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Revista Electrónica Educare

On-line version ISSN 1409-4258Print version ISSN 1409-4258

Educare vol.17 n.3 Heredia Sep./Dec. 2013

 

Las instituciones de educación superior y la responsabilidad social en el marco de la sustentabilidad

Higher education institutions and social responsibility in the context of sustainability

Pedro César Cantú-Martínez1*

*Dirección para correspondencia:

Resumen

El presente artículo de revisión aborda  un tema  de trascendental importancia  para las instituciones de educación superior, como es la responsabilidad social. El enfoque de responsabilidad social retoma  un apogeo en el dominio de los debates por la crisis ambiental  y por la búsqueda del desarrollo  sustentable. Este artículo  de  revisión expone, en  particular, cómo  en  México, las instituciones   de  educación   superior  deben   contar  con  un  desarrollo,  tanto   cualitativo  como cuantitativo, muy relevante  que trascienda  y sea permanente para contextualizar las demandas de nuestra  sociedad. Además, se menciona  la experiencia  de implementación de la responsabilidad social en la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Palabras claves: Responsabilidad social, sustentabilidad, universidades, México.

Abstract

This review article explores an issue of vital importance to higher education institutions, that  is,  social  responsibility.  The  social  responsibility  approach   is back  on  the  table  of  the environmental crisis and sustainable  development debates. This review article explains how higher education institutions, particularly in México, should have a permanent highly relevant qualitative- quantitative development to contextualize the demands of society. It refers to the experience of the Autonomous  University of Nuevo Leon in implementing social responsibility.

Keywords: Social responsibility, sustainability, universities, México.

La historia  de  la responsabilidad social no  cuenta  con  una  fecha  cierta de  inicio, sin embargo, a fin de marcar algún antecedente, podríamos decir que el ser humano, por obligación, ha de vincularse con otros miembros  de la sociedad  a la que pertenece y, por esta razón, le corresponde desempeñar una progresión  de normas de conducta y actuación, dependiendo del sitio y el período en el que se halle; a estos deberes  que cada persona  debe  practicar con los demás se les denomina responsabilidad social. Así, la representación que las personas tienen sobre el compromiso  para con su colectividad social se manifiesta desde  la antigua Grecia, en los escritos de Platón, Aristóteles y Cicerón y el régimen romano de derecho y justicia (Camargo, 2007; Rivera y Malaver, 2011).

En la actualidad, la responsabilidad social florece en el concierto internacional  en el siglo XX, particularmente en la década  de los setentas (Salazar, 2006), teniendo en las instituciones y organizaciones  empresariales  sus mejores  representantes, donde  se establecen códigos  de conducta internos  que  sancionan  que  en el desarrollo  e implementación de sus actividades habituales y productivas, tanto internamente como externamente, estas deberán ser sostenibles, sin violentar  los derechos  sociales de  la comunidad y de  sus trabajadores, ni provocar  un deterioro del medio ambiente.

Esto condujo a confrontar el paradigma  económico que en la actualidad se desarrolla con aquel que involucra la inclusión de la responsabilidad social, consiguiendo en esta comparación identificar  rasgos  muy  representativos que  los diferencian  de  quienes  los practican, como menciona Salazar (2006). Entre estas diferencias, encontramos que el modelo económico actual se distingue  por favorecer una economía  de mercado  global, encauzada a la especialización con una producción  en masa y teniendo en el crecimiento  económico  su principal propósito; además, promueve la competencia con un rumbo reduccionista de la ciencia que impacta en la sociedad.

Mientras,  el modelo  económico  con responsabilidad  social se diferencia  en que  aplica la premisa  de menos  dependencia, enfocado  en la diversidad  con el involucramiento  de los diferentes  actores sociales, con un sistema productivo  que promueve el equilibrio ecológico y justicia social, donde se plasma la cooperación, impulsando el ámbito de orden multidisciplinario en la aplicación de las actividades científicas que favorece la sustentabilidad de nuestra sociedad (Salazar, 2006).

Es así que  la responsabilidad social –particularmente en  las empresas–  encamina  sus actividades en cuatro ámbitos de desempeño: cómo es la parte económica, la reglamentaria y legal, la ética y la filantrópica (Soriano, 2011). A esto atañe el objetivo y razonable repartimiento de  bienes  y servicios, el cumplimiento de  los marcos  legales  que  reglamentan su trabajo  y desempeño, la incorporación  de  valores que  se concentran en  hacer  lo correcto  y justo  y, finalmente, en proporcionar  apoyos a las comunidades en las cuales están enclavadas.

Hoy, el enfoque de responsabilidad social retoma un apogeo en el dominio de los debates, por la crisis ambiental y por la búsqueda de la consolidación del desarrollo sustentable, los cuales se mancomunan a estándares de desarrollo socioeconómico y a los estilos de vida paralelos con estos. Es en este contexto, más y más, instituciones  de educación  superior (IES) pretenden suscitar y ejercer la responsabilidad social universitaria, ya que las IES no debían  permanecer apartadas de la reflexión sobre responsabilidad social, debido  a que también  se erigen como organizaciones  que, mediante sus primordiales  y trascendentales objetivos  –la formación  de recursos humanos, tanto  en lo profesional como en lo humanístico, y la generación de nuevos conocimientos a través de la investigación  que desarrollan  sus académicos–, tienen  impactos muy concretos en la sociedad (Domínguez, 2009).

De manera tal, que al concebir a las IES como organismos subsidiarios en nuestra sociedad de  la producción  y divulgación  del conocimiento, y de  la formación  profesional  como  sus fundamentales productos es preciso saber, de estas, el razonamiento de la pertinencia, para verificar que los planes, estrategias y objetivos planteados por las IES conciernen a los aspirados y declarados por la sociedad (Díaz y García, 2011; Martínez et al., 2006).

Como resultado de lo anterior, la representación social de las IES que queda impresa en la sociedad se plasma en las funciones que cumplen en el entorno social, a través de la articulación de  proyectos  que  concatenan las prácticas  y conocimientos de  las IES  con  los saberes  y experiencias del tejido social, y así responder a las variadas y progresivas peticiones  o retos de las heterogéneas agrupaciones civiles con las cuales interactúa.

La responsabilidad social y las instituciones de educación superior

Desgraciadamente, en los albores del siglo XXI, nos hemos  percatado de una crisis que conlleva  circunstancias  de  orden  mundial  y local; que  se vuelve  cada  vez más  compleja  e impredecible; que perturba todas las facetas de nuestras vidas, tales como las de orden cultural, económico, de salud y las representadas en la calidad ambiental; así como los de valores y el trato con nuestros  semejantes (Cantú-Martínez, 2008). En este último aspecto, particularmente, se ha suscitado el cuestionamiento de los valores de nuestra  sociedad y de la responsabilidad social que incumbe a las IES, porque estas se han constituido históricamente, en el sitio de cruce del ser humano, la ciencia y la sociedad, y están íntimamente relacionadas con la formación de valores para estimular el desarrollo comunitario y el mejoramiento de la calidad de vida de todo ser humano  (Castañeda et al., 2007).

De tal manera que en los círculos académicos, durante los últimos años, se ha discutido el tema de la responsabilidad social, como un aspecto  relevante, particularmente porque  brinda una dimensión  en la cual las IES desarrollan  una toma  de conciencia de carácter  holista, que involucra a la propia  organización  de  las instituciones  y el impacto  de  estas  en  su entorno social. En este, se observa una capacidad  de convocatoria  para amalgamar  la participación  de varios actores sociales y actividades que exhiben variados matices de orden filosófico, social y económico  (Castañeda et al., 2007). Amén de procurar en todos los miembros de su estructura orgánica –académicos, estudiantes y trabajadores– un comportamiento ético, que impulsa una concreción  de la voluntad  de querer  hacer todas  las acciones  con eficacia y capacidad, para responder así a las exigencias  y necesidades que  plantean actualmente las colectividades  y agrupaciones sociales (Vallaeys, 2006). Soriano (2011) manifiesta  que  en Iberoamérica, en los últimos años han existido trabajos precursores que se han enfocado a elucidar conceptualmente la orientación de responsabilidad social en las IES, entre estos antecedentes advierte del:

. . . Proyecto Universidad: Construye País (2002) promovido por un grupo de universidades chilenas; los trabajos realizados por la Asociación de Universidades confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina, agrupadas en la AUSJAL; el desarrollo del Curso Internacional Virtual ¿Cómo enseñar  ética, Capital Social y Desarrollo en la Universidad?, preparado por François Vallaeys y promovido  por el BID y el Portal Educativo de la OEA desde  el año
2004, así como la actividad impulsada  por el Banco Interamericano de Desarrollo con el Programa Red Universitaria de Ética y Desarrollo Social . . . (p. 4)

Sin duda, la responsabilidad social está coligada a las actividades  inherentes que las IES ejercen para la búsqueda de la consecución  de un desarrollo sustentable, tomando en cuenta que  estas  tienen  como  fin último  formar  ciudadanos con  principios  y responsabilidades, y con una  alta sensibilidad  para  avocarse  a la resolución  de  los problemas  que  atañen  en su entorno medioambiental y social (Rendueles, 2010). Estas actividades, como indica Castañeda et al. (2007), están asociadas a la iniciativa de la Secretaria General de las Naciones Unidas en la concreción del Pacto Global 1999/2000, el cual está destinado a la práctica y comunicación  de experiencias –con el propósito  de mejorar los estándares de trabajo y de disminuir los efectos negativos  al medio  ambiente– asimismo con la participación  voluntaria  de los protagonistas implicados en el marco de los derechos  humanos.

Así, entre las definiciones más acreditadas  según  Rendueles (2010, p. 34) se encuentra la mencionada por el World Business Council for Sustainable  Development, que  subraya: “es el compromiso  que asume  una empresa  para contribuir  al desarrollo económico  sostenible  por medio de colaboración  con sus empleados, sus familias, la comunidad local y la sociedad, con el objeto de mejorar la calidad de vida”. Y la forma de expresión bajo las cuales las IES traducen operativamente este  concepto es a través de acciones  como  la docencia, la investigación, la gestión, la proyección  y extensión  universitaria, y la innovación. Acciones con  las cuales  se accede a la implementación de programas de orden socioambiental, así como a la incorporación de  currículos académicos  y actualización  del profesorado en  materia  de  sustentabilidad, de manera que estimulen el interés por innovar, mejorar y aprender (Núñez y Alonso, 2009; Pardo, 2011;  Rendueles, 2010).

Al introducir estos cambios en el quehacer de las IES se incide en la concreción  de una cultura  y edificación  de  un  conocimiento científico-humanístico   de  respeto  ético  social al entorno socio-ambiental. Y como menciona Lucchesi (2011, p. 28): “Se espera que al desempeñar su responsabilidad social, ella sea el gran instrumento de cohesión  social.  . . beneficiando a la sociedad”. Esto incurre positivamente, al observar la instauración  de asociaciones estudiantiles y grupos de voluntarios organizados  –supervisados por profesores e investigadores en algunos casos– que  desarrollan  habilidades  y un proceder  actuante en los estudiantes  universitarios en esta materia, o bien en la instauración  de programas  universitarios con un alto contenido humanista (Pardo, 2011). Rendueles   (2010, p. 37), comentando a Cavero, señala que la responsabilidad social universitaria refiere a “. . .un compromiso moral irrenunciable que, a la par que genera  nuevo conocimiento relevante  para la solución de los problemas  sociales, permite la aplicación directa del saber científico y tecnológico, así como una formación profesional más humanitaria”.

Para aspirar a una responsabilidad social universitaria, se requiere de un enfoque holístico, como ya mencionamos, que permita  articular las diferentes  partes  que constituyen las IES en un solo proyecto de carácter social, con un alto contenido ético y que promueva  un desarrollo equitativo  y sustentable (Ayala, 2011). Para la implementación de una reforma organizacional que conlleve a una responsabilidad social en las IES, incumbirían  cuatro  frentes de acción de manera organizacional, según Ayala (2011):

1. Gestión interna:  esta  línea de acción refiere a aspectos  de transformación  interna  que conlleven  a la identificación  de una  comunidad universitaria basada  en la democracia, equidad, transparencia y de impulso a un desarrollo sustentable.

2. Docencia: este rasgo involucra acciones de capacitación a la planta académica con un matiz de responsabilidad social. Y, además, promover el aprendizaje, sustentado en proyectos de carácter social y aplicado a la resolución de problemas.

3. Investigación: promover  una agenda  de investigación  que vincule a los investigadores y docentes en proyectos de investigación interdisciplinarios que resuelvan problemas, tanto urbanos como rurales, que manifiesten la colectividad social.

4. Proyección social: tratar de efectuar proyectos de desarrollo que puedan ser el origen de investigaciones  aplicadas y de recursos  didácticos  para la comunidad universitaria, que permita al estudiantado un aprendizaje basado en evidencias.

De tal manera  que, de  manifestarse  y alcanzarse  las metas  trazadas  en  estas  cuatro acciones,  se  lograría  tener  un  alto  impacto  en  la formación  profesional  y ciudadana   del estudiantado y en la comunidad que rodea a las IES, desde los otros ángulos de orden educativo, cognitivo y epistemológico, dejando  atrás aquellos modelos  preexistentes de las IES, como el elitista y abierto (Gaete, 2012).

Esta  transición  puede  ser  progresiva,  recorriendo  el modelo  universitario  elitista  –en un  primer  momento- cuyos  objetivos  se  centran  solamente en  la formación  profesional  e investigación  básica,  donde  sus  características  principales  la convierten  en  sitios de  orden minoritario, selectivos y apartados del conglomerado social; pasando  –en una segunda instancia– por el modelo  abierto, cuyas metas se concentran en el desarrollo de investigación aplicada, transferencia  de  conocimiento y vinculación  de  la investigación  con  el desarrollo tecnológico  y la innovación, que permite una apertura  a los grupos sociales más potentados en el contexto económico y político; y así arribar, posteriormente –en un tercera etapa–, al modelo universitario socialmente  responsable, cuyos rasgos más distintivos son el liderazgo social, que fortalece  el aprendizaje-servicio, suscita una educación  para la vida, favorece la cooperación para el desarrollo, impulsa el voluntariado  universitario y la sustentabilidad, elementos que se insertan  en la procuración  de una sociedad  del conocimiento, donde  todos  los actores tienen acceso a una educación  superior con un alto compromiso social (Gaete, 2012).

No obstante, en  contraparte, existen  conflictos  y escollos  que  involucran  imponer  la práctica de la responsabilidad social empresarial a ultranza en las IES –sin considerar esta gradual transformación–  particularmente cuando  no persiguen  los mismos intereses que promueven y establecen las empresas, por lo tanto, señalan: “. . . la propia responsabilidad queda  sometida al criterio de la utilidad y ésta es una medida a la que es difícil ponerle un límite preciso en una institución  universitaria [. . .] entendida en este  caso en términos  estrictamente económicos, donde  lo útil se identifica con lo económicamente rentable  . . . ” (De la Cruz y Sasia, citado por Gaete, 2012, p. 131).

Premisas y situación de las instituciones de educación superior en México

En la actualidad, la sociedad en México enfrenta desafíos que trazan el futuro de Siglo XXI, mediante derroteros de diferente índole como son: socioeconómico, político y cultural; donde la estructura de educación superior, constituida por las IES de las 32 entidades federativas, deberán contar  con un desarrollo tanto  cualitativo como cuantitativo  muy relevante, que trascienda  y sea permanente para contextualizar  las demandas de nuestra  sociedad  y responda, además, al contexto  del  cambiante entorno internacional. Para esto  sitúa  la “visión” del  sistema  de educación superior en México al año 2020 en lo siguiente (Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior [ANUIES], 2000):

En el año 2020, gracias al compromiso  efectivo del gobierno  federal, de los gobiernos  de las 32 entidades federativas y sus municipios, de los poderes  legislativos y de la sociedad civil en  su  conjunto, las instituciones  de  educación  superior  de  México integran  un vigoroso sistema de educación superior, que forma profesionales e investigadores de alto nivel, genera y aplica conocimientos, extiende y preserva la cultura, tareas que realiza con calidad, pertinencia, equidad  y cantidad  equiparables con los estándares internacionales, gracias a lo cual la educación  superior  contribuye  de  manera  fundamental a que  los mexicanos disfruten de paz y prosperidad en un marco de libertad, democracia, justicia y solidaridad. (p. 150)


En este  sentido, el punto  de vista de la formación y educación  universitaria en México –de acuerdo  con ANUIES (2000)– la cual está constituida  por un sistema 1,250 IES, se sostiene en ocho  principios que  involucran la calidad e innovación; la congruencia  con su naturaleza académica; la pertinencia  en relación con las necesidades del país; la equidad, el humanismo y el compromiso  con  la construcción  de  una  sociedad  mejor;  la autonomía  responsable,  y las estructuras  de gobierno  y operación  ejemplares. De estos  principios orientadores, cuatro despliegan en su contenido un alto compromiso  de una praxis social, en especial vinculado al quehacer de las instituciones de educación  superior mexicanas con la sociedad.

La primera refiere a la “pertinencia” en relación con las necesidades del país, en la cual, se  expresa  que  las instituciones  de  educación  superior  asuman  un  papel  destacado en  la caracterización y resolución de necesidades, en el marco de una visión de desarrollo sustentable del país a largo plazo.

En segundo término  contamos  con  la “equidad”, con  lo cual se busca  otorgar  apoyo diferencial  a instituciones  y personas  principalmente necesitadas, resueltas  para  superar  su rezago y, así, situarse en condiciones de mayores niveles de calidad.

El tercer aspecto refiere al “humanismo”, en el cual las IES se apropian de conceptos como paz,  libertad,  democracia,  justicia,  igualdad,  derechos  humanos  y solidaridad,  que  orientan el  quehacer educativo  para  la formación  completa   y exhaustiva  de  profesionales  que  se manifiesten en ciudadanos comprometidos, participativos y solidarios.

El cuarto y último de los preceptos es el “compromiso con la construcción de una sociedad mejor”. Este  principio refiere al quehacer de las instituciones  de educación  superior  y en él se plasma su papel fundamental para contribuir a que México llegue a ser una sociedad  más acorde, con valores como la calidad, pertinencia  y equidad  social; que permitan  “… hacer de la educación, el conocimiento, la información, la cultura y el progreso  científico y tecnológico, los medios para reducir la desigualdad, incrementar el bienestar colectivo sobre bases sustentables y dinamizar los factores esenciales de la competitividad social y económica. . .” (ANUIES,  2012, p. 9). Con lo anterior, se pretende en el marco de las IES en México, contribuir al desarrollo y sustentabilidad social mediante las actividades de sus egresados, o bien, integrados  al mercado laboral, y finalmente  como instituciones  hacedoras  de nuevos conocimientos, que orientan  los procesos decisorios en materia de políticas públicas.

Sin embargo, también  en el concierto  nacional, las IES, simultáneamente a la búsqueda de  cumplir con lo antes  mencionado y asumir su responsabilidad social, todavía  tiene  que afrontar  la insuficiencia de  recursos  económicos  para  sufragar  sus labores  ante  la falta de los participaciones  presupuestarias  del Estado  hacia las universidades  públicas,  donde  “. . . la tendencia real de la inversión del gasto  federal en educación  superior, en proporción  al Producto Interno Bruto, es hacia la baja del 2009 a la fecha. En el 2011 se invirtió el 0.65%,  y. . . en el 2012 . . . del 0.62%; cuando  lo deseable  sigue siendo invertir por lo menos el 1%”, según advirtió el Mtro. Tonatiuh Bravo Padilla, Rector del Centro Universitario de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Guadalajara, citado por López (2011, p. 1). Esta situación también  es ratificada por el Presidente  de la Academia Mexicana de las Ciencias, el Dr. Arturo Menchaca Rocha, en su lacónica declaración al señalar: “. . . que es una histórica falta de visión del país” (Zapata, 2011, párr. 6).

Lo anterior ha conllevado a las IES en México a una disyuntiva necesaria, que es alinear sus gestiones  y quehaceres a la búsqueda de autofinanciamiento, mediante la venta de servicios:

. . . incorporando una serie de técnicas y modelos  propios de las empresas, tales como la planificación estratégica, indicadores  de gestión  y cuadro de mando  integral, gestión  por competencias, criterios de rentabilidad  económica  para evaluar sus proyectos, estrategias de marketing, entre otras importantes herramientas y modelos de gestión, funcionando de esta forma en muchas ocasiones casi como una verdadera empresa. (Gaete, 2012, pp. 5-6)


Esto pone  al descubierto la posibilidad que las IES en México puedan dejar fuera de sus prioridades  y trabajo  universitario a muchos  actores  considerados como vulnerables; en esta circunstancia, se puede  gestar, como señala Gaete (2012, p. 6): “. . . la ‘mercantilización de la educación  superior’ aparece  como una fantasmal  sombra  que  atenta  contra  la credibilidad e imagen  social de las universidades  públicas. . . ”; en este sentido es plausible el gran esfuerzo que  realizan las IES en el país por no perder  de vista este  objetivo  de responsabilidad social universitaria sustentado en el discurso, y que permite satisfacer y resolver –aunque frugalmente con el financiamiento  que se les otorga– los problemas  y requerimientos de la sociedad en las que se hallan enclavadas.

La Universidad Autónoma de Nuevo León y la responsabilidad social

Boelen (2009, pp. 200-201) menciona: “Para ser socialmente  responsable, una institución educativa  debe  cuestionarse  si sus ‘productos’  (graduados,  modelos  de servicio o hallazgos de investigación) son de la mayor utilidad para el interés público. . .”.  Al cuestionarse su razón de ser y el impacto  final de su actuación  es cuando  una institución  asume  un elevado  nivel de responsabilidad social”. En este orden de ideas, y haciendo  un tamizaje de los retos que se ostentan hoy, las IES –en términos de la responsabilidad social universitaria– enfocan su misión social en construir procesos internos y entramados de relaciones sociales que impulsen políticas públicas para favorecer la creación de una cultura más humana, el crecimiento económico en sus entornos y con un principio de justicia y equidad  social.

En este apartado se muestran algunas de las características actuales de la implementación de la responsabilidad social universitaria en la Universidad Autónoma  de Nuevo León (UANL), con el propósito  de reflexionar sobre el avance en esta materia y poder  aquilatar las acciones emprendidas, pero sobre todo  para identificar nuestras  áreas de oportunidad y así marcar la pauta  de hacia dónde  debemos dirigir nuestras  fortalezas para mejorar como una institución responsable socialmente.

La Universidad Autónoma  de Nuevo León (UANL) se encuentra situada  en el Estado de Nuevo León en México, en la región noreste  del país. Cuenta con una dilatada y variada oferta educativa que corresponde a los campos estratégicos y más trascendentales del conocimiento. En el periodo  de  agosto  a diciembre  del 2011 contó  con  una  población  escolar de  141,971 estudiantes, los cuales  se encuentran distribuidos  en  los diferentes  niveles que  se ofertan, cuenta  además  con una  planta  académica  de tiempo  completo  de 2,968  profesores  (UANL, 2011a). La UANL en los últimos 20 años ha respaldado su progreso  y avance  en la adopción de disposiciones  traducidas  en procedimientos de planeación  bidireccional, las cuales le han concedido  reconocer  y examinar los retos que afronta la institución en el desempeño de sus funciones, así como  de los medios  para  erigir y efectuar  pertinentemente las acciones  para abordarlos.  Para esto  ha  elaborado  el documento rector  denominado  Visión 2020 UANL,  el cual sirve de contexto  orientador  para  la toma  de decisiones  oportunas en el ámbito  de la responsabilidad social (UANL, 2011b).

En este orden de ideas, la UANL cuenta, entre las actividades que constituyen su misión, con la de concebir conocimiento social, científico y humanista, como una función que le faculta para otorgar atención adecuada y eficaz a las disímiles problemáticas de carácter social; para ello, promueve valores como la solidaridad, la honestidad, la equidad,  respeto  a la naturaleza  y a la vida de los demás, los cuales se convierten en los peldaños para realizar una gestión socialmente responsable. Los valores antes citados se conjugan  con los atributos  institucionales  que posee la UANL y que propugnan su desarrollo y cumplimiento, entre  los que tenemos la autonomía, el espíritu crítico, el pensamiento analítico, el humanismo, la pertinencia, el liderazgo, el trabajo multi, inter y transdisciplinario y, finalmente, la responsabilidad social universitaria.

Esta última, la responsabilidad social universitaria, ha demandado, en la UANL, coherencia en  todos  los ámbitos  del quehacer institucional, lo que  representa una  alta solidez entre  las actividades de los universitarios, los valores y el discurso. Alude igualmente a la importancia  de apoderarse de las responsabilidades que le confiere la sociedad, y ha creado diferentes programas establecidos como prioritarios para este fin, entre los que encontramos  la “Gestión institucional responsable”, el cual cuenta con 29 directrices que guían su articulación, entre las que destacamos:

1. Participación de la universidad en foros y eventos  especializados organizados  por los tres órdenes  de gobierno, para que sus iniciativas y opiniones sean consideradas.

2. Participación de la universidad en la formulación e implementación de políticas públicas para el desarrollo.

3. Establecimiento de redes sociales de responsabilidad social universitaria.

4. Vinculación de la función de extensión  con la formación, y la generación y aplicación del conocimiento.

Es este  aspecto, en  la UANL  existen  diferentes  expresiones  de  responsabilidad social universitaria documentada, las cuales se vinculan con el desarrollo sustentable, en el marco de las distintas  dimensiones que lo constituyen, entre  ellas podemos mencionar  algunas  (Ancer, 2010; UANL, 2012):

a) El programa  universitario de salud: Tiene entre  sus objetivos  la formación  universitaria con enfoque  social con el firme compromiso  con su comunidad,  así como  su relación con el medio ambiente; en él colaboran  catedráticos, estudiantes e investigadores de las Facultades de Medicina, Psicología, Enfermería, Odontología, Trabajo Social, Salud Pública y Nutrición, así como de Ciencias de la Comunicación. Este programa  opera en la UANL, a través del Centro Universitario de Salud, instancia cuya característica distintiva es articular interinstitucionalmente y de  forma  multidisciplinaria  los esfuerzos  que, en  materia  de salud, realiza la UANL y la Secretaría de Salud en Nuevo León, el Instituto Mexicano del Seguro Social y los Municipios de Apodaca y Guadalupe.

b)  El servicio social comunitario: Se establece de una forma armónica con organismos públicos o privados que participan  de propósitos  similares a los de la UANL, y con ello garantiza el oportuno y eficiente  otorgamiento de  un  mejor  escenario  social en  la comunidad, mediante la inserción de las prácticas profesionales de los estudiantes.

c)  Los proyectos de investigación: Realizados por los investigadores, los cuales son financiados por diferentes  fuentes  de carácter  gubernamental  y no gubernamental,  que  se ligan a los breviarios internacionales de investigación  para el estudio  y resolución de problemas globales  que  nos aquejan, como  las enfermedades emergentes, el cambio  climático, la pobreza  y exclusión social, el menoscabo de la democracia  y lo que atañe  a los derechos humanos, por citar algunos  rubros; con lo anterior, se patentiza  que la investigación  y el desarrollo tecnológico en la UANL son claves para transitar por una senda con responsabilidad social, por lo cual se ha erigido una agenda  de investigación sobre aspectos  que atañen  al desarrollo sustentable, que se sostiene  en las premisas de respeto  incondicional a la vida y atiende, constantemente, las demandas de las personas y del cuidado de su integridad.

d)  La  conformación  de  un  observatorio   de  la sustentabilidad de  Nuevo  León: primera iniciativa de investigación  y desarrollo, que, en México, cuenta  con apoyo  del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y el Instituto de Investigaciones Sociales. Fue concebido por un grupo de académicos universitarios, cuyo objetivo es evaluar y poner a disposición de la colectividad social una serie de información emanada de diferentes  fuentes gubernamentales y no gubernamentales, para monitorear  el progreso  que se lleva por la senda de la sustentabilidad en el Estado de Nuevo León.

e)  La convocatoria  al programa  “Tigres al rescate”: Constituye una actividad que  realiza la comunidad de  estudiantes, quienes, organizadamente, suman  esfuerzos  para  recaudar fondos económicos  en apoyo a instituciones u organizaciones  de beneficencia social.

f)   La “Brigada demos vida a su sonrisa”: Actividad estudiantil, que brinda apoyo de asistencia social y humanitaria  a grupos vulnerables como niños y adultos de comunidades remotas en el Estado de Nuevo León, en el ámbito  de la salud, vivienda, entre  otros aspectos  a destacar.

g)  La “Alianza por la sustentabilidad”: Actividad que se suma a los esfuerzos gubernamentales de carácter  estatal, aportando durante el año 2011, un donativo  200 mil plántulas  que serán empleadas a la reforestación  de zonas boscosas  y rurales en el Estado de Nuevo León; además, durante este  mismo año  se firmó un convenio  de colaboración  con los Servicios de agua y drenaje de Monterrey, el cual le permitirá contar con agua tratada para el riego de los jardines de sus campus universitarios, y representará un ahorro de 800 mil litros diarios de agua potable.

h)  El establecimiento de los “Comités para la sustentabilidad”: Constituidos  en el año 2012 en cada dependencia de la UANL, y en la que  participan  un académico, un trabajador administrativo  y un estudiante, esto  es, 210 responsables con la tarea  de vigilar el uso adecuado de  los recursos  de  energía, agua, gas, manejo  de  residuos  no  peligrosos  y peligrosos, como también  el uso de los espacios verdes.

i)  La “Universidad para los adultos  mayores”: Ejecuta acciones de enseñanza, de asistencia y de  articulación  para  extender  la formación  académica  de  personas  adultas  mayores de  55 años, con  el propósito  de  mejorar  su  calidad  de  vida, crecimiento  personal  y particularmente su reintegración social.

Es así como el fomento  de la responsabilidad social y la sustentabilidad universitaria en la UANL se ha desarrollado  impulsando  su aplicación en relación con los entornos locales y, más puntual, en el espacio del propio campus universitario; con esto ha distinguido de manera sobresaliente, el seguimiento a los compromisos  precisados como comunidad universitaria, en los ámbitos de carácter ambiental, social, cultural y económico.

El esfuerzo  y empeño antes  señalado  en  la UANL le ha hecho  merecedora, el 14 de noviembre  del  2012, del  Certificado  de  Responsabilidad Social Empresarial (WORLDCOB- CSR:2011.1), que le concedió  la Confederación  Mundial de Negocios –con sede  en la ciudad texana  de Houston, Estados Unidos– por su elevado  compromiso  social con la comunidad y por  incidir en  aspectos  como  el establecimiento de  una  política de  mejora  continua, la inserción de valores éticos, así como de actividades realizadas en favor de la sustentabilidad (Loredo, 2012). Este acontecimiento posiciona  a la UANL en el concierto  nacional, como  la primera IES, en alcanzar este prestigioso reconocimiento internacional y se suma al distinguido conjunto  de doce  organizaciones  en México, con una  comprobada actitud  institucional  de responsabilidad social.
 
Conclusiones

Durante  mucho  tiempo  las IES fueron  contempladas como  el sitio donde  se desarrolla la catarsis  del  quehacer científico y técnico;  y eran  únicamente  encargadas de  la difusión del conocimiento científico, un tanto  aisladas del escenario  socio-ambiental  existente  en su entorno. Sin embargo, los eventos  surgidos  en  los últimos  años  en  las esferas  culturales  y socioeconómicas, que atañen un orden de carácter global, han establecido que las IES se ajusten al contexto  de la realidad, lo que pone a prueba, hoy en día, sus estructuras e instrumentos de control interno para relacionar su misión y el cumplimiento de sus funciones con las necesidades claves del colectivo social, en el marco de la responsabilidad social. Actualmente se ha superado este aspecto  a través de favorecer la movilidad del conocimiento y aprendizaje, tanto  dentro como fuera del sistema formativo.

Reconociendo lo anterior, la responsabilidad social recientemente principia a procurarse en el espacio de las IES en México y, por lo tanto, el reto que deberán confrontarse, por parte de las IES, será el erigirse en la vía de acceso para transitar  de la sociedad  de la información a la sociedad  del conocimiento, donde  permita  constituir un espacio de creación arraigado  y sistémico, primordial para la vinculación de un nuevo proyecto social que pretenda un desarrollo autosostenido y más equitativo. Esencialmente, al asumir con responsabilidad su función central de formación de nuevos profesionistas y de generar conocimiento con un alto contenido social, cuyo gesto se ajuste a las exigencias de la verdadera responsabilidad social universitaria, que hoy exige la sociedad  en general, pero además  fincando los contenidos curriculares que permitan la construcción  de la misma y el apropiamiento por sus egresados. Pero también  adoptando razonamientos de sustentabilidad, ante el impacto que estimulan  al entorno, por el desarrollo de sus actuaciones  y en la vida diaria de los campus.

Es en éste  escenario, las IES en México han  asentado este  compromiso  a través  de  la inserción de valores y principios que se plasman  en su misión y visión institucional, y que se declara explícitamente en sus proyectos de desarrollo institucional; pero también, algunas otras IES han logrado transferir estos valores y principios en actividades en su entorno socioambiental y, actualmente, se encuentran evaluando  los impactos de sus actuaciones.

Por último, las IES en México están respondiendo a este reto que se constituye  en un tipo nuevo  de liderazgo.  Al margen  de la calidad académica  e investigadora  que  pueda erigirse en ellas, hoy la actuación  socialmente  responsable es un aspecto  que se establece a través de la ANUIES como un componente importante de notoriedad y reconocimiento social, que deriva en una prerrogativa  competitiva  en el mercado  de la educación  superior y se convierte, además, en un instrumento de certificación y legitimación  de los trabajos de las IES hacia la sociedad.

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*Correspondencia a:
Pedro César Cantú-Martínez. Doctorado en Ciencias Biológicas por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), en México. Profesor de la UANL, adscrito a la Facultad de Salud Pública y Nutrición en Monterrey, N.L., México. Participa en el Instituto de Investigaciones Sociales y en el Centro de Investigación y Desarrollo en Ciencias de la Salud de la UANL. Colabora con la Organización Panamericana de la Salud y Comisión de Salud Fronteriza México-Estados Unidos. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores –CONACYT: Nivel 1. Miembro del Cuerpo Académico de Salud y Nutrición Poblacional UANL-CA-220 con nivel Consolidado. Su línea de investigación  es calidad de vida e indicadores de sustentabilidad ambiental.  .Facultad de Salud Pública y Nutrición Universidad Autónoma de Nuevo León Monterrey, N. L., México cantup@hotmail.com
1. Doctorado en Ciencias Biológicas por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), en México. Profesor de la UANL, adscrito a la Facultad de Salud Pública y Nutrición en Monterrey, N.L., México. Participa en el Instituto de Investigaciones Sociales y en el Centro de Investigación y Desarrollo en Ciencias de la Salud de la UANL. Colabora con la Organización Panamericana de la Salud y Comisión de Salud Fronteriza México-Estados Unidos. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores –CONACYT: Nivel 1. Miembro del Cuerpo Académico de Salud y Nutrición Poblacional UANL-CA-220 con nivel Consolidado. Su línea de investigación  es calidad de vida e indicadores de sustentabilidad ambiental .Facultad de Salud Pública y Nutrición Universidad Autónoma de Nuevo León Monterrey, N. L., México cantup@hotmail.com

Recibido 28 de enero de 2013 •  Corregido 10 de junio de 2013 • Aceptado 19 de junio de 2013

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