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Actualidades Investigativas en Educación

On-line version ISSN 1409-4703Print version ISSN 1409-4703

Rev. Actual. Investig. Educ vol.13 n.2 San José May./Aug. 2013

 

Las redes sociales como intrumento de mediación pedagógica: alcances y limitaciones

Social networks as a tool for teaching mediation: scope and limitations


Steven Abarca Araya1*

*Dirección para correspondencia:


Resumen

El presente ensayo surgió de una revisión bibliográfica que permitió conocer los  alcances y las limitaciones de utilizar la Internet y las redes sociales como instrumento de mediación pedagógica. La Internet y las redes sociales han pasado a ocupar un espacio  preponderante en la sociedad actual, utilizándose para promover bienes, servicios, entretenimiento  y, en algunos casos, como instrumento de mediación pedagógica. Como  resultado  de  la  revisión  realizada  se  pudo  constatar  que  la  utilización  de  las  redes  sociales  como instrumento de mediación pedagógica ha permitido identificar sus bondades como mayor cobertura, asincronía en la  mediación, aprendizaje colaborativo, aprendizaje autónomo, entre otros. Sin embargo, en  contraste  con las bondades que presenta, también tiene sus limitación es como la falta de pericia de docentes y estudiantes en el uso de la tecnología, el acceso, mayor inversión de tiempo en la mediación pedagógica, la renuencia de algunas personas al uso de la tecnología, la dificultad para controlar si es realmente el estudiante quien participa en las actividades pedagógicas, entre otros. Se concluye que todavía es muy apresurado hacer conjeturas acerca del futuro que le espera al uso de las redes sociales como instrumento de mediación pedagógica, pues algunos de estos  alcances y limitaciones irán desapareciendo conforme vayamos adquiriendo mayor experiencia  en  su utilización,  y  su  presencia  sea  cotidiana  en  nuestro  sistema  educativo,  mientras  que  otros  se  seguirán manteniendo o, incluso, se pueden incrementar, por lo que debe analizarse su  uso a la luz del contexto y la realidad de cada institución educativa.

Palabras clave:   redes sociales, mediación pedagógica, gestión del conocimiento, aprendizaje en red.

Abstract

This essay emerged from a literature review that yielded information on the scope and limitations of using the Internet and social media as a tool for teaching mediation. The Internet and social networks have come to occupy a prominent space in today´s society, being utilized to promote products, services, entertainment and sometimes, as a pedagogic mediation instrument. As a result of the review it was found that the use of social networks  as  a  tool  for  teaching  mediation  has  identified  its  benefits  as  a  greater  asynchrony  coverage  in mediation, collaborative learning, autonomous learning, among others. However, in contrast to its benefits it has its limitations such as lack of teachers expertise, the technology, students usage, accesses, significant time in the pedagogical mediation, the reluctance of some towards the use of technology, the difficulty to control whether the student is actually  participating in educational activities, among others. We conclude  that it is  too hasty to speculate about the future that awaits the use of social networks as a tool  for teaching mediation, as some of these achievements and limitations will disappear as we gain more experience in their use, and their presence is more usual in our educational system, while others will be maintained or even may increase, so their use should be analyzed in light of the context and reality of each educational institution.

Key words: social networks, teaching mediation, knowledge management, networked learning.

1. Introducción

La transición producida progresivamente a lo largo de las últimas décadas, desde la sociedad industrial hacia una sociedad de la información y del saber, ha generado, de forma paralela,  un  incremento  de  las  expectativas  con  respecto  al  papel  que  los  sistemas educativos desempeñan en el progreso de la persona y en su capacidad de adaptación al nuevo contexto, en el desarrollo económico y en la cohesión social. Hoy más que nunca “el conocimiento es considerado como un activo imprescindible, como un recurso primordial o, en términos económicos, como un capital decisivo para procurar sociedades más prósperas” (Ortíz, 2009, p. 13).

Es innegable que con el advenimiento de la Internet, no solo se encuentra un espacio virtual propicio para difundir información promocionando bienes y servicios, pasar el tiempo de ocio, sino haciendo más accesible a países en vías de desarrollo (y, en general, a todos), este activo  imprescindible llamado conocimiento, pues permite consultar investigaciones, libros, artículos y un sinnúmero de documentos a los que era difícil acceder por la lejanía o que eran del todo vedados,  expandiendo las posibilidades de las personas de tener una amplia variedad de información al alcance de hacer un clic.

Es así como, de forma masiva, se comienza a difundir todo tipo de información a través de “la nube”, rebasando toda expectativa y, en algunos casos, convirtiéndose en la biblioteca (virtual) por excelencia, pues tiene la condición de contener información más actualizada y variada de lo que podría ostentar cualquier casa editorial.

De esta manera, las nuevas posibilidades que abre la informática han hecho que se desarrollen modos de comunicación ligados al empleo de las nuevas tecnologías, que han supuesto,  en  cierta  medida,  la  redefinición  de  algunos  conceptos  ligados  al  medio  de transmisión. Los mensajes de correo electrónico, los mensajes de texto en aparatos móviles, los  mensajes  instantáneos  en  el  chat,  las  plataformas  de  mediación  pedagógica  como Moodle,  Blackboard, entre muchas otras y sin dejar de lado las redes sociales, se han configurado,    en    poco    tiempo,    como subgéneros    con    sus    propias    características estereotípicas. Por lo tanto, “una teoría general sobre la comunicación debe darles, como es lógico, cabida” (Escandell, 2005, p. 111).

Aunque es imposible generalizar, basta con ver los mensajes de texto, los correos electrónicos o las participaciones de tipo personal en las redes sociales para darse cuenta que suelen caracterizarse por su falta de planificación y su informalidad. Estos rasgos se hacen patentes en todos los niveles: léxico, sintáctico, de organización textual, entre otros. Es cierto que la improvisación y la informalidad no son propiedades exclusivas de la lengua hablada,  sino de  los registros  informales; sin embargo,  en el caso de  la comunicación electrónica parece que hay un intento consciente de aproximarse a las formas orales, y no solo de adaptarse a un registro altamente informal evidenciado en las grafías abreviadas que usan los jóvenes con mucha frecuencia como signo de identidad.

Y es  que  estas  nuevas  formas  de  comunicación,  por  sus  propias  características, tienden a desdibujar la frontera entre oralidad y escritura, pues probablemente en ninguna otra manifestación escrita se observa con tanta claridad el deseo de reproducir por medios gráficos muchas de las propiedades de la lengua oral (Escandell, 2005).

Es decir, a través de la virtualidad no solo se trata de comunicar el mensaje escrito sino, a partir del uso, por ejemplo, de “emoticones”, de imágenes e incluso de fotografías, las personas  pueden  imitar, a través de la web, emociones, estados de ánimo o gestos que tratan de  asemejarse  a una conversación  cara  a  cara  entre  dos o más individuos.  En términos de Machado y Simoes (2004, p. 64) “la hegemonía de la imagen es cada vez más evidente”. La esfera pública se halla hoy plena de mediaciones icónicas, gestuales, visuales y espaciales (Pérez, 2000).

Estas propiedades con las que cuentan las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) han producido que las personas, en su afán por interactuar con otros, recurran  cada vez con mayor frecuencia al uso de medios tecnológicos para comunicarse con los demás, siendo las redes sociales uno de los medios por antonomasia para alcanzar este cometido (Flores,  2009), pues según autores como Gómez, Roses y Farias (2012) el 85% de los internautas son usuarios de las redes sociales. Esta afirmación se ve respaldada por un informe de la Sociedad de la Información en España (Alierta, 2010, p. 50) donde se pudo constatar que en el año 2010 había “945 millones de usuarios en redes sociales en el mundo”, cantidad que se ha incrementado con el paso del tiempo y que en este momento supera las mil millones de personas.

Las redes sociales, como sistema de comunicación masiva, han venido a ocupar un lugar preponderante en los hogares y en las vidas de la sociedad en general. Estos alcances que  han  tenido  las  redes  sociales  en  la  comunicación,  cada  vez  más  extendida,  han producido la necesidad de utilizarlos, no solo para el entretenimiento, ocio y fortalecimiento de nexos sociales, sino como medio de comunicación y mediación pedagógica por parte de docentes de todos los niveles educativos, principalmente en el ámbito universitario.

Sin   embargo,   como   lo   expresa   Rodino   (1988),   se   han  generado   posiciones radicalmente antagónicas con respecto al uso de los medios tecnológicos como herramienta de mediación pedagógica. Por un lado, se encuentran los más pesimistas, quienes rechazan los medios,  sobre todo los masivos, en forma rotunda por considerarlos empobrecedores para el desarrollo  intelectual, afectivo y social del ser humano. Su potencial de alcance cuantitativo ha sido visto como el gran peligro de “masificar” y “deshumanizar” la educación y su éxito de audiencia es visto como un caso de “alienación”.

Por su parte, se encuentran los que consideran que los medios tecnológicos son una panacea o, para los más escépticos un mal necesario e inevitable. La actitud del educador no  debería ser el competir con ellos, sino incorporarlos a su labor, aprovecharlos como ayudas o auxiliares didácticos. Su potencial cuantitativo es valorado como la gran posibilidad de “universalizar” y “democratizar” la educación, y su impacto en la audiencia se considera como un formidable recurso didáctico (Rodino, 1988).

A partir de estas posiciones disímiles se puede pensar que el uso de la Internet y las redes sociales podrían tener sus ventajas y desventajas, así como adeptos y detractores en los procesos  de  mediación pedagógica, por lo que surge la inevitable interrogante que se desea esclarecer a través del desarrollo del presente documento. ¿Cuáles son los alcances y limitaciones que tienen las redes sociales como instrumento de mediación pedagógica?

2. La Internet y las redes sociales: La revolución comunicacional del siglo XXI

Los medios de comunicación alternativa han tenido gran auge a partir del desarrollo de las  nuevas  tecnologías,  en especial de la  Internet;  sin  embargo, esta comunicación ha acompañado  a la historia de la Humanidad desde los orígenes de las civilizaciones con sistemas dominantes.  Sabemos que la comunicación humana, principalmente la que se difunde de manera masiva,  depende de los factores económicos, políticos y sociales, y la comunicación alternativa no es la excepción. Por su parte, pareciera ser la opción que surge de y para la comunidad; se origina en  las mentes de individuos que, inspirados por la realidad, proponen una mirada ajena a la del poder, que por lo regular resulta más crítica que la difundida por los medios tradicionales y controlados.

Es así como se visualiza que la comunicación alternativa es el resultado de un proceso social alternativo, que difiere en forma, función y contenido al proceso social propuesto por el sistema  dominante,  generalmente guiado  por  la  relación  del  gobierno  y  los  medios  de comunicación tradicionales. El gran acierto de los medios alternativos (redes sociales) es que nacen a partir de la  visión de los propios individuos, aquellos que en su diario existir son partícipes de la realidad social (Corrales y Hernández, 2009). Estos medios de comunicación surgen como una forma de trasmitir  opiniones,  pensamientos,  sentimientos, filosofías  o doctrinas sin el miedo a ser objeto de la  censura, que en otros medios de comunicación tradicionales sirve de velo para cubrir los  verdaderos propósitos del mensaje, es decir, denunciar lo que se considera como incorrecto.

Y es que en los últimos años, la Humanidad ha sido revolucionada por la tecnología y esto ha generado que las personas no puedan mantenerse indiferentes ante la Internet, la red social por antonomasia.

Resulta  evidente  que  la  Internet  se  ha  convertido  en  la  más  clara expresión  del lenguaje en todas sus dimensiones, ya que en este espacio virtual los usuarios del lenguaje se comunican de  manera intencional utilizando activamente los textos y el habla no solo como hablantes, escritores, oyentes o lectores, sino como miembros de categorías sociales, grupos, profesiones, organizaciones, comunidades, sociedades o culturas (Van Dijk, 2005). Los usuarios de la red mundial no solo  reciben información de forma pasiva, sino que pueden, de forma activa, producirla, reproducirla, leerla, escucharla, transformarla, reenviarla e incluso reelaborarla.

En términos de Polo (2009, p. 1),
El deseo de comunicar y la necesidad de hacerlo invierten el embudo clásico en el que unos pocos difunden y unos muchos leen; desde 2005 este aspecto fundamental se ha revertido,  y  la  comunicación  igual-igual  hace  que  cualquiera  pueda  expresar  sus sensaciones desde un púlpito multimedia y global. La sensación de pertenencia que da una posesión física desaparece, y todo se virtualiza y comparte.

Esto se hace indiscutible cuando en las comunidades sociales o redes sociales la gente, normalmente, recibe y envía mensajes, los miembros están conectados entre sí, no solo a través de un nodo central, sino que es un patrón en el cual “muchos se conectan con muchos”.

Esta particularidad de poder comunicar a muchas personas entre sí, aunado a la facilidad, economía y rapidez de la comunicación (Escandell, 2005) es lo que ha generado que las redes sociales sean vistas como un espacio de encuentro que, dependiendo de la finalidad de la persona, puede utilizarse para charlar con conocidos, para conocer a otras personas, para informarse sobre bienes y servicios, para pasar momentos de ocio, para el entretenimiento, para  estar al tanto de los últimos acontecimientos y, en el mejor de los casos -sin menospreciar los  otros- para pertenecer a grupos, redes o comunidades de aprendizaje.

Las redes de aprendizaje, cuyo propósito es que los participantes, mediante redes sociales en línea, compartan información y colaboren en la creación de conocimiento (Sloep y Berlanga, 2011), están diseñadas para tratar de enriquecer la experiencia de aprendizaje en los contextos de educación informal y en los de educación formal como escuelas, colegios y universidades.

La eclosión del ciberespacio nos ha llevado a ver sorprendentes experiencias en red, diseñadas, realizadas y ejecutadas por ciudadanos de a pie, en la gran mayoría sin mayor formación y en lo que se ha venido a denominar: la ciencia de las redes o cultura de red. Estos usuarios solo han hecho uso de su inagotable capacidad para aprender basándose en el desarrollo de prueba-error-solución (Flores, 2009). Pues basta con hacer clic para accesar a un sinnúmero de páginas que están disponibles para aclarar nuestras más remotas dudas, instruirnos  en  la   utilización   de  aparatos  electrónicos  o  permitirnos  estar  aprendiendo permanentemente.

Gracias a la Internet se han hecho extraordinarios avances tecnológicos como: mejorar la difusión de servicios, se han acortado las distancias en la comunicación de personas que están en los lugares más recónditos del planeta y se ha construido el conocimiento humano a partir de espacios como los wikis, los foros,  los podcast y los blogs que permiten, de forma colaborativa, ampliar los conocimientos existentes sobre diferentes temáticas. Sin embargo, no todo lo que se encuentra en los espacios virtuales es halagüeño; existe mayor acceso a información que es nociva para las personas como la pornografía, páginas que promueven la prostitución, la promiscuidad, el tráfico de drogas y un sinfín de problemas sociales que se han incrementado  con el acelerado ritmo de la Internet, y que hacen vulnerables a todas las persona que tienen acceso a la red.

Por su parte, un tema que ha generado polémica con el uso del ciberespacio y las redes sociales ha sido la pérdida de la privacidad de los usuarios o, al menos, la pérdida del control de datos, convirtiéndose tanto la Internet como las redes sociales en un espacio para conocer información confidencial de las personas, propiedades, estados de cuenta y muchos datos que  pueden  convertirse en un arma de doble filo, dependiendo del uso que le den terceras personas.

Es desde esta perspectiva que se debe analizar el impacto social que ha tenido la Internet  y las redes sociales revolucionando la forma de ver el mundo, la forma de vivir y comportarse, la forma de comunicarse, la forma de obtener la información y, principalmente, el  tipo  de  información   a   la  que  pueden  acceder  nuestros  hijos,  familiares,  amigos, estudiantes y enemigos.

En el siglo pasado, los docentes dedicaban tiempo de sus lecciones a orientar a sus estudiantes para que no conversaran con extraños en la calle y para que no se dejaran persuadir  por ofrecimientos de estas personas. Actualmente, el docente tiene otro reto, persuadir a sus estudiantes de tener cuidado con el uso y abuso del ciberespacio y las redes sociales, pues hay  personas que utilizan estos medios tecnológicos para atraer posibles víctimas a sus negocios clandestinos de estafa, pederastia y/o pornografía. De igual manera, la Internet y las redes sociales han venido a convertirse en el centro de la vida de muchas personas  consideras  “adictas”  a  estos  medios  tecnológicos,  produciendo  problemas  de comunicación familiar y rupturas de relaciones de pareja debido al excesivo tiempo invertido en “la nube”.

Es aquí donde la revolución informática debe verse con cierta cautela o recelo y el sistema educativo debe ser el espacio privilegiado para analizar críticamente las propiedades positivas y negativas de la Internet con los estudiantes, así como cuál información es veraz y cuál no lo es,  debido a que no todo lo que se sube al espacio virtual ha sido sometido al escrutinio de expertos, mostrando muchas veces como cierto algo que en realidad no lo es.

De lo anterior se desprende que, deben verse la red de redes y las redes sociales como un medio de comunicación y no como un fin, pues a pesar de haber revolucionado de forma  positiva  la  manera  en  que  percibimos  y  nos  comunicamos  con  el  mundo  en  la actualidad,  las  propiedades  negativas  también  crecen  de  manera  desmedida  al  ritmo acelerado del conocimiento, lo que plantea nuevos retos para la sociedad y, principalmente, la  escuela,  que  en última  instancia  es  la  llamada  a  educar  y brindar  las  herramientas necesarias para combatir los problemas que enfrentamos como sociedad.

3. Las redes sociales y el aprendizaje en red: Una herramienta pedagógica

Se pueden definir las redes sociales como “asociaciones de personas ligadas por motivos heterogéneos y que conforman una estructura compuesta por nodos unidos entre ellos por más  de  un tipo de relación” (Hernández, 2008, p. 30). Es decir, en las redes sociales podemos encontrar los más variados tipos de relaciones no jerárquicas donde todos se pueden comunicar con todos de forma horizontal y en ambas vías.

Hablar de medios masivos de comunicación como las redes sociales en la actualidad, lleva  necesariamente a hablar de educación, pues en la sociedad moderna los medios masivos ejercen gran influencia, ya que ofrecen a niños, jóvenes y adultos una educación informal que en  ocasiones consideran más llamativa e interesante que la obtenida en la escuela.

Los medios inciden más que nunca en la educación de las nuevas generaciones, moldean  gustos y tendencias en públicos de todas las edades e incluso influyen en la manera en como  el individuo se relaciona consigo mismo, con sus semejantes y con el mundo. Los medios masivos de comunicación en la sociedad de hoy muestran una creciente influencia como formadores culturales, ya que determinan, en gran medida, nuestras ideas, hábitos y costumbres (Castillo, 2006).

Por ello, es necesario que los educadores puedan aprovechar esta situación y la predisposición de los estudiantes a usar redes sociales para incorporarlas a la enseñanza. El “uso de  redes sociales, blogs, aplicaciones de video implica (…) llevar la información y formación al lugar  que los estudiantes asocian con el entretenimiento, y donde es posible que se acerquen con menores prejuicios” (Alonso y Muñoz de Luna, 2010, p. 350).

Partiendo de esta premisa, el docente puede hacer uso de comunidades o redes temáticas que no se dirigen al público en general, sino a grupos o poblaciones pequeñas de potenciales usuarios vinculados por una afinidad temática que, en el caso que nos compete, podría ser el aprendizaje de contenidos de una materia o, incluso, de una carrera. En este tipo de redes lo valioso, interesante y útil no es la cantidad de personas unidas a dicha red, sino la calidad de la participación y comunicación entre los miembros de la comunidad virtual.

Es  decir,  quienes  integran  una  red  pequeña  deben  estar  aportando  información, experiencias, comentarios, archivos, que sean percibidas como interesantes por el resto de la  comunidad.  Si  la  participación  o  comunicación  social  no  funciona,  la  red  se  vuelve inoperante y poco a poco desaparecerá por inanición. García (2007) señala que la filosofía de las redes sociales se basa en el principio de comunidad abierta y no jerarquizada, que vincula a los usuarios mediante un tema o actividad común y una plataforma web (software social) que permite a los usuarios operar de manera sencilla e intuitiva en lo que se conoce como ‘ámbito de las 3Cs’: contenido, construcción y colaboración.

Según  autores  como  Area  (2008),  las  razones  o  argumentos  que  justifican  la importancia de utilizar las redes sociales como instrumento de mediación pedagógica son variados, pero pudieran sintetizarse básicamente en dos.

Por  un  lado,  los  recursos  que  proporciona  la  Internet  (correo  electrónico,  foros, Mensajería instantánea, aulas virtuales, intercambio de ficheros) permiten extender más allá de la  presencialidad o encuentro físico  la  comunicación  entre cada uno de los sujetos superando las limitaciones espaciales y temporales. Es decir, una red o espacio virtual de trabajo  hace  posible  que  cualquier  sujeto,  en  nuestro  caso  docente  y  alumnos,  pueda conocer, estar en contacto y  comunicación permanente con los estudiantes o profesores independientemente  del  lugar  en  el  que  se  encuentre.  Los  recursos  del  ciberespacio permiten, en este sentido, superar las limitaciones que impone el espacio físico y el tiempo. Esto resulta evidente con la reciente incorporación de la web en los servicios de telefonía móvil, donde las personas pueden accesar  sus cuentas de correo, Facebook®, Twitter®, Orkut®,  Badoo®,  repositorios,  entre  otros  sitios,   desde  sus  teléfonos  inteligentes  en cualquier momento del día y desde cualquier lugar.

El  otro  argumento  está  vinculado  con  el  concepto  de  gestión  del  conocimiento, entendido como el conjunto de actividades desarrolladas para utilizar, compartir, desarrollar y administrar los conocimientos que posee una organización y los individuos que en esta trabajan,  de  manera  que  estos  sean  encaminados  hacia  la  mejor  consecución  de  sus objetivos. Este  método de trabajo permite que las personas aprendan, tengan criterio y refuercen sus conocimientos.

En este sentido, podemos sugerir que una buena “gestión del conocimiento” permitirá que los miembros más noveles de un grupo (sea de estudiantes o profesores) aprendan de otros  más  experimentados.  En  términos  de  la  pedagogía  sociocultural  de  Vigotsky,  un proceso de andamiaje donde la persona con mayor experticia le brinda apoyo a la persona menos  experta para pasar de una zona de desarrollo actual a una zona de desarrollo próximo (Calero, 2008). Algo fundamental en los colectivos de aprendizaje como pueden ser las aulas virtuales o redes sociales.
 
Es a partir de esta filosofía de aprender unos de otros que los espacios virtuales de redes sociales también se denominan comunidades de aprendizaje.  Las comunidades de aprendizaje son un tipo particular de grupo social  o comunidad virtual caracterizada como grupos  de   personas (profesionales,  estudiantes,  gente  con  intereses  comunes)  que interactúan, a través de la red, de forma continuada para intercambiar información, ideas y experiencias con el objetivo de velar por el desarrollo personal y profesional de los miembros que la componen (Area, 2008).

En  este  sentido,  Woodcock  (citado  por  DeBenito,  1999)  señala  que  el  trabajo colaborativo a través de la red presenta dos componentes básicos e interrelacionados: el tecnológico  y  el  humano.  El  componente  tecnológico  lo  conforman:  los  sistemas  de comunicación como el teléfono, el correo electrónico, la videoconferencia, etc.; espacios compartidos  donde  dos  o  más  personas  pueden  trabajar  sobre  un  mismo  documento simultáneamente (pizarra compartida); información compartida donde se pueden almacenar, acceder, modificar y manipular; posibilidad de realizar actividades conjuntas (como lluvia de ideas, votaciones, etc.). El componente humano estaría integrado por la manera en que las personas organizan su trabajo y se comunican; la gestión de grupos; aspectos relacionados con el diseño del trabajo en  grupo; y, la dinámica de grupos y la forma en que la gente colabora.

Asimismo,  es  necesario  señalar  que  cada  comunidad  virtual,  en  este  caso  de docentes-estudiantes, puede comunicarse e interrelacionarse mediante distintos tipos de recursos tecnológicos entre los que destacan las listas de distribución, los foros de debate, los    chats,    el    correo    electrónico,    la    transferencia    de    ficheros,    los    wikis,    los diarios/blogs/bitácoras, y los espacios virtuales colaborativos (por ejemplo, Blackboard 9, Moodle).

En definitiva, como señalan Ovelar y Benito (2005), el interés de las redes sociales radica en que a través de unas pocas reglas se crean sistemas de comunicación significativa que pueden  crear o favorecer comunidades de aprendizaje, tanto en un portal web de acceso público como con grupos que trabajan en línea o presencialmente. De esta forma se facilita la generación de conocimiento, el aprendizaje colaborativo y la toma de decisiones colectiva. La utilización de este tipo de software incluye el trabajo por proyectos dentro de programas educativos formales, el intercambio de ideas entre comunidades abiertas de profesionales  o  el  desarrollo  de  sistemas  de  gestión  de  conocimiento  en  el  terreno corporativo.

4. Las redes sociales como recurso para la mediación pedagógica: Alcances y limitaciones actuales

La universidad se enfrenta a aulas de nativos digitales que demandan un nuevo tipo de enseñanza. Los universitarios han crecido bajo la influencia del audiovisual y de la red. Las nuevas herramientas tecnológicas (redes sociales, blogs, plataformas de vídeo, etcétera) les han  dado  el  poder  de  compartir,  crear,  informar  y  comunicarse,  convirtiéndose  en  un elemento esencial en sus vidas (Gómez, Roses y Farias, 2012). De ahí que el gran reto que enfrenta el profesorado en la  actualidad es adquirir las competencias necesarias para la adecuación de su metodología docente a la realidad actual, con un perfil de estudiante activo en las redes sociales y en la propia sociedad red (Duart, 2011).

La introducción y el uso de la Internet en la universidad ha transformado sus modelos organizativos,  tecnológicos,  comunicativos  y  educativos.  Si  bien  las  transformaciones iniciales  a  partir de la introducción del ciberespacio en la universidad se centraban en el ámbito organizativo y comunicativo (web institucional, acceso a las calificaciones, biblioteca en línea, acceso a la planificación docente, carpetas de documentos virtuales, etc.), hoy en día podemos decir que  la  gran transformación se centra en el ámbito educativo y es el resultado de un modelo de  integración de la tecnología en los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Sin embargo, es importante hacer la salvedad que la tecnología, en este caso en particular las redes sociales, no puede verse en sí como una panacea, pues su importancia para la formación no se encuentra en su dimensión técnica (por ejemplo, en la plataforma utilizada), sino más bien en el control y en la significación de una serie de variables, como son la forma de  presentar  los contenidos,  el papel del profesor  y de  los alumnos,  las herramientas de  comunicación sincrónicas y asincrónicas que se utilicen y su forma de concreción en el acto  didáctico, las estrategias didácticas que se movilicen, el papel que desempeñen  el  profesor  y  el  alumno,  la  atención  a  los  aspectos  organizativos,  las actividades  de  mediación  que  pongamos  en  funcionamiento,  la  constancia  con  que  el docente y los estudiantes participen en las actividades pedagógicas, etc. Es decir, aquellas acciones  formativas  que  utilizan  la  web  como  medio  y  recurso  para  la  realización  de actividades, independientemente de que también pueda utilizarse otro tipo de instrumentos como el video y la audioconferencia, los multimedia, la televisión, entre otros (Cabero, 2006).

En otras palabras, la tecnología solo es un instrumento para realizar la mediación pedagógica, no la hace mejor, pues la buena mediación depende del docente, su creatividad y la acogida que tenga del estudiantado, no necesariamente de la tecnología de punta que se tenga a  disposición. Es decir, la tecnología se convierte en un vehículo de mediación pedagógica  que,  en  manos  del  docente,  puede  llevarnos  muy  lejos,  con  posibilidades ilimitadas, mientras que sin la  mediación  del docente se convierte  en  un  objeto inerte, carente de funcionalidad.

A pesar de que los docentes son un aspecto medular en dicha mediación pedagógica y conforman uno de los colectivos que, a nivel personal, más utiliza la red mundial, a nivel profesional  se puede constatar que tan solo un poco más de la mitad de los profesores usan los  espacios virtuales en la docencia (aunque el uso de la red vuelve a ser generalizado entre los docentes cuando se trata de investigar) (Duart, 2011).

Esos datos también muestran que los usos que se dan al ciberespacio en el aula se centran en la búsqueda y acceso a la información y en la comunicación a través de correo electrónico o como simples repositorios de documentos. Parece ser, por tanto, que aquello que vale para la vida personal y para la investigación no es de utilidad en la dinámica del aula. Curiosamente, si  analizamos al colectivo de estudiantes sucede algo similar, estos pasan mucho tiempo en la Internet y redes sociales, sin embargo, el uso que le dan a estos instrumentos tan poderosos son  exclusivamente para estar al tanto de lo que pasa en el ambiente social y como medio de  entretenimiento. En algunos casos -esporádicos- para realizar consultas a compañeros sobre la  materia en estudio. En otras palabras, el uso académico que los estudiantes y docentes dan a  las redes sociales es escaso (Gómez, Roses y Farias, 2012).

Todo esto pone en evidencia que la riqueza que podrían aportar las redes sociales para el  aprovechamiento académico es casi nulo. Por lo que tienen que analizarse los alcances y  limitaciones de implementar esta herramienta como instrumento de mediación pedagógica.

Al respecto, Cabero (2006) menciona una serie de alcances y  limitaciones que podría presentar  el  uso  de  la  tecnología  (específicamente  las  redes  sociales)  en  el  ámbito académico y que deben ser analizados con cautela. En la siguiente tabla se referencian los más relevantes.

Aunado a las limitaciones señaladas por Cabero (2006), Gómez, Roses y Farias (2012) hacen referencia a que en algunas ocasiones las redes sociales ocupan parte del tiempo que los estudiantes invertían anteriormente en estudiar, por lo que se puede inferir que todavía no se ha explotado  este  recurso para realizar actividades académicas. Incluso, Gómez, Roses y Farias (2012) manifiestan que las pocas personas que en su investigación afirmaron hacer uso de las redes sociales para cosas relacionadas con el desarrollo académico, las utilizan principalmente para solucionar dudas sobre la materia, estar informados del ritmo de la clase y la realización de trabajos en grupos, siendo la comunicación con expertos y con docentes los usos menos habituales de las redes sociales.

Además, los autores en cuestión (Gómez, Roses y Farias, 2012) encontraron que en cantidades muy similares a los estudiantes que sí utilizarían las redes sociales como recurso didáctico, se encuentran estudiantes pesimistas o anti-TIC, lo que podría señalar como otra limitación el hecho de que la cantidad de estudiantes que no estarían dispuestos a utilizar las redes  sociales  como instrumento  de mediación  pedagógica  es similar  a la cantidad de estudiantes que sí estarían anuentes a usarlas.

Esto podría develar la necesidad de mayor sensibilización tanto a estudiantes como docentes sobre las propiedades que tienen las redes sociales y que pueden servir de insumo en la  mediación pedagógica, viendo el potencial de estos recursos más allá de un mero repositorio o foro de consultas.

Para finalizar, debemos indicar que algunos de estos alcances y limitaciones irán desapareciendo conforme vayamos adquiriendo mayor experiencia en su utilización, y su presencia  sea más usual en nuestro sistema educativo, mientras que otros se seguirán manteniendo o, incluso, se pueden incrementar, por lo que debe analizarse el uso de las redes sociales como instrumento de mediación pedagógica a la luz del contexto y la realidad de cada institución educativa.

5. Conclusiones

Es innegable que vivimos en una sociedad caracterizada por la proliferación de nativos digitales que desde antes de nacer han tenido su primer contacto con la tecnología y que desde muy pequeños dominan artefactos que son el centro de admiración de adultos que no han podido descifrar los rudimentos que los hacen funcionar.

Estos nativos digitales han visto en la red de redes el espacio que les permite accesar a  mundos inimaginables con hacer un clic, tener al alcance de su mano información que sería la  envidia de bibliotecas legendarias como la de Alejandría, comunicarse, en tiempo real, con personas que se encuentran a miles de kilómetros y tener un círculo de amigos con quienes compartir  emociones, llorar, cantar y hasta jugar con ellos, aunque nunca hayan tomado una taza de café  juntos, ni tengan la oportunidad de impregnarse de su olor al abrazarlos.

Esta realidad que viven los niños, jóvenes y adultos puede ser fascinante, al punto de llegar a cuestionarnos cuál es la realidad y qué es la ficción o, en otras palabras, qué es lo físico y qué lo virtual. Esta virtualidad que cada vez consume más tiempo de las personas, debe utilizarse con cautela, pues existen muchas falacias que pueden llevar a las personas a revelar información que las  hagan vincularse al mundo de las estafas, la pornografía, la prostitución,  la  trata  de  personas  y  hasta  la  pederastia.  Por  su  parte,  esta  fascinante virtualidad puede consumir a las personas al punto de llevarlas a romper vínculos sociales y afectivos con personas muy cercanas, invirtiendo en  el ciberespacio el tiempo que otrora dedicaban a estas.  De ahí que la escuela y la sociedad en general están llamadas a formar ciudadanos críticos que puedan discernir sobre lo bueno y lo malo que se encuentra en la Internet.

Parte de los recursos que se pueden encontrar en la red mundial y que son de gran ayuda  -si se utilizan adecuadamente- son las redes sociales; un instrumento que viene a representar la  expresión del lenguaje en todas sus dimensiones, ya que en este espacio virtual los usuarios del lenguaje se comunican de manera intencional utilizando activamente los textos y el habla no solo  como hablantes, escritores, oyentes o lectores, sino como miembros  de  categorías  sociales,   grupos,  profesiones,  organizaciones,  comunidades, sociedades o culturas.

Esta particularidad de poderse comunicar muchas personas entre sí, aunado a la facilidad, economía y rapidez de la comunicación (Escandell, 2005) es lo que ha generado que las redes sociales sean vistas como un espacio de encuentro que, dependiendo de la finalidad de la persona,  puede utilizarse para charlar con conocidos, para conocer a otras personas, para informarse sobre bienes y servicios, para el entretenimiento,  para estar al tanto de los últimos acontecimientos y, en el mejor de los casos -sin menospreciar los otros-, para pertenecer a grupos, redes o comunidades de aprendizaje.

Este  último aspecto es el que  ha  llevado  a  instituciones educativas de todos los niveles,  principalmente universidades, a cuestionarse la importancia de utilizar las redes sociales como instrumentos de mediación pedagógica, debido a que cada día son más las personas que recurren  a estos espacios para aprender, la mayor parte de las veces de manera informal, de las demás personas que forman parte de dicha red o comunidad.

Si las redes sociales pueden contribuir a que las personas adquieran aprendizajes informales,  es  razonable  llegar  a  la  conclusión  que  también  pueden  contribuir  como complemento del trabajo de aula a la adquisición o fortalecimiento de aprendizajes formales. Es a partir de estas premisas que se ha comenzado a utilizar este recurso por parte de las universidades,  principalmente, debido a ciertas ventajas o alcances que puede tener con respecto a métodos tradicionales de enseñanza.

Estas ventajas, que se encuentran en el uso de redes sociales como pueden ser mayor amplitud   de  cobertura,  accesibilidad  a  excesivos  volúmenes  de  información,  mayor flexibilidad  de  la  información,  recursos  didácticos  más  variados  y  multimediáticos,  un aprendizaje más colaborativo, entre muchos otras, se ven opacadas por la poca pericia de los docentes a quienes les tocó nacer en una época análoga y dar clases a nativos de una época digital, falta de capacitación de los docentes, la falta de competencias mínimas para navegar de forma expedita por  las redes, la necesidad de tener un equipo de cómputo e Internet que cumpla con ciertos  requisitos, la renuencia al cambio por parte de muchos estudiantes  y  profesores  y  otras  limitaciones  que  deben  analizarse  de  acuerdo  a  las condiciones reales del estudiantado y la  universidad que quiera implementar la mediación pedagógica a través de redes sociales.

Todavía es muy apresurado hacer conjeturas acerca del futuro que le espera al uso de las  redes  sociales  como  instrumento  de  mediación  pedagógica,  lo  cierto  es  que  las universidades, y la educación en general, tienen muchas tareas pendientes con las redes sociales:  adaptarse al desarrollo tecnológico imperante debe ser prioritario, pues, de lo contrario,  la  tecnología  seguirá  creciendo  a  pasos  agigantados,  mientras  la  educación tradicional será desplazada por el ciberespacio.

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*Correspondencia a:
Steven Abarca Araya. Profesor de Investigación en la Maestría en Psicopedagogía  de la Universidad  Estatal  a  Distancia  de   Costa  Rica.  Es  psicólogo, Licenciado   en   docencia   y   Máster   en   psicopedagogía   de   la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica. Actualmente cursa el Doctorado en Educación de la Universidad de Costa Rica. Dirección electrónica: stevenabarca20@gmail.com
1. Profesor de Investigación en la Maestría en Psicopedagogía  de la Universidad  Estatal  a  Distancia  de   Costa  Rica.  Es  psicólogo, Licenciado   en   docencia   y   Máster   en   psicopedagogía   de   la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica. Actualmente cursa el Doctorado en Educación de la Universidad de Costa Rica. Dirección electrónica: stevenabarca20@gmail.com

Ensayo recibido: 31 de marzo, 2013. Aprobado: 20 de mayo, 2013

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