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Comunicación

On-line version ISSN 1659-3820Print version ISSN 0379-3974

Comunicación vol.28 n.2 Cartago Jul./Dec. 2019

http://dx.doi.org/10.18845/rc.v28i2-2019.4928 

Artículos

Sátira, parodia e ironía en La imagen de la luna en el espejo de Carlos Salazar Herrera

Satire, parody and irony in Carlos Salazar Herreraʾs La imagen de la luna en el espejo

ML. Verónica Murillo Chinchilla1 

1Universidad de Costa Rica, Costa Rica

Resumen

El artículo versa sobre una obra teatral poco conocida del escritor Carlos Salazar Herrera, titulada La imagen de la luna en el espejo, cuyo enfoque narrativo pone en escena la imagen de la mujer inconstante y del marido indiferente mediante el uso predominante de recursos paródicos y satíricos. Como consecuencia de esta técnica dramática, el autor consigue una oportunidad magistral para ironizar sobre los roles perpetuados por el patriarcado, la convivencia cotidiana y la felicidad conyugal.

Palabras clave: Literatura costarricense; Carlos Salazar Herrera; cuento dramatizado; parodia; sátira; ironía

Abstract

This article studies La imagen de la luna en el espejo, a lesser-known play by autor Carlos Salazar Herrera. The narrative focus of this play is the image of the changeable wife and the indifferent husband, brought about by resorting to parody and satire. These dramatic technique, allow the author a masterful opportunity to ironize the roles perpetuated by patriarchy, daily cohabitation, and marital happiness.

Key words: Costa Rican literature; Carlos Salazar Herrera; dramatic story; parody; satire; irony

Introducción

En la obra Escritos Inéditos, publicada en 2014 por la Editorial Costa Rica, el lector puede descubrir una serie de diferentes creaciones del maestro Carlos Salazar Herrera. Además, aunado a tres cuentos, que él mismo titula como Cuentos de amor, celos y muerte, aparecen diversas producciones que incluyen cuentos para niños, obras de teatro y poesía.

De las producciones de dramaturgia, resulta interesante una titulada La imagen de la luna en el espejo, clasificada como un cuento dramatizado, entre paréntesis la acotación “sainete en un acto”. En el Diccionario de la Real Academia Española se define sainete como: “Obra teatral en uno o más actos, frecuentemente cómica, de ambiente y personajes populares que se presenta como función independiente. Pieza dramática en un acto, de carácter popular y burlesco, que se representaba como intermedio o al final de una función”.

Este cuento dramatizado pone en escena a Julia, una mujer celosa e insegura que habla con su otro yo en el espejo sobre su relación de matrimonio y sus dudas sobre la fidelidad de Felipe, su esposo. Sin embargo, vale destacar el uso predominante que hace el autor de procedimientos paródicos y satíricos, lo que da como resultado un producto marcadamente irónico.

Objetivo

El objetivo del presente artículo es poner en evidencia los mecanismos de los que se vale Carlos Salazar Herrera para parodiar la imagen de la mujer inconstante y del marido indiferente, así como satirizar el sufrimiento generado por la traición imaginada de la fidelidad marital e ironizar sobre la convivencia y la felicidad matrimonial.

Categorías de lectura

Sinopsis

La imagen de la luna en el espejo es un cuento con un personaje único: Julia, que “habla” con su imagen reflejada en el espejo de cuerpo entero de un tocador. La escena se desarrolla en una habitación en la que, además, se encuentran dos camas gemelas y, sobre una de ellas, pueden verse varias maletas abiertas a medio llenar. La protagonista está empacando apresuradamente para abandonar casa y marido, cansada de la vida que lleva y de las excusas de su esposo, machista y mujeriego, quien se ha involucrado en un triángulo amoroso; es la trillada historia del jefe que se involucra con su secretaria.

Según Julia, ella posee todas las pruebas y la certeza de lo que sucede, así que, por dignidad se va; únicamente deja una nota dramática sujeta al espejo y su anillo de bodas sobre la mesa. Cuando se dispone a salir, recibe una llamada telefónica: es su esposo, quien le cuenta que la secretaria ha renunciado a su trabajo. El proyecto de abandono de la esposa queda inmediatamente injustificado y descartado. En ese momento Julia asume la voz de la esposa enamoradísima que confía ciegamente en Felipe.

Al colgar el aparato, las dudas vuelven a obnubilar su capacidad de percepción y de nuevo se embarca en una serie de conjeturas, presuponiendo que, aunque la mencionada secretaria no trabajará más con su esposo, los dos continuarán su affair, pero en horas extralaborales. De nuevo está lista para tomar sus maletas y llevar a cabo sus planes de castigar la “conducta infiel” de Felipe.

Sin embargo, decide llamar a su esposo y preguntarle la razón por la que la muchacha dejará de trabajar para él. Entonces se entera de que ella ha decidido casarse y se irá a vivir con su esposo en alguna remota región de Argentina.

Dicho esto, Julia deja caer definitivamente la toalla y vuelve a mostrarse como la esposa devota y amorosa, devuelve inmediatamente los vestidos al ropero, desaparece toda evidencia de la nota dramática y la alianza matrimonial retorna a su dedo anular.

El cuento termina con Julia recriminándole a la imagen en el espejo por haber puesto en evidencia su inconstancia y prohibiéndole terminantemente cualquier infidencia sobre lo ocurrido esa tarde.

Sátira, parodia e ironía

Según la Real Academia Española de la lengua, la sátira puede definirse como: “discurso o dicho agudo, picante y mordaz, dirigido a censurar o a ridiculizar”; la parodia es una “Imitación burlesca de la realidad” y la ironía es definida como una “Burla fina y disimulada. Expresión que da a entender algo contrario o diferente de lo que se dice, generalmente como burla disimulada”.

El discurso paródico

En el texto de Salazar Herrera la parodia se presenta a los ojos del lector desde los primeros párrafos, al poner en escena, de manera burlesca, una “esposa sufriente” que discute con una contraparte femenina, que se sugiere encerrada en el espejo. Las primeras líneas indican al lector que el personaje único, Julia, se encuentra en un cuarto en donde pueden verse dos camas gemelas y unas valijas abiertas para empacar sus pertenencias. La mujer, bonita y presurosa, se mira distraída en el espejo de cuerpo entero del tocador y luego se devuelve para plantarse frente a frente con la imagen y dirigirse a su reflejo como si se tratara de una interlocutora.

El discurso paródico funciona en cuanto trata de imitar la realidad de Julia y otra mujer discutiendo sobre la relación matrimonial de la primera. Así, el lector asiste (e imagina) la escena de una mujer conversando con un reflejo en el espejo, explicándose, discutiendo y replicando, como si en realidad estuviera hablando con otra mujer que asume el partido de “hacerla entrar en razón”.

Justamente, este otro aspecto hace más interesante el discurso paródico, pues permitirá realzar los efectos satíricos y acrecentar la ironía que se desprende de la lectura: Julia (la de carne y hueso) actúa movida por sus pasiones, está obnubilada por los celos y ha recabado una serie de “pruebas” sobre la infidelidad de su marido que la empujan a querer darle una lección, a querer hacerlo sufrir.

La Julia del espejo pareciera asumir el rol racional de poner en evidencia que la actitud de la joven esposa es exagerada y caprichosa. Evidentemente, como se trata de un reflejo en el espejo, esta deducción nace de las réplicas con que Julia enfrenta a la imagen: “¡Vamos! Si tienes algo que decir, dilo sin recelo y no te quedes callada como un retrato”, o bien: “Me voy a casa de mi madre, ¡y ni tú, ni nadie, logrará persuadirme de lo contrario!” (2013, p. 163).

Los momentos de acción se alternan con los intercambios entre el personaje y su reflejo. Julia se mueve presurosa por la habitación, consulta su reloj, se asoma por la ventana y pone más cosas en las valijas. Todo esto mientras habla en voz alta y se dirige al espejo, como si este fuera otra presencia humana en la habitación y estuviera contemplando los ires y venires de la despechada esposa.

Puede, entonces, afirmarse que Salazar Herrera presenta, en forma burlesca, un escenario perfectamente plausible de una mujer que discute con su más cercana confidente sobre las dudas que la atormentan: “Sí, ya lo sé, ya lo sé. Soy ridículamente celosa; aunque los celos no constituyen un sentimiento de inferioridad -como tú piensas-, sino una evidencia del amor…” (2013, p.164). Lo logra, justamente, bajo la apariencia de un discurso paródico, en el cual el reflejo de Julia en el espejo funciona como una corporeización de la conciencia.

Se parodian también realidades recurrentes en las relaciones de pareja, como la forma de presentar el triángulo amoroso que se establecería entre Felipe Velázquez, su esposa Julia, y su secretaria. Además, la forma en que Julia narra el modo en que ha recabado las “pruebas” de la infidelidad de su marido, mediante preguntas con doble intención y control sobre cada uno de los aspectos de la vida de Felipe que están a su alcance. Así, se parodia la forma en que con frecuencia las mujeres se quejan de sus maridos con sus amigas, pero reaccionan como blancas palomas cuando tienen a su esposo en frente.

El autor demuestra maestría al respecto cuando el personaje de carne y hueso refiere a la imagen en el espejo las conversaciones conyugales con las que ella va recabando la evidencia en contra de su marido:

Felipe llegó, como siempre, ¡cansadísimo!...

“¿Por qué tan tarde, querido?”, le pregunté amorosamente. Y el muy bribón, con su habitual excusa, porque no tiene imaginación para inventar una nueva y convincente mentira: (imitando la voz de Felipe)

“Reunión imprevista de Directiva y luego, cuando salimos muertos de hambre, a cenar en el Club” (2013, p.165)

Salazar Herrera, en la visión distorsionada con que Julia mide las sospechas sobre su esposo, consigue parodiar implacablemente el pan de cada día de muchas parejas desde tiempos lejanos, así como la concepción errada y profundamente extendida según la cual el sentimiento amoroso está intrínsecamente ligado a la posesión, y que no puede estimarse como verdadero el amor desprovisto de celos.

El discurso satírico

En La imagen de la luna en el espejo, la mordacidad del discurso le resulta muy entretenida al lector, pero refleja una implacable voluntad del autor de ridiculizar y hasta censurar conductas presentes en el personaje.

En este relato, el tono satírico está dado por el intercambio “dialógico” entre Julia y su reflejo, complementado con las acotaciones que pueden encontrarse a lo largo del texto. Así, Julia se dirige a su reflejo diciéndole: (…) eres un cuarto personaje; una intermediaria que se inmiscuye en lo que no debía importarle. (…) Sé que tienes buenas intenciones, pero… ¡un momento!... Tu siempre estás de parte de Felipe y en contra mía. ¿Por qué lo defiendes con tanto empeño?” (2013, p.164).

Se ha mencionado que el lector interpretará, gracias a los comentarios de Julia, que las réplicas imaginarias del reflejo representan el interés racional por desenmascarar los celos injustificados del personaje, por lo que el señalamiento de la “preferencia” del reflejo por defender a Felipe funciona como un mecanismo para enfatizar la sátira del discurso. Pocas líneas más adelante se repite la estrategia: “Oye, mujer, no trates de defenderlo porque me enojo contigo. ¡Yo sé cómo están las cosas! ¡Para que lo sepas!” (2013, p. 164).

Las referencias a la primacía de las emociones y la intuición sobre toda prueba racional tienen su corolario en la siguiente réplica:

¡Ah! ¿Pero tú insistes en que puede ser inocente? Mucho agradezco tus nobles insinuaciones, pero no me repliques nada en su defensa, porque yo conozco el asunto a través de mi intuición femenina; yo y no tú, por supuesto; es algo que no admite equívoco alguno (2013, p. 166).

Ciertamente, puede identificarse la censura hacia la actitud egocéntrica e inmadura de la protagonista. Para este momento del relato, el lector tiene claro que se trata de una rabieta de Julia, exacerbada por sus fantasías celosas y su deseo de imponerse como una especie de pequeña tirana para con su esposo. Eso lo prueba la estrategia de la nota de despedida: “(Leyendo) “Felipe: Todo ha acabado entre nosotros… Julia”. Este laconismo es castigador y brutal… Lo pondré a prueba. Si me prefiere a mí, ya irá a buscarme suplicante a casa de mi madre” (2013, p. 167).

Aunado a este ejemplo, en el que Salazar Herrera satiriza el comportamiento de Julia (y de tantas Julias a las que ella representa), se presentan las réplicas de la conversación entre el personaje de carne y hueso y la imagen en el espejo, en las que la sátira enfatiza las contradicciones del discurso femenino de Julia: “¿Sabes qué me ha dicho? … Que la señorita Martini (lentamente) ¡ha renunciado… a su puesto! (Aparte). Creo que más bien la ha despedido por amor a mí… ¡Pero si Felipe es un ángel2!” (2013, p. 167).

La inconstancia femenina, tan cacareada a lo largo de los siglos, tan legitimada por instituciones hegemónicas como la Iglesia, se traduce en la narración de Salazar Herrera al proseguir la escena entre Julia y su reflejo: ¿Por qué ahora cambias tu noble espíritu conciliador para sembrar en mi espíritu la duda y la discordia? (…) Será posible que de ahora en adelante no se vean en el prosaico ambiente de una oficina mercantil, (…) sino en…? ¡Solo Dios sabe dónde! … ¡Quizás en un romántico hotelito, con una vista panorámica, pecaminosa y celestina!… (Transición) ¡Pero si Felipe es un demonio3!

El discurso irónico

El lector que llega al final del texto La imagen de la luna en el espejo ciertamente ha arqueado sus cejas incrédulo, ha reído burlón y hasta habrá abierto la boca en signo de estupefacción ante los vertiginosos cambios de actitud de Julia. Pero, sobre todo, guardará en su recuerdo el sentimiento de un producto profundamente irónico de la pluma del maestro Salazar Herrera.

En primera instancia, no le será difícil detectar la incongruencia entre las palabras y las actitudes de la protagonista, descontenta, celosa y presta a poner permanentemente en duda la fidelidad de su marido y a querer aparentar un fin dramático para que él tenga que ir a buscarla a la casa de su madre. Todo eso a pesar de la actitud de esposa enamorada, confiada y feliz que ella asume cuando habla por teléfono con su esposo.

Por otra parte, el juego de palabras empleado por Salazar Herrera, posterior a los intercambios telefónicos, es la concretización de la ironía que se desprende de todo el texto. Cuando termina la primera llamada y Julia se entera de que la secretaria (su rival imaginaria) se va, ella hasta prefiere persuadirse de que Felipe la deja ir por amor hacia su esposa: “Felipe es un ángel”.

Pocos minutos después, cuando está sola de nuevo, Julia cede ante la tentación de figurarse que la relación (nunca comprobada) de infidelidad entre su marido y la secretaria va a continuar fuera de la oficina, “Felipe es un demonio”. Inmediatamente después, al enterarse de que la secretaria se va porque se casa y se irá del país, “Felipe vuelve a ser un ángel”.

De esta manera se cumple con una de las condiciones de la ironía, tal y como lo señala Barreras (2001- 2002, p. 245): “el principio de gran contraste, que muestra la disparidad entre lo que se espera y lo que realmente sucede”. En el caso del texto que nos ocupa, se puede hablar de un alto nivel de ironía puesto que la disparidad señalada también es muy grande.

Adicionalmente, al abordar esta producción de Salazar Herrera desde su componente irónico, no puede obviarse que, para que ejerza dicha cualidad efectivamente, deberá contar con una elaboración particular de lectura. Bien señala Hutcheon (1981, p. 188) que: “La comprensión de la ironía, como de la parodia y de la sátira, presupone una cierta homología de valores institucionalizados, ya sea estéticos (genéricos) ya sea sociales (ideológicos)”. Efectivamente, para que La imagen de la luna en el espejo pueda brillar en todo el esplendor de su sátira, parodia e ironía, se requiere un lector capaz de descodificar muchos de los rasgos escogidos por Salazar Herrera.

El discurso simbólico

No conviene avanzar en el análisis de los elementos paródicos, satíricos e irónicos, sin antes dedicar unas líneas al componente simbólico con que Salazar Herrera enriquece su sainete y que contribuyen también a realzar el disfrute del lector en vista de sus matices magistralmente logrados.

Así, en el Diccionario de los símbolos, Chevalier y Gheerbrant indican que el simbolismo de la luna se manifiesta siempre en correlación con el sol porque carece de luz propia y solamente brilla cuando refleja la luz de este último; además, está marcada por su característica cambiante y su paso por diferentes fases y mutaciones de forma. Esto hace que se la asocie con el principio femenino en casi todas las culturas a través de la historia, tal y como afirman los estudiosos franceses.

Tal simbolismo en la luna, astro satélite, dependiente de la Tierra en torno a la cual gira, y dependiente del sol para brillar, remite a la idea de que su luz no le pertenece, sino que se limita a ser un reflejo; así como el lector se figura a Julia a través de su relación con Felipe.

En cuanto al simbolismo del espejo, nace justamente de su cualidad especular: el espejo refleja la verdad, aquello que anida en el corazón y en la conciencia. El conocimiento derivado de la imagen especular se asimila a la luz de la luna porque se trata de reflejos de algo que viene del exterior: el espejo devuelve una imagen invertida de la realidad.

El señalamiento es particularmente interesante al relacionarlo con el personaje de Julia, por cuanto ya hemos mencionado que el lector/espectador encuentra ante sus ojos a un personaje celoso e impulsivo, sometido a los caprichos que le dicta su antojadiza interpretación de la realidad.

Pero como contraparte, el personaje interlocutor, -la imagen especular- corresponde con el reflejo de la verdad y devuelve la imagen invertida de aquello que atormenta a la Julia de carne y hueso y que el lector comprende, mediante los paratextos indicativos, que se trata de la interpretación de la realidad en la cual las sospechas sobre Felipe no son más que interpretaciones infundadas.

Las particularidades interpretativas que permite en un lector avezado la resolución de los códigos del texto, serán el objeto de discusión que abordaremos a continuación.

Resultados

El texto de Salazar Herrera está construido sobre indicaciones de lectura que transmiten al lector la intención de parodiar y satirizar sobre los hechos y las palabras narradas. Es una lectura que no puede ejercer su intención irónica si no recibe cierta interpretación por parte del lector, para de esta forma revelar una visión muy particular del autor sobre las relaciones de pareja.

El sainete completo se desarrolla en el transcurso de una discusión figurada entre Julia de carne y hueso y la imagen de Julia, reflejada en el espejo, que representa su dualidad, pero que la contradice y pone en evidencia sus arranques injustificados. Julia insiste en querer concentrarse en la alevosía y descaro que ella cree ver en su marido, pero la imagen la incita, una y otra vez a considerar la posibilidad de que toda su inquietud no sea más que el fruto de una imaginación celosa y perturbada.

Mediante un discurso marcadamente satírico, el autor ironiza sobre la inconstancia femenina y da al lector una imagen de mujer insegura y caprichosa, presta para poner en duda cualquier palabra o actitud de su esposo y, además, deseosa de “darle una lección”. Esta consiste en “castigarlo” con su ausencia, para que él vaya a buscarla a casa de su madre.

Además, el uso de la ironía se manifiesta en la voz de la conciencia “racional”, que no tiene mayores oportunidades ante la imposición de la voluntad emocional, rasgo característicamente femenino, según se colige de la narración expresamente estereotipada por Salazar Herrera. Así, el marido pasa de ser vil y despreciable a convertirse en un ángel; luego, de nuevo, se convierte en demonio y, nuevamente, se convierte en ángel en cuestión de minutos. Todo siguiendo los avatares antojadizos de la percepción de su esposa y dependiendo de si esta se encuentra sola frente al espejo o se comunica directamente con él por teléfono.

Al tratarse de un texto dramático, los elementos paratextuales representados por las acotaciones son de vital importancia, por lo tanto, mediante las frases que componen el monólogo/diálogo del personaje y las observaciones entre paréntesis, el lector termina de elaborar la recepción del texto y de comprender su ironía.

Discusión

Este cuento dramatizado de Carlos Salazar Herrera juega con la parodia de la mujer, falsamente convencida de la infidelidad de su marido, que sostiene una “discusión” consigo misma que la divide entre imponer su decisión caprichosa e intempestiva o rendirse ante el razonamiento que le comprueba que ella está exagerando sus reacciones.

En primera instancia, desde el punto de vista ideológico, el texto requiere de un lector que pueda identificar los rasgos marcados de la sociedad patriarcal en la que están insertos los personajes. Por un lado, está la mujer/accesorio, representada por Julia, quien cumple un papel decorativo y da cierto prestigio a Felipe, porque él puede mantenerla en la casa. Luego, está la mujer consentida y acostumbrada a comodidades (descrita por el autor como piezas dotadas de variado mobiliario y abundantes pertenencias personales, que no caben en una sola valija). Además, la mujer glamorosa que, antes de salir se pone abrigo, sombrero y guantes y se dispone a llamar a un botones para que baje el equipaje.

En cuanto a Felipe, ejerce el rol patriarcalmente indiscutible de marido proveedor, quien sale a trabajar por la mañana, tiene subordinados a su cargo, encarna sin discusión la voz de autoridad y no admite objeciones por parte de su esposa, como puede inferirse cuando ella (movida por los celos y sus intenciones de recabar pruebas) cuestiona el tratamiento que recibe la señorita Martini en cuanto a invitaciones y aumentos salariales. Felipe es quien tiene una vida interesante (versión muy modernizada del cazador del paleolítico), es quien sale a enfrentar el mundo para ganar el sustento, son para él las sesiones de junta directiva y las salidas al club en horas de la noche para comer con sus amigos y colaboradores.

A Julia (moderna y desvirtuada recolectora) le queda el rol pasivo, esperar las llamadas de su esposo, las informaciones que él tiene a bien conceder ante las insidiosas interrogantes de ella A ella le corresponden los espacios cerrados: la casa, el cuarto donde se desarrolla el sainete y la casa de su mamá, a la que aspira trasladarse.

De tal manera que, para un lector moderno, con cierto nivel de conciencia sobre los cuestionamientos hacia el patriarcado cada vez más frecuentes en las últimas décadas, una nueva arista de la ironía se transparenta en las líneas de La imagen de la luna en el espejo. Este texto puede ser leído como uno plagado de estereotipos y prejuicios sobre los roles, especialmente el femenino.

En efecto, este cuento refuerza toda clase de ideas preconcebidas sobre la mujer: inconstante, veleidosa, desconfiada, caprichosa y volátil, por citar los más recurrentes. Por otra parte, la imagen que se refuerza para el rol masculino tampoco está libre de cuestionamientos, pues personifica el machismo, cada vez más devaluado: condescendiente, autoritario, fiestero, y mujeriego. Porque si bien el texto no confirma las sospechas de Julia, tampoco las descarta.

Hutcheon (198, p. 175) señala:

Si hay algo sobre lo que los teóricos de la ironía están de acuerdo es que, en un texto que se quiere irónico, el acto de lectura tiene que ser dirigido más allá del texto hacia un desciframiento de la intención evaluativa, por lo tanto irónica, del autor

Esta afirmación refuerza su validez frente al texto de Salazar Herrera, en el sentido de que, para ser comprendido en sus numerosas aristas, también debe ser descifrado, y cuanto más ampliamente, mejor.

Conclusión

Se cumple entonces que, para su valoración como texto irónico, La imagen de la luna en el espejo requiere de una mirada entrenada, de una lectura que satisfaga ciertas exigencias de perspicacia, de formación literaria adecuada.

Este sainete, cuento dramatizado, puede parecer en un primer momento un relato entretenido de Carlos Salazar Herrera, en el que aborda cómicamente las relaciones de pareja, con un cierto humor mordaz hacia la veleidad femenina que complica la vida del cónyuge. Sin embargo, una lectura más ambiciosa descubrirá muchos y variados elementos que permiten comprobar mecanismos satíricos y paródicos en el discurso. Desde esa perspectiva se puede afirmar que se trata de una mirada implacablemente irónica sobre los roles asignados a hombres y, sobre todo, a mujeres, por el patriarcado.

Sirva esta propuesta como una invitación para disfrutar de este texto de Salazar Herrera, pero sin tomarlo a la ligera, pues provee ricas oportunidades de reflexión acerca de la narrativa costarricense de la segunda mitad del siglo XX y sobre lo que ella puede revelarnos de la sociedad a la que representa

Referencias

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Chevalier, J. y Gheerbrant, A. (1982). Dictionnaire des symboles. Edition revue et augmentée. París: Éditions Robert Laffont et Éditions Jupiter. [ Links ]

Hutcheon, L. (1981). Ironía, sátira, parodia. Una aproximación pragmática a la ironía. Poétique. 173-193. [ Links ]

Matarrita, E. (1999). Humor, burla e ironía en la literatura costarricense. Revista de Filología, Lingüística y Literatura, 25(1), 7 - 14. DOI 10.15517/RFL. V25I1.20500 [ Links ]

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Salazar Herrera, C. (2013). Escritos Inéditos. Editorial Costa Rica. San José [ Links ]

2Las cursivas son mías.

3Las cursivas son mías.

Recibido: 12 de Abril de 2018; Aprobado: 21 de Octubre de 2019

1

Verónica Murillo es máster en Literatura Francesa, graduada en la Universidad de Costa Rica y docente en esa misma casa de estudios. Actualmente, también realiza una maestría en Literatura Latinoamericana, en la Universidad de Costa Rica. Contactos: veronica. murillo_c@ucr.ac.cr y veronikcr.murillo@gmail.com.

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