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Revista Reflexiones

versão On-line ISSN 1659-2859versão impressa ISSN 1021-1209

Reflexiones vol.93 no.2 San Pedro de Montes de Oca Jul./Dez. 2014

 

Post-postmodernismo

Post-postmodernism

Roy Alfaro Vargas1*


Resumen

Este artículo es una crítica al concepto depost-postmodernismo. En él se analiza las características fundamentales del post-postmodernismo con respecto al postmodernismo, en cuanto este último es el origen del primero. Asimismo, se establece la relación entre neoliberalismo, globalización y post-postmodernismo, como un medio para acceder al contexto económico y político que justifica la emergencia de la lógica cultural post-postmoderna. De igual manera, se critica fuertemente el rol del post-postmodernismo como un instrumento para reconceptualizar las humanidades (y las ciencias sociales), en el marco de la necesidad de intensificar el consumismo y de convertir a las humanidades en una simple aproximación ideológica, que legitima el capitalismo financiero y el neoconservadurismo estadounidense.

Palabras clave: postmodernismo, neoliberalismo, globalización, capitalismo, capital financiero, crisis económica, humanidades, ciencias sociales, post-postmodernismo.


Abstract

This article is a critique of the notion of post-postmodernism. It analyzes the main characteristics of post-postmodernism in relation to postmodernism, from which the latter rises. Also, it establishes a connection among neoliberalism, globalization, and post-postmodernism, as a means to access to the economic and political context that justifies the emergence of such post-postmodern cultural logic. In the same way, it is criticized strongly the role of post-postmodernism as an instrument to reconcepttualize humanities and the social sciences in order to intensify consumerism and convert humanities in a mere ideological approach, which legitimates the financial capitalism and the American neo-conservatism.

Keywords: postmodernism, neoliberalism, globalization, capitalism, financial capital, economic crisis, humanities, social sciences, post-postmodernism.




Cette critique n'est plus une passion de la tête mais la tête de la passion.
Elle n'est pas un couteau de dissection, mais une arme.
Son objet est l'ennemi qu'elle ne veut pas réfuter mais anéantir.

Retour a Marx Henri Lefèbvre

Introducción

En pleno inicio de lo que la derecha llamó una crisis financiera, el 2008 corría y un noticiero estrenaba una sección que duró solo aquel día. La sección consistía en un corto de "información" dizque histórico. "Marx tenía como amante a la propia empleada doméstica que vivía en casa del mismo Marx", rezaba más o menos el asunto. ¿Por qué este asalto a un Marx y un marxismo, en consecuencia, que según la derecha misma, yacen muertos hace tiempo? La respuesta se puede resumir en una sola palabra: miedo.

Pero, ¿miedo a qué? Miedo a la pérdida de control social que experimentó y experimenta el capitalismo actual, ante el desenmascaramiento que ha implicado la explosión de la burbuja financiera, la cual ha evidenciado que no estamos realmente frente a una crisis financiera, sino sis-témica, puesto que, como señala Alfaro (2011), toca directa e irremediablemente el proceso de circulación y reproducción del capital.

Además, las grandes sumas de dinero entregadas a la alta burguesía, con el fin de mantener el sistema financiero, los golpes a los derechos civiles o los derrocamientos de presidentes (recordemos el caso en Honduras), ya no permiten escamotear el carácter intencional, consciente, neoliberal, globalizante y con un profundo sesgo de clase, que tales estrategias poseen. Se ha evidenciado que el sistema capitalista "es meramente el poder social de un 'honorable' crimen organizado" (Badiou, 2012: 26).

Por consiguiente, es dentro de este contexto que se inserta la nueva propuesta llamada post-postmodernismo. En la hemorragia mercadotéc-nica de "posts" (post-marxismo, post-feminismo, entre otros) aparece este post-postmodernismo caracterizándose a sí mismo como la lógica cultural del presente y que hoy se asume como el objeto de discusión de este artículo.

Para tal efecto, se aborda la tesis de que el post-postmodernismo es la respuesta de la derecha intelectual, ligada al neoliberalismo, a la actual crisis y que tiene como fin la intensificación del modelo socio-económico de mercado, en relación con la opción reaccionaria ante los problemas sistémicos que experimenta el capitalismo desde los años setenta del siglo pasado.

Para desarrollar esta tesis es preciso: a) definir la noción de post-postmodernismo en relación con el postmodernismo, b) establecer qué caracteriza la relación entre neoliberalismo, glo-balización y post-postmodernismo y, finalmente, c) señalar las deficiencias del post-postmodernismo en cuanto a estrategia para afrontar la presente crisis capitalista.

La noción de post-postmodernismo

El término post-postmodernismo es relativamente nuevo, y muy poco, o nada conocido en el ámbito de lengua española, a diferencia de la noción de postmodernismo que hoy todavía algunos mascullan como si fuese una novedad teórica.

Para empezar, en pocas palabras, se afirma que:

La teoría post-postmoderna vino a enfocarse, entre otras cosas, en la moda y el consumo (...), poniendo en duda la tendencia de las teorías establecidas para centrarse en problemas ligados a la producción, para operar con una inclinación productivista. Además, tendió a enfocarse sobre la aparentemente trivial periferia (por ejemplo, la moda) más que sobre problemas más fundamentales y 'serios' (por ejemplo, el trabajo) del interés de los teóricos modernistas (Ritzer y Yagatich, 2012: 104).

Más allá de la expresión pretérita de Ritzer y Yagatich en la cita anterior, el post-postmodernismo incita al desarrollo de una lógica cultural válida y funcional para el just-in-time capitalism (el capitalismo de solo-lo-justo). La expresión inglesa just-in-time refiere a una producción anclada en crear lo requerido en el aquí y el ahora, minimizando las existencias en reserva. Just-intime es otra forma de presentar el consumismo devoto del libre mercado, en el cual el proceso de circulación (mercancía-dinero-mercancía) y el de reproducción del capital (dinero-mercancía-dinero) fluyen sin obstáculos.

En este sentido, el post-postmodernismo es "la lógica emergente de algo más (que la lógica de la producción de bienes y servicios): no necesariamente algo 'nuevo', sino un diferente y más intenso modo de producción/consumo" (Nealon, 2012: 51-52, paréntesis míos). Del mismo modo, claramente, el post-postmodernismo no rompe con el postmodernismo, en el sentido que este último no es visto como "una cosa del pasado" (Nealon, 2012: 8), sino que el primero es la intensificación del segundo, en cuanto se da "la homología entre la lógica cultural de la globaliza-ción y la lógica económica del capital financiero" (Nealon, 2012: 32).

Asimismo, es fundamental, dentro del esquema planteado por Nealon, la noción de intensificación, pues esta idea va ligada al reto que tiene el capitalismo financiero, o sea, "encontrar nuevos mecanismos para seguir trabajando el dinero mismo -nuevos modos de intensificación de riesgo como derivados, intercambios, futuros, comercio de divisas, arbitraje" (Nealon, 2012: 32).

Pero, más allá de buscar el hacer efectiva la plusvalía a través del consumismo, como forma de asegurar la reproducción del capital y la circulación de mercancías, "la intensificación es un movimiento que altera (does alter) las cosas a través del tiempo" (Nealon, 2012: 8). Pareciera entonces que, a diferencia del postmodernismo, el post-postmodernismo recuperara la noción de continuidad que el primero había despreciado o eliminado en el discurso, según Jameson (1998), mediante el énfasis en las categorías espaciales sobre las temporales. Sin embargo, no hay tal continuidad dentro del post-postmodernismo, debido a que se asume que "no hay ningún 'allá afuera' para ser vencido por el capitalismo de casino, ningún otro dialéctico contra el cual definirse o medirse. Tal imperio puede expandirse solamente intensificando su victoria, ya que no hay nuevas tierras por conquistar" (Nealon, 2012: 32). Se retoma así la vieja y fallida idea de Fukuyama del fin de la historia, en la cual, como en el postmodernismo, se visita "el pasado con el fin de iluminar el presente" (Bertens, 1995: 11) y, de este modo, convertir el hoy en "una versión intensificada del ayer" (Nealon, 2012: 8). Esto no es más que la idea nietzscheana del eterno retorno manifestada en su versión fascistamente más macabra.

Al no haber, por ende, continuidad, solo quedan ámbitos espaciales, en los cuales el libre mercado se experimentaría, post-postmoderna-mente hablando, como un sitio de paz. De ahí que Nealon (2012) tome Las Vegas como el símbolo de lo que para él es la manifestación espacial del post-postmodernismo, donde concurren diferentes actores económicos (Caesar Palace, Flamingo, Bellagio), y en el cual "todos ellos son meramente provincias coexistentes dentro del esencialmente mismo pacífico reino" (Nealon, 2012: 32). En consecuencia, el libre mercado traería la paz, la cual, de acuerdo con el post-postmodernismo, se alcanzaría gracias a la diferencia, puesto que esta "está aquí para ser intensificada" (Nealon, 2012: 41).

En otras palabras, como los post-postmo-dernos igualan la lógica cultural a la lógica del capital financiero, entonces entre más diversas mercancías-financieras hayan (en el caso de Las Vegas sería capital moviéndose como apuestas y, de hecho, la cuestión es bastante diferente al capital especulativo de los mercados, aunque Nealon -2012- parece confundirlos), luego más diferencias se manifestarán en el acto consumista; así, más mercancías-financieras, más diferentes gustos por satisfacer just-in-time.

No obstante, a pesar de que el post-postmodernismo es una intensificación del postmodernismo, existe un quiebre en relación con el giro lingüístico (the linguistic turni) y, consecuentemente, con respecto al rol que la literatura jugó dentro del pensamiento postmoderno.

En la teoría postmoderna, "La literatura demostró la frustración final del conocimiento objetivo o del pensamiento totalizante, a través de una serie de cruciales maniobras filosóficas, todas ellas mencionando la (im)posibilidad del 'sentido'" (Nealon, 2012: 142). Para realizar esto, se efectuó, lo que Badiou llama una sutura, donde "La más totalizante sutura de los recientes tiempos filosóficos, Badiou insiste polémicamente, es lo poético, la sutura literaria" (Nealon, 2012: 135).

Esta sutura tuvo y ha tenido un efecto de sinécdoque, a favor de la literatura (Nealon, 2012), con lo cual toda realidad ha sido subsumi-da bajo el lenguaje, que, para los postmodernos, "constituye, más que refleja, el mundo, y que el conocimiento es por tanto siempre distorsionado por el lenguaje" (Bertens, 1995: 6). Luego, una parte de la realidad, o sea el lenguaje, se pasa por la realidad como un todo.

Así, el proceso badiouiano de desutura-ción aparece para el post-postmodernismo como la vía para eliminar el proceso de la sinécdoque postmoderna, es decir, romper "las suturas constrictivas (de la literatura, de lo poético) para reconectar con lo múltiple" (Nealon, 2012: 135; paréntesis míos). En otras palabras, indica Nea-lon, "nosotros ahora tendemos a comenzar con lo más grande, el todo post-postmoderno (por ejemplo, la globalización), del cual ninguna parte particular (es decir, la literatura postmoderna) es una pieza funcionante" (2012: 150). El post-postmodernismo pareciera restablecer la totalidad, mas es un todo vacío, donde el contenido (del que habla el mismo Nealon -2012) se pierde en un cómo, que tiende fundamentalmente hacia dos direcciones:

- Un énfasis sobre "los poderes de lo falso de la literatura, sus post-postmodernas habilidades para crear otros virtuales mundos" (Nealon, 2012: 158), y

- El asumir que:

Si la literatura tiene cualquier 'valor de uso' o nos ofrece el equipamiento para vivir después del postmodernismo, ese valor permanece tematizado como una clase de movimiento fallido, una anticuada reducción de velocidad de todos los súper-rápidos flujos que caracterizan el mundo post-postmoderno (Nealon, 2012:
150-151).

Por ende, la totalidad asumida a través del valor de uso se niega en la formalización del proceso consumista, en el cual no importa, según el post-postmodernismo, qué necesidad se satisfaga (la esencia del valor de uso), sino lo que se consuma (el valor de cambio). Para el post-postmodernismo, cabe la frase de Jameson, "así el capitalismo es un abierto y por ende buen sistema, aquel del mercado" (2011: 146).

De esta manera, las necesidades actuales del capitalismo hacen que "el sistema no pueda no expandirse; si permanece estable, se estanca y muere; debe continuar absorbiendo todo a su paso, para interiorizar todo lo que estuvo, hasta la fecha, exterior a él" (Jameson, 2011: 146). La obligación de elevar la tasa global de ganancia y, de hecho, de eliminar el exceso en la sobreproducción, en la cantidad de existencias, llevan a la supuesta lógica cultural post-postmoderna a pasar entonces del particularismo postmoderno a la totalización vacía del post-postmodernismo, con lo cual la lógica post-postmoderna sigue los derroteros de un proceso interpretativo que incluiría "un pensamiento 'en relación con un sin sentido' (a thinking "vis-à-vis without meaning")" (Nealon, 2012: 141). Este pensamiento en relación con un sin sentido es un pensamiento sin valor de uso, es solo valor de cambio, es pura mercancía, y cuyo proceso adquiere forma en lo que Nealon llama la hermenéutica de la situación, la cual nulifica la hermenéutica de la sospecha de corte postmoderno, que sospechaba de todo discurso que implicara resultados generales o generalizables, lo cual por ende sería, para los postmodernos, homogenizante y represivo.

Para comprender qué se quiere decir con hermenéutica de la situación, precisa establecer el vínculo de esta con la deconstrucción derridiana y con el "evento" de Badiou, sin olvidar cuál es el sentido de la totalidad no-sinecdóquica del post-postmodernismo.

El post-postmodernismo parte de la idea que "Derrida consistentemente insistió en que la deconstrucción no es un método, sino mucho más una situación" (Nealon, 2012: 116). En este sentido, la deconstrucción como método es obsoleto, según Nealon, como "para representar (...) 'una salida de la modernidad'" (2012: 124; paréntesis y puntos suspensivos míos). En conclusión, "La deconstrucción, entonces, no es más una salida de donde estamos; sino, igualmente importante, la deconstrucción es donde estamos: la deconstrucción es la lógica del valor bajo el último, más último, capitalismo de solo-lo-justo" (Nealon, 2012: 125). O sea, la deconstrucción mostraría, según el post-postmodernismo, la metafísica de la presencia del valor de uso, para evidenciar el carácter abierto, no-completo de este, dada la suplemen-tariedad que exige el consumismo actual. Luego, esto nos sume en el evento badiouiano, a través de las características de intensificación y de espacia-lización que el evento conlleva, como veremos a continuación.

El evento, para Badiou, se caracteriza por "la intensificación, la construcción y la localización" (2012: 70). Es decir, el evento, la situación para usar el término de Nealon, es un fenómeno determinadamente espacializado, como por ejemplo las protestas del movimiento Occupy Wall Street, que en cuanto aglutinan al contraer el fenómeno identitario, alrededor de un supuesto objetivo en común y en una manifestación al mismo tiempo múltiple, intensifica y es expresión de la intensificación misma, la cual, a la vez, es producto de la verdad política. Como dice Žižek, "la Verdad-Evento es un trabajo para imponer un nuevo orden sobre la multiplicidad del Ser, ya que la verdad es un 'proyecto' el cual es puesto en vigor sobre lo innombrable de la situación" (2012b: 814). Lo innombrable de la situación no es más que la acción formalizada a través de la verdad política, o sea, un proceso donde las múltiples identidades permanecen como "la subjetivación de un interjuego entre la singularidad de un procedimiento de verdad y una representación de la Historia" (Badiou, 2010: 3). Esta subjetivación, que se enmarca como individual (Badiou, 2010), es producto de la interpelación que se liga a una verdad y a una historia, en un proceso relativizante en tanto ambos descansan en lo singular y en la representación, o sea, producto de la interpelación del sujeto, que Althusser planteó, pero ahora en versión posmoderna o, por decirlo así, performativa, donde no hay espacio para la praxis transformadora por cuanto solo hay lenguaje y no existe relación física, material, entre pasado-presente-futuro, sino solo pasado en tanto no hay Historia (Geschichte, history), sino una historia (Historie, story) que solo es asible en pasado y sobre la cual no se puede actuar en función de construir lo posible, de una construcción del devenir. Dicho de otro modo, "el término 'evento' necesita ser comprendido como una función de la exposición de una situación y su Estado, a la indeterminacidad del vacío" (James, 2012: 143).

El evento, entonces, es la manifestación política, la acción política, de la desuturación de la que hablaba Nealon con respecto a Badiou, la cual tiene como finalidad un "reconectar con lo múltiple" (Nealon, 2012: 135). Con esto, si bien se rompe formalmente el efecto atomizante de la différence y de un "Estado que vive exclusivamente de ficciones identitarias" (Badiou, 2012: 81); también es cierto que la totalidad creada implica que "el ser no puede ser pensado en términos de la totalidad" (James, 2012: 137) o, lo que es lo mismo, la totalidad para Badiou se asume como un conjunto que aglutina múltiples elementos, sin el efecto sinérgico propio de cualquier sistema, lo cual niega la teoría de sistemas y magnifica la teoría de conjuntos. Es como si un ser humano fuera la confluencia espacial de tronco, brazos, cabeza, piernas, etc.; partes que juntas no fueran más que los elementos que componen el cuerpo, pero sin una expresión conjunta, funcional, cambiante y sinérgica. Simplemente, un agregado cuantificable, mas no cualificable.

Para el post-postmodernismo, la totalidad es, por ende, vacía, en cuanto es suplementada por lo múltiple del ser. Es una totalidad cuyo contenido cede a la forma. De ahí que la hermenéutica de la situación, del evento, es la versión cultural de una realidad comercial que se pretende fundamentar en una circulación de mercancías financieras especulativas, las cuales solo son valores de cambio y, por consiguiente, no tienden a satisfacer ninguna necesidad real (no son parte de la economía real, que es la que nos permite subsistir), sino que encuentran su justificación en sí mismas: alienación que lleva al objeto, la mercancía financiera, a aplastar y nulificar al sujeto que busca llenar sus necesidades básicas, o sea, reales (alimentarse, divertirse, vestirse, etc., amparado en el valor de uso). La totalidad de la hermenéutica de la situación es el apiñamiento de identidades, dentro del conjunto consumismo.

La totalidad vacía, vía Badiou, no comprende la unidad de la identidad y la diferencia, de la esencia y el fenómeno, del ser y su manifestación; por eso o privilegia la diferencia, al fenómeno, a la manifestación como en el postmodernismo, o se inserta en una asunción del ser desconectado de la noción de unidad que, si se aplicara, podría ofrecer una totalidad definida, por otra parte, en términos de la relación indisoluble entre forma y contenido, donde "la forma, algo exterior, es parte del contenido, de lo interior" (Knoll, 2009: 36). O sea, "cada contenido tiene necesariamente una forma -¡sin forma no hay contenido!- pero ambos no se encuentran independientes uno al lado del otro" (Knoll, 2009: 29). Tal separación es solo posible en el post-postmodernismo, por la intensificación de un prejuicio postmoderno contra la dialéctica hegeliano-marxiana.

Recordemos que en la visión post-postmoderna "la intensificación es un movimiento que altera las cosas a través del tiempo" (Nealon, 2012: 8); pero este movimiento no es cualitativo, no implica una transformación social, es negentrópico; sino que más bien es cuantitativo, o sea, conlleva una mayor circulación de mercancías financieras; consumismo puro al fin y al cabo. Por eso, el post-postmodernismo rechaza el esquema hegeliano-marxiano, por "su estatus como portador de viejas verdades" (Nealon, 2012: 157) y en cuanto "cualquier trabajo de negación debe, en un sistema dialéctico, ser compensado por una afirmación" (Nealon, 2012: 5). La nega-tividad hegeliano-marxiana, por tanto, en cuanto mecanismo de proyectar la praxis hacia un deber-ser, se nulifica como mecanismo para, al mismo tiempo, eliminar cualquier rastro de continuidad, de superación dialéctica (Aufhebung) del actual estado de cosas. El ataque a la dialéctica no es más que la reafirmación del pretendido eterno retorno fascista pregonado por el postmodernismo y el post-postmodernismo.

Por otra parte, todo este embrollo post-postmoderno tiene consecuencias serias para las humanidades (incluidas aquí la filosofía, la historia, los estudios literarios y las ciencias sociales, todas las cuales son vistas dentro del pragmatismo estadounidense, hoy mezclado con vicios tecnologizantes y tecnocráticos, como ciencias de segunda clase). De hecho, dentro de tal visión, "las humanidades están dedicadas a cómo uno aprende; las ciencias están dedicadas a qué finalmente uno aprende" (Nealon, 2012: 191). Claramente, se reafirma el carácter formal, privado de contenido, del conocimiento producido por las humanidades. Para el post-postmodernismo, incluso, las humanidades "no son del todo conocimiento, sino simplemente aproximaciones ideológicas al conocimiento" (Nealon, 2012: 191). De ahí que "las humanidades están bajo fuego" (Nealon, 2012: 194), ya que este capitalismo actual requiere mercancías tangibles para que la masa consuma histéricamente y no la discusión política, filosófica, etc., que se puede producir en el seno de las humanidades, arrojando luz sobre las estrategias actuales de explotación de la clase dominante. Por cierto, para crear esta separación discriminatoria entre ciencia y humanidades, Nealon parece recurrir subrepticiamente al valor de uso, para así insinuar que las humanidades no lo poseen y, por ende, no son mercadeables. Pero esto contradice su propuesta económica de fondo, es decir, la preponderancia del capital financiero especulativo, el movimiento del dinero produciendo dinero y el fundamentalismo del valor de cambio.

Esto nos lleva a otra cuestión que es importante rescatar y que es la relación entre post-postmodernismo, neoliberalismo y globalización.

Neoliberalismo, globalización y post-postmodernismo

La clave para entender la relación entre neoliberalismo, globalización y post-postmodernismo, la encontramos en un imperativo metodológico del mismo Nealon (influenciado por Jameson), que reza así: "periodizar el pasado reciente es, de hecho, simultáneamente periodizar el presente: para empezar a comprender cómo los axiomas económicos, políticos y culturales de hoy (mandatos solo empezando a tomar una vaga forma) están relacionados con los axiomas de ayer (mandatos sobre los cuales deberíamos presumiblemente tener un mejor manejo teórico)" (Nealon, 2012: 4; cursiva mía). (La noción de axioma implica que tales propuestas son indiscutibles, solo se aceptan.)

Aquí la clave está en la vaga noción de "reciente", la cual lleva a Nealon a escoger sin reparos y amparado en un tal pretendido supuesto epistemológico y metodológico, el período de los años ochenta del siglo pasado. ¿Por qué este período?

Nealon nos responde que: "La continua y generalizada aceptación de los axiomas de mercado al estilo de los 80 es, me parece, una de las razones fundamentales de por qué uno puede querer 'periodizar' los 80" (2012: 4). Debe uno entonces también preguntarse de quién es tal generalizada y continua aceptación. Esto nos lo responde la propia historia del neoliberalismo.

El auge neoliberal está ligado en los ochenta, a figuras como Ronald Reagan y Margaret Thatcher, dentro de una visión conservadora (Steger y Roy, 2010).

Así, el proyecto neoliberal se ha caracterizado desde el reaganismo por:

(1) un grupo específico y relativamente coherente de ideas sobre cómo organizar la acumulación de capital y el mantenimiento del orden social, y (2) una configuración específica de las fuerzas sociales que tienen el éxito de presentar sus intereses particulares como el interés general (Bastiaan y Overbeek, 2012: 4-5).

El neoliberalismo se alzaba como un proyecto económico, pero también ideológico, en cuanto requería pasar el interés de unos pocos por el de todos. De este modo, nace o se incrementa, mediante las tecnologías digitales, el impacto sobre lo cotidiano; lugar donde los principales afectados por las políticas neoliberales experimentan la represión del goce tecnológico:

El empuje del capitalismo para profundizar la mercantiliza-ción de la vida social puede solo beneficiarse de la proliferación de la diferencia y la hibridación, del consumo del 'estilo de vida' de lo opulento, y de la creación de nuevos nichos mercantiles entre el más pobre mundo (en las industrias de la televisión y la música, por ejemplo) (Gledhill, 2007: 344).


Los ochentas, entonces, permitieron al mundo anglosajón y, particularmente, a Estados Unidos experimentar en los noventa una fuerte y prolongada expansión, por medio de la liberalización de los mercados y la apertura comercial, estableciéndose the winner-take-all society (la sociedad del ganador se lleva todo) (Quiggin, 2010) como marco ideológico, que no es más que la justificación y la articulación de la nomocracia, la cual se enfoca en la idea de proveer el marco institucional para facilitar los fines privados de lucro (Plant, 2010).

El producto de todo esto es la globali-zación, la cual Nealon (2012) iguala, compara, con el todo post-postmoderno, cuya meta "es la mercantilización de la cultura dentro del capitalismo mercantil global" (Tomlinson, 2012: 187), como "un proceso complejo, acelarante e integrante de la conectividad global" (Tomlinson, 2007: 352), "junto con sus estructuras asociadas a la clase explotadora y el poder estatal" (Harvey, 2012: xviii) y, consecuentemente, "la reducida importancia de la clase en política" (El-Ojeili, 2012: 59).

La expansión globalizadora trajo tratados de libre comercio, reducción del Estado, etc., y por ende un ensanchamiento del imperialismo neoliberal norteamericano. Por tal motivo, no es raro que Nealon se refugie en los ochentas, para fundamentar el post-postmodernismo.

No obstante, el anclaje temporal de Nea-lon crea un sesgo que es importante reconocer. Nealon olvida decirnos que el capitalismo experimentó un fuerte auge entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y los años setenta del siglo pasado, época conocida como la Edad de Oro del capitalismo (Quiggin, 2010 y Alfaro, 2011), ocultando así Nealon el hecho de que a partir de los mismos años setenta, el capitalismo ha sufrido una crisis marcada por una acelerada inflación y un alto desempleo (Quiggin, 2010) y que, en consecuencia, esto ha significado una caída en la tasa global de ganancia (Harvey, 2010), efecto del mismo desarrollo tecnológico dado durante la Edad de Oro capitalista (Alfaro, 2011). Por lo tanto, dicho más claramente, el neoliberalismo y la globalización son las respuestas económicas a la crisis sistémica del capitalismo, la cual se ha manifestado desde los años setenta del siglo XX.

El neoliberalismo y la globalización buscaron solucionar la crisis de sobreproducción del Primer Mundo, abriendo los mercados de las periferias capitalistas, con el fin de hacer efectiva la plusvalía: "la globalización es fruto de la sobreproducción" (Alfaro, 2011: 289), de "una crisis general de valorización" (Mora, 2008: 49). En esa apertura forzada, Estados Unidos logró entrar a los mercados periféricos más débiles y, por eso, experimentó en los noventa algún crecimiento (Quiggin, 2010). No obstante, la globalización traía consigo también el auge del capital financiero, como un medio para "producir más plusvalía de manera más rápida y segura" (Alfaro, 2011: 288). Mas, "Las finanzas son un parásito en la espalda de otro parásito" (Harman, 2009: 300), el cual, junto a la generación de una mayor desigualdad económica y jugando con altísimos riesgos, trajo la crisis financiera inmobiliaria, la cual no es más que la manifestación de la ya mencionada crisis sistémica iniciada en los setenta.

Con todo esto, Estados Unidos ha perdido su posición hegemónica, hundido en una "crisis global financiera (sistémica, la cual) ha acelerado el surgimiento de China como un gran poder" (Garnaut, 2009: 1; paréntesis míos).

Lógicamente, la burguesía ultraconservadora estadounidense y sus intelectuales-ideólogos se niegan a aceptar esta pérdida de poder y buscan refugiarse en una tergiversación histórica, al modo de un paraíso perdido (los años ochenta), que ellos creen recuperar intensificando el consumismo y las políticas neoliberales de aquel momento. Así, el post-postmodernismo es la lógica cultural, consumista y neoconservadora; presentada como un hecho gnoseológico-metodológico, que fundamentaría el futuro trabajo de las humanidades, en el marco de un capitalismo que "no descansa en la extracción de ganancias de las mercancías o los servicios, sino de la producción de dinero directamente del dinero" (Nealon, 2012: 26): la enfermedad del capitalismo financiero asumida como la panacea del último capitalismo.

El post-postmodernismo, sin embargo, no es un acto antojadizo de la burguesía intelectual estadounidense o del Primer Mundo; este es un elemento más de una reacción burguesa mayor, a nivel global.

Lo cierto es que el panorama actual es muy complicado y heterogéneo en sus tendencias. Por un lado, a nivel económico, el capitalismo está agotado: el desarrollo tecnológico, la carencia de materias primas y la caída cada vez mayor de la tasa global de ganancia, y la subsecuente incapacidad de expansión del capital, sumen a la burguesía en una situación insoportable; mientras, por otro lado, a nivel ideológico, "el pilar central de la ideología neoliberal, la desregulación financiera, ha probado con mucha más dificultad revertirse" (Hager, 2012: 88).

Ya que, no obstante, la cura neoliberal para la enfermedad terminal del capitalismo ha sido la enfermedad misma, afirmamos que "El neoliberalismo podría continuar dominando política y culturalmente, pero su persistencia acelerará y profundizará la crisis" (Antonio, 2012: 583).

Las deficiencias del post-postmodernismo

Malpas (2005) indicaba que en el mundo postmoderno del Primer Mundo, todo lo imaginable era posible para la satisfacción del deseo propio, mas en el Tercer Mundo la situación era muy diferente. Sin entrar a profundizar en la (in)validez del postmodernismo en el Primer Mundo (la crisis que sufre Europa actualmente parece desmentir a Malpas), en Latinoamérica ha dejado, en las humanidades y en las ciencias sociales, una deuda imperdonable, ante dominios científicos que se han entregado a la ideología postmoderna de la globalización neoliberal.

A manera de ejemplos, la Nueva Historia de corte postmoderno se cerró, en nuestro país, en "la vida cotidiana, las experiencias y las visiones del mundo" (Molina, 2012: xi), dentro del esquema particularista postmoderno y en función de un relativismo gnoseológico que, de manera pretendidamente sutil, se ha fundamentado en el giro lingüístico, reduciéndose a una mera doxa discursiva.

Por otra parte, la crítica literaria costarricense, anclada también en el giro lingüístico, "no responde a las necesidades de la sociedad costarricense, sino que se conforma con hincarse ante las políticas e ideologías neocolonizantes del Primer Mundo" (Alfaro, 2009: 181),

al producir una serie de formas-discurso-mercancía que establecen (sic) una cadena de interpretaciones y de nuevos intentos clasificatorios, pero que no asumen lo cotidiano, en tanto universal concreto desde donde la praxis se define como expresión y a la vez, productor del movimiento, del devenir (Alfaro, 2009: 180).

Por su parte, y es un recuento de daños por documentar, la sociología se ha antropologizado: la observación participante, los métodos fenomenológicos y el pulular de objetos particulares de estudio desligados de toda noción de lo general, solo adquieren validez dentro de una visión neoliberal que busca incesablemente "La formación de una 'multitud' (de diferencias, de identidades) para reemplazar al proletariado" (Friedman, 2007: 194; paréntesis míos).

¿Qué va a suceder si implementamos en las humanidades y en las ciencias sociales la intensificación del post-postmodernismo? ¿Cuán mayor será la intensificación de la degradación postmoderna con respecto a las humanidades y las ciencias sociales, en relación con la producción de conocimiento, entendido como una relación dialéctica entre lo general y lo particular? ¿Pasaremos de la doxa postmoderna, la simple opinión, a qué? ¿A la absoluta nada gnoseológica, práctica y política? ¿O al obnubilante y fascista consumismo en la versión post-postmoderna del Tea Party?

Nealon (2012) pinta un sombrío panorama que nada tiene que ver con el chiaroscuro de Rembrandt. Él no teme en aceptar la siguiente posición: "nosotros los teóricos literarios y culturalistas somos, y hemos sido, postmodernos neoliberales" (Nealon, 2012: 174). Lo cual es cierto a medias, ya que no todos los teóricos de la cultura y la literatura han asumido la ideología postmoderna y, en este sentido, es falsa la posición de Nealon. Pero, es verdadera en cuanto que todo aquel que asuma el paradigma postmoderno (y el post-postmoderno) es, consciente de ello o no, neoliberal.

Por ende, otra afirmación de Nealon tiene que ser evaluada en relación con la verdad o falsedad de la afirmación anterior de este mismo autor, la cual es: "de hecho la teoría de las humanidades está relacionada en un sinnúmero de complicados sentidos con el neoliberalismo" (2012: 174). Así, aunque los postmodernos lo hayan siempre negado, "El postcolonialismo, la etnicidad, la sexualidad y los estudios culturales, no están, de hecho, desprovistos de teoría" (Eagleton, 2012: ix), y esa teoría es el neoliberalismo con todo y sus imperativos.

Por eso, no es de extrañar que Nealon señale que "esta confluencia o proximidad (con el neoliberalismo) no es la muerte de la teoría, sino precisamente su fuerza para el futuro" (2012: 183; paréntesis míos). Es decir, la hermenéutica de la situación, del evento, cuyo fundamento teórico-político es el neoliberalismo de este período de crisis sistémica y con un carácter ultraconservador; funda un marco interpretativo para las humanidades, que les permite a estas, como suposición, funcionar como "herramientas (tools) para producir alguna clase de cartografía que puede diagnosticar y responder al presente post-postmoderno" (Nealon, 2012: 194), entendidas las humanidades, de hecho, como "aproximaciones meramente ideológicas al conocimiento" (Nealon, 2012: 191).

Conclusión

El post-postmodernismo, claramente, es la respuesta de la derecha intelectual, ligada al neoliberalismo, a la actual crisis y que tiene como fin la intensificación del modelo socio-económico de mercado, en tanto opción reaccionaria ante los problemas sistémicos que experimenta el capitalismo desde los años setenta del siglo pasado

El post-postmodernismo requeriría, entonces, de un intelectual (si cabe la palabra) inmerso en un grupo social, caracterizado por recibir plusvalía de dos formas: "más dinero (para representantes, etc.) pero también menos trabajo, esto es, más tiempo libre (para algunos intelectuales, pero también para algunos miembros de la administración del Estado, etc.)" (Žižek, 2012a: 11). En otras palabras, el post-postmodernismo requiere de intelectuales pertenecientes a una nueva burguesía, la burguesía asalariada de la que habla Žižek (2012a).

Es claro que el post-postmodernismo, por su parte, es un intento de justificar la labor de las humanidades, en el ámbito de sistemas educativos universitarios, donde las áreas de ciencias naturales y de matemática reciben grandes salarios, por su impronta en la producción de bienes y servicios:

Profesores de tiempo completo en la cima de su actividad empleados en investigación universitaria privada en matemática ganaban un salario anual de $180.000 por año en el 2006 en Estados Unidos. Los profesores a tiempo completo en universidades públicas ganaban $150.000. Aquellos en ciencias biológicas ganaban $277.700 en investigación universitaria privada, aquellos en universidades públicas recibían $200.000 (Stephan, 2012: 4).

Así, en una sociedad pragmatista, para la que solo lo útil es verdadero, en tanto herramienta (skill y tool en inglés); evidentemente las humanidades y las ciencias sociales, en un acto de suprema ignorancia y de avidez por tener el control social por parte de la clase alta dominante, son totalmente prescindibles. Incluso es más necesario este prejuicio cuando se desea mantener a la población en una situación acrítica, mientras los grandes banqueros y especuladores se reparten los millones de dólares de los impuestos pagados por la clase trabajadora.

El post-postmodernismo, entre otras cosas, es una respuesta académica o academicista, si se prefiere, a la crisis del capitalismo actual, pero "Cómo funciona el capitalismo contemporáneo no es una pregunta académica, abstraída. La respuesta a esta cuestión tiene una inmediata relevancia práctica" (Heinrich, 2012: 8).



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1. Investigador independiente. royalfarov@gmail.com


Fecha de recepción: 15 enero 2013   -  Fecha de aceptación: 9 enero 2014

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