SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.23 issue1Chaves Zamora, R. (2021). Rebeldía en la memoria. El movimiento estudiantil contra Alcoa (Costa Rica, 1968-1970) (San José: EUNED, 2021)Análisis de la obra: ¿La rebeldía se volvió de derecha? Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio), de Pablo Stefanoni author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Diálogos Revista Electrónica de Historia

On-line version ISSN 1409-469X

Diálogos rev. electr. hist vol.23 n.1 San Pedro Jan./Jun. 2022

http://dx.doi.org/10.15517/dre.v23i1.48327 

Reseñas

Molina Jiménez, I. y Díaz Arias, D., eds. (2021). El héroe de la discordia. Juan Rafael Mora Porras y la cultura costarricense. San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica|CIHAC

1Michel Gobat, Universidad de Pittsburgh, Pittsburgh, Estados Unidos, Profesor del Departamento de Historia.

Molina Jiménez, I. y Díaz Arias, D., eds. (2021). El héroe de la discordia. Juan Rafael Mora Porras y la cultura costarricense. Editorial de la Universidad de Costa Rica/CIHAC.

Es un gusto para mí, en dos sentidos, comentar este libro del historiador RandaEl héroe de la discordia: Juan Rafael Mora Porras y la cultura costarricense, editado por Iván Molina y David Díaz, es un libro muy rico en contenido, así que hay muchas maneras de analizarlo. Es cierto que el libro se centra en la figura de Juan Rafael Mora Porras. Pero al situar Mora en su contexto histórico y explorar las políticas de memoria que rodean su figura desde el siglo XIX hasta el presente, el libro ofrece una visión fascinante de la historia moderna de Costa Rica. Además el libro destaca no sólo por su amplio recorte temporal, sino también por sus diversos enfoques metodológicos, ya que tiene datos importantes sobre la historia política, la historia social, la historia literaria, y los estudios de la memoria.

Pero habiendo dicho esto, el libro tiene un objetivo muy claro, pues como David Díaz e Iván Molina explican en su prologo, el libro trata de mostrar cómo “Mora se ha convertido en un héroe de la discordia no sólo como resultado de los debates historiográficos acerca de su gestión, sino de los usos políticos de su figura, que ha sido reivindicada tanto por sectores de derecha como de izquierda.” De hecho, a pesar de que los seguidores de Mora lo consideran como el héroe de la principal guerra de independencia de Centroamérica, el libro muestra que, a diferencia de otros héroes fundacionales latinoamericanos, Mora nunca logró convertirse en una figura de unidad nacional. Por el contrario, Díaz y Molina sostienen que Mora sólo pudo ser recordado como un héroe de la discordia.

Este es un argumento fascinante y permítanme explicar muy brevemente cómo yo veo que el libro lo desarrolla. En el primer capítulo, escrito por Eugenia Rodríguez, vemos cómo Mora se convirtió en un agente de la discordia, ya que su administración supervisó un proceso de desarrollo económico que produjo grandes tensiones sociales—tanto en la población en general como en los sectores de la élite. En el siguiente capítulo, Carmen Fallas explica cómo el caudillismo autoritario de Mora produjo la más intensa polarización política que el país había experimentado entonces. Así que no fueron sólo las políticas socio-económicas de Mora, sino también su autoritarismo lo que lo convirtió en creador de la discordia.

El ensayo de Iván Molina, a su vez, tiene un enfoque historiográfico que revela cómo Mora se convirtió en un héroe de la discordia de dos maneras diferentes: primero, al demostrar cómo la profesionalización de la disciplina de historia a lo largo del siglo XX reveló cada vez más las tensiones políticas y sociales que marcaron la gestión de Mora; y segundo, al mostrar cómo la figura de Mora fue clave para la discordia que marcó la lucha por la aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC) en 2006 y 2007.

Este último punto es desarrollado con mayor profundidad por David Díaz, ya que su ensayo analiza cómo la lucha contra el TLC, que coincidió con el sesquicentenario de la guerra anti-filibustera, desencadenó un feroz debate historiográfico que reforzó el estatus de Mora como una figura histórica sumamente divisiva.

Pasando al campo de la literatura, Verónica Ríos muestra cómo la figura polarizadora de Mora le impidió ocupar un lugar central en el imaginario nacionalista, lo que hizo que su memorialización fuera muy diferente a la de los héroes independistas latinoamericanos.

En el capítulo final, Vicente Gómez se centra en la Academia Morista Costarricense para mostrar cómo el nacionalismo que valoriza la figura de Mora adquirió una dimensión institucional a raíz de la fallida campaña contra el TLC. En muchos sentidos, su capítulo vuelve a la primera parte del libro, ya que argumenta que, al utilizar los recursos estatales, la Academia Morista reforzó el estatus de Mora como héroe oligárquico de forma muy similar a lo que el propio Mora intentó hacer tras el final de la guerra anti-filibustera.

Como sugiere mi breve resumen, este libro ofrece mucho material para comentar. Pero dada la limitación de tiempo, me gustaría tocar sólo dos temas. El primero tiene que ver con la polémica del sesquicentenario en el contexto de la lucha por el TLC. Dado que la guerra anti-filibustera es considerada por muchos costarricenses como su verdadera guerra de independencia, no es casualidad que la lucha por el TLC provocara un debate sobre la identidad nacional en un mundo globalizante. Por tanto, esta polémica tocó un tema de gran interés para la gente de todo el mundo, es decir, cómo contar la historia de los orígenes de su nación—o lo que los historiadores estadounidenses llaman “historias de origen.”

Los debates sobre estas historias suelen ser intensos. Por ejemplo, en los Estados Unidos estamos viviendo ahora una gran polémica sobre el llamado Proyecto 1619, que es el año de la primera llegada de esclavos africanos a suelo estadounidense. Por tanto, este proyecto pretende situar las consecuencias de la esclavitud y las contribuciones de los afro-americanos en el centro de los orígenes del país. Y al igual que en Costa Rica, esta polémica implica no sólo a los historiadores profesionales, sino también a los medios de comunicación, los movimientos sociales, los políticos y los funcionarios escolares.

Así que no es sorprendente que la coincidencia del sesquicentenario y la lucha contra el TLC provocara una polémica tan feroz. Dicho esto, debo admitir que, a pesar de haber investigado la guerra anti-filibustera, yo no era plenamente consciente de las verdaderas dimensiones de esta polémica.

En parte, mi ignorancia refleja el hecho de que soy un especialista en la historia de Nicaragua. Pero también tiene que ver con el hecho de que la historia de origen centrada en Mora es un fenómeno muy reciente. Esto se ve claramente en el capítulo de Verónica Ríos, que hace un excelente trabajo al situar el caso costarricense en su contexto latinoamericano. Como ella demuestra, el surgimiento de una historia de origen centrada en un héroe oligárquico a principios del siglo XXI no era muy común. Al igual que no era común que una figura de la clase trabajadora como Juan Santamaría se convirtiera en un héroe nacional a finales del siglo XIX. En muchos sentidos, el surgimiento de ambas historias de origen en momentos históricos tan distintos parece dar un nuevo significado a la idea del excepcionalisimo costarricense.

Ahora bien, es cierto que no era raro que los latinoamericanos opuestos a los proyectos de Tratado de Libre Comercio, que surgieron tras el fin de la Guerra Fría, invocaran a los héroes oligárquicos de la independencia. El principal ejemplo es el movimiento bolivariano liderado por Hugo Chávez, que invocó a Simón Bolívar para denunciar tales proyectos.

Pero los héroes oligárquicos del pasado no eran los únicos disponibles entonces. Basta ver cómo Emiliano Zapata, el líder campesino de la Revolución Mexicana, fue invocado por el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que se levantó en 1994 contra el TLC de América del Norte.

Y eso es lo que hace que el caso de Costa Rica sea tan interesante, ya que los grupos que se oponían al TLC disponían de una figura similar a la de Zapata—en la persona de Juan Santamaría. Así que me pareció fascinante ver cómo el libro explica por qué Mora, y no Santamaría, fue invocado durante las movilizaciones contra el TLC. Pero fue también desconcertante ver cómo uno de los gremios de historiadores más distinguidos de América Latina fue atacado de una manera muy virulenta durante esta polémica. Y como sostienen David Díaz e Iván Molina, este ataque contribuyó a la “desprofesionalización de los estudios históricos en Costa Rica.”

Sin embargo, el libro también muestra que la historia de origen centrada en Mora siempre ha carecido de un arraigo popular. De hecho, el capítulo de Vicente Gómez sobre la Academia Morista demuestra cómo la memorialización de Mora dependía del apoyo estatal. Así que al terminar el libro, me quedé con la sensación de que esta polémica reveló más bien la vitalidad de la historiografía de Costa Rica. Teniendo en cuenta que otros países han experimentado polémicas similares, sería interesante explorar el caso costarricense desde una perspectiva comparativa.

Pero si es importante que los historiadores se tomen en serio las historias de origen, este libro subraya que también debemos separar esas historias de lo que podría llamarse historia real. O parafraseando una cita que se encuentra en el capítulo de David Díaz, es importante diferenciar entre “hacer patria” y “hacer ciencia.”

Y la idea de “hacer ciencia” está relacionada con mi segundo punto, que tiene que ver con cómo este libro mejora nuestra comprensión de la guerra anti-filibustera. Hay muchas cosas que podría decir sobre este tema, pero voy a centrarme en cómo el libro sugiere una nueva interpretación de las consecuencias políticas de la guerra para Costa Rica.

En mi libro sobre Walker, argumenté que en Nicaragua la derrota filibustera dio paso a una larga restauración oligárquica que aplastó el liberalismo democrático encarnado por los radicales locales que habían apoyado inicialmente a los filibusteros. Suponía que un proceso similar ocurrió en los otros países centroamericanos, incluyendo Costa Rica. Es cierto que Mora fue derrocado en 1859, pero como el golpe fue orquestado por élites disidentes, asumí que no produjo un cambio político sustancial.

Sin embargo, este libro revela que la guerra anti-filibustera tuvo un resultado más paradójico en Costa Rica. Y la paradoja consiste en que, por un lado, la guerra, como muestra el trabajo de Eugenia Rodríguez, aumentó la desigualdad social al ayudar a las élites a ampliar su poder a costa de los pequeños y medianos productores.

Pero por otro lado, su ensayo y el de Carmen Fallas sugieren que, políticamente, la guerra fortaleció a los sectores populares. Y esto fue en parte porque la guerra intensificó los conflictos entre los grupos de élite que condujeron a la caída de Mora. Pero quizás más importante, fue también por las formas en que los milicianos fueron clave en esos conflictos entre las élites. Esto es algo que Carmen Fallas muestra nítidamente en su análisis de cómo tanto los moristas como sus enemigos buscaron reclutar milicianos para librar sus batallas políticas.

Así que esta nueva información debe ayudarnos a entender mejor cómo la presión popular empujó al gobierno antimorista de Montealegre a universalizar el sufragio masculino, revirtiendo así la restricción de la ciudadanía prevista en la Constitución de 1848 y que alentó el descontento popular contra el gobierno de Mora. Por tanto, fue con razón que los partidarios de Montealegre afirmaban que defendían “el principio de libertad sostenido por la voz omnipotente de los pueblos.” Este es el mismo tipo de discurso que las milicias populares de otros lugares de América Latina utilizaban entonces para librar su lucha por la ciudadanía.

Así que el capítulo de Carmen Fallas me hizo pensar en dos cuestiones: primero, si la participación de los milicianos costarricenses en la guerra anti-filibustera aumentó su influencia política en su país. Y segundo, si estos milicianos fueron a la guerra en Nicaragua para defender no sólo la soberanía de Centroamérica sino también sus derechos de ciudadanía. Esta idea puede conectarse con el argumento de Verónica Ríos de que Mora, a diferencia de otros héroes independentistas latinoamericanos, no se convirtió en un símbolo de la nación precisamente por “la temprana democratización de la política costarricense.”

Para terminar, quiero subrayar que este libro destaca no sólo por mejorar nuestra comprensión de importantes procesos históricos, sino también por sugerir nuevas formas de analizarlos. Pero quizás lo más importante de este libro es que muestra que, cuando se trata de las historias de origen, “hacer ciencia” y “hacer patria” siempre van a estar en juego, pero que en última instancia, como enfatizan David Díaz e Iván Molina en su epílogo, la historia tiene que seguir siendo “la musa insubordinada y científica ajena a toda condescendencia.”

Recibido: 21 de Agosto de 2021; Aprobado: 28 de Agosto de 2021

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons