810-1870”. Revista
de historia, no. 45 (2002), Pp.
204-205.
12 Fuentes,
Juan Francisco.
“Clase”, en Fernández Sebastián, Javier y Fuentes, Juan
Francisco (eds.), Diccionario
político y social del siglo XIX
español. Madrid Alianza, 2002. Pp. 156.
13 Sedimentación es un
concepto-metáfora que alude a la sobrevivencia en algunos
significantes de cargas semánticas surgidas en formaciones
sociales previas, ya en otros aspectos desaparecidas. Apunta hacia la
autonomía relativa del lenguaje, y a su particular
diferencialidad temporal respecto a otras instancias de la sociedad.
Cfr. Koselleck, Reinhart, Los
estratos del tiempo: estudios sobre la
historia. Barcelona,Paidós, 2001, Pp.115-133; Jameson,
Fredric,
Documentos de cultura,…, pp.
112-113; Williams, Raymond. Marxismo y
literatura. Barcelona Península, 1997, pp. 143-149.
14
Meléndez Chaverri,
Carlos. Mensajes presidenciales. 6
vols. San José,
Comisión Nacional de Geografía e Historia, 1981-1989.
1983, Pp. 26, 115, 42, 163, 28, 163.
15
Meléndez Chaverri,
Carlos. Mensajes presidenciales,…,
Pp. 11.
16 Spang,
Kurt,
Géneros literarios.
Madrid, Síntesis, 2000. Pp. 155.
17
Jiménez, Ricardo.
“El señor ex-presidente don Ricardo Jiménez en un
interesante artículo sobre el socialismo se dirige a nuestros
obreros” en Diario de Costa Rica,
6 de diciembre de 1919, Pp. 3.
18 Molina,
Iván y
Palmer, Steven. La voluntad
radiante. Cultura impresa, magia y medicina
en Costa Rica (1897-1932). San José, Porvenir-Plumsock,
1996,
Pp. 54-55, 139-140.
19 En tanto
que
concepción individualista, la parte asume al todo: la totalidad
es mera suma de partes. Es desde una formulación de este tipo
(pseudo-nominalista) que tiempo después Thatcher afirmó
que la sociedad no existe, sino solamente los individuos.
20 White,
Hayden,
Metahistoria. La imaginación
histórica en la Europa del
siglo XIX. México, Fondo de Cultura Económica,
1992, Pp.
19.
21 Frye,
Northrop,
Anatomía de la crítica. Cuatro
ensayos. Caracas, Monte
Ávila, 1977, Pp. 54.
22 White,
Hayden.
Metahistoria. La imaginación
histórica,..., Pp. 39.
23 Ver:
Acuña,
Víctor Hugo, “The formation of the urban middle sectors in El
Salvador, 1910-1944”, en Lauria-Santiago, Aldo y Binford, Leigh (ed.),
Landscapes of struggle. Politics,
society and community in El Salvador.
Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 2004. Parker, D.S, The idea
of the middle class. White-collar workers and Peruvian society,
1900-1950. Pennsylvania, Pennsylvania State Press, 1998.
Owensby,
Brian, Intimate ironies. Modernity
and the making of middle-class lives
in Brazil. Stanford, Stanford University Press, 1999.
24 Cabe
recordar que, durante
los años 20 las organizaciones de artesanos acogían tanto
a los asalariados como a los pequeños y medianos propietarios de
talleres. Cfr. Acuña, 1986.
25 Mandel,
Ernest, El
capitalismo tardío. México, Era, 1979.
26 Respecto a
las nuevas
políticas económicas reformistas, afirmaba en 1940 el
presidente León Cortés que “en Costa Rica vivimos un
socialismo sano y confortable”. Cfr. Meléndez (comp.), 1987: 284.
27 Foucault,
Michel, Defender
la sociedad. México, Fondo de Cultura Económica,
2002,
Pp. 49-66.
28 Duby,
Georges. Los tres
órdenes, o lo imaginario del feudalismo. Barcelona Argot,
1983,
Pp. 19-30.
29 Arrighi,
Giovanni, El
largo siglo XX. Dinero y poder en los orígenes de nuestra
época. Madrid, Akal, 1999.
30
Bulmer-Thomas, Victor, La
economía política de Centroamérica desde 1920.
San
José, BCIE-EDUCA, 1989.
31 Molina,
Iván y
Palmer, Steven, Historia de Costa
Rica. Breve, actualizada y con
ilustraciones. San José, EUCR, 1997. Pp. 83-100.
32
Rodríguez Vega,
Eugenio, “Clases y lucha social en Costa Rica”. Surco, no. 42 (1943),
Pp. 13. Énfasis mío.
33
Rodríguez Vega,
Eugenio, “Clases y lucha social,…, Pp. 12-13.
34 ANFE. Liberalismo. 25
años de ANFE. San José, Asociación
Nacional de
Fomento Económico, 1984.
35
Cersósimo, Gaetano,
Los estereotipos del costarricense. San
José, EUCR, 1978.
36 Harvey, David,
The condition of
postmodernity. An enquiry on the origins of cultural change.
Malden-Oxford, Blackwell, 1999. Amin, Samir, El capitalismo en la era
de la globalización. Bs. Aires, Paidós, 1999.
37
Quirós Castro,
Rodrigo. “Las representaciones sociales de la clase media en las
coyunturas de conflicto social en la Costa Rica neoliberal. 1984-2000”.
Diálogos Revista
Electrónica de Historia, vol. 8, no. 1
(2007), pp. 108. [Revista en línea] Dirección web:
http://historia.fcs.ucr.ac.cr/artic.htm
38 Cordero, Allen,
“Clases medias y
movimientos sociales en Costa Rica”. Revista
de Ciencias sociales, no.
109-110 (2005), Pp. 160.
39 Molina,
Iván,
Costarricense por dicha. Identidad
nacional y cambio cultural en Costa
Rica durante los siglos XIX y XX. San José, EUCR, 2002,
Pp. 122.
40
Quirós Castro,
Rodrigo. “Las representaciones sociales de la clase,…, Pp. 126.
41 Ver:
Cordero, Allen,
“Clases medias y movimientos sociales,…,. Castro Vega, Óscar,
Auge y caída de la clase media
en Costa Rica (1940-1980). San
José, ADEP, 2007. Segura, Jorge Rhenán, Contribution
à l’étude des secteurs moyens au Costa Rica. 1948-1986.
Tesis de doctorado en Ciencias Políticas. París,
Université de la Sorbonne Nouvelle, 1989.
42
Grüner, Eduardo. El
fin de las pequeñas historias. De los estudios culturales al
retorno (imposible) de lo trágico. Bs. Aires,
Paidós,
2002.
Correspondencia a: George
I. García: Licenciado
en Filosofía y
profesor en las Escuelas de Filosofía y de Estudios Generales de
la Universidad de Costa Rica; egresado de la maestría
académica en Historia de esta institución.
Fecha de recepción: 22 de
junio 2009 - Fecha de aceptación: 02 de agosto 2009