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Káñina

versión On-line ISSN 2215-2636versión impresa ISSN 0378-0473

Káñina vol.42 no.1 San Pedro de Montes de Oca ene./jun. 2018

http://dx.doi.org/10.15517/rk.v42i1.32936 

Artículos

El conflicto de la lectura en Paisaje con faro de Reidel Gálvez

Literature’s conflict in Reidel Gálvez’s “Paisaje con faro”

María Jesús Mesén Quirós1 

1Universidad de Costa Rica. Estudiante de Filología española. Costa Rica. Correo electrónico: mj_mq@hotmail.com

Resumen

En este ensayo se analiza cómo y bajo qué motivos se articula un discurso tanto a favor de la lectura como en contra de ella. Se realiza un estudio de las manifestaciones de ambas posturas a lo largo de la historia literaria y, particularmente, la forma en que se presenta esta pugna en la obra de Gálvez.

Palabras clave: Lectura; promover lectura; degradar lectura.

Abstract

This essay analyses how and why speeches are built favoring the reading on one side and battling it on the other. A study is made regarding the manifestations of both postures alongside the history of literature and, specifically, the shape they take in Galvez’s text.

Key Words: Reading; promote reading; demean Reading.

A lo largo de los años se han presentado discusiones acerca de los efectos que la lectura tiene sobre la sociedad y acerca de si esta significa la entrada del bien o el mal en la vida de una persona. Podría decirse que se han constituido dos bandos: quienes apoyan y quienes rechazan la presencia de la literatura para disfrutar de una existencia satisfactoria. En el libro de Reidel Gálvez se plantea una vez más esta discusión, estas fuerzas en conflicto, en el texto “Paisaje con faro.” En la narración aparecen el padre y su hijo Darío, quienes residen temporalmente en un faro, como sugiere el título. El niño juega un poco con amigos imaginarios, pero pasa la mayor parte del tiempo leyendo. El padre mira con preocupación el aislamiento de su hijo y teme el efecto que el derroche de imaginación pueda tener sobre la cordura del niño, en especial cuando nota que lee libros como Colmillo Blanco, Mitología griega y La verdadera historia de Jack El Destripador. Al final del relato, cuando se decide que el niño debe volver con su madre, Darío se encuentra encerrado en lo alto del faro y a través de la ventana hace a su padre un gesto de despedida. Este corre hacia su hijo y cuando llega junto a él, Darío le vuelve a mencionar, como en anteriores ocasiones, que los libros le hacen libre. Sale volando por la ventana, montado en un Pegaso.

El recelo que el padre ha mostrado al ver que su hijo lee ininterrumpidamente y la frase de Darío “los libros me hacen libre” ha motivado esta investigación. Al poner este texto bajo la lupa, se pretende estudiar las características de los dos puntos de vista en conflicto. Por un lado, se presentarán obras que ayuden a demarcar cuáles argumentos asientan cada una de las posturas y, por otro, se pretenderá hallar en el texto la manifestación de las formas de pensamiento previamente delimitadas. El presente trabajo es, aparentemente, el primer análisis que se hace de este cuento en específico y por tanto quedan otras miles de posibilidades de estudio para este relato.

Se puede comenzar trabajando el conjunto de posibles influencias que forjaron el punto de vista del recelo de la literatura. Si se toma lo dicho por Platón en el tercer libro de La República, se encuentra que si bien él mismo está fungiendo como escritor, los poetas quedan desterrados por ser mentirosos y debilitar el sentido de honor y la valentía de los hombres. Debe recordarse que, según los grandes teóricos literarios, se llega a lo sublime por medio del terror y la compasión: los textos literarios siempre apuntan a mover los sentimientos del lector hacia lo sublime. El incitar al terror o la compasión es lo que Platón desdeña, afirma que debilita el ánimo de los hombres. Este filósofo también arguye contra el irrespeto hacia los dioses, fomentado por los poetas al escribir sobre ellos en actitudes indecorosas como la hilaridad o frases como “Esta estancia de tinieblas y de horrores, temida por los dioses mismos” (Platón s.f. , p. 2), que si se toma desde la política, podría pensarse que insta a la rebelión, al desorden social. Además, argumenta Platón, los poetas hablan por los personajes, toman su voz y tratan de imitar su comportamiento para que sea un relato verosímil. Así se afirma que los poetas son mentirosos y por eso, lamentablemente, no pueden estar en el Estado ideal.

Es importante recordar que en tiempos pasados la lectura en silencio no era una práctica extendida, todo lo contrario. Según Alberto Manguel en Una historia de la lectura “Hubo que esperar al siglo X para que esta manera de leer llegara a ser habitual en Occidente” (1998, p. 61). El leer en voz alta responde a varias razones: en primer lugar, las personas que sabían leer y escribir eran una escasa minoría. La transmisión de la información se daba de manera oral, tanto así que en un escrito “los signos llevaban implícitos, como si se tratara de su alma, sus propios sonidos” (Manguel, 1998, p. 64). Esta oralidad forzaba el compartir, a sentarse juntos alrededor de aquel que leía, contaba las leyendas propias del lugar o simplemente anunciaba las noticias.

La palabra fija en el papel no tenía un gran estatus durante la época de predominante oralidad. Tal como ocurrió enalgunos pueblos indígenas, se valoraba “la palabra dicha en voz alta, que tiene alas y puede volar, comparándola con la palabra silenciosa sobre la página, inmóvil, muerta” (Manguel, 1998, p. 62). En el caso de esos pueblos indígenas en particular (no todos), esto se manifestó en que no se fijaba la palabra de manera escrita, en Occidente significó un gran bullicio en las bibliotecas. (Manguel, 1998, p. 62)

La lectura en voz alta teníaincluso un fundamento religioso; las palabras debían adquirir vida para a su vez darla a los escuchas: “el lector tenía el deber de prestar su voz a las letras silenciosas, a las scripta, para permitirles convertirse, según la matizada distinción bíblica, en verba, palabras habladas, espíritu” (Manguel, 1998, p. 64). Debido a que los textos sagrados son inspirados por Dios “la plena comprensión requería no sólo los ojos sino también la colaboración del resto del cuerpo” (Manguel, 1998, p. 64). Esta consideración es también importante para el islam, pues ciertas reglas demarcaban que “leer y escuchar la lectura del texto formaban parte del mismo acto sagrado” (Manguel, 1998, p. 64).

Con todas las anteriores consideraciones religiosas acerca de la lectura en voz alta, no es de extrañar que la gente prefiriera honrar esta práctica con su voz. Un punto de referencia podría obtenerse de los escritos de San Agustín, quien alrededor del año 384 en el tercer libro de sus Confesiones habla impresionado de la costumbre de su mentor, San Ambrosio, de leer sin hacer el menor ruido: “siempre le vi leer silenciosamente, y como decimos,para sí, nunca de otro modo” (San Agustín, s.f., p. 120). Tanta era su impresión que elucubra el porqué de esta práctica “el leer de aquel modo sería acaso para no verse en laprecisión de detenerse a explicar a los que estaban presentes… los pasajes que hubiese más oscuros ydificultosos en lo que iba leyendo, o por no… disputar de otras cuestiones más intrincadas” (San Agustín, s.f., p. 120). También le atribuye esta costumbre a la facilidad con que enronquecía, pero nunca preguntó directamente la razón. Opta por expresar que, de forma segura, San Ambrosio tenía un buen motivo para ello.

Las declaraciones de San Agustín ayudan a reconstruir un poco el panorama de una época donde la lectura en silencio era un concepto extraño, tanto como para mencionarlo por escrito, fijando así un punto de referencia para la posteridad. Manguel afirma que la lectura silenciosa se menciona en textos anteriores, por mucho, al de San Agustín; sin embargo, estas referencias son menos fiables.

Johannes Gutenberg en el año 1440 abrió un nuevo universo con la invención de la imprenta, la primera en Occidente. La adquisición y distribución de los libros se hizo más sencilla, y que cada quién tuviera la posibilidad de perseguir su propia afición literaria fue conduciendo a la humanidad hacia una actitud más individualista; la lectura silenciosa fue ganando terreno a pasos agigantados. Manguel menciona que “a algunos dogmáticos les inquietó la nueva tendencia; para ellos la lectura silenciosa permitía soñar despierto, creando el peligro de la acidia, el pecado de la pereza” (1998, p. 70). Al leer en voz alta debe realizarse doble esfuerzo, que se interpreta como doble estado de concentración. Al poder escuchar lo que la otra persona está leyendo, se puede confirmar lo que está pensando, en cambio el silencio no permite conocer hacia qué se orienta la mente, como si fuera un crimen sin testigos: “sobre el que se reflexiona a medida que el ojo desentraña el significado de las palabras, no está ya sujeto a inmediata aclaración o asesoramiento, ni a condena o censura por parte de un oyente” (Manguel, 1998, p. 70). De esta manera, se abre con la lectura silenciosa un espacio para la libertad de interpretación, un espacio sin límites para la imaginación… y desviarse drásticamente de la realidad es un camino hacia la locura.

Ser calificado como “loco” tiene varias implicaciones, entre ellas el perder la atribución de la credibilidad. Antiguamente, la locura no ameritaba la censura o el confinamiento. El “loco” andaba libre por el mundo sin que se le diera peso a lo que fuera que dijera, cualquier declaración caía en “oídos sordos”. Empero, existe una manifestación de la locura con implicaciones alarmantes: la sociopatía. Puede que se respondiera de manera inadecuada a la interacción con otro ser humano cuando alguien irrumpía el auto-impuesto aislamiento, pero lo que en verdad se temía era que en aquella persona solitaria se estuviera cocinando un psicópata, sociópata o algo parecido que en el momento menos esperado acabaría con la vida de la persona más desprevenida. En definitiva, la locura debe prevenirse, sería el razonamiento de muchos. Y el pensamiento profundo sobre aquello que quizá no tiene solución, puede llevar a ella. He aquí otra de las razones por las cuales la lectura en silencio generaba cierto recelo: la enloquecedora lectura podría dispersar a la sociedad, o al menos ese era uno de los temores sociales imperantes.

Un collage de todas estas ideas parece ser lo que constituye al personaje del padre en el cuento. Es notable que el flujo irrestricto de la imaginación que su hijo parece manifestar lo perturba, pues no sabe qué esperar. La narración presenta un foco interno fijo donde se da a conocer todo lo que el padre piensa y siente, pero donde se ignora gran parte de la perspectiva del niño. El padre puede comprender, hasta cierto punto, que el niño utilice su imaginación para entretenerse en un lugar con tan escasa compañía: “Cuando se dispusieron a viajar al archipiélago le advirtieron sobre la posibilidad de que el niño creara amigos imaginarios, ante la falta de compañía” (2010, p. 43) especialmente cuando él mismo recurrió a la misma técnica para luchar contra la soledad: “Aunque prefería negarlo, después de los primeros meses, se había sorprendido hablando solo” (2010, p. 44).

No obstante, aquella imaginación desmesurada continúa siendo un perfecto misterio para él. El padre teme que una evasión de la realidad tan profunda, como parece ser la de Darío, signifique que la cordura del niño se está esfumando: “Ahora, mientras observaba a Darío jugar con la cuerda [donde se suponía estaba atado Colmillo Blanco], buscaba en sus recuerdos algún pariente que hubiera sufrido trastornos mentales o alucinaciones” (2010, p. 44).

Una perspectiva distinta sobre la realidad resulta ser preocupante porque las convenciones sociales que ayudan a predecir qué esperar de otra persona no están presentes.

El padre mira que Darío “prefería refugiarse en lo alto del faro a leer alguno de los libros que cargó en el viaje” (2010, p. 45) así que desconoce qué es lo que el niño piensa cuando se inmersa en los libros. Darío está solo cuando lee y si no lo estuviera, se obtendría el mismo resultado porque lee en silencio. De esta forma, el padre argumenta que “cuando no estaba leyendo, estaba disfrutando sus amigos imaginarios y si a ello le sumaba su periódico escape de la realidad, podría convertirse en una bomba de tiempo” (2010, p. 45). El padre se declara perplejo ante la actitud del niño, pues no logra comprender lo que dice ni su línea de pensamiento “Darío le respondió que… cuando vinieran a buscarlo él le avisaría… el padre no imaginaba quién se lo llevaría” (2010, p. 45). Esta incomprensión se trabaja en la forma del cuento, en la poca intervención de Darío. La mayor parte del cuento solo se tiene el testimonio de aquello que cuenta el padre.

El padre así manifiesta que “no entendía qué beneficios encontraba en ellos [los libros] fuera del entretenimiento, máxime cuando la isla estaba llena de mejores lugares para distraerse” (2010, p. 46). Al comparar lo que él mismo preferiría si fuera niño, hace de nuevo manifiesta la otredad que parece infranqueable. ¿Qué podría ser tan fascinante, tan maravilloso?Los niños son curiosos por naturaleza, parte de su desarrollo es el afán de conocer el mundo, de explorar. Para el padre de Darío explorar el mundo exterior sería lo más lógico. ¿Por qué quedarse encerrado en un faro sin otra compañía que los libros que podrían, perfectamente, arruinarlela mente?

Cuando Darío responde “Los libros me hacen libre” (2010, p. 46) no se comprende qué significado tiene, pues el padre argumenta “No entendía de cuál libertad le hablaba su hijo, cuando ni siquiera era capaz de bajar de la torre para correr bajo el sol” (2010, p. 46). Cuando trata de atraerlo hacia placeres más normales, buscar huevos de garzas en el mangle, se lamenta de haber perdido a su hijo más rápidamente de lo que esperaba. La locura atacó implacablemente, pensó, pues Darío solo preguntó “¿Sabes qué tipo de hierba come Pegaso?” (2010, p. 47).

Absoluta pérdida de noción de la realidad toma entonces forma de amenaza. Una convención y conciencia social es, naturalmente, no matar a sangre fría, mucho menos si se trata de una persona cercana. Pero, una vez que el padre le echa la culpa a la literatura de la locura de su hijo y examina a los culpables, se encuentra con Mitología griega y, muy especialmente, La verdadera historia de Jack El Destripador. Ya se alimentó de estas ideas torcidas, ahora lo que sigue es la imitación: ese fue el pensamiento del padre. “Su padre le arrebató la biografía de El Destripador, además de otros títulos supuestamente peligrosos, dio media vuelta y, al salir, pasó doble llave a la cerradura” (2010, p. 47). Esta es una postura un tanto platónica, donde se considera que los autores y sus libros han corrompido el espíritu del hombre. Son los mismos libros, de donde emerge la mitológica criatura del final, los que arrebatan a su hijo, perdido en un universo inalcanzable.

Pero, si en cambio se examina la otra cara de la moneda, se pueden mostrar distintos argumentos bajo los cuales se promueve la lectura como una práctica irrestrictamente beneficiosa para el ser humano. Es bien conocido que la literatura, y el arte en general, ven un particular florecimiento a partir de un periodo histórico doloroso, una guerra, por ejemplo, ya que el arte permite escapar de la cruda realidad por un glorioso periodo de tiempo. Millones de personas dolientes logran escapar del permanente daño psicológico gracias a que su imaginación los lleva a lugares donde su dolor no existe, como diría el escritor británico William Maugham (1874-1965) “Adquirir el hábito de la lectura es construirse un refugio contra casi todas las miserias de la vida”.

En un contexto menos dramático y más cotidiano, la lectura permite, mediante la imaginación, escapar del aburrimiento, algún sufrimiento doméstico o aportar el conocimiento, ya sea de aquello que no puede ser contemplado por los ojos, pero que llega a ser perfectamente dominado por la mente, o el conocimiento como un fin en sí mismo. La lectura constituye un medio por el cual se puede alcanzar el crecimiento personal, arguyen quienes la favorecen. La literatura adquiere vida cuando la imaginación del lector lo permite, siempre y cuando se logre establecer un contrato de lectura, los personajes se volverán tan reales como si se interactuara de tú a tú con verdaderas personas.

Si bien al leer la persona no está en contacto inmediato con quienes le rodean, logra establecer una relación con un escritor que quizá murió muchos siglos antes, que le habla de lo que parece ser un universo distinto por completo al del lector y con quien a la vez logra una completa empatía. “Porque en mi soledad me siento acompañado, es que siempre tengo un libro a mi lado” (Robles, 2000, p. 101). La lectura personalizada cumple la paradoja de ser una actividad que se realiza individualmente, pero que al mismo tiempo proporciona compañía.

Ese vínculo formado entre escritor, personajes, trama y lector (junto con muchos otros factores), hacen de la lectura un proceso placentero.“El acto de leer… no admite imposición. Es una decisión libre, íntima, personal, y es la comunión entre el lector y el libro lo que provoca ese placer” (Robles, 2000, p. 43).Un rápido viaje a la mente de otros satisface la curiosidad inherente a todo ser humano y ayuda a comprender el mundo al llenarse del conocimiento de otros, además de adquirir otros beneficios en diversos campos de la vida: “Mientras más se lee, se incrementan las oportunidades de educación y empleo, además de que la lectura favorece el crecimiento personal y una mayor calidad de vida” (Horrigan, 2015, párr. 2).

Los hallazgos de corte científico parecen dar razones por las cuales leer. Si bien Robles afirma que “un buen libro, sea el tema que sea, abre las puertas al conocimiento” (2000, p. 44), la ciencia empieza a demostrar que la lectura logra beneficios incluso en el plano de la salud. Según el tratado “Agudeza y arte de ingenio, de Baltasar Gracián, se podría extraer que la inteligencia es poder hallar la correspondencia entre objetos, los cuales podrían no tener relación aparente. La unión entre objetos se puede expresar por medio de una metáfora, de lenguaje figurado, y queda en manos del lector hallar la correspondencia que el poeta vio para poder comprender el mensaje. “En cada lectura visual que haga del mismo libro a solas, o en cada narración repetida que mamá o papá le cumplan, el niño descubrirá nuevos elementos que habían pasado desapercibidos” (Robles, 2000, p. 47). La lectura se convierte así en un ejercicio mental que según el artículo del periódico “La Nación, escrito por Rodríguez (5 de octubre 2014),combate la aparición de enfermedades tales como la Demencia y el Alzheimer, pues actúa como un ejercicio cognitivo.

Es también un factor a considerar que la lectura suele llevar hacia el razonamiento. Esta actividad mental, esta adquisición de conocimiento puede llevar a comprender otras formas de pensamiento distintas a las propias y así hacer campo hacia la tolerancia. El tener noción del porqué ocurre cierto fenómeno puede ayudar a combatir una superstición sin fundamento y,por lo tanto, eliminar el miedo, incluso el odio, que la otredad podría haber generado.

Es evidente que Darío maneja información que su padre desconoce, “No es un cocker, es un cruce de perro canadiense y loba- aclaró el niño con aires de suficiencia…” (2010, p. 43). Debido a las largas horas de lectura, el niño goza de un amplio conocimiento que abre toda una gama de posibilidades de crecimiento personal y entretenimiento. Darío se muestra impávido ante el supuesto agarre sofocante que la soledad debería tener sobre él. Por el contrario, su actitud tranquila revela que se halla libre, una tranquilidad interior que el padre no comparte “Bajó corriendo las escaleras del faro. A su paso escondió cuchillos… en fin: cualquier objeto afilado o punzante que pudiera provocar daño” (2010, p. 47).

Darío no está preso, ha hecho su elección por los libros de buen grado y allí encontró lo que ocupaba para ser libre, feliz, sin importar dónde se encuentre. Esta paz que el niño expresa lo aleja de la temida locura, pues la lectura le ha permitido conservar sus facultades cognitivas y ha aguzado su inteligencia. Es probable que el niño comprenda a su padre de una manera que no se da al inverso. Logra entender que una vez que vuelva a casa será sujeto de inquisiciones acerca de su supuesta locura, pues su abandono en los libros no es “normal”. La aparición del Pegaso al final es muestra de la libertad que experimenta, un personaje salido de la literatura misma que lo libra de la normalidad.

La imaginación del niño ha sido quien ha dado vida al personaje mitológico, la realidad creada en los libros salta a la “verdadera”. En este sentido, el padre pierde a su hijo, tal como había temido que ocurriera, a causa de la literatura. Desde la perspectiva del niño, en cambio, la lectura lo ha salvado. El debate que se plantea en este relato sigue vigente a pesar de que, como muestra la información histórica, lleva mucho tiempo rondando el mundo. Podría argumentarse que un delgado hilo separaralo que se considera locura de cordura, porque lo que resulta un comportamiento absurdo desde el exterior, puede ser completamente lógico para los verdaderos experimentadores. Depende entonces del punto de vista bajo el cual se estudie algún fenómeno, para Darío el universo existente en los libros es parte de la realidad. Para el padre, que no comparte esa realidad, resulta absurdo. El texto presenta las dos posturas sin inclinarse a defender alguna de ellas, aborda la discusión preexistente y la replantea, pero no se esfuerza por resolverla de manera radical. El texto tuvo como intención declarar que ambas formas de pensamiento aún existen.

Bibliografía

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Recibido: 16 de Agosto de 2016; Aprobado: 15 de Noviembre de 2016

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