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Revista Electrónica Educare

On-line version ISSN 1409-4258Print version ISSN 1409-4258

Educare vol.17 n.3 Heredia Sep./Dec. 2013

 

Perspectiva de las personas menores de edad acerca de la violencia en los medios de comunicación: videojuegos, televisión y música

Children´s view of violence in the media: video games, television and music

Marianella Castro Pérez1*, María Ester Morales Ramírez2*

*Dirección para correspondencia:

Resumen

El presente artículo científico tiene como propósito  generar  la autorreflexión y concienciación  del rol que desempeñan las personas  adultas  ante  la problemática de la violencia y los factores  protectores y de  riesgo  asociados  a esta,  con  el fin de  ser propositivos  en  aras de  garantizarles  un  desarrollo  integral  en  contextos   que  promuevan el  derecho   a  la paz. La investigación fue de tipo descriptiva y explicativa con un enfoque  mixto (cualitativo y cuantitativo). El estudio  se realizó con 390 estudiantes en centros  educativos  de primaria y secundaria  de todas las provincias  del país, excepto  Guanacaste. Para la recolección  de  los datos, se diseñaron  dos cuestionarios  con preguntas abiertas y cerradas, dirigidos al estudiantado participante. A partir de las respuestas brindadas  por las personas  participantes, se procedió  a elaborar  los manuales  de categorías y, eventualmente, las tablas, descripciones y análisis de los datos. Se estima que el aporte del artículo permitirá la búsqueda de soluciones y alternativas  para que quienes  trabajan  directa o indirectamente con personas  menores  de edad,  puedan enfrentar  asertivamente la violencia y brindarles oportunidades para lograr una vida de calidad y una convivencia pacífica en sociedad.

Palabras claves: Violencia, videojuegos, televisión, música, niños, niñas, adolescentes, derecho, paz.

Abstract

The purpose  of this research  article is to generate awareness  and  self-analysis regarding the role played by adults with respect  to violence in the media and the risk and protective  factors associated  with it, in order to propose  a proactive approach  that  ensures  children and adolescents a comprehensive development in environments that promote the right to peace. The research  was descriptive  and  explanatory  with a mixed approach  (qualitative  and  quantitative). The study  was conducted with 390 students (from 1st to 11th grades) in all provinces of Costa Rica, except Guanacaste. For data collection, two questionnaires with open and closed questions were designed and applied to the students. Based on the answers provided by the participants, the researchers  prepared manuals of categories, tables, descriptions, and data analysis. This paper will contribute to find solutions and alternatives  for those working directly or indirectly with children to be able to deal with violence in the media in a more assertive manner, giving children the opportunity of a good quality of life and a peaceful coexistence in the society.

Keywords: Violence, video games, TV, music, children, adolescents, rights, peace.

Las autoras del artículo, como parte del quehacer del Instituto de Estudios Interdisciplinarios de  la Niñez y la Adolescencia, han  venido  investigando el fenómeno de  la violencia en  los diversos  ámbitos  en  los que  se desenvuelven las personas  menores  de  edad,  con  miras a conocer, de manera  más profunda, la problemática y plantear  recomendaciones y sugerencias para su prevención  y abordaje. Es en este  contexto  donde  se gesta  la investigación  titulada Violencia en los diversos ámbitos: familia, comunidad, centro educativo y medios de comunicación, cuyo objetivo general fue conocer la percepción de violencia que tienen los padres, las madres, educadores, así como las niñas, niños y adolescentes de 18 centros educativos en seis provincias del país. Más específicamente, se buscó estar al tanto de los conocimientos de estos grupos de población acerca del concepto de violencia, las creencias, las diferentes formas de violencia y los factores protectores y de riesgo de la violencia utilizados por docentes en los centros educativos.

La violencia se constituye  en una violación de los derechos  humanos, especialmente el derecho  de las personas  menores  de edad  a la convivencia pacífica en los diversos contextos en los que se desenvuelven; por esto y dada  la relevancia del tema  que nos ocupa  hoy día y la riqueza  y amplitud  de los resultados  obtenidos en la investigación  precitada, el presente artículo abordará solo los datos atinentes a la violencia en los medios de comunicación, a saber, la televisión,  la música y los videojuegos,  desde  la perspectiva  de las personas  menores  de edad. Se estima que este será un aporte significativo que permitirá la búsqueda de soluciones y alternativas viables para enfrentar la crisis que vive el país y que afecta tanto a estudiantes, como a la sociedad en general, limitándoles las oportunidades para lograr una vida de calidad.

Consideraciones teóricas

El problema  de la violencia en la sociedad  es como una espiral en la que  todo  parece estar interrelacionado; por eso, la influencia de los medios de comunicación  es solo uno de los factores que día tras día muestran un contexto conflictivo y hostil. Al respecto, resulta imperativa la necesidad  de generar  autorreflexión y concienciación acerca del papel que desempeñan las personas  adultas para romper  con el ciclo tan peligroso que cada vez arrastra y destruye  más víctimas a su paso.

En opinión de la Organización Panamericana  de la Salud y la Organización Mundial de la Salud (2003, p. 13) la violencia es “…el resultado  de la acción recíproca y compleja de factores individuales,  sociales,  relacionales,  culturales  y ambientales…”  que  explican  los  diferentes niveles que repercuten en los actos violentos.

Aunado a lo anterior, Rodríguez (citado por León, 2009) señala que los impulsos a actuar no necesariamente son negativos, lo son cuando dañan a otro individuo o a la persona  misma. El conflicto puede  ser constructivo, ya que si este es administrado simbólicamente permite  el crecimiento de los actores sociales en pugna. Sin embargo, es destructivo cuando el conflicto de intereses se resuelve por dominio, amaestramiento o sometimiento del otro.
Agregan Ortega y Mora-Merchán (1998) que se debe distinguir entre el juego rudo y los actos de verdadera violencia. Esto, por cuanto en variadas ocasiones los niños varones tienden  al juego mediante el contacto  físico o de simulación de peleas, ya sea en parejas o en pequeños grupos en donde se persiguen y se agarran, se tiran al suelo en medio de algarabía y gritos; pero siempre mostrando una actitud alegre y una sonrisa. En cambio, los actos de violencia implican agresión real, dificultad para comunicarse, para relacionarse y un marcado sentimiento de desconfianza.

Tipos de violencia

Los tipos de violencia más frecuentes  en los medios de comunicación, según León (2009) y la Fundación Paniamor (1998), son:

Violencia física: acción abusiva que arriesga o daña la integridad corporal de una persona, usando fuerza física o arma, que provoque  o lesione.

Violencia verbal: daño  a otra persona  más débil e indefensa, insultándole, llamándole con motes, amenazándole, burlándose de él o ella y de sus pertenencias.

Violencia psicológica: degradación o control de las acciones, comportamiento, creencias y decisiones  de otras personas; intimida, manipula, amenaza, humilla y aisla perjudicando la salud emocional.

Violencia patrimonial: daño, transformación, sustracción, retención, destrucción  de objetos, documentos, bienes, derechos   o  recursos  económicos   destinados a  satisfacer  las necesidades de alguna de las víctimas.

Violencia sexual: exigencia a una persona  para que mantenga contacto  sexual –físico o verbal– mediante el uso de la fuerza, intimidación, coerción, chantaje, manipulación, amenaza que limita o elimina la voluntad de quien está siendo abusada  o abusada.

Además, León (2009) opina  que  se observan  episodios  de violencia frecuentes  en los contextos  inmediatos  en donde  se desenvuelven los niños, niñas y adolescentes, tales como:

En la comunidad,  el  barrio o  vecindario:  problemas  de  barras  o  pandillas  y otras dificultades en las calles y las carreteras.

En los centros educativos: manifestaciones de rechazo o agresiones abiertas relacionadas con dinámicas de la escuela y del aula, con la calidad de las relaciones interpersonales y de los vínculos que  se establezcan, y con el proceso  de enseñanza y aprendizaje  que  se ponga  en práctica.

En la familia: evidencia  de negligencia, castigos  inapropiados, maltrato, abuso  sexual, explotación   laboral,  explotación   sexual  comercial  y  separaciones  o  divorcios  difíciles.  La violencia en  ocasiones  tiene  que  ver con  las condiciones  físicas y recursos, la estructura  y ambiente familiar, la dinámica de pareja, las relaciones familiares y la calidad de la atención que reciben los hijos y las hijas.

En los medios de comunicación: presente en la televisión, los videojuegos, la computadora, el internet, la música y las revistas, entre otros.

Puede  derivarse  de  lo anterior  que  los ámbitos  en  los que  se  presenta la violencia cotidianamente son diversos; no obstante, para efectos del presente artículo se ha considerado oportuno referirse solo a la que se genera a partir de la influencia de los medios de comunicación: la televisión, la música y los videojuegos.

La violencia en los medios de comunicación

Cada día es más amplio el repertorio  acerca de la violencia que  ofrecen  los medios  de comunicación  (televisión, televisión por satélite, cine, videos, videojuegos, música, ordenador, internet) a los niños, niñas y adolescentes. Este fenómeno ha sido estudiado debido al incremento de programas  violentos que observan las personas  menores  de edad, a la cantidad  de noticias, videos con contenidos obscenos  y no aptos que circulan a diario por la Internet, a los juegos de video, la música y hasta por los diarios nacionales.

Sánchez  (1998) plantea   que  la  violencia  representada  en  el  cine,  televisión,  audio, impresos  o interpretaciones en vivo no es necesariamente la misma violencia de la vida real, ya que los medios de comunicación  pueden utilizar muchos recursos artificiales para aminorar o incrementar la gravedad  de  los hechos, aspectos  que  no son percibidos  o analizados  en muchas ocasiones por la población  televidente, en especial en el caso de los niños, las niñas y adolescentes.

Es  indudable  que  los medios  de  comunicación  ocupan  un  lugar  determinante en  la socialización, ya que  se encarga  de asignarles  a ellos y ellas el rol que  deben  cumplir en su contexto  social y de enseñarles  cómo dirigir sus relaciones hacia una lucha de poder, pues los niños y niñas son considerados excelentes  imitadores  de conductas a partir de su proceso  de socialización (Levine, 1997). Sin embargo, lo más lamentable es que ese rol que se les demanda, repercute negativamente en su desarrollo y bienestar  como seres humanos  integrales.

Agrega  Levine  (1997) que  las  escenas  de  violencia  transmitidas   por  los  medios  de comunicación  se han vuelto tan rutinarias que  las personas  ya no las reconocen como tales, lo cual es preocupante ya que “…cuanta más violencia veamos y cuanto  menos nos perturbe, tanto  mayor es el riesgo de volvernos tolerantes a la violencia en la vida real” (p. 44). Es decir, en tanto  las personas  se desensibilicen  ante  la gran variedad  de formas de violencia, esta se convierte en una amenaza que puede llevar a los seres humanos  a invisibilizar las consecuencias y el sufrimiento que se experimenta por su causa.

Pero no solo la televisión es considerada como  un factor de riesgo que  influye en las conductas, actitudes  y valores de  los niños, niñas  y adolescentes. También la música  y sus mensajes agresivos, provocativos y en algunas ocasiones hasta obscenos  o satánicos, provocan que las personas  menores  de edad  los empleen como un medio natural de comunicación, el cual imitan y ponen  en práctica permanentemente en su cotidianidad.

Aunado a la influencia de la televisión y la música, este mismo autor indica que están los juegos de video y sus personajes, la mayoría de las veces desempeñando roles de monstruos, guerreros,  luchadores,  ladrones,  asesinos,  acosadores,  violadores,  entre  otros.  Estos  orientan e  inducen  a emitir  conductas matizadas  por  antivalores  como  la rivalidad, el dominio, las demostraciones de fuerza ante  los otros, ya que sus mensajes  giran en torno  a que “se debe derribar rivales para poder  avanzar”, “solo se llega a la meta por medio de golpes, agresiones y eliminación de los enemigos” y finalmente  “matar para ganar” y de esta manera  obtener lo que  se desea  (Levine,  1997,  p.  44). Esto  es especialmente  preocupante,  por cuanto  conlleva a la distorsión  del concepto de  juego  como  una  herramienta socializadora  que  favorece  el aprendizaje y el desarrollo integral.

Asimismo, se ha relacionado la influencia de los medios de comunicación con el consumo de bebidas alcohólicas, cigarrillos, el inicio temprano de la actividad sexual y con la omisión de medidas anticonceptivas, por lo tanto, cabría pensar que es un factor de alto riesgo dentro  del fenómeno de la violencia y las consecuencias que esta genera.

Cabe mencionar  que toda actividad de los medios de comunicación  está regulada  en la Ley general de espectáculos públicos, materiales audiovisuales e impresos Ley no. 7440 (1999), normativa  que  es clara al señalar en su Artículo 1 que  “el Estado debe  ejercer para proteger a la sociedad, particularmente a los menores  de edad  y a la familia, en cuanto  al acceso a los espectáculos públicos, a los materiales  audiovisuales e impresos . . .” y en su Artículo 3 la “ley regula la valoración de los contenidos de las siguientes  actividades: a) espectáculos públicos, particularmente el cine y las presentaciones en vivo, b) radio, c) televisión por VHF, UHF, cable, medios inalámbricos, vía satélite o cualquiera otras formas de transmisión, d) juegos de vídeo, e) alquiler de películas para video, f) material de carácter pornográfico” (p. 1).

Aunado a lo anterior, se hace referencia  a que  una de las funciones  de la Comisión de control  y calificación de  espectáculos públicos  es  regular  el “.  .  .  contenido estrictamente pornográfico  o violento, por su potencial  de incitación al crimen o al vicio o por degradar  la condición  del ser humano” (Ley general  de espectáculos públicos, materiales  audiovisuales  e impresos, ley no. 7440 . . . , 1999, p. 3).

Violencia y videojuegos

Según Connecticut Clearinghouse. A Program of Wheeler Clinic (s. f.), un videojuego  es todo aquel programa  informático para el entretenimiento y que puede  ser utilizado en un ordenador, una consola, un teléfono móvil o la red de Internet.

Son muchos los sectores que se han preocupado en determinar la concordancia  existente entre los videojuegos y la violencia, especialmente porque la mayoría de los juegos más populares tienen un contenido violento que hace pensar están relacionados con los reiterados episodios de violencia protagonizados por las personas menores de edad. Al respecto, Tisseron (2006) considera que los videojuegos violentos guardan una estrecha reciprocidad con el comportamiento agresivo, la violencia, el aumento de los pensamientos agresivos, el aislamiento social y podría aumentar el riesgo de sufrir ataques  epilépticos. Agrega que si bien existe una dependencia entre la práctica de  los videojuegos  violentos  y la conducta agresiva, cabe  preguntarse si, efectivamente, los videojuegos generan violencia o, por el contrario, son las personas violentas las que experimentan una gran atracción por los videojuegos de contenidos violentos.

Asimismo, apunta que los videojuegos impactan positivamente en los siguientes aspectos: en el área intelectual  debido  a que han ido perfeccionando el atractivo visual y la capacidad pedagógica, a tal grado  que  algunos  centros  educativos  los emplean  para  enseñar  ciertas materias  y educar  en valores, con lo cual se eleva el espíritu de superación  y de adquisición de habilidades  manuales. De igual manera, si son bien utilizados, son un buen  recurso para el ocio, porque  permiten  desarrollar diversas habilidades  propias del mundo  digital y estimulan la actividad  física, la creatividad, la imaginación, el razonamiento, la orientación  espacial, la capacidad  de atención, la concentración, la toma  de decisiones, la expresión  y el compartir sentimientos y emociones  a veces reprimidos. Considera, además, que desarrolla el lenguaje  e incorpora símbolos y técnicas para resolver situaciones, promoviendo, con ello, el aprendizaje en la solución de problemas, conflictos, el desarrollo de destrezas  motoras  y la coordinación visomotora. Finalmente se dice que fortalece el sentido de logro, autoestima y el reconocimiento social por parte de los amigos.

Tisseron (2006) menciona  que el efecto negativo  de los videojuegos  no está vinculado a los juegos mismos, sino al aprendizaje que ha tenido el niño o niña en su entorno para resolver las situaciones  conflictivas. Luego de hacer esta aclaración, este  autor  señala que algunos  de los efectos negativos  correlacionados  con los videojuegos  consisten  en que la mayoría de los problemas  se solucionan haciendo  uso de la violencia; se dedica un tiempo desproporcionado a jugar en detrimento de otras actividades; se presenta una tendencia a mostrar una conducta más  agresiva, impulsiva  y egoísta  y una  desensibilización  hacia  los actos  violentos; podría experimentarse síntomas de fobia social, ansiedad  y sentimientos hostiles; se reciben mensajes acerca de cómo matar a las personas o animales y el uso y abuso de drogas y alcohol; se fomenta el comportamiento criminal, la falta de  respeto  por la autoridad  y las leyes; se evidencia  la explotación  sexual, la violencia hacia la mujer, los estereotipos raciales, sexuales y de género  y el uso de palabras indecentes y gestos obscenos. Por otra parte, anota que modifica los valores, es decir, los videojuegos, sobre todo  los más violentos, podrían  mostrar unos valores que no son los que  se desea  transmitir  a las personas  menores  de edad. Esto afecta la relación con la familia, porque  el que pasen  horas jugando  con los videojuegos  disminuye el tiempo  para estar con sus padres, es decir, pueden provocar que la persona  se aleje de lo que sucede  a su alrededor y tienda a encerrarse en sí misma. A su vez, se dice que los videojuegos podrían causar sobre estimulación, que a su vez lograría afectar el sistema nervioso, provocando nerviosismo e irritabilidad.

Al respecto  Huerta  (2005, p. 188) plantea  que  “.  .  .  las videosalas  son  uno  de  los lugares de socialización dinámica de los jóvenes en los cuales interactúan e intercambian situaciones  y formas de vida, concepciones, creencias  y prácticas  de lo que  son y deben ser los hombres  . . .”, todo  a partir de la experiencia del juego. Por ello, las estrategias con los oponentes reales o virtuales son simbolizadas por representaciones violentas reflejadas en las actitudes, los comportamientos, el trato y los discursos empleados por los niños, las niñas y adolescentes en su proceso de socialización.

Para este autor, jugar videojuegos  violentos, y asumir y poner en práctica la violencia que observan  es responsabilidad de cada persona  y no de los videos, pues todo  lo que ocurre  en ellos no es real. Sin embargo, anota  que, si bien es cierto, las personas  menores  de edad están conscientes  de que la violencia ocurre solo en el mundo  virtual de los juegos y no el real; cabe señalar que desde la perspectiva de este autor “. . . la violencia es una de las prácticas aprendidas más internalizas, normalizadas y naturalizadas de la condición genérica de los hombres . . .” (Huerta, 2005, p. 200), de ahí que se piense que los videos son pedagógicos en lo que al aprendizaje  de la violencia se refiere. Agrega que la violencia real y virtual practicada por los hombres contra las mujeres, las niñas, los niños, las ancianas, los ancianos, contra otros hombres o hacia la naturaleza “. . . enajena la condición genérica y sociocultural de los hombres” (Huerta, 2005, p. 201).

En esta misma línea, Tisseron (2006) refiere que los videojuegos  se han constituido  en los preferidos a la hora de jugar, desplazando otros juegos recreativos y los juguetes, por lo que, en opinión de Lazo (mencionado por Tisseron, 2006), se necesita la intervención de la familia, los maestros, profesores y todas aquellas personas que forman parte del mundo del joven para decidir los contenidos que las personas menores  de edad van a mirar.

Agrega Tisseron (2006) que “. . . prohibir determinados espectáculos a los menores  es . . . , un importante elemento de la política de protección  contra los peligros de las imágenes y tiene consecuencias muy beneficiosas para la vida familiar” (p. 64) y que acompañar a los niños, niñas y adolescentes frente a la pantalla no es una opción, sino un deber que deben  asumir los padres y madres de familia, pues los medios de comunicación bombardean e incitan a que ellos y ellas, desde muy pequeños, se inserten en el mundo  de las imágenes  que perciben  por la televisión, el periódico, el cine, internet  o los videojuegos, entre  otros. Resalta la responsabilidad de los padres y madres de establecer, con sus hijos e hijas, la diferencia entre la ficción y la realidad, de manera que se les facilite entender que lo que miran en la televisión, cine, internet o videojuegos es diferente de lo que acontece en el mundo  real.

La televisión como agente socializador

La televisión es el primer medio de comunicación  utilizado para llenar el tiempo libre. En la mayoría de los hogares se enciende el televisor al llegar a casa, aún cuando la programación que se transmite no sea de interés. Es de esta manera como el rol que se le asigna a la televisión es tan transcendental que organiza la vida familiar, forma parte de la decoración, acompaña en la comida familiar, determina la hora de ir a dormir y está presente en otras festividades como la cena de Navidad o en la celebración del fin de año, entre otros.

En opinión de Leiva (s. f.), la televisión la mayoría de las veces sustituye el rol de la familia, ya que los padres le delegan sus funciones formativas; organiza el tiempo; le indica al niño quién es; le muestra  lo bueno  y lo malo; establece  la escala de valores que debe  poner  en práctica; incide en el papel de los amigos; proporciona juegos, modelos y determinados roles sociales, y promueve la pérdida  del lenguaje  familiar, cambiándolo por otro mediocre, pobre, reiterativo, uniforme y despersonalizado.

De acuerdo  con  Huerta  (2005), la influencia  de  la televisión  es  alarmante, no  por  la incidencia que tiene sobre los adultos, sino por la influencia significativa en los niños, las niñas y adolescentes, quienes aún no tienen la capacidad de decidir por sí mismos.

Añade que los miembros de las familias ya casi no conversan entre sí porque  la televisión absorbe  todo el tiempo, se constituye  en parte de la vida cotidiana y en uno de los agentes de socialización más significativos. La televisión utiliza un lenguaje  accesible, su comprensión no requiere  esfuerzo ni habilidades  especiales y podría llegar a ser un excelente  medio educativo mediante la observación de modelos y comportamientos.

Agrega que la exposición a la televisión incrementa las acciones agresivas con extraños, compañeros de clase, amigos, independientemente de la edad, aunque afecta más a los niños preescolares, pues pasan el mayor tiempo viendo este medio de comunicación.

Tuyaret (2009) plantea que mirar la televisión sin un análisis crítico podría conllevar a creer en las manipulaciones que colocan a la persona  en una posición frágil, individualista e incapaz de renunciar a nada. De esta manera, la indiferencia, el desprecio, el odio, la discriminación y el crimen han reemplazado valores que antes se ponían en práctica, como el amor entre los padres y los hijos, la amistad, la fidelidad, el respeto  mutuo, la valentía, el coraje y la responsabilidad, entre otros.

Refiere la autora que poco a poco la televisión ha ocupado el rol del padre y la madre, en la medida que transmite, a las personas  menores  de edad, los modelos  que deben  imitar y les da todas las herramientas para su posterior inserción en la sociedad.

Huerta  (2005); Lanza (2010); Leiva (s.  f.) y Redondo (s. f.a) sugieren  que  la exposición reiterada  a los programas  televisivos tiene  un impacto  tanto  positivo como  negativo  en las personas  menores. Las ventajas  que  se señalan  son : estimula  la capacidad  de aprendizaje  y acceso a la información; aporta los conocimientos culturales; enriquece el lenguaje oral y el léxico; promueve  ciertos  comportamientos  sociales;  favorece  el  rendimiento  cognitivo;  promueve el juicio crítico; desarrolla  las capacidades visual y sonora; estimula  la curiosidad, fantasía  e imaginación; entretiene y es un descanso barato; sirve de compañía a personas que están solas; posibilita  el acceso  a enciclopedias, bibliotecas  y otros  materiales  informativos, y suscita  el almacenamiento de conocimientos.

Los autores antes mencionados comentan que los efectos negativos corresponden a que la televisión puede provocar aislamiento familiar en la medida que cada uno mira la televisión en su cuarto, esto provoca una especie de ruptura, que si bien reduce los conflictos, sí conlleva a una mayor soledad de cada uno de los miembros de la familia; presenta una carga elevada de violencia y erotismo; incita a conductas agresivas; disminuye  el tiempo  dedicado  a la lectura y a otras actividades; aumenta el sedentarismo y el sobrepeso; afecta la comunicación personal y bloquea la facultad de pensar; produce pasividad e irrealidad, fomentando indiferencia ante los problemas reales; favorece el culto al dinero, sexo, vida frívola y deseo del poder; fomenta  el consumismo, ofreciendo  productos inalcanzables; refuerza la agresividad  y los comportamientos violentos; la sobreexposición puede  producir alteraciones  físicas como trastornos  en el sueño, obesidad por falta de actividad y trastornos  en el desarrollo del comportamiento; tiende  a desensibilizar ante la violencia y conductas antisociales y agresivas, estimulando comportamientos, actitudes y antivalores; ratifica el uso de la violencia como método para resolver los problemas; fomenta  la violencia, los actos sexuales, el abuso de drogas y el consumo  del alcohol, entre otros. Además, podría incidir en los jóvenes más impresionables y desarrollar sintomatología traumática, estar asociado a la aparición en los adolescentes de ciertas conductas como las relaciones sexuales, el consumo  de alcohol, tabaco  y drogas, el timo, el robo y la conducción  sin permiso; provoca aislamiento social progresivo y el abandono de las prioridades escolares. Asimismo, contenidos con mensajes e información inexactos o poco fiables podrían promover el machismo, xenofobia y pornografía; facilitar el contacto  de los niños, las niñas o adolescentes con desconocidos a los cuales podrían brindarles datos e información personal o privada, o bien, evitar las normas de conductas que  han  aprendido respecto  al no uso de la violencia, al imitar y adoptar  las conductas que observan por la televisión.

García (2005) indica que  la violencia televisiva tiene  por  características  el ser gráfica, divertida, justificada y recompensada.

La música y la violencia

Redondo (s. f.b) argumenta que la música por siempre ha tenido un rol fundamental en el aprendizaje y la transmisión de la cultura y ha llegado a influir en las costumbres y emociones de las personas, así como en las tradiciones de un país o región, de ahí que el ascendiente que ha ejercido en los adolescentes y las adolescentes ha sido motivo de preocupación para la sociedad y las familias.

Partiendo  de  lo anterior,  este  autor  señala  la importancia  que  juega  la publicidad, la cual ha demostrado que  su poder  puede  tener  mayor impacto  que  el que  poseen los padres, la sociedad  y los centros  educativos. Fundamenta lo anterior  en el hecho  de que son cada vez menos  los padres  y madres  que  logran involucrarse eficaz y efectivamente en la crianza de los hijos e hijas y en la búsqueda de soluciones. Aunado a esto, está –en opinión del autor–  la necesidad  de independencia de los jóvenes de sus padres  y familia, sustituyéndola  con  la  dependencia  que  se  experimenta  hacia  el  grupo   de  pares.  La influencia que  este  ejerza sobre  el comportamiento, el vestuario o la música que el joven prefiera estará determinada por la madurez de cada persona.

De igual manera, este autor señala que la música puede desempeñar un papel importante en la socialización del grupo  adolescente, convirtiéndose en un símbolo en su búsqueda de identidad  y autonomía de la familia. Por ello, escuchar música y ver videos musicales son dos de las actividades más importantes durante la adolescencia. Se encuentra que ellos y ellas escuchan música desde que se levantan hasta que se acuestan  e incluso muchos la emplean  como fondo mientras duermen, estudian, en la ducha; cuando hacen los deberes; ayudan en las tareas de la casa; van en el bus, en carro, en moto; ven la televisión; hablan con los amigos; caminan y hasta en las reuniones  sociales.

Para  el  autor, la preocupación mayor  radica  en  que  las letras  de  las canciones  han aumentado el contenido que hace referencia al sexo, drogas, suicidio, muerte  y satanismo. Esto incide significativamente en el comportamiento adolescente, pues provoca una desensibilización a  la  violencia,  promueve  roles  sexuales  estereotipados  y una  marcada  aceptación  de  los comportamientos temerarios.

Redondo (s. f.b) encontró una correlación positiva entre la preferencia de la música Heavy Metal/Rock Duro y el comportamiento de los adolescentes y las adolescentes, destacándose este por el abuso de alcohol, la conducción a velocidades altas, abuso de drogas, promiscuidad sexual y actos de vandalismo. Agrega que en las fiestas el consumo del alcohol se da en la medida que los jóvenes y las jóvenes tienen una preferencia por escuchar la música a altos decibelios, lo que provoca que tengan que hablar alto, sequedad de la garganta, sed y deseo de beber para saciar esa sensación.

También encontró que los adolescentes y las adolescentes con una tendencia al engaño, robo, fumar e intercambio  sexual, entre  otros, miran más televisión y escuchan  la radio más a menudo que otros pares. “Cierto tipo de música, como heavy-metal  y la rock-punky han sido relacionados  con pensamientos suicidas, auto daño, abuso de sustancias y falta de respeto  a la autoridad” (Redondo, s. f.b, Reacciones, sensaciones, emociones, párr. 3).

Complementa Redondo (s. f.b) que los videos musicales también  tienen  una importante influencia en la adolescencia, especialmente en quienes  han sido criticados por promover  la violencia, cierto tipo de baile, el crimen y la promiscuidad sexual, impacto que se acentúa  con la identificación que tienen muchos adolescentes con los cantantes, quienes pueden actuar como modelos y llegar a ser idolatrados.

Sugiere este  autor  que  a los jóvenes  la música alternativa  es la que  podría  serles más atractiva, en la medida  que  la consideran  más profunda, sincera y significativa y como  otra posibilidad a la música romántica. Este es un género con mucha influencia y sin reglas específicas, pues las letras tienden a ser abstractas, introspectivas y tan poéticas que a veces cuesta entender y seguir. La dificultad en interpretar sus mensajes  es porque  las ideas son contradictorias, es decir, que las letras tienden  a plantear muchas preguntas acerca de las cuestiones  de la vida, lo que gusta a los adolescentes, quienes  buscan respuestas a sus interrogantes. La dificultad está en que se dan muy pocas respuestas y, cuando se dan, son poco esperanzadoras.

Continúa diciendo que el black metal, conocido como death metal, hardcore, y satan metal es el más preocupante para padres  y educadores. Sus temas  principales son el ocultismo, el dolor, la muerte  y la violencia, y emplea  como símbolos las calaveras, la sangre, instrumentos de tortura, luces rojas, humo  y otros signos satánicos  que contribuyen a crear una atmósfera infernal. Es más atractiva para los adolescentes con falta de autoestima, ya que podría darles una sensación de poder superior a sus propios problemas, concretamente si estas dificultades son con sus padres, docentes o compañeros.

Asimismo, refiere Redondo (s. f.b) que el thrash metal (metal que golpea) es el que tiene más seguidores, pues anima a la rebelión, la desesperanza y el caos. Los ritmos son histéricos y frenéticos. La música es poderosa, carente  de orden  y llena de rabia; sus letras lamentan el estado  desesperanzado del mundo, la sociedad  y todas  sus instituciones, enfocándose en los horrores concretos  del mundo, promoviendo la anarquía, la violencia e incluso la muerte  y el suicidio como soluciones viables a un mundo colapsado.

Según este autor, la música que un adolescente elija y la emoción o respuesta que tenga variará según  la edad, etnia, cultura, género  del joven y grado  de vulnerabilidad  en que  se encuentra.

¿Cómo les afecta la música a las personas?

Desde  la perspeciva  de  la Església Bíblica d’Olot (s.  f.) y Connecticut  Clearinghouse. A Program of Wheeler Clinic (s. f.), los efectos positivos de la música en las personas  menores  de edad se podrían puntualizar en: define la vida de muchos adolescentes en la medida en que les brinda respuestas apropiadas  y legítimas a las distintas situaciones, problemas  y oportunidades que enfrentan en la cotidianidad,  provocando un verdadero  aprendizaje  aún cuando  aprender no es la razón principal por la que escuchan música; podría permitir conocer su alma, sus luchas, necesidades, su salud moral y espiritual, sus dudas y miedos; ayuda a definir la realidad; responde sus preguntas de forma excitante y atractiva; influye en el mundo que les rodea, en su visión de la vida; da forma a sus valores y actitudes, y juega un papel muy significativo en determinar en qué se convertirán cuando sean adultos y, finalmente, se dice que la música no representa un peligro para los adolescentes felices y saludables.

Aunado a lo anterior, la Església Bíblica d’Olot (s. f.) y la Familia Nova Schola (s. f.) plantean que  algunos  tipos de música podrían  tener  los siguientes  efectos  negativos  en las personas jóvenes: los adolescentes absorben cualquier cosa, sin cuestionar su composición o el resultado que  pueda  tener  en ellos; los videos han aumentado la habilidad  de la música para moldear el comportamiento de los adolescentes, el mensaje  es que  se puede  hacer lo que  se quiera, con quien  se quiera, cuando  se quiera, donde  se quiera  y de la forma que  se quiera; podría tender  a llenar el sentimiento de soledad  provocado  por la ausencia  o la indiferencia de los padres; alguna música enseña  que la violencia es una forma legítima de tratar la ira justificada o injustificada; alguna música describe una relación amorosa con términos que nada tienen que ver con el amor tierno o romántico  y combina la promiscuidad  sexual con violencia, por lo que genera comportamientos que minimizan el valor de la persona y los estilos de vida. Además, las letras, vídeos y comentarios de los cantantes constantemente glorifican el abuso de drogas y el consumo  de alcohol, lo cual, ante  la tendencia de los adolescentes a rebelarse, conlleva a que prefieran aquella música que se enfrenta  a las reglas establecidas, en la medida que expresa la desesperanza en la función familiar: “soy lo que tengo”. Se agrega  que el mensaje  materialista de la música actual conlleva a que  los adolescentes sean más activos sexualmente, violentos, materialistas y egoístas, ya que se les envía el mensaje de que esa es su realidad. Adicionalmente, podría definir su lenguaje, el pelo y estilo de vestir, puesto  que imitan el modelo de sus héroes musicales; debido a que muchos videos musicales tienen contenidos violentos, provocan que los jóvenes vean el mundo como malvado y hostil, al negar la existencia de Dios y de reglas morales. Los artistas, mediante las letras de sus canciones, se visualizan a sí mismos como creadores de la verdad, por lo que transmiten el mensaje  de que la verdad solo se puede  encontrar  dentro  de cada persona  misma. Ante esto, los adolescentes podrían experimentar una falta de esperanza al sentirse  perdidos, solos, desconectados, frustrados  y heridos; sentimientos reforzados  por algunos videos en los que suelen aparecer mujeres sexualmente provocadoras, actos de rebeldía contra figuras de autoridad como los padres o maestros y escenas de desorden general. Además, la pasión por la música heavy-metal suele provocar comportamientos que denotan depresión, pensamientos suicidas, impulsividad, uso de drogas, delincuencia, distanciamiento de padres y colegio, cinismo, amoralidad, precocidad  sexual y actitudes  sexistas, entre  otros; todos  estos reforzados  por las representaciones de los videos que  podrían  tender  a presentar el suicidio como una solución a los problemas  que se presenten y ciertos mensajes  de las canciones que enfatizan el sexo mediado por el sadismo, el masoquismo, el incesto, los niños que menosprecian a las mujeres y la violencia contra ellas.

Metodología

Tipo de estudio

La investigación  se realizó con un enfoque  mixto, ya que combinó  el análisis desde  una perspectiva  cualitativa y cuantitativa. Además, fue de carácter descriptiva, pues hace referencia a las opiniones  y aportes  de  los informantes  para  conocer  variados  aspectos,  dimensiones y componentes de la violencia. También es explicativa, porque  pretendió dar un sentido  de entendimiento al problema  estudiado (Castro y Morales, 2009).

Participantes

El estudio  se realizó en dieciocho  centros  educativos  (11 de primaria y 7 de secundaria) localizados en las provincias de San José (Pérez Zeledón, Pavas y Cantón Central), Alajuela (San Carlos), Heredia (Cantón Central, San Antonio de  Belén), Cartago  (Cantón Central y Paraíso), Limón (Talamanca), Puntarenas  (Golfito y Ciudad Neilly).

La población  participante estuvo conformada  por 390 estudiantes de los cuales 222 son niños y niñas de tercero, cuarto, quinto y sexto grados y de 168 estudiantes de secundaria  que cursaban el octavo, noveno y undécimo  años.

La selección  de  los participantes se realizó considerando los grupos  superiores  de  las escuelas, (tercero a sexto grado), partiendo del criterio teórico que establece  que en esta edad el aprendizaje  de la lectoescritura  está avanzado  y, según  la etapa  de desarrollo en la que se encuentran, podría haber una mayor independencia al decidir la actividad a la que destinan  su tiempo libre o de recreación. De igual manera, se escogieron los niveles superiores de secundaria para contrastar  los resultados entre ambos grupos, y por considerar que en estos estudiantes la influencia de los medios de comunicación  investigados podría ser mucho mayor.

Cabe mencionar  que  los centros  educativos  visitados para el estudio  fueron elegidos  a conveniencia, considerando los siguientes  aspectos: el vínculo existente  con las investigadoras por estarse  realizando en ellos otras actividades  académicas; el poco presupuesto con que se contaba  para  la ejecución  del estudio  y, especialmente, por la disposición  de  los diferentes actores  de  la comunidad educativa  para  conocer  el impacto  que  tanto  la música  como  la televisión y los videojuegos  tenían en las personas menores  de edad.

Instrumentos

Los instrumentos utilizados para la compilación de la información fueron dos cuestionarios, uno  dirigido a niños y niñas de  primaria, y otro  a los estudiantes de  secundaria. Ambos se estructuraron con preguntas tanto  abiertas como cerradas, para un total de 24 preguntas para escolares y 27 para adolescentes.

Para la validación de  los cuestionarios  se recurrió a dos  estrategias:  primero  se contó con el criterio de diez académicos  conocedores de la temática  y, luego, se aplicó a grupos  de estudiantes con características similares a las de la muestra para valorar la comprensión o no de las preguntas contenidas en los instrumentos.

Procedimientos

Se  procedió   a  realizar  una  búsqueda bibliográfica  acerca  del  tema  de  la  violencia manifestada a través de la música, la televisión y los videojuegos. Se seleccionó  la población meta, para la cual se diseñaron los instrumentos antes mencionados y se programaron las visitas a los centros educativos precitados.

Seguidamente,  se  diseñó  un  taller  que  generara   reflexión,  análisis  y concienciación acerca de la violencia presente en los medios de comunicación. La metodología seguida   para la realización del taller incluyó las siguientes  etapas: en primera instancia tenían que definir la violencia en general, por lo que se utilizó la técnica de lluvia de ideas combinada con materiales lúdicos; después  se pasó un corto alusivo a la violencia en la televisión (para ello previamente se  seleccionaron   diversos  segmentos  de  programas   de  televisión  tales  como:  películas, fábulas, series, deporte, novelas, entre  otros), los cuales fueron presentados a los estudiantes; posteriormente, se identificaron videojuegos con contenidos violentos y otros que no lo eran, y se les brindó un espacio para que los participantes jugaran con ellos, de manera que pudieran identificar la preferencia  de unos u otros. Por último, para obtener datos  acerca de la música, se les preguntó la canción preferida, la cual, una vez identificada, procedían  voluntariamente a cantarla, comentando, además, el porqué  les gustaba.

Una vez que  se contó  con la información, se procedió  a elaborar  los manuales  con las respectivas categorías de análisis y las respectivas tablas para la descripción de los datos. A partir de ello se plantearon conclusiones y recomendaciones.

Descripción y análisis de datos

La tabla 1 refleja la conceptualización que de la violencia –y propiamente la violencia en los medios de comunicación– tienen los niños, niñas y adolescentes. Con el fin de facilitar la observación de las respuestas aportadas, estas se muestran agrupadas en una misma tabla; no obstante, al existir disparidad entre las frecuencias contenidas, no es conveniente establecer comparaciones.

Los niños, niñas y adolescentes definen  violencia como  maltrato  físico, verbal, sexual o psicológico y como aquella acción que lesiona a otra persona, quien generalmente es más débil o indefensa. Otras respuestas con menor frecuencia involucran elementos como las armas para matar o maltratar a otras personas.

Partiendo  de la bibliografía localizada, autores  como  la Organización Panamericana  de la Salud y Organización Mundial de la Salud (2003) hacen  referencia  a que  la violencia es el uso deliberado  de la fuerza física o el poder  y que causa lesiones, muerte, daño  psicológico, trastornos   del  desarrollo  o  privaciones. Es  decir, la definición  que  dan  los niños, niñas  y adolescentes es bastante coincidente, al señalar aspectos  relacionados  con el maltrato  físico, psicológico, la muerte, el dominio de una persona sobre otra y el uso de la fuerza.

En el caso de adolescentes, estos  tienen  una  visión más amplia de la violencia en sus diferentes  ámbitos  y dimensiones, ya que  para  ellos y ellas implica actuar  mal, hacer  daño, lastimar a otros, maltratar y hasta matar, lo cual es consecuente con el desarrollo moral esperado para la edad en la que se encuentran, en la cual hay una clara discriminación entre bien y el mal. De igual manera, cabe pensar que hay una mayor introyección del concepto de lo que implica la empatía ante el sufrimiento o daño que se le puede  ocasionar a otra persona, mediante actos de violencia de diversa naturaleza; todo lo cual se traduce en el incumplimiento y violación del derecho  que  tienen  todas  las personas  a ser respetados integralmente y a desenvolverse en contextos  de paz.

Ante  la problemática  de  la violencia,  toda  la sociedad  civil tiene  la responsabilidad de  realizar cambios  positivos  basados  en  la solución  de  conflictos, el diálogo, el respeto  la solidaridad y empatía, entre  otros, con el fin de construir familias con principios y valores que coadyuven para que las personas menores  de edad aprendan a interactuar  y resolver, en forma no violenta, las situaciones conflictivas que se les presenten.

Como se mencionó  antes, este artículo tiene  como propósito  exponer  las opiniones  de los niños, niñas y adolescentes con respecto  a la violencia en los medios  de comunicación, concretamente en la televisión, videojuegos  y la música. En este sentido se les consultó por los programas  de televisión favoritos de ellos y ellas, a lo que responden como se muestra  en la tabla 2.

Más de la tercera parte de los niños y niñas participantes mencionan que los programas más vistos por ellos son las fábulas, algunas de las cuales podrían  catalogarse  como violentas por ejemplo Dragon Ball Z, Pókemon y Padrinos mágicos, así como otras no consideradas violentas tales como la Chica Fresita, Little Pony y Dora, la exploradora.

Otro grupo importante de niñas señalan que les gusta ver telenovelas, tanto las que están dirigidas a adolescentes y niños (Floricienta, Frijolito, Amigos por siempre); como las que se supone son para adultos, en su opinión por el horario en que se presentan y por las escenas y contenido (Besos robados, Los Reyes, La tormenta, El cuerpo del deseo).

Cabe señalar que solamente dos niños hacen  alusión a las telenovelas. Sin embargo, 27 de ellos señalan que ven programas  de lucha libre como la “WWF” y “Smack Down”. En menor porcentaje se mencionan los programas educativos, noticias, cómicos, videos de música, deporte y religiosos. Un niño subraya que no ve nada porque los programas de televisión “son horribles”.

En el caso de los adolescentes y las adolescentes, se mantienen las dos primeras categorías fábulas y telenovelas, coincidiendo con los niños y niñas, así como la preferencia de las mujeres por las novelas, aunque aumenta el porcentaje de hombres  que  las ven. En tercer  lugar de preferencia  aparecen las series tales como: Roswell, “OC”, Smallville, Zona muerta, Sétimo cielo, entre otras; este tipo de programas  es visto casi en porcentajes iguales por hombres  y mujeres.

Los videos de música, las películas de acción, terror o ficción y los programas  cómicos son mencionados por un porcentaje importante de muchachos  y muchachas. Con frecuencias inferiores se anotan  los programas  de lucha libre, educativos, deportivos  y religiosos. Solo en una respuesta se menciona que no ve nada con respecto  a los programas  de televisión.

Los mensajes  transmitidos  por los diferentes  programas  y anuncios  comerciales podrían impactar negativamente en el proceso  de socialización, el aprendizaje, el desarrollo integral y la el desarrollo de violencia, por cuanto  hay una alteración entre  la realidad y fantasía, lo que conlleva a una desensibilización antes las diferentes manifestaciones de la violencia, así como la invisibilización del impacto que esta tiene en las personas que la sufren.

Los datos  contenidos  en  la tabla  anterior  son  preocupantes, especialmente porque, como  bien  señala  Levine (1997), los personajes  representados en  los diferentes  medios  de comunicación, en su mayoría, desempeñan roles que  modelan  conductas caracterizadas  por antivalores como el sufrimiento, la humillación, los celos, la envidia, la pereza, la deshonestidad, la rivalidad, el dominio, las demostraciones de fuerza, entre otros, como una forma de obtener beneficio propio –incluso a costa de la vida e integridad  de quienes están a su alrededor–.

Adicionado a lo anterior, durante los programas precitados, las personas menores de edad están expuestas a los mensajes explícitos o subliminales contenidos en los anuncios comerciales, lo cual correlaciona positivamente con el consumo  de bebidas  alcohólicas, las drogas lícitas e ilícitas, la precocidad sexual y, en algunos casos, con la distorsión del concepto de relación sexual y sus implicaciones emocionales, físicas y sociales. Esto, por cuanto  asumen  que son violentas, superficiales, no sostenidas  en el tiempo, indiscriminadas, sin protección  y sin el sentido  de responsabilidad con que debería asumirse la actividad sexual.

Ante este panorama, cabe esperar que tanto los padres como las madres y docentes, y otros adultos  responsables de las personas  menores  de edad  conozcan  los programas de televisión, así como los contenidos y mensajes que estos transmiten. De igual manera, que  reflexionen  y analicen  en  conjunto  aquellos  cuyo tema  central  gira en  torno  a la violencia.

Seguidamente, en la tabla 3 se presenta la mirada de los niños, niñas y adolescentes con respecto  al contenido o no de violencia en los programas  de televisión.

A la pregunta de que  si los programas  de televisión que  ven son violentos, los niños y niñas responden en un 60% que sí lo son, y un 40% considera  que no. Este 60% plantea  que son violentos  porque  se golpean, “hay cosas sexuales…”, cachetadas, son de  lucha, pelean, pleitos, mal vocabulario, ataques, matan  niños, agreden, gritan, sangriento, disparan, matanza, sufrimiento, entre otros.

Por el contrario, las razones de por qué no son violentos se refieren a diversión, amistad, enseñanzas, son de niños, son noticias, cosas buenas. Algunas de las justificaciones de los niños y niñas llaman la atención, por ejemplo: “no para mi las novelas tratan de amor”, “todo lo contrario las novelas  ayudan”. Con lo anterior, se hace  evidente  la función necesaria  del adulto  como orientador de los niños pequeños acerca del contenido de los programas  de televisión. Esto es preocupante, porque  reafirma lo expresado  por Huerta (2005) acerca de que la influencia de la televisión es significativamente  alarmante, ya que las personas  menores  de edad adolecen  del sentido de la capacidad  para decidir por sí mismas cuáles son los contenidos de los programas que más les benefician o perjudican.

Los adolescentes y las adolescentes reconocen en  un  62.7% que  el contenido de  los programas  de televisión que ven son violentos, porque  hay peleas, cosas vulgares, son luchas, matanza, se dicen malas palabras, matan  y golpean, hay mucha sangre, irrespeto  y machismo, entre otros.

Por otra parte, el 37.2% piensa  que no son violentos los mensajes  de los programas de  televisión  que  ven  porque   son  educativos, buscan  la felicidad  de  las personas, es música, deja mensajes, son situaciones cotidianas, son cristianos de Dios, no agreden y son importantes.

Coincidentemente, ambos grupos participantes reconocen que ven programas  violentos, “fuertes”, “vulgares”, “se dicen malas palabras”, “matanzas”, entre  otros, pero  pareciera  no ser un motivo por el cual se dejen de ver estos programas. Al respecto, Leiva (s. f.) sugiere que la televisión, por lo general, desempeña el papel que le corresponde a la familia en la crianza de los hijos, por cuanto  esta delega  la responsabilidad que le corresponde en la formación de las personas  menores  de edad. Además, la televisión tiende  a organizar y ocupar el tiempo  libre; promueve un falso sentido de identidad; les indica a los niños, niñas y adolescentes lo bueno  y lo malo, basándose en una escala de valores que se espera  pongan en práctica, tanto  con los amigos como en los juegos y en los roles sociales que deben  representar.

Al respecto, las suscritas son de la opinión de la importancia  de que los padres, madres o  responsables  de  los  niños, niñas  y adolescentes  estén  pendientes de  los  contenidos y mensajes  que se transmiten en televisión, pues, sin un análisis crítico, podrían  conllevar a que las personas menores de edad sean manipuladas y colocadas en una posición de vulnerabilidad e individualismo que les incita a tomar decisiones  relacionadas  con al consumismo  y a imitar valores y patrones de conducta negativos.

En la pregunta que indagó  acerca de la percepción de la violencia que observan  en la televisión y en la vida real, mencionan que la violencia en la televisión es falsa, ficticia, actuada, irreal y con efectos especiales (mencionado por 86 niños y niñas); además  opinan que  la violencia en la televisión no perjudica  a nadie, no causa daños, no se siente  nada, no mueren, “solo lo ves y no lo sientes” y son muñecos, entre  otras respuestas (señalado por 33 niños y niñas). Llama la atención  la respuesta “todo lo que  pasa ahora  se ve en la televisión”, refiriéndose  a que la violencia de los programas  de televisión no dista mucho de la que vivencian cotidianamente.

Al respecto  los adolescentes y las adolescentes piensan  que la violencia en la televisión es ficticia, es actuada, “solo se ve no se siente” (37.3%), la televisión enseña  la violencia, “en la tele se aprende”, “la televisión transmite  la violencia”, “se aprende a agredir” (8%) y consideran que no perjudica a nadie, “no afecta a nadie”, “no importa”, “puede cambiarse” (4%). En el caso de la violencia en la vida real, no hay ninguna  diferencia, según  el 15.1% de los participantes, ya que  pasa  lo mismo  que  en  la realidad, hacen  lo mismo  e influye mucho  en  la realidad; otros consideran  que es algo que ocurre en verdad (13.1%), que afecta a las personas  porque causa dolor, sufrimiento, se siente, daña, causa angustia, trae demasiadas pérdidas  de vidas y problemas.

Las respuestas dadas  reflejan  que  los participantes reconocen que  la violencia en  la televisión es irreal y coinciden con la bibliografía revisada en cuanto a que la exposición reiterada a la violencia repercute negativamente en su desarrollo  y bienestar. Además, se confirma el que los niños y niñas son considerados excelentes  imitadores  de conductas, situación que es fácilmente observable  en los juegos durante el recreo, momento en el que se pone en práctica lo aprendido de los videojuegos  y programas  de televisión que observan.

A continuación, en  la tabla  4  se  presentan las opiniones  de  los  participantes y las participantes con respecto  a los videojuegos.

En la tabla anterior se observa que la mayoría de los niños y niñas tienen posibilidades de jugar videojuegos  en sus hogares  (55.6%), quienes no pueden se las agencian, ya sea pagando o jugando  con amigos, para tener acceso a este tipo de tecnología  (41.7%). Además, la mayoría de los juegos mencionados tienen  un matiz violento, ellos mismos justifican que aunque son violentos  ellos “no aprenden”; sin embargo, deben  “matar para  recuperar  la reina”, “destruir autos” y “pelear”.

El 50% de los adolescentes tienen  videojuegos  en su hogar, mencionan más el tipo de artefacto  que utilizan por ejemplo play station, Wii, computadora, que los nombres  específicos de los juegos. Sin embargo, los nombres de los videojuegos que especifican denotan contenidos violentos.

Como puede  observarse, en los varones  niños y adolescentes hay una alta tendencia a la preferencia  de los videojuegos  en comparación  con las niñas y las adolescentes, lo cual es consecuente con la realidad, dado que en los comercios que los diseñan y ofrecen, la tendencia es a encontrar  una mayor cantidad  y diversidad de juegos dirigidos a los varones y, en menor grado, a las mujeres.

Se les solicitó a los niños,  niñas  y adolescentes  que  clasificaran, según  su género,  los videojuegos  que prefieren, listado que se presenta en la tabla 5.

En relación  con  los gustos  por  videojuegos, tanto  niños  y niñas, como  adolescentes mencionan que  tienen  preferencia  por  temas  de  acción; el terror  en  segundo lugar  y, con porcentajes más bajos, mencionan los videojuegos  educativos, por la mayoría de las mujeres. Algunos indican que sienten gusto por cualquier videojuego, ya que les atrae jugar sin interesar si son de acción, educativos o con contenido sexual, entre otros.

En el caso de los niños y niñas, solo el 7.2% alude que no le gustan  los videojuegos  y con respecto  a los adolescentes solo un 10.9% no gusta de ninguno.

Cabe reflexionar acerca de por qué si los padres, madres  o encargados de las personas menores  de edad son los proveedores económicos  para la adquisición del videojuego, no son lo suficientemente responsables y asertivos a la hora de decidir el contenido del videojuego  al que van a exponer a sus hijos. Ante esta situación, es imperativa la concienciación de los adultos acerca del daño que están provocando en las personas menores de edad a las cuales es su deber proteger.

Seguidamente se presenta la tabla 6 que refleja las opiniones de las personas menores de edad acerca de si los contenidos de los videojuegos  son o no violentos.

En relación con el contenido violento o no de los videojuegos, se nota que el 70.2% de los niños y niñas opinan  que estos sí tienen  contenido violento y solo un 23.1% comenta que no. Ellos y ellas tienen claridad acerca del contenido violento de los videojuegos, por eso comentan que  se “matan entre  ellos”, “hay que  matar  para ganar”, “dan miedo”, “pelean”, “golpean”, “la mente  se perturba”, hay “pistolazos”, “sangre”, “disparar”, “le cortan  la cabeza”, “lastiman”, son “agresivos”, son “malos” y “nos manipulan”, entre otras respuestas que brindan al respecto.

En el caso de los que  anotan  que  no son violentos, pareciera  que  los padres  o madres tienen mayor protagonismo en la escogencia  y compra de los videojuegos  de sus hijos o hijas, ya que señalan  que son educativos, que los papás  “compran juegos que no dañan  la mente”, porque  “divierten” y “son para entretener”.

Los adolescentes y las adolescentes mencionan casi en un 60% que los videojuegos sí son violentos  porque  “maltratan”, “golpean”, hay “masacres”, “peleas”, “armas” “muerte”, “hay que matar a los enemigos  para poder avanzar”, “mucha sangre”, “transmiten malos pensamientos” y hay “ataques sangrientos y roban carros”.

Solo un 25.2% de los adolescentes creen que no tienen  contenido violento, porque  son educativos, ayudan  a aprender jugando, es fútbol y solo se pasa pantallas  en el juego, entre otros.

En general, los porcentajes tanto de niños y niñas como de adolescentes son similares, en cuanto  a que los videojuegos  tienen  contenido violento. Ante esta dramática  situación es una realidad que el ejercicio de la paternidad y maternidad responsables es impostergable, por lo que, en el seno familiar, se debe  conocer los procedimientos de los juegos de sus hijos e hijas; leer las instrucciones  que viene con los videojuegos; discutir con ellos y ellas el contenido del juego; prestar  atención  a los sistemas de puntaje  de los juegos de video; observarlos  jugar y periódicamente participar con ellos en los juegos; establecer  guías explícitas acerca del uso y el tiempo  para utilizar los videos; enseñarles  a identificar las diferencias entre los episodios de violencia que observan  en los medios de comunicación  y los que experimentan en la realidad; supervisarlos  mientras  están  jugando  y protegerlos de  la violencia excesiva, advirtiéndoles acerca del potencial  peligro que podrían representar los contactos  y relaciones mientras están jugando  juegos en línea.

Para conocer el tipo de música que escuchan  las personas  menores  de edad, se presenta la tabla 7.

En ambos grupos de participantes se nota gran diversidad en cuanto a los géneros de música preferida. No obstante, señalan al reggaetón, rock, románticas y regué, como las más escuchadas.

El 25.5%  de los niños y niñas participantes anotan  que la música tiene contenido violento, en  tanto  que  el 66.8% considera  que  la música  no  es  violenta, dado  que  “son canciones románticas”, depende de “cómo se interprete”, “no disparan” y no “golpean a nadie”.

Quienes  sí piensan  que  el contenido es  violento, dicen  que  es  porque  “hay peleas”, “quiebran  vidrios”,  se dicen  “malas  palabras”,  se “atacan”,  hay “gritos”,  se “mata  a otros”,  se “jalan el pelo”, “hablan vulgaridades”, “regañan”, “dicen cosas malas”, “armas”, “golpes”, “peleas sangrientas”, “el reguetón tiene contenido violento y sexual” y se “viola gente”, entre otros.

En cuanto al porqué les agrada o no este tipo de música los adolescentes y las adolescentes mencionan, en primer lugar, el ritmo, como suena, el sonido (25.2%); la letra, el sentimiento que transmite, su contenido, la forma de cantar, la música que cantan (21.6%); “todo, todo me gusta” (12.3%); el mensaje  que tiene, tiene  mensajes  muy bonitos  y buenos  mensajes  (7.2%). Para el 6,7% “no es violenta”, es “tranquila, relajante” y “se siente mejor cuando  escucha”. “Es de Dios”, “te llena un vacío, amor, paz, esperanza  hacia mi Dios”, según  el 4.1%. Para el 3.0%, “habla la verdad”, hay “sinceridad en la letra”, “pasan en la vida real” y “entiendes lo que dicen”. Se “pueden bailar”, “inyecta” y “es bonita” para el 7.5% y “me divierte”, “es variada” y por la “ropa” para el 4%.

Autores como  Redondo (s. f.b) opinan  que  “…la música siempre  ha desempeñado un papel  importante en  el aprendizaje  y la cultura, pudiendo llegar a influir en  costumbres y emociones” (párr. 1). De igual manera tiene un rol protagónico en el proceso de socialización y como referente en la conformación de la identidad, la autonomía y identificación con sus iguales.

En relación con lo antes  planteado, las investigadoras  reiteran  la necesidad  de que  los padres, las madres de familia, docentes y otros adultos responsables de las personas menores de edad se informen acerca de los tipos de música, las particularidades de cada género, el contenido de las letras, las reacciones, emociones y sensaciones que esta provoca; así como las razones por las que ellos y ellas se sienten atraídos, de manera que puedan enseñarles  a identificar aquella que legitima la violencia como medio para manejar la ira justificada o injustificada.

Lo anterior  es importante especialmente porque, como  bien plantea  la Església Bíblica d’Olot (s. f), las letras de las canciones podrían tender a enseñar que el placer sexual es un fin por sí mismo, conduciéndoles a buscar el amor y las relaciones solamente por el camino de la intimidad sexual, enfatizando los aspectos físicos en detrimento de los factores emocionales y combinando la promiscuidad  sexual con la violencia, lo cual, no cabe duda, promueve comportamientos que conllevan a la desvalorización de la persona.

Asimismo, el autor precitado  resalta que los tipos de música más populares  entre los jóvenes hoy en día son coincidentes con los indicados por los sujetos participantes en este estudio, los cuales son considerados inofensivos comparados con otros. No obstante, sugiere en las personas menores de edad estereotipos erróneos acerca de lo que es una mujer sexy, deseable, hermosa y la visualiza como objeto  sexual. Adicionalmente, Redondo (s. f.b) muestra  preocupación ante el hecho de que las letras de la mayoría de las canciones tienden  a tener contenidos violentos y mensajes sugestivos relacionados con el crimen, el sexo, las drogas, el suicidio, la muerte y el satanismo, lo que se confirma con  las respuestas aportadas por  quienes  brindaron  información  para  esta  investigación. Esta situación es más preocupante aún si se toma en cuenta lo estipulado por el autor acerca del impacto de los videos musicales, ya que intervienen más los sentidos, conviertiéndolos en herramientas mucho más efectivas de persuasión, debido a que influyen en la cultura de los espectadores alterándoles los patrones de comportamiento.

Seguidamente, se muestra la tabla 8 con las respuestas de los niños, niñas y adolescentes acerca de cuáles son los pasatiempos a los que dedican más tiempo.

Los niños, niñas y adolescentes coinciden al anotar que las actividades a las que dedican mayor cantidad  de tiempo  son escuchar música, ver televisión, practicar deportes y jugar con videojuegos, con los porcentajes más altos.

En el caso de los niños y niñas, resalta que practican bailes y juegan o navegan en Internet, en tanto  que  los adolescentes y las adolescentes gustan  de disfrutar en la calle, de asistir a grupos religiosos o iglesias y unos pocos mencionan que forman parte de una barra deportiva.

Analizando  los pasatiempos y contrastándolos con  los niveles  de  violencia que  ellos mismos han  mencionado tiene  la música, la televisión, internet y los videojuegos, se podría pensar que los adolescentes y niños están expuestos  a gran cantidad  de contenidos violentos en contraposición con los juegos y actividades al aire libre o en grupos sociales.

Las investigadoras son del criterio de la importancia de enseñar a las personas menores de edad a tomar decisiones en cuanto a la elección asertiva de las actividades que realizan y en la administración del tiempo de ocio. El buen uso que se le dé al tiempo de ocio es considerado una habilidad para la vida y no como se tiende a pensar que es una pérdida del tiempo. Muestra de ello es que la sociedad actual lo ha incorporado con mayor permisividad en el ámbito personal y profesional.

Respecto a este mismo tema, Redondo (s. f.b) enfatiza que el escuchar música y ver videos musicales son las dos actividades más importantes para los adolescentes. Este autor menciona un estudio realizado por el Centro de Investigaciones de la Realidad Social (s. f.), el cual evidenció que los jóvenes dedican su tiempo libre prioritariamente a las siguientes actividades: televisión 62%, lectura 29%, deporte 28%, cine 19%, dato  que es coincidente con los hallazgos de esta investigación, excepto en lo que a la lectura se refiere, ya que para el caso de Costa Rica ninguna persona menor de edad lo anotó como actividad a la cual destina tiempo libre.

Una vez conocida  la concepción  de los niños, niñas y adolescentes acerca de qué es la violencia y sus niveles de acción en los medios de comunicación, se procede a formular una serie de conclusiones y recomendaciones al respecto.

Conclusiones

Las personas  menores  de edad  definen  la violencia como maltrato  físico, verbal, sexual y psicológico; señalan que la violencia lastima a las personas  más débiles e indefensas, por lo cual coinciden con las concepciones teóricas presentadas en el documento en cuanto a la presencia de elementos como maltrato físico, psicológico, dominio de una persona sobre otra y uso de la fuerza.

Los programas  de  televisión  más  gustados por  los niños  y niñas  son  las fábulas, las telenovelas  y los espacios  de  lucha libre, también  preferidos  por el grupo  de  adolescentes, quienes adicionan las series y los videos musicales.

Los niños, niñas y adolescentes identifican que los programas de televisión de su escogencia presentan contenidos violentos. Si bien logran discriminar que estos hechos  violentos no son reales, sí señalan que a través de la televisión se aprende la violencia.

La mayoría de las personas menores de edad consultadas informan que tienen videojuegos en sus hogares y los que no los tienen, frecuentan los lugares donde existen, ya sea alquilándolos o compartiendo con sus amigos.

Los niños, niñas y adolescentes parecen tener claridad de que la violencia en la televisión no es real, sino ficticia; sin embargo, opinan que este tipo de violencia enseña patrones de comportamiento violento. Con respeto  a la violencia en la vida real, sugieren  que si bien es ficticia, no hay mucha diferencia con la presentada por la televisión, ya que esta influye y causa mucho dolor.

Los temas  de  los videojuegos  que  más  eligen  los niños, niñas  y adolescentes están relacionados con la acción, el terror y, en menor porcentaje, los videojuegos  educativos.

Para la mayoría de los participantes, el contenido de los videojuegos escogidos por ellos y ellas es violento y mencionan que para ganar, en estos, se debe pelear o matar.

Los géneros  musicales que escuchan  los niños, niñas y adolescentes son variados. Entre los preferidos están el reggaetón, rock, románticas  y regué. Indican que les gusta este tipo de música por el ritmo, el sonido, la letra, el contenido y el sentimiento que transmite, entre otros.

La mayoría de los niños, niñas y adolescentes señalan  que  sus pasatiempos preferidos son escuchar música, ver televisión, practicar deportes y jugar con el video juego, elección que conlleva a que las personas menores  de edad estén expuestas  a contenidos violentos.

Sugerencias  para la prevención  de  la violencia  en  los  diferentes ámbitos  en  que  se desenvuelven los niños, niñas y adolescentes

Se anotan a continuación una serie de sugerencias derivadas de la investigación y de la revisión teórica, a fin de orientar a los adultos en la prevención de la violencia que transmiten los medios de comunicación (televisión, videojuegos y música) a las niñas, niños y adolescentes que los accesan.

1. En los centros  educativos  es imperativo  contar  con  un  currículo apropiado para  brindar atención oportuna a las necesidades emocionales  del estudiantado y una educación dirigida a la enseñanza del manejo  de las emociones  negativas, de las conductas problemáticas; a potenciar el desarrollo de las habilidades pro-sociales; a conocer acerca del desarrollo integral y favorecer una disciplina apropiada; así como brindar una educación a las figuras parentales, en temas relacionados con el desarrollo integral de sus hijas e hijos, la vinculación afectiva, los patrones de crianza y la comunicación, temáticas que favorecen la protección de la prole.

2. Los  centros  educativos  deben   contar  con  servicios cuya  finalidad  sea  la temprana y rápida  identificación  de niños, niñas y adolescentes que  interactúan en forma violenta con su medio social, que viven en ambientes agresivos y que están influenciados por los programas  televisivos, video juegos  o la música, para poder  proveerles  de experiencias educativas apropiadas  e intervenciones psicológicas oportunas.

3. Los centros educativos deben  propiciar que se enseñe  a las personas  menores  de edad a resolver los diferentes  conflictos que se les presenta de forma pacífica y constructiva, de manera que se promueva  su óptimo desarrollo integral.

4. El  personal  docente debe   analizar  con  sus  estudiantes  la  influencia  negativa  de  la violencia que transmiten los medios de comunicación  y cómo esta influye tanto  en sus relaciones  como  en la comunicación  cotidiana,  de manera  que  estén  preparados para que comprendan y enfrenten mejor las diferentes  situaciones que se les presentan en los ámbitos en que se desenvuelven.

5. Las figuras parentales deben  evitar que  los hijos y las hijas usen  los videojuegos  en su habitación  y se aíslen; en su lugar, podrían propiciar juegos de mesa para toda la familia, lecturas compartidas  y salidas interesantes para todos.

6. Los padres, madres o encargados deben ver la televisión con las personas menores de edad, para que conozcan y comprendan los contenidos de los diferentes programas, disminuyan la creencia y reproducción de los estereotipos, aumenten la conducta pro social, vean la televisión con un propósito  crítico y educativo, cuenten con otras alternativas  culturales y recreativas, desarrollen el hábito de la lectura, analicen educativamente los contenidos de los programas  que les gustan, hagan  buen  uso del tiempo  de ocio, entiendan que la televisión está al servicio de la familia y no sustituye el diálogo de padres, madres e hijos; distingan la realidad de la fantasía, tengan sentido crítico cuando eligen dibujos animados; reflexionen acerca de los acontecimientos violentos o degradantes que aparecen: graben programas  de calidad para verlos en otro momento; no vean la televisión en la habitación y eviten que la comida familiar se realice frente al televisor.

7. Las escuelas, los padres  y las madres  deben  enseñar  a los niños, niñas y adolescentes a observar la televisión y otros medios de comunicación, con un nivel de criticidad tal que permita la reducción de los efectos de la violencia y les ayude a beneficiarse de los aspectos educativos  positivos que tanto la televisión y otros medios pretenden transmitir. Es decir, en todos los niveles de desarrollo de los niños, niñas y adolescentes se les debe potenciar las habilidades  para que entiendan los medios de comunicación  y así proporcionarles un ambiente cultural más sensato y sano.

8. Cuando algún niño o niña se ha comportado de manera inadecuada y se requiere corregir o reprender por lo que ha hecho, es necesario evitar todo tipo de agresión.

9. La comunidad,  los centros  educativos,  la familia y los diferentes  medios  deben  estar concienciados  de los programas  de prevención  y tratamiento que existen acerca de los temas  del abuso  y la violencia, con el fin de enseñar  a los niños, niñas y adolescentes a respetarse y a valorar el potencial  que tienen, con el fin de que eviten el enfrentarse a experiencias  violentas  que  les coloque  en situaciones  de vulnerabilidad  y riesgo,  las que además  de fomentar  el desarrollo de los estereotipos, el racismo, la homofobia, y la discriminación, les limita el desarrollo idóneo de sus capacidades psicológicas y mentales.

10. Dado que los medios de comunicación  influyen directamente en el desarrollo de los niños, niñas y adolescentes, resulta de importancia identificar la violencia que se difunde a menores de edad, para así reducir los efectos negativos que estos tienen en ellos y ellas.

Las autoras desean  reiterar la importancia de proveer a las personas  menores  de edad de un estilo de vida sano y un ambiente seguro; una adecuada relación con los medios masivos; nunca usar la televisión como su niñera; prestar atención  y acompañarles cuando  ven algunos programas de televisión, ayudarles a elegir los programas; cambiar el canal y apagar la televisión cuando  se presenta algo ofensivo y explicar qué es lo malo de dicho programa; desaprobar los episodios violentos frente a sus hijos e hijas y reforzar la creencia de que tal comportamiento no es la mejor manera de resolver un problema; contrarrestar la presión que ejercen los amigos y compañeros de clase en sus hijos e hijas; comunicarse  con otros padres  y madres de familia y ponerse  de acuerdo  para establecer  reglas similares sobre  la cantidad  de tiempo  y el tipo de  programa  que  pueden ver; motivarlos  a ver programas  con  mensajes  que  estimulen  la cooperación, el cuidado  y la ayuda entre  personas; estimular  la lectura, algún deporte, otras actividades sociales, juegos de mesa, artes plásticas; utilizar los programas, videojuegos o música controversiales para discutir temas acerca de valores familiares, violencia, sexualidad y drogas.

Como mensaje final, las autoras desean hacer una llamada de atención a las personas adultas –responsables de propiciar un óptimo desarrollo integral en las personas menores de edad– acerca de la necesidad  de que, en primera instancia, deben  aprender a no “Mirar sin ver y escuchar sin oír” (Redondo, párr. 19), para poder enseñar a las generaciones presentes y futuras a utilizar los medios de comunicación de una forma sana, responsable y asertiva; caso contrario, el panorama que se visualiza no es halagador, ya que se continuará perpetuando el uso de los diferentes medios de comunicación de manera autómata, es decir, se continuará mirando sin ver y escuchando sin oír.

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*Correspondencia a:
Marianella Castro Pérez. Instituto de Estudios Interdisciplinarios de la Niñez y Adolescencia (INEINA) Universidad Nacional Heredia, Costa Rica. Máster en Administración Educativa. Licenciada en Educación Preescolar. Académica en el Instituto de Estudios Interdisciplinarios de la Niñez y Adolescencia (INEINA) y de la División de Educación Básica del Centro de Investigación y Docencia en Educación de la Universidad Nacional de Costa Rica.  nella_cp@yahoo.com
María Ester Morales Ramírez.
Instituto de Estudios Interdisciplinarios de la Niñez y Adolescencia (INEINA) Universidad Nacional Heredia, Costa Rica. Doctora en Educación con Énfasis en Investigación Educativa. Máster en Psicología Industrial y Organizacional. Licenciada en Psicología. Académica en el Instituto de Estudios Interdisciplinarios de la Niñez y Adolescencia (INEINA) del Centro de Investigación y Docencia en Educación de la Universidad Nacional de Costa Rica. mmorales@una.ac
1. Instituto de Estudios Interdisciplinarios de la Niñez y Adolescencia (INEINA) Universidad Nacional Heredia, Costa Rica. Máster en Administración Educativa. Licenciada en Educación Preescolar. Académica en el Instituto de Estudios Interdisciplinarios de la Niñez y Adolescencia (INEINA) y de la División de Educación Básica del Centro de Investigación y Docencia en Educación de la Universidad Nacional de Costa Rica.  nella_cp@yahoo.com
2. Instituto de Estudios Interdisciplinarios de la Niñez y Adolescencia (INEINA) Universidad Nacional Heredia, Costa Rica. Doctora en Educación con Énfasis en Investigación Educativa. Máster en Psicología Industrial y Organizacional. Licenciada en Psicología. Académica en el Instituto de Estudios Interdisciplinarios de la Niñez y Adolescencia (INEINA) del Centro de Investigación y Docencia en Educación de la Universidad Nacional de Costa Rica. mmorales@una.ac

Recibido 15 de abril de 2013. Corregido 27 de junio de 2013. Aceptado 31 de julio de 2013

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