La producción
de
vehículos de memoria colectiva y su recepción como
problema metodológico en el contexto de la mundialización
Every man and nation needs a
certain knowledge of the past, whether
it be through monumental,
antiquarian or critical history, according to
his object, powers and
necessities. Nietzsche, The Use and
Abuse of History
Oriester
Abarca Hernández
Oriester Abarca Hernández.
Máster en Derecho Económico. Profesor Asociado,
Universidad de Costa Rica.
Dirección de correspondencia.
Abstract
The aim of this paper is to examine
some methodological problems related to receipt of official vehicles
(produced by the state) of collective memory, it also exposes the
problem of reductionism in which some historiographical works have
incurred in taking the nation-state as a single frame of reference.
Keywords: Collective memory,
methodology, History, methodological nationalism.
Resumen
El objetivo de este trabajo es
examinar algunos problemas metodológicos relacionados con
recepción de los vehículos oficiales (producidos por el
estado) de la memoria colectiva; también expone el problema del
reduccionismo en que algunos trabajos historiográficos incurren
al asumir al estado-nación como marco único de referencia.
Palabras claves: Memoria colectiva,
metodología, Historia, nacionalismo metodológico.
1.
Introducción
Según Alon
Confino el
concepto memoria ha sido
“más practicado que teorizado”1 y se ha
depreciado por un uso excesivo. La historia de la memoria, afirma
Confino, orientada más por la moda de ciertos temas, ha venido a
ser un campo fragmentado al que le falta reflexión
crítica sobre el método y la teoría, así
como una evaluación sistemática de los problemas del
campo, enfoques y objetos de estudio. Wulf Kansteiner2, en
una
línea similar a la de Confino, afirma que el éxito de los
estudios sobre memoria no se ha visto acompañado de avances
conceptuales y metodológicos significativos en la
investigación de los procesos de la memoria colectiva. Berliner
considera que el boom de la
memoria ha llevado a abusos y afirma que “a
broad range of fundamental epistemological issues are still to be
raised with regard to memory.”3
El objetivo de este
trabajo es
examinar uno de los problemas metodológicos identificados tanto
por Confino como por Kansteiner: el problema de la recepción de
los vehículos oficiales (producidos por el estado) de la memoria
colectiva; también se expone el problema del reduccionismo en
que algunos trabajos historiográficos incurren al asumir al
estado-nación como marco único de referencia y
análisis.
El trabajo, basado
en fuentes
secundarias, consta de dos partes. La primera aborda el problema del
concepto memoria colectiva,
rechazando una definición
esencialista. La segunda se enfoca en el análisis del problema
de cómo la producción de políticas y
vehículos de memoria por parte del estado debe diferenciarse de
los procesos mediante los cuales los diferentes grupos sociales los
reciben, aceptan o rechazan.
La
historiografía
podría enriquecer sus perspectivas si estudia los procesos de
negociación en que los diferentes grupos sociales participan
para producir y consumir las memorias colectivas. Para ello se sugiere
el uso de los enfoques de framing y
sensemaking generados en otras
disciplinas. Además, se sugiere que las investigaciones
históricas superen la camisa de fuerza del enfoque reduccionista
que limita su análisis a lo que ocurre dentro del estrecho marco
del estado-nación y se tome en cuenta cómo los procesos
de la globalización afectan a la producción y consumo de
memorias.
2.
El concepto de “memoria
colectiva”
Se atribuye al
sociólogo
francés Maurice Halbwachs4 la introducción del
concepto
“memoria colectiva” (como construcción sistemática), en
1925. En la misma década y de manera independiente el
historiador del arte Aby Warburg planteó su concepto de memoria
social.5 Según Assmann6, tanto Halbwachs
como Warburg, cambiaron
el discurso relativo al conocimiento colectivo, al sacarlo de un marco
biológico y llevarlo a uno cultural. Para Halbwachs los cambios
en el conocimiento del pasado corresponden a las cambiantes necesidades
de organización y a las transformaciones en la estructura de la
sociedad. La realidad del pasado no está en éste sino que
se deriva de los subsecuentes problemas y necesidades de la sociedad;
de este modo, la memoria colectiva está en constante
reconstrucción de acuerdo con las necesidades del presente7.
Por su parte Warburg
sostenía que toda obra humana, y el arte en particular, son
expresiones de la memoria social transmitida por medio de
símbolos desde tiempos ancestrales. La transmisión de
motivos y creencias primitivas continúa moldeando a las
sociedades actuales. Además, consideraba a la obra de arte en el
más amplio contexto de la cultura en que se produce8.
Halbwachs
distingue entre diversos conceptos relacionados con la memoria9:
- a) Memoria
autobiográfica: la memoria de aquellos eventos que se
experimentan.
- b) Memoria
histórica: la memoria que se alcanza únicamente por medio
de registros históricos.
- c) Historia:
es
el pasado recordado con el cual no se tiene ya una relación
orgánica; es el pasado que no es ya una parte importante de
nuestra vidas.
- d) Memoria
colectiva: es el pasado activo que forma las identidades.
Según Halbwachs, la memoria
da paso a la historia en la media que se pierde contacto con el pasado.
La memoria histórica puede ser orgánica o muerta, pues es
posible celebrar incluso lo que no se ha experimentado directamente,
manteniendo un determinado pasado vivo o bien, puede estar vivo solo en
registros históricos.En un sentido similar a la
clasificación de Halbwachs, Marie-Claude Lavabre10
propone la
suya. La memoria, para ella, tiene tres dimensiones complementarias:
- a) Historia:
el
conocimiento científico del pasado y su narración;
comonarración que apunta a la realidad de lo acontecido. El
historiador es a la vez, de acuerdo con la ideología que
sustente, una fuente de conocimientos históricos y un promotor
de memoria.
- b) Memoria
histórica: la narración del pasado que persigue fines
políticos de crear o mantener una identidad, por lo que
comprende las políticas de memoria, los lugares de memoria
(Nora), el proceso de rememoración y la recreación
artificial que se liga al contexto político. Se refiere al
conocimiento del pasado pero del cual no se tiene experiencia propia.
- c) Memoria
común: los acontecimientos que los individuos de una sociedad
experimentan de forma simultánea.
- d) Memoria
colectiva: lugar se intersección de las tres anteriores. Es la
homogeneización de los recuerdos de los individuos constituidos
en grupos promotores de memorias, que se proyectan en el espacio
público como narraciones con una pretensión de
coherencia. Los historiadores no quedan fuera de los agentes promotores
de memoria colectiva pues con su trabajo influyen, en algún
grado, en la forma como los diversos grupos consideran el pasado.
Como todo concepto, el significado
de “memoria colectiva” es convencional, por lo que puede asumir
diferentes contenidos, en dependencia del contexto y del acuerdo de los
interlocutores, por lo que debe rechazarse cualquier intento de
encontrar una esencia del concepto en vez de definirlo de manera
intersubjetiva, especialmente en contextos académicos donde se
requiere operacionalizarlo. Sin embargo, se puede intentar ofrecer una
definición muy general del concepto, como lo hace Confino
atendiendo al común denominador temático de diferentes
acepciones: se trata de “las maneras en que las personas construyen un
sentido del pasado”11, o bien, según Jedlowski, “la
acumulación de las representaciones del pasado que un grupo
produce, mantiene, elabora y transmite a través de la
interacción entre sus miembros”12. En todo caso, debe
reconocerse que el término es ambiguo, a la hora de examinar su
validez como categoría de análisis, es decir, su validez
conceptual y epistemológica.
3.
Problemas metodológicos
No es infrecuente
que al realizar
estudios históricos se tome el contendido literal de la fuente
como un hecho que realmente ocurrió. Lo que una ley dispuso, por
caso, se toma como si necesariamente su promulgación haya tenido
el efecto de materializar su contenido normativo. La falta de
crítica de las fuentes empobrece la investigación
histórica. Ello es especialmente grave al tratar con fuentes
oficiales, producidas por la burocracia estatal desde su
posición de poder y por lo tanto, con capacidad de imponer una
visión determinada de cómo ha sido el pasado. Ahora bien,
no siempre el estado se ha propuesto construir una versión
determinada de los hechos. Por ejemplo, la mayoría de las leyes
y decretos ejecutivos se promulgan para regular una parte o
dimensión de las actuaciones de las personas y grupos, sin que
necesariamente el político o el burócrata estén
plenamente conscientes de que están imponiendo una determinada
“visión de mundo” (ideología); desde su punto de vista
sólo están regulando una actividad o proceso.
¿Pero en qué medida se cumple lo dispuesto por una norma
jurídica? Más aún, por la ambigüedad del
lenguaje y las celadas que este nos reserva, ¿quién puede
estar seguro (a priori) de lo
que efectivamente una norma dispone? Al
aplicarse una regla a un caso concreto, no existe una regla de
cómo aplicar la regla. Los resultados son impredecibles y por lo
tanto no existe una única solución posible13.
De este
modo, fuentes tales como las normas jurídicas, las resoluciones
judiciales, los actos administrativos, no pueden simplemente
interpretarse en la literalidad del documento que los recoge.
Cuando el
historiador asume
acríticamente ese tipo de fuentes, no debe culpar al estado de
inducirlo a error. El historiador debe ser capaz de distinguir entre
vestigio y evidencia14. El contenido de lo ordenado o
dispuesto por una
autoridad pública no necesariamente es lo actuado por esa
autoridad o por la sociedad civil. Ello no significa que el estado no
tenga una política de memoria, pues el estado-nación se
fundamenta en la ficción (comunidad
imaginada, en el lenguaje de
Anderson) de una identidad nacional15, la cual intenta
moldear por
medio de diversos mecanismos, como las conmemoraciones, manuales
educativos, estatuas y edificios públicos, iconografía,
entre otros, y por medio de su participación en procesos de
negociación y luchas discursivas entre diversos actores16.
Como
afirmó Foucault. “Since memory is actually a very important
factor in struggle... if one controls people’s memory, one controls
their dynamism.”17 Sin embargo, a través de esos
vehículos no se trasparenta de manera directa la memoria
colectiva. A partir de las ideas de Confino y Kansteiner, y antes que
ellos, Halbwachs y Warburg, es posible establecer un enfoque
teórico y metodológico para superar lo que llamaré
el “sesgo de la representación” en el estudio de la memoria
colectiva. Este sesgo consiste en asumir como memoria colectiva lo que
es un conjunto de vehículos de representaciones creadas o
inducidas por la burocracia estatal y por las élites ligadas o
con acceso al poder.
Confino acude a las
ideas de
Warburg, para proponer un enfoque en el que el estudio de la memoria
sea considerado como la relación entre el todo y sus partes,
viendo a la sociedad como una entidad global (social, simbólica,
política), en la que diferentes memorias interactúan.
Ello busca reconstruir el sentido de una determinada memoria colectiva
al realizar un doble movimiento: a) poniéndola dentro de un
contexto histórico y un universo simbólico globales, b)
analizando las ideas, valores y prácticas incorporadas y
simbolizadas por su imaginería particular.
De especial
importancia considera
Confino el enfoque de Warburg relacionado con la prueba o evidencia.
Según la teoría de la respuesta de Warburg, se produce
una mediación social de las imágenes; es decir, cuando se
interpreta una obra de arte, no se puede asumir que las imágenes
son las expresiones trasparentes de los valores sociales y
políticos; la obra de arte no da cuenta de sí misma sino
que para descifrar su significado es necesario examinar las
intermediaciones que se producen entre el mundo social y la
representación artística. Esto llevado al terreno de la
memoria colectiva supone que su representación tampoco es una
expresión transparente de una mentalidad histórica o de
sus valores políticos y sociales. El punto crucial, según
Confino, no es qué se representó sino cómo esta
representación ha sido interpretada y percibida; más
aún, ¿por qué una determinada
representación ha sido recibida o rechazada, por qué
algunos pasados triunfan mientras otros fallan?
Confino advierte de
dos errores
usuales en algunos estudios historiográficos:
- a)
Reducir lo
social y lo cultural a lo político, centrando las
investigaciones en vestigios políticamente evidentes, en lugares
visibles y nombres familiares, donde la construcción de la
memoria es explícita y su sentido palpablemente manipulado; se
omite de esa manera investigar las actividades no categorizables
directamente como políticas (familia, asociaciones voluntarias,
relaciones de trabajo, turismo, consumo), pero que son un componente
importante de cómo las personas construyen o rechazan
imágenes del pasado.
- b)
Asumir que las
representaciones evidentes del pasado, sus signos visibles, hablan por
sí mismos y explican las percepciones del pasado sin
intermediaciones. “But in truth, we have no way to evaluate, control,
and verify the importance of the evidence without a systematic study of
reception, and we end up constructing the history of memory from
visible signs whose signifcance is taken for granted.”18
Confino ofrece como ejemplo de tal
errado enfoque metodológico el libro The Vichy Síndrome,
de Henry Rousso19, cuya primera parte expone una memoria
construida
“desde arriba”; la segunda parte, condicionada por la anterior, examina
la recepción de tal construcción oficial ignorando la
construcción popular. Y se pregunta Confino: “But why should we
assume that people were limited to the memory delineated in Part 1?
Instead of exploring how people constructed their own collective
memories of Vichy, which at times concurred with and at times opposed
the official memory of Vichy, Rousso investigates only how the memory
constructed by politicians and intellectuals was received by the
public. Thus the Vichy memory from above looks very much like a memory
imposed on a public that has no agency.”20
Kansteiner21,
por su parte, percibe
otro problema metodológico: muchos de los estudios sobre memoria
se enfocan en representaciones de eventos específicos en
particulares escenarios cronológicos, geográficos o
mediáticos, sin reflexionar sobre las audiencias de tales
representaciones, lo que limita el reconocimiento de relaciones entre
culturas históricas del pasado y del presente con colectivos
sociales específicos y su conciencia histórica. Los
estudios sobre memoria colectiva no han puesto aún la suficiente
atención a los problemas de recepción, tanto en lo que
respecta a métodos como a fuentes, por lo que los trabajos sobre
memorias colectivas específicas con frecuencia no aportan luz
acerca de la base sociológica de las representaciones
históricas. Este problema se ve agravado por el uso
metafórico de términos psicológicos y
neurológicos, ofreciéndose así una inadecuada
representación de la dinámica social de la memoria
colectiva al entenderla como efecto y extensión de la memoria
individual (autobiographical memory)22.
Como solución, propone
una contextualización extensiva de estrategias
específicas de representación, que liguen hechos de
representación con hechos de recepción. De esa manera,
según Kansteiner, “la historia de la memoria colectiva se
reconceptualizará como un proceso complejo de producción
y consumo cultural que reconoce la persistencia de tradiciones
culturales así como el ingenio de los productores de memorias y
los intereses subversivos de los consumidores de memoria”23.
Esos tres
factores (tradiciones culturales e intelectuales que persisten y
enmarcan todas nuestras representaciones del pasado, los productores de
memoria que selectivamente adoptan y manipulan esas tradiciones, y los
consumidores de memoria, quienes usan, ignoran o transforman tales
artefactos según sus propios intereses), al negociar, crean las
reglas del juego en la competitiva arena de la política de la
memoria. La reconstrucción de esas negociaciones, considera
Kansteiner, ayudará a distinguir entre las muchas iniciativas
fallidas y los pocos casos de construcción exitosa de memoria
colectiva.
La propuesta de
Kansteiner es
adoptar los métodos de los estudios sobre comunicación y
medios, en especial en lo que toca a recepción; además,
sugiere mantener el uso de la amplia variedad de instrumentos
interpretativos producidos desde la historiografía tradicional
hasta los enfoques postestructurales. Kansteiner afirma que existen
múltiples memorias colectivas en diferentes niveles: familias,
profesiones, generaciones políticas, grupos étnicos y
regionales, clases sociales y naciones, por lo que las personas son
siempre parte de lo que llama “comunidades mnemónicas”. El
recuerdo colectivo puede ser explorado, por ello mismo, en diferentes
escalas; toma lugar tanto en ámbitos sumamente privados, como en
la esfera pública. Así, el espectro de las memorias
colectivas va desde grupos pequeños como la familia –cuyos
miembros construyen una visión del origen e identidad familiar-
hasta el ámbito supranacional.
Los grupos
pequeños, afirma
Kansteiner, sólo tienen oportunidad de moldear la memoria
nacional si controlan los medios para expresar sus visiones y si
éstas coinciden con tendencias y objetivos políticos y
sociales de otros grupos sociales importantes (como es el caso de
élites y partidos políticos). Según Kansteiner,
tomando la idea sin duda de Halbwachs, los eventos del pasado solo son
recordados en un determinado escenario colectivo si se ajustan a los
intereses contemporáneos. Las memorias ganadoras cambian su foco
de la política de memoria, con sus escándalos e intrigas,
a rituales y representaciones del pasado que se producen y consumen sin
mayor desacuerdo hasta que son retadas y quizá derrotadas, casi
siempre con el cambio generacional24. Esta forma repetitiva
de las
representaciones son la columna vertebral de las memorias colectivas.
El enfoque de
Kansteiner, de juego
de poder e intereses entre grupos en la construcción de la
memoria colectiva, puede ser complementado adaptando al análisis
historiográfico las ideas que se han propuesto en la literatura
sobre sensemaking y framing.
La literatura sobre
el enfoque de
framing ha aportado elementos
para la comprensión del
fenómeno del enmarcamiento (de significado) desde un punto de
vista interpretativo pero no ha atendido suficientemente los contextos
estructurales en los cuales éste se produce25.
Fiss y Hirsch
proponen incorporar
al enfoque del enmarcamiento26 (framing) ideas extraídas del
enfoque de sensemaking
(creación de sentido) para examinar
cómo y cuándo las oportunidades para la creación
de sentido aparecen y cómo esto afecta al proceso discursivo
posterior. Al unir ambos enfoques, según Fiss y Hirsch, es
posible examinar cómo los factores estructurales impulsan y
delimitan el proceso discursivo, lo que afecta el cuándo y
dónde las pugnas de enmarcamiento surgen. Al combinar ideas del
enfoque de sensemaking con
ideas del enfoque de framing,
dichos autores
afirman que se reconoce el papel de los factores estructurales pero se
deja el discurso y el enmarcamiento “open to symbolic, cultural, and
political determinations”.27
La perspectiva de enmarcamiento
(framing) se enfoca en
“el proceso por el que los actores producen
marcos de significado para movilizar apoyo a favor de sus respectivas
posiciones”28. La perspectiva
de creación de sentido
(sensemaking) “da
énfasis a los procesos social,
psicológico y epistemológico por los cuales los actores
generan un entendimiento acerca de las situaciones en las que ellos
mismos se encuentran inmersos”29.
Fiss y Hirsch
sugieren que la
perspectiva de enmarcamiento puede ser ampliada con beneficios
incorporando a ésta algunas ideas tomadas del enfoque de
creación de sentido.
Mientras el enmarcamiento se
enfoca en
cómo diferentes significados compiten por obtener apoyo, la
creación de sentido
recalca cómo la identificación
de patrones de significado depende de señales sobresalientes del
entorno30; esto permite examinar a la vez cómo el
significado es
debatido en el discurso y cómo los factores estructurales
impulsan y delimitan el surgimiento de tal discurso, sin asumir
posiciones deterministas.
El concepto de
disputas de
enmarcamiento “representa a la sociedad y a la cultura como un terreno
de contiendas y muestra a varios grupos y movimientos sociales luchando
por el poder”31. El análisis de enmarcamiento puede
guiar a los
investigadores a examinar la variedad de ideologías,
símbolos y estrategias que son utilizados por los protagonistas
para entender por qué ciertas estrategias son exitosas o no en
determinados periodos y contextos. El análisis de enmarcamiento
puede ayudar a mostrar cómo los actores aprovechan las
oportunidades y dan forma a sus propuestas para su propio beneficio32.
Dichos enfoques pueden ser útiles al historiador toda vez que la
memoria colectiva, partiendo de los aportes de Halbwachs y Warburg,
pueden ser entendidos como formas de negociación social. El
hecho histórico y su representación no son lo mismo. Las
representaciones pertenecen al presente y en él son negociadas.
Esta mirada fuera de la propia disciplina historiográfica
quizá pueda ser útil para evitar el error
metodológico de realizar estudios de memoria colectiva “desde
arriba”.
El problema de la
recepción
es de primera importancia pues no basta estudiar una determinada parte
de la producción de los vehículos de la memoria, por muy
privilegiado que resulte su productor (el estado y su burocracia), el
cual en todo caso es también un actor que participa en las
contiendas de enmarcamiento. Además, como advierte Kansteiner,
un mismo vehículo puede ser usado por diferentes personas para
propósitos diferentes; no existe una única comunidad
interpretativa. La paradoja, afirma, es que cuanto más
“colectivo” es el medio (por ejemplo, la televisión), menor es
la probabilidad de que refleje la memoria colectiva de la audiencia.33
El error consiste en asumir acríticamente que el acto de
representación coincide con el acto de recepción.
Otro ejemplo de
estudio que se
limita a un enfoque “desde arriba” es el de Barry Schwartz, The Social
Context of Commemoration: A Study in Collective Memory34,
en el que
utiliza datos de los eventos y personas conmemorados en el Capitolio de
los Estados Unidos “para demostrar cómo el significado de
eventos históricos cambia de una generación a la
siguiente de acuerdo con la infraestructura de los problemas y
necesidades de la sociedad”35. Sin embargo, Schwartz en
realidad no
examina cómo cada generación reevalúa el
significado del pasado, sino cómo el Congreso de Estados Unidos
lo hace por medio del simbolismo conmemorativo del Capitolio. Se trata
de una “memoria colectiva” oficial en términos políticos
dentro del marco del estado-nación que representan los Estados
Unidos (es decir, desde sus instituciones oficiales de poder). Su
método elige como via regia para el estudio del inconsciente
colectivo (the collective unconscious)
las conmemoraciones
icónicas (iconic commerotation)36
omitiendo sin
consideración alguna el tema de la producción y
recepción de otras memorias por los diferentes grupos que
componen la sociedad estadounidense en diferentes niveles, así
como el tema de la recepción o rechazo de la misma
producción de la memoria oficial. La memoria colectiva es la que
el estado dicta oficialmente, en el enfoque de Schwartz.
Un problema
adicional de estudiar
la memoria colectiva “desde arriba”, como la memoria oficial y su
recepción, es que parte del estrecho marco del
estado-nación37, en que se encerraron las ciencias
sociales
desde el siglo XIX.38 No cabe ignorar que las fuerzas y
intereses en
juego actualmente traspasan dicho ámbito y que los elementos que
influyen en la construcción de diferentes memorias van desde lo
global hasta lo regional y local y viceversa, en un juego
dialéctico. Partiendo de la idea de Halbwachs acerca de la
existencia de una multiplicidad de memorias, hoy debe reconocerse que
la pertenencia a un grupo no está ya delimitada
únicamente por el ámbito de lo nacional (o lo regional,
entendido a la manera clásica de Vidal de la Blache, como una
parte de lo nacional). Para Halbwachs las diversos modos en que las
memorias se asocian resultan de los varios modos en que las personas se
asocian; así, cada memoria, como ella se produce en el
pensamiento individual, podría entenderse sólo si se
ubica dentro del pensamiento del correspondiente grupo; para él
la relativa fortaleza y formas de combinación de las diversas
memorias en el pensamiento individual puede comprenderse sólo si
se conecta al individuo con los diferentes grupos a los que pertenece.
En el actual
contexto la
pertenencia a diversos grupos no se limita a las fronteras del
estado-nación. Ni siquiera con anterioridad al fenómeno
de la globalización el estado-nación era el único
ámbito para generar identidades (por ejemplo, hay más
naciones que estados) y por lo tanto, memorias. En este sentido, el
marco que ofrece la Historia global es útil para superar el
reduccionismo en que la historiografía caería si mantiene
la categoría “estado-nación” como único espacio
dentro del cual se producen no sólo memorias “desde arriba” sino
también “desde abajo”. El poder político cada vez
está menos concentrado en el estado-nación y lo
económico (sin fronteras) cada vez influye más en lo
político. No puede ignorarse la existencia de lo que Meyer,
Boli, Thomas y Ramírez denominan “una sociedad mundial” (world
society)39, desde cuyo concepto dichos autores
analizan el
estado-nación como una institución construida por
procesos culturales y asociativos mundiales, a partir los cuales
identifican: a) propiedades del estado-nación que resultan de su
construcción impulsada exógenamente, b) procesos por los
cuales la cultura racionalista mundial afecta a los
estados-nación, c) características de la sociedad mundial
que intensifican el impacto de la cultura mundial en los estados y
sociedades nacionales (incluyendo las condiciones que favorecen la
difusión de modelos mundiales, la expansión de
asociaciones de nivel mundial y la autoridad racionalizada
científica y profesional), d) características
dinámicas de la cultura y la sociedad mundiales que generan
expansión, conflicto y cambio, entre ellas especialmente la no
estatalidad (statelessness) de
la sociedad mundial, la
legitimación de múltiples niveles de actores
racionalizados, y las inconsistencias y contradicciones internas.
El contexto
globalizado ha
producido nuevas formas de asociación y de comunicación
que generan grupos que antes no existían. Las tecnologías
de información y comunicación, los progresos en los
transportes, la deslocalización y el desmembramiento de la
cadena de valor, solo para mencionar algunos fenómenos de esta
mundialización, han llevado a nuevas formas de hacer, recibir y
rechazar memorias colectivas. Desde “arriba” el poder político y
económico cada vez pertenece menos al estado-nación;
desde “abajo”, surgen nuevas formas de comunicación y
agrupación o bien, se da nueva importancia a grupos que con
anterioridad no eran siquiera considerados en la arena del juego de las
identidades y de las memorias (grupos étnicos minoritarios, de
género, etarios, sólo para mencionar algunos). Esto
supone la necesidad de superar no sólo el reduccionismo
denunciado por Confino (el enfoque de la memoria oficial y su
recepción) sino también el reduccionismo del enfoque de
la producción, recepción y rechazo de las memorias de
grupos que se forman, actúan y desaparecen en el ámbito
exclusivo del estado-nación. Si bien Confino advierte sobre el
primer error, no logra superar en su propuesta el segundo; aún
mantiene en su análisis al estado-nación como marco
dentro del cual se producen, reciben o rechazan memorias colectivas,
limitándose su enfoque a proponer una dialéctica entre el
todo (el estado-nación) y sus partes40.
Al respecto puede
ser útil
tener en cuenta la división que propone Nora41 de la
historia de
la memoria, en tres periodos42:
- a)
Premoderno:
existía una relación no autoconsciente entre las personas
y su pasado; las tradiciones y ritos proveían una
sensación de estabilidad en el tiempo para los miembros de
comunidades de memoria local.
- b)
Moderno: la
aceleración de la vida cotidiana por la modernización
industrial y social produjo a partir del siglo XIX que las tradiciones
y afiliaciones perdieran su sentido, por lo que la relación
entre las personas y su pasado se reconstruyó por medio de
simulaciones de memoria natural de primer grado; las élites
produjeron lugares de memoria en el lenguaje, monumentos y archivos,
los cuales tuvieron como referente común el
estado-nación, y que procuraron asegurar el futuro de
éste mediante invenciones de sus tradiciones.
- c)
Postmoderno:
Al colapsar la ideología y la realidad del estado-nación
en el siglo XX las simulaciones de primer grado han sido sustituidas
por las de segundo grado; la cultura de medios de finales del siglo XX
produce identidades y representaciones del pasado que tienen poca
relación con cualquier tradición compartida, estilos de
vida o instituciones políticas que no sea el frenético
ritmo del consumo de medios mismo.
A partir de la década de
1980 se ha producido una obsesión por la memoria, pasión
memorialista que según Nora se explica por el “recalentamiento
del presente”, es decir, por la aceleración de los procesos
históricos en las últimas décadas43.
El cambio
también es tomado
en cuenta, como explicación, por Lorenz44, para quien
una de las
más notorias características de la historiografía
occidental desde la década de 1960 es que el
estado-nación ha perdido su condición de foco central a
la vez que han surgido identidades sociales, étnicas, de
género, regionales y locales. Esta variación del foco
historiográfico es un reflejo, según Lorenz, del cambio
en los modos prevalecientes de autorrepresentación individual y
colectiva: la fragmentación de la identidad nacional en un
número de identidades sub y supranacionales ha sido la tendencia
dominante desde la década de 1960. Y agrega Lorenz: “The shift
of interest from the problems of ‘scientific’, ‘objective’ history into
the issues of ‘collective memory’ -connected to specific milieux de
mémoires [utilizando la terminología de Nora] and
thus
being particular and subjective by definition- can easily and plausibly
be interpreted as a consequence (and carrier!) of this development
towards fragmentation of history and historical consciousness.”45
Para
Lorenz, lo que denomina “the ‘only
the lonely’ complex” (enfoque no
comparativo del estado-nación como categoría central de
análisis) está aún difundido en
historiografía. Desde dicho enfoque se producen atribuciones
injustificadas de características y problemas de
historiografía particulares (locales o nacionales) a causas
también particulares (locales o nacionales). “The ‘only the
lonely’ complex” deja por fuera enfoques como el ya mencionado
de
Meyer, Boli, Thomas y Ramírez46, por ejemplo. Al
parecer sigue
presente lo que Brenner denomina “the
epistemology of
state-centrism”47. Pero la identidad ya no es
establecida
únicamente como una identidad nacional. La memoria colectiva es
generada desde las nuevas identidades infra y supra nacionales. El
cambio ha generado una nueva forma de hacer identidades, es decir, de
hacer memorias48. Se atribuye a Mitterand haber dicho que
“un pueblo
que pierde su memoria, pierde su identidad”49; en el nuevo
contexto
ultra y cisnacional (para denominar de
alguna forma al cambio de escala
hacia lo global tanto como hacia lo local), quizá pueda
afirmarse que “un pueblo que cambia su memoria, cambia su identidad”.
No estamos frente a una crisis de identidad, sino frente a un cambio de
ella, hecho que ha impactado a las Ciencias Sociales en general y no
sólo a los estudios historiográficos. Por eso reina una
cierta confusión conceptual y metodológica y
disciplinaria incluso, como cuando la Historia invade
acríticamente el ámbito categorial de la
Psicología o la Psiquiatría. La “memoria colectiva”, ha
venido a desplazar conceptos como mito
o ideología. Una mayor
discusión sobre la metodología y una higienización
del lenguaje se hacen necesarios antes de continuar. Si “el
método antecede a toda ciencia”, como afirmaba Kant, esta es una
oportunidad para una discusión metodológica.
Dicho lo anterior y
limitándome a los objetivos del presente ensayo, cabe
señalar que se presenta como un reto, para las futuras
líneas de investigación, examinar el tema de la
producción, negociación y recepción de memorias no
oficiales, desbordando dicho examen, además, el estrecho margen
conceptual del estado-nación. En este sentido, la Historia
global y los estudios regionales tienen mucho qué aportar al
estudio de la memoria, si es el caso que se desee continuar con el uso
de este concepto en los estudios historiográficos. Tampoco debe
olvidarse que “memoria” es un concepto transdisciplinario y que la
historiografía ganaría mucho de un mayor acercamiento a
la Sociología, a la Filosofía Analítica y a otras
disciplinas para abordar de una mejor manera su objeto y sus temas.
4.
Conclusiones
- La
proliferación de estudios sobre memoria en las diferentes
disciplinas de las Ciencias Sociales no se ha visto acompañada
de desarrollos conceptuales y metodológicos de igual magnitud,
lo que se ha traducido en un abuso del concepto “memoria colectiva” y
en una serie de confusiones que han derivado, por ejemplo, en un uso
empíricamente injustifcado de conceptos de la Psiquiatría
y Psicología en los estudios historiográfcos.
- Un error
metodológico frecuente es identificar la memoria colectiva con
las políticas de memoria del estado o con la memoria
histórica. De este modo se produce un reduccionismo que consiste
en considerar que la memoria colectiva es la producida por el estado.
- Derivado de lo
anterior, con frecuencia se produce el error de asumir que las
representaciones evidentes del pasado transparentan la memoria
histórica sin considerar la producción de memorias por
diferentes grupos a lo interno de la sociedad. También con
frecuencia se ha omitido considerar el problema de la recepción
de las memorias por los diferentes grupos, omitiendo someter a una
crítica la recepción por parte de estos grupos de los
vehículos de memoria producidos por el estado y la
recepción de la memoria que estos mismos grupos producen.
- El marco de
interpretación y análisis del estado-nación ya no
es sufciente para entender los procesos de producción y consumo
de memorias –y por lo tanto de identidades-, pues con la
mundialización se experimenta una nueva dimensión de
relaciones e interacciones que a su vez producen grupos que antes no
existían y que se generan fuera del estrecho margen del
estado-nación.
- Los estudios
historiográfcos deben atender a esta nueva realidad e integrar
los desarrollos teóricos que se han producido desde otras
disciplinas, como los enfoques de framing y sensemaking.
- La conciencia
de que el tema de la memoria no sólo atañe a la
Historiografía sino que debe abordarse transdisciplinariamente,
debe llevar al historiador a un mayor acercamiento a la
Sociología, a la Filosofía Analítica y a otras
disciplinas para abordar de una mejor manera su objeto y sus temas. A
lo interno de la misma disciplina histórica, la Historia Global
y la Historia local tienen mucho que aportar.
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Citas
y notas
1 Confino, Alon.
1997. “Collective
Memory and Cultural History: Problems of Method”, The American
Historical Review, Vol. 102, No. 5, p. 1386.
2 Kansteiner, Wulf.
2002. “Finding
Meaning in Memory: A Methodological Critique of Collective Memory
Studies”. History and Theory,
Vol. 41, No. 2, pp. 179-197.
3 Berliner, David.
2005. The Abuses
of Memory: Reflections on the Memory Boom in Anthropology.
Anthropological Quarterly,
Vol. 78, No. 1, p. 198. Si bien Berliner se
refiere al campo de la Antropología, el comentario lo considero
válido para otras disciplinas, entre ellas la Historia.
4 Discípulo
de Durkheim,
Halbwachs analizó en su primera obra, Les cadres sociaux de la
mémoire el contexto social del recuerdo y el olvido
individual.
Luego, en La mémoire
collective examinó la vida mental
propia de diferentes grupos sociales y afirmó que una parte del
pasado se olvida debido a que desaparecen los grupos que apoyan tales
memorias; nuevos grupos aparecen para sustituir las memorias
anteriores. En La topographie
légendaire des Evangiles en Terre
Sainte: étude de mémoire collective Halbwachs
estudió cómo la ubicación de eventos relacionados
con la vida de Cristo y el cristianismo primitivo no se ha fijado de
una vez para siempre sino que cambia de acuerdo con los desarrollos
políticos y doctrinarios. Ver al respecto Schwartz, Barry. 1982.
The Social Context of Commemoration: A Study in Collective Memory.
Social Forces, Vol. 61, No. 2, p. 375.
5 Para una
exposición de los
antecedentes y evolución de los estudios sobre memoria colectiva
y las relaciones entre memoria colectiva e historiografía ver
Olick, Jeffrey K.; Robbins, Joyce. 1998. Social Memory Studies: From
“Collective Memory” to the Historical Sociology of Mnemonic Practices.
Annual Review of Sociology,
Vol. 24, pp. 105-140; también Klein,
Kerwin Lee. 2000. On the Emergence of Memory in Historical Discourse.
Representations, No. 69, pp. 127-150. En relación con la
Antropología véase Berliner, David. 2005. The Abuses of
Memory: Reflections on the Memory Boom in Anthropology. Anthropological
Quarterly, Vol. 78, No. 1, pp. 197-211.
6 Assmann, Jan.
1995. Collective
Memory and Cultural Identity. New
German Critique, No. 65, p. 125.
7 “Collective memory
is essentially
a reconstruction of the past [that] adapts the image of ancient facts
to the beliefs and spiritual needs of the present”. Halbwachs, citado
por Schwartz, Barry. 1991. Social Change and Collective Memory: The
Democratization of George Washington. American
Sociological Review,
Vol. 56, No. 2, p. 221. Cabe observar: si la memoria colectiva no es el
pasado sino su reconstrucción, entonces es un hecho siempre del
presente; si a esto se agrega que surge de la lucha de diferentes
memorias de grupos que tratan de imponer su perspectiva, ¿en
qué medida la memoria colectiva, como interpretación
presente del pasado, se diferencia de la ideología como
interpretación del presente? Este es un tema que requiere
investigación ulterior.
8 Sobre Warburg y su
obra ver
Forster, Kurt W. 1976. Aby Warburg’s History of Art: Collective Memory
and the Social Mediation of Images.
Daedalus, Vol. 105, No. 1, pp.
169-176.
9 En algunas
ocasiones he notado
que en Costa Rica algunos autores utilizan el concepto “memoria
histórica” con el significado que Halbwachs da a “memoria
colectiva”. Sobre este tipo de confusión advierte Michonneau,
Stéphane. Memoria e historia [Ponencia presentada en el Taller
del Seminario internacional sobre memoria e historia, realizado
del 26
al 30 de septiembre del 2005, en la ciudad de Guatemala, Guatemala,
Centroamérica]. Disponible en
http://168.96.200.184:8080/avancso/avancso/taller5,
consulta realizada
el 11 de abril de 2009.
10 Ver Michonneau,
Stéphane.
Memoria e historia [Ponencia presentada en el Taller del Seminario
internacional sobre memoria e historia, realizado del 26 al 30
de
septiembre del 2005, en la ciudad de Guatemala, Guatemala,
Centroamérica]. Disponible en
http://168.96.200.184:8080/avancso/avancso/taller5,
consulta realizada
el 11 de abril de 2009.
11 En el original en
inglés:
“the ways in which people construct a sense of the past”. Confino,
Collective Memory…p. 1386.
12 Jedlowski, P.,
citado por
Bellelli, G.; Leone, G.; Curci, A. 1999. Emoción y memoria
colectiva. El recuerdo de acontecimientos públicos.
Psicología Política,
Nº 18, p. 102.
13 Este problema ya
había
sido visto por Halbwachs. Ver Scott, Alan. 1997. Modernity’s Machine
Metaphor. The British Journal of
Sociology, Vol. 48, No. 4, pp. 561-575.
14 Un vestigio no
debe ser tomado,
por esa sola condición, como evidencia; debe existir una
crítica de las fuentes. James Wilkinson expone la diferencia
entre vestigios (the remains, the
traces) y evidencias (the
evidences).
“The remains of the past comprise what survives of everything that ever
happened; evidence consists of those remains that historians use in
making histories. Evidence, in other words, occupies the same relation
to remains as history does to the past: it is a tiny subset of a far
larger domain. But unlike the past, remains constitute an actual, not a
virtual, reality and are thus subject to the effects of time. Not
everything in the past has left traces, and not all traces have
survived. In the absence of remains, there can be no evidence, and in
the absence of evidence, there can be no history.” Wilkinson, James.
1996. A Choice of Fictions: Historians, Memory, and Evidence. PMLA,
Vol. 111, No. 1, pp. 80-92.
15 Al respecto es
interesante para
el caso de Costa Rica el trabajo de Martínez Ramírez,
Ricardo. Reflexiones acerca de lo tico y el imaginario, pp. 60-65. En
Memoria del IV Congreso nacional e
internacional de las culturas
populares [realizado en Santa Cruz, Guanacaste, Costa Rica, del
7 al 10
de enero de 2004].
16 Sobre este
último punto
ver Cruz, Consuelo. 2000. Identity and Persuasion: How Nations Remember
Their Pasts and Make Their Futures. World
Politics, Vol. 52, No. 3, pp.
275-312. Cruz, entre otras cosas, realiza una comparación entre
los casos de Costa Rica y Nicaragua.
17 Foucault, citado
por Olick y
Robbins. Social Memory Studies: From “Collective Memory” to the
Historical Sociology of Mnemonic Practices, p. 126. En una línea
similar afirma Schwarzstein: “Apoderarse de la memoria y del olvido es
una de las máximas preocupaciones de las clases, de los grupos,
de los individuos que han dominado y dominan las sociedades
históricas. Los olvidos, los silencios de la historia son
reveladores de estos mecanismos de manipulación de la memoria
colectiva.” Schwarzstein, Dora. 2002. Memoria e Historia. Desarrollo
Económico, Vol. 42, No. 167, p. 472.
18 Confino,
Collective Memory…p.
1397.
19 Rousso, Henry.
1991. The Vichy
Syndrome: History and Memory in France since 1944 [Arthur
Goldhammer,
trad.], Cambridge, Mass. Para una crítica a este libro puede
consultarse: Wilkinson, Choice of Fictions…pp. 87-89.
20 Confino,
Collective Memory…p.
1398.
21 Kansteiner, Wulf.
2002. Finding
Meaning in Memory: A Methodological Critique of Collective Memory
Studies. History and Theory,
Vol. 41, No. 2, pp. 179-197.
22 En línea
similar a la de
Kansteiner, James Young explica su renuencia a “aplicar la jerga
psiconeurótica individual a la memoria de grupos nacionales
[pues] los individuos no pueden compartir la memoria de otros de igual
manera que tampoco pueden compartir su corteza cerebral”. Citado por
Klein, On the Emergence of Memory in Historical…p. 135.Sobre el enfoque
individualista-psicológico de la memoria colectiva comparado con
el enfoque colectivista, centrado en los patrones culturales y sociales
de la memoria publica y la memoria personal ver: Olick, Jeffrey K..
1999. Collective Memory: The Two Cultures. Sociological Theory, Vol.
17, No. 3, pp. 333-348.
23 Literalmente en
el original:
“…the history of collective memory would be recast as a complex process
of cultural production and consumption that acknowledges the
persistence of cultural traditions as well as the ingenuity of memory
makers and the subversive interests of memory consumers.” Kansteiner,
Finding Meaning in Memory…p. 179.
24 Ver al respecto
Schuman, Howard;
Scott, Jacqueline. 1989. Generations and Collective Memories. American
Sociological Review, Vol. 54, No. 3, pp. 359-381.
25 Ver al respecto
Fiss, Peer C.;
Hirsch, Paul M. 2005. The Discourse of Globalization: Framing and
Sensemaking of an Emerging Concept. American
Sociological Review, Vol.
70, No. 1, pp. 29-52.
26 “El concepto de
enmarcamiento
captura los procesos por los cuales los actores influencian las
interpretaciones de la realidad entre varias audiencias. Los marcos
[frames] constituyen esquemas
de interpretación que organizan
experiencias y guían la acción, dotando de coherencia a
un conjunto de elementos de idea. Este proceso de dotación de
sentido está cargado de conflicto pues los actores interesados y
los entermediarios articulan particulares versiones de la realidad para
los potenciales seguidores, espectadores, medios de información
y objetivos de cambio. Las disputas de enmarcamiento son inherentes al
discurso público y surgen especialmente cuando los eventos
erosionan las interpretaciones hegemónicas de la realidad”. Fiss
y Hirsch, The Discourse of Globalization…p. 30.
27 Fiss y Hirsch,
The Discourse of
Globalization…p. 31.
28 Fiss y Hirsch,
The Discourse of
Globalization…p. 30.
29 Fiss y Hirsch,
The Discourse of
Globalization…p. 30.
30 Weick, Karl E.
1999. Sensemaking
as an Organizational Dimension of Global Change, pp. 39-56. En
Organizational Dimensions of Global
Change [David L. Cooperrider y Jane
E. Dutton, editores]. Thousand Oaks, CA: Sage.
31 Kellner, Douglas.
The Persian
Gulf TV War. Boulder, CO., Westview, 1992, p. 58, citado por Fiss y
Hirsch, The Discourse of Globalization…p. 30. “Si bien de la
dinámica de las contiendas de enmarcamiento son importantes por
derecho propio, los resultados de estas contiendas frecuentemente
tienen profundas consecuencias para la formación de
políticas”. Fiss y Hirsch, The Discourse of Globalization…p. 30.
Davies aclara ciertos conceptos de la contienda de enmarcamiento:
“Frame transformation. Frame
transformation refers to a group’s efforts
to change the primary framework of meaning for its cause to garner
support from new quarters or to make its cause resonate better in the
political environment… Frame
extension. Social movements often strive
to broaden their public appeal and gain allies by appealing to
outsiders with promises of mutual or congruent interests. Groups thus
claim to encompass interests that are originally incidental to their
primary concerns, but are of strategic import because they have
considerable salience to potential associates… Frame contest. Framing
strategies are far from foolproof; they are often rebutted by opponents
who are seeking to undermine and discredit the claims… Transforming or
extending frames poses risks for interest groups, since by moving into
new discursive territory and by allying with new causes, they may gain
new opponents. Thus, the notion of frame contest illustrates the
dynamic aspect of framing processes…” Davies, Scott. 1999. From Moral
Duty to Cultural Rights: A Case Study of Political Framing in
Education. Sociology of Education,
Vol. 72, No. 1, p. 6.
32 “Specifically,
frame analysis
examines how political actors strategically alter meanings in ways that
resonate in a political environment… Frame analysis is a valuable tool
for studying, for instance, how otherwise weak groups can exploit
powerful symbols to achieve a modicum of cultural legitimacy or respond
to state initiatives in ingeniuos ways in pursuit of their goals”.
Davies, From Moral Duty…p. 2.
33 Kansteiner,
Finding Meaning in
Memory…p. 193.
34 Schwartz, Barry.
1982. The
Social Context of Commemoration: A Study in Collective Memory. Social
Forces, Vol. 61, No. 2, p. 374-402.
35 Schwartz, Barry.
The Social
Context of Commemoration…p. 374.
36 Siguiendo a Lloyd
Warner,
Schwartz justifica su método: “Just as dreams enable us to study
the individual unconscious… so iconic commemoration may be treated as
the via regia to the
collective unconscious.” (Schwartz. The Social
Context of Commemoration: A Study in Collective Memory, p. 377). El
mismo Schwartz no desconoce los riesgos de su enfoque, pero los trata
de justificar: “Every work of art in the Capitol has a social history,
much of which can be condensed into the pushes and pulls of
congressional politics and the connections within Congress which the
artists used to obtain commissions… should be noted that the
significance of the present data set is defined by these underlying
negotiations. Precisely because it embodies an accommodation of
conflicting interests and values, the Capitol’s iconography reflects
(perhaps better than any other form of commemoration) the changing
unities and divisions within the nation. If this condition limits our
right to generalize beyond the Capitol, it also makes the Capitol
itself a good place to learn how commemoration is pressed into the
service of social needs.” (Schwartz. The Social Context of
Commemoration: A Study in Collective Memory, p. 379)
37 Incluso dentro
del “estrecho
marco” del estado-nación es posible un estudio desde abajo. Por
ejemplo, al referirse al modelo de
crisis del desarrollo
político, elaborado por el Committee on Comparative Politics
para el estudio del nacionalismo, König comenta: “En este modelo
son de suma relevancia las élites, que se encuentran o bien en
el poder, o bien en la oposición, y que aparecen como el grupo
que toma las decisiones en el proceso de modernización; es,
pues, la política de las élites la que crea nuevas
condiciones para el cambio socioeconómico. Por eso, la
recopilación de materiales puede dedicarse en primer lugar a los
criterios para la acción política, a las declaraciones y
las decisiones de estas élites. Ello permite abarcar tanto las
medidas políticas o burocráticas efectivas en el proceso
de modernización como los conflictos resultantes entre los
grupos que compiten por el poder. Es cierto que al proceder así
se reducen hasta cierto punto los problemas de desarrollo de una
sociedad a los problemas de las élites políticas y de los
gobiernos. Es casi lógico que los análisis de la
formación del estado y de nación en el contexto de la
modernización y las estructuras políticas,
administrativas y socioeconómicas adopten la perspectiva desde
arriba, es decir los puntos de vista de las élites, como lo
critica también Hobsbawm. Pero ello no restringe la
aplicabilidad de una concepción funcional para evaluar el
nacionalismo y sus funciones. Sin embargo, el análisis de la
formación de la nación necesita también la
perspectiva desde abajo, es decir la percepción de la
nación por parte de las masas populares, aun cuando es mucho mas
difícil encontrar material correspondiente. En total, hace falta
considerar las actitudes y conductas de toda la población que es
el objeto de la propaganda nacionalista para no reducir el problema de
la formación de la nación a la función que en ese
proceso les cupo a las élites. El análisis de la
formación de la nación en América Latina
revelará una vez más la necesidad de esta doble
perspectiva.” König, Hans-Joachim. 2000. Nacionalismo y
nación en la Historia de Iberoamérica. Cuadernos de
Historia Latinoamericana, Nº 8, AHILA, p. 23. La cursiva
fue
agregada por mí.
38 Cabe retomar las
palabras de
Wallerstein: “It is quite normal for scholars and scientists to rethink
issues. When important new evidence undermines old theories and
predictions do not hold, we are pressed to rethink our premises. In
that sense, much of nineteenth-century social science, in the form of
specific hypotheses, is constantly being rethought. But, in addition to
rethinking, which is ‘normal’, I believe we need to ‘unthink’
nineteenth century social science, because many of its presumptions
-which, in my view, are misleading and constrictive- still have far too
strong a hold on our mentalities. These presumptions, once considered
liberating of the spirit, serve today as the central intellectual
barrier to useful analysis of the social world.” Wallerstein, Immanuel.
1991. Unthinking Social Science. The
Limits of 19th Century Paradigms,
Nueva York: Cambridge University Press, p. 1.
39 La
posición de Meyer,
Boli, Thomas y Ramírez, de orientación
macrofenomenológica, se basa en el institucionalismo
sociológico contemporáneo. Afirman que: “Many features of
the contemporary nation-state derive from worldwide models constructed
and propagated through global cultural and associational processes… The
operation of world society through pecualiarly cultural and
associational processes depends on heavily on its statelessness. The
almost feudal character of parcelized legal-rational sovereignty in the
world has the seemingly paradoxical result of diminishing the causal
importance of the organized hierarchies of power and interests
celebrated in most ‘realists’ social scientific theories. The
statelessness of world society also explains, in good measure, the lack
of attention of the social sciences to the coherence and impact of
world society’s cultural and associational properties… the social
sciences are more than a little reluctant to acknowledge patterns of
influence and conformity that cannot be explained solely as matters of
power relations or functional rationality.” Meyer, John W.; Boli, John;
Thomas, George M.; Ramírez, Francisco O. 1997. World Society and
the Nation-State. The American
Journal of Sociology, Vol. 103, No. 1,
pp. 144-145. La cursiva es del original.
40 “We
should stress the interaction between a given memory and other memories
in the society and take cognizance of society and culture as
global
entities, where distinct memories interact. In contrast, a result of
much recent research is that we explore memory in isolation. One
approach is to look at the various memories within a society without
providing a view of society and identity as a whole. … It is obviously
important to avoid essentialism and to reject arguments that impose
cultural homogeneity on a heterogeneous society. Conflicts over memory
exist. Differences are real. People are sometimes ready to die for
their vision of the past, and nations sometimes break because of memory
conflicts. But all this only begs the question: how, then, in spite of
all these differences and difficulties, do nations hold together? … But
many a national memory succeeds to represent, for a broad section of
the population, a common destiny that overcomes symbolically real
social and political conflicts in order to give the illusion of a
community to people who in fact have very different interests. People
construct representations of the nation that conceal through symbols
real friction in their society. These representations should also be
studied. Another approach is to consider the whole while ignoring its
component parts … A third approach conceives the relationships among
memories as dichotomous [vernacular or local memories versus public,
official or national memories]… the challenge is not so much to
understand how vernacular and official memories opposed each other but
how the nation-state came to be a vernacular memory: how did people
internalize the nation and make it in a remarkably short time an
everyday mental property -a memory as intimate and authentic as the
local, ethnic, and family past?”. Confino, Collective Memory…pp.
1400-1402.
41 Nora, Pierre
(editor). Les lieux
de mémoire (siete volúmenes). Paris, Gallimard,
1984–1992. En español se ha publicado recientemente un libro de
Pierre Nora, prologado por José Rilla, que recoge la
mayoría de los aportes del célebre historiador
francés a la obra colectiva Les
lieux de mémoire. Ver
Nora, Pierre. Pierre Nora en Les
lieux de mémoire
[prólogo de José
Rilla]. Montevideo, Ediciones
Trilce,
2008.
42 Ver sobre esta
división
Kansteiner, Wulf. Finding Meaning in Memory: A Methodological Critique
of Collective Memory Studies, p. 183.
43 Ver al respecto
Schwarzstein,
Dora. 2002. Memoria e Historia. Desarrollo
Económico, Vol. 42,
No. 167, p. 472.
44 Lorenz, Chris.
1999. Comparative
Historiography: Problems and Perspectives. History and Theory, Vol. 38,
No. 1, p. 36.
45 Lorenz, Chris. Comparative
Historiography…pp. 36-37. Esto tiene consecuencias
epistemológicas y existenciales para los historiadores:
“Now
this fear of fragmentation is not only a matter of the psychology of
individual historians, but also a matter of the epistemology of history
as such. At stake is the fear that there is no real borderline between
pluralism on the one side and relativism (‘there is no king in Israel’)
and skepticism (‘anything goes’) on the other. This epistemological
problem easily acquires an existential dimension for professional
historians who realize that relativism and skepticism constitute
fundamental threats to the foundation of historical business as such,
that is, the idea of professional, scientific history. Probably this is
one of the main reasons why the discussion about the ‘fragmentation of
identities’ in the human sciences so often is not conducted sotto voce,
but in overheated and hysterical overtones”. P. 37.
46 Meyer, John W.;
Boli, John;
Thomas, George M.; Ramírez, Francisco O. World Society and the
Nation-State…pp. 144-181.
47 Según
Brenner: “a
state-centric epistemology has dominated the modern social sciences
since their inception during the late nineteenth century”. Brenner,
Neil. 1999. Beyond State-Centrism? Space, Territoriality, and
Geographical Scale in Globalization Studies. Theory and Society, Vol.
28, Nº 1, p. 46.
48 Véase, por
ejemplo, el
papel que la televisión cumple en la creación de memorias
colectivas, como se analiza en Edgerton, Gary R.; Rollins, Peter C.
(editores). 2001. Television
Histories: Shaping Collective Memory in
the Media Age. Lexington, University Press of Kentuky,. En
sentido
más amplio: Lipsitz, George. 1990. Time Passages: Collective
Memory and American Popular Culture. Minneapolis, University of
Minnesota Press.
49 Mitterand, F.,
citado por
Shapiro, Ann-Louise. 1997. Fixing History: Narratives of World War I in
France. History and Theory,
Vol. 36, No. 4, pp. 112.
Correspondencia a: Oriester Abarca
Hernández.
Máster en Derecho Económico. Profesor Asociado,
Universidad de Costa Rica.
Fecha de recepción: 18 de
abril 2009 - Fecha de aceptación: 15 de setiembre 2009