[article pii=nd doctopic=oa language=es ccode=br1.1 status=1 version=3.1 type=nd order=05 seccode=RD040 sponsor=nd stitle="Rev.Diálogos" volid=10 issueno=02 dateiso=20100000 fpage=123 lpage=145 issn=1409-469X][front][titlegrp][title language=es]La producción de vehículos de memoria colectiva y su recepción como problema metodológico en el contexto de la mundialización[/title][/titlegrp]
Every man and nation needs a certain knowledge of the past, whether
it be through monumental, antiquarian or critical history, according to
his object, powers and necessities. Nietzsche, The Use and Abuse of History
[authgrp][author role=nd rid="a01"][fname]Oriester [/fname][surname]Abarca Hernández[/surname][/author][/authgrp]
[aff id="a01"
orgname="Universidad de Costa Rica"]Oriester Abarca Hernández.
Máster en Derecho Económico. Profesor Asociado, Universidad de
Costa Rica.[/aff]
Dirección
de correspondencia.
[bibcom]Abstract
[abstract language=en]The aim of this paper is to examine
some methodological problems related to receipt of official vehicles (produced
by the state) of collective memory, it also exposes the problem of reductionism
in which some historiographical works have incurred in taking the nation-state
as a single frame of reference.[/abstract]
Keywords:
[keygrp scheme=decs][keyword type=m language=en]Collective
memory[/keyword], [keyword type=m
language=en]methodology[/keyword], [keyword
type=m language=en]History[/keyword], [keyword
type=m language=en]methodological nationalism[/keyword][/keygrp].
Resumen
[abstract language=es]El objetivo de este trabajo es examinar
algunos problemas metodológicos relacionados con recepción de los
vehículos oficiales (producidos por el estado) de la memoria colectiva;
también expone el problema del reduccionismo en que algunos trabajos
historiográficos incurren al asumir al estado-nación como marco
único de referencia.[/abstract]
Palabras
claves: [keygrp scheme=decs][keyword type=m language=es]Memoria colectiva[/keyword], [keyword
type=m language=es]metodología[/keyword], [keyword
type=m language=es]Historia[/keyword], [keyword
type=m language=es]nacionalismo
metodológico[/keyword][/keygrp][/bibcom].[/front]
[body]1. Introducción
Según
Alon Confino el concepto memoria ha sido “más practicado
que teorizado”1 y se ha depreciado por un uso excesivo. La
historia de la memoria, afirma Confino, orientada más por la moda de
ciertos temas, ha venido a ser un campo fragmentado al que le falta
reflexión crítica sobre el método y la teoría,
así como una evaluación sistemática de los problemas del
campo, enfoques y objetos de estudio. Wulf Kansteiner2, en una
línea similar a la de Confino, afirma que el éxito de los
estudios sobre memoria no se ha visto acompañado de avances conceptuales
y metodológicos significativos en la investigación de los
procesos de la memoria colectiva. Berliner considera que el boom de la
memoria ha llevado a abusos y afirma que “a broad range of fundamental
epistemological issues are still to be raised with regard to memory.”3
El
objetivo de este trabajo es examinar uno de los problemas metodológicos
identificados tanto por Confino como por Kansteiner: el problema de la
recepción de los vehículos oficiales (producidos por el estado)
de la memoria colectiva; también se expone el problema del reduccionismo
en que algunos trabajos historiográficos incurren al asumir al
estado-nación como marco único de referencia y análisis.
El
trabajo, basado en fuentes secundarias, consta de dos partes. La primera aborda
el problema del concepto memoria colectiva, rechazando una
definición esencialista. La segunda se enfoca en el análisis del
problema de cómo la producción de políticas y
vehículos de memoria por parte del estado debe diferenciarse de los
procesos mediante los cuales los diferentes grupos sociales los reciben,
aceptan o rechazan.
La
historiografía podría enriquecer sus perspectivas si estudia los
procesos de negociación en que los diferentes grupos sociales participan
para producir y consumir las memorias colectivas. Para ello se sugiere el uso
de los enfoques de framing y sensemaking generados en otras
disciplinas. Además, se sugiere que las investigaciones
históricas superen la camisa de fuerza del enfoque reduccionista que
limita su análisis a lo que ocurre dentro del estrecho marco del
estado-nación y se tome en cuenta cómo los procesos de la
globalización afectan a la producción y consumo de memorias.
2. El concepto de “memoria colectiva”
Se
atribuye al sociólogo francés Maurice Halbwachs4 la
introducción del concepto “memoria colectiva” (como construcción
sistemática), en 1925. En la misma década y de manera
independiente el historiador del arte Aby Warburg planteó su concepto de
memoria social.5 Según Assmann6, tanto Halbwachs
como Warburg, cambiaron el discurso relativo al conocimiento colectivo, al
sacarlo de un marco biológico y llevarlo a uno cultural. Para Halbwachs
los cambios en el conocimiento del pasado corresponden a las cambiantes
necesidades de organización y a las transformaciones en la estructura de
la sociedad. La realidad del pasado no está en éste sino que se
deriva de los subsecuentes problemas y necesidades de la sociedad; de este
modo, la memoria colectiva está en constante reconstrucción de
acuerdo con las necesidades del presente7.
Por su
parte Warburg sostenía que toda obra humana, y el arte en particular,
son expresiones de la memoria social transmitida por medio de símbolos
desde tiempos ancestrales. La transmisión de motivos y creencias
primitivas continúa moldeando a las sociedades actuales. Además,
consideraba a la obra de arte en el más amplio contexto de la cultura en
que se produce8. Halbwachs distingue entre diversos conceptos
relacionados con la memoria9:
a) Memoria autobiográfica: la memoria de aquellos eventos que se experimentan.
b) Memoria histórica: la memoria que se alcanza únicamente por medio de registros históricos.
c) Historia: es el pasado recordado con el cual no se tiene ya una relación orgánica; es el pasado que no es ya una parte importante de nuestra vidas.
d) Memoria colectiva: es el pasado activo que forma las identidades.
Según Halbwachs, la memoria da paso a la historia en la media que se pierde contacto con el pasado. La memoria histórica puede ser orgánica o muerta, pues es posible celebrar incluso lo que no se ha experimentado directamente, manteniendo un determinado pasado vivo o bien, puede estar vivo solo en registros históricos.En un sentido similar a la clasificación de Halbwachs, Marie-Claude Lavabre10 propone la suya. La memoria, para ella, tiene tres dimensiones complementarias:
a) Historia: el conocimiento científico del pasado y su narración; comonarración que apunta a la realidad de lo acontecido. El historiador es a la vez, de acuerdo con la ideología que sustente, una fuente de conocimientos históricos y un promotor de memoria.
b) Memoria histórica: la narración del pasado que persigue fines políticos de crear o mantener una identidad, por lo que comprende las políticas de memoria, los lugares de memoria (Nora), el proceso de rememoración y la recreación artificial que se liga al contexto político. Se refiere al conocimiento del pasado pero del cual no se tiene experiencia propia.
c) Memoria común: los acontecimientos que los individuos de una sociedad experimentan de forma simultánea.
d) Memoria colectiva: lugar se intersección de las tres anteriores. Es la homogeneización de los recuerdos de los individuos constituidos en grupos promotores de memorias, que se proyectan en el espacio público como narraciones con una pretensión de coherencia. Los historiadores no quedan fuera de los agentes promotores de memoria colectiva pues con su trabajo influyen, en algún grado, en la forma como los diversos grupos consideran el pasado.
Como
todo concepto, el significado de “memoria colectiva” es
convencional, por lo que puede asumir diferentes contenidos, en dependencia del
contexto y del acuerdo de los interlocutores, por lo que debe rechazarse
cualquier intento de encontrar una esencia del concepto en vez de definirlo de
manera intersubjetiva, especialmente en contextos académicos donde se
requiere operacionalizarlo. Sin embargo, se puede intentar ofrecer una
definición muy general del concepto, como lo hace Confino atendiendo al
común denominador temático de diferentes acepciones: se trata de
“las maneras en que las personas construyen un sentido del pasado”11,
o bien, según Jedlowski, “la acumulación de las
representaciones del pasado que un grupo produce, mantiene, elabora y transmite
a través de la interacción entre sus miembros”12.
En todo caso, debe reconocerse que el término es ambiguo, a la hora de
examinar su validez como categoría de análisis, es decir, su
validez conceptual y epistemológica.
3. Problemas metodológicos
No es
infrecuente que al realizar estudios históricos se tome el contendido
literal de la fuente como un hecho que realmente ocurrió. Lo que una ley
dispuso, por caso, se toma como si necesariamente su promulgación haya
tenido el efecto de materializar su contenido normativo. La falta de
crítica de las fuentes empobrece la investigación histórica.
Ello es especialmente grave al tratar con fuentes oficiales, producidas por la
burocracia estatal desde su posición de poder y por lo tanto, con
capacidad de imponer una visión determinada de cómo ha sido el
pasado. Ahora bien, no siempre el estado se ha propuesto construir una versión
determinada de los hechos. Por ejemplo, la mayoría de las leyes y
decretos ejecutivos se promulgan para regular una parte o dimensión de
las actuaciones de las personas y grupos, sin que necesariamente el
político o el burócrata estén plenamente conscientes de
que están imponiendo una determinada “visión de
mundo” (ideología); desde su punto de vista sólo
están regulando una actividad o proceso. ¿Pero en qué
medida se cumple lo dispuesto por una norma jurídica? Más
aún, por la ambigüedad del lenguaje y las celadas que este nos
reserva, ¿quién puede estar seguro (a priori) de lo que
efectivamente una norma dispone? Al aplicarse una regla a un caso concreto, no
existe una regla de cómo aplicar la regla. Los resultados son
impredecibles y por lo tanto no existe una única solución posible13.
De este modo, fuentes tales como las normas jurídicas, las resoluciones
judiciales, los actos administrativos, no pueden simplemente interpretarse en
la literalidad del documento que los recoge.
Cuando
el historiador asume acríticamente ese tipo de fuentes, no debe culpar
al estado de inducirlo a error. El historiador debe ser capaz de distinguir
entre vestigio y evidencia14. El contenido de lo ordenado o
dispuesto por una autoridad pública no necesariamente es lo actuado por
esa autoridad o por la sociedad civil. Ello no significa que el estado no tenga
una política de memoria, pues el estado-nación se fundamenta en
la ficción (comunidad imaginada, en el lenguaje de Anderson) de
una identidad nacional15, la cual intenta moldear por medio de
diversos mecanismos, como las conmemoraciones, manuales educativos, estatuas y
edificios públicos, iconografía, entre otros, y por medio de su
participación en procesos de negociación y luchas discursivas
entre diversos actores16. Como afirmó Foucault. “Since
memory is actually a very important factor in struggle... if one controls
people’s memory, one controls their dynamism.”17 Sin
embargo, a través de esos vehículos no se trasparenta de manera
directa la memoria colectiva. A partir de las ideas de Confino y Kansteiner, y
antes que ellos, Halbwachs y Warburg, es posible establecer un enfoque
teórico y metodológico para superar lo que llamaré el
“sesgo de la representación” en el estudio de la memoria
colectiva. Este sesgo consiste en asumir como memoria colectiva lo que es un
conjunto de vehículos de representaciones creadas o inducidas por la
burocracia estatal y por las élites ligadas o con acceso al poder.
Confino
acude a las ideas de Warburg, para proponer un enfoque en el que el estudio de
la memoria sea considerado como la relación entre el todo y sus partes,
viendo a la sociedad como una entidad global (social, simbólica,
política), en la que diferentes memorias interactúan. Ello busca
reconstruir el sentido de una determinada memoria colectiva al realizar un
doble movimiento: a) poniéndola dentro de un contexto histórico y
un universo simbólico globales, b) analizando las ideas, valores y
prácticas incorporadas y simbolizadas por su imaginería
particular.
De
especial importancia considera Confino el enfoque de Warburg relacionado con la
prueba o evidencia. Según la teoría de la respuesta de Warburg,
se produce una mediación social de las imágenes; es decir, cuando
se interpreta una obra de arte, no se puede asumir que las imágenes son
las expresiones trasparentes de los valores sociales y políticos; la
obra de arte no da cuenta de sí misma sino que para descifrar su
significado es necesario examinar las intermediaciones que se producen entre el
mundo social y la representación artística. Esto llevado al
terreno de la memoria colectiva supone que su representación tampoco es
una expresión transparente de una mentalidad histórica o de sus
valores políticos y sociales. El punto crucial, según Confino, no
es qué se representó sino cómo esta representación
ha sido interpretada y percibida; más aún, ¿por qué
una determinada representación ha sido recibida o rechazada, por
qué algunos pasados triunfan mientras otros fallan?
Confino
advierte de dos errores usuales en algunos estudios historiográficos:
a) Reducir lo social y lo cultural a lo político, centrando las investigaciones en vestigios políticamente evidentes, en lugares visibles y nombres familiares, donde la construcción de la memoria es explícita y su sentido palpablemente manipulado; se omite de esa manera investigar las actividades no categorizables directamente como políticas (familia, asociaciones voluntarias, relaciones de trabajo, turismo, consumo), pero que son un componente importante de cómo las personas construyen o rechazan imágenes del pasado.
b) Asumir que las representaciones evidentes del pasado, sus signos visibles, hablan por sí mismos y explican las percepciones del pasado sin intermediaciones. “But in truth, we have no way to evaluate, control, and verify the importance of the evidence without a systematic study of reception, and we end up constructing the history of memory from visible signs whose signifcance is taken for granted.”18
Confino
ofrece como ejemplo de tal errado enfoque metodológico el libro The
Vichy Síndrome, de Henry Rousso19, cuya primera parte
expone una memoria construida “desde arriba”; la segunda parte,
condicionada por la anterior, examina la recepción de tal
construcción oficial ignorando la construcción popular. Y se
pregunta Confino: “But why should we assume that people were limited to
the memory delineated in Part 1? Instead of exploring how people constructed
their own collective memories of Vichy, which at times concurred with and at
times opposed the official memory of Vichy, Rousso investigates only how the
memory constructed by politicians and intellectuals was received by the public.
Thus
the Vichy memory from above looks very much like a memory imposed on a public
that has no agency.”20
Kansteiner21,
por su parte, percibe otro problema metodológico: muchos de los estudios
sobre memoria se enfocan en representaciones de eventos específicos en
particulares escenarios cronológicos, geográficos o
mediáticos, sin reflexionar sobre las audiencias de tales
representaciones, lo que limita el reconocimiento de relaciones entre culturas
históricas del pasado y del presente con colectivos sociales
específicos y su conciencia histórica. Los estudios sobre memoria
colectiva no han puesto aún la suficiente atención a los
problemas de recepción, tanto en lo que respecta a métodos como a
fuentes, por lo que los trabajos sobre memorias colectivas específicas
con frecuencia no aportan luz acerca de la base sociológica de las
representaciones históricas. Este problema se ve agravado por el uso metafórico
de términos psicológicos y neurológicos,
ofreciéndose así una inadecuada representación de la
dinámica social de la memoria colectiva al entenderla como efecto y
extensión de la memoria individual (autobiographical memory)22.
Como solución, propone una contextualización extensiva de
estrategias específicas de representación, que liguen hechos de
representación con hechos de recepción. De esa manera,
según Kansteiner, “la historia de la memoria colectiva se
reconceptualizará como un proceso complejo de producción y
consumo cultural que reconoce la persistencia de tradiciones culturales
así como el ingenio de los productores de memorias y los intereses
subversivos de los consumidores de memoria”23. Esos tres
factores (tradiciones culturales e intelectuales que persisten y enmarcan todas
nuestras representaciones del pasado, los productores de memoria que
selectivamente adoptan y manipulan esas tradiciones, y los consumidores de
memoria, quienes usan, ignoran o transforman tales artefactos según sus
propios intereses), al negociar, crean las reglas del juego en la competitiva
arena de la política de la memoria. La reconstrucción de esas
negociaciones, considera Kansteiner, ayudará a distinguir entre las
muchas iniciativas fallidas y los pocos casos de construcción exitosa de
memoria colectiva.
La
propuesta de Kansteiner es adoptar los métodos de los estudios sobre
comunicación y medios, en especial en lo que toca a recepción;
además, sugiere mantener el uso de la amplia variedad de instrumentos
interpretativos producidos desde la historiografía tradicional hasta los
enfoques postestructurales. Kansteiner afirma que existen múltiples
memorias colectivas en diferentes niveles: familias, profesiones, generaciones
políticas, grupos étnicos y regionales, clases sociales y
naciones, por lo que las personas son siempre parte de lo que llama
“comunidades mnemónicas”. El recuerdo colectivo puede ser
explorado, por ello mismo, en diferentes escalas; toma lugar tanto en
ámbitos sumamente privados, como en la esfera pública.
Así, el espectro de las memorias colectivas va desde grupos
pequeños como la familia -cuyos miembros construyen una visión
del origen e identidad familiar- hasta el ámbito supranacional.
Los
grupos pequeños, afirma Kansteiner, sólo tienen oportunidad de
moldear la memoria nacional si controlan los medios para expresar sus visiones
y si éstas coinciden con tendencias y objetivos políticos y
sociales de otros grupos sociales importantes (como es el caso de élites
y partidos políticos). Según Kansteiner, tomando la idea sin duda
de Halbwachs, los eventos del pasado solo son recordados en un determinado
escenario colectivo si se ajustan a los intereses contemporáneos. Las
memorias ganadoras cambian su foco de la política de memoria, con sus
escándalos e intrigas, a rituales y representaciones del pasado que se
producen y consumen sin mayor desacuerdo hasta que son retadas y quizá
derrotadas, casi siempre con el cambio generacional24. Esta forma
repetitiva de las representaciones son la columna vertebral de las memorias
colectivas.
El
enfoque de Kansteiner, de juego de poder e intereses entre grupos en la
construcción de la memoria colectiva, puede ser complementado adaptando
al análisis historiográfico las ideas que se han propuesto en la
literatura sobre sensemaking y framing.
La
literatura sobre el enfoque de framing ha aportado elementos para la
comprensión del fenómeno del enmarcamiento (de significado) desde
un punto de vista interpretativo pero no ha atendido suficientemente los
contextos estructurales en los cuales éste se produce25.
Fiss y
Hirsch proponen incorporar al enfoque del enmarcamiento26 (framing)
ideas extraídas del enfoque de sensemaking (creación de
sentido) para examinar cómo y cuándo las oportunidades para la
creación de sentido aparecen y cómo esto afecta al proceso
discursivo posterior. Al unir ambos enfoques, según Fiss y Hirsch, es
posible examinar cómo los factores estructurales impulsan y delimitan el
proceso discursivo, lo que afecta el cuándo y dónde las pugnas de
enmarcamiento surgen. Al combinar ideas del enfoque de sensemaking con
ideas del enfoque de framing, dichos autores afirman que se reconoce el
papel de los factores estructurales pero se deja el discurso y el enmarcamiento
“open to symbolic, cultural, and political determinations”.27
La perspectiva
de enmarcamiento (framing) se enfoca en “el proceso por el que
los actores producen marcos de significado para movilizar apoyo a favor de sus
respectivas posiciones”28. La perspectiva de
creación de sentido (sensemaking) “da énfasis a
los procesos social, psicológico y epistemológico por los cuales
los actores generan un entendimiento acerca de las situaciones en las que ellos
mismos se encuentran inmersos”29.
Fiss y
Hirsch sugieren que la perspectiva de enmarcamiento puede ser ampliada con
beneficios incorporando a ésta algunas ideas tomadas del enfoque de creación
de sentido. Mientras el enmarcamiento se enfoca en cómo
diferentes significados compiten por obtener apoyo, la creación de
sentido recalca cómo la identificación de patrones de
significado depende de señales sobresalientes del entorno30;
esto permite examinar a la vez cómo el significado es debatido en el
discurso y cómo los factores estructurales impulsan y delimitan el
surgimiento de tal discurso, sin asumir posiciones deterministas.
El
concepto de disputas de enmarcamiento “representa a la sociedad y a la
cultura como un terreno de contiendas y muestra a varios grupos y movimientos
sociales luchando por el poder”31. El análisis de
enmarcamiento puede guiar a los investigadores a examinar la variedad de
ideologías, símbolos y estrategias que son utilizados por los
protagonistas para entender por qué ciertas estrategias son exitosas o
no en determinados periodos y contextos. El análisis de enmarcamiento
puede ayudar a mostrar cómo los actores aprovechan las oportunidades y
dan forma a sus propuestas para su propio beneficio32. Dichos
enfoques pueden ser útiles al historiador toda vez que la memoria
colectiva, partiendo de los aportes de Halbwachs y Warburg, pueden ser
entendidos como formas de negociación social. El hecho histórico
y su representación no son lo mismo. Las representaciones pertenecen al
presente y en él son negociadas. Esta mirada fuera de la propia
disciplina historiográfica quizá pueda ser útil para
evitar el error metodológico de realizar estudios de memoria colectiva
“desde arriba”.
El
problema de la recepción es de primera importancia pues no basta
estudiar una determinada parte de la producción de los vehículos
de la memoria, por muy privilegiado que resulte su productor (el estado y su
burocracia), el cual en todo caso es también un actor que participa en
las contiendas de enmarcamiento. Además, como advierte Kansteiner, un
mismo vehículo puede ser usado por diferentes personas para
propósitos diferentes; no existe una única comunidad
interpretativa. La paradoja, afirma, es que cuanto más
“colectivo” es el medio (por ejemplo, la televisión), menor
es la probabilidad de que refleje la memoria colectiva de la audiencia.33
El error consiste en asumir acríticamente que el acto de
representación coincide con el acto de recepción.
Otro
ejemplo de estudio que se limita a un enfoque “desde arriba” es el
de Barry Schwartz, The Social Context of Commemoration: A Study in
Collective Memory34, en el que utiliza datos de los eventos y
personas conmemorados en el Capitolio de los Estados Unidos “para
demostrar cómo el significado de eventos históricos cambia de una
generación a la siguiente de acuerdo con la infraestructura de los
problemas y necesidades de la sociedad”35. Sin embargo,
Schwartz en realidad no examina cómo cada generación
reevalúa el significado del pasado, sino cómo el Congreso de
Estados Unidos lo hace por medio del simbolismo conmemorativo del Capitolio. Se
trata de una “memoria colectiva” oficial en términos
políticos dentro del marco del estado-nación que representan los
Estados Unidos (es decir, desde sus instituciones oficiales de poder). Su
método elige como via regia para el estudio del inconsciente colectivo (the
collective unconscious) las conmemoraciones icónicas (iconic
commerotation)36 omitiendo sin consideración alguna el
tema de la producción y recepción de otras memorias por los
diferentes grupos que componen la sociedad estadounidense en diferentes
niveles, así como el tema de la recepción o rechazo de la misma
producción de la memoria oficial. La memoria colectiva es la que el
estado dicta oficialmente, en el enfoque de Schwartz.
Un
problema adicional de estudiar la memoria colectiva “desde arriba”,
como la memoria oficial y su recepción, es que parte del estrecho marco
del estado-nación37, en que se encerraron las ciencias
sociales desde el siglo XIX.38 No cabe ignorar que las fuerzas y
intereses en juego actualmente traspasan dicho ámbito y que los
elementos que influyen en la construcción de diferentes memorias van
desde lo global hasta lo regional y local y viceversa, en un juego
dialéctico. Partiendo de la idea de Halbwachs acerca de la existencia de
una multiplicidad de memorias, hoy debe reconocerse que la pertenencia a un
grupo no está ya delimitada únicamente por el ámbito de lo
nacional (o lo regional, entendido a la manera clásica de Vidal de la
Blache, como una parte de lo nacional). Para Halbwachs las diversos modos en
que las memorias se asocian resultan de los varios modos en que las personas se
asocian; así, cada memoria, como ella se produce en el pensamiento
individual, podría entenderse sólo si se ubica dentro del
pensamiento del correspondiente grupo; para él la relativa fortaleza y
formas de combinación de las diversas memorias en el pensamiento
individual puede comprenderse sólo si se conecta al individuo con los
diferentes grupos a los que pertenece.
En el
actual contexto la pertenencia a diversos grupos no se limita a las fronteras
del estado-nación. Ni siquiera con anterioridad al fenómeno de la
globalización el estado-nación era el único ámbito
para generar identidades (por ejemplo, hay más naciones que estados) y
por lo tanto, memorias. En este sentido, el marco que ofrece la Historia global
es útil para superar el reduccionismo en que la historiografía
caería si mantiene la categoría
“estado-nación” como único espacio dentro del cual se
producen no sólo memorias “desde arriba” sino también
“desde abajo”. El poder político cada vez está menos
concentrado en el estado-nación y lo económico (sin fronteras)
cada vez influye más en lo político. No puede ignorarse la
existencia de lo que Meyer, Boli, Thomas y Ramírez denominan “una
sociedad mundial” (world society)39, desde cuyo
concepto dichos autores analizan el estado-nación como una
institución construida por procesos culturales y asociativos mundiales,
a partir los cuales identifican: a) propiedades del estado-nación que
resultan de su construcción impulsada exógenamente, b) procesos
por los cuales la cultura racionalista mundial afecta a los
estados-nación, c) características de la sociedad mundial que
intensifican el impacto de la cultura mundial en los estados y sociedades
nacionales (incluyendo las condiciones que favorecen la difusión de
modelos mundiales, la expansión de asociaciones de nivel mundial y la
autoridad racionalizada científica y profesional), d)
características dinámicas de la cultura y la sociedad mundiales
que generan expansión, conflicto y cambio, entre ellas especialmente la
no estatalidad (statelessness) de la sociedad mundial, la
legitimación de múltiples niveles de actores racionalizados, y
las inconsistencias y contradicciones internas.
El
contexto globalizado ha producido nuevas formas de asociación y de
comunicación que generan grupos que antes no existían. Las
tecnologías de información y comunicación, los progresos
en los transportes, la deslocalización y el desmembramiento de la cadena
de valor, solo para mencionar algunos fenómenos de esta
mundialización, han llevado a nuevas formas de hacer, recibir y rechazar
memorias colectivas. Desde “arriba” el poder político y
económico cada vez pertenece menos al estado-nación; desde
“abajo”, surgen nuevas formas de comunicación y agrupación
o bien, se da nueva importancia a grupos que con anterioridad no eran siquiera
considerados en la arena del juego de las identidades y de las memorias (grupos
étnicos minoritarios, de género, etarios, sólo para
mencionar algunos). Esto supone la necesidad de superar no sólo el
reduccionismo denunciado por Confino (el enfoque de la memoria oficial y su
recepción) sino también el reduccionismo del enfoque de la
producción, recepción y rechazo de las memorias de grupos que se
forman, actúan y desaparecen en el ámbito exclusivo del
estado-nación. Si bien Confino advierte sobre el primer error, no logra
superar en su propuesta el segundo; aún mantiene en su análisis
al estado-nación como marco dentro del cual se producen, reciben o
rechazan memorias colectivas, limitándose su enfoque a proponer una
dialéctica entre el todo (el estado-nación) y sus partes40.
Al
respecto puede ser útil tener en cuenta la división que propone
Nora41 de la historia de la memoria, en tres periodos42:
a) Premoderno: existía una relación no autoconsciente entre las personas y su pasado; las tradiciones y ritos proveían una sensación de estabilidad en el tiempo para los miembros de comunidades de memoria local.
b) Moderno: la aceleración de la vida cotidiana por la modernización industrial y social produjo a partir del siglo XIX que las tradiciones y afiliaciones perdieran su sentido, por lo que la relación entre las personas y su pasado se reconstruyó por medio de simulaciones de memoria natural de primer grado; las élites produjeron lugares de memoria en el lenguaje, monumentos y archivos, los cuales tuvieron como referente común el estado-nación, y que procuraron asegurar el futuro de éste mediante invenciones de sus tradiciones.
c) Postmoderno: Al colapsar la ideología y la realidad del estado-nación en el siglo XX las simulaciones de primer grado han sido sustituidas por las de segundo grado; la cultura de medios de finales del siglo XX produce identidades y representaciones del pasado que tienen poca relación con cualquier tradición compartida, estilos de vida o instituciones políticas que no sea el frenético ritmo del consumo de medios mismo.
A
partir de la década de 1980 se ha producido una obsesión por la
memoria, pasión memorialista que según Nora se explica por el
“recalentamiento del presente”, es decir, por la aceleración
de los procesos históricos en las últimas décadas43.
El
cambio también es tomado en cuenta, como explicación, por Lorenz44,
para quien una de las más notorias características de la
historiografía occidental desde la década de 1960 es que el
estado-nación ha perdido su condición de foco central a la vez
que han surgido identidades sociales, étnicas, de género,
regionales y locales. Esta variación del foco historiográfico es
un reflejo, según Lorenz, del cambio en los modos prevalecientes de
autorrepresentación individual y colectiva: la fragmentación de
la identidad nacional en un número de identidades sub y supranacionales
ha sido la tendencia dominante desde la década de 1960. Y agrega
Lorenz: “The shift of interest from the problems of
‘scientific’, ‘objective’ history into the issues of
‘collective memory’ -connected to specific milieux de
mémoires [utilizando la terminología de
Nora] and thus being particular and subjective by definition- can
easily and plausibly be interpreted as a consequence (and carrier!) of this
development towards fragmentation of history and historical
consciousness.”45 Para Lorenz, lo que denomina “the
‘only the lonely’ complex” (enfoque no comparativo del
estado-nación como categoría central de análisis)
está aún difundido en historiografía. Desde dicho enfoque
se producen atribuciones injustificadas de características y problemas
de historiografía particulares (locales o nacionales) a causas
también particulares (locales o nacionales). “The ‘only
the lonely’ complex” deja por fuera enfoques como el ya
mencionado de Meyer, Boli, Thomas y Ramírez46, por ejemplo.
Al parecer sigue presente lo que Brenner denomina “the epistemology of
state-centrism”47. Pero la identidad ya no es establecida
únicamente como una identidad nacional. La memoria colectiva es generada
desde las nuevas identidades infra y supra nacionales. El cambio ha generado
una nueva forma de hacer identidades, es decir, de hacer memorias48.
Se atribuye a Mitterand haber dicho que “un pueblo que pierde su memoria,
pierde su identidad”49; en el nuevo contexto ultra y cisnacional
(para denominar de alguna forma al cambio de escala hacia lo global tanto
como hacia lo local), quizá pueda afirmarse que “un pueblo que
cambia su memoria, cambia su identidad”. No estamos frente a una crisis
de identidad, sino frente a un cambio de ella, hecho que ha impactado a las
Ciencias Sociales en general y no sólo a los estudios
historiográficos. Por eso reina una cierta confusión conceptual y
metodológica y disciplinaria incluso, como cuando la Historia invade
acríticamente el ámbito categorial de la Psicología o la
Psiquiatría. La “memoria colectiva”, ha venido a desplazar
conceptos como mito o ideología. Una mayor
discusión sobre la metodología y una higienización del
lenguaje se hacen necesarios antes de continuar. Si “el método
antecede a toda ciencia”, como afirmaba Kant, esta es una oportunidad
para una discusión metodológica.
Dicho
lo anterior y limitándome a los objetivos del presente ensayo, cabe
señalar que se presenta como un reto, para las futuras líneas de
investigación, examinar el tema de la producción,
negociación y recepción de memorias no oficiales, desbordando
dicho examen, además, el estrecho margen conceptual del estado-nación.
En este sentido, la Historia global y los estudios regionales tienen mucho
qué aportar al estudio de la memoria, si es el caso que se desee
continuar con el uso de este concepto en los estudios historiográficos.
Tampoco debe olvidarse que “memoria” es un concepto
transdisciplinario y que la historiografía ganaría mucho de un
mayor acercamiento a la Sociología, a la Filosofía
Analítica y a otras disciplinas para abordar de una mejor manera su
objeto y sus temas.
4. Conclusiones
[back]Referencias
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language=en]Collective
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[confgrp][Ponencia
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dateiso="20050930"]26 al 30 de septiembre del 2005[/date], en la ciudad de [city]Guatemala[/city], [country]Guatemala[/country], [country]Centroamérica[/country]][/confgrp]. Disponible en [url]http://168.96.200.184:8080/avancso/avancso/taller5[/url], consulta
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[ocitat][omonog][oauthor
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[ocitat][ocontrib][oauthor
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[ocitat][ocontrib][oauthor
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Citas y notas
1
Confino, Alon. 1997. “Collective Memory and Cultural History: Problems of
Method”, The American Historical Review, Vol. 102, No. 5, p. 1386.
2
Kansteiner, Wulf. 2002. “Finding Meaning in Memory: A Methodological
Critique of Collective Memory Studies”. History and Theory, Vol.
41, No. 2, pp. 179-197.
3
Berliner, David. 2005. The Abuses of Memory: Reflections on the Memory Boom in
Anthropology. Anthropological
Quarterly,
Vol. 78, No. 1, p. 198. Si bien Berliner se refiere al campo de la
Antropología, el comentario lo considero válido para otras
disciplinas, entre ellas la Historia.
4
Discípulo de Durkheim, Halbwachs analizó en su primera obra, Les
cadres sociaux de la mémoire el contexto social del recuerdo y el
olvido individual. Luego, en La mémoire collective examinó
la vida mental propia de diferentes grupos sociales y afirmó que una
parte del pasado se olvida debido a que desaparecen los grupos que apoyan tales
memorias; nuevos grupos aparecen para sustituir las memorias anteriores. En La
topographie légendaire des Evangiles en Terre Sainte: étude de
mémoire collective Halbwachs estudió cómo la
ubicación de eventos relacionados con la vida de Cristo y el
cristianismo primitivo no se ha fijado de una vez para siempre sino que cambia
de acuerdo con los desarrollos políticos y doctrinarios. Ver al
respecto Schwartz, Barry. 1982. The Social Context of Commemoration: A Study in
Collective Memory. Social Forces, Vol. 61, No. 2, p. 375.
5 Para
una exposición de los antecedentes y evolución de los estudios
sobre memoria colectiva y las relaciones entre memoria colectiva e
historiografía ver Olick, Jeffrey K.; Robbins, Joyce. 1998.
Social Memory Studies: From “Collective Memory” to the Historical
Sociology of Mnemonic Practices. Annual Review of Sociology, Vol. 24,
pp. 105-140; también Klein, Kerwin Lee. 2000. On the Emergence of Memory
in Historical Discourse. Representations, No. 69, pp. 127-150. En
relación con la Antropología véase Berliner, David. 2005.
The Abuses of Memory: Reflections on the Memory Boom in Anthropology. Anthropological
Quarterly, Vol. 78, No. 1, pp. 197-211.
6
Assmann, Jan. 1995. Collective Memory and Cultural Identity. New German
Critique, No. 65, p. 125.
7
“Collective memory is essentially a reconstruction of the past
[that] adapts the image of ancient facts to the beliefs and
spiritual needs of the present”. Halbwachs, citado por Schwartz, Barry.
1991. Social Change and Collective Memory: The Democratization of George
Washington. American
Sociological Review,
Vol. 56, No. 2, p. 221. Cabe observar: si la memoria colectiva no es el pasado
sino su reconstrucción, entonces es un hecho siempre del presente; si a
esto se agrega que surge de la lucha de diferentes memorias de grupos que
tratan de imponer su perspectiva, ¿en qué medida la memoria
colectiva, como interpretación presente del pasado, se diferencia de la
ideología como interpretación del presente? Este es un tema que
requiere investigación ulterior.
8
Sobre Warburg y su obra ver Forster, Kurt W. 1976. Aby Warburg’s
History of Art: Collective Memory and the Social Mediation of Images. Daedalus, Vol. 105, No. 1,
pp. 169-176.
9 En
algunas ocasiones he notado que en Costa Rica algunos autores utilizan el
concepto “memoria histórica” con el significado que
Halbwachs da a “memoria colectiva”. Sobre este tipo de
confusión advierte Michonneau, Stéphane. Memoria e historia
[Ponencia presentada en el Taller del Seminario internacional sobre
memoria e historia, realizado del 26 al 30 de septiembre del 2005, en la
ciudad de Guatemala, Guatemala, Centroamérica]. Disponible en
http://168.96.200.184:8080/avancso/avancso/taller5, consulta realizada el 11 de
abril de 2009.
10 Ver
Michonneau, Stéphane. Memoria e historia [Ponencia presentada
en el Taller del Seminario internacional sobre memoria e historia,
realizado del 26 al 30 de septiembre del 2005, en la ciudad de Guatemala,
Guatemala, Centroamérica]. Disponible en
http://168.96.200.184:8080/avancso/avancso/taller5, consulta realizada el 11 de
abril de 2009.
11
En el original en inglés: “the ways in which people construct a
sense of the past”. Confino, Collective Memory…p. 1386.
12
Jedlowski, P., citado por Bellelli, G.; Leone, G.; Curci, A. 1999.
Emoción y memoria colectiva. El recuerdo de acontecimientos
públicos. Psicología Política, Nº 18, p. 102.
13
Este problema ya había sido visto por Halbwachs. Ver
Scott, Alan. 1997. Modernity’s Machine Metaphor. The British Journal
of Sociology, Vol. 48, No. 4, pp. 561-575.
14 Un
vestigio no debe ser tomado, por esa sola condición, como evidencia;
debe existir una crítica de las fuentes. James Wilkinson
expone la diferencia entre vestigios (the remains, the traces) y
evidencias (the evidences). “The remains of the past comprise what
survives of everything that ever happened; evidence consists of those remains
that historians use in making histories. Evidence, in other words, occupies the
same relation to remains as history does to the past: it is a tiny subset of a
far larger domain. But unlike the past, remains constitute an actual, not a
virtual, reality and are thus subject to the effects of time. Not everything in
the past has left traces, and not all traces have survived. In the absence of
remains, there can be no evidence, and in the absence of evidence, there can be
no history.” Wilkinson, James. 1996. A Choice of Fictions: Historians,
Memory, and Evidence. PMLA, Vol. 111, No. 1,
pp. 80-92.
15 Al
respecto es interesante para el caso de Costa Rica el trabajo de
Martínez Ramírez, Ricardo. Reflexiones acerca de lo tico y el
imaginario, pp. 60-65. En Memoria del IV Congreso nacional e internacional
de las culturas populares [realizado en Santa Cruz, Guanacaste,
Costa Rica, del 7 al 10 de enero de 2004].
16
Sobre este último punto ver Cruz, Consuelo. 2000. Identity and
Persuasion: How Nations Remember Their Pasts and Make Their Futures. World Politics, Vol. 52, No. 3,
pp. 275-312. Cruz, entre otras cosas, realiza una comparación entre los
casos de Costa Rica y Nicaragua.
17
Foucault, citado por Olick y Robbins. Social Memory Studies: From
“Collective Memory” to the Historical Sociology of Mnemonic
Practices, p. 126. En
una línea similar afirma Schwarzstein: “Apoderarse de la memoria y
del olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, de los
grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades
históricas. Los olvidos, los silencios de la historia son reveladores de
estos mecanismos de manipulación de la memoria colectiva.”
Schwarzstein, Dora. 2002. Memoria e Historia. Desarrollo Económico,
Vol. 42, No. 167, p. 472.
18
Confino, Collective Memory…p. 1397.
19
Rousso, Henry. 1991. The Vichy Syndrome: History and Memory in France since
1944 [Arthur Goldhammer, trad.], Cambridge, Mass. Para una
crítica a este libro puede consultarse: Wilkinson, Choice of
Fictions…pp. 87-89.
20
Confino, Collective Memory…p. 1398.
21
Kansteiner, Wulf. 2002. Finding Meaning in Memory: A Methodological Critique of
Collective Memory Studies. History and Theory, Vol. 41, No. 2, pp. 179-197.
22 En
línea similar a la de Kansteiner, James Young explica su renuencia a
“aplicar la jerga psiconeurótica individual a la memoria de grupos
nacionales [pues] los individuos no pueden compartir la
memoria de otros de igual manera que tampoco pueden compartir su corteza
cerebral”. Citado por Klein, On the Emergence of Memory in
Historical…p. 135.Sobre el enfoque individualista-psicológico de la
memoria colectiva comparado con el enfoque colectivista, centrado en los
patrones culturales y sociales de la memoria publica y la memoria personal ver:
Olick, Jeffrey K.. 1999. Collective Memory: The Two Cultures. Sociological
Theory, Vol. 17, No. 3, pp. 333-348.
23
Literalmente en el original: “…the history of collective memory
would be recast as a complex process of cultural production and consumption
that acknowledges the persistence of cultural traditions as well as the
ingenuity of memory makers and the subversive interests of memory
consumers.” Kansteiner, Finding Meaning in Memory…p. 179.
24
Ver al respecto Schuman, Howard; Scott, Jacqueline. 1989. Generations and
Collective Memories. American Sociological Review, Vol. 54, No. 3, pp.
359-381.
25
Ver al respecto Fiss, Peer C.; Hirsch, Paul M. 2005. The Discourse of
Globalization: Framing and Sensemaking of an Emerging Concept. American
Sociological Review,
Vol. 70, No. 1, pp. 29-52.
26
“El concepto de enmarcamiento captura los procesos por los cuales los
actores influencian las interpretaciones de la realidad entre varias
audiencias. Los marcos [frames] constituyen esquemas
de interpretación que organizan experiencias y guían la
acción, dotando de coherencia a un conjunto de elementos de idea. Este
proceso de dotación de sentido está cargado de conflicto pues los
actores interesados y los entermediarios articulan particulares versiones de la
realidad para los potenciales seguidores, espectadores, medios de información
y objetivos de cambio. Las disputas de enmarcamiento son inherentes al discurso
público y surgen especialmente cuando los eventos erosionan las
interpretaciones hegemónicas de la realidad”. Fiss y
Hirsch, The Discourse of Globalization…p. 30.
27
Fiss y Hirsch, The Discourse of Globalization…p. 31.
28
Fiss y Hirsch, The Discourse of Globalization…p. 30.
29
Fiss y Hirsch, The Discourse of Globalization…p. 30.
30
Weick, Karl E. 1999. Sensemaking as an Organizational Dimension of Global
Change, pp. 39-56. En Organizational Dimensions of Global Change
[David L. Cooperrider y Jane E. Dutton, editores]. Thousand
Oaks, CA: Sage.
31
Kellner, Douglas. The Persian Gulf TV War. Boulder, CO., Westview, 1992, p. 58,
citado por Fiss y Hirsch, The Discourse of Globalization…p. 30. “Si bien de
la dinámica de las contiendas de enmarcamiento son importantes por
derecho propio, los resultados de estas contiendas frecuentemente tienen
profundas consecuencias para la formación de políticas”.
Fiss y Hirsch, The Discourse of Globalization…p. 30. Davies aclara
ciertos conceptos de la contienda de enmarcamiento: “Frame
transformation. Frame transformation refers to a group’s efforts
to change the primary framework of meaning for its cause to garner support from
new quarters or to make its cause resonate better in the political
environment… Frame extension. Social movements often strive to
broaden their public appeal and gain allies by appealing to outsiders with
promises of mutual or congruent interests. Groups thus claim to encompass
interests that are originally incidental to their primary concerns, but are of
strategic import because they have considerable salience to potential
associates… Frame contest. Framing strategies are far from
foolproof; they are often rebutted by opponents who are seeking to undermine
and discredit the claims… Transforming or extending frames poses risks
for interest groups, since by moving into new discursive territory and by
allying with new causes, they may gain new opponents. Thus, the notion of frame
contest illustrates the dynamic aspect of framing processes…”
Davies, Scott. 1999. From Moral Duty to Cultural Rights: A Case Study of
Political Framing in Education. Sociology of Education, Vol. 72, No. 1,
p. 6.
32
“Specifically, frame analysis examines how political actors strategically
alter meanings in ways that resonate in a political environment… Frame
analysis is a valuable tool for studying, for instance, how otherwise weak
groups can exploit powerful symbols to achieve a modicum of cultural legitimacy
or respond to state initiatives in ingeniuos ways in pursuit of their
goals”. Davies, From Moral Duty…p. 2.
33
Kansteiner, Finding Meaning in Memory…p. 193.
34
Schwartz, Barry. 1982. The Social Context of Commemoration: A Study in
Collective Memory. Social Forces, Vol. 61, No. 2, p. 374-402.
35
Schwartz, Barry. The Social Context of Commemoration…p. 374.
36
Siguiendo a Lloyd Warner, Schwartz justifica su método: “Just as
dreams enable us to study the individual unconscious… so iconic
commemoration may be treated as the via regia to the collective
unconscious.” (Schwartz. The Social Context of Commemoration: A Study in
Collective Memory, p. 377). El mismo Schwartz no desconoce los riesgos de su
enfoque, pero los trata de justificar: “Every work of art in the Capitol
has a social history, much of which can be condensed into the pushes and pulls
of congressional politics and the connections within Congress which the artists
used to obtain commissions… should be noted that the significance of the
present data set is defined by these underlying negotiations. Precisely because
it embodies an accommodation of conflicting interests and values, the
Capitol’s iconography reflects (perhaps better than any other form of
commemoration) the changing unities and divisions within the nation. If this
condition limits our right to generalize beyond the Capitol, it also makes the
Capitol itself a good place to learn how commemoration is pressed into the
service of social needs.” (Schwartz. The Social Context of
Commemoration: A Study in Collective Memory, p. 379)
37
Incluso dentro del “estrecho marco” del estado-nación es
posible un estudio desde abajo. Por ejemplo, al referirse al modelo de
crisis del desarrollo político, elaborado por el Committee on
Comparative Politics para el estudio del nacionalismo, König comenta:
“En este modelo son de suma relevancia las élites, que se
encuentran o bien en el poder, o bien en la oposición, y que aparecen
como el grupo que toma las decisiones en el proceso de modernización;
es, pues, la política de las élites la que crea nuevas
condiciones para el cambio socioeconómico. Por eso, la
recopilación de materiales puede dedicarse en primer lugar a los
criterios para la acción política, a las declaraciones y las
decisiones de estas élites. Ello permite abarcar tanto las medidas
políticas o burocráticas efectivas en el proceso de
modernización como los conflictos resultantes entre los grupos que
compiten por el poder. Es cierto que al proceder así se reducen hasta
cierto punto los problemas de desarrollo de una sociedad a los problemas de las
élites políticas y de los gobiernos. Es casi lógico que
los análisis de la formación del estado y de nación en el
contexto de la modernización y las estructuras políticas,
administrativas y socioeconómicas adopten la perspectiva desde arriba,
es decir los puntos de vista de las élites, como lo critica
también Hobsbawm. Pero ello no restringe la aplicabilidad de una
concepción funcional para evaluar el nacionalismo y sus funciones. Sin
embargo, el análisis de la formación de la nación
necesita también la perspectiva desde abajo, es decir la
percepción de la nación por parte de las masas populares, aun
cuando es mucho mas difícil encontrar material correspondiente. En total,
hace falta considerar las actitudes y conductas de toda la población que
es el objeto de la propaganda nacionalista para no reducir el problema de la
formación de la nación a la función que en ese proceso les
cupo a las élites. El análisis de la formación de la
nación en América Latina revelará una vez más la
necesidad de esta doble perspectiva.” König, Hans-Joachim. 2000.
Nacionalismo y nación en la Historia de Iberoamérica. Cuadernos
de Historia Latinoamericana, Nº 8, AHILA, p. 23. La cursiva fue
agregada por mí.
38
Cabe retomar las palabras de Wallerstein: “It is quite normal for
scholars and scientists to rethink issues. When important new evidence
undermines old theories and predictions do not hold, we are pressed to rethink
our premises. In that sense, much of nineteenth-century social science, in the
form of specific hypotheses, is constantly being rethought. But, in addition to
rethinking, which is ‘normal’, I believe we need to
‘unthink’ nineteenth century social science, because many of its
presumptions -which, in my view, are misleading and constrictive- still have
far too strong a hold on our mentalities. These presumptions, once considered
liberating of the spirit, serve today as the central intellectual barrier to
useful analysis of the social world.” Wallerstein, Immanuel. 1991. Unthinking
Social Science. The Limits of 19th Century Paradigms, Nueva York: Cambridge
University Press, p. 1.
39 La
posición de Meyer, Boli, Thomas y Ramírez, de orientación
macrofenomenológica, se basa en el institucionalismo
sociológico contemporáneo. Afirman que:
“Many features of the contemporary nation-state derive from worldwide
models constructed and propagated through global cultural and associational
processes… The operation of world society through pecualiarly
cultural and associational processes depends on heavily on its statelessness.
The almost feudal character of parcelized legal-rational sovereignty in the
world has the seemingly paradoxical result of diminishing the causal importance
of the organized hierarchies of power and interests celebrated in most
‘realists’ social scientific theories. The statelessness of world
society also explains, in good measure, the lack of attention of the social
sciences to the coherence and impact of world society’s cultural and
associational properties… the social sciences are more than a little
reluctant to acknowledge patterns of influence and conformity that cannot be
explained solely as matters of power relations or functional
rationality.” Meyer, John W.; Boli, John; Thomas, George M.;
Ramírez, Francisco O. 1997. World Society and the Nation-State. The
American Journal of Sociology, Vol. 103, No. 1, pp. 144-145. La cursiva es
del original.
40
“We should stress the interaction between a given memory and other
memories in the society and take cognizance of society and culture as
global entities, where distinct memories interact. In contrast, a result of
much recent research is that we explore memory in isolation. One approach is to
look at the various memories within a society without providing a view of society
and identity as a whole. … It is obviously important to avoid
essentialism and to reject arguments that impose cultural homogeneity on a
heterogeneous society. Conflicts over memory exist. Differences are real.
People are sometimes ready to die for their vision of the past, and nations
sometimes break because of memory conflicts. But all this only begs the
question: how, then, in spite of all these differences and difficulties, do
nations hold together? … But many a national memory succeeds to represent,
for a broad section of the population, a common destiny that overcomes
symbolically real social and political conflicts in order to give the illusion
of a community to people who in fact have very different interests. People
construct representations of the nation that conceal through symbols real
friction in their society. These representations should also be studied.
Another approach is to consider the whole while ignoring its component parts
… A third approach conceives the relationships among memories as
dichotomous [vernacular or local memories versus public, official or
national memories]… the challenge is not so much to understand
how vernacular and official memories opposed each other but how the
nation-state came to be a vernacular memory: how did people internalize the
nation and make it in a remarkably short time an everyday mental property -a
memory as intimate and authentic as the local, ethnic, and family past?”.
Confino,
Collective Memory…pp. 1400-1402.
41
Nora, Pierre (editor). Les lieux de mémoire (siete
volúmenes). Paris, Gallimard, 1984-1992. En español se ha
publicado recientemente un libro de Pierre Nora, prologado por José
Rilla, que recoge la mayoría de los aportes del célebre
historiador francés a la obra colectiva Les lieux de mémoire.
Ver Nora, Pierre. Pierre Nora en Les lieux de mémoire [prólogo
de José Rilla]. Montevideo,
Ediciones Trilce, 2008.
42
Ver sobre esta división Kansteiner, Wulf. Finding Meaning in Memory: A
Methodological Critique of Collective Memory Studies, p. 183.
43 Ver
al respecto Schwarzstein, Dora. 2002. Memoria e Historia. Desarrollo
Económico, Vol. 42, No. 167, p. 472.
44
Lorenz, Chris. 1999. Comparative Historiography: Problems and Perspectives. History
and Theory, Vol. 38, No. 1, p. 36.
45
Lorenz, Chris. Comparative Historiography…pp. 36-37. Esto tiene
consecuencias epistemológicas y existenciales para los
historiadores: “Now this fear of fragmentation is not only a matter of
the psychology of individual historians, but also a matter of the epistemology
of history as such. At stake is the fear that there is no real borderline
between pluralism on the one side and relativism (‘there is no king in
Israel’) and skepticism (‘anything goes’) on the other. This
epistemological problem easily acquires an existential dimension for
professional historians who realize that relativism and skepticism constitute
fundamental threats to the foundation of historical business as such, that is,
the idea of professional, scientific history. Probably this is one of the main
reasons why the discussion about the ‘fragmentation of identities’
in the human sciences so often is not conducted sotto voce, but in
overheated and hysterical overtones”. P. 37.
46
Meyer, John W.; Boli, John; Thomas, George M.; Ramírez, Francisco O.
World Society and the Nation-State…pp. 144-181.
47
Según Brenner: “a state-centric epistemology has dominated the
modern social sciences since their inception during the late nineteenth
century”. Brenner, Neil. 1999. Beyond State-Centrism? Space,
Territoriality, and Geographical Scale in Globalization Studies. Theory and Society, Vol. 28, Nº
1, p. 46.
48
Véase, por ejemplo, el papel que la televisión cumple en la
creación de memorias colectivas, como se analiza en Edgerton, Gary R.;
Rollins, Peter C. (editores). 2001. Television Histories: Shaping
Collective Memory in the Media Age. Lexington, University Press of
Kentuky,. En sentido más amplio: Lipsitz, George. 1990. Time
Passages: Collective Memory and American Popular Culture. Minneapolis, University
of Minnesota Press.
49
Mitterand, F., citado por Shapiro, Ann-Louise. 1997. Fixing History: Narratives
of World War I in France. History and Theory, Vol. 36, No. 4, pp. 112.
Correspondencia
a: Oriester Abarca Hernández. Máster en Derecho Económico.
Profesor Asociado, Universidad de Costa Rica.
[bbibcom][hist]Fecha de recepción: [received dateiso="20090418"]18 de abril 2009[/received] - Fecha de aceptación: [accepted dateiso="20090915"]15 de setiembre 2009[/accepted][/hist][/bbibcom]
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