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vol.23 issue1Molina Jiménez, I. y Díaz Arias, D., eds. (2021). El héroe de la discordia. Juan Rafael Mora Porras y la cultura costarricense. San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica|CIHACFicker, S. K. (Ed.). (2019). La primera era exportadora reconsiderada: una revaloración de su contribución a las economías latinoamericanas. El Colegio de Mexico AC author indexsubject indexarticles search
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Diálogos Revista Electrónica de Historia

On-line version ISSN 1409-469X

Diálogos rev. electr. hist vol.23 n.1 San Pedro Jan./Jun. 2022

http://dx.doi.org/10.15517/dre.v23i1.48792 

Reseñas

Análisis de la obra: ¿La rebeldía se volvió de derecha? Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio), de Pablo Stefanoni

Sofía Cortés Sequeira1 
http://orcid.org/0000-0002-3788-8985

1Investigadora del Centro de Investigaciones Históricas de América Central de la Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica.

Análisis de la obra: ¿La rebeldía se volvió de derecha? Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio), de Pablo Stefanoni.

El avance electoral y la conquista de escaños en los parlamentos europeos es la expresión más visible del reciente auge de las extremas derechas en el mundo occidental, luego de la derrota del fascismo y la caída de las dictaduras militares de la segunda mitad del siglo XX. La fuerte crisis económica del 2008 fue el combustible y, desde ese entonces, el foco de atención se ha dirigido hacia los principales partidos y figuras políticas, como las caras de un fenómeno que es mucho más profundo y que se ha enquistado en las entrañas mismas de estas sociedades. En el continente americano, las recientes administraciones de Donald Trump en Estados Unidos, y de Jair Bolsonaro en Brasil, son las expresiones electorales domésticas más importantes de este fenómeno (Cano, 2021).

Podría decirse que estas manifestaciones electorales son apenas la punta del iceberg del fenómeno de las extremas derechas. Más abajo, en la base, operan toda una serie de estrategias y dispositivos culturales destinados a construir sentidos comunes y a canalizar la frustración y el enojo de las grandes masas empobrecidas y desposeídas hacia las propuestas y proyectos de sociedad de las derechas. La más reciente obra del historiador argentino Pablo Stefanoni, titulada ¿La rebeldía se volvió de derecha? Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio), es, sin duda, uno de los textos más provocadores del momento para comprender este fenómeno en todas sus dimensiones.

Stefanoni tiene una interesante trayectoria, tanto académica, como de corresponsal de diversos medios de comunicación, como Le Monde Diplomatique y el diario argentino La Nación. Su formación base es en economía, y tiene un doctorado en Historia en la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es el jefe de redacción de la revista Nueva Sociedad. Es coautor, junto con Martín Baña, del libro Todo lo que necesitás saber sobre la Revolución rusa, publicado en el 2017 por la editorial Paidós (Stefanoni, 2021).

En su más reciente obra, busca posicionar la imperante necesidad de que las izquierdas estudien y analicen seriamente a las derechas del siglo XXI, de que abandonen las lecturas y posturas conformistas, reduccionistas y anacrónicas, basadas en estereotipos y lugares comunes, que poco ayudan a entender las batallas político-culturales que se libran hoy en día en las sociedades occidentales, en el marco del avance de la revolución neoliberal. El autor se posiciona críticamente frente a la actitud y el espíritu de superioridad moral dominante entre las izquierdas y progresismos, el cual las hace reacias al estudio y al debate con las derechas. Estas sí leen, discuten y debaten de forma efectiva con las izquierdas, ganándoles cada vez más terreno político, y el apoyo de sectores de la población que históricamente habían dado por sentado, especialmente a la juventud y a los sectores más precarizados de la clase trabajadora (Stefanoni, 2021).

Este fenómeno no es ajeno a la realidad costarricense. Un estudio de opinión elaborado en el 2019 por el CIEP pone en cuestión el supuesto carácter progresista de la juventud, como si esta fuera un todo homogéneo. De este se desprende que el 51% de las personas jóvenes que fueron encuestadas apoyaba el mantenimiento de un Estado de tipo confesional en Costa Rica, un 53% rechazaba el matrimonio igualitario, y un 58% estaba en contra del aborto. Así como que el porcentaje de apoyo al candidato neopentecostal Fabricio Alvarado Quesada, en las elecciones del 2018, entre las personas jóvenes, era mayor que el de otras candidaturas, incluidas las del arco progresista (Murillo, 2019).

Esta simpatía de las personas jóvenes hacia figuras y propuestas de la agenda conservadora no es, entonces, un fenómeno exclusivo de Costa Rica ni de América Latina, según Stefanoni, parece ser el signo de los tiempos actuales. Es por esto que el historiador argentino se interroga sobre el “discreto encanto” que las nuevas derechas, en toda su diversidad y amplitud, están ejerciendo sobre las personas jóvenes, poniendo especial atención en Europa y en los Estados Unidos y sobre si, en el siglo XXI, la rebeldía juvenil está del lado de las derechas. Asimismo, busca desentrañar cómo pasó esto: ¿qué estrategias y dispositivos culturales están operando del lado de las derechas para que las personas jóvenes descontentas con el estado actual de las cosas se identifiquen cada vez más con sus figuras y propuestas? Para esto, se aboca a estudiar a fondo en qué consisten esas supuestas rebeldías, contra qué o quiénes se rebelan, qué quieren, y por qué cada vez más gente (joven) los sigue.

Como bien señala el autor, tal ejercicio intelectual implica tomar en serio las ideas de esas derechas, aunque partan de parámetros éticos y morales que no compartimos, o incluso parezcan ridículas. Para Stefanoni, el balance general es que las izquierdas y progresismos están perdiendo la batalla cultural del siglo XXI, por lo tanto, necesitan reorientar sus estrategias, ya que la actitud de burla y de desprecio frente a este fenómeno ha llevado a un desconocimiento e incomprensión de la nueva realidad.

El que la juventud sea la base social mayoritaria de las extremas derechas no es fortuito, ya que es este sector social, junto con las mujeres, el que está sufriendo las peores consecuencias de las recientes crisis económicas y del modelo neoliberal como tal. Solo en términos de desempleo juvenil, el promedio en toda la Unión Europea es de un 17%, mientras que en España alcanza un 40%, en Grecia y en Italia supera el 30%, y en Finlandia, Eslovaquia, Luxemburgo, Croacia, Portugal y Suecia está por arriba del 20% (Statista, s.f.). En cuanto a Costa Rica, hoy presenta la tasa de desempleo juvenil más alta de toda América Latina, con un 40% (Gudiño, 2021). A esto se le suma la extensión de trabajos precarizados producto del avance de la desregulación de los mercados laborales, la exclusión de los sistemas de seguridad social, educativos y, en general, la ausencia de un presente y un futuro digno para las personas jóvenes.

Tal como indica su autor, este es un trabajo de historia intelectual en el que se trata de estudiar el papel que “pequeños intelectuales” están cumpliendo en la construcción de “sentidos comunes”, de redes y espacios de sociabilidad para las nuevas derechas. Siendo que, el vehículo o espacio por excelencia en el que operan estos “pequeños intelectuales” son las redes sociales y el internet, se han ampliado y diversificado de forma exponencial, su composición se ha vuelto cada vez más heterogénea, en comparación con el siglo anterior. Las vías están estrechamente asociadas con su público meta, la juventud. Las nuevas derechas se difunden como “subculturas” a través de las redes sociales, desde donde se revelan y combaten contra la llamada “dictadura de lo políticamente correcto” y la “policía del pensamiento progresista”. Si bien algunos de estos sitios web y corrientes tienen apenas una existencia “marginal”, el autor llama a no pasarles por alto, ya que podrían mostrar las tendencias del futuro más próximo (Stefanoni, 2021).

El autor se sumerge en ese mundo virtual, para sistematizar las imágenes (que circulan principalmente en la forma memes) y los discursos que los “pequeños intelectuales” producen y reproducen de manera masiva a través de foros y redes sociales, así como para sistematizar la existencia misma de tales espacios, mayoritariamente desconocidos para quienes se mueven en los ámbitos de la academia y los progresismos políticos y culturales. Asimismo, sistematiza la literatura reciente, producida en Europa y Estados Unidos, sobre las nuevas derechas.

Como se mencionó antes, una característica esencial de estas nuevas derechas es que, ante el evidente y generalizado descontento y enojo de amplios sectores de la población con el “statu quo”, han entrado en la disputa por capitalizar y movilizar ese descontento hacia salidas políticas antiprogresistas. Según el autor, un fenómeno similar se presentó en la coyuntura 1920-1930, con la crisis mundial de la economía y la democracia liberal, cuando el fascismo se extendió como una alternativa al liberalismo que disputaba la imaginación y la creación utópica de un nuevo futuro posible. En cuanto a las izquierdas, a diferencia de la anterior coyuntura, hoy se muestran temerosas ante lo que podría deparar el futuro, y han optado por acatar y defender a las democracias liberales y al Estado de bienestar del capitalismo keynesiano, lo que deja a la extrema derecha como la única fuerza política que construye imágenes de un futuro distinto y alternativo, enarbola discursos en contra de las élites y anti sistémicos, genera nuevas e imprevistas articulaciones entre fuerzas y sectores políticos, remoza y rearma sus propuestas ideológicas, y construye nuevas heterodoxias (Stefanoni, 2021).

En este estado de cosas, para Stefanoni la rebeldía, la transgresión, la audacia, la desobediencia y la transformación de la realidad, hoy parecen ser terreno exclusivo de las extremas derechas, frente a la versión moderada, y políticamente correcta de las izquierdas y los progresismos. En esta dirección, rescata los planteamientos de Mark Fischer, Enzo Traverso, y Marina Garcés, para señalar que uno de los problemas centrales de las izquierdas del siglo XXI, a diferencia del siglo XX, es su incapacidad para imaginar y ofrecer un nuevo proyecto de futuro, el cual hoy se piensa, fundamentalmente, como distopía (donde todo se agota, incluso el planeta mismo). La utopía consiste entonces en el rescate o el retorno a un pasado idealizado, una “retroutopía”, en medio de un presente radicalmente anti ilustrado, pragmático hasta la médula, adverso al proyecto socialista ilustrado y moderno. Este sentimiento de arrinconamiento y amenaza frente al avance neoliberal ha hecho que las izquierdas se aboquen a defender “lo poco que queda” del capitalismo keynesiano de la posguerra y de las democracias liberales, lo que las lleva, en muchos casos, a adoptar actitudes conservadoras frente al presente (Stefanoni, 2021).

Este planteamiento general se desarrolla en cinco capítulos. El primero, “¿El fantasma de qué derecha recorre el mundo?”, sintetiza las principales transformaciones en el mundo de las nuevas derechas desde la década de 1980 hasta el presente, sus debates y tensiones internas, principalmente, entre una corriente neoliberal cosmopolita y otra etnonacionalista que condena y rechaza la globalización, a las “élites globalistas”, al nuevo orden mundial proclamado por el líder republicano George Bush, y que tiene en el ex presidente Donald Trump a uno de sus más importantes exponentes. Stefanoni retoma los conceptos de David Goodhart, quien plantea que este es un conflicto entre los “somewheres” (etnonacionalistas) y los “anywheres” (globalistas). Todas estas nuevas derechas tienen como elemento común la crítica y el desprecio frente a las derechas “tradicionales” por, a su criterio, haber capitulado frente al progresismo.

Por otro lado, propone también el concepto de “derechas radicales” para englobar a la amplia gama de derechas neofascistas y neoliberales autoritarios, como el partido Vox en España, las cuales levantan las banderas de la xenofobia, en contra del multiculturalismo y en defensa de la identidad nacional, al margen o en abierto desprecio de demandas democráticas. Estas ya no estarían compuestas por los skinheads de antaño, sino por “jóvenes peligrosamente brillantes” y “figuras más respetables”, que las hacen más atractivas. En el plano económico oscilan entre nacional-liberales y estatistas. Ambas corrientes apelan a la defensa de los intereses de la clase trabajadora y del campesinado nacional, como víctimas de la globalización.

Más a la derecha, estarían las derechas alternativas o alt-right, compuestas, entre otros, por nacionalistas blancos, neorreaccionarios y otras corrientes que hoy operan en la marginalidad. Estas no tienen pudor en cuestionar todas las ortodoxias existentes, incluso a la democracia, en una actitud de abierta provocación, con el “meme” y el “trolleo” en redes sociales como herramientas políticas. La alt-right libra una batalla contra el “marxismo cultural”. En Estados Unidos, estas corrientes experimentaron un salto cuantitativo y cualitativo bajo el amparo de la presidencia de Trump, quien más que un combate político habría llevado adelante una batalla cultural. Pese a la derrota electoral, estas corrientes quedaron en una mejor correlación de fuerzas de cara al futuro.

En el segundo capítulo, “La incorrección política o el juego de los espejos locos”, se estudia la incorrección política como rebeldía antiprogresista y las vías por las cuales las izquierdas fueron colocadas en el lugar de lo políticamente correcto, de representantes del “statu quo”, y cómo, en este “juego de espejos locos”, las nuevas derechas toman las cosas que realmente sucedieron para distorsionarlas y retorcerlas de las formas más extrañas. Estas creen en la existencia de una dictadura de lo políticamente correcto, de la policía del pensamiento y la imposición de una nueva lengua por parte de la “élite progresista” como expresión del “marxismo cultural”. En este sentido, sostienen que el marxismo perdió la batalla económica en 1990, pero ganó la batalla cultural, imponiendo su hegemonía a nivel global desde instituciones clave como universidades, medios de comunicación, la industria cinematográfica, etc, lo cual atenta en contra de la existencia, y condena el estilo de vida, del “hombre común”.

Con esto, han logrado construir un adversario “poscomunista” que les permite mantener vivo y vigente el anticomunismo, especialmente en la dimensión cultural. En esta ecuación, la nueva izquierda es políticamente correcta, puritana y conservadora, y la nueva derecha es políticamente incorrecta, insurrecta y rebelde. El racismo, el sexismo, y diversas formas de discriminación son reivindicadas como formas de rebeldía frente a la tiranía de la corrección política. La supuesta imposición de una “ideología de género” que atenta contra la existencia de la familia y los roles de género tradicionales, es uno de los ejemplos de esta tendencia de pensamiento.

No obstante, Stefanoni advierte que frente al avance de la revolución conservadora de Reagan y del proyecto neoliberal, las izquierdas se han replegado cada vez más en las universidades. Estas se han convertido en espacios aislados de sociabilidad, en “microclimas ideológicos” seguros, pero a la vez desconectados de las realidades sociales y políticas más amplias. A la vez, dentro de las universidades pareciera cobrar cada vez más fuerza la cultura de la “cancelación”, la cual busca “limpiar” estos espacios de palabras y temas que puedan “ofender” o “herir sensibilidades” específicas, con el enorme riesgo de vulnerar la libertad de expresión, de ideas y de cátedra en nombre del “bienestar emocional de las minorías” y del consenso mayoritario o “correcto”.

En cuanto a las vías de difusión del pensamiento políticamente incorrecto, el autor retoma la propuesta de Angela Nagle, sobre la existencia actual de una “contrarrevolución digital sin líderes”, en la que las extremas derechas “han capturado” la web. Esta cultura de imágenes, humor, sátira y memes, así como su falta de límites morales, tabús, o restricciones, es lo que le ha brindado a la alt-right su fuerza juvenil. Las personas se agrupan virtualmente para criticar al stablishment (progresista) y pensar una nueva política, en espacios que constituyen una “androsfera” compuesta, mayoritariamente, por varones jóvenes desempleados o con empleos de mala calidad, con poca educación y con escasos contactos con las mujeres, enojados y abanderados de un “masculinismo antifeminista”, conocidos como incels (involuntariamente célibes), quienes se autoperciben como víctimas de la tiranía progresista-feminista. En esta batalla cultural, han construido un estereotipo de la persona progresista, como un burgués (que niega serlo) anticapitalista que consume bienes caros, que no puede resistirse a imponer sus ideas de corrección política y justicia social, dogmático, enemigo de la libertad de expresión y amante del Estado de bienestar

En el tercer capítulo se estudia cómo las corrientes libertarias se corrieron a la extrema derecha y se aliaron con conservadores y autoritarios. El cuarto capítulo se dedica al estudio del fenómeno del “homonacionalismo” y los vínculos entre sexualidad y extrema derecha. El homonacionalismo hace referencia a una articulación entre homosexualidad, nación, raza y clase, en el que las extremas derechas utilizan los derechos de las personas sexualmente diversas como símbolo del progreso occidental frente a la “barbarie” del mundo árabe e islámico, que a través de la migración se convierte en una amenaza real para Europa, en peligro de ser “reemplazada”. De esta forma, los derechos de las personas sexualmente diversas se utilizan en clave xenofóbica y supremacista.

El quinto y último capítulo estudia los vínculos entre ecología y extrema derecha, y el surgimiento del ecofascismo, tendencias que combinan la defensa del ambiente con la pureza racial, culpando, entre otras cosas, a la migración, a la globalización, y a la sobrepoblación de los países del tercer mundo de la crisis climática actual, y, frente al eventual agotamiento de los recursos, proponen que cada comunidad eche mano de sus habilidades para sobrevivir, y excluya a quienes las pongan en peligro o las limiten.

Finalmente, en el epílogo de la obra se reflexiona sobre las vías o posibilidades de acción para las izquierdas y progresismos en este crítico escenario. Aquí el autor valida y dialoga con la tesis de Nancy Fraser sobre la trampa que supone actualmente para las izquierdas caer en la dicotomía electoral entre, por un lado, un neoliberalismo progresista y, por el otro, un populismo reaccionario. A partir de la experiencia electoral estadounidense, Fraser reflexiona sobre el apoyo de grandes contingentes de personas trabajadoras, desempleadas y excluidas de las ganancias del modelo neoliberal hacia la candidatura de Trump (un populismo reaccionario) en rechazo al neoliberalismo progresista de Hilary Clinton y el Partido Demócrata. No obstante, la solución para romper este clivaje no es sencilla, ni está escrita en un manual.

Para Stefanoni, si bien la candidatura de Sanders fue una opción interesante en esa dirección, una apuesta similar en países donde sí existió, en el siglo XX, un Estado de bienestar gobernado y dirigido por la socialdemocracia es menos atractiva, pues cae en la lógica de las “retroutopías”, además de que muchas de las izquierdas de estos países han moderado o “socialdemocratizado” sus discursos y propuestas, haciéndolas menos atractivas y restándoles vitalidad. Tal es el caso de Podemos en España que, según el autor, se sumergió en una alianza destinada a intentar que el neoliberalismo progresista del PSOE fuera menos neoliberal y más progresista, lo que les terminó pasando una cara factura como fuerza política. En el otro extremo, está el error de querer disputarle la simpatía a las extremas derechas asumiendo posturas conservadoras en términos culturales, denunciando una supuesta “desviación” de la lucha de clases hacia la agenda feminista y LGBTIQ.

Así las cosas, hoy las izquierdas tienen serias dificultades para actuar de forma independiente o de proponer una vía alternativa al neoliberalismo progresista y a las nuevas derechas, defensoras de un nacionalismo económico, xenofóbico y reaccionario, así como para reaccionar frente al creciente apoyo que tienen entre la clase trabajadora precarizada y la juventud. A esto, se suma una creciente brecha cultural entre estos sectores y las dirigencias de izquierdas, provenientes, en su mayoría, de estratos medios y universitarios, permeados por la revolución cultural de las décadas de 1960 y 1970, con un sistema de valores que difiere en mucho con el de los sectores populares. Estos últimos, frente a las veloces transformaciones del capitalismo, anhelan retomar el control de sus vidas, de todo lo que se desvanece por la desregulación neoliberal (incluidas las familias y los roles de género en su versión heteronormativa) (Stefanoni, 2021).

Tal como lo hace Fraser, el autor rescata las experiencias que intentan vincular demandas identitarias y culturales con reivindicaciones económicas de redistribución de la riqueza, las cuales conectan las demandas de las clases trabajadoras con las de los derechos civiles como una ruta posible para enfrentar y romper esta trampa dicotómica, que beneficia tanto a neoliberalismos progresistas como a extremas derechas. El reto es, además, volver a capturar el entusiasmo y la imaginación de la juventud, y ofrecer imágenes de seguridad y certezas frente a la veloz transformación y destrucción del mundo tal y como lo conocemos, para poder contactar con la clase trabajadora precarizada del siglo XXI (Stefanoni, 2021).

Anteriormente, el historiador Enzo Traverso (2018) había señalado que las categorías políticas del siglo XX, lejos de contribuir, obstaculizan, en buena medida, la comprensión de los nuevos actores políticos y proyectos del siglo XXI, especialmente cuando se les utiliza de forma estática, anacrónica y reduccionista. Discute, especialmente, con el concepto de “fascismo”, rechazando su uso para categorizar a las nuevas derechas, a las que considera posfascistas, ya que apelan a políticas autoritarias y xenófobas, proteccionistas y de defensa de la identidad nacional, pero trabajan desde dentro de la institucionalidad existente. Para Traverso, la mejor vía para enfrentar este fenómeno desde las izquierdas, y recuperar el terreno político, social y cultural que han perdido frente a las nuevas derechas, es la formación de populismos de izquierda, tal como los pensó Ernesto Laclau.

Las nuevas derechas latinoamericanas

Sin duda alguna, además del balance y del análisis de las batallas culturales del siglo XXI, tanto por el presente como por el futuro, uno de los aportes principales de la obra de Stefanoni es el mapeo conceptual del amplio abanico de las nuevas derechas, de sus propuestas, vías y estrategias de acción. El autor discute fundamentalmente sobre el contexto europeo y estadounidense, y sistematiza literatura existente para esos lugares. En este sentido, es pertinente poner a discutir esta obra con los estudios recientes sobre las nuevas derechas en América Latina, más allá de que, sin duda alguna, la metodología seguida por Stefanoni es perfectamente aplicable para profundizar en el estudio de las nuevas derechas en la región, los contenidos simbólicos, culturales, y la construcción de sentidos comunes.

Estudios recientes sobre las nuevas derechas latinoamericanas ubican el origen de esta corriente en los Estados Unidos, la cual logró expandirse hacia la región a través de una serie de dispositivos culturales, especialmente a partir de la década de 1980. Es por esto que se debe mantener una mirada global a la hora de estudiar a estas corrientes políticas, sus proyectos políticos, culturales y societales, sus redes y estrategias de acción.

La “nueva derecha” surgió en la década de 1960 como una respuesta conservadora a la “nueva izquierda”. Desde su inicio estuvo integrada por militantes cristianos que organizaron movimientos antiaborto y en defensa de la familia, bajo la forma de “protestas morales”. Desplegaron así una política pasional que interpelaba a las emociones, a través del uso de medios de comunicación y del trabajo en las comunidades. En la década de 1980, en medio del avance de la desregulación neoliberal, este nuevo conservadurismo apeló a los valores tradicionales como la familia, la moral y el nacionalismo como elementos cohesionadores de las sociedades, ahora gobernadas por el libre mercado, con lo cual logró articular el conservadurismo religioso con el orden neoliberal, cuyo fin común era el combate al socialismo (Gómez, 2020, pp.291-292).

Al igual que Stefanoni, Gómez (2020) plantea que estas “nuevas derechas” entienden la necesidad de movilizar a la sociedad civil, de dirigir, resignificar y reorientar el descontento y la frustración social para explotarlo, de forma hegemónica, y ponerlo en función del orden establecido. Para esto, ponen atención a los eventos o momentos críticos que les permitan capitalizar las amenazas (percibidas) a las identidades relevantes (de género, nacionales, etc.), posicionándose como sus máximos defensores. En América Latina y Estados Unidos el movimiento “en contra de la ideología de género” en las escuelas, a partir de una supuesta amenaza de la educación sexual a la identidad de “padres”, es parte de este fenómeno. En términos generales, estas organizaciones agitan emociones sin mayor esfuerzo argumentativo (pp.306-312).

Para este autor, las nuevas derechas han utilizado como mecanismos de construcción de sentidos “la emocionalización, la estigmatización, la moralización, el estilo conspirativo paranoico, la manipulación identitaria y el aprovechamiento de los sistemas de creencias y fondos culturales” (Gómez, 2020, p.286), y sustituyen la credibilidad empírica por la fidelidad narrativa, el shock moral y el compromiso identitario.

Recientemente Andrea Bolcatto y Gastón Souroujo (2020) compilaron distintos aportes que analizan el fenómeno de las nuevas derechas en América Latina en un libro con una serie de estudios de caso de los países del sur del continente. Al igual que Stefanoni, parten de que la crisis actual de las democracias y economías liberales ha posibilitado el ascenso de un radicalismo de derecha, de los nacionalismos y la xenofobia, y de nuevas derechas, en general, con un signo antiliberal en lo político y económico. Esto vuelve necesario estudiar la nueva “conciencia de la época”, en medio de la incertidumbre y el desconcierto que domina entre sectores políticos progresistas y académicos. Para explicar dicho fenómeno integran el estudio de lo social, lo discursivo, la globalización financiera, el auge del feminismo, la violencia urbana, los nuevos actores políticos y las veloces transformaciones tecnológicas. En América Latina, una primera expresión de este antiliberalismo por la izquierda fue el ciclo de populismos progresistas inaugurado en 1999, con el triunfo de Hugo Chávez en Venezuela, el cual habría llegado a su fin en el 2015, dando paso al ascenso electoral de las derechas nuevas y tradicionales (Bolcatto y Souroujo, 2020, pp.1-10). Esta transición no supuso una mera réplica del auge de las extremas derechas que en Europa se experimentaba desde el 2008, sino un fenómeno atravesado por variables globales y locales, que le dio una configuración propia (Bolcatto y Souroujo, 2020, p.14).

Retomando la tesis de Teodor Adorno, ubican el origen global de las nuevas derechas en la década de 1960. Este auge se explica por el hecho de que las condiciones que permitieron el surgimiento del fascismo en las décadas de 1930 y 1940, siguieron vivas. Sin embargo se produjo en ese momento un cambio generacional, que le dio el paso a una nueva derecha que se presentaba a sí misma como democrática, a diferencia de los totalitarismos fascistas, y que no necesitaba de un partido político único para actuar, sino que su principal fuerza radicaba en la propaganda. Los conceptos de populismo y nacionalismo, y el diálogo entre teoría política y evidencia histórica, son claves para comprender el auge actual de las nuevas derechas, como expresión antiliberal (Bolcatto y Souroujo, 2020, pp.3-12).

Por otro lado, el ascenso de Jair Bolsonaro en Brasil, entre otras expresiones locales, ha puesto en evidencia la necesidad de estudiar el fenómeno neopentecostal para entender a las nuevas derechas latinoamericanas. Dado que Stefanoni centra su atención en las nuevas derechas en Europa y Estados Unidos, no le presta la suficiente atención a este componente.

En este sentido, Julio Córdoba (2015) plantea que las organizaciones evangélicas neopentecostales han sido un pilar de las nuevas derechas en América Latina, especialmente a través del crecimiento de partidos políticos neopentecostales surgidos, en su mayoría, en las décadas de 1980 y 1990, y de agrupaciones “provida” o “profamilia” surgidas en el siglo XXI. Estas se articulan a nivel local, regional y global con élites que difunden discursos “teológico-políticos”, surgidas, originalmente, en Estados Unidos con la “nueva derecha cristiana” en la década de 1960. En la década de 1970 sus discursos en defensa de la vida y la familia empezaron a circular hacia América Latina, gracias a la radio y la televisión, y a dos factores estructurales. El primero, la violenta crisis de la década de 1980 y las iniciativas dirigidas a “restaurar la estabilidad familiar”. El segundo, el avance de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en las agendas políticas y educativas de los gobiernos de la región durante la década de 1990, en medio de la transición de los países latinoamericanos hacia democracias liberales. En alianza con otros sectores conservadores, las élites evangélicas locales han logrado frenar de forma efectiva en diversos países de la región el avance de iniciativas en materia de derechos sexuales y reproductivos para las mujeres y la población sexualmente diversa, a lo largo del siglo XXI.

Al igual que las europeas y estadounidenses, las nuevas derechas latinoamericanas recurren a la protesta y a la movilización social, las calles no son un terreno exclusivo de las izquierdas. Las constantes y masivas movilizaciones en contra de los gobiernos progresistas en Suramérica han posicionado la relevancia del estudio de las protestas sociales de las nuevas derechas. Al estudiar este fenómeno, María Victoria Quiroga y Lucía Juncos (2020) señalan que en América Latina la protesta no siempre tiene un carácter emancipatorio o contrahegemónico, ni es protagonizada únicamente por la izquierda social. Esta puede utilizarse también para oponerse y revertir cambios progresistas. Un elemento común de estas “protestas sociales de derecha” es la construcción moral, antes que política, del adversario, y la conversión de las disputas políticas en disputas morales entre el bien y el mal, lo que tiende a promover discursos de odio en contra de poblaciones específicas (pp.55-67). Por su parte, Juan Bautista Lucca y Esteban Iglesias (2020) las denominan “movilizaciones sociales antiigualitarias”, dirigidas en contra de principios articuladores de la democracia y de iniciativas o gobiernos progresistas. Las protestas de las derechas latinoamericanas encuentran un fuerte asidero en las demandas en torno a la homogeneidad en detrimento de la diversidad o el pluralismo, la identidad religiosa, la familia, la propiedad privada, y la vida (p.70).

Conclusión

En Costa Rica, el crecimiento electoral de las nuevas derechas en el 2018 tuvo su fuerza en el fenómeno cultural neopentecostal, conservador y antiprogresista, tal como se ha presentado en otros países de la región latinoamericana. Sin embargo, a partir de la bibliografía presentada, es fundamental entender entonces que este crecimiento es la punta del iceberg de un fenómeno mucho más profundo, cimentado en importantes transformaciones y disputas culturales que operan en las bases mismas de la sociedad, vinculadas a la vez a dinámicas regionales y globales.

Utilizando el esquema de Fraser (2017), en el 2018 experimentamos una disyuntiva electoral entre un neoliberalismo progresista, representado en el Partido Acción Ciudadana (PAC) y un populismo conservador, representado en el Partido Restauración Nacional (PRN), que dejó a la izquierda política marginada de la contienda y sin capacidad alguna de reacción o comprensión del fenómeno que tenía enfrente, producto, en alguna medida, de la ausencia de una mirada global y regional y de un estudio sistemático de los nuevos actores en la palestra política nacional e internacional. Siguiendo la propuesta de Stefanoni, lejos de reducir el análisis a la derrota electoral del PRN, toca estudiar la creciente simpatía de un amplio sector de la sociedad, especialmente de la juventud y personas trabajadoras precarizadas, por este tipo de figuras y discursos políticos, que en todas partes del mundo se muestran como una fuerza política, social y cultural en ascenso.

Asimismo, algunas de las más importantes movilizaciones sociales que se han presentado en el marco de los impactos de la pandemia del COVID-19 también dan muestra de la presencia de estos imaginarios y sentidos comunes de derechas, y de consignas que tienen un claro sesgo anti-igualitario, anti-progresista, anti-ilustrado y anti-científico, y que si bien se mezclan aún en movimientos más amplios y podrían aún tener una existencia más marginal, están ahí, disputando el descontento, el presente y el futuro de esta sociedad. Es fundamental, entonces, estudiar la creciente difusión de nuevos sentidos comunes de derechas en la sociedad costarricense, sus contenidos y vías de difusión, así como a los “pequeños intelectuales” que están en la primera línea de esta batalla cultural.

La proliferación de discursos e imágenes en redes sociales que tachan de “comunistas”, de forma indiscriminada, a las universidades estatales, medios de comunicación nacionales como Canal 7, al gobierno del PAC, junto con la cadena de noticias estadounidense CNN, así como de expresiones criollas de QAnon, antivacunas y negacionistas de la pandemia del COVID-19, entre otros, es muestra del carácter transnacional, y de la fuerza, de los discursos, imaginarios, sentidos comunes y estrategias de acción de las nuevas derechas a través del uso la web.

Los sectores progresistas e intelectuales nacionales parecieran cometer los mismos errores que advierte Stefanoni, privilegiando una actitud que va desde la incredulidad, el inmovilismo hasta la mofa, la burla y la descalificación. Sin duda alguna, es necesario asumir esta como una agenda de investigación necesaria e importante para las ciencias sociales, para entender las disputas políticas del presente y poder dar respuestas adecuadas al nuevo escenario, marcado como en muchas partes del mundo, por un pesimismo y hartazgo generalizado ante el estado actual de las cosas, agravadas por la pandemia del COVID-19. La metodología y conceptos que aporta Stefanoni son útiles para incursionar en el estudio de las versiones criollas de las nuevas derechas, sus conexiones, sus formas y estrategias de acción, muchas de las cuales aún, producto de la falta de estudio sobre este fenómeno, pasan desapercibidas o camufladas en movimientos y articulaciones políticas más diversas.

Referencias

Bolcatto, A. y Souroujo, G. (2020). Los nuevos rostros de la derecha en América Latina: desafíos conceptuales y estudios de caso. Ediciones UNL. [ Links ]

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Recibido: 22 de Octubre de 2021; Aprobado: 04 de Noviembre de 2021

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