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Diálogos Revista Electrónica de Historia

On-line version ISSN 1409-469X

Diálogos rev. electr. hist vol.14 n.2 San Pedro Sep./Dec. 2013

 

La controversia entre Lorenzo Montúfar y el P. León Tornero: A propósito de un libro de Roberto Marín Guzmán

A discussion on Lorenzo Montúfar's and P. León tronero's controversy: About a book by Roberto Marín Guzmán

David Díaz Arias1*

*Dirección para correspondencia:


Roberto Marín Guzmán acaba de publicar un libro con un título muy amplio: El primer intento de entrada de los jesuitas a Costa Rica (1872) y el inicio de la controversia entre el Dr. Lorenzo Montúfar y el P. León Tornero, S.I. Marín Guzmán es bien conocido y reconocido como un historiador del Medio Oriente, por lo que puede parecer extraño, desde el principio, encontrarlo publicando un libro sobre Costa Rica, sobre el siglo XIX y sobre una disputa entre un liberal y un jesuita. Sí se le conocía el interés a Marín Guzmán por la presencia en Latinoamérica de migraciones de grupos árabes y libaneses y es muy conocido su estudio sobre el espíritu de cruzada en la conquista y colonización española de América. Pero esos trabajos, a excepción del último mencionado, no tienen casi relación con este que hoy nos presenta. La explicación de este acercamiento de Marín Guzmán aparece en una interesante introducción-testimonio al texto que comentamos hoy. En esa introducción se nos devela un amor investigativo por el análisis de la presencia de los jesuitas en Centroamérica; un interés de investigación con grandes altibajos y de larga data porque comenzó al final de la década de 1970, se extendió por la década de 1980, casi desapareció en las décadas de 1990 y 2000 y se ha comenzado a concretar con este libro. Es interesante esa introducción-testimonio porque da cuenta de la forma en que un tema de investigación puede ser construido a lo largo del tiempo y también de la forma en que un investigador puede engarzarse de una temática de análisis por décadas y de las esperanzas que siempre ofrece el futuro para poder realizar proyectos específicos planeados en el pasado y, finalmente, del empecinamiento y la disciplina como recetas fundamentales para investigar. En ese sentido, Marín Guzmán ofrece una lección en esa introducción-testimonio que debería enfatizarse a los estudiantes que les toque leer este libro y también a los investigadores en general y que remite a un elemento central siempre que se emprende la investigación: el amor y la pasión por el objeto de estudio, no importan las circunstancias.

La polémica a que hace referencia Marín Guzmán en este libro ha sido poco explorada. Hay referencias a ella en el trabajo sobre de Rafael Pérez, La Compañía de Jesús en Colombia y Centroamérica después de su restauración publicado entre 1896 y 1898,  en un libro titulado Notas históricas sobre la Compañía de Jesús restablecida en Colombia y Centroamérica, 1842-1914 de Luis Javier Muñoz publicado en 1920,  en el libro  La primera vacante de la diócesis de San José escrito por Víctor Sanabria Martínez y publicado por primera vez en 1935,  en la Monografía de Cartago de Jesús Mata Gamboa, en el libro de Franco Cerutti sobre Los jesuitas en Nicaragua en el siglo XIX, y en el libro del mismo Roberto Marín sobre el espíritu de cruzada español ya mencionado antes. Pero hasta ahora no se había recuperado la controversia ni se habían ordenado los ámbitos de discusión de la misma. En ese aspecto, este libro es una contribución importante tanto al estudio del liberalismo centroamericano como de sus conflictos con miembros de la Iglesia Católica.

El texto en cuestión está dividido en cinco partes: una introducción, dos capítulos, un tercer capítulo titulado “Reflexiones finales” y unas conclusiones. El primer capítulo estudia someramente el desarrollo del conflicto de la Iglesia Católica con los políticos liberales centroamericanos y sus relaciones con los conservadores en el periodo entre la independencia y el inicio de la década de 1870. El segundo capítulo se concentra en la temática del libro, esto es, en los opúsculos publicados por el Dr. Lorenzo Montúfar sobre los males que a sus ojos representaban los jesuitas que empecinadamente pedían instalarse en Costa Rica y las respuestas que le dio el jesuita León Tornero a esas publicaciones. Es importante anotar que los contrincantes en este duelo de la palabra no eran para nada ajenos a las lides de la polémica y estaban bien preparados para realizarla. Montúfar era un distinguido abogado originario de Guatemala, había estudiado en la Universidad de San Carlos y en ese momento fungía como Ministro costarricense, cargaba ya 49 años, pero todavía no se había convertido en el historiador de la historia de Centroamérica del periodo 1820-1860 que comenzará a publicar a finales de la década de 1870 y especialmente en la década de 1880. El P. León Tornero era solo un poco más viejo que Montúfar, ya que tenía 54 años, se encontraba en León de Nicaragua en el momento de la polémica, pero era originario de Alcalá de Henares, había entrado a la Compañía de Jesús en 1833 con apenas 15 años y era jesuita.

Hay varias cosas que me surgen de la lectura del inicio de esta controversia. Una primera es una pregunta que creo Marín Guzmán puede plantearse para el futuro: ¿por qué este tipo de discusión se lleva al ámbito de la letra impresa? ¿Qué significado podía tener empeñarse en llevar adelante una polémica que muy pocos podían realmente leer? Especialmente, ¿qué nos dice esta polémica sobre el avance de la esfera pública y con ella la opinión pública y la configuración de grupos de políticos e intelectuales? ¿A qué audiencia le escribía Montufar y en quiénes, además de Montúfar, podía estar pensando Tornero al responderle tan enfáticamente al productor de la crítica? ¿Es posible saber cuántas copias se imprimieron de estos opúsculos y sus respuestas y si circularon por esferas similares? A juzgar por las memorias de Montúfar y por la publicación del segundo y el tercer opúsculos, él estaba inmediatamente al tanto de las respuestas de contrincante. ¿Qué nos dice eso acerca de la circulación de ideas y polémicas, que fueron varias y de variado tipo en el final del siglo XIX, en Centroamérica?

Un segundo elemento a visualizar es el papel de los que discuten y su lenguaje. Montúfar es efectivamente un liberal, pero hay que subrayar que es un liberal con pedigrí de hombre de Estado. Es profundamente anticlerical y tanto en sus opúsculos como en otras obras, especialmente en su historia de Centroamérica, Montúfar manifestó abiertamente una visión del desarrollo histórico que ponía a competir a la institucionalidad estatal moderna con instituciones como la Iglesia. Para Montúfar la Iglesia no era más que otro miembro del “partido servil” y por tanto un obstáculo más en el desarrollo de las ideas liberales y con ello del proceso de consolidación de un tipo de actividad de lo estatal y de lo público. En la controversia con Tornero, se muestra toda esa pasión que siente por la defensa de la expansión de las ideas y la política liberal. El padre Tornero, por su parte, se impone a sí mismo la misión de defensor de su congregación y en ese sentido aspira tanto a esa lucha como a desacreditar los argumentos de Montúfar que son, finalmente, los argumentos de los liberales. En ese sentido, Tornero tiene la oportunidad inicial de moverse en un campo que conoce bien y que Montúfar, por lo que se ve, no maneja adecuadamente. Así, mientras Montúfar se movió en las aguas de la teoría conspirativa basada en una concepción de atacar a partir del desprestigio sin pruebas, Tornero, quien obviamente dominaba mejor el conocimiento sobre su propia congregación y quien por tanto apareció con más armas que el primero para enfrentar la polémica, se centraba en la respuesta concreta a los argumentos del liberal. Es por eso necesario plantearse el asunto de por qué Montúfar no recurrió a la experiencia centroamericana, que conocía mejor, para enfrentar el desafío del jesuita. No queda claro por qué se quedó en el nivel de lo exterior, lo ajeno y lo calumnioso y no llevó a su contrincante a un terreno en el que podía combatirlo mejor, es decir, en el de la historia de Centroamérica y en el discurso de la estaticidad frente a lo eclesiástico. ¿Por qué le siguió el juego al jesuita si Montúfar tenía más herramientas para enfrentarlo en esa otra esfera, que finalmente era la más importante porque lo que se discutía era si la presencia de los jesuitas en el territorio centroamericano podía ser provechosa o contraproducente para los estados de la región?

Esta pregunta lleva al tercer asunto de la polémica y es el que remite al orden de lo que se discute, es decir, la presencia de los jesuitas en los estados centroamericanos que han sido tomados por el liberalismo. Aquí hay algunas interesantes referencias que Montúfar tampoco parece haber utilizado en su polémica y que contradecían el espíritu de la época. Si las acusaciones conspirativas de Montúfar con respecto a la actividad que él le atribuye a los jesuitas en España o en el Vaticano eran banales y faltas de prueba, son también banales sus acusaciones del enriquecimiento de la Compañía de Jesús a raíz del comercio. ¿Por qué Montúfar lleva la polémica a ese nivel? El ideal de conquista de la naturaleza de la ciencia positivista conjugado con el darwinismo social y con el desarrollo del capitalismo apelaban en gran medida a la extensión de la visión de lo privado, de la ganancia, del espíritu emprendedor y de la capacidad de convertirse en un selfmade man. Montúfar ataca a los jesuitas, pero no se entiende su acusación sobre la actividad comercial, a menos que el enriquecimiento a partir de tal actividad fuese mal vista por la población. Ciertamente, las élites no lo veían mal ya que la mayoría de ellas habían sido comerciantes.

El asunto de la educación es también atrayente. Uno de los recursos de los jesuitas para ser aceptados en estos Estados era apelar a su formación y al papel que podían tener en la extensión de las letras y el conocimiento. En ese renglón, es donde aparece la referencia a la felicidad futura si se educaba a la juventud. Los jesuitas se amarran de ese posible papel suyo en las sociedades centroamericanas y también se nota que ese es el principal argumento de sus defensores. En la contraparte, no tanto en el opúsculo de Montúfar como en otros artículos publicados en la prensa liberal del momento y mencionados por Marín Guzmán, ese asunto de la educación se mira poco y cuando se presta atención a él, simple- mente es para atacar a los jesuitas como cultivadores de una formación manipula- dora, anclada en el pasado y poco útil para la ciencia positivista. Una pregunta al respecto tiene que ver con el valor efectivo que el liberalismo le dio a la educación tanto como propagadora de la idea de ciencia y de explicación de los fenómenos naturales a la luz de esa ciencia, como instrumento ideológico de control de las clases populares y extensión de formas de comportamiento en público. ¿Por qué no aparece con claridad ese ideal en esta polémica entre Montúfar y Tornero? ¿Por qué no lo explotó Montúfar? Probablemente en el inicio de la década de 1870 apuntar al asunto de la educación no era todavía viable para los liberales en Costa Rica, ya que sus principales logros al respecto apenas se comenzarán a ver después de la década de 1880.

En sus reflexiones finales, Marín Guzmán avanza hacia una interesante interpretación del papel de la Iglesia como prestamista y propone una hipótesis atrayente. Según él, es posible que la Iglesia haya sido atacada por los liberales para limitar su papel como prestamista en un momento de extensión del papel de la banca privada dominada por esos liberales. La hipótesis es interesante en la medida en que lleva la discusión de la lucha de la década de 1880 a un renglón no explotado y la problematiza. Tal hipótesis debería ser recuperada pronto por alguien más y con ello se contribuiría no solo al estudio de la lucha entre liberales e Iglesia, sino en el entendimiento del papel del crédito en esta etapa de consolidación de una economía nacional dependiente.
 
Ojalá Marín Guzmán siga guiñándole un ojo a la historia costarricense aunque no descuide su estudio del Medio Oriente. Hacen falta más personas que exploren con dedicación la historia del encuentro entre el Estado liberal y la Iglesia tanto en este orden de la polémica como en el de la colaboración. De ahí lo importante de que se siga cultivando este tipo de Historia.

*Correspondencia a:
David Díaz Arias. Historia Política, Director del posgrado de Historia y Docente de la Escuela de Historia, Universidad de Costa Rica. Doctorado en Historia de Indiana University, correo electrónico: david.diaz@ucr.ac.cr
1. Catedrático. Historia Política, Director del posgrado de Historia y Docente de la Escuela de Historia, Universidad de Costa Rica. Doctorado en Historia de Indiana University, correo electrónico: david.diaz@ucr.ac.cr

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