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Revista Electrónica Educare

On-line version ISSN 1409-4258Print version ISSN 1409-4258

Educare vol.19 n.3 Heredia Sep./Dec. 2015

 

10.15359/ree.19-3.19

Educación sexual de la población joven universitaria: Algunos determinantes y desafíos

Sexual Education of Young University Students: Some Key Factors and Challenges

María Luisa Preinfalk-Fernández 1  

1Universidad Nacional Instituto Estudios de la Mujer Heredia, Costa Rica mlpreinfalk@racsa.co.cr

Resumen:

Las instituciones de educación superior no solo enfrentan el reto de enseñar alguna disciplina a sus estudiantes, sino también de fortalecer sus capacidades y aptitudes para la vida. Al ser la población estudiantil universitaria mayoritariamente joven, la aspiración de brindarle una formación integral adquiere particular relevancia, pues es en esta etapa de la vida cuando se modelan las conductas propias y se sientan pautas de comportamiento para la vida adulta. En este reto formativo, la educación sexual asume un papel determinante. El presente artículo de investigación tiene por objetivo evidenciar que persisten en el estudiantado universitario vacíos de información, prácticas sexuales en condiciones de riesgo, mitos, prejuicios y estereotipos, que no les permiten vivir de manera segura y placentera su sexualidad, y ponen de manifiesto la necesidad de que las instituciones costarricenses de educación superior fortalezcan sus acciones en educación sexual. Se elabora un breve recorrido por distintos ángulos de las vivencias de la sexualidad de la población estudiantil universitaria, entre los que destacan: sus percepciones acerca de los requerimientos de formación que enfrentan, las principales dudas que les inquietan, las prácticas sexuales en condiciones de riesgo que realizan, la falta de capacidades para negociar el cuidado de su salud sexual y reproductiva, sus conocimientos y prácticas preventivas en salud sexual y reproductiva, la existencia de formas de violencia a lo interno de la vida universitaria, entre otros. Los hallazgos que se exponen forman parte de un trabajo de investigación más amplio, sustentado en aportes de la teoría de género y el construccionismo social, cuyos datos se derivan de la aplicación de un cuestionario a una muestra por conglomerados desiguales estratificados, compuesta por 766 estudiantes regulares de las carreras de grado, matriculados en el I ciclo de 2011, en la Universidad Nacional de Costa Rica. El margen de error es de 1,5% y el nivel de confianza del 95%. Los datos fueron tabulados con el software CSPRO y analizados con el software R. Una vez obtenidos los resultados de la aplicación del instrumento, se realizó un grupo focal con participación de docentes que imparten cursos de sexualidad en esta casa de estudios, y otros dos grupos con estudiantes, con el objetivo de analizar los hallazgos encontrados y proponer acciones para su atención, desde el ámbito universitario.

Palabras claves  Educación sexual; educación superior; sexualidad; universidad; salud sexual y reproductiva

Abstract:

In general terms, higher education institutions not only face the challenge of teaching some discipline to their students, but also of strengthening their life skills. Since university students are majorly young, the desire to provide them with comprehensive training is particularly relevant, since it is at this stage of life when they model their behavior for adulthood. In this training challenge, sex education plays a decisive role. This research paper aims to show that factors such as information gaps, unsafe sexual practices, myths, prejudices and stereotypes persist in the university student population and do not allow them to live sexuality safely and pleasurable. Moreover, these factors show Costa Rica's need for higher education institutions to strengthen their actions in sex education. A brief tour is made from various angles through the sexual experiences of the university student population, namely: their perceptions about the training requirements they face, their main concerns, their unsafe sexual practices, their inability to negotiate sexual and reproductive health care, their knowledge and preventive practices in terms of sexual and reproductive health, the existence of forms of violence within university life, among others. The findings set out are part of a larger research, based on contributions from the theory of gender and social constructionism. Such data derives from the application of a questionnaire to a sample stratified by unequal conglomerates composed of 766 regular students of undergraduate courses, enrolled in the first cycle of 2011, at Universidad Nacional de Costa Rica. The margin of error is 1.5% and the confidence level, 95%. The data was tabulated using the software CSPRO and analyzed with software R. After obtaining the results of the instrument's application, a focus group was created with the participation of professionals who teach sexuality courses in this university, and two other groups with students, aimed at analyzing the findings and propose actions for their care, at a university level.

Keywords  Sexual education; higher education; sexuality; university; sexual and reproductive health

En su misión formadora, las instituciones de educación superior asumen un rol protagónico en el mejoramiento de la sociedad, liderando importantes procesos de cambio, mediante la generación y transmisión de nuevos conocimientos. Sin embargo, estas transformaciones no pueden lograrse plenamente sin la formación integral de las nuevas generaciones de profesionales.

Las universidades no solo enfrentan el reto de enseñar alguna disciplina a sus estudiantes, sino también fortalecer sus capacidades y aptitudes para la vida. En el caso de la Universidad Nacional de Costa Rica, UNA, esta aspiración de formación integral adquiere particular relevancia, al ser su población estudiantil mayoritariamente joven. Es en esta etapa de la vida cuando la población joven modela sus conductas y asienta pautas de comportamiento para la vida adulta. El cuido personal -en tanto reto formativo- transcurre necesariamente por la educación sexual.

En el presente artículo científico se comparten hallazgos referidos a educación sexual y prácticas sexuales que marcan la vida del estudiantado universitario y ponen de manifiesto la necesidad de que las instituciones costarricenses de educación superior fortalezcan las acciones que realizan en este campo.

Concepciones sobre sexualidad

Desde el siglo XIX se han desarrollado diferentes estudios orientados a explicar el comportamiento humano en el campo de la sexualidad. Estos esfuerzos pueden enmarcarse en dos corrientes de pensamiento: el esencialismo y el construccionismo social.

Las primeras ideas esencialistas de la sexualidad fueron desarrolladas en el siglo XIX por profesionales en sexología, desde un planteamiento médico. En el orden esencial, la sexualidad es considerada un hecho natural derivado del proceso reproductivo, inscrito en el ser biológico, en la naturaleza, por lo que trasciende la cultura y el tiempo histórico, afirma Vendrell (2004).

... lo esencial no puede mostrar las huellas del tiempo y, una vez instaurado, ni siquiera es historizable. Si lo oponemos al tiempo histórico, en donde se desarrolla lo cultural, la esencia nos aparece en el orden de la naturaleza, es decir, como algo que trasciende la cultura y los avatares históricos, algo que, por definición, se encuentra más allá -más abajo, en lo profundo, en la base, como lo biológico o más arriba, como lo espiritual- de las formaciones históricas, las culturas, los individuos o los acontecimientos. Todo aquello que situamos en el orden de lo esencial, cosas como el cuerpo, la mujer o la sexualidad queda de inmediato condenado a ser naturaleza sin historia... (pp. 35-36).

Se habla de la existencia de una "naturaleza instintiva de la sexualidad", que no se puede cambiar, derivada de las diferencias anatómicas de mujeres y hombres y que genera una esencia masculina y una esencia femenina, indica Weeks, 1985.

Para Vendrell (2004), estos planteamientos buscan naturalizar una "esencial sexual masculina", con el objetivo de perpetuar su superioridad, y pretenden posicionar la noción de sexualidad heterosexual y con fines reproductivos como "natural o normal", promoviendo situaciones de discriminación hacia aquellas personas cuyas conductas se califican de "anormales", de acuerdo con estos parámetros.

A partir de los años setenta, se iniciaron otros estudios desde diferentes disciplinas, que explicaban la conducta sexual en América y Europa, con lo cual se conformó una nueva corriente de pensamiento denominada construccionismo social.

Autores como Foucault (1982) y Weeks (1998) han brindado valiosos aportes al estudio de la sexualidad, a partir del análisis de la homosexualidad antes del siglo XIX. Entre sus hallazgos destaca el reconocimiento de la influencia de la cultura en la construcción de categorías sexuales fijas -heterosexuales, homosexuales, bisexuales- así como la puesta en evidencia de que las personas no nacen con instintos de una determinada sexualidad, sino que su orientación sexual responde a un proceso de aprendizaje.

La sexualidad solo puede entenderse en un contexto social y cultural particular, ya que es una función compleja en la cual intervienen tanto factores biológicos, como psicológicos, socioculturales e históricos, que la estructuran y la transforman. Cada grupo social moldea de manera directa la sexualidad a través de las relaciones sociales y dentro de sus parámetros culturales, creando diferentes visiones sobre lo que debe ser el sexo, las conductas sexuales apropiadas e inapropiadas, etc., explica Weeks (1998).

En este sentido, Weeks (1998), retomando los planeamientos de Plummer (1984), sugiere que cada sociedad organiza la sexualidad en torno a lo que llama las "restricciones del quién" y las "restricciones de cómo". De manera formal o informal, socialmente se define quiénes pueden o no conformar una pareja, en función del género, la edad, el parentesco, la raza, la clase, entre otros aspectos. Asimismo, se delimita de manera diferenciada para hombres y para mujeres, el tipo de relaciones sexuales que pueden establecer, quedando la sexualidad de las mujeres siempre subordinada a la de los hombres.

Las teóricas feministas también han brindado importantes insumos para la construcción del concepto de sexualidad, contribuyendo a cuestionar el determinismo biológico. Destacan los planteamientos de Rubin (1986), quien evidencia la necesidad de introducir"la cultura" como un elemento mediador en los análisis de las diferencias entre los sexos y de MacKinnon (1995) y Vance (1989), que refuerzan el concepto de sexualidad como proceso social, destacando el papel de la cultura y la historia en la construcción del deseo sexual.

Por su parte Millet (1995) y MacKinnon (1995) se refieren al sexo como una categoría social y política. La primera destaca que el dominio masculino no solo se produce a nivel social, sino en las relaciones interpersonales, incluyendo las relaciones sexuales. La segunda describe un sistema político de dominación masculina anclado en el control del cuerpo de las mujeres y de su sexualidad, asentado por el patriarcado, en el cual las mujeres son consideradas objetos sexuales, generándose situaciones de violencia sexual contra ellas.

Basaglia (1985) y Lagarde (1994) analizan los significados que adquiere el cuerpo de la mujer dentro del sistema patriarcal. Para Basaglia (1985), este constituye un objeto de poder que es disciplinado socialmente. El cuerpo de la mujer es expropiado, al negársele el control sobre sus capacidades. A través de una normativa social, se regula su capacidad reproductiva, su sexualidad, su maternidad, su erotismo, entre otros aspectos. Al mismo tiempo, Lagarde (1994) profundiza en cómo marca esta situación la identidad de las mujeres, haciendo que se perciban en función de los demás y legitimen su propia existencia en la necesidad de ser para otros, mientras que el cuerpo masculino se asocia con nociones relacionadas con el poder, el poseer (bienes materiales y simbólicos), la razón, que llevan a percibir al hombre como un ser para sí y legitiman su búsqueda de gratificación.

Los valores genéricos descritos se han incorporado a diferentes discursos sociales, tanto del ser y hacer de mujeres y hombres, como de su sexualidad. Estas concepciones son interiorizadas por adolescentes y jóvenes, marcando sus vidas y colocándoles en situaciones de vulnerabilidad y riesgo en la vivencia de su sexualidad, como se analiza más adelante en este artículo.

Método

La información que se expone se deriva de un estudio de tipo exploratorio, realizado desde los enfoques cuantitativo y cualitativo de investigación, denominado La educación sexual en el ámbito universitario: Estudio diagnóstico en la Universidad Nacional de Costa Rica. Uno de los objetivos de esta investigación fue identificar los requerimientos en educación sexual que presenta el alumnado de esta casa de estudios, mediante un acercamiento a sus conocimientos sobre sexualidad, educación sexual, derechos sexuales y reproductivos, sus prácticas preventivas en salud sexual y reproductiva, la existencia de conductas de riesgo en sus prácticas sexuales, la presencia de situaciones de violencia y discriminación por orientación sexual, entre otros aspectos.

Inicialmente se aplicó un cuestionario a una muestra de 766 estudiantes regulares de las carreras de grado de dicha universidad, matriculados en el I ciclo de 2011 en la Sede Omar Dengo.

El universo para la selección de esta muestra fue de 90,779 estudiantes matriculados en las universidades estatales de Costa Rica en el I ciclo lectivo del año 2011 (CONARE, 2011) y la población total de la cual se extrajo la muestra ascendió a 9,075 estudiantes, según datos de la Oficina de Registro de la UNA.

Como marco muestral se utilizó un archivo de datos procesados por la Oficina de Registro de la UNA, con la cantidad de estudiantes matriculados por curso en la sede y ciclo lectivo indicado. Se excluyeron de este listado los cursos del Centro de Estudios Generales, para evitar la duplicación de estudiantes que matriculan cursos en sus respectivas carreras; así como los cursos de posgrado, ya que se consideró que el perfil de este estudiantado difiere de la población de grado -grupo meta de la investigación-, lo cual podría alterar los resultados del estudio.

El diseño muestral aplicado fue de conglomerados desiguales estratificados. Las probabilidades de selección de los conglomerados estaban asociadas a grupos de estudiantes (cursos) y para la distribución y selección de los cursos se definieron siete estratos, con base en las facultades y centros de estudio existentes en la UNA. La selección de los cursos se realizó de acuerdo con la proporción de estudiantes matriculados en cada facultad o centro. Los estratos fueron: Facultad de Ciencias de la Salud, Centro de Investigación, Docencia y

Extensión Artística (CIDEA), Centro de Investigación y Docencia en Educación (CIDE), Facultad de Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Facultad de Filosofía y Letras, Facultad de Ciencias de la Tierra y el Mar.

El tamaño de muestra se determinó con un error máximo de muestreo de 1,5 puntos porcentuales y un nivel de confianza del 95%. Los datos fueron tabulados mediante el software CSPRO y analizados con el software R.

Las características socio-demográficas del estudiantado seleccionado en la muestra indican que se trata mayoritariamente de una población joven, procedente de zonas urbanas, soltera y sin hijas e hijos. Un 46,1% son del sexo masculino y un 53,9% del femenino. El 80,3% proviene de zonas urbanas y el 19,7% de comunidades rurales. El promedio de edad es de 20,5 años, la mediana de 20,6 años y la moda de 21,0 años. Un 80,9% tiene entre 16 a 24 años, un 12,1% entre 25 a 29 años y un 7,0% tiene 30 o más años. Un 92,6% no han contraído matrimonio y un 91,7% no tiene hijos o hijas. Una tercera parte afirmó profesar alguna religión, principalmente, la católica.

Un 18,0% de la población seleccionada son estudiantes de primer ingreso en la universidad y cerca del 70,0% se concentra en los primeros tres niveles de su respectiva carrera. En la distribución del estudiantado por facultades o centros, destaca la participación de mujeres en carreras consideradas tradicionalmente "femeninas", como las que se imparten en el CIDE (educación), Filosofía y Letras y Ciencias Sociales. Por otra parte, los estudiantes se ubican en mayor proporción en las facultades de Salud, CIDEA, Tierra y Mar y Ciencias Exactas y Naturales.

Una vez recopilados y procesados los datos del cuestionario, se invitó a participar en grupos focales a docentes y estudiantes, con el fin de reflexionar sobre los hallazgos encontrados. Se convocó a la totalidad de docentes que impartieron cursos de sexualidad en la UNA durante el año 2012 a participar en un grupo focal. De un total de seis docentes (cinco mujeres y un hombre), participaron cuatro (tres mujeres y un hombre).

En el año 2013, se efectuaron dos grupos focales mixtos con 10 y11 estudiantes matriculados en el curso optativo Género y Sexualidades Diversas, que impartió el Instituto de Estudios de la Mujer (IEM) de la UNA. Estas personas fueron seleccionadas por la investigadora por considerar que posiblemente tendrían mayor interés en la temática al matricular voluntariamente este curso, además podrían tener un enfoque diferente hacia el tema a partir de lo aprendido en el curso, y finalmente, por proceder de diferentes carreras.

De manera general, tanto docentes como estudiantes validaron los principales resultados del estudio. Sus recomendaciones fueron incorporadas en el informe final de investigación.

Resultados

En Costa Rica, el Estado asume un papel central en la educación sexual de la población menor de dieciocho años, aunque se reconoce que la responsabilidad primaria de esta tarea recae en las familias. En el año 2001, el Ministerio de Educación Pública de Costa Rica (2004) aprobó las Políticas de Educación Integral de la Expresión de la Sexualidad Humana, que establecen la educación sexual obligatoria y transversal en el currículo de la Educación General Básica (EGB) y se han desarrollado, desde esta instancia, diferentes programas de educación sexual, con el objetivo de que cuando el estudiantado concluya la educación diversificada cuente con la formación necesaria en este campo.

Sería de esperar, que la población joven que ingresa a las universidades no requiera formación adicional para vivir de manera plena y segura su sexualidad, especialmente considerando que un 29,1% de la población encuestada en el estudio tiene entre 16 a 19 años y un 51,8% entre 20 a 24 años. Sin embargo, hallazgos de la investigación sugieren que dicha premisa no es del todo cierta, como se verá a continuación.

Requerimientos de formación

El supuesto de que en la EGB se están sentando las bases formativas en materia de educación sexual, es anulado por los resultados del cuestionario aplicado. De hecho, la mayor parte de la población universitaria seleccionada en la muestra (40,2%) califica la educación sexual recibida a lo largo de la educación primaria y secundaria, como mala a muy mala; un 34,9% la califica de regular y un 20,3% de muy buena a buena; un 3,8% afirma que no recibió educación sexual.

No obstante, esta condición no es imputable exclusivamente a ese período formativo previo a la educación superior. Al consultarles a través del cuestionario sobre sus niveles actuales de conocimiento, y bajo el entendido de que se trata de una población absolutamente inserta en la dinámica universitaria, llama la atención que una abrumadora mayoría (60,2%) califica su nivel de conocimientos entre medio y bajo, mientras que para un 38,9% sus conocimientos son altos o muy altos. Un 50,6% del estudiantado es contundente al afirmar que los conocimientos que posee en sexualidad son insuficientes para su diario vivir, dato que no difiere sustancialmente entre hombres y mujeres.

La población joven universitaria consultada demanda de su casa de estudios una mayor formación en sexualidad para su vida diaria, no solo en su condición de seres humanos, sino también como profesionales en un determinado campo o carrera. A nivel general, un 58,2% del alumnado encuestado manifiesta que necesita mejorar sus conocimientos en sexualidad para ejercer la carrera que cursa. Existen facultades donde este indicador alcanza casi a la mayoría de estudiantes, tal es el caso del Centro de Investigación y Docencia en Educación (CIDE), donde un 95,9% del estudiantado lo expresa, y la Facultad de Salud, con un 88,9%. Otras Facultades como Filosofía y Letras, Ciencias Sociales y el Centro de Investigación, Docencia y Extensión Artística (CIDEA), registran porcentajes de un 66,7%, 57,5% y 54,3% respectivamente. En las demás facultades o centros de la UNA se reportaron porcentajes inferiores, pero que superan el 38,0% de su población.

Las dudas más frecuentes en sexualidad que manifiesta el alumnado a través del instrumento aplicado, se relacionan con dos temáticas básicas: métodos anticonceptivos e infecciones de trasmisión sexual, sin diferir las respuestas en el caso de hombres y mujeres. Sobre métodos anticonceptivos desean saber ¿cuáles existen y cómo se usan correctamente?, ¿qué tan efectivos son?, ¿qué mitos existen sobre ellos?, ¿cómo se usa el condón femenino?, ¿cuáles son los métodos naturales y cómo se usan?, ¿qué es y cómo se aplica la anticoncepción de emergencia?, ¿cuáles métodos son más adecuados? Respecto a las infecciones de trasmisión sexual, sus inquietudes se relacionan con cuestionamientos como: ¿cuáles son?, ¿cuáles son sus síntomas?, ¿qué implicaciones tienen en las prácticas sexuales?, ¿en qué circunstancias existe mayor posibilidad de contagio?, ¿a dónde se puede acudir en caso de sospechar que se tiene una infección de trasmisión sexual?

Otros temas de interés mencionados en menor medida por la población estudiantil son equidad de género, embarazo, orgasmo, placer y erotismo, relaciones de pareja, derechos sexuales y reproductivos, salud sexual y reproductiva. Cabe destacar que la principal demanda de formación del estudiantado del área de educación es sobre métodos y técnicas para abordar en el aula temas de sexualidad con niños, niñas y adolescentes.

El hecho de que poco más de la mitad de la población estudiantil de la UNA considere que no cuenta con los conocimientos suficientes para vivir de manera segura su sexualidad y que requiere formarse mejor en este tema para ejercer la carrera que cursa, constituye una llamada de atención que obliga sin lugar a duda, a valorar los espacios existentes, los enfoques de abordaje, las metodologías usadas, los temas tratados, las posibilidades de acceso y cobertura de los servicios, entre otros puntos, con el fin de llenar este vacío.

Una profesora del CIDE que participó en el grupo focal de docentes, manifestó que si la sexualidad se relaciona con la persona de una manera integral, debería incorporarse en cada una de las carreras que se imparten en la universidad; su inclusión no puede depender de la voluntad de alguna profesora o profesor de diseñar un curso. "La educación debe apuntar más a la formación humana, nos hemos preocupado por la evaluación, por el uso de tecnologías, pero hemos descuidado esa otra dimensión tan importante" (Preinfalk, 2014, p. 226).

Prácticas sexuales en condiciones de riesgo

La necesidad de fortalecer la formación del estudiantado universitario en materia de educación sexual se refleja también en sus prácticas sexuales, las cuales se realizan muchas veces en condiciones que ponen en riesgo su salud sexual y reproductiva y su desarrollo integral.

Aunque datos del cuestionario indican que un porcentaje importante del alumnado utiliza métodos anticonceptivos en sus relaciones sexuales -un 77,2% afirma haberlos usado en su última relación-, llama la atención la brecha existente entre hombres y mujeres con respecto al uso del condón. Entre la población que indica usar siempre o casi siempre condón en sus encuentros sexuales, se registra un 65,7% para los hombres y solo un 49,4% para las mujeres.

Curiosamente, argumentos como la falta de conocimiento sobre el uso de contraceptivos o limitaciones de acceso, no son factores que contribuyan a explicar esta brecha. Datos del instrumento aplicado revelan que las mujeres registran mayores porcentajes de conocimiento que los hombres sobre los métodos anticonceptivos que existen y su uso (un 90,8% contra un 85,6%). Mientras que el porcentaje de estudiantes de ambos sexos que manifiesta tener acceso a métodos anticonceptivos es muy similar (92,9% para los hombres y 93,0% para las mujeres).

Si los conocimientos sobre métodos anticonceptivos y el fácil acceso al condón no se están traduciendo en prácticas de utilización del mismo, entonces sería muy valioso conocer qué otros factores están mediando para que las mujeres jóvenes universitarias no utilicen el condón, siendo un método que les protege de un embarazo no deseado y de una infección de trasmisión sexual.

Investigaciones como las de López (2012) y Soto (2006), realizadas en México y Perú respectivamente, concluyen que un menor uso del condón por parte de las mujeres jóvenes podría relacionarse con factores culturales, de género, religiosos u otros. La investigación confirma datos empíricos similares para el caso costarricense; sin embargo, es necesario profundizar en el conocimiento de estas razones para abordarlas y analizarlas de manera conjunta en un espacio de educación sexual universitaria. Ello es una tarea pendiente.

En las prácticas sexuales del estudiantado universitario también se reportó, a través del cuestionario, una alta prevalencia del coito interrumpido como medio para evitar un embarazo no deseado (sin hacer referencia a la desprotección ante el contagio de una ITS); el 44,0% de la población entrevistada afirma usar esta práctica de manera frecuente. Esta creencia errónea, que continúa vigente entre la población joven, debe ser develada en espacios de educación sexual.

Otro aspecto asociado a los comportamientos de riesgo citados, que vulnerabiliza aún más a este grupo poblacional, es la baja autonomía sexual. La autonomía es un elemento central en el desarrollo sexual de la población joven y se refiere a la capacidad para tomar decisiones libremente, sin algún tipo de presión; expresar a la pareja lo que se siente y desea; exigir respeto, así como respetar los intereses de la pareja; conocer los derechos sexuales y reproductivos y demandar su cumplimiento.

Se identificó, en los datos obtenidos del instrumentos aplicado, que un 45,7% del alumnado ha tenido relaciones sexuales por complacer a su pareja, un 20,5% no se ha podido negar a mantener relaciones sexuales coitales cuando no lo desea y un 4,5% ha tenido encuentros sexuales con personas desconocidas, por insistencia de sus pares. Asimismo, un 69,8% de las mujeres y un 55,7% de los hombres expresa que aunque solicita a su pareja el uso de algún anticonceptivo en sus relaciones sexuales, esto no siempre se concreta. Aunado a lo anterior, llama la atención el hecho de que un 70,0% del estudiantado desconoce sus derechos sexuales y reproductivos y un 23,0% de quienes indican conocerlos, no logra indicar cuáles son.

Estas cifras revelan la necesidad de desarrollar y fortalecer en la población estudiantil universitaria habilidades para negociar el cuidado de su salud sexual y reproductiva, de forma que tengan la capacidad de mantener relaciones sexuales solamente en condiciones seguras y en entera libertad, y de no ser así, exigir respeto.

Conocimientos y prácticas preventivas en salud sexual y reproductiva

La salud sexual y reproductiva (SSR) es un componente esencial de la salud general de toda persona. Gozar de una buena SSR posibilita una vida sexual satisfactoria y sin riesgos. Este aspecto cobra especial relevancia en la población joven, al ser uno de los grupos más vulnerables a embarazos no deseados y al contagio de ITS y VIH. Asimismo, datos de la CCSS sobre la prevalencia del cáncer de mama, llaman la atención sobre la reciente tendencia a presentarse en mujeres jóvenes (Ministerio de Salud, 2012).

En el instrumento aplicado, se consultó al estudiantado sobre sus conocimientos acerca de prácticas preventivas para mantener una buena salud SSR y detectar de forma temprana enfermedades, y la frecuencia con la que efectúan esas prácticas.

Los resultados obtenidos indican que la población universitaria registra un nivel medio de conocimiento sobre prácticas preventivas para una buena SSR, pero estas prácticas no son frecuentes. La situación se agrava en el caso de los hombres, con porcentajes muy altos de desconocimiento y práctica.

En el caso de las mujeres, un 84,2% conoce en qué consiste la citología vaginal, pero únicamente un 40,4% se ha practicado alguna vez un examen citológico. Por otra parte, un 79,6% conoce en qué consiste el autoexamen de mamas, pero únicamente un 44,1% se lo ha realizado. Ello refleja una brecha marcada entre conocimiento y práctica.

En el caso de los hombres, solo un 23,1% conoce en qué consiste la citología masculina, pero el porcentaje que se la ha realizado alcanza únicamente el 3,0%. Un 32,0% conoce sobre los beneficios del autoexamen testicular, pero solo un 15,0% se lo ha practicado. Como se aprecia, la profundidad de la brecha es mucho más acentuada en el caso de los hombres.

Sin duda la información es un elemento clave para la prevención en este campo; un estudio realizado con mujeres de América Latina y México, sobre la realización de la Prueba del Papanicolau, concluye que un mayor nivel de conocimiento de la prueba, lleva a una mayor práctica de la misma, enfatizando la importancia de promocionar y difundir información sobre el particular en todo programa de educación sexual (Magdaleno, 2013). A esto se suma la necesidad de abordar en los espacios de formación en sexualidad, de manera diferenciada por sexo, los factores que limitan las prácticas en SSR y el acceso a los servicios de salud por parte de la población joven.

La violencia, una problemática que marca la vida del estudiantado

Los datos anteriores dan cuenta de algunas formas de violencia que sufre el estudiantado universitario. Asimismo, desde el año 2008 el Instituto de Estudios de la Mujer, de esta casa de estudios, ha venido llamando la atención sobre la prevalencia otros tipos de violencia, como son la violencia intrafamiliar y el hostigamiento sexual.

Datos de un estudio patrocinado por este instituto en el año 2009, dan cuenta de que un 31,0% del estudiantado afirmó ser víctima de maltrato psicológico o emocional en ese momento, un 8,0% de violencia física, un 6,0% de violencia sexual y un 4,0% violencia patrimonial. Las mujeres fueron las principales afectadas y las manifestaciones de violencia reportadas contra ellas reflejan el control que se ejerce sobre su cuerpo y su sexualidad, confirmando que se trata de violencia de género, derivada de una relación desigual de poder (Giusti, 2010).

Asimismo, en otra investigación efectuada desde el IEM en el año 2008, se identificó que un 36,0% de la población estudiantil había sufrido hostigamiento sexual en la universidad y que las estudiantes mujeres son más hostigadas que los hombres, en porcentajes de 42,0% y 28,0% respectivamente (Carvajal y Delvó, 2010).

Estas cifras reflejan diversos tipos de violencia, de las cuales es víctima la población estudiantil. Pero datos del estudio que se expone en este artículo, brindan otro punto de vista sobre esta problemática: el alumnado también ejerce violencia. La juventud reproduce prácticas discriminatorias en el ambiente universitario, especialmente relacionadas con prejuicios hacia la diversidad sexual.

En efecto, un 24,0% del estudiantado que llenó el cuestionario considera que las prácticas sexuales solo pueden darse entre personas de diferente sexo, mientras que un 33,9% se muestra ambivalente ante esta afirmación; un 29,0% ha observado situaciones de discriminación por orientación sexual en la UNA, provenientes mayoritariamente de otros estudiantes; un 17% afirma haber discriminado a otra persona por su orientación sexual (las discriminaciones provienen principalmente de hombres); y un 7,0% manifiesta haber sufrido discriminación por su orientación sexual (principalmente hombres).

Los aportes que pueden brindarse en la prevención y atención de esta problemática, desde un programa de educación sexual, son múltiples, tanto facilitando la comprensión de las causas que la producen y brindando insumos para la toma de conciencia, como en la promoción de comportamientos libres de violencia y en la orientación básica a las víctimas para que puedan afrontar el problema.

Es necesario abrir espacios educativos que trasciendan la sola información, que partan del reconocimiento de que la violencia constituye un problema estructural, basado en una relación desigual de poder, anclado en una forma particular de organización social; implica necesariamente deconstruir patrones socio-culturales que se han venido trasmitiendo de una generación a otra sobre las formas de relación entre mujeres y hombres; conlleva entender que las mujeres sufren de manera distinta esta problemática, y que las personas pertenecientes a otros grupos históricamente discriminados (personas con discapacidad, afrodescendientes, indígenas, sexualmente diversas, entre otras) sufren violencias múltiples.

Conclusiones

Para las universidades estatales costarricenses la educación integral del estudiantado constituye un eje central de su quehacer, y en esta tarea se reconoce que la formación en sexualidad debe ocupar un lugar preponderante. Ejemplo de ello es que la totalidad de este tipo de instituciones desarrolla acciones orientadas a educar en sexualidad a sus estudiantes: atención y promoción de la salud sexual y reproductiva, atención psicológica y orientación, actividades informativas puntuales, cursos regulares y optativos.

Pese a estas acciones, un estudio realizado en la UNA con estudiantes, brinda resultados que evidencian que el alumnado enfrenta vacíos en su formación en educación sexual. Una proporción significativa de la población encuestada considera que el nivel de sus conocimientos en materia de sexualidad es medio o bajo y afirma que estos son insuficientes, tanto para su diario vivir, como para ejercer la carrera que cursa en la universidad.

La población joven universitaria demanda de su casa de estudios una mayor formación en sexualidad. Por una parte, cita como temas apremiantes de abordar, aspectos básicos de sexualidad, como son métodos anticonceptivos e infecciones de trasmisión sexual, entre otros, y por otra, solicita herramientas prácticas para desarrollar la temática en su vida profesional. Tal es el caso del estudiantado del área de educación y de salud; las futuras profesoras y los futuros docentes de niños, niñas y adolescentes no dudan en indicar que necesitan aprender sobre métodos y técnicas para abordar en el aula temas de sexualidad.

Otros hallazgos de la investigación señalan que prevalece en la población estudiantil mitos, estereotipos y conocimientos erróneos, que les conduce a prácticas sexuales en condiciones de riesgo. También se identifica que los conocimientos del estudiantado en salud sexual y reproductiva son insuficientes y sus prácticas preventivas poco frecuentes; existe un gran desconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos; sus capacidades para negociar el cuidado de su salud sexual y reproductiva no les permiten autonomía; y existen formas de violencia a lo interno de la vida universitaria que marcan su vida. Todos ellos, aspectos que limitan la vivencia de una sexualidad segura, placentera y libre de violencia.

No es casual que en la cotidianidad de la vida universitaria el personal docente se encuentre con jóvenes que buscan espacios para resolver sus dudas en sexualidad, que desean compartir sus inquietudes, conversar sobre situaciones particulares que están viviendo; lo cual refleja vacíos existentes.

Los datos anteriores constituyen una llamada de atención que obliga a las instituciones de educación superior, sin lugar a duda, a valorar los espacios existentes en educación sexual, a revisar los enfoques de abordaje, las metodologías usadas, los temas tratados, las posibilidades de acceso y cobertura de los servicios, entre otros puntos, con el fin de llenar estos vacíos.

Se espera que los diferentes aspectos detallados en este artículo, motiven a una reflexión profunda sobre el camino que como universidades hemos recorrido en el campo de la educación sexual.

Referencias

Basaglia, F. (1985). Mujer, locura y sociedad Puebla: Universidad Autónoma de Puebla. [ Links ]

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1Sus planteamientos permitieron comprender que la anatomía no era lo que generaba jerarquías entre hombres y mujeres, con lo cual, se comenzó así a deslegitimar las nociones tradicionales sobre lo que significaba ser hombre o mujer (Penna, 2012; Gil, 2002).

2El Census and Survey Processing System (CSPRO) es un programa de uso público creado por el U.S. Census Bureau and ICF Macro. El paquete está orientado a la creación de hojas electrónicas de captura de información procedente de censos y encuestas, con el fin de lograr una fácil captura y una verificación de la digitación, donde se aplican validaciones para la detección de errores. La versión utilizada fue la CSPRO 4.1. El software R es un programa de licencia de software libre con un lenguaje y entorno de programación para el análisis estadístico de un conjunto de datos. La versión utilizada fue 2.14.0. (Preinfalk, 2014, p. 122).

3En la UNA la duración de una carrera de grado es de 4 años para bachillerato y 5 años para licenciatura.

4La Educación General Básica comprende un período de escolarización de 9 años dividido en 3 ciclos: a) EGB I: 1°, 2° y 3° año de escolarización (entre los 7 y los 9 años), b) EGB II: 4°, 5° y 6° año de escolarización (entre los 10 y los 12 años), c) EGB III: 7°, 8° y 9° año de escolarización (entre los 13 y los 15 años). Mientras que la Educación Diversificada (ED) abarca un período de dos a tres años de escolarización, una vez concluida la EGB.

5Las cifras que se presentan en este apartado fueron obtenidas mediante la pregunta directa al estudiantado, incluida en el instrumento aplicado, sobre haber percibido o protagonizado situaciones de discriminación hacia otra persona por su orientación sexual en el ámbito universitario. Se considera que los datos obtenidos quizá sean mayores si se explora de manera indirecta la problemática, puesto que algunas conductas discriminatorias podrían no ser percibidas como tales por quienes las perpetúan.

Recibido: 14 de Junio de 2015; Revisado: 19 de Julio de 2015; Aprobado: 31 de Julio de 2015

1Licenciada en Administración de Negocios, Universidad de Costa Rica. Máster en Administración de Negocios, Universidad Latina de Costa Rica. Magister Scientiae en Estudios de la Mujer, Universidad Nacional y Universidad de Costa Rica. Doctora en Desigualdades e Intervención Social, Universidad Pablo de Olavide, España. Actualmente Directora del Instituto de Estudios de la Mujer de la Universidad Nacional de Costa Rica. Docente e investigadora. Posee publicaciones a nivel nacional e internacional en temas de educación sexual, sexualidad, igualdad y equidad de género. Universidad Nacional Instituto Estudios de la Mujer Heredia, Costa Rica mlpreinfalk@racsa.co.cr

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