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Káñina

versão On-line ISSN 2215-2636versão impressa ISSN 0378-0473

Káñina vol.47 no.1 San Pedro de Montes de Oca Jan./Abr. 2023

http://dx.doi.org/10.15517/rk.v47i1.54818 

Reseña

Reseña del libro Tras los rastros de un corpus seropositivo: VIH y sida en la poesída costarricense (1983-2017), de Ronald Campos López (2022)

Review of the Book Tras los rastros de un corpus seropositivo: VIH y sida en la poesída costarricense (1983-2017), by Ronald Campos López (2022)

José Pablo Rojas González1 
http://orcid.org/0000-0002-8356-3233

1Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica. Escuela de Estudios Generales. Profesor invitado. Doctor en Romanística, con énfasis en Estudios Latinoamericanos, por la Universidad Goethe de Fráncfort del Meno, Alemania. Correo electrónico: josepablo.rojasgonzalez@ucr.ac.cr.

Resumen

En este trabajo se reseña el libro Tras los rastros de un corpus seropositivo: VIH y sida en la poesída costarricense (1983-2017), de Ronald Campos López (2022). Primero, se expone su importancia para los estudios sobre la literatura «VIH-positiva» costarricense; además, se señala la relevancia de su tema, «olvidado» en el ámbito académico literario, y de los aportes teóricos que apoyan todo el trabajo de análisis. Luego, se ofrece una síntesis de algunos capítulos del libro de Campos López, donde se comentan las aproximaciones a los distintos poemas seleccionados por el autor. Finalmente, se concluye que el libro ofrece mucho material para la reflexión académica, pero también para la política, ya que el estudio de la literatura VIH-positiva implica también el análisis de los saberes que han construido la «enfermedad».

Palabras clave: VIH; sida; poesía costarricense; literatura seropositiva

Abstract

This paper reviews the book Tras los rastros de un corpus seropositivo: VIH y sida en la poesída costarricense (1983-2017), by Ronald Campos López (2022). First, its importance for the studies on Costa Rican HIV-positive literature is exposed; in addition, the relevance of its theme - ''forgotten” in the literary academic field- and of the theoretical contributions that support the analysis of Campos López are pointed out. Then, a synthesis of some chapters of the book is offered, where the approaches to the different poems selected by the author are commented. Finally, it is concluded that the book offers a lot of material for an academic, but also for a political reflection, since the study of HIV-positive literature also implies the analysis of the different kinds of knowledge that has built the ''disease”.

Keywords: HIV; AIDS; Costa Rican poetry; seropositive literature

El nuevo libro de Ronald Campos López es un trabajo importante, ya que estudia un tema que, por las razones que sean, se ha dejado de lado en la academia. Han pasado alrededor de 40 años de pandemia y, en este tiempo, se han publicado, en Costa Rica, diferentes textos sobre ella y sobre los sujetos que han sido directamente afectados. Sin embargo, el fenómeno del VIH y del sida en la literatura costarricense no se empezó a analizar hasta hace pocos años por unas cuantas personas. Campos López es una ellas. Muy en sintonía con sus intereses, él se propuso rastrear la poesía costarricense que, desde los años 80, hace referencia al virus y al síndrome. Así, hoy tenemos como resultado este detallado trabajo que tituló Tras los rastros de un corpus seropositivo: VIH y sida en la poesída costarricense (1983-2017), publicado por la Editorial de la Universidad de Costa Rica.

De entrada, se trata de un libro que nos mira. Su portada muestra un rostro en el que resalta uno de sus ojos. Como señala Butler (2012), quien sigue a Emmanuel Lévinas, el «rostro» es una figura utilizada para referirse al sufrimiento humano. Por ello, nos hace una interpelación moral, nos exige responsabilidad política y social. Así, el trabajo de Campos López no es solo académico. Realmente es un esfuerzo por interpelarnos para que atendamos el llamado de ese rostro que nos requiere. ¿Estamos listos para ver lo que hemos ignorado por tanto tiempo? ¿Estamos listos para reconocer la humanidad de aquellos sujetos marcados con el signo de lo monstruoso?

El libro está compuesto de doce capítulos, a lo largo de los cuales se expone el corpus y las aproximaciones conceptuales, se da una panorámica de la literatura seropositiva costarricense (tanto en narrativa como en poesía), así como de las investigaciones que se han publicado sobre dicha literatura; se analizan, uno a uno, los poemas seleccionados (son doce en total, aunque uno no se estudia por cuestiones de objetividad -Campos López es el autor-), y, a manera de conclusión, se reflexiona sobre los «encuentros y desencuentros en la poesída costarricense» y sobre su importancia en tanto literatura menor, es decir, en tanto trabajo contradiscursivo. Hay que mencionar que el libro ofrece un sistema de notas al pie apropiado, pero también una serie de anexos y apéndices que enriquecen el trabajo con información importante sobre el tema, sobre los autores estudiados, los conceptos teóricos utilizados, etc. Realmente, este es un texto abarcador y su riqueza se nota desde el inicio, ya que, al lado del trabajo de análisis literario, encontramos datos históricos y científicos sobre esta pandemia; incluso, encontramos algunas noticias que acompañan toda la reflexión.

A continuación, se ofrece una síntesis de algunos capítulos del libro, con el fin de presentar suficientes elementos para la valoración del trabajo de Campos López. En primer lugar, se encuentra la reflexión teórica que funciona como base para el análisis. Siempre en línea con sus problemas de investigación, centrados en la cuestión de la representación de la «enfermedad», de la construcción identitaria y del orden ideológico movilizado en los poemas, Campos López introduce conceptos fundamentales para leer su corpus: el habitus sidafóbico, la noción de «poesída», la de literatura VIH-positiva y las de identidad, ideología, estigma (así como otros conceptos que explica a lo largo de su reflexión). El número de autores que utiliza, pero, sobre todo, sus calidades académicas y la pertinencia de sus planteamientos son una evidencia más de la riqueza de este ensayo. Autores como Alberto Mira, Judith Butler, Michel Foucault, Susan Sontag, Lina Meruane, Carlos Antonio Rodríguez Matos, Paul B. Preciado, Didier Eribon o Erving Goofman, entre otros, son utilizados de forma siempre oportuna.

Por ejemplo, Campos López toma de Rodríguez Matos la noción de «poesída», la cual le da título al trabajo. Este neologismo hace referencia a «la escritura poética afectada por el VIH y el sida». Sigue el autor:

una poesía que busca concretarse en las representaciones de los cuerpos, identidades y realidades del virus y el síndrome, donde se ven implicados también la muerte y la vida; los deseos de (sobre)vivir, amar y crear contra la enfermedad, los prejuicios, el tiempo, entre otros temas. (Campos López, 2022, p. 16)

Esta noción es puesta en diálogo con la idea de literatura VIH-positiva, desarrollada por Meruane como literatura seropositiva; es decir, la literatura que expone, de forma directa o indirecta, las problemáticas activadas por el VIH y el sida. Campos López (2022) asegura consecuentemente:

Un corpus VIH-positivo literario, por ende, se puede delimitar, en principio, en tanto que: 1) presenta explícita o veladamente el VIH o el sida en el nivel discursivo; 2) propone este virus o síndrome como un marco o escenario crítico, existencial, erótico, psicológico, social, religioso, para abordar temáticas como el miedo, la muerte, la exclusión, la vida, la sobrevivencia, la espiritualidad, el goce, entre otros; 3) aborda elusiva o claramente las experiencias vitales relacionadas con el VIH o el sida; 4) testimonia y documenta la complejidad de vivencias, realidades e identidades de las personas con VIH. (p. 21)

La variedad de fuentes teóricas es realmente impresionante y se logra un diálogo muy armónico entre ellas. Campos López, además, no se limita a reproducir los conceptos de otros autores, sino que plantea nuevos conceptos, los cuales son precisados cuidadosamente. El más importante es el ya mencionado hábitus sidafóbico, el cual hace referencia al conjunto de estructuras (de diverso tipo) que configuran los discursos y saberes en torno al sida y a los sujetos relacionados con él. Explica el investigador:

Este saber sobre el VIH y el sida constituye una formación discursiva, la cual se sistematiza sobre una lógica sidafóbica. Esta tiene como base la misma serie de operaciones binarias de la lógica del sexo: cuerpo/alma, carne/espíritu, instinto/razón, pulsiones/conciencia. En estas, los primeros términos de la dupla se asociarían directamente con el VIH y el sida; mientras que los segundos, con el orden social y sexual. De este modo, se establece una relación negativa entre las polaridades de cada dupla, a fin de rechazar, separar, excluir, desestimar, obstaculizar, callar y erradicar todo aquello vinculado con el primer término. Así pues, dicha lógica gesta una formación ideológica sidafóbica. (Campos López, 2022, p. 9; cursiva en el original).

La noción de hábitus sidafóbico, desde la perspectiva del autor de esta reseña, revela una forma de violencia específica, relacionada con el VIH y con el sida. Dicha violencia es sostenida por el entramado sociopolítico, por la organización social misma, la cual insiste en señalar como «menos válidos» a los sujetos vinculados con la «enfermedad». La violencia producida por el habitus sidafóbico es tan potente que se instaura en los sujetos violentados, quienes aceptan su situación inferiorizada como un rasgo identitario.

Luego de la reflexión teórica, se presenta un capítulo dedicado a la revisión del estado de la cuestión en torno a los poemas seleccionados, pero también en torno a la narrativa publicada en Costa Rica desde 1989, con el libro inaugural de Myriam Francis, Tiempos del sida: relatos de la vida real. Los subsecuentes capítulos se centran en el análisis del corpus establecido por el autor. Es importante mencionar el intenso trabajo de búsqueda realizado por Campos López, así como la relevancia de los criterios de selección que utilizó para definir los doce poemas VIH-positivos, como él los llama. Los poemas son los siguientes: el poema «XIV», de 1983, de Alfonso Chase; de este mismo autor, selecciona los poemas «Infección», «Pensión Arcadia» y «Abstinencia», de 1994. Luego tenemos «Campanas en la sangre (El SIDA)», de 1995, de Laureano Albán; «(Alguna tarde)», de Yesenia Casares, también de 1995; «La transparencia del sidoso», de 2013, del propio Campos López; «La bestia», «En respuesta a la mantis de Watanabe», las partes «IV» y «VI» del «Diario de odio», publicados por Felipe Granados en 2015 y, finalmente, «Cante jondo a Ronald Campos», de Pablo Narval, publicado en 2017.

El análisis, como se ha apuntado, se distribuye a lo largo de varios capítulos, en los que primero se ofrece una descripción de la estructura de cada poema (de su modelo compositivo, de su ritmo, su organización y sus principales recursos retóricos y simbólicos), para luego realizar su trabajo interpretativo-comprensivo. Así, en el capítulo III, titulado «La anunciación de un mundo apocalíptico», se estudia el poema «XIV» de Chase, el cual relaciona al sida con la descomposición social y, consecuentemente, con la destrucción del mundo. La narrativa apocalíptica en relación con el VIH y con el sida es común en los primeros textos literarios latinoamericanos que se acercaron al tema y en ellos resalta, sobre todo, el símbolo del castigo, producto de la «ira divina». La «enfermedad», en este tipo de trabajos, representa la decadencia en diversos niveles (empezando por la realidad corporal), pero «se refiere más a la descomposición de un orden vital» que al «padecimiento» en sí mismo (Rojas González, 2020, p. 309). El VIH y el sida realmente funcionaron como elementos para señalar el desarrollo de un «mal» generalizado, que apuntaba a la aniquilación de la humanidad, ya que, como explica Campos López (2022): «las imágenes de transformación de los cuerpos individuales dan cuenta de la descomposición de los cuerpos sociales» (p. 91).

Con lo anterior, es importante indicar que el estudio reflexiona, siempre a partir de los poemas seleccionados, sobre las problemáticas que afectan a los «cuerpos enfermos», pero, también, sobre las valoraciones que estos cuerpos adquieren dentro de la situación sociopolítica en la que se inscriben. Por ello, como se ha visto, se revelan los signos de descomposición y transformación (con los que, en algunos poemas, se caracteriza la materialidad de los sujetos) como metáforas en sí mismos. Sin embargo, también se muestran otras valoraciones poéticas sobre los cuerpos, entendidos, más bien, como espacios de lucha, de resistencia, ante la opresión de la «enfermedad» y de la sociedad. Estas valoraciones, a pesar de su relevancia, no se encuentran en muchos trabajos. Hay, aún hoy, numerosos textos literarios que -como demuestra el investigador- se enfocan en las crisis identitarias y existenciales que pueden experimentar los individuos «enfermos» representados.

En el capítulo IV, titulado «La estigmatización de una enfermedad», se analiza -con el segundo poema de Chase, denominado «Infección»- la concepción del sida como «enfermedad» (recordemos que el sida no es «una enfermedad», sino un síndrome) y la estigmatización que rodea a sus «portadores», quienes fueron entendidos como «representantes de la peste» y como «corruptores del orden social sano». Explica Campos López (2022):

En el poema de Chase, el «ángel» evoca estos mitemas de muerte y comporta, debido al verbo («devora»), atributos negativos y destructores que permitirían interpretarlo como el agente o la fuerza de la destrucción; es decir, el «ángel» actualizaría los mitos para representar un nuevo agente moral: el VIH que, en un contexto apocalíptico, se desata como una plaga («peste»), capaz de matar a cualquiera sin dudar y más aún a los enemigos del orden sexual y religioso. (p. 111)

La noción de infección (la cual da título al poema), aunque es técnicamente correcta (el VIH provoca una infección en el cuerpo), ha representado un problema fundamental. Según el punto de vista del autor de esta reseña, esta noción carga con los elementos propios del símbolo de la mancilla, los cuales fueron movilizados de forma continua en la década de los ochenta. De acuerdo con Ricœur (2004), la mancilla es un símbolo potente, ligado con las ideas de contagio y de impureza que, dentro del pensamiento mágico-religioso, ha constituido subjetividades deterioradas, atravesadas por el miedo irracional que provoca la polución. El «otro» siempre provoca miedo, pero si es un otro «enfermo» e «infeccioso» es repetidamente rechazado, como una estrategia de conservación frente la posibilidad de «lesión»: «En este caso, el miedo se confunde con el odio y facilita los discursos que satanizan esas subjetividades preconcebidas como ''malignas”» (Rojas González, 2020, p. 175).

En el capítulo V, «De pensiones-naciones-morideros», se estudia el poema «Pensión Arcadia», el cual hace referencia a la diáspora VIH-positiva que regresa a la nación. En el texto de Chase, la pensión-moridero es, pues, una metáfora que, como asegura el investigador, revela un espacio disfuncional, un «espacio abyecto del no-ser». Campos López (2022) afirma:

De ahí que política y metodológicamente resulte conveniente la existencia de pensiones-morideros como «Arcadia», para que -acatando el mitema- en lo remoto, lo interno, lo periférico, lo suburbano (desolado y precario), o sea en la heterotopía, aquellos cuerpos enfermos terminales se mueran sin que el país los vea o lo sepa. (pp. 136-137; cursiva en el original)

De acuerdo con Meruane (2012), en la literatura seropositiva latinoamericana, la nación moridero es fundamentalmente un ámbito con fines eutanásicos. Por ello, el moridero tiene características siniestras. Su representación ofrece imágenes dramáticas de los «enfermos» y del lugar al que llegan a no-ser. Como ha explicado Foucault (2003; 2007a; 2007b), la biopolítica moderna se funda en la fórmula «hacer vivir» y «dejar morir», lo cual se traduce, en el caso de los homosexuales con sida, en una condena (determinada por la segunda parte de la fórmula) que facilitó su desaparición, la cual, además, fue justificada por el «estigma asignado por la historia» (la expresión es de Meruane, 2012) con el que ya cargaban dichos sujetos.

El capítulo VI, «Abstinencias corpopolíticas», está dedicado al último poema de Chase. En este caso, la reflexión gira en torno a los gestos ideológicos con respecto a la abstinencia, la cual fue un llamado biopolítico que, desde los ochenta, se les dirigió a los hombres homosexuales, principalmente. Campos López (2022), por lo anterior, profundiza -en este momento de su investigación y siempre en relación con su objeto de estudio- en los hechos históricos nacionales en torno al virus y al síndrome, para mostrar la persistencia de los discursos hegemónicos sobre la «enfermedad». Ante esos discursos estigmatizantes, el poema de Chase se configura, según el investigador, como el primer trabajo contradiscursivo de la poesída costarricense. El llamado a la abstinencia fue movilizado por la Iglesia, pero también por los médicos nacionales, quienes activaron, junto a otros actores sociopolíticos, un proceso de vigilancia y control sobre los cuerpos definidos por ellos mismos como «sospechosos». Así, de acuerdo con Campos López (2022), la narratividad, la ironía, el comentario, las rimas asonantes y la métrica irregular del trabajo de Chase «soportan estructuralmente la socialidad de una réplica contra la ''lógica fundamentalista”» (p. 162) que atacaba los cuerpos de los hombres homosexuales, hasta el punto de buscar la cancelación de su sexualidad.

El capítulo VII se titula «Empatía, compasión y amor: claves para un proyecto humanitario en tiempos del VIH y el sida». El foco de análisis en este capítulo es el poema «Campanas en la sangre (EL SIDA)», de Albán. Como el anterior poema, este plantea un contradiscurso, en el sentido en que ofrece, con su lenguaje poético, un proyecto que tiene como fin compensar la unilateralidad de pensamiento y de discurso dentro del hábitus sidafóbico. El texto de Albán, en palabras del autor, busca neutralizar prejuicios, estigmas y sesgos culturales con respecto al VIH, el sida y la muerte y busca cancelar los simbolismos negativos asociados con la sexualidad, la identidad de género y el erotismo de los sujetos VIH-positivos. El poema realmente es un gesto de solidaridad, la solidaridad que debe desarrollar todo «espectador en tierra firme», ya que este espectador, como asegura Blumenberg (2018), siempre debe reconocer en la fragilidad del otro su propia fragilidad. De ahí que es posible afirmar que: «Esta solidaridad se aleja de aquella que se dirige a los ''otros” para defendernos ''nosotros”, o de aquella que funciona como un ''llamado al orden” (moral, social, político); es, por tanto, una solidaridad a favor de los sujetos vulnerados» (Rojas González, 2020, p. 378).

En el capítulo VIII, titulado «El reconocimiento literario y político de las mujeres y madres VIH-positivas», se analiza el poema «(Alguna tarde)», de Casares. Según el posicionamiento del investigador, este poema es importante ya que es el único que da voz a una mujer VIH-positiva que, además, deconstruye su situación al eliminar todo rasgo de pesimismo y al no referirse al virus de forma negativa, lo cual implica un giro en relación con las valoraciones ofrecidas por los otros trabajos literarios, pero también en relación con los signos más comunes desarrollados en torno a la «enfermedad» (este cambio, sin embargo, parece no anular las arraigadas ideas sobre el VIH y el sida, las cuales se encuentran en la mayoría de los textos estudiados). De acuerdo con Campos López (2022), el yo lírico de este texto se resiste a establecerse en una «sidentidad infectada». La mujer VIH-positiva, en lugar de comprenderse como un ser-para-la-muerte, se plantea como un ser-en-el-VIH. Aunque el cambio de perspectiva es claro, en el sentido de que el sujeto se aleja de la idea de la condena, se mantiene al virus como un elemento identitario fundamental, lo cual puede ser problemático. Sin embargo, como señala Campos, la mujer VIH-positiva resignifica su situación y trata de cancelar los discursos estigmatizantes que giran, aún hoy, alrededor del virus y del síndrome. El autor asegura sobre el poema:

«(Alguna tarde)» constituye un poema particularmente único dentro de la poesída y literatura VIH-positiva costarricenses -y quizás aun dentro de la literatura VIH-positiva latinoamericana-, ya que, al otorgarle voz y visibilidad a una mujer y madre VIH-positiva: 1) rompe con la categoría de mujer negativizada (Meruane, 2012); 2) configura innovadoramente un símbolo para presentar al VIH; 3) recodifica la percepción de la muerte asociada al VIH o el sida; 4) plantea una actitud optimista ante el diagnóstico positivo al virus; y 5) instaura el régimen de la oportunidad, deconstruyendo la sidentidad infectada y reafirmando su capacidad de in-corporar el VIH a la vida cotidiana y, por consiguiente, su proceso de subjetivación y resistencia. (Campos López, 2022, pp. 221-222; cursiva en el original)

El capítulo IX se titula «Páginas de un diario terminal» y en él se analizan los poemas de Granados: «La bestia», «En respuesta a la mantis de Watanabe» y las partes «IV» y «VI» del «Diario de odio». La lírica desarrollada por dicho autor es definida por Campos López (2022) como terminal, ya que está cargada de imágenes de descomposición, imágenes retrovirales y médicas, que ofrecen una idea del «enfermo» en un proceso de decadencia material: «Dichas metáforas, por tanto, actualizan la concepción del síndrome como una maldición biológica, que confirma al cuerpo sidoso como el territorio de la enfermedad y convierte al ser humano en un objeto abyecto, en un muerto-viviente» (p. 246; cursiva en el original). Así, los poemas muestran la interiorización de los discursos que cargaban al «enfermo de sida» de signos ominosos que apuntaban, inevitablemente, hacia la disolución del yo. En este caso, el cuerpo es el centro de atención, pero lo es en la medida en que alude al poder destructor del síndrome. Con Birger Angvik (1998 y 2006), habría que hablar, en relación con la obra de Granados, de una tanatografía, es decir, de una escritura sobre la muerte de un individuo. Los poemas, por ello, se mueven reflexivamente dentro el tránsito de la vida hacia la expiración y, como he dicho, están cargados de elementos negativos.

Finalmente, el capítulo X, titulado «El lamento individual y colectivo entre la confesión y el consuelo», se refiere al poema «Cante jondo a Ronald Campos», de Narval. Este poema es definido por el investigador como «un grito» producto del dolor, el temor, la soledad, que experimenta un sujeto VIH-positivo, dentro del hábitus sidafóbico que constantemente lo señala y que disminuye su valor social y humano. Sin embargo, el poema, además de ese grito desesperado, ofrece un canto de esperanza, ya que, como explica Campos López (2022), presenta a la figura del amigo como un sujeto que ofrece empatía, solidaridad y protección: «la voz lírica simboliza a su amigo-confidente como una ''luciérnaga”: una luz de vida, un soporte que la puede guiar y acompañar en este proceso de nacimiento a una nueva etapa de su existencia, aun en medio de la estigmatización, discriminación, hostilidad, violencia» (p. 281). La esperanza, como vemos, se encuentra afuera, se encuentra en el otro, en ese que extiende su mano… El sujeto VIH-positivo, sin embargo, parece estar cargado de una melancolía que no lo abandona (de ahí el patetismo que caracteriza el «cante jondo»). Como aseguro en Rojas González -con los aportes de Pearl (1999 y 2015)-, el proceso de duelo «puede desembocar en melancolía cuando no hay posibilidad de decidir no compartir el destino de eso que se ha perdido (o de eso que se está perdiendo)» (2020, p. 348). Por supuesto, en el caso de los sujetos VIH-positivos, ellos «no pueden decidir no seguir el destino de sus propios cuerpos, de sus propias vidas» (Rojas González, 2020, p. 348), marcadas por el virus. Sigo en el estudio mencionado: «Esta coincidencia entre el sujeto que se lamenta y el objeto/sujeto que se ''pierde”, torna el panorama terriblemente trágico y hace casi imposible alguna forma de cierre emocional» (Rojas González, 2020, p. 348).

Para concluir, es necesario reafirmar que este es un ensayo que nos ofrece mucho material para la reflexión académica, pero también para la política. El estudio de la literatura VIH-positiva inevitablemente nos obliga a pensar profundo en los distintos saberes movilizados por el campo que nos atañe. Por ello, para la comprensión del texto literario es fundamental considerar el sistema de producción social que le da origen, las interacciones discursivas que recoge y las ideologías que lo atraviesan (Rojas González, 2020, p. 57). Estudiar la literatura VIH-positiva implica también estudiar sus múltiples y complejas relaciones dentro del orden sociocultural, como lo demuestra Campos López (2022) con su trabajo.

Referencias bibliográficas

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Recibido: 22 de Junio de 2022; Aprobado: 29 de Julio de 2022

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