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Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña

versión On-line ISSN 1659-4223

REHMLAC vol.12 no.1-2 San Pedro, Montes de Oca jul./dic. 2020

http://dx.doi.org/10.15517/rehmlac.v12i1-2.40850 

Artículo

El mito del complot antipatriótico y la Asociación Masónica Internacional (España, 1921-1975)

The myth of the anti-patriotic conspiracy and the International Masonic Association (Spain, 1921-1975)

Javier Domínguez_Arribas1 

1Universidad de París XIII, Francia

Resumen

Este artículo estudia un leitmotiv de la propaganda antimasónica española: el que acusaba a la Asociación Masónica Internacional (AMI) de ser responsable de una conspiración antipatriótica. Tras presentar los orígenes del mito complotista y la realidad de la verdadera AMI, se realiza un recorrido cronológico por la utilización del tema en la prensa y la literatura de propaganda durante las décadas centrales del siglo XX (1921-1975). Asimismo, se presta una especial atención al rol que desempeñó el propio Francisco Franco en la estigmatización de la AMI.

Palabras-clave: Antimasonería; Asociación Masónica Internacional; Franco; Propaganda

Abstract

This paper focuses on one of the leitmotivs of Spain’s anti-Masonic propaganda: the one whichaccused the International Masonic Association (IMA) of being responsible for an anti-patrioticconspiracy. After presenting the origins of the Masonic conspiracy myth and highlighting somefacts about the real IMA, the use of this stereotype in the press and in propaganda books over thecentral decades of the 20th century (1921-75) will be examined chronologically. Furthermore, special attention will be paid to Franco’s actual role in the stigmatisation of the IMA.

Key words: Anti-Masonry; International Masonic Association; Franco; Propaganda

Introducción

La Asociación Masónica Internacional (AMI) fue una federación de obediencias fundada en 1921. Desde los años treinta, y en paralelo al crecimiento del antimasonismo en Europa, recibió de manera recurrente las invectivas de los antimasones españoles, al ser percibida como un poder internacional secreto o, incluso, como el centro desde el que se orquestaba un complot masónico antipatriótico. Los ataques a la asociación fueron un leitmotiv de la propaganda antimasónica durante el final de la época republicana, la guerra civil y parte del franquismo; los últimos que tuvieron cierta difusión datan de 1960 y, sorprendentemente, salieron de la pluma del propio dictador, bajo un pseudónimo1 [1] [2]. En el presente trabajo, que prolonga una investigación más amplia sobre el antimasonismo en España, se analizará el uso que hizo la propaganda antimasónica del tema de la AMI. Se prestará atención a los dos principales medios que transmitieron esos discursos –periódicos y obras propagandísticas–, tomando como fechas extremas la de la fundación de la AMI en 1921 y la del final del franquismo en 1975, lapso en el que se enmarcan la primera y la última referencia a la asociación que han podido documentarse en la prensa (1925 y 1974, respectivamente). En ese marco temporal, se estudiará la evolución en el tratamiento de la cuestión, así como las fuentes utilizadas, los subtemas abordados y los autores que intervinieron. Además, se intentará determinar en qué medida los argumentos contra la AMI –y en especial el mito del complot antipatriótico– tenían un origen foráneo, como otros temas antimasónicos, o más bien hispano. Para terminar, se explicarán las razones de la particular fijación de Franco en contra de la asociación, fijación que le convirtió en un destacado propagandista contra la misma. Antes de iniciar el recorrido cronológico por la utilización de este tema antimasónico, conviene presentar brevemente la tradición ideológica de la que procedía (es decir, los orígenes del mito complotista) y lo que era la AMI en realidad.

Genealogía del mito del complot masónico

El nacimiento de la masonería a comienzos del siglo XVIII trajo aparejado muy pronto el desarrollo de la hostilidad hacia la misma. En el mundo católico, ese antimasonismo sufrió un impulso considerable con las condenas papales de Clemente XII (1738) y Benedicto XIV (1751). Desde unas críticas iniciales que podían ser relativamente benignas, sobre el comportamiento hedonista de los masones, por ejemplo, se llegó a una acusación mucho más seria: la de conspirar contra la religión y la monarquía, antecedente dieciochesco del complot antipatriótico del siglo XX. El pionero en defender esa tesis en España fue José Torrubia, con su Centinela contra francmasones (1752), donde afirmaba que estos “maquinan destruir la religión y mudar el gobierno”. Varias décadas después, el proceso revolucionario iniciado en 1789 parecía confirmar la existencia de un complot contra el trono y el altar. Fue entonces cuando unos cuantos autores lo atribuyeron a la obra de las logias, y entre ellos destacó, en Francia, Augustin Barruel, con sus influyentes Mémoires pour servir à l’histoire du jacobinisme. Este jesuita secularizado distinguía entre los masones que, reunidos en las “tras-logias”, conocían todos los misterios de la masonería y los que los ignoraban. En la misma línea puede citarse, en España, Causas de la Revolución de Francia, de Lorenzo de Hervás y Panduro2 [7] [8] [9]. Un nuevo componente vino a añadirse a la tradición antimasónica a comienzos del siglo XIX. En el discurso contrarrevolucionario, se empezó a fijar la identificación, antes vaga, entre la masonería y el judaísmo, primero en la Francia napoleónica y luego en el resto del mundo católico. Resultaba así una suerte de fusión de dos tradiciones estigmatizadoras, la secular antijudía y la mucho más reciente antimasónica. No era ilógico que los viejos enemigos de la cristiandad –los judíos– fueran asociados a los nuevos –los masones, que además hacían gala de tolerancia religiosa y exhibían cierto simbolismo hebraico– en una especie de alianza conspirativa, aunque ello solo ocurriera en la imaginación de sus enemigos. Nació así el mito de la conjura judeo-masónica3 [4] [6]. Las campañas antimasónicas se intensificaron en el ámbito católico a finales del siglo XIX, como reacción ante la pérdida de poder e influencia de la Iglesia, por el progreso de la secularización y el final de los Estados Pontificios en 1870. Un buen número de autores, en especial franceses, se dedicaron a desvelar los manejos de la “secta masónica”, a menudo en alianza con los judíos, y a veces subordinada a estos. Dentro de esta oleada antimasónica pueden mencionarse las obras de eclesiásticos como Chabauty, Fava y Meurin, pero sobre todo le dio un impulso definitivo la encíclica Humanum genus (1884), en la que el papa León XIII hacía un llamamiento para desenmascarar a uno de los principales enemigos de la Iglesia: “arrancad a la masonería la máscara con que se cubre y mostradla tal cual es”. También fue notable la influencia de un mistificador marsellés, Léo Taxil, que convenció a buena parte del catolicismo finisecular de la existencia del “paladismo”, un culto masónico de Lucifer. En España, el llamamiento papal y la obra de Taxil provocaron una campaña antimasónica –y a veces antisemita– sin precedentes, que contó con una participación destacada de carlistas e integristas –su periódico El Siglo Futuro se mostró especialmente combativo– y en la que se difundieron cartas pastorales, revistas y libros. Entre estos puede citarse La Masonería en España (1892-1893) y Las Tras-Logias (1895), de Mariano Tirado y Rojas. En ese contexto, y gracias a autores como los mencionados (desde Chabauty hasta Tirado), pudo asentarse la creencia en un poder secreto, judío o masónico (a veces identificado con el viejo tema de las “tras-logias”), con ansias de dominación mundial. Esa oleada antimasónica tuvo como broche, en 1896, el Congreso Antimasónico Internacional, celebrado en Trento, con una participación entusiasta del catolicismo español y la asistencia del pretendiente carlista, “Carlos VII”4 [3] [5]. Las campañas antimasónicas se debilitaron en los primeros años del siglo XX, como consecuencia del final de la impostura de Taxil, revelada por él mismo en 1897, lo que desacreditó la versión más excesiva del antimasonismo católico, y especialmente las teorías acerca del culto masónico al diablo. Esa situación se invirtió durante el periodo de Entreguerras, cuando volvió a ganar fuerza la propaganda contra la masonería, cada vez más identificada con el judaísmo por sus enemigos, quienes, tras la Revolución de 1917, añadieron un tercer componente a ese tándem maléfico: el bolchevismo. Fue en ese marco en el que una falsificación antisemita fabricada 20 años antes, los Protocolos de los Sabios de Sión, se difundió por todo el mundo e impulsó la propaganda contra un peligro que no solo era judío, sino también masónico y bolchevique (aunque en el proyecto de dominación mundial que presentaban los Protocolos la masonería solo tuviera un papel secundario)5 [10]. Fue también ese el contexto en que, tras el fin de la Primera Guerra Mundial y la fundación de la Sociedad de Naciones, nació en 1921 la Asociación Masónica Internacional, que luego ocuparía un lugar importante entre los argumentos de los antimasones españoles. Cuando fue creada, ya llevaban tiempo en circulación una serie de temas antimasónicos –el del complot, los vínculos con el judaísmo o la existencia de un poder secreto– que iban a poder ser invocados por los enemigos de la masonería al tratar sobre la asociación.

La verdadera AMI

La Asociación Masónica Internacional fue fundada en octubre de 1921 a iniciativa de la Gran Logia Suiza Alpina. Tenía como precedente, en los primeros años del siglo XX, el Bureau International de Relations Maçonniques y como objetivo fomentar las relaciones entre las obediencias adheridas. Además, esta especie de federación masónica se proponía difundir los ideales de la Sociedad de Naciones. La Gran Logia Española (GLE), a pesar de su carácter minoritario, era una de las doce obediencias fundadoras, procedentes de 11 países: Austria, Bélgica, Bulgaria, España, Estados Unidos, Francia, Italia, Países Bajos, Portugal, Suiza y Turquía6. Durante sus primeros años, la AMI logró un gran éxito en cuanto al número de integrantes, llegando a duplicarlos en poco tiempo por la entrada de obediencias europeas y latinoamericanas esencialmente; todo ello antes de 1924, año en que ingresó en la AMI el Gran Oriente Español (GOE), pero también en que salió de ella la Gran Logia de Nueva York, principal aporte de la asociación en número de miembros, acompañada tres años después por el Gran Oriente de los Países Bajos. Las diferencias entre obediencias latinas y “regulares” acerca de la creencia en Dios o del rol de los masones en la sociedad explican los citados abandonos. Sin embargo, entre fines de la década de los veinte y comienzos de la siguiente continuaron adhiriéndose a la AMI obediencias europeas y sobre todo latinoamericanas, incluidas varias grandes logias mexicanas (las dos primeras, en 1930, fueron La Oriental-Peninsular y del Pacífico), de manera que América Latina se convirtió en la región mejor representada en la asociación. Esta proclamaba, a fines de 1930, contar con 41 afiliadas11 [13]. Sin embargo, durante la década de los treinta la AMI vio como las obediencias que la integraban disminuyeron inexorablemente (hasta la cifra de 28 en 1938), provocando su debilitamiento. Ese declive se debió sobre todo a la persecución que sufrieron los masones en un buen número de países europeos (Italia, Portugal, Turquía, España, Austria, Checoslovaquia o Polonia), lo que causaba el exilio o la disolución de las obediencias7. Por su parte, la Gran Logia Unida de Inglaterra se mostró hostil a la AMI y rechazó que las obediencias de su orientación pudieran afiliarse a ella. La miraba con desconfianza, como una “internacional” de masonerías latinas, hasta cierto punto competidora, aunque hubiese sido lanzada por una obediencia a la que reconocía (Alpina). Según Pere Sánchez Ferré, la Gran Logia Unida “consentía a los hermanos suizos que emprendieran la aventura, tal vez con la esperanza de acercar esas masonerías díscolas al redil anglosajón”8 [14]. La AMI tenía varios órganos de gobierno: el convento internacional, que era una especie de asamblea general o congreso que se reunía cada dos años, el comité consultivo y la cancillería, ocupada siempre por miembros de la Alpina: primero Édouard Quartier-la-Tente (1921-1925), luego Isaac Reverchon (1925-1927) y, durante más de 20 años, John Mossaz (1927-1950). En 1930 se añadió a ese organigrama un comité ejecutivo, que se reunía tres veces al año, cuya presidencia fue ejercida por grandes maestros de las obediencias allí representadas9 [15]. La actuación de la AMI, poderosísima institución según sus enemigos, se reveló en realidad bastante ineficaz, por la permanencia de actitudes nacionalistas en su seno y por el difícil contexto que vivió. Sí que permitió el desarrollo de lazos entre hermanos de diversos países y ejerció además una importante función arbitral entre sus integrantes, lo que se manifestó especialmente en los conflictos que enfrentaban a las dos principales obediencias españolas. Sin embargo, la postura pacifista que adoptó parece hoy poco decidida, ante el progreso del totalitarismo y del antimasonismo en Europa; ello se manifiesta por ejemplo en la reacción que suscitó la guerra civil española, tardía y sorprendentemente aséptica. Así, la AMI se mostró muy reticente a expresar su apoyo a la República10 [11] [12]. Esa era la realidad de la asociación, pero simultáneamente se desarrolló otra paralela que se situaba en el ámbito discursivo y propagandístico.

La AMI como tema antimasónico: los inicios

Parecería que los antimasones europeos habrían tenido que convertir a la AMI en un blanco perfecto desde su creación. Si el carácter masónico ya era rechazable de por sí, el componente internacional, por no decir cosmopolita, añadiría razones a muchos enemigos de la masonería que eran ante todo nacionalistas. Pero no fue así, y los principales propagandistas antimasónicos apenas se apropiaron de un tema a primera vista tan aprovechable, si es que lo llegaron a hacer alguna vez. Quizá, al comienzo, ni siquiera conocían la AMI o no comprendían muy bien en qué consistía; más adelante tal vez entendieron que su relevancia era limitada. Este aparente desinterés es evidente si nos fijamos en los dos autores extranjeros que más contribuyeron a la difusión de la tesis de la conspiración judeo-masónica en España durante el periodo de Entreguerras, Ernest Jouin y Léon de Poncins. Los dos eran franceses, tradicionalistas y católicos, rasgos –sobre todo el último– que les conferían legitimidad entre los antimasones del otro lado de los Pirineos; los dos citaban pruebas documentales para demostrar la colusión existente entre el judaísmo y la masonería contra el cristianismo.

Monseñor Jouin fundó y dirigió desde 1912 la Revue Internationale des Sociétés Secrètes (RISS), una publicación dedicada al combate anti judeo-masónico. En sus páginas difundió los Protocolos de los Sabios de Sión y pintó la masonería como un “Contra-Estado” y una “Contra-Iglesia”12, alcanzando una gran influencia entre los antimasones españoles. La RISS presentó a la AMI con cierto detalle desde 1923, solo dos años tras la fundación de esta, cuando tradujo un estudio del jesuita austriaco Hermann Gruber sobre la asociación, y ello, según el editor, “para demostrar su importancia y el peligro que hace correr al catolicismo”. Gruber aportaba abundante información, bastante seria, sobre la fundación de la AMI, sus miembros, órganos y principios, apuntando que al asumir los del Gran Oriente de Francia, se situaba frente al papado y la cristiandad, por lo que los católicos debían mostrarse vigilantes13. Sin embargo, aunque ese texto subrayaba la importancia de la asociación, la propia RISS no lo tuvo en cuenta, pues durante los años siguientes no prestó apenas atención a la AMI. Como mucho, esta aparecía en una referencia de segunda mano, o era citada una de sus publicaciones (el anuario o el boletín). Es representativo de esta falta de interés el hecho de que se anunciara la celebración de un convento internacional en Bruselas sin decir que era de la AMI (1924) o de que su nombre fuese escrito de forma errónea o incompleta: “Alianza masónica internacional” en 1929 y “Asociación Internacional” en 193514. En este último año, fue mencionada varias veces por Georges Loïc en una serie sobre la masonería belga, que incluía una rúbrica titulada “L’Association Maçonnique Internationale”. La visión que Loïc daba de la AMI era relativamente fidedigna, pues insistía en sus dificultades15. En suma, la RISS concedió a la AMI una atención proporcional a su importancia, es decir, poca. Además, la asociación no aparece en las conferencias o libros que anunciaba la revista, lo que confirmaría un desinterés relativo por la cuestión en los medios antimasónicos franceses de Entreguerras, ni hay constancia de que las escasas alusiones a la AMI en la RISS fueran conocidas o citadas por los antimasones españoles. El segundo autor francés muy leído en España, Léon de Poncins, dio aún menos importancia a la AMI: no la mencionaba en Les forces secrètes de la Révolution (1928), uno de los principales best seller del antimasonismo católico de Entreguerras, traducido al castellano y a otras lenguas16. Tampoco lo hizo cuando, años más tarde, dedicó otro volumen a denunciar el origen masónico de la Sociedad de Naciones, institución a menudo asociada a la AMI por sus enemigos (S.D.N. Super-État maçonnique, 1936)17. Mientras, en España, los primeros artículos localizados en la prensa sobre la AMI datan de octubre de 1925 y tienen un tono muy positivo hacia la misma, pues fueron escritos por Augusto Barcia, representante español en el tercer congreso (o convento) de la asociación18. Pero el tema no tardó en despertar el interés de los enemigos de la masonería. El primer texto sobre la AMI en un periódico antimasónico fue publicado por el diario integrista El Siglo Futuro en noviembre de 1925, cuatro años después de la fundación de la asociación, y estaba firmado por “Lázaro”, pseudónimo de Antonio Álvarez de Linera. Aunque empezaba aclarando que iba a tratar sobre “entidades que no han sido nunca santo de nuestra devoción”, luego se limitaba a traducir un artículo extranjero sobre la AMI, relativamente preciso, en el que se presentaba su fundación, su programa (“la acción anticlerical” figuraba entre sus puntos), sus vínculos con la Sociedad de Naciones y algunos aspectos organizativos, pero, sobre todo, en el que se desaprovechaban todas las ocasiones para atacar a la asociación, como si el periodista no hubiera sido consciente del partido que podía sacar a semejante noticia19. Un año después, el tratamiento del tema en otra publicación confesional –la Revista Mariana de Córdoba– no era muy diferente, aunque el tono fuera más agresivo. Una vez más, se trataba de un texto realizado a partir de una fuente extranjera (en este caso La Civiltà cattolica) que hablaba sobre los orígenes y la organización de la AMI. El gran canciller Quartier-la-Tente –puede leerse– “dió [sic] ejemplo de un radicalismo ardoroso y una incredulidad disoluta a lo Voltaire”. También se mencionaban los problemas que tuvo la AMI para pactar una declaración de principios, así como los abandonos que sufrió, hasta el punto de que el autor concluía –sin que le faltara clarividencia– que “la Asociación masónica Internacional, bajo cualquier aspecto que se mire, se puede considerar fracasada”20 . Curiosamente, esos primeros textos sobre la AMI de los años veinte, aunque aislados y de tono antimasónico, estaban más cerca de la realidad que los que vendrían después.

La AMI en la propaganda antirrepublicana

Hubo que esperar a los años de la Segunda República (1931-1936) para que el tema de la AMI se difundiera verdaderamente entre los autores antimasónicos. La idea de que la asociación constituía un poder supremo extranjero acabó por convertirse en una idea fija en sus obras, pero lo hizo de forma muy progresiva y más hacia el final de la época republicana. Al comienzo del periodo, varios diarios católicos (La Independencia de Almería y Extremadura de Cáceres) citaban a la Gran Logia Española (GLE) como “miembro fundador de la Asociación masónica internacional”, sin añadir nada al respecto21, y en 1932 el tema apenas aparecía aún en Orígenes de la revolución española, un influyente libro antimasónico de Juan Tusquets. Este clérigo catalán, que luego sería el principal detractor de la AMI en España, se limitaba a citar el Bulletin de la asociación y a reproducir una foto del convento de Bruselas de 1930, sin ni siquiera aclarar que se trataba de un acto de la AMI22. Desde los primeros meses de 1933, la prensa confesional endureció el tono contra la AMI, pero sin prestarle mucha atención aún. Un artículo publicado en varias revistas condenaba los Clubs Rotarios por servir de “tapadera a los manejos masónicos, al servicio de la Asociación Masónica Internacional, que desde Ginebra extiende su garra por el mundo entero”. Nada más se decía para apoyar una acusación tan grave. Aunque el texto no iba firmado, probablemente se debía a Francisco de Luis, destacado periodista de la red de prensa católica, pues luego lo utilizaría en un libro suyo, como veremos23. Al final del año, el diario católico La Cruz citaba varias veces el “Anuario de la Asociación Masónica Internacional”, pero solo para dar detalles sobre la vida masónica de varios políticos republicanos, mientras el semanario Hogar y Pueblo, también confesional, mencionaba de manera conjunta la influencia nefasta de la AMI y de la Internacional Socialista: “Ambas son responsables de los desastres acaecidos: a sus órdenes implacables y tiránicas se ha desarrollado la política española de los años últimos"24. El interés por la AMI y la denuncia de sus actividades progresaron notablemente a comienzos de 1934, cuando se supo que debía celebrarse en Madrid el convento de la asociación –una suerte de asamblea general– en septiembre de ese año. La prensa derechista y en particular la católica se hizo eco de la noticia en marzo, cuando unas cuantas cabeceras publicaron un mismo artículo, de tercera mano (citaba A Voz de Lisboa, y este, el boletín de la AMI), que, tras enumerar las obediencias afiliadas a la AMI, precisaba uno de los temas de estudio del convento: “Medidas de solidaridad para defender a la Masonería”. Es posible hallar el texto en los diarios católicos de Tarragona y Almería, por ejemplo, así como en el primorriverista La Nación. Curiosamente, los periódicos no añadieron ningún comentario de rechazo, más allá de una advertencia inicial en La Nación: “para que no quepa duda de las inspiraciones que recibía el Sr. Martínez Barrio” (es decir, de las inspiraciones masónicas)25. Fue el padre Tusquets quien por entonces aludió por primera vez a un tema que luego sería recurrente en los ataques a la AMI: el del arbitraje de la asociación entre las dos principales obediencias españolas. En un artículo para el diario carlista El Correo Catalán terminaba transcribiendo un acuerdo adoptado en enero de 1933 por la “Comisión de Asuntos Españoles” de la AMI acerca de las dos obediencias. El clérigo se indignaba de que no hubiese sido firmado en España, sino en la calle Cadet de París (sede del Gran Oriente de Francia), “bajo la férula de la Masonería francesa”, pero al presentar el documento no explicaba qué era la asociación. El texto fue reimpreso en otros periódicos, como el conservador La Época (mayo de 1934)26, y también en un volumen de la colección antimasónica “Las Sectas”, dirigida por Tusquets. En un mismo número, que debe de corresponder al tercer trimestre de 1934, convive cierta falta de interés por la AMI, cuando se reproduce el citado documento de enero de 1933 sin decir mucho más27, junto a un mayor conocimiento de esta. Y es que unas páginas después, Tusquets concede por primera vez importancia a la AMI, cuando afirma que “casi todos los países acatan ya la suprema autoridad de la Asociación Masónica Internacional”, con sede en Ginebra, aunque –el núcleo de los males no cambiaba– inspirada por el Gran Oriente de Francia. También denunciaba que se fuera a celebrar en Madrid el convento de la AMI y exponía un documento con el tema de estudio recomendado, que ya había aparecido en varios periódicos28. Al final, debido a la oposición del gobierno radical-conservador, dicho congreso no pudo celebrarse en España y tuvo lugar en Luxemburgo29. Mientras tanto, el ruso blanco y colaborador de la RISS Maurice Fara aludía varias veces a la AMI en un libro traducido al castellano, La masonería y su obra (1934), pero no parecía darle excesiva importancia, como la revista dirigida por Jouin. Ni siquiera está muy claro que se refiriera a la AMI –por la forma de citarla, en minúsculas– cuando reflexionaba sobre la persona o el consejo “que ejerce efectivamente el poder supremo sobre toda la asociación masónica internacional [sic]”, y no volvía a mencionarla hasta el apéndice que se incluyó en la edición española. En él, citaba el anuario de la asociación y afirmaba que dos grandes logias regionales se habían independizado “bajo los auspicios de la A.M.I.”.30 A fines de 1935, la prensa confesional volvió a referirse a la AMI. El diario católico Gaceta de Tenerife tradujo un artículo del publicista antimasónico francés Albert Vigneau que incluía a la asociación entre las organizaciones opuestas a Mussolini, mientras que una revista de Salamanca, La Espiga, mencionaba acuerdos de la AMI –tomados precisamente en el convento de Luxemburgo– para unir a “todas las fuerzas revolucionarias de España” y para proteger la masonería, “aceptando que esta defensa no sería pasiva, sino que había que pasar rápidamente al ataque”.31 Un libro importante fue publicado ese año por el periodista católico Francisco de Luis, director de El Debate. Se trataba del panfleto antisemita y antimasónico La Masonería contra España (1935), que citaba frecuentemente la RISS y documentación auténtica de las logias españolas. De Luis retomaba un texto que ya había aparecido sin firma –aunque probablemente era suyo– en la prensa confesional, como vimos. En él atacaba a “la Asociación Masónica Internacional, que desde Ginebra extiende su garra por el mundo entero”. Además, profundizaba en el tema del arbitraje de la AMI entre las obediencias españolas, al que ya había aludido Tusquets el año anterior y que luego volvería con frecuencia en la propaganda contra la asociación. El pleito “sobre asunto que se refiere a España” –decía De Luis– “se fallará en Ginebra, por la Asociación Masónica Internacional”, lo que era una muestra de que las “organizaciones masónicas están sometidas a un poder extranjero”. Proseguía así: “Además de recibir del extranjero normas e inspiraciones, al extranjero rinden cuentas y ante poderes extranjeros, ocultos y tenebrosos, dirimen sus pleitos. Esto es atentar contra la soberanía de España”32. Precisamente ese párrafo sobre el antipatriotismo masónico fue reproducido, dentro de un recuadro en primera plana, por el diario católico de Tenerife, aunque no se aclaraba su procedencia33. Trató el tema de la AMI con más detalle Francisco Ferrari Billoch en La masonería al desnudo (1936), publicado antes de la guerra civil. Una tesis central del libro, en el que numerosos documentos masónicos eran citados como pruebas, es la de la sumisión de la masonería española “al yugo extranjero”. Como De Luis, aunque con un tono más sensacionalista, Ferrari se centraba en el tema de la función arbitral de la AMI, exagerándola hasta convertirla en una especie de dirección suprema. Una segunda idea más novedosa, si bien tenía antecedentes lejanos en las “tras-logias” de Barruel y Tirado, era la insinuación de que tras la AMI se hallaba un misterioso poder secreto, desconocido por los masones españoles: “Hoy, todos sometidos a la A.M.I. Todas sus querellas, sometidas al arbitraje del gran centro judaico de Ginebra. El GRAN MONSTRUO tiene una cabeza visible en ese gran centro: la Asociación Masónica Internacional. Detrás de esa cabeza visible, ¿qué?”. Insistía en la cuestión al hablar sobre la ignorancia de los hermanos españoles:

Pero a lo más recóndito no llegan. Su curiosidad se pierde en la tupida maraña de los hilos más o menos sutiles que conducen al extranjero. A lo sumo, logran sentir la quemazón de ese ganglio de “l’A.M.I. [sic]”, foco de infección internacional, que desde Ginebra irradia en todas direcciones los “u[c]ases” terribles del GRAN MONSTRUO .

Para Ferrari, no había duda del antipatriotismo de la AMI, responsable “de esa trama tenebrosa que extiende sus tentáculos subversivos hasta la entraña misma de los Estados para gangrenar el alma nacional”. Además, relacionaba a la asociación con un poder superior judío, citando a Fara, y con la Sociedad de Naciones. Algunas de las ideas de Ferrari sobre la AMI eran recapituladas en la sección titulada “La Masonería española, sometida a las decisiones de la Asociación Masónica Internacional”, que presentaba a esta como una especie de “Tribunal Supremo de la secta” o, a veces, como algo que iba más allá: “la Masonería española va a dirimir sus querellas a Ginebra, ante la Asociación Masónica Internacional, máximo PODER visible de la GRAN SECTA, Poder [sic] al que están sometidos todos los masones españoles”. También volvía a la cuestión del poder secreto cuando mencionaba al gran canciller de la AMI: “Detrás del H.·. Mossaz, el ENIGMA, EL GRAN MISTERIO”34. Ferrari retomó el tema de la sumisión de la masonería española a la AMI, casi palabra por palabra, en otro libro que publicó durante la guerra civil (¡Masones! Así es la secta)35. En la continuación de La masonería al desnudo, que se titulaba Entre masones y marxistas y había sido escrita antes de la guerra pero publicada después, Ferrari solo mencionaba a la AMI de pasada, al reproducir dos páginas de un documento que la citaba. Pero no se privaba de aludir a las “Consignas de la A.M.I.” (en realidad eran las pistas de trabajo para el convento de 1934), a “Los poderes ocultos” y, más claramente, a “la Asociación Masónica Internacional, organismo supremo ‘visible’ de la secta”. Así insistía en la idea de una dirección secreta36.

La propaganda franquista y la AMI

Con el golpe de Estado de julio de 1936 y el progresivo control del territorio por los rebeldes, se produjo un cambio decisivo en la difusión de la propaganda contra la masonería en general y la AMI en particular. Las tesis antimasónicas que antes solo defendían los sectores más extremos de la derecha, ahora se convirtieron en argumentos centrales de la propaganda oficial del naciente Estado franquista. Lo que se decía sobre la AMI no era nuevo, pero la forma masiva en que se difundió no tenía precedentes37. Durante la guerra civil (1936-1939), la prensa rebelde presentó una imagen muy negativa de la AMI, en caso de mencionarla; a veces era identificada a la Sociedad de Naciones, para desacreditar a esta última. Así, en septiembre de 1936, el diario falangista Amanecer de Zaragoza citaba un documento masónico para probar “la influencia de la Masonería y el Judaísmo en la constitución y funcionamiento de la Sociedad de Naciones”38 [16]. Otras publicaciones citaban el anuario de la AMI o la pertenencia a la misma de tal o cual masón39. Pero sobre todo, las artimañas de la asociación fueron denunciadas durante la contienda por el padre Juan Tusquets y sus Ediciones Antisectarias, una colección oficiosa de propaganda antimasónica que suponía la continuación de “Las Sectas”. Junto a Ferrari Billoch, Tusquets fue el principal difusor del tema en España. En una conferencia pronunciada en noviembre de 1936, luego publicada con el título La Francmasonería, crimen de lesa patria, Tusquets presentaba a la AMI al hablar de las diferentes ramas de la masonería; en concreto la francesa –precisaba– “es el alma de la Asociación Masónica Internacional, cuyo Secretariado está en Ginebra, en domicilio conocido, pero cuyas reuniones más importantes se tienen en Praga”, a veces con presencia de la masonería inglesa (lo que no era cierto). Condenaba además el “intervencionismo” masónico cuando la AMI proponía un tema de trabajo para el convento de 1934, a partir de un documento ya reproducido en “Las Sectas”. “La Masonería española obedeció servilmente a los extranjeros”, concluía Tusquets40. En la misma línea, en diciembre de 1936, Tusquets declaraba al lisboeta Diario de Noticias que la AMI había dado la orden de matar a Calvo Sotelo y que Augusto Barcia trajo las instrucciones a España, aunque el posterior volumen de Ediciones Antisectarias que trataba del asesinato no dijera nada de la asociación41 [17]. En uno de sus libros para la colección, Masonería y separatismo, el clérigo citaba extensamente, para apoyar sus tesis, la memoria de un convento de la AMI celebrado en Ginebra en octubre de 1925, realizada precisamente por Barcia42; en otro de los libros de Antisectarias, José Manuel Ojeda denunciaba la “absoluta carencia de dignidad patriótica” de los masones españoles, por depender sus actuaciones del “permiso y el apoyo de una Asociación extranjera y judaica” como la AMI (citaba como prueba una carta de septiembre de 1924)43. Entre mayo y noviembre de 1938, Tusquets publicó en La Voz de España de San Sebastián una serie de artículos antimasónicos y antisemitas que fueron reproducidos en otros periódicos44. Luego se recopilaron en Masones y pacifistas (1939). En una ocasión hablaba de las muestras de simpatía dadas por la AMI a los masones españoles en agosto de 1936; otro día, del apoyo que dio al gobierno republicano, lo que era discutible; otro mencionaba la diferencia entre la masonería británica y las obediencias “federadas por la Asociación Masónica Internacional”, un tipo de masonería “revolucionaria y descarada”; otra vez citaba el Bulletin de la asociación o los acuerdos que esta había tomado “contra los regímenes basados en el despotismo”. Por fin, el tema ocupaba un lugar central en la sección “La Masonería y la Sociedad de Naciones” (no publicada como artículo), que presentaba este organismo internacional como un proyecto antipatriótico y judeo-masónico estrechamente vinculado a la AMI. Esta constituiría una especie de dirección oculta de aquella, con la que compartía principios. “La Asociación Masónica Internacional se dispuso a convertir la Sociedad de Naciones en el Gobierno mundial que propugna el Judaísmo”, aseveraba Tusquets45. Este clima en contra de la AMI, que, a diferencia de otras manifestaciones antimasónicas, era extraordinariamente reciente (apenas tenía cinco años de vida al acabar la guerra civil), llevó a que la asociación fuera estigmatizada en las dos principales normas destinadas a perseguir a los masones españoles: la Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939 y, especialmente, la Ley sobre Represión de la Masonería y del Comunismo de 1 de marzo de 1940. En ambas, una de las circunstancias agravantes que se establecían –con exactamente la misma formulación– era “el haber tomado parte en las Asambleas de la Asociación Masónica Internacional” (artículo 7.º de 1939 y 6.º de 1940)46. Con motivo de la aprobación de dichas medidas, toda la prensa española se vio obligada a reproducirlas –con referencia a la AMI incluida– y a elogiarlas, sobre todo en marzo de 194047. Durante los años de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) declinó progresivamente el recurso al tema de la AMI en la propaganda antimasónica franquista. Por un lado, no era fácil igualar el apogeo vivido en torno a la guerra civil, y más ampliamente entre 1934 y 1940; por otro lado, quizá contribuyó al declive la propia evolución de la AMI, que, inmersa en las dificultades de la guerra mundial, estaba iniciando un largo periodo de agonía y difícilmente podía dar titulares a los antimasones. No obstante, aún pueden encontrarse, de manera excepcional, obras de propaganda antimasónica que atacaban a la asociación, así como alguna referencia en la prensa. Así, la AMI aparecía en La masonería en acción (1941), un folleto anónimo que había sido elaborado en realidad por Ferrari Billoch y publicado en una colección de propaganda oficial, Ediciones Toledo. Aunque no firmara su trabajo, Ferrari volvía a temas de un libro suyo anterior, La masonería al desnudo, a menudo autoplagiándose, como el de los arbitrajes de la AMI, a la que presentaba una vez más como un alto tribunal que además daba órdenes a los hermanos:

sus querellas fueron siempre dirimidas por el Consejo Supremo de l’A.M.I. [sic], elemento directivo de las logias, que desde Ginebra, por lo menos hasta hace poco, ha movido los hilos de esa trama tenebrosa que extiende sus tentáculos subversivos hasta la entraña misma de los Estados demócratas y liberales […]. Es su Tribunal Supremo. De él dependen directamente las Jerarquías de las logias. De ese poder reciben consignas, órdenes, mandatos…

Hablaba además de la presencia judía en la AMI, a través de la figura de dos grandes maestros, Cohn y Nathan. Por último, la asociación también era mencionada en un supuesto documento masónico reproducido en La masonería en acción48. Es decir, en este ejemplo de 1941, no eran nuevos ni el tema concreto tratado sobre la AMI (el del arbitraje) ni el autor que lo hacía (Ferrari), lo que sugeriría cierto agotamiento de la cuestión. En febrero de 1943, la asociación era citada una vez en un falso documento masónico que publicó primero el semanario falangista El Español y luego toda la prensa del país, como resultado de una campaña de propaganda ordenada por Franco. Se trataba de unas supuestas instrucciones al Gran Oriente Español (GOE), dictadas en Lisboa en noviembre de 1942, en medio de las cuales podía leerse:

Evítese la entrada en guerra en favor del Eje - Evítese la excusa para la invasión teutona - Evítese la revolución roja, hasta orden expresa de la Gr[an].·. Canc[illería].·. de la A.M.I. que decidirá el momento en que sea canalizable para los altos fines de la Ord[en].·.

Aunque solo era una referencia aislada en medio de un documento largo y complejo, se seguía atribuyendo a la asociación una autoridad incontestable sobre los masones españoles49. Luego se verá cómo llegó al Caudillo este documento. También constituyen una excepción, cuando declinaba el uso de la AMI, las obras del policía y propagandista antimasónico Eduardo Comín Colomer, publicadas por la oficiosa Editora Nacional. En La masonería en España (1944) pasaba revista a los males causados por aquella en la época contemporánea y, al abordar el periodo de Entreguerras, hacía abundantes referencias a la asociación. Los temas destacados en relación con ella resultan familiares y podrían resumirse en dos: la subordinación de las obediencias españolas a una organización extranjera como la AMI y los lazos de esta con el judaísmo. Así, Comín proclamaba una vez que la AMI era “aquella ‘alianza’ que afirmaba más aún los vínculos de las masonerías ‘nacionales’ al Poder oculto del Judaísmo”. Otra vez, citando un volumen de Ediciones Antisectarias (el de Ojeda) y un documento allí reproducido, presentaba a la AMI como “la entidad suprema” a la que se dirigía el GOE en un mensaje de septiembre de 1924; no podía hacerse, según él, “una profesión de fe ‘internacionalista’ de manera más hipócrita y sinuosa”. Comín volvía al arbitraje de la AMI entre el GOE y la GLE, remitiendo al volumen de “Las Sectas” que lo había publicado una década antes (La dictadura masónica en España y el mundo) y criticando la composición de “esa Comisión de Asuntos Españoles a base toda ella de extranjeros”, lo que le llevaba a rechazar la afirmación de “que el ‘internacionalismo’ es compatible con la idea de Patria”. Una novedad del libro, que aparecía al tratar de la guerra civil, era la referencia a la creación de una “Asamblea de Venerables”, cuyos esfuerzos contra la España nacional habían sido “competentemente autorizados por la ‘superioridad ginebrina’ (Asociación Masónica Internacional)”50. En el apéndice documental, Comín reproducía la declaración de principios de la AMI, a la que presentaba como una de las tres “entidades rectoras de la política internacional”, junto a la Sociedad de Naciones y a la Organización Internacional del Trabajo, en medio de referencias a los planes del “Kahal judío” y del “Sanhedrín”. También incluía un documento, frecuentemente citado y comentado por los propagandistas antimasónicos desde comienzos de 1934, sobre las medidas en defensa de la masonería a debatir en el convento de la AMI previsto ese año en Madrid51. Ocho años después de La masonería en España, Comín publicó un volumen bastante similar pero más conciso titulado Lo que España debe a la masonería (1952), en el que, con respecto a la AMI, retomaba varios asuntos tratados en su libro anterior: el frustrado convento de Madrid y los temas de estudio propuestos para el mismo; la “Asamblea de Venerables”, que contaba “con el asenso [sic] de la Asociación Masónica Internacional, instalada en Ginebra desde 1921 como sociedad suprema rectora de las actividades masónicas de una buena parte del mundo”, o la declaración de principios de la AMI, que reproducía una vez más52. En cambio, con respecto al libro anterior, habían desaparecido las referencias que vinculaban a la AMI con el judaísmo. También parecen novedades una alusión al boletín de la asociación, sobre medidas de apoyo a las víctimas de la guerra civil, y otra a las obediencias ausentes de la AMI, lo que nos permitirá enlazar con la sección siguiente:

Sin embargo, contra lo que muchos creen, la Asociación Masónica Internacional, fundada en 1921, no consiguió reunir la totalidad de las ‘potencias’ masónicas existentes en el mundo […] y nunca aparecieron las Organizaciones británicas, cosa que comprendemos, porque mal podía subordinarse a decisiones de mayoría quien tenía privilegios sobre el resto del conjunto francmasónico universal .

Comín estaba pues matizando el alcance de la AMI, frente a visiones que lo exageraban. ¿Se refería a algún autor en concreto? En 1936, Tusquets ya había dicho, erróneamente, que la masonería inglesa acudía a las reuniones de la AMI. Pero Comín quizá osara corregir a otro que, muy poco antes, había concedido a la asociación una relevancia excepcional, como veremos a continuación. En suma, los libros de Comín y sus referencias a la AMI parecen una manifestación tardía del antimasonismo de los años treinta, con abundantes documentos masónicos invocados como prueba (de hecho, citaba las dos colecciones antimasónicas fundadas en esa década por Tusquets) y no menos abundantes alusiones antisemitas, al menos en el de 194453.

La AMI en Boor-Franco

Cuando la propaganda antimasónica franquista había perdido algo de fuelle y la AMI había dejado de ser un tema candente desde hacía años, el propio dictador se encargó de reavivarlo. Y es que Franco denunció los manejos de la asociación en al menos nueve de sus escritos, publicados en dos tandas, la primera en 1949-1951 y la segunda en 1960. Primeramente, con motivo de la condena de su régimen por la ONU en diciembre de 1946, el Caudillo tomó la pluma para reaccionar contra lo que le parecía el resultado de una maniobra masónica, y así escribió un total de 49 artículos antimasónicos entre diciembre de 1946 y mayo de 1951, publicados primero en el diario falangista Arriba, luego reproducidos obligatoriamente por innumerables periódicos y finalmente recopilados en el volumen Masonería (1952)54. Los firmó bajo el pseudónimo de Jakin Boor, que jugaba con los nombres en las columnas de los templos masónicos, Jakin y Boaz. Es posible que Franco recibiera algún tipo de ayuda para escribir los artículos firmados con este pseudónimo: se ha mencionado la intervención de Luis Carrero Blanco o de Ernesto Giménez Caballero. Pero no hay duda de que reflejaban fielmente su pensamiento sobre la masonería y sobre la AMI, como confirmaría el hecho de que los mismos temas aparecen en borradores manuscritos por él que se conservan en su archivo55 [19] [20]. Lo más extraño es que Boor lanzó sus ataques a la AMI cuando esta llevaba años inactiva. A causa de los trastornos causados por la Segunda Guerra Mundial y de la hegemonía nazi en Europa, la asociación tuvo que reducir su actividad a mínimos. Ya durante la guerra, ni las obediencias pagaban cotización, ni su boletín era publicado, ni la cancillería tenía actividad. En marzo de 1942, el gran canciller de la AMI, Mossaz, lamentaba asistir a “su ruina después de 20 años de esfuerzos”. Pero la clausura formal tuvo que esperar hasta abril de 1950, cuando los miembros que aún tenía la asociación decidieron disolverla56. ¿Cómo explicar la fijación del Caudillo con una entidad que, en el mejor de los casos, estaba agonizante? Entre sus principales ideas antimasónicas estaba la de la existencia de un complot masónico permanente contra su régimen, en el que la AMI desempeñaba un papel protagonista, tal como puede verse en los textos firmados por Boor. El origen de esta obsesión con la AMI y de sus ideas erróneas sobre ella radicaba en una red de desinformación que, bajo el nombre de APIS (siglas de significado desconocido), le hizo llegar más de 200 informes entre la guerra civil y 1965. Casi tres cuartas partes de esos informes tenían alguna relación con la AMI, gracias –supuestamente– a la labor de una espía, A. de S., que estaba casada con un alto cargo de la asociación, al que copiaba toda la documentación que podía, para luego transmitírsela a Franco. Aunque había algunos elementos auténticos, la mayor parte de la información así transmitida era falsa y había sido fabricada por la teresiana vizcaína Dolores de Naverán (1888-1967), alma de la red APIS. Al final, esta profesora de francés y euskera de familia carlista, junto a unas pocas colaboradoras, logró influir sobre la acción del dictador en un sentido político concreto: aquel que defendía a toda costa las prerrogativas de la Iglesia y que rechazaba las reivindicaciones de falangistas y juanistas (los partidarios del pretendiente don Juan de Borbón), a los que asociaba con la masonería para debilitarlos a ojos de Franco. Este no solo remitió la documentación recibida por esta vía a los más diversos destinatarios, incluido el papa Pío XII, sino que ordenó dos campañas de propaganda en 1943 –una ha sido mencionada más arriba– a partir de supuestos documentos masónicos que tenían el mismo origen. Igualmente, esta red de desinformación –objeto de una investigación en curso– le llevó a redactar las páginas citadas sobre la AMI, haciéndole creer que su actividad se reforzó durante la guerra mundial y que siguió existiendo hasta al menos 196557 [18]. Con esa fuente de inspiración decisiva, ocho de los 49 artículos que escribió para Arriba entre fines de los cuarenta y comienzos de los cincuenta se referían a la AMI de una u otra forma. En agosto de 1949, cuando ya llevaba unos cuantos, Boor hizo la primera alusión a la AMI, afirmando que su creación había consolidado la unidad de la masonería, a la vez que prestaba a la organización un poder que nunca había tenido, y menos aún entonces:

la Asociación Masónica Internacional, órgano permanente del Gobierno masónico, en que, reunidos los más altos representantes de las naciones europeas, ejercen el poder supremo desde una de las naciones de Europa, donde, reunidos secretamente, dictan su ley a los gobernantes y a las logias que de ellos dependen.

El país al que se refería podía ser Suiza, donde había estado la sede de la AMI (Ginebra), o Portugal, donde, según APIS, se reunía la asociación durante la guerra mundial58. Volvió al tema en la primavera de 1950, momento en que se concentran la mayoría de sus ataques a la AMI, en seis artículos consecutivos. No es fácil explicar esta particular cronología, en unas circunstancias en las que se dibujaba el final del aislamiento internacional del régimen: en enero de ese año, el secretario de Estado estadounidense, Dean Acheson, había admitido el fracaso de la resolución de la ONU de 194659 [21]. En todo caso, Boor proporcionaba explicaciones simples de procesos extremadamente complejos, y ello en el momento preciso en que la verdadera AMI estaba siendo disuelta, lo que ignoraba. Así, en abril de 1950, explicó la creación de la AMI por la pretensión de “integrar a la masonería bajo una suprema dirección”, como una “especie de Sociedad de las Naciones masónica, sin luz ni taquígrafos”. Afirmaba erróneamente –a partir de lo que APIS le había transmitido– que la AMI había ganado peso durante la guerra mundial:

En el occidente del Continente europeo existe una suprema autoridad masónica internacional creada en el año 1921, que, reforzada considerablemente por esta situación derivada de la guerra, ejerce su poderosa acción sobre la mayoría de los Gobiernos nacionales desde las sombras de su templo .

En mayo de 1950, Boor publicó dos artículos en los que se ocupaba íntegramente de la AMI. En ellos alternaban, a veces de forma brusca, datos reales y bastante asépticos sobre la asociación con otros que eran fruto de sus prejuicios o de la labor de desinformación de APIS. En el primero, la presentación de los años iniciales de la AMI, con sus dificultades y abandonos, parecía proceder de un conocimiento objetivo del tema. Más discutible era imaginar en la AMI “ambiciones de dominio”, o decir que su constitución “da carácter de universalidad a las conspiraciones”. Y estaba muy alejado de la realidad, por inspiración de APIS, al atribuir a la AMI de posguerra “un poder e influencia hasta entonces insospechados”, cuando la organización se encontraba moribunda, o al decir que la masonería inglesa “llegó a tomar asiento” en la asociación, de la que nunca formó parte, o al dar a una de sus instancias dirigentes un poder inusitado, según una óptica conspiracionista:

Este Comité ejecutivo de la Asociación masónica internacional constituye el órgano secreto de gobierno que maneja los hilos invisibles que mueven el tinglado de la política internacional, y del que parten las órdenes y consignas que en servicio de sus fines cree prudente tomar.

Boor utilizaba documentación masónica, incluida una memoria de Barcia citada por Tusquets, para probar los fines políticos de la AMI, en especial cuando esta defendía a sus miembros de las sanas reacciones nacionales contra “esa lacra que en el cuerpo nacional constituye la masonería”. Mencionaba los casos de Portugal, Italia y España: los masones de este último país habían desarrollado diligencias desde hacía años, “y en los tiempos actuales, para lograr de la Asociación Masónica Internacional y de las masonerías extranjeras una acción común contra su Patria”. Dejando de lado la confusión de Boor entre régimen y Patria, que permitía considerar antipatrióticas las actividades de la oposición antifranquista, todo recurso a la AMI habría sido inútil, no solo por su ineficacia, sino porque había sido clausurada formalmente en abril de 195060. En el segundo artículo dedicado enteramente a la asociación, Boor la distinguía, juiciosamente, de otros dos organismos masónicos internacionales (“Liga internacional de francmasones” y el “Bureau masónico internacional”) y explicaba de manera relativamente objetiva la cuestión de la territorialidad (una obediencia de la asociación no podía crear logias en un territorio bajo la jurisdicción de otra). En esa línea, decía, “la A.M.I. hizo todos los esfuerzos para alcanzar la unidad de las masonerías nacionales”, lo que casaba mal con el antipatriotismo que atribuía a las logias. Mucho más subjetivas son las afirmaciones que insistían en el poder de la AMI o las que la presentaban como “una suprema organización” que dirigía “la acción masónica internacional en una extensísima área”. Sí que era cierta la afirmación de Boor de que la masonería estadounidense se mantenía al margen de la AMI, pero la escisión que la separaba de la masonería inglesa era una invención de APIS, que él creía y repetía61. En un tercer artículo de mayo, Boor señalaba el origen y control masónicos de la Sociedad de Naciones (luego también de la ONU), en concreto a través de la AMI: “La constitución en el año 1921 de la Asociación Masónica internacional [sic] con la misma sede, en Ginebra, que la Sociedad de las Naciones […] demostró la íntima relación que se buscaba entre las dos organizaciones”. Es más, según Boor, “se consultaba a los altos magnates de la A.M.I. antes de decidir cualquier cuestión”62. También aludió al tema en dos artículos de junio de 1950. En uno negaba la neutralidad de la que hacía gala la AMI; en otro, volvía a mencionar, a partir de documentación masónica que parece auténtica, las gestiones que había hecho Barcia ante la AMI para responder a ciertas medidas antimasónicas sufridas durante la dictadura de Primo de Rivera63. Después de casi un año sin ocuparse del tema, Boor lo retomó en el último artículo de la compilación, publicado en mayo de 1951. Recordaba haber probado, entre otros daños causados por la masonería, “que existe un Comité supremo en Europa, titulado Asociación Masónica Internacional, a través del cual se conspira en forma ininterrumpida, y un día tras otro, contra cuanto España representa”, lo que reflejaba la visión de la AMI transmitida por APIS. Añadía que la AMI era usada por algunos países europeos como un instrumento contra Estados Unidos, mediante el cual lograban influir en la masonería de aquel país64. En 1960, ocho años después de la publicación del volumen Masonería, Franco dio a la luz cuatro nuevos artículos con el pseudónimo “Jakin-Boor” (a veces Jakin-Booz), y en el primero de ellos volvía a referirse a la AMI. Con un título que sugería la perseverancia antiespañola de las logias (“La masonería no descansa”), Boor denunciaba diversos males –pasados y presentes– de los que eran responsables aquellas y, sobre todo, “la ofensiva masónica contra nuestra Patria”. Para subrayar su dependencia del exterior, lo que acababa por llevar a la traición, recordaba que “las masonerías nacionales […] formaron la Asociación Masónica Internacional, que en pocos años llegó a constituir la dirección secreta y suprema de la política de los principales Estados”. Además, cuando apuntaba que representantes de la masonería internacional “se reúnen en Ginebra todos los días laborables del año a fin de juzgar los acontecimientos universales o nacionales e impartir sus consignas y órdenes a las logias subordinadas”, solo podía estar pensando en la AMI y en su sede, pues en un texto de mayo de 1950 ya había atribuido esa frecuencia de reuniones al comité ejecutivo de la asociación65. El artículo fue publicado el 27 de marzo en Arriba y, durante los días siguientes, en periódicos de toda España, como consecuencia de una consigna de los servicios de prensa66. Aunque hubo otras alusiones posteriores a la AMI en la prensa franquista, esta de marzo de 1960 fue la última que, tras décadas de propaganda contra la asociación, tuvo una difusión masiva, diez años después de su clausura formal y 20 de su final efectivo. Todo ello debido a la influencia de la red de desinformación APIS. Probablemente en la época de los últimos artículos mencionados, Franco se refirió también a la AMI en un borrador escrito de su puño y letra, que ha permanecido inédito. En una enumeración casi ilegible, sin fecha, pero posterior a la elección de Juan XXIII como papa a fines de 1958 (pues era citado), el dictador repetía de modo esquemático los temas que le habían obsesionado en relación con la masonería desde hacía 20 años:

Campaña [para] quitar importancia a la [masonería] […]La masonería cristiana y la ateaLa masonería ante la Iglesia católica […]Los crímenes de la masonería = Las ejecuciones contra los que la traicionan […]La traición a la Patria.

Y por fin: “La AMI”67. Quizá fuera el borrador para un artículo publicado en mayo de 1960, “Masonería y política”, pero en este no se citaba finalmente a la asociación68. Las últimas referencias a la AMI localizadas en la prensa del franquismo datan de junio de 1974 y figuraban, no por casualidad, en la carta de un partidario del carlismo, la facción del régimen más comprometida con el combate antimasónico. En un texto que defendía seguir en pie de guerra contra “los enemigos de la religión y de la Patria”, Alfonso Triviño de Villalain, presidente de la Junta Carlista de Defensa de Castilla la Nueva, no solo aludía a las supuestas consignas lanzadas por la AMI en los tiempos de la guerra civil, sino que atribuía a la poderosa organización los recientes acontecimientos de Portugal. En concreto se refería “al nuevo régimen entronizado en el país vecino por acuerdo unánime de la Sinarquía y de la Asociación Masónica Internacional”. El mito complotista mostraba su persistencia, amalgamando nuevos y viejos actores69.

Conclusiones

Es posible proponer una periodización del uso del tema de la AMI en la propaganda antimasónica en España. Primeramente, tras la fundación de la asociación, hay unos años de desinterés relativo (1921-1934), en los que la AMI es prácticamente desconocida entre los antimasones. En segundo lugar, se produce un rápido auge (1934-1940), cuando el asunto es utilizado como argumento por los enemigos de la República, antes y después de la destrucción de esta. Una tercera etapa corresponde a un progresivo declive (1940-1949), en el que la cuestión ya no suscita el interés que antes. Por último, se produce un fugaz renacimiento en 1949-1951 y, de manera mucho más puntual, en 1960, debido a la obsesión del dictador y a la labor de desinformación de la red APIS. Es decir, el desarrollo de este motivo fue bastante tardío, pero luego tuvo una persistencia y una difusión notables debido al rol de Franco, que lo mantuvo artificialmente vivo cuando la AMI real ya había desaparecido. En realidad, se trataba solo de un tema más de la propaganda antimasónica de los años treinta y cuarenta, en medio de otros muchos, como el del anticristianismo masónico, la corrupción de costumbres buscada por las logias o el del complot judeo-masónico (que podía aparecer vinculado o no a la AMI). Esta posición relevante pero no central, así como el tiempo que tardaron los antimasones en apropiarse de la cuestión, podría explicarse por el conocimiento limitado y tardío que tuvieron de la AMI. No siempre era sencillo comprender en qué consistía dicha asociación y cuál era su acción. Llama la atención además el conjunto tan limitado de fuentes, autores y temas con que funcionó la propaganda contra la AMI. Muy pocos documentos masónicos fueron reutilizados una y otra vez (el mensaje del GOE a la AMI de 1924, los textos de Barcia sobre el convento de 1925, el acuerdo entre el GOE y la GLE de 1933, las orientaciones para el encuentro de septiembre de 1934) por un puñado de autores (De Luis, Tusquets, Ferrari, Comín, Boor) que no se salieron de un guion con tres o cuatro subtemas (la subordinación de los masones españoles a la AMI, la existencia de un poder oculto, los vínculos con el judaísmo y con la Sociedad de Naciones). Al final, todos confluían en el de la conspiración internacional por la que los masones españoles estaban traicionando a su Patria. El tema se hizo, pues, especialmente popular en España, donde los más influyentes autores antimasónicos lo explotaron desde los años republicanos. El mito del complot masónico hundía sus raíces en una tradición con manifestaciones españolas y europeas desde el siglo XVIII (de Torrubia a Barruel), pero en su expresión última –la que estigmatizaba a la AMI– estamos ante un caso de propaganda autóctona: aunque se tratase de una cuestión internacional y por ello se citasen a veces documentos masónicos extranjeros, el desarrollo del tema parece haber obedecido a una lógica hispana. Las fuentes masónicas citadas como prueba o bien eran españolas o al menos trataban sobre España. En cambio, dejando de lado excepciones, no se invocaba la autoridad de autores extranjeros, a diferencia de lo que pasaba al recurrir a otros motivos antimasónicos, cuando Jouin o su RISS eran abundantemente citados. Para concluir, dado el marco geográfico en que se celebró el VI Simposio Internacional de Historia de la Masonería, cabe preguntarse hasta qué punto aparecía la AMI en la propaganda antimasónica difundida en América Latina, y especialmente en México. Buena parte de las tradiciones antimasónicas locales se nutrían sin duda de las mismas fuentes católicas que habían alimentado la violenta propaganda española contra la masonería (e indirectamente la cuestión de la AMI), desde las encíclicas papales hasta Léon de Poncins. Sin embargo, aun desconociendo el alcance de la propaganda antimasónica en las diferentes repúblicas, no sería atrevido afirmar que el tema concreto tratado en estas páginas probablemente tuviera más desarrollo en España, y desde luego más persistencia, debido a la extraña obsesión antimasónica del Caudillo y a la manipulación que sufrió sobre la AMI.

Fuentes

Archivos

Archivo de la Fundación Nacional Francisco Franco (AFNFF) Madrid.

Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH), Salamanca. Sección Especial (SE).

Publicaciones periódicas

Acción, Las Palmas; Amanecer, Zaragoza; Arriba, Madrid; Diario de Avisos, Santa Cruz de la Palma; Diario de Burgos, Burgos; Diario Español, Tarragona; Eco de Santiago, Santiago de Compostela; El Español, Madrid; El Progreso, Lugo; El Pueblo Gallego, Vigo; El Siglo Futuro, Madrid; Extremadura, Cáceres; Falange, Las Palmas; Gaceta de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife; Heraldo de Zamora, Zamora; Hogar y Pueblo, Burgo de Osma; Hoja del Lunes, Madrid; Imperio, Zamora; La Cruz, Tarragona; La Época, Madrid; La Espiga, Salamanca; La Guinea Española, Santa Isabel; La Independencia, Almería; La Libertad, Madrid; La Nación, Madrid; La Noche, Santiago de Compostela; La Vanguardia Española, Barcelona; La Victoria, Béjar; La Voz de España, San Sebastián; La Voz del Pueblo, Alcoy; Pensamiento Alavés, Vitoria; Revista Mariana, Córdoba; Revue Internationale des Sociétés Secrètes (RISS), París.

Obras de propaganda

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1Ningún libro o tesis trata monográficamente sobre la AMI, por lo que resultan especialmente útiles las páginas dedicadas ala asociación por Pierre-Yves Beaurepaire, L’Europe des francs-maçons. XVIIIe-XXIe siècles (s. l.: Belin, 2002), y por YvesHivert-Messeca, L’Europe sous l’Acacia. Histoire des franc-maçonneries européennes du XVIIIe siècle à nos jours, tomo 2, LeXIXe siècle. Le temps des nationalités et de la liberté, y tomo 3, Le XXe siècle. Le temps du martyre. De la révolution d’Octobreà la chute du mur de Berlin (París: Éditions Dervy, 2014-2016).

2Véase Jacques Lemaire, Les origines françaises de l’antimaçonnisme (1744-1797) (Bruselas: Éditions de l’Université deBruxelles, 1985) y L’antimaçonnisme. Aspects généraux (1738-1998) (París: Éditions Maçonniques de France, 1998). SobreTorrubia y Hervás, véase Javier Herrero, Los orígenes del pensamiento reaccionario español [1971] (Madrid: Alianza, 1994),65-69, 151-180

3Véase Norman Cohn, Histoire d’un mythe. La “conspiration” juive et les protocoles des sages de Sion [1967] (París: Gallimard, 1992), 29-35; Alain Goldschläger y Jacques Ch. Lemaire, Le complot judéo-maçonnique (Bruselas: Éditions Labor /Espace de Libertés, 2005), 21-28.

4Una panorámica del periodo en Gonzalo Álvarez Chillida, El Antisemitismo en España. La imagen del judío (1812-2002) (Madrid: Marcial Pons, 2002), cap. VII, y en Javier Domínguez Arribas, El enemigo judeo-masónico en la propaganda franquista (1936-1945) (Madrid: Marcial Pons, 2009), 56-66.

5Sobre los Protocolos puede consultarse la obra de Cohn, Histoire d’un mythe, y la dirigida por Pierre-André Taguieff, LesProtocoles des Sages de Sion. Faux et usages d’un faux (París: Berg International, 1992).

6Esta sección resume la presentación que se hizo de la AMI en Javier Domínguez Arribas, “La Asociación Masónica Internacional, entre realidad e invención” (ponencia presentada en La masonería. Mito e historia en el III centenario de la fundación dela masonería moderna, en prensa) [1]. Véase también Pere Sánchez Ferré, “Lucio Martínez Gil, la Asociación Masónica Internacional (AMI) y el exilio masónico español (1939-1950)”, en La masonería hispano-lusa y americana. De los absolutismos alas democracias, coord. José Miguel Delgado Idarreta e Yván Pozuelo Andrés (Zaragoza: Universidad de Oviedo / Centro deEstudios Históricos de la Masonería Española, 2017), tomo I, 567-583; Beaurepaire, L’Europe des francs-maçons, 254.

7Sánchez Ferré, “Lucio Martínez”, 569; Hivert-Messeca, L’Europe sous l’Acacia, tomo 2, 746, 748.

8Sánchez Ferré, “Lucio Martínez”, 567-568; Jean-Robert Ragache, “Relations internationales”, en Encyclopédie de la franc-maçonnerie, dir. Éric Saunier (s. l.: Le Livre de Poche, 2000), 707.

9Sánchez Ferré, “Lucio Martínez”, 568-569; CDMH, SE Masonería, A 369/1, 370/1, 371/1; Beaurepaire, L’Europe desfrancs-maçons, 254. La única referencia a la creación del comité ejecutivo proviene de una fuente antimasónica: Georges Loïc,“La Franc-Maçonnerie belge (suite)”, RISS 5, 1 de marzo de 1935, 156-170.

10Véanse “Tentatives d’unité maçonnique (Notes sur le Bureau International des Relations Maç.·. et l’Association Maç.·. Internationale)”, Bulletin du Centre de Documentation du Grand Orient de France 10 (1958): 37-41; Aldo A. Mola, “Las relacionesmasónicas italiano-españolas y la Asociación Masónica Internacional”, en La masonería en la España del siglo XX, coord. José Antonio Ferrer Benimeli (Toledo: Universidad de Castilla-La Mancha / Cortes de Castilla-La Mancha, 1996), tomo I, 471-487;Luis P. Martín, “La Asociación Masónica Internacional (1921-1940) o la utopía pacifista”, en La masonería en la España del siglo XX, coord. Ferrer Benimeli, tomo I, 457-469. La función arbitral y la actitud ante la guerra civil, en CDMH, SE Masonería,A 369/1, 370/1, 371/1.

11Véanse Beaurepaire, L’Europe des francs-maçons, 254-257; Hivert-Messeca, L’Europe sous l’Acacia, tomo 3, 63-67; SánchezFerré, “Lucio Martínez”, 568-569; Yván Pozuelo Andrés, “Relaciones y opiniones oficiales de las masonerías españolas sobreIberoamérica durante la II República (1931-1935)”, REHMLAC 2, no. 2 (diciembre 2010-abril 2011): 123-150 (126-127, 140),https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/rehmlac/article/view/6600. Sobre las obediencias mexicanas adherentes, Beaurepaire (L’Europe des francs-maçons, 255) cita también el ingreso de la Gran Logia Valle de México (1934), mientras que Pozuelo Andrés(“Relaciones y opiniones”, 126) amplia la lista a las Grandes Logias Restauración, Benito Juárez, Unidad Mexicana, Cosmos,Tamaulipas y Occidental Mexicana.

12Por ejemplo, en E. Jouin, “Le f.·. Émile Combes”, RISS XVIII, no. 11, 17 de marzo de 1929, 265-283.

13H. Gruber, “Le Convent Maçonnique International de 1923”, RISS XII, no. 41, 31 de diciembre de 1923, 1021-1037 (“pourdémontrer son importante et le péril qu’elle fait courir au catholicisme”, cursiva en el original).

14Véase RISS XII, no. 38, 21 de septiembre de 1924, 670-671; XIII, no. 40, 5 de octubre de 1924, 707-708; XVIII, no. 3, 20 deenero de 1929, 82; XVIII, no. 25, 14 de abril de 1929, 377; XVIII, no. 40, 6 de octubre de 1929; XVIII, no. 23, 8 de junio de1930, 549; no. 1, 1 de enero de 35, 33, 36.

15Georges Loïc, “La Franc-Maçonnerie belge”, RISS 3, 1 de febrero de 1935, 94-101; no. 4, 15 de febrero de 1935, 129-139; no.5, 1 de marzo de 1935, 156-170

16He consultado la edición de 1929: Léon de Poncins, Les forces secrètes de la Révolution. Franc-Maçonnerie – Judaïsme[1928], Nouvelle édition entièrement revue et mise à jour (París: Bossard, 1929).

17Léon de Poncins, S.D.N. Super-État maçonnique (París: Gabriel Beauchesne et ses fils, 1936)

18Augusto Barcia, “La Asociación Masónica Internacional. Dos tendencias”, La Libertad, 11 de octubre de 1925, 1; y “La Asociación Masónica Internacional. Problemas de orientación”, La Libertad, 15 de octubre de 1925, 1-2.

19Lázaro, “Masonería internacional”, El Siglo Futuro, 19 de noviembre de 1925, 1-2.

20S., “La Internacional Masónica”, Revista Mariana, diciembre de 1926, 153-154.

21La Independencia, “Puntos y mandiles. La masonería y la cuestión religiosa”, 14 de noviembre de 1931, 1, y, con el mismo título, en Extremadura, 17 de noviembre de 1931, 1.

22Juan Tusquets, Orígenes de la revolución española (Barcelona: Editorial Vilamala, 1932), 93 y lámina sin numerar.

23La Voz del Pueblo, reproducido en La Victoria, “Los ‘hermanos menores’ de la masonería”, 15 de abril de 1933, 1-2.

24La Cruz, “Los amos de España”, 18 de noviembre de 1933, 4; 19 de noviembre de 1933, 2; Hogar y Pueblo, “España en pie”, 2 de diciembre de 1933, 1.

25La Cruz, “Congreso masónico en Madrid, en septiembre”, 8 de marzo de 1934, 4; La Independencia, “En Madrid se celebrará un congreso masónico en septiembre”, 9 de marzo de 1934, 1; La Nación, “En septiembre celebrarán los masones un Congreso en Madrid”, 10 de marzo de 1934, 14.

26Tusquets, “Crimen de lesa Patria”, El Correo Catalán [sin fecha], reproducido en La Época, 9 de mayo de 1934, 3. Agradezcoa Lluís Bonada que me haya dado esta referencia.

27Tusquets, “Sectarismo político: antifascismo hipócrita y separatismo cobarde”, en La dictadura masónica en España y el mundo (Barcelona: Editorial José Vilamala, 1934), 64-69.

28Tusquets, “España feudo masónico. El próximo Congreso Masónico Internacional en Madrid”, en La dictadura masónica, 80-84. Quedo agradecido a Lluís Bonada por haberme señalado el tema de la AMI en este volumen.

29Martín, “La Asociación”, 466.

30Véase Maurice Fara, La masonería y su obra (Madrid: Editorial Tradicionalista, 1934), 95, 167, 192. Nos lo encontramos, porejemplo, en 1930: RISS XIX, Partie judéo-maçonnique (París: Bureaux de la Revue, 1930).

31Gaceta de Tenerife, “La Masonería contra el Duce”, 30 de noviembre de 1935, 1; La Espiga, “Sátiras políticas”, 13 de diciembre de 1935, 4.

32Francisco de Luis, La Masonería contra España (Burgos: Imprenta Aldecoa, 1935), 38, 85-86.

33Gaceta de Tenerife, 19 de diciembre de 1935, 1.

34Ferrari Billoch, La masonería al desnudo, 275, 294-295, 301-306

35Ferrari Billoch, ¡Masones! Así es la secta. Las logias de Palma e Ibiza (s. l.: Tip.-Lit. Nueva Balear, 1937), 27-28.

36Ferrari Billoch, Entre masones y marxistas... (Confesiones de un Rosa-Cruz) (Madrid: Ediciones Españolas, 1939), 167, 181, 343.

37Véase Domínguez Arribas, El enemigo judeo-masónico, cap. III

38Amanecer, “La masonería y la Sociedad de Naciones”, 9 septiembre de 1936, 6, citado por Juan José Morales Ruiz, El discursoantimasónico en la guerra civil española (1936-1939) (Zaragoza: Gobierno de Aragón, 2001), 330.

39Menciona el anuario de la AMI, en un largo artículo antimasónico, Ruiaz [sic], “Esbozos históricos”, La Guinea Española, 18de abril de 1937, 126-129; un masón español es presentado como miembro de la AMI en Pensamiento Alavés, “La MasoneríaUniversal contra España. Las intrigas del Gran Oriente Español en Francia”, 27 de enero de 1938, 4; otro es citado como “presidente del Comité ejecutivo de la A.M.I.” en Imperio, “Actividades de la Masonería. Un mensaje secreto y una amenaza”, 24de marzo de 1938, 1

40Tusquets, La Francmasonería, crimen de lesa patria, Conferencia pronunciada en el Teatro Principal, de Burgos, el día 1.ºde Noviembre de 1936 (Burgos: Ediciones Antisectarias, 1936), 12-13, 38-39. El documento publicado en “Las Sectas”, enTusquets, “España feudo masónico”, 83.

41Citado por José Luis Rodríguez Jiménez, “Herramientas de trabajo: los contenidos de la conspiración antiespañola”, en Lamasonería española en la época de Sagasta, coord. Ferrer Benimeli (Zaragoza: Gobierno deAragón, 2007), tomo I, 725-745 (739)

42Tusquets, Masonería y separatismo, Conferencia pronunciada el día 28 de febrero de 1937, en el Teatro Principal, de SanSebastián. Texto revisado y completado por el autor (Burgos: Ediciones Antisectarias, 1937), 52-55.

43José Manuel Ojeda, Vida política de un grado 33 (Burgos: Ediciones Antisectarias, 1937), 17-20.

44Véase, por ejemplo Tusquets, “Actitud de la masonería inglesa”, Eco de Santiago, 12 de septiembre de 1938; y el mismo textoen Acción, 21 de septiembre de 1938, 3.

45La Voz de España, 1 de julio de 1938; 13 de agosto de 1938, 6; 8 de septiembre de 1938, 6; 6 de octubre de 1938, 8; Tusquets,Masones y pacifistas (Burgos: Ediciones Antisectarias, 1939), 121, 129, 141, 153, 183-190. Cursivas en el original.

46BOE, 13 de febrero de 1939, 828; 2 de marzo de 1940, 1538

47La ley de 1939 fue reproducida, por ejemplo, en Imperio, 19 de febrero de 1939, 3, y en Heraldo de Zamora, 20 de febrero de1939, 3; la de 1940, en El Progreso, 2 de marzo de 1940; Heraldo de Zamora, 2 de marzo de 1940; Falange, 10 de marzo de1940; Diario de Avisos, 13 de marzo de 1940; La Guinea Española, 12 de mayo de 1940. Ambas leyes también aparecieron endiversos boletines provinciales y diocesanos.

48La masonería en acción (Madrid: Ediciones Toledo, 1941), 34-38,41-42. La autoría de este folleto por Ferrari es explicada enDomínguez Arribas, El enemigo judeo-masónico, 386-388. Véanse fragmentos plagiados de Ferrari Billoch, La masonería aldesnudo, 275.

49El Español, 6 de febrero de 1943, 1. La campaña de propaganda es estudiada en Domínguez Arribas, El enemigo judeo-masónico, 344-350.

50Eduardo Comín Colomer, La masonería en España (Apuntes para una interpretación masónica de la historia patria) (Madrid:Editora Nacional, 1944), 13, 378, 383-385, 422-424, 442.

51Comín Colomer, La masonería en España, “Apéndice documental”, sin paginación.

52Comín Colomer, Lo que España debe a la masonería [1952], 2.ª ed. notablemente ampliada (Madrid: Editora Nacional,1956),13, 181-182 y “Apéndice”, sin paginación

53Posteriormente, la AMI ya no aparecía en un libro antimasónico influyente de fines de los años cincuenta: Mauricio Carlavilla,Anti-España 1959. Autores, cómplices y encubridores del comunismo (Madrid: Nos, 1959).

54J. Boor, Masonería (Madrid: Gráficas Valera, 1952).

55Sobre la posible ayuda véanse Ramón Garriga, El general Juan Yagüe (Barcelona: Planeta, 1985), 268-269, y Ferrer Benimeli,El contubernio judeo-masónico-comunista. Del satanismo al escándalo de la P-2 (Madrid: Istmo, 1982), 315. Hay borradorescon referencias antimasónicas en AFNFF 1056-1057, 1064, 20500.

56Sánchez Ferré, “Lucio Martínez”, 576-583.

57Véase, acerca de APIS, Domínguez Arribas, “La Asociación Masónica Internacional, entre realidad e invención”; El enemigojudeo-masónico, 123-152; sintetizado en “A.P.I.S.: la red antimasónica que engañó a Franco (1937-1965)”, en 300 años: masonerías y masones, 1717-2017, tomo II, Silencios, eds. Ricardo Martínez Esquivel, Pozuelo Andrés y Rogelio Aragón (Ciudad deMéxico: Palabra de Clío, 2017), 123-132.

58Boor, “Bajo la dictadura masónica”, 19 de agosto de 1949, 79-84

59El contexto, en Paul Preston, Franco. “Caudillo de España” [1993] (Barcelona: Grijalbo, 1999), 736.

60Boor, “Internacionalismo”, 17 de mayo de 1950, 163-169.

61Boor, “Asociaciones y congresos”, 21 de mayo de 1950, 171-175.

62Boor, “La diplomacia del triángulo”, 28 de mayo de 1950, 177-181.

63Boor, “La ‘Ferrerada’”, 4 de junio de 1950, 183-188; “Conspiraciones antiespañolas”, 11 de junio de 1950, 189-195

64Boor, “La masonería actual”, 3 de mayo de 1951, 321-329.

65Boor, Masonería, 165.

66Boor, “La masonería no descansa”, Arriba, 27 de marzo de 1960, 17-18. Entre otros periódicos fue reproducido en Hoja del Lunes,28 de marzo de 1960, 3; La Noche, 29 de marzo de 1960, 1, 7; Diario de Burgos, 29 de marzo de 1960, 5; Diario Español, 30 demarzo de 1960, 6; La Vanguardia Española, 31 de marzo de 1960, 6; El Pueblo Gallego, 3 de abril de 1960, 2; en algún periódicocambiaron el título: Boor, “La masonería al desnudo”, Falange, 1 de abril de 1960, 7. Quedo muy agradecido a Lluís Bonada porhaberme proporcionado abundantes referencias sobre los artículos publicados por Boor en 1960.

67AFNFF 20500, sin fecha. Algunos acentos han sido añadidos.

68Booz, “Masonería y política”, Arriba, 8 de mayo de 1960, 17.

69La carta es citada en un texto de Lucio del Álamo, “¿La paz empieza nunca…?”, Hoja del Lunes, 17 de junio de 1974, 2.

Recibido: 26 de Febrero de 2020; Aprobado: 19 de Mayo de 2020

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