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Revista Rupturas

versión On-line ISSN 2215-2989versión impresa ISSN 2215-2466

Rev. Rup. vol.12 no.1 San Pedro de Montes de Oca ene./jun. 2022

http://dx.doi.org/10.22458/rr.v12i1.3998 

Artículo

Cuestión religiosa y política en Brasil: Pluralidad, biopolítica y conservadurismo

Religious and Political Issues in Brazil: Plurality, Biopolitics and conservatism

Emerson José Sena da Silveira1 
http://orcid.org/0000-0002-5407-596X

1.Brasileño. Doctor en Ciencia de la Religión, antropólogo y profesor del Departamento de Ciencia de la Religión de la UFJF - Universidad Federal de “Juiz de Fora” (ciudad), Minas Gerais (provincia), Brasil. Actúa en el Programa de Postgrado en Ciencia de la Religión de esa misma universidad. Correo electrónico: emerson.pesquisa@gmail.com

Resumen

El presente artículo estudia la cuestión religiosa y política en Brasil desde una perspectiva sociohistórica. En los últimos años, hemos tenido la subida del biop oder de derecha; anarcocapitalista, en términos sociopolíticos, y reaccionario-conservador, en términos religiosos. ¿Cómo fue posible el surgimiento del panorama religioso-político actual? Hay dos hipótesis interpretativas complementarias: la construcción de un campo religioso-político conservador y reaccionario, y los cambios sociales y económicos neoliberales. La metodología de investigación es cualitativa y fueron utilizadas fuentes documentales primarias y secundarias sobre la religión y la política brasileña contemporánea.

Palabras clave: biopoder reaccionario-conservador; religiosidad política; irracionalidad social; anarcocapitalismo

Abstract

This paper focus on the religious and political issue in Brazil from a socio-historical perspective. In recent years, we have seen the rise of the right-wing, anarcho-capitalist biopower in socio-political and reactionary-conservative terms in religious terms. How was the emergence of the current religious-political panorama possible? There are two complementary interpretative hypotheses: the construction of a conservative and reactionary religious-political camp and neoliberal social and economic changes. The research methodology is qualitative and primary and secondary documentary sources on contemporary Brazilian religion and politics were used.

Key words: Reactionary-conservative biopower; political religiosity; social irrationality; anarcho-capitalism

Introducción

En este texto, reflexionaré sobre el pluralismo religioso y la cuestión sociopolítica en Brasil en tiempos de biopoder, posverdad y biopolítica. Hablar de estas cuestiones es un gran desafío por dos razones: en primer lugar, porque la imagen de un país abierto, un cuerpo bonito, tropical, lleno de amores, un seno de leche y miel, sincrético y afectuoso con sus mezclas raciales, étnicas y religiosas es una imagen ambivalente; en segundo lugar, porque la imagen que eclosionó en los últimos años (2010-2021), produjo una distorsión opuesta a la imagen de la sociedad generosa y sincrética. La idea que surgió es la de un país cerrado a los pluralismos (religioso, social, cultural, político y sexual), un cuerpo poco agradable, hostil, cerrado, lleno de espinillas y amargo cómo la hiel. El ambiente histórico, religioso y social brasileño es muy complejo y no son posibles reducciones teóricas, pero las imágenes de pluralismo y antipluralismo absolutos nos impiden comprender la interacción entre los modelos, actores, agentes, sujetos, clases sociales, subjetividades y estructuras que constituyen las esferas sociopolítica y sociorreligiosa brasileñas. Brasil forma parte de un movimiento mundial reaccionario/extrema-derecha-un cuerpo social-cultural que ha conquistado muchos espacios de poder en Europa (Italia, Hungría y Polonia), EE. UU. (Donald Trump), Asia (Filipinas), desde los años 2000 hasta los días actuales.

En este artículo, propongo las ideas de biopoder, posverdad y biopolítica como hipótesis interpretativas para responder a la pregunta: ¿qué relación semántica-histórico-social puede acontecer entre el “pluralismo” religioso y el contexto sociopolítico, la posverdad, la biopolítica y el biopoder?1 Intentaré construir dos marcos referenciales, uno categorial-conceptual y otro histórico-social. Aunque no coincidan totalmente uno dentro del otro, estos marcos indican una dirección interpretativa en abierto, pues los cambios son incesantes. La historia y la sociedad, según la concepción que adopto en este texto (línea webe-riana-foucaultiana), no es un vacío negro inalterable, sino un enfrentamiento agónicolúdico entre muchas fuerzas, más inerciales o novedosas, más colectivas-sociales o individuales (sujeto-estructura), más caóticas o democráticas-plurales, cuyo horizonte solamente podremos contemplar sobre las cumbres y a distancia.

La oposición entre dos imágenes: pluralismo abierto y/o decadencia monista

No es fácil entender la formación de estas dos imágenes de Brasil. En el mundo moderno -en sus centros o en sus márgenes- las esferas de valor (dimensiones del mundo y de la vida social) más importantes son la religión, el arte, lo erótico (sexo/género), la política, la economía y las ciencias (Weber, 1978). Ellas ganaron autonomía interna, pero se encuentran en conflicto, en acomodación, en competencia o alianza y son afectadas por tres nuevas fuerzas contemporáneas: la posverdad, la biopolítica y el biopoder. La primera, es el rechazo del criterio racional lógico-causal o histórico-comprensivo del complejo epistemológico verdad/falsedad y la atracción por el absurdo-irracional-polémico-creador de una identidad colectiva social-digital, generador o sustentador de likes y lazos sociales (Manrique 2016).

La segunda es la apuesta en el ‘antisistema’, la búsqueda constante de un enemigo a ser combatido y eliminado con éxtasis (efervescencia grupal) y el rechazo del criterio racional lógico-causal o histórico-comprensivo de verdad/falsedad en el juego político republicano-democrático (Mouffe 2007). La tercera es el ejercicio del poder (biopolítica y anatomía-política) sobre, dentro y a través de los cuerpos sociales (población, ciudades, naciones, bloques de naciones) y cuerpos individuales: controlar la vida y la muerte, las enfermedades, la reproducción, la seguridad social, la formación de saberes sexológicos, psiquiátrico-psicológicos y médicos, promover la salud pública, las prótesis (Agamben et al. 2020; Foucault 2007, 1991; Esposito 2006, 2009).

De acuerdo con Foucault (2007; 1991), el biopoder surgió en la modernidad capitalista (siglos XVIII y XIX) y posee una doble dimensión: la biopolítica de la población (el cuerpo de la nación, las tasas de mortalidad y de nacimiento, las políticas públicas) y la anatomía-política del cuerpo (el cuidado del cuerpo de los individuos, la salud y la enfermedad, las cosas y objetos añadidos al cuerpo y que terminan integrándose en cuerpo). Según pensadores más contem-poráneos, como Agamben (2020) y Esposito (2008; 2009), el biopoder puede ser positivo (la promoción y el cuidado de la vida en general, la niñez, la vejez) o negativo (la vida desnuda y la simple sobrevivencia, la eliminación de los frágiles). El ascenso de movimientos populistas de derecha a los poderes republicanos por medio de una democracia representativo-liberal sucedió entrelazado con religiones reaccionarias cristianas y con la pandemia del COVID-19.

Comprendo el reaccionarismo religioso así: una mirada y una acción intencional llenos de resentimiento, amargura, narcisismo frente al mundo moderno y las modernas costumbres sociales. Los religiosos reaccionarios hoy desean recrear un pasado presuntamente puro, moral, que fue degradado por el mundo moderno. El cruce entre esas ideas y las ideas sociológico-filosóficas de biopolítica, posverdad y otros, se vuelven importantes (Esposito, 2006; 2009). El advenimiento de la República trajo el Estado moderno-laico (neutralidad, no hay una religión oficial) y la pluralidad religiosa (una posibilidad). Uno de los proyectos modernos, el Estado moderno (Estado-nación), se fundamentó en la institucionalización de las esferas de valor, enfatizando en el aspecto institucional de la religiosidad, inaugurando uno de los sentidos de la secularización y la laicización: la pérdida de poder de la religión en la sociedad, la estructura político-estatal y las mentalidades individuales y colectivas. Pero la realidad es compleja, cambiante, heterogénea, variable (Blancarte 2000; Casanova 2000).

La secularización de la sociedad y la laicización del Estado tuvo impulso, pero hubo conflictos entre esta nueva orden social y las acciones de la Iglesia católica (primer momento) y de las iglesias evangélicas reaccionarias (segundo momento). Hoy, bajo el biopoder, la posverdad y la biopolítica, en el Estado moderno brasileño en particular, la separación entre el poder religioso y el poder estatal se encuentra en crisis.

Se argumenta que el proyecto laico y secular brasileño es incompleto, frágil y lleno de problemas, uno de ellos es la penetración de las iglesias evangélicas pentecostales y neopentecostales triunfalistas en los espacios de poder (a nivel federal, regional y local), en las esferas mediáticas y en el espacio público (Mariano 2011). Algunas iglesias abrazan la posverdad y el biopoder en el sentido negativo: la sumisión de los cuerpos y mentes al poder pastoral de los pastores-líderes y la sobrevivencia de los más “victoriosos” en la fe. Hay reacciones y críticas de líderes evangélicos e iglesias contra estas ideas y prácticas, no obstante, son minoritarias. Emerge una discapacidad en el aparato jurídico y estatal para hacer valer la separación entre las mentalidades religiosas y la actuación de los poderes republicanos en favor de los negros, los pobres, los pueblos originarios, las mujeres, LGBTQIA+ y otros.2

Los actuales conflictos muestran una lucha mortal entre valores irreductibles que impregnan las clases sociales, las religiones, el Estado y el mercado, en fin, una democracia agonística (Mouffe 1999). Ahí está el politeísmo de valores de las sociedades democráticas modernas, sin solución de acuerdo con Weber (1978). El Estado de Derecho, la estructura republicana (Legislativo, Ejecutivo y Judicial), los derechos individuales, civiles y sociales equilibran los conflictos entre las esferas de valor y disminuyen el riesgo de implosión de las relaciones entre la religión, la política y la sociedad. A las religiones se les garantiza voz en el espacio público y en el Parlamento que, en el contrato social moderno, deben cumplir con un conjunto de reglas democráticas y republicanas (Casanova 2000).

Sin embargo, la globalización financiera, el avance neoliberal desde los años 1970, la metamorfosis de la existencia social e individual en espectáculo (posverdad), llevaron al Estado-nación y al contrato social moderno (República) a una profunda crisis de legitimidad (Casanova 2000). Algunos tipos de religión se han convertido en agentes político-públicos y socioculturales, agentes del biopoder en clave negativa o positiva, influenciadas por la posverdad y la biopolítica, mezclados con la lucha por el reconocimiento de las identidades y con las reacciones de contestación o afirmación a los cambios sociales y culturales.

Alianza y conflicto: la Nueva República (1985-2020) y las religiones

Partiendo de la idea de alianza y conflicto entre las esferas de valor, propongo dos lecturas el “pluralismo” religioso y el contexto sociopolítico, la posverdad, la biopolítica y el biopoder. La primera, institucional-formal, que enfatiza las características institucionales y oficiales; la segunda, sociorreligiosa, que discute las sensibilidades colectivas. Haré una breve descripción de los períodos históricos desde el establecimiento de la Nueva República. Unido al marco histórico-social, que no es absoluto, sino más una proposición, desarrollo los marcos conceptuales. De partida, tomo el contexto histórico-sociopolítico de la Nueva República (1985-2020)3, el período entre la caída de la dictadura militar brasileña (1964-1985) y el contexto de las elecciones presidenciales de 2018 hasta el año 2021. Entre 1989-2002, ganaron las elecciones partidos de centroderecha y derecha (neoliberales), ocurrieron disputas entre los lados social/progresista y carismático del catolicismo, las religiones afrobrasileñas4 crecieron, las iglesias cristianas mediáticas y electrónicas (Assmann, 1987) y de comercialización de la fe comenzaron a ganar espacio y poder, el neolibe-ralismo económico, a pesar de contratiempos, dio sustentación a la estructura socioeconómica (Saad y Morais 2018).

La Carta Constitucional de 1988 nació con una fuerte orientación socialdemócrata y liberal e inauguró un nuevo biopoder positivo: la seguridad social (sistema público-universal de salud, seguridad y acción social), las políticas de protección al trabajo, a la niñez y la vejez, la promoción de los derechos socia-les, civiles e individuales, la libertad religiosa y de creencias, la regulación del capital financiero y otros. En ese proceso, las iglesias evangélicas (pentecos-tales y neopentecostales) empiezan a ocupar espacios del poder político (Pierucci 1989). Con el ascenso del biopoder neoliberal durante las décadas 1990-2021, reformas contra la línea económica socialdemócrata, privatizaciones del patrimonio y de empresas públicas, los derechos sociales-económicos (justicia e igualdad social) fueron limitados, aunque permaneció la estructura liberal-democrática (Ghiraldelli 2019, 2021a, 2021b).

De 2002 a 2016, fueron elegidos gobiernos de izquierda, el crecimiento de grupos pentecostales y neopentecostales explotó, las religiones afrobrasileñas se estancaron o se redujeron sufriendo persecución, la dimensión ‘socialista’ del catolicismo perdió espacio, los católicos carismáticos se tornaron más reaccionarios e invirtieron en la política, el fundamentalismo religioso se extendió (y se volvió una herramienta del biopoder negativo), las redes sociales crecieron y se volvieron una importante plataforma política y social para la biopolítica (y también para las acciones crítico-reflexivas/progresistas/sociales), el capitalismo financiero permaneció hegemónico, hubo un endurecimiento del sistema criminal-penal, las bases del Estado de Derecho erosionaron y parte de la justicia asumió una opción partidaria política. Para muestra un botón: la aprobación de una ley contra el terrorismo, durante los gobiernos de izquierda para reprimir las protestas masivas de 2013 y 2014, después confirmada por la derecha tras el proceso de impeachment de la presidenta Dilma Rousseff (2015-2016). Las protestas fueron amplias y criticaban las discapacidades del Estado (educación, salud pública y seguridad social, las pérdidas de derechos sociales) y son conocidas como “Jornadas de Junio” y “No Habrá Mundial” (competición mundial de fútbol). Avanzaron dos ideologías antagónicas, pero complementarias: la ideología del individualismo narcisista, del éxito financiero, la rebeldía antiintelectual, la máxima del autoexplotador y los comunitarismos religiosos (sociodigitales) cerrados, o sea, burbujas impermeables a la crítica racional externa, sostenidas por algoritmos (mantenidos por las grandes empresas de informática y el mercado capitalista) y guiadas por el biopoder negativo.

Entre 2016-2021, gobiernos de derecha y de extrema derecha llegaron al poder después de una rotura del pacto de las clases dominantes y financieras con el Partido de los Trabajadores (PT), que se envolvió en corrupción; parte de la justicia ultrapasó los límites de la legitimidad y encarceló al líder máximo de la izquierda (Lula da Silva), los evangélicos conservadores fundamentalistas ampliaron su espacio de poder en la estructura política y estatal, las crisis de representación del cuerpo político se vuelven más profundas, hubo un proceso de impedimento (impeachment) contra la presidenta Dilma Rousseff (primera mujer presidente); aumentó la intolerancia religiosa, especialmente contra las religiones afrobrasileñas y creció la fractura entre instituciones democráticas (electorales) por un lado, y las instituciones republicanas por otro. Pero no acontecieron modificaciones importantes en la perspectiva neoliberal adoptada desde los años 1980, en el mundo, y desde los años 1992, en Brasil, después del impeachment del presidente Collor de Mello.

Los dos gobiernos de Lula da Silva (2002-2010), a pesar de sus orígenes más socialistas, no realizaron cambios sustantivos, sino una adaptación: adoptó políticas sociales más amplias, promovió la igualdad racial, etc. Durante los dos gobiernos de Dilma Rousseff (2010-2016), ocurrieron tres movimientos: uno antes de la elección (crítica a las políticas neoliberales), otro a comienzos del segundo mandato (la adopción de políticas restrictivas neoliberales severamente criticadas) y un intento de modificar la férrea dinámica del triple macroeconómico neoliberal, vigente desde los años 1994: austeridad fiscal o el Estado al servicio del mercado financiero, metas de inflación y cambio fluctuante del dólar. La presidenta fracasó por múltiplos motivos y su gobierno perdió apoyo entre las élites, el mercado y los sectores empobrecidos y populares (Saad y Morais 2018).

Esta conformación, unida al fortalecimiento de las sensibilidades libertarias de derecha (antisistema o iliberal) al poder de los sectores financieros y conservadores religiosos cristianos, ocasionó el segundo impeachment en la historia brasileña. Sin embargo, no hay ascenso evangélico conservador o neoliberal sin la colaboración de quienes controlan el Estado. Un camino de doble vía: unos se apoyan en los otros. El gobierno se beneficia de la legitimidad religiosa para garantizar el funcionamiento de la democracia liberal-representativa-parlamentaria y las iglesias (las más ricas y poderosas) se aprovechan de los gobiernos para obtener apoyo indirecto (perdón fiscal para sus templos y acciones filantrópicas) y directo (promoción de pautas reaccionarias y conser-vadoras, acceso a concesiones estatales de TV/Radio, indicación de nombres para el poder judiciario y el poder ejecutivo, etc.).

Para que no haya confusión teórica frente a la gran encrucijada entre los fenómenos religiosos y políticos bajo la dirección de la posverdad y el biopoder, es necesario distinguir entre las estructuras democrático-representativas (el voto, los partidos políticos, el elector y los candidatos políticos, la libertad formal y la individualidad) y las estructuras republicanas (los tribunales, el legislativo, las leyes constitucionales, las agencias policiales, la liturgia de los cargos republicanos, la presidencia de la República, el cuidado con las cosas públicas y comunes, la impersonalidad burocrática) (Ghiraldelli 2019, 2020, 2021a, 2021b). Las dos estructuras, la democracia (origen griego) y la república (origen romano), suelen confundirse, pero son distintas, están presentes en gran parte de las sociedades occidentales, (una sustenta otra) y están estrechamente vinculadas (Ghiraldelli 2021a, 2021b). En los tiempos modernos, estas dos estructuras son interpeladas por las nuevas conformaciones del poder (entendido como una relación procesual), el biopoder y la biopolítica, como nos muestran Foucault, Agamben y Esposito.

El conservadurismo reaccionario5 o la frente reaccionaria religiosa brasileña puede ser definida así: un movimiento de ideas y prácticas favorables al neoliberalismo y anarcocapitalismo al modo brasilero (Estado desorganizado, libertad absoluta del individuo frente a las leyes e instituciones de la República, familias ricas de extrema-derecha, grupos paramilitares (grupos no-oficiales) armados e iglesias evangélicas movidas por la teología de la prosperidad, el culto al ídolo (el actual presidente), la abdicación de la razón crítica y el deseo del retorno a un presupuesto estado natural familiar y societario, un anhelo hostil a las formas modernas de política, república, religión, moralidad y sexualidad. No hay un estado natural de familia, de sexualidad o de sociedad. Estos grupos religiosos defienden que existe un Estado ‘natural’ que debe ser recreado.

El neoliberalismo y el anarcocapitalismo son utopías individualistas (libertad) propuestas por filósofos (Nozick 1988) que criticaban las utopías igualitaristas (justicia) planteadas por otros filósofos (Rawls 1971). Las utopías no son realizables en la historia, no se encuentran en ningún lugar, pero cuando un grupo las desea y quiere hacerlas realidad, ocurren desastres. Un tipo de comunismo (estalinismo soviético) y de anarcocapitalismo reaccionario-cristiano son intentos muy destructivos. Los años de la Nueva República estuvieron marcados por las correlaciones entre el crecimiento de los grupos pentecostales y neopentecostales (basados en la teología de la prosperidad), carismático-católicos, kardecistas6 y sin religión, movilizaciones políticas de protestas, marchas de carácter religioso y de nuevas identidades sexuales en las calles, crisis políticas y económicas, crecimiento de ideologías individualistas, nuevos medios de comunicación y redes sociales, predominio del capital financiero y resurgimiento del extremismo político-religioso de derecha.

Es importante observar los movimientos de masas en gran parte de la historia de la Nueva República. Ellos empezaron en la década de 1990 y siguieron hasta el año 2019, las manifestaciones con la participación de millones de brasileños llenando las calles y avenidas de las principales ciudades: marchas evangélicas (“Marcha para Jesús”), manifestaciones de homosexuales (“Parada Gay”) y marchas pidiendo la legalización de la marihuana. Todos ellos piden a los poderes públicos y estatales el reconocimiento de su práctica o su identidad y desean influir en estos poderes. Ascendió al primer plano una combinación entre el neoliberalismo económico, la moral cristiana fundamentalista, el individualismo narcisista, el comunitarismo autocentrado de las burbujas digitales y el biopoder negativo (que elimina la vida frágil, pequeña, sin “utilidad” bajo los ojos de una economía insensible). Una disputa entre valores y sensibilidades está presente en el espacio público y se vuelve más amplia con el paso del tiempo. Empezó, y continúa hasta nuestros días, la ocupación de los espacios públicos y del aparato estatal por parte de grupos religiosos cristianos vinculados a una moral reaccionaria (nostalgia del pasado romantizado) y a una teología guerrera-triunfalista (creyentes elegidos por Dios, destinados a la prosperidad material aquí-ahora e inmunes a las enfermedades y dolores, ejército de Cristo).

Estas iglesias poseen un proyecto religioso de país, supuestamente natural y noideológico, pero, en realidad, es un proyecto ideológico (Giumbelli 2015; Diniz 2019). Hoy, las fronteras entre los dos tipos de iglesias se diluyeron (Almeida y Toniol 2018; Mariano 2011). Son iglesias que creen en el poder del Espíritu Santo aquí y ahora: curaciones, milagros, expulsión de demonios, fenómenos extraordinarios, protección divina especial. Los neopentecostales creen en la prosperidad aquí y ahora, diezmos y generosas ofrendas a Dios para obtener bendiciones físicas, económicas, profesionales y amorosas, confesión positiva (“si pido con fe, obtendré las gracias”), la guerra contra el Diablo (exorcismo). Hay un relajamiento relativo de las costumbres (las mujeres pueden maquillarse), mucha inversión de capital en medios de comunicación y redes sociales y un mucho proselitismo en el espacio público y político.

En términos empírico-etnográficos/microsociológicos, la religión evangélica, sus imágenes y cultos asumen múltiples composiciones (étnicas, regionales, raciales, de género), inclusive más próximas a las ideas de justicia e igualdad social. En este caso, la religión es aquello que se hace cotidiana y repetidamente en un proceso de resignificación casi infinito. Pero, en términos estructurales sociohistóricos, no ocurre de esta manera. Hay fuerzas mayoritarias en acción y, actualmente, están en afinidad electiva (imagen weberiana) con el neoliberalismo y su biopolítica y sustentan el gobierno. Las encuestas de opinión más recientes, en el medio evangélico (en torno al 34 % de la población brasileña, equivalente a 42 millones de personas), apuntan que el 45 % de evangélicos sigue apoyando el gobierno del presidente Bolsonaro, a pesar de que los graves problemas socioeconómicos, sociales y sanitarios -antes explicitados- se amplían.7

Campo religioso en Brasil: un breve panorama histórico y social

Desde el punto de vista institucional, el pluralismo legal de las religiones demoró en constituirse en Brasil. Desde el siglo XVI hasta finales del siglo XIX, la Iglesia católica, la colonia (1822) y el imperio (1822-1889) estaban estrechamente asociados.8 Los sincretismos religiosos tuvieron lugar en los márgenes del catolicismo oficial, pero el pluralismo de expresiones religiosas no se institucionalizó (Camurça, 2017). Los pasos decisivos para ampliar el pluralismo religioso institucional se dieron en 1889, con el movimiento cívico-militar que derrocó a la monarquía en 1891 y promulgó la primera constitución republicana. Desde entonces, fue garantizada la libertad de religión y de creencias religiosas (por lo menos a nivel jurídico-formal), se rompió el monopolio de la Iglesia católica e inició la separación entre poder religioso y poder de Estado. Los resultados fueron múltiples: llegaron más iglesias evangélicas de los EE. UU. y de Europa, algunas se adaptaron, crearon profundas raíces y tuvieron un crecimiento significativo. Se institucionalizaron los cultos afrobrasileños (Umbanda, Candomblé) a pesar del fuerte control estatal y policial. Surgieron las religiones esotéricas, del Este y Oriente Medio, muchas de ellas derivadas de la inmigración de judíos, japoneses, chinos, sirio-libaneses, turcos y árabes (el budismo, el hinduismo, el judaísmo, el islam). En Brasil, aparecieron otras versiones del cristianismo (los testigos de Jehová y el espiritismo kardecista) (Teixeira y Menezes 2013).

Sin embargo, más de cien años después de la primera constitución, de acuerdo con datos oficiales del último Censo Nacional, realizado en 2010, por tanto, ya desactualizado, Brasil tiene aproximadamente un 88 % de cristianos, divididos en 64 % de católicos (123,2 millones) y 22 % (46 millones) de evangélicos, distribuidos entre pentecostales, con 60 %, evangélicos de misión, con 18,5 % y evangélicos no determinados (sin denominación fija o preferida) con 21,5 % (Teixeira y Menezes 2013). En la década de 1980, los evangélicos eran solo 6,6 % de la población (Pierucci 1989); ya en la década de 2000, pasaron a representar 15,4 % de la población y, en 2010, alcanzaron 22,2 %. En números absolutos, pasaron de 26,2 millones a 42,3 millones de seguidores (Teixeira y Menezes 2013). Los evangélicos pentecostales y neopentecostales, distribuidos en diversas iglesias, son los grupos religiosos que más crecieron y los que más han ocupado el espacio público, con cientos de políticos elegidos en diversos ámbitos, federal, estatal y municipal (Ortunes, Martinho y Chaia 2019). Una de las más poderosas iglesias pentecostales, la Asamblea de Dios (llegó en 1910), suma más de doce millones de miembros, una de las más difundidas de norte a sur, desde el campo a la ciudad, con muchos políticos conservadores elegidos.

En el censo de 2010, un 12 % de la población (209 millones) que no se declaraban católicos o evangélicos, se distribuían, aproximadamente, entre los que no tienen religión, el cuarto grupo mayor, con 8 % (15 millones) y kardecistas (espiritistas), el quinto grupo más numeroso, con 3 % (3,8 millones) (Teixeira y Menezes 2013). El resto se divide entre otras religiosidades cristianas, con 0,77 % (1 400 000); los testigos de Jehová con 0,76 % (1 300 000); aquellos con religiosidad no específica o múltiple pertenencia con 0,34 % (640 000); los afrobrasileños, con 0,3 % (530 000); budismo con 0,13 % (240 000); las nuevas religiones orientales, con 0,08 % (155 000); los católicos ortodoxos con 0,07 % (130 000); las tradiciones esotéricas, con 0,04 % (74 000); tradiciones indígenas con 0,03 % (63 000); islam, con 0,02 % (35 000) (Teixeira y Menezes 2013). Cuando los datos institucionales se combinan con las variables de género, edad, empleo y educación, tenemos una visión cualitativa del panorama religioso. Con proporciones de 65,5 % para los hombres y 63,8 % para las mujeres, los católicos son, junto con los sin religión (9,7 % para los hombres y 6,4 % para las mujeres), los grupos con más hombres. En los otros grupos, incluyendo los evangélicos, las mujeres son más de 50 %.

La proporción de católicos ha sido mayor entre las personas con más de 40 años; en el grupo de 80 años o más, son 75,2 %. Los kardecistas también tienen más personas en el grupo entre 50 y 59 años. Espiritistas y católicos son, por lo tanto, religiones en proceso de envejecimiento. Entre los evangélicos, los porcentajes más altos están entre los niños (25,8 % en el grupo de 5-9 años) y jóvenes (25,4 % en el grupo de 10 a 14 años); una religión joven y con potencial para crecer todavía mucho más. Cuando se analiza el tema color/raza, las proporciones de los católicos siguen una distribución próxima a la población brasileña en general: el 48,8 % de ellos se declaran de color blanco, 43,0 % mestizos, 6,8 % negro, 1,0 % amarillos y 0,3 % indígenas. Entre los evangélicos, la mayor proporción está en las etnias negras y mestizos (más de 45,7 %). Se observó una mayor presencia de negros en la umbanda y en el candomblé (21,1 %), pero hay una cantidad significativa de blancos (30 %); en el grupo de sin religión, el color/raza negro-morena fue declarada la mayoría (47,1 %). Los datos de color/raza expresan un cambio dentro del panorama religioso brasileño: un gran número de negros (pobres y de la periferia de las ciudades), se convirtieron en evangélicos pentecostales y neopentecostales, y un gran número de blancos urbanos se unieron a las religiones inicialmente étnicas (candomblé), restringidas a los descendientes de los esclavos africanos, pero ahora más universales.

Los espiritistas tienen la mayor proporción de personas con un título universitario (31,5 %) y el menor porcentaje de gente sin educación (1,8 %). Solo el 1,4 % de los espiritistas es analfabeto. Los católicos (6,8 %), los sin religión (6,7 %) y pentecostales (6,2 %) son los grupos con las mayores proporciones de personas de 15 años o más sin educación. En cuanto a la educación primaria incompleta, estos son los tres grupos de religión con la mayor proporción (39,8 %, 39,2 % y 42,3 %, respectivamente). Los católicos y no religiosos poseen el mayor porcentaje de personas de 15 años o más de edad analfabetas (10,6 % y 9,4 %, respectivamente). La distribución de las personas de 10 años o más por ingreso per cápita mostró que el 55,8 % de los católicos está concentrado en el rango de hasta un salario mínimo, actual ingreso mínimo oficial. Los evangélicos pentecostales son el grupo con la mayor proporción de personas con dicha remuneración (63,7 %), seguido por los sin religión (59,2 %). Son, por lo tanto, dos expresiones religiosas profesadas por pobres en los grandes suburbios, trabajadores precarios, informales, con alta vulnerabilidad social. Aun así, las cifras presentadas antes no expresan las docenas de variaciones locales y regionales.9 Para los próximos años, estudios exploratorios apuntan a la erosión del catolicismo (del 64 % para el 44 %), la continuación del crecimiento evangélico (de un 22 % a un 35 %), incluyendo el segmento de evangélicos indeterminados (sin iglesia), el aumento creciente de los sin religión (del 8 % al 15 %), el crecimiento moderado de los testigos de Jehová y de las religiones minoritarias (los musulmanes, los budistas) y la estagnación de los demás grupos religiosos.

El pluralismo de estilos y de creencias frente a estructuras monopolistas

Si tomamos el horizonte de la sensibilidad cultural-religiosa, el panorama religioso cambia. Si la sociedad brasileña es poco plural cuando se compara con otras sociedades desde el punto de vista institucional y numérico (Europa, EE. UU.), hay, por otro lado, una amplia diversidad de formas de experimentar la fe, las creencias y las prácticas dentro y fuera de los grandes o pequeños grupos religiosos. Entre los dos mayores grupos, por ejemplo, los católicos y los evangélicos, hay carismáticos, renovados, conservadores, tradicionalistas, progresistas, liberales, pentecostales, neopentecostales (Camurça 2009, 2011; Silveira 2008, 2019). Sus estilos de liturgia, de la música y de rito cambian mucho en estos segmentos grupales, existen diferencias entre los dirigentes y los dirigidos, entre regiones y ciudades. Entre los afrobrasileños, la mezcla de ritos, historias míticas y las estructuras religiosas es inmensa, así como la búsqueda de herencias y ancestralidades (líneas comunes), bajo la creencia en deidades y entidades espirituales y la comunicación entre lo natural y lo sobrenatural. Pero su organización y acción política, dentro del espacio público y ante el Estado, es fragmentaria en comparación con los evangélicos (federaciones de interés corporativo) y católicos (jerarquía centralizada), aunque no deja de existir.

Las religiones surgidas en la Amazonia a inicios del siglo XX usan ayahuasca, bebida sagrada, psicodélica o enteogénica en su estructura ritual; a su vez, estas expresiones religiosas asumen rasgos católicos, indígenas, kardecistas y afrobrasileños.10 Los sin religión forman una gran masa de personas independientes de instituciones religiosas que realizan varias combinaciones de creencias y prácticas mágico-religiosas y no religiosas. Integran esta masa los ateos y los agnósticos. En el campo oriental están los budistas, islámicos (chiitas y sunitas) y los hindúes, y el campo espiritualista compuesto por los esotéricos, kardecistas y new age, una de las formas de vivir religiosamente más sincréticas, que combina elementos eclécticos de la religión, la cultura y las ciencias, sin fijarse en ninguna en especial. Pero el terreno del cual surgió esta diversidad fue construido por religiones y culturas desarraigadas de su origen o trasplantadas a un mundo abierto: el catolicismo en sus raíces ibéricas, festivo y místico, estructuralmente abierto al sincretismo, y su faceta oficial, rígida y dogmática; las cosmologías indígenas, diversas en su panteón de deidades, ritos y mitos; las expresiones espirituales traídas por millones de africanos, de diferentes grupos étnicos, llevados por la fuerza de sus tierras en África y esclavizados aquí. En la diversidad de matrices religiosas, hay una dimensión transversal formada por el entrelazado y el choque entre raíces espirituales antiguas y nuevas. Muchas ideas y prácticas se propagan más allá de los límites de los grupos religiosos, especialmente si se ofrecen distintos y múltiples servicios mágicos o de sanación (Camurça 2011).

Con el pasar del tiempo, se formaron tres fuerzas transversales. La creencia en el poder de los hechizos y la magia está presente entre los pentecostales, católicos carismáticos y afrobrasileños, los espiritualistas (y otros), religiosidades en constante conflicto, pero al mismo tiempo, en proceso mutuo de préstamos y reinterpretación de elementos específicos. El exorcismo neopentecostal de demonios, por ejemplo, es un rito que se realiza en muchos templos y es transmitido en programas de televisión (y en las redes sociales) y recrea, en términos negativos y desacreditados, diabólicos, la acción de las deidades y entidades afrobrasileñas, presentadas como poderosas (Silva 2015). La fe en el Espíritu Santo, en energías, en los fluidos espirituales, espíritus malos y buenos, encantados, vengadores, vigilantes, invisibles, ángeles, seres demoníacos, fantasmas, espíritus que animan el mundo, las cosas, la fauna, la flora, atraviesa el campo cristiano, se extiende dentro de las religiones afrobrasileñas, orientales, new age, esotéricas, el chamanismo urbano, religiones de ayahuasca, entre otros (Camurça 2009).

Por fin, las creencias en la prosperidad (acá y ahora), la invencibilidad de los creyentes ante los males y la fe en la protección total. Una de las raíces de tales creencias es la teología de la prosperidad, originada en EE. UU. durante los años 1960-1970, esta llegó a Brasil de manos de la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD),11 una de las iglesias brasileñas más transnacionales e híbridas (mezcla de empresa, teatro, templo, conglomerado mediático, político y económico). La IURD adoptó, adaptó y difundió -por medios de comunicación y sus cultos- la teología de la prosperidad que se convirtió en fuerza transversal. Al lado de estas ideas transversales, persiste en la cultura brasileña una mentalidad autoritaria, personalista y patrimonial, originaria de un extenso pasado de esclavitud, más de trescientos años de crueldad, desigualdad religiosa, económica, política, racial y social intensas (Freyre 1977; Holanda 1978; Leite 2017; Schwarcz 2019).

Sin embargo, los resultados de la esclavitud en la época contemporánea son muy distintos. Por una parte, a pesar de su crueldad, se constituyó una convivencia jerárquica y sensual-afectiva y, por otro lado, la democracia y la república no se consolidaron fuertemente (en términos de cultura y de institución en funcionamiento efectivo). Entre las características dejadas por la esclavitud, destaco: el sometimiento a clanes/líderes autocráticos; el afecto autoritario, que enmascara el prejuicio y el racismo; la ciega obediencia a aquellos que ocupan, legal o ilegalmente, posiciones de poder; la desconfianza en relación a las instituciones y los mediadores institucionales (justicia, partidos, universidades, ciencia); la búsqueda por la conexión directa, personal e íntima entre el individuo y el plan superior, espiritual o político, representado por un líder autoritario-populista. El ansia de castigar y encarcelar son dos características persistentes del sistema judicial-penal brasileño y muestran la presencia de rasgos autoritarios en las formaciones políticas (derecha e izquierda) y religiosas (Karam 1996, 2006).

Esta mentalidad autoritaria está presente con mayor o menor fuerza en las religiones y en las estructuras políticas actuales (derecha o izquierda), atraviesa de alto a bajo las clases sociales, los géneros, las geografías, las asociaciones religiosas y se une al contexto contemporáneo, caracterizado por la búsqueda ansiosa por el espectáculo en los medios de comunicación y en las redes sociales y el surgimiento de la posverdad (la adhesión por el aplauso de los seguidores en redes sociales), el biopoder y la biopolítica neoliberal (como la actual forma de gestión de la vida social). En la mentalidad popular, la idea de ‘justicia directa’, no mediada, es intensa y combina con la poderosa sensación de injusticia de los pobres y marginados frente a las desigualdades sociales y económicas que se mantienen, a pesar de algunos cambios positivos.

Por otro lado, el resentimiento de parte de las élites económicas y políticas frente al avance de la igualdad social, religiosa, política, económica y sexual,12 fue intenso y constituyó uno de los elementos que llevaron a la extrema derecha al poder (Schwarcz 2019). En los últimos años, estos sentimientos se han entrelazado con la imagen de un presidente vigilante o demiurgo que, por arte de magia, cancela injusticias sociales, restaura jerarquías nostálgicas o se convierte en espejo de (y para) las masas autoritarias. Los valores autoritarios/vengativos prosperan en sociedades profundamente injustas/desiguales (como es el caso de la sociedad brasileña) y se encajan con la idea de mesías, salvador, liberador, que muchas expresiones religiosas populares cultivan, donde se fomenta la idea de sumisión (el rebaño complaciente y el pastor). La intolerancia religiosa, uno de los resultados de la esclavitud, afectó más profundamente a las religiones afrobrasileñas, aunque también perjudicó las expresiones religiosas católicas, evangélicas y musulmanas. Los registros de destrucción de lugares y objetos de culto, agresiones físicas, verbales y virtuales a los miembros de las religiones afrobrasileñas aumentaron demasiado los últimos años, especialmente durante y después de las elecciones presidenciales de 2018 (Mello 2019). Todo esto obstaculiza el buen funcionamiento de las instituciones republicanas duraderas y promueve una cultura político-religiosa reaccionaria, en contra de una cultura democrático-participativa.

El contexto sociopolítico y el panorama religioso

Para entender la relación entre el contexto sociopolítico y el pluralismo religioso, propongo la hipótesis de la formación de dos grandes topografías simbólico-socio-religiosas organizadoras de la relación entre las religiones y la esfera pública brasileña, afectadas hoy por el biopoder, la posverdad y la biopolítica. También debemos tener en cuenta las dinámicas de las clases sociales, las capitalistas productivas y financieras, las medias, las trabajadoras y las bajas (los empleados, los informales, los desempleados), respetándose sus mentalidades y divisiones internas. Las clases sociales no se limitan a estas topografías, sin embargo, tienen más o menos afinidades con ellas.

La primera, más vulnerable a la posverdad, el biopoder, en sentido negativo, agrupa los valores, las ideas y prácticas que sacralizan o naturalizan la existencia de jerarquías (social, económica, religiosa), le dan primacía al individuo y sus experiencias emocionales y personales (el antiintelectualismo, menospreciando la ciencia, los conceptos rigurosos, los raciocinios deductivos o inductivos aprendidos en la escuela/ universidad), la rebeldía infantil-reaccionaria y la creencia alucinatoria en el comunismo y en las conspiraciones internacionales; privilegian la fuerte represión a las drogas no legalizadas, se manifiestan contra el aborto, la liberación de las costumbres sexuales y las políticas de identidad, en particular, las de género y raza, se posicionan a favor de la moral restringida y controlada, el castigo extremo, las prisiones en masa y el neoliberalismo económico o el anarco-capitalismo.

Los elementos de esta topografía semántica chocan entre sí, por ejemplo, grupos que defienden el neoliberalismo económico (racional, más empresas, Estado mínimo, pero organizado) y grupos que defienden el anarcocapitalismo brasileño. Los rasgos constitutivos de esta línea topográfica pueden variar de un liberalismo conservador con moderada tolerancia a las diferencias y al pluralismo religioso, sexual y político, hasta el anarco-fascismo, con la intolerancia extrema al pluralismo religioso, la sexualidad/género y raza.

La segunda topografía reúne los valores, las ideas y las prácticas defensoras de las políticas de igualdad y justicia social, de separación entre el Estado y las iglesias, los derechos reproductivos femeninos, la despenalización del aborto y las drogas no legalizadas, la libertad individual bajo la preeminencia de la solidaridad social, de la no condenación penal (crítica a la amplia utilización de las penas represivas/punitivas y a las penitenciarías), los derechos de los pueblos originarios, los negros y de la población LGBTQIA+13, la oposición a la censura estatal y los controles morales. Los rasgos de esta topología van desde la socialdemocracia clásica, pasando por el anarquismo libertario de izquierda (en contra el libertarismo de derecha), hacia el comunismo reciclado. Esta topografía, aunque desee la igualdad social, no es invulnerable a la posverdad y el biopoder negativo, y hoy se encuentra atrapada en el identitarismo, es decir, la exaltación de identidades particulares (celebración identitaria por sí misma) y la desconexión con el todo y las banderas de justicia social universal (Pierucci, 1990). La defensa de los derechos de minorías y grupos sociales fragilizados es distinta.

La relación entre las dos grandes topografías es ambigua: existieron intentos de relación entre los grupos antagónicos que las componen, especialmente durante las elecciones presidenciales de la Nueva República (1985-2018). Las izquierdas, los evangélicos y los carismáticos católicos alternaron sospechas, acusaciones y relaciones de alianzas (hay grupos o colectivos, especialmente en las redes sociales, llamados de progresistas, feministas y LGBTQIA+) (evangélicos, kardecistas y otros). Los segmentos religiosos reaccionarios y los grupos de derecha y extrema-derecha poseen una relación de profunda intimidad (un vínculo). Esta relación perdió espacio y era frágil políticamente, pero ese vínculo de mentalidad se volvió más fuerte entre los años 2010-2020.14 En las elecciones presidenciales de 1989, 1994, 1998, 2002 y 2006, la agenda moral-religiosa fue evidente, pero surgió con más fuerza desde 2010. La bandera antiaborto y antigay (valiosa para los grupos religiosos reaccionarios), nunca dejó de estar presente y fue desplegada contra los candidatos de centroizquierda y de izquierda. En las elecciones presidenciales entre 2002 y 2014, la izquierda institucional constituyó una alianza con ciertos segmentos evangélicos (los más mediáticos y poderosos económicamente) por diversos motivos: interés en el poder de sumar votos, asegurar la futura gobernabilidad. Los grupos religiosos cristianos reaccionarios, en general, forman una inmensa masa de votantes, votan y reciben votos, están organizados institucionalmente y pasan a tener poder social y en los medios de comunicación (Almeida 2019).

No obstante, después del 2002, la izquierda gubernista colocó en un segundo plano la reforma agraria extrema, la despenalización del aborto y de las drogas, la rediscusión de la deuda pública, los impuestos al capital financiero globalizado, las políticas de derechos reproductivos, la inversión masiva en educación y salud pública, la democratización y el control público de la estructura estatal, las políticas de seguridad pública no punitivas y políticas de despenalización de drogas (Karam 1996, 2006). El capital financiero-especulativo monopolizó el horizonte social y económico desde los años 1980, y más aún desde 1999, con el retiro de los controles previstos en la Constitución (Carvalho 2018; Dawbor 2017). Cuando volvemos a los inicios de 1980, final de la dictadura militar (1964-1985), cuando nació el PT, veremos un cambio gradual en su agenda inicial de valores y luchas. El partido formado por destacados intelectuales, obreros, campesinos, artistas, religiosos católicos y evangélicos relacionados al movimiento de la Teología de Liberación y las CEB (Comunidades Eclesiales de Base), retrocedió ante los compromisos políticos, económicos y religiosos asumidos a partir de 2002, cuando el partido ganó la elección presidencial (Lula da Silva).

En ese momento, ya había una alianza informal con muchos sectores evangélicos y carismáticos católicos, casi los mismos que siguen dando apoyo al presidente Bolsonaro y a sus acciones en general. Antes de las elecciones, el expresidente escribió la “Carta a los Brasileños”, una carta de compromiso y acomodación con el statu quo del capitalismo financiero-especulativo neoliberal, proponiendo la conciliación entre las clases sociales y los poderosos grupos religiosos reaccionarios, a pesar de que buscar la igualdad y la justicia social (Carvalho 2018; Dawbor 2017). Este ascenso neoliberal nunca fue revertido en Brasil y, ahora, sigue en fuerte conexión con el poder de la gestión de la vida útil (biopoder/ biopolítica), las vidas no desechables, las que merecen vivir: las más fuertes, “puede más quién llora menos” (el libertarismo de extrema-derecha); pero el proceso neoliberal profundiza las desigualdades sociales y políticas. Así, en julio de 201415 y en septiembre de 2019,16 en São Paulo, la mayor ciudad de Brasil, con 12 millones de habitantes, ocurrieron dos escenas emblemáticas en el templo de Salomón (IURD), supuesta réplica del monumento judío en honor al legendario rey y sabio hebreo, un espacio religioso y turístico gigante con capacidad para más o menos diez mil personas. La primera escena demostró la profunda relación entre el mainstream político y el mundo cristiano evangélico conservador. En la parte más importante de la construcción, estaban los principales partidos políticos del Congreso Nacional, la presidenta Dilma Rousseff, junto al obispo Macedo, máximo líder de la IURD, el vicepresidente, el gobernador y el alcalde del Estado y la ciudad de São Paulo, algunos ministros, poderosos hombres de negocios, diputados y senadores.17

La segunda escena consagró la disolución de las fronteras entre el estado laico y la religión: presente en un culto lleno de fieles, acompañado por pocas autoridades, el presidente Bolsonaro fue llamado al altar, se colocó de rodillas y recibió, de las manos del obispo Macedo, una bendición con aceite de oliva. La IURD , y otras iglesias neopentecostales, ha defendido la felicidad material en este mundo a través de generosas donaciones y diezmos a los pastores, culpabiliza al diablo por el sufrimiento, la enfermedad y la pobreza, y recomienda su expulsión en rituales de exorcismo. La ideología religiosa “iurdiana” (de la IURD) está en sintonía con los valores del neoliberalismo económico, exalta al individuo narcisista y su seguridad intuitiva absoluta (antiintelectual y anticiencia). Su estilo, creencias, modos de organización y su mentalidad han sido ampliamente imitados por muchas iglesias y grupos religiosos no-cristianos.

Después de acumular capital social y económico durante los años 1980-1990, la IURD ha asumido mayor participación en la esfera pública y en la formación de algunos partidos políticos y, desde 2002, se encuentra dentro del aparato del poder gubernamental. En 2007, el presidente Lula da Silva estaba al lado del obispo Macedo, máximo líder de la IURD, durante la apertura del canal de TV Record News, una de las joyas de la corona religiosa del líder neo-pentecostal. La idea política era contraponerse a la Red Globo, uno de los mayores conglomerados de medios de comunicación, vista como actuante desde las elecciones de 1989, durante las cuales, fue acusada de manipulación. La sucesora del presidente Lula da Silva, Dilma Rousseff aumentó las alianzas con líderes cristianos ultraconservadores, por ejemplo, con los pastores de las Asambleas de Dios y con el dueño y los obispos de la IURD.

La aproximación entre los gobiernos de izquierda de Brasil y el campo conservador-reaccionario cristiano tuvo dos importantes consecuencias que han desequilibrado el pluralismo religioso y contribuido para un cambio favorable a la extrema-derecha en el actual contexto sociopolítico. En primer lugar, el debilitamiento de las banderas históricas libertarias de la izquierda. Las iglesias evangélicas conservadoras-reaccionarias fueron llevadas al poder estatal y se abrió un largo camino para las ideologías religiosas antilaicas y anarcocapitalistas, que llegaron al corazón del poder político-estatal después de las elecciones presidenciales/ provinciales de 2018. Los dos grupos -uno político y otro religioso- se utilizaron uno al otro por razones instrumentales e ideológicas. En segundo lugar, se dio poca importancia a líderes cristianos menos conservadores y más próximos de una visión socialdemócrata o libertario-socialista. La ambigüedad del Estado laico brasileño permite una relación indirecta entre el aparato del Estado y las iglesias evangélicas en cuestiones importantes: la propiedad de radios y canales de televisión (concesiones estatales a la empresa privada), la compra de espacio en los medios para la exposición de los programas religiosos, las posiciones en la estructura burocrática estatal, el apoyo del Estado a grupos de atención a toxicómanos relacionados a las iglesias etc.

Los grupos religiosos en el contexto sociopolítico y el ambiente religioso

La Iglesia católica, al perder influencia política y social al inicio de la República brasileña, se reorganizó para intentar recuperarla en varios momentos históricos, en los años 1930, en el periodo de la dictadura militar (1964-1985) y, por último, durante la Nueva República (1985 a 2018). Sin embargo, esta sigue dividida entre dos corrientes: una reaccionaria-conservadora, que idealiza un pasado supuestamente glorioso de cristianismo oficial (no-popular) y defiende ideas moralistas restringidas; y otra moderada y social, que se equilibra entre las nuevas exigencias de identidad moderna y postmoderna, la idea del Evangelio social (lucha por la justicia social y por los pobres y condenados de la tierra y de las ciudades, dentro de los principios religiosos de amor y perdón. En este sentido, el papado de Francisco ha sido un punto de inflexión, favoreciendo la corriente católica que lucha por tolerancia religiosa, paz, justicia social y medio ambiente. Entre los dos grupos, hay una gama de mentalidades que va del reaccionarismo templario al catolicismo social-liberador, abriendo espacio para grupos místicos, mágicos (la renovación carismática católica). La teología de la liberación y las comunidades eclesiales de base (CEBs), que surgieron en la década de 1960, forman un importante movimiento católico que trabaja en el campo de los derechos humanos, sociales e indígenas, aunque, durante la década del 2000 en adelante, no tuvo una fuerte presencia en las redes sociales ni en el parlamento. Tuvieron un papel fundamental, junto a otros grupos, en la formación del PT, uno de los más influyentes partidos de izquierda de América Latina. Los recientes grupos ultraconservadores católicos (Heraldos del Evangelio) y más antiguos (TFP-Tradición, Familia y Propiedad) tienen una fuerte, pero discreta, presencia en el espacio público y quieren restaurar el “viejo orden social” (idealizado) y dar apoyo al gobierno de Jair Bolsonaro. Estos grupos están presentes en las puertas del palacio presidencial y defienden agresivamente el bolsonarismo en las redes sociales, pero son minoritarios entre la jerarquía y la membresía católica.

La renovación carismática católica nació a finales de 1960 entre las clases medias universitarias estadounidenses y llegó a Brasil a principios de 1970. Inicialmente, se comprometió con cuestiones espirituales, dirigidas al interior subjetivo del individuo. Poco a poco, cuando la moral bíblica reaccionaria ganó terreno, se acomodó dentro del juego político y desde finales de 1990, asumió el conservadurismo religioso, uniéndose a evangélicos conservadores, cuando estaban involucradas cuestiones relacionadas con el aborto y la restricción moral. Así, se constituyeron como uno de los movimientos más poderosos, con millones de fieles y simpatizantes, tiene una fuerte presencia entre los medios de comunicación y en las redes sociales. Una de las comunidades carismáticas más poderosas, Canción Nueva, por el estado de São Paulo, eligió en 2014 y 2018 como diputado federal a un cantante, predicador de televisión e influyente digital carismático. La Iglesia trató de establecer un control sobre la renovación carismática católica por causa de sus rasgos pentecostales/autonomistas (suavizados con el tiempo). El movimiento creó instancias internas (el Ministerio Fe y Política para orientar su actuación pública) y usar la estructura eclesial católica con la finalidad de elegir para el Congreso Nacional y los ayuntamientos, representantes comprometidos con sus exigencias político-morales.

Las iglesias históricas (luteranas, presbiterianas), las de misión (bautistas, metodistas), las pentecostales (Asamblea de Dios) y las neopentecostales (la Iglesia Universal del Reino de Dios) constituyen la mayoría del campo evangélico hoy. Con el tiempo, desde su surgimiento en Brasil (1808), los evangélicos se reunieron en varias iglesias,18 formaron un grupo político que creció y dejó las viejas ‘teologías’ de santidad y sacrificio (menos políticas, más espirituales, pacifistas y ascéticas) y adoptó nuevas ‘teologías’ más terrenas y triunfalistas (más políticas, hedonistas, gnósticas, materiales y agresivas). En 1986, en la primera elección para diputados y senadores (el Congreso Nacional que formuló la Carta Constitucional de 1988), tenían 18 representantes, muchos de ellos pentecostales.

En 2019, la suma de los diputados y senadores que constituyen el grupo parlamentario evangélico en el Congreso Nacional llegó a 91 políticos elegidos, 84 diputados y 7 senadores, en un universo de 594 congresistas (513 en la Cámara y 81 en el Senado) (Anjos 2019). En porcentajes totales, más del 15 % de los políticos elegidos participan en expresiones religiosas evangélicas consideradas muy conservadoras. Si añadimos a este grupo los políticos católicos conservadores-carismáticos, aproximadamente 10 diputados, tenemos que más del 20 % del Congreso es cristiano-conservador-reaccionario (en el período legislativo 2018-2022). El campo cristiano reaccionario históricamente se ha inclinado por una alianza con la derecha neoliberal o por el conflicto entre los liberales y a la izquierda.

Los kardecistas actúan discretamente, no toman la identidad religiosa en el ámbito electoral y en el Parlamento, al igual que los cristianos reaccionarios (católicos y protestantes), pero tienen una mayor representación que otras expresiones minoritarias. En las elecciones del 2018, y durante el 2019 y el 2020, tomaron partido por el presidente Bolsonaro y apoyaron su agenda, pero hubo muchos conflictos con los otros segmentos kardecistas más sintonizados con la agenda social y con la defensa de las minorías (sexuales, pueblos originarios, negros). Finalmente, las demás religiones tienen poca o ninguna representación partidaria y política y se aproximan a la agenda sociopolítica, a veces, de acuerdo con los preceptos religiosos internos o con las ideas generales de derecha o de izquierda. Las expresiones religiosas minoritarias acompañaron el proceso de alianza entre los grupos cristianos reaccionarios y el Estado brasileño, aunque tengan más problemas (poco capital económico-social, la intolerancia religiosa). Las religiones afrobrasileñas poseen pocos representantes en el Congreso Nacional, directa o indirectamente vinculados a la lucha contra la intolerancia y el racismo religioso y por la expansión de políticas sociales de inclusión social/étnica.

Las elecciones presidenciales de 2018 y el ambiente político-religioso

Durante las elecciones presidenciales de 2018, los grupos de candidatos se dividieron entre el centro, derecha e izquierda, pero solo dos candidatos pasaron a la segunda vuelta, Jair Bolsonaro y Fernando Haddad, que representaban aproximadamente las dos topografías sociorreligiosas descritas en este texto, la cristiano-anarco-neoliberal-reaccionaria y la social-plural-laica-libertaria. La campaña electoral fue muy tumultuada,19 por lo que solo comentaré algunos aspectos. Fueron contabilizados, aproximadamente, 104 838 000 votos válidos, excluyendo los nulos, las abstenciones y los en blanco, que sumaron más de 35 millones. Los siguientes números son aproximativos y consideran cada segmento religioso por separado.

Los votos católicos para el candidato de la extrema derecha neoliberal-anarco-cristiana totalizaron 51 % (29 794 000); los evangélicos, 69 % (21 595 000); el 30 % de los afrobrasileños (312 000); los espíritas, 55 % (1 721 000); otras religiones, 68 % (709 000); los sin religión, 45 % (3 286 000), y los ateos/agnóstico, 36 % (375 000) (Diniz 2019).

Los votos católicos para el candidato de izquierda social-laica-plural totalizaron 45 % (29 630 000); los evangélicos, 31 % (10 042 000); los afrobrasileños, 70 % (755 000); los espíritas, 45 % (1 457 000); otras religiones, 32 % (345 000); los sin-religión, 55 % (4 157 000); los ateos/agnóstico, 64 % (691 000) (Diniz 2019). En todos los segmentos religiosos, Jair Bolsonaro tuvo al menos el 30 % de los votos. Son cifras impresionantes si se tiene en cuenta que el candidato fundamentalista siempre representó un discurso reaccionario, homofóbico, violento, lleno de prejuicios raciales y de desprecio por la igualdad social, exaltando la dictadura militar (1964-1985). Pero el presidente no obtuvo la mayoría de los votos totales (los validados y los inválidos), porque la suma de los votos nulos, blancos, abstenciones y los votos del opositor electoral (Partido de los Trabajadores) fue mucho mayor.

Los líderes católicos reaccionarios, evangélicos y carismáticos, cambiaron el antiguo pacto de paz con la izquierda por un portavoz ideológico puro, según sus visiones, Jair Bolsonaro, y por un proyecto de poder específico, una nación cristiana (a su propio modo). Durante la campaña, el presidente autoritario participó en cultos religiosos y recibió de sus líderes la imposición de manos, un símbolo de unción divina. Después de asumir la presidencia, asistió a diversos eventos religiosos, entre ellos, uno de los más grandes eventos evangélicos, la “Marcha por Jesús”, realizado en la ciudad de São Paulo, que reunió en 2019, entre dos y tres millones de fieles en un importante festivo católico, el Corpus Christi. Entre los ministros y funcionarios de segundo y tercer nivel del actual Poder Ejecutivo reaccionario-autoritario, están presentes pastores y pastoras vinculados a diversas iglesias, todos ellos de topografía extremamente moralista-conservadora, conjugado con elementos mágico-irracional.

Involucrada en numerosas polémicas, en 2020, la ministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos, Damares Alves, pastora evangélica, propuso la abstinencia sexual para combatir las infecciones de transmisión sexual (el SIDA) y su ministerio es investigado por el Ministerio Público Federal, un brazo autónomo del poder investigativo estatal. La santidad cristiana reaccionaria, en el discurso y vivencia de algunos grupos carismáticos y evangélicos pentecostales, implica una guerra santa sin fin contra las pluralidades de vidas y valores -en especial las de las minorías religiosas, sexuales, étnicas y sociales-, enfatizando un valor absoluto idealizado o de una supuesta vida cristiana moralmente ordenada y fuera de la cual otros valores y modos son peligrosos, ilegales y no legitimados. Los grupos reaccionarios salieron a las calles en las grandes y medianas ciudades en Brasil para apoyar al gobierno extremista en 2019-2020 y 2021, pero en números bastante variables. Grupos evangélicos fueron vistos con Biblias y grupos católicos rezando frente a imágenes de la Virgen de Fátima, pidiendo bendiciones para el Gobierno, la liberación del “comunismo” y de las armas, la reforma de la previdencia, la prohibición del aborto y del matrimonio homosexual, el cierre del Congreso Nacional y de la Corte Suprema de Justicia.

Es bueno recordar que la fuerza anticomunista en las campañas electorales para el gobierno brasileño es antigua y nos remonta a los años de 1930 y 1960, pero reapareció reciclada contagiando a grandes grupos religiosos cristianos y no cristianos, y cubriendo con una etiqueta despectiva, los rasgos más heterogéneos, es decir, desde la defensa del medio ambiente, los derechos de las minorías (LGBTQIA+, indios, negros, mujeres), la izquierda, los secularistas, los que defienden la despenalización de las drogas, el aborto, el abolicionismo penal, hasta todos aquellos que se oponen a los planes presidenciales. Una “guerra santa” en abierta contradicción con el carácter sincrético de nuestras matrices culturales se instaló en el campo religioso brasileño (Camurça 2009). Hay un fuerte temor frente a una “revancha religiosa” (Romano 2019).

Las ideas vinculadas a la topografía cristiana-anarcocapitalista se han ampliado y entraron en el campo de las religiones, reuniendo una parte de los católicos, evangélicos, kardecistas, afrobrasileños, budistas, religiones orientales, musulmanes; atravesaron variables como género, edad, raza y dieron más espacio a rasgos de la guerra cultural:20 el antiintelectualismo, la posverdad y la pospolítica, bajo el biopoder. En pocas palabras, las bases del nuevo poder fundamentalista político-religioso-económico brasileño están ancladas en cinco grandes grupos: los familiares/gurú espiritual,21 los militares, los neoliberales, los evangélicos pentecostales y neopentecostales/carismáticos católicos y la parte política del poder judicial. Existen conflictos internos y externos en los diversos agrupamientos de sustentación, por ejemplo, entre el ejército (que se considera una institución de Estado, superior a los propios gobiernos) y los militares que ocupan puestos ministeriales, o entre los neoliberales racionales y los grupos religiosos anclados en la posverdad y la pospolítica; pero es un hecho que la constelación de factores que llevó al poder al presidente y sus grupos está en permanente conflicto y no se repetirá (la historia no se repite) en las próximas elecciones.

En ambientes de rápidos cambios sociales, culturales, tecnológicos y económicos, las expresiones religiosas (especialmente, las expresiones reaccionarias), que no son estructuras eternas y necesarias, se ven obligadas a moverse en tres direcciones: la fabricación de justificativas para su propia existencia, el ataque a posiciones contrarias y el cultivo de un comunitarismo cerrado, autorreferencial (una burbuja). Los grupos religiosos y no religiosos frustrados con los cambios y las crisis desarrollan un sentimiento de pérdida del mundo o de pérdida de un mundo que imaginaban que era puro y verdadero, la expresión de lo universal y la voluntad divina. La inseguridad existencial se convierte en celebración orgullosa de un pasado idealizado y justificado, el único verdadero, según esos grupos, y se cambia en una celebración orgullosa de aspectos irracionales (el antiintelectualismo, el pensamiento mágico, la sumisión a una autoridad religiosa). Existe una fuerte insatisfacción con el desempeño de las instituciones republicanas (Barbosa 2019).

La encuesta de opinión Barómetro de las Américas (LAPOP), realizada en toda América, identificó que en Brasil, en 2008, el 19 % de los votantes de izquierda y el 15 % de los votantes de derecha estaban a favor del cierre de la Corte Suprema de Justicia por el Presidente en caso de dificultades (Barbosa 2019). En el 2019, el 42 % de los votantes de derecha y el 35 % de la izquierda tenían posición favorable al cierre de la Corte Suprema. Del total de electores, el 39 % se colocan a la derecha, el nivel más alto desde 2006, y los que se dicen de izquierda eran el 28 %, una disminución con respecto a 2017, cuando era un 39 % (Barbosa 2019). El 33 % se definieron votantes de centro o no respondieron la encuesta. Toma poder el reaccionarismo político-religioso que ocupa espacios políticos y sociales en amplia escala, a partir de la utilización de instrumentos modernos (los medios de comunicación y redes sociales).

En la semántica de los grupos neoliberal-cristiano-anarco-capitalistas que ocupan el Gobierno, las complejidades de los pesos y contrapesos del sistema democrático y republicano (el Estado de derecho y sus instituciones), la oposición política, los movimientos sociales, feministas, los negros, los estudiantes, los pueblos originarios, los sindicatos, el Congreso Nacional, la actuación del poder judicial, en fin, todo el complejo sistema de una sociedad democrática y republicana se reduce a un lenguaje simplista y mágico que exalta la figura del salvador absoluto y atribuye a plagas, las malas acciones, las conspiraciones, los fracasos y retrocesos sociales, políticos y económicos. Así, se formó un fenómeno político-religioso, el bolsonarismo22, una mezcla fundamentalista de religión, política y subjetividad anarcocapitalista que actúa en las calles y en las redes, a partir de dos formas de acción: la espontánea y la inducida.

En la primera, está claro que las creencias políticas y religiosas facilitan la narrativa de la violencia antisistema, y en la segunda, se identifican los grupos sociales, económicos y políticos que actúan para sostener el proyecto anarco-cristiano-reaccionario. El segmento evangélico -muchas iglesias pentecosta-les y neopentecostales grandes y pequeñas, sus líderes y sus fieles- siguen dando un fuerte apoyo al presidente actual y él participó en cultos y reuniones religiosas. En las puertas del Palacio presidencial, en Brasilia, la capital brasileña, se han formado dos “corrales”, uno para la prensa (tratada agresivamente, acusada de conspiración) y otro para los apoyadores, muchas veces religiosos (evangélicos, carismáticos católicos), que cantan, rezan y hacen oraciones.

El no-futuro bolsonarista: el palacio presidencial y el COVID-19

A partir del análisis de la relación entre el pluralismo religioso y el contexto sociopolítico actual brasileño, la crisis del COVID-19 o coronavirus, surgido en el corazón de capitalismo-estatal salvaje de la China (Agamben et al. 2020). El COVID-19 es un síndrome respiratorio muy contagioso, potencialmente mortal, que se convirtió en una de las más poderosas sindemias, concepto más correcto para comprender una enfermedad biopolítica y social (Orton 2020; Singer 2009). Las sindemias se originan en el avance del capitalismo descontrolado, financiero, salvaje, sobre el medioambiente y sus devastaciones sociales, de salud, económicas y culturales. El COVID-19 golpeó fuertemente a muchos países (Italia, Ecuador, España, India, EE. UU.), llegó a Brasil entre los meses de febrero y marzo de 2020, se extendió rápidamente y provocó reacciones distintas entre el presidente, los gobernadores y políticos, las religiones y las clases sociales. Un exmilitar, jubilado de las Fuerzas Armadas por insubordinación, se convirtió, ante los ojos de una amplia masa de religiosos, en un guerrero de Dios, protegido y victorioso. Una parte de la población brasileña lo ve como alguien que derrota el statu quo sociopolítico-cultural-económico-legal, un supuesto sistema perverso que impone directrices libera-les-progresistas (aborto, matrimonio homosexual, demarcación de las tierras indígenas) y que provoca una mayor corrupción. Satanás/Diablo -o el ‘sistema’-intentó/intenta hacerle daño al ungido de Dios, como lo expresa este lenguaje religioso que se divulga en el espacio público y político.

En su primer discurso después de ser elegido presidente, Bolsonaro rezó con los pastores, citó a Dios varias veces y dijo que el lema de la campaña se inspiró en la Santa Biblia. Entre los más recientes actos religioso-civiles, tuvimos la mayor novedad en la historia republicana brasileña: de rodillas, el presidente fue ungido por el obispo Macedo. Así sigue hasta hoy, en medio a la creciente mortandad intencional del COVID-19. El presidente continúa en estrecho contacto con líderes y con iglesias evangélicas: IURD, Asambleas de Dios (el mayor grupo pentecostal), iglesias neopentecostales, segmentos católicos conservadores-reaccionarios y segmentos reaccionarios kardecistas, orientalistas y afrobrasileños. Cautivado por este medio cultural mágico-religioso, el presidente Jair Bolsonaro se considera ungido de una misión divina: recristianizar el Brasil y, así, evitar que el comunismo --una etiqueta muy amplia, pues todos los que se oponen y critican son comunistas, liberales, izquierdas, centro, iglesias o grupos religiosos críticos- retome el poder.

El vínculo entre el evangelismo reaccionario, el orden neoliberal y el biopoder se configura, al menos en este momento, por afinidad ideológica y por las necesidades instrumentales políticas, a pesar de la existencia de contradicciones. Es importante preguntar quiénes son los evangélicos, cuáles son sus diferencias internas, qué piensan sobre el modelo económico, la crisis de salud y por cuál motivo dan apoyo a un presidente lleno de posverdad, ideas y acciones biopolíticas negativas y anarcocapitalistas. Los segmentos cristianos y no cristianos reaccionarios forman parte de una totalidad social, pero se sienten los portavoces de un imperativo absoluto que debe ser seguido por todos y por toda la sociedad.23 La crisis de los modelos universales generó una disputa por el valor de lo que sería la totalidad más legítima y real. Lo que es universal pasa a ser cuestionado, los derechos humanos, las libertades sexuales, por ejemplo.

También tenemos la intersección de estos fenómenos que, por su vez, interactúan con movimientos contradictorios (cómo la desvinculación religiosa u oposición religiosa institucional) y la búsqueda de una renovación en la identidad colectiva de la comunidad de grupos cerrados; la valoración de las experiencias afectivas, directas e individuales; la apreciación del cuerpo y los sentidos en celebraciones colectivas; el narcisismo egoísta mezclado con la ideología del individuo como única fórmula para el éxito o el fracaso en la sociedad. La superindividualización está relacionada con el movimiento del espectáculo y la producción de masas heterogéneas, atomizadas y fragmentadas de individuos que se reagrupan según ideologías e intereses más o menos sólidos (las burbujas). Las redes sociales participan de este proceso y se convierten en plataforma para diversas funciones político-religiosas de la religión bolsonarista, especialmente, hacer y mantener la guerra político-ideológica (Almeida y Toniol 2018).

Los grupos fundamentalistas tienen necesidad de una guerra ideológica constante para mantenerse unidos bajo una voz, la del jefe político-religioso y su grupo (que recluta ejércitos digitales, asalariados o espontáneos, para persecución política de adversarios). Toma fuerza, nuevamente, la idea de que las congregaciones religiosas y el poder estatal forman parte de un mismo cuerpo (Romano 2019). Por eso, las redes sociales son su plataforma más importante a partir de la cual desean permanecer unidos y en campaña contra las fuerzas de un supuesto comunismo cultural (Pitombo 2019). Se compara la actuación del reaccionarismo bolsonarista con una red digital que da vueltas alrededor de una guerra infinita: controversias constantes, estricta lealtad a la dirección reaccionaria (Pitombo 2019).

Son una amenaza para todos los avances constitucionales brasileños en las áreas de derechos humanos, derechos sociales (el sistema estatal-público y universal de salud, el sistema de seguridad social), derechos de la mujer, de los LGBTQIA+, de los negros, del medio ambiente, los derechos laborales y de seguridad social, entre muchos otros. Pero, en esas plataformas digitales, también acontece la reacción crítica a la religión bolsonarista: hay fuerte actuación de grupos religiosos (como Católicas por el Derecho a Decidir, evangélicos defensores del Estado de Derecho, kardecistas de izquierda, afrobra-sileños críticos y progresistas) y no religiosos (los independientes críticos, las distintas izquierdas, los laicistas y secularistas, los feministas, los LGBTQIA+). Toda esa constelación de actores y sujetos busca ampliar la visibilidad del pluralismo religioso, sexual y cultural, empoderando minorías sociales, raciales, sexuales para así mantener viva la llama de las ideas igualitaristas, socio-libertarias y una biopolítica positiva.

Los enfrentamientos entre la religión bolsonarista y las estructuras republicanas tradicionales (y los grupos de la derecha racional, del centro y de las izquierdas), se volvieron más dramáticos con la llegada del nuevo coronavirus. El presidente y los grupos más radicales que lo apoyan (algunos empresarios, familias abastadas que salen a las calles en tiempos de sindemia, las iglesias neopentecostales/pentecostales, las milicias armadas), quieren medidas de salud pública menos restrictivas (cuarentena solo para los grupos más frágiles ante el COVID-19, poco aislamiento social). El presidente Bolsonaro pronunció discursos oficiales en cadena nacional de comunicación contrarios a las recomendaciones de la Organización Mundial de Salud (OMS) y de los organismos nacionales de salud, reunió multitudes en sus manifestaciones (contacto físico con sus apoyadores), se negó a mostrar sus exámenes de coronavirus, no utiliza máscaras de protección ni sigue las recomendaciones médicas.

Hubo posiciones distintas entre los grupos religiosos: los católicos apoyan más la cuarentena horizontal y sus defensores (los gobernadores y alcaldes), las recomendaciones médicas y científicas (mascarillas, limpieza de manos), y están más arrepentidos de haber votado en Bolsonaro (en este caso, 22 %) (Prandi, Paulino y Janoni 2019). Los evangélicos apoyan más al presidente y sus discursos en favor de la apertura del comercio, en contra de una cuarentena más rigurosa y están, comparados a los católicos, menos decepcionados con el voto dado al presidente (en este caso, 12 %) (Prandi, Paulino y Janoni 2019). Para la religión bolsonarista, las pérdidas de vidas son relativas y justificables, en nombre de la economía y de la continuidad. Las vidas no-útiles, según la visión de Aganbem (2020), son la vida de los trabajadores manuales y de servicios básicos, la vida de los ancianos, de los pueblos originarios. Así, el discurso biopolítico anuncia: es necesario seguir de frente, retomar el funcionamiento del capitalismo financiero.

Por eso no se vislumbra un golpe militar en el futuro próximo, entre otras razones, por el capitalismo financiero, las élites financieras y empresariales y rurales dan sustentación, la mayoría del Congreso Nacional es de derecha-conservadora (aprobó las acciones/ideas económicas neoliberales), el ejército se somete al presidente (quien es visto como su comandante supremo). El proceso de impeachment (en el Congreso Nacional) o una acción jurídica que detenga al presidente (la Suprema Corte de Justicia) no ha tenido desarrollo efectivo. No es clara la posibilidad política de remoción del presidente actual por los caminos legales, aunque es una posibilidad. Para el bolsonarismo religioso, las muertes causadas por la COVID-19 forman parte del proceso “natural” de inmunización: todas las personas se contaminarán con esta enfermedad, desarrollando anticuerpos de forma natural y morirán los más débiles, algo que puede ser comprendido como efecto colateral.

Sin embargo, no es una situación natural, sino una biopolítica, como se puede concluir de las ideas de Esposito (2008, 2009) y Ghiraldelli (2021a, 2021b). Así piensan los bolsonaristas bajo órdenes del presidente, junto con sus hijos y los grupos de apoyo más íntimos: muchos serán contaminados por el coronavirus, los débiles morirán, los más fuertes sobrevivirán. Es un proceso de purificación social (neonazismo) o, en otras palabras, es la implementación de las técnicas biopolíticas negativas del control de cuerpos y vidas en favor de una estructura económica anarcocapitalista. El presidente dijo que el coronavirus era un simple resfriado, se reunió muchas veces con sus apoyadores en la puerta del palacio de gobierno y en manifestaciones motorizadas por el país, abrazando a sus seguidores, atacando el Congreso Nacional, los gobernadores y lo alcaldes que implementaron medidas correctas de aislamiento social y de salud, criticando la Suprema Corte de Justicia, pidiendo el regreso del voto impreso y difundiendo noticias falsas sobre las elecciones.

En Brasil, el presidente, el nuevo coronavirus y el anarcocapitalismo salvaje, se fundieron en un ente fantástico-metafórico (bolsovirus) (Ghiraldelli 2021). Al contrario de lo que acontece en Europa (Hungría) y Asia (China), no existe un fuerte control estatal sobre los ciudadanos o una centralización vertical del poder. Tenemos un proceso social que camina en una dirección distinta: la desorganización social profunda, el ‘libertarismo’ de derecha (la libertad absoluta) y una guerra de ocupación del Estado y de sus políticas, ejecutada por las iglesias evangélicas reaccionarias y por grupos criminales (grupos paramilitares). De tal manera, en el pensamiento de la biopolítica, se puede afirmar que el virus, la sociedad, la economía, la salud pública, la política y la religión se encuentran muy articuladas y son inseparables. No hay virus biológico, no hay separación entre naturaleza, sociedad y cultura, existen antropotécnicas, técnicas de transformación del hombre en hombre (Sloterdijk 2003; 2004).

El virus proviene de la pólis (en sentido griego, de la ciudad), vuelve a la pólis, atraviesa la pólis afecta más a unos (pobres, negros, latinos, pueblos originarios, indocumentados, trabajadores informales y desempleados) que a otros (ricos, grandes inversionistas-financieros y empresarios ricos, biennacidos, clases media y alta). En otras palabras, es una sindemia. (Orton 2020). Pensadores y economistas hablan de los desastres sanitarios, sociales y económicos del coronavirus, el neoliberalismo se encuentra frágil y ahora vuelven a primer plano las acciones y las ideas socialdemócratas y de amplia ayuda público-estatal a los que no tienen recursos y a los sectores económicos más afectados. Todavía pasarán muchas cosas y los efectos (biológico-sociales-económicos) del COVID-19, incluso sobre las religiones, apenas están comenzando. En este escenario, el debilitamiento de las instituciones republicanas y su subordinación al subjetivismo bolsonarista aportan al centro de la esfera pública el elemento irracional: los raciocinios mágicos-irreales se extienden y se cuestiona la legitimidad y la autoridad de los métodos científicos, de las instituciones judiciales, legislativas y parlamentarias. Las instituciones -la ciencia, las universidades, los estudios e investigaciones académicas, los tratamientos médicos, las autoridades judiciales- son desprestigiadas. El resultado es una precarización de las instituciones republicanas.

La encuesta Welcome Global Monitor de 2018 revela datos preocupantes: un 35 % de los brasileños se resisten a la ciencia, uno de cada cuatro considera que la producción científica no contribuye para el desarrollo, casi la mitad de los brasileños dice que “la ciencia no está de acuerdo con mi religión”, y de este universo, el 75 % afirmó que “cuando la ciencia y la religión no están de acuerdo, elijo la religión” (Um terço..., 2019). Las encuestas muestran que mayoría de la población es favorable a medidas restrictivas y desea el apoyo del Estado durante la sindemia y posterior a ella, pero las actitudes del presidente influyeron en muchos y el apoyo a la cuarentena disminuyó. Ocurrió el cierre por orden judicial de algunas iglesias evangélicas (en general, las mayores iglesias pentecostales y neopentecostales) que no siguieron las medidas recomendadas por los órganos de salud pública. Las iglesias reaccionaron insatisfechas, defendiendo la libertad religiosa y de culto, pero, en realidad, sin los cultos físicos multitudinarios, lo que ocurrió fue una fuerte disminución del diezmo y del poder económico-social de estas iglesias. Pero todo cambia, todo puede cambiar.

A fines de abril de 2020, hubo una gran aglomeración de fenómenos: desfiles de caravanas de autos (llamadas de “carreatas de la muerte”), en las que familias ricas, vestidas con los símbolos nacionales (la bandera y los colores verde y amarillo, convertidos en ritos y símbolos sacrales de un grupo se considera universal) piden la apertura de la sociedad y de la economía, afirmando que el COVID-19 no existe, que es un plan comunista o que es necesaria una intervención militar; se realizaron marchas de personas pidiendo una intervención militar junto al palacio del presidente; algunos grupos religiosos evangélicos se arrodillaron y rezaron por el presidente y grupos católicos (conservadores y carismáticos) cargando imágenes de Jesús y de María (Nuestra Señora de Fátima); iglesias evangélicas triunfalistas criticaron las medidas restrictivas de salud y pidieron, como compensación por el diezmo perdido, una ayuda gubernamental de emergencia; los paramilitares ordenaron la apertura del comercio y sustituyen algunos servicios públicos (ilegalmente) en algunos barrios de Río de Janeiro, una de las más importantes e históricas ciudades brasileñas.

Hay un fuerte conflicto entre el presidente, sus grupos más fieles de apoyo y los grupos que defienden medidas más coercitivas de salud pública, de acuerdo con lo recomendado por la OMS. Las acciones del Gobierno central en contra de la cuarentena fueron rechazadas por la Corte Suprema de Justicia, por los gobernadores y por los alcaldes, quienes tuvieron libertad e independencia para adoptar medidas de salud pública; pero esto significó una pérdida en la coordinación, ejecución y planeación central frente al COVID-19. La adopción de medidas restrictivas y sanitarias y sociales ocurrió sin una regulación central y estuvo colmada de fallas: lockdown (escuelas, universidades, cultos, comercio), aislamiento de la población, control de salud y auxilios gubernamentales para los desempleados, las comunidades indígenas, los negros, las mujeres y hombres muy pobres. Aun así, la sindemia del COVID-19 continuó siendo mortal: en todo el 2020, hubo 194 949 muertos; en 2021, hasta comienzos del mes de agosto, fueron 368 051 muertos. La suma total hasta el 9 de agosto era de 563 562 muertes y 20 177 757 de casos del CO-VID-19 oficialmente confirmados (Our World in Data, 2021). Los gráficos comparativos entre los cinco países más afectados en números absolutos por el virus biopolítico, EE. UU., India y Brasil, muestran dos cosas: regímenes políticos de derecha populista-religiosa fueron los más impactados y probablemente el país colonizado por el bolsovirus tendrá el mayor número de muertos, esto si las tendencias sindémicas continúan sin modificaciones fundamentales.

El cambio de presidente y orientación socioeconómica en EE.UU. fue muy importante; aun así, el ‘trumpismo’ o trumpvirus y los antivacunas pueden traer un nuevo aumento en el número de muertes. No se están considerando las muertes sin notificación oficial, los afectados por múltiples problemas permanentes de salud, los huérfanos y las muertes causadas por la sindemia en el sistema público. Las causas son biopolíticas: defensa de la “inmunidad natural” (dejar el pueblo contaminarse y ganar naturalmente las defensas, o dejarlo con poca vacunación, vacunación muy lenta y caótica), anarcocapitalismo y libertarismo de derecha, religión reaccionaria, desprecio por la ciencia y por los mejores métodos sociales-sanitarios-económicos. El indicio concreto de la gestión la vida social-biológica en el horizonte del biopoder y la posverdad, se obtuvo mediante el reciente informe de la investigación legislativa de la CPI “Comisión Parlamentar de Investigación” (CPI, 2021). Esta comisión legislativa fue abierta en el Senado brasileño, a pesar de la férrea oposición del gobierno bolsonarista. La comisión fue garantizada por una orden judicial de la Corte Suprema de Justicia (STF) e investigó el período entre marzo de 2020 y agosto de 2021.

A comienzos de la sindemia del COVID-19, una de las más importantes funcionarias del Ministro de la Economía, Paulo Guedes, conmemoró el posible fallecimiento de millares de ancianos jubilados porque se lograría, así, un nuevo equilibro fiscal. Desde entonces, el ministerio siguió por entrelineas apoyando la guerra del presidente en contra de las medidas sanitarias de lockdown, las mascarillas y las vacunas (adoptadas por fuerte presión social y política). No obstante, el Gobierno fue obligado a adoptar medidas de apoyo financiero a los sectores pobres, lo que lo colocó en conflicto con su agenda neoliberal. Al mismo tiempo, el gobierno financió una amplia red paralela de desinformación (redes sociales, sitios digitales etc.) y garantizó el funcionamiento de las iglesias y cultos religiosos como si fueran servicios indispensables, motivo por el cual ellos le siguieron dando fuerte apoyo, casi incondicional (Balloussier 2021a, 2021b).

El Consejo Federal de Medicina, máximo órgano brasileño de reglamentación de la vida biológica individual y social, y cadenas de hospitales privados, siguieron apoyando y recomendando remedios ineficaces, utilizando como pretexto la “autonomía médica”, emplearon remedios y tratamientos no autorizados en enfermos de COVID-19 o se omitieron ante las graves denuncias de violación de los derechos humanos. Una mezcla entre libertarismo y autoritarismo bajo las luces del biopoder. No se hizo la pregunta fundamental: ¿cuáles son las condiciones biopolíticas de la autonomía médica y sus límites sociales? Al final de un proceso de funcionamiento muy complicado, la CPI mostró el engranaje de las ideas biopolíticas. La defensa de inmunidad natural o de rebaño, la negación de la ciencia mezclada con corrupción, causaron una hecatombe: hasta octubre de 2021, más de 600 mil brasileños ya habían fallecido y la sindemia del COVID-19 aún continúa.

El documento preliminar y el documento final tuvieron gran impacto nacional e internacional. Así, se enviaron a los órganos judiciales competentes y a los órganos internacionales, denuncias criminales contra el presidente (acusaciones por ejecución de crímenes), exministros, ministros, funcionarios del Ministerio de la Salud, generales del Ejército, diputados del Congreso Nacional, empresarios y muchos otros. El documento final incluyó más responsabilizaciones; sin embargo, no se responsabilizó al Ministerio de Economía24, pero los embates políticos son intensos: en 2021, hubo cuatro grandes manifestaciones pidiendo el impeachment del presidente, así como también acontecieron manifestaciones en favor del bolsonarismo en las capitales de las provincias.

Conclusiones

El bolsonarismo es una revuelta religiosa reaccionaria-conservadora, anarco-capitalista, iliberal y, frente a ella, la república brasileña, se tambalea y, con sacrificio, intenta promover el estado de derecho, la democracia con justicia social, la defensa de la tolerancia y del pluralismo cultural y religioso. Las izquierdas están actuantes, con gobernadores y parlamentarios elegidos y líderes expresivos. El PT también posee el mayor número de representantes dentro del Congreso, pero no asumió totalmente el impeachment del presidente como una alternativa y prefirió apostar en la democracia parlamentaria, en el juego político y no tanto en los movimientos democráticos participativos. Los sindicatos, aunque afectados por las reformas neoliberales de las leyes de trabajo, tienen alguna fuerza. Los indígenas, negros, mujeres y LGBTQIA+ se organizan en colectivos y buscan una mayor y mejor presencia en los espacios políticos/públicos para defender sus derechos. Acompañando el avance mundial de políticas de igualdad de género y de los derechos de las minorías, han aparecido grupos, más o menos institucionalizados, favorables al aborto y al feminismo (“Católicas por el Derecho a Decidir” o “Evangélicas por la Igualdad de Género”) y grupos progresistas (“Policías Antifascistas”).

También se incluyen las teologías y las iglesias que acogen el público homosexual, defienden sus derechos sociales y civiles y promueven una relectura de las sagradas escrituras (Althaus-Reid 2005; Musskopf 2007). Sin embargo, sectores y grupos religiosos, políticos y defensores sociales de la justicia, la libertad y la igualdad social y sexual están desorientados y divididos con relación a las estrategias para frenar el avance de la extrema-derecha y volver a ser un poder político alternativo. Ellos están presos en viejos paradigmas que les impiden pensar las nuevas articulaciones e ideas que la religión bolsonarista ha movilizado (el biopoder, la biopolítica y la posverdad). He intentado abrir pequeños caminos de comprensión; por eso es importante preguntarse cuál es el tamaño de la religión bolsonarista y cuánto tiempo puede durar sus impulsos. El núcleo más radical y duro de la expresión político-religiosa bolsonarista suma entre el 12 % y el 15 % de la población. Este núcleo adopta el anarcocapitalismo y las herramientas de la biopolítica en sentido negativo y se vuelve hacia dentro de sí mismo en burbujas sociales/digitales que suelen ser sostenidas por máquinas electrónicas (pagadas), las falsas noticias y la posverdad (el absurdo se convierte en factor de efervescencia de las burbujas).

Puede ser que esta religión crezca y afecte negativamente a la mayor parte de la sociedad, corroyendo más aún las estructuras republicanas y estableciendo la anomia social, pero ella se confronta violentamente con la estructura social liberal y socialdemócrata que se construyó después de la violenta dictadura militar (1964-1985). La trama bolsonarista puede ser sintetizada en la desorganización del Estado (conflictos y fragmentación de los esfuerzos frente a la sindemia y las desigualdades sociales y su utilización en función del capitalismo financiero o del populismo); la exaltación del individualismo narcisista rebelde, el ascenso del comunitarismo de grupos criminosos (grupos paramilitares) aliados con algunos segmentos de la estructura estatal, de algunas iglesias evangélicas pentecostales y neopentecostales y otros segmentos religiosos (una gran parte de carismáticos católicos y kardecistas, una parte pequeña de los afrobrasileños, orientales, sin-religión y demás). El bolsonarismo diseña una sociedad anómala: democracia formal débil mezclada con estructuras republicanas degradadas.

No hay una visión clara sobre las fuerzas anarcocapitalistas y religioso-reaccionarias en acción. Para el futuro, esta religión podrá sufrir daños ante las inevitables reacciones religiosas, políticas y sociales que ya ocurren por todas partes: la Corte Suprema, los políticos de la derecha racional, del centro y de la izquierda, la gran prensa de opinión y la mayor cadena de televisión brasileña (TV Globo), los sindicatos, los grupos minoritarios, las izquierdas (muy variadas y distintas), los grupos religiosos cristianos y no-cristianos que defienden ideas de igualdad y justicia social. Brasil hoy es una olla hirviendo de fenómenos religiosos y políticos. La sindemia de COVID-19 ha sido, y sigue siendo, devastadora en Brasil, especialmente con relación a sectores, clases sociales minorías y profesiones sin poder económico, político o riqueza (indígenas, desempleados, negros, populación LGBTQIA+, conductores, trabajadores de la construcción civil, mujeres en servicios domésticos, entre otros).

La democracia parlamentaria-liberal reducida a la época electoral, a los partidos, muchas veces sin democracia interna, no consigue modificar las desigualdades y los populismos. No es posible saber los destinos de la relación entre el cuadro religioso, la posverdad, el biopoder y la cuestión económica y política. Pero la historia es un camino abierto y no una caja de hierro. Las revoluciones democráticas -la Revolución Americana y Francesa (1776; 1789), el Occupy Wall Street (2011), la Primavera Árabe (2010-13)- fueron realizadas por personas comunes, ciudadanos, los que estaban en los márgenes de las estructuras del poder económico-social.

Existe espacio para la contraposición ante el pensamiento anarco-liberal y religioso reaccionario, hay espacio para los grupos y la gente que sueña con mundos nuevos, más justos y mejores para todos, especialmente para los desposeídos y las minorías. Un buen camino es la promoción de la democracia participativa, o sea, la efectiva gestión de la vida en las manos de todos los ciudadanos (particularmente, las minorías) y su influencia decisiva entre las estructuras económico-políticas, sanitarias y culturales, en general, y hacia dentro de las principales organizaciones religiosas y no religiosas. En otras palabras, es posible crear una biopolítica positiva y democrático-participativa en alianza con las instituciones republicanas y representativas. La tierra del árbol rojo -el origen del nombre Brasil- no es ni un paraíso de mezclas libres-libertarias/sociales ni un infierno religioso-político eterno.

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1. La mayoría de las ideas propuestas en este texto sobre el presidente Bolsonaro y su relación con la economía y la sociedad, en especial el anarcocapitalismo brasileño, tuvo la influencia de los textos del filósofo Paulo Ghiraldelli (2019; 2021a; 2021), uno de los actuales pensadores brasileños más creativos.

2. Existe el problema del perjuicio y persecución persistente frente a las religiones de origen africano en Brasil, primero por parte del Estado y después, por parte de grupos cristianos ultraconservadores, de los grupos de traficantes evangélicos de droga (Cunha 2015), y ahora, por causa del ambiente hostil generado por el gobierno reaccionario-conservador del presidente Bolsonaro..

3. Durante la dictadura (1964-1985), el Congreso Nacional elegía indirectamente los presidentes brasileños. En 1984, empezó un movimiento de contestación del régimen militar y se tomó las calles en 1985, exigiendo elecciones directas para la presidencia. El Congreso no aceptó las “directas”. Las fuerzas de oposición lanzaron un candidato en contra del candidato de la dictadura y ganaron las elecciones indirectas. El vencedor falleció antes de tomar posesión. El vicepresidente asumió el poder y convocó una nueva constitución, promulgada en 1988.

4. Son religiones distintas. Umbanda y candomblé, por ejemplo, las dos más conocidas, tienen muchas expresiones y divisiones internas, ritos, liturgias. Pero son religiones que creen en la comunicación directa entre el mundo de los orishas, seres astrales o espirituales y el mundo terreno, de las mujeres y hombres vivientes y comunes, en especial, los médiums, también llamados de ‘caballos”, pues los seres espirituales cabalgan en ellos.

5. El conservadurismo y reaccionarismo son términos con diversos significados. En sentido filosófico, el filósofo irlandés Edmund Burke (1729-1797) ha brindado argumentos a favor de la cautela y escepticismo con relación a los cambios sociales, culturales, políticos y económicos que confunden las sociedades humanas.

6. Hippolyte Léon Denizard Rivail (1804-1869) fue un influyente educador, autor y traductor francés. Bajo el seudónimo de Allan Kardec, erigió el espiritismo, un sistema espiritual-filosófico-científico. En Brasil, los adeptos del sistema kardeciano son llamados espíritas (espiritistas) o kardecistas. Actualmente, suman más de tres millones en Brasil y están presentes en muchos países del mundo, incluso en América Latina.

7.El 45 % de los evangélicos y 26 % de los católicos consideran a Bolsonaro óptimo o bueno. Texto original: https://www.poder360.com.br/poderdata/45-dos-evangelicos-e-26-dos-catolicos-acham-bolsonaro-otimo-ou-bom/ Acceso en 22 oct. 2021.

8. Estudios recientes muestran que, local y regionalmente, había una gran discrepancia entre los órdenes de la Corona Portuguesa, la Iglesia y la dimensión religiosa, social, política y económica de la vida cotidiana en la colonia y el imperio.

9. Por ejemplo, en 2010, en la ciudad de Río de Janeiro, de enorme importancia histórica, social y cultural, con una población de 10 millones de personas, menos del 55 % (6 millones), se declararon católicos y el 25 % (2,5 millones) se definen como evangélicos pentecostales.

10. En los últimos años, los servicios de ayahuasca se han extendido a los centros urbanos más grandes de Brasil y se han internacionalizado, encontrándose en Europa y EE. UU.

11. Surgida en 1977, la Iglesia Universal del Reino de Dios tiene casi dos millones de fieles en Brasil, se ha internacionalizado agresivamente en el continente africano y por América Latina. Algunos de los motivos de su gran crecimiento son estos aspectos: estructura corporativa, fuerte relación con los medios de comunicación y redes sociales, capacidad de adaptar/cambiar las ideas y prácticas religiosas distintas y de generar un comunitarismo cerrado.

12. Las raíces de estos sentimientos de las clases medias brasileñas se originaron adentro de un sistema de esclavitud y de sus herencias malignas.

13. Lesbianas, gays, travestis, transexuales, transgénero, queers, intersexuales y otros.

14. En 1989, la candidatura presidencial de Luiz Inácio Lula da Silva, uno de los mayores líderes de la izquierda brasileña, fue involucrada en rumores sobre una supuesta destrucción de la familia cristiana, invasión de iglesias y la liberación total del aborto y las drogas ilegales. Ganó la candidatura de un político poco importante, Fernando Collor de Mello, junto a quien se unieron los sectores religiosos conservadores y reaccionarios.

15. Disponible en <https://m.folha.uol.com.br/poder/2014/07/1494128-inauguracao-de-tempo-da-igreja-universal-reuniu-petistas-e-tucanos.shtml> Accedido en: 27 abr. 2020.

16. Disponible en <https://www1.folha.uol.com.br/poder/2019/09/bolsonaro-e-abencoado-por-edir-macedo-em-culto-com-10-mil-fieis-em-sp.shtml> Accedido en: 27 abr. 2020.

17. En 1995, el obispo Macedo, líder de la IURD, fue detenido por los fiscales federales, acusado crímenes fiscales. Pero fue liberado después de una marcha con miles de fieles en las calles de Río de Janeiro. Los cultos de curación y liberación de los sufrimientos reciben donaciones en efectivo y los diezmos no tienen registro legal ni tampoco pagan impuestos; estas prácticas fueron exportadas para otras iglesias evangélicas y representan fuente de poder.

18. Las históricas (luteranas, presbiterianas), las de misión (bautistas, metodistas), las pentecostales (Asamblea de Dios) y las neopentecostales (la Iglesia Universal del Reino de Dios).

19. La victoria de la extrema derecha brasileña en la elección presidencial aprovechó una rara combinación de factores: la extrema derecha y la derecha neoliberal, las élites financieras; la fuerte presencia de evangélicos reaccionarios y sus líderes; la división de la izquierda entre dos candidatos; el clima de rechazo al Partido de los Trabajadores, acusado de ser cómplice de la corrupción económica; la influencia de ejércitos digitales pagados por grandes empresarios bolsonaristas.

20. El origen de la idea de “guerra cultural” estuvo presente en círculos evangélicos fundamentalistas de los EE. UU. durante los años 1980-1990.

21. Los hijos del presidente son muy influyentes: Eduardo Bolsonaro, Flavio Bolsonaro y Carlos Bolsonaro, el “jefe” de la “oficina de odio”, un grupo no oficial responsable por atacar adversarios políticos con ríos de noticias falsas y posverdad en las redes sociales. El presidente y sus hijos son influenciados por una especie de gurú, Olavo de Carvalho, un astrólogo y escritor con ideas delirantes, de extrema derecha, neonazistas.

22. Bolsonarista, bolsonarismo: en referencia al apellido del presidente brasileño, Jair Bolsonaro.

23. El movimiento antiaborto asumió hegemonía en el gobierno de Bolsonaro. Después de la larga cruzada reaccionaria cristiana en el espacio público, creció el número de brasileños contrarios a cualquier tipo de aborto, incluyendo los autorizados por la ley, llegando al 41 % de la población, aunque haya variaciones significativas (Amancio 2019).

24. Relatório da CPI da Covid alivia para Guedes, Braga Netto e autoridades do AM. <.https://www1.folha.uol.com.br/poder/2021/10/relatorio-da-cpi-da-covid-alivia-para-guedes-braga-netto-e-autoridades-do-am.shtml>. Acceso en

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Recibido: 23 de Junio de 2021; : 11 de Agosto de 2021; Aprobado: 12 de Noviembre de 2021

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