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Revista Rupturas

versión On-line ISSN 2215-2989versión impresa ISSN 2215-2466

Rev. Rup. vol.11 no.1 San Pedro de Montes de Oca ene./jun. 2021

http://dx.doi.org/10.22458/rr.v11i1.3391 

Artículo

Concepción de la masculinidad como dominación masculina y propuesta metodológica para abordarla

Concpetion of Masculinity as Male Domination and Methodological Proposal to Address it

Jorge Alejandro Batres Quevedo1 

1 Euatoriano. Doctor en Ciencias Sociales; psicólogo social; docente investigador de la Universidad Regional Amazónica Ikiam, de Ecuador; integrante de la Red de Investigadores Adjuntos del DEI, en Costa Rica. Correo electrónico: batresquevedo@gmail.com; jorge.batres@ikiam.edu.ec

Resumen:

Desde los años noventa se han intensificado las investigaciones sobre masculinidad, lo mismo ha pasado con las acciones destinadas a formar y abordar la temática. Con este artículo se pretende posicionar una forma novedosa de concebir, estudiar y plantear la masculinidad: como una forma de dominación social estructurada, que articula un conjunto de disposiciones sociales que los hombres asumen para integrarse funcionalmente en la sociedad y reproducir un orden social determinado. Dicho enfoque ha sido estudiado empíricamente desde 2012 y se ha tenido ocasión de traducir la propuesta teórica a una metodología de intervención, usando como referencia la supervisión psicosocial. La metodología ha sido validada en talleres y encuentros con hombres, y se expone en la parte final del artículo.

Palabras clave: masculinidad; dominación; disposición; supervisión; género para hombres

Abstract:

Since the 1990s, research on masculinity has intensified, and actions aimed at shaping and addressing the issue have been intensified. This article aims to position a novel way of conceiving, studying and addressing masculinity: as a form of structured social domination, which articulates a set of social provisions that men assume to integrate functionally into society and reproduce a particular social order. This approach has been studied empirically since 2012 and the opportunity has been taken to translate the theoretical proposal into an intervention methodology, using psychosocial supervision as a reference. The methodology has been validated in workshops and meetings with men, and the final part of the article is presented.

KEY WORDS: masculinity; domination; disposition; supervision; gender for men

Introducción:

Hoy en día la masculinidad es una temática conocida por buena parte de la sociedad. En toda Latinoamérica han surgido múltiples esfuerzos encaminados a sensibilizar y formar a hombres y mujeres en el tema. A lo largo de más de 20 años de estudio, se puede verificar que muchas cosas se están diciendo sobre masculinidad en estudios especializados, así como en foros, encuentros y seminarios (Aguayo y Nascimento 2016).

Si bien los enfoques teóricos a partir de los cuales se puede abordar la masculinidad son abundantes, se puede observar que prevalecen cuatro tendencias: hablar de las nuevas expresiones de la masculinidad o nuevas masculinidades; analizar la temática a partir de la teoría de la masculinidad hegemónica de Raewyn Connell; describir la masculinidad a partir de temas o contextos específicos; finalmente, concebirla como una categoría de género. A continuación se hará una síntesis de estas tendencias.

Kenneth Clatterbaugh (1997, 16) propuso una clasificación interesante sobre las perspectivas a partir de las cuales podía ser estudiada la masculinidad, una de ellas es la Group Specific, que de acuerdo al autor abarca todas las posibilidades de deconstrucción de la masculinidad en masculinidades diversas, complejas y a veces contrapuestas. Caben aquí los estudios que se están realizando en Latinoamérica alrededor del cuerpo masculino y las implicaciones del proyecto heterosexual en la vivencia de las masculinidades, posiblemente inspirados por corrientes como la teoría queer y las luchas sociopolíticas del movimiento LGBTI+ (Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Intersexual, más otros colectivos). Estos trabajos son una novedad desafiante, en el sentido que pasan de la discusión hedonista que caracteriza algunos estudios similares en Estados Unidos, para discernir las implicaciones políticas que tiene la construcción de masculinidades diversas (Aguayo y Nascimento 2016).

Ahora bien, dentro de la categoría de nuevas masculinidades también suelen ubicarse aquellas transformaciones que los hombres asumen, presionados por los cambios originados en las relaciones sociales de género. Es posible que estas nuevas masculinidades no corresponden a nuevos modelos de ser hombre, sino a pequeños ajustes o cambios conductuales que los hombres realizan para resolver la presión social.

El segundo enfoque que prevalece en el análisis de la masculinidad es el concepto de masculinidad hegemónica de Raewyn Connell (2005). Dicho enfoque fue desarrollado por la autora en la sociedad australiana de principios de los años noventa del siglo pasado. En ese país el activismo de la diversidad sexual había logrado articularse e incidir en las estructuras sociales, al punto de contar con un concepto para descifrar las relaciones de poder entre hombres, a partir de un imaginario sociocultural deseado: el hombre hegemónico.

Hay que reconocer que, en los países latinoamericanos, muchos aportes que se han hecho sobre masculinidad provienen del activismo de ONGs, agencias de cooperación internacional y organizaciones sociales. Dichas iniciativas han tenido la fuerza, pero también los recursos, para colocar en la agenda pública temas como la equidad de género, el acoso sexual, la violencia masculina, etc. Marco en el cual la masculinidad se vuelve un tema de debate. En este contexto se producen conceptualizaciones características de lo que significa ser hombre, usando como referencia el enfoque de género. En esta dirección Matthew Gutmann (1998, 49) propone que cuando la masculinidad es entendida como cualquier cosa que los hombres piensen y hagan, el concepto se abre tanto que es todo y nada a la vez.

De los enfoques teóricos analizados, la categoría género, al igual que la masculinidad hegemónica de Connell, resultan útiles para fines interpretativas de las relaciones sociales. Sin embargo, cuando se usan para el análisis empírico tienen limitaciones, pues no siempre pueden operativizarse en procedimientos válidos y confiables para el estudio sociológico.

Finalmente, una cuarta tendencia que prevalece en el estudio de la masculinidad es su descripción a partir de temas específicos como la paternidad, la violencia, la sexualidad, la salud sexual, etc. En esta misma dirección se observa una directriz culturalista, consistente en describir la masculinidad como un conjunto de comportamientos de hombres en contextos determinados.

Ejemplos de esta tendencia pueden ser: ''Masculinidades: trayectorias y quiebres entre pacientes de cáncer de próstata en Quito'' (Mareike 2017); ''Masculinidades y trabajo petrolero en la Amazonía del Ecuador: el caso de ingenieros de campo'' (López 2017); ''Discursos relacionados a las masculinidades y la violencia en adolescentes escolarizados de Asunción'' (Negrete 2016); ''Machos que se la bancan: masculinidad y disciplina fabril en la industria petrolera argentina'' (Palermo 2015). En cada uno de estos estudios prevalece la mirada focalizada sobre un grupo, tema o lugar; a partir de lo cual se intenta analizar o describir la masculinidad, sin pretensiones de referirse más que al caso mismo.

Con el ánimo de resolver la ausencia de un enfoque teórico de la masculinidad, que a su vez se pudiera verificar empíricamente y traducir a una metodología de abordaje, en este artículo se pone a discusión el enfoque de masculinidad dominante. Esta concepción se originó en un estudio desarrollado entre 2009 y 2012; parte de su contenido se publicó en ''La masculinidad como estructura de dominación: análisis de las disposiciones de la masculinidad dominante en dos grupos de hombres de Costa Rica'' (Batres 2012). En esta concepción, la masculinidad es entendida como una estructura que articula disposiciones sociales que los hombres asumen como un mandato para integrarse funcionalmente a la sociedad. Esta definición está basada en los conceptos de dominación social de Max Weber (1922) y dominación masculina de Pierre Bourdieu (1998).

A raíz de este estudio se definió una metodología específica para investigar empíricamente la masculinidad, cuya virtud es que permite triangular datos provenientes de tres fuentes: a) estadísticas agregadas de variables sociales que describen el comportamiento de las disposiciones de la masculinidad dominante, a través del tiempo y en contextos específicos; b) encuestas tipo Likert, que brindan información sobre el grado de apego o desapego que los hombres sienten por las disposiciones de la masculinidad dominante; y c) entrevistas en profundidad, a través de las cuales se puede interpretar de manera más profunda las razones, motivaciones y afectos que experimentan los hombres con respecto a la masculinidad dominante. En estudios recientes se ha vuelto a usar la misma metodología y se ha podido verificar su utilidad analítica (Bolaños, Álvarez y Muralles 2020).

Tras la publicación de la primera investigación del enfoque de la masculinidad dominante, en octubre de 2012, se hicieron los primeros acercamientos metodológicos para abordar la masculinidad; se desarrollaron charlas, cursos y talleres con hombres, proceso que condujo a la definición de una metodología de trabajo. Si bien el proceso metodológico se concibió en 2014, su definición operativa se desarrolló a lo largo de dos años más, a través de su aplicación con diversos grupos de hombres. Dicha metodología podría ser entendida como una aplicación de la supervisión psicosocial en el trabajo de género con hombres.

Si bien la supervisión psicosocial se centra en la orientación, análisis y reflexión de las dinámicas de trabajo en contextos específicos, su proceso metodológico puede usarse para otros fines. Como aclara Elisabeth Rohr (2018, 71): ''el objetivo es tratar de encontrar siempre la cuestión subyacente con la que luchan las personas en un grupo, el grupo como un todo o el equipo, utilizando al grupo como caja de resonancia para reflejar los conflictos sobre los que los participantes hablan''. En la aplicación de la supervisión a la masculinidad se abordaban situaciones que conflictuaban la masculinidad dominante en la vida cotidiana, lo cual se discutirá en detalle cuando se presente la metodología.

Acercamiento teórico y metodológico al estudio de la masculinidad dominante

Los conceptos de dominación social y dominación masculina, pero sobre todo su relación con la masculinidad, fueron ampliamente discutidos en publicaciones anteriores (Batres 2012, Batres 2019); por lo cual no se profundizará de nuevo en estos temas. En las líneas que sigue se dará un paso más en la dirección de operativizar la discusión conceptual en una metodología de trabajo de género con hombres, cuyo objetivo es identificar cómo opera la masculinidad dominante en la vida cotidiana y desde este descubrimiento abrir la posibilidad de su transformación.

En primer lugar, la masculinidad es entendida como una forma de dominación social estructurada, que articula un conjunto de mandatos sociales que los hombres asumen para integrarse funcionalmente en la sociedad y reproducir un orden social determinado (Batres 2012). Los mandatos sociales a los que se hace referencia no son necesariamente acciones que los hombres ejecutan de manera consciente; tal y como señala Max Weber, en los procesos de dominación social dichos mandatos o disposiciones se interiorizan a través del tiempo como costumbres, que con el paso del tiempo y por su legitimación social se reproducen de manera automática y sin cuestionamiento (Weber 1992). Es precisamente por esa característica que la dominación social masculina funciona, pero en esta misma condición descansa la posibilidad de su transformación: si es socialmente construida, es posible deconstruirla por la misma vía.

En las investigaciones realizadas se han identificado 5 disposiciones y un conjunto de 25 variables1, a través de las cuáles se puede identificar empíricamente el grado de apego o desapego que los hombres experimentan por la masculinidad dominante. Este mismo grupo de disposiciones y variables han sido el marco de referencia de los temas que los hombres eligen discutir en los encuentros. Por lo tanto, se puede confiar en que tanto el modelo empírico como la metodología de intervención son correspondientes entre sí y están revelando los puntos nodales a través de los cuales se podría deconstruir la masculinidad dominante. Lo que sigue es resolver cómo hacerlo y para esto la supervisión psicosocial ha sido de mucha utilidad.

De acuerdo a Vilma Duque (2018, 31), la supervisión nació a finales del siglo XIX, para atender el desgaste producido en los trabajadores sociales, pues cotidianamente debían atender población marginada. Según Duque, a partir de 1920, la supervisión se convirtió en una técnica importante en los estudios de trabajo social y desde los 50´s se expandió por Europa. El primer contacto que tuvo el autor de este artículo con la supervisión ocurrió en el marco de un curso impartido en Guatemala por la Doctora Elisabeth Rohr, en el año 2005. Después de esa experiencia se ha tenido ocasión de hacer varias aplicaciones del método en ámbitos laborales, lo cual fue fundamental para imaginar las posibilidades que tenía la metodología en otros campos.

En síntesis, la supervisión es un proceso de trabajo psicosocial que se desarrolla con un grupo de personas que, voluntaria y periódicamente, se reúnen para pensar y discutir colectivamente situaciones que afectan su interacción en ambientes concretos. Dentro del encuadre o marco de referencia para los encuentros, los aspectos más importantes son: el papel del facilitador, la secuencia o pasos del encuentro y las condiciones generales del encuentro (tiempo, lugar, privacidad, etc.). Si bien la aplicación más común de la supervisión es que se use para abordar la interacción en ambientes laborales y su tema prevaleciente es el trabajo, no debe escapar de la imaginación su aplicación en otros ambientes y temas, como la vida cotidiana y la masculinidad.

A continuación se propone un ejercicio de diferenciación entre los encuentros de la aplicación de esta metodología y los talleres o charlas que regularmente se desarrollan con grupos de hombres.

Tabla 1 Principales diferencias entre los encuentros con hombres y los talleres y charlas de masculinidad 

Aspectos de comparación Encuentros de hombres para deconstruir la masculinidad dominante Talleres y charlas de sensibilización sobre masculinidad
Duración: tiempo efectivo de trabajo Cada encuentro puede durar entre 1 a 2 horas En las experiencias conocidas pueden durar entre 1 a 5 días
Número de participantes De manera ideal entre 5 a 8 participantes, 1 de los cuales es el facilitador La decisión se toma en función de los beneficiarios disponibles, entre 15 a 25 hombres
Actividades Es un proceso que idealmente dura 16 encuentros, uno por semana Puede ser un taller o charla única o un conjunto de actividades que se planifican de acuerdo al tiempo de ejecución de un proyecto
Contenido Los temas se proponen y eligen en cada encuentro sin una agenda previa Se define un programa de interés y se ejecuta en más de una actividad

Fuente: elaboración propia, basada en la experiencia personal de formación y sensibilización en masculinidad.

Las posibilidades de comparación no se agotan en el ejercicio anterior, sin embargo, la diferenciación propuesta puede servir de referencia didáctica para ilustrar los fines de ambos modelos de trabajar género con hombres. En las páginas que siguen se presenta el detalle de la propuesta metodológica derivada del estudio de la masculinidad dominante. Para efectos de identificación se denominará ''Metodología para desmontar la masculinidad dominante''.

Cómo desmontar la masculinidad dominante desde la cotidianidad

A inicios del año 2012 se inició un proceso experimental con 6 hombres, en el cual se pretendía identificar la pertinencia de una metodología específica para desmontar, desde la cotidianidad, la masculinidad dominante. Lo que en un principio unía al grupo era la motivación por reunirse y trabajar de alguna manera la masculinidad individual. Cada integrante tenía un proceso personal y compartía con el grupo la inquietud por una experiencia distinta, más impactante, que movilizara a nivel personal y social.

Una vez se validó la metodología, en 2014, se volvió a aplicar en dos procesos más. También ha sido expuesta y discutida con grupos de hombres en múltiples talleres, en los cuales se ha presentado la concepción de la masculinidad dominante, después de lo cual se han realizado demostraciones metodológicas. En el marco de estas aplicaciones han surgido cuatro recomendaciones que hay que tomar en cuenta antes de conocer la metodología.

  1. Como se dijo párrafos antes, no se espera que cada hombre sea consciente de que en sus aspiraciones masculinas está reproduciendo un sistema de dominación más amplio. Esto podría ser uno de los resultados que se alcancen después de participar en el proceso metodológico que se describe a continuación. No hay razón para forzar esta comprensión discutiendo teóricamente el concepto de masculinidad dominante, cada hombre tiene un ritmo personal que hay que respetar.

  2. Para aplicar la metodología que se describe, se necesita de una persona que facilite o acompañe el proceso, que para efectos didácticos se le va a llamar facilitador. Esta función no debería ser ejercida por la misma persona en todos los encuentros. En la medida que el proceso avance y los participantes entiendan la metodología, la facilitación debería rotarse. Si se pretende que el proceso se multiplique y se desarrolle de manera autónoma, no se debe sujetar a un facilitador; aunque tener la claridad teórica y haber vivido la experiencia de aplicación de la metodología, por lo menos durante un año, son experiencias deseadas para el facilitador de los primeros encuentros.

  3. Los encuentros o sesiones deben ocurrir en un ambiente y lugar diferenciado y exclusivo. No se debe combinar con otro tipo de actividad, menos aún desarrollar actividades que permitan comparar la sesión con otro tipo de reunión de hombres, como reunirse para beber, fumar, jugar fútbol, etc. Los participantes harán un esfuerzo continuo por incluir este tipo de actividades en los encuentros, lo cual siempre es contraproducente. Por lo tanto, los encuentros se desarrollan tal y como la metodología lo indica, sin variaciones o improvisaciones. Esta condición no es una apelación purista, tiene que ver con el encuadre de la actividad, es decir, establecer sus condiciones de realización para garantizar la calidad de la experiencia.

  4. Finalmente, el proceso inicial debe durar por lo menos cuatro meses y el grupo no debe ser mayor a 8 hombres, incluyendo el facilitador. Cada participante debe asumir el compromiso de asistir, sin interrupciones, a todo el proceso. De otra manera no se alcanzará un resultado que sea satisfactorio para los participantes.

Uno de los efectos deseados es que los encuentros continúen más allá de los cuatro meses, lo cual depende en buena medida de cumplir con las recomendaciones anteriores. Si la experiencia inicial dura cuatro meses y se desarrolla un encuentro semanal, de una o dos horas, cada participante habrá asistido a 16 encuentros; eso sería suficiente para generar una inquietud de búsqueda que no se abandonará con facilidad.

Hay muchos más detalles que se podrían discutir antes de referirse a la metodología, sin embargo, cada proceso es diferente y sería imposible abarcar todas las posibilidades. Ahora sí, se procede a describir la ''Metodología para desmontar la masculinidad dominante''; sintetizada en la siguiente figura.

Figura 1 Proceso de la ''Metodología para desmontar la masculinidad dominante'' 

En la figura 1 se puede apreciar el proceso completo. A continuación se describe cada uno de los pasos:

Apertura: al inicio de cada encuentro se hace una introducción del proceso. Si fuera el primer encuentro se explica la metodología y las condiciones de participación. Los asistentes deberían manifestar su disposición y compromiso de participar en todo el proceso. Si fuera la segunda reunión se describe nuevamente la metodología y se recuerdan las condiciones, así sucesivamente hasta la quinta reunión. A partir del tercer encuentro se hace una retroalimentación del proceso: ¿qué hemos hecho?, ¿qué temas se han discutido?, ¿qué cosas sobresalientes pasaron en las reuniones anteriores?, etc .

Elección de la situación a discutir: el primer paso para iniciar cada encuentro consiste en invitar a los participantes a plantear una situación o vivencia para la discusión. Cada uno debe hacer una propuesta que considere que le ha conflictuado como hombre en la vida cotidiana. Es importante no inducir temas a través de ejemplos y mantenerse en la generalidad de ''aquellas situaciones o vivencias que me han conflictuado como hombre en la vida cotidiana: en la relación con mi pareja, como padre, como trabajador, etc''.

En todos los casos, durante los primeros encuentros las propuestas han surgido de manera lenta. A parecer es difícil nombrar o identificar situaciones o vivencias de esta naturaleza, porque la pregunta no es usual y muchos de los participantes ni siquiera habrán pensado esta posibilidad. A falta de mejores argumentos, hay que decir que ejemplos no deben faltar en la vida de cada hombre, pues el modelo dominante de ser padre, pareja, proveedor, heterosexual, trabajador exitoso, etc., esta es conflicto continuo con la sociedad actual.

Si bien en los primeros encuentros este primer paso parece no fluir, en la medida que el proceso avance y tras aplicar la metodología varias veces será más rápido y se apreciará su utilidad.

Del conjunto de situaciones o vivencias propuestas se va a elegir una, por votación de todos los participantes, para discutirla en profundidad. Por lo cual es importante que en la ronda inicial de propuestas no se exponga el detalle de cada situación o vivencia; cada exposición no debería de durar más de dos minutos, luego de lo cual se somete a votación del grupo cuál situación o vivencia será discutida en profundidad durante el encuentro. Esta elección es importante, pues desarrolla la capacidad de postergar los deseos personales, y pronto se verá que cualquier situación que se discuta aporta al proceso personal.

Descripción de la situación elegida: ¿qué pasó? Ahora sí, se invita al participante, cuya situación fue elegida, que la describa dando todos los detalles posibles. Es importante mantenerse en los límites de la pregunta orientadora: ¿qué paso?, y en la medida de lo posible no emitir juicios, opiniones o interpretaciones de la situación o vivencia, eso vendrá más adelante.

Cuando el participante ha terminado su descripción, se invita a los demás asistentes a plantear sus dudas, si las hubiera, para ampliar la descripción. Nuevamente, hay que tener especial cuidado, sobre todo en los primeros encuentros, en que la descripción se limite a los hechos, sin justificaciones o explicaciones de causa.

Este paso no debería ocupar más del 10% del encuentro; es responsabilidad del facilitador mantenerse dentro de este límite de tiempo. En un inicio, el manejo del tiempo es complicado y en general se percibirá que todo ocurre muy rápido, sin profundizar en temas fundamentales. Sin embargo, en los primeros encuentros hay que habituarse a la metodología, cuando esto ocurra los tiempos serán mejor administrados.

Emociones asociadas a la situación: ¿cómo me sentí? Se envita al participante de la situación o vivencia elegida a describir las emociones que experimentó en el momento de narrar la situación y si estas se parecen a las emociones que experimentó cuando la vivió.

Probablemente, este será el momento más silencioso del encuentro, pues los hombres pueden tener dificultades para identificar y nombrar sus emociones, más aún, para hablar de ellas; por lo cual el papel del facilitador en este paso es importante. La facilitación debe ayudar a los participantes a identificar la diferencia entre lo que se piensa y lo que se siente. Si es necesario se puede recurrir al ejercicio de ubicar en el cuerpo las sensaciones que se experimentan, para romper con la tiranía de las ideas y desde ahí hacer un esfuerzo por hablar de las emociones.

Cuando el participante, cuya situación o vivencia se está trabajando, ha terminado de exponer lo que sintió, se invita a los demás asistentes a describir las emociones experimentadas durante la descripción, introduciendo la pregunta: ¿cómo nos sentimos? El tránsito entre la primera y segunda pregunta es muy importante, se pasa de lo personal a lo colectivo, que debe ser la tónica del encuentro en lo sucesivo. Por lo tanto, se debe tener especial cuidado en garantizar que todos los asistentes se manifiesten.

En las experiencias de aplicación de la metodología ha sido común que los participantes se muevan entre tres emociones: enojo, culpa y vergüenza. Ninguna de estas emociones es útil para producir transformaciones en la masculinidad dominante. El enojo inmoviliza, la culpa y la vergüenza producen escape y evasión. Con sutileza, pero mucha claridad, el grupo debería orientarse a la responsabilidad. El patriarcado concede privilegios a los hombres, lo cual está en la base de las desigualdades de género; en esta dirección, la contribución de los hombres debe ser renunciar conscientemente a dichos privilegios, asumir la responsabilidad de dicha situación y resolverla en las relaciones cotidianas con la pareja, hijos e hijas, con otros hombres, etcétera.

Identificación de posibilidades de acción: ¿qué hacemos si vuelve a pasar? En esta parte del encuentro, la discusión sobre la situación o vivencia ya no se debe personalizar. En las respuestas a la pregunta orientadora cada participante debe asumir que la situación o vivencia descrita le puede pasar a él también y desde esa posibilidad hacer sus sugerencias.

No es necesario que el grupo se ponga de acuerdo en las posibilidades de acción, aunque es importante. Lo que cuenta en esta fase es identificar posibilidades de acción si la situación se presenta en la cotidianidad y que el grupo las analice. Con esto sería suficiente, por ahora, pues se amplia el espectro de posibilidades de acciónconsciente, frente a hechos que antes producían respuestas automáticas.

En los primeros cuatro o cinco encuentros del proceso metodológico se concluye después de este momento y se hace el cierre respectivo. Sin embargo, en la medida que el proceso avanza, el facilitador observará que el grupo comienza a reflexionar sobre lo que se ha venido trabajando, se hacen asociaciones entre situaciones discutidas y surgen preguntas generales sobre las razones por las cuáles se actúa de una u otra manera. Cuando esto ocurra, se agrega el paso ''Posibilidades de explicación'', inmediatamente antes del cierre. Es muy importante no forzar al grupo a trabajar en este punto, en la medida de lo posible los participantes deben fluir de manera natural en esta búsqueda.

Posibilidades de explicación: ¿por qué? Cuando llegue su momento, los encuentros servirán para discutir las causas de las actuaciones de los hombres y de las emociones que experimentan. En este punto es especialmente útil tener clara la concepción de la masculinidad dominante, pues sirve de marco de referencia general para buscar explicaciones. Aunque lo valioso es que el grupo discuta e identifique causas, sin forzar inducciones teóricas.

Alrededor del encuentro número ocho es probable que el grupo se plantee que las acciones individuales son insuficientes para actuar al nivel de las causas identificadas. Cuando esto ocurra, se pueden plantear acciones colectivas.

Posibilidades de acción colectiva: ¿qué hacemos? En las aplicaciones de la metodología realizadas hasta ahora ha ocurrido que los participantes experimentan la necesidad de definir y desarrollar acciones colectivas. Si bien las acciones colectivas se pueden identificar dentro de los encuentros, es importante que el grupo entienda que su organización rebasa los objetivos del encuentro, que para dicho fin se deben planificar reuniones específicas. En ningún caso se debe usar el tiempo de los encuentros para desarrollar planes de acción colectiva.

Como se puede observar en la Figura 1, cualquiera de los últimos tres pasos puede llevar al cierre del proceso. Dentro de la metodología se pueden diferenciar dos tipos de cierre: el cierre de un encuentro específico y el cierre del proceso.

Cierre: en el cierre de cada encuentro se hace una retroalimentación del proceso, enfatizando en el logro particular del encuentro que se cierra. Esta síntesis de ideas puede estar a cargo del facilitador o de uno de los participantes. Hacerla antes de terminar el encuentro es útil, pues proporciona una imagen de lo que se ha recorrido, de lo que se ha hecho y aquello en lo que se ha avanzado.

El cierre del proceso debería ocurrir en el encuentro número 16. Cuando el cierre del proceso se acerca, se notarán emociones contradictorias, mucha expectativa y quizás cansancio. Es importante advertir al grupo por adelanta-do que esto va a ocurrir y que es normal, que todo cierre conlleva este tipo de situaciones. Hablar con anticipación del final del proceso ayuda al grupo a prepararse para este momento.

En el cierre del proceso se debe enfatizar que se completó y reflexionar colectivamente sobre esto. Finalizar el proceso puede ser ocasión de abrir un nuevo proceso, decisión que debe ser analizada con cuidado y no se debe tomar si no hay disposición de asumir un nuevo compromiso, probablemente con la misma duración.

Conclusiones

La masculinidad ha sido abordada desde diferentes enfoques. Hoy en día la producción teórica sobre el tema está disponible para cualquier interesado en la temática. Sin embargo, los enfoques más difundidos resuelven una o dos de las siguientes necesidades: investigación teórica, verificación empírica e intervención social. Tras identificar este vacío se propuso generar el enfoque de la masculinidad dominante.

La concepción de la masculinidad dominante cuenta con una base teórica, fundamentada en los conceptos de dominación de Max Weber y dominación masculina de Pierre Bourdieu. Su capacidad analítica ha sido puesta a prueba en tres estudios propios y uno ajeno, a lo largo de 6 años. En todos los casos, la metodología de estudio empleada ha demostrado su operatividad a través de disposiciones, variables e indicadores que pueden ser verificados empíricamente y dan cuenta del modelo, de su situación en contextos específicos y sus cambios a través del tiempo.

En correspondencia con las necesidades identificadas dentro de la temática, se ha desarrollado una metodología de intervención de la masculinidad, cuyo objetivo primordial es trabajar con grupos de hombres en busca de desmontar el modelo dominante, a través del análisis de vivencias cotidianas que conflictúan dicho modelo. Tal análisis conduce a la identificación de acciones individuales y colectivas que amplían la gama de respuestas ante eventuales repeticiones de la vivencia analizada.

Como marco de referencia teórico del análisis de las vivencias se usa el modelo de la masculinidad dominante, en busca de explicar las causas de los comportamientos masculinos. Se asume que dichos comportamientos no son necesariamente conscientes, pues forman parte de disposiciones sociales, cristalizadas en costumbres que los hombres asumen para integrase a la sociedad y funcionar dentro de un modelo determinado.

A diferencia de otras formas de intervención social de la masculinidad, la metodología propuesta es un proceso de reflexión abierto y emergente; con esto se quiere decir que no tiene una agenda temática para desarrollar, los contenidos van surgiendo por decisión y elección de los participantes, a lo largo de 16 encuentros, en los cuales se repite una estructura básica de 4 pasos regulares y 2 que se van agregando de acuerdo a la evolución del proceso.

El proceso metodológico opera tanto individual como colectivamente. Los encuentros son un ejercicio de copensar la masculinidad, estrategia que fortalece a cada participante, a la vez que potencia acciones colectivas.

El modelo de intervención está basado en la supervisión psicosocial. Para aplicar la supervisión en el abordaje de la masculinidad, se han hecho leves variaciones metodológicas: se ha definido como temática de trabajo la masculinidad dominante, como contexto de referencia se ha elegido hablar de las vivencias que conflictúan ser hombre en la cotidianidad de la relación de pareja, paternidad, trabajo, etc.

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Notas

1. La operativización conceptual de las disposiciones y variables se realizó para la Tesis doctoral ''Estudio Comparativo de la Masculinidad Dominante en Guatemala y Costa Rica''; en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO Costa Rica. Luego se usó en la investigación ''Tensiones y respuestas del modelo dominante de la masculinidad en estudiantes de la Universidad de San Carlos de Guatemala'', financiada por la Dirección General de Investigación de dicha universidad. Está disponible en el blog Masculinidades.

Recibido: 18 de Agosto de 2020; : 18 de Agosto de 2020; Aprobado: 04 de Octubre de 2020

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