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Comunicación

versión On-line ISSN 1659-3820versión impresa ISSN 0379-3974

Comunicación vol.31 no.2 Cartago jul./dic. 2022

http://dx.doi.org/10.18845/rc.v31i43.6580 

Article

Las exploraciones botánicas de Hermann Wendland en Centroamérica (1856-1857) I. De Guatemala al Valle Central de Costa Hermann

Wendland’s Botanical Explorations in Central America (1856-1857) I. From Guatemala to the Central Valley in Costa Rica

1James Cook University, Australia, ORCID: 0000-0003-1424-6725

2Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE), Costa Rica, ORCID: 0000-0002-5171-5079

Resumen

Como botánico de los Jardines Reales de Herrenhausen, el alemán Hermann Wendland viajó a América Central en 1856-1857 bajo los auspicios del rey de Hannover, para recolectar plantas vivas, al igual que especímenes de herbario, para dichos jardines. Él escribió un diario de su recorrido de casi ocho meses por Guatemala, El Salvador y Costa Rica, el cual se publicó en la revista Hamburger Garten- und Blumenzeitung. En este artículo aparece una traducción al español, debidamente comentada, de la primera parte de dicho documento, que abarca el viaje desde Guatemala hasta su estadía en el Valle Central de Costa Rica. La contribución de Wendland fue significativa en cuanto a la gran cantidad de nuevas especies descritas a partir de sus herborizaciones, que corresponden a más de 185 nuevas para la ciencia, provenientes de unos 1280 especímenes presentes en sus casi 540 recolecciones, especialmente orquídeas, palmeras y aroideas; la mayor parte de su colección se encuentra en el herbario de la Universidad de Göttingen (GOET). En su relato, Wendland no se limitó a cuestiones botánicas, sino que también abarcó una gran cantidad de aspectos de la vida cotidiana de los habitantes de Centroamérica, relacionados con sus costumbres, comidas, salud, religión, cultura y política. Entre estos últimos, escribió acerca de la rendición del líder filibustero William Walker quien, con el respaldo de los estados esclavistas, intentó establecer la esclavitud y anexar los cinco países centroamericanos a Estados Unidos.

Palabras clave: Jardines de Herrenhausen; Universidad de Göttingen; Guatemala. El Salvador; Costa Rica; Karl Hoffmann; guerra centroamericana; William Walker

Abstract

As court gardener for the Royal Gardens of Herrenhausen, the German botanist Hermann Wendland travelled to Central America in 1856-1857 under the auspices of the King of Hannover, to collect living plants and herbarium specimens for the gardens. He wrote a travel diary of his nearly eight-month expedition through Guatemala, El Salvador, and Costa Rica, which was published in the journal Hamburger Garten- und Blumenzeitung. In this paper we provide an annotated Spanish translation of the first part of that document, which covers the journey from Guatemala to his stay in the Central Valley of Costa Rica. Wendland’s contribution was significant in regards to the large number of new species described from his botanizing, which correspond to more than 185 that were new to science from a total of about 540 gatherings represented by about 1280 extant specimens, mainly orchids, palm trees and aroids; most of his botanical collection is held in the herbarium of the University of Göttingen (GOET). In his account, Wendland did not restrict himself to botanical matters, but also encompassed a wealth of aspects of the daily life of Central American people, describing their traditions, food, health, religion, culture and politics. Among the latter he wrote about the capitulation of the filibuster leader William Walker who, with the support of the United States slave states, attempted to establish slavery and annex the five Central American countries for the United States.

Keywords: Herrenhausen Gardens; University of Göttingen; Guatemala. El Salvador; Costa Rica; Karl Hoffmann; Central American war; William Walker

Introducción

El territorio de Centroamérica está representado por un istmo que une a las inmensas masas terráqueas de Norte y Suramérica, las cuales estuvieron separadas hasta hace unos 3.000.000 de años, en la época del Plioceno (Valerio, 2006); dicho istmo se completó con la formación del actual territorio de Costa Rica y una porción de Panamá, gracias al efecto combinado de la tectónica de placas, la actividad volcánica y los procesos de sedimentación. Al emerger ese puente, resultó posible el flujo de especies vegetales y animales en ambas direcciones, así como el surgimiento de numerosas especies endémicas, debido a lo cual el istmo centroamericano posee una biodiversidad sumamente rica (Gámez et al., 2021).

En términos político-administrativos, durante el dominio de la Corona Española dicho territorio correspondió a una sola unidad denominada Capitanía General de Guatemala, cuya sede estaba en Guatemala; no era parte de ella Belice, que era una colonia inglesa, ni tampoco Panamá, que pertenecía a Colombia. Lograda la independencia de España, en 1821, se conformó en 1824 la República Federal de Centro América, constituida por Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica, la cual prevaleció hasta 1838 (Obregón, 2002).

En cuanto a sus aspectos biológicos, hasta la época de la independencia, tanto la flora como la fauna de Centroamérica eran muy poco conocidas. Al respecto, los primeros intentos formales provenían de la Corona Española, al organizar dos grandes y prolongadas expediciones, pero se concentraron en México; la primera (1571- 1577) fue dirigida por Francisco Hernández de Toledo, y la segunda (1787-1803) por Martín de Sessé, Vicente Cervantes y José Mariano Mociño (León, 2002). Sin embargo, como parte de esta última, Mociño efectuó herborizaciones en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, y de manera marginal en Honduras y Costa Rica (Maldonado Polo, 1995).

Posteriormente, ya en el siglo XIX, por motivos e intereses propios y durante períodos cortos, el diplomático y naturalista austríaco Emanuel von Friedrichsthal y el naturalista polaco Josef von Warszewicz hicieron recolecciones en Guatemala, Nicaragua y Costa Rica, en 1839-1840 y 1845-1850, respectivamente (León, 2002; Grayum et al., 2004). Además, desde 1831 se había establecido en Guatemala el escocés George Ure Skinner, comerciante y diplomático, así como un gran coleccionista de orquídeas, por lo que había efectuado abundantes recolecciones (Ossenbach, 2016). Finalmente, entre 1846-1848 el botánico danés Anders S. Oersted hizo herborizaciones en Costa Rica, donde residió casi año y medio (Oersted, 2011); asimismo, recolectó plantas en Nicaragua.

Aunque, en el caso de Costa Rica, desde entonces no hubo recolecciones, a inicios de 1854 arribaron los médicos y naturalistas Karl Hoffmann y Alexander von Frantzius, quienes portaban una carta de recomendación del célebre naturalista Alexander von Humboldt para Juan Rafael Mora Porras, presidente de la República, pues planeaban establecerse en Costa Rica de manera permanente (Hilje, 2013); a ellos se sumó el maestro-jardinero Julián Carmiol. A diferencia de von Frantzius, quien se concentró en el estudio de las aves y los mamíferos del país, Hoffmann recolectó tanto animales invertebrados como vertebrados, al igual que plantas, que enviaba para su identificación en el Museo Real de Zoología en Berlín y el Museo Botánico de Berlín, respectivamente. En aspectos botánicos, esto le permitió acumular información propia, así como acrecentar el acervo iniciado con las herborizaciones de von Friedrichsthal, von Warszewicz y Oersted.

Ese era el panorama cuando, un día de diciembre de 1856, arribó a las costas centroamericanas el botánico alemán Hermann Wendland, bajo el auspicio del rey Jorge V de Hannover, con el fin de recolectar plantas y semillas para los Jardines Reales de Herrenhausen, así como ejemplares para el herbario. Por fortuna, él escribió un minucioso diario de sus actividades. Escrito y publicado en alemán, lo hizo por entregas en 1857, en las revistas Hannoversche Zeitung y Hamburger Garten- und Blumenzeitung con el título Notas de viaje del jardinero de la corte Hermann Wendland. Este valioso testimonio no había sido consolidado en un solo documento ni traducido al inglés, sino recientemente (Dowe et al., 2022).

En el presente artículo se incluye la traducción al español de la primera parte de dicho relato, intitulado Notas de viaje del jardinero de la corte Hermann Wendland, la cual abarca el recorrido -desde su llegada a Belice, en diciembre de 1856- por Guatemala, El Salvador y el Valle Central de Costa Rica, poco antes de emprender una prolongada expedición por la región de Sarapiquí. Debido a razones de espacio, el relato de esta última aparecerá en un artículo posterior, en esta misma revista.

¿Quién era Hermann Wendland?

Nacido el 11 de octubre de 1825 y bautizado como Johann Bernhard Daniel Hermann Wendland, este viajero (Figura 1) fue el tercer miembro de una de las más eminentes ''dinastías'' botánicas en Europa, antecedido por su abuelo Johann Christoph Wendland (1755-1828) y su padre Heinrich Ludolph Wendland (1792-1869). Los tres ocuparon puestos jerárquicos en los Jardines Reales de Herrenhausen, en Hannover, Alemania (Stafl Cowan, 1988; Volz, 2006; Peters, 2013; Rettich, 2016; Dowe et al., 2019).

Cortesía: Biblioteca del Jardín Botánico de Meise, Bélgica.

Figura 1 Hermann Wendland, posiblemente en los años 1860. 

Una vez completada su educación inicial, en la Escuela de la Corte Real, en Herrenhausen, en 1841 fungió como aprendiz de jardinero al lado de su padre, hasta 1844. Durante este tiempo recibió clases particulares de francés, inglés, latín e ilustración gráfica.

En 1845 se matriculó en la Universidad Georg-August, de Göttingen, donde recibió formación botánica de parte de Friedrich Gottlieb Bartling (1798-1875), director del Jardín Botánico. Asimismo, a partir de 1846 inició un plan de tres años como ''jornalero'', para adquirir experiencia práctica en horticultura y botánica. Fue así como, de mayo a setiembre de 1846, estuvo en el Jardín Botánico Real de Schöneberg, cerca de Berlín, bajo la tutela del botánico Carl David Bouché, y de setiembre de ese año a julio de 1847 en los Jardines Imperiales de Schönbrunn, cerca de Viena, Austria, donde recibió formación hortícola e instrucción botánica de Heinrich Wilhelm Schott, especialista en la familia Araceae.

Posteriormente pasó un tiempo trabajando en Hietzing, cerca de Viena, en el jardín del barón Charles von Hügel, quien para entonces era presidente de la Sociedad Hortícola Real Imperial y miembro de la Academia Imperial de Ciencias (von Hügel, 1903). A fines de 1847 viajó a Suiza e Italia, después de lo cual trabajó para el horticultor Lambert Jacob-Makoy, en Lieja, Bélgica. De ahí se dirigió a los Jardines Botánicos Reales, en Kew, Inglaterra, donde trabajó con William Jackson Hooker entre 1848 y 1849 (Peters, 2013; Schwerin, 2013).

En 1850, después de efectuar excursiones por Inglaterra, Escocia y Francia, regresó a Herrenhausen, donde fue nombrado ayudante de su padre en el Berggarten (Anónimo, 1903), uno de los cuatro jardines que formaban parte de los Jardines Reales de Herrenhausen. Asimismo, en 1853 asumió la responsabilidad de la biblioteca, el herbario y la investigación botánica en dicha entidad (Palm 2010; Schwerin 2013). El único viaje de Wendland fuera de Europa correspondió al recorrido que hizo por Centroamérica, en 1856-1857, y es éste al cual están dedicados el presente artículo y uno posterior.

En 1859 fue nombrado jardinero de la corte y, tras la muerte de su padre, en 1869, fungió como jardinero principal del Berggarten. Permaneció en ese puesto hasta 1897, cuando se convirtió en director del Jardín de la Corte y asumió el control de los cuatro jardines que constituyen los Jardines Reales de Herrenhausen. En el Berggarten estableció uno de los principales centros mundiales de horticultura e investigación en palmeras, al desarrollar y mantener la colección viva de palmeras cultivadas más grande de Europa, un extenso herbario y el invernadero más alto y más avanzado técnicamente, en el cual se exhibía la citada colección (Dowe, 2019). Además, ahí estableció la colección de orquídeas más grande del mundo (Schlumpberger, 2016). Fue descrita por Heinrich Gustav Reichenbach, por entonces la mayor autoridad mundial en orquídeas, como ''de sobra, la más rica en especies botánicas que jamás se haya formado'' (Anónimo, 1903). De hecho, las orquídeas fueron las plantas más recolectadas por Wendland en Centroamérica y, a su regreso, se mantuvieron y propagaron en lo que se conoció como la ''Casa de Costa Rica'', en el Berggarten (Dowe et al., 2022).

Con respecto a su contribución al estudio y la taxonomía de las palmeras, Tomlinson (1989) acota que ''el nombre de Hermann Wendland está asociado con más géneros de palmeras que el de cualquier otro botánico''; asimismo, puesto que muchos de los nombres asignados por Wendland aún son válidos, expresó que ''él era particularmente bueno para denominar plantas''. Entre otros logros notables, figura la introducción a Europa de algunas de las plantas ornamentales más populares y económicamente importantes del mundo, como la flor de flamenco (Anthurium scherzerianum), la violeta africana (Saintpaulia ionantha) y las bromelias Tillandsia ionantha y Billbergia viridiflora (Dowe, 2019; Dowe et al., 2022). En cuanto a su vida personal, en 1863 Wendland se casó con Dorothee Helene Wissel (1842-1872), hija de Louis Wissel y Dorothee Wissel; el padre de ella era el veterinario de la Caballerizas y Establos de Herrenhausen. La esposa de Wendland falleció tras ocho años de matrimonio, sin dejar descendencia. Él no se volvió a casar, y mantuvo una ''vida aislada entre sus hermanos y sus familias'' (Rettich, 2016). Víctima de un derrame cerebral debilitante en julio de 1902, murió el 12 de enero de 1903 (Palm y Rettich, 2006).

Acerca del diario de viaje de wendland

La correspondencia de Wendland que fue publicada, y que aparece traducida aquí, representa el único registro conocido de sus viajes por Centroamérica escrito en primera persona. Aunque se han efectuado búsquedas exhaustivas en los archivos y bibliotecas de Herrenhausen, Göttingen y Hannover, no se han podido localizar otros informes oficiales ni registros importantes. Aunque varias cartas fueron publicadas en la revista Hannoversche Zeitung (Wendland, 1857a-d), corresponden a las mismas que aparecieron después en Hamburger Gartenund Blumenzeitung (Wendland, 1857e-i). La traducción del alemán al inglés, publicada recientemente con formato de monografía (Dowe et al., 2022), está basada en esta última revista; a su vez, el presente artículo proviene de dicha publicación. Es pertinente indicar que, aunque Wendland permaneció en Costa Rica hasta mediados de agosto de 1857, no se conocen las cartas que pudo haber escrito entre junio y agosto. Sin embargo, su itinerario completo puede ser reconstruido a partir de las etiquetas de campo de sus especímenes de herbario, las cuales contienen las fechas y las localidades de recolección de centenares de especímenes. Cabe acotar que, además, Wendland narró algunas experiencias y actividades de sus viajes en varias publicaciones de carácter botánico y hortícola. Unas fueron breves extractos o resúmenes de la correspondencia aparecida en la revista Hamburger Garten- und Blumenzeitung (Anónimo, 1856, 1857ac, 1858; Koch 1857), mientras que en otras aportó información adicional. Por ejemplo, en una de ellas se informó que a su llegada a Guatemala pasó algún tiempo con el ya citado recolector Skinner (Anónimo, 1857b), pero esto no lo menciona Wendland en su relato. Al respecto, en una carta fechada en Guatemala el 3 de febrero de 1857, Skinner le comenta a William Jackson Hooker -de los Jardines Botánicos Reales, en Kew- que Wendland ''era encantador, y disfruté mucho acompañándolo a través de este especial país, que conozco ahora tan bien'' (Skinner, 1857). Asimismo, su relación con Karl Hoffmann en Costa Rica fue apenas mencionada aunque -como se verá después-, fue realmente importante.

Debe señalarse que, durante su estadía en Centroamérica, Wendland nunca trabajó solo en el campo, sino que estuvo acompañado por ayudantes, ya fueran voluntarios o asalariados. En Guatemala lo hizo con Skinner (Anónimo, 1857b), mientras que en Costa Rica tuvo el apoyo de Federico Winter, Juan Braun y Gerhard Jäger, este último contratado por él. Asimismo, hubo varios lugareños con los que viajó, incluidos algunos propietarios de albergues, conductores de mulas y baquianos, de cuyos nombres dejó constancia en su correspondencia.

Como una aclaración para los lectores, el relato que aparece en el presente artículo proviene de la monografía ya citada (Dowe et al., 2022), pero se ha omitido más de la mitad de dicho documento, en la que hay un análisis pormenorizado de la nomenclatura de las especies recolectadas por Wendland. Esto es así por tratarse de aspectos muy técnicos. Sin embargo, el lector con interés en botánica puede hallar ahí la información referida a holotipos, lectotipos y neotipos, además de que en ella se especifican los respectivos códigos que portan algunos especímenes clave, depositados en el herbario de la Universidad de Göttingen (GOET).

En cuanto a aspectos de estilo, conviene indicar que al relato se le realizaron algunos ajustes, para estructurarlo en párrafos más cortos. Además, cuando fue necesaria alguna aclaración breve o se enmendó la grafía original de un nombre mal escrito, utilizamos paréntesis cuadrados. Asimismo, puesto que el contenido a menudo obliga a incluir amplias explicaciones, y éstas harían desproporcionadas las notas al pie de página, optamos por incorporar dichas aclaraciones en el propio cuerpo del relato, pero en letra cursiva; solo las aclaraciones muy cortas permanecen al pie de la respectiva página.

Finalmente, para reconstruir a cabalidad la travesía de Wendland, a continuación se enumeran -en orden alfabético-, las localidades que él visitó durante el trayecto aquí descrito; algunas no se mencionan en el relato, pero fueron tomadas de las etiquetas de los especímenes que recolectó. Cabe acotar que él consignó de manera errónea algunos topónimos, los cuales aparecen corregidos en el relato, pero constan aquí, por si el lector consultara los relatos en su versión original.

Al respecto, en Guatemala visitó Acatenango, las montañas de Altor (Atitlán), Esquiella (Escuintla), Hacienda Sapota (Zapote), Hacienda Naranjo, Yalpatagua (Jalpatagua), Lago Dulce (Lago de Izabal), La Puenta (El Puente), Oratorio, Quininagua (lugar desconocido), Quiriguá, Río Dulce, Río Paz, San José, San Pablo, San Pedro, Santa Lucía, el volcán Tolimán y Zacapa. Por su parte, en El Salvador recorrió Ahuachapán, el volcán Conchagua, La Unión, Puerto Conchagua (La Unión), Río Sucio, San Miguel, San Salvador, San Vicente, Santa Ana, Jocoro (Socorro) y las minas de Tabanco. Finalmente, en cuanto a Costa Rica, estuvo en Alajuela, Atenas, Azari (Aserrí), Barva, Cartago, Desengaño (Paso de El Desengaño), Esparza, La Garita, La Uruca, Heredia, Muelle, Naranjo (hoy Juan Viñas), Puntarenas, río Reventazón, río Sarapiquí, San José, San Miguel, San Ramón, Santa Ana, Turrialba, el volcán Barva, el volcán Irazú, y el volcán Turrialba. Finalmente, en Nicaragua visitó solamente el puerto de San Juan del Norte o Greytown.

Diario de viaje de Wenland

Como se dijo, el jardinero de la corte Hermann Wendland fue enviado por Su Majestad el Rey de Hannover a Centroamérica, para recolectar plantas y semillas para el Berggarten, en los Jardines Reales de Herrenhausen.

Inició su viaje el 17 de noviembre del año pasado (1856) desde Southampton. Llegó el 2 de diciembre a (la isla de) Santo Tomás, después de un viaje sin incidentes, a Jamaica el día 6 y a Belice el 12. Tras permanecer varios días en este último lugar, continuó su gira el 14 de diciembre en una pequeña goleta hacia Guatemala, adonde llegó sano y salvo el día 16.

Los conocidos y los colegas profesionales del Sr. Wendland estaban interesados en saber más detalles sobre sus observaciones preliminares en la ruta de Belice a Guatemala, acerca de lo cual él informó en una carta a su familia en Hannover, de la cual se toma el siguiente extracto:

Fuente: Brigham (2008).

Figura 2 La boca del río Dulce. 

''El 14 de diciembre, a las seis de la mañana en punto abordamos la goleta, con cinco hombres fuertes. La cabina era tan estrecha, que podíamos estar en posición horizontal únicamente durante la noche. Además de esto, había gran suciedad en la nave, al punto de que pululaban algunas cucarachas nada pequeñas. Estos inconvenientes fueron totalmente superados por la maravillosa vista de la costa a lo largo de la cual navegábamos. La noche siguiente anclamos en el río Dulce. Aunque tuvimos buen tiempo hasta este punto y palpamos la fuerza del sol tropical y el calor, también nos topamos con la lluvia del trópico.

El día 16 el cielo abrió todas sus escotillas, y la lluvia cayó a torrentes. Mientras navegábamos por el río Dulce (Figura 2) con mis binoculares pude observar unas doce especies diferentes de palmas, pero la distancia me impidió examinarlas. Aquí adquirí mis primeras impresiones de la selva. Describir algo así se vuelve casi imposible para mí: ves mucho, no ves nada. ¡Qué vida la que reina en tal vegetación, donde todo se dirige hacia arriba! Si un árbol gigante se aventura a sobresalir por encima de los otros gigantes, es sostenido como un mástil, por cuerdas y enredaderas, para que no se caiga. Casi todos los árboles proporcionan sostén a otras plantas, como aroideas y helechos que se asemejan a serpientes, mezclados con orquídeas y tillandsias.En el propio río predomina Rhizophora mangle. Las cecropias, dillenias, etc. son maravillosas.

Ya avanzada la noche del día 16 llegamos al gran lago cerca de Izabal, pero no pudimos salir de nuestra goleta esa noche. Nos alojamos en Izabal durante los siguientes tres días, con el fin de hacer los arreglos para el viaje por tierra. Aquí vi por primera vez los espléndidos árboles carolinianos (Pachira aquatica), adornados con grandes flores blancas con largos estambres rojos.

En una carta publicada en 1857 en la revista Botanische Zeitung (15: 278-279), se narra esta misma experiencia, pero con leves modificaciones y algunos comentarios adicionales. En cuanto a las plantas recién citadas, las tillandsias son epífitas, llamadas ''clavel del aire''; la segunda es una especie de mangle; las cecropias son parientes del guarumo; las dillenias son árboles, como el llamado zapote de la India o laurel; y a la última se le conoce como castaño de Guayana.

El día 20 nos montamos en nuestras mulas. El camino, que conducía cuesta arriba y cuesta abajo, era muy fragoso. Al principio el viaje me pareció peligroso, pero poco a poco me acostumbré, y después me percaté de que, en realidad, el primer día había sido el más fácil. Aún no hay carreteras aquí. Hay una trocha de anchura desigual, que conduce a través de la selva. El piso se torna seco donde hay exposición a la intensa radiación solar.

Nuestro campamento para la primera noche fue montado con la ayuda de un carpintero alemán, quien ya casi había olvidado su lengua materna. Durante la cena estuvimos rodeados por todo tipo de espectadores, que parecían tener mucha curiosidad por nosotros. Estos consistían en perros, cerdos, pollos, monos y una serie de niños desnudos, todos los cuales rara vez reciben comida, y dependen de conseguirla por cuenta propia. Dormimos en el corredor aunque, curiosamente, se le llama la plaza, que consta de cuatro soportes; tres costados están abiertos, y solo el cuarto está cubierto por hojas de palma, pues es el techo. Apenas me había acomodado en una hamaca, no sin dificultad, cuando una piara de cerdos apareció debajo de mí, en búsqueda de los sobros de nuestra cena. Esto también incluía a mis botas, que desalojaron de la mesa donde las dejé. Lo único que pude hacer para que no las dañaran tan voraces animales, fue saltar de la hamaca, espantarlos y poner mis botas a salvo.

Por la mañana me despertó una terrible tormenta. La calma era algo impensable, debido a la fuerza del huracán. Retumbó y golpeó con tal fuerza como nunca antes lo había experimentado yo. Tal tormenta se puede escuchar solo aquí. Los árboles fueron arrancados en masa. Una vez que la tormenta cesó, cabalgamos durante dos días a través de áreas con cactus, lo cual fue muy agotador. Varios Cereus hexagonus, de hasta 30 pies de altura y 1-2 pies de espesor, mezclados con fuertes pereskias (cactus con hojas), estaban cubiertos por orquídeas, aunque sobre todo por tillandsias, de las que Tillandsia erubescens era la más común. Creo que de un solo ejemplar de Pereskia se podría cosechar suficiente material de Tillandsia como para cargar dos caballos.

Cereus hexagonus es nativo del norte de América del Sur (Taylor y Zappi, 2019). El registro de Wendland puede ser una población adventicia o aislada, o posiblemente otra especie, que no pudo ser identificada, pues él no recolectó muestras. En cuanto a Tillandsia erubescens (hoy Tillandsia ionantha), no hay especímenes conocidos, aunque en GOET hay al menos uno, indeterminado, que podría corresponder a dicha especie.

El día 27 llegamos a la ciudad de Guatemala, después de habernos encontrado con una gran multitud de loras verdes, que volaban en parejas o en bandadas. Esta ciudad, de aspecto amistoso, no puede estar ubicada en un sitio más hermoso; por tres costados está rodeada por volcanes, uno de ellos siempre humeante. En Guatemala recolectaré sobre todo en la costa oeste, porque el resto ya está muy explorado.3 Permaneceré aquí hasta finales de febrero, para enviar a Belice las plantas que he recolectado hasta ahora y después dirigirme a San Salvador, rumbo a Costa Rica. El 4 de enero comenzaré mi primera gran expedición. Guatemala, 22 de enero de 1857. Gracias a Dios, estoy muy bien, pero sufro de un poco de impaciencia, por el retraso en la llegada de las tan esperadas cartas de Hannover. Aunque sospecho que la correspondencia ya debe estar cerca, debido a que el Sr. (Charles Lennox) Wyke, quien es el cónsul inglés aquí, me envió un folleto de Sir W. (William Jackson) Hooker, de Kew, que este último le remitió para mí en el último correo.4 Pero Wyke tiene su propio mensajero de Izabal, por lo que tendré que esperar hasta mañana. Mientras que mi reloj muestra las seis y media de la tarde, son las dos o tres de la mañana del día 23 en Hannover. Cuando me levanto, sé que a esa se almuerza allá. De vez en cuando me da gran placer comparar la hora de aquí con la de allá. Esta noche iré a la ópera local con un conocido. Tengo gran curiosidad al respecto.

23 de enero. La de anoche fue una actuación lamentable; es insoportable escuchar algo así. Ni siquiera soy capaz de describirlo, pues fue demasiado horrible. Las cartas esperadas están aquí, cuyo contenido me ha tranquilizado por completo.

Fuente: Brigham (2008).

Figura 3 Panorámica de la ciudad de Guatemala. 

Saldré de Guatemala el día 26, y los pasajes para el tren y vapor están reservados. He realizado muchos viajes aquí este mes, así como observado y recolectado mucho material, por lo que puedo estar satisfecho conmigo mismo. La razón por la que me voy de aquí tan pronto es que esta área no tiene tantas plantas hermosas y nuevas como espero las haya en Costa Rica. Por supuesto que hay muchas plantas hermosas aquí, pero son muy raras. Tengo gran ilusión por trasladarme a Puntarenas en vapor.

En mi carta anterior escribí acerca de una expedición costera, que mencioné que quería emprender a principios de mes, pero mi plan se desmoronó de nuevo. Un domingo fui de excursión a un valle no muy lejos de la ciudad de Guatemala, acompañado por un herrero alemán (Peter Kreitz) que tiene un buen negocio aquí; es un cazador apasionado y también un hombre muy bueno. Quiero describir a continuación lo que vi.

La ciudad de Guatemala (Figura 3) se encuentra en una planicie a 5000 pies sobre el mar, circundada por altas montañas que se localizan a una distancia de dos a cinco horas. Esta meseta parece bastante plana cuando se le observa desde las montañas, e incluso desde la ciudad; pero si uno los mira más de cerca, encuentra en la región aparentemente plana una multitud de valles que son inicialmente estrechos y profundos, y después más anchos, y que están cubiertos de árboles, especialmente de robles (Quercus spp.), en su perímetro y por sobre los bordes. A lo lejos uno ve solo estos árboles y no sospecha de las abruptas profundidades o barrancos que hay junto a ellos. En cuanto a las unidades de medida citadas en el texto, para evitar reiterarlas, se consignan aquí una sola vez. Una legua equivale a la distancia recorrida en una hora por una persona, ya sea a pie o a caballo, y corresponde a un valor de 5 km, en promedio. Por su parte, un pie inglés equivale a 30,47 cm. Asimismo, en aquella época se usaba la escala Réaumur; para convertir los grados Réaumur (°R) en grados Celsius (°C), el respectivo valor debe multiplicarse por 1,25 (es decir, Cº = Rº x 5/4).

Mi primera excursión fue a un barranco de esos. Regresé cansado a casa, pero cargado de plantas. Días más tarde (del 8 al 12 de enero de 1857) hice una segunda excursión, por cuatro días, a Las Nubes, una cordillera a 8000 pies sobre el mar, seis horas al sureste de aquí. Recibe dicho nombre porque casi siempre está cubierta de nubes, que rara vez provocan lluvias. Definitivamente, se trata de un clima alpino. La temperatura descendió a + 5.5°R por la noche y temprano por la mañana, lo que nos causó un frío glacial. He recolectado mucho y encontrado cosas bonitas, pero poco es de interés, porque los indios recogen todo para sus amos. Predominan las bromelias; los árboles están literalmente sobrecargados de ellas y hasta colapsan, debido a su peso, ya que casi todas las bromelias están llenas de agua. Estoy enviando semillas y helechos a casa, en abundancia. A partir de este viaje hice dos excursiones, que también fueron muy exitosas.5

El 17 de enero, acompañado por mi amable compañero de viaje y anfitrión, hice una excursión de un día a la vieja Guatemala, llamada Antigua Guatemala (Figura 4), que fuera destruida por un terremoto en 1776.6

Fuente: Westervelt (2008).

Figura 4 Antigua Guatemala, con el volcán de Agua al fondo. 

La ciudad se encuentra casi entre dos volcanes, los de Agua y Fuego, las dos montañas más bellas del mundo. La excursión se hizo alrededor de este último. El segundo día (18 de enero) pernoctamos en San Miguel de Dueñas, un pueblo localizado entre los dos volcanes, en la casa de un inglés, Wyld,quien posee grandes plantaciones de cactus allí para criar cochinilla.Él y su hijo decidieron unirse a nuestra gira, de modo que la iniciamos en la mañana del tercer día. Nuestra caravana estaba compuesta por ocho personas, e incluía porteadores y sirvientes, más seis caballos y burros. Regresamos al sexto día.

Durante un viaje a Guatemala, el naturalista inglés Frederick DuCane Goodman, editor junto con Osbert Salvin de la monumental obra Biologia Centrali-Americana, consignó lo siguiente: ''(Agosto de 1861) ...luego se dirigió a Dueñas, donde nos quedamos durante algunas semanas en los espacios más encantadores de la casa del señor William Wyld, amigo de Salvin'' (Godman, 1915). Es lógico suponer que esta es la misma persona que hospedó a Wendland, aunque para entonces un hermano suyo, Thomas Wyld (1813-1867), estaba en Guatemala. En cuanto a la cochinilla, los aztecas y los mayas criaban este insecto homóptero sésil, Dactylopius coccus (Dactylopiidae), sobre las pencas del cactus Opuntia spp., como una fuente de un pigmento rojo llamado carmín.

En este recorrido encontré varias plantas hermosas, entre ellas algunas que habían pasado desapercibidas para mis acompañantes, pero fueron un hallazgo maravilloso para mí, que pude reconocer su valor. El indio que acarreaba mis muestras perdió varias de mis plantas bonitas, lo cual no es raro aquí. En todo caso, fue un recorrido espléndido. Ese paisaje, especialmente desde la Hacienda de Pantaleón, que se encuentra entre el volcán de Fuego y el mar, difícilmente lo volvería a presenciar. Justo frente a nosotros estaba el siempre humeante volcán de Fuego.7 Hacia la izquierda y rumbo al norte, a unas 50 leguas de aquí, está el volcán Tolimán -con tres cumbres-, en las hermosas montañas de Atitlán, un poco a la derecha del volcán de Agua y algo lejos del volcán de Pacaya. Estos volcanes son verdaderas obras maestras de la creación, con forma de pirámides de belleza indescriptible, y los tres miden entre 13.000 y 14.000 pies de altura. Aquí vi por primera vez corrientes de ceniza, que el volcán de Fuego expulsó el año pasado, lo que causó gran destrucción.8 El sexto día recorrimos Antigua Guatemala, donde mi compañero de viaje me mostró muchas cosas interesantes. El momento de la destrucción debe haber sido terrible, pero ahora la gente se ha asentado una vez más entre los horribles escombros, sin temor alguno. La tercera noche de este viaje tuve que dormir sobre una mesa, usando como colchón la cobija de los aperos de montar a caballo, y como almohada el vasculum.

El vasculum era un recipiente llevado al campo por los botánicos, en el que acumulaban las muestras de plantas hasta que, al final de cada jornada de recolección, pudieran ser colocadas en prensas, para después secarlas. Algunos medían hasta un metro de largo, de forma ovalada en vista transversal, y con una puerta lateral para insertar o extraer el material vegetal. Su diseño varió a lo largo de los años, y de un país a otro. No se cuenta con una descripción de los que Wendland utilizaba. La cuarta noche dormí en una casa donde guardaban maíz en mazorca, y aproveché para consumir algunas. A la mañana siguiente observé la silueta de mi cuerpo impecablemente moldeada sobre el montón de mazorcas, a la vez que cada mazorca dejo una marca en mi cuerpo. Una noche tuvimos un leve temblor de tierra, pero no lo sentí. En este recorrido tuve que tragar mucho polvo, sobre todo cenizas, que muchas veces era insoportable. No he visto lluvia durante cinco semanas enteras, aunque tampoco la deseo.

25 de enero. Mis cosas están empacadas. Me voy de aquí mañana, y debería llegar bien a la costa temprano el día 27, para abordar el vapor.

28 de enero. ¡Todo en vano! Mi viaje fue cancelado, y entonces experimenté una de las muchas bromas yanquis.El vapor había llegado en la mañana del día 26, pero partió el mismo día, sin carga ni pasajeros. Estoy de vuelta en (ciudad de) Guatemala y ahora perderé al menos cuatro semanas, debido a la bromita. Al principio tenía dudas sobre qué hacer en estas circunstancias, ya que no puedo permanecer aquí otro mes, y la ruta terrestre (hasta Costa Rica) parece demasiado complicada desde aquí. No obstante, pronto superé mi vacilación y llegué a una resolución firme. En relación con la supuesta broma, Wendland usa la expresión ''yankee prank'', para aludir a un servicio de poco fiar. Asimismo, en la ya citada carta de Skinner a Hooker, describe así ese retraso: ''él (Wendland) partió el 26 para ir a tomar el vapor, pero el barco se fue antes de que él llegara al puerto, dejando 11 pasajeros y toda la correspondencia del gobierno, por lo que él debió regresar'' (Skinner, 1857).

Yo había estado en Escuintla el 26 de enero y, mientras cabalgaba a la mañana siguiente, varios jinetes que me topé y adivinaron mis intenciones, me informaron que mi viaje hacia el puerto no tenía sentido, pues mi vapor había regresado a Panamá con la mayor normalidad y sin siquiera llevarse los bultos del correo. En esos días supe de muchos viajeros que querían tomar ese vapor.Todo el mundo tuvo que olvidarse del asunto y posponer el viaje cuatro semanas. Aunque el gobierno paga 3000 dólares al año por el servicio, el capitán del vapor, si lo considera necesario, no solo no transporta a los pasajeros, sino que tampoco se lleva el correo, como sucedió esta vez.

En cuanto al citado navío, es casi seguro que se trataba del vapor Columbus, perteneciente a la empresa estadounidense Pacific Steamship Mail Company, llamada también Mala del Pacífico. Cabe acotar que, gracias a los esfuerzos de la Compañía del Ferrocarril de Panamá, a inicios de 1855 se había inaugurado un ferrocarril que conectaba el puerto de Colón (o Aspinwall), en el Caribe, con la ciudad de Panamá. Por eso fue que se fundó la empresa naviera citada, para llevar pasajeros y mercadería directamente desde ahí hasta San Francisco, en California (León, 1997). Sin embargo, ante la ausencia de un servicio a los puertos centroamericanos, la Compañía del Ferrocarril llegó a un convenio con los gobiernos y destinó el pequeño vapor Columbus, de 460 toneladas, con ese fin. Eso explica la gran demora sufrida por Wendland al perder el buque en el puerto de San José, en Guatemala, que era donde atracaba. En aquella época, el capitán principal del Columbus era John Melmoth Dow, quien además era un naturalista aficionado (Hilje, 2013); a él le fue dedicada la guaria Turrialba (Cattleya dowiana) por el taxónomo inglés James Bateman (Ossenbach, 2016). Durante mi infructuosa gira, había conocido al general José María de Garria con su hijo e hija, quienes planeaban ir a Nicaragua.9 Habían tenido la misma suerte que yo, y me dijeron que querían viajar por tierra a La Unión (en El Salvador) y que los acompañara, ya que era la única manera de no tener que esperarme cuatro semanas hasta el nuevo viaje del vapor. El padre y el hijo eran verdaderos gigantes, armados con sables de cinco pies de largo. Como también regresaban a la ciudad de Guatemala, fui a verlos tan pronto como llegamos, para discutir nuestro viaje por tierra. Acordamos partir el día 31, y parece que nuestra comitiva será numerosa, pues mucha gente quiere unírsenos.

A pesar de los temores iniciales de viajar por tierra, ahora me estoy creando expectativas con esta gira, pues me daría la oportunidad de ver algunas cosas de interés.

En este país, el atuendo de viaje parece muy de aventura. Uno va armado hasta las orejas, previendo cuál arma usar primero, en caso de necesidad. Por lo general llevas un rifle delante tuyo, sobre la silla de montar; a un lado cuelga un sable de cinco pies de largo, con el que en realidad no puedes hacer nada; un cuchillo y una daga van insertados en tu cinturón; los ruedos del pantalón van metidos entre las botas, en las que hay espuelas, que son aún más grandes que las usadas en Alemania. Cuando por primera vez vi al general y su familia -la hija nunca se quedó sin cigarros-, me costó no reírme. Si vieras a un grupo así allí, confundirías a la gente con vagabundos o con equilibristas de circo.

La Unión, 23 de febrero. He llegado aquí sano y salvo, y espero arribar a la tan ansiada Costa Rica en ocho días, si el vapor americano no me defrauda de nuevo. Mi salida de Guatemala se retrasó hasta el 6 de febrero, ya que mis compañeros de viaje aún no estaban listos para partir. Finalmente, y debido a que ya estaba cansado de esperar, decidí viajar solo, pero con un baquiano, por seguridad. Pensé que los demás pronto me alcanzarían, pero me equivoqué pues no los vi nunca más. El día 8 había llegado a Santa Ana, y el 10 a San Salvador, donde descansé un día. El día 13 arribé a San Vicente, el 15 a San Miguel, y el 22 llegué aquí, a La Unión. Desde San Miguel emprendí una larga excursión a las minas de plata que hay cerca de Tabanco.10

Mi baquiano era una buena persona, pero bastante temeroso. Él se mantenía tranquilo y satisfecho solo cuando yo tenía mi revólver en la mano, aunque nunca tuve que usarlo. Viajar por este país no es muy peligroso, aunque de vez en cuando ocurren asaltos. Es raro que uno se detenga a conversar con extraños, pues teme que estén mejor armados que uno. Así que, llegué aquí sin ningún incidente. En la travesía sí sufrí debido a los intensos rayos del sol, los cuales me quemaron tanto las manos y la cara, que se me despellejaron.

El territorio por el que pasé era muy hermoso casi todo, pero en su mayor parte muy quemado. Con el siguiente correo enviaré las semillas recogidas durante este viaje. No he visto muchas palmas; apenas una especie de Bactris, y no hay rastros de Chamaedorea ni Geonoma. 11

24 de febrero. Aquí en La Unión hace un calor agradable, con 29°R a las tres y media de la tarde. De las diez de la mañana a las cuatro de la tarde aquí uno no puede hacer nada. En realidad, la gente disfruta de no hacer nada. Lo mejor aquí es la hamaca, que ocupa el primero, así como el más grande espacio en la habitación, colgando de una pared a la otra. No falta en ninguna habitación, y sirve como un sofá. A todo extraño o visitante se le ofrece un asiento en ella. Como lo mencioné, el país es hermoso, incluso maravillosamente hermoso y me gusta mucho, excepto por la gente que lo habita. Actualmente, debido a la guerra en Nicaragua, cada extraño es confundido con un estadounidense y es honrado con la designación de ''yanqui''; este término también es proferido hacia algunos extranjeros de vez en cuando.

La guerra en Nicaragua se refiere a las luchas de los ejércitos centroamericanos contra las huestes filibusteras comandadas por William Walker (1824- 1860). Ante la interminable pugna histórica entre los partidos Liberal y Conservador, por medio del periodista estadounidense Bryan Cole, el líder liberal Francisco Castellón logró el apoyo militar de Walker, periodista, abogado y médico, quien vivía en California, y en 1853 había hecho una incursión militar en Baja California y Sonora, México. Walker llegó a Nicaragua en junio de 1855 con su propio grupo de mercenarios. A partir de cierto momento contó con el respaldo de los estados esclavistas del sur de EE.UU., interesados en instaurar la esclavitud y anexarse los cinco países centroamericanos (Obregón, 1991). Aunque en 1856 incluso se convirtió en presidente de Nicaragua, en 1857 sería derrotado por una coalición de ejércitos centroamericanos, liderada por Costa Rica.

1° de marzo. Ayer hice una excursión al volcán Conchagua, que resultó muy satisfactoria. Encontré una palma cerca de allí, una especie de Copernicia o de Brahea.12

3 de marzo. Es posible que el vapor regrese de Guatemala, y entonces podré estar en Costa Rica en tres o cuatro días. Conocía a las garrapatas, posiblemente uno de los insectos más terribles que existen, y no me gustan en absoluto. La única manera de mantenerlas lejos de ti, es un traje de lino o muy ajustado. Si has estado en el bosque durante el día, puedes tener la certeza de que, al regresar a casa, estarás completamente cubierto por ellas. Mi viejo amigo Peter Kreitz, el apasionado cazador en Guatemala, me dice que ''no le tengo miedo a nada en el mundo, pero prefiero enfrentarme a un tigre que a las garrapatas''.

Las garrapatas no son insectos, sino arácnidos. Al respecto, también se equivoca Eduard Otto, editor del relato original de Wendland, quien en una nota al pie indica que ''yo también tuve que soportar la más horrible de todas las plagas, en el trayecto de Caracas a Orituca (Orituco), en la zona de Las Gartigas (Artigas, en Venezuela); este pequeño insecto es peor que cualquier especie de mosquito''. En un pueblo donde pernocté, el dueño de la casa me agradeció que trajera flores conmigo, porque pensaban que no las había en el lugar del que yo provenía. 6 de marzo. El esperado vapor finalmente ha llegado, y zarpará hoy al mediodía. Aún tengo un poco de fiebre, de estar en este lugar insoportable, pero con la ayuda de un tal Dr. Bernhard, a quien conocí en San Miguel, espero recuperarme pronto. Este ataque febril no me impedirá abordar el vapor hacia Puntarenas (Figura 5A) y así alejarme de aquí cuanto antes. El médico alemán Ernst Carl Bernhard había vivido en Nicaragua previamente, donde se ennovió con su compatriota Luisa Mertens, quien era la esposa del abogado Fernando Streber, y después convivieron en El Salvador. Streber se estableció en Costa Rica, como secretario de la Sociedad Berlinesa de Colonización de la América Central, cuyo líder Alexander von Bülow -ingeniero y militar-, impulsaba la creación de una colonia alemana en Angostura, Turrialba (Hilje, 2020).

Puntarenas, 9 de marzo. Me siento mucho mejor aquí, y espero recuperarme pronto. Mañana por la tarde saldré hacia San José, donde continuaré escribiendo mis cartas.

San José, Costa Rica, 4 de abril. En mis últimos informes mencioné que tenía una leve fiebre, pero esto pronto se resolvió y mi condición ahora no es para preocuparse. El 10 de marzo iba a partir hacia San José, pero me quedaron mal con las mulas y no pude partir hasta la tarde siguiente, después de contratar otras. Pasé la primera noche en Esparza, la segunda en Atenas, y la tercera en San José (Figura 5B).

Durante los primeros dos días, el camino me condujo a través de la hermosa vegetación tropical, pero era insoportablemente polvoriento, ya que no ha llovido durante mucho tiempo, como en Guatemala. Mis dificultades se agravaron por el hecho de que el camino siempre estaba bloqueado por cientos de bueyes que llevaban café al puerto.

Puntarenas era, y aún lo es, el principal puerto en la costa Pacífica de Costa Rica. Estaba conectada con San José, la capital, mediante el Camino Nacional, una calzada empedrada de 140 km de longitud, apta para carretas. Puesto que el café se cosecha durante la estación seca (diciembre-abril) y era transportado a Puntarenas en carretas tiradas por bueyes, para ser exportado a Europa, Wendland debió presenciar tan febril actividad comercial. Cabe acotar que tanto en el caserío de Esparza como en el de Atenas, localizados a lo largo de esa ruta, había albergues bastante rústicos. Al tercer día, cuando ya estaba en la altiplanicie de San José, un fuerte viento del este me cubrió de polvo, mientras el aire estaba despejado y seco. Estos vientos son dañinos para aquellos que vienen de la costa, y a menudo muy peligrosos; en mí no tuvieron más efecto que quemarme la nariz, las mejillas y las manos, aunque esto último fue bastante doloroso. Cuando estaba en San José, entregué mis cartas de recomendación al cónsul Nanne y al Dr. Hoffmann (Figura 6A-B). En ambos casos llegué a conocer personalidades muy agradables, y fui recibido por ellos de la manera más amable. En cuanto a estos dos compatriotas, Guillermo Nanne (1828-1895) nació en Hannover, y había llegado a California durante la ''fiebre del oro'', tras lo cual se marchó a Perú y Chile, donde tampoco tuvo éxito. En Costa Rica se dedicó a numerosas actividades comerciales, a la producción de café y la minería, directivo y comandante del primer Cuerpo de Bomberos y director general del Ferrocarril de Costa Rica (1873); además, por un tiempo fungió como cónsul (Hilje, 2013). Se casó con Mercedes Escalante en 1854, con quien procreó nueve hijos. Después se trasladó a vivir a Guatemala, donde se involucró con sus hijos en la construcción del ferrocarril del puerto de San José a Escuintla; está enterrado allá. En el caso de Hoffmann (1823-1859), a quien se aludió previamente, nació en Stettin, Prusia. Su esposa se llamaba Emilia. Era el mejor médico residente en Costa Rica (Hilje, 2007).

Fuente: Meagher (2008).

Figura 5 Vistas de Puntarenas (A) y de San José (B) en 1858. 

Hoffmann está interesado especialmente en las ciencias naturales, y ya ha recolectado un gran número de plantas, además de que me sugirió varios buenos lugares para recolectar. Pasé horas bastante agradables en su casa; su esposa es de Berlín. No tienen hijos. En 1848 se había involucrado tanto en los movimientos políticos en Alemania, que había tenido que abandonarla, sin ninguna perspectiva de que se le permitiera retornar. Puesto que obtiene un ingreso significativo gracias al ejercicio de su profesión de médico, puede vivir mejor que muchos otros. En su casa, con frecuencia parecen darse cita los alemanes. Aquí hay muchos alemanes que, ya sea por estar comprometidos políticamente, o ya sea por estar - como se suele decir-, ''cansados de Europa'', cambiaron la vieja patria alemana por venirse a vivir en este lugar. En esta república modelo, los que soñaban con el republicanismo en su mayoría dan rápidamente un giro completo y se convierten en totalmente lo contrario, además de que, por lo general, se curan de su delirio y, si se les permitiera volver a Alemania, con seguridad serían los ciudadanos más tranquilos del mundo.

Figura 6 Guillermo Nanne (A) y Karl Hoffmann (B). 

Es evidente que en los dos párrafos precedentes Wendland alude a la llamada Revolución de 1848 contra la monarquía absoluta, que no tuvo tanta importancia en Hannover como en el poderoso reino de Prusia. Con ella no se logró el anhelo de establecer un régimen republicano y democrático. Como se documenta en Hilje (2013), Hoffmann y von Frantzius -al igual que su mentor Rudolf Virchow, proponente de la Teoría Celular, así como otros notables científicos e intelectuales-, tuvieron una muy activa participación en dichas jornadas insurreccionales. Ello les costó la persecución del gobierno prusiano y, en gran parte, explica su decisión de instalarse en Costa Rica para siempre. Sin embargo, como se percibe de manera implícita en el relato de Wendland, de la historia del desarrollo de Costa Rica y de los escasos años que llevaba como república, no podía ver sino el contraste de la situación con la de su propio país, y lo supone suficiente como para que los otrora revolucionarios hubieran cambiado ya, radicalmente, de credo político. Me alegró mucho reencontrarme con un viejo amigo de Quickborn, un rebelde joven comerciante de Buxtehude de apellido Winter quien, al igual que su amable esposa, nació en Hamburgo. ¡Cómo en un país extranjero los tonos profundos y cómodos de nuestra lengua alemana baja golpean el corazón tan poderosa y conmovedoramente al mismo tiempo! Con estos conocidos uno puede tener una conversación agradable y reposada, y evocar los buenos tiempos vividos en Alemania. Federico Winter, llegado en 1856, estaba casado con Juana Dreisde, y tuvieron un molino para trigo en las cercanías del río Torres, en las afueras de la capital (Hilje y Torres, 2018); en 1859 su esposa reclamaba que se había ido de país sin avisar, y la dejó desprotegida legalmente, pues los bienes estaban a nombre de él. En cuanto a Quickborn, es una ciudad en el distrito de Pinneberg, en Schleswig-Holstein, cerca de Hamburgo. Por su parte, el alemán bajo es una lengua germánica occidental que se habla principalmente en el norte de Alemania y la parte nororiental de los Países Bajos.

Aquí en San José alquilé una habitación, por la que tengo que pagar $ 8.50 al mes.13 También tengo un compañero, intérprete, secuaz y similares, etc., todo en un solo individuo. Se trata de un alemán de apellido Jäger; le pago $ 20 al mes, tiene comida gratis y vive conmigo. A menudo me comentan que debo estar satisfecho con tan barata adquisición. Él está a mi entera disposición, y siempre listo para encaramarse a un árbol y apear una planta, algo a lo cual ningún indio puede ser inducido, aunque le ofrezcan todos los tesoros de la India.

Gerhard Jäger Balle, originario de Flenburg, por entonces frisaba los 28 años (Hilje y Torres, 2018). Se ignora cómo y cuándo llegó a Costa Rica. Después de trabajar para Wendland fue ayudante de von Frantzius como recolector de animales (Hilje, 2013). Posteriormente fue empleado de la casa Joy y von Schröter, y después fue socio de sus dueños, el inglés Eduardo Joy y el alemán Otto von Schröter, hasta convertirse en un acaudalado empresario. Falleció a los 71 años y, aunque permaneció soltero, tuvo varios hijos con Vicenta Elizondo Acuña, de oficios domésticos. Al morir, entre sus bienes ha bía dos cajas de aves disecadas, lo cual revela su interés por la vida silvestre, que quizás se inició en su relación con Wendland. Permanecí en San José hasta el 21 de marzo, y después emprendí un viaje a Turrialba, a través de Cartago. Regresé el día 31. Esta gira fue muy exitosa, ya que traje casi un centenar y medio de plantas secas. Las plantas vivas están aquí en el patio de la casa donde vivo, donde las preparé para su envío. Turrialba, al este de Cartago, realmente pertenece a la región cálida, y está rodeada de vegetación exuberante (Figura 7).

Fuente: Luko Hilje.

Figura 7 Panorámica del valle de Turrialba. 

La ciudad de Cartago, localizada a unos 25 km al este de San José, fue la capital de Costa Rica durante la época colonial. Turrialba, que es el cantón más grande de la provincia de Cartago, originalmente era un lugar típico del Caribe, con extensas selvas tropicales. Cuando Wendland visitó esta región, Turrialba era un villorrio ubicado en las lomas de Colorado, cerca de Naranjo (Juan Viñas), pero luego fue trasladada al amplio valle donde está hoy (Hilje, 2018).

Encontré cinco Carludovica (Figura 8A), palmas, una cicadácea, tal vez Zamia skinneri (hoy Zamia neurophyllidia) (Figura 8B), así como un montón de hermosas plantas de follaje, entre otras cosas. De la mayoría de ellas recolecté semillas, al igual que recogí troncos, tallos, rizomas y similares.

Fuente: Hooker (1889, 1861),

Figura 8 Carludovica rotundifolia (A) y Zamia neurophyllidia (como Z. skinneri) (B). 

Carludovica es un género de unas cuatro especies, pero en la época de Wendland era una entidad taxonómica más amplia, e incluía a la mayoría de los géneros hoy pertenecientes a la familia Cyclanthaceae. Cabe acotar que, aunque parecen palmas, no lo son. De una de ellas (Carludovica palmata), conocida en Costa Rica como chidra, chirrabaca o estococa, y en Ecuador como palma toquilla, en dicho país se confeccionan los elegantes sombreros de jipijapa.

Pasé varios días largos y agotadores, sobre todo en la excursión a una hacienda o granja que estaba cuatro horas cuesta arriba. Durante casi todo el recorrido, el lodo me llegaba hasta las rodillas, y a menudo estuve a punto de atascarme.

En esta gira encontré la citada Zamia, así como Maranta warscewiczii (hoy Goeppertia warszewiczii) (Figura 9), que hubiera deseado recolectar mucho tiempo antes, y confieso que me siento celoso de que von Warscewicz se me adelantara en descubrirla.La planta se podía ver en todo su esplendor, al igual que Maranta albolineata (hoy Calathea ornata). Por otra parte, yo había hallado un muy hermoso Costus, de hojas oscuras aterciopeladas (Costus malortieanus), algunas gesneriáceas muy hermosas, un espléndido Siphocampylus, y varias cosas más. Tengo troncos bastante pequeños de dos de los helechos arborescentes más bellos de aquí, y espero enviarlos sin problema, para que pueda mantenerlos vivos y cultivarlos más adelante en Alemania.

De las plantas citadas en este párrafo, Calathea ornata era bien conocida por los horticultores en aquel tiempo, aparentemente introducida por el botánico y horticultor Jean Jules Linden (1817-1898), e incluida por primera vez en su catálogo en 1849. Asimismo, aunque Wendland cita el nombre del género Siphocampylus, lo más probable es que se topara con una especie del género Centropogon, ya que no era posible encontrar ningún verdadero Siphocampylus a lo largo de esa ruta. En relación con Josef von Warscewicz, a este naturalista polaco -quien se adelantó nueve años a Wendland, pero intercambiaron correspondencia en Alemania-, se aludió en la introducción; también recolectó en Suramérica.

Fuente: Planchon (1853-54).

Figura 9 Goeppertia warszewiczii. 

Secar las plantas implica mucho trabajo, sobre todo en las regiones más húmedas. En Europa no se tiene idea de lo que es esta humedad; de todos modos, allá uno tiene percepciones completamente diferentes sobre cómo es todo aquí. Aquí todo está mal, no existe el libre albedrío, uno no tiene el control de sí mismo, todos los cálculos están equivocados. No necesitas apresurarte para nada, y puedes reconocer a los recién llegados por su apresuramiento, lo que lamentablemente empeora las cosas, en vez de mejorarlas. Este es un país donde todo es informal. Aquí un momento equivale a por lo menos una hora, si no es que a varios días. Todavía no he hallado orquídeas grandes, pero sí muchas especies pequeñas. En las cercanías de Cartago encontré una maravillosa bromeliácea, la más bella de esta familia, que no conocía hasta ahora.14 Los helechos que tengo son espléndidos y, por lo tanto, no sin valor; no son muy grandes, pero se convertirán en hermosos ejemplares tan pronto como lleguen sanos y salvos allá, con un poco de suerte.

Había planeado una excursión al volcán Barva para el 8 de mayo, después de lo cual escalaré el Irazú. A principios de mayo comenzaré una excursión importante al río Sarapiquí, que durará al menos tres semanas.15

Todos los sábados hay un mercado semanal. El artículo más común es el corazón de palma, del cual conté de 500 a 1000 trozos. Aún no conozco la especie, pero una parece ser del género Geonoma y el otro de Euterpe u Oreodoxa.Entre las plantas recolectadas en Turrialba también hay una especie de Iriartea. Esta planta se ve gloriosa en medio de la naturaleza; las raíces emergen del tronco a partir de ocho pies hacia arriba. Las camaedoreas también emiten raíces aéreas y dirigidas hacia abajo.

El corazón de palma, conocido localmente como ''palmito'', equivale a las hojas no desarrolladas que se mantienen en el meristemo apical. Por lo general se extraía de especies silvestres, como Iriartea deltoidea. Actualmente, la extracción del palmito de especies silvestres está prohibida, y se obtiene de brotes jóvenes de pejibaye (Bactris gasipaes), cuyo fruto es muy apetecido. La otra planta que Wendland menciona podría ser la súrtuba (Geonoma interrupta), de sabor amargo, pero muy gustada. San José, 23 de abril. El día 5 fui a Alajuela con Winter a ver al Dr. von Frantzius (Figura 10A), con la intención de conocerlo, y también pedirle información y consejos sobre la excursión que realizaré a Sarapiquí. Percibí en él a un hombre muy interesante e informado.

Durante su estadía de poco más de 14 años en Costa Rica, Alexander von Frantzius (1821), nacido en Danzig, hizo importantes aportes en ornitología y mastozoología, así como en geografía y etnografía (Hilje, 2013). Entre 1854 y 1857 vivió en Alajuela, lugar de clima cálido y seco, debido a que padecía de asma desde joven; después residiría en San José. Regresó a Alemania en 1868, y murió en Friburgo en 1877. Aunque publicó un extenso artículo sobre la región norteña del país, donde está Sarapiquí (von Frantzius, 1999), en realidad no conocía a fondo esa zona, pues él iba poco al campo, debido a sus ocupaciones de médico y al asma que lo afectaba (Hilje, 2013)

En Alajuela recibimos la primera lluvia, la cual no duró mucho, pero cayó con tal fuerza, que pronto todo se inundó. A la una de la mañana volvimos a casa, bajo la maravillosa luz de la luna.

El 8 de abril, víspera del Jueves Santo, fui de gira a Santa Ana, acompañado por Winter y un farmacéutico de apellido Braun (Figura 10B). Este último nació en Baviera y había sido buscador de oro en California, donde estuvo largo tiempo. Creía que podía encontrar oro aquí también, por lo que llevó una pala, una macana y una bandeja; en unas pocas horas había lavado nada menos que 16 gramos de oro. Me divirtió mucho su técnica, pues era la primera vez que la veía. En este recorrido encontré varias plantas muy hermosas, incluida una especie de Adiantum, una rubiácea (Rogiera cordata) de floración espléndida -la misma de la cual envié semillas desde Guatemala a principios de enero- y una aroidea (Syngonium), con una hoja aterciopelada, cuyo nervio central es blanco plateado.

Fuente: Luko Hilje y Rafael Alberto Moya Braun.

Figura 10 Alexander von Frantzius (A) y Juan Braun (B). 

Este lugar se ubica al oeste de San José, y es la localidad del espécimen tipo de Xanthosoma wendlandii; asimismo, Syngonium wendlandii es común en las cercanías de Santa Ana. Ellos posiblemente visitaron Río Oro, sitio donde en el pasado hubo una pequeña mina de oro (Hilje, 2013). Juan Braun (1824-1880) era farmacéutico, y tuvo una botica en San José, además de que enseñó latín, geografía e historia en la Universidad de Santo Tomás, la primera en el país; se casó con Elena Bonilla Carrillo, con quien procreó siete hijas y un hijo. Aficionado a la naturaleza, acompañó a Hoffmann en su ascenso al volcán Barva, y en 1864 organizó una expedición al volcán Turrialba, de la cual escribió un amplio relato (Hilje, 2008).

Planeamos este viaje de manera deliberada durante los días de Semana Santa, para no estar en San José y así evitarnos ser molestados por el clamor de la gente que asiste a las muchas procesiones que se realizan durante las festividades religiosas. Una procesión ya había tenido lugar el Domingo de Ramos (5 de abril), que representa la entrada del Salvador a Jerusalén. Imagínese un muñeco curiosamente decorado, montado en un burro y seguido por una fila de burros, así como dos clérigos a cada lado para sostener el muñeco ante los movimientos del inquieto burro, detrás de los cuales avanzaban los cleros mayor y menor de la ciudad. Alrededor se desplazaba una muchedumbre, que gritaba de manera estridente.

La noche del Sábado Santo, en medio de la gritería de los jóvenes de la capital, instalaron un cadalso en la plaza del mercado (Plaza Principal), para ahorcar a Judas después de la medianoche. El espectáculo comenzó temprano, a las tres de la madrugada del domingo, y la música y los gritos en absoluto parecían provenir de una festividad cristiana. Al amanecer, Judas -un muñeco de aspecto extraño, vestido como un yanqui- fue jalado y levantado en la horca, en medio de furiosos gritos, música y fuegos artificiales. El propio cuerpo de Judas estaba lleno de pólvora, la cual estalló y perforó su cuerpo, con una explosión tan fuerte como la de un cañón. El viernes y el sábado también había habido grandes procesiones.

Durante la Semana Santa, el 11 de abril hice una excursión al Irazú (Figura 11), un volcán de 12.000 pies de altura. Cabalgué primero a Cartago, desde donde ascendí temprano al día siguiente. La cabaña deshabitada en la que me alojé durante tres noches consecutivas, estaba a unos 9000 pies. Aunque en los días previos disfruté del tiempo más hermoso imaginable, lo peor que podría acontecer ocurrió en este viaje. La lluvia empezó por la tarde del primer día y a la mañana siguiente estaba muy nublado, pero no permití que eso me disuadiera. No obstante, cerca de las diez de la mañana la niebla se convirtió en una intensa lluvia y me empapó por completo, lo que me obligó a regresar.

Fuente: Luko Hilje.

Figura 11 El cráter del volcán Irazú y sus inmediaciones. 

El Irazú es el volcán más imponente de la Cordillera Volcánica Central, con una altura de 3432 m. En cuanto a la cabaña citada, es posible que se tratara del rancho del lugareño Benito Guillén, en Potrero Cerrado (2196 m), en el cual se hospedaron otros expedicionarios en diferentes épocas. A pesar de tan mal tiempo, obtuve una buena cosecha, y recolecté una magnífica Mahonia y una especie de Puya, entre otras plantas.16 Cuando regresamos al rancho, que se utilizaba para labores agrícolas, encendí un fuego, cociné algo para comer, me calenté, sequé mi ropa y preparé las muestras de plantas. La lluvia duró hasta bien entrada la noche. A la mañana siguiente, cuando el tiempo prometía mejorar, partimos temprano, y aunque de nuevo se tornó muy brumoso y después llovería de nuevo, logramos alcanzar la cima del volcán. Sin embargo, para mi gran pesar, tuve que renunciar al ansiado disfrute de poder contemplar los océanos Atlántico y Pacífico desde un mismo punto.17 Más bien, nos costó encontrar la ruta de regreso al rancho.

Encontramos una gran abundancia de un espléndido Odontoglossum, probablemente una nueva especie, así como Odontoglossum grande, dos puyas de flores verdes, otra especie de Berberis, algunos helechos hermosos, etc.

Posiblemente se trata de Odontoglossum schlieperianum. En cuanto a Odontoglossum grande (hoy Rossiglossum grande) hay un error, pues esta especie no está en Costa Rica, aunque sí en México, Guatemala y Honduras. Asimismo, no se conocen muestras de ninguna especie del género Berberis recolectada por Wendland.

Después de pasar la tercera noche en el rancho, regresamos a San José a la mañana siguiente, vía Cartago. No vi palmeras allí, pero hay tres especies de roble (Quercus spp.), que son los árboles predominantes en la región boscosa alta. En la parte superior encontré una especie de Garrya (Garrya laurifolia), varias vacciniáceas, un hermoso Myrtus, una umbelífera alta (Myrrhidendron donnell-smithii), Gnaphalium, que es una planta similar a Aconitum, etc. 18

Me duele que tuviera tan mal tiempo en esta excursión, pero pienso retornar, pues la vegetación es espléndida ahí arriba. Mi chaqueta de invierno me fue muy útil durante este viaje, pues a esa altitud el viento era muy fresco y la lluvia nada cálida. Aunque el cambio de temperatura no me causó un efecto desagradable, preferí frotarme con alcohol y tomé un baño de pies calientes en el rancho, para evitar un resfrío.

De todas las plantas que encontré ahí, me gusta en particular una especie de Loranthus (Psittacanthus sp. (Loranthaceae)), con profusas flores amarillo-anaranjado, grandes y largas, la cual crece en grandes cantidades sobre los robles. Considero que es la más hermosa especie de dicho género, y que sería uno de los adornos más espléndidos en nuestros invernaderos, si fuera posible cultivarla de manera adecuada. También he podido hallarla creciendo aquí y allá, sobre leguminosas y mirtáceas grandes, a una altitud de 8000 a 10.000 pies, donde la humedad es muy alta.19 San Miguel, 14 de mayo. El 7 de mayo salí de San José, para hacer el recorrido hasta el Muelle, y deseablemente hasta San Juan del Norte (Greytown).

Muelle, en la ribera izquierda del río Sarapiquí, era el lugar donde quienes pretendían viajar a Europa o a la costa oriental de EE.UU. podían tomar botes o lanchas para navegar por dicho río. Estaba a unos 55 km de La Trinidad, en la desembocadura en el río San Juan, y desde ahí había que navegar unos 50 km para llegar a San Juan del Norte, en la costa caribeña de Nicaragua.

Un alemán que viajará pronto a Europa y que vive en Costa Rica me ha ofrecido llevar algunas plantas, que ahorita estoy empacando. Espero regresar a San José a mediados de junio. La vegetación aquí es espléndidamente hermosa. Hay palmeras en tal abundancia, que le bloquean a uno la vista por completo. También hay hermosas gesneriáceas. Tan pronto como haya terminado la expedición actual, enviaré una descripción especial de ella.

Ayer y hoy el calor ha sido muy intenso aquí; ahora está lloviendo, y esta tarde me empapé mientras recolectaba un ejemplar de Chamaedorea graminifolia (Figura 12), así como una nueva y muy hermosa especie de Geonoma. Hay apenas unas pocas orquídeas aquí, pero muchas palmas, las cuales me confunden por completo; por desgracia, rara vez puedo obtener semillas. Las palmas de abanico parecen estar restringidas a las zonas cálidas. También aproveché para capturar algunos insectos y aves.

En relación con las alusiones a plantas en los dos últimos párrafos, Wendland omite mencionar que el 10 de mayo recolectó la espectacular aroidea Anthurium scherzerianum; así consta en una carta escrita a mano por él (Möller, 1903). Asimismo, él etiquetó la nueva especie como Geonoma microstachya, que posiblemente es la actual Geonoma ferruginea. En cuanto al relato sobre su expedición a Sarapiquí, Wendland cumplió su palabra; una parte aparece después, y especialmente en el segundo artículo de esta serie.

Fuente: Kerchove (1878).

Figura 12 Chamaedorea graminifolia. 

Desde San Juan del Norte informaré más acerca de la cancelación de mi gira, pero reservaré la mayor parte de mi relato para cuando regrese a San José. San José, 2 de junio, 1857. Del encabezado y la fecha se puede captar que estoy de vuelta en San José, adonde retorné a salvo ayer al mediodía. Tan pronto como llegué aquí, pregunté por el correo europeo, pero aún no ha llegado.20 Todavía no he tenido respuesta a mi carta del 2 de febrero, aunque el correo se espera en estos días. Pero ansío recibir noticias tuyas y de tu salud. Quiera el cielo que todo esté bien contigo y los demás. En los últimos días te he evocado a menudo y con cariño, y aunque no he sentido nostalgia, no puedo negar que muchas veces me he dicho a mí mismo: ''Bueno…, si pudiera estar allí, aunque fuera por unas pocas horas, y dar un paseo por los invernaderos con el viejo. Qué limpio y ordenado debe estar todo allí, qué bonito ver florecer los pelargonios, qué maravilloso sería sentarnos frente a nuestra puerta'', etc. Entonces, de soslayo miro el dibujo de E., que está colgando en la pared, frente a mí, debajo del cual están escritas las palabras: ''Así es, querido Hermann, cómo se ve nuestro lugar en verano''.21 En mi mente los veo a todos caminando frente a la casa. En este momento, para ustedes son las ocho y media de la noche, y habrán cenado, por lo que no es de extrañar que, aún sin quererlo, ¡piense en panqueques y ensalada, y la boca se me haga agua! Pero, bueno…, basta ya.

Te seguí en mi imaginación, y ahora quisiera que me sigas, pues deseo contarte sobre la excursión de San José al río Sarapiquí, o acerca de la lucha de un recolector con el mundo animal y la naturaleza exuberante. Además, tengo aún más tiempo para hacerlo, porque he regresado de ese recorrido con los gérmenes de las llamadas enfermedades de aclimatación, que se manifiestan como trastornos hepáticos y estomacales, y un médico local me ha ordenado abstenerme de toda actividad extenuante durante un tiempo.

Si no supieras por dónde fluye el Sarapiquí, puedes verlo en el mapa (Figura 13) que está en el libro La República de Costa Rica, de Wagner y Scherzer. Me había preparado lo mejor que pude para esta excursión. En parte, mis preparativos los basé en la lectura de ese libro, así como en los comentarios de personas que en diferentes momentos han transitado de San José hasta San Juan del Norte, o Greytown, como los ingleses llaman a dicho puerto.

Fuente: Luko Hilje (colección personal).

Figura 13 Mapa de Costa Rica mencionado por Wendland. 

Como se discute en Hilje (2013), el cartógrafo inglés John Baily elaboró y publicó un detallado mapa de Centroamérica en 1823. Cuando, en 1851, se publicó el libro Bosquejo de la República de Costa Rica (Molina, 2007), en él se redibujó la porción correspondiente a Costa Rica. Posteriormente, dicho mapa fue incluido en el libro de los viajeros Moritz Wagner y Carl Scherzer, quienes por cuenta propia visitaron Centroamérica en 1852-1853, el cual fue publicado en Leipzig en 1856 (Wagner y Scherzer, 1974). El primero era médico y químico, mientras que el segundo era tipógrafo. Dicha obra, de muy ricas narraciones, fue famosa, y atrajo muchos alemanes a Centroamérica, incluido el propio Wendland, como él mismo lo confiesa.

''¿Quieres ir a Sarapiquí?'', me preguntó uno de ellos. ''Bueno…, entonces te deseo un viaje feliz. Dios sabe que, aunque me dieras algo, yo no bajaría contigo allá. Hice el viaje una vez, y nunca más lo intentaría''.

''¿Quieres ir al Sarapiquí?'', pregunta otro. ''Entonces abastécete de provisiones, pues no vas a conseguir nada ahí. Lleva de todo contigo, y en abundancia. No serías el primero en morir de hambre allí. Toma al menos doce botellas de coñac, del cual tengo una buena reserva. Llegarás más lejos con un bañito en coñac que con un peso (dólar)''.

''¿Quieres ir al Sarapiquí?'', pregunta una tercera persona. ''Ahí abundan los tigres. No debes regresar de ahí sin haber tirado al menos media docena de tigres, leones, tapires, ciervos o jabalíes. Solo lleva contigo a Jesús, o tal vez el viejo te acompañe. Ellos saben cómo cazar tigres. Mira, estas pieles son de allá. Mira aquí…, Jesús lo perforó con una lanza''.

Los nombres correctos de estos mamíferos son: jaguar (Panthera onca), puma (Puma concolor), danta (Tapirus bairdii), venado cola blanca (Odocoileus virginianus) y chancho de monte (ya sea Tayassu pecari o Pecari tajacu). En cuanto a la persona aludida, no se refiere a Jesucristo, sino a Jesús Sancho, hijo de Manuel Sancho, quien era el dueño de un albergue en San Miguel. De ellos hay abundantes menciones en el segundo artículo de esta serie.

''¿Quieres ir al Sarapiquí?'', pregunta una persona más. ''Bueno…, entonces, te felicito, pues encontrarás hermosa vegetación allí. Pero primero debes saber cuán difícil es secar una planta ahí. Tan solo espera, y le darás gracias a Dios de regresar. ¡Esa lluvia! ¡No tienes idea, pues ahí llueve 366 días al año, y los caminos son verdaderos hoyos de barro! Las mulas se hundirán hasta las orejas una y otra vez, te lanzarán hacia adelante y terminarás hudido hasta los codos en el barro, sin ni siquiera agua para lavarte. Y eso es poco. Sí, entonces sabrás por cuenta propia cómo son en realidad los caminos en Costa Rica. Hasta ahora has conocido solo buenos senderos, gracias a la estación seca, pero está por comenzar la estación lluviosa. También te toparás con abismos donde, si es que padeces de vértigo, te aconsejo que mejor te desmontes, pues allí hay lugares sumamente peligrosos''. Este fue el tipo de respuestas que recibí a mis indagaciones. Después de preguntar detalles sobre diferentes apectos, pude adquirir una idea aproximada de la belleza de la zona y de los problemas a enfrentar, así como de las previsiones que debía tener.

Me orienté por los criterios de los hombres que me parecieron ser los más pragmáticos. Así que, acopié las cosas esenciales para mantenerme por tres o cuatro semanas, y empecé mi expedición el 7 de mayo.

Mi pequeña caravana consistía en Jäger, el alemán que había contratado para acompañarme en mis excursiones por Costa Rica, y que hizo todo el recorrido a pie junto con el guía, dos bestias de carga, un guía y yo, que me monté en una mula.

Al mediodía salimos de San José hacia Heredia, un pequeño y amigable pueblo, a dos horas de San José. Aunque me hubiera gustado haber cabalgado por unas horas más, debido al buen tiempo, el mulero no quiso, por motivos en parte egoístas y en parte entendibles; en resumen, tuve que acatar lo que él decidió. Aquí los muleros tienen reglas muy rígidas, y parecen haber entrado en una especie de complicidad con los burros y sus híbridos, como resultado de las labores que han realizado juntos desde siempre. En tales casos no sirve regañar, suplicar, ni pagar más; solo quizás en caso de emergencia se podría hacer algo al respecto. No me percaté del verdadero motivo de mi involuntaria estadía en Heredia, sino hasta la mañana siguiente, cuando supe que había un mercado semanal, donde don Camilo, el mulero, dijo que tenía que hacer algunas compras menores. Pero este retraso tendría consecuencias muy desagradables.

En efecto, después de permanecer en el rústico rancho del mulero, me refresqué un poco y luego hice un breve paseo con mis compañeros, para echar un vistazo a la ciudad, así como para librarme por un rato del incómodo y maloliente albergue donde estábamos.

Por supuesto, los lugareños de inmediato detectan que eres un extraño. Y, como el país está indirectamente en guerra con la civilización y en lucha directa contra las hordas de filibusteros de Walker (Figura 14), en cada extraño ven a un filibustero o a un yanqui -filibustero y yanqui son sinónimos ante los ojos de la multitud-, por lo que nos consideran como tales, y hasta expresan ese término cada vez que nos aproximamos a ellos.

Fuente: Luko Hilje (colección personal).

Figura 14 El líder filibustero William Walker. 

Cerca del final de la caminata escuchamos cañonazos provenientes de donde se localiza San José, dado que la rendición de Walker había sido pronosticada en los últimos días; lo que deseaban era verlo colgado en la plaza del mercado. El hecho de que los cañonazos continuaran sin cesar nos hacía suponer que se había logrado una gran victoria. En efecto, aunque Walker se rindió el 1° de mayo de 1857, la noticia no llegó a la capital sino en la mañana del 7 de mayo, por lo que pronto empezaron los festejos en San José, lo cual incluyó los cañonazos que Wendland escuchó desde la cercana Heredia. Walker no aceptó rendirse ante José Joaquín Mora Porras, quien fungía como General en Jefe de los Ejércitos Centroamericanos, sino ante el comandante Charles Henry Davis, quien desde febrero había anclado en San Juan el Sur, al mando de la goleta de guerra St. Mary’s, de la Marina de EE.UU. (Obregón, 1991); tenía instrucciones secretas de su gobierno para negociar la capitulación de Walker. Al llegar allá, éste no fue detenido en EE.UU., sino más bien recibido como un héroe. En noviembre, fortalecido con nuevos mercenarios, quiso recuperar el poder, pero no pudo. Lo intentó de nuevo en setiembre de 1860, pero fue capturado y fusilado en Honduras. No tardó mucho en llegar la noticia de que Walker había capitulado, que él y algunos oficiales habían sido extraditados, y que todo el material bélico había sido entregado a los confederados. Sin embargo, la verdadera historia es otra. Por lo general, la gente comenta, y también lo publica la prensa, que Walker y todos sus oficiales fueron dejados en libertad -se dice que incluso se le despidió con música-, que sus demás soldados se convirtieron en prisioneros de guerra y que les incautaron todo su armamento. En realidad, Walker regresó a los Estados Unidos con sus oficiales, y abandonó a todos sus hombres, casi 300 de ellos enfermos y, del material bélico, dañó los rifles y clavó los cañones, y fueron tirados a los pozos de la ciudad, etc., para que los confederados no cuenten con ningún trofeo de guerra. También es muy dudoso que una bandera que estaba ondeando en la plaza del mercado en San José fuera realmente incautada a Walker. Mientras ambos miraban esa bandera, un general que había participado en algunas batallas le comentó a un amigo mío: ''¡Sí, si tan solo la hubieran imitado correctamente!''.

Wendland usa este término de manera errónea. Por el contexto, es evidente que más bien se refería a los aliados, es decir, a la coalición de ejércitos centroamericanos que hizo posible la rendición de Walker. Por confederados se entiende a los miembros de los estados sureños de EE.UU. que conformaron los Estados Confederados de América, cuyo interés en independizarse provocó la guerra civil o Guerra de Secesión, entre 1861 y 1865. En cuanto a la bandera de Nicaragua, a diferencia de la actual, en la de Walker las dos franjas externas eran celestes, y en medio de la franja blanca central había una estrella roja.

Uno no puede afirmar que los negociadores costarricenses fueran inteligentes, al ser tan condescendientes con los prisioneros de guerra, pues ahora son un gran lastre para el país. Estos tipos son unos vagos, quieren ser enviados a los Estados Unidos, y no hay manera de forzar los a hacer algo provechoso. Incluso existe el riesgo de que intenten tomar Costa Rica, lo cual no les sería difícil. Mantenerlos cuesta muy altas sumas de dinero al país diariamente, que quedó casi arruinado por la guerra, y le costaría aún más repatriarlos. Pero…, ya basta de esto.

En efecto, el gobierno de Costa Rica no solo perdonó la vida de los filibusteros que se rindieron, sino que a 217 de ellos se les hospitalizó y se les curó, de manera gratuita (Hilje, 2007). Incluso, unos pocos permanecieron residiendo en el país.

Pronto comenzó aquí también la algarabía. Las campanas doblaban, se celebró una misa fastuosa, y la multitud lanzaba petardos al aire. Después una banda musical tocó frente a la casa del alcalde, y a continuación se organizó un desfile por la ciudad, con la banda seguida por los ciudadanos más prominentes, que avanzaban a paso solemne. Antes del desfile, algunos hombres fueron y encendieron fuegos pirotécnicos. Éste regresó a la plaza del mercado (Parque Central), en cuyo costado oriental está la iglesia más grande de la ciudad.

Dicha iglesia, aún en pie, es la parroquia de la Inmaculada Concepción, erigida en 1797. Cabe acotar que, debido a un terremoto ocurrido en 1851, hubo que demoler la fachada original y reconstruirla, junto con otras secciones, lo cual estuvo a cargo del ingeniero alemán Francisco Kurtze; dichas labores se iniciaron en 1855 y finalizaron en 1861.

Junto con mi compañero, recostados en una columna que había debajo de la terraza de una casa esquinera, diagonal a la iglesia (Figura 15), nos paramos a contemplar el desfile, colmado de los rostros más honorables del mundo. Nos detectaron allí. Un tipo llamó la atención a otro susurrando quedamente la palabra ''yanqui'', y poco a poco nos vimos rodeados por un grupo que nos miraba con extrañeza.

Tras pensarlo mucho, un joven bien vestido se armó de valor y me abordó, en inglés. Le costó mucho esfuerzo comunicarse, pero lo logró, a instancias de dos compinches, que desde la derecha y la izquierda lo azuzaban mediante leves pellizcos. Él me interrogó acerca de una y otra cosa, y después me dijo que si yo era yanqui, a lo que repliqué con un lacónico ''No''. Entonces me preguntó que si yo era inglés. Como le respondí de la misma manera, se sintió visiblemente avergonzado, y trató de acordarse de los nombres de otras nacionalidades.

Puesto que en Costa Rica viven muchos alemanes, el nombre de este país vino a su mente. Ante mi conciso ''Sí'', de pronto manifestó interés por saber algo sobre Walker, para un trabajo que estaba realizando. Le dije que, para su mala fortuna, no podía ayudarle, ya que ni mi compañero ni yo habíamos tenido el honor de ser presentados a Walker, ni habíamos tenido contacto alguno con él.

Esta respuesta, que le resultó inesperada y que fingió aceptar con gran incredulidad, la tradujo a sus dos compinches, que estaban expectantes con mi contestación.

Aproveché esta pausa para abrirme un poco de espacio con mi codo, pues varios individuos parados a mi lado me estrujaban e incomodaban mucho. En ese momento, el pequeño costarricense, quien se había intimidado con mis escuetas y cortantes respuestas, volvió a la carga con sus preguntas.

Después de algunos intercambios de menor importancia, afloró la pregunta clave, es decir, qué estábamos haciendo ahí y para dónde íbamos. Le respondí con igual sinceridad, diciéndole que vine al país a hacer recolecciones de historia natural y que pronto partiríamos hacia Sarapiquí. Resultaba algo totalmente ajeno a su comprensión que una persona pudiera dedicarse a recolectar cosas así, y venir al país solo a eso. No obstante, ya satisfecho de saber lo que necesitaba indagar, se alejó, pero no sin antes desearme un feliz viaje y estrecharme la mano. Algunos de los espectadores se divirtieron ante este malentendido, y pude también reírme un poco con mi compañero, por el incidente ocurrido.

Foto de Fernando Zamora Salinas.

Figura 15 Parque Central de Heredia, a fines del siglo XIX. La flecha indica la esquina donde estaba Wendland. 

Para entonces la noche había caído, y cuando estábamos a punto de irnos, de repente vi al pequeño y molesto tipo aproximándose a nosotros de nuevo.

Él reinició la conversación y luego me dio un puñado de cigarros pequeños, llamados puros aquí, que miden la mitad de nuestros puros normales. Me negué a aceptarlos, y le dije que tenía suficientes cigarros. Sin embargo, insatisfecho con mi respuesta, me pidió que los aceptara como un obsequio de su parte, ya que eran muy buenos y estaban hechos del mejor tabaco para hacer puros. Puesto que no quería ofenderlo en absoluto, los acepté, lo cual le agradó mucho. Después me sugirió que fuéramos con él a dar un paseo por la plaza del mercado, a lo cual también asentí.

Posiblemente le ofreció los populares puros chircagres, conocidos así porque eran fabricados con el tabaco de la zona de Chircagres, en San Rafael de Oreamuno, en Cartago. Pequeños y muy aromáticos, competían con los puros iztepeque, importados de El Salvador.

Mientras paseábamos, se sumó a nosotros su profesor de inglés, un irlandés de nacimiento. De edad avanzada, había laborado en la empresa de tránsito en San Juan del Sur, que había sido saqueada por completo por las hordas de Walker. Aquí hay un error de Wendland, pues ese puerto está en la costa Pacífica de Nicaragua. Era en San Juan del Norte donde estaba el centro de operaciones de la Compañía Accesoria del Tránsito, que ofrecía el servicio de vapores desde la costa oriental de EE.UU. hasta el puerto de La Virgen, en el lago de Nicaragua, después de atracar en San Juan del Norte y navegar por el río San Juan y el lago de Nicaragua. Walker incautó la empresa a su dueño, el magnate neoyorquino Cornelius Vanderbilt, y así pudo usar sus vapores durante la guerra. Me hizo las mismas preguntas que su alumno, y pareció tomar mis respuestas de manera tan incrédula como él. Sin embargo, al final me fastidié tanto con su ir y venir de preguntas, que le respondí que no me importaba si creía o no mis respuestas, pero que por favor no insistiera más. Se limitó a responderme: ''Si supiera que perteneces a los de Walker, te apuñalaría''.

Fingí no haber escuchado o entendido sus palabras, y le pedí a mi pequeño costarricense que hiciera campo entre la gente que se había agolpado a nuestro alrededor, para así poder marcharnos, pues me resultaban sumamente molestos. Él correspondió a mis deseos y le pidió a la gente que se alejara, porque no éramos filibusteros, sino alemanes.

Dimos algunas vueltas más por la plaza, y después nos fuimos. En circunstancias menos favorables, el interrogatorio que se nos hizo pudo haber terminado mal para nosotros.

Sin deseo alguno de pasar la noche en el rancho donde nos correspondía pernoctar, envié a mi compañero a preguntarle a un respetado residente de la ciudad si podíamos dormir en su casa. La respuesta fue afirmativa, e inmediatamente partimos hacia allá, donde fuimos recibidos de manera muy amable por la familia, a la vez que pusieron a nuestra disposición un cuarto limpio y amueblado. A la mañana siguiente, cuando volvimos al rancho, la dueña se sintió un poco ofendida porque no habíamos pasado la noche en su casa, pero después se sintió satisfecha, y un sorbo de coñac que le ofrecimos pronto la satisfizo por completo.

A las ocho de la mañana, una vez que don Camilo había hecho sus compras, partimos. El camino nos condujo al pueblo de Barva.22 En la ruta topamos muchos visitantes que iban para el mercado, entre los que noté muchas caras de aspecto agradable, sobre todo del sexo femenino.

Atravesamos Barva, donde la gente nos miraba medio a hurtadillas y con los ojos entrecerrados, mientras que la palabra ''macho'' (mula), con la que en tiempos algo recientes se califica al yanqui -con el que todos los extraños aquí son bautizados, como la palabra ''mof'' en Holanda-, voló con rapidez por el aire, para que todo el mundo nos volviera a ver. En general, he notado que, con la posible excepción de quienes viven en el camino más transitado, entre San José y Puntarenas, cuando aparece algún extraño, de manera tonta los niños y las mujeres corren rápidamente hacia sus casas, desde donde lo miran pasar desde la puerta entreabierta, o desde una ventana, un hueco o una rendija.

Aunque en español el término ''macho'' equivale a masculino, en Costa Rica se designa así a las personas rubias. Por su parte, el término ''mof'' alude a personas toscas, con la que los holandeses califican de manera despectiva a los alemanes.

Incluso en mi primera excursión algo más lejos de la zona urbana, me percaté de la constante atención y curiosidad que provocaba nuestro aspecto, sin buena vestimenta, montado en un caballo o una mula, y con mi vasculum a cuestas. A ese cuadro se sumaba mi compañero, avanzando a pie a mi lado, con el rifle terciado en la espalda y un sable metido en una funda de cuero de serpiente -en vez de un machete- colgando del cinturón. Parecíamos policías enviados a capturar un prófugo. Cuando me visualizaba así, y de pronto veía a niños, niñas o mujeres correr hacia sus casas, me resultaba inevitable no decirme a mí mismo: ''Vienen los policías. Vienen los policías''. Además, a menudo nuestros atuendos eran tan de aventureros, que me daba risa de nosotros mismos, sobre todo cuando retornábamos de una excursión prolongada, y nuestra apariencia no era nada limpia ni pulcra.

A partir de Barva fuimos ascendiendo poco a poco, aunque a veces descendíamos hasta topar con pequeños arroyos, inicialmente sobre todo a través de plantaciones de café. Después lo hicimos cruzando cañaverales y potreros, hasta que llegamos a un camino más ancho, que se conecta con el que viene de la pequeña ciudad de Alajuela, y que nos condujo directamente al bosque y a la cordillera que estaba frente a nosotros y debíamos atravesar (Figura 16).

La Cordillera Volcánica Central puede ser vadeada ahí, en el Paso de El Desengaño, localizado entre los volcanes Poás y Barva. La conexión vial con Alajuela -presente hasta hoy-, está pocos kilómetros más adelante, cerca del poblado de Vara Blanca.

Ya ahí, bastó con ingresar al bosque, para que empezara la herborización. De hecho, no transcurrió mucho tiempo para que mi vasculum estuviera repleto de cosas maravillosas.

Me sorprendió mucho, eso sí, hallar un camino en tan buen estado, lo cual no esperaba. Ya era un poco tarde, por lo que las nubes nos enviaban neblina a granel. Pudimos llegar al edificio gubernamental localizado en el cruce hacia Alajuela, poco antes de que cayera un aguacero. El gran edificio, de aspecto no tan diferente de un granero, era de madera y tenía un techo de tejas.

Fuente: Luko Hilje.

Figura 16 El Paso de El Desengaño, visto desde una plantación de café en San Pedro de Barva. A la izquierda se observa el volcán Poás, y a la derecha el cerro Guararí o Concordia, que es parte del macizo del volcán Barva. 

Nos proporcionó un buen refugio no solo para dormir, sino que también para otras necesidades, sobre todo porque en el costado noreste tenía dos cuartos separados. En el flanco opuesto estaba la llamada cocina, un pequeño aposento donde tres piedras colocadas juntas formaban el brasero. Pero, para llegar a la sala -si es que se le puede llamar así-, o ir a la cocina, era inevitable atravesar el aposento más grande. Podría describirlo como el pasadizo del granero, abierto en ambos extremos para que los bueyes tuvieran libre acceso y se protegieran del viento y del mal tiempo, y pernoctaran ahí. Al desplazarse uno en su interior, se corría el riesgo de pararse en una boñiga, por lo que lo primero que había que hacer era encontrar una manera de esquivar este material, tan valioso, pero que aquí no se aprovecha.

Durante el tiempo en que contamos con luz natural, preparamos las muestras vegetales recolectadas, hicimos café, nos refrescamos un poco, escribí mis anotaciones de campo, etc. Una vez hecho todo esto, incluso dispusimos de una hora para charlar con el guardián de ese edificio.

Era una persona muy agradable, cortés, de buenos modales, a quien también le gustaba hablar de tigres y de la cacería de éstos. Entre otras cosas, nos dijo: ''He trancado la puerta de nuestros aposentos con un tronco de madera dura, porque no hace mucho tiempo un campesino durmió aquí, y de repente fue despertado por los rasguños de un gran tigre en su puerta, así como por los ladridos de su perro, que estaba cerca. El tigre abrió la puerta, agarró al perro y se lo llevó. Este mismo tigre apareció en otra ocasión, cuando otro campesino vino a visitarme y conversaba conmigo afuera. Pero como era un hombre fuerte y tenía un muy buen machete, entrecerró apenas la puerta, y cuando la bestia empezó a rasguñar de manera insistente, lo acuchilló en sus garras, ante lo cual éste gruñó y se alejó. Hace tiempo que no sabemos de este animal, pero es mejor tener a mano la luz, el rifle y el revólver''.

Tan pronto como nos narró esto, revisamos bien las puertas y las fortificamos, mientras este caballero nos mostraba las antiguas y enormes marcas de las garras del tigre. Alistamos el rifle, el revólver, el sable y el puñal, para repeler cualquier ataque. Hecho esto, él se acostó y aguzó el oído. Aunque el esperado tigre no apareció esa noche, temí ser atacado por otros animales sedientos de sangre, que parecían tener hambre y que atacan en grupo; los enfrenté, pero después de algunas escaramuzas desistí.

Aunque no lo menciona por su nombre, es evidente que se refiere al vampiro (Desmodus rotundus), la única especie hematófaga presente en el país, y seria plaga del ganado, por debilitarlo al extraer su sangre y transmitir el virus que causa la rabia paralítica bovina.

El sueño no fue nada placentero, en parte debido a lo que acabo de mencionar, pero también a los bueyes, que parecían estar en conflicto constante entre ellos. Además, a menudo me despertaba el viento, que soplaba muy fríamente desde el norte, a pesar de estar cobijado yo con una gruesa hamaca de algodón y dos gruesas mantas de lana. A todos nos afectaba el frío, pero más al guardián, cuyos dientes incluso castañeteaban, pues vestía ropa más liviana y estaba cubierto con tan solo una delgada cobija.

El lugar donde estábamos se llama Desengaño, cuya altitud es de 7600-8000 pies. Para resignarme a aceptar la situación de estar temblando de frío, me consolaba suponer que mi cuerpo se había acostumbrado a estar en zonas más bajas y cálidas en las semanas previas, por lo que se había tornado más sensible al frío. Desde el principio había decidido permanecer aquí por un día y explorar un poco la vegetación de estas alturas. Y así lo hice. Esa altitud (2300-2438 m) es inexacta. En realidad, pernoctaron en Vara Blanca (1804 m), pues -según los relatos de otros transeúntes- era ahí donde había una ''casa del Gobierno'', como albergue para viajeros y los peones encargados de dar mantenimiento al camino. Aunque Wendland indica que la casa estaba techada con tejas, otros viajeros señalan que lo que tenía era tejamanil, es decir, tablitas parecidas a tejas, obtenidas de los tallos de pejibaye. Cabe agregar que en esa zona hay dos caseríos hoy: Concordia (1780 m) y Los Cartagos (2020 m).

9 de mayo. Como casi todas las mañanas en este país, el cielo estaba totalmente despejado y deliciosamente fresco el aire. Después de chorrear un poco de café y calentarnos un poco las extremidades congeladas, emprendimos una excursión por el bosque cercano al edificio.

La vegetación de estas alturas es espléndida, así como diversa, hasta el punto de lo increíble. Todo es abundancia. Aparece una planta muy hermosa, pero pronto otra resulta ser más interesante que ella; es como una competencia de formas botánicas, que provoca confusiones y bordea lo fabuloso. Estás anotando el código de una especie que has depositado en el vasculum, cuando ves otra que también vale la pena recolectar. Uno coge una planta aquí, o recoge otra que está por allá, y de casi todo hallazgo, aún a ciegas, resulta algo interesante. De pronto, a lo lejos se ve algo magnífico, y el entusiasmo es tal, que uno no se percata del terreno que está pisando, sino que corre y salta, para a veces terminar en el suelo. Así que, si usted es demasiado apresurado en recoger todo cuanto pueda extraerle a la naturaleza, resulta castigado, por lo que hay que ser sensato y cuidadoso.

Ahora el vasculum está lleno, tú y tu compañero ya no aguantan la carga adicional de muestras sobre las espaldas, por lo que deseas ir donde está el paquete de papel absorbente para procesar las muestras, y así terminar la jornada. Y, aunque, por una cuestión de principios, ya no quieres recolectar más, y ni siquiera deseas ver una planta más, es imposible no dar una que otra miradita alrededor.

Al mirar de reojo has percibido algo aparentemente exótico, pero te niegas a examinarlo por principios, pero te alejas un poquito, te detienes, observas, y viene a tu mente la idea de que podría ser algo curioso y peculiar. Sin embargo, por principios, no deberías regresar y examinarlo. ¡Al infierno con tus principios! Te das la vuelta y miras... ¿Qué cosa es? Sí… ¿qué es? Tiene que ser una orquídea…, sí, no, no, ¡sí! Nunca habías visto nada igual. Pero el único espécimen que tienes en tus manos es insuficiente. Quieres más, piensas en tu amigo R.23 y en otros amigos. Y entonces buscas, como si se tratara de una cuestión tan importante como la felicidad del género humano, o su progreso, pero la búsqueda es vana. El aforismo de que ''donde crece uno, varios pueden crecer'' no siempre es válido. Bueno, ¿dónde colocas ese espécimen? No deberías confiárselo a tu compañero, pero… ¿dónde guardarlo? El vasculum está más que lleno. ¿Lo llevas entonces en tus manos? No, pues podría dañarlo el roce con algún arbusto áspero. Bueno…, en la libreta de campo aún quedan algunas hojas en blanco, y es ahí donde estará seguro.

Y ahora mejor salgamos de ese bosque donde dos plantas del mismo tipo ni siquiera pueden crecer juntas. ¡Fuera! ¡Solo hacia adelante! ''Deja tranquilo a ese bicho. ¡Que se joda!'', le musita uno a su compañero, quien está tratando de evitar que un insecto se le escape del frasco con alcohol. ¡Adelante! ¡Adelante! Y así regresas, jadeando, al viejo establo.

Esto es lo que hacen los exploradores que recolectan plantas y animales. Siempre están insatisfechos, y nunca logran sus propósitos.

Tan pronto como regresamos a nuestro albergue, colocamos en las prensas las plantas recolectadas y sacamos la mochila donde estaban las viandas para el desayuno; hasta entonces ni siquiera nos habíamos percatado de que teníamos hambre. Para entonces el sol ya estaba alto en el cielo.

El mulero, a quien no había visto desde el café de la mañana, había desaparecido, y no se le veía por ningún lado. Miramos de inmediato nuestras pertenencias, por si faltaba algo, pero verificamos que todo estaba en orden. Fue entonces cuando, de manera correcta, pensamos que andaba buscando nuestras cabalgaduras, que quizás habían preferido irse a casa sin carga alguna. A las cuatro de la tarde apareció el pobre hombre; sin quejarse en lo más mínimo, las traía consigo.

Estas personas están muy acostumbradas a que los animales escapen, y aunque a veces tienen que perseguirlas por horas de horas, no aprenden. Me sorprende que esta gente no pierda la paciencia en sus quehaceres; a menudo maldicen a las bestias, pero eso es todo. Ser mulero es quizás el más difícil de todos los trabajos; la paciencia de estas personas es más que admirable. A veces pienso que, por no ser caballo ni burro, este tipo de equinos quieren manifestar su naturaleza bastarda por todos los medios posibles, y entonces desahogan su ira sobre los seres humanos de la manera más tranquila y obstinada: hacer exactamente lo contrario de lo que deberían hacer.

Cerca del mediodía hicimos una incursión más profunda en el bosque, aunque en otra dirección. La misma abundancia de especies que antes: una hermosa gesneriácea, una espléndida vacciniácea, una especie de Thibaudia, después un bello Siphocampylus, masas de Pleurothallis -una orquídea de flores pequeñas-, helechos maravillosos, tanto arborescentes como escaladores -estos últimos, de hermosas formas, pertenecientes a los géneros Trichomanes e Hymenophyllum-, preciosos licopodios y selaginelas, e incluso palmas -a esta altitud-, tanto grandes como pequeñas. De ellas, una especie de Euterpe que crece aquí, extiende sus hojas hacia los más altos árboles del bosque. Resulta particularmente pintoresco verla en los valles, al igual que en un pequeño espacio donde cerca de una docena de ellas están mezcladas con helechos arborescentes.Aquí mi amigo Fink encontraría suficiente material para sus excelentes bocetos. ¡Esta es una casa de palmeras muy diferente de la que existe en Herrenhausen!

Uno de los períodos más productivos de Wendland como recolector fue la primera quincena de mayo de 1857. En cuanto a las plantas mencionadas, la familia Vacciniaceae corresponde a Ericaceae. Al respecto, en GOET hay varios especímenes de Ericaceae sin identificar, recolectados en esas fechas; por su parte, Thibaudia sp. pertenece a dicha familia. De las demás plantas, una es Selaginella moritziana var. suberecta, mientras que, etiquetada por Wendland como Euterpe altissima, esta especie posiblemente correspondía a Euterpe precatoria, debido a su distribución, pero no fue posible determinar esto, pues el espécimen disponible consiste en unas pocas hojuelas. Asimismo, cabe acotar que en Costa Rica hay unas 50 especies de helechos arborescentes, los cuales pertenecen a dos familias: Cyatheaceae y Dicksoniaceae. Finalmente, Carl E.W. Fink, era un artista y diseñador gráfico, encargado de la ilustración de plantas en los jardines de Herrenhausen.

Lo que hace que estos pequeños valles de montaña sean tan pintorescos, es una bella Urticaceae de hojas grandes. Es común aquí, y sería una linda adquisición para nuestros invernaderos si, a mi regreso, pudiera llevar semillas viables. En el caso de especímenes como estos, deben ser comprimidos para poder secarlos, pero el formato habitual para las colecciones de herbario es inapropiado para tales gigantes, por lo que hay que resignarse a recoger tan solo fragmentos de hojas u hojas de plantas jóvenes. Incluso el formato de elefante no sería suficiente en tales casos, y la próxima vez sería necesario buscar el formato Montblanc o Dalawadsheri.

La citada Urticaceae posiblemente era una especie de Cecropia. Aquí Wendland bromea acerca del tamaño de las hojas del papel usado para preservar muestras botánicas. En efecto, en otra época existió un formato denominado Elefante, pero él dice que, para plantas tan grandes, incluso éste sería insuficiente, por lo que exagera con nombres de formatos descomunales inexistentes, como Montblanc -el pico más alto de los Alpes- y Dalawadsheri, que suena como Dhaulagiri, de la que se creía que era la montaña más alta del mundo a principios del siglo XIX; en realidad, es la sétima montaña más alta del planeta.

Por la noche nos atrincheramos de nuevo y, en vez de una chaqueta liviana, nos arropamos con una más gruesa, para evitar el entumecimiento sufrido la noche anterior.

Consideraciones finales

De los primeros exploradores de la flora de Centroamérica, ni von Friedrichsthal ni von Warszewicz escribieron relatos de sus recolecciones, mientras que Oersted lo hizo con formato de libro (Oersted, 2011), además de que, en realidad, narró poco de sus andanzas, en proporción a su muy prolongada estadía en Costa Rica. Por su parte, Hoffmann publicó sendas narraciones sobre sus ascensos a los volcanes Irazú y Barva, aparecidas en la revista Bonplandia en 1856 y 1858, respectivamente; este último lo escribió desde 1855-1856, pero sus labores como médico en la guerra contra Walker y su padecimiento posterior, le impidieron completarlo antes (Hilje, 2006).

En tal sentido, en términos cronológicos, el amplio relato de Wendland contenido en este artículo -así como el segundo, que aparecerá en el próximo número de esta revista- representa una contribución a ese incipiente acervo de conocimientos botánicos, que se enriquecería mucho a partir de 1877, con la aparición de siete publicaciones del alemán Helmuth Polakowsky, quien residió en Costa Rica por un año (Hilje, 2013).

De los dos botánicos que lo antecedieron, Oersted fue el primero que herborizó de manera constante y sistemática, al punto de que, entre los miles de especímenes recolectados, había entre 600 y 700 especies de plantas, muchas de ellas nuevas para la ciencia (Oersted, 2011). Para su determinación, contó con el apoyo del taxónomo inglés George Bentham (1800-1884) especialmente, aunque también del francés Jules Émile Planchon (1823- 1888) y los alemanes August Grisebach (1814-1879) y Otto Karl Berg (1815-1866). Por su parte, Hoffmann acopió casi 3000 especímenes de plantas, que enviaba a Johann Friedrich Klotzsch (1805-1860) en el Museo Botánico de Berlín, y éste se encargaba de identificar algunos, así como de enviar las demás muestras a varios taxónomos en Alemania y Europa.

En realidad, aunque estuvo menos tiempo que ellos en Costa Rica, Wendland herborizó de manera más intensiva que Oersted y Hoffmann pero, además, lo hizo de manera más selectiva, pues aunque recolectó ejemplares de 30 familias, se concentró en orquídeas, palmeras y aráceas. Sus labores fueron tan productivas, que efectuó casi 540 recolecciones, como resultado de las cuales acopió unos 1280 especímenes. De este rico material resultaron más de 185 nuevas para la ciencia.

Ahora bien, en congruencia con ese tipo de narraciones de viajeros, en sus diarios Wendland no se limitó a escribir sobre cuestiones botánicas, sino que también incluyó numerosos aspectos de la vida cotidiana de los pobladores de Centroamérica, relacionados con sus costumbres, comidas, salud, religión, cultura y política, así como de la incipiente colonia alemana que había para entonces en la región centroamericana. Al respecto, es de particular importancia el hecho de que su periplo coincidió con los cuatro meses finales de la guerra libertaria contra el ejército filibustero de William Walker, en la que algunos alemanes se unieron a la causa de Costa Rica. De hecho, el propio día en que el presidente de la República, Juan Rafael Mora, le declaró la guerra a Walker, recibió una carta de 35 alemanes residentes en San José, en la que ofrecían defender a Costa Rica (Hilje, 2007). Varios de ellos fueron al combate, y algunos hasta perdieron la vida. Es evidente que Wendland estaba enterado de esto y -como se aprecia en su relato-, incluso emitió sus opiniones acerca de la presencia de filibusteros en el país.

Cabe destacar que uno de sus compatriotas más comprometidos en la lucha contra Walker fue Karl Hoffmann, a quien el presidente Mora nombró Cirujano Mayor del Ejército Expedicionario. Además de su intensa participación como médico en los campos de batalla, debió enfrentar la epidemia del cólera morbus, causada por la bacteria Vibrio cholerae, que aniquiló al 10% de la población, lo cual lo desgastó mucho y repercutió seriamente en su salud (Hilje, 2007). De hecho, cuando Wendland lo visitó, ya no podía ejercer su profesión, pues estaba bastante débil, víctima de una enfermedad degenerativa asociada con el estrés derivado de dichas actividades (Hilje, 2007); en la única fotografía conocida de él -mostrada en páginas previas-, se le percibe abotagado, con las manos y el rostro inflamados.

Ahora bien, como se capta en el relato de Wendland, Hoffmann aparece mencionado de manera apenas tangencial, aunque en realidad era su contacto clave. La carta de recomendación que Wendland traía para él, sugiere que en Alemania ya era bien conocido por sus herborizaciones en Costa Rica. Sin embargo, quien la escribió quizás ignoraba cuán deteriorada estaba su salud. Esto explicaría que, durante su estadía en el país, su relación con Hoffmann no fuera tan cercana o frecuente, aunque menciona haber estado en su casa por varias horas, posiblemente en diferentes días, a lo largo de los muchos meses que permaneció en la capital. Una evidencia de su buena relación, es que Wendland le dedicó una especie de palmera, Geonoma hoffmanniana.

En todo caso, llama la atención que el nombre de Hoffmann aparezca anotado en algunos especímenes de herbario pertenecientes a Wendland, pero se ignora si esto obedece a que en algún momento pudieron recolectar juntos -tal vez en sitios no muy distantes de la capital-, o Hoffmann se encargó de ayudarle en el envío de sus especímenes a Alemania.

Por su parte, es oportuno mencionar que Hoffmann aludió a él en uno de sus artículos, al expresar que ''en mayo del año pasado (1857) ascendió al volcán Barva el señor Wendland, de la casa reinante de Hannover'', quien ''recolectó algunas especies de plantas que se me habían pasado inadvertidas o que no florecían en ese tiempo''. Después agregaba que ''el señor Wendland también encontró aquí parásitas sobre raíces de encinas, una interesantísima balanofórea, dos palmeritas (Geonoma y Chamaedorea), dos helechos arborescentes y una Carludovica trepadora en los troncos de los árboles'' (Hilje, 2006).

En síntesis, no hay duda del valor científico e histórico del relato de Wendland, que retrata una época en que apenas empezaba a conocerse la riqueza botánica de Centroamérica en general, y de Costa Rica en particular, y cuando dichos países trataban de reafirmar su independencia y su libertad, ante la desproporcionada amenaza del filibusterismo esclavista.

Agradecimientos

A Boris Schlumpberger (Jardines de Herrenhausen) y Marc Appelhans (Universidad de Göttingen), por su ayuda en la traducción de la versión original en alemán. A Michael Grayum (Jardín Botánico de Missouri) por sus comentarios acerca de la identificación y la distribución geográfica de algunas especies. A Silvia Kruse y Maarten Kappelle, por la clarificación de algunos conceptos. A Guillermo Rosabal-Coto y Aída Elena Cascante (Editorial de la Universidad de Costa Rica), por autorizar el uso de las imágenes históricas de Centroamérica contenidas en el libro Tropical Travel, de Juan Carlos Vargas.

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Notas

1 Australian Tropical Herbarium, James Cook University, Smithfield, Qld 4878, Australia. Contacto: john.dowe@jcu.edu.au

2 Profesor Emérito. Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE). Turrialba, Costa Rica. Autor para correspondencia. Contacto: luko@ice.co.cr

3 Posiblemente se refiere a las herborizaciones de Sessé y Mociño, Skinner, von Friedrichsthal y von Warszewicz, citadas todas en la introducción del presente artículo.

4 Por entonces Wyke (1815-1897) era el cónsul británico para Centro América, y después fungiría como ministro (embajador) plenipotenciario en México.

5 El 11 de enero, entre otras plantas, Wendland recolectó en Las Nubes los especímenes tipo de Cicendia stricta (Gentianaceae) y Maxillaria atrata (Orchidaceae). El espécimen tipo (holotipo) es aquel en el cual se basa la descripción taxonómica de una nueva especie

6 Al parecer, fue más bien tres años antes cuando, el 29 de julio de 1773, una serie de sismos asociados con el terremoto de Santa Marta estremecieron y destruyeron la por entonces denominada ciudad de Santiago de Los Caballeros, hoy Antigua Guatemala

7 Fue en dicho predio donde Wendland recolectó el espécimen tipo de Spiranthes prasophyllum (Orchidaceae).

8 El editor del relato original de Wendland acota en una nota al pie que, ''según la prensa inglesa, se supone que este volcán tuvo una terrible erupción el 3 de marzo de 1857''.

9 Quizás su apellido correcto era García o Garriga

10 El Tabanco era una mina de oro y plata cerca de San Miguel, hoy abandonada.

11 De esta ocasión, en GOET se cuenta con al menos un ejemplar de una especie de Bactris.

12 No se conocen recolecciones de Copernicia ni Brahea por parte de Wendland. No podría tratarse de Copernicia, pues este género no está presente en Centroamérica; por tanto, no hay duda de que era una especie de Brahea.

13 El peso, que era la moneda local de entonces, era equivalente al dólar (Hilje, 2013).

14 No se conocen especímenes de ninguna bromeliácea recolectada por Wendland en esos días.

15 El volcán Barva se localiza 22 km al norte de San José. Al parecer, Wendland no lo escaló en esa fecha, sino un poco antes

16 No se conocen muestras de Mahonia (Berberidaceae) recolectadas por Wendland. Asimismo, no hay especies del género Puya en la Cordillera Volcánica Central, aunque sí hay dos en la cordillera de Talamanca.

17 En efecto, es posible ver ambos mares desde la cima del volcán Irazú, pero solo cuando los días son claros en ambas vertientes. Hoffmann fue uno de los pocos y afortunados exploradores que pudo verlos, en 1855 (Hilje, 2006).

18 No se conocen muestras de la familia Ericaceae recolectadas por Wendland en estas fechas, ni tampoco especímenes de la familia Myrtaceae. Los ejemplares anotados por él como Gnaphalium irazuense y G. roseum sí fueron recolectados en esas fechas en el volcán Irazú.

19 Wendland recolectó otra especie de matapalos (familia Loranthaceae)

20 El correo proveniente de Europa llegaba a San Juan del Norte, donde era recogido cada dos semanas, y trasladado a caballo por un posta hasta la capital

21 Se ignora quién era ''E''.

22 Barva (1180 m) se localiza en las estribaciones del volcán homónimo, el cual alcanza una altura de 29

Recibido: 28 de Octubre de 2022; Aprobado: 23 de Noviembre de 2022

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