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Revista Costarricense de Cardiología

Print version ISSN 1409-4142

Rev. costarric. cardiol vol.13 n.2 San José Dec. 2011

 

Semblanza

Dr. Longino Soto Pacheco

Carlos Salazar Vargas


Los que fuimos asignados a rotar con él, por allá en los años 60, en aquella incipiente Escuela de Medicina de la cual él fue un promotor, nos encontramos un hombre fuerte y serio, pero con sentido de humor, lleno de dicharachos y anuente a entablar conversación sobre cualquier asunto con cualquier persona, aunque siempre tratando de imponer su razón. No era raro verlo sentarse a jugar tablero con un paciente en su misma cama de hospital o contra algún colega que no podía resistir la tentación de tratar de ganarle.

Sus visitas médicas, acompañado de los miembros de su Servicio, algunos de gabacha blanca, otros de saco y corbata, allá en el Hospital Central (hoy Rafael A. Calderón Guardia), eran muy puntuales y determinantes. Había sensación de premura, pero también de claridad y determinación. Discutía los casos con los médicos referentes y con sus colegas y decidía qué se haría.

No recuerdo que hubiera en aquellos tiempos asignaciones académicas tan estructuradas para nosotros los estudiantes, como las de hoy; así que uno se aprovechaba hasta donde el profesor permitiera. Y nosotros, hasta el sábado le exprimíamos enseñanza, tanto en su hospital como en los que visitaba los sábados (Heredia y Alajuela) para operar enfermos con patología compleja, seguramente no abordados por los colegas de esos nosocomios.

Nació el Dr. Soto el 12 de octubre de 1923, fue a la Escuela Juan Rudín y luego al Liceo de Costa Rica. Su madre Doña Carmen Pacheco, lo apoyó, lo estimuló y logró embarcarlo desde el viejo aeropuerto de la Sabana hacia la ciudad de México, con una beca mensual de 25 dólares, para estudiar Medicina en la Universidad Autónoma de México. Estudió y trabajó con ahínco sirviendo en la Cruz Roja Mexicana durante sus años de estudiante; luego hizo su servicio rural, se graduó en 1947 y regresó a Costa Rica. Volvió a salir para su entrenamiento quirúrgico en los EEUU; ahí trabajó bajo la tutela del famoso Max Chamberlain, de quien aprendió no solo cirugía torácica, sino su gusto por la aviación. Regresó luego al Hospital Central y al San Juan de Dios.

Siempre se caracterizó por el ahínco y determinación con que enfrentaba las situaciones, aún a costas de su propia integridad física; prueba de ello fueron las quemaduras con rayos X, que sufrió en su mano izquierda y que le dejaron secuelas, necesitando varias cirugías correctivas inmediatas y años después. A pesar de ese accidente, su destreza como cirujano era incuestionable, además de que disfrutaba haciendo nudos que a los ojos de los novicios, nos parecían como de magia. En 1969 se traslada al recién inaugurado Hospital México y abre el primer servicio formal de Cirugía de Tórax y Cardiovascular en Costa Rica. Allí se rodeó de un grupo de profesionales que le ayudaron a crear un centro especializado en el tratamiento de la patología cardiotorácica, ascendiendo en complejidad hasta llegar al año 1991, en que bajo su dirección se realiza el primer trasplante cardiaco en Centroamérica y el Caribe.

Paralelamente fue Presidente del Colegio de Médicos y Cirujanos (1961), diputado (1970-1974) y Ministro durante la administración Figueres Olsen. Fue también un apasionado futbolista; tanto como practicante feroz en las “mejengas” semanales en su casa del Coyol de Alajuela o en las de fin de año del servicio, como dirigente deportivo: firme, tenaz, estratégico, llegando a ocupar la presidencia de la Liga Deportiva Alajuelense y de la Federación Nacional de Futbol; logró durante su ejercicio por primera vez la clasificación de nuestra Selección a un Campeonato Mundial: Italia 90.

El Dr. Soto fue un líder indiscutible, miembro de una generación extraordinaria y su huella ha dejado una impresión muy profunda que marcó un hito en la medicina costarricense. Fuera con la mayoría o con la minoría, siempre externó su criterio, franco, directo y tajante, con él o contra él. El Dr. Soto falleció el 13 de octubre de 2010, que descanse en paz.

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