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Actualidades Investigativas en Educación

On-line version ISSN 1409-4703Print version ISSN 1409-4703

Rev. Actual. Investig. Educ vol.15 n.1 San José Jan./Apr. 2015

 

La Orientacion en un Contexto Incierto: Promocion de la Esperanza Durante Lla Etapa Adolescente

Couseling in the Context of Uncertainty: Promotion of Hope During Adolescense

Osvaldo Murillo Aguilar1*, Irma Arguedas Negrini2*


Resumen

Siendo la esperanza un elemento de la estructura vital, entendida aquí como la certidumbre de las posibilidades, este ensayo pretende aportar insumos para la promoción de la esperanza mediante intervenciones educativas, específicamente de Orientación, que integren la satisfacción de necesidades relacionadas con el desarrollo integral durante la etapa adolescente con los valores que permiten concretar el sentido de vida en las personas. Esto porque existe cierto consenso entre los científicos sociales en señalar la época actual como generadora de incertidumbre, lo cual se agudiza en la población adolescente, debido a que el acceso a las oportunidades para el desarrollo se ve amenazado, en muchos casos. Para ello, se elaboró una propuesta inicial, la cual fue enriquecida por profesionales en Orientación con experticia en el trabajo con población adolescente, mediante la participación en un grupo focal. Se concluye que dado el vínculo entre el sentido de vida y la esperanza, el fomento de esta en las y los adolescentes puede ser una tarea transversal en los distintos procesos de Orientación que se realizan con esta población. La aplicación de la propuesta de articulación puede darse tanto en el trabajo individual como grupal o comunal, en torno al desarrollo y la prevención.

Palabras clave: orientación y contexto, desarrollo humano, adolescencia, esperanza, incertidumbre.

Abstract

Due to the reduction of access to opportunities for development, social scientists agree that the adolescent population faces uncertainty. The hope is a structural vital element and it has been defined here as certainty of possibilities in people's lives. That is why this paper addresses ways in order to promote hope through counseling and educational interventions, which integrate the satisfactions of needs related to holistic development during adolescence, with values that allow the realization of life meaning. The initial proposal was enriched by professionals in Guidance and Counseling with an expertise in the work with adolescent population that participated in a focus group. It is concluded that given the relationship between life meaning and hope, the enhancement of the latter in adolescents could be a common denominator in diverse Counseling processes. The articulation that is proposed can be applied in individual, group and community projects, for purposes of development as well as prevention.

Key words: counseling and social context, human development, adolescence, hope, uncertainty.


Introducción

La Orientación se centra en el fomento del mejor desarrollo de las personas en sus diferentes dimensiones. Uno de los componentes esenciales de este quehacer, es el conocimiento del contexto y los factores que favorecen o perjudican el desarrollo humano, con el fin de abocarse a la promoción de los primeros y la prevención de los otros. En la actualidad hay un aumento en las condiciones inciertas.

Si bien la incertidumbre ha caracterizado la vida humana y ha constituido un motor en los empeños de hombres y mujeres, el momento actual es más desafiante. Es de especial interés la forma en que esto afecta a las personas adolescentes, ya que hay certezas con las que ya no cuentan, por ejemplo, la seguridad de llegar a tener un trabajo estable. Asimismo, se enfrentan a cambios constantes en las oportunidades y amenazas, los lazos humanos son más dinámicos, pero también más efímeros; hay menos restricciones al comportamiento y mayores opciones para la vida personal, pero a la vez menos disposición de tiempo e interés, en algunos casos combinados con aumento en las posiciones autoritarias, por parte de figuras adultas. La libertad de elección está garantizada en teoría, pero en muchos casos no es posible de alcanzar en la práctica, lo que trae como resultado la desesperanza y afecta el sentido de dignidad (Bauman, 2010).

En términos de desarrollo, la esperanza es un elemento de la estructura vital del ser humano, que se refiere, según Fromm (1974), no a una predictabilidad indudable, pero sí a la certidumbre de las posibilidades, lo que la hace esencial en cualquier época.

Ante la realidad de las condiciones actuales, mediante este trabajo se pretende aportar insumos para la promoción de la esperanza desde intervenciones educativas, que surjan de la satisfacción de necesidades relacionadas con el desarrollo integral durante la etapa adolescente específicamente desde la Orientación en tanto disciplina, ¿Por qué la esperanza? Porque tal y como la define Freire (1992), la esperanza es la lucha por estructuras humanizantes, la problematización de la imposibilidad y el compromiso con la transformación, todos estrechamente vinculados con la Orientación como disciplina. Se parte de una caracterización del contexto actual, pasando a una integración de perspectivas sobre el desarrollo, para concluir con el aporte de una fundamentación para el trabajo individual, grupal o comunal en torno al desarrollo y la prevención.

2. Contexto actual para el desarrollo durante la etapa adolescente

García Canclini (2008) plantea que en la actualidad las y los jóvenes tienen diferentes formas de organizarse y comunicar, nuevas maneras de consumir y mayor incertidumbre. Esta incertidumbre se debe a varios factores: los trabajos que pueden conseguir son cada vez más precarios, poco durables o poco adecuados a sus calificaciones, cuentan con pocas oportunidades para participar en proyectos colectivos de cambio y hay una cantidad grande que se encuentra desplazada. Si bien algunas personas adolescentes lograrán incursionar en la vida social y productiva, otras se encontrarán en condiciones de desempleo, empleo informal y migración.

Específicamente en Costa Rica, y según el más reciente Informe del Estado de la Nación (Programa Estado de la Nación, 2013a), está resultando cada vez más difícil para amplios segmentos de la población, tener acceso a oportunidades de empleo, y se está presentando una ampliación de las brechas sociales, con una marcada desigualdad de ingresos. El mismo informe reconoce que la desigualdad genera exclusión, lo que priva a muchas personas de oportunidades para desarrollarse. Las personas jóvenes son uno de los colectivos vulnerados con respecto a la precariedad de condiciones para ver sus derechos materializados. También el informe reporta un aumento de la población que no estudia ni trabaja (grupo poblacional conocido como "nini"), con una representación de personas entre 12 y 24 años dentro de este grupo de más de un 19%.

Para quienes se mantienen en el sistema educativo, la situación tampoco es alentadora. De acuerdo con el IV Informe del estado de la Educación en Costa Rica (Programa Estado de la Nación, 2013b), si bien ha habido progreso en el campo educativo, se mantienen algunos déficits en la calidad de la educación y en los ambientes de aprendizaje, lo que se refleja, por ejemplo, en que en 2011 sólo un 35% del estudiantado de secundaria logró completar su educación sin verse afectado por alguna situación que generara desigualdad. Según este informe, el bajo clima educativo de los hogares afecta el acceso al logro escolar por parte de la población de colegio; también se reporta un bajo desempeño en comprensión de lectura, ciencias, matemática y dominio de idiomas, así como problemas de gestión en los programas de becas y persistencia de las barreras para el desarrollo de aprendizajes más significativos. Lo anterior, aunado a otras situaciones, como que el fenómeno de la violencia en la convivencia diaria afecta a un grupo importante de estudiantes, indica que para muchas y muchos estudiantes de secundaria, el proceso educativo es difícil y frustrante, presentándose dificultades y frustraciones también en quienes se encuentran fuera del sistema educativo.

Pueden mencionarse también otros factores que perjudican el desarrollo durante la etapa adolescente. Una es definir la identidad con base en las y los demás y no en criterios y sentimientos propios, al dificultar el logro de un sentido integrado de sí misma o sí mismo. También son nocivos el conflicto entre personas adultas cercanas, la pobre comunicación, castigos severos, abuso, descuido, fracaso escolar, violencia, la falta de apoyo social y las instituciones que no dan respuestas pertinentes, siendo la pobreza un factor que incrementa los efectos de todos éstos, por implicar desigualdad y, por consiguiente, desbalance de poder. Las dificultades que pueden presentarse durante la adolescencia no son producto de un único factor, así como tampoco lo es el desarrollo, pero sí puede afirmarse que la violencia, el uso de drogas, la falta de visión de futuro, entre otros, en buena medida se deben a contextos que no ofrecen a sus miembros la oportunidad de experimentar el sentimiento de pertenecer a una comunidad, la verdadera equidad y el respeto por todas las personas (Ambrús, 2011; Liu y Ali, 2008; Elkind, 1998).

Los factores que perjudican y los que benefician el desarrollo, son caras de una misma moneda. Así, por ejemplo, las familias y las instituciones pueden ser fuente de apoyo o de estrés. Cuando el estudiantado de colegio recibe apoyo por parte de docentes y profesionales en Orientación, tiene mayores probabilidades de permanecer en el colegio; a su vez, a menor apoyo percibido, mayor incremento en la salida anticipada del sistema. Asimismo, enfrentar desafíos contribuye con el desarrollo y permite vivir responsablemente la libertad, pero para esto, los retos tienen que ser manejables y constructivos, no abrumadores como resulta ser en no pocas ocasiones (Programa Estado de la Nación, 2013b; Elkind, 1998). Partir del conocimiento de las necesidades humanas aporta claridad en la búsqueda de las mejores condiciones para su satisfacción y consecuentes efectos en el desarrollo de las personas.

3. Nuevas perspectivas del desarrollo humano

De acuerdo con Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn (2010), cuando de necesidades humanas se trata, hay coincidencia independientemente de la sociedad en que la persona se desenvuelve; lo que varía son los satisfactores a los que se tiene acceso o que se eligen. Un satisfactor puede ser una acción que se realiza, una forma de proceder, algo que se posee, o una forma de relacionarse, que satisface una necesidad. Cada cultura o subcultura tiene formas diferentes de satisfacer las necesidades humanas, lo que hace que el cambio cultural sea, entre otras cosas el cambio de satisfactores tradicionales por otros.

Se han identificado satisfactores negativos y los saludables. Dentro de los negativos se encuentran los destructores, los inhibidores y los seudo-satisfactores. Los destructores pueden satisfacer momentáneamente, pero a largo plazo tienen efectos dañinos; tal es el caso de la explotación irracional de los recursos naturales. Los inhibidores brindan alguna satisfacción, pero sin llenar adecuadamente la necesidad, como cuando se ingiere comida con bajo nivel alimenticio, que quita el hambre pero no aporta una adecuada nutrición. Un seudo-satisfactor genera una sensación de falsa satisfacción, que en realidad termina provocando una profunda sensación de insatisfacción, por ejemplo, cuando se consumen productos para satisfacer una necesidad de aceptación y pertenencia o se asumen comportamientos que provocan distanciamiento de la faceta espiritual de la persona. Por su parte, los satisfactores saludables pueden satisfacer una sola necesidad, en cuyo caso se denominan singulares. Cuando satisfacen una necesidad pero a la vez contribuyen con la satisfacción de otras necesidades, se llaman satisfactores sinérgicos; un ejemplo es la vida en comunidad.

Max-Neef et al. (2010) también reinterpretan el concepto de pobreza, saliéndose de lo estrictamente económico. Proponen que la pobreza no es un constructo singular, sino que más bien lo que existe son pobrezas, en plural, que se manifiestan cuando cualquier necesidad humana fundamental no está adecuadamente satisfecha. Así, por ejemplo, describen:

-Pobreza de subsistencia, que se da cuando hay insuficiencia de ingresos, alimentos, vivienda y vestimenta.


-Pobreza de protección, la cual es producto de inexistentes o ineficientes servicios de salud, así como de condiciones de violencia o militarización.


-Pobreza de afecto, que se debe al autoritarismo, la opresión y las relaciones de explotación.


-Pobreza de conocimientos y comprensión, causada por educación de baja calidad.


-Pobreza de participación, debida a la discriminación y marginalización de personas y grupos.


-Pobreza de identidad, cuando se imponen valores o se da la migración forzada.


Agregan que cada una de las pobrezas genera diversos tipos de efectos negativos sobre el desarrollo de las personas; es frecuente que la pobreza de subsistencia se acompañe de otras pobrezas, disminuyendo las posibilidades de las personas de lograr un desarrollo equilibrado.

Para Alkire (2002), el desarrollo humano se refiere a la fructificación y plenitud de personas y grupos, en el más amplio sentido, en asuntos públicos y privados, económicos, educativos, sociales, políticos y espirituales. Destaca la multidimensionalidad del desarrollo humano, o sea, el conjunto de aspectos que componen el fenómeno. Como se vio anteriormente, las carencias y la pobreza también son multidimensionales. La autora concibe las necesidades como los propósitos y las razones para el accionar; por bienestar entiende las condiciones de vida objetivas en conjunto con el sentido subjetivo de satisfacción, en ambos casos se relaciona estrechamente con los valores y puede tratarse de personas a nivel individual, de grupos o comunidades enteras. Según Alkire (2010), el eje y objetivo del desarrollo humano es el apoyo a las personas para que se conviertan en agentes activos de su propio desarrollo, lo cual guarda una relación significativa con la disciplina de Orientación.

La conceptualización del desarrollo humano de Alkire (2002) se fundamenta en varios autores. De Amartya Sen toma la visión del desarrollo como el proceso para el fortalecimiento de las posibilidades de elección y la edificación de habilidades para hacer y ser con miras a una existencia digna. Esto es visualizar el desarrollo humano más allá del consumo básico hacia la expansión de capacidades, entendiendo capacidad como la libertad de una persona o un grupo de lograr un funcionamiento valorado, tanto con respecto a ser como con respecto a hacer. Con base en los otros autores en los que sustenta su concepto de desarrollo humano (John Finnis, australiano; Martha Nussbaum, estadounidense; Manfred Max-Neef, chileno; Deepa Narayan, india y Shalom Schwartz, iraelí) propone dimensiones de éste, que se sintetizan en la siguiente tabla. Estas dimensiones tienen fundamento teórico o derivado de estudios sobre los temas del bienestar, las necesidades humanas y los valores, buscando a la vez el logro de un consenso entre diferentes culturas. Su concreción implica reflexión crítica, libertad de elección, relaciones de apoyo y fortalecimiento de las instituciones que alimentan diferentes tipos de afiliación. Una agrupación de dimensiones del desarrollo humano que permite integrar las posturas de los autores se presenta en la tabla 1:

La responsabilidad por la satisfacción de estas necesidades es compartida entre las personas y la sociedad en su conjunto. Se requiere, por consiguiente, de modelos de desarrollo que vayan más allá del crecimiento económico para pasar a ser procesos que permiten "aumentar las habilidades y las opciones de los individuos de manera que puedan ser capaces de satisfacer sus propias necesidades" (Singer, 1998, en Edo 2002, p. 12). Esto está en concordancia con lo que anteriormente se expuso de Alkire (2010), de que lo central es generar el apoyo necesario para que las personas se conviertan en agentes activos de su propio desarrollo. También concuerda con la perspectiva de Bauman (2009 y 2010) sobre el arte de vivir, el cual visualiza como el proceso hacia el logro de objetivos difíciles de alcanzar, en un contexto con pocas certezas y mediante un esfuerzo prolongado, lo cual asume seres dotados de voluntad y libertad de elección, teniendo la ética como guía.

El tema de las oportunidades no puede dejar de mencionarse aquí: para responsabilizarse por el propio desarrollo se requiere equidad en el acceso a oportunidades, en otras palabras, se requiere de una sociedad que ofrezca a todas las personas la posibilidad de abordar una misión y satisfacer sus necesidades (Robichaud, 2010).

Lo anterior guarda una relación significativa con la disciplina de la Orientación, ya que como lo mencionan Martínez y Martínez (2011), la Orientación es un proceso continuo y dinámico que se da a lo largo de la vida, que visualiza a la persona como un ente activo, que le permite, facilita o ayuda, en la transformación o cambio de su contexto o realidad, para lo cual se le apoya en el descubrimiento de todas las oportunidades posibles para satisfacer sus distintas necesidades.

Ahora bien, a partir de estos criterios cabría preguntarse ¿cómo propiciar que la persona asuma un papel activo en su propio desarrollo y en la transformación de su entorno, en un contexto como el descrito hasta este momento? Desde la perspectiva de Fromm (1974) la clave se encuentra en la esperanza.

4. Relevancia de la esperanza y su relación con la libertad interna

Cuando nos encontramos en una realidad como la actual, con tan marcada inequidad y la consecuente violación de derechos humanos y problemática social, puede caerse en la desesperanza, sobre todo si la reacción es de aceptar las cosas tal y como son, suponiendo que no se pueden modificar y observando pasivamente. Pero, si asumimos una posición de esperanza, tal y como la concibe Tierno (1998), como un impulso para la acción que permite "trabajar con esperanza, desde la esperanza y para la esperanza" (p. 27), se lograrán cambios porque haremos algo al respecto.

Para este autor, trabajar con esperanza es asumir la responsabilidad de implicarse en el cambio, aunque sea mínimo; trabajar desde la esperanza es confiar en nuestras posibilidades de alcanzar metas de desarrollo equitativo. Por su parte, trabajar para la esperanza es mostrar que ésta sigue siendo posible.

También la esperanza puede definirse como una necesidad ontológica, que se encuentra unida al deseo de satisfacer los sueños, los anhelos más profundos de la persona, y por emprender los cambios que sean necesarios para ello (Freire, 1992).

Sin embargo, cuando las necesidades humanas no están satisfechas, los procesos de pensamiento se van alterando y se va sustituyendo la percepción de esperanza por sentimientos de desinterés, desilusión, desafiliación y reclusión individualista; se va dejando de creer que las situaciones pueden mejorar y que se puede actuar para lograr un cambio.

Para Fromm (1974) llegar a esta situación es la raíz de la destructividad y la violencia en la sociedad, un endurecimiento del corazón del ser humano que no encuentra un refugio para sus expectativas de vida. Parte de esta deshumanización era a la que se refería cuando afirmaba que la sociedad de los años 2000, sería una caracterizada por el cese de ser humano para pasar a transformarse en una máquina, con poca convicción en el futuro. El mismo autor (Fromm, 1970, p. 15) había afirmado que la desesperanza puede tender tanto a la destructividad, antes mencionada, o "ajustarse a un optimismo medio" sin mayor reflexión de las consecuencias de los propios actos. En esta línea, Freire (1992) considera que la desesperanza hay que entenderla como una esperanza que pierde su dirección y pasa a ser un distorsionante de la necesidad ontológica que es la esperanza en sí misma.

Es necesario que cada quien pueda observarse como un ser activo en la transformación de su contexto más inmediato, el cuál debe conocer cada vez mejor. Pero cuando no hay esperanza, es difícil que las personas puedan considerar la posibilidad de esforzarse para lograr transformar su realidad, se podría decir que se atrofia su capacidad de ejercer su libertad para cambiar su mundo, tal y como lo menciona Tierno (1998) al citar la afirmación del escritor inglés Samuel Johnson: "donde la esperanza no existe no puede existir el esfuerzo" (p. 163).

En este sentido, se podría estar hablando de una consecuencia muy peligrosa de la desesperanza, que consiste en una esperanza pasiva que disfraza un sentimiento de impotencia, un sentimiento que aleja a las personas de esperar algo en el momento presente, depositando toda su fe en el futuro, en eventos que sucederán en algún momento, que están por venir.

Ante esto, Freire (1992) aporta que una de las consecuencias de la desesperanza es, precisamente, el fatalismo, caracterizado por pensar que es imposible reunir las fuerzas necesarias para la recreación del mundo, o pensar que la esperanza basta y que no demanda de nuestra parte ningún esfuerzo, propiciando la inmovilización. Por ende, desde la perspectiva de este autor, es necesario educar la esperanza, pues esta es uno de los motores vitales que sostiene una existencia con sentido, capaz de generar la suficiente convicción para asumir un fuerte compromiso con el desarrollo del propio proyecto de vida.

Para Friere (1992) esta tarea es fundamental para nuestra existencia personal y social, pero evitando pensar que con un simple optimismo basta; es necesario comprender que la esperanza es la fuerza que debe movilizar los recursos personales y del medio para generar cambios significativos. En otras palabras, es la fuerza que moviliza y acompaña el sentido de la vida.

La Orientación se enfrenta al reto de fortalecer la esperanza de las personas en un contexto que suele ser incierto para muchos, e incluso amenazante para otros, donde puede perderse la claridad de la incidencia que tienen las acciones de personas y grupos en el contexto inmediato. Un reto que exige ayudar a las personas a cambiar la manera de que asumen algunos eventos de su vida, o características del contexto, si es que se toma como un destino al que deben resignarse, poniendo en práctica una espera pasiva, y empezar a comprender que incluso ante situaciones invariables del contexto, tienen la libertad de elegir una actitud que permitirá un afrontamiento con fe y esperanza. Fe entendida desde la perspectiva de Fromm (1974), como una certidumbre en estado de gestación, que por lo tanto demanda de la persona actuar.

Aquí cobra relevancia el concepto de libertad interna de Frankl (2007), el hecho de que las personas pueden elegir actuar a partir de las oportunidades que poseen y movilizarse hacia lo que esperan, ya sea creando nuevas cosas, obteniendo del medio lo que necesitan, o bien eligiendo una actitud ante lo que no pueden modificar.

En este punto resalta la importancia de profundizar en el desarrollo de procesos de Orientación capaces de fomentar esperanza, entendiéndola como lo hace Fromm (1974), como una disposición interna para actuar y conducirse en la vida con un sentido o propósito. Para lograr lo anterior, las intervenciones Orientación deben centrarse en sus principales procesos: a) favorecer en las personas una capacidad de autoanálisis que les permita conocer los recursos personales con los que cuenta para hacerle frente a su propio desarrollo, b) propiciar que las personas puedan realizar un ejercicio crítico sobre las circunstancias o acontecimientos que viven y el contexto en que estos suceden, c) reunir las condiciones para una sólida toma de decisiones y d) llevar a cabo un dinámico planeamiento de sus vidas.

5. Alternativa desde la Orientación: Fomentando esperanza

Con la intención de aportar acerca de la manera en que se pueden fundamentar procesos de Orientación para fortalecer en las personas la esperanza, en un contexto tan cambiante como el actual, se plantea la siguiente alternativa, que articula las dimensiones del desarrollo humano con los valores mediante los cuales se concreta el sentido de la vida de acuerdo con Frankl (2007), ya que como se mencionó anteriormente la esperanza es una condición indispensable para transitar en la vida con sentido.

La propuesta de articulación fue valorada y enriquecida por un grupo de personas expertas. El apoyarse en personas expertas es de utilidad en la investigación social y de salud; consiste en que profesionales con experticia emiten sus opiniones, por lo que tienen que conocer muy bien las disciplinas o campos específicos de interés para un estudio. Si bien los juicios de personas expertas han sido utilizados principalmente en la elaboración de instrumentos para recolectar información, también su participación es aplicable para enriquecer ideas y propuestas, siendo el requisito fundamental de la experticia, la experiencia. Se cumplió con la recomendación de contar con un grupo de entre 5 y 10 personas expertas y un nivel de acuerdo entre ellas de más del 75% (Bruce, Langley y Tjale, 2008). Participaron seis personas profesionales en Orientación, con experiencia en el trabajo directo o de investigación con población adolescente. Con base en insumos que se les aportaron, las observaciones de las personas participantes se centraron en las formas directas e indirectas en que han intervenido con la temática, la viabilidad de la propuesta y en sugerencias para mejorar la misma.

Uno de los primeros aspectos que es importante retomar es que ante los distintos eventos o circunstancias que se presentan, es necesaria una evaluación para determinar sobre qué se puede o no tener injerencia, y por consiguiente, sobre qué situaciones particulares la persona puede mostrarse como un ente creador de nuevas alternativas que permitan obtener beneficios, o bien ofrecerlos a las y los demás, y con qué actitud, todo en función del desarrollo y bienestar tanto propio como colectivo (Frankl, 2007). En este sentido no basta con favorecer el análisis del contexto, para poder aprovechar de él lo necesario para el propio desarrollo y bienestar personal, sino los posibles cambios que implique este proceso y el cómo la persona se vea a sí misma como ente activo en el mismo.

De modo entonces que los procesos de Orientación deben facilitar que la persona pueda evalúa, de la manera más integral posible, cómo los acontecimientos que se le presentan pueden estar influyendo en su vida, lo cual requiere retomar las distintas necesidades del desarrollo humano y determinar la manera en que las satisface. La propuesta es identificar en qué centran su esperanza las y los adolescentes y cuáles dimensiones del desarrollo son afectadas por las diversas circunstancias, y esta puede utilizarse como instrumento de apoyo diagnóstico o para el planeamiento.

Ahora bien, para que las personas logren hacer una integración de lo que les sucede en sus vidas, y determinen maneras de afrontar desafíos, se propone un proceso de Orientación basado en las variables que señalan Schlossberg, Waters y Woodman (1995). Las variables según estas autoras son:

1- Situaciones que atraviesan las personas, pudiéndose tratar de:


I. Un evento esperado o normativo, es decir relativo a acontecimientos propios del ciclo vital, como por ejemplo, la entrada a la adolescencia, cambios físicos u hormonales, entre otros.


II. Circunstancias no esperadas o eventos repentinos, tales como accidentes, enfermedades o pérdidas de seres queridos.


III. Situaciones que se esperan pero no llegan a concretarse, como por ejemplo no pasar de año en el colegio.


IV. Acontecimientos que pueden ocurrir pero aún no suceden, como graduarse del colegio.


2- La persona en sí misma, la autoimagen que tiene y la forma en que se valora y los recursos internos que posee.


3- Los apoyos de los que se dispone, como familiares, amistades, redes de apoyo, recursos materiales u oportunidades que le ofrece el medio.


4- La última de las variables es la construcción de estrategias para el afrontamiento de desafíos.


Por ser la esperanza, según Fromm (1974) una condición para transitar, ante esas variables es de importancia que los procesos de Orientación la edifiquen. Para alcanzar este fin, la presente propuesta de Orientación plantea la necesidad de concretar las anteriores variables en procesos de cuatro fases:

A
. Reconocimiento de las situaciones o eventos que implican cambios o transiciones en la vida de la persona. (Variable Acontecimiento)


B
. Clarificación de las características personales para afrontar los acontecimientos. (Variable Persona)


C
. Identificación de los recursos o apoyos de los que se dispone para hacer frente a los acontecimientos. (Variable Apoyo)


D
. Elaboración de un Plan de Acción.


Para abordar las primeras tres etapas del proceso se retoma el planteamiento de Frankl (2007, p. 72), de que "existen tres maneras principales en las cuales una persona descubre sentidos en su vida", y por consiguiente construye su esperanza, los cuales define como valores fundamentales: creativos, experienciales y actitudinales.

Los primeros de ellos son definidos por Frankl (2007) como aquellos valores por medio de los cuales la persona clarifica su sentido de vida al darle al mundo, mientras que con los valores experienciales lo hace por medio de aquello que toma del mundo (en términos de encuentros y experiencias); los valores actitudinales, se refieren a la postura que asume la persona ante situaciones que no puede modificar.

El aporte de Frankl (2007) es fundamental, pues permite tener mayor claridad de cómo las personas pueden movilizar sus recursos, internos y externos, mientras enfrentan y mientras esperan. La idea es que las personas cuando redescubran sus potencialidades, sus recursos y sus apoyos, puedan tomar el control de su proyecto, articulando "dinámicamente su deber ser, que espera ser realizado", y su ser en el presente. Solo de esta manera la persona puede conservar o despertar la esperanza (Luna, 2011, p. 39).

Con el fin de plasmar las primeras tres fases del proyecto en acciones concretas, se considera oportuno realizar una integración a partir de las dimensiones del desarrollo humano, de manera que éstas puedan ser abordadas desde los tres valores que menciona Frankl (2007) formando la matriz que se muestra en la tabla 2.

La importancia de una matriz como la anterior, se sustenta en el aporte de Max-Neef et. al (2010), quienes sostienen que los valores ayudan a darle significado a las acciones y formas de relacionarse, responden a las necesidades, siendo que las necesidades humanas son satisfechas mediante la concreción de valores y que la vivencia de valores favorece el desarrollo integral y equitativo.

Los valores pueden promover cada dimensión del desarrollo, así, por ejemplo, se puede determinar, respecto a la salud y el ambiente físico adecuado:

Valor de Creación

¿Qué acciones en concreto realiza o se podría realizar para promover la salud?

¿Qué puede hacerse para mejorar el ambiente de la comunidad?

Valor de Experiencia

¿Qué opciones ofrece el medio que pueden aprovecharse para prevenir problemas de salud?

¿Qué facilidades tiene a su disposición para mejorar el ambiente de su comunidad?

Valor de Actitud

Ante un estado de salud particular como una enfermedad ¿qué actitud puede tomar?

Si el contexto de su comunidad no brinda muchas alternativas para mejorar su salud o ambiente físico ¿cómo puede reaccionar ante ello?

De manera que una vez valorados estos aspectos es necesario que las personas puedan priorizar el área en que el proceso de Orientación debe centrarse, así como también distinguir sobre cuáles de esas situaciones pueden ejercer un control directo y sobre cuáles no.

Para las expertas que validaron la propuesta, una herramienta como esta permite incluso tener en consideración no solo la manera en que la persona enfrenta los acontecimientos en el momento presente, sino como lo ha hecho en pasado y cómo lo podría hacer en un futuro, en cada una de las dimensiones. La misma puede ser un insumo útil para valorar la respuesta de las personas en situaciones específicas como la vivencia del duelo, una elección vocacional o situaciones familiares. También permite valorar la calidad de los satisfactores elegidos.

Con estos aspectos aclarados es posible entonces plantear un plan de acción o un compromiso, que permita a las personas y grupos considerar estrategias para su desarrollo integral, lo que correspondería a la cuarta fase del proceso. En esta fase se definen las acciones concretas o pasos a seguir para abordar el área prioritaria identificada con la ayuda de la anterior matriz, haciendo énfasis nuevamente en las variables de la persona y en los apoyos con que cuenta, convirtiendo al proceso en lo que se podría llamar un círculo de ayuda, pues a partir del punto cuatro se puede establecer una continuidad de procesos de desarrollo, como muestra la Figura 1.

Como se logra observar, la finalidad del proceso es que a partir del análisis de cada dimensión del desarrollo humano a la luz de los tres valores existenciales de Frankl (2007), las personas y grupos prioricen en cuál o cuáles áreas trabajar con la guía del orientador u orientadora, para lo cual define un plan de acción con tareas establecidas, sustentado tanto en las variables personales como del contexto, de forma que se enfrenten las situaciones presentes y futuras con más esperanza y convicción.

6 Conclusiones y recomendaciones

La esperanza basada en el presente que gesta un mejor futuro mantiene a las personas motivadas para alcanzar sus propósitos vitales; este es el vínculo entre la esperanza y el sentido de vida. Por lo anterior, el fomento de la esperanza en las y los adolescentes puede ser una tarea transversal en los distintos procesos de Orientación que se realizan con esta población.

En un contexto como el actual, la esperanza se presenta como una condición necesaria para asumir la incertidumbre durante la adolescencia, para encontrar sentido a las distintas situaciones por las que se atraviesa, sin perder la convicción en los propios proyectos de vida y abocarse a ellos con entusiasmo.

La Matriz de Tres Valores, es una guía para que los y las profesionales en Orientación, junto con sus orientados y orientadas, logren evaluar, en las diferentes dimensiones del desarrollo personal, en qué están centrando su esperanza y de qué manera, con el fin de priorizar acciones en las áreas que se consideren prioritarias y alcanzables. Asimismo, permite determinar si los satisfactores para las distintas dimensiones del desarrollo a los que recurre la población adolescente son beneficiosos o bien destructivos, inhibidores o pseudosatisfactores.

Como se ha mencionado anteriormente, se pretende favorecer la identificación de formas de abordar eventos de la vida en sus diferentes facetas, metas individuales y grupales, ya sea asumiendo un rol proactivo que genere respuestas novedosas, evaluando qué de lo experimentado favorece el desarrollo y con qué actitudes se pueden asumir aquellas situaciones ante las cuales no se tiene influencia.

7 Agradecimientos

El autor y la autora agradecen a Jessie Arroyo Zúñiga, Ingrid Badilla Calderón, Verónica Hernández Ruiz, Daniela Mora Salazar, Andrea Romero Brown y Karla Vargas Abdallah sus criterios expertos, los cuales enriquecieron el trabajo, así como la criticidad y entusiasmo con que los compartieron.


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1 Labora en el Instituto de Investigación en Educación. Profesor de la Escuela de Orientación y Educación Especial, ambos de la Universidad de Costa Rica. Licenciado en Orientación de la Universidad de Costa Rica. Dirección electrónica: osvaldo.murillo@.ucr.ac.cr
2 Directora de la Escuela de Orientación y Educación Especial de la Universidad de Costa Rica. Máster en Orientación Escolar por la Universidad Estatal de Oklahoma. Dirección electrónica: irma.arguedas@ucr.ac.cr

Documento recibido: 2 de junio, 2014 Enviado a corrección: 11 de agosto, 2014 Aprobado: 8 de diciembre, 2014

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