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Anuario de Estudios Centroamericanos

On-line version ISSN 2215-4175Print version ISSN 0377-7316

Anuario de Estudios Centroamericanos vol.43  San José Jan./Dec. 2017

http://dx.doi.org/10.15517/aeca.v43i0.31563 

Reseñas

Doris Stone y el Museo Nacional de Costa Rica. Historia social y cultural del siglo XX. Eugenia Ibarra Rojas, San José: S. E. 2016

1Ph.D. en Historia por la Universidad de Indiana (Estados Unidos). Profesor catedrático de historia y director del Centro de Investigaciones Históricas de América Central de la Universidad de Costa Rica. Contacto: david.diaz@ucr.ac.cr, ORCID: 0000-0002-0840-7185

Doris Zemurray Stone (1909-1994) es un nombre familiar para las Ciencias Sociales de Costa Rica y Centroamérica. Durante varias décadas, ella fue una incansable investigadora del pasado y el presente de las comunidades indígenas en Costa Rica, Honduras y Nicaragua, y se desempeñó como activista en la producción de políticas específicas dirigidas a las poblaciones que estudiaba. En ese empeño, Stone alentó la educación en esas comunidades aborígenes y produjo no solo textos especializados, sino también dirigidos específicamente a esos grupos o a popularizar el conocimiento que se tenía de ellos. Asimismo, Stone colaboró de forma activa en la Junta Directiva del Museo Nacional de Costa Rica y, se podría asegurar, diseñó esa institución y la proveyó de sus primeras posesiones muebles. Con esas credenciales, Stone merecía desde hace tiempo un estudio pormenorizado de su vida, obra, trabajo académico y combates sociales.

La etnohistoriadora Eugenia Ibarra Rojas ha escrito un pequeño libro que constituye un primer intento por acercarse a la figura de Stone. El trabajo fue el estudio que Ibarra presentó como requisito formal para acceder al estatus de Miembro de Silla de la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica. Está constituido por seis capítulos y tres útiles apéndices; publicado por la autora en una bonita edición que incorpora también varias fotografías en donde se muestra a Stone en algunas de las facetas de su vida.

La producción de una biografía es difícil en términos metodológicos. Usualmente, la biografía ha formado parte de la llamada historia tradicional y muchos historiadores e investigadores la consideran poco vinculada con una Historia más seria y crítica. En ese sentido, algunos conciben las biografías como producciones muy triviales y cargadas con un tipo de análisis que le da continuidad a la de los llamados “grandes hombres”.1 Contrario a ese desprecio de algunos especialistas, las biografías son sumamente populares y se convierten en uno de los productos históricos que se consumen de manera amplia. Por eso, muchos historiadores se han tomado en serio las biografías y desde hace décadas han tratado de transformar la forma de construirlas para volver más problemática la interpretación de una vida.2 Localmente, se debe indicar que en la historiografía costarricense, a pesar de algunos intentos de cambio y de algunos interesantes esfuerzos,3 han privado las biografías tradicionales de políticos, en las cuales se presentan las vidas estudiadas como historias heroicas y con poca criticidad.4 Por lo apuntado, se vuelve necesario el trabajo con biografías, pues no solo develan una vida, sino que además dan material para lanzar miradas a los espacios y tiempos en que se desenvuelve el biografiado.

El texto de Ibarra no incorpora una metodología específica para acercarse al problema de la biografía en historia. En su lugar, parte de una sugerencia del historiador marxista Eric Hobsbawm, para quien los individuos son, a su vez, productos y productores de su historia. En ese sentido, se interpreta que las personas precisan de su contexto histórico para ser entendidas en sus cotidianidades y particularidades. Más directamente, Ibarra indica (aunque no lo explica) que parte del concepto “estilo de vida” aplicado por la antropóloga María Eugenia Bozzoli y pareciera referir, en lo fundamental, a las formas seleccionadas por los sujetos para vivir.

A lo largo del texto, sin embargo, Ibarra aplica principalmente el consejo de Hobsbawm e intenta, con bibliografía secundaria, reconstruir el contexto de la Costa Rica en donde, durante varias décadas, vivió Stone. Ese es el objetivo principal de los capítulos 1, 2 y 3 del libro. En estos se transita por una parte de la existencia de Stone, la cual la ataba al trabajo de su padre, que a su vez ella utilizó como recurso en sus esfuerzos académicos, institucionales y comunales: la vida en las plantaciones bananeras.

Stone descendía de una familia de poder económico y esa procedencia la ayudaría a abrir varias puertas que solo ella podía utilizar para emprender proyectos e involucrar personas que no se habrían interesado en ser parte de esos proyectos de no ser por la insistencia de Stone. Así, la United Fruit Company, cuya historia de explotación y dolor ha sido adecuadamente documentada por muchos investigadores, también fue una empresa que, gracias a Stone, participó de proyectos en beneficio del mundo de la investigación arqueológica, etnográfica y de los museos. Ibarra se aproxima adecuadamente a esas actividades y también, en esos primeros capítulos, discurre sobre la Costa Rica que vio y vivió Stone, entre la década de 1930 y la de 1960; aunque la autora se concentra más en el periodo 1948-1955.

De esos capítulos, quizás el principal aporte de Ibarra reside en mostrar las luchas individuales producidas al interior del Museo Nacional de Costa Rica en la transición generada por la Guerra civil de 1948. Según los datos aportados por Ibarra, es posible advertir que la institucionalidad del Museo se vio transformada después del conflicto político-militar justamente porque su Junta Administrativa logró hacerse con el Cuartel Bellavista como casa para ese museo. Aunque hace falta profundizar más y revisar otro tipo de fuentes, es posible advertir que la presencia de Stone en esa Junta produjo un desequilibrio de poder interno, lo cual generó un conflicto del que salió ganadora la estadounidense. Después de eso y durante varios lustros, Stone se convirtió en la artífice del Museo, pero también en su principal guía.

Por su parte, en el capítulo 4, Ibarra explora a Stone en su mundo investigativo. ¿Cómo producía Stone su investigación?, ¿qué tipo de métodos desarrollaba?, ¿cuáles eran sus inquietudes teóricas y metodológicas?, ¿estaba al tanto de las principales discusiones de su tiempo sobre sus espacios de trabajo? Ibarra profundiza en la respuesta a esas preguntas y nos presenta a una Stone sumamente activa en las giras de trabajo, inspirada por la Antropología aplicada y, por eso, interesada en lograr una conexión entre cuanto se hacía en el campo y el impacto sobre las poblaciones estudiadas.

En esa vía, la educación indígena fue uno de los principales proyectos alentados por Stone, así como su interés en la creación de las primeras reservas indígenas del país. Quizás el principal evento académico organizado por ella fue el 33.º Congreso de Americanistas que tuvo por sede San José de Costa Rica, gracias al empeño de esa investigadora y a su capacidad de trabajo en la organización y la consecución de fondos. Para Ibarra, Stone fue el eje de ese congreso, pero sería deseable, a futuro, que se explorara el impacto de dicho evento en las ciencias sociales costarricenses (si lo tuvo) y en la configuración de redes de análisis sobre América Latina en las que podían participar activamente científicos sociales costarricenses.

En el capítulo 5, Ibarra estudia la producción científica de Stone. A pesar de que su trabajo lo realizaba sin paga (gracias a su peculio personal) y a pesar de ser una mujer dedicada a su familia, oficio por el que se decantaba primero antes que en el de la investigación social, Stone produjo una gran cantidad de trabajos. De estos, Ibarra localizó 171 textos académicos publicados por Stone entre 1930 y 1994, la mayoría en inglés y publicados en Estados Unidos y Europa, pero también en algunos países de América Latina. Gracias a ese trabajo, Stone ganó múltiples premios y reconocimientos.

A futuro, se deberá ampliar el análisis propuesto por Ibarra, con el fin de profundizar en las influencias teóricas que marcaron las aproximaciones de Stone, sus principales aportes y las críticas a esos trabajos y, en general, cómo fue valorado su trabajo en el mundo académico. Para eso, los apéndices del libro de Ibarra serán muy útiles. Es interesante anotar, además, que Stone, viviendo en Costa Rica y trabajando activamente por el Museo Nacional, no tuvo casi ningún vínculo con la Universidad de Costa Rica ni con sus académicos. ¿Por qué? La respuesta a esa pregunta sigue sin ser respondida.

El capítulo 6 del libro de Ibarra constituye básicamente un epílogo a su trabajo. Así, en esa sección se retoman las principales ideas del texto y se indican algunas conclusiones. El texto de Ibarra alienta a la producción de nuevas preguntas sobre Stone, que se pueden agregar a las ya apuntadas. Desde una perspectiva de historia de las mujeres, valdría la pena profundizar en la “agencia” histórica de Stone para avanzar en su carrera académica, en un mundo sumamente cerrado al estudio de las mujeres (algo ya insinuado por Ibarra).

Asimismo, se debería explorar con más detalle la relación entre Stone y su padre, pues se vislumbra que cada uno tuvo impacto en la vida del otro. Posiblemente, si Stone tuvo un mayor margen de maniobra económico y político que el de varios de los otros científicos sociales de su tiempo, fue por cuanto ella representaba en términos familiares y por su propio empeño de utilizar ese capital para beneficiar el mundo que aspiraba construir. En esa misma vía, resulta muy interesante el concepto de contacto social de Stone, el cual la llevó (como indica Ibarra) a enviar a sus hijos a la escuela pública costarricense. Ese mismo concepto la hacía que mirar, practicar y alentar una responsabilidad social entre las personas y familias adineradas con las cuales tenía un trato cotidiano. Valdría la pena explorar las creencias religiosas de Stone (si las tenía) y precisar si construyó relaciones más duraderas entre el mundo en donde se desenvolvía su familia y la investigación. Algo de eso se puede ver en la carrera académica de su hijo Samuel Stone, destacado investigador social en la segunda mitad del siglo XX.

Por lo indicado, el texto de Ibarra es un interesante primer acercamiento a una figura extraordinaria. Su lectura debe motivar otra obra que amplíe nuestro entendimiento del papel de los individuos en la configuración de la actividad investigativa en Costa Rica y Centroamérica. Stone es un buen lugar por el cual continuar entendiendo ese mundo.

1Krista Cowman, “Collective Biography”. En Simon Gunn y Lucy Faire. Research Methods for History. Edinburg: Edinburg University Press, 2012, pp. 83-100.

2Hans Renders, Binne de Haan y Jonne Harmsma (Eds.). The Biographical Turn: Lives in History. Nueva York: Routledge, 2016.

3Por ejemplo: Iván Molina y Steven Palmer. La voluntad radiante. Cultura impresa, magia y medicina en Costa Rica, 1897-1932. San José: EUNED, 2004.

4Una biografía muy diferente fue la escrita por Charles Ameringer sobre José Figueres. Es bien interesante que en un país en donde se ha traducido mucho de lo producido en el exterior, esa siga siendo poco conocida y nunca se tradujera. Charles Ameringer, Don Pepe: A Political Biography of José Figueres of Costa Rica. Albuquerque: University of New Mexico Press, 1978.

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