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Revista de Estudios Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña

versión On-line ISSN 1659-4223

REHMLAC vol.12 no.1-2 San Pedro, Montes de Oca jul./dic. 2020

http://dx.doi.org/10.15517/rehmlac.v12i1-2.39537 

Artículo

El Gran Oriente de Italia y Argentina: las logias italianas en Buenos Aires (1867-1903)

The Grand Orient of Italy and Argentina: the Italian lodges in Buenos Aires (1867-1903)

Demetrio Xoccato1 

1Universidad de Turín, Italia

Resumen

Este trabajo reconstruye los primeros años de la masonería italiana en Buenos Aires. La importante comunidad italiana en Argentina trajo el nacimiento de la logia Italia. Inesperadamente, esta obtiene el reconocimiento del Gran Oriente de Italia, lo que inicia un proceso de colonización masónica. A pesar de la masonería argentina y el frecuente paso de ‘hermanos’ y logias entre las Obediencias, la masonería italiana logra consolidarse, fundando, además un diario: Fascio Massonico Italiano (1891). La influencia masónica sobre la colonia italiana fue significativa, tanto que varias iniciativas filantrópicas fueron financiadas o administradas por las logias (el Hospital Italiano, por ejemplo).

Palabras-clave: Masonería italiana; Argentina; Buenos Aires; italianos

Abstract

This paper traces the early years of the Italian Freemasonry in Buenos Aires. The existence of a significant Italian community in Argentina led to the establishment of the Italia lodge. It unexpectedly obtained the Grand Orient of Italy’s recognition thus launching a process of Masonic colonization. Despite the complex relationships with Argentine Freemasonry and the frequent shifting of Brethren and lodges amid Obediences, the Italian Freemasonry grew stronger eventually founding a newspaper: the Fascio Massonico Italiano (1891). The influence upon the Italian colony was such that different philanthropic initiatives were financed or managed by lodges (such as the Italian Hospital).

Key words: Italian Freemasonry; Argentina; Buenos Aires; Italians

-

Los estudios sobre la penetración y difusión de la masonería italiana en el extranjero se encuentran en el estado inicial. En los últimos años, sin embargo, algunos investigadores han comenzado a reconstruir estos sucesos, sobre todo en el área del Mediterráneo. En el ámbito sudamericano, en cambio, hasta este momento se han publicado solo dos ensayos, de los cuales solo el de Patrizia Salvetti se ocupa específicamente de Argentina. El objetivo que se pone el presente ensayo es el de actualizar y perfeccionar el estudio pionero que llegó hace veinte años1 [1] [2] [3] [4].

Más específicamente, se quiere localizar y establecer una primera lista de logias italianas bajo la autoridad del Gran Oriente de Italia (de ahora en adelante GOI) delineando ―cuando sea posible― los acontecimientos que los vieron como protagonistas en el contexto de las relaciones masónicas y las relaciones que establecieron con la sociedad civil.

Dicho esto, hay que hacer una promesa metodológica: un histórico que quiere reconstruir la historia de los talleres italianos en Argentina tiene que chocar contra la casi total ausencia de documentación de primera mano. Los archivos del GOI, de hecho, han sufrido varias vicisitudes y son, por tanto, muy incompletos, sobre todo los referidos al siglo XIX y las relaciones entre el centro y la periferia. De frente a esta escasez de fuentes, las ventas de la Rivista della Massoneria Italiana ―órgano oficial de la Obediencia―, se revelan muy útiles para reconstruir los sucesos de los años en examen.

De estos elementos, por tanto, se puede entender cómo la reconstrucción de los acontecimientos siguientes será unidimensional, dado que está vinculada por una documentación procedente de la sede central.

Los primeros años

Los italianos llegaron a la Argentina ya en la primera mitad del siglo XIX, cuando Buenos Aires era poco más que una pequeña ciudad a las orillas del Río de La Plata. En 1855, año del primer censo realizado con criterios modernos, la ciudad tenía 91.000 habitantes2 [5].

Los primeros que llegaron fueron los ligures, gracias a consolidadas relaciones fruto del comercio marítimo, seguidos por los piamonteses y lombardos, todos buscando un futuro mejor e interesados en la compra de tierra para cultivar y ganar dinero. Este flujo inicial, en que los adherentes de los ideales republicanos de Giuseppe Mazzini eran importantes, inspiró la creación de numerosos periódicos ―L’Italiano (fundado en 1854), La Legione Agricola, L’operaio Italiano, Il Maldicente y La patria degli italiani― que representaban los intereses de la comunidad.

Los inmigrantes que vivían en la ciudad eran sobre todo comerciantes, pescadores y artesanos y el barrio de La Boca (al suroeste) se convirtió en un lugar privilegiado donde ellos y sus familias empezaron a vivir. Con el tiempo, sin embargo, también Balvanera se convirtió en una zona densamente poblada por italianos. En la mitad del siglo ellos representaban aproximadamente el 11 % de la población urbana3.

En 1876 los crecientes flujos migratorios tuvieron una aceleración como consecuencia de la ley sobre la colonización y la inmigración, la cual concedía facilidades y presentaba precios preferenciales por la adquisición de tierras. En 1887 la población que llegaba desde Italia alcanzaba el 32. % de todos los habitantes de un centro urbano aumentado enormemente (433.000 personas). Su presencia era muy importante en la vida económica y social, ya que ellos eran el 52 % de los comerciantes, el 57 % de los artesanos y el 20 % de los médicos. En los años siguientes, incluso después de 1900, la situación migratoria habría seguido una trayectoria similar: a un crecimiento de la ciudad (en 1904 los habitantes hubieran sido 951.000) habría correspondido una continua ―y significativa― presencia de italianos4 [6] [7].

Ya por estas breves alusiones se destaca la importancia del componente que hablaba el idioma de Dante Alighieri. Como es lógico, dicha presencia y relevancia dentro del tejido social se reflejó también en el campo de la masonería.

Determinar los orígenes y el proceso que llevó al nacimiento de las primeras logias en América Latina resulta extremadamente complejo porque las primeras referencias existentes son muy limitadas. El primer dato correcto proviene de la Asamblea Constituyente sostenida en Florencia en 1867. En aquella ocasión Pio Aducci fue nombrado representante de tres logias: la Giustizia e Unione de Lima (Perú), la Speranza de Montevideo (Uruguay) y la Italia de Buenos Aires5. Unos pocos años después del renacimiento de la masonería italiana, en 1859, existían, por tanto, ya núcleos activos de ‘hermanos’ en esta parte del mundo, en plena violación de las costumbres internacionales. Estas, de hecho, preveían que las logias se sometieran a la Obediencia del país en que surgían y no a potencias masónicas extranjeras.

Después de este breve acontecimiento deben transcurrir otros cuatro años para que se hable nuevamente de Argentina. La ocasión fue la epidemia de fiebre amarilla que golpeó Buenos Aires en 1871. Las noticias sobre la dramática situación habían llegado también a Italia, suscitando mucha aprensión en la opinión pública. Delante de 9.000 inmigrantes muertos y a las difíciles condiciones de los supervivientes, el GOI había deliberado ayudar a los enfermos, fomentando las logias a dar la propia contribución a esta causa.

Pietro Tettamanzi, miembro de la logia Fratellanza Universale de Florencia, subrayó las dificultades que encontraban los emigrantes para obtener el apoyo de las autoridades locales, empeñadas en las ayudas. Deber de los italianos, mucho más si eran masones, era ayudar a los propios connacionales: a sus ojos, la filantropía masónica imponía “hacer cada esfuerzo” posible para ayudar a quien estaba en dificultad6.

A pesar de las dificultades de aquel momento, la joven logia Italia logró continuar su trabajo, pudiendo contar con una calificada dirección y su integración al interior del tejido económico y social de la colonia italiana7 [8]. El retrato idílico hecho por la Rivista della Massoneria Italiana, sin embargo, escondía tensiones y desacuerdos, que, dentro de poco, hubieran salido. Ya en 1872, de hecho, estaba en profunda crisis, paralizada por los conflictos internos, tanto que se invocaba la intervención de los fundadores para que, con su acción, se estableciera la armonía8.

Al origen de todo estaba la voluntad, por una parte de los miembros, de respetar las leyes masónicas y someterse al Gran Oriente de Argentina. Los opositores, en cambio, habían contactado Roma y pedido poder continuar con sus propios trabajos. La presión de los vértices nacionales pareció inicialmente resolver la cuestión y abrir nuevos espacios de maniobra incluso fuera de la comunidad italiana. El GOI pensó además entablar tratados con el Gran Oriente de Argentina para concluir un “pacto recíproco de hermandad”9.

Los desacuerdos, sin embargo, continuaban. En primavera, de hecho, se volvió a presentar la cuestión y la logia Italia tuvo una audiencia extraordinaria para afrontar el problema. En esta ocasión, después haber lanzado nuevas elecciones y confirmado los viejos dirigentes (entre los que estaba el profesor Giovanni Ramorino), el taller reiteró la propia adhesión al GOI10.

Esta recuperada armonía duró poco y las tensiones volvieron a aparecer inmediatamente portando a la momentánea suspensión de los trabajos. No obstante, los ‘hermanos’ restantes, ahora unidos y “sin olvidar la patria lejana”, decidieron retomar las actividades y estabilizar las relaciones amistosas con las logias dependientes de las otras Obediencias extranjeras en el territorio11.

Recompactadas las filas, los miembros del directorio decidieron afrontar el problema de las relaciones con el Gran Oriente de Argentina. En 1873, por tanto, el Gran Maestro Giuseppe Mazzoni envió una comunicación directamente a los vértices sudamericanos. Después haber confirmado que “un cúmulo de circunstancias y de recíprocos malentendidos” había impedido que se instaurasen buenas relaciones entre las dos organizaciones, afirmaba que no podía abandonar a sus propios hermanos “que tantas pruebas le han dado de abnegación y fidelidad”. Por esta razón Mazzoni proponía, como solución, un congelamiento de la situación que se había creado: el GOI habría mantenido la autoridad sobre la logia Italia y, en cambio, no habría instituido nuevos talleres12.

La oferta de la parte italiana dio inicio a una serie de negociaciones que se revelaron largas y fatigosas porque ninguna parte involucrada quería ceder. En ocasión de las elecciones de los Grandes Dignatarios del Supremo Consejo y Gran Oriente de la República Argentina (realizadas el 21 de julio de 1873), la dirigencia italiana se vio inclinada a amenazar consecuencias gravísimas si la organización masónica hubiese continuado en su rechazo de reconocer la autonomía de Italia13.

Finalmente, a finales del otoño, se llega a un acuerdo, gracias también al hecho de que en Argentina había sido elegido un nuevo Gran Maestro. Para fortalecer el pacto fueron nombrados a continuación los respectivos garantes de amistad: José Salvarezza para el Gran Oriente y Michele Barabino para el GOI14. El resultado de la negociación fue una sustancial renuncia de las reclamaciones del Gran Oriente de Argentina y el reconocimiento de que la logia italiana tenía el pleno derecho a continuar su actividad. Los dirigentes italianos estaban bien conscientes de las irregularidades del asunto y que las acusaciones tenían “alguna razón”, pero, estando en juego el prestigio de la propia institución, apoyaron las razones del GOI con firmeza15.

A justificación de estas acciones se formaban dos explicaciones. En primer lugar, se recordaba la particular situación argentina: la masonería local, de hecho, estaba dividida y atravesada por tensiones y peleas. Además de la falta de un interlocutor confiable, se subrayaba también la importancia del elemento inmigrado. Los extranjeros eran numéricamente muy importantes, igualando, si no superando, a los nativos. Esta particular situación demográfica legitimaba, por tanto, la presencia de logias italianas16.

El acuerdo sellado en 1873 ayudó al crecimiento y el desarrollo de Italia que podía ahora contar con una situación favorable y una guía sólida bajo el Venerable Carlo Rolandone. Cómplice de una nueva dramática crisis de la masonería autóctona, muy pronto los hermanos italianos comenzaron una intensa obra de proselitismo, logrando atraer a varios connacionales pertenecientes a otras instituciones. La situación, de hecho, estaba muy confundida. En diciembre de 1875 el Gran Maestro Carlos Urien había roto su relación con el Gran Oriente, declarando independiente el Supremo Consejo, órgano de gobierno al que se referían los hermanos pertenecientes al Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Por toda respuesta, el Gran Oriente de Argentina había nombrado Gran Maestro a Nicanor Albarellos, comenzando así una pesada lucha con los disidentes.

Ante este conflicto, en el verano de 1876 la logia Unione Italiana, nacida el 23 de diciembre de 1858 y con obediencia al Supremo Consejo y Gran Oriente de la República Argentina, se dividió en dos facciones. No se trataba de un hecho nuevo, porque algo similar ya había sucedido en 1865, cuando algunos disidentes habían abandonado el taller y habían solicitado entrar en el GOI17. En esta época, sin embargo, hubo escaso alivio dado el número limitado de personas interesadas. Esta vez, en cambio, el hecho asumió dimensiones mucho más significativas. Los dos grupos de ‘hermanos’, de hecho, mantuvieron ambos el nombre del taller, pero uno, sobre consejo de Italia, se unió al GOI, mientras el otro eligió quedarse en la Obediencia autóctona18.

Los miembros de esta última, sin embargo, insatisfechos por las tensiones que no disminuían al interior de la organización, decidieron unirse al grupo rebelde guiado por Daniel M. Cazon, surgido en 1873. Se trató, también en este caso, de un pasaje muy breve: después haberse declarado neutrales, el 23 de marzo de 1877 la mayor parte de los ‘hermanos’ que la componían pidieron entrar en el GOI, formando la Unione Italiana II19.

En aquel año, tan complejo y conflictivo, no solo fueron instituidas nuevas logias, como la Figli d’Italia y la Obbedienza alla Legge, sino que se decidió constituir un Comité Masónico Italiano con el objetivo principal de coordinar todas las acciones de la masonería en el Río de La Plata. La dirigencia italiana, dándose cuenta de las enormes dificultades al gestionar logias tan lejanas de la madre patria, había hecho una excepción a la regla, creando un órgano administrativo que las gestionara localmente y confiando la guía al ya citado Barabino que, para la ocasión, también fue nombrado Gran Maestro Adjunto Honorario.

La elección no fue, para nada, casual: él, de hecho, tenía importantes relaciones, también económicas, en Argentina como en Italia (en específico en Liguria) y, en el curso de su vida viajó constantemente entre los dos continentes. Nominado Venerable de la Obbedienza alla Legge, de la que había tomado personalmente el albarán de fundación20 [9], en ocasión de la inauguración del taller hizo un discurso en el que aclaró con precisión cuáles eran los objetivos que se proponía la comisión. Primero, se quería reunir a “todos los buenos hermanos” que vivían en el territorio y ocuparse de la educación de los hijos de la colonia. Para tal fin esperó la apertura de escuelas “puramente masónicas” destinadas a hombres y mujeres. Barabino, además, subrayó cuanto fuera limitada la capacidad de influencia y penetración de los diarios. Aunque la masonería podía contar con “dos diarios” (uno es con seguridad l’Operaio Italiano guiado por Angelo Rigoni Sterni), el Venerable consideraba que esta obra cultural dejaba fuera a los grupos de población más pobres y privados de cultura21.

Entre crecimiento y crisis

El crecimiento y la radicación de la masonería al interior de la colonia se volvió evidente en ocasión de la pastoral pronunciada por Federico Aneiros, obispo de Buenos Aires, en 1877. En agosto, de hecho, se pronunció muy duramente contra el fin del poder temporal del Pontífice y las festividades organizadas en honor del 20 de septiembre (fecha de la toma de Roma). De frente a este ataque frontal, la colonia se movilizó para organizar una respuesta. En los primeros días de septiembre, bajo inspiración de la masonería, hubo una asamblea en la sociedad Stella de Roma, en la que participaron un “gran número de italianos” para protestar contra la ofensa a la dignidad de la patria llevada adelante por el obispo.

Durante la reunión se estableció escribir una protesta de tonos muy duros y decisivos. En esta, después haber recordado los escándalos y “las inmundicias” que habían involucrado al Vaticano, se esperaba que en las próximas elecciones italianas ganase una mayoría democrática que promoviese “leyes represivas [...] contra los abusos de los sacerdotes”22.

La carta obtuvo el apoyo de miles de ‘profanos’ y asociaciones. Se trató de una prueba de fuerza para demostrar que existía un frente laico capaz de oponerse a la autoridad eclesiástica, especialmente porque la masonería autóctona continuaba siendo sacudida por los contrastes y cismas. En septiembre se llegó, incluso, a la paradoja de que una de estas comuniones, la Confederación Masónica Simbólica (nacida en 1876 y guiada por Víctor y Suárez), pidió ser reconocida por el GOI23.

El mismo comité italiano miraba con atención lo que estaba sucediendo en la masonería argentina y, para este fin, preparó una relación enviada a Roma. Los miembros de la comisión retenían como absolutamente necesario que los cuatro centros masónicos existentes dejasen las armas y suscribiesen un pacto federal. Conseguida esta “Federación Argentina”, necesitaba asegurarse que esta reconociese a los ‘hermanos’ extranjeros la posibilidad de unirse a las organizaciones de los propios países de origen. Como se puede ver, lo que interesaba verdaderamente a las logias italianas era tener, finalmente, un interlocutor fiable con quien resolver, a propia ventaja, una cuestión que se estaba arrastrando desde hacía tiempo. El autor anónimo de la carta de acompañamiento se empujaba todavía más allá, proponiendo que el GOI favoreciese la inserción de los italianos en la vida administrativa del país: “¿En este momento quién más de los Italianos tiene el derecho de llenar de sus miembros de todos los Municipios de Buenos Aires y Provincia? Y obteniéndolo, ¿no va a ser útil que provean los intereses italianos de aquí y de la madre patria?”24.

El número de las logias italianas, mientras tanto, continuaba aumentando. En 1878, de hecho, además de las citadas Italia, Unione Italiana, Figli d’Italia y Obbedienza alla Legge, estaban presentes también la Armonía, la Liberi Pensatori y la Alleanza (esta última provenía del Gran Oriente de la República Argentina y había sido acogida en 1872)25. Nos encontramos frente a un crecimiento impetuoso y acelerado, a demostración del fuerte appeal que la masonería disfrutaba al interior de la comunidad. Emblemática, en este sentido, fue la solemne fiesta de asentamiento de nuevos dignatarios en la Figli d’Italia. Este evento, ocurrido el 19 de mayo, fue utilizado por Paolo Tarnassi, presidente del Comité Masónico Italiano, en clave propagandística, para demostrar cuán poderosa e importante era la Obediencia italiana de frente a un público de más de 320 personas, de las cuales setenta eran señoras. Entre los invitados había diversas logias y círculos argentinos y extranjeros, entre los que estaban la Unione Italiana (dependiente de la Gran Logia Nacional Argentina) y la Moralidad26.

Los éxitos obtenidos hasta aquel momento convencieron a la dirigencia del GOI que el modelo administrativo utilizado fuese aplicable también en los países confinados. En Uruguay, de hecho, luego de un primer boom (5 logias en 1869) la masonería italiana se había disuelto rápidamente y los hermanos habían pasado a otras obediencias. Solamente en la segunda mitad de los años setenta se habían reconstituido talleres y el GOI decidió instituir también un Comité Masónico con funciones directivas27.

En 1880 a la ya consistente lista de las logias italianas se añadió también la logia llamada Sette Colli: frente a una comunidad que podía contar, a fin de siglo, con cerca de 20.000 elementos, existían bien nueve talleres en el área metropolitana de Buenos Aires. Fuera de la capital habían surgido, en años recientes, la Stella Polare (en Las Flores) y la Unione e Filantropia (en Gualeguaychú): esta última se caracterizaba por estar compuesta de muy pocos italianos y de una mayoría de ‘hermanos’ latinoamericanos28.

Aquel año, además, la vida política argentina conoció la última de una serie de crisis. Precisamente en 1880, de hecho, la campaña electoral para el nuevo presidente de la República llevó a tensiones muy fuertes entre el gobierno provincial de Buenos Aires y el nacional, poniendo en riesgo la unidad del país. Frente a este muy duro choque político, la sociedad civil se movilizó para intentar reportar paz y concordia. La masonería dio, también en esta situación, su propia contribución. Los ‘hermanos’ italianos, convocados por Tarnassi y reunidos en un teatro, establecieron escribir una carta, tanto al presidente de la República como al gobernador, para participar en las manifestaciones de la plaza en favor de un acuerdo entre las partes.

A pesar de este empeño cívico, la guerra estalló igualmente y el Comité Masónico, en estrecha colaboración con el Gran Oriente Argentino (cuyo Gran Maestro era Manuel Langenheim) convocó a una reunión de médicos y farmacéuticos pertenecientes a la masonería para planificar la asistencia a los ejércitos de las dos administraciones y a los hospitales. Como consecuencia de esta asamblea fue constituida una asociación estructurada en el ejemplo de la Cruz Roja, con el nombre de Sociedad Masónica de Protección a los Heridos. Este organismo, compuesto por ‘hermanos’ voluntarios de toda comunión, obtuvo rápidamente la aprobación de los beligerantes, ya que las dos partes en conflicto no habían predispuesto los servicios necesarios de asistencia. Junto a este esfuerzo de organización, también fueron predispuestas colectas de dinero, medicinas, géneros alimenticios y cuanto fuese necesario para constituir hospitales de campo29.

Esta obra de preparación se reveló muy útil en las primeras fases del conflicto: a continuación de los choques del 20 y 21 de junio, de hecho, la sociedad pudo instituir cinco hospitales y asistir a 266 heridos. La iniciativa no solo fue acogida con entusiasmo por los italianos que entregaron casi la mitad del personal médico (se distinguieron particularmente los ‘hermanos’ de la Unione e Filantropia), pero recibieron también el apoyo de instituciones masónicas extranjeras (como el Gran Oriente de Uruguay) que dieron sostén de naturaleza material y financiera30.

El éxito de la expansión del GOI en tierra argentina fue confirmado por el mismo Gran Maestro Giuseppe Petroni, el cual expresó el 27 de septiembre de 1880 plena satisfacción por el trabajo del Comité Masónico. En la carta dirigida a Augusto Vignolo (vicepresidente del directivo) se subrayaba la importancia de que las sociedades de mutua ayuda y el Hospital Italiano quedasen bajo la influencia de las logias. Con este fin, no se debía permitir que fuesen únicos individuos los que llevasen adelante las iniciativas, sino permitir que se crease una acción coordinada, bajo la dirección de la comisión31.

En esta óptica de centralización de poderes y de funciones, en vista de una mayor influencia en la vida de la colonia, se pensó en concentrar los hermanos en un número más limitado de talleres. El 23 de agosto de 1880, la Italia y la Obbedienza alla Legge II, se unieron en la logia Unione Italiana (por un total de más de 600 hermanos). A pesar de las presiones, no todos acogieron con favor esta solución: la Sette Colli, por ejemplo, confiando en las propias fuerzas, eligió permanecer autónoma, aunque sin truncar las relaciones con el GOI32.

El rechazo de las indicaciones del Comité Masónico era síntoma de un malestar que comenzaba a difundirse al interior de la comunión. La Figli d’Italia, que, como hemos visto, solo hace dos años era activa y operante, en el verano de 1880 resultaba en un estado de “letargo”, a pesar de invitaciones conciliadoras y enérgicas presiones33.

Una confirmación ulterior hubo con el nombramiento de Basilio Cittadini a presidente del Comité Masónico en 1883. Su gestión no estuvo a la altura de los predecesores, tanto que, acusado de negligencia en el deber asignado, fue sustituido el año siguiente por Stefano Bazzigalupi34.

En los siguientes años bajó drásticamente el número de miembros y la administración trató de volver a lanzar la imagen pública un poco empañada. Los datos a disposición para 1887 nos muestran una situación en la que, aunque muy atrasados respecto a 1880, en Buenos Aires, los ‘hermanos’ estaban nuevamente creciendo: las dos logias Unione Italiana I y II tenían 220 inscritos, la Italia, que se había fusionado años atrás y que había renacido gracias al empeño de Barabino, tenía 115, la Figli d’Italia, nuevamente activa luego de un largo sueño, contaba con 100, la Sette Colli con 4035.

Mientras tanto, el clima cordial logrado durante la guerra civil de 1880 entre el GOI y el Gran Oriente de la Argentina se había vuelto a arruinar. A partir de 1881 se había abierto otra vez el contencioso sobre la presencia de logias extranjeras en territorio argentino. El Gran Maestro Petroni había afirmado que, a pesar de que fuera una situación irregular, esta costumbre ya había sido violada muchas otras veces por ingleses, franceses y holandeses. Por este motivo, se pedía el mantenimiento del statu quo, posponiendo la cuestión a una conferencia mundial organizada en Roma en la que se discutiera el problema36. Esta renovada tensión no tenía que ver solo con la institución italiana, sino que involucraba a todas las obediencias (inglesas, francesas y alemanas) que habían fundado talleres en el estado sudamericano.

En 1885 el GOI volvió a proponer su viejo proyecto: en cambio del reconocimiento de la Obediencia autóctona, la dirigencia italiana habría mantenido el pleno control de todas sus logias, comprendidas las fundadas luego de 1873. Otra vez, sin embargo, la masonería argentina fue atravesada por una crisis interna y los intentos se interrumpieron. Entre mayo y junio de 1887, el Gran Maestro Fernández y su junta fueron puestos bajo acusación y obligados a las dimisiones37.

A caballo de siglo

Mientras tanto llegaba a Suramérica la noticia de la solemne inauguración en Roma del monumento a Giordano Bruno (sucedida el 9 de junio de 1889). Con esta noticia, algunos ‘hermanos’ de Buenos Aires decidieron dar vida a una nueva logia con el “nombre glorioso” del filósofo, convertido en uno de los mártires laicos de la masonería italiana. Con renovada prisa de las logias bajo el GOI correspondió una momentánea debilidad del Gran Oriente de la República Argentina, el cual hizo una importante concesión decretando que los pertenecientes a las dos Obediencias podían ahora intercambiarse visitas en forma oficial38.

Unos meses después, sin embargo, la situación sufría un imprevisto vuelco y la masonería italiana fue investida por una grave crisis. El 8 de marzo de 1890 el Gran Maestro Adriano Lemmi demolía las dos logias Italia y Sette Colli por “motivos gravísimos” y encargaba a Barabino reconstruirlas seleccionando los miembros que se habían distinguido por disciplina y lealtad. Lo mismo sucedía, al comienzo del año siguiente, con la muy joven Giordano Bruno. El decreto de disolución no hacía más que una señal a no mejores precisados “desórdenes” que habían obligado a Barabino a escribir a Roma. La misma suerte golpeaba, en septiembre, a la Obbedienza alla Legge39.

Dentro de pocos meses, la vida de la comunidad masónica había sido completamente cambiada. No está claro cuál haya sido la causa detrás de estas graves decisiones, pero, dados los precedentes, con seguridad influyeron diversos factores como la voluntad de unirse a la comunión indígena, rencores personales y la intolerancia con el Comité Masónico y su poder de decisión.

A pesar de estos drásticos sucesos, en enero de 1891 salía el primer número de la revista Fascio Massonico Italiano. Dirigido por Florido Matteucci, el periódico se definía como la voz de los hermanos italianos que residían en La Plata. Este no solo quería ser el diario de referencia de la comunidad, sino que se hacía también promotor de un preciso programa: se debían apuntar y ampliar las filas del GOI, favoreciendo una rápida difusión del número de las logias al interior del país. Otro elemento que lo indicaba era la elección de usar la lengua italiana, a pesar de aceptar contribuciones en español40.

Esta decisión evidenciaba cómo los residentes de lengua italiana querían reafirmar la relación con la madre patria y, al mismo tiempo, subrayar la importancia de los emigrantes al interior del Estado al que se habían transferido. Este hecho suscitó, obviamente, polémicas por parte de muchos hermanos, especialmente del interior del país, y llevó a un cambio de ruta al año siguiente. A partir del número 7 en mayo de 1892, de hecho, el español se volvió la lengua oficial del periódico. La misma redacción se sintió en deber de responder, con un artículo, a las quejas, reconociendo que, dado que el Fascio Massonico Italiano se dirigía a todos los masones de la República Argentina, el español era la lengua usada por todos, italianos comprendidos41.

A pesar de estas polémicas, los hombres del Comité Masónico lograron tomar algunos sucesos a partir de la primavera, obteniendo antes que la Sette Colli volviera otra vez a operar, después de las tribulaciones del año precedente, luego la constitución de una nueva logia con el nombre de Veri Fratelli y, al final, el nacimiento de la Tito Vezio en Barracas42.

Siempre en 1891 hubo un nuevo intercambio de cartas entre los vértices del GOI y el Gran Oriente de la República Argentina. Otra vez, el Gran Maestro Lemmi rebatía la voluntad de encontrar un acuerdo y de instaurar relaciones de amistad a cambio, sin embargo, de que las logias de la colonia italiana permaneciesen bajo la dependencia de la comunión con sede en Roma. A sus ojos, de hecho, los tratados internacionales no podían ser aplicados en casos tan particulares como Argentina y Perú, donde los emigrantes eran tan numerosos43.

Los datos mostrados por la Rivista della Massoneria Italiana en 1893 fotografiaban una situación en la que la crisis de hace dos años había sido completamente absorbida. No solamente varias logias compuestas por italianos solicitaban pasar a la obediencia del Grande Oriente d’Italia (como la Stretta Uguaglianza), sino que también el número mismo de los afiliados había crecido notablemente: frente a 150.000 italianos presentes en Buenos Aires, los ‘hermanos’ eran ahora más de 3.000. Se trata de una de las más altas concentraciones de masones fuera del Reino de Italia, con la sola posible excepción del Egipto (otro país con una radical presencia masónica italiana)44.

Frente a números tan importantes, los elementos más activos pensaron aumentar los diarios masónicos, al lado del Fascio Massonico Italiano, declarado, en 1892, órgano oficial de la masonería italiana, el periódico la Squadra. Nacida el 2 de junio de 1896, esta publicación quincenal en lengua italiana no tuvo mucha fortuna, tanto que, poco después, se le pierde el rastro45.

Coherentemente con esta voluntad de expansión, la Unione Italiana I propuso la creación de un “panteón masónico” al interior del cementerio de La Chacarita. La idea era crear un lugar dedicado a la conservación de los restos de los ‘hermanos’ y de sus familias. Por este motivo pidieron y obtuvieron la autorización del común y, en 1893, se dio inicio a la colecta de fondos para las compras de realización de la obra bajo la dirección de un comité compuesto por S. Greco, A. Tagami y A. Ponzio46.

Con respecto a las relaciones italo-argentinas, la situación pareció mejorar nuevamente con el intercambio de visitas y de ayuda recíproca. El 2 de julio de 1894, por ejemplo, la Confraternidad Argentina se encontró en dificultad, ya que faltaban el número de miembros necesarios para iniciar los trabajos y comenzar un profano. Frente a estas dificultades, las logias Italia y Unione Italiana I acudieron en ayuda concediendo los hermanos necesarios47.

Al mismo tiempo, seguía incansable la obra de proselitismo, esta vez, localizada en las regiones fuera del área metropolitana de Buenos Aires. En 1894, de hecho, fueron constituidas la Annita Garibaldi en Magdalena, la XX Settembre en Pergamino (a cinco horas y media de tren desde la capital) y la Giordano Bruno en Rosario de Santa Fe. La fundación de esta última era un hecho muy significativo, desde el momento en que Rosario era la segunda ciudad por importancia y que los emigrantes eran profundamente introducidos en el tejido económico local (comercio e industria). La misma masonería autóctona contaba entre sus filas muchos italianos, para demostrar su peso: la logia local Argentina Unión estaba casi enteramente compuesta por miembros de esta nacionalidad48.

La agitación que sacudió a la masonería argentina el año siguiente produjo sus efectos también en su lado italiano, pero, en este caso, en lugar de favorecer el GOI, como sucedía a menudo, lo dañó. Algunos hermanos de la Figli d’Italia, entre los que estaba Matteucci, exsecretario del taller y director del Fascio Massonico Italiano, decidieron, en efecto, unirse a otras logias rebeldes (pertenecientes al Gran Oriente de la República Argentina y al Gran Oriente Español) para formar una Gran logia en el área de Boca. Los motivos de esta división, que también tuvo consecuencias en el plano de la conservación de los archivos (los rebeldes se llevaron registros, bula de fundación y sello de la logia), hay que buscarla, otra vez más, en la voluntad de sustraerse al control del Comité Masónico, percibido como un órgano de control demasiado rígido. No por casualidad, la nueva organización masónica había nacido precisamente con el fin declarado de gestionar directamente el dinero enviado a menudo a la dirección nacional y de invertirlo en las obras de beneficencia local49.

Esta imprevista separación duró unos pocos meses y ya el 15 de febrero los separatistas dejaban, por unanimidad, la Gran Logia Simbólica Argentina para hacer solicitud de reunirse en la Figli d’Italia. Evidentemente, a pesar de ser fuertemente contrarios a la intromisión del directivo creado por la junta nacional, la alternativa se había demostrado insatisfactoria porque permanecían sin resolver los problemas de luchas personales e inestabilidad que amenazaban las instituciones masónicas autóctonas, aunque apenas nacidas50.

Al comienzo del siglo, sin embargo, el contexto cambió nuevamente y se llegó a una situación paradójica: si la actividad de las logias continuaba bastante serenamente, el Comité Masónico, que siempre había sido el centro propulsor de cada actividad y que había garantizado la competencia de la comunidad, de repente dejó de funcionar. Según los reportes llegados a Roma, de hecho, no daba “señal de vida efectiva, descuidando las funciones representativas y directivas”. La reunión nacional trató de volver a llamar a sus miembros al orden, enviando comunicaciones y reclamos, obteniendo como respuesta solo un “absoluto silencio”. El 9 de febrero de 1903, por tanto, el Gran Maestro Ernesto Nathan decretó la disolución, estableciendo que, desde este momento en adelante, las logias debían comunicarse directamente con la capital del Reino51.

Habiendo suprimido a este organismo, Nathan decidió dar un giro y resolver definitivamente la cuestión de las relaciones con el Gran Oriente de la República Argentina. Su prestigio personal y sus capacidades diplomáticas lograron, en muy breve tiempo, buenos resultados. El 18 de febrero, de hecho, tuvo un encuentro con Enrique B. Moreno, ministro plenipotenciario de la República Argentina, y Emilio Gouchon, representante del Gran Oriente. La discusión produjo, finalmente, un proyecto de tratado que ponía fin a los contrastes sucedidos en el curso del tiempo y que oficializaba las relaciones bilaterales.

El acuerdo preveía que el GOI hubiera mantenido a su jurisdicción en las logias que ya poseía, en cambio, se empeñaba en no acoger a otras. A pesar de esto, mantenía la facultad de fundar una logia en cada estado de la República donde no hubiese ya presente una. Frente a esta sustancial renuncia por parte del Gran Oriente de la República Argentina, ya estaban previstas algunas cláusulas para limitar la influencia del GOI. Primero, la masonería italiana se empeñaba en iniciar solamente a ciudadanos italianos. Además, en el caso en que, luego de dos años de la aprobación del tratado, si algunas logias dejasen de operar, estas no habrían podido ser reactivadas52 [10].

El pacto así estructurado fue aprobado por las dos instituciones (16 de marzo para el GOI y 19 de junio para el Gran Oriente) y habría durado por diez años (a partir del 20 de septiembre de 1903). Desde el momento en que las Obediencias se reconocían la una y la otra como regulares, fueron elegidos los representantes y garantes de amistad: el doctor Alessandro Tedeschi para Italia y Moreno para Argentina53.

Se concluía así una larga disputa y, con la normalización de las relaciones, se abría una nueva estación para las logias del GOI.

Table 1 Lista de las logias del Gran Oriente de Italia 

Nombre Oriente Año de fundación Año de afiliación
Alleanza (I) Boca del Riachuelo ≤1873 ≤1878
Alleanza II ¿? ≤1892 1899
Annita Garibaldi Magdalena 1894 1894
Armonia ¿? ≤1878 ≤1878
Aurora Risorta Boca (Buenos Aires) ¿? 1895
Eroi di Mentana Ensenada 1895 1895
Federico Campanella Buenos Aires ≤1892 1895
Figli d’Italia Boca (Buenos Aires) 1877 1877
Giordano Bruno Buenos Aires 1889 1889
Giordano Bruno Rosario de Santa Fe 1894 1894
Giuseppe Garibaldi ¿? ¿? 1899
Italia Buenos Aires ≤1866 ≤1867
Liberi Pensatori Boca (Buenos Aires) ≤1878 ≤1878
Obbedienza alla Legge (I) Buenos Aires 1877 1877
Obbedienza alla Legge II Buenos Aires 1877 1877
Roma San Fernando 1895 1895
Sette Colli Buenos Aires 1880 1880
Stella del Saladillo Saladillo ¿? 1895
Stretta Uguaglianza/Eguaglianza La Plata (Buenos Aires) ¿? 1893
Tito Vezio Barracas (Buenos Aires) 1891 1891
Unione e Filantropia Gualeguaychú ≤1880 1880
Unione Italiana (I) Buenos Aires 1858 1876
Unione Italiana II Buenos Aires 1876 1877
Unione Universale Baradero ¿? 1895
Veri Fratelli ¿? 1891 1891
XX Settembre Pergamino 1894 1894

Elaboración propia

Beneficencia y actividades culturales: la masonería y la colonia italiana

Un apunte, necesariamente reducido, merece el análisis de las relaciones entre la masonería y la colonia italiana.

La obra de penetración al interior de la sociedad civil en Italia había comenzado con la segunda mitad de los años sesenta, llegando al ápice al final del siglo XIX. En particular, fue creada una red válida de solidaridad dirigida a todos los ámbitos de la vida humana, exactamente en línea con cuanto estaba sucediendo en el país de origen en el mismo periodo. Tomando en consideración el caso de Turín, metrópoli de la Italia septentrional, las iniciativas filantrópicas sostenidas por los ‘hermanos’ al final de los años ochenta hasta los primeros años del siglo XX fueron múltiples. En el ámbito educativo fueron creadas la Associazione Nazionale Italiana per l’Istruzione, el Istituto Nazionale per le Figlie dei Militari, el Instituto Bonafous, las Scuole Officine Serali y la Università Popolare. Por el lado de la asistencia, en cambio, nacieron le Cucine popolari, los Bagni popolari, la Casa Benefica per i Giovani Derelitti, el Istituto contro l’Accattonaggio «Pane quotidiano», la Società per gli Asili Notturni, la Società torinese per le Abitazioni Popolari, el Ospedale infantile Regina Margherita, la Società per la Cremazione y la Croce Verde54 [11].

El mismo modelo fue propuesto también en tierra argentina. Aquí, por otra parte, los masones argentinos ya habían demostrado su capacidad de intervención en reiteradas ocasiones trágicas, como la mencionada fiebre amarilla de 1871, el terremoto de Mendoza de 1861 y la epidemia de los años 1857-58.

La logia Regeneración fue la primera que promovió una institución filantrópica en Buenos Aires. En noviembre de 1858 sus miembros, incluyendo el Orador ―e inmigrante italiano― Alessandro Pesce, dieron vida a un establecimiento para la educación de ciegos, sordos y mudos, consiguiendo también una subvención estatal de mil pesos mensuales55 [12].

En la misma época, sus afiliados estuvieron involucrados en otro proyecto, el relativo al Asilo para Mendigos. Obtenido el apoyo del Gran Oriente Argentino, fue establecida una comisión masónica que visitó el ayuntamiento para obtener su aprobación56. En la inauguración participaron los representantes de la masonería y también las autoridades civiles, desencadenando un controvertido debate en las columnas del diario católico La Religión. La voluntad de la administración municipal de supervisar la gestión causó desacuerdos con el componente masónico y su distanciamiento. Después un breve paréntesis, en 1859 la Alcaldía volvió sobre sus pasos creando un comité de gestión y recaudación de fondos donde estaban sentados ‘hermanos’ y representantes del mundo católico. Esta situación se mantuvo constante durante diez años hasta que el deterioro de la situación financiera derivó en un nuevo cambio de cuadros directivos y en la llegada de las Hermanas de Caridad con la misión de gestionar el organismo en nombre de la ciudad de Buenos Aires57.

Con excepción de personalidades individuales, inicialmente la masonería de lengua italiana permaneció al margen de este programa de participación en la comunidad. El Hospital Italiano fue la excepción a la norma.

Este último fue objeto de constantes atenciones por parte de la masonería que le cogió la importancia pública. Según el ‘hermano’ Annibale Blosi, las logias fueron las principales sustentadoras durante los difíciles años que llevaron a la edificación de la estructura sanitaria. El proyecto, de hecho, aunque hubiera sido elaborado desde 1853 y hubiese obtenido el apoyo del consulado y de casi todos los sectores de la colonia, había sufrido diversos reveses debido a disidencias internas (la división de la sociedad de mutuo apoyo Unión y Benevolencia que pronto llevó al nacimiento de la Sociedad Nacional Italiana)58 [13].

La situación en 1870 era, por lo tanto, muy difícil y la construcción, ya casi al final, había perdido mucho appeal de cara a la opinión pública. Frente a esta profunda crisis, se pusieron en acción el abogado Decio Nulli, Achille Mavveroff, los ya citados Ramorino y Cittadini así como el mismo Blosi, logrando llamar la atención en el organismo inaugurado oficialmente en 1872. Gracias a este apoyo, sin olvidar el sostén financiero, la influencia de la masonería se notó no solo en los primeros años de vida (no por casualidad el primer presidente fue Mavveroff), sino “por mucho tiempo”59.

Sin embargo, la mayoría de la actividad masónica se concentró durante los últimos veinte años del siglo. En el año 1889, por ejemplo, la Unione Italiana II apoyó la formación de un patronato en defensa de los inmigrantes italianos, una aleación de enseñanza (para coordinar y ayudar a las escuelas de lengua italiana), contribuyendo a colocar el monumento al ex-Gran Maestro Giuseppe Petroni. No fue olvidada, obviamente, la ayuda financiera al Hospital Italiano60.

Interesante es también la relación con las asociaciones católicas. La concurrencia de organizaciones ligadas al Vaticano, sostenidas por una siempre mayor presencia de personas provenientes del sur de Italia, históricamente más ligadas a la Iglesia, llevó a las logias a monitorear con atención estas iniciativas, imitando las más interesantes. En el momento en que en el barrio de Boca nació un comité femenino de beneficencia, el taller Figli d’Italia se activó, instituyendo una asociación compuesta por mujeres ligadas a la masonería por relaciones de parentesco. El objetivo era ayudar a los necesitados de la ciudad, sin hacer distinción de fe o nacionalidad. Siempre en este barrio, los ‘hermanos’ se empeñaron en lo social, contribuyendo a la fundación de una escuela laica y de un ambulatorio médico que ofrecía prestaciones gratuitas. Este último, abierto en 1894 en vía Suárez era dirigido por médicos estimados como Pietro Mallo, Zaccaria Canale y G. Loreto, los cuales ofrecían asistencia desde las dos hasta las tres de la tarde. Para sostener la iniciativa se movilizaron las tres logias: bajo impulso de la Liberi Pensatori se tuvieron una serie de conferencias públicas, acompañadas de exhibiciones poéticas y musicales, cuyas ganancias fueron devueltas al centro sanitario61.

Otro sector en que la masonería se empeñó fue la asistencia alimentaria. A fines del siglo XIX, de hecho, la logia Giordano Bruno se dedicó en modo particular a la institución de cocinas económicas logrando reunir en 1898 mil pesos62. Relacionada a la doble vía secularización-modernización también fue la promoción de una sociedad, rigurosamente profana, para la cremación de cadáveres. Siempre la Unione Italiana II, se hizo animadora de una comisión masónica con el objetivo de estudiar los medios más aptos para obtener este fin63.

Interesante, para este propósito, es el discurso pronunciado por Tito Luciani, expresidente del Comité Masónico, durante los festejos para los 39 años de la Unione Italiana I. En 1898, de hecho, trazó un presupuesto de todas las actividades masónicas, afirmando que la masonería no debía solo ocuparse de ayudar al prójimo, sino que volverse, a todo efecto, la fuerza motriz y directiva de toda la beneficencia pública. Luciani, además, no compartía la idea de fundar y gestionar directamente las escuelas, como había intentado hacer la Figli d’Italia. Se trataba, a su parecer, de una acción no practicable: mucho mejor gestionar programas educativos, influenciando su redacción64.

A pesar de las observaciones críticas de este exponente del GOI, es innegable que las logias lograsen radicar con éxito al interior de la colonia. La fuerte penetración en la sociedad y en los círculos se hace evidente por la figura de Attilio Boraschi. Él, en efecto, fue al mismo tiempo presidente del comité local de la Sociedad Dante Alighieri (asociación que promovía la cultura y la lengua italianas) y del Comité Masónico. Otro caso significativo es el del ya citado Luciani, presidente del organismo directivo de la masonería (al final de 1895) y electo, en 1894, jefe del comité profano, para la organización de las conmemoraciones del 20 de septiembre, para la muerte de Giuseppe Garibaldi y de la batalla de Mentana (encuentro ocurrido en 1867 entre los voluntarios de Garibaldi y las tropas papales).

Estas ceremonias ofrecían a los emigrantes una ocasión de encuentro, de socialización, de afirmación de una precisa identidad y de confirmación de las relaciones con la tierra de origen. Para el GOI, por lo tanto, estar presente en la comisión organizadora era una cuestión de prestigio y se insertaba plenamente en el contexto del desafío lanzado a la influencia católica. Los masones, bajo el ejemplo de todo lo que ocurría en Italia, se proponían, de hecho, oponerse a la Iglesia católica en nombre del progreso y de la lucha contra la intolerancia. Los festejos en ocasión del 20 de septiembre eran la oportunidad perfecta para confirmar lo laico del Estado y la irreversibilidad de la unificación italiana: a sus ojos, aquel día señalaba la victoria “de la libertad de consciencia” y el final de la teocracia65.

En ocasión de este suceso, el Comité Masónico organizó, en 1893, una manifestación, convocando no solo a todos los hermanos, sino también a todos los presidentes de las asociaciones italianas de Buenos Aires y obteniendo una buena respuesta del público (más de 400 personas)66 [14].

Igualmente sentidas y controladas por la masonería eran las celebraciones de Giuseppe Garibaldi67 [15]. Por otra parte, estas manifestaciones tenían el deber de confirmar la relación entre sociedad civil y masonería y el compartir de los mismos ideales: de aquí la necesidad de subrayar la participación a los eventos de un público numeroso y la elección de oradores impregnados de un espíritu patriótico. La conmemoración del 2 de junio de 1895 es un caso interesante. En aquella ocasión participaron en manera oficial no solo logias del GOI (Aurora Risorta y Figli d’Italia), sino también algunas dependientes del Gran Oriente Argentino (Alianza II, Garibaldi y Liberi Pensatori). Junto a estos hermanos con sus banderas, desfilaron también 15 sociedades obreras, por un total de casi 3.000 personas. Después de la demostración de la plaza, se tuvo una conferencia en el teatro Iris, en el que se alternaron discursos, himnos y poesías patrióticas.

El intento de instaurar una verdadera y propia religión civil sale con claridad también debido al hecho de que, durante estos eventos, se volvió a proponer la misma modalidad de las fiestas religiosas. No es un hecho marginal que precisamente, en ocasión de las celebraciones de Garibaldi, la logia Aurora Risorta distribuyó gratuitamente carne y pan a los pobres del Boca68.

Incluso fuera de la capital estos eventos fueron particularmente escuchados. En la ciudad de Magdalena, en los primeros días de septiembre de 1895, se deseó remarcar públicamente la estrecha conexión entre Garibaldi y la masonería colocando una placa de bronce en el monumento que estaba allí. Para esta ocasión se movilizaron todas las logias italianas y la Sociedad Nacional Italiana, obteniendo incluso que el gobernador de La Plata reservara un vagón ferroviario para los miembros de la Stretta Eguaglianza dirigidos a la manifestación69.

Esta masiva presencia en la organización y en la participación de las celebraciones fue puesta bajo ataque por las autoridades italianas. En 1895 el cónsul Pietro Antonelli, convocadas algunas personalidades destacadas de la colonia, confió su encargo de organizar las celebraciones para el 20 de septiembre, privando completamente a la comunidad y las asociaciones locales. Se trataba de una elección de algún modo justificada por el hecho de que el gobierno italiano, en verano, había declarado ese día fiesta civil. Este ataque llevó a la rebelión de la sociedad civil, que contraatacó: todas las organizaciones de la capital se reunieron y, después de varias discusiones, establecieron que los miembros del comité directivo para las celebraciones deberían ser elegidos entre listas preparadas por ellos durante una asamblea general. El error de la iniciativa promovida por la embajada hizo que, aquel año, las cosas sucedieran como siempre. En el importante desfile del 22 (que alcanzó los tres kilómetros) participaron centenares de asociaciones, incluida la masonería70.

Un último caso interesante concerniente al desarrollo de las celebraciones sucedidas el 20 de septiembre en Buenos Aires tres años después, también porque la Rivista della Massoneria Italiana dedicó un verdadero y apropiado reportaje. Abría la marcha un pelotón de policía a caballo, al que seguían la banda musical, la comisión organizadora, la bandera verde del GOI, los estandartes de las logias, italianas y argentinas, y, finalmente, dos coronas de flores frescas. Durante las manifestaciones participaron también diferentes asociaciones, entre las que se destacaba la Sociedad Italia, guiada por Angelo Lussardi, y los chicos de sus escuelas71.

Conclusiones

En conclusión, el particular contexto argentino favoreció, con seguridad, la penetración y la difusión de la masonería italiana. La presencia de poblaciones europeas diferentes, pero numéricamente importantes, facilitó la formación de asociaciones, círculos y diarios que no se limitaban a defender los intereses de la única comunidad de emigrantes, sino que se volvían a relacionar directamente con su tierra de origen. De la misma manera, las logias, compuestas por los miembros de la misma nacionalidad, se dejaban a la dependencia de las Obediencias de los respectivos países de origen. El ya citado Luciani explicaba la existencia de numerosas organizaciones, activas y en conflicto las unas con las otras, recordando que la masonería, aunque es universal, poseía características propias según “los diferentes tiempos y diferentes lugares”72.

Por otra parte, la misma acción masónica en el campo social, más allá del inmediato aspecto filantrópico y comunitario, estaba dirigida a confirmar constantemente el lazo indisoluble con la madre patria. La colonia italiana, aunque introducida en el tejido económico y social del estado argentino, no debía olvidar las propias raíces. En esta perspectiva se contextualizan las manifestaciones en honor de Garibaldi y del 20 de septiembre, pero también las iniciativas creadas con ocasión de eventos catastróficos. El terremoto que hubo en 1894 en Calabria y Sicilia (regiones de Italia meridional) fue un clásico ejemplo: en aquella oportunidad las logias de Argentina se movilizaron con una colecta de fondos para destinarlos a los golpeados por la tragedia. La misma colecta llegó a las 5.000 libras y fue enviada, por medio del Banco de Italia, en Roma, donde luego fue entregada al comité masónico de Reggio Calabria73. Más allá del hecho en sí, aunque muy significativo (la entera colonia italiana donó 25.000 francos)74, lo que interesaba era mantener y renovar los vínculos con un país que se encontraba a más de 11.000 kilómetros de distancia.

Un tercer elemento que caracterizó la vida de los ‘hermanos’ italianos fue la extrema fluidez e inestabilidad organizativa (interna y externa). Como se ha visto durante todo el ensayo, hubo continuos pasajes de grupos de masones o enteras logias del Gran Oriente de la República Argentina al GOI y viceversa. Tuvo mayor ventaja, con seguridad, la masonería italiana, pero esta provisoriedad constituyó un elemento de debilidad que hacía intermitente la acción masónica. El mismo operar del Comité Masónico es difícilmente evaluable ya que si, por un lado, cumplió un rol benéfico (encuadrando y organizando las fuerzas italianas), por el otro, contribuyó a crear malhumores y disidencias que llevaron a demoliciones y reconstrucciones de talleres.

El acuerdo sellado en 1903 entre el GOI y el Gran Oriente de la República Argentina puso fin a esta situación fluida creando un cuadro normativo al que atenerse. A comienzos del siglo, por tanto, los desacuerdos entre las dos organizaciones se habían tranquilizado, finalmente. Iniciaba así un nuevo periodo para las logias italianas, que hubiera sido caracterizado por la figura carismática del médico de origen judío Alessandro Tedeschi75 [16].

Fuentes

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1Aldo A. Mola, “Las logias Italianas en Latinoamérica (1860-1940),” en Masonería española y América, coord. José A. Ferrer Benimeli, vol. 1 (Zaragoza: Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española, 1993), 16–20; Patrizia Salvetti, “La massoneria italiana a Buenos Aires,” Italia contemporánea, N° 214 (1999): 43–66. En lo que respecta a los estudios sobre el Gran Oriente de Italia y Mediterráneo véase, entre otros, Mola, “Le logge italiane in Egitto dall’unità al fascismo,” en L’Italia e l’Egitto. Dalla rivolta di Arabi Pascià all’avvento del fascismo (1882-1922), coord. Romain H. Rainero y Luigi Serra (Settimo Milanese: Marzorati, 1991), 187–205; Emanuela Locci, La Massoneria nel Mediterraneo. Egitto, Tunisia e Malta (Roma: Bastogi, 2014); Locci, Il Cammino di Hiram. La Massoneria nell’impero ottomano (Foggia: Bastogi, 2013).

2Fernando J. Devoto, “Les « Petites Italies » de Buenos Aires entre quotidienneté et représentation (1885-1904),” en Les Petites Italies dans le monde, coord. Marie Claude Blanc-Chaléard, Antonio Bechelloni, Bénedicte Deschamps, Michel Dreyfus y Éric Vial (Rennes: Presses universitaires de Rennes, 2007), 89–104.

3Devoto, “Les « Petites Italies »”, 89–104.

4Para un análisis sobre la historia de la emigración italiana en Argentina consulte los estudios de Fernando J. Devoto, Historia de los italianos en la Argentina (Buenos Aires: Editorial Biblos, 2006) y Estudios sobre la emigración italiana a la Argentina en la segunda mitad del siglo XIX (Napoli : Edizioni scientifiche italiane, 1991).

5Mola, “Las logias Italianas en Latinoamérica (1860-1940),” 328.

6“Notizie massoniche della comunione,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 26-27 (1871): 11.

7Salvetti, “La massoneria italiana a Buenos Aires,” 46.

8“Notizie Massoniche Della Comunione,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 3 (1872): 16.

9“Notizie massoniche della comunione,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 2 (1872): 13.

10“Notizie massoniche della comunione,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 10 (1872): 13.

11“Notizie massoniche estere,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 7 (1873): 10.

12“Buenos-Ayres,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 7 (1873): 8.

13“Notizie massoniche della comunione,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 16 (1873): 6.

14“Decreto 15,” Bollettino ufficiale del Grande Oriente d’Italia, N° 2 (1877): 70.

15“Notizie massoniche della comunione,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 22 (1873): 5–6.

16Salvetti, “La massoneria italiana a Buenos Aires,” 46–47.

17“Relazioni internazionali,” Bollettino del Grande Oriente della massoneria in Italia, f. X-XII (1866): 284-285.

18“A volo,” Rivista Della Massoneria Italiana, N° 13-14 (1876): 9.

19“Le logge italiane a Buenos-Ayres,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 6 (1877): 182.

20Luigi Polo Friz y Giovanni Anania, Rispettabile Madre Loggia Capitolare “Trionfo Ligure” all’Oriente di Genova. Uno sguardo alla Massoneria ligure dall’Unità ad oggi (Genova: Associazione Culturale Trionfo Ligure, 2004), 136.

21“Inaugurazione della rispettabile loggia Obbedienza alla Legge Buenos-Ayres,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 8 (1877): 247.

22“Protesta degl’italiani contro la pastorale del dottor Aneiros arcivescovo di Buenos Ayres,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 9-10 (1877): 284–87.

23“Notizie massoniche estere,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 9-10 (1877): 312–13.

24“La massoneria argentina,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 11-12 (1877): 324.

25“Regularización de la Resp.·. L.·. Alianza,” Revista Masónica Americana, N° 8 (1873); 252-256.

26“Buenos-Ayres,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 7-8 (1878): 236.

27“Crescit eundo,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 15 (1879): 226.

28El registro matricular del Grande Oriente de Italia, incompleto, indica un total de 41 nominados para la Unione e Filantropia, de la que solo dos son italianos. Registro matricolare, Archivio Storico del Grande Oriente d’Italia.

29“Notizie della comunione,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 18-19 (1880): 299–300.

30La massoneria durante la guerra civile,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 9 (1881): 132–33.

31“Notizie della comunione,” 1880, 300–301.

32“Notizie massoniche della comunione,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 1 (1881): 12.

33“Notizie della comunione,” 1880, 301.

34“Notizie massoniche della comunione,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 33-36 (1884): 277.

35“Notizie massoniche,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 23-24 (1887): 189; “La massoneria italiana a Buenos-Ayres,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 37-42 (1887): 320.

36“Notizie della comunione,” Rivista della Massoneria Italiana, n° 23-24 (1881): 377–78.

37Salvetti, “La massoneria italiana a Buenos Aires,” 49; “Notizie massoniche,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 17-18 (1888): 287.

38“Notizie massoniche,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 9-11 (1889): 176.

39“Notizie massoniche,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 1-3 (1890): 41–42; “Decreto no. 68,” Bollettino ufficiale del Grande Oriente d’Italia. Anni 1869-1891 (1892): 72–73. “Decreto no. 91,” Bollettino ufficiale del Grande Oriente d’Italia. Anni 1869-1891: 92–93.

40“Di attualità,” Fascio Massonico Italiano, enero 15, 1891.

41“El porque,” Fascio Massonico Italiano, mayo 1, 1892.

42En lo que respecta a la Tito Vezio, ver “Notizie Massoniche Locali,” Fascio Massonico Italiano, octubre 31, 1891.

43“Questioni internazionali,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 16-17 (1891): 245.

44Entre 1861 y 1918 fueron fundadas 32 logias (de ellas 19 en Alejandría de Egipto y 8 en Cairo). Locci, La massoneria nel Mediterraneo. Egitto, Tunisia e Malta, 50.

45“La massoneria italiana nell’Argentina,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 12-13 (1896): 203.

46“Notizie massoniche estere,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 14-17 (1893): 251.

47“Notizie massoniche estere,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 12-13 (1894): 200.

48“La Massoneria Italiana nella Repubblica Argentina,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 5-8 (1895): 120–21.

49“La massoneria italiana nell’Argentina,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 17-20 (1895): 295–96.

50“La massoneria italiana nell’Argentina,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 7-8 (1896): 117.

51“Atti ufficiali. Alle logge italiane nella repubblica argentina,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 1-4 (1903): 3–4.

52Departamento de relaciones exteriores, Tratado entre el Supremo Consejo y Gran Oriente para Italia y el Supremo Consejo y Gran Oriente para la República Argentina, Fondo Argentina, Archivo del Centro Ricerche Storiche sulla Libera-Muratoria di Torin.

53“Trattato fra il Grande Oriente d’Italia ed il Supremo Consiglio e Grande Oriente per la Repubblica Argentina,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 9-12 (1903): 136.

54Sobre la actividad filantrópica del GOI en Turín véase Marco Novarino, Fratellanza e solidarietà. Massoneria e associazionismo laico in Piemonte dal Risorgimento all’avvento del fascismo (Torino: Sottosopra, 2008).

55Ricardo González Leandri, Pilar González Bernaldo de Quirós y Juan Suriano, La temprana cuestión social. La ciudad de Buenos Aires durante la segunda mitad del siglo XIX (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2010), 65.

56“Asilo de Mendigos, ” La Tribuna, abril 3, 1858.

57González Leandri, González Bernaldo de Quirós y Suriano, La temprana cuestión social, 68-76.

58Sobre la sociedad Unión y Benevolencia diríjase a Emma Cibotti, “Mutualismo y política en un estudio de caso: La sociedad ‘Unione E Benevolenza’ en Buenos Aires entre 1858 y 1865,” en L’Italia nella società argentina: contributi sull’emigrazione italiana in Argentina, ed. Gianfausto Rosoli y Fernando J. Devoto (Roma: Centro studi emigrazione, 1988), 241–65.

59“Dalle rive del Plata,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 9-12 (1898): 161.

60“Notizie massoniche della comunione,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 6-8 (1889): 122.

61“Notizie massoniche estere,” 1894, 201.

62“Dalle rive del Plata,” 172.

63“La R .·. L .·. ‘Unione Italiana I’ Or .·. di Buenos-Ayres,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 11-13 (1893): 167.

64“Dalle rive del Plata,” 165.

65“La massoneria italiana nell’Argentina,” 1896, 203.

66Fulvio Conti, Massoneria e religioni civili. Cultura laica e liturgie politiche fra xviii e xx secolo (Bologna: Il Mulino, 2008), 239.

67Sobre las conmemoraciones de Garibaldi en el continente sudamericano vease Pietro Rinaldo Fanesi, Garibaldi nelle Americhe. L’uso politico del mito e gli italoamericani (Roma: Gangemi, 2007).

68“Massoneria italiana nell’Argentina,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 15-16 (1895): 248–49.

69“La massoneria italiana nell’Argentina,” 1895, 298.

70“Massoneria italiana nella Repubblica Argentina,” Rivista della Massoneria Italiana, n° 12-14 (1895): 208; “Il XX anniversario della liberazione di Roma in Italia ed all’estero,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 17-20 (1895): 270.

71“Il XX Settembre a Buenos-Ayres,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 17-20 (1898): 295.

72“Dalle rive del Plata,” 166.

73“La massoneria italiana nella Repubblica Argentina,” Rivista della Massoneria Italiana, N° 1-2 (1895): 12.

74“La colonia italiana dell’Argentina pei danneggiati dal terremoto,” La Stampa - Gazzetta Piemontese, febrero 26, 1895.

75Sobre la vida de Alessandro Tedeschi véase Santi Fedele, Alessandro Tedeschi Gran Maestro Dell’esilio (Bologna: Il Mulino, 2008).

Recibido: 21 de Diciembre de 2019; Aprobado: 06 de Abril de 2020

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