Introducción
De acuerdo con los trabajos de Cardona et al. (2016), Sánchez-Cervantes et al. (2015), Barrón y Krmpotic (2016) y Maroto (2016), existe cierto consenso interdisciplinario respecto al concepto de suicidio. En este sentido, se entiende suicidio como aquellas conductas o acciones que una persona emprende con el objetivo de atentar contra su propia vida, como respuesta o motivadas ante múltiples factores psicosociales, biológicos, económicos y culturales, los cuales pueden desempeñar un papel determinante en la consumación o no del acto.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2018), en el mundo entero cada año alrededor de ochocientas mil personas pierden la vida por suicidio, entre ellas se da una mayor mortalidad de personas jóvenes y aquellas con edades productivas. De esta situación se destaca el caso del grupo poblacional ubicado entre los 15 y los 29 años, ya que en esta el suicidio se ha convertido en la segunda causa de muerte reportada. Sin embargo, para la Organización Panamericana de la Salud (2014) las cifras citadas podrían ser más altas, ello debido a la posible cantidad de subregistros y casos que, por motivos varios, no son reportados por las autoridades de los diferentes países, o que son clasificados como muertes por causas accidentales o involuntarias.
Por lo anterior, cobra importancia la realización de un estudio como el presente, pues se trata de un problema de salud pública a nivel global, en el que varios sectores poblacionales son vulnerables, en especial el correspondiente a las personas jóvenes. Es decir, un estudio que indague los esfuerzos de investigación científica realizados ante esta situación, acerca del estado y principales hallazgos encontrados en materia de personas jóvenes y aquellos elementos que les acercan o les alejan del riesgo de suicidio. Así, en este artículo se analiza cómo se ha estudiado el suicidio en función de los conceptos de factores de riesgo y factores protectores ante el problema de salud que supone en las poblaciones más jóvenes.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (2004), Gofin et al. (1992) y Páramo (2011), los factores de riesgo se definen como los atributos de un subgrupo de la población, que aumentan las probabilidades o el riesgo de que la misma presente incidencia de un determinado problema de salud, en comparación con otros de menor cantidad de casos. Se refiere, por tanto, a características cuya presencia aumentan la probabilidad de ocurrencia de una conducta de riesgo. En este caso estos elementos pueden ser personales, familiares o sociales.
Asimismo, según las mismas fuentes antes mencionadas, los factores protectores en principio son cualidades identificadas en una persona, grupo o comunidad con menor incidencia de una patología o una conducta de riesgo. Además, Páramo (2011) plantea que en el campo de la salud corresponden a aquellas características localizables en individuos o poblaciones que coadyuvan al desarrollo, mantenimiento o recuperación del estado de salud; neutralizan o reducen los efectos de los factores y conductas de riesgo; y minimizan la vulnerabilidad general o específica ante variadas amenazas.
De esta manera, se focaliza esta pesquisa en países del contexto latinoamericano con el objeto de que los resultados, la discusión y las conclusiones puedan ser de utilidad ante la urgencia de tener un panorama de varios países con esta situación en la población joven. Así como contribuir con los esfuerzos de investigación sobre esta problemática y el diseño o fortalecimiento de políticas públicas específicas, en el caso de Costa Rica, orientadas a la prevención de posibles casos en jóvenes y a la implementación de medidas centradas en la fomento de aquellos factores protectores relacionados con la práctica de estilos de vida saludables.
Método
Para este estudio, el objetivo principal ha sido conocer el estado de la investigación sobre los factores protectores y de riesgo de suicidio en jóvenes en varios países de América Latina, mediante una revisión sistemática de literatura -RSL-, se utiliza un enfoque cualitativo y cuyo alcance es descriptivo. De acuerdo con Beltrán (2005) y Manterola et al. (2013), la RSL es un método de investigación utilizado para sistematizar y analizar las investigaciones en un campo disciplinar o temático determinado, en el que los datos e informaciones seleccionados de las fuentes -unidades- de información científica estudiadas, se ordenan estableciendo rigurosamente las categorías generales de estas, así como las relaciones existentes confluentes o divergentes entre ellas, según sea el objetivo principal del proceso de indagación.
Es importante destacar que la presentación de los datos en este trabajo se realiza mediante lo que Siddaway et al. (2019) denominan dentro de las RSL’s como una meta-síntesis. Ya que no se busca integrar los resultados de varios estudios en torno a un tema particular a manera de un recuento lineal-histórico o de comprobar la validez estadística en las evidencias y resultados de estos. Más bien se pretende localizar, en las investigaciones sobre suicidio, cuáles son los principales factores de riesgo a los que se encuentran vulnerables las personas jóvenes, así como cuáles son los factores protectores que previenen o evitan la ocurrencia de un intento de autoeliminación o su consumación en jóvenes.
De acuerdo con estos cometidos y con los planteamientos metodológicos sugeridos por Ferreira et al. (2011) y Siddaway et al. (2019) para el caso de las RSL’s cualitativas, se procedió con la formulación de una serie de pasos para dar respuesta al objetivo principal de esta investigación.
Inicialmente para la fase de revisión de unidades de información, la búsqueda inicia en agosto de 2017 y finaliza en marzo de 2018, se centró en artículos científicos contenidos en cuatro fuentes de datos, las dos primeras corresponden a recursos de acceso libre con los mayores repositorios de Latinoamérica, es decir Redalyc.org y Scielo.org. En el caso de Costa Rica se consultó el Repositorio Nacional Kímuk del Consejo Nacional de Rectores, debido a que permitió ampliar la muestra de estudios seleccionables al brindar acceso a trabajos finales de graduación (TFG’s) de las universidades públicas. Finalmente, se consultó la base de datos privada Journal Storage (Jstor.org), mediante el acceso facilitado por la licencia de la Universidad Estatal a Distancia.
Así, para las diferentes consultas realizadas en las bases de datos antes mencionadas, la búsqueda fue guiada por las siguientes palabras clave o descriptores: suicidio, lesiones autoinfligidas, factores de riesgo, factores protectores, personas jóvenes, juventud, joven, y adolescente. Dichos vocablos han sido utilizados combinados entre sí, al tiempo que cuando fue necesario se utilizaron palabras próximas o similares si la situación lo meritaba, como, por ejemplo: factores de protección, riesgos, suicida, juvenil, y colegial.
El proceso de combinación de estos descriptores se realizó utilizando las palabras “suicidio” y “joven” -o sus palabras próximas- combinadas con todos los demás descriptores antes mencionados. En cada una de las bases de datos consultadas se usaron los descriptores boleanos “OR” y “AND” en las modalidades especializadas de las bases de datos utilizadas para la consulta y recuperación de las unidades de investigación.
Realizado lo anterior, se establecieron varios criterios de inclusión y exclusión. Así cada uno de los estudios que se tomaron en cuenta debían: (a) estar relacionado con el análisis de factores protectores y de riesgo ante el suicidio; (b) ser resultado de un proceso de investigación con datos empíricos; (c) enfocar el proceso de investigación en una población joven o presentar datos específicos sobre esta; (d) haber sido realizados en un país de América Latina preferiblemente y (e) detallar la metodología, instrumentos y estrategia de análisis utilizados. Finalmente, se excluyeron todos aquellos trabajos que no cumplían satisfactoriamente con los anteriores cinco puntos señalados o que fuesen ensayos de reflexión teórica en lugar de resultado de una investigación empírica de corte prospectivas o retrospectivas.
Estos criterios han sido determinantes en la selección de los estudios, ya que han permitido lo siguiente: tener un primer filtro para garantizar la calidad en la información y en los resultados considerados en este trabajo; el énfasis en uno de los grupos humanos más vulnerables con respeto al suicidio -personas jóvenes- y objeto de estudio del Centro Agenda Joven de la UNED; contextualizar el fenómeno para la región; y conocer la metodología utilizada en las indagaciones seleccionadas.
Para el análisis de las unidades de información se construyó primeramente una lista de registro, a partir de los artículos que realizaron sus pesquisas. Se tomó en consideración poblaciones de personas jóvenes -78 en total-, es decir aquellas con edades entre los 12 y 35 años. Las edades se toman en cuenta de acuerdo con la Ley 8261 de Costa Rica, es decir la Ley General de la Persona Joven, vigente desde el 8 de mayo de 2002. Seguidamente, mediante una evaluación a fondo por ambos investigadores de los escritos seleccionados, se señalaron varios de ellos como “Artículo Recomendado” para su análisis previo al escrutinio del total de los documentos que cumplieron con los criterios de selección. Así, se escogieron 45 estudios para la realización de este paso, el cual consistió en una lectura a fondo de estos, se rescataron fragmentos importantes de los mismos y se detallaron las citas correspondientes, las y los autores y una etiqueta o palabra clave provisional sobre el tipo de factor protector o de riesgo al que hacía referencia. Finalmente, se analizaron todos los artículos relacionados con personas jóvenes -78 en total-, se agruparon las citas, clasificándose en grupos de acuerdo con su relación con factores de riesgo y factores protectores.
Resultados
Cabe destacar que cerca de 900 trabajos fueron encontrados en la primera búsqueda realizada a través de las cuatro bases de datos consultadas. De estos, únicamente 227 cumplían con al menos cuatro de los criterios de inclusión establecidos para ser tomados en cuenta. De esta cantidad de documentos, en una segunda etapa de descarte y lecturas preliminares se seleccionaron 78 artículos cuyo foco de atención son las personas jóvenes y, además, están relacionados directa o indirectamente con el tema de los factores riesgo y protectores ante el suicidio. De esta forma, se obtuvo que el periodo en el que se encuentran los documentos seleccionados va desde el año 1995 hasta el 2017, rango que para los propósitos de este trabajo permite un abordaje suficiente del objetivo planteado para este estudio.
Al seguir las recomendaciones realizadas por Siddaway et al. (2019), se localizaron trabajos con la misma temática de este artículo, cuyo resultado fue únicamente un estudio similar bajo la autoría de Antón-San-Martín et al. (2013), con la diferencia de que las y los investigadores de dicha publicación basaron su estudio en indagar los factores protectores y de riesgo de suicidio a partir de autopsias psicológicas y con una muestra de personas de todos los grupos de edad.
Finalmente, se realizó la codificación y clasificación de las investigaciones cuyo foco de atención incluía a poblaciones de personas jóvenes. Se encontró que estas se agrupaban en tres grandes tendencias, a saber: (a) factores de riesgo sociales o ambientales; (b) factores de riesgo por condiciones biológicas o psiquiátricas y (c) factores protectores ante el suicidio.
Investigación de suicidio en personas jóvenes
En lo que respecta a datos descriptivos sobre la muestra final analizada, se puede mencionar que los estudios relacionados con personas jóvenes representan casi un tercio de todas las investigaciones en general seleccionadas preliminarmente. Acerca de su procedencia se obtuvo que 34.6% se realizaron en Colombia, 24.4% de Costa Rica y 19.2% de México, mientras que las restantes se llevaron a cabo en Brasil, España, Perú, Chile, Cuba y Puerto Rico.
En relación con los enfoques desde los cuales han partido las pesquisas, se encuentra que la mitad de estos artículos son cuantitativos, un tercio cualitativos y los otros mixtos. Asimismo, acerca de las áreas disciplinares se puede señalar que casi 6 de cada 10 estudios son de ciencias sociales, las cuales se caracterizan porque casi un 74% de ellos son cualitativos, mientas que en lo que respecta a las investigaciones mixtas aproximadamente 6 de cada 10 de ellas son de ciencias de la salud. En los estudios cuantitativos casi la mitad son de ciencias sociales y los demás son de ciencias de la salud. Además, en esta RSL, se encontró que a nivel disciplinar cerca de 4 de cada 10 estudios son del área de la psicología. En cuanto a los alcances de las investigaciones correspondientes a los documentos analizados, se obtuvo que un 60.26% tienen un alcance descriptivo, aspecto que predomina en los tres enfoques. Cabe resaltar que un 14.10% de todos los estudios sobre personas jóvenes son correlacionales.
Por una parte, acerca del tratamiento de los datos recopilados en las investigaciones, en correspondencia con los enfoques, métodos y alcances de investigación más utilizados -cuantitativo, estadístico y descriptivo-, los procedimientos estadísticos descriptivos fueron los más utilizados, presentes en 1 de cada 3 investigaciones, mientras que en menor medida también se usaron los estadísticos correlacionales y frecuencias simples. Para el caso de los artículos cualitativos se han usado principalmente procedimientos de análisis fenomenológico, seguidos por los hermenéuticos y las categorizaciones. Dado lo particular del tema central de esta RSL, las técnicas de investigación más usadas son el cuestionario, las escalas o test psicológico y el análisis de bases de datos existentes. Por otro lado, se tiene que 70 de los artículos analizados (89.74%) ha trabajado con jóvenes de ambos sexos, de los 8 restantes 3 fueron llevadas a cabo solo con hombres y 5 con mujeres.
Factores de riesgo psicosociales
En este apartado se agrupan los trabajos que estudiaron aspectos presentes en la ocurrencia de suicidio en jóvenes o su intento, percepciones de estos sobre el tema, así como experiencias del espacio familiar. Es decir, elementos que van desde dinámicas psicosociales hasta situaciones particulares por las que atraviesan las personas jóvenes.
En relación con pares y otros
En el ámbito social algunos estudios abordaron los estigmas asociados a la inclinación o el riesgo de cometer suicidio en personas jóvenes de la comunidad LGBTI. Para las y los autores, la construcción sociohistórica del significado de ser hombre y mujer, predominante con modelos heterosexuales, genera y legitima actos discriminatorios, rechazo y violencia contra estas personas, cuyas secuelas podrían ser: cuadros de ansiedad, depresión, angustia, baja autoestima, entre otras consecuencias que aumentan el riesgo de suicidio para este colectivo, especialmente cuando se trata de personas menores de edad (Cañón et al., 2012; Pineda, 2012; 2013).
Se toma en consideración que en esta etapa del desarrollo psicológico de las personas menores de edad, es fundamental el sentido de pertenencia a grupos de pares y la expansión de los lazos sociales. Ciertamente, situaciones como las anteriormente descritas pueden tener un efecto determinante y negativo en el proceso de estructuración o consolidación de la subjetividad, la naturaleza de los vínculos con otros, así como la valoración que las y los jóvenes hacen de sí mismos o sobre el sentido de sus vidas.
En esta línea algunos trabajos han analizado las percepciones del suicidio por parte de jóvenes, encontrando que para ellas y ellos las principales condiciones de riesgo son las siguientes: comunicación nula o poca con los demás, problemas escolares, embarazos no deseados, falta de recursos emocionales, económicos o materiales, ausencia de relaciones afectivas estables, dificultades en relaciones con los padres, entre otras (Antón-San-Martín et al., 2013; Barrón & Krmpotic, 2016; Camacho, 2011; Cañón et al., 2012; Chávez et al., 2011; Montes & Montes, 2009; Rubiano et al., 2007; Sánchez-Loyo et al., 2014).
En relación con las condiciones, otras investigaciones han advertido que cada uno de estos factores son señales de alerta a la hora de considerar el riesgo de suicidio, se enfatiza en que la situación es más apremiante cuando estas variables se presentan de forma simultánea y combinada en los ambientes que experimentan las personas jóvenes, lo cual confirma la multicausalidad del fenómeno en estudio. Ya que la interacción de los diferentes elementos agrava sustancialmente el escenario percibido por la o el joven por superarle emocional y anímicamente más allá de lo que “puede soportar”. Lo anterior puede expresarse en estados de vulnerabilidad o crisis vitales, relacionadas con truncamiento de las aspiraciones subjetivas y las exigencias sociales que sienten “deben” cumplir (Barrón & Krmpotic, 2016; De Zubiría, 2007; Drummond et al., 2007; Jiménez et al., 2014; Loboa-Rodríguez & Morales, 2016; Montes & Montes, 2009).
Otros estudios con jóvenes sugieren que aspectos relacionales como aislamiento, poca interacción con grupos de pares, carencia de relaciones sociales confiables y de apoyo, etc., representan factores de riesgo social asociados al suicidio. Además, se pueden sumar otros elementos de índole contextual como: la necesidad de obtener un alto estatus social, el desempleo en poblaciones en desigualdad social, trabajos mal remunerados, eventos vitales estresantes -en ocasiones propios del devenir de la persona joven-, entre otros (Chamizo, 2013; Chávez et al., 2011; De Zubiría, 2007; Escalante, 2006; Medina et al., 2010; Rodríguez, 2013; Sáenz, 2011). Lo anterior se confirma con hallazgos encontrados, en los que se alertó que casi una tercera parte de las personas jóvenes víctimas mortales de suicidio externaron su situación mediante comentarios, expresiones pesimistas y aducir sentimientos de soledad e incapacidad antes de perder la vida, los cuales lo hicieron constar en sus notas de despedida (Cañón et al., 2012; Chávez et al., 2011; Guevara, 2004).
En relación con dinámicas del grupo familiar
Cabe destacar que en personas jóvenes existen factores de riesgo específicos pertenecientes al contexto del grupo familiar, varios estudios analizados destacaron entre estos aspectos: la presencia de padres con baja escolaridad; dificultades o cambios drásticos en el nivel de vida, por desempleo de alguno de los padres y los conflictos derivados de ello, además de antecedentes de intentos o suicidios consumados realizados por familiares (Aristizábal et al., 2009; Caycedo et al., 2010; García-Rábago et al., 2010; Guevara, 2004; Quintanilla et al., 2004).
En este mismo orden, existen factores de riesgo relativos a la estructura del grupo familiar con una considerable probabilidad de producir afectaciones en el área emocional y afectiva de jóvenes vulnerables, tales como disfunción familiar -límites rígidos o tensiones en las relaciones entre sus miembros-; desconfianza en los padres o problemas de pareja entre estos; ausencia de una figura de apoyo afectivo; convivencia conflictiva y dependencia de figuras parentales ajenas a la víctima; la presencia de castigo físico; la muerte de alguno de los miembros de la familia nuclear o un ser querido; entre otras (Camacho & Salazar, 2000; Campo et al., 2003; Quintanilla et al., 2004; Rodríguez et al., 2006; Aristizábal et al., 2009; Cortés et al., 2010; Caycedo et al., 2010; García de Alba et al., 2011; Peña et al., 2013; Paniagua et al., 2014; Sánchez-Loyo et al., 2014).
Estos aspectos recién descritos, toman relevancia debido a que la familia representa el primer grupo de referencia para las personas jóvenes, y en el cual se inicia el proceso de construcción de las subjetividades, identidades y de relaciones interpersonales. De esta forma, cuando factores o condiciones de riesgo externas a esta instancia afectan las interacciones entre sus miembros, podría aumentar el riesgo de consumarse un acto suicida.
En relación con los medios de comunicación
Ahora bien, a pesar de que los estudios sobre la relación entre medios de comunicación, personas jóvenes y suicidio son relativamente escasos. Sin embargo, es importante incluir los trabajos hechos en el tema con el fin de considerar los esfuerzos que realizan instancias como la OMS y Organización Panamericana de la Salud (OPS) a nivel de prevención con profesionales del área, que se relacionan con las consecuencias que pueden traer determinados manejos de la información sobre el fenómeno del suicidio.
Algunos autores han analizado la forma como se presentan las noticias sobre suicidios de jóvenes por parte de los medios de comunicación y los profesionales del ramo. Concluyen que es necesario exigirles a los medios un mejor manejo conceptual del tema, por las posibles repercusiones que podría originar en las personas cercanas a la víctima. Puesto que se ha alertado, por parte de diversas organizaciones, que los contenidos de las notas pueden agravar la situación y el sufrimiento de estas personas al exponer la noticia al público (Acosta et al., 2017; Herrera et al., 2015; Muñoz et al., 2005; Rubiano et al., 2007).
Sumado lo anterior, otros trabajos han estudiado el efecto de “efecto de contagio” o “efecto Werther”, según el cual, el mensaje y lenguaje utilizados en las noticias podrían influir en las conductas suicidas de las personas que tienen acceso a ellas y que además presentan otros factores de riesgo, al punto de imitarlas entre el primer y tercer día luego de la exposición a la noticia. Según algunos de los resultados expuestos, el efecto o influencia sobre el público aumenta cuando se trata de personas famosas que cometen suicidio (Muñoz et al., 2005; Rubiano et al., 2007; Muñoz & Sánchez, 2013).
Factores de riesgo por condiciones biológicas o psiquiátricas
En lo que respecta a esta sección, se agrupan los estudios que analizaron en parte o directamente aspectos relacionados con factores de riesgo biológicos (físicos) o psiquiátricos en personas jóvenes con intento o consumación del suicidio.
Un primer grupo de estos trabajos indagó la prevalencia de trastornos psiquiátricos en casos de intento de suicidio y consumación del acto, señalan que estas condiciones aumentan considerablemente la probabilidad de cometer un suicidio, cuando además la persona afectada pertenece a un grupo familiar en condiciones de riesgo como las descritas en los apartados anteriores (Flores-Sandí, 1995; Ruiz et al., 2002; Toro et al., 2009; Toro, 2013; Antón-San-Martín et al., 2013).
Mientras tanto, otros estudios analizaron la presencia del trastorno depresivo mayor en relación con el intento de suicidio o la consumación de este en jóvenes. Parte de los resultados compartidos indicaron que los riegos de un desenlace fatal aumentaban especialmente en aquellos casos en los que aparecían sumados otros factores de riesgo como: trastornos de crisis de ansiedad, pánico, neuroticismo, y estrés postraumático (Caycedo et al., 2010; Flores-Sandí, 1995; Montes & Montes, 2009; Restrepo-Bernal et al., 2014; Ruiz et al., 2000; Sarmiento et al., 2014; Vargas, 2011). Asimismo, de acuerdo con las y los autores una conducta suicida de alta letalidad en jóvenes podría ocurrir cuando los factores antes mencionados se combinan con elementos como: consumo y dependencia de drogas permitidas y sustancias prohibidas (Aristizábal et al., 2009; Flores-Sandí, 1995; Ruiz et al., 2002; Sánchez-Zapata & Gómez-González, 2002).
Por último, se ha intentado esclarecer la relación entre causas neurológicas y el suicidio, llegándose a considerar que el funcionamiento irregular de las estructuras cerebrales responsables del estado de ánimo, la mediación de la impulsividad, la memoria emocional y la toma de decisiones, pueden predisponer biológicamente a una persona joven, o de cualquier otra edad, a cometer un suicidio (Gutiérrez & Contreras, 2008a; Gutiérrez & Contreras, 2008b; Sarmiento et al., 2014).
De acuerdo con los estudios referidos podrían tener relación causal con las conductas suicidas, anormalidades en las funciones de la amígdala, la corteza prefrontal y el hipocampo, incluso se ha advertido que existirían elementos genéticos involucrados en esta situación, aunque al mismo tiempo se reconoce que se requiere de más investigaciones al respecto. Por otra parte, trastornos como el bipolar, el esquizofrénico y otras entidades clínicas derivadas de problemas o deficiencias en los sistemas de neurotransmisión, se consideran como factores de riesgo (Gutiérrez & Contreras, 2008a; Gutiérrez & Contreras, 2008b; Sarmiento et al., 2014).
Factores protectores ante el suicidio
Además de la caracterización de los factores de riesgo, los protectores han sido objeto de estudio, pero con menor frecuencia. No obstante, se han identificado que para algunas personas la presencia o las combinaciones de elementos pueden desempeñar un papel clave en la prevención del suicidio y la desaparición del riesgo de este.
Así, se destacan varios aspectos en este sentido, como la presencia de una red social fuerte, dinámicas familiares que posibilitan una autoestima favorable, apoyo percibido de los padres, relaciones estables de pareja, las creencias y las prácticas religiosas, aceptación de defectos propios en el caso de los hombres y la ausencia de percepción de rechazo en las mujeres, entre otros factores (Antón-San-Martín et al., 2013; Gonzalez-Fuentes & Andrade, 2013; Hernández & Villarreal, 2015; Ulate-Gómez, 2013). La presencia de estos elementos y prácticas, se convierten en herramientas necesarias y recursos subjetivos importantes para la persona joven, a la hora de afrontar las diferentes situaciones que se presentan en esta etapa del desarrollo psicosocial.
También, hay acciones que juegan un rol protector en este sentido, como sucede con la apertura de espacios para la discusión e información importante sobre el tema y el diseño de estrategias preventivas. Puesto que, según varias investigaciones, estas actividades pueden mejorar la salud mental de las personas de todas las edades, y en especial de las jóvenes o menores de edad, para quienes en circunstancias determinadas les es difícil tener acceso a ambientes propicios en los cuales solicitar ayuda o consultar sus dudas (Campos, 2009; Ceciliano, 2010; Conejo & Valverde, 2000; García de Alba et al., 2011; Montero & Fonseca, 2006; Paniagua et al., 2014; Ulate-Gómez, 2013). La importancia de estas acciones ha sido señalada en investigaciones de carácter multidisciplinario, donde se demuestra que la apertura de espacios de escucha se convierte en una importante estrategia de abordaje comunitario y contención ante el aumento de suicidios reportados en zonas de alto riesgo (Herrera & Arroyo, 2019).
En el caso de los datos presentes en noticias y medios de comunicación, se ha explorado un factor protector llamado el efecto Papageno, es decir un resultado preventivo que se desprende o que tiene lugar cuando se realiza un manejo adecuado de los contenidos al informar sobre suicidio (Acosta, et al., 2017; Herrera et al., 2015).
Por su parte, la OMS ha emitido lineamientos para la publicación o transmisión de noticias sobre suicidio, entre los cuales están: evitar el sensacionalismo sobre el tema, no mostrar fotos, videos o las notas dejadas por la víctima, ni mencionar el método empleado, evitar normalizar el asunto y emitir estereotipos religiosos, etc. Asimismo, se sugiere incluir información sobre recursos de ayuda accesibles, señales de alarma y factores de riesgo, insistir en que se puede prevenir la situación, considerar el respeto para las personas afectadas, entre otras (Acosta et al., 2017; Herrera et al., 2015; Muñoz & Sánchez, 2013; Rubiano et al., 2007). Las acciones descritas anteriormente, de acuerdo con las diferentes fuentes analizadas, funcionan como factores de protección ante el suicidio. Debido a que, tanto para personas en riesgo como para la población en general, se convierten en instrumentos y estrategias, cuya puesta en práctica ha conseguido abordar diversos ejes de un problema multicausal y cuyos disparadores pueden cambiar constantemente. Dichas prácticas repercuten en el desarrollo, mantenimiento o recuperación de un buen estado de salud general y mental.
Discusión
Para esta RSL, los estudios enfocados en jóvenes se ubicaron principalmente en Colombia, Costa Rica y México, en poblaciones de ambos sexos, desde enfoques cuantitativos y cualitativos principalmente, con uso del método estadístico en el caso de los primeros y el fenomenológico-hermenéutico para los segundos, cuyos alcances han sido en la mayoría de las investigaciones descriptivos, aunque también hay correlacionales. Estos resultados se comparan con los encontrados en Costa Rica por Maroto (2016).
Además, predominan en la comprensión del suicidio los estudios basados en paradigmas epidemiológicos y biomédicos, desde disciplinas como la Psicología, la Psiquiatría y la Medicina. Estas investigaciones se enfocan en el análisis de los factores de riesgo asociados a su ocurrencia, y en menor medida sobre factores protectores; este aspecto es compartido por ciencias sociales y de la salud. En esa misma línea, en investigaciones sobre jóvenes desarrolladas en Costa Rica y en algunos países latinoamericanos, se tienden a realizar estimaciones estadísticas de los factores de riesgo ante los cuales se encuentran expuestos.
A partir de la bibliografía consultada, se pudo conocer que, si bien han sido abordados los factores de riesgo relacionados con condiciones físicas o biológicas, los riesgos asociados a las dinámicas psicosociales son un foco de valoración importante en los estudios, aunque con alcances meramente descriptivos. En este caso, resaltan las referencias al grupo familiar, al ser este el primer espacio de interacción social sus dinámicas parecen incidir de dos formas antagónicas, es decir como factor de riesgo o factor protector para las personas jóvenes.
De acuerdo con la literatura consultada, elementos como una comunicación horizontal entre sus miembros, una adecuada autoestima, ausencia de agresiones psicológicas y físicas, adecuada contención emocional y apoyo, son condiciones fundamentales para disminuir el riesgo de suicidio. Contrariamente, los aspectos disfuncionales, conflictivos o privaciones experimentadas en la familia aparecen como parte de los principales detonadores de las conductas contra la propia vida (Antón-San-Martín et al., 2013; Caycedo et al., 2010). De esta forma, el grupo familiar además de ser el referente ante ulteriores relaciones y espacios sociales cobra mayor relevancia debido al momento vital que atraviesan las personas jóvenes, lo anterior podría tener un papel determinante en la contención, prevención y abordaje del suicidio, así como del tratamiento de víctimas sobrevivientes de un intento de autoeliminación.
Por otra parte, se considera que la temática sobre reporte de suicidios en medios de comunicación masiva es un tema clave para próximos estudios e intervenciones, ya que, a pesar de esfuerzos realizados por entidades internacionales como la OMS, los estudios consultados dejan ver que son pocas las ocasiones que profesionales y medios de comunicación siguen los lineamientos dispuestos por la organización, lo cual podría indicar que el trabajo con los medios requiere de mayores esfuerzos locales en los diferentes países.
Algunos estudios encontrados en Costa Rica y otros países, mencionan que la problemática del suicidio en jóvenes es una situación que se agrava especialmente cuando se combinan diversos factores de riesgo. De manera que la presencia de una depresión y de intentos previos a nivel individual, por ejemplo, aumenta la posibilidad de ocurrencia de un intento o la consumación de un suicidio cuando a esta problemática se le suman otros factores de riesgo psicosocial, como agresiones psicológicas o maltratos físicos, desempleo, entre otros.
Finalmente, la investigación sobre los factores protectores ante el riesgo de suicidio en personas jóvenes y de otras edades se convierte en un campo a explorar, debido a los pocos estudios encontrados dedicados parcialmente al análisis de estos. Así como la urgencia de indagaciones de corte explicativo que aporten evidencia que fortalezca los resultados aportados por las pesquisas cualitativas y cuantitativas cuyos alcances han sido hasta ahora descriptivos y correlacionales en su mayoría.