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InterSedes

versão On-line ISSN 2215-2458versão impressa ISSN 2215-2458

InterSedes vol.16 no.33 San José Jan./Abr. 2015

 

La poesía de Marco Aguilar

Mainor González Calvo1*


Marco Aguilar es un poeta turrialbeño que prefirió la tranquilidad de la provincia al ruido de la farándula urbana. Amigo y correligionario de Jorge Debravo, por tanto fundador del Círculo de Poetas Turrialbeños, más tarde Costarricenses, su obra ha sido invisibilizada por el canon y la tramoya literaria nacional. Tras la muerte de Debravo, una breve estancia en San José y la publicación de sus dos primeros poemarios, decide regresar a su Turrialba donde se dedica al oficio de técnico en radio y televisión.

Su poesía, tallada y esculpida en silencio, ha visto cuatro libros con tirajes muy cortos, tal vez por esa razón las nuevas generaciones no conocen la ardorosa búsqueda de este bardo. Son muchos los poetas y críticos que han valorado la obra de Marco Aguilar como una de las propuestas más coherentes y lúcidas de la poesía contemporánea costarricense. Y, sin embargo, nunca se le ha reconocido con ningún premio ni se le ha brindado la atención que merece en la academia y en los ámbitos educativos y/o periodísticos.

Con mucho tino la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia (EUNED) publicó en el 2009 su Obra Reunida. Por cierto, hubo problemas con el compilador al aparecer como autor y no fue tal, pues la obra la recopiló el mismo poeta. Eso, de alguna manera, subraya la condición de un poeta que "no desea hacer literatura", como apuntaba su compañero Jorge Debravo. Es decir, estamos ante un poeta que ha comprendido su papel de productor de poemas no para la fanfarria de premios y los viajes, sino porque debe decir lo que le atormenta y puja por salir.

La antología de la EUNED permite ingresar al mundo poético de Aguilar donde lo primero que nos sorprende es su calidad formal. Son pocos los poetas costarricenses que han acudido al soneto, esa estrofa tan difícil y compleja, verdadera apuesta estilística para cualquier poeta, con resultados tan frescos y efectivos. Marco Aguilar introduce en el soneto cierto humor y cotidianidad que le restan su carácter solemne y nobiliario. Dicho de otra manera, experimenta dentro de una forma canónica para otorgarle contemporaneidad y gracia. Y lo logra.

Pero no se crea que Aguilar solamente se inclina por el soneto en el extenso maremágnum del verso libre moderno y posmoderno. No, también acude al verso blanco y a la libertad estrófica sin perder la musicalidad interna y el propósito que anima al poema. Ni en el soneto ni en el verso libre, el poeta se extravía: el tema, lo referido, lo que se desea comunicar, está presente en la forma y se desplaza como pez en el agua. Es lo que sucede exactamente con el poemario Emboscada del tiempo (1988), auténtica epopeya y canto general que logra posicionare como uno de los esfuerzos más logrados de la poesía costarricense de los últimos treinta años.

Lo importante de la antología es que, además del ya mencionado y de sus dos primeros, Raigambres (1961) y Cantos para la semana (1963), con el estupendo El tránsito del sol (1996) (donde resuena El tránsito del fuego de Eunice Odio), incorpora tres libros inéditos: La miel de cada día, Mi voz nace de piedra y Otra poesía reunida. Lástima que el segundo no aparezca completo. Asistimos entonces a la "evolución" del trabajo aguilariano en tanto crecimiento silencioso de un trabajador de la palabra que no se dejó encandilar por los fuegos fatuos de la fama y la tontada. En ese crecimiento observamos la sencillez encerrada con maestría en formas poéticas finamente elaboradas. Como en el buen vino, los años agregan el sabor.

La profesión de Marco Aguilar está en el taller de radio y televisión. Pero su verdadero oficio en la palabra precisa y rigurosa, en el endecasílabo finamente logrado, en el soneto portentoso pero no pretencioso, en el poema épico donde se lamenta del destino humano signado por la violencia y la exclusión. Y en el amor, la ternura y la solidaridad que se incuban en la profunda sensibilidad de un verdadero poeta. Todo con la sutil y sosegada visión que dan la provincia y la distancia de los centros del poder cultural.

La EUNED acierta y rescata una de las voces más auténticas de nuestra poesía. Una voz que no se arredra ni se arriesga ante la parafernalia posmoderna y su sintomática pasarela de flashes, premios y alabanzas. Mucho menos se asoma al grotesco valle de la transacción para el próximo premio o para el evento venidero. Una voz de auténtica raigambre tica pero sin perder su exactitud meridiana en el concierto universal de la palabra.

Como lo reseñara en su momento don Alberto Cañas, recordándonos la apreciación de eso otro grande poeta olvidado, Alfredo Cardona Peña, quien, desde México, apuntaba que de los poetas de Turrialba, a su juicio, "el de más porvenir era Marco Aguilar", el poeta no nos ha defraudado: aparte de ese enorme río lírico q ue es Jorge Debravo, podríamos afirmar que es el poeta vivo más importante de su generación.

1. Mainor González es profesor de la Sede de Guanacaste, mainor.gonzalez@ucr.ac.cr

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