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Revista Electrónica Educare

On-line version ISSN 1409-4258Print version ISSN 1409-4258

Educare vol.17 n.2 Heredia May./Aug. 2013

 

La orientación para la salud mental: Reflexiones para delimitar un campo de intervención profesional

Mental health couseling: thoughts on defining a professional intervention field

Ana Victoria Garita Pulido1*

*Dirección para correspondencia:

Resumen

El propósito de este artículo es presentar algunas reflexiones sobre una serie de argumentos que permiten  delimitar la salud mental como campo de intervención  para la orientación. Se hace alusión al posicionamiento epistemológico que se asume  para comprender la salud, centrado  en una perspectiva  contextual, y se propone el modelo  de promoción  de la salud para sustentar  la acción orientadora. Se presentan las razones que circunscriben la intervención  a la promoción  de la salud mental vinculadas a los referentes teóricos y metodológicos propios de la disciplina. A la vez, se sugieren aspectos  a considerar en el abordaje  individual y grupal, así como para ampliar la práctica profesional con un ejercicio eficiente de la persona  orientadora en su rol como promotora de salud mental.

Palabras claves. Orientación, salud, teoría ecológica, intervención,  promoción  de la salud mental, fortalezas, Costa Rica, Revista Electrónica Educare.

Abstract

The purpose  of this paper  is to provide some thoughts on a series of points of view that will help us in defining mental health  as an intervention  field of counseling. Reference is made  to the epistemological positioning  adopted  to understand health, which is focused  on a contextual perspective.  A health  promotion  model  is proposed  to  support   the  counseling   activity.  The reasons  for limiting the intervention  to mental health  promotion,  which are related to theoretical and  methodological references  inherent  to the  discipline, are also explained. Recommendations are made  on the aspects  to be considered  for both  individual and collective approaches and for extending the professional practice of counselors  with an efficient performance  as mental health promoters.

Keywords. Counseling, health, ecological theory, intervention, mental health promotion,  strengths, Costa Rica, Educare e-Journal.

La salud como campo de acción de la orientación

La salud como campo  de actuación  para la orientación supone  acciones específicas que favorezcan el bienestar  físico, psicológico y social de las poblaciones  que se atienden. El propósito de este artículo es presentar algunos argumentos que permitan delimitar este campo de actuación y  la intervención orientadora, vinculados a un posicionamiento contextual de la salud, el modelo de promoción de salud y el rol de la persona orientadora como promotora de salud mental.

Las realidades   sociales  actuales  plantean,   a  los  diversos  actores  sociales,  nuevas demandas de sentido  relacionadas  con la comprensión de los contextos  sociales complejos en que las personas  se desarrollan. En el caso de la orientación, dichas demandas conllevan a focalizar en acciones que promuevan el bienestar personal y colectivo, independientemente de las circunstancias  que caracterizan dichos escenarios sociales.

Las realidades  y condiciones  sociales actuales  que  vivencian  los distintos  grupos  de poblaciones vinculadas  a factores  de  tipo  político, económico, laboral, familiar, entre  otros, representan elementos favorecedores  u obstaculizadores de  su desarrollo, según  el lugar y posición que ocupen  en la estructura social, por cuanto estos factores “(…) permean todas las áreas de la vida humana,  y vuelven la existencia más susceptible  de enfrentar  problemas, lo que a su vez deviene en mayor riesgo para la salud individual y colectiva” (Bonilla, 1993, p. 55).

El estilo de vida de las personas   tiene implícito un riesgo para su salud cuando  este se caracteriza por realidades  y condiciones  de desigualdad y exclusión, por razones de género, cultura, discapacidad, religión, etnia, preferencia sexual, enfermedad o pobreza.

Estas condiciones deben ser tomadas en cuenta en cualquier política de orientación, pues las problemáticas psicosociales pueden afectar la salud mental de los grupos poblacionales, lo cual debe  dar origen  a un redireccionamiento de las estrategias  y de los diversos centros y servicios de Orientación en el mundo (Gavilán, 2006).

Este hecho  implica dar respuestas  oportunas,  para  que  las personas  logren  enfrentar adecuadamente  sus circunstancias  vitales y favorecer el poder  de acción sobre  su bienestar  personal. Con lo cual puede decirse que la salud cobra relevancia como campo de intervención para la disciplina de orientación, pues cuenta con referentes teóricos, metodológicos e instrumentales que le posibilitan   rescatar   las fortalezas y habilidades  que posee  la persona,  a pesar  de su problema, así como para desarrollar nuevas habilidades para enfrentar sus vidas (Bonilla, 1993).

La persona orientadora deberá dirigir sus acciones al mejoramiento de la calidad de vida de las poblaciones que atiende  en términos de su bienestar  físico, emocional y social (Gavilán, 2006), más que a una acción aislada y asistencialista centrada en el problema.

La  salud,  al  ser  incluida  dentro   de  los  programas   y  proyectos   que  se  ejecuten independientemente del  contexto   y  población   que  se  aborde,  supone   para  la  persona orientadora un posicionamiento integral, claro y coherente  en el cual sustentar su accionar en este campo de intervención.

El posicionamiento epistemológico para la compresión de la salud

Al incursionar  en la salud como  campo  de  intervención,  se requiere  conceptuarla,  de manera  que  se  tenga  conciencia  del posicionamiento epistemológico  que  subyace  en  su accionar. Como se indicó, los procesos sociales y las circunstancias vitales vinculadas a aspectos culturales, políticos, económicos, entre otros, son  elementos  que intervienen en el desarrollo humano  y, por ende, en el bienestar  personal, familiar y colectivo. Esto  demanda asumir una posición paradigmática  con respecto  a la salud, centrada  en una relación dialéctica entre la persona y los elementos  constitutivos de su entorno.

Para Marks, Murray y Evans  (2008), el modelo  biopsicosocial representa  una  posición paradigmática  que  comprende la salud como  un proceso  complejo  en el que  intervienen múltiples factores más que la simple idea de la ausencia  de enfermedad;  de ahí que definen la salud como “(…) un estado  de bienestar  con  atributos  físicos,   culturales,  psicosociales, económicos y espirituales (…)” (Marks et al., 2008, p. 4).

Esta definición implica que hay situaciones externas que inciden en la salud, por lo que no se puede garantizar un bienestar  total, pues la ausencia de enfermedad no significa que no se experimenten otras situaciones que limiten el bienestar  personal.

El modelo biopsicosocial propone que para responder adecuadamente a las necesidades relacionadas  con  una  enfermedad,  es necesario  tener  en  consideración  tanto  los factores biológicos  como  psicológicos,  sociales  y espirituales que  concurren  en las personas  y que inciden en su estado de salud (Morago, 2006).

Aspectos referidos a las oportunidades y amenazas  del medio, el lugar que  se ocupe en la estructura  social y las representaciones sociales inherentes,  los recursos  materiales  y económicos  disponibles, las condiciones  de  vivienda, las redes  sociales con que  se cuente, los  pensamientos  y las  emociones   que  provocan  dichas  situaciones,  entre  otros,  tienen implicaciones importantes  en la salud.

Por tanto, la salud ha de ser entendida  desde  una  perspectiva  sistémica, ya que los  diversos  componentes  que  intervienen  en  esta  –biológico,  axiológico,  cognitivo, afectivo, interpersonal, social, ambiental– están interrelacionados, hay causalidad circular, y los cambios en cualquiera  de estos elementos afecta la totalidad, es decir, al individuo (Oblitas, 2006).

Desde este modelo no puede comprenderse la salud como un estado que se alcanza mediante  el abordaje de cada uno de los elementos  que intervienen de manera aislada ni tampoco  como la simple suma de cada uno. Más bien, brinda explicaciones integradoras, tanto     de  la  salud  como  de  la  enfermedad,  basadas   en  la  valoración  de  aspectos psicológicos,  biológicos  y  sociales  que  se  encuentran  interrelacionados   (González  y García, 1994).

Esta conceptuación implica trascender la idea simplista y su connotación de ausencia de enfermedad, a la idea de salud como proceso, como bienestar, como funcionamiento positivo, como calidad de vida en general (Flórez, 2007), que se sustenta  en la interrelación  existente entre los elementos  antes mencionados.

En esta línea, Flórez (2007) y Marks et al. (2008) puntualizan los elementos que interactúan  en el proceso de salud:

•  Las características  biológicas:  predisposición   genética,  enfermedades  adquiridas, cambios bioquímicos, entre otros.

•  Los factores conductuales: estos caracterizan las pautas individuales de comportamiento  asociados  al estilo  de  vida de  las personas  como     su forma  general  de  vivir, las condiciones  de vida,  las metas  que  fija para su vida, los factores  de riesgo ante  la enfermedad o  protección  de la salud,  y las decisiones  que  toman  en su contexto sociocultural, biológico y social.

•  Condiciones sociales: influencias culturales, relaciones familiares y apoyo social.

•  Factores psicológicos: autoestima, manejo del estrés, resolución de conflictos, creencias acerca de la salud, entre otros.

La interrelación  y la sinergia entre estos factores conllevan la percepción  de bienestar  y de vivir una vida con calidad. Comprender  las condiciones  personales  y recursos  sociales, ambientales  y contextuales  les permite  a las personas  alcanzar su bienestar  integral, ya que pueden visualizar los elementos  que  favorecen  o limitan su desarrollo. Esto hace  necesario posicionarse  en un marco de referencia integrador  que ratifique su comprensión desde  una perspectiva contextual.

De manera que al visualizar todos los componentes del ser humano, se comprende a la persona como un todo en interacción con el contexto. La teoría ecológica propuesta por  Bronfenbrenner  hace  referencia  a  un  marco  ecológico  para  la  comprensión   de “(…) la interacción  e  interdependencia de  los humanos  (como  individuos,  grupos  o sociedades)  y su ambiente  que son parte  inseparable  de un todo  mayor (…)” (López y Escudero, 2003, p. 73).

Esto supone  una relación dialéctica, en que confluye la doble naturaleza de la persona: como  ser  individual y social, en continua  interacción  con otras personas  y ambientes,  que inciden en su desarrollo.

Según Papalia, Wendkos y Duskin (2001, p.  42) “(…) de acuerdo  con Bronfenbrenner, el desarrollo ocurre a través de procesos  cada  vez más complejos  de interacción  entre una persona  en desarrollo y el ambiente  inmediato  cotidiano,  procesos  que  son afectados  por contextos más remotos de los cuales el individuo puede  no estar consciente”.

La consideración del desarrollo desde una perspectiva ecológica trae consigo la necesidad  de comprender los procesos que interactúan y subyacen en las relaciones con otras personas y con los diversos contextos en que se desenvuelve.

Bronfenbrenner (1979), citado  en Torrico, Santín, Andrés, Menéndez  y López (2002, p. 46), indican  que  esto  lleva a “(…) considerar  el desarrollo  humano  como  una  progresiva acomodación entre un ser humano  activo y sus entornos  inmediatos  (también  cambiantes). Pero este proceso, además, se ve influenciado por las relaciones que se establecen  entre estos entornos y por contextos de mayor alcance en los que están incluidos esos entornos”. Esto es, se relacionan con diversos contextos o ambientes  asociados al entorno físico, biológico, social, económico, político, estructural y estético (López y Escudero, 2003).

Dentro de estos contextos  se encuentran el hogar, el lugar de trabajo, el vecindario, el sistema de educación y aspectos culturales e históricos que afectan la familia, la escuela y todo aquello con que interactúa la persona (Papalia et al., 2001).

Es así como la teoría ecológica propuesta por Bronfenbrenner involucra un modelo que propone una serie de sistemas contextuales relacionados, del más íntimo al más amplio, donde  cada uno está contenido en el siguiente. De acuerdo con López y Escudero (2003), Papalia et al. (2001) y Torrico et al. (2002) estos son:

1. Microsistema: ambiente  en el cual la persona interactúa cotidianamente con otras, en una relación cara a cara, por ejemplo, la familia, la escuela, la iglesia.

2. Mesosistema:  implica la interacción  de  diferentes  microsistemas  que  contienen  a la persona  en desarrollo, por ejemplo, el hogar, el lugar de trabajo, la iglesia, el vecindario, etc.

3. Exosistema: representa  aquellos contextos o ambientes  en los cuales la persona no participa directamente, pero que le afectan, como el comercio y la industria, jerarquía religiosa, sistema educativo, el gobierno, medios masivos de comunicación.

4. Macrosistema: involucra  el micro,  meso  y exosistema.  Este se  relaciona  con  la ideología, valores, normas y patrones institucionales de cada cultura.

5. Cronosistema: afín con los efectos del tiempo en otros sistemas de desarrollo como la familia, el empleo, guerras, migración, entre otros.

La comprensión de los diversos sistemas  en que  una persona  se desarrolla representa  un insumo importante  para la comprensión de su salud. Así, con la finalidad de favorecer su bienestar  y su capacidad  para autogestionar su salud, podrían reconocerse  elementos  en los cuales se requiera intervenir de forma directa o indirecta, vinculados con aspectos  de índole contextual  o ambiental  sobre  los cuales pueda  ejercer cierto control para hacer frente,  de manera adecuada,  a las demandas que la vida le plantea.

La promoción de la salud: un modelo para sustentar la acción orientadora

Una intervención  orientadora  para  la salud  requiere  de  un  modelo  que  posibilite  la operacionalización  de  los  presupuestos  del  modelo  biopsicosocial  y la  teoría  ecológica, basados  en la relación dialéctica entre la persona y su entorno, pues no se debe dejar de lado la realidad social en que se sitúa la persona, ya que su marco contextual estimula o dificulta su desarrollo y aprendizaje (Adame, Álvarez y Bisquerra, 2001).

Promoción  de la salud es un concepto  de reciente  aplicación en el ámbito  de salud, congruente con el nuevo posicionamiento epistemológico respecto a la salud y la enfermedad, el biopsicosocial. Este, para su abordaje, requiere de nuevas y diversas estrategias más allá de un tratamiento farmacológico para curar una enfermedad.

A mediados  de la década  de los 80, la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió la promoción  de la salud como “(…) el proceso mediante  el cual la gente  aumente el control sobre su salud y a la vez la mejore. Para alcanzar un estado de completo bienestar físico, mental y social, un individuo o un grupo debe ser capaz de identificar y llevar a cabo sus aspiraciones, satisfacer sus necesidades y cambiar o enfrentar  el entorno  (…)” (OMS, 1986, p. 1 citada en Marks et al.,  2008, pp. 4-5).

El modelo de promoción  de la salud promueve una serie de acciones que favorecen, en las personas  y las sociedades, mayor control de los ámbitos personal, ambiental, contextual y de las condiciones de vida, lo que contribuye al estado de bienestar  personal y social.

Se les otorga  un rol protagónico a las personas  y a las comunidades,  debido  a que implica su fortalecimiento  en aras de que sean responsables de reconocer sus necesidades y autogestionar su salud, mediante  acciones para enfrentarlas y satisfacerlas.

Refiere, entonces, a un posicionamiento centrado en el fortalecimiento  de las capacidades individuales y colectivas; pues este modelo toma como punto de partida favorecer la salud integral:

(…) el compromiso de enfrentarse a los desafíos de reducir las desigualdades, incrementar  el ámbito  de  la  prevención  y ayudar  a los ciudadanos a afrontar  sus circunstancias, supone  favorecer la participación  de la población,  el fortalecimiento  de los servicios de salud comunitarios  (…) además  la creación  de entornos  saludables, en los que  las personas  estén mejor preparadas para cuidar de sí mismas y ofrecerse apoyo mutuo  en la resolución y superación de los problemas de salud (…) (Organización Panamericana de la Salud [OPS], 1996, p. 29).

La promoción  de la salud articula la responsabilidad personal  con la de instituciones  u organizaciones  sociales,  mediante  políticas,  programas  y proyectos  que  propicien  mejores condiciones   personales,  sociales  y  ambientales   en  procura  de  fortalecer  la  salud.  Esta responsabilidad se traduce en acciones formadoras de:

(…) un  proceso  político  y social que  busca  incidir en  las condiciones  sociales, ambientales   y   económicas,   a  fin  de  disminuir  el  efecto   que  estos  factores pueden  tener  en el ámbito  público  e individual (…) por ello, sólo en la medida en que  se concibe  la salud  como  construcción  colectiva, podrán  controlarse  las consecuencias  de la globalización, de la inequidad, de la explotación  en el trabajo, de las desigualdades de clase y género, entre otros aspectos  (…). (Carmona, Rozo y Mogollón, 2005, pp. 71-72)

Como acción política y social, este  modelo  representa  una  maniobra  unificada  con la que  se afecta,  de manera  simultánea,  el ámbito  personal, social, ambiental  y económico. Concerniente a tres mecanismos integrados  en los que la OPS (1996)  ha denominado marco de la promoción de la salud:

•  Autocuidado o decisiones y acciones que el individuo toma en beneficio de su propia salud.  Supone  estimular  las  elecciones  saludables,  ante  las  cuales,  las  creencias, la información adecuada y  encontrarse  en un entorno  manejable  para la persona desempeñan un papel importante  en su estado de salud.

•  Ayuda mutua  o acciones  que  las personas  realizan para ayudarse  unas  a otras. Se prestan apoyo emocional mutuamente, y comparten ideas, información y experiencias. Ello puede  surgir en el contexto de la familia, el vecindario, la organización voluntaria o grupos de autoayuda. De manera que la persona puede vivir relacionada y, al mismo tiempo, conservar su independencia en materia de salud.

•  Entornos sanos o creación  de las condiciones  y entornos  que  favorecen  la salud. Se refiere a alterar o adaptar  los entornos  sociales, económicos  o físicos de forma que ayuden a conservar y aumentar  la salud. Implica que existan políticas y prácticas que propicien a las personas un medio ambiente saludable.

Estos tres mecanismos establecen  que la promoción de la salud actúa en lo personal, en el fortalecimiento de las capacidades, para la toma de decisiones en las personas, de manera que sus decisiones sean saludables.

En el plano social se construye, mediante  políticas y prácticas sociales, un andamiaje que propicie condiciones de salud adecuadas para que favorezcan la salud integral, no solo desde  una perspectiva  médica; además  que existan redes sociales de apoyo disponibles  para todas las personas independientemente de la condición de salud que presenten.

La intervención  orientadora  bajo  el modelo  de promoción  de la salud promueve una serie de acciones que favorecen, en las personas y las sociedades, mayor control de los diversos elementos  que  intervienen en su  salud, lo que  contribuye  a visualizarse en un estado  de bienestar  personal  y social y enfatiza en respuestas vinculadas a la prevención  y promoción, más que en una acción remedial ante la crisis, la enfermedad o las problemáticas psicosociales.

La promoción de la salud mental como énfasis en la acción orientadora

La posición  epistemológica asumida  respecto  a la salud pone  de manifiesto  que  este campo de actuación no puede  seguir siendo exclusivo para profesionales de las ciencias de la salud, sino que implica la incorporación de nuevos actores sociales. Dicha participación estará sujeta a la naturaleza de los objetivos, principios y funciones de cada disciplina, así como de los novedosos aportes que surjan producto del trabajo inter o transdisciplinario (Gavilán, 2006).

La promoción  de la salud,  al abarcar  aspectos  individuales   y del entorno,  demanda “(…) la participación de una gama mucho más amplia de intervenciones  y actores que la que conlleva el modelo tradicional de la medicina que se centra en capacitar a los especialistas para que devuelvan la función a los individuos” (OMS, 2004, p. 18).

La orientación  cuenta  con  los  referentes  teóricos  y metodológicos necesarios  para comprender y favorecer el desarrollo socioemocional  de las personas  en las diversas etapas del desarrollo, en los diferentes contextos y situaciones en que estas se encuentren,  pues “(…) enfatiza lo afectivo y se centra en el individuo como  un todo  que  interactúa  con su medio socio-cultural e histórico. Esta orientación,  como  desarrollo  de fortalezas humanas, guiadas evolutivamente, permite trabajar con cualquier problemática y cualquier población, ya que lo que busca es rescatar las habilidades y destrezas que posee la persona, a pesar de su problema” (Bonilla, 1993, p. 57).

Así el aporte  de la orientación en el campo de la salud queda  circunscrito a la salud mental, concepto que alude al estado  de bienestar  sustentado en la toma de conciencia de las propias aptitudes  y la capacidad  de afrontamiento de las presiones normales de la vida  (OMS, 2004).

Su aporte  como  disciplina resulta  valioso pues  “(…) la salud mental  es esencial para el bienestar  y funcionamiento de los individuos (…) como  una  parte  indivisible de la salud general, contribuye  a las funciones  de la sociedad  y tiene  un efecto  sobre  la productividad  general” (OMS, 2004, p. 25).

Tanto en contextos  y con poblaciones  tradicionales   (centros educativos, universidades, sistema   penitenciario)   como   no  tradicionales   (empresas   privadas,  organizaciones   no gubernamentales, organizaciones comunitarias, entre otros) la intervención  orientadora  para la promoción de la salud mental cobra relevancia para coadyuvar al bienestar personal y social, hecho  que demanda la delimitación  del quehacer  de la persona  orientadora  en el nuevo rol que le implica este campo de intervención.

La persona orientadora como promotora de salud mental

Los presupuestos teóricos asumidos  para comprender la salud mental y la intervención en este campo de actuación ubican a la persona orientadora ante nuevas demandas de sentido en su ejercicio profesional como promotora  de salud mental.


Su rol enfatiza  en  hacer  conscientes  a las personas  de  los obstáculos  personales  y contextuales que impiden su plena realización personal, de manera que esto le lleve a la acción para hacer frente, de forma adecuada, a los desafíos de la vida (Adame et al. 2001).

Así, las personas disponen de diferentes opciones para ejercer un mayor control sobre su salud mental y sobre las situaciones con que interactúa en su medio social, lo cual le posibilita insumos para optar por todo aquello que le resulte saludable (Tobón, 2003).

En el marco de promoción de la salud propuesto por la OPS (1996), el aporte está vinculado a los mecanismos referidos al autocuidado y a la mutua ayuda, esta última mediante la articulación de las redes sociales con que se cuente y con el trabajo de grupos de apoyo,  de esta manera logra generar oportunidades para que las personas mantengan o mejoren, en este caso, su salud mental.

Al enfocarse  en  el  autocuidado,  fortalece  habilidades   y  destrezas   personales   que posibiliten la toma de decisiones  saludables  y el empoderamiento para la autogestión de la salud mental. Al facilitar procesos de ayuda mutua, promueve que las personas  en un grupo encuentren apoyo, contención  y puedan vislumbrar alternativas ante situaciones  vitales que conlleven a su bienestar  físico, emocional y social.

En síntesis la acción orientadora  promotora  de salud mental debe  favorecer la toma de conciencia en las personas mediante el análisis de los factores personales, sociales, económicos, políticos, religiosos, entre otros, que caracterizan su estilo de vida e intervienen en su salud integral. De acuerdo con Tobón (2003), tanto en el abordaje individual como grupal, se deben  considerar de igual forma los aspectos internos  y los externos a la persona, entre estos:

•  Conocimientos: referidos al acceso a la información que facilite la toma de decisiones y el asumir prácticas saludables.

•  Voluntad:  relacionada   con  los  valores,  creencias  y  motivaciones   personales   que movilizan a  la  persona  frente  a  las prácticas  y decisiones  saludables  versus     las conductas de riesgo que pueda asumir.

•  Actitudes: vinculadas  a principios,  valores y creencias  que  sustentan  una  posición personal frente alguna situación que resulte demandante.

•  Hábitos: relacionados con rutinas incorporadas al estilo de vida que pueden beneficiar o perjudicar la salud.

•  Cultura: vinculada a las tradiciones, creencias y representaciones sociales respecto a la salud y las enfermedades propias de un contexto en particular, que pueden limitar la adquisición de nuevos conocimientos  y prácticas que resulten saludables.

•  Género: asociado al impacto que tienen los roles estereotipados de género del sistema patriarcal,   en la  toma  de decisiones  y prácticas saludables  en que  incurren  tanto hombres  como mujeres, con lo que puedan verse limitados en la autogestión de su salud.

•  Ciencia y tecnología: refiere a los avances científicos y tecnológicos  que aumentan las posibilidades para el cuidado de la salud.

•  Físico, económico, político y social: alude  a aspectos  como  infraestructura  sanitaria, políticas  de  la  salud  pública,  inversión  económica   en  salud  y la  generación   de contextos saludables.

Los  aspectos  antes  señalados  representan elementos  determinantes  del  proceso  de salud-enfermedad. Su consideración  en la intervención  orientadora  facilita, en las personas, una visión integral de sus circunstancias  vitales y fomenta  la toma  de decisiones  adecuada,  basada  en un análisis multifactorial que brinda insumos para la autogestión de su bienestar  personal y social.

En su función como promotora de salud mental, la persona orientadora requiere poner en práctica algunos elementos que le permitan ampliar su práctica para atender satisfactoriamente las demandas de este  campo  de  actuación  y, a la vez, aportar nuevos  conocimientos  a la disciplina. De acuerdo con Gavilán (2006) y Gordillo (1988), resulta indispensable:

•  Un modelo  comprensivo  con mayor influjo social: enfatiza en los aspectos  sociales que le permitan hacer lectura del contexto y la comprensión de los elementos  de tipo político, social, cultural y económico que concurren  en los diversos sistemas sociales en que interactúan  las personas. Esto le brinda una visión sociológica y antropológica para la comprensión del estilo de vida de las poblaciones que atiende.

•  Modelos teóricos comprensivos: implica la construcción de una posición ecléctica basada en la integración de diversas corrientes teóricas que sustenten  la intervención.   Supone articular los elementos  comunes  de las teorías ya existentes  para diseñar prototipos  de acción que  permitan  atender  situaciones  particulares  de manera  exitosa, mediante  la intervención, de manera que se establece una relación dialéctica entre teoría y práctica.

•  Modelo integral de prevención:  Permite anticiparse  a la ocurrencia  de problemas o reducir su riesgo mediante  estrategias  de intervención.   Requiere de la investigación aplicada para conocer  la realidad concreta  en que ejerce su labor profesional y, a la vez, para diseñar, ejecutar  y evaluar las metodologías más propicias para el abordaje de una población y situación particular.

•  Inclusión de saberes disciplinarios, interdisciplinarios y transdisciplinarios: permite  la integración  de los referentes  conceptuales de diversas disciplinas y áreas del saber, que  confluyan  para  lograr en  la  práctica  mejores  intervenciones  ante  situaciones particulares. Implica la inclusión de los referentes teóricos y metodológicos de diversas disciplinas científicas en el trabajo inter y transdisciplinario. A la vez, la inclusión de estrategias y técnicas propias de la sabiduría de los pueblos.

La persona orientadora, al articular dichos elementos para ampliar su práctica profesional en el campo de la salud mental, puede establecer, de manera adecuada, la relación entre teoría y práctica, hecho  que le da posibilidades  para ejercer su rol profesional con cientificidad de forma efectiva en este campo de intervención.

En la medida  en que –por  formación inicial o por formación permanente– las personas que ejerzan la orientación cuenten  con los insumos teóricos, metodológicos e instrumentales no solo para comprender  los  procesos  de desarrollo  socioemocional  de las personas,  sino también  para  operacionalizar  un  posicionamiento epistemológico  centrado  en  la relación dialéctica persona-entorno, la intervención  podrá ser acorde a las demandas de un contexto social complejo en el campo de actuación que constituye la salud mental.

Incursionar  en el campo  de la salud mental  le demanda,  a las instituciones  con escuelas formadoras de profesionales en orientación, un análisis conducente a la inclusión de  nuevos  contenidos   en  la  estructura  curricular  del  plan  de  estudio  de  la  carrera, vinculados  a un posicionamiento  epistemológico  para la comprensión  de la salud que enfatice  no solo en aspectos  personales,  sino  también contextuales  y ambientales.  Por otra parte,  a las personas  que ya ejercen la profesión,  interesadas en este,  un proceso de autoactualización  para ampliar su práctica profesional, enfocado  en una perspectiva contextual de la salud mental.

Consideraciones finales

La complejidad  de las circunstancias  sociales en que  se desarrollan  las personas  tiene implicaciones en su bienestar  personal  y colectivo. Los factores de tipo económico, político,  social, familiar, étnico, religioso, entre otros, representan riesgos importantes  para la salud de las personas, hecho que trae consigo trascender la comprensión de la salud como sinónimo de la ausencia de enfermedad.

Esta consideración  representa  un cambio paradigmático   para el abordaje  de la salud, pues se concibe la salud como proceso multifactorial y como estado de bienestar con atributos físicos, sociales, axiológicos, culturales, que están interrelacionados, y que a su vez requiere la incursión de nuevos actores sociales, entre estos las personas  profesionales de la orientación, en este campo de intervención.

La orientación  como disciplina, al contar con referentes  teóricos, metodológicos e instrumentales para la comprensión  del desarrollo socioemocional  de las personas, tiene un aporte  significativo que  realizar,  al centrar su intervención  en el fortalecimiento  de capacidades individuales y colectivas que faciliten el mantenimiento o mejoramiento de la salud.

Con un  posicionamiento epistemológico  basado  en  la relación  dialéctica  individuo- entorno  y de la salud como  proceso  biopsicosocial, la persona  orientadora  se asume  como promotora de salud, en particular de salud mental, al tener como propósito el empoderamiento personal  y colectivo mediante  la toma de conciencia de la complejidad  de las circunstancias vitales, de las fortalezas y habilidades que permitan a las personas vislumbrar alternativas para enfrentarlas.

Incursionar  en la salud mental  como  campo  de intervención  representa  una serie de demandas de sentido  para el ejercicio profesional  vinculadas a la ampliación  de la práctica profesional.  Mediante  un  modelo  comprensivo  con  mayor influjo social, modelos  teóricos comprensivos,  un modelo  de prevención  y  la inclusión de saberes, la persona  orientadora puede  construir prototipos  de acción eficientes para abordar  las necesidades particulares de las poblaciones  que atiende.

A la vez, articular la valoración de factores tanto internos como externos que intervienen en el proceso  de salud mental, para que  las personas  logren  comprender integralmente su realidad, tomen  conciencia de sus recursos y posibilidades y cuenten  con insumos para optar por aquello que les resulte saludable.

Los  argumentos sobre  los  que  se  ha  reflexionado  constituyen   solo  una  propuesta producto  del interés personal  y profesional. Como tal, se espera que sirva de insumo para la discusión y delimitación de lo que se considera un campo de intervención emergente para la orientación.

Referencias

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*Correspondencia a:
Ana Victoria Garita Pulido.Magistra en Orientación de la Universidad de Costa Rica.  Bachiller y licenciada en Ciencias de la Educación con énfasis en Orientación de la Universidad Católica de Costa Rica. Ha laborado como orientadora en centros de  educación  secundaria  pública  y privada  y como  docente  de  la carrera de  Orientación  Educativa de  la Universidad Católica de Costa Rica. Actualmente labora para el Ministerio de Educación Pública en el Colegio Técnico Profesional de Pavas. Colegio Técnico Profesional de Pavas San José, Costa Rica avictoria@gmail.com.
1. Magistra en Orientación de la Universidad de Costa Rica.  Bachiller y licenciada en Ciencias de la Educación con énfasis en Orientación de la Universidad Católica de Costa Rica. Ha laborado como orientadora en centros de  educación  secundaria  pública  y privada  y como  docente  de  la carrera de  Orientación  Educativa de  la Universidad Católica de Costa Rica. Actualmente labora para el Ministerio de Educación Pública en el Colegio Técnico Profesional de Pavas. Colegio Técnico Profesional de Pavas San José, Costa Rica. avictoria@gmail.com.

Recibido 31 de enero de 2013. Corregido 10 de marzo de 2013. Aceptado 13 de marzo de 2013

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